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Modulo de introducción en el fenomeno de la educación, Apuntes de Psicología Educacional

es un modulo sobre la introcccion al fenomeno de la educación

Tipo: Apuntes

Antes del 2010

Subido el 22/04/2023

marina-nadal-1
marina-nadal-1 🇪🇸

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¡Descarga Modulo de introducción en el fenomeno de la educación y más Apuntes en PDF de Psicología Educacional solo en Docsity! Introducción conceptual al fenómeno de la violencia I PID_00248683 Montse Pastor Puyol Tiempo mínimo de dedicación recomendado: 2 horas CC-BY-NC-ND • PID_00248683 Introducción conceptual al fenómeno de la violencia I Los textos e imágenes publicados en esta obra están sujetos –excepto que se indique lo contrario– a una licencia de Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada (BY-NC-ND) v.3.0 España de Creative Commons. Podéis copiarlos, distribuirlos y transmitirlos públicamente siempre que citéis el autor y la fuente (FUOC. Fundación para la Universitat Oberta de Catalunya), no hagáis de ellos un uso comercial y ni obra derivada. La licencia completa se puede consultar en http://creativecommons.org/ licenses/by-nc-nd/3.0/es/legalcode.es CC-BY-NC-ND • PID_00248683 5 Introducción conceptual al fenómeno de la violencia I Introducción ¿Por qué tenemos que hablar de violencia? ¿Por qué la tenemos que estudiar? A menudo, utilizamos conceptos establecidos como si el uso que se hace de los mismos, tan habitual entre nosotros, fuera común entre los integrantes de la sociedad. Debemos cuestionarlos para poder extraer las ideas que se cuelan entre los intersticios y poder alejarnos del pensamiento único. Es obvio que el profesional de la acción socioeducativa se encontrará a menudo confrontado a actos violentos y a políticas que van dirigidas a un cierto control social y que intentan reducir de manera directa ciertos síntomas sociales e individuales. Nos encontramos ante un fenómeno determinado por el tratamiento mediá- tico, que presenta la violencia como una fuerza oscura protagonizada por se- res aberrantes y a menudo clasificada según sus protagonistas: violencia de gé- nero, juvenil, terrorista, fundamentalista, etc. Encontramos manifestaciones muy heterogéneas, y por este motivo el fenómeno no se puede reducir a una sola lectura. Haremos un recorrido por diferentes concepciones de la violencia desde la an- tropología y la sociología. Las teorías de diferentes sociólogos nos permitirán acercarnos a la fuerte carga ideológica que hay detrás del término violencia y al papel del Estado moderno en el ejercicio de la fuerza. CC-BY-NC-ND • PID_00248683 6 Introducción conceptual al fenómeno de la violencia I Objetivos Los objetivos que lograréis con el estudio de este módulo didáctico son los siguientes: 1. Entender la violencia como fenómeno constitutivo del ser humano. 2. Estudiar modelos y teorías explicativas de los diferentes fenómenos de la violencia. 3. Hacer una lectura crítica de ideologías y modelos explicativos de los fenó- menos. CC-BY-NC-ND • PID_00248683 7 Introducción conceptual al fenómeno de la violencia I 1. La violencia en el ser humano 1.1. Violencia y agresividad «Homo homini lupus.» (Plauto) «El hombre es un lobo para el hombre.» La falta de humanidad del hombre contra el hombre ha sido motivo de dife- rentes estudios a lo largo de la historia. La guerra, los delitos, los asesinatos atrapan la atención de los humanos. Aparte de discutir, pelearse, insultarse, discriminar, también luchan, destruyen y matan. Otra particularidad del hom- bre: se hace daño a sí mismo, la agresividad es dirigida hacia uno mismo y se puede ver actualmente en fenómenos como la anorexia, las toxicomanías o el suicidio. Hay diferentes ciencias y disciplinas, como la filosofía, la sociología, la psico- logía o la antropología, que han intentado definir, explicar y encontrar las causas de la agresividad. Buscan encontrar la comprensión y los conocimien- tos que se puedan utilizar para reducir la violencia en los seres humanos, una tarea difícil e infructuosa. De entrada, los términos violencia y