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Análisis de las identidades étnicas como construcciones ideológicas, Apuntes de Psicología

EtnologíaAntropologíaEstudios de la migraciónSociologíaEstudios culturales

Este ensayo analiza las identidades étnicas desde una perspectiva constructivista, considerándolas como ideologías que surgen de la interacción entre grupos cultural y socialmente diferenciados. Se abordan diversas teorías y perspectivas sobre el tema, y se destaca la necesidad de diferenciar las identidades étnicas de otras formas de identificación social. El autor también explora la relación entre identidad étnica y acción política, y la importancia de comprender las identidades étnicas en su contexto relacional.

Qué aprenderás

  • ¿Cómo se diferencian las identidades étnicas de otras identificaciones y condiciones sociales?
  • ¿Qué perspectivas teóricas se presentan en el ensayo?
  • ¿Qué es lo que el autor quiere demostrar con el ejemplo de los inmigrantes vascos en distintos países?
  • ¿Qué significa la identidad étnica según el autor?

Tipo: Apuntes

2015/2016

Subido el 13/06/2016

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¡Descarga Análisis de las identidades étnicas como construcciones ideológicas y más Apuntes en PDF de Psicología solo en Docsity! 28 avá Nº 9 /Agosto 2006 L os laberintos de la identidad. Procesos identitarios en las poblaciones indígenas Miguel A. Bartolomé 1 "Nadie puede probar que es más que sólo diferente" Fernando Pessoa (2004:156) 1 Antropólogo. Profesor-Investigador del Instituto Nacional de Antropología e Historia de México, adscrito al Centro INAH de Oaxaca. Este ensayo forma parte de una obra mayor aún inédita sobre los procesos inter- culturales contemporáneos en América Latina de próxima publicación en la Editorial Siglo XXI. E-mail: bar- bar2@prodigy.net.mx Fecha de recepción: Noviembre 2005 Fecha de aprobación: Febrero 2006 Resumen Este ensayo trata de las identidades étnicas, entendiéndolas como construcciones ideológicas deri- vadas del contraste entre grupos cultural y socialmente diferenciados, a las que no se puede enten- der de manera independiente de los contextos estatales e interétnicos en los que se desarrollan. Propongo una breve presentación de algunas de las perspectivas teóricas consideradas más rele- vantes y destaco que en realidad no son tan excluyentes como se suele pretender, ya que en con- junto contribuyen al desarrollo de una teoría general de la identidad. En aras de una cierta pre- cisión conceptual propongo diferenciar a las identidades étnicas de otras identificaciones y condiciones sociales que suelen ser englobadas bajo un común denominador identitario. Concluyo exponiendo los discursos indígenas de la identidad: tanto los que emergen de los propios códi- gos simbólicos para dar cuenta de la singularidad de cada grupo, como de aquellos orientados a hacer explícita la argumentación de la diferencia étnica hacia el exterior. Palabras clave: Identidad étnica - Etnicidad - Identificaciones - Indígenas América Latina. Abstract This essay concerns the topic of ethnic identities understanding them as ideological constructions derived from the contrast between cultural and socially diferentiated groups. These identities can not be understood separate from the state and interethnic contexts in which they were developed. I propose a brief presentation of some of the most important theory perspectives emphasising that in reality, they are not as exclusive as they pretend to be, instead, I think that combined, they contribute to the development of a general identity theory. Focusing in the conceptual pre- cision that our social sciences need, I propose to diferentiate the ethnic identities from another identifications and social conditions that commonly are categorized together. I conclude exposing the distinct indegenous identity conceptions; the ones that emerge from their own simbolic codes to demostrate each group's singularity and the ones oriented to show the eth- nic diferentiation with the outside world. Key words: Ethnic identity - Ethnicity - Identifications - Latin American indegenous. 29 Las identidades étnicas Hace algunos años publiqué un libro sobre las identidades étnicas en México (1997), cuya argumentación teórica sigo considerando que puede ser generalizable a los distintos con- textos indígenas de América Latina. En él planteaba, retomando a Roberto Cardoso de Oliveira (1976), que la identidad étnica se construye como resultante de una estructuración ideo- lógica de las representaciones colecti- vas derivadas de la relación diádica y contrastiva entre un "nosotros" y un "los otros". Nos encontramos enton- ces en el ámbito de la ideología y no de la psicologia social, aunque ésta con- tribuya a informar a las ideologías. De todas maneras, y desde la óptica etno- gráfica, lo que nos interesa conocer son las conductas, los eventos menta- les comunicados a través de la acción