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Orientación Universidad
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medea, Apuntes de Filosofía

Asignatura: filosofia antigua, Profesor: bossi bossi, Carrera: Psicología, Universidad: UCM

Tipo: Apuntes

2014/2015
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Subido el 30/09/2015

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¡Descarga medea y más Apuntes en PDF de Filosofía solo en Docsity! Medea, entre el honor y el amor Beatriz Bossi (UCM) I. ¿Por qué Medea? Porque no está muerta. Y porque nos puede ayudar a pensar y a conocernos mejor. Ella es la hechicera extranjera protagonista de la tragedia homónima de Eurípides. Su marido, el griego Jasón, de quien ella se había enamorado perdidamente cuando este visitara su casa y por quien acaba traicionado a su padre y matando a su hermano, para huir con él a tierra extraña, se ha casado en secreto con la princesa de Corinto, hija del rey Creonte, por conveniencia. La situación es límite por muchas razones. Por una parte, obviamente, porque ha sido traicionada por su marido que la deja por una mujer más joven, bella, rica y políticamente poderosa. Pero por otra parte, porque ella no es cualquier mujer sino que es nieta del dios Helios, y por lo tanto es una heroína cuyo sentido del honor requiere que la traición no quede impune. Es necesario castigar duramente a quien no ha respetado su juramento, y de este modo la pone en ridículo ante la ciudad. Medea no puede tolerar ser objeto de burla. Creonte ha decretado su exilio. Tiene un día para abandonar la ciudad. De modo que se enfrenta a una terrible encrucijada: no puede dejar a Jasón sin castigo por su traición, sino que debe vengar su afrenta e impedirle que siga adelante con sus planes de tener descendencia con la princesa, y no puede dejar que sus dos queridos hijos varones aún pequeños queden sin protección paterna en manos de una madrastra que los rechaza. Medea acaba por envenenar a su rival y por matar a sus hijos. Desde mi punto de vista, no se puede presentar esta tragedia como un conflicto entre razón y pasión sin más. Razón y pasión deben ser reinterpretadas. No es simplemente la locura y la ceguera pasional por hacer el mayor daño posible a Jasón lo que la induce a estas decisiones. Medea es racional y a la vez sentimental todo el tiempo. Ella piensa, calcula las consecuencias de sus actos, conoce el mal que va a hacer, delibera sobre su decisión largamente, cambia de planes muchas veces y finalmente actúa aplicando el código de honor propio de los poderosos. Como lo hace Alejandro Magno cuando se entera de un intento de complot entre sus soldados. Ordena matar a los supuestamente conjurados contra él, entre ellos, uno de sus mejores generales y amigo desde la infancia y también entre ellos, el sobrino de su querido maestro Aristóteles. Igual que Alejandro ante esa decisión, Medea vence y es vencida. Por una parte, representa de una vez y para siempre la venganza de todas las mujeres de la historia ante una situación análoga. Ella es la voz y la mano justiciera de las mujeres, en su condición de callado sometimiento en la ciudad. La tragedia es un espejo en el que se cumplen idealmente los deseos de las mujeres con relación a sus maridos y padres dominantes. Pero Medea es vencida porque el sentido del honor no es más que una parte de ella. Hay otros sentimientos y otras emociones que bullen en su interior. Medea ama a sus hijos y por eso, ahora, también los odia. No se puede llegar a odiar lo que no se ha amado antes, o lo que aún se ama. La intensidad del rechazo no puede llegar a la profundidad 1 del odio si no hay detrás un amor burlado que lo sustente. Pero ahora los sentimientos de amor hacia ellos deben ser sofocados para que se cumpla lo que debe cumplirse. Medea debe guardarse de la mirada inocente de sus hijos para atreverse a ‘salvarlos’ de un posible destino infame a manos de sus poderosos enemigos en Corinto, o de posibles tratos vejatorios en su nueva vida en Atenas por parte de Egeo, quien no es su padre. Matarlos significa borrar toda huella de la traición de Jasón, quien a los ojos de Medea es el verdadero destructor de la vida, y así liberarse de esa carga doble que lleva en las espaldas la mancha de la traición del padre y la vergüenza social. Pero también significa rechazar sus esperanzas de verlos contraer los matrimonios honorables que ella podría procurarles en su edad