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La interpretacion de los sueños de Freud: resumen, Apuntes de Filosofía

Resumen de la obra filosofìca de Sigmund Freud La interpretacion de los sueños.

Tipo: Apuntes

2018/2019

Subido el 14/10/2019

daniel_sanchez
daniel_sanchez 🇦🇷

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¡Descarga La interpretacion de los sueños de Freud: resumen y más Apuntes en PDF de Filosofía solo en Docsity! Los sueños de Sigmund Freud María Laura Sierra Colegio de los Saberes Resumen El acontecimiento freudiano, que se fecha en 1900 con la aparición del texto de La interpretación de los sueños, es la apertura de un nuevo es- pacio de saber, y el sueño freudiano consiste en que su “joven ciencia” pueda abrirse al por-venir, por-venir que está en manos de quienes han heredado la discursividad freudiana. El surgimiento del psicoanálisis se funda en la hipótesis de que hay un “pensar” y un “querer” inconcientes diversos a la actividad conciente. Freud construye una teoría del sueño como paradigma de las formacio- nes del inconciente, y un método de interpretación fundado en la aso- ciación libre que reubica al sueño, al soñante y al intérprete. El sueño se convierte en el cumplimiento (disfrazado, desfigurado) de un deseo (cen- surado, reprimido). Este deseo inconciente busca el reencuentro con un objeto perdido que ha dejado un rastro imborrable. Palabras clave: Psicoanálisis, inconciente, sueño, interpretación, deseo Sigmund Freud’S dreamS The Freudian event, the publication of The Interpretation of Dreams in 1900, marked the beginning of a new space in knowledge and of the Freud- ian dream, which is that his “young science” would open up to the “future- to-come”, a future that is now in the hands of those who inherited Freudian discourse. Historia y Grafía, UIA, núm. 33, 2009 86 / María Laura Sierra The appearance of psychoanalysis is based on the hypothesis that uncon- scious “thinking” and “wanting” are separate from conscious activity. Freud constructs a theory of dreaming as a paradigm of the unconscious forma- tions and an interpretive method built on free association, which relocates the dream, the dreamer and the interpreter. The dream is converted into the (disguised, disfigured) fulfillment of a (censured, repressed) wish. This unconscious desire seeks to be reunited with a lost object that has left an indelible trace. Key words: Psychoanalysis, unconscious, dream, interpretation, wish En mi juventud predominó el afán de comprender algo de los enigmas de este mundo y acaso contribuir en par- te a su solución.1 Así pues, echando una ojeada retrospectiva a la obra de mi vida, puedo decir que he sido el iniciador de muchas cosas y he prodigado numerosas incitaciones de las que algo saldrá en el futuro. Yo mismo no puedo saber si será mucho o poco. Pero tengo derecho a formular la esperanza de haber abierto el camino a un importante progreso en nuestro conocimiento. Freud lectere si nequeo superos. Acheronta movebo, “Si no puedo in- clinar a los Poderes Superiores, moveré las regiones infer- nales”, es el epígrafe tomado de la Eneida de Virgilio con el que Freud abre el texto de La interpretación de los sueños para destacar su hipótesis fundamental: que el deseo onírico reprimido por ins- tancias mentales superiores mueve el mundo subterráneo, que lo 1 Sigmund Freud, “¿Pueden los legos ejercer el análisis?” (196), en Obras com- pletas, vol. xx, tr. José L. Etcheverri, Buenos Aires, Amorrortu, 1979, p. 37.  “Presentación autobiográfica” (195), en ibid., vol. xx, p. 66. La última oración Freud la agrega en 1935, cuatro años antes de morir. F Los sueños de Sigmund Freud / 89 daje de perturbaciones anímicas o corporales, con recursos que influyen sobre lo anímico del hombre.10 Después dirá de modo contundente a Groddeck: “Es cierto que el Ic. constituye la au- téntica mediación entre lo corporal y lo anímico, acaso el tanto tiempo buscado missing link“.11 Es la hipótesis del inconciente la que permite desplazar el dualismo alma-cuerpo y sugerir una interferencia indecidible entre lo psíquico y lo somático. Con el recurso del inconciente, Freud decide adentrarse en la conquista de un terreno fronterizo y fangoso ubicado en los confines de la medicina y de la filosofía. Su atrevimiento, reco- noce, sólo le deparó desventajas. Ni la filosofía ni la psicología le proporcionaron respuestas sobre los vínculos entre la psique y el cuerpo, ni la medicina le brindó claves para la comprensión de las cuitas del alma. Tampoco encontró el reconocimiento de médicos, filósofos o psicólogos de su época.1 En cambio, abrevó con gusto en la sabiduría popular y en la literatura, que saben una multitud de cosas “de cuya existencia ni sueña nuestra sabiduría 10 “Tratamiento psíquico (tratamiento del alma)” (1890), en ibid., vol. i, p.115. Cabe señalar que es un texto escrito durante su época de hipnotismo. 