social, y no tanto sus condicionantes psicológicos a los que difícilmente podamos acceder con cierto grado de certidumbre empírica. Es por ello que una teoría de la identidad étnica no requiere sólo de prolijas aproximacio- nes hermenéuticas, sino también de constataciones provenientes tanto de la observación como de la interrogación. La identidad étnica es una construc- ción que realizan tanto las sociedades para expresar su alteridad frente a otras y ordenar sus conductas, como el mismo antropólogo que pretende vis- lumbrar las identificaciones sociales que se hacen inteligibles en los con- textos interétnicos. El discurso explí- cito de la identidad, del que no está ausente la retórica, cobra mayor senti- do al visualizar los comportamientos que genera; esto no implica que los aspectos discursivos no sean legítimos en sí mismos, sino que la narrativa identitaria no puede ser entendida al margen de la historia y el contexto social dentro de los cuales se constru- ye. Es por ello que los movimientos etnopolíticos se constituyen en campos privilegiados para analizar a las identi- dades en acción: es decir cuando la identidad étnica se manifiesta como etnicidad, como una adscripción tota- lizadora que orienta las conductas sociales y políticas y que puede llevar a confrontaciones radicales. Cabe entonces distinguir desde un primer momento a la identidad étnica como representación social colectiva, de la etnicidad entendida como identidad en acción, como asunción política de la identidad. Quizás una distinción inicial rele- vante dentro de las perspectivas con- temporáneas referidas a las identidades étnicas y la etnicidad, radica en dos grandes propuestas. Por un lado están aquellos que las consideran como un fenómeno histórico ligado a la moder- nidad o a la globalización, es decir con- secuencia de un planeta sometido a una acelerada dinámica de cambios que provoca la emergencia contestataria de culturas alternas. Por otro lado, estarí- an aquellos que la perciben como un fenómeno "natural", como un dato empírico de la realidad, cuyos orígenes no son tan significativos como sus manifestaciones actuales. Como suele suceder, en realidad ambas perspecti- vas no son excluyentes. La expansiva globalización occidental genera con- frontaciones étnicas y permite una rápida visualización de sus manifesta- ciones, pero dudo mucho que en los conflictos entre incas y mapuches del siglo XV estuvieran ausentes la dimen- sión étnica de ambas sociedades; que fuera casual que los nahuas imperiales Miguel A. Bartolomé /Los laberintos de... 32 avá Nº 9 /Agosto 2006 Ranger (1983) o las "comunidades imaginadas" de B. Anderson (1993). Pero los constructivistas a ultranza tienden a ignorar el hecho de que etnias y naciones no son unidades equivalentes, aunque constituyan comunidades etnoculturales que pue- dan ser similares por poseer identida- des exclusivas. La mayor diferencia radica en que la nación es una colecti- vidad de identificación construida por un Estado y sus aparatos hegemónicos, en tanto que las etnias carecen, por lo general, de las posibilidades de una intercomunicación generalizada que favorezca compartir tradiciones inven- tadas, o imaginar una existencia comu- nitaria que en realidad que se da cara a cara, aunque puedan afirmar una ima- ginaria ancestralidad compartida. Los seguidores del constructivismo intentan destacar el carácter procesual del desarrollo de las ideologías étnicas, que tienden a asumir referentes emble- máticos, tanto materiales como sim- bólicos, para legitimarse ante los gru- pos con los cuales se confrontan, por lo que se trataría de identidades que pueden llegar a ser independientes de la realidad, y que en ocasiones res- ponden más al mito o a la fantasía (H. Vermeulen y C.Govers,1997). Sin embargo este análisis no repara en que lo imaginario es parte constitutiva de toda sociedad y que lo "no existente" desde una óptica positivista, puede lle- gar a determinar las orientaciones sociales con más fuerza que muchos datos fácticos. No creo que ningún antropólogo contemporáneo que haya estudiado la religión de una cultura alterna, se permita hablar de "dioses inexistentes" o de "falsas creencias", viendo como influyen en las conduc- tas, aunque él pueda declararse agnós- tico o ateo. De hecho, al minusvalorar el papel no voluntario y comunitario de las representaciones colectivas en la configuración a las identidades étnicas, los autores que abusan del "construc- tivismo" pueden llegar a desenvolver- se dentro de una gran ambigüedad conceptual que no refleja la realidad; ya que de acuerdo a sus perspectivas la etnicidad se podría construir para cual- quier propósito y, al parecer, de mane- ra independiente al sustento que le otorguen sus específico referentes culturales. Al enfatizar los enfoques contextuales y sincrónicos, olvidan la historicidad de los protagonismos étnicos y sus cambiantes patrimonios culturales, limitándose a caracterizarlos como procesos