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monografia sobre terrorismo en el peru, Ejercicios de Matemática educativa

monografia sobre el terrorismo en el peru

Tipo: Ejercicios

2020/2021

Subido el 23/06/2021

giancarlos-diaz-guevara
giancarlos-diaz-guevara 🇵🇪

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¡Descarga monografia sobre terrorismo en el peru y más Ejercicios en PDF de Matemática educativa solo en Docsity! 1 CENTRO DE ESTUDIOS HISTORICOS El Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA) y las fuentes de la revolución en América Latina Tesis que para optar el grado de DOCTOR EN HISTORIA Presenta Mario Miguel Meza Bazán Director de Tesis Dr. Marco Palacios Rozo México, D.F. 2012 2 CENTRO DE ESTUDIOS HISTORICOS ______________________________________ PRESIDENTE ______________________________________ PRIMER VOCAL ______________________________________ VOCAL SECRETARIO 5 Página Prólogo………………………………………………………………………..………….9 Introducción…………………………………………………………………………….11 Capítulo 1º Tradiciones izquierdistas encontradas y su bloqueo: aparatos y voluntad moral. 1930-1957. 1.1. Tradiciones revolucionarias: el APRA, el PCP y el Ejército Peruano…………...39 1.1.1. Conspiración y revolución en la historia insurreccional peruana y latinoamericana ……...……………………………………………….39 1.1.2. Concepciones ideológicas de la conspiración y la revolución en los aparatos partidarios…… …………………………………………………42 1.1.2.1. Las organizaciones juveniles apristas……………………………42 1.1.2.2. El PCP y los frentes sociales...…………………………………..56 1.1.2.3. El Ejército: aparato político profesional no partidarizado, creación y formación ideológica………………………………..65 1.2. Frustración ideológica, revueltas y sublevaciones apristas, disconformidades comunistas y reacción militar. 1945-1957….………...............73 Capitulo 2º Desbloqueos a los desafíos revolucionarios: la izquierda insurreccional, el Gobierno Revolucionario de las Fuerzas Armadas y la Nueva Izquierda. 1958-1976. 2.1. Atajos hacia la revolución: la bifurcación del PCP y del APRA al APRA Rebelde…………………………………………...……...……………….88 2.2. Los faros de la Revolución: Cuba y China, desbloqueos y enseñanzas del voluntarismo y la acción moral………...……………….……………………96 2.3. El Velasquismo: un régimen político y social militar radical y nacionalista. 1968-1975….……………………………………………………………….......117 2.4. Tensiones, ambigüedades y contradicciones de la izquierda frente al velasquismo: la Nueva Izquierda……………………………………………….126 2.4.1. El MIR y sus bifurcaciones...…..……………………………………….135 2.4.2. La Vanguardia que se desdobla………………………………….……...143 2.5. Una “situación prerrevolucionaria” 1975-1976………………….…….……….150 6 Capítulo 3º Las izquierdas revolucionarias y la democracia “burguesa”. 1976-1980. 3.1. Las izquierdas revolucionarias en voz baja………………..……………..…....161 3.2. Un giro inesperado: la Asamblea Constituyente y la apertura de trochas a la Democracia. 1977-1978...………………………………………………....166 3.3. Las instituciones democráticas y la movilización popular: el parlamentarismo y la calle. 1978-1980…………….………………..……….................................177 3.4. Los que persistieron más allá de todas las formas de lucha: las izquierdas y la apuesta por la Guerra Revolucionaria del Pueblo………..……………..…...194 Capítulo 4º Auge de una tradición revolucionaria latinoamericana: fundación y acciones políticas militares del MRTA. 1980-1989. 4.1. El movimiento radical y la constitución de los aparatos políticos-militares: la hegemonía ideológica y el poder armado. 1978-1983……….……………...199 4.1.1. El PSR Marxista Leninista y el MIR El Militante……….……………199 4.1.2. El MIR Voz Rebelde y el MIR IV Etapa……………….…….………215 4.2. Transición democrática, crisis económica y la primera ola de la violencia política……………………………………………………….……….227 4.3. Las ciudades y su rol estratégico: primeros núcleos PSR ML-MIR EM o MRTA y la alianza MRTA-MIR VR. 1984-1987…………...……...……….....231 4.3.1. El libreto y el mínimo de partido como aparato político militar………237 4.3.2. Acumulación de fuerzas: agitación y propaganda; escuelas y bases de formación político militar ………………………………………….241 4.3.3. La política de las armas: hasta la suspensión unilateral de las acciones armadas. 1985-1986……………………………………..…. 247 4.3.4. Acciones armadas: expropiaciones, atentados antiimperialistas y los primeros secuestros…………..………………………………………..253 4.4. Las influencias externas y sus relaciones exteriores: la constitución de un modelo …………………………….……………………………….……….…..260 4.5. El campo: ruralizando las guerrillas. 1987-1989..………………..…………… 264 4.5.1. Ensayo crítico y frustración militar: departamento de Cusco. 1984…… 267 4.5.2. Segundo ensayo (foquismo): departamento de San Martín. 1987-1989... 271 4.5.2.1. Las incursiones armadas. 1987..……………………………....277 7 4.5.2.2. Rearticulación. 1988-1989..………………………...……….. 282 4.5.3. Balance del II Comité Central Unificado…………………..……………283 4.5.4. Un nuevo frente: Ucayali, precariedad estratégica. 1988-1989……….. 288 4.5.5. Tercer ensayo, departamentos de Junín y Pasco: fracaso de la guerrilla rural 1988-1989.….…..…………………….............................291 4.5.5.1. Revolviendo el campo: hasta la batalla de Molinos. 1989.… 296 4.5.5.2. Los errores estratégicos……………………………………..…300 Capítulo 5º Derrota militar, inviabilidad política y desarticulación del aparato político militar. 1989-1997. 5.1. Un escenario complejo……………………………………………………….....305 5.2. De vuelta a las ciudades: preámbulo de la derrota armada. 1988-1990………...313 5.2.1. Universidades…..………………………………………………………...317 5.2.2. Sindicatos……….………………………………………………………..322 5.2.3. Organizaciones urbano populares.…………………………………….…328 5.3. La escalada de la militarización 1989-1990……………………………………330 5.3.1. La financiación de la guerra: secuestros, caídas, deserciones, traiciones y ajusticiamientos…………………………………….….…..330 5.3.2. Agotamiento de la política por las armas: fracaso para las conversaciones de paz. 1989-1990….…………………………………334 5.4. La Deus ex Machina: de la cúspide al fracaso de la política armada 1990-1993..…………………………………………………………………......336 5.4.1. SL y las ciudades: la última ofensiva y el vértice de la derrota 1989-1992……………………………………………………………….337 5.4.2. La fuga de Canto Grande y el III Comité Central……………………….342 5.4.2.1. La estrategia: la ilusión por los frentes amplios, espejismo electoral y derrota popular. 1990..……………………………346 5.4.2.2. El dialogo y el frente internacional…………………………....348 5.4.3. Los últimos frentes. 1991-1993………………………………………….350 5.4.3.1. El Frente Sur: Arequipa, Cusco y Puno……………………….351 5.4.3.2. El Frente Norte: Jaén, San Ignacio y Bagua……………………358 5.4.3.3. El Frente Nororiental de San Martín…………………………..361 5.4.3.4. El Frente Centro: Junín y Pasco.……………………………...373 10 países del continente, más mi propia nacionalidad peruana, que convergieron en esta feliz ocasión para darle a la diversa y variopinta experiencia histórica de cada uno de nuestros países, una lectura común a un tema que no por ser peruano deja de ser común a toda sociedad como es la violencia y la política. Es mi esperanza que esto nos haya acercado más para conocer y descubrir las diferentes realidades que unen a esa patria grande o nación continente, para ver probablemente con mejores ojos nuestras propias dificultades y enfrentarlos juntos en un futuro común. En este aspecto, agradezco una vez más a El Colegio de México, por darnos la oportunidad a los “extranjeros” de pensar y ver la realidad histórica de nuestros países en los términos de una sola realidad latinoamericana. Aprovecho la ocasión para agradecer también a todos aquellos con quienes trabajé en la investigación: archiveros y bibliotecarios de las instituciones nacionales e internacionales; amigos y personas que me alcanzaron información vital bibliográfica o datos puntuales; a quienes me ayudaron en la elaboración de los textos fundamentales para toda narración histórica, y; hasta apoyos en la parte final de la investigación y presentación del impreso final como a Aurelia Valero y a todos mis entrañables amigos y amigas mexicanos; a mi familia, especialmente a mis padres, por el apoyo incondicional que siempre me han brindado para llevar adelante mis proyectos personales y profesionales, sobre todo por el tiempo empleado para realizarlos y; a mi querida Odalis, por acompañarme siempre en la consumación de los mismos. De aquí para adelante no queda más que dejar que el presente texto, como varios otros que hice en su momento, siga su propio camino, con el deseo de que la contribución del conocimiento histórico que salga de él para mi país, sea un pequeño aporte con sus virtudes y defectos sempre míos, contribuyendo a hacer de este mundo un sitio mejor. 11 Introducción El tema Si tuviéramos que parafrasear a Ernesto Laclau en el sentido de que el populismo es una forma de hacer política con y entre las masas en América Latina, de mi parte podría señalar que la violencia es parte inherente de la política latinoamericana expresado mejor en sus vanguardias revolucionarias. El argumento incorpora sin embargo una vasta gama de posibilidades para un estudio de este tipo. En mi caso me concentraré en el tratamiento de la relación entre política y violencia en la cultura política latinoamericana y en particular de cómo esa relación entre violencia y política forma parte de la cultura política peruana. Me concentraré específicamente en la cultura política insurreccional existente en el continente con la exposición y narración de un caso concreto para Perú, el Movimiento Revolucionario Túpac Amaru, conocido por sus siglas como MRTA. Mi propósito es entender el desarrollo de una generación de vanguardistas insurreccionales en el país y en el continente en la segunda mitad del siglo XX, relacionándolo con otro grupo armado del mismo país y contemporáneo suyo, el Partido Comunista del Perú Sendero Luminoso o PCP Sendero Luminoso, que a decir de James Rochlin, tuvo un impacto social, político, sicológico y cultural más profundo que cualquier otro grupo armado (Rochlin. 2003). Para situar este estudio debemos mencionar que el MRTA fue un grupo armado subversivo que nació en Perú en 1982. Surgió de la confluencia de pequeños partidos y movimientos de izquierda extrema radical que extendieron sus acciones políticas y militares durante toda esa década hasta 1997. 1 Su historia no es diferente de otros grupos armados de América Latina que se levantaron en armas con las banderas del antiimperialismo, el nacionalismo y el socialismo reivindicando la lucha armada como sinónimo de liberación social. 2 Sí es diferente en cambio del PCP Sendero Luminoso o 1 MRTA. Conquistando el porvenir. s/l. s/ed. 1990; Simon, Yehude Estado y guerrillas en el Perú de los ‟80. Lima. Instituto de Estudios Estratégicos y Sociales (IEES) 1988; Gálvez, Alberto Informe para la Comisión de la Verdad y la Reconciliación Nacional (Manuscrito en Archivo de la CVR). Comisión de la Verdad y la Reconciliación. Informe Final. Vol. II. Cap. 1.4. Lima. 2003. 2 Por la cobertura ideológica, cuyas fuentes de inspiración estaban en Cuba y Nicaragua, y las similitudes organizacionales, se acercarían a los Tupamaros uruguayos, PRT- ERP en Argentina o al MIR de Chile al igual que por la naturaleza de sus acciones armadas urbanas, al que se agregaría el Movimiento Peronista Montonero y, por sus acciones rurales, al Movimiento 19 de Abril colombiano. Para una amplia literatura de los grupos armados en América Latina en este periodo Vega, Mercier (1969), Waldmann, Peter (1983), 12 SL cuyo impacto político, social y cultural fue mayor entre 1980 al 2000. 3 La definición de esas diferencias entre ambos grupos armados se da no solo por el número de cifras mortales de víctimas y de destrucción material alcanzada en el país, abarcan otros terrenos como las concepciones ideológicas de la sociedad; del Estado; del partido, de la guerra y hasta la concepción misma de la historia. A pesar de que ambos grupos nacieron independientemente dentro de la misma vertiente cultural de la política peruana, ambos se volvieron con el tiempo enemigos irreconciliables en la competencia por hacer la revolución por la vía armada. 4 Ambos concordaban en la legitimidad de la violencia para destruir el orden de cosas existentes y refundar en su lugar un régimen económico, social, cultural y político totalmente distinto. 5 La lucha armada del Movimiento Revolucionario Túpac Amaru surge como tema de interés porque encontramos en él, más cercanamente que en cualquier otra vanguardia revolucionaria latinoamericana, la historia de una cultura insurreccional que buscaba hacer a través de la violencia revolucionaria o la llamada acción directa, acciones políticas en contextos de polarización y en competencia con otros actores armados igualmente insurreccionales. En este sentido la estrategia bélica del MRTA aparece acompasada por las viejas tradiciones insurreccionales políticas latinoamericanas en contextos de polarización provocado por el otro actor insurgente: Sendero Luminoso o SL. En este último, podemos ver en cambio, cómo se va perfilando los rostros de los nuevos tipos de violencia que rebasarían las estrategias revolucionarias convencionales de las acciones armadas para afectar directamente a la sociedad como un espacio privilegiado de la guerra. En ambos actores se puede distinguir sin embargo y con claridad como la Radu, Michael y Vladimir Tismaneau (1990), Wickham Crowley, Timothy (1991; 1992), Gaspar, Gabriel (1997), Castro, Daniel (1999). Para un estudio comparado de sus acciones rurales con los guerrilleros en Colombia véase Pizarro Leóngomez, Eduardo (1996). Para una comparación con las experiencias guerrilleras y políticas maoístas en Asia y América Latina, en concreto Perú, véase Marks, Thomas (1996). 3 A Sendero se le atribuye 54% de las víctimas totales del conflicto armado (esta cifra asciende a 37,412 muertos de los 69,280 decesos, cálculos hechos por la CVR en su informe final), al MRTA se le asigna el 1.5% de víctimas (que equivale a 1,039 decesos), a las fuerzas de seguridad incluyendo rondas de autodefensa campesinas el 44.5% (30,829 víctimas). Al respecto véase Comisión de la Verdad y la reconciliación (de ahora en adelante CVR: 2003). 4 Simon, Yehude Op. Cit. pp. 108-128. 5 Sobre el sentido que dan los actores políticos de izquierda para tomar las armas y cambiar las injusticias de sus sociedades en América Latina véase el artículo de Elguea, Javier (1991), sobre este texto volveré en este mismo acápite. Para un sentido más general del uso de la violencia que apela a diferentes significados de justicia para legitimar sus acciones sin importar la posición política, social, cultural e ideológica de los actores hice el estudio Las prácticas de justicia en el Perú según el orden, la seguridad y la autoridad. Tesis para optar el grado de Magíster en Antropología. Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Postgrado de Ciencias Sociales. 2006. 15 es ¿cómo fue posible que en un periodo una democracia recién recuperada por Perú en 1980 surgieran grupos armados dispuestos a destruirla? La otra cuestión es ¿por qué habiendo muchos partidos y grupos de izquierda radical, con un mismo discurso sobre la violencia revolucionaria contra las instituciones establecidas, solo fueron dos los que resolvieron irse a la lucha armada? La cuestión central de ambas interrogantes nos motiva saber ¿qué impulsó a determinados grupos de izquierda radical asumir y desarrollar la lucha armada como un medio para hacer política en el Perú de la década de 1980? La tesis no abordará a los dos grupos armados, solo al MRTA, lo que lleva a interrogarnos sobre la experiencia particular de este movimiento político armado con la siguiente cuestión: ¿por qué lo hicieron autónomamente en vez de incorporarse a Sendero Luminoso, la agrupación armada maoísta peruana que tuvo un impacto más profundo en la violencia política de esos años? La hipótesis El aspecto central de las hipótesis que formulo trata cómo los movimientos ideológicos insurreccionales de izquierda en las sociedades latinoamericanas del siglo XX, legitimaron la violencia revolucionaria como un medio eficaz de transformación política y social. Aunque de diversas formas y no siempre convergentes en cuanto a los métodos y a prácticas insurreccionales, especialmente de los partidos comunistas que negaban el efecto práctico de la violencia en sus acciones políticas, hubo un sustrato cultural común que legitimaba la idea de la violencia revolucionaria como un factor transformador de la sociedad. En Perú el Movimiento Revolucionario Túpac Amaru o MRTA reflejaba esa opción, totalmente opuesta a las prácticas comunistas y socialdemócratas previas a la revolución cubana que buscaban conciliar los antagonismos de la sociedad en la arena política institucionalizada. El MRTA como la mayor parte de los grupos insurreccionales en América Latina, entre ellos el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) del que era su heredero, reafirmó, en cambio, la formulación fundamental de la política insurreccional cubanista como práctica transformadora de las estructuras opresoras de la sociedad. De este modo, la práctica insurreccional de la violencia revolucionaria del MRTA, se fijó como condición histórica de transformación total de la sociedad la transformación de toda práctica insurreccional previa hacia una experiencia genuinamente revolucionaria y socialista. La experiencia revolucionaria del MRTA aparece en este contexto como parte de una cultura insurreccional, compartida 16 con otras experiencias insurreccionales entre los diversos grupos radicales de izquierda que proliferaron en el país andino, en el continente y en el mundo, pero con un agregado adicional: la superación de la palabra por los hechos. Los revolucionarios peruanos armados con estas convicciones, afirmaron, de este modo, un espacio propio en el amplio espacio cultural revolucionario construido en Perú y América Latina. El MRTA no era por tanto una excepción a la regla insurreccional, era más bien la confirmación de todas las certidumbres de su época. Ellos, al igual que otros grupos armados que asumieron finalmente el protagonismo insurreccional en cada uno de sus países donde levantaron guerrillas y ejércitos de liberación nacional, optaron por continuar reafirmando sus presupuestos insurreccionales predominantes en el espacio cultural revolucionario del país, el continente y el mundo, cultivados desde la revolución rusa, una tradición con muchas raíces históricas e ideológicas. 