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LA CULTURA (1931)
El hombre varía en dos aspectos: en forma física y en herencia
social, o cultura. La ciencia de la antropología física, que utiliza un
complejo aparato de definiciones, descripciones, terminologías y mé-
todos algo más exactos que el sentido común y la observación no
disciplinada, ha logrado catalogar las distintas ramas de la especie
humana según su estructura corporal y sus características fisioló-
gicas. Pero el hombre también varía en un aspecto completamente
distinto. Un niño negro de pura raza, transportado a Francia y criado
allí, diferirá profundamente de lo que hubiera sido de educarse en
la jungla de su tierra natal. Hubiera recibido una herencia social dis-
tinta: una lengua distinta, distintos hábitos, ideas y creencias; hubiera
sido incorporado a una organización social y un marco cultural dis-
tintos. Esta herencia social es el concepto” clave de la antropología
cultural, la otra rama del estudio comparativo del hombre. Normal-
mente se la denomina cultura en la moderna antropología y en las
ciencias sociales. La palabra cultura se utiliza a veces como sinónimo
de civilización, pero es mejor utilizar los dos términos distinguién-
dolos, reservando civilización para un aspecto especial de las cultu-
ras más avanzadas. La cultura incluye los artefactos, bienes, proce-
dimientos técnicos, ideas, hábitos y valores heredados. La organiza-
ción social no puede comprenderse verdaderamente excepto como
una parte de la cultura; y todas las líneas especiales de investigación
relativas a las actividades humanas, los agrupamientos humanos y
las ideas y creencias humanas se fertilizan unas a otras en el estudio
comparativo de la cultura.
El hombre, con objeto de vivir altera continuamente lo que le
Todea. En todos los puntos de contacto con el mundo exterior, crea
un medio ambiente secundario, artificial. Hace casas o construye
refugios; preparará sus alimentos de forma más o menos elaborada,
procurándoselos por medio de armas y herramientas; hace caminos
y utiliza medios de transporte. Si el hombre tuviera que confiar exclu-
sivamente en su equipamiento anatómico, pronto sería destruido o
perecería de hambre o a la intemperie. La defensa, la alimentación,
el desplazamiento en el espacio, todas las necesidades fisiológicas y
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espirituales se satisfacen indirectamente por medio de artefactos,
incluso en las formas más primitivas de vida humana. El hombre de
la naturaleza, el Natiirmensch, no existe,
. Estos pertrechos materiales del hombre —-sus artefactos, sus edi-
ficios, sus embarcaciones, sus instrumentos y armas, la parafernalia
litúrgica de su magia y su religión — constituyen todos y cada uno
los aspectos más evidentes y tangibles de la cultura. Determinan su
nivel y constituyen su eficacia, El equipamiento material de la cul-
tura no es, no obstante, una fuerza en sí mismo. Es necesario el
conocimiento para fabricar, manejar y utilizar los artefactos, los ins-
trumentos, las armas y las otras construcciones, y está esencialmente
relacionado con la disciplina mental y moral de la que la religión
y las reglas éticas constituyen la última fuente. El manejo y la pose-
sión de los bienes implica también la apreciación de su valor. La
manipulación de las herramientas y el consumo de los bienes tam-
bién requiere cooperación. El funcionamiento normal y el disfrute
normal de sús resultados se basa siempre en un determinado tipo de
organización social, De este modo, la cultura material requiere un
complemento menos simple, menos fácil de catalogar o analizar, que
consiste en la masa de conocimientos intelectuales, en el sistema
valores morales, espirituales y económicos, en la organización social
y en el lenguaje. Por otro lado, la cultura material es un aparato
indispensable para el moldeamiento o condiciónamiento de cada
generación de seres humanos, El medio ambiente secundario, los
pertrechos de la cultura: material, constituye un laboratorio en el
que se forman los reflejos, los impulsos y las tendencias emociona-
les del organismo. Las manos, los brazos, las piernas y los ojos se
ajustan, mediante el uso de las herramientas, a las habilidades téc-
nicas necesarias en una cultura. Los procesos nerviosos se modifican
para que produzcan todo el abanico de conceptos intelectuales, sen-
timientos y tipos emocionales que forman el cuerpo de la ciencia, la
religión y las normas morales prevalecientes en una comunidad. Como
importante contrapartida a este proceso mental, se producen modi-
ficaciones en la laringe y en la lengua que fijan algunos de los con-
ceptos y valores cruciales mediante la asociación con sonidos con-
cretos. Los artefactos y las costumbres son igualmente indispensables
y mutuamente se producen y se determinan.
El lenguaje suele ser considerado como algo distinto tanto de las
posesiones materiales del hombre como de sus costumbres. Esta
concepción suele emparejarse con una teoría en la que el significado
se considera un contenido misterioso de la palabra, que puede trans-
mitirse mediante actuación lingilística de un entendimiento a otro.
Pero el significado de una palabra no está misteriosamente contenido
en ella, sino que más bien es el efecto activo del sonido pronuncia-
do dentro del contexto de la situación. La pronunciación de un so-
nido es un acto significativo indispensable en todas las formas de
acción humana concertada. Es un tipo de comportamiento estricta-
mente comparable a manejar una herramienta, esgrimir un arma,
celebrar un ritual o cerrar un trato, La utilización de las palabras
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en todas estas formas de actividad humana es un correlato indispen-
sable del comportamiento manual y corporal. El significado de las
palabras consiste en lo que logran mediante la acción concertada, la
manipulación indirecta del medio ambiente a través de la acción di-
recta sobre otros organismos. La lengua, por tanto, es un hábito
corporal y es comparable a cualquier otro tipo de costumbres. El
aprendizaje del lenguaje consiste en el desarrollo de un sistema de
reflejos condicionados que al mismo tiempo se convierten en estí
mulos condicionados. La lengua es la producción de sonidos articu-
lados, que se desarrolla en la infancia a partir de las expresiones
infantiles inarticuladas que constituyen la principal dotación- del
niño para relacionarse con el medio ambiente. Conforme el individuo
crece, su aumento en el conocimiento lingitístico corre paralelo a
su desarrollo general. Un creciente conocimiento de los procedi-
mientos técnicos va ligado al aprendizaje de los términos técnicos; el
desarrollo de la ciudadanía tribal y de la responsabilidad social va
acompañado de la adquisición de un vocabulario sociológico y de un
habla educada, de órdenes y de fraseología legal; la creciente expe-
riencia de los valores religiosos y morales se asocia al desarrollo de
las fórmulas éticas y rituales. El completo conocimiento del lenguaje
es el inevitable correlato del completo logro de un estatus tribal y
cultural. El lenguaje, pues, forma parte integral de la cultura; no es,
sin embargo, un sistema de herramientas, sino más bien un cuerpo de
costumbres orales.
La organización social suele ser considerada por los sociólogos
como exterior a la cultura, pero la organización de los grupos sociales
es una combinación compleja de equipamiento material y costumbres
corporales que no pueden divorciarse de su substrato material ni
del psicológico. La organización social es la manera estandarizada de
comportarse los grupos. Pero un grupo social siempre consta de
personas. El niño, adherido a sus padres para la satisfacción de todas
sus necesidades, crece dentro del refugio de la casa, la choza o la
tienda paterna. El fuego doméstico es el centro a cuyo alrededor se
satisfacen las distintas necesidades de calor, comodidad, alimento
y compañía. Más adelante, en todas las sociedades humanas, se asocia
la vida comunal con el asentamiento locál, ciudad, aldea, o conglome-
rado; se localiza dentro de límites precisos y se asocia con las activi-
dades públicas y privadas de naturaleza económica, política y reli-
giosa. Por tanto, en toda actividad organizada, los seres humanos
están ligados entre sí por su conexión con un determinado sector
del medio ambiente, por su asociación con un refugio común y por
el hecho de que llevan a cabo ciertas tareas en común. El carácter
concertado de su comportamiento es el resultado de reglas sociales,
es decir, de costumbres, bien sancionadas por medidas explícitas o
que funcionan de forma en apariencia automática. Las reglas sancio-
nadas --leyes, costumbres y maneras— pertenecen a la categoría
de los hábitos corporales adquiridos. La esencia de los valores mora-
les, por los que el hombre se ve conducido a un comportamiento
concreto mediante la compulsión interior, ha sido adscrita en el
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ampliamente utilizado en las culturas más simples, un palo liso, bur-
damente cortado, de unos seis o siete pies de longitud, de tal forma
que puede utilizarse para excavar raíces en el cultivo del suelo, para
empujar una embarcación o para caminar, constituye un elemento
o rasgo de cultura ideal, pues tienen una forma fija y sencilla, apa-
rentemente es una unidad autosuficiente y tiene gran importancia
en todas las culturas, Definir la identidad cultural del palo por su
forma, por la descripción de su material, su longitud, su peso, su color
o cualquier otra de sus características físicas —describirlo de hecho
según el criterio último de la forma que utilizan los difusionistas—
sería una forma de proceder metódicamente equivocada, El palo de
cavar se maneja de una manera determinada; se utiliza en el huerto
o en la selva para propósitos especiales; se obtiene y se abandona
de forma algo descuidada —pues un ejemplar suele tener muy poco
valor económico. Pero el palo de cavar reluce ampliamente en el
esquema económico de cualquier comunidad en que se utiliza, así
como en el folklore, la mitología y las costumbres. Un palo de idén-
tica forma puede utilizarse en la misma cultura como palo para em-
pujar una embarcación, bastón para andar o arma rudimentaria.
Pero en cada uno de estos usos específicos, el palo se incrustra en
un contexto cultural distinto; es decir, se somete a distintos usos,
se envuelve en distintas ideas, recibe un valor cultural distinto y
por regla general se designa con nombres distintos. En cada caso
forma parte integrante de un sistema distinto de actividades humanas
estandarizadas. En resumen, cumple distintas funciones. Lo perti-
nente para el estudioso de la cultura es la diversidad de funciones
y no la identidad de forma. El palo sólo existe como parte de la
Cultura en la medida en que se utiliza en las actividades humanas, en
la medida en que sirve a necesidades humanas; y por tanto el palo
de cavar, el bastón de andar, el palo para empujar una embarcación,
aunque puedan ser idénticos en su naturaleza física, constituyen cada
uno de ellos un elemento distinto de cultura. Pues tanto el más
simple como el más complejo de los artefactos se define por su
función, por el papel que juega dentro de un sistema de actividades
humanas; se define por las ideas conectadas con él y por los valores
que lo envuelven.
