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escuelas holandesa y flamenca
Para descubrir las raíces de la pintura flamenca puede resultar útil
echar un vistazo histórico más allá de los Alpes, lo que nos
permitirá conocer la opinión de aquellos que, más que cualquier
otro país europeo, apreciaron mucho y muy pronto este arte: los
italianos. En una crónica de 1485, aproximadamente, Giovanni
Santi escribió los siguientes versos:
“A Brugia fu tra gli altri piu lodati
El gran lannes: el discepul Rugiero
Cum altri di excellentia chiar dotati”
Traduciéndolos libremente dirían: “En Brujas gozaban de gran
predicamento, entre otros artistas excelentes, el gran Jan (van Eyck)
y su discípulo Rogier (van der Weyden)”. Entre esos otros grandes
maestros habría que contar a Hugo van der Goes con su Adoración
de los Pastores (fotografía superior página 419), en un ala del
retablo que pintó —poco antes de que se escribiera esa alabanza de
los artistas para el italiano Tommaso Portinari.
Hoy en día sabemos que Jan tuvo un hermano de mayor edad,
Hubert van Eyck, y que Rogier van der Weyden, aunque estuviera
indudablemente influenciado por Jan van Eyck, ha de verse en otro
contexto tradicional.
El entusiasmo de los italianos es fácil de entender si se tiene en
cuenta la novedad que supuso el Políptico de Gante, concluido por
Jan van Eyck en el año 1432 (fotografía derecha y páginas
408-409). En cualquier caso, el humanista italiano Bartolommeo
Fazio alabó a Van Eyck, pocos años después de la muerte de éste,
como el “pintor príncipe de nuestro siglo”. Realmente, los italianos
reconocieron —en el tratamiento del paisaje, de las figuras y de la
arquitectura- un empeño artístico por sugerir tridimensionalidad
muy similar al de sus propios maestros, pero con una clara
diferencia: mientras que, por ejemplo, Masaccio construyó un
sistema de ejes de fuga para fundir las escenas y la arquitectura
ficticia en un espacio homogéneo, el flamenco plasmó la realidad
concreta en sus proporciones correctas, al parecer sin ayuda de las
matemáticas. Los admiradores italianos repararían en que los
paisajes estaban iluminados por suaves luces que inciden con
sublimes matices de colores. Pocos decenios antes, las escenas de la
sagrada se habían
esquemáticos, ya fueran paisajes o arquitectura, como si se tratara
de un escenario; así sucede, por ejemplo, en la tabla de la
Anunciación y la Visitación que Melchior Broederlam pintó para la
cartuja de Champmol (fotografía página 397).
La dificultad de descubrir los presupuestos artísticos que
hicieron posible la obra de Jan van Eyck, y con él toda la pintura
primitiva flamenca, se debe a los bruscos cambios experimentados
historia enmarcado entre bastidores
406
Hubert y Jan van Eyck
Políptico de Gante, cerrado
(posición de diario), 1432
Óleo sobre madera, altura 375 cm
Gante, San Bavón
por los conceptos iconográficos. Los dos, Broederlam y Van Eyck,
trabajaron en la corte borgoñona; pocos años los separan. El hecho
de que Van Eyck irrumpa inopinadamente con un arte nuevo es una
de las razones por las que algunos historiadores del arte le
consideran como el primer pintor del Prerrenacimiento del norte de
Europa.
Otras comparaciones, que sólo podemos bosquejar,
muestran que la concepción Van Eyck era
decididamente novedosa y que ésta se debía a un cambio de
posición en el mundo visible. Para decirlo brevemente: para
Broederlam, el paisaje era meramente un fondo, y la arquitectura
aquí
iconográfica de
tan sólo un marco para los sucesos bíblicos que narraba. Para Van
Eyck, la realidad adquirió un nuevo valor, y el hombre encontró en
él su naturaleza externa, sin idealización alguna. El Políptico de
Gante de 1432, cerrado (fotografía página 406), muestra todas las
posibilidades de este nuevo realismo, marcando así la dirección por
la que se desarrollará la pintura flamenca. La principal escena del
retablo cerrado es la Anunciación; el ángel y la Virgen aparecen en
un aposento, que parece practicable; al fondo se ven unas ventanas
con arcos de medio punto que ofrecen una vista a la ciudad. Los
donantes, Jodocus Vijd y su mujer, presentan trazos individuales:
son verdaderos retratos. Por el contrario, las figuras de los dos
Juanes, el Bautista y el Evangelista, parecen esculturas, para
subrayar otro plano de la realidad.
