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La historia del Perú es la historia del territorio del actual Perú, que abarca desde los r, Resúmenes de Economía

La historia del Perú es la historia del territorio del actual Perú, que abarca desde los restos más antiguos de ocupación de los humanos hasta nuestros días. Los primeros grupos humanos llegaron hacia fines de la glaciación wisconsiense (XI milenio a. C.) como cazadores-recolectores (periodo lítico). Sus descendientes empezaron a desarrollar la horticultura hacia el VIII milenio a. C. (periodo arcaico), época en la que también se domesticaron los camélidos sudamericanos y empezaron a aparecer las primeras aldeas.

Tipo: Resúmenes

2022/2023

Subido el 12/07/2023

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¡Descarga La historia del Perú es la historia del territorio del actual Perú, que abarca desde los r y más Resúmenes en PDF de Economía solo en Docsity! 63 deMocracia y MoviMientos sociales EN UN MUNDO DE GLOBALIZACIONES: HACIA CONCEPCIONES CONTRA-HEGEMÓNICAS Raphael Hoetmer Introducción1 Debido a los procesos interrelacionados de la revolución de la tecnolo- gía de la información (Castells, 2000) y las globalizaciones económi- cas, culturales y políticas, vivimos una época de cambios tan intensos y continuos, que podemos hablar de un cambio de época. Zygmunt Bauman caracteriza nuestra era como la modernidad liquida (2005), en la cual nada puede mantener su forma, y las palabras han perdido sus sentidos anteriores. Los conceptos que solíamos usar para anali- zar el mundo, ya no nos sirven de la misma manera para entender los cambios socio-económicos, políticos, tecnológicos y subjetivos con- temporáneos. Por lo tanto, las palabras son como zombies: muertas —carecen de significado— y vivas —pero continúan usándose— al mismo tiempo. En términos foucaultianos podríamos decir que es- tamos frente a un cambio de episteme, en el que es nuestra manera misma de conocer la que se está transformando (Foucault, 1973). En este contexto es que se profundizan y visibilizan las luchas hegemónicas ya existentes en torno a los conceptos que son usados para cambiar y regular el mundo. En el momento actual se presentan confrontaciones paradigmáticas entre diferentes actores, culturas y visiones políticas, a propósito de las comprensiones contradictorias 1 Agradezco a Erick Tejada por la revisión de este texto, y al Centro de Estudiantes de la Escuela de Sociología por haberme invitado a participar en el seminario «Movimientos sociales y democracia en el Perú de hoy». 64 raPhaEl hoEtmEr que se tienen de conceptos tales como emancipación, Estado, políti- ca, identidad, desarrollo, libertad y democracia, que en el fondo son indicadores de una disputa por la organización del sistema social. De esta manera, los Estados Unidos intervinieron en Irak invocando el derecho a la democracia de la población iraquí, mientras que más de diez millones de personas alrededor del mundo protestaron en nombre de la democracia contra la invasión del país árabe, en la manifestación más grande de la historia de la humanidad.2 En Heiligendam recientemente se expresó la misma contradicción a propósito del encuentro del G8. En esta ciudad alemana participa- ron aparte de las ocho potencias económicas tradicionales3 Sudáfrica, China, India, México y Brasil, ya que sus hegemonías regionales los hicieron imprescindibles para discutir el futuro económico y político del sistema mundial. Mientras que dentro de una fortaleza improvisada de rejas, muros, bombas lacrimógenas y miles de policías, se reunían los presidentes de las democracias históricas por excelencia (Francia, los EE.UU. y Gran Bretaña) y las democracias más grandes del mundo (la India y el Brasil), afuera los manifestantes gritaban: «¡Ustedes son ocho, nosotros millones!», denunciando la falta de transparencia de esos gobiernos y reclamando una democracia real. Simultáneamente, en otros países alrededor del mundo se realizaron marchas y eventos expresando las mismas demandas. Las protestas contra el G8 forman parte de un proceso de inten- sificación de las luchas sociales alrededor del planeta, que cuestio- nan el modelo del capitalismo neoliberal desde los últimos años de la década de las ochentas. Entre sus expresiones más famosas están los levantamientos indígenas en Bolivia y Ecuador (desde 1989), el proceso del Foro Social Mundial4 (desde 2001), el levantamiento de 2 Una estimación del número total de manifestantes en las protestas del 15 de febrero de 2003, se encuentra en Wikipedia: http://es.wikipedia.org/wiki/Manifestaciones_contra_ la_invasi%C3%B3n_de_Iraq_de_2003 3 Los miembros tradicionales del G8 son los Estados Unidos, Canadá, Gran Bretaña, Alemana, Francia, Italia, Rusia y Japón. 