adulta y reprimir su deseo de ver retribuida dulcemente su tarea en su vejez y en el día de su propio funeral. Contra lo que pudiera parecer, esta ponencia no es de las llamadas ‘de género’, porque no parte de una perspectiva feminista, sino que más bien pretende ser una reflexión sobre la condición humana, sobre cómo hombres y mujeres utilizan sus estrategias para conseguir los resultados que desean y de cómo el cálculo de las consecuencias de los actos a veces corre en contra de los sentimientos de afianzamiento de la vida y el Eros generador. En definitiva, es un trabajo desde la perspectiva platónica. Porque la filosofía es para Platón, una sagrada enfermedad, una locura divina, una pasión erótica sublime. II. ¿Por qué Platón rechaza a los poetas? Me interesa especialmente considerar esta tragedia desde la mirada de Platón porque tal vez este análisis nos permita liberarnos de algunos prejuicios consolidados. Su extendida fama de enemigo de los poetas en general, a quienes considera corruptores de Calípolis, por lo que pretende echar fuera de la ciudad a su dulce Musa (República, 605c-607a) se corresponde perfectamente con su propio deseo de constituirse en el verdadero poeta trágico, a partir de su condición de filósofo. Y esto no es ninguna novedad para sí mismo, quien en la vejez, nos descubre su juego, cuando, escondido en la caracterización del Extranjero de Atenas, en la última de sus obras, se considera abiertamente un poeta trágico creador de la mejor y más noble tragedia, como representación de la vida bella y noble1. El peligro de la tragedia griega clásica, según Platón, consiste en que su belleza nos complace sobremanera y nos vuelve admiradores de acciones que, fuera del teatro, rechazaríamos como bajas o injustas, acciones llevadas a cabo por personajes supuestamente dominados por sus apetitos y emociones. Su temor consiste en pensar que podríamos caer en el error de creer que el teatro es la realidad y sus personajes, verdaderos modelos a imitar. Podríamos correr el riesgo de dejar de examinarnos para llegar al autoconocimiento que nos permite hacernos mejores personas, i.e. más sabios, 2 1 ‘Honorables invitados, nosotros somos trágicos, y nuestra tragedia es la más noble y mejor que podemos crear. En cualquier caso, toda nuestra ciudad ha sido construida para que sea una representación de la vida más bella y noble – sostenemos que esto es precisamente una auténtica tragedia. De modo que somos poetas como vosotros, componemos en el mismo género, y somos vuestros competidores como artistas y actores de la más noble tragedia, que, estamos convencidos, sólo la verdadera ley tiene el poder de producir al nivel de la perfección’ (Leyes, VII, 817a-d). la guerra (o como le reprocha Jasón, su traidor esposo) como una ‘bárbara’, y no, como se espera de una esposa y madre griega (1339-40)10. Medea afirma: καὶ μανθάνω 1 F7 2μ ν 1 F 3 7ο α τολμήσω κακά, 1 F 7 8θυμ ς δὲ κρείσσων 1 F F 6τ ν 1 F 1 0 1 F F 6μ ν βουλευμάτων, 1 F 4 5σπερ μεγίστων 1 F 3 4α τιος 1 F F 6κακ ν 1 F D 6βροτο ς. Conozco los crímenes que voy a realizar Pero mi pasión es más poderosa que mis deliberaciones Y ella es la mayor causante de males para los mortales (1078-80). El término 1 F7 8θυμ ς significa ‘pasión, impulso, corazón’, en la tragedia. En Platón es la sede de las emociones, una parte del alma que desea la aceptación y el honor, pero que puede escuchar a la razón, que puede colaborar con ella, y movernos eróticamente hacia las alturas de las formas o indignarnos efusivamente contra la injusticia. Sin embargo, la razón debe moderarla y dirigirla porque de lo contrario, el deseo excesivo de honor y gloria puede llenarnos de vanidad y abortar la búsqueda intelectual o, como en el caso de Medea, puede ponerse directamente al servicio del apetito. De modo que el 1 F7 8θυμ ς es como una espada de doble filo. En el caso de Medea, es la daga con la que ella misma atraviesa a su hijos. Medea sabe que hará el mal pero no sabe que obra por ignorancia de su verdadero bien. Hay en ella la fuerza apasionada por vengar su honor a cualquier precio, el león no se presta a escuchar el dictamen del águila que tiene la visión de conjunto. Al contrario, ella encuentra argumentos y excusas para resistir su amor maternal y acallar los designios de una facultad inteligencia que ha quedado esclavizada al servicio del honor desmedido. Epicteto (siglo I) ofrece su comentario de inspiración socrática al pasaje en