Esta conclusión tiene importancia por el hecho de que el sistema
de actividades a que se refieren los objetos materiales no son fortui-
tos sino organizados, bien determinados, encontrándose sistemas com-
parables a todo lo largo del mundo de la diversidad cultural. El con-
texto cultural del palo de cavar, el sistema de actividades agrícolas,
siempre presenta las siguientes partes componentes: una porción del
territorio se deja a un lado para el uso del grupo humano según las
reglas de tenencia de la tierra. Existe un cuerpo de usos tradicio-
nales que regula la forma en que se cultiva este territorio. Las reglas
técnicas, los usos ceremoniales y rituales determinan en cada cultura
qué plantas se cultivan; cómo se despeja la tierra, se prepara y fertk-
liza el suelo; cómo, cuándo y quién celebra los' actos mágicos y las
ceremonias religiosas; cómo, por último, se recolectan, distribuyen,
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almacenan y consumen los frutos. Igualmente, el grupo de personas
que es propietario del territorio, la siembra y el producto, y que tra-
baja en común, goza del resultado de sus trabajos y lo consume,
siempre está bien definido. -
Estas son las características de la institución de la agricultura
tal como universalmente se encuentra dondequiera que el medio am-
biente es favorable al cultivo del suelo y el nivel de la cultura lo
suficientemente alto como para permitirlo. La identidad fundamental
de este sistema organizado de actividades se debe fundamentalmente
al hecho de que surge para la satisfacción de una profunda necesidad
humana: la provisión regular de alimento básico de naturaleza vege-
tal. La satisfacción de esta necesidad mediante la agricultura, que
asegura la posibilidad de control, regularidad de producción y abun-
dancia relativa, es tan superior a cualquier otra actividad suministra-
dora de comida que se vio obligada a difundirse o desarrollarse don-
dequiera que las circunstancias eran favorables y el nivel de la
cultura lo suficiente alto. . o
La uniformidad fundamental de la agricultura institucionalizada
se debe sin embargo a otro motivo: al principio de las posibilidades
limitadas, expuesto por primera vez por Goldenweiser. Dada una
necesidad cultural concreta, los medios para su satisfacción son pe-
queños en número y, por tanto, el dispositivo cultural que nace en
respuesta a la necesidad está comprendido dentro de estrechos Mimi
tes, Dada la necesidad humana de protección, armas rudimentarias
y herramientas para explorar en la oscuridad, el material más ade-
cuado es la madera; la única forma adecuada es la larga y fina, y que
además resulta fácilmente accesible. Sin embargo es posible una
sociología o teoría cultural sobre el bastón de caminar, pues él bastón
exhibe una diversidad de usos, ideas y misteriosas asociaciones, y en
sus desarrollos ornamentales, rituales y simbólicos se convierte en
parte importante de una institución tal como la magia, la jefatura y
la realeza. o
Las verdaderas unidades componentes de las culturas que tienen
un considerable grado de permanencia, universalidad e independencia
son los sistemas organizados de actividades humanas llamados ins-
tituciones, Cada institución se centra alrededor de una necesidad fun-
damental, une permanentemente a un grupo de personas en una
tarea cooperativa y tiene su cuerpo especial de doctrina y su técnica
artesanal. Las instituciones no están correlacionadas de forma simple
y directa con sus funciones: una necesidad no recibe satisfacción en
una institución, sino que las instituciones presentan una pronunciada
amalgama de funciones y tienen carácter sintético. El principio local
o territorial y la relación mediante la procreación actúan como los
factores integradores más importantes. Cada institución se basa en
un substrato de material de medio ambiente compartido y de apa-
rato cultural. .
Sólo es posible definir la identidad cultural por cualquiera de los
artefactos situándola dentro del contexto cultural de una institución,
mostrando cómo funciona culturalmente. Un palo puntiagudo, es
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decir, una lanza, que se utiliza como arma de caza conduce al estudio
del tipo'de caza que se practica en una comunidad dada, en la que
funcionan los derechos legales de la caza, la organización del equipo
cazador, la técnica, el ritual mágico, la distribución de la caza, así
como la relación del concreto tipo de caza con otros tipos y la impor-
tancia general de la caza dentro de la economía de la tribu. Las ca-
noas han solido utilizarse como rasgos característicos para el estable-
cimiento de afinidades culturales y, de ahí, como pruebas de la di-
fusión, porque la forma varía dentro de amplio abanico y presenta *
tipos de carácter sobresaliente, tales como la canoa con uno o dos
flotadores, la balsa, el kayak, el catamarán o la canoa doble. Y sin
embargo, estos complejos artefactos no pueden definirse sólo por la
forma. La canoa, para la gente que la fabrica, posee, utiliza y valora,
es fundamentalmente un medio para un fin. Tienen que atravesar
una extensión de agua, bien porque viven en pequeñas islas o en
viviendas sobre estacadas; o porque quieren comerciar o tener pes-
cado o hacer la guerra; o por el deseo de explorar y de aventuras. El
objeto material, la embarcación, su forma, sus peculiaridades, están
determinados por el uso especial a que se destina. Cada uso dicta un
sistema determinado de navegar, es decir, en primer lugar, la técni-
ca de utilizar remos, remo timón, el mástil, el aparejo o las velas.
Tales técnicas, sin embargo, se basan invariablemente en los conoci-
mientos: principios de estabilidad, flotación, condiciones de velo-
cidad y respuesta al timón. La forma y la estructura de la canoa están
estrechamente relacionadas con la técnica y la forma de su utiliza-
ción. Sin embargo, se dispone de innumerables descripciones de la
simple forma y estructura de la canoa, mientras que se sabe poco
sobre la técnica de navegación y la relación de ésta con el uso con-
creto a que se destina la canoa.
La canoa también tiene su sociología. Incluso cuando la tripula
una sola persona, es una propiedad que se fabrica, se presta o se
alquila, y en esto está invariablemente involucrado tanto el grupo
como el individuo. Pero generalmente la canoa tiene que ser inanejada
por una tripulación y esto entraña la compleja sociología de la pro-
piedad, de la división de funciones, de los derechos y de las obli-
gaciones, Todo esto se vuelve más complicado por el hecho de que
una gran embarcación tiene que fabricarse comunitariamente, y la
producción y la propiedad suelen estar relacionadas. Todos estos
hechos, que son complejos pero regulados, que presentan distintos
aspectos, todos los cuales están relacionados según reglas concretas,
determinan la forma de la canoa. La forma no puede tratarse como
un rasgo independiente y autosuficiente, accidental y no pertinente,
que se difunde solo sin su contexto. Todos los supuestos, argumentos
y conclusiones relativos a la difusión de un elemento y a la expan-
sión de una cultura en general, tendrán que modificarse una vez que
se reconozca que lo que se difunden son las instituciones y mo los
rasgos, ni las formas ni los complejos fortuitos.
En la construcción de una canoa de altura hay determinados ele-
mentos estables de forma determinados por la naturaleza de la acción
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para la que la embarcación es un instrumento. Hay ciertos elementos
vatiables debidos bien a las posibilidades alternativas de solución. o
bien a detalles menos importantes asociados con una posible solu-
ción. Este es un principio universal que se aplica a todos los arte-
factos. Los productos que se utilizan para la satisfacción directa de
las necesidades corporales o se consumen en el uso deben cumplir
condiciones directamente plariteadas por las necesidades corporales.
Los comestibles, por ejemplo, están determinados dentro de ciertos
límites por la fisiología; deben ser alimenticios, digeribles, no vene-
nosos. Por supuesto, también están determinados por el medio am-
biente y por el nivel de la cultura. Las viviendas, las ropas, los refu-
gios, el fuego como fuente de calor, luz y sequedad, las armas, las
embarcaciones y los. caminos están determinados dentro de ciertos
límites por las necesidades corporales a que están correlacionados.
Los instrumentos, las herramientas o las máquinas que se utilizan
para la producción de bienes tienen definida su naturaleza y su
forma por el propósito para el que van a ser utilizados. Cortar o
raspar, juntar o machacar, golpear o impeler, horadar o taladrar,
definen la forma del objeto dentro de estrechos límites.
Pero se presentan variaciones dentro de los límites que impone
la función principal, que hace que el carácter principal del artefacto
se mantenga estable. No hay infinitas variaciones, sino que se pre-
senta un tipo fijo, como si hubiera habido una elección y luego se
adhiriera a ella. En cualquier comunidad marinera, por ejemplo, no
se encuentra una infinita variedad de embarcaciones que vayan
desde el simple tronco vaciado hasta la complicada canoa; la mayor
parte de las veces sé presentan unas pocas formas, distintas en ta-
maño y construcción y también en el marco y el propósito sociales,
y cada forma tradicional se reproduce constantemente hasta en el
menor detalle de la decoración y del proceso de construcción,
Hasta el momento la antropología ha concentrado su atención en
estas regularidades secundarias de forma que no pueden ser expli-
cadas por la función fundamental del objeto. La. presencia regular de
tales detalles de forma aparentemente accidentales ha planteado el
problema de si se deben a invenciones independientes o a difusión.
Pero muchos de estos detalles deben explicarse por el contexto cul-
tural; es decir, la forma concreta en que un objeto es utilizado por
un hombre o un grupo de personas, por las ideas, ritos y asociaciones
ceremoniales que rodean su uso principal. La ornamentación de un
bastón de caminar generalmente significa que ha recibido dentro de
la cultura una asociación ceremonial o religiosa: Un palo de cavar
puede ser pesado, puntiagudo o romo, según el tipo de suelo, las
plantas que crezcan y el tipo de cultivo, La explicación de la canoa
de los mares del Sur puede encontrarse en el hecho de que su
disposición da mayor estabilidad, seguridad y manejabilidad, tenien-
do en cuenta las limitaciones en materiales y en técnica artesana de
las culturas oceánicas.