11 Carta a Groddeck del 5 de junio de 1917, en Caparrós, Correspondencia..., op. cit., t. iv, p. 169. El alma quedará definitivamente vinculada al cuerpo en el campo de la pulsión, que aparece como un “…concepto fronterizo entre lo anímico y lo somático, como un representante {Repräsentant} psíquico de los estímulos que provienen del interior del cuerpo y alcanzan el alma, como una medida de la exigencia de trabajo que es impuesta a lo anímico a consecuencia de su trabazón con lo corporal.” Véase “Pulsiones y destinos de pulsión” (1915), en Freud, Obras completas, op. cit., vol. xiv, p. 117. 1 “Las resistencias contra el psicoanálisis” (195), en ibid., vol. xix, p. 30, “Conferencias de Introducción al psicoanálisis” (1916-17), 1ª conferencia. “In- troducción”, en ibid., vol. xv, p. 18. Assoun considera que el saber psicoanalítico se constituye en un campo epistémico en plena revolución, que cristalizó en el siglo xix en Alemania, en la “querella de los métodos” que contrapone el método “explicativo” de las “ciencias de la naturaleza” al método “comprensivo” de las ciencias del espíritu. Freud se mantuvo indiferente a este debate y, siguiendo el rigor de la física y la química, buscó ubicar al psicoanálisis en el ámbito de las “ciencias de la naturaleza”. Véase Paul-Laurent Assoun, Introducción a la episte- mología freudiana, tr. Oscar Barahona y Uxoa Doyhamboure, México, Siglo xxi, 198, pp. 1-. 90 / María Laura Sierra académica” y “se nutren de fuentes que todavía no hemos abierto para la ciencia”.13 Para Freud, aunque el psicoanálisis se “ha ena- jenado la simpatía de todos los amigos de la cientificidad sobria y se ha hecho sospechoso de ser una fantástica doctrina esotérica que querría edificarse en las tinieblas”, no puede aceptar la identi- dad entre lo conciente y lo anímico y se ve obligado a sostener que hay un pensar inconciente y un querer inconciente.1 La actuación del inconciente es la tesis inaugural del psicoa- nálisis como “nueva rama del saber”; “el supuesto del inconciente es necesario y es legítimo”,15 dice Freud, y así rompe con la idea de primacía de la conciencia propia de la tradición filosófica y psicológica de finales del siglo xix y principios del xx. Lo incon- ciente no se reduce a ser la cualidad de ciertos procesos, es una auténtica categoría con modos de funcionamiento y propiedades particulares que construye una “realidad psíquica” diversa a la de la conciencia.16 “Lo inconciente es una fase regular e inevitable en los procesos que fundan nuestra actividad psíquica; todo acto psí- quico comienza como inconciente, y puede permanecer tal o bien avanzar desarrollándose hasta la conciencia, según que tropiece o no con una resistencia”.17 Existen representaciones que debido a 13 Freud, “El delirio de los …”, Obras completas, op. cit., p. 9. 1 “1ª conferencia”, en ibid., p. 19. Desde el siglo xvii, el término inconciente designaba la ausencia de conciencia, sin embargo, Freud le da un nuevo sentido al hacer referencia a representaciones latentes no presentes en la conciencia. 15 “Lo inconciente” (1915), ibid., vol. xiv, p. 163. 16 Pensar una “realidad psíquica”, una realidad inconciente, implica suponer la existencia de procesos anímicos inconcientes, reconocer la represión que aleja y mantiene a distancia lo incompatible con la conciencia y aceptar un dualismo pulsional que funda el conflicto psíquico inconciente. Lo inconciente funciona según las leyes de un proceso más originario, el proceso primario, vinculado con el principio de placer-displacer: la energía fluye libremente, no hay negación, contradicción, ni temporalidad, y la realidad exterior se sustituye por una rea- lidad psíquica. El sistema preconciente-conciente se caracteriza por el proceso secundario, que se ajusta al principio de realidad, a la atención, al juicio y a la acción controlada e intencionada. 