cuestión: “¿Cómo es que ella dice: ‘Entiendo los males que voy a cometer pero la ira prevalece sobre mis deliberaciones’? (1078-9) Ella considera que la gratificación misma de su pasión y la venganza contra su marido resultan más provechosas que la salvación de sus hijos. Sí, ella se engaña (literalmente: ‘está desviada, fuera del camino’). Muéstrale claramente que se engaña y ella no lo hará, pero mientras no se lo muestres, ¿qué otra cosa tiene ella para seguir, sino lo que aparece ante ella como verdadero? Nada. ¿Por qué entonces te enfadas con ella, porque la pobre mujer se ha equivocado en los asuntos más importantes y se ha transformado, de ser humano, en víbora? ¿Por qué más bien no la compadeces? Así como nos 5 10Desde el punto de vista socrático-platónico podríamos decir que las acciones de Medea son ejemplos de una ignorancia profunda. No hay sabiduría en ella, porque no hay visión de conjunto, en la medida en que desconoce lo que es mejor para sí misma, para sus hijos y para la ciudad. Como veremos, duda y se debate en un conflicto entre sentimientos encontrados. compadecemos del ciego y del cojo, ¿por qué no nos compadecemos de aquellos que se han quedado ciegos y cojos en sus facultades de gobierno?” (Discursos, 1.28.7-10)11 Dillon explica que este famoso pasaje de Medea aparece en una serie de textos platónicos tardíos para ilustrar la posibilidad de que un elemento irracional del alma supere a la razón12. Asimismo cita otro pasaje interesante del mismo Epicteto en el cual, hablando de cómo debemos ajustar nuestras preconcepciones en los casos particulares, se refiere a Medea como un ‘alma de gran vigor’ que decide matar a sus hijos para vengarse del hombre que la ha insultado, aunque esto signifique que ella misma se autocastiga. Dice: ‘Ella no sabía en qué reside el poder de hacer lo que deseamos, no podemos conseguir esto desde fuera de nosotros mismos, ni perturbando ni trastornando las cosas. Deja de desear conservar tu marido, y nada de lo que quieres dejará de ocurrir. Deja de desear que viva contigo a toda costa. Deja de desear quedarte en Corinto, en una palabra deja de desear cualquier cosa excepto lo que Dios quiere. Y ¿quién te impedirá nada, quién te obligará a nada? Nadie, como nadie impide ni obliga a Zeus’ (Discursos, 2.17.19-22). ‘Consejo espléndidamente fútil’ para Medea, comenta Dillon, porque su actitud es completamente contraria al ideal del sabio estoico13. En cualquier caso, Epicteto es perfectamente socrático cuando atribuye la causa del mal de Medea a su ignorancia, por la que uno ha de compadecerse, según él, o quizás, como Sócrates más bien diría, hay que intentar refutarla y demostrarle su error. El aparente triunfo de Medea no es tan absoluto como pudiera parecer, porque deja un reguero de dolor y destrucción en casi todos los personajes. Eurípides desenlaza los nudos con un final inesperado, con un deus ex machina, en el cual la heroína Medea se marcha en un carro regalo de su abuelo Helios, tirado por dragones o serpientes. Dejando de lado la falta de recursos de Eurípides para acabar su tragedia de otro modo, nos interesa observar que un sabor amargo se desliza por detrás de la aparente gloria del poderío de Medea. La victoria final se cobra lo más preciado para ella misma, y por 6 11 1 F F 6π ς ἡ λέγουσα καὶ μανθάνω 1 F 7 2μ ν 1 F 3 7ο α 1 F B 6δρ ν μέλλω κακά, 1 F 7 8θυμ ς δὲ κρείσσων 1 F F 6τ ν 1 F 1 01 F F 6μ ν βουλευμάτων; 1 F 4 5τι αὐτὸ 1 F E 6το το, τῷ θυμῷ χαρίσασθαι καὶ τιμωρήσασθαι 1 F 7 8τ ν 1 F 0 4νδρα, συμφορώτερον 1 F 2 1 F D 6γε ται τοῦ 1 F F 6σ σαι τὰ τέκνα. ‘ναί: ἀλλ ̓ 1 F 1 0ξηπάτηται.’ 1 F D 6δε ξον αὐτῇ 1 F 1 0 1 F F 6ναργ ς 1 F 4 5τι 1 F 1 0ξηπάτηται καὶ οὐ ποιήσει: μέχρι δ᾽ 1 F 0 2ν οὗ μὴ 1 F C 3δεικνύ ς, τίνι 1 F 1 4χει 1 F 0 0 1 F C 6κολουθ σαι ἢ τῷ φαινομένῳ; 1 F 5 0ο δενί. τί 1 F 5 6ο ν χαλεπαίνεις αὐτῇ, 1 F 4 5τι πεπλάνηται ἡ ταλαίπωρος περὶ 1 F F 6τ ν μεγίστων καὶ 1 F 1 4χις ἀντὶ 1 F 0 0νθρώπου γέγονεν; οὐχὶ δ᾽, 1 F 3 4ε περ 1 F 0 4ρα, 1 F B 6μ λλον 1 F 1 0 1 F D 6λεε ς, 1 F 6 1ς 1 F 7 Aτο ς 1 F 7 Aτυφλο ς 1 F 1 0 1 F E 6λεο μεν, 1 F 6 1ς 1 F 7 Aτο ς χωλούς, 1 F 5 5ο τως 1 F 7 Aτο ς τὰ κυριώτατα τετυφλωμένους καὶ 1 F 0 0ποκεχωλωμένους; 12 Dillon (1997) 212-218 también cita a Galeno contra Crisipo en su Hipp. et Pla. 3.3.13-22 a propósito de Medea y al Didaskalikos o Manual de Platonismo (Cap. 24) atribuído a Albino o a Alcinoo, como él mismo prefiere. Asimismo Calcidio en su comentario al Timeo de Platón (cap. 183) se refiere también al mismo pasaje de la tragedia que cita Epicteto. Plutarco lo usa en su ensayo Sobre la Conformidad en tono jocoso y entre otros, Clemente de Alejandría en sus Stromata (2.15.63.3) y el gran Simplicio lo usa tres veces comentando a Epicteto (en su Epict. 