De acuerdo con su sentido de la realidad, Van Eyck presenta la
Anunciación en una sala burguesa; únicamente las ventanas son
típicas de un lugar sacro. Del interior burgués probablemente se
responsabilizaría también el donante Jodocus Vijd: aunque el pro-
grama iconográfico fue definido, sin duda, por un teólogo, éste no
pudo pasar por alto los intereses del cliente. Es de suponer que este
interior de Van Eyck se inspirara en el de la Anunciación de la tabla
central del retablo de Mérode, obra de Robert Campin (maestro de
Flémalle). Este retablo fue realizado algunos años antes del Políp-
tico de Gante, entre 1425 y 1428 (fotografía superior página 413).
En la Baja Edad Media era usual combinar acontecimientos de la
historia de la salvación con las experiencias de la vida diaria bur-
guesa. Sin embargo, en Van Eyck puede apreciarse otro aspecto de
la iconografía sacra, un aspecto relacionado con la mística. El obje-
tivo estaba claro: el espacio social no sólo debía unirse con la esfera
celeste, sino que también había de santificarse al contacto con lo
divino. En este contexto puede interpretarse el cuerpo central del
retablo, la Adoración del Cordero (fotografía página 409), y tam-
bién obras marianas como la Anunciación de la National Gallery de
Washington, del año 1435 (fotografía derecha). Esta escena se
desarrolla en una catedral gótica, es decir, en el lugar donde se
reúnen los creyentes para rezar, para hacer acopio de fuerzas y de
ánimos para vencer al mal y para acrecentar la esperanza en su
propia salvación futura. En este escenario puede encontrarse todo
aquello que mueve al hombre: en el suelo escenas de la vida de
Sansón y de David, vencedores del mal; arriba, en la vidriera, Cristo
sobre la bola del mundo, una referencia a la eternidad de la gracia
divina. El espacio sacro adquiere una sublimación simbólica, que
hace referencia al ritual cotidiano de acudir a la iglesia y a la
disposición interna del creyente.
Volvamos a contemplar el Políptico de Gante y subrayemos de
nuevo que la representación de la vida cotidiana profana en un
contexto sacro se puede considerar como nueva definición de lo
estético o como manifestación de una religión cristiana de carácter
popular.
El políptico abierto muestra en sus extremos a Adán y Eva
(fotografía páginas 408-409), quienes -en su desnudez y con esa
postura— presentan un mayor naturalismo que la escena principal,
distribuida por varias tablas: la Adoración del Cordero, la
Jan van Eyck
L:
Anunciación, hacia 1435
Óleo sobre lienzo, 93 x 37 cm
Wa
ashington, National Gallery of Art
407
Jan van Eyck
Virgen del Canciller Rolin, hacia 1435
Óleo sobre madera, 66 x 62 cm
París, Musée du Louvre
procesión de los santos que se acercan a adorar, los ángeles cantores
y Dios Padre, con la Virgen María y San Juan. Casi podrían
atribuirse las escenas que acabamos de describir a Adán y Eva pues
éstos, representados con la perspectiva del punto de vista bajo, que
se corresponde con el del observador, están contemplando el
escenario sacro. La gravidez de Eva, manifiesta al estar despojada
de todo ropaje, y el fratricidio del remate que aparece sobre ella,
son el inicio del calvario de la humanidad; pero también hacen
entrar en juego la gracia de Dios y la voluntad divina de sacrificar a
su propio Hijo, el Cordero de Dios, para cumplir su promesa de
salvación. Esta sería una posible interpretación del retablo
completo, acorde tanto con la búsqueda de realidad del artista
como con la profunda fe que exigía el tiempo en que fue realizado.