7 Nuestra primera hipótesis señala en este sentido el aspecto endógeno de la política armada del MRTA en la década de 1980 y parte de la década de 1990, a partir de los presupuestos insurreccionales previos cultivados por una cultura política de la violencia local. Esta cultura política fue tan endógena que la decisión de algunos miembros y grupos de izquierda radical para lanzarse a la lucha armada nació en medio de un proceso contradictorio de apertura e incorporación de muchos de esos partidos de izquierda revolucionarios a la democracia peruana en 1980. Los partidos de izquierda revolucionaria nunca se negaron a incorporarse a la democracia, pero la condicionaron al ideal sacrosanto de la lucha armada como forma hegemónica de la actividad política. La disyuntiva de estos grupos por incorporarse plenamente a una democracia que recién se abría camino, tuvo graves consecuencias en la consolidación de la democracia. 8 Buena parte de las contradicciones 7 La definición de espacio cultural revolucionario lo tomo de la definición de espacio social y cultural que Barrington Moore propone para los grupos oprimidos o insatisfechos que cuentan con alguna capacidad de expresión y creación dentro de los márgenes de actuación que pueden conseguir en sociedades dominadas por contextos de opresión y represión. Para Moore este espacio les permite elaborar, proteger y transmitir acuerdos sociales, tradiciones y hasta explicaciones distintas al que da el mundo oficial en que viven “para experimentar con la preparación del futuro”. Moore, Barrington Injusticia. Bases sociales de la obediencia y la rebelión. México DF. UNAM. 1989. p. 455. 8 Matizaremos esta característica con las consideraciones que algunos autores han señalado sobre las razones para que la ideología de la revolución armada en América Latina se hiciera presente en otros países del continente, de manera más o menos hegemónica y en contra de sus propias democracias precarias. Unas veces estas razones ideológicas aparecen motivadas por la expresión de una izquierda acechada por la represión de los regímenes oligárquicos o dictatoriales, otras veces por el inmovilismo de los partidos comunistas o socialistas y, otras veces, por la presencia de partidos populistas que movilizaron a poblaciones subalternas sin direcciones liberadoras. Para una definición y una presentación comparativa de este cuadro histórico con el caso chileno véase Crespo, Horacio “La „vía chilena al socialismo‟ en el contexto de la izquierda latinoamericana” en Zapata, Francisco, (Comp.) Frágiles suturas. Chile a treinta años del gobierno de Salvador Allende. México DF. El Colegio de México. 2006. 17 entre los partidos de izquierda, aún entre los más radicales, se debió a esta percepción grisácea de la sociedad peruana y de una democracia recién recuperada tras el impacto de las reformas sociales que sus adversarios políticos, los militares “profesionales” y nacionalistas, habían desplegado en la década de 1970, influyendo finalmente en la llamada década de la violencia política peruana de 1980. 9 Mi segunda hipótesis apunta a examinar, en cambio, el aspecto exógeno de la agudización de esta disyuntiva altamente conflictiva dentro de las izquierdas. Acechadas por su ambivalente incorporación a la democracia de 1980 y a su fidelidad ideológica a la resistencia y a la lucha contra la violencia represiva del Estado y a sus clases dominantes, sectores de la izquierda reforzaron su inclinación por conservar la tradición de una organización política militar, que a su consideración tenía mayores ventajas que un partido legalmente democrático dentro de la debutante democracia de 1980. La coyuntura impuesta por la guerra interna desarrollada entre Sendero Luminoso y el Estado peruano aumentó esta inclinación conservadora de los izquierdistas radicales. Su herencia cultural, su organización política y sus tradiciones políticas insurreccionales así lo exigían, más aún cuando estas tradiciones se perfeccionaban además con nuevas habilidades teóricas, técnicas y políticas en un espacio cultural revolucionario en auge en todo el continente y el mundo a fines de la década de 1970 y principios de 1980. Bajo esta condición, podemos entender cómo el MRTA, sin ser una gran organización político-militar, pudo insertarse en los intersticios altamente conflictivos de la sociedad dejada por los militares y abierta a los precarios espacios de una democracia atenazada por la crisis y la violencia en 1980. En este sentido, el factor detonante que acercó e insertó más a los militantes radicalizados izquierdistas en las conflictivas grietas de la sociedad peruana, fue el surgimiento de otro grupo ultraizquierdista igualmente radicalizado, pero procedente de un espacio diferente al suyo, Sendero Luminoso. Si la cultura insurreccional y la precariedad democrática pp. 76-86; también Angell, Alan “La izquierda en América Latina desde c. 1920” en Bethell, Leslie, (Ed.) Historia de América Latina. Vol. 12. Barcelona. Crítica. 1997. pp. 102-108. 9 Para una referencia inmediata a las reformas militares que impuso el llamado Gobierno Revolucionario de las Fuerzas Armadas especialmente en su primera fase de 1968 a 1975 (hubo una segunda de 1975 a 1980) puede verse Cotler, Julio “Perú. 1960-1990” en Bethell, Leslie, (Ed.) Historia de América Latina. Vol. 16. 2002 (1991). Masterson, Daniel Fuerza Armada y sociedad en el Perú moderno. Un estudio sobre las relaciones civiles militares. 1930-2000. Lima. Instituto de Estudios Políticos y Estratégicos (IEPE). 2001. También Kruijt, Dirk La revolución por decreto: el Perú durante el gobierno militar. Lima. Instituto de Defensa Legal. 2008 y Sanchez, Juan Martín La revolución peruana. Ideología y práctica política de un gobierno militar. 1968-1975. Sevilla. Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Escuela de Estudios Hispanoamericanos. Universidad de Sevilla. Diputación de Sevilla. 2002. 20 misma de la revolución en Haya sería, sin embargo, polifacética y funcional a los diferentes momentos históricos que vivirían él y su partido, el sustrato de fondo seguiría siendo lo popular. Los comunistas latinoamericanos discreparían y competirían abierta y radicalmente con los populistas por llevar los alcances de esa lógica refundacional de la representación política mediante la revolución, situada inicialmente en la práctica aprista auroral, al nivel de las acciones conspirativas espontáneas de las clases pauperizadas por la modernización, hacia insurrecciones armadas conducidas por vanguardias obreras a nivel mundial. Seguían de esta manera los términos de una subcultura socialista que sintetizaba las experiencias que había dejado la revolución rusa generando discordancias, conflictos y experiencias con los populistas latinoamericanos que se reflejarían en un conjunto de elementos fundamentales sobre lo que debía ser la revolución en el continente y en cada uno de los países donde actuarían. 13 Hubo sin embargo otras corrientes que recogieron igualmente el auge de nuevos movimientos sociales y que generaron, especialmente después de la revolución cubana, nuevos conceptos sobre la movilización popular, la lucha armada, la organización de las vanguardias y el frente de masas, ampliando incluso el vocabulario y las pautas organizacionales que las izquierdas nacionales y continentales habían manejado bajo la legitimidad del bloque comunista y de la guerra fría. Nos referimos al anarquismo, al trotskismo, al anarcosindicalismo y a los diferentes movimientos ideológicos y políticos que enfatizaban la presencia de las masas antes que los partidos vanguardistas (comunistas, castristas, guevaristas, maoístas, etc.) se arrogaran el protagonismo de los procesos revolucionarios. 14 13 Para ver esas experiencias que en la práctica refutarían sus afirmaciones principistas y no sin pocas contradicciones en América Latina puede verse Concheiro, Elvira; Máximo Modonessi y Horacio Crespo, (Coords.) El Comunismo: otras miradas desde América Latina. México DF. Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). 2007, vistos también a través de los debates de la III Internacional o KOMINTERN en relación a América Latina, en Caballero, Manuel La Internacional Comunista y la revolución Latinoamericana. 1919-1943. Caracas. Editorial Nueva Sociedad. 1987. 14 Para el periodo cubanista de las revoluciones armadas y su debate con el periodo comunista de la primera época Rodríguez Elizondo, José La crisis de las izquierdas en América Latina. Madrid-Caracas. Instituto de Cooperación Iberoamericana-Editorial Nueva Sociedad. 1990. Para una ampliación a otras corrientes como el trotskismo y las nuevas izquierdas hasta la caída del muro de Berlín, Rodríguez Araujo, Octavio Izquierdas e izquierdismo. De la Primera Internacional a Porto Alegre. México DF- Buenos Aires. Siglo XXI Editores. 2002. Han agregado más interés al estudio de la generación de estos y otros conceptos utilizados por la izquierda autores como Aricó, José Marx y América Latina. Lima. Centro de Estudios para el Desarrollo y la Participación (CEDEP). 1980; Crespo, Horacio José Arico. Entrevistas. 1974-1991. Córdoba. Centro de Estudios Avanzados. Universidad de Córdoba. 1999 y Celebración del Pensamiento de José Arico. México DF. Seminario de Historia Intelectual. El Colegio de México. 2002. Pease García, Henry, (Comp.) América Latina 80: democracia y movimiento popular. Seminario sobre democracia y movimiento popular. 24 al 29 de noviembre 1980. Lima. DESCO. 1981. Gogol, Eugene The Concept of othern in Latin American Liberation. Fusing emancipatory philosophic 21 Producida la revolución cubana, la legitimidad de la lucha armada como expresión de la “revolución” se definió, siguiendo a Eduardo Pizarro León Gómez, como “un proceso de cambio súbito, de amplias dimensiones (tanto políticas como socio económicas) llevadas a cabo bajo las presiones de un significativo movimiento popular” y en la medida que privilegió “una confrontación violenta de insurgentes contra el poder establecido”. 15 Para otro autor, Javier A. Elgea, la revolución no era más que una “guerra de desarrollo”, propia de una época específica del siglo XX en América Latina que correspondía al periodo existente entre las revoluciones cubana y nicaragüense. 16 Desde estas dos perspectivas la insurrección armada del MRTA correspondería por ideas, palabras, sentimientos y hechos a un periodo ideológico de una guerra de desarrollo (única manera para impulsar la liberación social a través del socialismo y la industrialización) situada después de la revolución cubana, donde sus enemigos –el imperialismo y las burguesías dependientes– debían ser desalojados del poder del Estado. 17 Encerrar al MRTA en este último ciclo trasnacional restringe, sin embargo, el impacto real de corrientes ideológicas, políticas y culturales nativas previas que dejaron profunda huella en los imaginarios insurreccionales izquierdistas cuando arribaron a thought and social revolt. Boston. Lexington Books. 2002. Hay traducción al español El concepto del otro en la liberación latinoamericana. Pablos, Juan, (Ed.) México DF. 2004. 15 Pizarro León Gómez, Eduardo Insurgencia sin revolución. La guerrilla en Colombia en una perspectiva comparada. Bogotá. Tercer Mundo. 1996, pp. 2-3. Las revoluciones en otras partes de Occidente hace referencia a un cambio fundamental de las relaciones sociales, políticas, culturales e ideológicas de una sociedad como los describe Hobsbawm, Eric en La era de la Revolución. 1789-1848. Barcelona. Crítica. 1997. Aquí haremos referencia, sin embargo, a un aspecto más restringido de las experiencias revolucionarias sustentadas en la lucha armada, enraizada a ideologías que la legitiman en la lucha política y que se inserta en la cultura hibrida local y europea de América Latina. Al respecto Rouquié, Alan América Latina. Introducción al Extremo Occidente. 1° Ed. México DF. Siglo XXI Editores. 1989 y Castro, Daniel “The interminable war: Guerrillas in Latin American history” en la compilación del mismo autor Revolutions and Revolutionaries. Guerrilla movements in Latin America. Wilmington. Scholarly Resources. 1999. pp. 15-34. 16 Para Javier A. Elgea una guerra de desarrollo es “esencialmente una guerra política, no militar, cuyo principal propósito ha sido persuadir a la población de que se adhiera a cierta propuesta política o económica y convencerla de que, para alcanzar ese fin, el uso de la fuerza y la derrota violenta de las otras acciones son necesarios y justificados”. “El sangriento camino hacia la utopía: las guerras de desarrollo en América Latina 1945-1989” en Estudios Sociológicos Año IX, n°25, El Colegio de México. 1991. p. 156. 17 Francisco Zapata nos enseña cómo se tejen los vínculos entre discurso ideológico y acción política destinados a legitimar ciertos procesos de movilización social que se identificaban con el nacionalismo, el antiimperialismo, el nacionalismo revolucionario y el socialismo, nosotros extenderemos esta clasificación a uno más, el revolucionario armado. Sobre las cuatro filiaciones ideológicas del discurso latinoamericano véase la introducción de Ideología y política en América Latina. México DF. El Colegio de México. 2001 (1990). pp. 11-23. 22 Perú, por ejemplo, las influencias cubanas y maoístas. Estas corrientes anteriores al auge guerrillero de 1960 constituyeron para el caso peruano puntos de partida en la formación de un escenario insurreccional y autónomo de las izquierdas. El debate entre Víctor Raúl Haya de la Torre–José Carlos Mariátegui es, en este sentido, un hito fundamental para las identidades insurreccionales de las izquierdas en el país andino. 18 En América Latina el impacto de los debates Haya–Mariategui y Mariategui– Internacional Comunista reforzaron la presencia de tendencias trasnacionales tales como el comunismo y el populismo. Sobre el comunismo la bibliografía es amplia y variada desde los estudios de Robert Alexander, Rudolf Schlessinger y Manuel Caballero sobre el comunismo y la Internacional Comunista en el continente, hasta los estudios de casos en los diferentes países del continente como en América Central y México, donde los discursos radicales transformadores se convierten más bien en cautelosas prácticas pragmáticas comunistas. 19 Por el lado del populismo la bibliografía nos remite a trabajos de autores clásicos como Gino Germani y Torcuato Di Tella hasta llegar a Alain Touraine, Fernando H. Cardoso, Octavio Ianni y Ernesto Laclau. En síntesis, ellos señalan el papel cohesionador de masas recién integradas al proceso de modernización con discursos dirigidos a la confrontación, a la emoción y al enaltecimiento del líder caudillista que los dirige como fuente de legitimidad contra las oligarquías, sin descontar por otro lado, el carácter autoritario y vertical que animaba sus liderazgos. 20 Laclau subraya, sin embargo, el carácter democratizador de las demandas populares que recogen los populistas y que además conllevaban intentos por cohesionar los fragmentos de una sociedad dispersa en sus demandas. Para ellos la construcción de la noción 18 Para ver las implicancias ideológicas de ese debate y las fuentes que guiaron a los primeros izquierdistas antiimperialistas y socialistas en el país y que repercutirían en la identidad política de las siguientes generaciones de izquierdistas véase Leibner, Gerardo El mito del socialismo indígena: fuentes y contextos peruanos de Mariátegui Lima. PUCP. 1999 y Pakkasvirta, Jussi ¿Un continente una nación? intelectuales latinoamericanos, comunidad política y revistas culturales en Costa Rica y en el Perú (1919- 1930). Helsinski. Annales Academia Scientiarun Fenica Huamaniora, 1997. También Flores Galindo, Alberto y Manuel Burga Apogeo y crisis de la república aristocrática. Lima. Ediciones Rickhay Perú. 1984 (1979). 19 Alexander, Robert Communism in America Latina. New Jersey. New Brunswick. 