de corto alcance, guia- dos por intereses incidentales cuya legi- timidad o "racionalidad" puede inclu- so llegar a ser cuestionada. Otra perspectiva teórica ligada al constructivismo sería la instrumentalista, tendencia en cierto modo predomi- nante a partir de las propuestas de N. Glazer y D. Moyniham (1975) y de A. Cohen (1974,1982). Para los instru- mentalistas, la identidad étnica es bási- camente un recurso para la moviliza- ción política, dentro de la cual es manipulada para obtener determina- dos fines. Así Glazer y Moyniham, fue- ron unos de los primeros en señalar que un grupo étnico funciona precisa- mente como un grupo de interés (1975:4). Un autor clave del instru- mentalismo es A. Cohen, quien define taxativamente al grupo étnico como una colectividad con intereses en común y que manipulan sus formas culturales (parentescos, mitos, ritos, etc.) para competir o defender dichos intereses (1982:308). Se trataría bási- camente de grupos en interacción con 33 otros que no poseen un sistema polí- tico compartido, pero que se distin- guen por el hecho de ser culturalmen- te diferenciados y manejar sus propios sistemas simbólicos (op.cit.:318). Los estudios monográficos de Cohen demostraron que las identidades étni- cas pueden manipularse, pero no dicen mucho sobre el hecho de que son previas y posteriores a su mani- pulación. En realidad, tal como lo apunta T. Eriksen (1996), Cohen recu- rre a una perspectiva estructural-fun- cionalista dentro de la cual la etnicidad aparece como un fenómeno histórico contingente y no como un dato en sí misma. Sin embargo, algunos encon- traron en el instrumentalismo una explicación posible para los compor- tamientos étnicos en ámbitos migra- torios urbanos y lo consideraron gene- ralizable a todos los contextos. Así, por ejemplo, para A. Pizzorno (1983) la identidad colectiva (etnicidad) es una condición a la que se recurre para eva- luar los costos y beneficios de la acción social, y que, en tanto orientación hacia un "mercado" político, supone la competencia entre grupos con distin- tas posiciones de poder2. Esta pers- pectiva, que se basa en la teoría parso- niana de la acción social, es más aplicable al desarrollo de grupos de interés que a las colectividades étnicas, aunque éstas también puedan compe- tir por recursos. Los anteriores no son los únicos autores que confunden a los grupos étnicos con grupos de interés Tal es el caso de M. Hechter (1996), quien vin- cula la etnicidad a la teoría de la elección racional (cálculo de costos y beneficios) de manera un tanto mecánica, desta- cando que la acción social colectiva sólo se produce cuando los individuos esperan obtener un beneficio de sus conductas dentro del sistema corpo- rado, atribuyendo a la elección racional la capacidad de ser la única capaz de explicar cambios en los comporta- mientos colectivos. La perspectiva instrumentalista es llevada a nivel exponencial por el utilitarismo indivi- dualista de M. Banton (1983), el que sostiene que los grupos étnicos no serí- an sino asociaciones de individuos construidas para competir por bienes en disputa, en una situación de mer- cado en la cual las personas pretenden obtener ventajas de acuerdo a una eva- luación de los costos y los beneficios. Así como la lógica constitutiva de los estados nacionales ha sido utilizada como argumento de definición por oposición para conceptualizar a los grupos étnicos, la proyección etno- céntrica del utilitarismo pretende que la lógica individualista del capitalismo occidental acceda al rango de una lógi- ca universal. Estas propuestas, origi- nadas en los estudios de la competen- cia entre grupos étnicos en ámbitos urbanos, tienden a minusvalorar las distintas axiologías contrapuestas y sus sistemas de valores involucrados, así como la presencia de diferentes lógicas Miguel A. Bartolomé /Los laberintos de... 2 Muchos son los ejemplos etnográficos de la poca credibilidad de esta perspectiva reduccionista, pero qui- siera citar uno proveniente de la tradición europea y que refiere a los inmigrantes vascos en distintos países y que arriba a la siguiente conclusión "...Los resultados de los datos demuestran que los vascos no escogen man- tener su 'etnicidad' por beneficios económicos, ni están haciendo demandas políticas para un reconocimien- to o trato especial en ninguna de las comunidades en donde están congregados en distintos países. El mante- nimiento de la identidad étnica en las comunidades vascas de la diáspora sigue argumentos sociológicos y psicológicos de pertenencia a un grupo..." (G. Tototicagëna, 2003:39). 