Docsity
Docsity

Prepara tus exámenes
Prepara tus exámenes

Prepara tus exámenes y mejora tus resultados gracias a la gran cantidad de recursos disponibles en Docsity


Consigue puntos base para descargar
Consigue puntos base para descargar

Gana puntos ayudando a otros estudiantes o consíguelos activando un Plan Premium


Orientación Universidad
Orientación Universidad

Apuntes sobre la Lengua Poética de Juan Ramón Jiménez, Resúmenes de Lengua y Literatura

Una aproximación a la lengua poética de juan ramón jiménez a través de sus apuntes y exploraciones sobre su obra. Se discute sobre la importancia de las palabras en la poesía, la evolución de su obra a lo largo de los años y su preferencia por la depuración léxica. Se mencionan varios libros y cartas de juan ramón jiménez, así como sus preferencias y rechazos en materia de lenguaje.

Tipo: Resúmenes

2023/2024

Subido el 10/02/2024

sofia-luaces
sofia-luaces 🇪🇸

2 documentos

1 / 13

Toggle sidebar

Documentos relacionados


Vista previa parcial del texto

¡Descarga Apuntes sobre la Lengua Poética de Juan Ramón Jiménez y más Resúmenes en PDF de Lengua y Literatura solo en Docsity! La Lengua Poética de Juan Ramón Jiménez: apuntes Parece demasiado obvio y trillado, pero no puedo menos de traer a consideración la frase de que la poesía se hace con palabras... aunque faltó añadir que las palabras, además de ser un objeto con entidad per se y con más acusada entidad en poesía, funcionan, además, como trasmisoras y evocadoras de los contenidos mentales más varios: sentimientos, imagina- ciones, fantasías, memorias, incluso, por qué no, ideas y pensamientos, De todo nos ofrece el ancho y largo panorama de este fenómeno humano, ane- jo a nuestra condición en cualquier época o lugar, que consiste en hacer y gozar poesía, activa o receptivamente. Diría que la poesía no es menos universal que la lengua misma como rasgo distintivo exclusivo del hom- bre. Pero no voy a:conseguir más allá en algo tan apasionante como com- plejo, y me limitaré a dejar sentada una simple proposición: el hecho poé- tico, la poesía, no es sólo un lenguaje marcado fuera de los usos comunes, sino que es, más que nada, una vía y modo de conocimiento abiertos, dis- tintos de los demás, con su propio código. Hechas estas sumarias declara- ciones, me propongo una aproximación a la lengua poética de Juan Ramón, precisamente a través y desde su palabra, de su instrumento expresivo, a fin de tantear cómo creó, cómo poetizó, en suma, aun sabiendo desde aho- ra que siempre ha de quedar al margen de misterio, último reducto de toda poesía auténtica. Ya sé que el campo es muy ancho y que los puntos de vista pueden ser tan distintos como los métodos consiguientes, eso sin contar -——que se contará— con los cómplejísimos problemas suscitados por la pertinaz re-escritura de su obra, Por todo ello habré de comprimir, es- trechando, tanto el área de observación como el modo de análisis, según se irá viendo, apuntando a algo que me parece un tanto desatendido en la copiosa bibliografía sobre nuestro autor. Como la dotación de los papeles de Juan Ramón nos resulta muy difí- cil si no imposible de fijar, y no teniendo a mano la mayor parte de ellos, re- duzco mis exploraciones a textos que tienen una garantía de autenticidad. —83— La publicación de LEYENDA (Cupsa, La Torre abierta, Madrid, 1978, codi- rigida por Antonio Prieto), por Sánchez Romeralo, nos da 1303 poemas en redacción última y definitiva (?). Este libro parece que iba a formar parte del plan que Zenobia y Juan Ramón habían dispuesto con el título general de METAMORFOSIS y para siete volúmenes proyectados como recogida de la obra total: LEYENDA, “de poesía”; HISTORIA, “de prosa lírica”; POLITICA, “de ensayo y crítica