1957; Caballero, Manuel Op. Cit; Cerdas, Rodolfo La Internacional comunista, América Latina y la revolución en Centroamérica. San José de Costa Rica. Editorial de la Universidad Estatal a Distancia. 1986; Spenser, Daniela y Rina Ortiz La Internacional Comunista en México: los primeros tropiezos. Documentos. 1919- 1922. MéxicoDF. INEHRM. 2006. También contamos con el conjunto de artículos compilados por Elvira Concheiro, Massimo Modonessi y Horacio Crespo, (2007) y el estudio de Taibo II, Paco Ignacio Los Bolshevikis. J. Mortiz. 1986. 20 Cardoso, Fernando y Enzo Faletto Dependencia y desarrollo en América Latina. Ensayo de interpretación sociológico. México DF. 1969; Ianni, Octavio La formación del Estado populista en América Latina. Era. 1975; Touraine, Alain América Latina, política y sociedad. Madrid. Espasa/Calpe. 1989 y Laclau, Ernesto “Populismo y transformaciones del imaginario político en en América Latina” en Boletín de Estudios Latinoamericanos y el Caribe. SEDLA n° 42, junio 1987. 25 Un aspecto revelador de las nuevas tendencias insurreccionales que trajo la revolución cubana fue, sin embargo, el impacto del guevarismo y el maoísmo como estrategias insurreccionales en América Latina. El guevarismo como intento de sistematización de una revolución se planteó sobre la experiencia de la triunfante revolución cubana; divulgado especialmente por Debray y el propio Che Guevara en sus memorias de los años 1960‟s, fue acogido en varios países del continente y terminó en estrepitosos y trágicos fracasos como declarara el propio Debray en su libro La crítica de las armas (1975). 27 El maoísmo se levantó en cambio como un referente ideológico marginal sobre la experiencia revolucionaria de la China continental y se difundió a través de la diplomacia cultural de los militantes comunistas y no comunistas latinoamericanos en conflicto con los referentes ideológicos soviéticos. 28 Otro tanto sucedería con los trotskistas que influyeron en algunos países, especialmente en Argentina y Bolivia, llegando a influir en Perú decisiva, pero fugazmente en determinadas organizaciones campesinas en las décadas de 1960 y entre pequeños partidos izquierdistas urbanos al finalizar la década de 1970 y a inicios de la década de 1980. 29 Los maoístas circunscritos a los PC de Sendero Luminoso y PC Patria Roja nos llevan a hurgar, sin embargo, en un tipo de radicalismo izquierdista, menos explorado y explicado que las corrientes provenientes de Cuba pero que prendieron particularmente con fuerza en Perú. 30 Su filiación ideológica, generada desde un debate que remeció al mundo comunista luego de la muerte de Stalin y que arranca con la reivindicación que los comunistas chinos hicieron de su figura frente a las críticas del PCUS, no permite calibrar por sí mismo el impacto que este debate internacional tuvo dadas las experiencias internas previas del comunismo peruano. Esta realidad, poco investigada a no ser por la insurgencia de Sendero Luminoso, ha sido estudiada por un investigador 27 Más información en Vera B. de Lamberg “La guerrilla castrista en América Latina: Bibliografía Selecta 1960-1970” en Foro Internacional Vol. 12, n° 1 (45). Julio-septiembre, 1971, pp. 95-111 y Ross, Enrique Castro y las guerrillas en Latinoamérica. Miami. Ediciones Universal. 2001. 28 Angell, Alan “La izquierda en América Latina desde c. 1920” en Bethell, Leslie, (Ed.) Historia de América Latina. Vol 12. 29 La figura más representativa entonces era el líder sindical Hugo Blanco. Gonzales, Ernesto y otros, (Coord.) El Trotskismo obrero e internacionalista en la Argentina. 3 Vol. Buenos Aires. Editorial Antídoto. 1999. 30 Sobre la influencia cubana en las guerrillas peruanas de 1960 es muy poco lo que aún se puede hallar a profundidad, pese a que hay una bibliografía variada y abundante sobre las guerrillas de 1960 en Campbell, Leon “The historiography of the peruvian guerrilla movement. 1960-1965” en Latin American Research Review n° 8(1), 1973, pp. 45-70. 26 francés que propuso entender las disputas ideológicas dentro del comunismo peruano como un medio de expresión de intereses fraccionales. El registro histórico del periodo formativo del maoísmo insurreccional en Perú indica que la coartada ideológica insurreccional utilizada por los maoístas, tenía como objetivo expulsar, bajo la parafernalia de la pureza y la consecuencia insurreccional del momento, a sus rivales dentro del partido. Esta búsqueda por legitimar a través del fraccionamiento y la división entre reformistas claudicantes e insurrectos consecuentes con la idea de la revolución fue el origen del PCP Bandera Roja. 31 Estas confrontaciones intrapartidarias se volverían con el tiempo más relevantes porque rebasarían otros niveles de actuación de los propios partidos comunistas; por ejemplo, cuando se expresaban en el plano sindical. Los partidos maoístas obtuvieron un impacto significativo entre los sectores urbanos emergentes y rurales intelectualizados, especialmente entre los maestros, lo que les permitió en el mediano plazo cimentar identidades de resistencia a partir de la articulación de resentimientos y reclamos contra su empleador -el Estado- por un lado y arrastrar, por otro, a sectores radicalizados dentro del magisterio hacia la lucha armada. 32 El sociólogo Ricardo Caro exploró en estos años de formación de las izquierdas insurreccionales a otro partido, que al igual que los maoístas apostaron por las acciones armadas como salida revolucionaria: Vanguardia Revolucionaria. Este fue un movimiento y partido (se adjudicaba ambos rasgos) de izquierda entre 1965 y 1972, que marcó las inquietudes de nuevas generaciones de jóvenes que no se hallaban dentro de los partidos políticos tradicionales, y que son los que marcarían con los MIR (Movimiento de Izquierda Revolucionarias) el derrotero de la nueva izquierda en el Perú. 33 El libro de Héctor Bejar, miembro del Ejército de Liberación Nacional, sobre las guerrillas de 1965, grafica esta situación de ansiedad juvenil por hallar caminos de resolución política establecidos por una coyuntura marcada por la revolución cubana pero con una lectura crítica de la misma. 34 31 Ranque, Axel “La gènese de première prochinoise au Pérou (1963-1964). Idéologie et acteurs de la IVème conférence nationale du parti communiste peruvien (janvier 1964)” en Boletín del Instituto Francés de Estudios Andinos. IFEA. 1998, Vol. 27, nº 1, pp. 133-158. 32 Angell, Alan “Maoístas del salón de clase. La política de los maestros bajo el gobierno militar peruano” en Foro Internacional n° 23 (I). Julio-setiembre 1982. pp. 58-81 y Wilson, Fiona “Transcending race? Schoolteachers and political militancy in Andean Peru, 1970-2000” en Journal of Latin American Studies Vol. 39, n° 4. 2007, pp. 719-746. 33 Caro, Ricardo Vanguardia Revolucionaria. Una introducción a lo orígenes y desarrollo de la Nueva Izquierda Peruana. Tesis para optar el título de Licenciado en Sociología. Lima. Pontificia Universidad Católica del Perú. 1998. 34 Bejar, Héctor Las guerrillas de 1965. Balance y perspectiva. Biblioteca Peruana. Lima. 1973. 27 En general son pocos los trabajos que han enfatizado la certidumbre que tejió la revolución cubana en la cultura de la nueva izquierda que se formaría en la década de 1960 y en los grupos armados de 1980. Sergio Salinas describe en Las guerrillas en el Perú: dos experiencias distintas. 1965-1980, el peso de los antecedentes producidos por las guerrillas de 1965. Como fuente de enseñanza para grupos armados posteriores, fundamenta las diferentes trayectorias históricas de MRTA y SL, especialmente en un contexto marcado por la competencia entre guevarismo y maoísmo. Para él, ambas vertientes buscaban no solo hacer la revolución en Perú sino de la manera que a su parecer fuese la correcta. 35 Este señalamiento tiene un particular interés y es que más allá de las distinciones ideológicas, relevantes por la estrategia y la táctica de la lucha armada, constituyen fuentes de identidad de quienes lo reivindican: el MRTA reivindicaría prioritariamente la revolución cubana y el PCP SL a la revolución cultural china. 36 En esta tesis encontraremos algunas ideas sobre el peso de estas diferencias y contradicciones entre herederos radicales izquierdistas enfrentados especialmente en 1980. Mencioné la importancia del populismo en la constitución de identidades políticas nacionales verticales (y autoritarias) pero inclusivas, que con el tiempo se irán radicalizando en determinados sectores sociales de América Latina hacia salidas insurreccionales. El mayor y mejor exponente al respecto es el peronismo, cuyo resultado, la incorporación de las masas en una praxis confrontacional contra las oligarquías, generó sin necesariamente proponérselo entre sectores clase medieros y católicos, corrientes insurreccionales tras su debacle política antioligárquica. 37 Algunas historias similares se encuentran en otros países del continente antes del peronismo y después de él. En Brasil la apertura a las masas por Getulio Vargas y su clausura autoritaria por los militares en 1964, marcan la época de ascenso y debacle populista a la que seguiría la radicalización de las juventudes de los partidos radicalizados 35 En Sergio Salinas Las guerrillas en el Perú: 1965-1980, dos experiencias distintas. El Latinoamericano. [De, 18 de marzo del 2008] En: http://www.stormpages.com/marting/guerrillasperu.htm ó http://www.elortiba.org/guepe.html 36 Sobre la influencia de la revolución cultural maoísta en Sendero, véase Toche, Eduardo “Mao en la otra ribera” Quehacer nº 148; Julio 2004, pp. 47-53 y sobre como implementó su lucha desde esa perspectiva, Lewis Taylor “Maoism in the Andes: Sendero Luminoso and the contemporary Movement in Perú” Working paper 2 Centre for Latin American Studies. University of Cambridge. 1983. 37 Lanusse, Lucas Montoneros. El mito de sus doce fundadores. Buenos Aires. Ediciones Argentina. 2005. 30 Pocos intentos se dieron para pensar la izquierda desde el influjo de la herencia militar y desde su incorporación a la democracia. Jorge Nieto, militante del Partido Comunista Revolucionario, propuso en Izquierda y democracia en el Perú.1975-1980 que el pensamiento y la acción práctica de la Nueva Izquierda era producto de una confrontación ideológica y experimental con el régimen militar, cuya mayor virtud fue relacionar precisamente el auge de la izquierda con el régimen militar (Nieto: 1983). Ricardo Letts de Vanguardia Revolucionaria, compiló una serie de artículos llamada La Izquierda Peruana. Organizaciones y tendencias donde sigue la trayectoria del conjunto de grupos y partidos políticos de izquierda, desde sus etapas vanguardistas y militaristas hasta la formación de partidos y frentes participantes en los procesos electorales de fines de la década de 1970 (Letts: 1981). Ambos mezclan experiencia partidaria con una reflexión y un análisis de esas experiencias trazando la evolución histórica de los partidos de izquierda. Existen sin embargo otros estudios desde la academia sobre esta evolución de la izquierda hacia la democracia. Cynthia Ann Sanborn traza en su tesis The Democratic Left and the Persistence of Populism in Peru, la trayectoria de la izquierda contemporánea vinculada a las performances y contradicciones populistas que heredara del régimen velasquista y que están presentes en las experiencias de otros países de América Latina (Sanborn: 1991). Teresa Tovar escribió desde un enfoque movimientista Velasquismo y Movimiento Popular. Otra historia prohibida con una hipótesis que difícilmente se aceptaba en la literatura política del periodo: las vinculaciones entre la izquierda política y el régimen militar reformista (Tovar: 1985). Osmar Gonzáles reiteró este argumento en su libro Los Zorros y el pensamiento socialista en el Perú perfilándolo además con la formación de un espacio cultural que los intelectuales de izquierda, de la llamada generación de 1968, construyeron en la revista el “Zorro de Abajo” (Gonzáles: 1999). En este contexto, la cultura política de los partidos legalmente establecidos y su ubicación en el sistema político en general, difícilmente se ha vinculado con las condiciones que evitan la emergencia de los fenómenos insurreccionales en democracia. La creencia de que esta es un buen antídoto contra la violencia política no resiste un análisis riguroso, tampoco resiste un análisis profundo la opinión de la democracia como artilugio artificial carente de legitimidad en la sociedad latinoamericana. 44 44 Esto no desacredita a la democracia como instrumento de gobierno en todo caso lo sitúa dentro del conjunto de adversidades contextuales e históricas que ha tenido que afrontar en América Latina, con resultados más positivos que negativos, a pesar de sus deficiencias. Véase Hartlyn, Jonathan y Arturo 31 La democracia como mecanismo de resolución de conflictos quedó cuestionada de este modo por la actitud insurreccional de los grupos que se levantaron en armas en plena apertura democrática en 1980. Las interrogantes sobre la real influencia de las democracias para las izquierdas legales que decidieron hacer política real, plantean no solo los aspectos positivos que traían para su incorporación sino también los aspectos negativos que se derivaban de la apertura de un escenario como este para la intromisión de los grupos violentos en ella. La actuación beligerante de Sendero Luminoso y la respuesta del Estado a través de sus fuerzas armadas y policiales lo demuestran y el MRTA, un grupo alzado en armas contra el estatus quo, no fue inmune a ello; por momentos estos últimos intentaran abrir espacios para hacer política real en el escenario democrático y legal pero lo harán sin abandonar su política armada. En este sentido permanece el cuestionamiento de la democracia como mecanismo excluyente de violencia donde se aplican algunas cuestiones comparadas en torno a ellas, sus efectos, la violencia en democracia, se han estudiado en países de la Europa del sur mediterráneo (España, Grecia y Portugal) con los países de América Latina (Argentina, Uruguay, Colombia, Brasil, Perú, Chile, Venezuela, Centroamérica). 45 El sociólogo Julio Cotler destacó en este sentido el escaso éxito de los nuevos partidos izquierdistas peruanos para articular de manera satisfactoria, en el contexto de una democracia precariamente recuperada de 1980, las demandas de una sociedad tremendamente insatisfecha y desarticulada. 46 El funcionamiento del sistema de partidos políticos estudiado por Martín Tanaka en Los espejismos de la democracia: el colapso del sistema de partidos en Perú. 1980-1995 en perspectiva comparada. (Tanaka: 1998), especialmente para la izquierda legal, y por Nicolás Lynch en Una tragedia sin héroes: la derrota de los partidos y el origen de los independientes. Perú, 1980-1992. (Lynch: 1999), constatan desde diferentes enfoques lo decisivo que fue el mediano y pobre desempeño de los partidos de izquierda legal para representar satisfactoriamente a las capas populares en el contexto de esa democracia fragilizada por la crisis económica y la guerra entre Sendero y el Estado. Para compensar en parte esta imagen desfavorable Valenzuela “La democracia en América Latina desde 1930” en Bethell, Leslie, (Ed.) Historia de América Latina. Vol. 12. 45 Baby, Sophie; Oliver Compagnon y Eduardo Gonzáles Calleja, (Coords.) Violencia y transiciones políticas a finales del siglo XX. Europa del Sur–América Latina. Madrid. Casa de Velázquez. 2009. 46 Cotler, Julio Democracia e integración Nacional. Lima. IEP. 1980; “Los partidos políticos y la democracia en Perú” en Pásara, Luis y Jorge Parodi, (Eds.) Democracia sociedad y gobierno en Perú. Lima. CEDYS. 1988.; “Crisis política, outsiders y autoritarismo plebiscitario” en Cotler, Julio, (Comp.) Política y sociedad en el Perú. Lima. IEP. 1994. 32 que los académicos tienen sobre los partidos y particularmente sobre los partidos de izquierda en democracia, Jorge Herrera Montesinos, militante del viejo Partido Comunista Peruano (pro soviético), escribió Izquierda Unida y el Partido Comunista (Herrera: s/f) desde la perspectiva de las dificultades de la actuación de un partido izquierdista para afrontar los desafíos de la coyuntura marcada por la crisis económica y la violencia política. Su balance de la actividad política y el valor que para ellos tenía esa democracia asediada por la precariedad frente al resto de partidos y movimientos de la izquierda legal, marca la trayectoria de una historia política de un partido de izquierda. No hay otros trabajos que imiten tales rememoraciones de experiencias y balances de otros partidos. Por esto resulta revelador conocer los principales testimonios y balances de parte de los grupos y partidos políticos para una reconstrucción que vaya más allá incluso de sus propias percepciones, decisiones y acciones. Es imprescindible también conocer los contextos que los rodearon para tener una comprensión cabal de la época. 