4 El Foro Social Mundial es un proceso continuo de encuentros bajo el lema: «Otro mundo es posible». Los foros mundiales anuales, que ya se han organizado seis veces, son su expresión más conocida. Organizaciones sociales, ONGs, e intelectuales progresistas se reunieron cuatro veces en Porto Alegre (Brasil), una vez en Mumbai (India) y Nairobi 67 dEmocracia y movimiEntos socialEs En un mundo dE globalizacionEs tales: la subordinación de la política a la economía, y la integra- ción de ambos ámbitos en marcos jurídico-políticos internaciona- les. La ideología del neoliberalismo parte de la premisa de que la economía tiene que seguir la racionalidad «apolítica» y transna- cional del mercado, mientras que la democracia se puede ocupar de los asuntos «políticos» nacionales (Teivainen, 2002). Paradóji- camente esta visión implica una serie de reformas del Estado pro- fundamente políticas, que transfieren responsabilidades estatales al ámbito del mercado y facilitan la colonización del lenguaje y el sistema políticos por las lógicas y códigos económicos. La implementación de las políticas neoliberales forma parte de un proyecto internacional de re-organización del ejercicio de la so- beranía, que sigue siendo una característica del sistema político, pero que se encuentra localizada en una pluralidad de arenas instituciona- les (Sassen, 1996). En esta nueva situación, el Estado es solamente uno de los varios actores —junto con instituciones multilaterales, empresas transnacionales, etc.— en las redes de poder que definen el futuro de las sociedades contemporáneas. Por lo tanto, el capita- lismo neoliberal es un proyecto constitucional, que busca imponerse permanentemente sobre las jurisdicciones nacionales existentes y los marcos normativos no-económicos al nivel internacional (por ejemplo sobre cuestiones laborales o medioambientales). Según Manuel Castells estos cambios de las estructuras político- económicas internacionales corresponden a una reorganización es- pacial del mundo, en la cual el poder social, político y económico, en la forma de flujos de capital, información, tecnología, interacción organizacional, imágenes, sonidos y símbolos, se mueve sin límites por el planeta. El mundo se estructura desde este espacio de flujos que está constituido por una meta-red de actores globalizados, entre los cuales se cuentan las empresas transnacionales, los mercados de acciones, las instituciones internacionales, los gobiernos nacionales, los medios de comunicación, los científicos, los ricos, los turistas y las ONG. Mientras tanto, las experiencias diarias de personas «nor- males» todavía están restringidas a lugares concretos —el llamado espacio de lugares— donde se ubican también la exclusión y la vio- lencia social. 68 raPhaEl hoEtmEr La separación del poder y la experiencia tiene dos consecuencias que han llevado a las democracias contemporáneas hacia una crisis profunda. En primer lugar, la creciente distancia entre el poder ins- titucional (la política) y la experiencia (la gente común) hace que los actores de la meta-red sean incapaces de reconocer, entender y resolver los problemas y peligros que los ciudadanos viven en sus vidas diarias, como el deterioro de la seguridad, la falta de servicios públicos, la pobreza o el daño medioambiental. Además, los acto- res de la meta-red no requieren de la participación ni la satisfacción política de los ciudadanos del mundo, dado que la continuidad del sistema capitalista depende principalmente de su colaboración como consumidores. Mientras tanto, la vida en el espacio de lugares genera diferen- tes sentimientos, subjetividades y procesos que constituyen un suelo fértil para la emergencia de resistencias. Si por un lado los indivi- duos sufren sentimientos de inseguridad, miedo y crisis de identida- des como consecuencias de la lucha constante por la supervivencia y los cambios profundos en el mundo; por el otro, «los de abajo» se apropian de estos cambios a través de la construcción de nuevas identidades y prácticas culturales y sociales diferentes. Es decir, a pe- sar de los intentos de imponer un sentido común capitalista neolibe- ral, existen diferentes proyectos que resisten a ello. Estos van desde el Movimiento de Justicia & Solidaridad Global y los movimientos indígenas, hasta los partidos de extrema derecha y los extremismos religiosos. Por lo tanto, la crisis de la democracia es producida activamente por las estructuras de las globalizaciones. El capitalismo neoliberal ha convertido a los Estados en actores estratégicos para las nego- ciaciones internacionales en torno a la construcción de un mercado global, y asume a la democracia como un dispositivo simbólico, que da legitimidad a su proyecto constitucional y trata de