La forma de los objetos culturales está determinada, por una par-
te, por las necesidades corporales directas y, por otra, por los usos
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instrumentales, pero esta división en necesidades y usos no es com-
pleta ni satisfactoria. El bastón ceremonial que se utiliza como señal
de rango o de cargo no €es una herramienta ni una mercancía, y las
costumbres, palabras y creencias no pueden remitirse a la fisiología
ni al taller.
El hombre, como cualquier otro animal, debe alimentarse y repro-
ducirse para continuar existiendo individual y racialmente. También
debe tener refugios permanentes contra los peligros procedentes del
medio ambiente físico, de los animales y de los otros seres humanos.
Debe conseguirse todo un abanico de necesarias comodidades cor-
porales: refugio, calor, lecho seco y medios de limpieza. La satisfac-
ción eficaz de estas necesidades corporales primarias impone o dicta
a cada cultura cierto número de aspectos fundamentales; institucio-
nes para la nutrición, o la intendencia; instituciones para el empare-
jamiento y la reproducción; y organizaciones para la defensa y la
comodidad, Las necesidades orgánicas del hombre constituyen los
imperativos básicos que conducen al desarrollo de la cultura, en la
medida en que obligan a toda comunidad a llevar a cabo cierto núme-
ro de actividades organizadas. La religión o la magia, el mantenimien-
to de la ley o los sistemas de conocimiento y la mitología se presen-
tan con tan constante regularidad en todas las culturas que puede
concluirse que también son el resultado de profundas necesidades
- o imperativos.
El modo cultural de satisfacer estas necesidades biológicas del
organismo humano creó nuevas condiciones y, de este modo, impuso
nuevos imperativos culturales. Con insignificantes excepciones, el de-
seo de comida no lleva al hombré a un contacto directo con la natu-
raleza ni le fuerza a consumir los frutos tal como crecen en la selva.
En todas las culturas, por simples que sean, el alimento básico se
prepara y guisa y come según reglas estrictas dentro de un grupo
determinado, y observando maneras, derechos y tabúes. General-
mente se obtiene por procedimientos más o menos complicados, que
se llevan a cabo colectivamente, como en el caso de la agricultura,
el intercambio, o algún otro sistema de cooperación social y distri-
bución comunitaria. En todos los casos el hombre depende de apara-
tos o armas artificialmente producidos: los instrumentos agrícolas, las
embarcaciones y los aparejos de pesca. Igualmente depende de. la
cooperación organizada y de los valores económicos y morales.
De este modo, a partir de la satistacción de las necesidades fisio-
lógicas nacen imperativos derivados. Puesto que esencialmente son
medios para un fin, pueden ser denominados imperativos instrumen-
tales de la cultura. Son tan indispensables para la intendencia huma-
na, para la satisfacción de sus necesidades putritivas, como la mate-
ria prima del alimento y los procedimientos de su ingestión. Pues el
hombre está moldeado de tal forma que si se viera privado de su
organización económica y de sus instrumentos perecería con la misma
seguridad que si se le retirara la sustancia de sus alimentos.
Desde el punto de- vista biológico, la continuidad de la raza puede
lograrse de forma muy simple; bastaría con que la gente copulara,
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produjera dos o en ocasiones más hijos por pareja, para asegurar
que sobrevivirían dos individuos por cada dos que murieran. Si sólo
la biología controlara la procreación humana, la gente se emparejaría
según leyes fisiológicas, que son las mismas para todas las especies;
produciría descendencia según el curso natural del embarazo y el
alumbramiento; y la especie animal hombre tendría una típica vida
familiar, fisiológicamente determinada. La familia humana, la unidad
biológica, presentaría entonces la misma constitución a todo lo ancho
de la humanidad. También quedaría fuera del campo de la ciencia
de la cultura, como han postulado muchos sociólogos, singularmente
Durkheim. Pero en lugar de esto, el emparejamiento, es decir, el
sistema de hacer la corte, el amor y la selección de consortes está
tradicionalmente determinado en todas las sociedades humanas por
un cuerpo de costumbres culturales que prevalecen en cada comu-
nidad. Existen reglas que prohíben el matrimonio de determinadas
personas y que hacen deseable, si no obligatorio, que otras se casen;
existen reglas de castidad y reglas de libertinaje; hay elementos €s-
trictamente culturales que se mezclan con el impulso natural y pro-
ducen un atractivo ideal que oscila de una sociedad y una cultura a
otra. En lugar de la uniformidad biológicamente determinada, existen
una enorme variedad de costumbres sexuales y dispositivos para
hacer la corte que regulan el emparejamiento, Dentro de cualquier
cultura humana, el matrimonio no es de ninguna forma una simple .
unión sexual o cohabitación de dos personas. Invariablemente es un
contrato legal que determina el modo en que el marido y la esposa
deben vivir juntos y las condiciones económicas de su unión, así
como la cooperación en la propiedad, las mutuas contribuciones y
las contribuciones de los respectivos parientes de cada consorte.
Invariablemente es una ceremonia pública, un asunto de interés so-
cial, que implica a grandes grupos de personas así como a los acto-
res principales. Su disolución también está sometida a reglas tradicio-
nales fijas.
Tampoco la paternidad es una simple relación biológica. La con-
cepción es objeto de un rico folklore tradicional en todas las comu-
nidades humanas y tiene su aspecto legal en las reglas que discrimi-
nan los hijos concebidos en el matrimonio y de los que nacen fuera
de él. El embarazo está envuelto en una atmósfera de reglas y valo-
res morales. Por regla general, la madre que espera se ve obligada
a llevar un modo de vida especial, rodeada de tabúes, todos los cuales
tiene que observar a cuenta del bienestar del niño. Existe, pues, una
maternidad anticipada, culturalmente establecida, que precede al he-
cho biológico. El alumbramiento es también un acontecimiento pro-
fundamente modificado por los concomitantes rituales, legales, má-
gicos y religiosos, en los que se moldean las emociones de la madre,
sus relaciones con el hijo y las relaciones de ambos con el grupo
social de acuerdo con una pauta tradicional concreta. Tampoco el pa-
dre es pasivo o indiferente al alumbramiento. La tradición define den-
tro de límites estrechos las obligaciones de los padres durante la pri-
mera parte del embarazo y la forma en que se dividen entre el
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supervivencia, sino que puede explicarse funcionalmente por su con-
texto cultural.
En las ideas, costumbres y dispositivos sociales referentes a la
concepción, el embarazo y el alumbramiento, el hecho de la materni-
dad está culturalmente determinado sobre todo por su naturaleza
biológica. La paternidad se establece de forma simétrica, mediante
reglas en las que el padre tiene que imitar en parte los tabúes, las
observancias y reglas de conducta que tradicionalmente recaen sobre
la madre y también que encargarse de determinadas funciones aso-
ciadas. El comportamiento del padre en el nacimiento está estricta-
mente determinado, y en todas partes, tanto si se le excluye de la
compañía de la madre como si se le obliga a asistir, tanto si se le
considera peligroso como indispensable para el bienestar de la madre
y del niño, el padre tiene que asumir un rol concreto, estrictamente
prescrito. Más adelante el padre comparte gran parte de las obliga-
ciones de la madre; la sigue y la sustituye en gran parte de-los tier-
nos cuidados que recaen sobre el infante. La función de la convade
consiste en establecer la paternidad social mediante la asimilación
simbólica del padre a la madre, Lejos de ser una supervivencia o un
rasgo muerto o inútil, la cowvade es simplemente uno de los actos ri-
tuales creativos que están en la base de la institución de la familia.
Su naturaleza puede comprenderse, no mediante aislamiento, sino
situándolo dentro de las instituciones a las que pertenecen, compren-
diéndolo como parte integrante de la institución de la familia.
Las terminologías clasificatorias se conciben como si al mismo
tiempo reunieran un «plan inteligente» (en palabras de Morgan) para
la clasificación de los parientes. En la teoría de Morgan se suponía
que esta clasificación proporcionaba con precisión casi matemática
los límites de la paternidad potencial. Según teorías más recientes,
sobre todo la de Rivers, las terminologías clasificatorias fueron en
algún momento la manifestación clara y real de anómalos matrimo-
nios. Cualquiera que sea el aspecto concreto de las distintas teorías,
el dato de las terminologías clasificatorias ha sido la fuente de un
torrente de especulaciones sobre las etapas de la evolución del ma-
trimonio, sobre las uniones anómalas, sobre la promiscuidad y la ge-
rentocracia primitivas, sobre el clan u, otros esquemas procreativos
comunitarios que en una u otra etapa ocupan el lugar de la familia.
No obstante, pocos fueron los que investigáron seriamente la función
actual de los términos clasificatorios. McLennan sugirió que podrían
ser una forma simplemente educada de tratamiento, y en esto fue
seguido por unos cuantos autores. Pero puesto que estas nomen-
claturas están muy rígidamente adheridas y puesto que, como ha
mostrado Rivers, están asociadas a concretos status sociales, la ex-
plicación de Mclennan tiene que ser descartada.
Las terminologías clasificatorias, no obstante, cumplen una fun-
ción muy importante y muy concreta, que sólo puede apreciarse
a partir de un cuidadoso estudio de cómo los términos desarrollan
significado durante la historia biográfica de un miembro de la tribu.
