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MARÍA VICTORIA ATENCIA BIOGRAFÍA María Victoria Atencia nació en Málaga en , Apuntes de Filología hispánica

Asignatura: Gramatica normativa, Profesor: José Manuel Cuesta Abad, Carrera: Filología Hispánica, Universidad: UAM

Tipo: Apuntes

2014/2015

Subido el 09/05/2015

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¡Descarga MARÍA VICTORIA ATENCIA BIOGRAFÍA María Victoria Atencia nació en Málaga en y más Apuntes en PDF de Filología hispánica solo en Docsity! O ORAL DE POESÍA N =S a + y S s má EN ES a E ES e RR NAS po A E E Ez 1033) MARÍA VICTORIA ATENCIA EL REPOSO DE LA LUZ La perfección, sin historia, sin angustia, sin sombra de duda, es el ámbito —no ya signo, sino el ámbito— de toda la poesía que yo conozco de María Victoria Atencia. El presente, pues, es el único tiempo propio para esta poesía, sin pasado. No diría sin futuro, porque el futuro está ya embebido por sí mismo en un presente total e intangible. No hay tránsito, no hay transición: en estos trances están ya el futuro y el pasado, asumidos en el presente de la palabra. Todo en esta poesía es pre- sente, todo: no hay eterno retorno. Hasta el punto de que, pensando en ella, he recordado a Nietzsche, el filósofo tan querido por mí, que cayó presa de ese eterno retorno. Siempre he pensado que porque no había creído o (creído o no) porque no se le había hecho presente la Virgen —la Virgen María, se entiende— que libra del retorno porque es la única criatura perfecta, salvada desde el origen de la creación. Por tanto no tiene que evolucionar ni que ser más ni menos, ni tiene por qué retornar, porque siempre está presente. Así, la poesía de María Victoria, fielmente, la sigue. Mas la quietud tampoco existe. La quietud es suceso, conmoción cósmica —«ontológica», diría yo, si me gustase esa palabra, que no uso—; una conmo- ción del ser mismo desde las entrañas del ser, que ha encontrado al fin, en este caso, las entrañas de la luz, su modo de estallar. A veces es preciso que estalle el corazón del mundo para alcanzar una vida más alta, ha dicho Hegel, y en esta poesía sucede que estalla el corazón del universo, el corazón divino para dar a luz una vida indeleble. No sólo el agua, tan propia de la fecundidad, sino el fuego, se hace aquí presente: como gloria, como lo que es. Una hoguera arrasa, destruye. Y, si no, da gloria. El fuego no tiene más que esos dos extremos: o arrasar o glorificar. En la poesía de María Victoria el fuego es glorioso. Y aun el fuego de la sangre la enciende, pero la enciende hacia adentro, hacia su corazón invulnerable. El silencio mismo de los meses de espera, de los larguísimos días que —incluso para el que no crea— se hacen, en el ad- viento, toman en esta poesía un carácter desvelador, una revelación interior, una ascesis, un irse haciendo por revelación intangible. La luz se torna en alimento, en aliento propio, de acuerdo —fundamen- talmente lógico— con el alimento que será aquél que va a traer al mundo, cuan- do la tiniebla reinaba. Decía Góngora: «Caído se le ha un clavel / hoy a la Aurora del seno». Se diría que, en María Victoria, hay un eco de lo hecho presente, hecho real, hecho efectivo. Pues todo lo que toca esta poesía es verdadero. MARÍA ZAMBRANO 4 UNAS PALABRAS Siempre recuerdo aquellas espumas blancas de las que parecía ella surgir, en el primer día de nuestro conocimiento. Una adolescente delicada pero irra- diante que parecía sonreír desde un futuro prometido. En aquella playa, en- tonces casi salvaje, de Torremolinos, adelantaba el pie impecable, la mano cui- dadora, por un milagro de la generosidad temprana, para atender al poeta más que maduro, que se sentía escogido y no sabía bien por qué. Es que algo se le anunciaba: el nacimiento de un resplandor y de una oscuridad, al mismo tiempo, entre los que ella encerraría y revelaría la significación de la vida, con una palabra inconfundible, que