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La poesía comprometida de Miguel Hernández: Viento del pueblo y El hombre acecha, Apuntes de Administración de Empresas

Miguel hernández es un poeta español cuya obra se desarrolló en cuatro etapas: oriolana, amorosa y existencial, bélica y carcelaria. La tercera etapa, marcada por la guerra civil española, es cuando hernández se adentra en la poesía comprometida. Dos de sus obras más importantes de esta etapa son viento del pueblo (1937) y el hombre acecha (1939, publicado en 1960). En estos poemarios, la temática amorosa se deja en segundo plano para dar paso a una poesía social y cívica. La primera es más épica, combativa y optimista, mientras que la segunda es más pesimista y refleja la desesperación del poeta ante la guerra. Hernández emplea su poesía como arma de combate y como medio de mantener la moral alta de los soldados. La variedad métrica en estos libros es mayor, con predominio de alejandrinos en el hombre acecha. La poética de hernández se nutre del popular para elevar estéticamente al pueblo, y lleva a cabo una poética del grito, que supone ser portavoz del dolor y de la denuncia social.

Tipo: Apuntes

2015/2016

Subido el 13/01/2016

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3.4

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¡Descarga La poesía comprometida de Miguel Hernández: Viento del pueblo y El hombre acecha y más Apuntes en PDF de Administración de Empresas solo en Docsity! EL COMPROMISO SOCIAL Y POLÍTICO EN LA POESÍA DE MIGUEL HERNÁNDEZ TAMBIÉN PODÉIS CONTESTAR A ESTA PREGUNTA UTILIZANDO LA INFORMACIÓN DE LAS PÁGINAS 207 Y 208 DE VUESTRO LIBRO DE TEXTO En la trayectoria literaria de Miguel Hernández se pueden apreciar cuatro etapas: etapa oriolana, etapa amorosa y existencial, etapa bélica y etapa carcelaria. Es en la tercera etapa (aunque en la segunda se vislumbra ya algo), con la llegada de la Guerra Civil española, cuando Miguel Hernández se adentra en la poesía comprometida con Viento del pueblo (1937) y El hombre acecha (1939). Durante estos años, Hernández cree necesario convertir el arte en un arma de combate y en un instrumento útil para mantener bien alta la moral del soldado, además de un medio para la humanización del prójimo. Así, cuando el 18 de julio del 36 se produce el levantamiento de los militares contra el gobierno republicano, Miguel, ya con una más clara y enérgica conciencia ideológica, se alista del lado del ejército republicano. Allí desarrolla labores de organización de tareas de índole cultural, como son la elaboración de un periódico divulgativo y trabajos de alfabetización de la tropa, a la vez que intenta renovar y alentar la moral de los soldados con recitales y lecturas que levantan el espíritu combatiente de los compañeros. Su tarea propagandística terminó cuajando una obra que acabaría convirtiéndose en escrito de consigna política durante los años que siguieron al fin de la contienda. Es su literatura de urgencia. La figura de Miguel empieza a contornearse en su papel de escritor del pueblo, precursor de la poesía social. Viento del pueblo (1937) y El Hombre acecha (1939, aunque no se publicó hasta 1960), son dos poemarios escritos durante la guerra civil. El tema amoroso deja paso a una poesía social y cívica, comprometida con su tiempo. El primero es más épico, combativo y optimista; el segundo, escrito cuando el final de la guerra estaba decantado, es en general más pesimista: los años han pasado y el poeta vuelve sus ojos hacia los horrores de la guerra: heridos, cárceles, miseria, destrucción, sangre... son protagonistas de sus poemas. La variedad métrica en estos libros es mayor. En El Hombre acecha predominan los alejandrinos. Aquí la palabra es todavía símbolo de resistencia, pero la muerte del primer hijo y la derrota de la guerra sumen al poeta en la desesperación. Durante la guerra, Miguel Hernández emplea su poesía para luchar por la causa republicana y con Viento del pueblo, la voz del poeta, como el viento, alienta a los soldados en las trincheras, arenga a la lucha, mantiene viva la esperanza. Son poemas que lloran la muerte de Lorca, de los hombres en el frente de batalla, que cantan al niño yuntero, al sudor de los campesinos, a la compañera, esposa y amante lejana... La solidaridad es ahora el lema del poeta; busca una poesía más directa y popular mediante el empleo del romance, del octosílabo como metro más popular y de la canción; pero también intercala poesía de procedencia más culta de carácter épico como “Las manos”, “Canción del esposo soldado” o “Hijo de la luz”. En Viento del pueblo no pretende, sin embargo, hacer un arte totalmente subordinado a las circunstancias, de propaganda, sino que pretende una poética que se nutra de lo popular para elevar estéticamente al pueblo. Además, lleva a cabo una poética del grito, que supone ser portavoz del dolor y de la denuncia social (“Sentido de los muertos”). En “Recoged esa voz” mantiene que la poesía es una forma de defenderse y de defender al pueblo. Pero, a pesar de sus intenciones de mantener un alto nivel estético , no siempre lo hace, pues Hernández prioriza siempre el aspecto solidario, humano, mediante la naturalidad formal y la emoción. “El niño yuntero” refleja su dolor ante el sufrimiento de los niños jornaleros devastados por el hambre y la miseria. Otros poemas del libro tratan la lucha del pobre contra su explotador (“Jornaleros”, “Aceituneros”, “Las manos”, “El sudor”). En definitiva, con este libro el poeta aúna la poesía militante de los 30 con el canto popular y llega a conseguir, según J. Mª Balcells, una épica oral moderna. Por otro lado, la unidad de la obra está determinada por los tonos de la exaltación, la lamentación y la imprecación. La exaltación tiene su origen en el entusiasmo combativo, la fuente inspiradora está en su identificación con la colectividad que se levanta glorificada en sus atributos de fuerza, orgullo y arrogancia a través de una hipérbole simbólica que hace uso del bestiario (“yacimientos de leones, /desfiladeros de águilas, /y cordilleras de toros”) y fenómenos atmosféricos de especial poder y violencia (huracán, rayo). En la lamentación se trata sobre todo de poemas elegíacos como el de García Lorca o de otros con matices muy distintos de marcado acento social como “El niño yuntero” o “Aceituneros”. Como radical contraste de la exaltación está la imprecación
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