17 “Nota sobre el concepto de lo inconciente en psicoanálisis” (191), ibid., vol. xii, p. 75. Los sueños de Sigmund Freud / 91 la fuerza de la represión no pueden acceder a la conciencia, pero no por eso pierden ni su fuerza ni su poder de acción. La vida anímica rebosa de esos pensamientos inconcientes y eficientes que pugnan por salir y que, como los sueños, sólo alcanzan la concien- cia desfigurados y transcritos en formaciones inconcientes. A medida que Freud avanza en sus desarrollos teóricos se mue- ve del espacio de la medicina al de la “psicología de lo profundo”,18 del estudio de la patología y de las enfermedades nerviosas al de la comprensión de lo normal, del mero abordaje de un proce- der terapéutico a la configuración de una “ciencia del alma”, una “doctrina de lo inconciente anímico”. Su “joven ciencia” llegará a definirse desde tres vías que confluyen: Psicoanálisis es el nombre: 1) de un procedimiento que sirve para indagar procesos anímicos difícilmente accesibles por otras vías; ) de un método de tratamiento de perturbaciones neuróticas, fundado en esa indagación, y 3) de una serie de intelecciones psicológicas, ganadas por ese camino, que poco a poco se han ido coligando en una nueva disciplina científica.19 Ésas son las tres vertientes indisociables del psicoanálisis: un mé- todo, un procedimiento y una disciplina. El psicoanálisis es un saber sobre el inconciente y un saber surgido desde el inconciente, que construye un conocimiento fundado en el quehacer clínico y en la indagación de manifestaciones inconcientes, y que configura una “metapsicología” para establecer la causalidad psíquica y fun- damentar su sistema conceptual.0 18 Cuando Freud hace referencia a las “profundidades”, habla de psicoanálisis: “Puesto que ‘psicología profunda’ no mienta otra cosa que al psicoanálisis”. Freud, “Contribución a la historia del movimiento psicoanalítico” (191), ibid., vol. xiv, p. 0. 19 “Psicoanálisis” (193), ibid., vol. xviii, p. 31. 0 Freud considera nunca haber concluido su metapsicología. En 1915-1917 agrupa como Trabajos sobre metapsicología: Pulsiones y destinos de pulsión, La re- presión, Lo inconciente, Duelo y melacolía y Adición metapsicológica a la doctrina 94 / María Laura Sierra Su interés real era establecer un diálogo con la ciencia y esperaba comentarios de médicos y psiquiatras, por lo que no le confirió valor al reconocimiento que llegó desde otros círculos, principal- mente literarios y artísticos, que expresaron una franca aproba- ción de la “aventura freudiana”.9 La particularidad del texto es que en él Freud se convierte en el soñante, en el intérprete, en el narrador y en el teórico. En mu- chos de los sueños, minuciosamente analizados, revela más deta- lles sobre su vida íntima que en su Presentación autobiográfica. “La interpretación de los sueños trata sobre algo más que los sueños. Es una autobiografía a la vez sincera y digna, tan cautivadora por lo que omite como por lo que revela”, dice Peter Gay.30 Didier Anzieu considera que la obra no tiene género definible, ofrece un relato en parte confesión y en parte novela familiar, que se en- treteje con sueños de decenas de personajes, para componer una comedia humana que dibuja un cuadro de la vida vienesa hacia 1900.31 Hay dos hechos que marcan el texto y que, apegados a los pos- tulados del psicoanálisis, no pueden soslayarse; el libro de los sue- ños coincide con el autoanálisis de Freud y está atravesado por la muerte de su padre en octubre de 1896: “…la muerte del viejo me ha conmovido profundamente… Ahora tengo una franca sen- sación de desarraigo”,3 le escribe a Fliess. Él mismo reconoce la huella indeleble de esa experiencia:3 su biografía; comenta que las críticas fueron numerosas y que llegó a ser citado incluso por filósofos en temas relativos al sueño, como Bergson en Francia. Véase Anzieu, El autoanálisis de..., op. cit., p. 568. 9 Por ejemplo, Freud mantuvo una relación ambigua con el movimiento su- rrealista que lo adoptó como su “santo patrono”, pero a sus representantes los consideró como “locos absolutos”. Véase Jones, Vida y obra de…, op. cit., t. iii, p. 67. 30 Gay, Freud. Una vida de…, op. cit., p. 13. 31 Ver Anzieu, El autoanálisis de..., op. cit., p. 506. 3 Carta a Fliess del  de noviembre de 1896, en Caparrós, Correspondencia..., op. cit., t. ii, p. 0. Cuando se habla del autoanálisis se hace referencia al aná- lisis de Freud con Fliess, a quien llama “mi otro yo” y con quien establece una Los sueños de Sigmund Freud / 95 …para mí el libro posee otro significado, subjetivo, que sólo des- pués de terminarlo pude comprender. Advertí que era parte de mi autoanálisis, que era mi reacción frente a la muerte de mi padre, vale decir, frente al acontecimiento más significativo y la pérdida más terrible en la vida de un hombre. Después que lo hube reconocido, me sentí incapaz de borrar las huellas de esa influencia.33 La interpretación de los sueños es, quizá, la obra maestra de Freud. Con poco más de 600 páginas, es también su trabajo más exten- so. Constituye un centro estratégico en sus elaboraciones y con- tiene el germen de muchos de sus conceptos. La obra presenta primero un análisis histórico y crítico de la bibliografía existente sobre