tanto ayudaría a quienes la escuchasen. La pa- labra dormía en el seno de aquella niña, ¡pero qué pronto lo rasgaría en un alumbramiento sin par! ¡Cuántas veces en mis horas de sombra me ha ayudado María Victoria desde su presencia invisible pero cercana! Y cuántas, en la lejanía, me ha enseñado con su verso sobre el dolor y sobre su entrañamiento, sobre la traspasada pu- reza de la vida y sobre la turbiedad más reveladora, que en ella tiene siempre un signo de superación. Gracias, María Victoria. Málaga se alegra contigo del bien que tú eres y agra- dece a su destino tu nacimiento entre sus espumas. VICENTE ALEIXANDRE 5 CRÍTICA LA COLECCIONISTA (Notas sobre la poesía de María Victoria Atencia)1 La paulatina maduración y el consiguiente acendramiento expresivo que ha sufrido el corpus poético de María Victoria Atencia durante sus más de cua- tro décadas de presencia creativa entre nosotros —hojas, sombras, palabras y recuerdos—, hacen posible considerar el mundo lírico que se nos descubre en su obra como una historia no planeada, pero lúcida y coherente, que inte- rioriza —y, en definitiva, crea— una particular aprehensión afectiva de lo que entendemos como realidad; para ello ha sido necesario el desarrollo de una rara intensidad visual coleccionadora y articuladora de todo tipo de impresio- nes y certidumbres nacidas al hilo de la vida cotidiana: vivencias, lecturas, via- jes, objetos... que luego se independizan en el recuerdo, creando una nueva visión interior de la realidad entera. La primera estrofa del poema «Debida proporción»2 —composición, ade- más, que resulta clave para comprender los temas del tiempo y la belleza en la poesía de nuestra autora— desvela una posible pauta de este proceder: Unos ojos engendran otros ojos, y otros nacen, ya de por vida, ciegos para el discurso de un tiempo que acaricia en su paz la serena belleza de las formas. De este modo —siguiendo el conducto tradicional de la visio ovidiana— es necesario ver intensamente para sugerir emociones, para exponer intuicio- nes, es decir, para crear poesía plena. La mirada contiene gran parte de los temas que desarrolla la obra de María Victoria Atencia. En definitiva, lo que hemos llamado visión interior transfor- ma lo visible en perturbadora incertidumbre de lo invisible: un diálogo de las relaciones del poeta con el mundo y consigo mismo. 6 zarla es inevitable su unión, unas veces de forma clara y otras de forma sote- rrada, al tiempo («...en su antigua plata delimitan los días / el contorno preciso en que lo bello acaba», leemos en «Debida proporción»15), y a la muerte («para la muerte fuiste engendrado en belleza», se afirma en «Esclavo agonizante»l6). La poetisa verifica, no sin pesar, que la muerte es condición y parte indispen- sable de la vida en la naturaleza; pero en el ámbito del hombre la muerte im- plica una ruptura aún mayor: es discontinuidad, dolor, zozobra; entonces —memoria heraclitiana, revelación— surge la angustiosa certidumbre: No volveré a asomarme desde el pretil al río para verme en la misma corriente de sus aguas. Se sustentan los ángeles en la clave del arco y descansan el peso de su mensajería en este instante mismo de mi muerte diaria. Es la revelación de la carne. La acepto. («Ponte Sant'Angelo»17) La belleza, al igual que la vida, es «esa luz que nos crea y nos destruye a un tiempo». Puesto que lo efímero y lo bello son inseparables en la naturaleza y en el hombre, muchas veces, en una angustiosa búsqueda de lo perenne, frente a la belleza viva se prefiere la belleza inerte, como en el emblemático poema «El coleccionista»18, en el que se muestra la dependencia de la mirada de lo bello con la muerte: Sujétala con leves alfileres, abierta, rotulada en su caja, y quedará preciosa. Procura no palpar el polvo de sus alas: has de ser delicado, como mandan los libros. Estos versos nos muestra, con su inocencia trágica, lo inasible de la belle- za, del misterio