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La Formación de las Jerarquías Étnicas: Desde las Cruzadas hasta el Siglo XX, Guías, Proyectos, Investigaciones de Antropología Social

Este libro explora la historia de las relaciones raciales y el racismo a lo largo de los siglos. Aborda temas como la esclavitud, la cristianización de pueblos, la expansión islámica, las guerras feudales, las relaciones comerciales, la historia de los judíos, las exploraciones europeas, el gobierno de pueblos nativos, las incursiones holandesas e inglesas, la esclavitud en Brasil, el Caribe y Estados Unidos, las migraciones europeas a América, las teorías sobre el origen humano, la abolición de la esclavitud y los genocidios del siglo XX. El autor analiza la formación de prejuicios étnicos, la discriminación y la segregación en la vida cotidiana, y cómo se han formado jerarquías étnicas a lo largo de la historia, no solo por el colonialismo occidental, sino también por políticas y prácticas de otros imperios y Estados no occidentales.

Tipo: Guías, Proyectos, Investigaciones

2019/2020

Subido el 17/01/2020

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¡Descarga La Formación de las Jerarquías Étnicas: Desde las Cruzadas hasta el Siglo XX y más Guías, Proyectos, Investigaciones en PDF de Antropología Social solo en Docsity! SOCIOLOGIA 05/06/2015 Las mil caras del racismo Anthony Oberschall Francisco Bethencourt Racisms. From the Crusades to the Twentieth Century Princeton, Princeton University Press, 2014 464 pp. $39.50 La historia comparada ha sido un poderoso método y un campo fértil para la comprensión de temas tan fascinantes como la invención europea del modo de producción capitalista, la ciencia moderna, el gobierno representativo y otras instituciones occidentales. Desde que Max Weber formulara su tesis sobre las raíces culturales protestantes del capitalismo en 1905, un enorme corpus de literatura centrada en «Occidente frente al Resto» ha debatido la difusión de la hegemonía europea por todo el mundo[1]. Un pilar fundamental del dominio occidental fue la clasificación de los pueblos en una jerarquía en la que los europeos, situados en lo más alto, poseían cualidades intelectuales y morales superiores, mientras que los americanos, africanos y asiáticos nativos, que ocupaban posiciones inferiores, carecían en diversos grados de estas cualidades. El sistema de creencias que legitimó y sistematizó las desigualdades es el «racismo». Existe una vasta bibliografía sobre los orígenes, la difusión, las variedades y las consecuencias del racismo y la discriminación étnica, que ha explicado las instituciones de las sociedades multiétnicas contemporáneas en todo el mundo, las relaciones entre mayoría y minoría, así como las tribulaciones que comporta la incorporación de emigrantes extranjeros como iguales en todas las sociedades. El libro aquí reseñado, cuyo autor es catedrático de Historia en el King’s College de Londres y un especialista en la colonización española y portuguesa, compendia un gran número de estudios sobre las relaciones de raza y sobre la ideología del racismo. Se trata de una obra de una amplitud intelectual y una erudición impresionantes. El lector aprende sobre la esclavitud en la época grecorromana, la cristianización de los pueblos tribales germánicos y eslavos que invadieron los restos occidentales y bizantinos del imperio romano, la expansión del islam en Oriente Próximo y el Mediterráneo, en especial España, las guerras de las elites feudales europeas y los enfrentamientos de la Iglesia contra el islam durante las Cruzadas para recuperar Tierra Santa, las complejas relaciones comerciales y políticas de los venecianos con los bizantinos, árabes y turcos otomanos, la accidentada historia de tolerancia y persecución de los judíos, los viajes europeos de descubrimiento en busca de oro, especias y esclavos, el sistema portugués y español de gobierno de pueblos nativos, las incursiones holandesas e inglesas por medio de compañías comerciales, los esclavos en las plantaciones en Brasil, el Caribe y el sur de Estados Unidos, las migraciones de familias inglesas y francesas que buscaban asentarse y dedicarse a la agricultura en Norteamérica, los debates de jesuitas, filósofos de la Ilustración y científicos naturales sobre los orígenes humanos y las etapas de su desarrollo, la abolición de la esclavitud y las diversas consecuencias que trajo consigo para las relaciones entre razas en los diversos países, y un largo Página 1 de 10 etcétera, hasta llegar al genocidio estatal de tintes racistas que perpetraron los nazis con los judíos y los asesinatos masivos y la limpieza étnica de pueblos eslavos en la Segunda Guerra Mundial, así como otros genocidios del siglo XX. En cada uno de los capítulos se pone el énfasis en las interacciones europeas-no europeas, la jerarquía étnica y de raza que logra institucionalizarse, y las percepciones