El primer significado que adquiere el niño es siempre individual. Se
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basa en las relaciones personales con el padre y la madre, con los
hermanos y hermanas. Siempre se adquiere un completo equipo de
términos familiares, con significados individuales bien determinados,
antes que cualquier otro desarrollo lingiiístico. Pero luego tiene
Jugar una serie de extensiones del significado. Las palabras padre y
madre se aplican primero a la hermana de la madre y al hermano del
padre, respectivamente, pero se aplican a estas personas de manera
francamente: metafórica, es decir, con un significado ampliado y
distinto, que de ninguna forma interfiere u obstaculiza el significado
original cuando se aplica a los padres originales. La extensión tiene
lugar porque, en una sociedad primitiva, los parientes más próximos
tienen la obligación de actuar como sustitutos de los padres, de
sustituir a los progenitores de los niños -en caso de muerte o ausen-
cia, y en todos los casos deben compartir sus obligaciones en una
considerable medida. Sin embargo, hasta que no tenga lugar una
completa adopción, los parientes sustitutivos no reemplazan a los
originales y en rmingún caso se confunden o identifican los dos con-
juntos. Simplemente se asimilan de forma parcial. El acto de nom-
brar a las personas siempre es un acto semilegal, especialmente en las
comunidades primitivas. Así como en las ceremonias de adopción
se imita el nacimiento verdadero, en la couvade se simula un alum-
bramiento, en el acto de la hermandad de sangre hay ficciones tales
como el intercambio de sangre, en el matrimonio una atadura, unión
u obligación simbólica o un acto de comida común y aparición pú-
blica común a veces, igualmente aquí una relación derivada, parcial-
mente establecida, se caracteriza por el acto de la imitación verbal
en el nombramiento. La función del uso verbal clasificatorio consis-
te, pues, en establecer los derechos legales de la paternidad y ma-
ternidad delegada mediante la metáfora unitiva de la extensión de
los términos de parentesco. El descubrimiento de: la función de la
terminología clasificatoria abre un conjunto de nuevos problemas:
el estudio de la situación inicial del parentesco, de la extensión del
significado del parentesco, del parcial hacerse cargo de las obliga-
ciones de parentesco y de los cambios producidos en las anteriores
relaciones por tales extensiones. Se irata de problemas empíricos
que no llevan a la mera especulación, sino a un estudio más completo
de los hechos que se producen sobre el terreno de investigación. Al
mismo tiempo, el descubrimiento de la función del uso de la termi-
nología clasificatoria en términos de la realidad sociológica actual
corta las razones en las que se basaban series enteras de especula-
ciones según las cuales las nomenclaturas salvajes debían explicarse
como supervivencias de etapas anteriores del matrimonio humano.
El aparato de la domesticidad inftuye en el aspecto moral o es-
piritual de la vida familiar. Su substrato material consiste en los
alojamientos, los dispositivos internos, los aparatos de cocina y los
instrumentos domésticos y también el modo de asentamiento, es decir,
la forma en-que se reparten los alojamientos sobre el territorio. Este
substrato material entra de la forma más sutil en la textura de la
vida familiar e influye profundamente en sus aspectos legales, econó:
103
micos y morales. La constitución de una familia característica de una
cultura va profundamente asociada al aspecto Tnaterial del tnterior
del alojamiento, tanto si se trata de un rascacielos como de un refu-
glo, de un suntuoso apartamento o de un cobertizo. Existe un infi-
nito campo de asociaciones personales íntimas en el hogar desde
la infancia y adolescencia, a través de la pubertad y el despertar
emocional, la etapa de noviazgo y el principio de la vida matrimonial,
hasta la ancianidad. Estas implicaciones sentimentales y románticas
de estos hechos se reconocen, en la cultura contemporánea, en la pre-
servación y culto de los lugares de nacimiento y hogares de los gran-
des hombres. Pero aunque se conoce gran parte de la tecnología de
la construcción de viviendas e incluso de la estructura de las casas
en diversas culturas, y aunque también se conoce mucho sobre la
constitución de la familia, pocas descripciones se ocupan de la rela-
ción entre la forma de alojamiento y la forma de los dispositivos
domésticos, por una parte, y la constitución de la familia, por otra,
y sin embargo tales relaciones existen. El solar familiar aislado,
distante de todos los demás, produce una familia fuertemente unida,
autosuficiente económicamente, así como moralmente independiente.
Las casas autónomas reunidas en comunidades de aldea permiten
una textura mucho más apretada del parentesco derivado y una
mayor amplitud de la cooperación local. Las casas compuestas de
familias unidas, especialmente cuando están unidas bajo un propie-
tario, constituyen las bases necesarias para una familia extendida o
Grossfamilie. Las grandes casas comunitarias donde sólo los distintos
hogares o porciones diferencian a las distintas familias componentes
colaboran a un sistema de parentesco aun más entrelazado. Por últi-
mo, la existencia de clubes especiales, donde los hombres, los solteros
o las muchachas no casadas de la comunidad duermen, comen o
guisan juntos, está evidentemente correlacionada con la estructura
general de una comunidad en la que el parentesco se complica por
grados de edad, sociedades secretas y otras asociaciones masculinas
o femeninas, y generalmente también está correlacionado con la pre-
sencia o ausencia de libertad sexual. :
Cuanto más se sigue la correlación entre la sociología y la forma
de los asentamientos y alojamientos, mejor se comprende cada parte.
Mientras que, por una parte, la forma de los dispositivos materiales
recibe su única significación a partir de su contexto sociológico, por
otra parte toda la determinación objetiva de los fenómenos sociales
y morales puede definirse y describirse mejor en términos de substra-
to material, dado que éste moldea e influye en la vida social y espi-
ritual de una cultura. Los dispositivos del interior de la casa tam-
bién muestran la necesidad de un estudio paralelo y en correlación
de lo material y lo espiritual. El escaso mobiliario, el hogar, los ban-
cos de dormir, las esteras y colgadores de una choza indígena mues-
tran una simplicidad, incluso una pobreza de forma que, no obstan-
te, se vuelve inmensamente significativa con ayuda de la profundidad
y la clasificación de la asociación sociológica y espiritual. El hogar,
por ejemplo, cambia poco de forma; desde el punto de vista me-
104
ramente técnico, bastan unas pocas indicaciones sobre cómo se colo-
can las piedras, cómo se expulsa el humo, cómo se utiliza el fuego
para calentar o para iluminar, cómo se disponen los soportes para
guisar. Pero incluso al exponer estos simples detalles, uno se ve
arrastrado al estudio de los usos característicos del fuego, a las indi-
caciones de las actitudes y emociones humanas; en resumen, al aná-
lisis de las costumbres sociales y morales que se constituyen alrede-
dor del hogar. Pues el hogar es el centro de la vida doméstica; y la
manera en que se utiliza, las costumbres para encenderlo, mantenerlo
y extinguirlo, el culto doméstico que suele desarrollarse a su alrede-
dor, la mitología y la significación simbólica del hogar, son datos
indispensables para el estudio de la domesticidad y de su lugar den-
tro de la cultura, En las islas Trobriand, por ejemplo, el hogar tienen
que situarse en el centro, para evitar los hechizos, que son especial-
mente eficaces si utilizan el humo para entrar desde fuera. El hogar
es una propiedad especial de las mujeres. Hasta cierto punto, guisar
es tabú para los hombres y su proximidad contamina los alimentos
vegetales no guisados. De ahí que exista una división entre almace-
nes y casas de guisar en las aldeas. Todo esto hace que el simple dis-
positivo material de una casa sea una realidad social, moral, legal y
religiosa.
El dispositivo de los bancos para dormir está correlacionado
con el lado sexual y de parentesco de la vida matrimonial, con el
tabú del incesto y la necesidad de casas para los solteros; el acceso
a la casa está correlacionado con el aislamiento de la vida familiar,
con la propiedad y la moralidad sexual. En todas partes la forma
se hace más y más significativa conforme se comprende mejor la
relación entre las realidades sociológicas y su substrato material.
Las ideas, las costumbres y las leyes codifican y determinan los
dispositivos materiales, mientras que estos últimos son los principa-
les aparatos que moldean a cada nueva, generación en la pauta tra-
dicional típica de su sociedad.
Las necesidades biológicas fundamentales de una comunidad, es
decir, las condiciones en que una cultura puede prosperar, desarro-
llarse y continuar, se satisfacen de una forma indirecta que impo-
ne condiciones secundarias o derivadas. Estas pueden designarse
como imperativos instrumentales de la cultura. El conjunto de la
masa de cultura material debe producirse, mantenerse, distribuirse
y utilizarse. Por tanto, en cada cultura se encuentra un sistema de
reglas o mandamientos que determina las actividades, los usos y los
valores mediante los cuales se produce, almacena y reparte la comida,
se manufacturan, poseen y utilizan los bienes, se preparan e incor-
poran las herramientas a la producción. La organización económica
es indispensable para cualquier comunidad, y la cultura siempre debe
mantenerse en contacto con este substrato material.
. Entre los primitivos más inferiores existe cooperación regulada
incluso en actividades tan simples como la búsqueda de alimentos.
A veces tienen que abastecer a grandes reuniones tribales y ello exige
un complicado sistema de intendencia. Existe división del trabajo
105
dentro de la familia y la cooperación de las familias dentro de la
comunidad local nunca es un asunto económico sencillo. El mante-
nimiento del principio utilitario de la producción está estrechamente
vinculado a actividades artísticas, mágicas, religiosas y ceremoniales.
La propiedad primitiva de la tierra, de la posesión personal y de los
distintos medios de producción es mucho más complicada de lo que
suponía la vieja antropología, y el estudio de la economía primitiva
está desarrollando un considerable interés por lo que podría deno-
minarse las primeras formas del derecho civil.
Cooperación significa sacrificio, esfuerzo, subordinación de las
inclinaciones y de los intereses privados a los fines comunes de la
comunidad, la existencia de coacción social. La vida en común pro-
picia distintas tentaciones, especialmente a impulsos del sexo, y como
consecuencia, se hace inevitable un: sistema de prohibiciones y coac-
ciones, así como de reglas obligatorias. La producción económica pro-
porciona al hombre las cosas deseadas y valoradas, no indiscrimina-
damente accesibles para uso y disfrute por todo el mundo por igual,
y es por ello que surgen y se hacen cumplir las reglas de la propie-
dad, de la posesión y del uso. La organización concreta entraña dife-
rencias de rango, liderazgo, status e influencia. La jerarquía desa-
rrolla las ambiciones sociales y exige salvaguardias que se sancionan
de manera efectiva. Todo este conjunto de problemas ha sido seña-
ladamente omitido porque la ley y sus sanciones, en la sociedad pri-
mitiva, raramente están personificadas en instituciones especiales.