47 En este contexto los propios dirigentes del MRTA han reconocido la importancia de rememorar, testimoniar y hacer balances provisionales para dar a conocer los motivos y las lógicas que guiaron sus acciones armadas y no armadas. Estas son tratadas y reflexionadas desde el espacio abierto para el recuerdo o la memoria con la instauración de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación (CVR) entre el 2001 y el 2003. Desde ese escenario, estos dirigentes sostienen que sus acciones buscaban ser reconocidas como legítimas por la población y la opinión pública (Polay, Víctor. 2007: 352-353; Gálvez, Alberto. 2003; Entrevistas a Miguel Rincón y Víctor Polar por la CVR. 2002-2003; Entrevistas a Péter Cárdenas por la CVR 2002-2003), 48 refuerza nuestra hipótesis de que había una vieja legitimidad revolucionaria de la violencia política peruana. En este contexto hay trabajos como el de José Luis Rénique La batalla por Puno, que muestra 47 Textos ilustrativos críticos algunos a sus propias experiencias militantes revolucionarias en América Latina. Para Chile Altamirano, Carlos Dialéctica de una derrota. México DF. Siglo XXI Editores. 1977; para Venezuela Peña, Alfredo Conversaciones con Douglas Bravo. Caracas. Editorial Ateneo. 1978 y, Petkoff, Teodoro Proceso a la izquierda. Barcelona. Editorial Planeta. 1969; en Argentina, Mattini, Luis Hombres y mujeres del PRT-ERP. (La pasión militante). De Tucumán a la Tablada. 4° Ed. Lanus Oeste. Carybe Editare. De la Campana. 2003. Para una visión académica del contexto en que se perciben los protagonistas Crespo, Horacio “La vía chilena al socialismo” en el contexto de la izquierda latinoamericana” en Zapata, Francisco, (Comp.) Frágiles suturas. Chile a treinta años del gobierno de Salvador Allende. México DF. El Colegio de México. pp. 71-116. 48 La contemplación de acciones políticas no armadas del MRTA, como por ejemplo su participación en las elecciones, están dadas en el Informe de la Situación Nacional. III Comité Central. Setiembre de 1990 p. 11. 35 presidente Alejandro Toledo, este largo estudio histórico, sociológico, político, jurídico y estadístico de nueve volúmenes, aborda el proceso de violencia política que azotó a Perú entre 1980 y el 2000, e incorpora las actividades realizadas por el Partido Comunista del Perú Sendero Luminoso, a quien a atribuye la mayor responsabilidad de la violencia; y a la Fuerzas Armadas la segunda responsabilidad de muertos y desaparecidos (CVR: 2003. Vol. IX y conclusiones). El MRTA aparece muy lejos, como el responsable menor de muertos y desaparecidos, incluso por debajo de las rondas campesinas. El informe señala, sin embargo, una responsabilidad política y jurídica específica suya (ibidem: puntos 34 y 35 de las conclusiones). Aquí el sustento de la historia del MRTA se halla en un capítulo del informe (Ibidem: Vol. II. Cap. 1 apartado 1.4), sus acciones y su impacto regional en otros volúmenes tales como historias regionales de la violencia (Ibid.: Vol. IV. Cap. 1.), historias representativas de la violencia de cada grupo y los hechos específicos que se le imputan (Ibid.: Vol. V. Cap. 2 apartados 2.7, 2.8, 2.10-2.12, 2.21 y Vol. VII. Cap. 2). Contiene además datos estadísticos detallados de acciones, cronologías políticas, víctimas registradas por grupos y finalmente el perfil de los miembros de grupos armados (Ibid.: Anexos al Informe Final). Fuera del propio informe se incorpora un valioso acervo documental de testimonios orales, visuales e impresos de los protagonistas de la violencia (líderes, mandos, militantes, víctimas de la violencia) que constituyen un material imprescindible en la elaboración de esta tesis, y nos muestra al mismo tiempo los efectos sociales y político militares de la ideología en acción. En cuanto al informe mismo sobre el MRTA, este es hasta ahora la historia más completa, documentada y detallada en hechos y acontecimientos relacionados al proceso de violencia, un auténtico testimonio de la memoria de un país. En otros niveles tales como ideología, organización, métodos, coyunturas específicas propias al movimiento y antecedentes de los partidos o grupos que conformaron sus filas, resulta aún incompleto o los hay a grandes pinceladas, no se encuadran propiamente en el periodo del mandato que se encarga a la comisión, no se enfatiza tampoco el proceso ideológico en que se ubica la violencia del MRTA. Metodología El historiador Steve Stern planteó estudiar a Sendero Luminoso como un fenómeno que debía entenderse desde “dentro” de la historia peruana como un resultado que expresó, a su vez, una oposición “contra” esa misma historia que lo parió, una voluntad que se 36 abocó a destruirla con resultados funestos para el país. 53 En el caso del MRTA proponemos entender su historia desde “dentro” de la historia de las izquierdas que definieron su sentido de revolución y cómo se fueron modificando en el tiempo para hacerlas visibles en toda su expresión en la primera oportunidad. En ese contexto es que proponemos hacer una historia del MRTA que vaya más allá del MRTA. Veremos especialmente la dinámica ideológica interna de las organizaciones políticas de izquierda vanguardistas que se desarrollaron en el país, que abarcan preferentemente los periodos fundacionales de los partidos de izquierda radical que apelaron a la insurrección y luego a la conciliación política con el Estado y las elites para poder insertarse en los espacios políticos nacionales. En estos contextos es importante señalar el papel de los eventos internacionales y los liderazgos personales para establecer las dimensiones de los virajes que le darán a sus organizaciones en sus propósitos de inserción en los escenarios políticos nacionales. Veremos los impactos que estos virajes tuvieron sobre la identidad radical de sus militantes para entender el influjo real de las revoluciones triunfantes en Cuba y en Nicaragua, los debates ideológicos internos sobre las vías revolucionarias de acceso al poder (representado especialmente en el debate chino-soviético) y las consecuencias que tuvieron las dictaduras militares en Sudamérica, especialmente entre las décadas de 1960 y 1980, para generar lealtades y nuevos modelos de acción para la lucha armada y sus apuestas por insertarse y comprometerse con órdenes democráticos sin perder sus dimensiones radicales, aspectos todos que finalmente contribuyeron a legitimar y/o deslegitimar las acciones armadas revolucionarias en Perú y América Latina. Finalmente, describiremos también, cómo y a pesar que el MRTA asumió la lucha armada como alternativa lógica y consecuente de una estrategia política compartida con otros grupos armados latinoamericanos y con el propio Sendero Luminoso, en la práctica su experiencia como grupo armado izquierdista en América Latina resultó muy particular. En especial describiremos cómo su estrategia desarrollada en los quince años de actividad insurreccional, tuvieron efectos diferenciados con Sendero Luminoso hasta el final de su lucha. Fuentes 53 Es el sentido que guía a una compilación publicada en la segunda mitad de la década de 1990. “Introducción a la parte I” en Stern, Steve, (Ed.) Los senderos insólitos del Perú. Guerra y sociedad en el Perú. 1980- 1995. Lima. IEP-Universidad Nacional San Cristóbal de Huamanga. 1999. pp. 29-37. 37 Las fuentes utilizadas son principalmente primarias tales como documentos testimoniales que reconstruyen las experiencias de quienes participaron en los hechos o en la organización del proceso. Entran en esta categoría discursos, entrevistas, historias escritas o relatadas por los propios participantes, los documentos oficiales del partido tales como las resoluciones, actas de congresos, reuniones de comités y los volantes que los publicitan. Entran también en esta categoría los documentos publicados en los medios de comunicación y periodísticos sobre los hechos armados y los informes sobre la organización, memorias e información de los servicios de seguridad policial y los documentos judiciales. Muchas de estas fuentes se hallan concentradas en los aportes documentales de la Comisión de la Verdad y Reconciliación y en el Centro de Documentación para la Memoria de la Defensoría del Pueblo, otras se hallan dispersas en diversos repositorios públicos y privados como la hemeroteca de la Biblioteca Nacional y de la Universidad San Marcos, en el Archivo de Partidos Políticos del Centro de Documentación de la Pontificia Universidad Católica. Los documentos sistematizados con testimonios que exponen versiones de la historia del MRTA, por ejemplo el Informe Final de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación; las historias e informes de órganos de seguridad e inteligencia estatal nacional y de instituciones extranjeras como la embajada de Estados Unidos y sus departamentos y oficinas de estado; y, los medios de prensa internacional son nuestras fuentes secundarias. La bibliografía sobre el MRTA hecha por tratadistas y analistas del fenómeno subversivo y de violencia, precisaran el carácter de los hechos y sus vinculaciones y efectos sobre el escenario nacional, sus proyecciones y opiniones que expresen el sentir de quienes tratan el tema y de cómo lo transmiten a la opinión pública nacional e internacional. Los aspectos ideológicos serán tratados desde la bibliografía que privilegie la relación entre lucha armada, ideología política y aparatos de violencia que servirán de apoyo a la exposición histórica, lo encuadramos principalmente en un contexto nacional e internacional. Algunas publicaciones periódicas serán relevantes por su contenido histórico y de análisis de la época: la revista de Marka, el Diario de Marka y el semanario Cambio entre 1975 y 1992. Los tres jugaron en su momento un rol protagónico como voceros oficiosos del conjunto de izquierdas, tanto legal y, en 40 circular en el país y en el continente a raíz de la triunfante experiencia cubana. 56 La publicación aparecía efectivamente como desfasada. Hacía más de un año que se había encendido el primer foco insurreccional en el centro del país (en la provincia de Jauja) a cargo del alférez de la policia Francisco Vallejos, con la participación de entusiastas estudiantes de una escuela secundaria y de algunos pocos, pero siempre aventurados militantes trotskistas del Partido Obrero Revolucionario (POR) que operaban en la zona, y que intentaban emular la hazaña de Fidel Castro y sus jóvenes seguidores. 57 La cuestión planteada, entonces, sugería aspectos cruciales de la cultura política peruana del momento. Agitada por la emergencia de poderosos movimientos campesinos desde fines de la década de 1950, estas remecían las estructuras oligárquicas institucionales del país en las áreas rurales más pobres y culturalmente ligadas al feudalismo y a la cultura de hacienda, dominada entonces por el patronazgo, el clientelaje y la servidumbre desde épocas coloniales. ¿En qué medida una concepción de la toma del poder por la conspiración y la acción armada podían cambiar de manera radical la situación imperante de las estructuras institucionales de un país y como podían sostenerse con el apoyo de masas disconformes y dispuestas a luchar por ellas? La cuestión de la revolución y del cambio social revolucionario no era nueva en la agenda de las izquierdas populares y comunistas en el Perú. Había experiencias que venían desde las revoluciones rusa y mexicana hasta las insurgencias anticoloniales y nacionalistas en Asia (China, India y África) y en América Latina, que daban certidumbre de la posibilidad de una irrupción violenta en la toma del poder para el cambio revolucionario de la sociedad. Estas fueron incluso decodificadas como parte de un acervo cultural revolucionario de los partidos y movimientos de izquierda. La emergencia de los partidos de masas en Argentina, Uruguay y Chile serviría también 56 Los más reconocidos en la época serían de Ernesto Ché Guevara La guerra de guerrillas, aplicado en el ámbito rural, y el del Carlos Marighella El Minimanual del guerrillero urbano, (ambos disponibles en Internet). El de Marighella circularía desde mediados de 1969 en Brasil y en noviembre de 1970 la revista Tricontinental nº 56 la popularizaría en el continente. Este cúmulo de experiencias impresas, que G. Acuña lo sistematizaría en 1971 en un artículo llamado Las guerrillas. (Centro Editor de América Latina. Argentina), llevaría los saberes guerrilleros a niveles de “teoría”, los mismos que sumaban otros manuales más antiguos como los de origen ruso y español del periodo de entre guerras mundiales. A estos se agregarían textos de origen maoísta, vietnamita y hasta argelina, que formarían parte del imaginario insurreccional de la época. Melgar Bao, Ricardo “Sacralización de la violencia en las en las guerrillas latinoamericanas” en La memoria sumergida. Centro de Documentación de los Movimientos Armados CEDEMA, pp. 8-9 (De, 14 de diciembre, 2008). En http://www.cedema.org/uploads/La%20memoria%20sumergida.pdf 57 La presencia del Partido Obrero Revolucionario, de filiación trotskista adscrito a la IV Internacional, y presente en el Perú desde 1946, será importante en la articulación de frentes radicales con inclinaciones insurreccionales y que trataremos más adelante en este capítulo. 41 como referencia para contrastar la necesidad de cambios radicales en el régimen oligárquico sin un acceso violento al poder. No obstante, los aparatos conspirativos especializados, los llamados comités técnicos de los partidos, asumieron con más interés cómo podían ser viables los saberes técnicos insurreccionales en la lucha por el poder en contextos de apoyos masivos de las masas populares movilizadas. Para Víctor Villanueva su Manual del conspirador era solo una experiencia impresa del candor revolucionario que dominara una época previa al de las nuevas amenazas “insurreccionales” de la guerra fría, un texto relativamente inmune frente a los recelos de la oligarquía peruana, una simple pieza retórica de un revolucionario romántico retirado y superado por las nuevas revoluciones sociales posteriores a la revolución cubana. 58 Paradójicamente, esta modalidad de acceso al poder, y de sus técnicas de aplicación, no se encontraban claramente establecidas en algún gran partido insurreccional o revolucionario de izquierdas, en el caso peruano se hallaba solo en algunos pequeños grupos marginales de izquierda y en las Fuerzas Armadas, en concreto, en núcleos del Ejército que buscaban adelantarse a todas las corrientes de izquierda revolucionaria, incluyendo al APRA y al Partido Comunista del Perú (PCP). El Ejército, especialmente, se preparaba para detener los golpes que amenazaran cambiar radicalmente al país, apelando en esta apuesta por la salvación de la nación incluso con la abolición del régimen oligárquico. 59 Éste y el siguiente capítulo abordarán cómo evolucionaron y se procesaron las experiencias conspirativas de caudillos predominantes en el siglo XIX y en el primer tercio del siglo XX, hacia concepciones finamente elaboradas de la revolución como lucha armada entre los partidos de izquierdas revolucionarias, desde la década de 1930 hasta el surgimiento de las oleadas revolucionarias insurreccionales de Sendero Luminoso y del Movimiento Revolucionario Túpac Amaru. Estudiaremos cómo las concepciones que ponían en primer plano la dimensión armada de las luchas por el 58 Víctor Villanueva había sido un militar con simpatías apristas, conspirador revolucionario 15 años antes de haber escrito este manual, volveremos sobre ello más adelante. 59 Hasta entonces había un escaso protagonismo de los partidos especialmente de izquierda en la formalidad política de la sociedad peruana. No había exactamente una cotidianidad de izquierdas en la vida política formal que reflejara una dinámica formal de los partidos de izquierda y, menos aún, que reflejara la necesidad de reformas en el régimen institucional oligárquico. Al respecto Franco, Carlos “El retorno de la política a la vida cotidiana” en La revolución participatoria. Lima. Mosca Azul Editores. 1975. pp. 131-169. Para un análisis crítico de los resultados de la “politización” de la sociedad impulsada por los militares luego del proceso de reformas en la década de 1970 y algunas razones de su fracaso, Jaquette, Jane S. y Abraham F. Lowenthal El experimento peruano en retrospectiva. Documento de Trabajo n°19. IEP. 1986. 42 poder, se vincularon con la formación de espacios reducidos y clandestinos de una cultura política contestaria y deslegitimadora del régimen oligárquico, que llevarían, finalmente, y al mismo tiempo, a la transformación de actitudes populares hacia dimensiones insurreccionales, propendiendo al mismo tiempo a promover proyectos armados como definidores supremos de alternativas revolucionarias. En este contexto analizaremos por medio de tres actores fundamentales en la historia política peruana del siglo XX, los vectores de la formación de una cultura insurrecional en el Perú que perduraron hasta la aparición del Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA) y del Partido Comunista del Perú Sendero Luminoso (PCP SL). Estos actores son el APRA o PAP y sus organizaciones juveniles; el PCP y sus frentes sindicales y populares; y, el Ejército Peruano y su ideología salvadora de la nación. Descifraremos en este sentido cuál fue la lógica de incorporación y movilización de las masas emergentes en contextos de violencia política; y anlizaremos, especialmente, como determinados hechos traumáticos perpetuaron en estos actores actitudes que sublimaron en ideologías revolucionarias el acceso violento del poder. 