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Los Alegres Muchachos de Alzavara, Manuel Vázquez Montalbán - Literatura Contemporánea - Resumen, Resúmenes de Literatura Contemporánea

Manuel Vázquez Montalbán nació en Barcelona en 1939, en la calle Botella, del barcelonés barrio del Raval, muy presente en su obra. La política y la crítica social fueron también una constante a lo largo de su extensa producción. Licenciado en Filosofía y Periodismo, fue procesado y condenado a tres años de prisión por sus actividades antifranquistas. Escribió en la cárcel su primer libro, Informe sobre la información (1963), y a partir de ahí desarrolló una prolífica obra como poeta, novelista,

Tipo: Resúmenes

2011/2012

Subido el 08/06/2012

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¡Descarga Los Alegres Muchachos de Alzavara, Manuel Vázquez Montalbán - Literatura Contemporánea - Resumen y más Resúmenes en PDF de Literatura Contemporánea solo en Docsity! MANUEL VAZQUEZ MONTALBAN: LOS ALEGRES MUCHACHOS DE ATZAVARA ÍNDICE PORTADA pág., 1 ÍNDICE pág., 2 I) INTRODUCCIÓN AL AUTOR Y SU OBRA pág., 3 II) LOS ALEGRES MUCHACHOS DE ATZAVARA pág., 4 ARGUMENTO pág., 4 LOCALIZACIÓN ESPACIAL Y TEMPORAL pág., 4 TÉCNICA ESTRUCTURADORA pág., 5 PERSONAJES pág., 7 DESENLACE: GRAN FIESTA DEL 15 DE AGOSTO DE 1974 pág., 14 III) MARCO DE LA ACCIÓN: ESPAÑA TARDOFRANQUISTA pág., 15 RECUPERACIÓN DE LA MEMORIA HISTÓRICA pág., 16 IV) RECUPERACIÓN DE LA MEMORIA EN MANUEL VÁZQUEZ MONTALBÁN pág., 17 V) CONCLUSIÓN pág., 26 BIBLIOGRAFÍA pág., 27 I) INTRODUCCIÓN AL AUTOR Y SU OBRA Manuel Vázquez Montalbán nació en Barcelona en 1939, en la calle Botella, del barcelonés barrio del Raval, muy presente en su obra. La política y la crítica social fueron también una constante a lo largo de su extensa producción. Licenciado en Filosofía y Periodismo, fue procesado y condenado a tres años de prisión por sus actividades antifranquistas. Escribió en la cárcel su primer libro, Informe sobre la información (1963), y a partir de ahí desarrolló una prolífica obra como poeta, novelista, ensayista y periodista, que abarca un centenar de títulos. Fue militante y dirigente del Partit Socialista Unificat de Catalunya (PSUC). Su prestigio se inició como periodista en las páginas de Siglo XX. Colaboró además con revistas y diarios para los que escribía artículos sobre la actualidad española: Hermano Lobo, Triunfo, El País, Interviu y La Vanguardia. En lo que respecta a su actividad poética, pertenece al grupo de los novísimos, y con él se abre la antología de Josep Maria Castellet Nueve novísimos. Es autor también de una de las obras más destacadamente renovadoras de la poesía española actual, reunida íntegramente en el volumen Memoria y deseo (1986). Deshace el mito de la subcultura y se inicia así, no tanto la contracultura, como una nueva percepción más democrática de lo cultural. Una educación sentimental (1967), Movimientos sin éxito (1970) y Manifiesto 1 subnormal (1970) son tres libros radicalmente renovadores. Como ensayista destaca Crónica sentimental de España (1971) y Mis almuerzos con gente inquietante (1984). Entre sus novelas destacan, El pianista (1985), Los alegres muchachos de Atzavara (1987), El estrangulador (1994) y, por encima de todo, Galíndez (1990), su novela más ambiciosa y conseguida. En 1972 aparece por primera vez el que pronto será el genial y popular detective Pepe Carvalho, verdadera institución nacional, en Yo maté a Kennedy, y reaparecerá en novelas como Tatuaje (1974), La soledad del mánager (1977), Los mares del Sur, Asesinato en el Comité Central (1981), El delantero centro asesinado al atardecer, Quinteto de Buenos Aires y, hermosa y terrible coincidencia, Los pájaros de Bangkok, publicada hace exactamente veinte años. Vázquez Montalbán ha sido traducido a los principales idiomas. Ha reunido sus narraciones en el volumen Pigmalión y otros relatos (Seix Barral, 1987), y algunos de sus ensayos en el volumen Escritos subnormales (Seix Barral, 1989). Su obra ha sido galardonada con distintos premios internacionales: 1981, Premio Internacional concedido en París a Los mares del Sur; 1989, Premio de la Crítica de la RFA a El balneario; 1989, Premio Recalmare, concedido en Palermo por un jurado presidido por Leonardo Sciascia, a El pianista y a Asesinato en el Comité Central. Recibió el Premio Nacional de Literatura en 1991 por la novela Galíndez sobre el asesinato del político en la República Dominicana; el Premio Planeta por Los mares del sur (1978), el Internacional de Literatura Policíaca en Francia y el Premio de la Crítica. Vázquez Montalbán ha sido el creador del prototipo del detective español: Pepe Carvalho, el más humano de los detectives conocidos. Lo creó en 1975, y en su última entrega, una novela inédita de 1.000 páginas que se titula Milenio, le hace dar una vuelta al mundo que arranca en Afganistán y concluye en plena guerra de Iraq. II) LOS ALEGRES MUCHACHOS DE ATZAVARA Argumento: Manuel Vázquez Montalbán publicó esta novela en el año 1987. En ella encontramos a un grupo bastante heterogéneo de personas, todos ellas pertenecientes a la burguesía catalana, profesionales con una posición consolidada, para los que el verano del 1974 fue muy especial. Entre ellos aparecen los personajes que dan título a la novela, `los alegres muchachos', homosexuales más o menos liberados. Junto a ellos, el grupo de las mujeres más o menos emancipadas, `las alegres muchachas', y por último, el