general”; IDEOLOJIA, “de aforismos”; CARTAS, “públicas y particulares”; TRADUCCION, “de poetas extranje- ros, aparte de Tagore”; y COMPLEMENTO. Plan que estaba inconcluso a la muerte de Zenobia (21-oct. 1956, El poeta moriría el 29, mayo, 1958). Pues bien, LEYENDA nos depara el término de un dilatado proceso de correcinnes, depuraciones y eliminaciones, cuyas etapas más acusadas y cón plena responsabilidad de su autor son POESIAS ESCOJIDAS (1899- 1917), New York, 1917; SEGUNDA ANTOLOJIA (1898-1918), Madrid, 1922; y la TERCERA ANTOLOJIA (1898-1953), Madrid, 1957, con la colabora- ción del poeta y profesor cubano, Eugenio Florit. Eso, sin contar las va- riantes que ofrecen reediciones o las que resultan en traslado de poemas desde un libro a otro, de una a otra edición. En un inacabado prólogo, iné- dito, a su OBRA COMPLETA escribía (1952): “...mi ilusión sería correjir todos mis escritos el último dia de mi vida, para que cada uno participase de toda ella, para que cada poema mío fuera todo yo. Como esto no puede ser, empiezo a mis 71 años ¿por última vez? esta corrección”, Con estos antecedentes, tan sabidos, no dejará de sonar a paradoja el tan repetido Poema: ¡No le toques ya más que así es la rosa! (PIEDRA Y CIELO, 1917), (1) con el énfasis apremiante de los sig- nos de admiración, además, dístico que puede leerse con el ritmo de un en- decasilabo melódico. El casi aforismo viene confirmado por el propio Juan Ramón, en su prosa, “Colina del alto chopo” (entre 1915-1920): “Critico mi corazón cuando yo digo del poema: “No le toques...”, es después de haber tocado el poema hasta la rosa” (PROSA, en PAJINAS ESCOJIDAS, Gre- dos, Madrid, 1958, p. 94). Pero no, no hay paradoja entre consejo y Con- ducta, pues el poeta buscó incansablemente una perfección, simbolizada aquí en la rosa, en la suya, que es una rosa más allá de la materia y de la naturaleza, y que podría llegar a salvarse, precisamente por la palabra lo- grada, En “Poemas impersonales (1911) el número 195, va dirigido “a un poeta”: Del amor y las rosas no han de quedar sino los nombres, ¡Creemos los nombres! ¿No recuerda o se parece esta proclamación a la que oímos en “A mid- summer's night dream”?: “And as imagination bodies forth the forms of things unknown, the poet's pen turn them to shapes, and gives to airy not- —84— Otra muestra de sus rechazos, ahora ton mezcla de modernismo y noventaiocho, podemos ver en su “Miscelánea. Ramón del Valle Inclán, 1 (Castillo que quema)” (del 26 de enero de 1936), que vale la pena citar in extenso: “Unamuno, Baroja y Antonio Machado están atados con tomi- za en el otro haz también disímil, del 98, que sigue caido en los surcos “castellanos” —frente a Valle, Pérez de Ayala, Miró y R. León—. Galicia libró a Valle-Inclán del modernismo exotista, que pasó pronto por él por fortuna para todos, y del castellanista, de tan lamentables y duraderos re- sultados en algunos. Valle-Inclán fue, sin duda, el que menos se contajió, de los de su jeneración, del castellanismo. (el título de Ninfeas, que lleva- ba en verde uno de mis primeros libros, era de Valle-Inclán y estaba, des- de 1899, grabado en una viñeta por Ricardo Baroja, que Valle-Inclán apro- vechó luego para su Jardin umbrio. Allí están las ninfeas, nenúfares, ne- lumbos de Rubén Darío, en el lago de los cisnes, bajo las estatuas. Mi li- bro no se llamaba más que NUBES (3). Pero, como digo antes, todo esto pasó, de aquel modo, porque otro poeta pueda volver a las ninfeas hoy, o a lo que sea, de otro modo, y el castellanismo sigue en el mismo punto, por desgracia. Y lo que le queda de empaque y de tópico”. Sigue con un gracioso juego de palabras: “Valle era un lenguado (no hay chiste, criti- castros) y un deslenguado, el primer fablistán de