1.1.2. Concepciones ideológicas de la conspiración y la revolución en los aparatos partidarios. 1.1.2.1. Las organizaciones juveniles apristas. Los jóvenes apristas tenían un lema: “Prepárate para la acción, no para el placer”. Eran las avanzadas revolucionarias del Partido Aprista Peruano o del PAP, fundado por Víctor Raúl Haya de la Torre. Este partido se basaba en el movimiento Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA), un frente amplio de intelectuales, obreros y campesinos latinoamericanos creado en México en 1924 que buscaba hacerse un espacio dentro del nacionalismo emergente en América Latina. El PAP ingresó a la política peruana en las elecciones de 1931 con la intención de renovar las cáducas representaciones políticas del régimen oligárquico. 60 El programa de gobierno que presentó para esas elecciones se sustentaba en el programa antiimperialista continental que sus fundadores esbozaran en el exilio en 1926. Estos puntos eran la unidad latinoamericana, antiimperialismo yanquee, nacionalización de la tierra y la industria y 60 Hay una amplia bibliografía sobre la historia fundacional del APRA que iremos citando. 45 de sangre y mártires no vista hasta entonces en el país. 67 Estos hechos, a consideración de Victor Villanueva, el más rico en experiencias conspirativas del aprismo germinal en el Perú, 68 fueron al mismo tiempo decisivos para el fracaso de la apertura y legitimación de una democracia competitiva en el Perú de 1930. Varios gobiernos vetaron al PAP de la competencia política electoral y excluyeron a un movimiento que se preciaba de tener un tercio del electorado nacional. Su inmersión en la clandestinidad generó, en medio de un ambiente definido por los enfrentamientos a muerte con el gobierno y los militares que presidían el régimen defensor oligárquico, escenarios que crearán y legitimarán el mito de las insurrecciones populares apristas. Si bien el principal promotor de las conspiraciones antigubernamentales entre 1932 y 1935 fue el aprismo, debemos señalar también que el PAP estaba compuesto inicialmente por jóvenes de clase media, ideológica e intelectualmente preparada en las urbes nacionales y en el extranjero para la lucha y reivindicación política, pero no para el ejercicio de la disputa política o, peor aún, para el uso de la violencia política. La Unión Revolucionaria (UR) de Sánchez Cerro, constituida por simpatizantes de extracción oligárquica y con raigambre urbano-popular, tenía en cambio las ventajas de una organización apoyada en el gobierno, dispuesta por otro lado a defender a sangre y fuego el orden y la patria frente al peligro comunista de origen interior o exterior. 69 Entre ambos protagonistas el despliegue de la violencia inició un ciclo donde la legitimación del empleo de la fuerza y de la germinación teórica para el empleo de la fuerza rebasaría la dinámica circunstancial de ambos líderes y partidos en la lucha por el poder. 67 Dato alcanzado por Luis Alberto Sánchez, brazo derecho de Haya de la Torre. Sánchez, Luis Alberto “Una larga guerra civil”, p. 7, cifra que Jorge Basadre considera exagerada pero no por eso menos abominable en la historia peruana Op. Cit. pp. 210-211. Varios periodos de violencia se identifican en este ciclo fundador de violencia que va de 1932 a 1935 y que le dio al PAP su aureola revolucionaria. Se inicia con la promulgación de la Ley de Emergencia del 9 de enero de 1932, periodo en el que el gobierno expulsó a la oposición aprista en el parlamento y lo proscribe del país persiguiendo y exiliando a sus militantes y lideres. Un segundo periodo fue marcado por la rebelión de la marinería en el Callao con apoyo del PAP en mayo de 1932, junto a ella se harían presentes en julio de ese año las revoluciones de Trujillo y Huaraz, que igualmente terminaría con los sangrientos fusilamientos de militantes y no militantes apristas. Un tercer periodo fue el asesinato de Sánchez Cerro en 1933 y la autodisolución de la Asamblea Constituyente, que delegó el poder sin elecciones al general Oscar R. Benavides. Un cuarto periodo va entre 1934 y 1935 con las conspiraciones civiles militares apristas en Cajamarca, Lima, Junín y Ayacucho. 68 Villanueva, Victor El APRA en busca del poder 1930-1940. Lima. Editorial Horizonte, 1975, pp. 170- 172. 69 Basadre, Jorge Op. Cit. pp. 188, 196-197. Molinari Morales, Tirso El fascismo en el Perú. La Unión Revolucionaria. 1931-1936. Lima. Fondo Editorial de la Facultad de Ciencias Sociales. UNMSM. 2006. pp. 32-33. 46 Una de las pocas ventajas que Haya utilizó para la consolidación de su partido fue acercar los círculos universitarios donde tenía preeminencia a los sindicatos obreros y asociaciones de artesanos con sus mensajes de liberación y de igualdad justa. La fundación de los centros de debate y aprendizaje político y cultural llamadas Universidades Populares Manuel Gonzáles Prada prestaron un importante servicio para el crecimiento de un movimiento político en formación. La importancia de estos centros de debate se concentró, además, en afirmar entre los futuros militantes del partido, la certidumbre de la necesidad de un cambio radical en la sociedad peruana. El PAP de este periodo, teñido de hondas influencias anarquistas y anarcosindicalistas, construyó sobre estas bases personales, sociales, ideológicas y simbólicas los soportes de lo que sería uno de los partidos populares más antiguos del Perú y del continente. 70 El ciclo de violencia dominado por el el temor de los grupos de poder oligárquico, que no hallaron fuera de Sánchez Cerro los medios más adecuados para impedir la perdida de control del Estado, y la desconfianza de los nuevos partidos de raigambre popular que cuestionaban precisamente la legitimidad de la hegemonía oligárquica y las trampas que esta empleaba para evitar el ascenso de una opción popular, reafirmaron al mismo tiempo las inclinaciones de una militancia aprista dispuesta a quitarle el poder por medios legales e ilegales. En ese contexto las posibilidades de apertura del sistema político a los nuevos partidos con fuertes apoyos electorales y de masas colapsaron. En su lugar se instaló la reacción conspirativa de la militancia aprista, comprometida con llevar al partido y a su líder al poder, y contó con el apoyo de sectores descontentos del Ejército que resentían del apoyo a su comandante cuando este se acercó más a la extrema derecha. Apristas y grupos militares reforzaron así la tendencia conspirativa de acceder al gobierno por la fuerza y la violencia. 71 70 La presencia del anarquismo doctrinario y sindical en este periodo está estudiado en Tejada Ripalda, Luis Alfredo “La influencia anarquista en el APRA” en Socialismo y Participación n°29, Marzo 1985, pp. 97-109. 71 El apoyo del comandante Gustavo Jiménez a militantes apristas a través del “Pacto de Arica” para el derrocamiento de Sánchez Cerro en 1933 nos muestra estos contactos. Jiménez no era cualquier militar, había sido ministro de gobierno en la primera fase del gobierno de transición de Sánchez Cerro y era un representante, según Luis Alberto Sánchez, de una joven ala izquierdista y democrática del Ejército que se perdió con esta aventura golpista. Sánchez, Luis Alberto “Los primeros pasos 1923-1931” pp. 203- 214 y “Una larga guerra civil” pp. 74-83, 127-135. Villanueva considera esta conspiración militar menos romántica de lo que supone Luis Alberto Sánchez. Véase Villanueva, Víctor El APRA en busca del poder 1930-1940. pp. 117-142. Ambos coinciden sin embargo en que había disconformidad entre los militares contra Sánchez Cerro, entregado con todo a la oligarquía. Esta actitud del comandante y presidente del 47 En este escenario convulsionado por el aprismo y el anti aprismo se hizo presente un nuevo actor en el firmamento político: el Partido Comunista del Perú (PCP) o ex Partido Socialista (PSP) fundado por José Carlos Mariategui el 7 de octubre 1928. El PSP surgió como reacción a la decisión de Haya de lanzar su candidatura presidencial con un partido propio (el Partido Nacionalista Libertador). Mariategui no quería avalar las actitudes caudillares que tanto él como Haya habían criticado de las viejas castas políticas oligárquicas, pero a las que Haya renunciaba, en ese momento, por el deseo personal de hacerse presidente por las vías (electorales) que había rechazado en su juventud. Mariategui había planteado entonces formar un partido revolucionario, sustentado en masas indígenas campesinas y con una perspectiva ideológica obrera socialista, actitud que lo distanciaba de Haya, que había planteado más bien la formación de un frente multiclasista dirigido por clases medias. 72 Antes de la muerte de Mariategui el PSP decidió afiliarse a la III Internacional o Internacional Comunista (KOMINTERN), con su muerte, el 16 de abril de 1930, el PSP se convirtió en Partido Comunista del Perú (20 de mayo de 1930) sección de la III Internacional. Para entonces el PCP, controlado por su secretario general Eudocio Ravines, tenía bajo su control a la joven Central General de Trabajadores del Perú (CGTP), fundada también por Mariategui. Desde esa Central el PCP impulsó la agitación y huelgas de trabajadores mineros en la región central, igualmente, impulsó entre septiembre de 1930 y 1931 una huelga de transportes en la ciudad de Lima. Ambas movilizaciones tenían como fin exigir la satisfacción de sus demandas laborales y crear, al mismo tiempo, escenarios para un probable levantamiento insurreccional popular. El crecimiento de la aceptación de la toma del poder por la vía insurreccional popular entre la militancia aprista no tuvo un correlato con la postura de Haya, que asumió en el convulso escenario político de ese momento, la necesidad de apoyarse entre los estamentos militares simpatizantes a su causa para reclamar la realización de elecciones. país politizó al Ejército y creó dentro del cuerpo militar animadversiones y enemigos, especialmente entre los oficiales. El descontento militar no llevó a todos los disconformes a sumarse a las conspiraciones insurreccionales apristas, el fracaso de la aventura de Jiménez parece darle la razón a Villanueva, pero nos interroga sobre los motivos de algunos miembros de la institución armada para sublevarse contra Sánchez Cerro en unos casos y en otros a repensar más bien en el papel que la institución debía cumplir frente a los gobiernos oligárquicos. 72 Sobre el debate Haya–Mariategui véase Flores Galindo, Alberto La agonía de Mariategui: la polémica con la KOMINTERN. Lima. Instituto de Apoyo Agrario, 1989 (1980) y Luna Vegas, Ricardo Mariategui, Haya de la Torre y la verdad histórica. 2º Ed. Lima. Editorial Horizonte. 1983 (1978). 50 La definición de la política revolucionaria de Haya giraba así el papel de la lucha política del partido por el poder, a la de una función pedagógica de masas, donde la enseñanza de criterios morales e ideológicos eran más importantes para dar sentido a la indignación y al agravio de la gente. La lucha contra la injusticia se convirtió en un principio activo de la acción política e impulsó a las vanguardias esclarecidas por estas enseñanzas, a superar los límites de una cultura política fundada en la resignación de las masas. Haya propuso de esta forma atribuir a los partidos y movimientos políticos la capacidad de generar resistencias morales y sociales con respuestas auto emancipadoras de las taras del pasado. Para Haya esta era “la primera vez que en la historia de la anarquía política latinoamericana aparece un gran partido de tipo moderno, con filosofía y doctrina propias”. 80 Esta introducción de los aspectos primordiales de una cultura política propia de los movimientos políticos de masas, donde los jóvenes eran convencidos de actuar, más que como políticos, como un cuerpo docente iluminado y disciplinado, capaz de administrar enseñanzas y consejos para el resto de peruanos, tendría en el largo plazo efectos duraderos. 81 Los peruanos aprenderían a resistir y a sufrir en nombre de sus principios, los maltratos y las persecusiones de sus adversarios. 82 La primera expresión de este rediseño de la cultura política peruana fue la Federación Aprista Juvenil (FAJ). Fundada en enero de 1934 para obtener una base social popular entre jóvenes de 18 y 21 años de edad en un ambiente de persecución, la FAJ tejió la ética de compromiso de los ideales del partido con una disciplina rayana en el fanatismo. 83 El partido pasó a ser del pequeño grupo de jóvenes universitarios e 80 Ibidem p. 121. Sobre esta manera de hacer una nueva cultura política véase Korol, Claudia “Pedagogía de la resistencia y las emancipaciones” en Los desafíos de las emancipaciones en un contexto militarizado. Sujetizando el objeto de estudio, o de la subversión epistemológica como emancipación. Ceceña, Ana Esther. Buenos Aires. CLACSO. 2006, pp. 199-221 De, 12 de diciembre, 2008 en http://bibliotecavirtual.clacso.org.ar/ar/libros/grupos/cece/Claudia%20Korol.pdf 81 Los discursos de Haya en este sentido se parecen más a recomendaciones que alimentan el martirologio político de sus militantes por la defensa de los principios básicos fundamentales de un partido. La capacidad de adaptación pragmática de sus militantes y seguidores a la realidad del momento no existe. Sánchez Cerro también incentivaba su propio martirologio, declarando a viva voz que su carácter autoritario y agresivo hacia sus adversarios era una defensa cerrada de la patria contra el comunismo, aún a costa de su propia vida. Molinari, Tirso Op. Cit. pp. 29-30. En ambos aspectos vemos como la praxis política fundada en principios fundamentales excluyentes de la enemistad absoluta generaran los sangrientos episodios que terminarían con la vida de ese presidente y de miles de apristas y no apristas en esos años. 82 Sánchez, Luis Alberto “Una larga guerra civil”. p. 124. 83 Sánchez, Luis Alberto “Una larga guerra civil”. pp. 171-179 y Cristóbal, Juan “¡Disciplina compañeros!” Lima. Ediciones Debate Socialista. 1985. Villanueva, Armando y Guillermo Thondrdike 51 intelectuales del primer exilio, convertidos en sorpresivas cartas electorales en 1931, a un aparato político centralizado de militantes convencidos por un caudillo a favor de una causa antioligárquica. Organizados en redes sociales densas y extensas entre clases medias y populares, tenían como base de encuentro a organizaciones celulares y compartimentadas que contaban con aparatos de seguridad y una disciplina altamente organizada. 84 Entre 1934 y 1945 la mayoría de los fundadores del PAP estaba exiliada o encarcelada y Haya, escondido en el país, pudo dedicarse a organizar un partido que cultivaría la devoción y la lealtad ciega a su liderazgo dentro de lo que comenzó a llamarse la “nación o comunidad aprista”. En este contexto el prestigio personal de Haya y su designación como jefe máximo del partido, le dio un control indiscutido sobre un aparato político que abría nuevos espacios para la expresión especialmente de jóvenes no adscritos a viejos partidos carentes de representatividad y en crisis terminal. Espacios alternativos como la Universidad Nacional de San Marcos, clausurada en 1932 y reabierta en 1935 bajo la dictadura de Benavides que se prolongaría hasta 1939, 85 no podían cumplir entonces el papel que el PAP asumió sin ambages. La creación de nuevos cuerpos semi militarizados alrededor de la FAJ como la Vanguardia Aprista de Choque (VACH) en 1939 y la Vanguardia Aprista Juvenil (VAJ) que sustituyó a las dos organizaciones anteriores (aquí se aceptaban a miembros de hasta 25 años de edad), contribuyeron a extender esta representación con acciones clandestinas que iban desde la pinta de paredes, el lanzamiento de panfletos, la distribución del diario oficial del partido La Tribuna, la toma de emisoras y el lanzamiento de mensajes radiales, el amedrentamiento de opositores con bombas caseras hasta la ejecución de atentados y asesinatos de traidores, delatores, infiltrados y opositores políticos (como el asesinato de los esposos Miro-Quesada, directivos del La gran persecución. 1932-1956. Lima. Universidad San Martín de Porres-Correo/EPENSA. 2004. pp. 47-49. 84 Testimonios de varios militantes apristas pertenecientes a la FAJ nos dan este perfil en Cristóbal, Juan Op. Cit. pp. 37, 42-43, 49, 52-53, 55. En buena parte los modelos seguían las experiencias aprendidas por los apristas exiliados en Europa, Argentina, México y Chile. El fundador de la FAJ fue entonces Ramiro Prialé que lo concibió como una estructura vertical, funcional y cerrada. Murillo, Percy Op. Cit. pp. 394- 395. 85 Sánchez Cerro fue asesinado cuando salía del hipódromo por un joven militante aprista en 1933. La Asamblea Constituyente eligió al general Oscar R. Benavides en su lugar para que completara su mandato hasta 1936, periodo en el que debía convocar a elecciones, también liberó de inmediato a Haya de prisión sin embargo en 1934 el PAP gozaba de una libertad semiclandestina. Por ello el partido organizó conspiraciones con oficiales del Ejército y con apoyo de su militancia. En 1936 Benavides llamó a elecciones pero puso al PAP y al PCP fuera de la contienda electoral por considerarlos “partidos internacionales”, las elecciones se produjeron pero las anuló las porque adujo que el candidato ganador tenía el apoyo del PAP. Villanueva, Víctor El APRA en busca del poder. Cap. 8. 