el sueño, en el que reconoce la importancia de las interpreta- ciones populares. Después establece su método de interpretación, una teoría general sobre la formación del sueño, y ofrece amplias consideraciones sobre el trabajo onírico. Finalmente dibuja el pri- mer modelo de funcionamiento del aparato psíquico en el que iden- tifica tres instancias: el inconciente, el preconciente y la conciencia, relación transferencial. Pensar en un autoanálisis parecería contradecir los pos- tulados freudianos y ha sido un tema ampliamente discutido. Octave Mannoni se pregunta: ¿qué fue lo que ocurrió en el primero de todos los análisis, aquel que ocupa el lugar de escena originaria para los psicoanalistas?; su respuesta es que fue Freud mismo quien se analizó como si fuese otro, situación en la que el trabajo con sus pacientes resultó fundamental. Lo que hace Fliess es colocarlo en una situación transferencial en la que el saber se modifica en sus relaciones con el inconciente. Véase Octave Mannoni, “El análisis original”, en La otra escena. Claves de lo imaginario, tr. Matilde Horne, Buenos Aires, Amorrortu, 1979, pp. 87-98. El propio Freud le escribe a Fliess en una carta: “… Sólo puedo anali- zarme a mí mismo con los conocimientos adquiridos objetivamente (como un extraño); el auténtico autoanálisis es imposible, pues de lo contrario no habría ninguna enfermedad. Como todavía tengo algún enigma en mis casos, esto me ha de detener también en el autoanálisis”. (Carta a Fliess del 1 de noviembre de 1897, en Caparrós, Correspondencia..., op. cit., t, ii, p. 91). 33 Freud, “La interpretación…”, Obras completas, op. cit., prólogo a la segunda edición, p. 0. 96 / María Laura Sierra para probar que “el escenario de los sueños es otro que el de la vida de representaciones de la vigilia”.3 El texto sobre los sueños, en sentido estricto, introduce el in- conciente e introduce al inconciente: “la interpretación del sueño es la vía regia hacia el conocimiento de lo inconciente dentro de la vida anímica”.35 Sin embargo, con su teoría Freud establece claves inaugurales en otras direcciones: acompaña el inicio de un siglo, posibilita a Freud un nuevo arraigo y constituye un punto de vi- raje que libera al psicoanálisis de su confinamiento a la patología: “…con ella el psicoanálisis consumó su transformación de pro- cedimiento terapéutico en psicología de lo profundo”.36 Además, el peso que le da Freud a su doctrina de los sueños es tal que la convierte en seña inconfundible para identificar a sus seguidores y le confiere el estatuto de contraseña de acceso al psicoanálisis: “La extrañeza de las aseveraciones que se vio precisado a formular le ha conferido el papel de un shibbólet, cuya aplicación decidió quién pudo convertirse en partidario del psicoanálisis y quién, definitivamente, no consiguió aprehenderlo”.37 El interés de Freud por los sueños Acerca de la interpretación de los sueños puedo ser bre- ve. Me fue dada como primicia después que yo, obede- ciendo a un oscuro presentimiento, me hube decidido a trocar la hipnosis por la asociación libre. Mi apetito de saber no iba dirigido de antemano a la comprensión de los sueños.38 3 Ibid., p. 59. Cursivas de Freud. 35 Ibid., p. 597. Cursivas de Freud. 36 “Nuevas conferencias de introducción al psicoanálisis. 9ª conferencia. Revi- sión de la doctrina de los sueños” (1933), en ibid., vol. xxii, p. 7. 37 “Shibbólet”, palabra hebrea que utilizaban los galaaditas para reconocer a sus enemigos los efraimitas, quienes decían sibbólet “porque no podían pronunciar de aquella suerte”. (Jueces, 1:5-6)”, Idem. 38 “Contribución a la historia…”, ibid., p. 18. Los sueños de Sigmund Freud / 99 De este modo surge esa pieza de su técnica que es la asociación libre, que lleva a comprometer al “paciente” a observar la regla fundamental del psicoanálisis: decir todo cuanto acuda a la men- te, aunque resulte desagradable, parezca sin importancia o se con- sidere sin sentido. Escuchar ese delirio momentáneo tiene como contrapartida una “atención parejamente flotante” que evita cual- quier selección del material que obedecería sólo a las expectativas del “médico”. Si tras esa consigna el “paciente” consigue apartarse de la crítica, ofrece gran cantidad de pensamientos, de ocurrencias y de recuerdos que están ya bajo el influjo de lo inconciente. En ese vuelco hacia la libre asociación desempeñó un papel fundamental la suposición de un determinismo psíquico. Freud piensa que una creencia en la libertad y en la arbitrariedad psíqui- cas es acientífica, y debe ceder ante el reclamo de un determinis- mo que gobierna la vida anímica. Una idea aislada puede parecer insignificante y absurda, pero