moderar, cana- lizar, deslegitimar y —si fuera necesario— reprimir a las resistencias que esto puede incentivar. Sin embargo, las posibilidades de las de- mocracias contemporáneas de responder a las demandas y conflictos sociales son mínimas, debido a la incorporación de los Estados en una soberanía mayor, y a los procesos de desregulación y privatiza- 69 dEmocracia y movimiEntos socialEs En un mundo dE globalizacionEs ción de los servicios estatales. A mi juicio, esto revela las contradic- ciones internas del capitalismo neoliberal que están en la base de las resistencias contra ellas en los últimos veinte años. Contradicciones constitutivas del capitalismo neoliberal Antonio Gramsci demostró en la primera mitad del siglo XX que el orden social tiene sus fundamentos en relaciones de poder que se estructuran a partir de dos tipos de dispositivos: los de persua- sión y los de coerción. Es decir, para Gramsci la clase dominante se sobrepone a la clase dominada en base de una meta-narrativa (ideología) que justifica y naturaliza esta opresión. Si de esta for- ma logra crear un sentido común que legitima su posición social dominante, ha logrado una hegemonía que hace que el ejercicio de la coerción sea mínimo. Si por el contrario la clase dominada cues- tiona la ideología dominante, la coerción aumenta para silenciar a la resistencia. El capitalismo neoliberal ha buscado establecer una hegemonía tras la caída del muro de Berlín. En su famoso libro El fin de la his- toria y el último hombre, Francis Fukuyama declaró que los ciudada- nos del mundo ya estaban por entrar al «reino de la libertad», visto que el último oponente ideológico de la democracia liberal capitalis- ta se rindió. Aunque el análisis del americano-japonés es demasia- do simplista e ideologizado, y la historia ha demostrado que estaba equivocado en muchos aspectos6, sus ideas tuvieron una fuerte in- fluencia en los debates políticos contemporáneos, que perdura de una u otra forma hasta el día de hoy. La esencia del discurso neoliberal es la idea de que la democracia y el capitalismo fundamentalmente buscan realizar el mismo tipo de sociedad, y que por consiguiente, mantienen una relación de armonía y fortalecimiento mutuo. Por lo tanto, el capitalismo liberal democrático es el punto final, máximo e 6 Podemos mencionar entre otros hechos sintomáticos las crisis económicas en Indonesia, Rusia y Argentina, y las guerras en los Balcanes, Afganistán e Irak. Y, por otro lado, la emergencia de nuevos opositores ideológicos en los últimos años, en las formas —entre muchas otras— del Movimiento de Solidaridad y Justicia Global, el islamismo radical y el capitalismo estatal chino. 72 raPhaEl hoEtmEr en el cual el enemigo está en todas y ninguna parte a la vez, lo que permite la intensificación del control social que efectivamente limita la libertad de expresión, movimiento y organización de los ciudada- nos del mundo. En el Perú las políticas de la criminalización de la protesta son un ejemplo claro de esta tendencia. El aumento del control social explica parcialmente cómo el ca- pitalismo neoliberal a pesar de sus contradicciones internas se ha mostrado muy capaz de asegurar la participación de los habitantes del mundo como consumidores en sus procesos. La continuidad del status quo además se sostiene en su gran capacidad de (re)produc- ción de una subjetividad capitalista, a través de la penetración más profunda de los mecanismos de dominación (persuasión y coer- ción) en la vida cotidiana. La persuasión se gestiona a través de la mercantilización de los modos de conocer el mundo, como la edu- cación, la investigación científica, y los medios de comunicación, a través de su privatización y la penetración de ideas mercantiles en sus operaciones (por ejemplo, «estudiar para competir»). De otro lado, se ejerce la coerción a través del señalado aumento del control, en combinación con la fragmentación del tejido social y la precarización de la vida humana, que imponen una dependencia del mercado. Ejemplos claros de esta lógica son la flexibilización del trabajo y la privatización de servicios sociales que han debilitado las capacidades de organización colectiva de la seguridad social. De esta forma, queda claro que el capitalismo neoliberal es un modelo civili- zatorio que establece la idea de la «competencia para el progreso» y la practica de la «lucha de todos contra todos por la supervivencia», como fundamentos de todos los ámbitos sociales. Esta reorganiza- ción de la dominación capitalista se articula con opresiones históri- cas con base en la (re)producción social de las categorías de la raza, del género, de la sexualidad y de la edad, que igualmente siguen sosteniendo la organización del poder en el mundo actual. Pero a la vez, el