grupo de parejas ortodoxas y heterosexuales más o menos permisisvas. Todos ellos coinciden en Atzavara, un pueblecito de payeses reconvertido en colonia de artistas cerca de la costa de Tarragona. Cuatro de los protagonistas toman la palabra en esta novela, a razón de uno por capítulo, y nos cuentan qué pasó, o mejor dicho, cómo lo vivió cada uno. Así, veremos a toda la colonia ir a la playa y hacer fiestas nocturnas con mucho alcohol, con mucho revoloteo de faldas y calzoncillos... como chiquillos cuarentones. Procedente de otra área social, participa en este verano un joven deseoso de mejorar su condición, que será utilizado, aislado y finalmente dado al olvido, a modo de cuerpo extraño, por el núcleo del grupo en el que trataba de insertarse. Pero él no será la única novedad del verano. Aparecerán también como elementos desestabilizadores, dos personajes contraculturales y homosexuales, culpables en buena medida de que salgan a la luz las propias 2 Como ya señalamos con anterioridad, la micro−sociedad de Atzavara esta formada a su vez por diferentes subgrupos: − Los `alegres muchachos' homosexuales: Rafa, Gratacós y Sau, Sebas y Pepe. − Las `alegres muchachas' solteras, divorciadas o malcasadas: Montse Graupera, Paqui Sans, Luisa Sanglas, Pruden y Ariadna. − Los matrimonios ortodoxos y heterosexuales: Luis Millás e Irene, Postius y Berta Feliu y Los Masramon. Se sumarán este verano al grupo también: − Dos muchachos pertenecientes a la clase obrera: Paco Muñoz González y Vicente Blesa. − Dos exóticos y jóvenes homosexuales intelectuales: Paolo y Donato (los dos `sultanes') Además aparecerán otros personajes como la Condesa Austríaca o el `hombre−enciclopedia' Pau Dosrius, cuyo carácter de personajes planos no les hará decisivos a la hora de avanzar la acción de la novela. Se trata de personajes construidos en torno a un solo rasgo o resorte psicológico, que se mantiene inalterablemente, por lo que sus respuestas ante acontecimientos y situaciones serán bastante previsibles. Así, la `ex' condesa sólo aparece dos veces a lo largo de la novela y siempre para dejar de manifiesto la superioridad de sus conocimientos (fue educada en París) sobre los `españolitos' de Atzavara, a los que supone desde un principio ignorantes en torno a cuestiones de sobra conocidas por ellos como la existencia del periódico francés Le Monde o la forma en la que se come el foie grass, indicaciones que no sentarán nada bien a los protagonistas: − Le Monde, tu connais? La madre que la parió (p. 96). En cuanto al historiador Pau Dosrius, es cierto que no hay capítulo en que no se le nombre, pero siempre será para criticarle por su excesivo enciclopedismo, puesto que no hay conversación en la que no intervenga para demostrar su erudición. Es curioso como las cuatro voces que nos dan a conocer la historia coinciden en esta crítica a pesar de sus diferencias, lo que nos hace pensar que en este caso es la voz del autor la que se cuela en sus afirmaciones, con el objeto de criticar la mera acumulación de saberes, la erudición por la erudición. Dosrius era un banco de datos viviente y mortificante por la extensión y lentitud de sus exhibiciones, acumulaba sabiduría en toda la extensión de sus células (...) un sopor crispado iba extendiéndose a medida que demostraba no sólo conocer la totalidad de la obra de Rubens sino incluso el tamaño exacto de los cuadros y la genética y genealogía de las termitas en aquel momento preciso actuantes contra el preciado legado artístico (p.176). En el primer capítulo, titulado La irresistible ascensión de Vicente Blesa, es Paco Muñoz González el encargado de narrarnos los hechos según su punto de vista. Él llega a Atzavara por casualidad, después de coincidir en un bar de Barcelona con uno de los protagonistas, Vicente, amigo suyo de la infancia y procedente como él del barrio obrero de La Fabriqueta. Este personaje nos servirá para establecer los grandes contrastes existentes entre dos realidades bien diferentes, como son la vida burguesa y la vida proletaria. Paco es una persona conformista, sobre todo en comparación con el resto de los personajes que aparecen en la novela, aunque también hay que tener en cuenta que él no tiene las mismas facilidades que el resto para correr el riesgo de transgredir las normas. No ha tenido la misma educación que los demás, ni por supuesto tiene las mismas facilidades económicas para permitirse ir de veraneo o conocer el último grito de la moda neoyorquina. A él nadie le ha regalado nada en la vida, e incluso tuvo que dejar Andalucía para ir a buscar 5 trabajo a Cataluña con toda su familia, algo impensable en cualquiera de los `alegres muchachos'. Hay una frase que Montalbán pone en boca de Paco, que quizás sea la que mejor ayude a comprender su `filosofía de vida': Yo a veces he querido envejecer de pronto, rápido, para no tener deseos, para resignarme con lo que soy y con lo que tengo. Pero a medida que me hago mayor me doy cuenta de que es una esperanza inútil; siempre se tienen deseos y, lo peor, deseos que jamás podrás satisfacer. Pero yo trampeo bien mis propios fracasos y no me puedo quejar a la vista de cómo les va a otra gente de mi edad entre la que hay mucho derrotado sin trabajo y con muchas ganas de quejarse. Han visto demasiadas películas, demasiada tele y les han comido el coco (pp. 10−11). Paco se asoma por unos días al sofisticado mundo de Atzavara, con una mezcla de excitación y repulsión hacia todo lo que ve. No