en unión con otras, también des- deñables, es posible encontrar eslabones bien concertados. Las ocurrencias producidas nunca serán improcedentes, y puede de- mostrarse que no son arbitrarias ni indeterminadas.5 Después Freud buscó diferenciar su nueva técnica, que “in- trodujo al médico en vínculos tan nuevos con el enfermo”, del método hipnótico y del procedimiento catártico, y “…escogió para este método de tratamiento, que ahora podía extenderse a muchas otras formas de perturbación neurótica, el nombre de psicoanálisis. Pues bien; este psicoanálisis era, en primer lugar, un arte de interpretación”.6 Con ese “arte de interpretación” reubica al sueño, al soñante y también al intérprete. Le devuelve al sueño  “Esquema del psicoanálisis” (190), en ibid., vol. xxiii, p.175, y “Consejos al médico sobre el tratamiento psicoanalítico” (191), en ibid., vol. xii, p. 11. 5 “6ª conferencia. Premisas y técnicas de la interpretación”, en ibid., p. 96. 6 “Psicoanálisis”, ibid., p. 3-5. Psicoanálisis es un término acuñado por Freud. Primero empleó la noción de análisis psíquico y en 1896, en “La herencia y la etiología de las neurosis” (1896), artículo publicado inicialmente en francés, afirma por primera vez: “Debo mis resultados al empleo de un nuevo método de psicoanálisis.” Ibid., vol. iii, p. 151. 100 / María Laura Sierra la importancia que tuvo en la Antigüedad y le confiere la relevan- cia que la ciencia le había negado. No deja el desciframiento al in- genio del intérprete, ni al saber del médico, sino que transfiere la tarea, en su mayor parte, al soñante mismo. De aquí en adelante, para el psicoanálisis, el saber lo tendrá quien cree no saber. Abierto un cauce con la interpretación de los sueños, Freud buscó ampliar el campo del determinismo psíquico para probar la existencia de actos anímicos inconcientes y reducir el abismo que se había supuesto entre el acontecer anímico normal y el pa- tológico. Siguió por esa vía abrevando de lo insignificante, de los desechos de la ciencia, para probar no sólo con los sueños, sino también con las operaciones fallidas, con las acciones casuales, con los recuerdos encubridores, con el chiste y con el humor, que los actos anímicos, no sólo de los enfermos, sino también de los hombres normales, tienen un sentido que puede encontrarse con “empeño analítico”:7 El psicoanálisis, eso es verdad, no puede gloriarse de no haberse dedicado nunca a pequeñeces. Al contrario, su material de obser- vación lo constituyen por lo común aquellos sucesos inaparentes que las otras ciencias arrojan al costado por demasiado ínfimos, por así decir la escoria del mundo de los fenómenos… ¿Acaso no existen cosas muy importantes que, en ciertas circunstancias y épocas, sólo pueden traslucirse por medio de indicios sumamen- te débiles?... No despreciemos, entonces, los pequeños síntomas; quizá a partir de ellos logremos ponernos en la pista de algo más grande… Si se lo hace bien en profundidad, sin supuestos ni ex- pectativas previos, y si se tiene suerte, es posible, a consecuencia de la concatenación que une todo con todo, también lo pequeño con lo grande, que incluso un trabajo tan falto de pretensiones dé acceso al estudio de los grandes problemas.8 7 Freud publica Psicopatología de la vida cotidiana en 1901 y El chiste y su relación con lo inconciente en 1905. 8 “ª conferencia. Los actos fallidos”, en ibid., vol. xv, pp. -5. Los sueños de Sigmund Freud / 101 El interés de Freud por los fenómenos oníricos se mantuvo a lo largo de su obra. No sólo regresó continuamente a su texto inau- gural para repensarlo y precisarlo, sino que escribió muchos otros textos centrados en los sueños. En cada discontinuidad de su teo- ría, marcada por transformaciones en el dualismo pulsional, hace una revisión de su teoría del sueño. Después de Introducción del narcisismo y de sus trabajos de metapsicología, se ocupa de un Complemento metapsicológico a la doctrina de los sueños (1917). Más tarde, imponerse la pulsión de muerte, hay un cambio en la concepción del conflicto psíquico, construye una segunda tópica y escribe Observaciones sobre la teoría y la práctica de la interpreta- ción de los sueños (193) y Algunas notas adicionales a la interpre- tación de los sueños en su conjunto (195). En sus últimas confe- rencias de introducción al psicoanálisis, agrega una Revisión de la doctrina de los sueños (1933). El trabajo del sueño y el trabajo de interpretación Que el sueño tiene realmente un sentido secreto que re- sulta ser un cumplimiento del deseo es algo que el análi- sis ha de probar de nuevo en cada caso.9 Yo les digo, en efecto, que es muy posible, y aun muy probable, que el soñante a pesar de todo sepa lo que su sueño significa, sólo que no sabe que lo sabe y por eso cree que no lo sabe.50 Freud Para Freud el soñar es la vida del alma mientras dormimos. Nues- tra relación con el mundo, al que hemos venido sin querer, es tal que no la resistimos ininterrumpidamente, por eso de tiempo en 9 “La interpretación…”, ibid., p. 16. 