España”. Todavía en 1944 vuelve sobre sus preferencias y desdenes, con es- pecial atención a las primeras: “Yo he sentido y espresado, quizás, un pre- ciosismo interior, visión acaso esquisita y tal vez difícil de un proceso psicológico, “paisaje del corazón”, o metafísico, “paisaje del cerebro”; pe- ro nunca me conquistaron las princesas exóticas, los griegos y romanos de medallón, las japonerías “caprichosas”, ni los hidalgos, “edad de oro”. El modernismo para mi, era novedad diferente, era libertad interior” (en “José Marti”, apud, ESPAÑOLES DE TRES MUNDOS). Siguiendo con nuestro repaso, llegaremos a matizaciones de concep- tos estéticos o de ideales artísticos, testimonio de una voluntad de forma y expresión líricas. En las “Notas” a la SEGUNDA ANTOLOJIA, tan me- ticulosamente preparada, señala una curiosa serie de parejas antitéticas que suponen tanto valores éticos como estéticos: “En arte suele también confundirse lamentablemente “agradable” con “fácil”, “difícil” con “anti- pático”, “fuerte” con largo” ¡o ancho!”, “delicado” con “débil”. Y apura aún, “perfecto” no es “retórico”, sino “completo”. “Clásico” es, únicamen- te, “vivo”. (Las Notas” son de 1920, y las últimas, de 1922, que así cuidaba el poeta de la precisión en sus escritos). Persiste en la definición de cua- lidades positivas para él, por la notación de las contrarias en el año si- guiente y en escritos que lleva, muy significativamente el título de “Esté- tica y ética estética”, y con muy probables alusiones menos claras hoy que” en su día: “Como era de esperar, en este año de 1923 se están confundiendo “sencillez” con “simpleza”; “intelectualismo” con “intelectualería”; “vida” con “periodismo”; “cultura” con “filolojía”, con “lectura secundaria”, con “exhumación”; crítica”, con desahogo” (en CUADERNOS, p. 233/4). Se po- drían poner algunos nombres propios para cada descalificación, con muy escaso margen de error. — 87 — Veamos, todavía, algunas de las voces que destierra del reino de la poesía y que le suenen a residuos de modas artísticas caducas, con lo que tendríamos una tabla de valores negativos, o negados. Asi en un artículo sobre Miguel Hernández, al que encuentra demasiado quevedesco (yo di- ría, más bien, calderoniano, sí se recuerda y no sólo, el “Quién te ha visto y quién te ve y sombra de lo que eras”) le aconseja que “no se pier- da en lo rolaco, en lo católico y lo palúdico (las tres modas más conve- nientes de la “hora de ahora”, ¿no se dice así?) esta voz, este acento, este aliento joven de España” (en El Sol, Madrid, 23-11-1936). En efecto fue frase tópica eso de “la hora de ahora”, y diría que en la retórica falangis- ta más acusadamente. Lo “rolaco”, que no condena por primera vez, tiene fácil explicación si se recuerdan aquellos llamativos muebles metálicos que estuvieron de moda —efimera moda, afortunadamente— por aquellos años. Lo católico, acaso sea alusión a Pemán, y lo palúdico a los residuos de cis- nes y lagos con sus nenúfares modernistas. En el mismo escrito leemos: “En cuanto a la construcción, la “estructuración” (¡qué palabreja de la je- neración injeniera!)”... y no estábamos ni siquiera en los prolegómenos de la estructuromanía, En la carta dirigida a Carmen Laforet con motivo de haber publi- cado su primera novela, NADA (premio Nadal 1944) todavía Juan Ramón manifiesta su cuidado en la depuración del lenguaje, y dice: “Siempre me ha obsesionado este asunto del estilo. Ahora yo, que estoy repasando toda mi obra escrita para una edición definitiva (y no mirarla más), me deleito en quitar, todas las palabras menos naturales, “estío”. , Por “verano”; “cual”, por “como”; “gualdo”, por amarillo”; “más” (sic); por pero”; “almo” , (sic) por “blanco”; estramuros”, por “trasmuros”; “calostrio”, por “escalofrio”, etc. Gracias a mi destino, “empero” no lo he usado nunca. Y he vuelto a poner repeticiones que eran necesarias donde las había quitado. Yo creo que el estilo se hace con la espresión, hablando, escribiendo, con los pun- tos y las comas” (publicado primero en INSULA, luego en CARTAS, ed. Fco. Garfias, Aguilar, Madrid, 1962, p. 398). De nuevo, por sí nos hiciera falta el testimonio reiterado, se pronunciará contra voces de carácter más libresco y menos naturales” en su conferencia “Poesia cerrada y poesia abierta”: “Los escritores poéticos sin ánjel ni duende, pueden y suelen ser muy bien palabreados, digo, gramaticados” (“a las buenas horas”, “empero”, “si que también”, “esto no emuece”, “zás y a rodar”, etc) de todas las palabronas hechas a torno”. En esta lista, que podría ampliarse, me pare- ce que hay muestras muy precisas de lengua literaria decimonónica, toca- úa de oratoria, de empaque solemne o pretendido tal, y toques de un popularismo ya gastado. Tampoco cayó Juan Ramón en el lujo verbal del modernismo de relumbrón, o eliminó muy pronto las voces de esa cuerda. Es muy fácil ver cómo fue retocando sus primeros poemas, por ejemplo y para no alargar lo que está tan a la vista, en ARIAS TRISTES (1902-3) y en el poema “Recuer- dos...”, sustituirá: “un dulce quejido epitalámico”, por “un dulce quejido desgarrado” (en LEYENDA), que dice otra cosa, sí, pero ha evitado el he- lenismo(.no raro por cierto. En BELLEZA (1917-1923), el poema que lleva —88— el n.- 70, decía: “En el silencio del teléfono / tiembla, verde neuróbata, una estrella”. Quedó eliminado de la TERCERA ANTOLOJIA (1957). No hará falta asociar el “neuróbata” con los “selenibata” y “nefelibata”, crudos he- lenismos modernistas, El poema n.* LX de ETERNIDADES (1916-1917) de- cia: “Se entró en mi frente el pensamiento negro, como un ave hictálope, se mantiene en la TERCERA ANTOLOJIA pero no en LEYENDA. Falta, nos faltará mucho tiempo aún, me temo, un estudio sistemá- tico de la lengua de Juan Ramón, estudio que tropieza con la dificultad, probablemente insalvable, de una datación segura de escritos, Pero, en su defecto, parece muy evidente una línea de continua depuración léxica, para- lela a una mayor carga de sentidos en voces del lenguaje común, pero poten- ciadas hasta límites indefinibles, dentro del contexto juanramoniano. En esto, nada más, nada menos, creo que consiste la virtualidad del poeta. Por apurar algún vocablo de los que han ido siendo purgados los escritos de Juan Ramón, haré unas rápidas observaciones sobre el compara- tivo “cual”, que también funciona como exclamativo. Por mera impresión memoriosa de lecturas, este vocablo me suená a decimonónico, en prosa y verso, y con especial reiteración usado. Hasta donde alcanzo, no lo he oído nunca en lenguaje coloquial por muy culto que sea, Juan Ramón nos ha dicho su voluntad de eliminarlo en sus escritos y, en efecto el poema “Ti- tánica”, de NINFEAS, “cual nube tormentosa”, se convierte luego en “la nube tormentosa” (LEYENDA, número 63). Si escribió: “penan, cual lla- mas, las aguas...”, en OLVIDOS DE GRANADA, será corregido: “penen las llamas, las aguas” )ver ed. de Francisco Giner de los Rios, sobre un facsimil de 1945, corregido por el propio poeta, y publicado en Madrid, 1979). Cosa extraña, en la primera edición de PLATERO Y YO figura y no pocas veces el malhadado “cual”, que se ha ido desvaneciendo hasta la casi eliminación, como puede verse en la edición más reciente, al cuidado de Germán Bleiberg (AE, Madrid, 1981) respecto a la hecha por R. Gullón (Taurus, Madrid, 1979). Y no es raro en Diario de un poeta recién casado. Otra veta del lenguaje, la popular, no deja de tener acogida en la “elejía andaluza” de Platero, aunque