El acercamiento al mundo profano en medio de la esfera sacra se
ilustra, por un lado, con cierto naturalismo y, por otro, con la
lograda fusión de los diferentes planos. Lo celestial y lo mundano,
el mundo interior meditativo y el ruidoso mundo exterior, el gesto
orante y el gesto divino de bendición... todo esto se encuentra
reunido, casi diríase en una sinopsis mística, en La Virgen del
Canciller Rolin de Jan van Eyck, del año 1435 (fotografía página
410). El donante, Nico Rolin, era canciller de Borgoña y
Brabante desde 1422; aparece rezando de rodillas, en un suntuoso
palacio. Mientras ora se le aparece la Virgen, coronada como Reina
del Cielo por un ángel, con el Niño Jesús sobre su regazo,
bendiciendo con la mano derecha. El canciller levanta la vista, en la
quietud de su recogimiento, y contempla el grupo celestial. También
el mundo es testigo de ese acontecimiento; 0, dicho con otras
palabras: la aparición sucede en el mundo y para el mundo. En la
terraza, en el plano medio, se ven plantas en flor, como el lirio,
símbolo de la maternidad virginal de María
una urraca y un faisán, elementos de un ambiente con ecos del
Paraíso terrenal. En la balaustrada aparecen dos personas, figuras
que en cierto modo invitan al observador a mirar con ellos al
mundo entero, pues el fondo es el “decorado” habitual en el siglo
XV para simbolizar al mundo: la ciudad con pobladas plazas y
calles, el río con un puente, el amplio paisaje con pueblos y campos
'ambién pueden verse
y, por último, entre la bruma del horizonte, cadenas montañosas de
lechosos tonos azules, con sus cumbres blanqueadas. El mensaje del
cuadro es legible, aunque esté escondido en una esquina: Cristo ha
venido al mundo para liberar al hombre del pecado. Nicolás Rolin,
henchido de la Palabra de Dios, es quien transmite el mensaje. La
unión entre el cielo y la tierra se encuentra en forma de metáfora en
las figuras pintadas en los capiteles del ángulo izquierdo del
palacio. Éstas representan los motivos por los que el hombre precisa
de la redención divina: la expulsión del Paraíso de Adán y Eva, el
fratricida Caín matando a' Abel, la embriaguez de Noé y el
inminente diluvio universal. Contemplan admirados el mundo, que
se ha vuelto ameno y bello, por la presencia de Dios en la tierra, lo
cual se escapa a su mirada, pero no a la del observador.
Jan van Eyck
La Virgen del canónigo Georg
van der Paele, 1434-36
Óleo sobre madera, 141 x 176,5 cm
Brujas, Stedelijk Museum voor Schone
Kunsten
Jan van Eyck unió el plano sacro con el profano, como garan!
de la realidad del mundo y de la salvación venida al mundo. Su
recurso estilístico fue la precisión con que hace inventario del mundo
visible, que observó —por decirlo con una expresión de Panofsky-
“con el microscopio y, al mismo tiempo, con el telescopio”.
Probablemente en esa misma época, es decir entre 1434 y 1436,
Van Eyck pintó también La Virgen del canónigo van der Paele
(fotografía superior). El modelo visual y la estructura semántica que
acabamos de exponer se repiten aquí: también en esta tabla se trata
de la actualidad de una visión, de la presencia de lo divino en el
mundo. Al igual que Nicolás Rolin se hizo representar en su
palacio, con su propio mundo, para hacer “realidad” la Virgen, así
el canónigo van der Paele se arrodilla en el coro de la colegiata de
San Donaciano de Brujas para ser recomendado a la Virgen por los
santos Jorge y Donaciano. Belting supuso que el cuadro se hallaba
en el coro de la iglesia, actualmente derruida, con lo que el lugar
representado reproduciría el lugar real. Por lo tanto, el donante
podía contemplarse a sí mismo en el lugar de su visión; de ese
modo, mostraba exteriormente la realidad y toda la fuerza de su
experiencia celestial. Las telas preciosas, brocados, visones y sedas
se han plasmado con un brillo y una plasticidad inimitables. Los
relieves y esculturas de la zona posterior de los capiteles y de la
arquitectura del trono de la Virgen son ricos en alusiones a la obra
de la redención. Con la representación de Adán y Eva y del
fratricidio en el trono, así como del sacrificio de Isaac en los
capiteles se teje un marco veterotestamentario con claras referencias
a la misericordia divina que ha enviado al mundo a Cristo, el
Redentor: la redención del pecado (fratricidio) sólo puede
conseguirse en virtud del poder de la fe (Sansón vence al león). La
411
Jan van Eyck
El matrimonio Arnolfini, 1434
Óleo sobre madera, 82 x 60 cm
Londres, National Gallery
bondad y la gracia de Dios “en el último momento” (sacrificio de
Isaac) es prueba de la obra de la redención y de la acción de los
paladines celestial (San Jorge) y terreno (Van der Paele). Este u otro
similar sería el mensaje del donante, mensaje corroborado por la
realidad del entorno sacro. El Paraíso está muy cerca. La Virgen con
el ramo de flores y su Hijo con el papagayo —signos certeros del
Edén- se vuelven al orante.