tardará mucho en descubrir las razones por las que su amigo Vicente ha llegado a pertenecer a un grupo de burgueses intelectuales. Pronto se percatará de que Vicente es la pareja sentimental de Rafa, al que todos consideran el núcleo del grupo. Esto supondrá un gran shock para él, dominado como estaba por las ideas retrógradas y convencionales del sistema: (...) aquellos tíos cocinaban como artistas, con regodeo, exhibiéndose (...). Una cosa es ser cocinero por profesión y otra por instinto. Se es cocinero por instinto como se es maricón por instinto (p. 54). Yo pensaba, si el precio de ir a Nueva York es que te den por el culo, que se metan Nueva York donde les quepa, yo me quedo en La Fabriqueta y veo Nueva York en la tele. Pero ya me di cuenta entonces que había dicho una grosería y que Vicente no se merecía que yo fuera grosero con él, es decir, a los maricones como cosa general, a barullo, que les den morcilla, pero Vicente era Vicente, era un caso concreto, un amigo durante años (...) (p. 68). Deja clara su homofobia, pero a la vez cae en el típico tópico de los que opinan sin saber, víctima de su propia educación tradicional y patriarcal: a él que no le toque un `maricón', pero como Vicente es su amigo, hace el grandísimo esfuerzo de hacer una excepción y dejar de lado su racismo: (...) y así Vicente, indirectamente sabrá que le sigo teniendo, si no afecto, sí consideración o respeto; lo que no quiere decir, eso no, que yo tenga manga ancha ante tanta mariconería como hoy se tolera. Pero a Vicente le conocía y era un tipo respetable (p. 74). Como era de esperar, este personaje no durará mucho dentro del grupo, y cuando se va del lugar, de la misma inesperada forma en la que entró, lo hace dejando su marca personal: Corrí a la habitación que me habían atribuido, metí mis cosas dentro del maletín y antes de dejar la casa entré en tromba en el cuarto de baño de Rafa y Vicente, cogí el tubo de pasta de dientes y escribí con una extraña paciencia sobre el espejo la palabra: Maricones, con una señal de admiración al final, es decir: Maricones! Y luego salí de estampida de aquella casa (...) (p. 73). Gracias a su narración conocemos también a Vicente, un tipo considerado raro en la Fabriqueta porque estudiaba ballet, era muy musculoso y vestía muy a la moda. Quería ser bailarín, y no dudó en introducirse en el grupo para lograr así más rapidamente sus objetivos, de ahí el título de esta primera parte. Se convierte en el amante de Rafa, unos veinte años mayor que él, y es presentado al grupo de Atzavara como su nuevo `socio' en el negocio de la joyería, aunque a nadie se le escapa su verdadera identidad. Vicente es esperado por muchos como una de las atracciones del verano, y él, muy dispuesto siempre, terminará siendo una especie de `mayordomo' para los veraneantes. También nos introduce a Rafa, el cincuentón diseñador de joyas, respetado por todos, centro neurálgico del 6 grupo y uno de los primeros que comenzó a levantar su mansión en Atzavara. Gracias a los siguientes narradores conoceremos la importancia que supone la presentación de su nuevo `socio' como la confirmación en sociedad de su homosexualidad, acallada durante toda su vida. La segunda parte de la novela, titulada Los dos sultanes, es narrada por Montse Graupera, mujer de mediana edad en crisis de identidad una vez traspasada la frontera de los cuarenta (Fue en el verano de 1974 cuando no tuve más remedio que darme cuenta de que me estaba haciendo vieja p. 79) y víctima de la insatisfacción conyugal, profesional y sentimental. Trabaja como profesora de Geografía e Historia en un instituto de la periferia y está medio separada, medio casada con Carlos Basté de Linyola, un importante empresario con futuro político en la democracia (... con el tiempo le haría diputado de Convergència i Unió y uno de los personajes más influyentes de la Organización patronal española p. 153). Montse es una de las `alegres muchachas' malcasadas, algo de lo que ella misma es muy consciente: A veces en la soledad de mi habitación me asalta el deseo de ir a la habitación de Carlos. No es amor. No es nostalgia. Son los reflejos condicionados y en su capítulo hay que apuntar todos los vencimientos de mi melancolía de malcasada con un hombre tan poderoso que no necesita a nadie (...) (p.93). Forma parte de una familia con conciencia de vencedora en la Guerra Civil (Tuve que leer mucho, descatolizarme mucho, para superar mi conciencia de vencedora indirecta de la Guerra Civil p. 98). Pertenece al grupo de mujeres emancipadas, cómplices y confesoras de los `alegres muchachos', en una demostración práctica de la mutua necesidad de solidaridad entre grupos oprimidos: (...) las conversaciones, los chistes, los juegos verbales de segunda o tercera intención que casi siempre nos cruzábamos nosotras con Rafa y sus amigos, conscientes ambos, implícitamente, de que éramos los dos sectores marginados de la comunidad y que el azar y la necesidad nos había hecho coincidir en aquel pueblo lejos de los veraneos prestigiosos (p. 101). Una cuestión sobre la que la narradora vuelve en varias ocasiones, y que a mí personalmente me llama bastante la atención, es el ambiente ficticio que ella vive en Atzavara, como si realmente estuviera actuando ante su propio grupo de `amigos' por el mero hecho de mantener las apariencias burguesas: En cuanto me vieron todas se sumaron al vocerío exagerado y a extremar la alegría del reencuentro como una parodia