52 diario El Comercio) dando presencia al partido en un contexto de alta represión política. 86 Estas acciones calificadas por la prensa nacional como terroristas tendieron a recrear las condiciones de represión que fortalecieron el carácter original de un partido guíado por una moral de resistencia contra la tiranía, abriendo nuevos espacios para la legitimación de la acción política a través de la violencia, especialmente entre sus cuadros jóvenes. La nueva generación de apristas jóvenes, menos ideológica y polemista que la de sus intelectuales fundadores, era más activa en el recurso de la conspiración, la acción directa y la violencia contra el régimen. Arquímedes Torres, miembro de la FAJ que terminaría, años después, su militancia en el MRTA y en una prisión limeña, decía al respecto: “Mi primera acción práctica política fue apoyar una huelga de transportes que se llevaba por el año 1936”. Gustavo Valcarcel, jefe de la VACH a principios de 1940 también decía: “Yo he puesto una serie de bombas en diversas partes […] Luego he tomado parte en varias conspiraciones –que mejor es no recordar– porque a última hora fallaban por contraórdenes de Haya”. 87 La VACH, reorganizada como VAJ por Luis Felipe de las Casas, era un cuerpo militarizado que seguía el modelo del partido falangista chileno de Jorge Von Maree en un momento en que la violencia autoritaria adquirió una dimensión de reflexión y culto en la cultura política mundial. En el caso del PAP la violencia estaba destinada a acompañar las acciones de propaganda y agitación partidaria con el de enfrentamiento y resistencia. 88 Entrar al VAJ, decía un ex militante aprista, era cumplir una meta en la vida. 89 86 Sobre el asesinato de los MiroQuesada a manos del joven aprista Carlos Steer La Font hay dos versiones encontradas: las que niegan el vínculo del partido y la FAJ con el crimen, en Luis Alberto Sánchez “La Violencia” en Apuntes para una biografía del APRA. Vol. III. Lima. Mosca Azul Editores. 1981. pp. 10, 19, 21, 28-29 y Murillo, Percy Op. Cit. pp. 347- 450; y los que avalan ese coprotagonismo del frente juvenil aprista en Chanduvi, Luis El APRA por dentro, lo que hice, lo que vi lo que sé. 1931- 1957. Lima. Copias e Impresiones. pp. 201-214. El propio Steer declararía muchos años después (estuvo 23 en prisión) para el semanario Caretas nº 603 de junio de 1980 que nunca fue un “gatillo libre”, sino que seguía órdenes de arriba. Este evento marcó la crisis de la FAJ que vino a ser sustituido por los Jóvenes Apristas (JAP) en 1942. Luis Chanduvi también menciona el asesinato de un disidente aprista, Marcial Rossi Corzi y su hijo, a manos de un líder de la FAJ por orden de un tribunal de disciplina del partido. Op. Cit. pp. 302-303; aseveración compartida por otros militantes. Véase al respecto Cristóbal, Juan Op. Cit. p. 67. 87 Cristóbal, Juan Op. Cit. p. 38, 44- 46, 52-53. 88 Las reflexiones sobre la cultura violenta autoritaria que legitimaba la acción política del momento se vinculaba con los significados propios de un simbolismo fascista importado que alegaba la defensa de ciertos valores nacionales inalienables ante el peligro de la competencia comunista. El temor a esta expansión comunista se extendió incluso entre partidos no fascistas que buscaban también tener control sobre las masas. Véase al respecto dos estudios de Gonzáles Calleja, Eduardo “Los intelectuales filofascistas y la „defensa de occidente‟. Un ejemplo de la “crisis de la conciencia europea‟ en Italia, Francia y España durante el periodo de entreguerras” en Revista de Estudios Políticos (Nueva Época) nº 81, Julio-septiembre 1993. pp. 129-174; y “La derecha latinoamericana en busca de un modelo fascista: la limitada influencia del falangismo en el Perú (1936-1945)” en Revista Complutense de Historia de 55 negociaciones políticas con el gobierno o las elites peruanas, al mismo tiempo que creía podía interpretar y conducir acertadamente las expectativas de sus jóvenes militantes, que esperaban un cambio revolucionario del país por un golpe de mano. 95 A la larga esta política de “dos cañones” (aquella que daba significados distintos y hasta contradictorios a partir de un mismo mensaje), produjo entre los militantes la percepción de que había una ambivalencia o hasta una doble personalidad de su jefe máximo sobre su consideración de los medios pacíficos y armados que debían utilizar para llevar a su líder al poder. 96 La construcción del partido clandestino, inmerso en valores místicos y martirológicos, epopéyicos y fanáticos, nunca visto hasta entonces en el continente americano, adquirió con el tiempo ribetes de una dialéctica progresiva de la violencia que no podría controlar después. La ampliación de la legítima defensa esbozada por Haya hacia una violencia estratégica que buscará entre otras fuentes una justificación práctica del cambio social tenía, en este sentido, un defecto de origen no premeditado Quienes nos preparaban para la vida clandestina, quienes nos creaban la mística de lucha, no eran los líderes, sino los viejos apristas que nos contaban sus sufrimientos, sus persecuciones. Lo hacían a través de conversaciones, nos preparaban así para la cárcel y los sufrimientos. 97 Mientras Haya controlara las expectativas de los jóvenes militantes y de los propios oficiales disconformes del Ejército, que estaban a favor del esquema insurreccional revolucionario aprista, el jefe controlaría desde su relativa y cómoda clandestinidad, la obediencia ciega y carismática de sus militantes. Esto se haría patente en las elecciones 95 Villanueva, Víctor. El APRA en busca del poder. pp. 171-173. 96 Cristóbal, Juan Op. Cit. p. 40 El testimonio de Arquímedes Torres, ex aprista del VACH y militante del MRTA, asevera que Haya iba a las conferencias de iniciación de sus militantes vestido igual que ellos, pero que, además, llevaba un revolver y una cachiporra como parte de su bagaje. p. 41. Esta lógica de conservar y actuar entre la política y la violencia duró hasta tiempos tardíos en la vida de Haya de la Torre, al extremo de armar asonadas en contra del régimen militar del general Juan Velasco Alvarado. Al respecto Olortegui Ramírez, Elmer “El Señor de los incendios‟. 5 de febrero de 1975. La última insurrección del APRA. Lima. Empresa Editores COVASPA. s/f. 97 Testimonio de Guillermo Carnero Hocke en Cristóbal, Juan Op. Cit, p. 56. Con el tiempo Haya clarificaría mejor esta ambigüedad, ya había sucedido el fracaso de la sublevación aprista en 1948 que lo llevaría a él y al partido nuevamente a la clandestinidad por otros 8 años. Por otro lado el triunfo de la revolución cubana en 1959, bajo banderas a las que había renunciado en ese momento y con la que no se sintió siempre cómodo, hará decir a Haya al sociólogo norteamericano Harry Kantor que “en política expone quienes hacen uso de ella [la violencia] al peligro de degenerar en una completa dependencia de los medios violentos”. 56 presidenciales de 1945, donde un candidato civil adverso a la oligarquía, representado por el jurista Luis Bustamante y Rivero, se convirtió en paraguas de un frente de partidos progresistas donde estaban el PCP y el PAP. Haya evitará la tentación del golpe-cuartelazo y la apelación a la violencia de masas en la conquista del poder, prometiendo la legalización del partido y de la revolución que todos esperaban mediante la negociación política con Bustamante, elegido presidente para el periodo 1945-1951. Esta elección presidencial convirtió al PAP en el partido más fuerte del frente y en el parlamento, sin embargo, aún así no pudo contener a sus cuerpos juveniles para- militarizados esperanzados en el mito de la revolución, convirtiéndose en una importante dificultad para el régimen de Bustamante. Haya enfrentará tenazmente la insubordinación y la indisciplina de sus militantes como una traición a su persona. La mentalidad política y moral de la resistencia insurreccional y conspiradora de los jóvenes apristas, se convirtiría a la larga en uno de los factores que abortaron la experiencia democrática de los tres años del gobierno de Bustamante. Su régimen terminó, finalmente, con un golpe militar pro-oligárquico y la dictadura del general Juan A. Odría en 1948. 1.1.2.2. EL PCP y los frentes sociales. En noviembre de 1930 el novísimo Partido Comunista del Perú (PCP) dirigido por el sucesor de José Carlos Mariátegui, Eudocio Ravines, inició su vida política dando impulso a la primera huelga minera que había empezado meses antes de la caída de Leguía. 98 Ravines aprovechó las masacres de trabajadores producidas por la Cerro de Pasco Corporation en Pasco y en Malpaso, para impulsar a los obreros organizados a movilizarse y protestar. Los comunistas actuaban bajo una línea de acción intransigente llamada “clase contra clase” mediante la Central General de Trabajadores del Perú (CGTP). La directiva de “clase contra clase”, establecida en el VI Congreso de la KOMINTERN para todos los partidos comunistas del mundo, rechazaba cualquier forma de colaboración entre el partido del proletariado y los demás partidos de tinte 98 Eudocio Ravines llegó de Europa en febrero de 1930 donde había estado exiliado con otros jóvenes apristas que decidieron pasarse al comunismo internacional luego del debate y rompimiento ideológico entre Haya y Mariategui en 1928. Ravines saldría exiliado luego a Buenos Aires, estuvo en Montevideo que era sede del Buró de la KOMINTERN para América Latina, y retornó al Perú en septiembre de 1930 con las directivas de la Internacional Comunista bajo el brazo. Ravines, Eudocio La gran estafa. La penetración del Kremlin en Iberoamérica. México DF. Editorial Diana. 1981 (1952) pp. 164-165, 170- 176, 180-190. Sánchez, Luis Alberto “Los primeros pasos” Vol. 1. Cap. 11. 57 nacionalistas, antiimperialistas, revolucionarios nacionales o, en su defecto, social- demócratas que, desde su perspectiva, llevaban al fracaso a los frentes únicos porque suponían que, al estar compuestos de clases medias burguesas o pequeñas burguesías, desviaban la realización de revoluciones bolcheviques. 99 La CGTP fue puesta fuera de la ley y el PCP fue perseguido por más de una década. 100 Incapacitado entonces para desplegar una labor abierta de propaganda y organización el PCP se concentró, como lo haría luego el PAP en su momento, a reclutar miembros entre los trabajadores y estudiantes para organizarlos como militantes disciplinados en las fórmulas del clandestinaje y la compartimentación en fabricas, oficinas y universidades con el fin de hacer la llamada revolución obrera campesina. 101 Esta política se mantuvo entre 1930 y 1939, periodo de máxima persecución de los gobiernos de Sánchez Cerro y de Benavides, imprimiéndole al igual que al PAP, su máximo adversario ideológico y partidario desde el debate Haya - Mariátegui, un carácter místico y de cohesión solidaria en torno a la organización que representaba a la revolución bolchevique en el Perú. 102 El ascenso del nazismo en Europa y la precaria situación internacional de aislamiento de la URSS varió, sin embargo, la línea intransigente de los comunistas en el mundo y por tanto en el Perú. El VII congreso de la KOMINTERN postuló, nuevamente, en 1935 la política de los frentes populares nacionales conciliadores con las clases no proletarias progresistas. 103 Los fracasos de los comunistas para luchar contra los partidos burgueses 99 Caballero, Manuel Op. Cit. pp. 42-46. El énfasis de estos debates en el VI Congreso de la Internacional iban a contracorriente de la actitud abordada en las reuniones de la III, IV y V congresos de la KOMINTERN entre 1922 y 1924, centrados en valorizar positivamente el papel de los elementos “avanzados” no proletarios en los frentes únicos, especialmente en los “países coloniales”. Caballero, Manuel Op. Cit. pp. 43-45; también Schlesinger, Rudolf “La internacional comunista y el problema colonial” en Cuadernos de Pasado y Presente n°52. México DF. Siglo XXI Editores. El giro en el VI Congreso fue un aspecto adicional que incidió, finalmente, en el rompimiento de movimientos como el liderado por Haya de la Torre y el APRA, que consideraban igualmente importantes el papel de las clases medias en la revolución de América Latina. Estas diferencias, ventiladas desde mucho antes del VI Congreso, definió la insalvabilidad de los proyectos antiimperialistas revolucionarios nacionales con los proyectos comunistas y originó el enfrentamiento de Haya con el comunismo en el Congreso Antiimperialista de Bruselas en 1927. Cerdas Cruz, Rodolfo La hoz y el machete. La Internacional Comunista, América Latina y la revolución en Centroamérica. Editorial Universidad Estatal a Distancia. pp. 222-227, 231-232. 100 Basadre, Jorge Historia de la república Vol. 15. pp. 42-44. Balbi, Carmen Rosa El Partido Comunista y el APRA en la crisis revolucionaria de los años treinta. Lima. G. Herrera Editores. 1980. pp. 84-85. 101 Flores Galindo, Alberto “Los Soviets. Gobierno obrero y campesino” Volantes 1-48 en El Pensamiento Comunista (antología). 1917-1945. Francisco Campodonico F.-Mosca Azul Editores. pp. 130-131. 102 Flores Galindo, Alberto “El Partido Comunista y las perspectivas revolucionarias (1938)” en El Pensamiento Comunista (antología). 1917-1945. Francisco Campodonico F.-Mosca Azul Editores. pp. 136-152. 103 Schlessinger Op. Cit. y Caballero, Manuel Op. Cit. 60 ideológicos al revisionismo con intensas e interminables confrontaciones doctrinales y prácticas. Al revés del PAP, las discrepancias en el PCP no eran un monopolio exclusivo de sus dirigentes y cualquier disconformidad no estaba contenida por un liderazgo reverencial como los apristas tenían con Haya. A la larga, la virulencia interna en el partido generaría rupturas y fragmentaciones. La dirigencia del partido apeló, entonces, a la coerción ideológica y a los mecanismos de la autocrítica sumisa del militante para evitar la diseminación de los cuestionamientos dentro de la organización. A contracorriente de lo descrito los rasgos revolucionarios del partido siguieron fomentándose desde la acción agitativa, propagandística y confrontacional como acción directa contra el poder establecido, siempre y cuando contase con apoyo de las masas, es decir de la dirección, que elevaría cualquier acción beligerante y confrontacional a la categoría de actitud revolucionaria. De este modo las acciones directas inconsultas de miembros del partido tales como conspiraciones, golpes de mano y actividades consideradas “terroristas” fueron descartadas como acciones revolucionarias por considerarlas aisladas de las masas. Los comunistas legitimaron de este modo, en un afán por diferenciarse de los apristas y para no perder el dominio de su partido, el control vertical y militar de sus militantes dentro de la cultura insurreccional peruana. Toda lucha directa, consecuente y beligerante contra los adversarios de clase que deslindara con otras maneras menos beligerantes de hacer política (por ejemplo las elecciones), debía estar dirigida en una línea correcta de acción revolucionaria debidamente controlada por la dirección del partido. Desde esta perspectiva, los comunistas se distanciaban del PAP en sus maneras de hacer política revolucionaria insurreccional. Mientras estos conspiraban con el permiso de su líder, acciones “heroicas” y espontáneas que enfatizaban el sacrificio individual y al margen de las masas para alimentar el espíritu beligerante de sus bases, y Haya coordinaba a su vez con facciones del Ejército la caída de un gobierno o un régimen, los comunistas reafirmaban desde la instransigencia ideológica sus compromisos revolucionarios A través de la organización de la lucha por las reivindicaciones de las masas oprimidas, popularizando la solución revolucionaria de la crisis y el contenido del gobierno obrero y campesino, echando hondas raíces en los puntos estratégicos de la producción, luchando por la conquista de la mayoría del proletariado, en la lucha implacable contra el gobierno fascista de Sánchez Cerro y contra el nacional fascismo aprista, el Partido debe realizar una propaganda 61 enérgica por la insurrección de los obreros, de las masas campesinas indígenas campesinas y de todas las masas oprimidas. 111 A los ojos de los apristas, y especialmente de Haya, las acciones directas insurreccionales de los comunistas digeridas en las premisas revolucionarias de la línea de “clase contra clase” de la KOMINTERN, poseían rasgos excesivamente ideologizados, inmaduros y teoricistas. Soslayaban a la política como acción espontánea y disminuían la acción directa como acción heroica, individual y propagandística. Las políticas inflexiblemente beligerantes de la KOMINTERN le parecían, además, demasiado lejanas y ajenas de la acción revolucionaria latinoamericana. Consideraba la preferencia ideológica comunista por la intransigencia y su culto a la violencia como un riesgo para el enviciamiento moral de quienes la usaban. 