agresividad están profundamente relacio- nados y representan la dialéctica entre naturaleza y cultura. Según la Enciclopedia catalana, la agresividad es: «Expresión de una tendencia instintiva e innata del individuo que lo lleva a atacar a personas o cosas en el plano motor, verbal o imaginario. Es patente en cualquier estado del psiquismo, desde la fantasía inconsciente hasta la conducta externa. Hay que dife- renciarla de la destructividad; la agresividad puede encontrarse vinculada a finalidades destructivas, pero puede estar también al servicio de la autoafirmación o del desempeño exitoso de otras tendencias: sexuales, de autoconservación, normativas, etc.». Si recurrimos a la etimología, veremos que agredir es un término proveniente del latín adgredior y que en la primera acepción significa «dirigirse al otro» y, por extensión, «dirigirse hostilmente hacia alguien, atacarlo». Esto nos permi- te concluir que ya en aquel tiempo la agresividad se veía como una manera de dirigirse al otro. Aunque no siempre podemos decir que este «dirigirse al otro» sea totalmente intencional, puesto que el inconsciente tiene un papel relevante en la conducta agresiva. En este sentido, tenemos que partir del he- cho de que, a veces, el sujeto no hace las cosas conducido por su voluntad – por ejemplo, la intención directa de ejercer un mal–, sino que se ve empujado Referencia bibliográfica Gran enciclopèdia catalana (1980, volumen 1). Barcelo- na: Grup Enciclopèdia Cata- lana. CC-BY-NC-ND • PID_00248683 10 Introducción conceptual al fenómeno de la violencia I que pondremos el énfasis en una posición o en otra según nuestra perspectiva inicial de análisis. Así, podemos desvincular un acto de violencia, como es el asesinato de una mujer por su pareja, de los factores socioculturales, de forma que este acto sea explicado como la consecuencia de una patología individual, lejos de la naturaleza humana y de la responsabilidad individual de los prota- gonistas. Podemos pensar, incluso, que los actos destructivos son llevados a cabo por monstruos y no por personas. Hoy por hoy, sabemos que todos los factores interaccionan. Los niños, cuando nacen, necesitan un entorno￿socializador que les permita desarrollarse, es decir, necesitan a alguien más para poder vivir. Nuestra incompletitud hará siempre referencia a esta dependencia fundamental y será la causa de nuestra tensión agresiva. Sin embargo, más allá de estas cuestiones, y para pensar los fenómenos violentos, tenemos que apelar a la responsabilidad￿del￿ sujeto. Más allá de los factores innatos o culturales, el sujeto puede hacer una elección de los actos que lleva a cabo. 1.3. Contexto social y cultural de la violencia El término violencia es muy complejo, puesto que puede hacer referencia al ejercicio de la fuerza directa más brutal, pero también a la coacción verbal, de control o cualquier otro tipo de presión. De acuerdo con esto, una acción violenta no tiene por qué identificarse solo con una agresión lesiva contra un cuerpo o una identidad, sino que se puede dar en cualquier forma de educa- ción, política, ideología, religión o sistema económico asimétrico. En el contexto social y cultural en el que nos encontramos, la violencia ad- quiere un cariz negativo, pero pensemos que no siempre ha sido así. Norbert Elias, mediante la obra El proceso de la civilización, ha hecho una aportación brillante al estudio de este fenómeno. Elias estudia la edad media para poner en evidencia un complejo movimiento de pautas de comportamiento que no se modificarán hasta los siglos XVIII y XIX. Constata que las acciones violentas se incluían dentro del trato social normalizado y, por tanto, no eran rechaza- das socialmente. El estudio de estas acciones muestra cómo se va dando un complejo proceso de modelado de los comportamientos hacia costumbres más depuradas en los códigos sociales, de manera que se van modificando actos en torno a la mesa, la realización de las necesidades fisiológicas, el trato entre los sexos y la misma violencia. Norbert Elias Sociólogo nacido en Alemania en 1897. Judío, procedente de una familia acomodada, vivió directamente