1, p. 18, 50-51; 5, p. 30, 39-40; 6, p. 33, 22-23) y una vez en su Comentario a las Categorías de Aristóteles (237, 13-14), entre otros. 13 Dillon (1997) 217-218. Este autor considera que Medea y Electra ofrecen un desafío a la doctrina socrática de que ‘nadie hace el mal voluntariamente’ sino por ignorancia. Para los estoicos todas las acciones voluntarias son realizadas por el alma en su conjunto, y no por una parte de ella; para los platonistas la parte irracional del alma milita contra la razón. Desde mi punto de vista no hay tal desafío si se interpreta la doctrina del intelectualismo socrático del modo como lo he propuesto. ello, es una máscara triunfante delante de su enemigo Jasón, que oculta el horror, la desgracia y la soledad del ‘corazón’ de Medea. Porque ella lo ha perdido todo14. IV. Medea entre el honor y el eros en los versos de la tragedia Se ha insistido en que la exaltación de los elementos irracionales de Las Bacantes, en un mundo dominado por el azar y lo imprevisible15 retoma el mismo meollo de tragedias como Medea, Hipólito y Hécuba. Hemos intentado proponer una lectura alternativa: Medea no representa solamente el papel de una pasión ciega y furiosa unilateral, sino que este personaje padece una lucha de fuerzas feroz, que la hace dudar, vacilar y cambiar de planes continuamente. Ahora es preciso ofrecer evidencia de la tesis que intentamos defender: Al principio de la tragedia, su nodriza nos informa de que su mente es violenta, y de que desde que se supo engañada ‘odia a sus hijos y no disfruta con su vista’ (v. 36). Medea es del mismo parecer en su ataque de furia (‘¡Oh malditos hijos de madre odiosa, así muráis con vuestro padre, así la casa’ v. 113-115) pero da testimonio de tensiones contrarias entre su deseo de venganza para recuperar su honor y su deseo de preservar a sus hijos. Entre los versos 1021 y 1061, da cinco giros contrarios, que hablan por sí mismos: a. Decidida a acabar con ellos, se lamenta de los momentos felices de sus vidas que no podrá disfrutar, en especial, no podrá prepararles el lecho y la mujer, la unión de la boda, y la recepción del cortejo nupcial de la novia, con una antorcha ardiendo. Se culpa de su propio orgullo ( 1 F5 0α θαδίας: 1028) que le provoca esta desdicha, y de no poder ser alimentada por ellos en la vejez ni ser enterrada piadosamente por ellos, cosa envidiable para los mortales: ‘Ahora ha muerto ese dulce pensamiento ( 1 FD 6γλυκε α φροντίς). Privada de vosotros arrastraré una vida triste y dolorosa’ (1035-37). b. Pocas líneas más adelante, deshecha sus pensamientos anteriores al contemplar a sus hijos: ‘¿por qué sonreís esa última sonrisa? ¡Ay! ¿Qué he de hacer? (...) No soy capaz: adiós a mis pensamientos de antes: me llevaré a mis hijos de esta tierra’. c. Y a continuación: ‘¿Qué me sucede? ¿Quiero ser el hazmerreír, dejando a mis enemigos sin castigo? Tengo que atreverme. ¿Qué cobardía la mía entregar mi mente a blandos proyectos? (...) Mi mano no vacilará’. (1049-55) d. E inmediatamente: ‘¡Ay, ay! Corazón (θυμέ) mío, no hagas esto. Déjalos, desdichado, ahorra esto a los niños, viviendo allí conmigo, te darán alegría’ (1057-58) e. Al punto, vuelve a cambiar: ‘¡No, por los vengadores subterráneos del Hades! Nunca sucederá que yo entregue a mis hijos a mis enemigos para que reciban ultraje. [De todas 7 14 Primero, la patria, traicionando a su padre y matando a su hermano para asegurar su huida con el amado. Tras casarse con el griego extranjero y tener dos hijos con él, pierde después el amor de ese hombre idolatrado, que la traiciona y se casa en secreto con la princesa de Corinto por su apego a un ‘lecho regio’. Finalmente, pierde a sus propios dulces hijos, apuñalados por ella misma, como si fuera otra. Aunque halle refugio en Atenas y acabe por unirse a Egeo para darle hijos, llevará siempre consigo el dolor de sus desgracias pasadas. 