112 Las distancias “tácticas” entre apristas y comunistas se ahondarían con el tiempo y se transmitirían en las siguientes generaciones de militantes hasta ser reconocidas como parte de una vieja rivalidad, incluso ex apristas traspasados a otros bandos izquierdistas más radicales, resumirían estas distinciones del siguiente modo: “la diferencia con los comunistas era notoria. Ellos discutían polemizaban, nosotros actuábamos.” 113 Las diferencias sobre el papel de la acción política a través de la violencia, cultivadas por tradiciones ideológicas e intelectuales desarrolladas sobre un mismo escenario de persecusión, se encontrarían luego en nuevos terrenos del devenir histórico y rivalizarían y se mezclarían entre sí. Unos privilegiarán el carácter acentuadamente ideológico y teoricista del modelo revolucionario que tendía a concentrar las funciones superlativas de la dirección revolucionaria de las masas en una jefatura política e intelectual individual y personalizada, llevándolos en la práctica a fijar con precisión y finura programática las acciones insurreccionales que el jefe fijaba, tal como lo practicaría Sendero Luminoso en la década de 1980. Otros se alejaron, en cambio, del 111 Flores Galindo, Alberto “El Partido Comunista y las perspectivas revolucionarias (1938)” p. 152. 112 Carta de Haya a la célula del APRA en el Cusco. Berlin 25/02/1930 en Roger Mercado Vida, traición y muerte del movimiento aprista. Lima. Fondo de Cultura Popular. 1970. pp. 92-93. Se nota por ejemplo la diferencia con la convicción moralmente militante de Mariategui por la violencia revolucionaria en este mismo periodo: “Con el sector político que no me entenderé nunca es el otro: el del reformismo mediocre, el del socialismo domesticado, el de la democracia farisea. Además, si la revolución exige violencia, autoridad, disciplina, estoy por la violencia, la disciplina, la autoridad, por la disciplina. Lo acepto, en bloque con todos sus errores, sin reservas cobardes” Carta a Samuel Glugsberg 30/04/1927 citado en Manuel Miguel del Priego “Memoria y presencia del comunismo en el Perú” en Adríanzen, Alberto Pensamiento político peruano. 1930- 1968. Lima DESCO. 1990 p. 254. 113 Cristóbal, Juan Op. Cit. p. 41. 62 teoricismo ideológico de la acción insurreccional y se acercaron más a la espontaneidad de las masas, apelando al voluntarismo y a la conciencia moral de sus militantes para sublevarse. Las guerrillas del MIR en 1965 y el MRTA en la década de 1980 entraron en esta última lógica. El MRTA rectificaría, sin embargo, el excesivo voluntarismo e improvisación del MIR para ejecutar acciones armadas y apostó por organizar a las masas con modelos insurreccionales de los partidos comunistas. Su confianza en la acción espontánea de las masas no podía dejar de estar mediada por una voluntad política organizada que fue asumida por una dirección precaria del mismo. 114 En el fondo, ambas actitudes reivindicaron el papel de la acción política armada dentro de la cultura revolucionaria peruana, la misma que para ser eficaz debía basarse no solo en una línea correcta del pensamiento insurreccional (aspecto donde divergirían todas las variedades de marxismos revolucionarios: leninismo, maoísmo, castrismo y guevarismo) sino que debían apoyase en masas dispuestas a rebelarse. 115 La lucha contra el fascismo en América Latina y en Perú bajo las tesis del VII congreso de la Internacional Comunista señaló, sin embargo, un periodo de convergencias con el PAP y los Estados Unidos. Las infiltraciones filo-fascistas en el subcontinente propiciarían mejor estas convergencias. 116 Las consecuencias de esta nueva línea de conciliación entre los comunistas y sus adversarios, a quienes habían atacado antes, se volvió también relevante para la cultura comunista del continente posterior a la Segunda Guerra Mundial, perdurando por varias décadas más entre los países latinoamericanos sometidos a intensas dictaduras militares. 117 Sin embargo, algunos de estos elementos antifascistas alimentaron también el sectarismo y la intransigencia cultivados por el VI congreso de la KOMINTERN, obstaculizando a la larga la formación de movimientos multiclasistas más amplios e inclusivos en el seno de los partidos comunistas. En 1942 el PCP pudo realizar en condiciones de semiclandestinidad y con tolerancia del gobierno su I Congreso Nacional repudiando la política implementada por Ravines y sus acólitos sindicales, algunos de ellos fueron expulsados con Ravines y otros se mantuvieron en el partido. 118 114 Salinas, Sergio Op. Cit. 115 Salinas, Sergio Op. Cit. 116 Gonzáles Calleja, Eduardo “La derecha latinoamericana en busca de un modelo fascista” pp. 251-255. 117 Groppo, Bruno “El antifascismo en la cultura política del comunismo” en Concheiro, Elvira, Massimo Modonessi y Horacio Crespo, (Coords.) El Comunismo: otras miradas desde América Latina. pp. 95-96. 118 Del Prado, Jorge Cuatro facetas de la historia del PCP. pp. 93-95; Guadalupe Martínez, Cesar Op. Cit. pp. 118-119. 65 era reducida, se concentraba más en ciudades como Cusco, Puno y Lima donde le disputaba la captación de nuevos adeptos. 126 La ultraizquierda comunista canalizaba así sus recelos con viejos argumentos provenientes del VI Congreso de la KOMINTERN. Su rotundo rechazo al APRA reactualizaba antiguos argumentos kominternianos que consideraba a los partidos populistas como los principales enemigos de clase antes que cualquier burguesía imperialista u oligarquía nacional. Estas oposiciones internas y externas llevarían, más adelante, a rupturas y expulsiones más graves dentro del partido. La reacción de la militancia, especialmente, contra el browderismo, descrito entonces como una corriente mundial de postguerra que posee “la desgraciada experiencia […] de hacer desaparecer nuestro Partido tras un nuevo tipo de organización más amplio con objetivos muy limitados, con personería distinta y sin verdadera conciencia de clase”, contenía implicancias conciliadoras que ni siquiera Jorge del Prado, secretario del PCP, podía pasar por alto. 127 El ambiente de disconformidad radical que campeaba contra la dirección partidaria dio oportunidad para que estos reconocieran el importante papel de la juventud comunista en las decisiones del partido, aplazando momentáneamente y para más adelante sus rencillas internas. 128 1.1.2.3. El Ejército: aparato político profesional no partidarizado, creación y formación ideológica. Tras una década de gobierno, el presidente Augusto B. Leguía fue depuesto por un golpe de estado lanzado desde Arequipa por Luis Sánchez Cerro, un teniente coronel del Ejército a quien el defenestrado presidente había perdonado por un delito previo de conspiración. El Ejército reentró en la vida pública del país después de casi cuatro décadas de abstinencia política, apoyando a oficiales con ambiciones políticas, pero con pocos criterios ideológicos. El golpe de Estado de Sánchez Cerro manifestaba, por otro lado, el deseo de grupos militares de ampliar sus prerrogativas de poder y de control social recortados por las reformas institucionales que los gobiernos civiles habían instaurado desde fines del siglo XIX. 129 En 1930 hubo, sin embargo, más movimientos 126 En Defensa de los principios marxistas leninistas del Partido Comunista Peruano. Conclusiones y resoluciones del XIV Congreso Departamental de Lima. Lima. Editora los Andes. ¿1962? pp. 26-27, 29 127 Del Prado, Jorge Cuatro facetas de la historia del PCP. p. 222. 128 Partido Comunista del Perú “II Congreso Nacional. 24-30 de marzo de 1946” pp. 123-130. 129 Las reformas introducidas a las Fuerzas Armadas (FFAA) y concretamente en el Ejército por una misión militar francesa contratada por el gobierno de Nicolás de Piérola (1895-1899), tuvo por fin más que superar el trauma de la derrota en la guerra con Chile, la creación de un eficiente aparato militar, 66 subversivos y golpistas fuera del que había dirigido Sánchez Cerro. Algunos provenían del Ejército y de sectores medios y bajos de la Marina, con algún apoyo o instigación de sectores civiles. 130 Todos estos movimientos tenían distintos orígenes y reivindicaciones, algunos no se dirigían necesariamente a Palacio de Gobierno como destino final, pero era evidente que tras casi cuatro décadas de reorganización militar, había descontento y movimientos subversivos entre los institutos armados, y como en otros sectores sociales, emergían con la crisis del leguiísmo para redefinir su relación con el Estado. En el caso del Ejército esto significaba resolver su participación en la política nacional por la fuerza de las armas y con sus propias agendas. 131 La repolitización del Ejército marca, sin embargo, una sinuosa trayectoria institucional de la alta oficialidad en Perú que buscó injerencia política en el país frente a lo que consideraron, en ese momento, las principales amenazas del país: los apristas y los comunistas. Esta actitud se ensombrecería más después de sus primeros choques armados con el PAP en 1932 y el descubrimiento de oficiales involucrados en conspiraciones con los apristas. Lo fundamental para la institución castrense y sus oficales era preservar la unidad de mando institucional más allá cualquier opción política escogida por sus miembros. Esta situación se agravó más cuando la vieja oligarquía civil, preocupada por conservar su preeminencia en el viejo régimen, cooptó rápidamente al movimiento sanchezcerrista y a su carismático líder inclinándolo hacia capaz de dominar la obstinación de los caudillos militares para continuar disputándole a los grupos civiles oligárquicos las prerrogativas de la conducción del país. Pierola mismo era un caudillo civil de la ciudad sureña de Arequipa, derrotó con sus guerrillas civiles (montoneras) al general Andrés Avelino Cáceres, presidente ilegalmente electo entre 1894 y 1895 y el más prestigioso héroe vivo de la guerra con Chile. Pierola reorganizó radicalmente a los oficiales del Ejército sometiéndolos a la obediencia absoluta de la autoridad política civil, profesionalizándolos en una carrera reglamentada y burocratizada en base a ascensos. La institucionalización de las FFAA logró separar a la oficialidad de las clientelas regionales, elites y campesinas, que habían provisto de recursos a los caudillos militares para lanzarlos a cualquier aventura golpista o hasta guerras civiles durante el siglo XIX. La reforma francesa de las organizaciones castrenses se concentró en formar militares peruanos como un cuerpo jerárquico, disciplinado y profesional de oficiales responsables, capaces de reclutar, disciplinar y dirigir a una población campesina leal al Estado nacional. Sobre los tópicos de la reforma militar de 1896 ver Méndez, Cecilia “Las paradojas del autoritarismo: Ejército, campesinado y etnicidad en el Perú. Siglos XIX y XX” en Íconos. Revista de Ciencias Sociales nº 26, FLACSO-Quito. Septiembre 2006. pp. 17-34. Sobre cómo estas reformas impactaron en la actitud de los militares hacia los civiles véase Villanueva, Víctor 100 años del Ejército Peruano: frustraciones y cambios. Lima. Editorial Juan Mejía Baca. 1971. pp. 59-68. 130 Bajo los mismos criterios la Marina de Guerra del Perú también fue reorganizada recién en la década de 1920 bajo el gobierno de Augusto B. Leguía. Al respecto Cobas Corrales, Efraín “La Marina del Guerra del Perú, desarrollo institucional 1930- 1968” en Derroteros de la Mar del Sur nº 14. 2006. pp. 9- 38. 131 Alan Rouquié llamó a este proceso una toma de “conciencia de competencia” por el cual el Ejército dejó de cumplir labores meramente técnicas impuestas por el poder civil para saltar a la dirección misma de los estados nacionales. Rouquié, Alan y Stephen Suffern “Los militares en la política latinoamericana desde 1930” en Bethell, Leslie, (Ed.) Historia de América Latina. Vol. 12. 1997 (1994). p. 286. 67 las corrientes más filofascistas que dominaba la política de masas. 132 El asesinato de Sánchez Cerro y el descubrimiento de altos oficiales y miembros de tropa implicados en conspiraciones con o sin participación aprista hasta 1939, profundizaron más los temores del Ejército de una probable disolución institucional por una infiltración apro- comunista. 133 Las limitadas posibilidades institucionales de las Fuerzas Armadas o de sus oficiales para pasar a direcciones de izquierda que resolviesen las insatisfacciones populares como las suyas propias en el marco institucional oligárquico –tal como había sucedido en los Ejércitos de otros países del continente– 134 alimentaron, no solo sus actitudes antiapristas, sino actitudes antipolíticas y una profunda desconfianza a los políticos civiles sin importar el pelaje partidario al que pertenecían. Su celo a los poderes civiles les indujo a afirmar mejor su autonomía institucional y sus propias demandas bajo las doctrinas de seguridad nacional. El Ejército Peruano, o por lo menos sus altos mandos, no estaban dispuestos a hacer concesiones a las demandas populares, no por lo menos en el corto plazo, si estas involucraban alteraciones profundas que lo afectasen institucionalmente y esto incidía directamente en su relación con el Estado oligárquico. En todo caso la permanencia del general Oscar R. Benavides, presidente encargado por la autodisuelta Asamblea Constituyente luego del asesinato de Sánchez Cerro en 1933, garantizó al Ejército mantener su presencia en la vida de la nación. La elección de Manuel Prado, un político civil de origen oligárquico como presidente en 1939, no relegó a la Fuerza Armada del protagonismo político que la autodisuelta Asamblea Constituyente le había designado a su antecesor. 135 Para reafirmar su papel político los 132 Gonzáles Calleja, Eduardo “La derecha latinoamericana en busca de un modelo fascista: la limitada influencia del falangismo en el Perú (1936-1945)” pp. 233- 235. 133 Entre 1930 y 1939 hubo 37 movimientos civiles militares, 30 eran con participación aprista y 36 netamente castrense. Villanueva, Víctor El APRA y el ejército. p. 21. 134 Rouquié, Alan y Stephen Sufren Op. Cit. p. 286. 135 El artículo 213 de la constitución de 1933 le asignaba la función de segurar el cumplimiento de las leyes y la defensa de la república, especialmente la conservación del orden público. El precedente de este mandato no era sin embargo legal sino político. En 1914 el mismo general Oscar R. Benavides, entonces comandante, derrocó al presidente constitucionalmente elegido Guillermo Billinghurst (1912-1914), merced a las instigaciones de la oligarquía que interrumpió con apoyo del Ejército que mandaba Benavides los arrebatos populistas de este presidente. Este se quedó veinte meses en el gobierno, gestionando el reestablecimiento de las formas electorales que devolviesen el poder al Partido Civil, el principal partido instigador del golpe que había venido gobernando desde 1899 hasta 1912 en que ganó Billinghurst, que era del partido de Pierola. Benavides no hizo ninguna reforma relevante del país durante ese periodo lo que da una idea del carácter restaurador antes que político de este golpe. Villanueva, Víctor 100 años del Ejército. pp. 69-74. 70 sienten fuertes, nos combatirán en el caso contrario; esa es fatalmente la sicología del elemento que lo forman. 140 Irónicamente los mayores enemigos declarados en esa época, el PAP de Haya y la Unión Revolucionaria (UR) del extinto Sánchez Cerro, se encontraron cortejando a los mismos oficiales del Ejército para derrocar a Benavides a fines de la década de 1930. 141 Esta situación perduró hasta 1948 y se repetiría en 1962 en que finalmente el Ejército dio un golpe institucional y al margen de los partidos para impulsar su propio programa reformista. La evolución de la protección institucional del Ejército a la oligarquía desde la década de 1930 hasta el golpe institucional reformista de las Fuerzas Armadas en 1962 señala en todo caso un derrotero ideológico que maduraría hacia una dirección definidamente reformista de izquierda desde mucho antes de la década de 1970. En esta evolución se contaban tanto factores internos como externos, institucionales y contextuales. La reivindicación del papel del Ejército como constructor directo de la nación se puede apreciar mejor desde 1933. En ese entonces un coronel del EP escribiría en la Revista Militar que el Ejército era el verdadero depositario de la identidad nacional y que integraría a un país sumido en la desintegración. 142 Pese a esto la alta oficialidad militar estaba más dispuesta a aliarse con la oligarquía para protegerla del peligro apro- comunista que hacerle frente en favor de alguna reforma sostenida. El caudillismo de izquierda militar, que se había dado en otros países desde la década de 1930, aparecería en Perú recién casi cuatro décadas después, pero con caracteres más institucionales que estrictamente personalistas. Este retraso de las fuerzas armadas peruanas, a contracorriente de otras fuerzas armadas que girarían en el mismo periodo más a la derecha, explicarán, en parte, la posterior radicalidad del régimen militar velasquista en la década de 1970 y son las que contribuirán a consolidar una cultura revolucionaria “institucional” basada en un fuerte nacionalismo, políticamente antipartidos e ideologicamente “antisistemas”. 