absoluto, sólo parcialmente accesible en el momento de su unión con la muerte, precisamente cuando pierde su significado como razón de existencia. La plenitud de lo bello apenas se intuye, pero nunca puede po- seerse, ya que se corre el riesgo de convertirla en un objeto de colección, en vez de ser la aspiración vital que hace mínimamente soportable el paso del tiempo. Este es el gran problema al que se enfrenta la poesía de María Victoria Atencia: paradójicamente, la búsqueda de lo insondable sólo conduce a la po- sesión de la muerte, a la perfección de lo inerte: alfiler y mariposa. La búsqueda de la belleza en las creaciones del hombre, en sus obras de arte, tiene el mismo objeto y significado vital en este corpus lírico; intento de comprensión —y aprehensión— de lo inmarcesible— si es que existe para el 9 hombre, para el poeta; pero esta nueva tentativa tampoco aleja de la muerte, como muy bien muestra el poema «Life-Boat»19: Hay siempre una galerna en el rincón del lienzo por donde el mar se rompe, que nos fuerza a adentrarnos en busca de la vida, aunque después las olas devuelvan nuestros restos contra el embarcadero. Bajo una serena apariencia formal, lo que encontramos en la obra de María Victoria Atencia —creemos haberlo mostrado— es un equilibrio inestable y ambiguo entre las partes, entre el espejo y su reflejo, entre la cara y la cruz de la moneda —«como tu vida misma, tiene anverso y reverso»— que es cada composición, compás binario en que mirada, ceguera, luz, belleza, tiempo y muerte se transfiguran alternativamente en un anhelo de palabras y silencios por comprender lo absoluto, ese íntimo consumirse de la llama en que arde lo esencial de la poesía. RAFAEL ALARCÓN SIERRA 10 NOTAS 1. Sintetizo en este artículo parte de lo expuesto en mi estudio «Mármol de carnal pre- dominio (María Victoria Atencia: el alfiler y la mariposa)», de próxima aparición en las actas de los Primeros encuentros de poética «Jaime Gil de Biedma y su generación poética», con- greso celebrado en Zaragoza del 22 al 26 de octubre de 1991- 2. Del libro Compás binario. Vid. La señal. Poesía 1961-1989, Málaga, Excmo. Ayuntamien- to de Málaga, 1990, p. 205. Utilizo para las citas —salvo para el caso de poemas que no apa- rezcan en ella— esta reciente edición conjunta de casi toda la poesía de María Victoria Atencia. 3. De Compás binario. Ibid., p. 229. 4. De Marta & María. Ibid., p. 9. 5- «Castellar», de Compás Binario. Ibid., p. 201. 6. De El Coleccionista. Ibid., p. 140. 7. En carta a Lou Andreas-Salomé con fecha de ocho de agosto de 1903- Vid. Lou Andreas- Salomé, Lebensrüklick, Zurich, Wiesbaden, 1951 (traducción española: Mirada retrospecti- va, Madrid, Alianza Editorial, 1980) y Correspondencia entre Rainer María Rilke y Lou Andreas- Salomé, Barcelona, José J. Olañeta Editor, 1981. 8. De El coleccionista. Vid. La señal, p. 146. 9. «La justa palabra», en De la llama en que arde, Madrid, Visor, 1988, p. 52. Este poema no aparece recogido en La señal; cito por la primera edición del libro. 10. De El coleccionista. Vid. La señal, p. 174. 11. En De la llama en que arde. Ibid., p. 334. 12. De El coleccionista. Ibid., p. 130. 13. De Paulina o el libro de las aguas. Ibid., p. 264. 14. «Armandus de Cremona Faciebat», de La pared contigua. Ibid., p. 359. 15. De Compás binario. Ibid., p. 205. 16. De Paulina o el libro de las aguas. Ibid., p. 270. 17. De Paulina o el libro de las aguas. Ibid., p. 267. 18. De El coleccionista. Ibid., p. 131. 19. Del «Homenaje a Turner» en El coleccionista. Ibid., p. 156. 