con muy sobria dosificación, y apenas si la volveremos a encontrar, ni tampoco venía a cuento, Algún residuo de habla local, como los diminutivos —los llamaremos así, para abreviar— también ha sufrido expurgo posterior, asi: “En la aldeita del valle”, que procede, sin cita exacta, de NINFEAS, en la SEGUNDA ANTOLOJIA se- rá: “La aldea del valle está”. Pero de este aspecto de la lengua juanramo- niana ya se ha ocupado otro colega en el coloquio celebrado en Cáceres. (3). Hasta aquí he venido considerando las opiniones de Juan Ramón, más algún caso claro de sustituciones, que llevaban implícita una preferen- cia y un rechazo. En todo caso, me parece que importa más lo que nos de- para su texto literario que sus teorías, no sistematizadas, aunque no es di- —89-— Desidelio, flamma, catumbo (CUADERNOS, 1912, p. 77). Parece licencia, por una vez y nada más. Entiendo que una de lás caracteristicas que pueden servirnos para caracterizar un estilo de escritura, no diré que para valorárlo, es la utili- zación peculiar de las disponibilidades que le ofrece la lengua en la forma» ción de neologismos dentro del sistema. Cierto que en esta fuente de crea- ción verbal no tenemos una normativa cerrada, antes nos vemos con una muy notable imprecisión entre los instrumentos lingúísticos para derivación y composición de nuevos vocablos y los significados correspondientes, den- tro, si, de ciertas predominancias. Aquí de la lengua como energeia, por seguir a Humboldt, a disposición de los usuarios y con tan varios registros como los que han jugado un Quevedo o Gómez de la Serna, por no citar más palabradores, fablistanes y parabolanos. Este aspecto en la lengua lite- taria de Juan Ramón ha sido tratado por el excelente hispanista Prof. Oreste Macrí, en un estudio, “Metafísica e lingua poética di Juan Ramón Jiménez” (Parma, 1958, estratto dal n.* 5 di Parma), dato que debo al Prof. de Salamanca Dr. Francisco Javier Blasco, Ahora bien, el Prof. Maeri hace una clasificación gramatical de los neologismos, no siempre convincente, como cuando aduce el pasaje en que describe un cangrejo y su pinza: “la tenaza sérrea de la boca de su armario”. Lo de menos es que no haya visto que “armario” es un neologismo juanramoniano para esta ocasión, que equivale a “armamento”, esto es, conjunto de armas. La creación más ori- ginal y efectista es la del adjetivo “sérrea”, que ha tomado un sufijo ads- crito más a calidades que a formas (“férreo”, “áureó”, “pétreo”) partiendo de nombres que designan materiales, no formas, aquí, “de sierra”. La li- bertad (?) que Juan Ramón se ha tomado queda compensada ampliamente con el efecto de la motivación fonética obtenido. (6) Si se observa el caudal léxico obtenido por este procedimiento, nos vamos a encontrar con una variedad que trataré de agrupar en algunos apartados, aunque contraviniendo las normas de la clasificación, que exi- gen un único punto de vista o criterio, Por de pronto, y como era de esperar, la gama colorista del poeta le exigía matices que no tenía en el vocabulario usual y acudirá a fórmulas como: “amarillosos”, “verdientes”, “amarillencias”, “penumbridad”, “azul lunáceo”, “pláteas estrellas”, “verdulez”. Cuando no acude a composición: *verdorosos caballos”, “avispas orinegras”, o funde sensación de color con una notación cargada de sentimiento, como en “la calle de la Aceña, verde- sola“ (zn el libro MOGUER, Valencia, 1958, con ilustraciones de José Ro- mero Escassi). Sensaciones y sentimentaciones le llevan a inventarse las “olvidan-" zas” (de obvia asociación con “añoranza”, “remembranza”) o a sentirse “otoñado”, más aún, “corazón sepulcrado”. En el polvo pelucoso de los tiempos”, que disparadero de asociaciones de tacto y vista más la evocación de tiempos ya