34 avá Nº 9 /Agosto 2006 culturales que no pueden ser exclusi- vamente reducidas a la lógica de la ganancia. Las minorías étnicas porta- doras de religiones perseguidas, la reproducción de tradiciones étnicas sancionadas por los estados, la dispo- sición de individuos o grupos a morir por sus valores culturales, contradicen la lógica de la ganancia. Incluso, en su expresión extrema, el instrumentalis- mo se utiliza con frecuencia para des- calificar la presencia de actores étnicos en los escenarios políticos, traducien- do sus demandas, y su misma existen- cia, a la disputa por intereses coyuntu- rales. Finalmente, dentro de un listado necesariamente breve e incompleto, ya que no es posible dar cuenta de la gran cantidad de matices diferenciales exis- tentes en autores que son aquí esque- máticamente tratados, tendríamos el enfoque generativo3 o interaccionista acu- ñado por Fredrik Barth (1976 [1969]) y ampliamente difundido por su carác- ter dinámico e interactivo. Barth diso- cia al grupo étnico de la tradicional relación con una cultura específica, y lo propone como una forma de organi- zación orientada a regular la interac- ción social a través de la presencia de fronteras a la interacción, a la vez que genera categorías de autoadscripción y de adscripción por otros. Se trata entonces de un tipo organizacional, cuyos referentes culturales son alta- mente variables, por lo que las identi- ficaciones étnicas resultantes no se vin- culan necesariamente con un patrimonio cultural exclusivo. La cate- goría "frontera" aparece así como un rasgo fundamental de lo étnico, ya que la misma existencia del grupo depen- de de la persistencia de sus límites. Las identidades que se construyen en estos grupos son identidades relacio- nales, ya que necesitan de otras para contrastarse. En la última década, la propuesta de Barth ha sido criticada desde distintas perspectivas, incluyen- do el marxismo que destaca la ausen- cia de referencias a las contradicciones económicas al interior o con el exterior de las etnias organizacionales. También se podría señalar su escasa atención a los sistemas simbólicos involucrados en las relaciones interétnicas, y en espe- cial a aquellos que aluden a las situa- ciones del poder. Incluso se ha seña- lado que presta demasiada atención a la perspectiva del actor racional deri- vado de la teoría de la acción social de Parsons, que supone una cierta libertad en las elecciones posibles, aunque pueda tomar en cuenta voluntades, objetivos y necesidades del conjunto de actores (D. Villar, 2004). Por otra parte, Barth otorga escasa relevancia al Estado dentro del cual habitan los gru- pos étnicos, aunque estos no pueden ser comprendidos sin relación al ámbi- to político dentro del cual se inscriben; incluso así lo reconoce el mismo autor en una obra muy posterior (1994:19). En este sentido J. Pujadas (1990:13) ha propuesto que en los sistemas interét- nicos el Estado es tanto una unidad de análisis como el contexto dentro del que se da la interacción. Sin embargo, los mayores cuestionamientos provienen de su minusvaloración de los aspectos culturales, ya que si nos atenemos 3 Si bien la obra de Barth ha sido frecuentemente conceptualizada como interaccionista, el mismo autor en su famoso texto introductorio destaca que "...todos los ensayos aplican un punto de vista generativo al análi- sis... nos proponemos explorar los diferentes procesos que al parecer participan en la generación y conserva- ción de los grupos étnicos..." (1976:11). 37 la identificación social, aunque no remitan necesariamente al pasado de la cultura (M. Bartolomé, 1988). Por otra parte, se puede coincidir en que todas las identidades se construyen a lo largo de un proceso social de identificación, pero ello no significa que existan iden- tidades originales o esenciales, o ver- daderas y falsas, que tienden a ser reemplazadas por otras mas o menos legítimas o espurias, sino que cada una de las manifestaciones identitarias corresponden a un específico momen- to histórico y su mayor o menor legi- timidad no puede ser objeto de un aná- lisis valorativo por parte del investigador, ya que es vivida como una totalidad por sus protagonistas. Finalmente, estoy de acuerdo en que toda identidad (inclu- yendo el género o la edad) puede ser movilizada a nivel instrumental para obtener algún recurso en disputa: la identidad en acción, la etnicidad, supone siempre una orientación a fines, incluso la prosecución de dichos fines pueden modificar las caracterís- ticas del grupo en cuestión, a través de faccionalismos o alianzas. Pero no creo que un comportamiento coyuntural baste para definir las características de lo étnico y de las identidades que cons- truye. Remitiéndonos a una metáfora corporal diríamos que lo que define a una persona, por tautológico que parezca, es precisamente ser una per- sona y no el hecho que tenga hambre, lo que sería sólo la expresión de una de las posibilidades de la acción de la per- sona que es procurarse alimentos y comer. Ubicándonos entonces en una pro- puesta de transacción, podemos con- cluir en que estas perspectivas, apa- rentemente excluyentes, son en realidad distintas aproximaciones a una teoría general de la identidad étnica, en la medida en que expresan algunos de sus aspectos o posibilidades. Definir la identidad étnica en sí es una empresa riesgosa