de afectividad (p. 88). Llenó las copas y propuso un brindis por la amistad, por nuestra amistad, al que contestamos con resoplidos o insultos amables que no le impidieron mantener la mueca de falsa felicidad y apurar la copa de un solo trago (p. 89). Si Luisa es una payasa de alto tonelaje, una actriz de carácter de teatro en verso, Paqui Sans es una payasa chapliniana en el papel de ingenua sorprendida precisamente de su propia ingenuidad (p. 89). A quien no le esconde su rechazo es a Luis Millás, con quien no le une precisamente una estrecha amistad, relación bastante recíproca por otro lado: Me revienta la gente que va por la vida de espectador y Luis Millás estaba en las reuniones sin estar, contemplándonos desde un mirador que él establaecía a su alrededor, como si fuéramos materiales para sus obras de escritor prometedor desde hace veinte años. Además me revienta porque no es conflictivo, pocas veces pelea por algo o para alguien, y cuando lo hace parece como si nos diera una lección de selectividad (p. 96). 7 puede ser fácilmente deducida a partir de la siguiente afirmación de Paqui: La verdad es que el verano terminó plácidamente, sabedoras Ariadna y yo que la historia nos era ajena, que éramos las menos implicadas en aquel drama que parecía una comedia o en aquella comedia que era un drama. Y sin embargo todos me consideraban pendientes de sus crisis y primero me ofrecieron la evidencia de sus cicatrices y luego sus confidencias y despedidas (p. 265). Así, ella será la única que después de la huída prematura de la mayoría de los veranenates, conserve la relación con varios de ellos, y será la encargada de comunicar las noticias sobre sus propias vidas al resto, a modo de intermediaria. Casi al final de su narración se ve obligada a buscar trabajo, confesando que sus únicas cualificaciones son leer, ver, mirar añadiendo ante la insistencia de su interlocutor sonreir, viajar, infundir confianza, afirmando con una caraga de auto−ironía Yo sería la perfecta ex señorita de compañía (p. 270). A pesar de esto (y gracias a la ayuda del ex−marido de una de sus amigas, Montse Graupera) encuentra trabajo como encargada de casos de demanda de adopciones. Será entonces, desempeñando esta labor, cuando aflorarán a la superficie todos los prejuicios y convencionalidades de la aparentemente inofensiva y frágil Paqui Sans, conduciéndonos al inesperado final de la novela, que no desvelaré aquí, digno a mi humilde parecer, del mejor de los guiones almodovarianos. Desenlace: Gran Fiesta del 15 de Agosto de 1974. El 15 de Agosto tendrá lugar la gran fiesta de final de verano, en la que actuaban como anfitriones Rafa y Vicente, sin temerse en ningún momento las consecuencias de la misma. Los invitados comenzaban a llegar, cada uno con su particular aportación para la cena, y eran recibidos por los dueños de la casa con amplias sonrisas. Pronto el alcohol empezaba a correr, en los casos en los que no lo había hecho ya (Yo llegué a la fiesta lleno de whisky y de buenos propósitos y lo veía inicialmente todo con los mejores colores Millás, p. 209) y aquello se convertía `poco a poco' en la fiesta de la subversión de las normas morales establecidas. Los que dieron el primer paso, que para eso estabán allí, fueron los sultanes, incitando a todos los demás a la violación colectiva del tabú, haciendo gala de una ramplante bisexualidad: Y fueron los sultanes los que empezaron a ponerlo todo patas arriba al provocar a las parejas estables, fueran heterosexuales u homosexuales (p. 148). Mientras Paolo retozaba con Sebas, su pareja Pepe lloraba desconsolado observándoles. Montse Graupera se unía más tarde dando vida a un extraño menage a trois, que no duraría mucho, pues no tardó esta última en salir huyendo semi desnuda de aquel carnaval con público en el que se había metido. Incluso el voyeur Millás se pasaba al lado frívolo y correteaba detrás de la Condesa Austríaca buscando algo más que conversación, hasta que ésta le paró los pies y volvió a su actividad tradicional de observador de cada una de las comedias que se producían al mismo tiempo en la casa. En otra parte de la casa, Rafa redescubría su heterosexualidad con la inestimable ayuda de su amiga Pruden, ante la horrorizada mirada de su enamorado Vicente, que tampoco tardaría mucho en salir huyendo de allí. Ya a este tiempo se había producido un nuevo cambio de parejas y Sau el arquitecto cambiaba a su primo el concertista por un sultán, mientras el concertista se besaba con Sebas el marroquinero (p. 217). Y por si fuera poco Dosrius tocaba al piano el Cara al sol, mientras Luisa y Paqui bailaban sevillanas en la parte superior de la casa. 10 Los resultados de todo aquello fueron que sólo se quedaron a pasar el resto del verano en Atzavara Rafa y sus amigos, Luisa Sanglas y Paqui Sans. Al año siguiente faltaron muchos de los veraneantes más importantes y asiduos dentro de la colonia. El grupo se había disuelto y muchos perdieron el contacto entre ellos. Parejas estables como Millás e Irene, Gratacós y Sau, Postius y Berta se divorciaron. También se consumó el divorcio anunciado de Montse y Carlos (a estas alturas Carles) y el de Luisa Sanglas y Arturo. Este último de obligada necesidad, puesto que sólo un año después algunos de los habitantes de Atzavara recibirían la invitación para la boda de, nada más y nada menos, Luisa y Rafa. La consecuencia más inmediata del enlace es que no se volvió a saber nunca jamás de Pruden y Vicente (salvo alguna excepción). III) MARCO DE LA ACCIÓN: ESPAÑA TARDOFRANQUISTA El Mayo francés fracasó a nivel político pero triunfó a nivel ideológico. Fue un triunfo que no llegó a materializarse en un gobierno revolucionario o en una verdadera revolución social, sino en la aparición de un nuevo pensamiento en Occidente, en plena transición entonces hacia una nueva era posindustrial y por tanto posmoderna. Pero en España teníamos pendiente nuestra propia transición, la transición hacia la democracia. Estábamos en el posfranquismo, pero Franco todavía no había muerto. Este desfase entre las dos transiciones nos proporciona la clave de lo que ocurrió en España en aquellos años. Montalbán lo refleja de esta forma en su novela a través del escritor Luis Millás: Juzgado con perspectiva, los que nos considerábamos mediada la decada de los setenta a salvo de las destrucciones implícitas el desmadre del 68, no habíamos calculado que el tradicional retraso con el que siempre han llegado las novedades a España se acrecentaría entre 1974 y 1977 con el clima de apertura y cambio de piel que introdujo la transición (p. 197). El año 1969 fue un año políticamente clave por los acontecimientos que se produjeron: el estado de excepción, el cambio de gobierno y, sobre todo, la designación de don Juan Carlos como príncipe heredero. Todos estos hechos marcan el comienzo de lo que podríamos llamar `pretransición'. Se inicia el ocaso de régimen. Esta pretransición alcanzaría su punto de inflexión y su momento más dramático con el asesinato del Presidente del Gobierno, Luis Carrero Blanco, en diciembre de 1973. El propio López Rodó estima que con la muerte de Carrero Blanco concluye el régimen de Franco. Es en este periodo de pretransición cuando surge en nuestro país la utopía libertaria, procedente del Mayo francés, que se desarrolla en España en los primeros años setenta, y que permitía soñar con un futuro revolucionario. La propia `revolución de los claveles' portuguesa, de la que ya hablábamos al principio de este trabajo, así como los acontecimientos que se estaban dando en nuestro porpio país, daban alas a aquellos sueños. Pero, muerto Franco y con el proceso democrático ya en marcha, este pensamiento libertario y revolucionario, tan activo al comenzar la decada, comienza a desvanecerse lentamente. Muchos de los escritores que parecían estar destinados a jugar un papel importante en aquella transición, se refugiaron en su propia historia, en su propia memoria. Faltó en la transición española esa autoridad moral que, en determinados momentos de la historia, debe ejercer la clase intelectual como contrapeso al poder político, para alejar el pensamiento de la clase política de que aquella transición era, exclusivamente, cosa de ellos. La clase política creyó que el proceso de transición estaba exclusivamente en sus manos, que no tenía por qué contar con los demás, que ellos eran los gestores de un proceso que el pueblo español se encargaría más tarde de refrendar con sus votos. Pensaban que la opinión pública se expresaba única y exclusivamente a través de las consultas electorales. Confundieron `votación' con `participación', como si la única manera de participar en aquel proceso fuera por medio de las urnas. Los beneficios a corto plazo de esta situación fueron el acercamiento entre personas y partidos de tendencias 11 opuestas, un hecho impensable unos meses antes de la muerte de Franco. Las dos opciones políticas que parecían irreconciliables a su muerte: reforma y rutura, se amalgaman a los pocos meses en una sola propuesta, la `ruptura pactada', que pocos meses después quedaría pactada en la nueva Constitución. El error fue confundir esa reconciliación de la clase política con una verdadera reconciliación nacional. Este particularismo de la clase política indujo a una prepotencia por su parte, a la creencia de que, una vez que hubieron accedido al poder, el estado se convertía en su propio coto privado. El silencio de los intelectuales propició a su vez lo que se conoce como el `espíritu del desencanto', es decir, como si la transición no hubiera dado de sí todo aquello que prometía, como si la función del pueblo fuera la de recibir, de forma pasiva, los beneficios de la transición, en lugar de participar activamente en ella. Es en este mismo momento cuando se inició también el olvido, la pérdida de la memoria, la amnesia, que se extendería hasta más allá de la década de los ochenta. Los franquistas debían olvidar su pasado y debían hacer, por supuesto, que los españoles lo olvidaran también. Los antifranquistas también precisaban del manto del olvido. Los socialistas del PSOE debían olvidar sus `cuarenta años de vacaciones'. Recuperación de la memoria histórica. Cuando los partidos, la sociedad política, aplicaron la política del consenso (y del olvido), lo hicieron frente a una sociedad hastiada de dictadura, pobreza y aislamiento. El premio por este olvido fue la `modernización' de España, su incorporación a Europa. La transición permitió dejar atrás una dictadura, pero nunca se debió haber ofendido con el olvido a tantas víctimas. Frente a este comportamiento social se alzaron algunas voces, para las que la recuperación de la memoria se convirtió en uno de los aspectos temáticos más importantes. Una de esas voces fue la de el autor de la novela en la que se basa este estudio, Manuel Vázquez Montalbán, que llevará acabo esa recuperación a través de la crónica sentimental de