neoliberalismo —sin quererlo— ha abierto nuevos espacios discursivos, imaginarios, articuladores y organiza- tivos para la acción transformadora. La combinación del aumento de las posibilidades de comunicación ofrecidas por las nuevas tec- nologías de la información (Castells, 2004), la creciente presencia 73 dEmocracia y movimiEntos socialEs En un mundo dE globalizacionEs de adversarios internacionales en situaciones locales, como institu- ciones multilaterales o empresas transnacionales (Sklair, 2002), y la conciencia incrementada de la globalidad de muchos problemas y riesgos contemporáneos (Beck, 1997), han facilitado la emergen- cia de redes, subjetividades y discursos transnacionales de activis- tas que develan las contradicciones fundamentales entre la lógica de inclusión de la democracia y de la competencia del capitalismo. Conflictos sociales y movimiento: Aproximaciones a una comprensión Siguiendo a Michel Foucault, sostengo que el poder está siempre acompañado por la resistencia (Foucault, 2000). Los conflictos so- ciales y la acción colectiva son por lo tanto «estructuralmente» parte de la sociedad. Sin embargo, Chantal Mouffe y Ernesto Laclau tienen razón cuando plantean que la resistencia existe en muchas formas, y que su politización, consecuentemente, requiere ciertas prácticas específicas y circunstancias históricas particulares (Laclau y Mouffe, 1985). En este sentido, la idea de movimiento social no es exhaustiva en cuanto a las expresiones de resistencia en nuestras sociedades; más bien el término refiere a un cierto tipo de resistencia basado en la articulación, continuidad y politización de conflictos sociales. Por lo tanto, asumiré la idea de movimiento social, como un concepto analítico que permite evaluar las circunstancias históricas, estructu- ras sociales, ejercicios discursivos y prácticas políticas, que definen el desarrollo de la resistencia contra el neoliberalismo. Los conflictos sociales, entendidos como las confrontaciones entre actores populares y las instituciones públicas y multilatera- les o las empresas, o contra las discriminaciones presentes en los sentidos comunes que sostienen la vida cotidiana y sus agentes en la sociedad, emergen y se desarrollan en las complejas dinámicas entre las estructuras políticas, económicas, sociales y culturales (el poder institucionalizado), las regímenes de verdad que surgen desde los procesos de (re)producción de subjetividad (el poder discursivo o el sentido común), y las diversas experiencias cotidianas (que se ubican, en términos habermasianos, en el mundo de la vida). Estos 74 raPhaEl hoEtmEr enfrentamientos —a veces directos, otras veces simbólicos— tie- nen el potencial de producir nuevos liderazgos, discursos, modos de organizarse, métodos de acción, articulaciones y propuestas para la transformación social, que permiten la emergencia del movimiento social. Movimiento social, entonces, alude a los procesos de consti- tución de sujetos políticos colectivos desde los conflictos sociales, y su posterior interacción con las estructuras, instituciones, prácticas e imaginarios sociales y políticos, que se constituyen en una relación procesal con influencias mutuas. A pesar de la cantidad impresionante de estudios sobre movi- mientos sociales, el debate teórico nunca ha llegado a un consenso sobre el contenido del concepto, como tampoco existe un acuerdo sobre la metodología para estudiarlos o su importancia en la sociedad (Melucci, 1996 y Diani, 2000). En términos generales, destacan dos tradiciones de su comprensión, ambas con raíces geográficas diferen- tes. La Teoría de la Movilización de Recursos (TMR), nació en los Estados Unidos y entiende a los movimientos sociales como intentos racionales de grupos excluidos o discriminados, que se movilizan en base a los cálculos de costo-beneficio para conseguir poder, recursos o acceso al sistema político. La tradición heterogénea del Paradig- ma Orientado a la Identidad (POI-Cohen 1985) tiene sus raíces en Europa, y enfatiza más bien la importancia de la construcción de identidades alternativas y la politización de la vida cotidiana en la búsqueda de la transformación social, como respuesta a los cambios estructurales de las sociedades contemporáneas.8 Aunque ha habido varios intentos de reconciliar los dos paradig- mas9, sostengo que una teoría definitiva para comprender a los mo- 8 Aquí no tengo el espacio para profundizar sobre las variaciones, problemas y fortalezas de las dos teorías. El estudio de Casquette (1998) es una buena introducción en esta tarea. 