y cuyo nivel de generalización puede ser desaconsejable, sin embargo nada más evidente que sus manifesta- ciones concretas a través de los conflic- tos étnicos, las migraciones, los procesos de etnogénesis o las movilizaciones etnopolíticas. Pareciera que pudiéramos aproximarnos más a las manifestaciones de la identidad, que a sus aspectos constitutivos, aunque nuestra voluntad analítica pretenda circunscribirla y generalizarla. Es por ello que todas las perspectivas, como lo reclama un sano eclecticismos, deberían ser toma- das en cuenta. Y debo insistir una vez más, a riesgo de ser reiterativo, que la falta de reconocimiento de los logros intelectuales de las llamadas "antro- pologías periféricas", hace ignorar que ya hace más de tres décadas el brasile- ño Roberto Cardoso de Oliveira acuñó y desarrolló una coherente teo- ría de la identidad (1964, 1976, 1992), basándose en una amplia experiencia etnológica y en un adecuado manejo analítico, que lo llevó a destacar el carácter procesal de la identidad que cambia con el tiempo y las circunstan- cias, se manipula instrumentalmente y que recurre a distintos signos diacríti- cos (elementos culturales) para defi- nirse. Pero también enfatizó el hecho de que las identidades son las formas ideológicas que asumen las representa- ciones colectivas de un grupo étnico. Estas conceptualizaciones han sido aceptadas y utilizadas por parte de la producción antropológica en América Latina, sin embargo parece que en el presente no es concebible que las teo- rías sociales no tengan algún fundador Miguel A. Bartolomé /Los laberintos de... 38 avá Nº 9 /Agosto 2006 metropolitano5. Condiciones e identificaciones A pesar de que las identidades étni- cas se han convertido en un tema de actualidad, debido a su indudable, y a veces convulsiva, presencia en el mundo contemporáneo, no son tantos los autores que recogen en sus escritos las diversas propuestas de la tradición teórica al respecto. A pesar de esta tra- dición de estudios todavía hay quienes confunden la identidad con una espe- cie de "mismidad", tal sería el caso de N. García Canclini (2003) quien sos- tiene que la hibridación lleva a relati- vizar la noción de identidad, ya que no se pueden establecer identidades loca- les autocontenidas ni existen identida- des "puras" o "auténticas", cosa que, como hemos visto, ningún teórico contemporáneo de la antropología pre- tende afirmar. Quizás sea entonces ilustrativo recordar algunos de los usos que considero incorrectos del con- cepto, para aproximarnos después a una propuesta unitaria que permita construir una definición operacional validada por la experiencia etnográfica. Para comenzar, debo afirmar que no creo que se puede seguir asimilando las identidades étnicas, avaladas por refe- rentes culturales provenientes de otras civilizaciones, a las identidades de gru- pos contraculturales o minoritarios occidentales, tales como las minorías sexuales, "raciales", la problemática femenina, el ecologismo, los migrantes o sectores marginales de las distintas sociedades estatales; todos los cuales pertenecen a variantes, más o menos definidas, de una misma tradición cul- tural. Las identidades étnicas, en el sen- tido que aquí las trato, refieren a cul- turas no occidentales cuyas lógicas no son reducibles a una supuesta lógica universal. No es lo mismo una aproxi- mación a la identidad de los vascos que a la de los bororo, a la de los francófo- nos quebequenses que a la de los ye'kuo- na; media entre ellas una distancia no sólo lingüística y política, aunque exis- tan similitudes contextuales (condición minoritaria, opresión, existencia de fronteras, etc.) sino básicamente cul- tural. La diferencia cultural otorga una específica densidad semántica a la con- frontación de las alteridades prove- nientes de distintas civilizaciones. Esto no quiere decir que vascos y quebe- quenses carezcan de una dimensión étnica, sino que los referentes cultura- les de dicha dimensión son variantes occidentales. Tampoco considero ade- cuado equiparar a las identidades nacionales occidentales con las identi- dades étnicas, no sólo por la presencia constructora del Estado, sino por la ya señalada pertenencia a una misma tra- dición cultural. Los códigos culturales involucrados en la relación entre vene- zolanos y brasileños son genérica- mente occidentales, aunque exista una distancia lingüística; pero la relación entre mapuches y chilenos se estable- ce entre lógicas diferenciadas, que requieren un esfuerzo adicional de los 5 No es esta una afirmación gratuita, proveniente de la tradicional conflictividad que suele vincular a las cien- cias sociales en América Latina con la producción de los países metropolitanos, de la que no está ausente ni el resquemor ni el reconocimiento. Se basa en el hecho objetivo que en muy pocas de las obras contemporáneas sobre identidad étnica producidas por la tradición anglosajona o la francesa y sus seguidores periféricos, se regis- tran las pioneras propuestas de R. Cardoso de Oliveira, que constituyen una presencia que se puede quizás con- frontar pero nunca ignorar. 