los últimos años de la dictadura desde una eticidad crítica contra el poder. Sus textos siempre han reflejado un espíritu profundamente desencantado con la sociedad del posmodernismo y los grandes cambios, siendo también constantes en su obra la toma de posturas críticas con el orden establecido, y la mirada nostálgica e irónica hacia un pasado y una ideología ya perdidas. Como afirma el periodista Txus Iribarren Corera en una entrevista, la recuperación de la memoria histórica puede servir de contrapeso a la Historia única y oficial que nos han contado, no hay una verdad absoluta, sino que ésta se forma con muchas verdades particulares, puntos de vista, vivencias. De esta forma, a partir de 1980 hasta nuestros días, se han publicado en España algunas novelas que van a tener como denominador el tema de la Guerra Civil y la posguerra desde el punto de vista del bando derrotado. Todas estas novelas se inscriben en la necesidad de la sociedad española de conocer una parte de la historia de España silenciada por el bando de los vencedores y en ese sentido reivindicar la memoria civil de los últimos setenta años. En una mesa redonda titulada `La memoria histórica' celebrada con ocasión del II Ciclo FIES (Fundación de Investigaciones Educativas y Sindicales) sobre cultura, política y educación, el escritor Javier Reverte opinaba que la reconstrucción de la memoria es necesaria, sobre todo para desenmascarar la `memoria falsificada'. El mismo autor se refería a la literatura como recurso para moldear el pasado. Al recordar el franquismo, Reverte habló de un periodo que representó la mutilación de muchas cosas, como que no pudiéramos tener acceso a un pensamiento crítico y sí a un pensamiento único. Es necesario revisar el pasdo y sacar a la luz las partes oscuras. Otra de las participantes en en la mesa redonda, la tristemente fallecida escritora Dulce Chacón, consideró que nos han contado la historia partida por la mitad a lo largo de muchos años. También incidió en el hecho fundamental de construir nuestra memoria con la voz de todos. Por su parte, el también escritor José Manuel Caballero Bonald dijo que la memoria histórica es la única memoria que no se olvida, porque en ella permancen las ideas. IV) RECUPERACIÓN DE LA MEMORIA EN MANUEL VÁZQUEZ MONTALBÁN. De esta forma, Manuel Vázquez Montalbán recupera, en su novela Los alegres muchachos de Atzavara, la 12 existió, sin embargo, fue el lugar por excelencia de las confabulaciones, los proyectos y las juergas. El escritor Enrique Vila−Matas relata en una simpática anécdota su relación con la gauche divine. Cuenta como, un mes excaso después de haber entrado a trabajar en la revista Fotogramas, le fue encargada la `chismosa' sección de Oído en Bocaccio, donde su labor consistía en ir todas las noches al lugar favorito de la gauche, espiar con disimulo lo que allí escuchaba, para después publicarlo sin escrúpulos. La sección no iba firmada, era un trabajo anónimo un tanto peligroso en cualquier caso, pues existía el evidente riesgo de ser desenmascarado y apaleado. Recuerda que los personajes a los que espió de forma más `continuada y recalcitrante' fueron Pere Portabella, Gil de Biedma, Serena Vergano, Terenci Moix, Óscar Tusquets, el conde de Sert, Teresa Gimpera, Jaime Camino, Román Gubern y Juan Benet. Vila−Matas afirma que aquella hipotética gauche divine fue su universidad: En menos de dos meses conocí a una serie de gente creativa en múltiples campos y que nada tenía que ver con mi mundo familiar o con el que frecuentaba en las aulas de Derecho o Periodismo, dos templos del saber de los que, a medida que fui teniendo más trabajo, me vi obligado, sin nostalgia alguna, a ir dejando atrás. Se aprendía más teniendo acceso a una breve conversación con Gil de Biedma o con Maruja Torres que asistiendo todos los días del año a clases de Derecho Civil. Los protagonistas de Los alegres muchachos de Atzavara también suelen acudir a la discoteca de la gauche. Es Ariadna la que hace esta referencia, aludiendo a que `ha encontrado' a sus invitados especiales y contraculturales para el verano allí: −Ariadna, guapa, ahora que no están, dinos de dónde los has sacado. −Les conocí en Bocaccio. Iban con otros y alguien de mi grupo les conocía. Me parecieron dos tipos muy inteligentes. El pintor ha vivido un par de años en San Francisco y el poeta me parece que quedó un año finalista en el Premio Adonais (p. 138). Esther Tusquets publicó hace unos años Con la miel en los labios, novela en la que narra un amor entre dos mujeres pertenecientes a la burguesía catalana en la Barcelona de 1974. La autora defiende a la gauche divine y lo que representó, en tanto que fue un movimiento estimulante, interesante y positivo, aunque la editora reconoce que se trataba de gente de izquierdas que vivía con cierta frivolidad. Su libro es, en este sentido, caricaturesco, incluso despiadado con algunos de los personajes. El retrato es, a veces, el de universitarios de clase bien que, entre copa y copa o entre proyección del Potemkín y proyección del Potemkín, discutían cuál era la vía idónea al socialismo: si la cubana o la china. Esta cierta frivolidad provocó no pocos resquemores entre los sectores más dogmáticos del antifranquismo. Su comportamiento llevaba consigo un afán de gozar de la vida que hasta entonces les había sido prohibido, por lo que muchos moralistas entonces y, aún hoy, trataron de desprestigiar y de vilipendiar, tal vez porque, como