9 La propuesta más consistente para el diseño de una teoría general de los movimientos sociales, viene de la socióloga estadounidense Jean Cohen. Ella plantea que las dos teorías de movimientos sociales analizan aspectos diferentes de los movimientos y podrían ser unidas a través de una comprensión de la dualidad de la sociedad civil. Según Cohen, la sociedad civil se dirige a la polis para reclamar la redistribución de recursos y el acceso al sistema político, forma una escena para el surgimiento de códigos y orientaciones alternativos para la acción social; y, a la vez, es un campo de batalla para actores sociales, sobre la orientación cultural de la sociedad (Cohen, 1985 y Cohen y Arato, 2001). 77 dEmocracia y movimiEntos socialEs En un mundo dE globalizacionEs ciales, y la organización del sistema social misma. Sostengo que las teorías convencionales del TMR, y en menor medida el POI, subes- timan y simplifican el potencial transformador y la complejidad de los movimientos sociales, por no haber superado del todo la herencia histórica de los primeros analistas de acción colectiva (autores como Gustave le Bon o Auguste Tarde), que entendieron la protesta social a menudo desde su irracionalidad, violencia y destructividad11. Mi crítica a gran parte de los estudios sobre los movimientos socia- les, parte desde el desarrollo hecho por Boaventura de Sousa Santos de la tesis central de la obra de Michel Foucault. El francés ha planteado en sus diferentes estudios de la relación entre el poder y el saber, que el espacio epistemológico (o episteme) que sostiene el poder-saber en una cierta época histórica, crea silencios y ausencias desde un régimen de verdad totalizador, multidimensional y descentralizado (Foucault, 1973). De esta manera, el poder-saber define quién está designado para hablar, sobre qué temas y de qué manera. De Sousa Santos plantea en este sentido que «la experiencia social en todo el mundo es mucho más amplia y variada de lo que la tradición científica o filosófica occidental conoce y considera importante» (De Sousa Santos, 2006). El sociólogo portugués afirma que las estructuras políticas y epis- temológicas hegemónicas producen activamente ausencias, a través de varias lógicas eurocéntricas que regulan, canalizan, reprimen e invisibilizan experiencias de vida transgresoras, regímenes de ver- dad alternativos, y prácticas políticas contra-hegemónicas, buscan- do la continuidad del status quo. Al contrario de la visión del poder fatalista de Foucault, De Sousa Santos plantea que existe una gran variedad de experiencias que subvierten el poder, que dan pistas para la reinvención de la emancipación social (De Sousa Santos, 2002). Para ello la sociología debería recuperar lo producido como ausente y contemplar las tendencias y latencias de cambio social que ya están presentes en la realidad, a través de una sociología de ausencias y una sociología de emergencias. 11 Entre las excepciones que confirman la regla se encuentran Raúl Zibechi (2003), Boaventura de Sousa Santos (2003), y el excelente libro Cultures of Politics. Politics of Culture (1998) de Sonia Álvarez, Evelina Dagnino y Arturo Escobar. 78 raPhaEl hoEtmEr La propuesta epistemológica de De Sousa Santos que plantea re- flexionar sobre la relación entre el poder-saber dominante y el debate convencional sobre movimientos sociales, y a la vez su llamado para «conocer desde el Sur» (2006), evidencian de nuevo la necesidad de construir una lectura desde el Sur de los procesos de resistencia al status quo en la América Latina actual. La necesaria reconsideración de los enfoques tradicionales sobre los movimientos sociales, debería partir de un intento de entender a los movimientos más allá de su ex- presión a través de la protesta social. Es decir, si bien es cierto que las acciones políticas como paros, bloqueos, manifestaciones y tomas de tierras o edificios, son parte esencial de la política de los movimien- tos sociales, la esencialización de los movimientos en la protesta, invisibiliza una serie de prácticas políticas creativas (expresiones de su poder constituyente, como dirían Michael Hardt y Antonio Negri, 2004) que también son parte de sus procesos y acciones. Esta simplificación del concepto de movimiento social es, a mi juicio, la herencia histórica de los primeros analistas de la acción co- lectiva, que como he explicado líneas arriba, entendieron la protesta social desde su irracionalidad, violencia y destructividad. Aunque tanto el TMR como el POI han reivindicado las causas estructura- les de la acción colectiva, no han incorporado suficientemente el potencial transformador (y democratizador) de movimiento social. Para la gran mayoría de los estudiosos, los movimientos sociales son esencialmente reactivos a las relaciones de opresión, y no (po- tencialmente) constituyentes de un modelo de vida diferente. Hacia una concepción contra-hegemónica de los movimientos sociales Sin duda, la reivindicación y la demanda de otra sociedad, expre- sada a través de la protesta política, es un elemento importante del repertorio de los movimientos sociales. Sin embargo, identifico cinco prácticas políticas interrelacionadas que surgen desde la fuerza crea- dora de los actores sociales, que ponen a la sociedad en movimiento, pero al mismo tiempo se encuentran marginadas en diferentes medi- das en el debate hegemónico sobre la acción colectiva. 