las consecuencias de la guerra. Estudió filosofía y medicina en la Uni- versidad de Breslau (Alemania), después de haber participado como soldado en la Prime- ra Guerra Mundial. Se exilió a Francia y posteriormente a Inglaterra. Su madre murió en un campo de concentración. En la obra El proceso de la civilización (1939), estudió la «civilización occidental», cuya muestra ha sido su capacidad para la guerra. Se dedicó a investigar sobre la convivencia humana y comprender por qué los humanos se compor- tan como lo hacen, haciendo que sentimientos como el odio, la venganza o los afectos sean normalizados y pensados desde la sociología. CC-BY-NC-ND • PID_00248683 11 Introducción conceptual al fenómeno de la violencia I El proceso de la civilización es una historia de las costumbres que muestra cómo Occidente ha llegado a ser «civilizado». Este proceso se tradujo en una trans- formación de las estructuras sociales, económicas y políticas que fueron acom- pañadas de muchos cambios en las formas de relación cotidiana de las perso- nas. Una de las transformaciones más importantes que ha llevado a cabo la civilización occidental es la relativa a la agresividad. Esto no quiere decir que la agresividad desaparezca, sino que se restringe progresivamente, canalizándola hacia formas más legitimadas, como por ejemplo determinados espectáculos. Elias relaciona este proceso civilizador con el nacimiento del Estado moderno, de forma que el monopolio de la violencia pasa al Estado. Este Estado ejerce el poder mediante el ejército o las fuerzas del orden. Esta violencia de estado es considerada legítima y está relacionada con las instituciones que garantizan su práctica con el fin de garantizar la convivencia en un territorio. «La violencia siempre es el resultado de valoraciones sociales, políticas y culturales que, lejos de determinarla, la generan en calidad de objeto de discurso.» Delgado (1999, p. 10). El término violencia siempre supone una fuerte carga ideológica que, al mismo tiempo, no se puede desligar del papel que tiene el ejercicio de la fuerza en las sociedades modernas donde el Estado es quien lo organiza. Delgado utiliza dos ejemplos que resultan muy clarificadores. Por un lado, tenemos la dictadura ejercida por Pinochet en Chile, y por otro, el franquismo en España. La primera no se tiene que olvidar y merece persecuciones, castigos y actos de justicia, mientras que la segunda es como un efecto óptico o un malentendido en el que durante años se han mantenido nombres de calles o plazas como el de Francisco Franco o General Sanjurjo, o se ha conservado el mausoleo de Franco en Madrid. «Cuando hablamos de actos de violencia, de dictaduras o de fenómenos a los que atri- buimos esta designación, estamos trabajando con prejuicios y con criterios que no son objetivos, sino que tienen mucho que ver con nuestra predisposición ideológica a la hora de atribuir a una conducta determinada una condición de “violenta”.» Delgado (1999, p. 10). Esta predisposición está relacionada con los procesos de civilización y politi- zación que implica la creación del Estado moderno. El Estado crea el mono- polio sobre la fuerza, en el sentido de que son las instancias políticas las que asumen la responsabilidad de la administración y del uso del daño físico o moral contra bienes y seres2. El Estado se erige en un recurso que intenta que el ser humano se proteja de sí mismo. «De aquí surgen las discusiones, las investigaciones científicas sobre la agresividad, las leyes, las normativas que señalan los límites de la violencia y que exigen una custodia y administración correctas de la misma» (Delgado, 1999, p. 10). Recomendación Os recomendamos la película La ola (Die Welle, 2008), dirigida por Dennis Gansel. El argumento se centra en el experimento que hace un profesor con sus alumnos. Los es- (2)Es una tesis de Max Weber en El político y el científico, de 1916. CC-BY-NC-ND • PID_00248683 12 Introducción conceptual al fenómeno de la violencia I tudiantes se muestran escépticos ante la idea de que se pudiera volver a instaurar una dictadura como la del Tercer Reich en la Alemania de nuestros