La legislación, las sanciones legales y la administración efectiva de
las reglas tribales suelen llevarse a cabo muchas veces como subpro-
- ductos de otras actividades. El mantenimiento de la ley suele: ser
una de las funciones secundarias o derivadas de instituciones como
la familia, la comunidad local y la organización tribal. Pero aunque
no estén contenidas en un cuerpo específico de reglas codificadas
ni tampoco desempeñadas por grupos especialmente organizados de
personas, las sanciones de la ley primitiva funcionan sin embargo
de forma concreta y desarrollan rasgos concretos en las instituciones
a que pertenecen. Pues es esencialmente incorrecto sostener que,
como se ha hecho con frecuencia, la ley primitiva funciona automá-
ticamente y el salvaje es por naturaleza un ciudadano que se somete
a la ley.-Las reglas de conducta deben ser grabadas en cada nueva
generación mediante la educación; es decir, debe asegurarse la con-
tinuidad de la cultura a través de la instrumentalización de la tra-
dición. La primera condición es la existencia de signos simbólicos
mediante los cuales pueda traspasarse de una generación a otras la
experiencia acumulada. El lenguaje constituye el tipo más importan-
tes de tales signos simbólicos. El lenguaje no contiene la experiencia;
más bien es un sistema de hábitos sonoros que acompaña al desarro-
llo de la experiencia cultural de toda comunidad humana y se con-
vierte en parte integrante de esta experiencia cultural. En las cul-
turas primitivas, la tradición se mantiene oral. El habla de una comu-
nidad primitiva está llena de dichos establecidos, máximas, reglas
y reflexiones que traspasan de forma estereotipada la sabiduría de
106
una generación a otra. Los cuentos populares y la mitología constitu-
yen otro aspecto de la tradición verbal. En las culturas más elevadas
se añade la escritura para transportar la tradición oral. El no haberse
dado cuenta de que el lenguaje es una parte integrante de la cultura
ha llevado a vagos, metafóricos y equivocados paralelos entre las so-
ciedades animales y la cultura humana, que han perjudicado mucho
a la sociología. Si se comprendiera claramente que la cultura no
existe sin el lenguaje, el estudio de las comunidades animales deja-
ría de formar parte de la sociología y las adaptaciones de los anima-
les a la naturaleza se distinguirían claramente de la cultura. En la
sociedad primitiva, la educación raramente implica instituciones espe-
ciales. La familia, el grupo parientes consanguíneos, la comunidad
local, los grados de edad, las sociedades secretas, los campos de
iniciación, los grupos profesionales o gremios de técnicos, la: habi-
lidad mágica o religiosa, son las instituciones que corresponden, en
algunas de sus funciones derivadas, a las escuelas de las culturas
más avanzadas.
Los tres imperativos instrumentales, la organización económica, la
ley y la educación, no agotan todo lo que la cultura entrafía en su
satisfacción indirecta de las necesidades humanas. La magia y la
religión, el conocimiento y el arte, forman parte del esquema univer-
sal que subyace a todas las culturas concretas y puede decirse que
nacen en respuesta de un imperativo integrador o sintético de la
cultura humana.
A pesar de las diversas teorías sobre el carácter específico, no
empírico y prelógico de la mentalidad primitiva, no cabe duda de que
tan pronto como el hombre desarrolló el dominio del medio ambiente
mediante la utilización de utensilios, y tan pronto como apareció el
lenguaje, también debió existir un coriocimiento primitivo de carác-
ter esencialmente científico, Ninguna cultura podría sobrevivir si
sus artes y oficios, sus armas y propósitos económicos se basaran en
concepciones y doctrinas místicas y no empíricas. Cuando uno se
aproxima a la cultura humana por este lado pragmático y tecnoló-
gico, se descubre que el hombre primitivo es capaz. de una observa-
ción exacta, de perfectas generalizaciones y de razonamiento lógico
en todos los asuntos que afectan a sus actividades normales y son
básicos para su producción. El conocimiento, pues,.es una necesidad
absoluta derivada de la cultura. No obstante, es más que un medio
para un fin y, por tanto, no se clasificó entre los imperativos ins-
trumentales. Sú lugar en la cultura, su función, es ligeramente dife-
rente al de la producción, la ley o la educación. Los sistemas de cono-
cimiento sirven para conectar distintos tipos de comportamientos;
traspasan los resultados de las experiencias pasadas a las futuras
empresas y reúnen los elementos de la experiencia humana permi-
tiendo que el hombre coordine e integre sus actividades. El cono-
cimiento es una actitud mental, una diátesis del sistema nervioso
que permite que el hombre lleve a cabo el trabajo que la cultura
le asigna. Su función consiste en organizar e integrar las actividades
indispensables de la cultura.
107
que depende de los productos del mar, nunca hay una magia rela-
cionada con la recolección de conchas marinas o con la pesca median-
te veneno, encañizadas y trampas, en la medida en que estos métodos
son de toda confianza, En cambio, cualquier tipo de pesca peligroso,
azaroso e incierto está rodeado de ritual. En la caza, las formas sim-
ples y seguras de atrapar o matar solamente están controladas por
el conocimiento y la habilidad; pero en cuanto haya algún peligro
O incertidumbre relacionados con una provisión importante de caza,
inmediatamente aparece la magia. La pesca costera, en la medida
en que es perfectamente segura y fácil, no prescribe ninguna magia.
Las expediciones ultramarinas invariablemente van ligadas a cere-
monias y ritual. El hombre recurre a la magia sólo cuando la suerte
y las circunstancias no están completamente controladas por el co-
nocimiento.
Esto se aprecia mejor en lo que se podría denominar los sistemas
de magia. La magia sólo puede relacionarse de forma laxa y capri-
chosa con su marco práctico. Un cazador puede utilizar ciertas fór-
mulas y titos y otro ignorarlos; o bien el mismo individuo puede
aplicar sus conjuros en una ocasión y no en otra. Pero existen formas
de actividad en las que debe utilizarse la magia. En una gran empresa
tribal, como la guerra, o una expedición marítima arriesgada o en un
largo viaje o al emprender una gran caza o una peligrosa expedi-
ción de pesca, o bien en el ciclo normal de los huertos, que por regla
general es vital para la comunidad, la magia suele ser obligatoria.
Se produce según un orden fijo, concatenado con los acontecimientos
prácticos, y los dos órdenes, mágico y práctico, dependen el uno
del otro y constituyen un sistema. Tales sistemas de magia parecen
A primera vista inextricables mezclas de trabajo eficaz y prácticas
supersticiosas, y de esta manera parecen proporcionar un incontesta-
ble argumento a favor de las teorías según las cuales la magia y la
ciencia, en las condiciones de los primitivos, están tan fusionadas
que no se pueden separar. No obstante, un análisis más completo
demuestra que la magia y el trabajo práctico son completamente in
dependientes y nunca se confunden.
Pero la magia nunca se utiliza para sustituir al trabajo. En la
agricultura, la operación de cavar o de despejar la tierra o la soli-
dez.de las vallas o la calidad de los soportes nunca se rehuye en
razón de que se haya practicado sobre ellos una magia más fuerte.
El indígena sabe muy bien que la construcción mecánica debe ser
hecha por el trabajo humano según las estrictas reglas de la artesa-
nía. Sabe que todos los procesos que ha habido en el suelo pueden
ser controlados por el esfuerzo humano, hasta una cierta medida
y no más allá, y es sólo en ese más allá donde trata de influir me-
diante la magia. Pues su experiencia y su razón le dicen que en de-
terminados casos sus esfuerzos y su inteligencia no son un aval de
ninguna clase. Por otra parte, sabe que la magia ayuda; eso le dice
por lo menos su tradición.
En la magia de la guerra y del amor, de las expediciones comer:
ciales y de la pesca, de la navegación y de la fabricación de canoas,
112
las reglas de la experiencia y de la lógica se aplican igualmente de
forma tan estricta como las que se refieren a la técnica, y el conoci-
miento y la técnica reciben el debido crédito por todos los buenos
resultados que pueden atribuírsele. El salvaje sólo intenta controlar
mediante la magia los resultados inexplicables, que un observador
exterior atribuiría a la suerte, al gancho para hacer las cosas con
éxito, al azar o a la fortuna.
La magia, por tanto, lejos de ser la ciencia primitiva, es el resul-
tante del claro reconocimiento de que la ciencia tiene sus límites y
de que el entendimiento y la habilidad humanas a veces son impo-
tentes. Por toda su apariencia de megalomanía, por todo lo que
parece ser una declaración de la «omnipotencia del pensamiento»,
como recientemente ha sido definida por Freud, la magia tiene ma-
yor afinidad con una explosión emocional, con los sueños diurnos,
con los deseos fuertes e irrealizables,
Afirmar con Frazer que la magia es pseudociencia sería reconocer
que la magia no es en realidad la ciencia primitiva. Implicaría que
la magia tiene afinidad con la ciencia o, al menos, que es el mate-
ríal bruto a partir del cual se desarrolla la ciencia, implicaciones que
son insostenibles. El ritual de la magia presenta importantes caracte-
rísticas que han hecho posible que muchos autores afirmen, desde
Grimm y Tylor hasta Freud y Lévy-Bruhl, que la magía ocupa el
lugar de la ciencia primitiva.
Indiscutiblemente, la magia está dominada por el principio de
simpatía: lo mismo produce lo mismo; el todo se ve afectado si el
hechicero actúa sobre una parte de él; pueden impartirse influencias
ocultas mediante contagio. Si nos concentramos sólo en la forma del
ritual, podemos concluir legítimamente con Frazer que la analogía
entre las concepciones científica y mágica es estrecha y que los dis-
tintos casos de magia por simpatía son aplicaciones erróneas de una
u otra de las dos grandes leyes fundamentales del pensamiento, a
saber, la asociación de ideas por similitud y la asociación de ideas
por contigiiidad en el espacio o en el tiempo.