15 El tema de su (probablemente) última y debatida composición, es el despedazamiento de Penteo por las ménades, entre las que se encuentra su madre Ágave y sus hermanas, en venganza por oponerse al culto orgiástico de Dionisos. ‘Se ha esfumado el respeto a los juramentos, el pudor ( 1 F3 0 1 F 7 Cα δ ς) ya no tiene su asiento en la gran Grecia pues ha volado al cielo (...) y otra reina más poderosa que tu lecho domina en la casa’ (439-45). V. La voz de la ciudad en los personajes interlocutores de Medea La pieza no se reduce a presentar exclusivamente las volubles voluntades de esta hechicera y darle la victoria material de la acción dramática. También incluye debates y argumentos agónicos entre los personajes, al estilo de los diálogos socráticos, a favor del cuestionamiento, y la moderación. a. La sensatez de la Nodriza. El primer personaje que aparece en escena y presenta la situación y el carácter de su ama, la Nodriza, declara estar convencida de que el corazón de los poderosos es duro y no se ablanda, pero ‘vivir en la igualdad es mejor hábito’ (122) ya que ‘los excesos ningún provecho procuran a los mortales y devuelven en cambio mayores desgracias, cuando una divinidad se irrita contra una casa’ (127-30). a. Las mujeres del Coro: compasión, comprensión, horror ante Medea Ellas se definen como amigas de buena voluntad que comprenden la desdicha de Medea ante la traición de su marido, ‘cuya alma está destrozada con este suceso inesperado que le ha caído encima’. Medea sale a su encuentro para que no la tilden de soberbia o de orgullosa, en un intento por congraciarse con las mujeres de la ciudad en la que vive. Al comienzo de la obra, ellas intentan persuadirla de este modo: ‘Y si tu esposo a un nuevo lecho rinde honor, es cosa suya: no te desgarres. Zeus será tu defensor. Ni en exceso te consumas llorando por tu esposo’ (155-59). Hay aquí confianza en que la divinidad hará justicia (también Temis es invocada en su ayuda, 208) como es normal en la sociedad conservadora y tradicional. Y aunque en definitiva, ningún dios viene a salvarla, no debemos olvidar que ella usa el carro de su abuelo el Sol, para salir airosa. Hay aquí también un argumento racional interesante y de altura moral, que podría haber sido inspirado por el propio Sócrates, si pensamos que el Coro de mujeres le está diciendo que es Jasón es el que ha cometido injusticia, es él quien tiene un problema, y no Medea, que padece las consecuencias. Ella no debe sufrir en exceso, por el mal de él, es él quien tiene su alma en mal estado, en su ciega ambición. El argumento ‘socrático’ de las mujeres de Corinto no puede aplicarse a Medea, porque ella no es solamente la inocente víctima de la traición ajena. No podemos olvidar que Medea se parece a Jasón en sus mismos métodos y procederes: ella también es una traidora de su casa y de su patria19. Boedeker interpreta que lo que Medea más odia en 10 19 Así lo declara cuando dice: ‘¿Crees que yo habría le habría halagado nunca si no fuera buscando una ganancia y tendiendo una trampa?’ (368-9). Jasón es, en gran parte, el reflejo en él de lo que ella misma ha llegado a ser20. Ella, la traidora y experta en ardides, es ahora víctima de la secreta traición del mismo hombre por quien ella traicionó. El Coro rechaza la pasión excesiva y violenta que no concede ni buena fama ni virtud, y en cambio, elogia el grato amor mesurado y pacífico (628-31): ‘¡Ojalá me ame la moderación, el don más bello de los dioses! (στέργοι δέ με σωφροσύνα, δώρημα κάλλιστον 1 FF 6θε ν). Ni un temple pendenciero ni insaciables querellas empujando mi alma hacia otros lechos me otorgue la terrible Cipris’ (Afrodita) (635-39). En cambio, la misma diosa, ‘envía a los Amores como compañeros de la Sabiduría, como colaboradores de toda virtud’: τᾷ Σοφίᾳ παρέδρους πέμπειν 1 F1 Cρωτας, παντοίας 1 F0 0 1 F B 6ρετ ς ξυνεργούς (844-45). Llama la atención cómo estos versos parecen anticipar la concepción que Platón presenta en el Banquete, acerca del modo cómo Eros es el verdadero móvil que lleva a los jóvenes, enamorados de un cuerpo bello, a ascender la escala del amor, hasta llegar a la contemplación de la Belleza en sí, punto culminante de sabiduría, que permite al amante alcanzar la excelencia moral, (la moderación, entre otras) y la mayor creatividad en la producción de bellos discursos. El Coro rechaza el comportamiento infiel de Medea respecto de su casa y cuando ella empieza a develar sus planes asesinos, la Corifeo primero, como en un arrebato, le prohíbe matar a sus hijos (812-13) y luego, buscando la persuasión, le pregunta: ‘¿Te atreverás, mujer, a dar muerte a tus hijos? A lo que Medea responde: ‘Es como más será herido mi esposo’ (816-17). Entonces la Corifeo, en consonancia con la posición socrática, le contesta: ‘Y tú te harás mujer muy desdichada’ (818), pero Medea no la escucha. El Coro insiste en preguntarle cómo puede esperar que la ciudad sagrada de Atenas podría aceptar a una matricida, también en modo análogo a como argumenta Sócrates con Critón respecto de Tebas (¿qué ciudad daría refugio a quien desobedece las leyes de la suya?). Y luego la admonesta: ‘piensa: (σκέψαι) en la herida de tus hijos, piensa (σκέψαι) en qué crimen vas a cometer’ (851-52). Así acaba la súplica del Coro femenino: ‘¡Oh, no, te lo suplicamos con todas nuestras fuerzas, no mates a tus hijos!’ (853-5). Los argumentos del Coro podrían hallar su inspiración en Sócrates si pensamos que una de las razones de su famosa tesis de que ‘es mejor padecer injusticia que cometerla’ (véase en el Gorgias, la polémica contra Polo) reside en el daño que inflige uno a su propia alma, antes que al adversario. El asesinato de los hijos recae como una desgracia sobre la misma Medea. Y, por paradójico que pueda parecer, ella es consciente de esto cuando se dice a sí misma: ‘¿Por qué por afligir a su padre con la desgracia de ellos, debo procurarme a mí misma un doble mal’? (1046-47). 11 20 Boedeker (1997) 145. Pero a pesar de su consciencia de la desgracia que se causará a sí misma, Medea no puede deternerse. En cualquier caso, el Coro de mujeres y la Corifeo representan la voz de Atenas educadora que intenta persuadir y detener a la bárbara extranjera. En un apartado cerca del final, Eurípides, adelantándose a su época, una época que denegaba completamente el derecho de las mujeres a la filosofía, y esta vez también coicidiendo con Platón, que las admite en la clase de los gobernantes y guardianes y les concede el derecho de ser educadas hasta el más alto nivel en la República, pone en boca de la Corifeo las siguientes palabras: ‘las mujeres también poseemos una Musa que nos acompaña en busca de la sabiduría’. Unos versos más adelante, en un realismo que rememora el de Demócrito, y que podría estar en boca de cualquier padre contemporáneo afirma que: ‘aquellos de los mortales que no conocen en absoluto la procreación de hijos superan en felicidad a los que los han engendrado’ (1085-1093). Porque, explica, se ahorran muchos pesares; los que los tienen se atormentan por cuidarlos y educarlos, y se preguntan si se están esforzando por hijos buenos o malos, cosa incierta. Pero si resultan buenos y Hades se los lleva, vivirán el dolor más cruel de todos... (cf. 1094-1115). El Coro pasa por múltiples reacciones con relación a la heroína: compasión, frustración y finalmente, horror21 pero se mantiene próximo a ella y expresa, a mi modo de ver, el punto de vista de las mujeres de la ciudad. b. La interpretación del Pedagogo: el padre no ama a los niños por causa de la boda También otros personajes menores exponen sus puntos de vista. El pedagogo de los niños, al comienzo de la tragedia, explica muy claramente la triste situación, cuando, conversando con la Nodriza, dice: ‘¿Ahora te enteras de que todo hombre se ama a sí mismo más que al que está al lado, los unos con justicia, los otros por deseo de ganancia, igual que a estos niños no los ama su padre por causa de una boda? (85-88). No nos llama la atención, en el contexto griego, que el Pedagogo parece asumir que es justo que algunos hombres se amen a sí mismos más que a sus prójimos. (También Aristóteles estaría de acuerdo si se trata de hombres virtuosos respecto de hombres malvados). 12 21 Boedeker (1997) 136. La tesis de su artículo consiste en sostener que todas las víctimas de Medea son en parte imágenes de ella misma: su tiránico pariente Creonte, el marido (cuyos valores masculinos ella ha adoptado), la princesa que tanto se parece a ella cuando era joven, y hasta sus queridos hijos. Medea logra desplazar a Jasón como héroe de la saga, utilizando imágenes y modos de acción propios de él (147). Interesa observar la imitación que realiza Medea de las figuras de Afrodita y de Hera. Al comienzo de su vida, Medea actúa bajo la compulsión de Afrodita para salvar a Jasón; ahora, asume el papel de una diosa vengadora cuyo honor ha sido ofendido, como suele ser el caso de Hera, con relación a su marido Zeus. Y no por casualidad es en el altar de Hera Akraia donde Medea instituye el culto de sus hijos, víctimas inocentes de la tragedia. pueda disfrutar de su nueva vida regalada, con un corazón torturado por la falta que ha cometido. Y