11 Ante la condesa de Chinchón, Atencia recuerda las circunstancias históri- cas que rodearon a esta mujer, quien hubo de casarse con Manuel Godoy, en un vano intento de ocultar los amoríos del primer ministro con la reina María Luisa de Parma. En el poema, la autora expresará su compasión hacia esta mujer añadiendo al cuadro elementos nuevos que permiten al lector acercarse más a la sensación de soledad que se observa en la condesa y en el hijo que espe- ra: silencio, mustias espigas, el sillón prestado, crean una atmósfera que se apo- dera de la mera visión del retrato de la condesa para acercarse más a una pos- tura ética que intenta consolar a la madre abandonada, a la que se dirige en segunda persona, y manifestar su rechazo a quienes se han aprovechado de ella y le han obligado a llevar un vientre de ocasión por encargos reales. En cuanto al retrato de la duquesa de Alba, por encima de la figura de la mujer vestida de blanco y rojo, encontramos la evocación del amor del artista que dio lugar a una obra de arte, lo único que ha quedado para nosotros: Se lleva el viento tantas palabras entredichas y detiene su soplo sobre la blanda arena en el rincón que firma don Francisco de Goya. ¿Sería lícito llegar a alguna conclusión? No siempre manifiesta María Victo- ria Atencia la misma actitud ante la obra de arte. En realidad, la ironía de que hace gala en estos Caprichos surge raras veces y de forma mucho más velada y ocasional en los restantes poemas «culturalistas» de la autora. Pero sí que po- demos observar la presencia de una sensibilidad que supera la mera contem- plación del objeto estético para llevar al lector hacia referencias culturales que, más que vagas muestras de inquietud intelectual, dan cuenta de temas más cercanos a sus preocupaciones como el paso del tiempo, o el amor. Pero ya habíamos señalado al principio que las reflexiones de nuestra poeta ante un objeto artístico pertenecen al que es el tema primordial de su poesía, es decir, su propio mundo. En este sentido, como expresión de la subjetividad de María Victoria Atencia, el arte, al igual que ocurre en otros poemas suyos con lo co- tidiano, acaba siendo una forma de acercarse a su propia conciencia de lo que le rodea, tanto en el plano físico como en el afectivo. Sólo por eso, merece ser poesía. JUAN CARLOS PUEO 14 VICTORIA Lanza hacia viento, Victoria de Samotracia, desde la proa marinera del Me- diterráneo, las alas de una poesía que, suave, sin ruido escapa hacia altos y si- lenciosos vuelos. María Victoria Atencia busca las cálidas corrientes de aire que con naturali- dad le hacen planear sobre lo humano, haciéndolo leve y etéreo, cotidiano y breve como la noche y el día. Un reticulado de nubes filtra la luz para que no deslumbre los ojos claros y somnolientos con que se asombra en la vida, porque su silueta es penumbra que se desvanece y matiza la luz, el sol de mediodía. Málaga sin sombras la engarza y la posee, joyaave, cercando todas sus huidas tierramar dentro. Dama de alba azul, la noche la resguarda en sus alas, palabra, pluma, que cimbrean los sonidos dulces de la boca, abierta, sedienta al agua del poema. Cántaro de barro en los brazos para derramar y llenar de poemasflores la pra- dera, lecho fresco, sin jergón, de hierba y acompañar * «la siempre transitoria confusión de otra piel / que nos reviste el alma y la desuella luego». Canto triste del guerrero que no ha sucumbido, sino en la propia hoguera «De la llama en que arde» en su interior, y recorre un interminable éxodo por el eje de sí mismo y las cosas que vive y le rodean. La silueta del aire se perfila en sus recuerdos, en sus caminos. Se voltea la alegría y las piruetas de la risa hacen bucles en el cielo revoloteando de nuevo traviesas hacia la tierra. Palabras siempre que, al caer en picado la tarde, se des- lizan por la sierra y se diluyen blandas en la playa, mojándose en la arena. En algún remolino el viento se despega. Levanta trozos que encierran re- dondos lugares, quimeras, sueños que arañan y llenan los ojos de restos des- prendidos de la tormenta. Palabras, sílabas que cabalgan y escapan de sus manos, planeando rebelio- nes fuera del espacio de la hoja, que navega por la historia, agua del tiempo en que existe. Quieren fugarse de los signos que las doblegan y desean fluir sin límite en las alas que las llevan a la ternura. La divina desproporción de lo que se ama nos lleva a contemplar el mundo interior, de una gota exterior, que se teje en cada poema, en cada verso. 