días. El profesor decide iniciar un experimento para demostrar lo fácil que es manipular a las masas, después de formular la pregunta siguiente: ¿pensáis que es imposible que se vuelva a implantar otra dictadura en Alemania? El profesor formaliza un régimen de extrema disciplina militar dentro del aula. La mayor parte de los alumnos se entusiasman de tal manera que asumen un compromiso absoluto con estas reglas, que sintonizan con sus necesidades de protec- ción y normatividad ante su inseguridad y vulnerabilidad. Otros, la minoría, se resisten a aceptar estas propuestas homogeneizadoras, totalitarias y excluyentes. La situación llega a posiciones muy extremas, hasta el punto de que hay que poner fin al experimento. 1.4. ¿Es la violencia un problema? Una preocupación actual es el supuesto aumento de la violencia en todas las áreas de la sociedad. Se vive como un problema social contemporáneo en au- mento, que se agudiza, sobre todo, en un contexto de crisis. Violencia de gé- nero, violencia doméstica, juvenil, en las calles, en las puertas de las escuelas, en las salas de espera de los médicos, etc.; todo hace pensar que la violencia aumenta progresivamente. Pero ¿es la violencia un problema? ¿Y para quién lo es? Dar por sentado que la violencia es un problema no ayuda a entender el porqué de las conductas, sino que más bien tiende a fijarlas3. Las conductas violentas se convierten en un problema para la sociedad, para los microgrupos –como un aula–, para las naciones... En definitiva, para todos aquellos que tienen un ideal de orden social y la creencia de que se pueden establecer sistemas de control infalibles. Por otro lado, como hemos ido viendo, la violencia es un elemento constitutivo del ser humano y, por lo tanto, de la sociedad. Delgado (1999) señala el tratamiento sistemático que recibe la violencia, que es el de una entidad abstracta, algo así como «una energía que tiene mucho de animal, de extrasocial, de extrahumana». Se desencadena la violencia, se dice, como si se desencadenara la gran bestia que tendría que estar controlada. El autor subraya que «en cualquier reflexión seria que queramos hacer en torno a la violencia, no hay nada más peligroso que dar como válido este tipo de presupuesto irracionalista que entiende que la violencia es una presencia ajena al orden social. [...] La violencia es un instrumento social, un instrumento de sociabilidad, y en cualquiera de sus expresiones, no puede ser entendida sino como un recurso cultural disponible» (Delgado, 1999, p. 11). Así, se entiende que cualquier sociedad no está del todo unificada, no responde al ideal de completitud, los diferentes sectores que la forman no se ajustan nunca del todo y conviven permanentemente con la amenaza constante de una disolución. El conflicto violento se produce para evitar la disolución total. El aspecto fundamental para Delgado es que la violencia nunca es un proble- ma. Para quien la aplica es una solución, es un remedio, aunque sea moral- mente detestable. «Lo que importa es que todo lo que la sociología y la antro- pología han escrito respecto a conductas que nosotros denominaríamos vio- lentas ha constatado que la violencia no es la negación del principio de so- (3)En el ámbito educativo, pode- mos experimentar estos efectos; así, cuando se castigan directa- mente determinados actos vio- lentos, se incrementa a la vez su presencia, es decir, se produce un efecto paradójico. CC-BY-NC-ND • PID_00248683 15 Introducción conceptual al fenómeno de la violencia I 2. Orden social y violencia 2.1. Violencia legítima y violencia ilegítima Como hemos dicho anteriormente, Norbert Elias analiza, desde una perspec- tiva histórica, la autoconciencia que tienen los occidentales de ser «civiliza- dos» y de los cambios sociales, económicos y políticos que han configurado las sociedades modernas. La civilización, entendida como progreso, no resulta una ganancia o una pérdida, sino que más bien se trata de un proceso neutro en sí mismo. Elias investiga los procesos históricos que desde el siglo XVI han llevado a las sociedades occidentales a identificarse como «civilizadas». El