39 protagonistas para lograr una comu- nicación entre distintos campos semánticos no sólo lingüísticos sino también culturales. Tratando de contribuir positiva- mente al debate sobre el multicultura- lismo, el distinguido economista hindú Amartya Sen (2001) ha propuesto la posibilidad de desarrollar una identidad plural, ya que podemos identificarnos con distintos grupos a la vez a partir de nuestra capacidad de elección y tenien- do en cuenta que las culturas no cons- tituyen conjuntos monolíticos sino ámbitos internamente diversos que ofrecen diferentes alternativas, como lo exhibe, por ejemplo, la posibilidad de asumir propuestas conservadoras, innovadoras o transformadoras de nuestra misma realidad cultural. Sin embargo las fronteras étnicas y las dife- rencias de poder hacen que las elec- ciones identitarias no sean tan libres. En América Latina millones de indí- genas han renunciado a su cultura intentando superar el estigma asociado y acceder a la identidad nacional que les ofrecen los estados, pero muchos de ellos no han logrado su "reden- ción", puesto que el racismo sigue esta- bleciendo los límites de la movilidad étnica. Por otra parte asumir ambas identidades se considera contradictorio puesto que las identidades étnicas y las nacionales son percibidas como exclu- yentes, si bien ya he señalado que miles de indígenas pueden manejarlas de manera conjunta. A. Sen enfatiza que todos tenemos múltiples identidades sociales, aunque tiende a confundirlas con los roles, estatus o adhesiones a grupos específicos, tales como padre, hijo, profesional, soldado, vegetariano, músico, etc. En realidad se trataría de lo que ya Epstein había conceptuali- zado como identidad terminal, enten- diéndola como la que integra todos los estatus, roles e identificaciones del indi- viduo (1978:100-01). La identidad étnica es un tipo específico de identi- dad social, que no excluye otras iden- tificaciones, pero que supone la nece- sidad de comprenderla en todas las dimensiones que le otorgan su singu- laridad y la distinguen de otras identi- dades posibles, sin olvidar que no es esencial sino que depende de los con- textos interactivos; es decir a través de la confrontación con otras identidades. El género puede no ser una identidad totalizadora en la vida cotidiana, ya que coexiste con otras identidades sociales, pero haciendo el amor se vuelve una identidad contextualmente definitiva. Algo similar ocurre con la identidad étnica, la que en la confrontación con otras expresa la lealtad de sus miem- bros y su capacidad para modelar las conductas, manifestándose como una etnicidad, es decir como la identidad étnica en acción. En ocasiones, las llamadas "identi- dades" son en realidad condiciones, que pueden o no ser asumidas por sus des- tinatarios, utilizadas para designar cier- to tipo de situaciones sociales provi- sorias; tal como en el caso de los migrantes que dejan de serlo cuando retornan a sus países; o como los afec- tados por algún proceso social (exilio, desplazamientos poblacionales, situa- ciones laborales, convictos, etc.) con- dición que desaparece cuando cambian los contextos. Es decir que se debe diferenciar la identidad de una condición, que puede ser más o menos prolonga- da y que incluso puede llegar a influir en la identidad, pero cuya temporali- dad es acotada y el contexto reversible. En cambio la identidad supone la Miguel A. Bartolomé /Los laberintos de... 42 avá Nº 9 /Agosto 2006 ron del codiciado hierro; o para los wichí del chaco argentino son morado- res del inframundo que aparecen en la tierra como dueños del dinero en los obrajes madereros. En muchas cultu- ras se desarrolla lo que hemos llama- do una "mitología de privación", que trata de explicar la actual pobreza de los nativos en términos de una expro- piación protagonizada por los blancos y ocurrida en el tiempo de los orígenes (M. Bartolomé, 1976; 2005). Con alguna frecuencia se señala la existen- cia de un origen compartido entre indí- genas y blancos, tal como lo plantean los o'odam de Sonora, México, para los cuales indígenas y mestizos formaban parte de una categoría indiferenciada antes de que ocurrieran sucesos del tiempo originario que marcaron la separación. El mito relata que un águi- la raptaba a la gente y la llevaba a su cueva amontonándola en una gran pila, el miedo hizo que los o'odam pidieran a su Hermano Mayor, el héroe I'itoi, que los ayudara y éste, transformado en mosca, se introdujo en la cueva, recu- peró su forma y derrotó al águila. Des- pués fue sacando a la gente del mon- tón y los primeros que salieron fueron los o'odam y los apaches y finalmente salieron las persona de abajo, que habían quedado blancas y frías, quie- nes fueron los antepasados de los chú- chikas (blancos), pero para compen- sarlos I'itoi les entregó las plumas de águila que dieron