50 “6ª conferencia”, ibid., p. 9. Cursivas de Freud. 104 / María Laura Sierra Si el sueño es el sustituto desfigurado de algo inconciente, la tarea de la interpretación consiste en encontrarlo. El trabajo de interpretación progresa en dirección contraria al trabajo del sue- ño; avanza del contenido manifiesto al contenido latente; buscan- do cancelar el trabajo de deformación del sueño y persiguiendo restaurar la trama inconciente aniquilada.57 Para poder interpretar los sueños, Freud establece tres premisas fundamentales. En pri- mer lugar supone que el sueño es un fenómeno psíquico, no un hecho somático y descarta toda fuente proveniente de estímulos internos o externos, que el sueño procesa e inserta dentro de la trama onírica. En segundo lugar, supone que en el hombre hay cosas anímicas que él sabe sin saber que las sabe, y asegura que el soñante tiene un saber sobre su sueño; sólo que no basta con preguntarle lo que quiere decir, hay que posibilitarle que lo des- cubra y que lo pueda comunicar. De ahí la tercera premisa: los sueños son interpretables, aunque su sentido no puede ser dicho de inmediato, es necesario desplegar una cadena asociativa.58 Desde el primer sueño que analiza Freud establece una comple- ja manera de proceder. Elabora un “informe preliminar” en el que recorre el contexto, las personas, los lugares y los acontecimientos involucrados; a continuación presenta el relato manifiesto y sólo después inicia el análisis. Como el contenido manifiesto del sueño está anudado con vivencias de la víspera, y el contenido latente se enlaza con huellas antiguas que han permanecido recientes hasta la actualidad, primero indaga el modo en que se llegó al sueño, la forma en que se ligó con una vivencia reciente que, a su vez, evocó una impresión antigua. Además, ya que se trata de un conglome- rado de formaciones psíquicas, hay que analizar sus fragmentos capítulo vi de “La interpretación de los sueños”, ibid., pp. 87-355. También los trabaja en la “11ª conferencia. El trabajo del sueño” y en la “7ª conferencia. Contenido manifiesto del sueño y pensamientos oníricos latentes”, en ibid., vol. xv. 57 Véase “7ª conferencia”, ibid., p. 103, y “11ª conferencia”, ibid., p. 155. 58 “6ª conferencia” ibid., pp. 91-. Los sueños de Sigmund Freud / 105 singulares, así que, con base en el texto manifiesto, tal y como es recordado y relatado, se divide el sueño en sus elementos y se le pide al soñante que asocie libremente sobre cada segmento.59 La interpretación propuesta por Freud es una interpretación “en détail, no en masse”, que elimina todo significado evidente. “ ‘Interpretar un sueño’ significa indicar su ‘sentido’, sustituirlo por algo que se inserte como eslabón de pleno derecho, con igual título que los demás, en el encadenamiento de nuestras acciones anímicas”.60 El “sentido” de un proceso anímico, que puede ser sustituido por “propósito” o “tendencia”, “no es otra cosa que el propósito al que sirve, y su ubicación dentro de una serie psíqui- ca”.61 No es factible, entonces, hablar de un sentido último, ya que aun interpretado un sueño, su sentido queda abierto a nuevas tendencias posibles que no pueden agotarlo. “Todo sueño tiene por lo menos un lugar en el cual es insondable”:6 Aun en los sueños mejor interpretados es preciso a menudo dejar un lugar en sombras, porque en la interpretación se observa que de ahí arranca una madeja de pensamientos oníricos que no se dejan desenredar, pero que tampoco han hecho otras contribu- ciones al contenido del sueño. Entonces ese es el ombligo del sueño, el lugar en que él se asienta en lo no conocido. Los pensa- mientos oníricos con que nos topamos a raíz de la interpretación tienen que permanecer sin clausura alguna y desbordar en todas 59 Freud aclara que “Al daño del recuerdo incierto del sueño podemos remediarlo si establecemos que lo que ha de considerarse el sueño del soñante es exacta- mente lo que éste cuenta, sin atender a todo cuanto él pueda haber olvidado o alterado en el recuerdo”. (Véase “5ª conferencia”, ibid., p. 77.) 60 “La interpretación…”, ibid., p. 118. El término deutung utilizado por Freud en La interpretación de los sueños (Die Traumdeutung) incluye no sólo la idea de desciframiento o descubrimiento de sentidos no evidentes, sino también el de apuntar a, señalar, indicar y llamar la atención. Véase Luiz Alberto Hanns, Diccionario de términos alemanes de Freud, tr. Sara Hassan, Buenos Aires, Lohlé- Lumen, 001, pp. 306-13. 