autor se sitúa en el orden de las transformaciones «psicogenéticas», es decir, en los cambios psi- cológicos graduales de las personas de Occidente. El proceso de la civilización es una historia de las costumbres que ha posibilitado el hecho sociológico de ser «civilizado». Este estudio es llevado a cabo desde el seguimiento histórico de los hechos cotidianos, en el ámbito micrológico, es decir, lo que podemos encontrar en el individuo, pero teniendo en cuenta la integración de la socie- dad en el ámbito macrológico. De este modo, el individuo y la sociedad se manifiestan como «procesos» y no como entidades abstractas separadas. Una de las transformaciones￿más￿importantes que ha llevado a cabo la ci- vilización es la relativa a la agresividad￿en￿Occidente. Según el autor, a lo largo de la historia se interrelacionan las lógicas psicogenéticas y sociogenéti- cas, cambios en la estructura psíquica de los individuos y en las estructuras de organización política de la sociedad, como es el monopolio de la violencia por parte del Estado. El proceso de la civilización muestra cómo se reducen los actos violentos coti- dianos a lo largo de la historia, a medida que aparecen otras formas de depen- dencia y vinculación entre los individuos, que llevan a una regulación de la vida afectiva mediante la forma del autocontrol emocional. Esta transforma- ción no es lineal, sino que se caracteriza por el hecho de ser una dinámica en espiral, a partir de avances y retrocesos. Esto no significa que la agresividad y la capacidad para llevar a cabo actos violentos hayan desaparecido, sino que se restringen progresivamente y se acaban convirtiendo en una serie de reglas y coacciones, actos que se reprimen, se «civilizan» y se manifiestan de mane- ra no reprimible en los sueños, en acciones violentas aisladas, en espacios de la vida privada y en experiencias simbólicas de violencia, como por ejemplo determinados espectáculos o deportes. De este modo, en las sociedades mo- CC-BY-NC-ND • PID_00248683 16 Introducción conceptual al fenómeno de la violencia I dernas, los individuos canalizan la agresividad hacia formas legitimadas. Este control de la agresividad se interioriza de tal manera que consideramos como incivilizada cualquier muestra violenta actual e histórica. Walter Benjamin (1977), en Para una crítica de la violencia, destaca la noción de violencia divina y la esencia de lo violento como fundamentación de la legali- dad. Siguiendo estrictamente a Hobbes y la teología política del Renacimiento, Benjamin afirma la existencia de un acto fundacional violento como condi- ción del Estado; el soberano, recuerda Hobbes, lo es principalmente porque le otorgamos el uso exclusivo de la violencia y una agresividad que –antes del pacto político– compartíamos todos en un estado natural de guerra indiscri- minada. Solo un acto de violencia institucional, la imposición del Estado y de un soberano, puede poner fin a la violencia gratuita. Walter Benjamin Escritor, teórico marxista y filósofo estético alemán, Walter Benjamin (1892-1940) nació en el seno de una familia judía y estudió filosofía en Berlín, Friburgo, Múnich y Berna. Sus esperanzas de hacer una carrera académica quedaron frustradas cuando la Universidad de Frankfurt rechazó su tesis doctoral. En 1933 se vio obligado a escribir con seudónimo, y después tuvo que emigrar a París. Allí conoció a Brecht y colaboró con Adorno y Hork- heimer. Con la ocupación de Francia por los nazis en 1940, Benjamin intentó dirigirse a Estados Unidos atravesando España, pero cuando las fuerzas franquistas lo detuvieron en la frontera, se suicidó. Tenemos un ejemplo claro en los actos violentos que se han producido en to- dos los barrios periféricos en Francia desde 1981. Los contactos con la policía están en el origen de todos estos actos violentos. Las fricciones con la policía son prácticamente diarias y se producen frecuentemente a partir de numero- sos controles de identificación, duras detenciones y retenciones acompañadas de observaciones de carácter racista. Está claro que la manera de tratar a los individuos en el espacio público es diferente