le reprocha que, en la vejez, se avergüence de su esposa bárbara. Jasón la culpa nuevamente de haber elegido su destino de destierro al haber ofendido a los reyes, y Medea lo vuelve a acusar de ser arrastrado por el deseo de la doncella que ha conquistado (623). Recién en la segunda entrada de Jasón, cuando Medea simula su gran farsa de haber comprendido a Jasón y sus motivos, éste se digna reconocer que ‘es natural que una mujer monte en cólera cuando alguien al marido ofrece de contrabando otro matrimonio’ (909-10). Pero aún así, vuelve a poner el énfasis en causas externas, como si lo único que hubiera hecho es sencillamente aprovechar la oportunidad de beneficiarse, cuando ésta se le presentó. d. El Mensajero reflexiona ante la perversa locura de Medea, la infeliz condición humana y el castigo de los ‘sabios’ Con la excusa de que la nueva esposa no aceptará evitar el destierro a los hijos de Jasón, a menos que sea seducida por regalos impresionantes, Medea se los envía, en las manos inocentes de los niños, para envenenarla y darle una muerte atroz. Medea se alegra perversamente de estos horrores. El mensajero que le da las funestas noticias asume el punto de vista del público cuando le pregunta si piensa correctamente o con locura (1129). La misma Medea reconocerá que el infanticidio lo han tramado los dioses, (por lo que lo considera inevitable y necesario) y ella misma ‘en su desvarío’ (1013-14). Quizás el momento de mayor escepticismo es cuando el Mensajero dice a Medea que considera ‘la condición humana una sombra’, y que sin temor diría que entre los mortales, los que pasan por sabios y sutiles en sus razonamientos, esos son los que se ganan el mayor castigo’ (1224-27). ¿A quién se refiere? Probablemente a los sofistas, quizás también a los filósofos, (tanto Anaxágoras como Protágoras padecieron el exilio por impiedad). Faltan 32 años para que Sócrates sea condenado por los jueces de Atenas, por impiedad y por corromper a la juventud, pero este mensajero podría ser el instrumento de que se vale Eurípides para alertarlo. En cualquier caso el mensajero agrega que, a su juicio, ninguno de los mortales es feliz, y que, en todo caso, cuando la prosperidad se derrama, uno podrá ser más afortunado que otro, pero no feliz (1228-30). El individualismo calculador empieza a reemplazar al espíritu solidario y unificador de la comunidad arcaica en el siglo –V y ese mismo espíritu se mantiene en el –IV y bien entrado el helenismo: ‘Las viejas alianzas ceden ante las nuevas’ (76). e. La princesa: ¿imagen de Medea? Una nota sobre la envidia No quisiera terminar este análisis sin antes referirme a un interesante juego de asimilaciones que ha observado Boedeker, quien sostiene la tesis de que Medea se identifica, por un aspecto u otro, con todos los personajes importantes de la tragedia. Me interesa particularmente el tema de los celos de Medea, y por eso en primer lugar voy a detenerme en las semejanzas que la autora ha notado entre la heroína y la princesa22: 15 22 Boedeker (1997) 143. 1. Medea y la princesa tienen la piel blanca, propia del ideal de la belleza femenina (30; 1164), ambas son llamadas ‘númphe’: mujer joven, novia (556, 785, 1179; 150, 173) y curiosamente, ambas giran su blanca mejilla cuando están enfadadas (923, 1148); 2. La princesa mira a Jasón llena de ardor: πρόθυμον εἶχ᾽ 1 F4 0 1 F 7 8φθαλμ ν 1 F 3 0ε ς 1 F 3 8άσονα (1146), igual que Medea declara que ella era más ardiente que sabia cuando siguió a Jasón a Grecia (485), de modo que ambas sienten pasión erótica por él; 3. La princesa será persuadida (942-44) a hacer algo contra su padre y su propio interés, por amor a Jasón, y llegará a provocar la muerte de su padre, por igual motivo (Jasón) que Medea persuade y traiciona a su padre y a su casa (802); 4. Ambas son susceptibles de caer en amores con él, igual que el resto de las mujeres (944-45); 5. Ambas usan las mismas prendas: el peplo y la diadema de Medea; 6. La princesa sufre el horror de su muerte físicamente, del mismo modo que Medea sufrió el horror de su muerte psíquica al ser reemplazada por la princesa, en análoga intensidad (compárese 1184 con 149-50: Medea deja de comer, se aisla, vive mirando al suelo, no conversa con nadie, se siente hundida). Estas similitudes nos pueden hacer suponer que Medea mata una imagen de sí misma. La princesa es otra víctima del seductor Jasón, pero Medea no repara en este hecho, no siente compasión por una historia