En El matrimonio Arnolfini de 1434 (fotografía superior), el
artista desplegó un inusitado juego de planos visuales. La mirada
del marido sale del cuadro, pero no se fija directamente en el
observador, sino en una determinada persona. Lo mismo puede
decirse del perrito que aparece en el primer plano, que mira
atentamente hacia arriba. No se dirigen, por tanto, al espectador.
¿A quién, entonces? La respuesta es sencilla: al artista mismo, Jan
412
Van Eyck, testigo de la boda, como delata el espejo del fondo. Así
lo atestigua la inscripción: “Johannes de Eyck fuit hic”, esto es, Jan
van Eyck estuvo aquí. El espejo actúa no sólo como testigo de la
celebración del matrimonio, sino =como explicó Belting- como
instrumento óptico. El espejo sirve también de prueba de las leyes
naturales, de la objetividad de la naturaleza. Las impresiones
visuales que el hombre recibe a través de la retina no han de ser
consideradas como imágenes subjetivas, sino como secuencias de la
realidad. En el espejo el hombre es consciente de sus impresiones
ópticas, al hacerse éstas visibles... y eso sólo pueden hacerlo en la
imagen. Sólo cuando se considera el fenómeno visual como una
manifestación empíricamente comprobable, el artista está en
condiciones de representar fidedignamente la realidad. En muchos
cuadros de los primitivos holandeses aparecen espejos en diferentes
combinaciones temáticas, que pueden interpretarse en el sentido
que acabamos de indicar.
El cambio de estilo, extraordinariamente rápido y persistente,
que se produjo en unos pocos decenios (Broederlam, 1399; Van
Eyck, 1432), parece dificultar la cuestión en torno al origen de la
pintura flamenca. Según Panofsky, las raíces han de buscarse en la
iluminación de libros franco-flamenca, por ejemplo en Jean Pucelle.
También menciona a Broederlam, quien en sus retablos, aunque de
forma titubeante, comienza a plasmar el cielo como región cruzada
no sólo por ángeles, sino también por aves autóctonas. Estos son
los primeros indicios de la maestría que desarrolló Van Eyck para
descomponer el mundo en un mosaico de detalles realistas y para
volver a ensamblarlo en un espacio homogéneo. El sublime
naturalismo artístico, sello de calidad de la pintura flamenca, puede
encontrarse en germen ya en las Trés Riches Heures que ilaminaron
los hermanos Limbourg hacia 1415 para la corte borgoñona
(página 460 y siguientes). Por todo lo expuesto, a comienzos del
siglo XV la ilustración goza de una posición clave para el desarrollo
de la incipiente pintura flamenca.
án el
mapa político de Francia. Después de la devastadora derrota sufrida
rique V es coronado
rey de Francia. Felipe el Bueno de Borgoña se alía con Inglaterra y
En esa época se producen profundos cambios que modifica
contra los ingleses en Azincourt, en 1415,
gobierna con el rey inglés. Esta alianza (1420) proporciona al
duque borgoñés la suficiente libertad para impulsar la unión de los
territorios neerlandeses. Felipe heredó Brabante y Limburgo;
después compró el condado de Namur y Luxemburgo, así como, de
Francia, el Máconnais y el Auxerrois. Dentro de esas fronteras
comenzó a desarrollarse paulatinamente una intensa vida artístic
fomentada no sólo por los duques, en la capital, Dijon, sino
a,
también por comerciantes, obispos y artesanos acaudalados. Los
donantes representados en los grandes retablos, en actitud humilde,
son un testimonio bien elocuente.
consecuencia de esta situación sociopolítica
Como nueva
surgieron nuevos objetivos estéticos y temáticos, que aparecen no
FOTOGRAFÍA SUPERIOR PÁGINA ANTERIOR:
Rogier van der Weyden
Retablo de San Juan, hacia 1454
Técnica mixta sobre madera,
77 x 48 cm cada tabla
Berlín, Staatliche Muscen, Patrimonio
Cultural Prusiano, galería de pinturas
FOTOGRAFÍA INFERIOR PÁGINA ANTERIOR:
Rogier van der Weyden
Tríptico de la Anunciación, hacia 1440
Pintura al temple sobre madera, tabla
central 86 x 92 cm, alas 39 x 92 cm
Turín, Galleria Sabauda (alas) y París,
Musée du Louvre (tabla central)
El tratamiento de los rasgos, los detalles de la mampostería del
muro y las plantas como si estuvieran cinceladas son características
del taller de Campin. El Tríptico de la Anunciación de Turín/París
de 1440, obra de Rogier, presenta muchas de esas características
(fotografía inferior página 414). También cabe resaltar que Rogier
asumió de su maestro una innovación: situar la Anunciación en un
cuerpo central. Probablemente fue Campin el primer pintor que dio
tal importancia a esta escena.