según la diferenciación étnica. «Lejos de haber conseguido hacer de la policía un auténtico servicio público implantado en el territorio, las “fuerzas del orden” aparecen exclusivamente como el brazo armado de un aparato del Estado que irrumpe brutalmente desde fuera para reprimir las turbulencias locales.» Castel (2010, p. 62). El hecho paradójico es que los habitantes de estos barrios tienen una sensación de inseguridad que denuncian repetidamente, y que la actuación de las fuerzas del orden no solo no puede combatir los actos violentos, sino que los aumenta. Los Estados modernos han monopolizado la fuerza y han planteado un recha- zo intenso a las expresiones consideradas ilegítimas de la agresividad en la vida ordinaria; en este sentido, se niega incluso su condición humana, la naturale- za de instrumento social y de vehículo de comunicación culturalmente regu- lado. Esta violencia es considerada como no legítima; pero, atención, se trata de la violencia ejercida por personas ordinarias, la cual se entiende próxima a CC-BY-NC-ND • PID_00248683 17 Introducción conceptual al fenómeno de la violencia I los instintos, cercana a la monstruosidad. La representación mediática incide constantemente en la degradación que indica el uso no legítimo de la fuerza bruta, que convierte a los ejecutores de esta fuerza en menos que humanos. Delgado lo explica de la manera siguiente: «He aquí una violencia representada como inorgánica, animal y primaria. Ante una vio- lencia “uniformada”, lo que se le opone intolerablemente es una violencia “vestida de calle”, al mismo tiempo cotidiana y excepcional –en el sentido de que su naturaleza nun- ca es exactamente humana. Ante una violencia “homogénea”, únicamente concebible si se relaciona con el aparato militar y político de un Estado cualquiera, se establece una violencia “heterogénea”, dispersa, caótica, errática, asociada a todas las formas de alte- ridad [...]. Paradójicamente, es una violencia “con rostro humano”, y precisamente por eso se hace escandalosa e inaceptable. Los violentos son siempre los otros, quizá porque uno de los rasgos que permite identificar a estos otros es la manera en que contrarían el principio político irrenunciable del monopolio estatal en la producción y la distribución del dolor y la destrucción. Una magnífica estrategia, por cierto, para generar ansiedad pública y para fomentar una demanda masiva de más protección política y jurídica». Delgado (1999). En este sentido, podemos ver este desplazamiento progresivo en la sociedad actual; tenemos múltiples ejemplos de ello. Son considerados ilegítimos los movimientos de los indignados y se ha intentado atribuirles actos violentos, cuando precisamente este movimiento se ha caracterizado por el esfuerzo de alejarse de la reivindicación por la fuerza. En cambio, se han justificado siem- pre las cargas extremadamente violentas de la policía para desalojar las plazas o las calles. Plaza del Sol, 3 de agosto del 2011. Fuente: El País. Ante las dificultades de la vida cotidiana, como por ejemplo agresiones de hi- jos a padres, en los hospitales o en las escuelas, aparecen nuevas formas de legislaciones que intentan proteger a los individuos. Las noticias se dimensio- nan en los medios de manera exagerada, la agresión a la maestra en la puerta de la escuela se hace un hecho incomprensible, genera miedo y ansiedad, y se apela a la justicia para dotar de protección al profesorado. Tradicionalmente, en nuestra sociedad, el maestro y el médico eran dos figuras que se tenían que respetar, podríamos decir intocables e incuestionables. Ahora esto ya no es así: son cuestionados y pueden ser agredidos. En Cataluña, la Consejería de Ense- Referencia bibliográfica F. Balsells (13-10-2011). Cata- luña reforzará la autoridad de los docentes para evitar agre- siones a maestros. CC-BY-NC-ND • PID_00248683 20 Introducción conceptual al fenómeno de la violencia I «En Estados Unidos, la fusión de la violencia estructural y simbólica produce patrones especialmente destructivos y persistentes de violencia interpersonal, que refuerzan la le- gitimidad de la desigualdad social. El