Pero el estudio de la función de la ciencia y de la función de la
magia hace dudar de la suficiencia de estas conclusiones. La sim-
patía no se cuenta entre las bases de la ciencia pragmática, ni si-
quiera en las condiciones más primitivas. El salvaje sabe científi-
camente que una pequeña vara puntiaguda de madera dura frotada
O golpeada contra un trozo de madera blanda y quebradiza, estando
ambas piezas secas, produce fuego. También sabe que debe utilizar-
se una velocidad de movimiento fuerte, enérgica y creciente, que en
la acción debe producirse yesca, mantenerse fuera del viento y la
chispa aventarse inmediatamente para que se transforme en una
brasa y ésta en una llama. No hay ninguna simpatía, mi similitud,
no se toma una parte en vez del todo, ni hay contagio. La única .
asociación o conexión es la empírica concatenación de los aconteci-
mientos naturales correctamente observada y entramada. El salvaje
sabe que un arco fuerte bien manejado lanza una flecha veloz, que
una viga ancha produce estabilidad y luz, un casco bien formado
113
incrementa la velocidad de su canoa. Aquí no hay asociación de ideas
por similitud, ni contagio, ni pars pro toto. El indígena coloca un
brote de ñame o banana en el adecuado trozo de tierra, Lo riega o
humedece a menos que esté bien empapado de lluvia. Escarda la
tierra a su alrededor y sabe perfectamente que si no se presentan
calamidades inesperadas la planta crecerá. Además, no existe prin-
cipio afín al de simpatía que vaya incluido en esta actividad. Crea
condiciones que son perfectamente científicas y racionales y deja
que la naturaleza haga su parte. Por tanto, en la medida en que la
magia consiste en la implantación de la simpatía, en la medida en
que está controlada por la asociación de ideas, difiere radicalmente
de la ciencia; y al analizar la similitud de forma entre la magia y la
ciencia se revela como meramente aparente, no real.
El rito simpático, aunque es un elemento muy prominente de la
magia, funciona siempre en el contexto de otros elementos. Su prin-
cipal propósito consiste en la generación y la transferencia de fuerza
mágica.y, de acuerdo con esto, se celebra en la atmósfera de lo sobre-
natural. Como han mostrado Hubert y Mauss, los actos de la magia
siempre se ponen aparte, se consideran distintos, se conciben y lle-
van a cabo en condiciones diferentes. El momento en que se celebra
la magia suele estar determinado por la tradición más que por el
principio de simpatía, y el lugar en que se celebra sólo en parte
está determinado por la simpatía o el contagio y más por las asocia-
ciones sobrenaturales y mitológicas. Muchas de las sustancias que
se utilizan en la magia son en gran medida simpáticas, pero suelen
utilizarse fundamentalmente por la reacción fisiológica y emocional
que provocan en el hombre. Los elementos emocionales y dramáticos
de la implantación ritual incorporan, en la magia, factores gue van
mucho más allá de la simpatía o de cualquier principio científico
o pseudocientífico. La mitología y la tradición están incrustadas en
todas partes, especialmente en la celebración del conjuro mágico, que
debe repetirse con absoluta fidelidad al original tradicional y duran-
te el cual se recuentan los acontecimientos mitológicos en los que se
invoca el poder del prototipo. El carácter sobrenatural de la magia
se manifiesta también en el carácter anormal del mago y en los
tabúes temporales que rodean su ejecución.
En resumen, existe un principio de simpatía: el ritual de la magia
contiene por regla general algunas referencias a los resultados por
conseguir; los prefigura, anticipa los acontecimientos deseados. El
"mago recurre a menudo a la imaginería, al simbolismo, a las asocia-
ciones de los resultados que deben seguirse. Pero también está po
seido de forma total y completa por.la obsesión emocional de la
situación que le ha obligado a recurrir a la magia. Estos hechos no
encajan en el sencillo esquema de la simpatía concebida como mala
aplicación de observaciones imperfectas y de deducciones semilógicas.
Los distintos elementos aparentemente desunidos del ritual mágico
—los rasgos dramáticos, el lado emocional, las alusiones mitológicas
Y la anticipación del fin— hacen imposible considerar la magia como
una práctica científica moderada basada en una teoría empírica. La
114
magia no.puede ir guiada por la experiencia y, al mismo tiempo, aten-
der constantemente al mito.
El tiempo fijado, el lugar determinado, las condiciones prelimi-
nares de aislamiento de la magia, los tabúes que debe observar el eje-
cutante, así como su naturaleza fisiológica y sociológica, sitúan al
acto mágico en una atmósfera sobrenatural. Dentro de este con-
texto de lo sobrenatural, el rito consiste, funcionalmente hablando, en
la producción de una virtud o fuerza específica y en el lanzamien-
to, conducción o impulsión de esta fuerza hacia el objeto deseado. La
producción de la fuerza mágica tiene lugar mediante el conjuro, la
gesticulación manual o corporal y las adecuadas condiciones del mago
oficiante. Todos estos elementos exhiben una tendencia hacia la asi-
milación formal del fin deseado o hacia los medios normales de pro-
ducir este fin. Este parecido formal se define probablemente mejor
en la afirmación de que tado el ritual está dominado por las emocio-
nes de odio, miedo, ira o pasión erótica, o bien por el deseo de obte-
ner un fin práctico determinado.
La fuerza o virtud mágica no se concibe como una fuerza natural.
De ahí que no sean satisfactorias las teorías propuestas por Preuss,
Marett, Hubert y Mauss, que hacen del maná melanesio o de concep-
tos similares norteamericanos la clave para comprender toda la ma-
gia. El concepto de maná abarca el poder personal, la fuerza natural,
la excelencia y la eficacia junto con la virtud específica de la magia.
Es una fuerza que se considera absolutamente sui generis, que difiere
tanto de las fuerzas naturales como de las facultades normales del
hombre.
La fuerza de la magia sólo y exclusivamente puede producirse den-
tro de los ritos tradicionalmente prescritos. Sólo puede recibirse y
aprenderse mediante la debida iniciación en el oficio y mediante
la adquisición de un sistema rígidamente definido de condiciones,
actos y observancias. Incluso cuando se descubre la magia, invaria-
blemente se concibe como una verdadera revelación de lo sobrena-
tural. La magia es una cualidad intrínseca y específica de una situa-
ción y de un objeto o fenómeno dentro de la situación, que consiste
en que el objeto se hace asequible al control humano por medios
que están concreta y únicamente conectados con el objeto y que
sólo puede manejar la persona adecuada. Por tanto, la magia siempre
se concibe como algo que no reside en la naturaleza, es decir, fuera
del hombre, sino en la relación entre el hombre y la naturaleza. Sólo
los objetos y fuérzas de la naturaleza que son muy importantes para
el hombre, de los que depende y que sin embargo no puede controlar
normalmente, atraen la magia. .
Una explicación funcional de la magía puede plantearse en térmi-
nos de la psicología individual y del valor cultural y social de la
magia. Puede esperarse encontrar magia, y generalmente se encuentra,
cuando el hombre se enfrente a un vacío insalvable a un hiato en
sus conocimientos o en sus poderes para el control práctico, y sin em-
bargo tiene que continuar su empresa. Abandonado por sus conoci-
mientos, aturdido por los resultados de su experiencia, incapaz de
115
aplicar ninguna habilidad o técnica efectiva, se da cuenta de su im-
potencia. Sin embargo, su deseo le acucia cada vez con más fuerza.
Sus miedos y esperanzas, su ansiedad general, producen un estado
de equilibrio inestable del organismo, mediante el cual se ve condu-
cido a alguna clase de actividad sustitutiva. En la reacción humana
natural ante el odio frustrado y la rabia importante se funda la mate-
ria prima de la magia negra. El amor no correspondido provoca
actos espontáneos de magia prototípica. El miedo mueve a todos los
seres humanos a actos sin finalidad pero compulsivos; ante la pre-
sencia de una prueba rigurosa, siempre se tiene el recurso de los sue-
ños diurnos obsesivos.
El flujo natural de las ideas, bajo la influencia de las emociones y
de los deseos frustrados en su completa satisfacción, lleva inevitable-
mente a la anticipación de los resultados positivos. Pero la experiencia
sobre la que descansa esta actitud anticipatoria o simpática no es
la experiencia normal de la ciencia. Es mucho más afín a los sueños
diurnos, a lo que los psicoanalistas llaman la satisfacción del deseo.
Cuando el estado emocional alcanza el punto de ruptura en que el
hombre pierde el control de sí mismo, las palabras que pronuncia, los
gestos que deja que se produzcan y los procesos fisiológicos del inte-
rior de su organismo que acompañan a todo esto, permiten que la
tensión acumulada se descarge. Sobre todos esos exabruptos de emo-
ción, sobre actos tales como la magia prototípica, preside la obsesiva
imagen del fin deseado. La acción sustitutiva en que encuentra expre-
sión la crisis fisiológica tiene un valor subjetivo: el fin deseado pa-
rece más próximo a su satisfacción.
La magia estandarizada tradicional es tan sólo una institución que
fija, organiza e impone a los miembros de una sociedad la posible
solución a esos conflictos inevitables que plantea la impotencia hu-
mana al ocuparse de los asuntos arriesgados con el simple conoci-
miento o la habilidad técnica. La reacción espontánea y natural del
hombre ante tales situaciones proporciona el material bruto de la
magia. Este material bruto implica el principio de simpatía en el
sentido de que el hombre tiene que apoyarse tanto en el fin deseado
como en los mejores medios para conseguirlo. La expresión de las
emociones mediante actos verbales, mediante gestos, en la casi mis-
teriosa creencia de que tales palabras y gestos tienen poder, fructifica
naturalmente como una reacción fisiológica normal. Los elementos
que no existen en la materia prima de la magia, pero se encuentran
en los sistemas desarrollados, son los elementos tradicionales, mito-
lógicos. En todas partes, la cultura humana integra el material bruto
de los intereses y pretensiones humanas en costumbres tradicionales
y normativizadas. En toda tradición humana se hace una elección
entre una diversidad de posibilidades. En la magia también el ma-
tcrial bruto proporciona cierto número de formas posibles de com-
portamiento. La tradición escoge entre ellas, fija un tipo concreto y
lo inviste con un sello de valor social.