15 Llegando a crear la autora una sutilísima y bella tela de araña que atrapa al lector. De manera inexperta y lenta se siente uno inmerso en una delicada y frágil estructura de palabras que retiene al que la disfruta en una mágica tela- raña de luz prendida en las esquinas del aire. ÁNGELA IBÁÑEZ * «La piel», De la llama en que arde, María Victoria Atencia, 1988. 16 participación activa en la vida. Este poema representa de nuevo (como lo fue anteriormente «Sazón») otra declaración de principios, que además presenta algún punto de contacto con lo que disponía en aquel soneto. También en este poema hay un tú, pero completamente distinto del anterior. En «Sazón», ese tú y la autora eran más complementarios que subordinados, y así ella podía afirmar «Estoy hecha». En «Marta & María», por el contrario, existe ya una rela- ción de dependencia, claramente expuesta en los versos 5-6: «y enajenada toda no encuentre otro motivo / de muerte que tu ausencia». Así pues, con esta obra de 1976 María Victoria Atencia da un paso adelante en su evolución poética: en sus primeros libros nace a la vida y siente una explosión de júbilo por la existencia; esa alegría de juventud se quiebra en Cañada de los Ingleses, cuyas dos ediciones constituyen final y principio de un modo de ver la vida. Con Marta & María la autora ha evolucionado, y su personalidad poética se muestra mucho más compleja: el tiempo la agobia y en esta desazón se siente enajenada. El remedio a este problema, a este desa- sosiego lo encontrará M. V. Atencia en la contemplación, en la dependencia de algo/alguien fuera de sí que le dé apoyo y fuerza para seguir en el mundo. A este respecto, es significativo el final de «Marta & María» (final, a su vez, de Marta & María): «Eres todo mi ocio: / qué importa, que mi hermana o los demás murmuren / si en mi defensa sales, ya que sólo amor cuenta». La siguiente obra publicada por María Victoria Atencia es Los sueños (Má- laga, 1976). Así como el título de su anterior libro era revelador del interior de la autora (escisión, enajenación), no va a ser menos el de éste (como el del resto). Efectivamente, Los Sueños nos señalan ya a otro mundo, fuera de nuestra realidad y regido por sus propias reglas. Bajo títulos muy descriptivos, ya sea de lugares («Villajaraba», «Paseo de Sancha»), personajes («Coronel Shaw», «El Conde D.»), objetos («El paraguas») e incluso percepciones («Color de rosa»), M. V. Atencia presenta poemas cortos, narrativos y en primera persona. El tiem- po verbal que predomina abrumadoramente sobre el resto es el presente, rasgo este muy significativo, ya que supone la negación del transcurrir del tiempo: véase, por ejemplo, esta sucesión de acciones en «Coronel Shaw»: «Vuelvo aún la cabeza para decir adiós. / Cruzo la acera. Ando. Y el mar llega de nuevo» (vv. 7-8). Este ambiente onírico envuelve todo el libro, y en este sentido supo- ne una alterativa al problema que acuciaba a la autora desde su anterior obra. En los sueños, quien dicta su ley no es la realidad objetiva (por llamarla de algún modo), sino que es el subconsciente de cada cual el que rige. Así, al describirnos M. V. Atencia sus sueños, nos da paso a su mundo, a un primer mundo de M. V. Sin embargo, el refugio del tiempo que podría resultar ser el sueño tampoco es el más adecuado, y los poemas que conforman esta obra están cargados de malos presagios (el poema «Paseo de Sancha» podría resul- 19 tar una magnífica exposición de una pesadilla). En el mundo de los sueños no hay apoyo para la autora, y contrasta poderosamente el poema que cierra este libro «El Conde D.» con el que cerraba Marta & María. M. V. Atencia vuel- ve a ponerse en disposición de otro, pero no de la forma gozosa que lo hacía