e ideologías que justifican la dominación europea. El libro es una obra que ha de encuadrarse en la historia y no en la ciencia social. Bethencourt selecciona y toma prestada de la ciencia social la teoría sobre la raza y la etnicidad sin una visión sistemática[2]. La categorización social y la división de grupos en jerarquías existen en todas las sociedades humanas en función del género, la edad y el parentesco, y se hallan muy extendidas para la etnicidad, la lengua, la raza, la religión, la nacionalidad, los antepasados, la ocupación, la educación y la clase social. Con la categorización surgen las fronteras grupales, el etnocentrismo, la endogamia, la exclusión de exogrupos, la animosidad, el prejuicio, la discriminación, la dinámica mayoría-minoría y la desigualdad y el dominio que caracterizan no sólo a la raza y el racismo, sino también a la desigualdad de género, los prejuicios de clase, la intolerancia religiosa y la hostilidad hacia los inmigrantes. El autor aborda algunos temas característicos de la ciencia social, del tipo de, por ejemplo, «¿cómo es posible que una persona sea considerada negra en Estados Unidos, de color en el Caribe o en Sudáfrica y blanca en Brasil?», pero tiende a explicar las percepciones europeas y el dominio sobre los no europeos en términos de categorías raciales y de racismo en vez de esbozar una teoría multidimensional de los grupos étnicos. El racismo se traduce en hostilidad, prejuicio y discriminación contra un grupo étnico sobre la base de unos atributos físicos, mentales y morales inferiores –reales o imaginados– que se piensan que son heredados. El racismo erige una barrera permanente a una etnicidad cambiante, porque la herencia racial anula el cambio conductual y cultural y los logros individuales, como es el caso de los afroamericanos en Estados Unidos, que siguen siendo «negros» al margen de la educación y del color de su piel. El racismo legitima la explotación y el dominio por parte de un grupo conquistador o privilegiado sobre otro que se tilda de inferior. Se apoya en una mezcla de estereotipos negativos del grupo excluido, emociones como la animosidad y el miedo, actitudes influidas por los prejuicios, y discriminación. Bethencourt discrepa del eje central de las narraciones de aquellos historiadores que atribuyen el racismo europeo al nacionalismo, el colonialismo y el imperialismo del siglo XIX. En la Edad Media y la Edad Moderna, la diferencia más importante entre grupos étnicos era la religión, que se veía reforzada o atenuada por otros atributos como el color de la piel, el servicio al grupo gobernante, la rivalidad económica, las funciones militares y cosas por el estilo. Sin embargo, cuando se dan unas circunstancias de conquista y subordinación diferentes, como en la reconquista cristiana de España, cuando los musulmanes y los judíos fueron convertidos por la fuerza, los gobernantes políticos y las elites religiosas creían que las inclinaiciones heréticas y otros rasgos podían heredarse y no quedaban erradicados por la aculturación. Estas creencias expresaban temores sobre la lealtad de sus nuevos súbditos y sobre cómo podía asegurarse el Estado frente a la subversión y la rebelión. Así, antes de la época decimonónica del racismo, algunas clasificaciones étnicas y la discriminación incluían la transmisión hereditaria de atributos negativos, que es lo que constituye el núcleo del racismo. El autor se refiere a ellos como «racismos» porque su Página 2 de 10 cruel y letal para los africanos. El racismo árabe y musulmán persiste. En Darfur, en 2003 y 2004, las víctimas africanas de las milicias árabes (llamadas yanyauid) contaron a los investigadores que, antes de que fueran atacadas, violadas y saqueadas, los árabes proferían epítetos raciales como «Vosotros, negros, no sois humanos. Sois como monos» y «Burros, esclavos, tenemos que deshacernos de vosotros». Las víctimas también contaron haber oído palabras llenas de odio contra los fur y otros negros africanos por parte de oficiales sudaneses, como el dirigente árabe Musa Hilal, que fue quien articuló la ideología supremacista árabe en el mercado cuando dijo a sus seguidores: «Vamos a matar a los negros de esta zona y si matáis a personas nadie será perseguido»[5].  