61 “3ª conferencia. Los actos fallidos”, en ibid., p. 36. 6 “La interpretación…”, ibid., p. 13. 106 / María Laura Sierra las direcciones dentro de la enmarañada red de nuestro mundo de pensamientos. Y desde un lugar más espeso de ese tejido se eleva luego el deseo del sueño como el hongo de su micelio.63 Que un deseo se reprima no quiere decir que se le aniquile, pero sólo un sueño interpretado deja de ser absurdo y adquiere un sen- tido hacia el cumplimiento del deseo: Estos deseos siempre alertas, por así decir inmortales, de nuestro inconciente, que recuerdan a los titanes de la saga sepultados desde los tiempos primordiales bajo las pesadas masas rocosas, que una vez les arrojaron los dioses triunfantes, y que todavía ahora de tiempo en tiempo, son sacudidas por las convulsiones de sus miembros; estos deseos que se encuentran en estado de represión… son ellos mismos de procedencia infantil.6 “El soñar es un rebrote de la vida infantil del alma, ya superada”.65 Para Freud, el deseo aprovecha una ocasión del presente para pro- yectarse un cuadro del futuro siguiendo el modelo del pasado: “Vale decir, pasado, presente y futuro son como las cuentas de un collar engarzado por el deseo”.66 Ese deseo indestructible, que tiene la fuerza propia de lo infantil, es el que mueve el aparato psí- quico hacia un cumplimiento alucinado en el sueño, y el que abre el camino de la repetición sobre los surcos de las huellas mné- micas. El deseo freudiano no se refiere a un objeto, ni tampoco persigue una satisfacción. En estricto sentido el deseo freudiano 63 Ibid., p. 519. 6 Ibid., p. 56. 65 Ibid., p. 559. Cursivas de Freud. Los recuerdos de la infancia que se mantie- nen, además de ser encubridores, son ya una elaboración: “Intensos poderes de la vida posterior han modelado la capacidad de recordar las vivencias infantiles, probablemente los mismos poderes en virtud de los cuales todos nosotros hemos enajenado tanto la posibilidad de inteligir nuestra niñez.” Freud, “Psicopatolo- gía de la vida cotidiana” (1901), en ibid., vi, p. 51. 66 “El creador literario y el fantaseo” (1908), en ibid., vol. ix, p. 130. Los sueños de Sigmund Freud / 109 …en modo alguno consideramos deseable que el psicoanálisis sea fagocitado por la medicina y termine por hallar su depósito defi- nitivo en el manual de psiquiatría, dentro del capítulo ‘Terapia’, junto a procedimientos como la sugestión hipnótica, la autosuges- tión, la persuasión, que, creados por nuestra ignorancia, deben sus efímeros efectos a la inercia y cobardía de las masas de seres huma- nos. Merece un mejor destino, y confiamos en que lo tendrá.7 A pesar de esos esfuerzos, el furor sanandi todavía cubre de som- bras al psicoanálisis, que muchas veces sigue replegado sobre su vertiente terapéutica, hermanado con la psiquiatría y con la psi- cología. De mantenerse reducido de ese modo, corre el riesgo de aproximarse a su fin o de agotarse en la descalificación virulenta de otras terapias. Habría más bien que preguntarse por qué todos esos “mercados de la ilusión terapéutica”, como los llama Roudi- nesco, han ganado terreno, y cuestionar el lugar que ocupan en el desencanto de la modernidad.73 Freud no pensó al psicoanálisis en el aislamiento. Siempre manifestó su interés por la difusión y por la divulgación del sa- ber sobre el inconsciente, por su ampliación a otros ámbitos y por la necesidad de establecer diálogos con otros saberes. Estaba convencido de que el abordaje psíquico pone límites a los plan- teamientos fisiológicos y resulta de importancia para distintos campos como las ciencias del lenguaje, la filosofía, la biología, la psicología, la historia de la cultura, el arte, la sociología, la pedagogía, la religión y el régimen social. Pero también aseguraba que sólo rara vez el psicoanálisis puede resolver un problema ple- namente por sí sólo, en su enseñanza debe incluirse la filosofía, la historia de la cultura, la mitología, la historia de la religión y la historia de la literatura.7 7 “¿Pueden los legos…”, ibid., p. 3. 73 Véase Élisabeth Roudinesco, El paciente, el terapeuta y el Estado, tr. Sara Vassa- llo, Buenos Aires, Siglo xxi, 005. 