lejanos en que se usaban tales adornos capilares, —9%- La captación expresiva del movimiento, de su reiteración, viene fi- namente marcada en verbos como “soñeando”, “aguroreando”, “risotean”, “jugueando su risa” o el agua “pedregueante”, que baja por los canalillos en la Alhambra, o García Lorca que desciende sus cuestas “cabriteando”. ¿Puede decirse en menos palabras y mejor el jugar de las manos en algu- nos bailes andaluces que sea “Un revolear palomero de las manos”? La vena satírica que hubo en Juan Ramón y que, en ocasiones, llegó a tonos acres, nos ofrece un abundante caudal de neologismos. Arri- ba me referí al poema contra el “especialistito” Casualidad, al que “la bar- ba de la carne le idiotea hacia atrás lo que la barba en pelo le emmema hacia adelante”. Esta clase de creaciones le venían oportunas para la “Ca- ricatura lírica” de ESPAÑOLES DE TRES MUNDOS (1914-1940). Allí, Ramón aparece con su “sonrisa de jamoso alegre” y “ojos cejudos y “en- trecejudos”, A Neruda le dice “sin soecia” contestando a sus coplas soeces. (“soecia”, ya en el poema satírico contra el capellán, 2* ANTOL, n.* 143) Alberti nos lo presenta con su “risa dental rompeparéntesis”, con “el ra- faelazo que dio al caer” y resabios de un “siglo de oro rubedarioso”. Y no es raro que Juan Ramón acuda al sufijo —oso para descalificaciones, o al —ero, ería: así Giménez Caballero aparece como “futurero”; o la “rediche- ría” calderoniana. La composición de palabras, de la que ya se habrá notado alguna muestra, creo que tiene una más frecuente presencia en obras de su últi- ma plenitud, por ejempo en ANIMAL DE FONDO (1949). Tenemos aquí una de las más profundas experiencias poéticas y se le hace inevitable acu- dir a las palabras necesarias para convertir en expresión esa honda y alta vividura en que se funde recuerdos de paisajes infantiles, el entorno de su destierro y una metapoética: “riomar”, “desiertoriomar”, “pleamar, pleacie- lo en pleadios”, la “circumbre”, el “clariver”, “ultramar, ultratierra, ultra- cielo”, el “cuerpialma”. Y pocos años más tarde, en su conferencia “Poesía cerrada y poesía abierta”, ve a “Unamuno, tan locodios”, que concibe a Cristodioshombreunamuno”., Finalmente observaré que no precisamente creaciones propias, sino resultado de un oído atento nos deparan casos como los que vemos en las correcciones que J. Ramón hizo en su texto de OLVIDOS DE GRANADA (ed. cit2): “media luna”, se rectifica, “medialuna”, y las navajas albacete- ñas con su “saca y mete”, se sustituye por el más rápido, “saquimete”. Su fino oído le hace percibir y crear sonoridades por onomatopeyas nunca prodigadas, En otra ocasión noté cómo habia inventado por analogía deri- vativa el “flautido” del sapo. El sonar de las aguas en la Alhambra nos lo trasmite en feliz onomatopeya: “Se oye otra vez su retumbo, sumbo, tum- bo sucesivo” (CUADERNOS, p. 143). Me he limitado a dar muestras indicativas de algo que pudiera ha- ber ejemplificado más ampliamente, ni he querido entrar en el terreno gramatical, que se ofrece tan tentador en cada caso. He venido pensando más bien en una caracterización estilística, aunque no haya podido siem- —93— pre establecer una cronología cierta ni haya intentado una estimativa. De- be guedar claro que en mi opinión personal las creaciones léxicas de Juan Ramón tienen todas y cada una su justificación y oportunidad para cada ocasión y tono de escritura y que sus neologismos le pertenecen en exclu- siva, sin aspirar a convertirse en innovaciones para uso común. Pero acep- to las reservas que me libren de caer en la falacia intencional. FRANCISCO YNDURAIN --94—
Docsity logo



Copyright © 2024 Ladybird Srl - Via Leonardo da Vinci 16, 10126, Torino, Italy - VAT 10816460017 - All rights reserved