que empieza, en parte, repitiendo la suya propia (por incitación de la misma Medea) sino que es vencida por el deseo de acabar definitivamente con los dulces placeres eróticos de Jasón y con los encumbrados goces de riqueza y clase que se da a sí mismo. ¿Celos y envidia son el fondo oculto del deseo explícito de vengar su honor y su linaje semidivino a cualquier precio? Me inclino por esta hipótesis, porque los deberes del honor (superyo) suelen responder a un deseo de posesión de un objeto que se resiste. Resulta interesante, en este punto, volver a Platón. En un diálogo de madurez, el Filebo, Sócrates declara que en las comedias y tragedias, no sólo del teatro sino también de la vida, es común sentir placer y dolor a la vez, provocados por una amplia gama de sentimientos ‘mixtos’, entre los que menciona, la ira ( 1 F4 0 1 F 7 4ργ ν), el deseo (πόθον), el lamento ( 1 FC 6θρ νον), el temor (φόβον), el amor ( 1 F 1 4ρωτα), los celos ( 1 F C 6ζ λον) y la envidia ( φθόνον) (50 b-c). El sentimiento de φθόνος, que podemos traducir como ‘mala voluntad, malicia, envidia o celos’ contiene en sí, como los demás, una mezcla de placer y dolor simultáneos. Por una parte, es un placer inocuo reir ante la desgracia del vecino o ante la ignorancia de nuestros amigos respecto de sus juicios exagerados acerca de su propia belleza, dinero, sabiduría, etc. pero por la otra, la envidia es siempre un dolor que carcome el alma. Platón admite placeres falsos que prometen más de lo que dan. A mi modo de ver, también es falso el dolor de la envidia, porque denota una falta completa de conocimiento, tanto de uno mismo como de los envidiados. Sufrimos con la victoria de un adversario o enemigo, por ejemplo. Pero no sufriríamos, como diría Epicteto, si realmente fuesemos conscientes de nuestros propios valores, condicionamientos y 16 capacidad. Sólo nos debemos preocupar por aquello que está en nuestro poder hacer o cambiar, y no por lo que otros hagan o decidan con sus circunstancias o capacidades. Conclusión A mi modo de ver, no es locura ni deseo de venganza lo que deja esta tragedia en el ánimo de los espectadores, sino una profunda reflexión. Esta tragedia tiene fuerza suficiente para provocar una intensa identificación y compasión por el dolor y la desgracia de Medea, un alma torturada por su propia contrariedad que es capaz de provocar los horrores del infanticidio y de ambos magnicidios (aunque no se muestran en escena, se oyen los gritos y las súplicas de los niños, y se escucha el relato del mensajero acerca de la espantosa muerte de la bella princesa quemada por el ácido del veneno esparcido en las ropas y en la corona, regalos demasiado atractivos para ser rechazados por ella). La obra logra el tercer puesto (ni el primero ni el segundo) el día de su estreno en el -431. Quizás la Atenas conservadora no consigue superar el temor al peligro que supone para ella la puesta en escena de pasiones incontroladas, sin filtros ni matices. La desolación, la muerte atroz de nobles e hijos, la crudeza de las palabras perversas del gozo de Medea ante sus logros, probablemente hayan puesto al público masculino a favor de Jasón, y al femenino, a favor del Coro de mujeres sensatas. Esto es, a favor de los personajes vencidos por Medea. Ni argumentos ni consejos detienen a Medea, es verdad, pero, a mi modo de ver, los resultados de su acción pueden detener la potencial cólera de las mujeres, atenienses o no, ante circunstancias análogas. El poder escuchar las propias quejas en la boca de esta Medea poderosa es suficiente liberación y consuelo. A mi juicio, esta tragedia sirve, a pesar de las apariencias, al mejoramiento crítico del público presente. Contra lo que pudiera parecer, espero haber mostrado que es posible sostener una lectura alternativa en el tema de las relaciones entre Eurípides y Platón, según la cual, este podría, creo, encontrar puntos de contacto entre su posición y la de nuestro poeta trágico, y quizás también, invitarlo a entrar en su ciudad ideal, Kalípolis. Bibliografía Boedeker, D. (1997) ‘Becoming Medea, assimilation in Euripides’ in J.J. Clauss and S. I. Johnston (eds.) Medea, Princeton, 127-148. Bossi, B. (2003) ‘On Aristotle’s Charge of Socratic Intellectualism: The Force of a Misunderstanding’, en Plato’s Protagoras: Proceedings of the Third Symposium Platonicum Pragense, Havlicek, Ales (ed), Prague, OIKOYMENH, 213-232. 17
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