muy bien dijo Terenci Moix, nunca fueron invitados a la fiesta. También solía darse el caso, como muy bien señala Ana María Moix en 24 horas con la Gauche Divine, de criticarles al mismo tiempo que se hacía lo imposible por tratar de pertenecer a ella: Un joven poeta catalán dice que hay que hacer la revolución aunque sólo sea para cargarse a toda la gauche divine. Oiga, joven −le espeta alguien−, la revolución tiene cosas más importantes que hacer. Pero el joven sigue diciendo que hay que acabar con la gauche divine. Es usual oirle despotricar contra la gauche divine tomando copas con la gauche divine en Bocaccio, en el Pub de la calle Tuset y en las presentaciones de libros de editoriales de la gauche divine, mirando de reojo y ruborizado, el escote de Beatriz de Moura, las piernas de Rosa Regàs o el culo de Teresa Gimpera (p. 50). Carina Farreras, actriz y una de las musas del grupo, relaciona a la gauche divine con dos palabras: la creatividad y la libertad. Explica en una entrevista como vivíamos al margen de la moral franquista y pensábamos sólo en divertirnos. Éramos un grupo muy selectivo, donde no entraba todo el mundo, sólo gente creativa, ya fueran modelos, intelectuales o ricos, que nos podíamos permitir viajar, ir en barco o montar fiestas especiales. Su lema era: felicidad, trabajo y libertad. Este carácter de `grupo selectivo' queda perfectamente reflejado en la novela de Montalbán, gracias a la presencia de Paco y Vicente, ambos 15 procedentes de la clase obrera y que no terminan de congeniar con el grupo de intelectuales de Atzavara. El primero no durará más de tres días en el pueblo, mientras que el segundo, pese a los esfuerzos llevados a cabo para poder integrarse, acaba humillado y medio expulsado de la colonia. Por su parte, la periodista Clara de la Puente les define como guapos, esnobs y sofisticados, jóvenes que pensaban `á gauche' y vivían `á droite', que leían Fotogramas y Tele−eXpres, llevaban una vida nocturna activa pero, durante el día, daban el callo como perfectos profesionales (editores, periodistas, cineastas, escritores, cantantes, pintores, modelos, intérpretes, fotógrafos...). Fueron envidiados, imitados, criticados y, finalmente, mitificados. Eran la versión catalana del `radical chic' que tan bien retrató Tom Wolfe. La libertad sexual jugó un papel importante en esta `tribu mediterránea', denominación de la relaciones públicas de Bocaccio, Ana Maio. Era una de las características de la época. Era `la época', la coincidencia de corrientes que desembocaron en algo esencial: la liberalización de las costumbres y del pensamiento. Pero liberalización en un sentido que no sólo implicaba libertad sexual, sino algo más profundo que apuntaba, por un lado, a la vida cotidiana, y, por otro, a la ideología, o mejor, a las ideologías imperantes: un franquismo que se iba, pero que tenía sucesores, y una dogmatización de la izquierda totalitarista. La editora Esther Tusquets, sin embargo, rechaza, o ve con otros ojos, uno de los mitos del momento, el exceso de libertad individual. Afirma con rotundidad que la idea de que los universitarios de la época, hacían el amor con total libertad no es cierta. Había muchos tabúes y aún hoy los continúa habiendo. Lo que es innegable es que realmente fue uno de los mitos del momento, y un dato de relevante importancia para todos aquellos que se sentían parte de la gauche. Rosa Regàs afirma que para poder pertencer a ella había que creer firmemente que la libertad sexual era posible y practicarla en la España de los sesenta. Su hermano Oriol califica de inadmisible ser virgen para poder formar parte de su grupo. Toda esta libertad, o libertinaje sexual en su defecto, aparece perfectamente reflejado a lo largo de toda la novela Los alegres muchachos de Atzavara a través de los juegos sexuales que protagonizaban las fiestas nocturnas de los protagonistas: Parecían obligados a demostrar a los jóvenes recién llegados que no necesitaban sus lecciones y estaban algo alocados proponiendo juegos prohibidos, por ejemplo, un concurso de besos en la boca, a ver quién aguantaba más, chico y chica, naturalmente (p. 112). Montalbán aprovecha para hacer una crítica hacia el comportamientos de esta gente, ya que por una parte presumían de su libertad sexual, pero por otra no eran capaces de admitir ante su grupo su homosexualidad, como era el caso de `los alegres muchachos', decididos la mayor parte del tiempo a hacer gala de su supuesta heterosexualidad. (...) y a veces contestaban adoptando maneras de latin lovers y fingiendo una peligrosidad heterosexual torpemente ejercida mediante manoseos de zonas no erógenas y algún beso con lengua sostenida, beso de concurso para batir el récord mundial de enfundado de lengua (p. 183). La misma importancia se le daba al hecho de ser físicamente atractivo para poder integrarse en el selecto grupo. El mismo Oriol habla de que no se puede ser totalmente antiestético. Beatriz de Moura dice directamente que no se puede ser feo, y que hay que ser guapo. El fotógrafo Orio Maspons opina que hay que estar bastante bueno en algún aspecto. Por su parte, el pintor Albert Ràfols Casamada pone como condición principal ser hermoso. Manuel Vázquez Montalbán no ocultaba su opinión sobre la gauche divine, a la que calificaba como un movimiento de hijos de papá, pijos y burgueses que iban de izquierdas, sin militar en ningún espacio político que se enfrentará a Franco. De aquel movimiento siempre