anteriormente, sino con la convicción de ser una víctima propiciatoria, el ob- jeto del sacrificio que dócilmente (vid. v. 5) «me voy quedando fría en tanto que amanece / y sorbes acremente ni paz a borbotones» (w. 11-12). De modo que el mundo de los sueños tampoco se muestra apropiado para contrarrestar la desazón del paso del tiempo que atenaza a Mará Victoria Atencia. En su siguiente obra, El Mundo de M. V. (Madrid, 1978) —y una vez más es oportuno fijarse en el título—, la autora vuelve al mundo, siquiera que es el suyo propio, aunque nombrado desde fuera (M. V. alude al mundo de M. V.). Y enseguida nos encontraremos con el acuciante problema que surca de arri- ba a abajo la poesía de M. V. Atencia: el tiempo. El Mundo de M. V. está di- vidido en una serie de breves secciones, al frente de las cuales se rotula un título genérico. Estos son «Tiempo para tejer, tiempo para destejer», «Razón del tiempo en Churriana», «Tiempo de los baños», «Tiempo para que el viento rompa el cristal suelto», «Tiempo para el recuerdo» y «Tiempo para el amor». Nuevamente, pues, el tiempo toma su lugar preponderante. Sin embargo, en esta obra ya no parece tener un cariz tan amenazador como en las anteriores, y si bien su presencia es fundamental y continua (se hacen evidentes las repe- tidas alusiones a relojes, recuerdos y memorias), ya no se presenta tan desazo- nador como antes. En este sentido se podría afirmar que El Mundo de M. V. es una reconciliación de la autora con la realidad y el mundo, a los que acepta tal y como son y en los cuales llega a integrarse. La autora cambia su punto de vista, y pasa a ver las cosas cotidianas (las que forman su mundo) con una mirada mitad maravillada, mitad complacida, pero ya sin la angustia de obras precedentes. Este cambio de talante de M. V. Atencia afecta en esta obra también al otro tema que aparecía en los anteriores: la enajenación, la dependencia y el sacri- ficio propio. En efecto, el penúltimo poema del libro («Godiva en Blue Jean») muestra en su desarrollo la misma relación de dependencia de la autora con un tú al que se ofrece, esta vez en forma de Lady Godiva, obligada a pasear por el pueblo desnuda a lomos de un caballo. Sin embargo, la segunda parte del poema (a partir del verso 6) rompe la baraja dramática con la que M. V. Atencia había estado jugando para poner un contrapunto mucho más desen- fadado. Del dramatismo del ofrecimiento de la autora («tal Lady Godiva, / puesto que así lo quieres, paseare mi cuerpo», w. 3-4), se pasa a la negación de tal puesta en escena («No, no es eso, no es eso; mi poema no es eso. / Sólo lo cierto cuenta», vv. 6-7) y la irrupción del mundo cotidiano que conjura pasa- 20 dos temores. El mundo de María Victoria se ve salvado así de la desazón que lo embargaba desde los tiempos de Cañada de los Ingleses. En su posterior obra, El Coleccionista (1979), María Victoria Atencia tras- ciende todavía más su mundo cotidiano para instalarse en otro más depurado todavía. En esta obra los poemas se esencializan, tanto en su forma como en su contenido. En la forma, se hacen cada vez más breves, llegando a parecer en algún momento haikus (precisamente uno de los poemas de El Coleccio- nista se titula así: «¿Quién nos dará razón de esa joven doncella / abrazada a su ramo caudal de crisantemos / mientras dice en la noche su augurio la cor- neja?») en su brevedad. Por lo que respecta a los contenidos, la contemplación (como Mará) se convierte en el tema fundamental, y sirve de pretexto a la autora para desarrollar su lenguaje poético. El coleccionista (la coleccionista, y aquí encontramos de nuevo esa escisión en dos de M. V. Atencia) se dedica a pre- servar la belleza del paso del tiempo. Así, en el poema que da título al libro leemos: «Sujétala con leves alfileres, abierta / rotulada en su caja, y quedará preciosa. / Procura no palpar el polvo de sus alas: / has de ser delicado, como mandan los libros». Los