Los yihadistas del Estado Islámico en Siria e Irak están justificando masacres, esclavismo y expulsión forzosa de minorías étnicas y religiosas que han capturado con argumentos racistas y religiosos y mediante el recurso a un discurso del odio. La discriminación y la violencia étnica y religiosa son moneda corriente en todo el mundo[6]. Las jerarquías étnicas que obstaculizan la construcción pacífica de naciones, el desarrollo económico y la ciudadanía igualitaria en todo el mundo fueron el resultado no sólo del colonialismo y el imperialismo occidentales, sino de las políticas y prácticas de gobiernos de los imperios árabe, otomano, mongol, persa y otros, así como de Estados contemporáneos no occidentales. La jerarquía, desigualdad y discriminación que forman parte de las creencias hindúes sobre pureza y contaminación, y que se transmiten por medio de herencia ocupacional de padres a hijos, y por endogamia durante cientos de años, y que afectan a millones de seres humanos, se conocen como el sistema de castas (jati) hindú, en el que los brahmanes se encuentran en lo más alto de la escala y los intocables en lo más bajo. A pesar de la visión que tiene Bethencourt del mismo (pp. 361-362) como una benigna división del trabajo, servía para diferenciar a los seres humanos en minuciosas categorías sociales que iban de los nacidos dos veces brahmanes a los intocables en una dimensión superior-inferior que se apoyaba en las relaciones de explotación patrón-cliente. Bethencourt describe la versión portuguesa de las castas indias (pp. 117-121) y explica cómo su comprensión influyó en su cristianización y en su estrategia de colonización, pero no lo ve desde dentro como discriminación y desigualdad. Tal como dijo a un antropólogo un campesino de una casta inferior: «Los brahmanes eran poderosos tanto en dinero como en educación […]. Nosotros no contábamos con educación debido a la pobreza. Ellos tenían propiedades y lo tenían todo. Nuestras tierras eran todas de ellos»[7]. En punto a discriminación y desigualdad, los europeos tenían poderosos competidores en todo el mundo. Los europeos las practicaron con uno detrás de otro, al igual que hicieron los ingleses con los irlandeses, y otro tanto hicieron también entre ellos los no europeos. Las percepciones de los viajeros y misioneros europeos en las Américas, que subrayan el salvajismo de los nativos y que son abundantemente citadas por Bethencourt, no son únicamente europeas. Compáreselas con el relato del encuentro del clérigo árabe Ibn Fadhlan en 922 d. C. con comerciantes vikingos en el Volga: «Son las criaturas más sucias de Dios. No tienen vergüenza de vaciar sus intestinos y sus vejigas […] son como asnos que se han descarriado»[8]. En la representación visual podrían compararse las imágenes condescendientes y degradantes de no europeos reproducidas en Racisms con los rostros grotescos de misioneros y comerciantes europeos tallados por artistas africanos occidentales. Para todos los modos de percepción, estereotipo, Página 5 de 10 etnocentrismo, prejuicio, discriminación y violencia colectiva por parte de los europeos vis-à-vis los no europeos pueden encontrarse abundantes ejemplos de esto mismo protagonizados por asiáticos, africanos y nativos americanos enfrentados entre sí y contra los europeos. Creo que hay que tener mucho cuidado y no caer descuidadamente en el error de introducir criterios de influencia y simbolismo europeos al interpretar las relaciones sociales y la cultura indígenas. Cuando daba clases en la Universidad Makerere de Uganda, estudiantes universitarios varones intentaban salir con chicas de Kigezi que tenían la piel más clara que las otras mujeres africanas. Yo pensé –equivocadamente, como luego se demostró– que guardaba relación con una preferencia por un color de piel claro debido a su asociación con los británicos. Después de hablar con mis alumnos descubrí que una costumbre muy arraigada, y que era anterior a la llegada de los europeos, consistía en extender cenizas por la piel de una novia para hacerla parecer más pálida, exótica y atractiva en su boda. El encanto era, por tanto, similar al de un alemán que se siente atraído por mujeres «exóticas» italianas, españolas y libanesas, o al de un italiano atraído por una rubia sueca. Según Bethencourt, los belgas de Ruanda favorecían supuestamente a los tutsis, de piel más clara, sobre los hutus, más oscuros, debido a su apariencia más «europea» (p. 351). Lo cierto es que los europeos se aliaron oportunistamente en África con las elites locales en un sistema conocido como «gobierno indirecto». Casualmente esas elites eran emires musulmanes negros en el norte de Nigeria, una monarquía ganda negra en Uganda y una monarquía tutsi de piel más clara en Ruanda y Burundi. 2) La historia de las relaciones étnicas lo es de conflicto, conquista, dominación, exclusión y poder asimétrico en la creación de nuevas jerarquías sociales, como resalta Bethencourt, pero es también una historia de comercio mutuamente beneficioso, asimilación, matrimonios mixtos, identidades compartidas, tolerancia de las diferencias y aumento de la igualdad. Todo ello resulta desdeñado por Bethencourt. La exogamia y el ratio de hombres y mujeres son elementos esenciales para comprender cómo los pueblos de Europa se convirtieron en naciones, por ejemplo, o cómo los invasores germánicos se convirtieron en la nación francesa. Ernest Renan puso el énfasis en la religión y los matrimonios mixtos como los mecanismos clave de asimilación e integración: «el pueblo germánico adoptó el cristianismo durante el contacto prolongado con