racismo, el desempleo, la explotación económica y la decadencia infraestructural son exacerbados por la indignidad de ser una persona pobre, de color, en un país dominado por blancos protestantes, que es el más rico de mundo. Esto alimenta una sensación de inferioridad entre los excluidos que se traduce en acciones de violencia autodestructiva o descomunal, que impulsa un ciclo de humi- llaciones y autoculpabilización de efecto desmovilizador. Paralelamente a esta dinámica, crece una cultura de oposición en las calles del centro de la ciudad –especialmente entre los jóvenes– que llena el vacío dejado por el desempleo y la falta de inversión social.» Bourgois (2005, p. 30). Un ejemplo de esta cuestión es la revuelta que protagonizaron miles de jóvenes de la segunda y tercera generación de inmigrantes, que quemaron los coches de sus propios vecinos, atacaron equipamientos públicos, destrozaron mobiliario urbano y se enfrenta- ron a la policía en la banlieue, en París, en otoño del 2005. Lo que sorprende de estos hechos es que los jóvenes no tenían líderes, ni organizaciones estructuradas, ni objetivos, ni ninguna finalidad explícita o reivindicaciones concretas. Según Castel (2010), el con- flicto proviene del hecho de que estos jóvenes no están ni dentro ni fuera de la sociedad, y son rechazados por su origen étnico. Son ciudadanos franceses que han disfrutado de la educación y de prestaciones sociales del Gobierno, que han sido ciudadanos de derecho, iguales ante la ley francesa, pero al mismo tiempo han estado viviendo en barrios perifé- ricos que se han ido degradando, son continuamente confrontados con la imposibilidad de encontrar trabajo y son perseguidos por la policía y el aparato judicial. La interpretación que propone Castel para comprender el comportamiento de los jóvenes es que son protagonistas de una contradicción y que su violencia aparentemente ciega es una respuesta de carácter nihilista al callejón sin salida en el que se encuentran. Sin embargo, este argumento se tiene que precisar; no se puede explicar su situación considerándolos excluidos confinados en guetos. Estos jóvenes no son excluidos porque comparten muchas prácticas comunes a la gente de su edad y porque tienen los mismos derechos que los de la ciudadanía francesa. «De forma que el problema al que se enfrentan es- tos jóvenes no es el de estar fuera de la sociedad, ni el espacio que ocupan (el suburbio no es un gueto) ni su estatus (muchos son ciudadanos y no extran- jeros). Pero tampoco están dentro, porque no ocupan un lugar reconocido y muchos no parecen capaces de prepararse para encontrar uno. Si hubo una revuelta de desesperación, es porque los jóvenes tenían la convicción de es- tar desprovistos de futuro y los recursos necesarios para ser reconocidos como miembros de pleno derecho de la sociedad. Su exilio es un exilio interior que los lleva a vivir en negativo, en forma de promesas no mantenidas, su relación con las oportunidades y con los valores que se considera que encarna la socie- dad francesa» (Castel, 2010, p. 59). «“Libertad, igualdad, fraternidad, pero no en las banlieus”: este eslogan, tantas veces re- petido en las noches de los disturbios, expresa la conciencia de la negación de derecho de la que se sienten objeto estos jóvenes.» Castel (2010, p. 61). A la desgracia de ser pobre y estar abandonado a la incertidumbre del futuro, se añade un profundo sentimiento de injusticia. «El factor etnorracial refuerza el desamparo social y se inscribe en una lógica de discriminación negativa. La CC-BY-NC-ND • PID_00248683 21 Introducción conceptual al fenómeno de la violencia I reacción de los jóvenes del suburbio se podría entender, al menos en parte, como una revuelta cívica ante el déficit de ciudadanía que sufren» (Castel, 2010, p. 62). Para relacionarlo con el hecho de la violencia estructural y simbólica, cabe decir que en Francia se ha creado una imagen estereotipada de los suburbios y de sus problemas. Los medios reproducen la imagen de un territorio sin ley donde dominan la violencia, el extremismo islámico, la inseguridad ciudada- na y la precariedad. Imagen que