7 Véase Freud, “El interés por el psicoanálisis” (1913), Obras completas, op. cit., 110 / María Laura Sierra Freud tenía claras las resistencias contra el psicoanálisis, no se le ocultaba que había desencadenado “una tormenta de indigna- da repulsa”, no sólo en el campo de la ciencia sino también en el terreno de las pasiones humanas.75 Lo que no podía anticipar eran las resistencias del propio psicoanálisis; no podía adivinar que su “nueva rama del saber” podría resistirse a sí misma. Derrida pien- sa que el psicoanálisis no está muerto pero es mortal: “El psicoa- nálisis es imborrable, su revolución es irreversible –y sin embargo, en tanto civilización, mortal–”.76 Reconoce que el psicoanálisis está en la “neutralidad de lo indecidible” y aún así le pide una posición ética y política, una toma de postura que reivindique la singularidad de un lugar de habla, de un lugar de experiencia y de un vínculo de filiación. Demanda una respuesta sin concesión para producir una mutación revolucionaria del sujeto. Sólo si deja de resistirse para autoinmunizarse y encara las resistencias que el mundo le opone, sólo si toma un lugar y una posición “sin coar- tada”, habrá salvación para el psicoanálisis.77 Hoy el psicoanálisis es uno, pero sus discursos son múltiples. Las corrientes se han pluralizado. El psicoanálisis ha recorrido una historia marcada por separaciones, escisiones, exclusiones y hasta excomuniones. Todos somos herederos, no de un nombre, sino de un discurso, de un proyecto de saber y de praxis. Para Foucault, el psicoanálisis inaugura un modo de pensamiento; Freud no es sólo vol. xiii, pp. 179-9, y “¿Pueden los legos…”, ibid., pp. 30-. 75 “Las resistencias…”, ibid., pp. 8 y 3. 76 Jacques Derrida, Estados de ánimo del psicoanálisis, tr. Virginia Gallo, Buenos Aires, Paidós, 001, p. 9. 77 Véase Jacques Derrida. Resistencias del psicoanálisis, tr. Jorge Piatigorsky, Bue- nos Aires, Paidós, 1997, pp. 9-10, y Estados de ánimo…, op. cit., pp. 0-. Es im- portante recordar que después de que se impuso la pulsión de muerte en la teoría freudiana y conforme avanzó de lo reprimido a lo represor, Freud se adentró en el terreno de lo social, en el análisis del entramado colectivo y en las amenazas de disolución de la cultura, para indagar el impacto de la pertenencia social sobre el lenguaje sintomático del sujeto. Después de Más allá del principio del placer (190), aparecieron textos fundamentales como Psicología de las masas y análisis del yo (191), El porvenir de una ilusión (197), El malestar en la cultura (1930), ¿Por qué la guerra? (1933) y Moisés y la religión monoteísta (1939). Los sueños de Sigmund Freud / 111 autor de una teoría, funda una discursividad, establece una posibili- dad indefinida de discurso que hace factibles analogías y diferencias, y abre el espacio para formulaciones diversas que seguirán pertene- ciendo a lo que fundó. En la instauración de discursividades es inevi- table el “regreso a…”, el retorno a los orígenes, y en cada vuelta no hay reactualizaciones sino transformaciones de la discursividad. 78 Somos herederos de Freud, ¿qué hacer con esa herencia?, ¿có- mo conquistarla?, ¿cuál es nuestra responsabilidad frente a ella? La herencia es la reafirmación de una deuda, una reafirmación crítica, selectiva y filtrante, dice Derrida. La herencia es una tarea por hacer, por conquistar. Heredar confiere derechos y también obligaciones. Hay que reafirmar la herencia transformándola tan radicalmente como sea necesario.79 El psicoanálisis estaría obligado a acompañar nuevamente las preocupaciones de un nuevo siglo y a cruzar ideas entre discipli- nas y corrientes de pensamiento. El psicoanálisis debe precisar su especificidad frente a otros campos del saber, pero también mantener diálogos transversales y buscar con quiénes construir espacios de encuentro. Toda reflexión crítica se suspende si los he- rederos se limitan a preservar como guardianes un legado doctri- nario y a cuidar de los textos como sagradas escrituras. Es preciso buscar un mejor destino para el psicoanálisis, sacarlo de cualquier encierro, así sea el de la clínica. Hay que buscar que el texto del inconsciente ocupe un lugar en la construcción de una nueva sub- jetividad. Habría que garantizar una actualidad y un futuro para el psicoanálisis y re-abrir su destino hacia la “vastedad” y el “inte- rés universal” que anhelaba Freud. 78 Véase Michel Foucault, ¿Qué es un autor?, tr. Corina Iturbe, México, Universi- dad Autónoma de Tlaxcala, 1985, pp. 31-9. Un claro ejemplo de estos regresos es el “retorno a Freud” iniciado en Francia por Jacques Lacan en la década de los cincuenta del siglo pasado, en el que se transcribe de un modo diverso la concepción freudiana del trabajo del sueño. Dentro del marco de una teoría del significante retoma los mecanismos de condensación y desplazamiento desde la metáfora y la metonimia. 79 Véase Jacques Derrida, Espectros de Marx, tr. José Miguel Alarcón y Cristina de Peretti, Madrid, Trotta, pp. 67-8.
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