La tradición también refuerza la creencia en la eficacia de la ma-
gia mediante el contexto de la experiencia concreta. Se cree tan pro-
116
fundamente en la magia porque su eficacia psicológica e incluso fisio-
lógica atestigua su verdad pragmática, puesto que en su forma y en su
ideología y estructura la magía corresponde a los procesos naturales
del organismo humano. La convicción que va implícita en estos pro-
cesos se extiende evidentemente a la magia regularizada. Esta con-
vicción es útil porque eleva la eficacia de la persona que se somete
a ella. La magia posee, por tanto, una verdad funcional o pragmá-
tica, puesto que siempre aparece en condiciones en las que el orga-
nismo humano está desintegrado. La magia corresponde a una ver-
dadera necesidad fisiológica.
Le proporciona un respaldo adicional el sello de aprobación social
que reciben las reacciones regularizadas, seleccionadas tradicional-
mente del material bruto de la magia. La convicción general de que
este y sólo este rito, conjuro o preparación personal, posibilita al ma-
go para controlar la suerte, hace que cada individuo crea en ello
a través del mecanismo normal del moldeamiento o condicionamiento.
La implantación pública de ciertas ceremonias, por una parte, y el se-
creto y la atmósfera esotérica en que se desenvuelven otras añaden
algo a su credibilidad. También el hecho de que la magia vaya nor-
malmente asociada a la inteligencia y a la fuerte personalidad eleva
su crédito ante los ojos de cualquier comunidad. De este modo, la
convicción de que el hombre puede controlar las fuerzas de la natu-
raleza y a los seres humanos mediante un manejo especial, tradicional
y regúlarizado, no es simplemente una verdad subjetiva debida a sus
fundamentos fisiológicos, ni simplemente una verdad pragmática que
colabora a la reintegración del individuo, sino que transporta una
prueba adicional que nace de su función sociológica.
La magia no sólo sirve de fuerza integradora del individuo, sino
también de fuerza organizativa de la sociedad. El hecho de que el
mago, por la naturaleza de su sabiduria secreta y esotérica, tenga
también control sobre las actividades prácticas asociadas, hace que
por regla general sea una persona de la máxima importancia en la
comunidad. Descubrir esto fue una de las grandes contribuciones de
Frazer a la antropología. No obstante, la magia no sólo tiene impor-
tancia social porque conceda poder y de esta forma eleve a un hem-
bre a una posición alta. Es verdaderamente una fucrza organizadora.
En Australia, la constitución de la tribu, del clan, del grupo local,
se basa en un sistema de ideas totémicas. La principal expresión cere-
monial de este sistema consiste en los ritos de la multiplicación má-
gica de las plantas y los animales y en las ceremonias de iniciación
a la virilidad. Ambos ritos subyacen al entramado tribal y ambos
son expresión de un orden mágico de ideas basadas en la mitología
totémica. Los dirigentes que organizan las reuniones tribales, que
las conducen, que dirigen la iniciación y son los protagonistas de las
representaciones dramáticas del mito y de las ceremonias mágicas
públicas, desempeñan este papel en virtud de la tradicional filiación
mágica. La magia totémica de estas tribus es su principal sistema de
organización.
Esto también es cierto en gran medida para las tribus papúes de
117
hombre de su excitación normal y alejan el esfuerzo y la disciplina
de la vida laboral, cumpliendo la función de recreación, de restaurar
en el hombre la plena capacidad para el trabajo rutinario. No obstan-
te, la función del arte y del juego es más complicada y más amplia,
como puede mostrar un análisis de su papel dentro de la cultura.
El libre ejercicio sin trabas de la infancia no es un juego ni un entre-
tenimiento: combina ambas cosas. Las necesidades biológicas del
individuo exigen que el infante utilice sus miembros y pulmones, y
este libre ejercicio proporciona su primer entrenamiento, así como
su verdadera adaptación a lo que le rodea. A través de la voz el in-
fante llama a sus padres o tutores y de este modo entra en relación
con su sociedad y, a través de ésta, cor el mundo sin limitaciones. No
obstante, incluso estas actividades no se mantienen completamente
libres y controladas únicamente por la fisiología. Toda cultura deter-
mina la extensión que puede concederse a la libertad del movi
miento cultural: desde el niño enfajado o atado que escasamente
se puede mover hasta la completa libertad del infante desnudo. La
Cultura también determina los límites dentro de los cuales se le
permite al niño gritar y llorar y dicta la prontitud de Ja respuesta
paterna y la severidad de la represión habitual. El grado en que está
moldeado el primer comportamiento, la manera en que las palabras
y los actos se entrecruzan en la expresión infantil, permiten a la
tradición influir en el organismo joven a través de su medio ambien-
te humano. Las primeras fases del juego humano, que son también
las del trabajo humano, tienen por tanto considerable importancia y
deben ser estudiadas, no sólo en los laboratorios del behaviorista o
en la consulta del psicoanalista, sino también en el campo etnográ-
fico, puesto que varía en cada cultura.
Los juegos y el ejercicio de la siguiente etapa, cuando el niño
aprende a hablar y a utilizar los brazos y las piernas, entroncan di-
rectamente con los primeros pasatiempos. La importancia del com-
portamiento lúdico infantil consiste en su relación con las influencias
educativas que contiene, la cooperación con los demás y con los otros
niños. Más adelante el niño se hace independiente de sus padres o
tutores, en la medida en que se une a otros niños y juega con ellos.
Con frecuencia los niños constituyen su propia comunidad que tiene
su propia organización rudimentaria, su liderazgo y sus intereses eco-
nómicos —una comunidad que a veces proporciona su propia ali-
mentación— y pasan en completa independencia días y noches fuera
de la casa. paterna. A veces, los muchachos y las muchachas juegan
en grupos separados; o bien se unen en un solo grupo, en cuyo caso
el erotismo y el interés sexual pueden entrar o no en el juego. Los
juegos suelen ser habitualmente una imitación de los adultos o
bien contienen algunas actividades paralelas. Rara vez son comple-
tamente distintos de las cosas en las que el niño se verá implicado
una vez pase la madurez. De este modo, en este período se aprende
gran parte de la futura adaptación a la vida. Se desarrolla el código
moral, se forman los rasgos sobresalientes del carácter y se inician
las amistades o amores de la vida futura. Este período suele conte-
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ner un apartamiento parcial de la vida familiar. Acaba con la cere-
monia de iniciación a la virilidad y muchas veces, en este momento,
comienza la formación de lazos más extensos de pertenencia al clan,
a los grados de edad, a las sociedades secretas y a la ciudadanía
tribal. Por tanto, la principal función del juego juvenil es educativa,
mientras que el aspecto recreativo prácticamente no existe mientras
y en la medida en que los jóvenes no tomen parte en el trabajo re-
gular de la comunidad.
Los juegos y recreaciones de los adultos generalmente presentan
un desarrollo continuado con respecto a los de los niños. En las
comunidades civilizadas e igualmente en las primitivas no suele exis-
tir una línea tajante de demarcación entre los juegos adultos y ju-
veniles, y con frecuencia los viejos y los jóvenes se unen para las
diversiones; pero en el caso de los adultos la naturaleza recreativa de
tales propósitos resulta prominente. En el cambio de intereses, en la
transformación de lo normal y lo gris a lo raro y ocasional, la cultura
convierte en buenas otras de las dificultades con que carga al hom-
bre. En las sociedades más primitivas las recreaciones suelen ser
monótonas y persistentes como el trabajo rutinario, pero siempre
son distintas. Se gastan horas en completar y perfeccionar un peque-
ño objeto, en las danzas o en el acabado artístico de un tablero deco-
rativo o figura, No obstante, la actividad es siempre suplementaria.
Un tipo de esfuerzo manual y mental, que no se da en las ocupaciones
ordinarias, permite al hombre hacer un trabajo duro y extraer nuevas
fuentes de energía nerviosa y muscular. La recreación, pues, no sirve
simplemente para llevar al hombre lejos de sus ocupaciones ordina-
rias; contiene también un elemento constructivo o creativo. El dile-
tante de las culturas más elevadas produce muchas veces mejores
obras y dedica sus mejores energías a su hobby. En las civilizaciones
primitivas, la vanguardia del progreso suele encontrarse entre los
trabajos ociosos y extras. Los avances en la habilidad, los descu-
brimientos científicos, los nuevos motivos artísticos, pueden filtrarse
a través de las actividades lúdicas de la recreación y de este modo
reciben ese mínimo de resistencia tradicional que comportan las
actividades que todavía no se toman en serio.
Los juegos de carácter distinto, completamente no productivos
y no constructivos, tales como los juegos de turnos, los deportes com-
petitivos y las danzas seculares, no poseen esta función creativa,
pero en su lugar desempeñan un papel en el establecimiento de la
cohesión social. La atmósfera de relajación, de libertad, así como
la necesidad de grandes reuniones para tales juegos comunitarios,
lleva a la formación de muevos lazos. Amistades e intrigas amorosas,
mejor conocimiento de los parientes lejanos o de los miembros del
mismo clan, la competencia con otros y la solidaridad dentro de los
equipos que compiten, todo esto origina cualidades sociales que se
desarrollan gracias a los juegos públicos que constituyen un rasgo
característico de la vida tribal primitiva, así como de la organización
civilizada. En las comunidades primitivas, durante los grandes juegos
ceremoniales y las celebraciones públicas se produce muchas veces
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una completa recristalización sociológica. El sistema de clanes pasa
a primer plano. Se desarrollan nuevas lealtades no territoriales. En
las comunidades civilizadas el tipo de pasatiempo nacional colabo-
ra eficazmente a la formación del carácter nacional.
El arte parece ser, de todas las actividades culturales, la más
exclusiva y al mismo tiempo la más internacional, e incluso inte-
rracial, Indiscutiblemente la música es la más pura de todas las
artes, la menos mezclada con materias técnicas o intelectuales extrín-
secas. Sea en el corroboree australiano, con su canto monótono aun-
que penetrante, o en una sinfonía de Beethoven o en la canción que
acompaña a un baile de pueblo o en una canción marinera melane-
sia, no se utilizan símbolos o convenciones intelectuales, apelándose
únicamente a la respuesta directa a la combinación de sonidos y al
ritmo. En la danza, los efectos rítmicos se consiguen mediante los
movimientos del cuerpo, más concretamente de los brazos y las pier-
nas, llevados a cabo en conjunción con música vocal o instrumental.