79 dEmocracia y movimiEntos socialEs En un mundo dE globalizacionEs En primer lugar, entiendo movimiento social como construcción de significados12. Es decir, a través de la acción política de orga- nizaciones e individuos se ponen en movimiento a los conceptos y categorías que sostienen la opresión y naturalizan la exclusión en la sociedad. Los comuneros de Yanta (Ayabaca) y Segunda y Cajas (Huancabamba) desestabilizan la concepción hegemónica del desa- rrollo, cuando resisten en nombre de la demanda por un modelo de desarrollo propio no vinculado a la actividad minera en sus regio- nes13. Y el movimiento indígena permite repensar las relaciones entre la humanidad y la naturaleza, a través de sus conceptos del «Buen Vivir», o la centralidad de la «Pachamama» en su cosmovisión. Otro ejemplo importante proviene de los movimientos de muje- res y de activistas para la diversidad sexual, quienes han logrado mo- dificar la posición de las mujeres y las lesbianas en la organización y el imaginario social en las distintas sociedades alrededor del mun- do. Obviamente, estos logros son parte de procesos incompletos y desiguales geográficamente. Sin embargo, estas luchas no solamen- te han cambiado la convivencia entre hombres y mujeres alrededor del planeta, sino que simultáneamente han creado otras maneras de entender (y gozar) del cuerpo, el amor y la sexualidad. Aparte de marchas o plantones, una gran variedad de acciones han contribuido a estos cambios, incluyendo campañas de información, grupos de auto-conciencia, iniciativas económicas, y la organización de casas refugio por organizaciones de mujeres. También se debe entender al movimiento social como revela- ción, dado que sus acciones visibilizan lo ocultado por las estructu- ras y conceptos hegemónicos. De esta manera, los indígenas ecua- torianos aparecieron como un sujeto de derechos en el escenario político de su país como consecuencia de los levantamientos indí- 12 Esta práctica de movimiento social ha sido conceptualizada suficientemente en varias expresiones de la POI, y específicamente en la obra de Alberto Melucci. 13 Arturo Escobar ha teorizado ampliamente el discurso del desarrollo y su desestabilización por las luchas sociales. Dice por ejemplo: «Representar al Tercer Mundo como ‘subdesarrollado’ es menos un planteamiento sobre los ‘hechos’ que la construcción de un régimen de verdad, a través de lo cual el Tercer Mundo es inevitablemente conocido, intervenido, y manejado» (Escobar, 1992. Traducción mía). 82 raPhaEl hoEtmEr sociales15. Afirmo que la posición contestataria de los movimientos sociales frente a los sistemas hegemónicos, los convierte en los pro- cesos por excelencia para la experimentación con nuevas formas de organización social. Estos experimentos emergen desde las solidari- dades creadas en el movimiento social, y a partir de las exigencias de la acción política misma. Durante las revueltas sociales aparecen por ejemplo asambleas populares para la toma de decisiones y la difu- sión de información, se organizan ollas comunes para la distribución de comida, los vendedores de los mercados reparten agua y comida gratuitamente, se organizan piquetes para resistir contra la policía, y se arman grupos de vigilancia médica para cuidar a los heridos. En realidad se trata de interacciones y formas de organización basadas en valores contra-hegemónicos. En muchos casos, estas prácticas desaparecen después de las mo- vilizaciones. Sin embargo, existen numerosos ejemplos de resisten- cia que han dado continuidad a sus experimentos con la construcción del otro mundo dentro de la realidad actual. Aparte del ejemplo más conocido, que es de los zapatistas, destaca por ejemplo la Comuni- dad de Paz de San José de Apartado en Colombia. Esta comunidad de campesinos rechaza ser desplazada por la guerrilla, los paramilitares o el Estado, y al contrario practica una dura lucha pacífica basada en la solidaridad y la democracia interna. A pesar de que más 150 de sus miembros han sido asesinados, la comunidad sigue mostran- do a la sociedad colombiana la única salida para la guerra civil: la resistencia pacífica contra todos los actores involucrados (desde las FARC hasta las transnacionales, y desde la alianza entre el Estado y el paramilitarismo, hasta los narcotraficantes). Estos experimentos con