poemas ya no tratan de lugares cotidianos para la autora. Ahora se citan «Venezia Serenissima», «Capillas Mediceas« o «Champs Elysées», a la vez que se hace cada vez mayor hincapié en la percepción estética («Suite Italiana» u «Homenaje a Turner»). Este libro representa un paso más adelante en la estabilidad del mundo poético de María Victoria Atencia. Si en El Mundo de M. V. la aceptación de lo cotidiano suponía en la autora un alivio del paso del tiempo, en El Coleccionista este alivio va a venir de la contemplación del arte, que supone la realidad inmune al paso del tiempo. Así pues, hemos visto cómo la evolución poética de María Victoria Atencia supone también una constante evolución (búsqueda) de la estabilidad de su propio mundo. Si la «Edad de Oro» de su poesía se veía contaminada por la súbita presencia de la muerte («Et in arcadia ego»), en Marta y María había ya un deseo de buscar una salida, ya por medio de la contemplación, ya por la subordinación y entrega a un tú. En Los Sueños esa búsqueda continuaba, pero en otro ámbito como es el propio submundo onírico de la autora. Des- pués de ese viaje al otro lado vendría la vuelta al mundo, El Mundo de M. V., donde se reencontraría con la cotidianeidad, y se hará parte de ella para so- brellevar el paso del tiempo. Finalmente, en El Coleccionista este proceso de estabilización llega a su punto final. En sucesivas obras (Compás Binario, Pau- lina o el Libro de las Aguas), María Victoria Atencia seguirá su camino de per- fección hacia esa estabilidad, esa serenidad que hizo que Jorge Guillén la lla- mara «María Victoria Serenísima». MIGUEL ÁNGEL ORDOVÁS 21 es tan aficionada— es una escritora personalísima e incomparable. Su obra es la prolongación de un sino, de un anhelo, de una orientación estética contu- maz: la del visionario comedido que vive y contempla la vida sin arrebatos, sin impulsos ciegos y sin alharacas. Desde el centro del dolor y del placer, desde la quimera y la llama, desde el clasicismo y la modernidad, aunque con absoluta diafanidad, con hondura y con elegancia. La señal, ese libro de libros que aparecía en su ciudad del paraíso hace no demasiados meses, es un con- tundente ejemplo de todo ello. ANTÓN CASTRO La señal. Poesía, 1961-1989- María Victoria Atencia. Recopilación de sus libros y traduc- ciones. Edición de Rafael León. Prólogo de Clara Janés. Ayuntamiento de Málaga. Colección «La ciudad del paraíso». Málaga, 1990. 490 páginas. 24 ANTOLOGÍA SAZÓN Ya está todo en sazón. Me siento hecha, me conozco mujer y clavo al suelo profunda la raíz, y tiendo en vuelo la rama cierta, en ti, de su cosecha. ¡Cómo crece la rama y qué derecha! Todo es hoy en mi tronco un solo anhelo de vivir y vivir: tender al cielo, erguida en vertical, como la flecha que se lanza a la nube. Tan erguida que tu voz se ha aprendido la destreza de abrirla sonriente y florecida. Me remueve tu voz. Por ella siento que la rama combada se endereza y el fruto de mi voz se crece al viento. (Arte y parte) 25 EPITAFIO PARA UNA MUCHACHA Porque te fue negado el tiempo de la dicha tu corazón descansa tan ajeno a las rosas. Tu sangre y carne fueron tu vestido más rico y la tierra no supo lo firme de tu paso. Aquí empieza tu siembra y acaba juntamente —tal se entierra a un vencido al final del combate— donde el agua en noviembre calará tu ternura y el ladrido de un perro tenga voz de presagio. Quieta tu vida toda al tacto de la muerte, que a las semillas puede y cercena los brotes, te quedaste en capullo sin abrir, y ya nunca sabrás el estallido floral de primavera. (Cañada de los Ingleses) 26 Tiempo para tejer, tiempo para destejer EL MUNDO DE M. V. Si mi mano acaricia la cretona de pájaros inglesa y he encendido el quinqué y hay un lirio en la opalina y huele a madera la casa, puedo llegarme al verde y al azul de los bosques de Aubusson y sentarme al borde de un estanque cuyas aguas retiene el tapiz en sus hilos. Me