es mantenida por la policía y los políticos. En palabras de Castel, este hecho «justifica la formulación de esta cuestión de los suburbios en términos de reconquista casi militar, como si para erradi- car el mal bastara con criminalizar a la “gentuza” para recuperar la paz civil y la armonía social. Esta teoría es desmentida por los observadores sobre el terreno» (Castel, 2010, p. 53). Los medios de masas (mass media) fabrican la realidad mediática, que no deja de ser la construcción de una ficción. Todos podemos constatar que determi- nadas televisiones ofrecen telediarios en los que se concentran delitos y crí- menes violentos rodeados de un sensacionalismo exacerbado; el que mira – el ciudadano «normal»– es el representante del bien, mientras que el violento o el asesino es el representante del mal. Evidentemente, hay una relación en- tre estos contenidos y el interés de la gente por verlos; podríamos decir que nos quedamos adheridos a las imágenes repetitivas de las escenas violentas. Nosotros, tanto si queremos como si no, somos protagonistas privilegiados. Podemos decir que la violencia que vivimos como ajena forma parte de nues- tro universo simbólico. La violencia es un proceso inherente a todos nosotros, aunque a veces se trate como una materia oscura invisible; los actos violentos no son hechos aislados y todos tenemos una responsabilidad sobre los mismos. Según Ubieto (2007, p. 173), «no se trata de una lógica restringida al sujeto, ni tan solo al núcleo familiar. Hay un orden simbólico que crea las condiciones a partir de las cuales cada uno, de manera particular, lo hace suyo, lo subjeti- viza». CC-BY-NC-ND • PID_00248683 22 Introducción conceptual al fenómeno de la violencia I Resumen La violencia es un fenómeno cotidiano, determinado por la concepción cul- tural y el tratamiento mediático. En nuestra cultura, la violencia se presenta como una fuerza oscura, con manifestaciones muy distintas. Por este motivo, es necesario estudiar diferentes teorías y ampliar nuestra visión para establecer una dialéctica entre todas estas teorías. Conviene no pasar por alto la carga que hay detrás del término violencia y el papel del Estado moderno en el desarrollo de esta violencia. Partimos de la idea de que el ser humano es agresivo por naturaleza, puesto que tiene tendencia a buscar la satisfacción propia y es la cultura la que facilita la renuncia a las propias satisfacciones. En el contexto social y cultural, la violencia adquiere un cariz negativo; esta concepción se ha modificado a lo largo del tiempo como resultado de valora- ciones sociales, políticas y culturales, y ha generado un discurso. Lejos de ser un problema, Delgado plantea que la violencia puede tener dife- rentes funciones: como forma de comunicación, como forma de mantener el vínculo y con una clara función social. Norbert Elias estudia las sociedades modernas y cómo los individuos canali- zan la agresividad hacia formas legitimadas. Este control de la agresividad se interioriza de tal manera que cualquier muestra violenta actual o histórica se considera como incivilizada. Los estados modernos han monopolizado la fuerza y han planteado un recha- zo intenso a las expresiones de la agresividad, considerándola como violen- cia ilegítima. Por el contrario, la violencia que ejerce el Estado es vista como violencia legítima. La primera se ve como una violencia animal y primaria; la segunda, como una violencia uniformada y con una finalidad determinada. Bourdieu plantea que la violencia es recibida por la gente desde las estructuras de poder y es dirigida posteriormente contra los propios compañeros también dominados. El autor propone su «ley de conservación de la violencia» y avisa de las graves consecuencias que tendrá en las economías. Los efectos de la violencia estructural volverán a la población en forma de grandes violencias cotidianas. La violencia es un proceso inherente a todos nosotros, aunque a veces se trate como una materia oscura invisible; los actos violentos no son hechos aislados y todos tenemos una responsabilidad sobre ellos.
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