prácticas políticas alternativas son cre- cientemente aplicados y teorizados en colectivos y procesos políticos alrededor del planeta, a partir de la idea de que una democracia ver- dadera es solamente realizable a través de acciones y organizaciones subversivamente democráticas. De esta forma emergen movimientos sociales prefigurativos que en sus prácticas, formas de organización y 15 Para Raúl Zibechi los movimientos sociales son «portadores del otro mundo» (Zibechi, 2007) 83 dEmocracia y movimiEntos socialEs En un mundo dE globalizacionEs acciones pretenden reflejar el otro mundo que están construyendo con sus luchas. Desde estos procesos surgen nuevas concepciones de la democracia, basadas —a menudo— en una crítica fundamental de la democracia representativa, de la socialdemocracia, y de las prácticas jerárquicas, centralistas, machistas y excluyentes de la izquierda van- guardista. Asimismo, entramos en el terreno de las luchas asimétricas que en vez de la confrontación con el imperio en búsqueda del poder, buscan la creación de otros tipos de manejo del poder, como tan lúci- damente está expresado en las declaraciones del zapatismo. Las seis figuras de transformación social (incluyendo la de mo- vimiento social como la presentación de demandas de cambio), muestran un complejo entramado de prácticas y teorías que desafían al poder en toda su complejidad. Es decir, desde la cama hasta el Estado, y en unos casos más allá de esto. En este sentido, sostengo que los movimientos sociales han sido y son un componente esencial de procesos de cambio en las sociedades alrededor del planeta. El apartheid en Sudáfrica terminó por ejemplo, como consecuencia de muchos años de lucha social, que habían cambiado las configuracio- nes e imaginarios sociales en la sociedad sudafricana y en el mundo. La decisión política del gobierno de De Klerk era en este contexto, la formalización inevitable de los procesos de resistencia civil. Reconociendo el potencial transformador y la capacidad innova- dora de los sujetos políticos colectivos, termino afirmando que no se trata de idealizar a los movimientos sociales. En primer lugar, dentro de los movimientos se reproducen —a menudo— las mismas rela- ciones de opresión y las luchas por el poder, como en el resto del mundo en general, causando por ejemplo la marginalización de mu- jeres en muchas organizaciones gremiales. Además, el surgimiento y la presentación de propuestas alternativas al sistema social actual por parte de los movimientos sociales es un proceso complicado y desigual entre los diferentes momentos y movimientos. Finalmente, existen sujetos políticos colectivos de índoles programáticas diver- sas. Algunos defienden el status quo (como los Comités Cívicos en Bolivia), mientras que otros buscan cambios excluyentes en base de ideologías que naturalizan la opresión (como por ejemplo, el movi- miento neo-nazi). 84 raPhaEl hoEtmEr No obstante, sostengo que desde los ochentas ha surgido —en pa- labras de Ezequiel Adamovsky (2007)— una nueva familia de movi- mientos sociales democratizadores que desafían al capitalismo neoli- beral, desde la evocación de la diversidad humana, la solidaridad, la equidad, la justicia y la democracia. Sus llamados y alternativas por una vida humana digna y sostenible, han abierto nuevos caminos para la necesaria reconsideración del modo de vida actual en el planeta. Sobre lo social y lo político: pasajes a la democracia Las imágenes del movimiento social como construcción de significa- do, revelación, contra-información, pedagogía alternativa, y laborato- rio de prácticas sociales, permiten una comprensión de los movimien- tos sociales emancipadores como procesos complejos que consisten de una variedad de prácticas contra-hegemónicas que sin duda plantean demandas sociales y políticas, pero a la vez producen subjetividades alternativas, cambian las configuraciones de las sociedades y experi- mentan con la construcción de prácticas sociales liberadoras que pue- den dar pistas para la transformación social. De esta manera, queda claro que actividades como el teatro popular, las intervenciones artís- ticas, la producción de conocimiento, las pedagogías emancipadoras, la economía solidaria, y la organización y participación en debates son también partes integrales de un movimiento social. La invisibilización o marginalización de estas prácticas y concepcio- nes transgresoras en el debate convencional sobre los movimientos so- ciales, muestra cómo diferentes autores y teóricos reproducen una socio- logía hegemónica que sostiene las relaciones de opresión en la sociedad, que tiene como trasfondo político una teoría del cambio social dominan- te y una concepción hegemónica del poder que distingue lo social de lo político en