escribió despectivamente. Como cuando se burló de la combinación que llevaba Rosa Regàs en una fiesta, según recuerda Beatriz de Moura en un libro sobre la Gauche. Decía también de ellos que eran gente de izquierdas que trataban de vivir como gente de derechas. Lo que más les criticaba era su falta de compromiso, ya que todos ellos se reunían bajo la ideología del antifranquismo sin ir más allá. Así queda patente en alguna de las frases de la novela Los alegres muchachos 16 de Atzavara: Pero sobre todos ellos funcionaba el mecanismo solidario del antifranquismo como suprema opción ideológica aplazadora de compromisos políticos más clarificadores (p. 181). Estas gentes de Atzavara son personas muy normales, mucho más normales de lo que se creen o de lo que quisieran ser. Pero este verano parece como si fueran otros. Franco se está muriendo y eso impresiona mucho, sobre todo a esta gente fronteriza que no ha hecho gran cosa para demostrar que era antifranquista, pero que ahora descubre en sí misma un antifranquismo que le excita (...) Un pedazo de tiempo en el que algunos creyeron que todo estaba permitido, incluso aquello que más tarde o más temprano les avergonzaría (p. 261). Esta caractéristica suya puede ser, en mi opinión, una de las más importantes y decisivas a la hora de propiciar la `desaparición' del movimiento colectivo, puesto que una vez muerto Franco y comenzado el camino hacia la transición, ya no valía ser `simplemente' antifranquista, sino que había que definirse más claramente, identificarse con una de las múltiples opciones que nos ofrecía la democracia, y fue en este momento cuando quedó más de manifiesto la falta de compromiso de muchos de los integrantes. Esta situación histórica quedó resumida en el irónico lema montalbiano de Contra Franco estábamos mejor. Otro dato simbólico de importancia, es cómo Montalbán sitúa en este mismo momento, el final de su novela, haciendo referencia quizás al propio final del mito de la gauche divine. Aprovecha Montalbán este final para dejar constancia del impotente sentimiento de desencanto ante la realidad que tanto le caracterizaba, y que es la tónica general de toda la novela, y que provocó esta demitificación de la contracultura. Toda la novela propone una mirada crítica a aquellos presupuestos revolucionarios de la generación del 68 que fracasaron porque no se pudo o no se quiso llevar adelante. Se plantea así el divorcio entre teoría y práctica, entre ética y estética, y el conflicto entre los deseos y la realidad de unos personajes que no son capaces de llevar sus principios hasta el final, quizás por la propia falsedad o fragilidad de sus principios. Así, a pesar de sus enormes ambiciones artísticas y literarias, muchos de los protagonistas acaban convirtiéndose en funcionarios de cultura en pueblos de provincia, como los `contraculturales' sultanes Paolo y Donato, concejales, etc, poniendo fin a sus sueños de jueventud, que no fueron más que eso, sueños. Toda esta crítica de Montalbán hacia la gauche divine se recoge, sin ningún tipo de censura ni eufemismos, en su artículo Informe subnormal sobre un fantasma cultural, que por su enorme valor dentro de este estudio, creo que merece la pena recoger de forma casi íntegra: Las señas de identidad del fantasma de la gauche divine están condicionadas en parte por una precipitada, y algo malintencionada, lectura de Françoise Sagan y por esa tendencia hispana al voyeurismo. Orden de busca y captura. Retrato robot de la gauche divine: Ellas: algo frescas, rubias, melenas lacias; no llevan combinación larga; miran a los hombres de abajo arriba y a las mujeres de arriba abajo; les encanta el Ché, Bellocchio, Charlie Brown; comentan entre ellas el censo y eficacia de sus partenaires sexuales; van a Perpiñán, a Andorra, a París a ver cine; a Londres a ver trapos; suelen desengañarse matrimonialmente en plazos que oscilan desde los tres días a los siete años (nunca pasan de los siete años); tienen hijos rubios, inteligentes y ocurrentes, partidarias del unisexo... masculino; se pirrian por las experiencias comunales de los hippies, pero rechazan todo conato de postergación del desodorante; les chifla la guerrilla, odian la maxifalda; partidarias de la revolución sexual; no saben cocinar, trabajan como editoras, traductoras, agentes de relaciones públicas o montan boutiques, librerías, discotecas o escriben para revistas implícita o explícitamente progresistas. Ellos: son arquitectos, escritores, antologistas, novelistas, poetas, periodistas, cineastas, médicos, abogados (muy pocos laboralistas); visten jerseys cisne y chaqueta de ante, partidarios del unisexo... femenino; si se compran un coche que exceda al Mini, se lo compran rojo; les encantan las guerrilleras palestinas, van a Calpe con sus planes de fin de semana y a Marruecos con los planes más duraderos, llaman al psiquiatra para 17 GARCÍA GUERRERO, Víctor, entrevista a Manuel Vázquez Montalbán, Abaco, nº 32−33, p. 143−146. IZQUIERDO, José María, Memoria e identidad en tiempos de amnesia: Manuel Vázquez Montalbán y Julio Llamazares. LÓPEZ RODÓ, Laureano, La larga marcha hacia la Monarquía, Noguer, 1977, Barcelona. MOIX, Ana María, 24 horas con la Gauche Divine, Lumen, 2001, Barcelona. MORODO, Raúl, La transición política, Tecnos, 1984, Madrid. RIAMBAU, Esteve & TORREIRO, Casimiro, La Escuela de Barcelona: el cine de la gauche divine, Anagrama, 1999, Barcelona. 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