origen a las lapiceras, la escritura y el consecuente dominio cultural de los blancos (Aguilar Zeleny, 2005) Con el tiempo, este discurso sobre los otros, que ayuda a comprender la situación presente del nosotros, tiende a ser reemplazado o acompañado por un discurso sobre sí mismos, cons- truido para definirse ante los demás. Es decir que se pasa de un discurso cosmológico sobre la identidad, a un discurso político sobre la etnicidad, tal como fuera documentado en el caso de los yanomami del Brasil (B. Albert, 1995:5). En esta nueva construcción autorreferencial, suelen participar argumentos proporcionados por el exterior, ya que se asume que poseen una cierta validez explicativa, al per- mitir una mejor representación emble- mática de la propia sociedad ante los otros. Así, por ejemplo, se produce una apropiación del discurso ecologista, asumiéndose y representándose como pueblos que conviven de manera armoniosa y no destructiva con la naturaleza. Incluso, en otra oportuni- dad, he destacado cómo el mismo dis- curso antropológico es utilizado para definirse en términos de "cultura", "etnia" o "civilización" (M. Bartolomé, 1997), legitimadas por su profundidad histórica y avaladas por reales o supuestos "conocimientos milena- rios". De esta manera, en el discurso explícito de las organizaciones indíge- nas se advierten manifestaciones del proceso de afirmación identitaria por el que atraviesan, las que permiten dis- tintas posibilidades de acceso a las ideologías étnicas que expresan. Estos procesos no implican una falsificación, sino una apropiación del discurso de los otros, en un intento que se com- prenda mejor el nosotros en base a las categorías y axiologías externas. Esta construcción ideológica y discursiva que pretende expresar la identidad gru- pal encuentra también su sustento en los propios referentes culturales. La identidad, en tanto construcción ideo- lógica, cambia junto con los conteni- dos culturales y los contextos sociales Miguel A. Bartolomé /Los laberintos de... 43 en los que se manifiesta, ya que no hay identidades inmutables sino procesos sociales de identificación. Con frecuencia en esta dinamización se utilizan refe- rentes identitarios tradicionales a veces mitificados, pero básicamente resigni- ficados, como signos emblemáticos para representar sus luchas sociales. La indumentaria, la culinaria, la lengua o los rituales colectivos, pasan a tener un nuevo significado al ser utilizados como emblemas manifiestos de la identidad propia y contrapuesta a la de los otros sectores sociales. Lo que se exhibe en estos casos no son "ideas" o "cosas" sino indicadores, datos que pre- tenden demostrar la presencia de una alteridad, proveniente de una tradición cultural difícilmente visualizable o comprensible en otros términos. No se trata tanto de hacer visible la diferen- cia como de patentizar la diferencia- ción, es decir, la presencia de un "nos- otros" distinto a ese universo de "otros". Algunos rasgos culturales tradicionales adquieren así el carácter de signos reivindicativos, lo que con- funde a aquellos que los perciben como la manifestación manipulada de un folklorismo relictual e incompren- sible en "un mundo moderno. Incluso han sido calificados como "símbolos vacíos" (Schneider, en O. Patter- son,1997) por antropólogos que ven en ellos sólo la manipulación del pasado y no advierten la dinámica sim- bólica propia de sociedades que buscan un mejor acceso al presente. Esta "humanidad exclusiva" de los grupos étnicos, tan etnocéntrica como la de toda colectividad social, debe asu- mir una identificación explícita que la defina ante los otros. Dicha necesidad de identificación se origina en el con- texto de los procesos interétnicos por los que el grupo étnico haya atravesa- do a lo largo de su desarrollo históri- co. En este sentido, la identificación contextual en cada coyuntura tempo- ral, reflejará la sedimentación de las representaciones colectivas derivadas de las relaciones con otras agrupacio- nes humanas con las que haya mante- nido intercambios de cualquier tipo (comerciales, parentales, bélicos, etc). Indudablemente, las relaciones de dominación y subordinación cons- truidas a partir del colonialismo, cons- tituyen un dato central en la estructura- ción ideológica de las representaciones colectivas, por lo que están presentes en la gran mayoría de las expresiones iden- titarias actuales. Una etnia se ve así inducida a manifestarse como una totalidad inclusiva y exclusiva, dife- renciada de otras colectividades posi- bles, aunque esa totalidad tienda a ocultar su posible heterogeneidad interior8. Esta identificación colectiva, que forma parte de la construcción social de las identidades individuales, opera como una dimensión subjetiva del ser para sí de los actores sociales, que se expresa tanto a nivel de las con- ductas ante los otros como del discur- so autoreferencial. A partir de los datos que le proporcionan sus relaciones con el exterior y con su espacio interior, la etnia construye una narrativa de sí misma elaborada en términos de una lógica discursiva que responda al de- sarrollo histórico y contemporáneo de 8 Dicha heterogeneidad puede estar originada tanto en las diferencias de género, como en las generacionales o incluso en las eventuales posiciones de clase. También influye la desigual distribución de los flujos cultura- les internos, que condicionan distintos niveles de apropiación de la cultura compartida. Sin embargo, la ideo- logía identitaria tiende a que el grupo se presente hacia el exterior como una totalidad indiferenciada. 