asomo a las umbrías de cuanto en esta hora dispongo y pueda darme su reposo: también este mundo es el mío: entreabro la puerta de su ficción y dejo que sobre este añadido vegetal de mi casa, por donde los insectos derivan su zumbido, se instale una paloma. (El Mundo de M. V.) 29 LA SEÑAL Plenitud fuera esta levedad. Hondos cuencos me ofrecen aún el oro de su fruta. Tomad mis manos: siento el frío entre las vuestras, o ardo enseguida, y vivo, pues engendré belleza. Y aliento —o finjo— aún, y tan profundamente que me puedo saber huésped de vuestros días aunque lleve en los labios la señal de otro beso por el que, en cortos trechos de alquitrán y pizarra, los pájaros de nácar abatidos incendian la distante orilla del verano. (Paulina o El Libro de las Aguas) LA PIEL En el corto universo de holanda compartida que la noche abandona, usual, al amor, nada sucede, fuera de un orden, salvo —acaso— la siempre transitoria confusión de otra piel que nos reviste el alma y la desuella luego. (De la llama en que arde) 30 BIBLIOGRAFÍA * Cuatro sonetos. «Cuadernos de Poesía», n.° 2, Málaga, 1955. 2.a ed. id. n.° 10, 1956. No venal. [Su texto se incorpora luego a Arte y parte] 1. Arte y parte. «Adonais», n.° 188, Madrid, 1961. [Posteriormente se le se- grega el «Epitafio para una muchacha», que pasa a formar parte de Caña- da. [Dicho «Epitafio», cuyo texto constituye la breve materia de diversas ediciones (Ángel Caffarena, Málaga, 1964, y «Europa», Málaga, n.° 5, en la misma ciudad y año, ambas no venales) figura además grabado en una piedra del Cementerio Inglés, de Málaga.] 2. Cañada de los Ingleses. «Cuadernos de María Cristina», n.° 7, Málaga, 1961. 2.a ed. «Halcón que se atreve», CSIC, Málaga, 1973. El ramo. Imp. San Andrés, Málaga, 1971. No venal. [Incorporado a Arte y parte al publicarse en La señal la obra completa de M. V. A.] 3. Marta & Mana. San Andrés, Málaga, 1976. No venal. 2.a ed. «Caballo griego para la poesía», Madrid, 1984. 4. Los sueños. Dardo. Málaga, 1976. No venal. 5. El mundo de M. V. «ínsula», Madrid, 1978. [Incluye el poema «Sueño de Churriana», de Los sueños, y que en rigor pertenece a uno y otro libro.] Venezia Serenissima. «Nuevos Cuadernos de Poesía», n.° 1, Málaga, 1978. No venal. [Incorporado a El coleccionista.] Paseo de la Farola. «Nuevos Cuadernos de Poesía», n.° 2, Málaga, 1978. No venal. [Incorporado a El coleccionista.] Himnario. «Nuevos Cuadernos de Poesía», n.° 3, Málaga, 1978. No venal. [Incorporado a El coleccionista] Carta de amor en Belvedere. «Beatriz», n.° 2, Málaga, 1979. No venal. [Incorporado a El coleccionista] Capillas Mediceas. «Torre de las Palomas», n.° 2, Málaga, 1979. [Incorpo- rado a El coleccionista] 6. El coleccionista. 4.° Suplemento de «Calle del Aire», Sevilla, 1979. Compás binario. «Villa Jaraba», n.° 1, Málaga, 1979. No venal. [Incorpo- rado al libro que, con el mismo título, se imprime en 1984.] 31 ÍNDICE BIOGRAFÍA 2 TESTIMONIOS 3 Jorge Guillén: María Victoria Atencia 3 María Zambrano: El reposo de la luz 4 Vicente Aleixandre: Unas palabras 5 CRÍTICA 6 Rafael Alarcón Sierra: La coleccionista (Notas sobre la poesía de María Victoria Atencia) 6 Juan Carlos Pueo: Reflexiones en torno a seis Caprichos de María Victo- ria Atencia 12 Ángela Ibáñez: Victoria 15 Miguel Ángel Ordovás: El mundo de Marta & María Victoria 17 Antón Castro: María Victoria Atencia: Un jardín para la intimidad . . 22 ANTOLOGÍA 25 Sazón 25 Epitafio para una muchacha 26 1 de Diciembre 27 Mar 28 El mundo de M. V 29 La señal 30 La piel 30 BIBLIOGRAFÍA 31 34 POESÍA EN EL CAMPUS Coordinador JAVIER DELGADO Este número 19 ha sido realizado bajo la dirección de ANA ALCUBIERRE Maquetación y dibujos JOSÉ LUIS CANO (sobre diseños de W. Morris y otros) Impreso en Octavio y Félez, S. A. P.° Cuéllar, 11 - 50.007 Zaragoza D.L.: Z. 589/92 Secretariado de Actividades Culturales SN IS UNIVERSIDAD DE ZARAGOZA ar
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