la forma de una ruptura. Según estas visiones la organización social sigue siendo una fase anterior e inferior a la organización política, dado que a menudo no culmina en una organicidad que puede remplazar a la institucionalidad existente y que no está organizada bajo una línea de acumulación política dirigida. Por lo tanto, implícitamente esta dis- tinción se sostiene en la convicción vanguardista de que el movimiento social requiere de una dirigencia que permita su unificación, dirección y 87 dEmocracia y movimiEntos socialEs En un mundo dE globalizacionEs Jeffrey Ayres plantea que diversas movilizaciones alrededor del mundo en los últimos años se relacionan a partir de un marco maes- tro para la acción colectiva que rechaza al neoliberalismo (Ayres, 2004). Ya que no existe un acuerdo sobre el significado de este térmi- no, cada organización puede movilizar el marco maestro encajándo- lo en sus propias ideologías, propuestas y prácticas, permitiéndoles simultáneamente mantener su singularidad y afirmar la comunalidad con otras luchas anti-neoliberales. La glocalización de conflictos sociales abre el camino para la constitución de sujetos políticos en base de la identificación de un sistema de opresión (el capitalismo neoliberal) como adversario. A la vez, permite la creación de alian- zas y estrategias transnacionales para resolver problemas locales o potenciar luchas concretas16. Además revela que la complejidad y la interdependencia del mundo actual, hacen sus peligros y posibles soluciones necesariamente globales. Hardt y Negri (2004) plantean que de esta manera surgió a fines de los años noventa un nuevo ciclo internacional de luchas, que no solamente se basó en la identificación de un adversario compartido, sino que a la vez difundió «prácticas, lenguajes, conductas, hábitos, formas de vida y deseos de futuros mejores comunes». Según los autores, emerge de esta forma una «red distribuida» en la cual cada lucha local funciona como un nodo singular en una red de comu- nalidad. Diferentes autores como Castells (2004), Ayres (2004) y Eschle y Maiguashca (2005) reconocen en esta red un movimiento, en base a la identificación de los activistas involucrados en un mo- vimiento alter globalización o anti-globalización17. Sin embargo, como ya dije al inicio de este texto, la teorización de la colosal di- versidad de temas, ideologías, prácticas y formas organizacionales dentro de este «movimiento» recién ha comenzado, y requiere la 16 Olesen (2005) muestra por ejemplo como el zapatismo se ha convertido en un movimiento transnacional, debido a la construcción de redes de apoyo para la lucha en Chiapas, pero también por la difusión e incorporación de ideas, discursos y prácticas zapatistas por organizaciones alrededor del mundo. 17 En mi opinión el nombre movimiento anti-globalización es una imposición de los medios de comunicación que oculta el carácter propositivo de una gran parte de este movimiento, que busca construir una globalización basada en valores contra-hegemónicos. 88 raPhaEl hoEtmEr elaboración de nuevos conceptos para su análisis. Temas impor- tantes para su investigación son las interacciones dentro y entre diferentes sujetos políticos; la continuidad y solidez de contactos transnacionales; la interacción entre lo social y lo político en es- tos procesos; las particularidades regionales de los movimientos transnacionales; las formas e intensidades de la reproducción del capitalismo dentro de sus procesos; y la reinvención de la política y de las emancipaciones en sus prácticas y propuestas. A mi juicio, la resistencia contra el capitalismo neoliberal se basa en la disociación del neoliberalismo de la democracia, lo que permite interpretar al régimen neoliberal como un modelo civilizatorio anti- democrático que ejerce exclusión y opresión en todos los ámbitos de la vida cotidiana. En estas resistencias han aparecido rasgos de una nueva radicalidad, entendida como la capacidad de imaginar otros modos de vida, y de asumir la transformación social como diferen- tes procesos que no tienen fin, que buscan múltiples emancipaciones desde la diversidad de la vida. Este nuevo imaginario asume la demo- cracia radical, el aprendizaje y la prefiguración como fundamentos de la acción política, dejando claro que la lucha social en el mundo actual no se basa en sujetos u organizaciones privilegiados. Más bien se trata de resistencias múltiples con lógicas, formas organizaciona- les, imaginarios y prácticas diferentes, en los diversos espacios del sistema social. De esta forma, frente a la complejidad creciente del capitalismo, también se han complejizado las luchas democratizado- ras, en búsqueda de formas de vida poscapitalistas. 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