los pueblos griegos y latinos […] los francos, borgoñones, godos, lombardos y normandos tenían con ellos muy pocas mujeres de su propia raza […] la tribu en su conjunto contrajo matrimonio con mujeres latinas […] un francés no es ni un galo, ni un franco ni un borgoñón. Es más bien lo que emergió del caldero en el que […] han estado hirviendo a fuego lento elementos diversos»[9]. Los matrimonios mixtos constituyen el mecanismo más antiguo de promover la cooperación y asimilación entre grupos étnicos Del mismo modo, el ratio de hombres y mujeres entre emigrantes y colonizadores europeos y la endogamia moldearon la raza y las clasificaciones y relaciones étnicas en todo el mundo, lo que explica la fuerte polaridad de blanco y negro en Estados Unidos, y las categorías más matizadas y graduadas basadas en el color de la piel y la ascendencia en Brasil, el Caribe y Centroamérica. Los matrimonios mixtos constituyen el mecanismo más antiguo y más habitual de promover la cooperación y la asimilación Página 6 de 10 entre grupos étnicos[10]. Por ejemplo, durante el período inicial de colonización, Portugal envió soldados, oficiales, comerciantes y otros hombres a Brasil, sin mujeres. En poco tiempo, por medio del matrimonio y el concubinato, se creó una población de niños mestizos, algunos de los cuales pasaron a integrarse con los europeos. Debido a la escasez de hombres portugueses, la Corona favoreció el matrimonio de portugueses e indias[11]. Los varones europeos contaban con un incentivo para proteger los derechos y la propiedad de su prole y para legitimar a los herederos de raza mixta en aras de la continuidad de la familia y la propiedad. En la terminología actual, los padres invertían en el capital humano de hijos de raza mixta cuando eran legítimos, pero no cuando seguían siendo esclavos, lo que se tradujo en una mejoría de sus oportunidades vitales y en una aceptación de las personas de color en una sociedad blanca dominante. El desigual ratio de sexos, los matrimonios mixtos, los lazos de sangre y la política gubernamental marcaron el rumbo para el posterior peculiar sistema brasileño de clasificación étnica. Fue muy diferente en las colonias inglesas de Norteamérica, con familias enteras que emigraban y que se reproducían entre ellos. La costumbre y, más tarde, las leyes justificadas por una ideología religiosa y racial crearon barreras estancas para la asimilación de hijos mixtos porque se percibían como una amenaza para una sociedad blanca y una cultura europea. Aunque Bethencourt cita (pp. 182-186) los números y el ratio de sexos de emigrantes de diversos países europeos a diferentes partes del mundo, desdeña las consecuencias de estos datos demográficos para el microparentesco y la dinámica familiar que moldearon la macrodinámica de la discriminación y la integración. El comercio crea cooperación entre Estados y grupos étnicos basada en el interés común y las necesidades, recursos y destrezas comunes. Los filósofos de la Ilustración eran plenamente conscientes de que el comercio tenía una dimensión filosófica y moral que afirmaba la humanidad común y era hostil a la esclavitud. En el capítulo 14, sobre el abolicionismo, Bethencourt describe cómo los nuevos economistas y filósofos políticos en el siglo XVIII, los fisiócratas, Adam Smith, Montesquieu, Diderot, Rousseau, Benjamin Franklin y otros defendieron el intercambio y el desarrollo económico basado en la mano de obra libre y el comercio libre, y condenaron la esclavitud, la mano de obra esclava y otras formas de servidumbre, tanto sobre bases morales, porque la esclavitud negaba la dignidad humana, como sobre bases de eficiencia, porque la mano de obra esclava era menos productiva que la mano de obra libre. El comercio cambió las rígidas jerarquías coloniales en África. Al comienzo del colonialismo, los africanos tenían poco que ofrecer salvo su mano de obra como esclavos o como criados con un contrato de aprendizaje forzoso. Se crearon nuevas instituciones, como plantaciones y campamentos mineros, basadas en un poder asimétrico que acentuaba la desigualdad y la discriminación. Posteriormente, la economía europea en un mercado global produjo oportunidades para los cultivadores de subsistencia africanos a fin de que pudieran convertirse en pequeños granjeros y producir cultivos comerciales para el mercado global, como café, algodón, cacao, té, caucho, aceite de palma, arroz, plátanos y otros productos tropicales que no se cultivaban en Europa[12]. Estos mercados funcionaban con nuevos tipos de organización, como cooperativas, sindicatos y escuelas que competían con las jerárquicas empresas mineras, agrícolas y comerciales controladas por europeos. Se formaron estratos sociales no tradicionales: empleados, profesores, clérigos, constructores y reparadores, soldados y policías, o funcionarios y burócratas africanos. Página 7 de 10
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