44 avá Nº 9 /Agosto 2006 su proceso social de identificación. Sin el contraste con otro grupo o grupos, el marco simbólico tradicional sería suficiente para proporcionar una iden- tidad cósmica y social unitaria. En cambio la identidad (o mejor dicho la etnicidad), tal como lo propusiera L. Sciolla (1983) requiere cierto nivel de reflexividad, es decir la posibilidad del individuo o de la colectividad de pen- sarse a sí mismos y construir una ela- boración posible a la definición de su carácter de grupo diferente. En el marco de la vida cotidiana, los distintos aspectos del sistema cul- tural son vividos como elementos no reflexivos de la realidad, pero en las confrontaciones con otros son resig- nificados y esgrimidos como factores constituyentes del ser colectivo del grupo. Es la relación con otras identi- dades posibles la que genera una nece- sidad de identificación, culturalmente argumentada, lo que da cuenta del carácter relacional de las identidades colectivas y su dependencia de los variables contextos históricos. Por ello es frecuente que se confunda iden- tidad con cultura, ya la que la apelación a la cultura suele desempeñarse como el recurso crucial para afirmar la dis- tintividad, por lo que se confunde el objetivo del discurso (identidad) con los argumentos (cultura) que se utilizan para enunciarlo. Por identidad étnica entiendo entonces a una construcción ideo- lógica histórica, contingente, relacional, no esencial y eventualmente variable, que mani- fiesta un carácter procesual y dinámico, y que requiere de referentes culturales para consti- tuirse como tal y enfatizar su singularidad, así como demarcar los límites que la separan de otras identidades posibles. Debo aclarar que no estoy proponiendo una defini- ción en el sentido estricto del término, sino una aproximación conceptual que pretende dar cuenta de una reali- dad, a partir de las características cons- titutivas consideradas más relevantes para comprenderlo dentro de la estructura argumental de la reflexión antropológica. Por otra parte es importante recor- dar que un grupo etnolingüístico9 no requiere, para ser entendido como tal, poseer una sola identidad compartida. Las actuales configuraciones etnolin- güísticas latinoamericanas manifiestan la presencia en su interior de múltiples identidades sociales, producto de los diferentes procesos históricos regio- nales o sectoriales de identificación, que han dado lugar a distintas estruc- turaciones identitarias10. Precisamente un aspecto crucial de las movilizacio- nes étnicas contemporáneas radica en la actualización, e incluso en la cons- trucción de una identidad común, para constituirse como un sujeto colectivo numéricamente importante y que por 9 Como ya lo he expuesto en otras ocasiones (1997,1999, 2005) por grupo etnolinguïstico entiendo a una colec- tividad hablante de lenguas emparentadas y a variantes regionales de las mismas, que constituye más una cate- goría clasificatoria externa (v.g. los mayas, los guaraníes, los zapotecos, etc.), que la referencia a una colectivi- dad social organizada e ideológicamente estructurada. 10 Un buen ejemplo lo constituye el grupo etnolingüístico zapoteco del estado de Oaxaca, en México. Una de sus concreciones fue la ciudad-estado de Monte Albán que los unificó políticamente a partir del siglo V a. C. Pero desde el siglo VIII (d.C.) se diferenciaron en distintos ámbitos geográficos, dando lugar a configuracio- nes culturales específicas, cada una de las cuales maneja ahora una distintividad cultural y lingüística respecto a las otras, como resultado no sólo de su larga separación, sino también por las características locales que adqui- rió en cada caso el proceso colonial. 47 Berger, Peter y Thomas Luckman 1973. La construcción social de la realidad. Buenos Aires, Argentina: Amorrortu Eds. Bourdieu, Pierre 1990. Sociología y cultura. México: Conaculta- Grijalbo. Cardoso de Oliveira, Roberto. 1964. O Indio e o Mundo dos Brancos. Brasil: Eti- tora Universidade de Brasilia. 1976. Identidade, Etnia e Estrutura Social. Sao Paulo, Brasil: Librería Pionera Ed. 1992. Etnicidad y Estructura Social, Colección M. O. de Mendizábal, (versión en castellano ampliada de la edición brasilera de 1976). México: CIESAS. Cohen, Abner 1974. "Introduction: The Lesson of Ethni- city". 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