Por tanto, podría decirse que la cuna de la pintura flamenca se
encuentra en los Países Bajos borgoñones, en Tournai. Allí trabajó
aún otro discípulo de Campin, Jacques Daret, del que se conserva,
entre otras obras, la tabla de un retablo con la Adoración de los
(fotografía página 413). Campin, el pintor de
la corte de Felipe el Bueno, conoció a Jan van Eyck, quien estuvo en
Magos, del año 14.
dos ocasiones en Tournai, antes de trabajar en el Políptico de San
Bavón de Gante. Es probable que también conociera obras del joven
Van der Weyden.
Daret, Van der Weyden y el maestro de ambos, Campin, tienen
muchos puntos en común, lo cual no sorprende, pues trabajaron
durante muchos años en el mismo taller. No obstante, Rogier
pronto descollará con obras que se diferencian claramente de las de
su maestro. Mientras que Campin concedía importancia a la
superficie de las cosas, a la luz y al efecto atmosférico del color,
Rogier se interesa por la construcción del espacio representado, en
el que plasma de forma solemne las escenas sacras. Para el Retablo
de San Juan, de la iglesia de Santiago de Brujas (fotografía superior
página 414), elaborado alrededor del año 1456, pintó la portada de
una iglesia para hacer referencia a un espacio real. Las grisallas,
además de estatuas de santos, también representan figuras de
arquivoltas que narran acontecimientos paralelos a la acción
principal. Por ejemplo, el bautismo de Cristo, la escena del cuerpo
central, está acompañada por figurillas en la arquivolta, que
muestran, entre otras cosas, las tentaciones de Cristo o la
predicación del Bautista.
Pero la fachada no está definida como lugar sacro, sino como
zona iconográfica que integra los sucesos en el contexto bíblico. Al
mismo tiempo, la Iglesia se abre al mundo. Las salas están
decoradas como una casa burguesa y dejan ver un paisaje cotidiano
y una plaza urbana. En este punto, las ideas artísticas de Rogier
coinciden con las de Jan van Eyck. El espacio sacro se funde con la
vida cotidiana burguesa. Naturalmente, hay diferencias claras:
mientras que Van Eyck trata con mayor libertad, y también con
mayor desenfado, la intersección entre el mundo sacro y el profano,
Rogier los separa con mayor gravedad. Su viaje a Italia, hacia 1450,
dio conocer a Rogier las nuevas composiciones, la estricta
estructura, la “construcción tridimensional sobre la superficie”. La
tabla que se conserva en el Stádelsches Kunstinstitut de Francfort,
que muestra una Sacra Conversazione absolutamente atípica al
norte de los Alpes: María con apóstoles y otros santos (fotografía
FOTOGRAFÍA SUPERIOR:
Rogier van der Weyden
La Virgen con el Niño Jesús, entre
los santos Pedro, Juan Bautista,
Cosme y Damián, hacia 1450
Pintura al temple sobre madera,
53 x 38 cm
Francfort del Meno, Stádelsches
Kunstinstitut
FOTOGRAFÍA INFERIOR:
Rogier van der Weyden
Entierro de Jesús, hacia 1450
Óleo sobre madera, 110 x 96 cm
Florencia, Uffizi
superior página 415), probablemente esté inspirada en temas
italianos. También el Entierro de Jesús, de los Uffizi florentinos
(fotografía inferior página 415) es ajeno a la tradición holandesa.
Después del viaje a Italia, el estilo de Rogier está completo. Como
dice Max J. Friedlánder, a veces la composición parece rígida, a sus
figuras en ocasiones les falta vida. En cualquier caso, Rogier no
consiguió la riqueza narrativa de Jan van Eyck ni el sublime juego
mímico de las figuras de Hugo van der Goes. Y sin embargo, su arte
compositivo y la venerable seriedad de sus figuras ejercieron una
persistente influencia sobre numerosos maestros flamencos
posteriores.
Incluso se ha supuesto que Dieric Bouts trabajó durante un
tiempo en el taller de Rogier en Bruselas. Las cuatro tablas que se
conservan en el Prado de Madrid, realizadas probablemente hacia
1445, lo permiten suponer (una de ellas, en la fotografía superior).