Las artes decorativas consisten en la ornamentación del cuerpo, en
los diversos colores y formas de las ropas, en la pintura y en el ta-
Hlado de objetos y en los dibujos o pinturas representativos. Las artes
plásticas, la escultura y la arquitectura, la madera, la piedra o el
material compuesto se moldea según determinados criterios estéticos,
La poesía, el uso del lenguaje, y las artes dramáticas están quizás
menos uniformemente distribuidas en sus formas desarrolladas, pero
nunca están completamente ausentes.
Todas las manifestaciones artísticas operan fundamentalmente a
través de la acción directa de las impresiones sensibles. El tono de
la voz humana o la vibración de cuerdas o membranas, los ruidos de
naturaleza rítmica, las palabras del lenguaje humano, el color, la
línea, la forma, los movimientos corporales son, fisiológicamente ha-
blando, sensaciones e impresiones sensibles. Estas, así como sus com-
binaciones, producen un atractivo emocional específico que constituye
la materia prima del arte y que es la esencia del atractivo estético.
En la escala más baja del goce estético se encuentran los efectos de
las impresiones sensibles químicas, las de gusto y olor, que también
dan lugar a un limitado atractivo estético. La llamada sensual directa
de los olores de la comida y los efectos fisiológicos de los narcóticos
demuestran que los seres humanos ansían sistemáticamente una mo-
dificación de sus experiencias corporales, que existe un fuerte deseo
de satir de la rutina gris ordinaria de todos los días y pasar a un
mundo distinto, transformado y subjetivamente orientado. Las res-
Puestas a las impresiones sensibles y a sus compuestos, a las secuen-
cia rítmicas, a la armonía y a la melodía en la música, a la línea del
dibujo y a la combinación de colores, tiene un fundamento orgánico.
El imperativo artístico es una necesidad básica; la principal función
del arte consiste en satisfacer este deseo vehemente del organismo
humano por combinaciones de impresiones sensibles mezcladas.
El arte se asocia con otras actividades culturales y desarrolla una
seric de funciones secundarias. Es un poderoso elemento para el desa-
rrollo de Jos oficios y de los valores económicos. El artesano ama sus
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materiales, se enorgullece de su habilidad y siente una conmoción
ante las nuevas formas que aparecen bajo sus manos. La creación
de formas complejas y perfectas con materiales raros y especialmente
dóciles o bien especialmente difíciles es una de las raíces secunda-
rias de la satisfacción estética. Las formas creadas atraen a los miem-
bros de la comunidad, dan al artista una posición elevada y estable-
cen el sello del valor económico de tales objetos. El goce de la arte-
sanía, la satisfacción estética del producto acabado y el reconoci-
miento social se mezclan y reaccionan entre sí. Dentro de cada
arte u oficio se aporta un nuevo incentivo para el trabajo bien hecho
y una norma de valor. Algunos de los objetos que suelen ser conside-
rados como dinero o moneda corriente, pero que en realidad son sim-
plemente signos de riqueza y expresiones del valor del material y de
la habilidad, constituyen ejemplos de estas normas estéticas, econó-
micas y tecnológicas combinadas. Los discos de concha de Melanesia,
hechos de un material raro con especial habilidad, las esteras enro-
lladas de Samoa, las mantas, platos de latón y tallas de la Columbia
Británica, son muy importantes para comprender la economía, la
estética y la organización social de los primitivos.
La profunda asociación del arte con la religión es un lugar común
de las culturas civilizadas y también está presente en las más sim-
ples. Las reproducciones plásticas de los seres sobrenaturales —ídolos,
tallas totémicas o pinturas—, ceremonias como las asociadas con la
muerte, la iniciación o el sacrificio, funcionan para poner al hombre
más cerca de aquellas realidades sobrenaturales sobre las que se
centran todas sus esperanzas, que le inspiran profundos recelos
y, en resumen, conmueven y actúan sobre todo su ser emocional.
De acuerdo con esto, todas las ceremonias mortuorias están asociadas
con el llanto ritualizado, con canciones, con la transformación del
cadáver, con representaciones dramáticas. En algunas religiones, sin-
gularmente en la de Egipto, la concentración del arte alrededor de la
momia, la necrópolis y toda la representación, del paso de este mun-
do al otro, dramatizada y creativa, ha alcanzado un extraordinario
grado de complejidad. Las ceremonias de iniciación, desde las crudas
pero elaboradas celebraciones de las tribus del centro de Australia
hasta los misterios eleusinios y el ritual masónico, constituyen repre-
sentaciones artísticas dramatizadas. El drama clásico y el moderno,
las obras sobre los misterios cristianos y el arte dramático de Oriente,
probablemente se originaron en algunos de estos rituales tempra-
namente dramatizados.
En las grandes concentraciones tribales, la unión en la experien-
cia estética de la danza comunal, los cantos y las exhibiciones de arte
decorativo o de objetos de valor artísticamente arreglados, a veces
incluso de comida acumulada, une al grupo con emociones fuertes
y unificadas. La jerarquía, el principio del rango y de la distinción
social, suele manifestarse muchas veces en los privilegios de la orna-
mentación exclusiva, de las canciones y danzas de propiedad privada
y de la posición aristocrática de las fraternidades dramáticas como
en el caso del areoi y el ulitao de la Polinesia.
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El arte y el conocimiento son fuertemente afines. En el arte na-
turalista y representativo siempre se corporiza una buena cantidad
de observación correcta y un incentivo de estudio de lo que nos rodea.
El simbolismo del arte y el diagrama científico suelen estar estre-
chamente conectados. El impulso estético integra el conocimiento
en niveles altos y bajos. Los proverbios, los anagramas y los cuentos,
sobre todo la narración histórica, suele ser muchas veces en las cul-
turas primitivas, y también en sus formas desarrolladas, una mezcla
de arte y ciencia.
El significado o significación de un motivo decorativo, de una
melodía o de un objeto tallado no puede encontrarse, por tanto,
aislándolo, separándolo de su contexto. En la moderna crítica de arte
se acostumbra a considerar una obra de arte como un mensaje per-
sonal del artista creador a su audiencia, la manifestación de un esta-
do emocional o intelectual traducido a través de la obra de arte
desde un hombre a otro. Tal concepción sólo es útil si todo el contexto
cultural y la tradición artística se dan por sentados. Sociológicamen-
te siempre es incorrecta; y la obra de H. Taine y su escuela, que ha
puesto todo el énfasis en la relación entre la obra de arte y su milieu,
es un correctivo muy importante de la estética subjetiva e individua-
lista. El arte primitivo es invariablemente de creación popular o fol-
Klórica. El artista se apodera dela tradición de su tribu y, simple-
niente, reproduce la talla, la canción, la obra del misterio tribal. El
individuo que reproduce de esta forma una obra tradicional le añade
. algo, la modifica en la reproducción. Estas pequeñas aportaciones
individuales, incorporadas y condensadas en la tradición gradualmen-
te creciente, se integran y se convierten en parte de la masa de pro-
ducción artística. Las aportaciones individuales no sólo están deter-
minadas por la personalidad, la inspiración o el talento creador del
individuo contribuyente, sino también por las asociaciones múltiples
del arte con su contexto. El hecho de que un ídolo tallado sea objeto
de creencias dogmáticas y religiosas y de ritual religioso determina
en gran medida su forma, tamaño y material. Como muchos otros
artefactos o productos humanos, la obra de arte se vuelve parte de
una institución, y el conjunto de su desarrollo, así como sus' fun-
ciones, sólo pueden entenderse si se estudian dentro del contexto de
la situación.
La cultura, pues, es esencialmente una realidad instrumental que
ha aparecido para satisfacer las necesidades del hombre que sobrepa-
san la adaptación al medio ambiente. La cultura capacita al hombre
con una ampliación adicional de su aparato anatómico, con una cora-
za protectora de defensas y seguridades, con movilidad y velocidad
a través de los medios en que el equipo corporal directo le hubiera
defraudado por completo. La cultura, la creación acumulativa del
hombre, amplía el campo de la eficacia individual y del poder de la
acción; y proporciona una profundidad de pensamiento y una am-
plitud de visión con las que no puede soñar ninguna especie animal.
La fuente de todo esto consiste en el carácter acumulativo de los
logros individuales y en el poder de participar en el trabajo común,
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* De este modo, la cultura transforma a los individuos en grupos
organizados y proporciona a estos una continuidad casi infinita, Evi-
dentemente, el hombre no es un animal gregario, en el sentido de que
sus acciones concertadas se deban a la dotación fisiológica e innata
y se transporte en pautas comunes a toda la especie. La organización
y todo el comportamiento concertado, los resultados de la continui-
dad tradicional, asumen formas distintas en cada cultura. La cultura
modifica profundamente la dotación humana innata y, al hacerlo, no
sólo aporta bendiciones, sino que también impone obligaciones y exi--
gencias que someten muchísimas libertades personales al bien común.
El individuo tiene que someterse al orden y la ley; tiene que apren-
der y obedecer a la tradición; tiene que mover la lengua y ajustar
la laringe a una diversidad de sonidos y adaptar el sistema nervioso
a una diversidad de hábitos. Trabaja y produce objetos que los otros
consumirán, mientras que, a su vez, siempre depende del trabajo aje-
no. Por último, su capacidad de acumular experiencias y dejarlas que
prevean el futuro abre nuevas perspectivas y crea vacíos que se satis-
facen en los sistemas de conocimiento, de arte y de creencias mágicas
y religiosas. Aunque una cultura nace fundamentalmente de la satis-
facción de las necesidades biológicas, su misma naturaleza hace del
hombre algo esencialmente distinto de un simple organismo animal.
El hombre no satisface ninguna de sus necesidades como un simple
animal. El hombre tiene sus deseos como criatura que hace utensilios
y utiliza utensilios, como miémbros comulgante y razonante de un
grupo, como guardián de la continuidad de una tradición, como uni-
dad trabajadora dentro de un cuerpo cooperativo de individuos, como
quien está acosado por el pasado o enamorado de él, como a quien
los acontecimientos por venir le llenan de esperanzas y de ansiedades,
y finalmente como a quien la división del trabajo le ha proporcionado
ocio y oportunidades de gozar del color, de la forma y de la música.
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