Sin embargo, las arquivoltas parecen un marco interior de las
escenas marianas y no elementos plásticos de la arquitectura sacra,
Entre los artistas que aprendieron de Rogier van der Weyden,
destaca especialmente Hans Memling o “Jan van Mimmelinghe
ghebooren Zaleghenstadt”, como le denominó el registro de Brujas.
416
Dieric Bouts
La Visitación de Nuestra Señora,
parte izquierda del cuerpo central
de un retablo mariano, hacia 1445
Pintura al temple sobre madera,
80 x 52 cm
Madrid, Museo del Prado
Por lo tanto, Memling era de origen alemán, de Seligenstadt, ciudad
a orillas del Meno. No se conoce su fecha de nacimiento; se supone
que nacería entre 1435 y 1440. Según otro documento, pasó la
infancia en Mómlingen, a unos pocos kilómetros al sur de Seli-
genstadr. En cualquier caso, en 1466 está ya documentada su pre-
sencia en Brujas. Anteriormente es probable que acudiera al taller
de Rogier en Bruselas para formarse. Muchas de sus vírgenes, y
especialmente la forma de la cabeza y los rasgos del rostro, se re-
montan al tipo de virgen de Rogier, que puede verse por ejemplo en
la tabla central del Retablo de Santa Columba (fotografía superior
página 417). La cabeza ligeramente inclinada y la suave fisonomía,
casi rígida en su humildad, se vuelve a encontrar, por ejemplo, en la
tabla izquierda de un díptico, que Memling pintó para el noble de
Brujas Maarten van Nieuwenhove en 1487 (fotografía inferior
página 447). La Virgen allí representada con el Niño tiene una
expresión más viva, el gesto es más natural y el Niño Jesús, en una
postura similar a la que tiene en Rogier, extiende la mano hacia la
manzana que le ofrece la Madre, aunque este gesto sea una alusión
a la Pasión que redimirá al hombre del pecado original (manzana).
Con esta tabla, Memling demuestra que es un maestro de la
alusión, en el contexto de la tradición flamenca de un Van Eyck.
Como en El matrimonio Arnolfini (fotografía página 412), en la
pared del fondo aparece un espejo convexo con el escenario
completo de las dos tablas: se reconoce el perfil del noble orante y
de la Virgen. Su visión se ha vuelto realidad por obra de los pinceles
del pintor, quien, en un sentido figurado, ha sido testigo del
acontecimiento. Los planos semánticos, diferentes por la forma del
díptico —el uno, imagen sacra de la Virgen; el otro, retrato profano-
se funden en un espacio homogéneo, decorado a lo burgués, que
comprende las dos tablas. La esfera celeste entra en el espacio de la
experiencia diaria del hidalgo.
El tipo de madona desarrollado por Rogier se expresa quizá aún
más plásticamente en la figura de la doncella que ayuda a su señora
Betsabé al salir del baño, cubriendo el cuerpo desnudo de ésta con
un paño (fotografía página 418). La similitud con el tipo de Rogier
es tal que los estudiosos incluso pensaron en atribuir este cuadro a
Van der Weyden. Dejando a un lado el desnudo, inusitado para la
época, este cuadro —presentado en el contexto del pecado original y
del Juicio final- revela otros detalles que contribuyeron de modo
definitivo a cimentar la importancia de Menmling para la pintura del
siglo XV. Se trata de la disposición del espacio narrativo, que se
convirtió en el modelo para la pintura del norte de Europa. En la
pared del fondo de una estancia de corte burgués, se abre una
ventana que permite ver una terraza. “Una tarde levantóse David
del lecho y se puso a pasear por la terraza de la casa real, y vio
desde allí a una mujer que estaba bañándose, y era muy bella”; así
narra el segundo Libro de Samuel, en su capítulo XI, el comienzo
del adulterio del rey David. Bajo el palacio aparece la portada de
una iglesia con un relieve pintado que muestra la muerte del marido
Rogier van der Weyden
La Adoración de los Reyes Magos, tabla
central del Retablo de Santa Columba,
hacia 1455, pintura al temple sobre
madera, 138 x 153 cm
Múnich, Bayerische
Staatsgemáldesammlungen,
Alte Pinakothek
Hans Memling
Díptico de Nieuwenhove, 148
Óleo sobre madera,
52 x 41,5 cm cada tabla
Brujas, Museum van her Sint
Jans-Hospitaal (Memlingmuseum)