140 Villanueva, Víctor El APRA en busca del poder, p. 161. 141 Gonzáles Calleja, Eduardo “La derecha latinoamericana” p. 236; Villanueva, Víctor El APRA en busca del poder, pp. 184-186. Sugiere esta extraña coincidencia Murillo, Percy Op. Cit. p. 444. En 1945 ambos partidos se asociaron con el PCP y sectores no oligárquicos para llevar al jurista arequipeño, Luis Bustamante y Rivero, al gobierno. 142 Citado por Masterson, Daniel Fuerzas Armadas y sociedad en el Perú moderno. pp. 58-59. En 1968 las Fuerzas Armadas tomarían el poder a costa de todo el sistema político para construir esa nación. 71 El proceso ideológico que llevó a la institución militar y a su nueva oficialidad a un nacionalismo de izquierdas, estaba preparada e influenciada, además, por factores externos tales como los programas modernizadores recomendados por los Estados Unidos para hacer frente al peligro comunista internacional. 143 Estos factores exógenos y el carácter excluyente y poco nacional del régimen oligárquico legitimaron así la dirección de una ruta trazada por los partidos populares y de izquierda emergentes en la década de 1930. Un hecho fundamental en este periodo de maduración ideológica en las Fuerzas Armadas peruanas fue la fundación del Centro de Altos Estudios Militares (CAEM). El nacimiento del CAEM, vinculado inicialmente a generales tan poco pro oligárquicos como José del Carmen Marín 144 y a Marcial Romero Pardo 145 estaba, de este modo, muy conectado al aborto de una fallida tendencia hegemónica populista de sectores intelectualizados del Ejército. 146 El fracaso insurreccional del APRA en 1948, condujo a Cuadros al exilio y a su baja en el Ejército en 1949 y a Marín a su arrinconamiento en el Ejército. Marin creó, sin embargo, al CAEM, institución que cocinaría la inteligentzia nacionalista de militares que se harían dominantes en las siguientes décadas en las Fuerzas Armadas. De este modo, el arsenal ideológico de los militares populistas se mantuvo intacto para las siguientes décadas. 147 La expansión de la guerra fría en la década de 1950 y la expansión ideológica del conflicto chino soviético y la revolución cubana, ambas consideradas serias amenazas externas a la soberanía nacional, acentuaron, sin embargo, las actitudes antipolíticas y desconfiadas de los oficiales del Ejército a los partidos civiles, que favorecían, por otro lado, a un régimen político excluyente sin dar ninguna respuesta integradora a las 143 Kruijt enfatiza la influencia norteamericana a partir de la comparación del modelo militar brasilero de desarrollo. Kruijt, Dirk “Perú: relaciones entre civiles militares 1950-1990” en América Latina: militares y sociedad. San José. FLACSO. pp. 35-36, 37-39.1991. Para la presente edición en Internet www.flacsoandes.org/biblio/catalog/resGet.php?resId=9986 144 El general Juan de Dios Cuadros estaba comprometido con la frustrada conspiración de Haya contra el parlamento dominado por la oligarquía y opositor al presidente Luis Bustamante y Rivero en 1948. 145 Romero Pardo fue un duro opositor a la dictadura militar del general Manuel A. Odria quién gobernó el país entre 1948 y 1956. 146 Gorriti, Gustavo. Ideología y destino. p. 81. 147 Masterson, Daniel Fuerza Armada y sociedad en el Perú moderno. pp. 193-194. También entra en esta generación de intelectuales nacionalistas militares, altos oficiales como el general Rodriguez Martinez, comdandante general del Ejército y reformador del Estado Mayor. Véase Kruijt, Dirk La revolución por decreto: el Perú durante el gobierno militar. pp. 91-111. 72 demandas populares. La apuesta de los oficiales profesionales por construir a la nación peruana y poner en práctica sus doctrinas de la seguridad nacional, incorporaría a su formación doctrinal impartida desde el CAEM los discursos “antioligárquicos” de un Partido Aprista a punto de virar hacia la derecha y hasta de un PCP, que había dado muestras de moderación política. Los discursos originalmente radicales de ambos partidos estaban entonces disponibles para cualquiera que quisiera tomarlo. De este modo los elementos de las doctrinas de seguridad nacional se mezclaron con elementos de contrainsurgencia, reformas radicales autoritarias y una fuerte reivindicación de los sectores oprimidos de la sociedad para configurar, en una buena parte, la legitimidad del discurso revolucionario militar que se haría presente desde 1968. La preocupación de Haya para abrir el escenario político a la legalización del aprismo ayudó también a abrir una ventana de oportunidades para las fuerzas armadas en la política peruana. El fomentó al interior de las fuerzas armadas conspiraciones entre los oficiales “amigos” para apoyarlo en su causa. Les dio motivos para que se involucrasen más activamente en la vida política del país aun en contra de su propio partido. 148 La militancia aprista también hará su parte, aunque con la idea más atrevida de llevar a Haya al poder, a través de las tupidas redes familiares, amicales, vecinales y de compadrazgos entre los mandos medios y la tropa del ejército. Al parecer actuarían de la misma forma y con algún éxito entre el personal de la Marina de Guerra, de la Fuerza Aérea 149 y con los subalternos de la policía. En 1931 habia inclusive células militantes comunistas soliviantando a la tropa del Ejército. 150 Los movimientos conspirativos e insurgentes dentro de las Fuerzas Armadas mezclarán, junto a las insatisfacciones institucionales y a la labor “pedagógica” de algunos militares intelectuales, un sin fin de causas y motivos para la rebelión y la revuelta que conmovieron los cimientos mismos de la instituciones armadas. En un tiempo en que la legitimidad del monopolio coercitivo de la violencia estaba siendo cuestionada por 148 Villanueva, Víctor El APRA en busca del poder, p. 90. 149 Para el caso de la Marina ver especialmente Cobas Corrales, Efraín “La Marina de Guerra del Perú, desarrollo institucional 1930-1968” pp. 24-26 y “Tradición político naval de la familia Ontaneda” en Derroteros del Mar del Sur nº 9 pp. 8-9, 12-14. La sublevación de la marinería en el puerto del Callao en 1932, antes de la sublevación aprista de Trujillo, nos indica motivos laborales y de maltrato a la tropa pero la presencia de células apristas que agitaban el ambiente laboral. Chanduvi, Luis Op. Cit. p. 72. También Villanueva, Víctor El APRA en busca del poder pp. 91-92, Luis Alberto Sánchez mediatiza la participación aprista en las instituciones castrenses como esporádicas Una larga guerra civil. pp. 71-72. 150 Basadre, Jorge Historia de la República Vol. 15 pp. 71-72. 75 tuvieron, sin embargo, encuentros accidentados con el jefe del partido. Algunas veces Haya los acusaba de mafiosos y delincuentes y otras veces los animaba a continuar con los preparativos insurreccionales. 158 Era la señal inequívoca de que intentaría una acción golpista concertada con altos oficiales del Ejército, pero autónomo del movimiento insurreccional que se estaba dando entre las bases del partido. Para entonces la maquinaria conspirativa del partido estaba creciendo entusiastamente para lanzar un golpe audaz, como no se había intentado en años El entusiasmo aumentaba y cada vez eran más numerosos los grupos que se organizaban espontáneamente. El volumen de las organizaciones crecía sin cesar y pronto hubo necesidad de crear nuevos comandos, entre otros… 159 No fueron solamente militantes del PAP o militares oficiales y de tropa, vinculados a Villanueva, los que se incorporaron a las actividades conspirativas del PAP, hasta ellos llegaron también “gente de última hora”. 160 El movimiento fijado por la alta dirección del partido para el golpe se delegó entonces al secretariado de Defensa, Pedro Muñiz, antiguo y respetado militante aprista. Era subsecretario del movimiento Luis Chanduví Torres, quien dejó un valioso testimonio de aquellas jornadas. Las expectativas estaban creciendo y pese a que Haya había anunciado a sus huestes que el levantamiento se realizaría el 28 de julio de 1948, fecha en que debía reunirse el parlamento, este no se produjo. Haya esperaba presionar al parlamento para que se reuniera, sino amenazaría con lanzar un golpe o en su defecto empujaría a los “oficiales amigos” a dar el golpe que cerraría al parlamento y convocaría a nuevas elecciones. Ninguna de las situaciones se produjo, la guerra de nervios de Haya no estaba funcionando, pero la efervescencia del movimiento conspirativo de bases si estaba en su apogeo, al extremo que Chanduví advirtió al jefe máximo de las consecuencias de este retraso, lo que arrojaría un estallido autónomo de las bases para la insurrección. 161 Finalmente, la fecha fue fijada por los función de reclamos y programas institucionales, que en este caso ataba sus demandas con el programa de reformas apristas. El propio Villanueva era de familia aprista. Véase Armando Villanueva del Campo y Guillermo Thorndike Op. Cit. pp. 287-288, 305-306. 158 Villanueva, Víctor Op. Cit. p. 49; Chanduvi, Luis Op. Cit. pp. 360-361. 159 Villanueva, Víctor Op. Cit. p. 53; Chanduvi, Luis Op. Cit. p. 365. 160 Testimonio de Eduardo Mallqui, ex miembro de la VACH y miembro del Comando de Defensa, que según decía tenía 5 mil afiliados con brigadas formadas entre 20 y 30 muchachos cada uno en Cristóbal, Juan Op. Cit. pp. 82, 109. La gente de “última hora” era la que se incorporó espontáneamente al movimiento. 161 Chanduvi, Luis Op. Cit. pp. 400-401. Haya replicó entonces dirigiéndose a Muñiz diciéndole “tienes un comando que te rebasa”. 76 secretarios de secciones del partido en acuerdo con oficiales de mando medio quienes decidieron ir por el golpe sin la orden y al margen de Haya y Muñiz. Las acciones se iniciaron con la toma de buques de la base naval por la marinería del Callao y de aviones de la Fuerza Aérea. Apoyados por los defensistas que cerrarían el paso a las fuerzas leales al gobierno, cortaron las comunicaciones y contactos con el alto mando militar. 162 El acuerdo de los dirigentes del golpe de no avisar al Jefe Máximo por la sublevación era una forma de obligarlo a tomar partido por los hechos consumados. Los insurrectos se esforzaron por hacer entender a Haya que las bases no aceptarían las jugadas de su líder con los generales Cuadros y Marín, a los que veían con recelo. Ambos altos oficiales no confiaban en la actitud “indisciplinada” de la tropa y de sus oficiales junto a la movilización de las bases apristas. El éxito del golpe garantizaría el levantamiento de las trabas que impedirían el cumplimiento de las promesas de Haya en el gobierno, sin traicionar al movimiento popular que lo pondría en el poder. La conspiración civil-militar al mando del mayor Villanueva, retirado poco antes del Ejército para no levantar sospechas, tuvo como responsable político al coronel retirado y alto líder del partido Cesar E. Pardo. La madrugada del 3 de octubre la rebelión estalló y el resultado fue un rotundo fracasó. La sorpresa de las acciones y la falta de apoyo de la alta jerarquía del partido que maniobró contra el movimiento insurreccional en marcha, dando incluso contraórdenes a la militancia para desobedecer a los cabecillas reales del movimiento, produjeron, finalmente, la muerte inútil de algunos oficiales y el arresto de tropa y civiles que participaron en la asonada. 163 El despliegue de la contraofensiva represora del gobierno alcanzó a todos los niveles de la Fuerza Armada y del partido, súbitamente, la asonada había acabado con la corta, pero mala experiencia democrática de los partidos y con el carácter insurreccional de los mismos por segunda vez. El 27 de ese mes el general Manuel A. Odría, Ministro de Gobierno y Policía del régimen desde 1947, dio un contragolpe de derecha y se quedó en la presidencia por 8 años (1948-1956). 164 Los partidos debutantes en la conducción del gobierno y en la movilización de masas habían tenido que ceder desde el año anterior la mitad de los puestos en el gabinete a los 162 Villanueva, Víctor Op. Cit. p. 126-129; Chanduvi, Luis Op. Cit. pp. 416-423. 163 Villanueva, Armando y Guillermo Thorndike Op. Cit. pp. 307-319. 164 Su régimen sería conocido como el más represivo y sangriento de la época pero también el más populista de los gobiernos de derechas en el continente. Bertram, Geoffrey “Perú 1930-1960” en Bethell, Leslie, (Ed.) Historia de América Latina. Vol. 16. p. 50. 77 militares. 165 En aquella oportunidad Haya diría “¡Ya ni la juventud me quiere obedecer!”. 166 Efectivamente, las bases juveniles del partido, defraudados por lo que llamarían la traición aprista, buscarían otras alternativas fuera del PAP convirtiéndose otra vez en un partido perseguido. La mayor dificultad para la joven militancia renunciante del partido fue a qué movimiento o partido político pasar. El PCP no era alternativa, Haya vacunaba a sus militantes con un anticomunismo típico de la época, sin embargo, algunos jóvenes militantes pasarían por él. 167 El trotskismo apenas se dejaba notar desde la instalación en 1946 de una pequeña célula (Comité Central del Grupo Obrero Marxista) por orden de la IV Internacional a través de su vocero Revolución. Quizá era la alternativa ideológica más afín al APRA primigenia teniendo en cuenta que sus organizadores eran ex apristas expulsados antes del golpe. Los trostskistas peruanos pretendían, por otro lado, rearticular los planteamientos más tempranamente juveniles de Haya con los planteamientos “que el comunismo estalinista había ocultado” de José Carlos Mariategui. En esta célula se juntaban las coincidencias intelectuales y emotivas más primordiales de los líderes políticos fundadores de la primitiva izquierda peruana, que convergían, además, con la del célebre revolucionario ruso. Una idea especialmente motivadora para el grupo trotskista instalado en Perú fue recomponer un Frente Único proletario-campesino capaz de hacer la revolución antes que competir en alguna elección. 168 En los años de publicación del quincenario Revolución (1946-1948) y del 165 Portocarrero, Gonzalo Op. Cit. p. 147; La versión oficial del PAP, Sánchez, Luis Alberto La violencia pp. 241-242. 166 Chanduvi, Luis Op. Cit. p. 454. 167 Cristóbal, Juan Op. Cit. pp. 109, 111-112. El economista e historiador Virgilio Roel y el poeta Gustavo Valcárcel, quién llegaría a ser director del periódico del partido y miembro de cúpula del PCP, pasaron por allí. Roel sería expulsado por “entrista” (infiltración ideológica) en 1953; Juan Pablo Chang también transitaría al PCP después de su exilio en Buenos Aires, pero recalaría, finalmente, en el trotskismo a fines de la década de 1950, apoyaría al movimiento campesino de La Convención dirigido por Hugo Blanco y moriría con el Che Guevara en su aventura boliviana en 1967. 168 “Manifiesto del Grupo Obrero Marxista ¡Forjemos el auténtico Partido del Proletariado!¡Viva la sección peruana de la IV Internacional!” en Revolución. Órgano quincenario del grupo obrero marxista. nº 1, Lima, agosto de 1946. Formaron parte de este grupo Carlos Howes Beas, quién se asoció con Leoncio Bueno para la publicación de ese quincenario. Howes había sido compañero de Haya en la universidad y simpatizante del APRA como Mariategui, a quién apoyó en la disputa ideológica de ambos. Formó parte también de este Grupo Obrero Ismael Frías, quién luego pasaría a apoyar a las guerrillas de 1965 y se convertiría con Howes, en ideólogos del régimen militar del general Juan Velasco (1968- 1975). Valderrama, Mariano Op. Cit. p. 58. Bueno terminó participando en asaltos de bancos en Lima, apoyaba de esta manera el financiamiento de la movilización campesina para la toma de tierras en La Convención en la década de 1960. También formó parte de este primer grupo trotskista el joven estudiante de sociología Aníbal Quijano, quien se convirtió luego en un destacado estudioso del proceso de urbanización y marginalidad en América Latina y de José Carlos Mariategui. Las simpatías de Haya y 80 al partido desde un enfoque más revolucionario. 174 No obstante, la prioridad era seguir desarrollando sus actividades sindicales y contrarrestar la influencia de Odría que buscaba congraciarse con los trabajadores y las masas que migraban aceleradamente del campo a las ciudades, rodeando a estas con cinturones de pobreza urbanos marginales. 175 En 1950 Odría enfrentaba el descontento popular, especialmente, en regiones del sur peruano que habían visto decrecer su desarrollo en favor de las regiones norteñas y del centro del país, exportadoras especialmente de azúcar, algodón y minerales, sectores que concentraban el poder económico, social y político nacional. Ese año hubo una protesta estudiantil en la ciudad de Arequipa contra el régimen que se autoproclamó legítimo en elecciones amañadas, esta protesta se convirtió luego en una auténtica insurrección popular con la formación de un gobierno y hasta una milicia local durante cinco días, logrando sacar algunas concesiones políticas al gobierno, especialmente la liberación y el ablandamiento de penas a los presos políticos del régimen. Este evento dejó, sin embargo, algunas marcas decisivas en el imaginario político comunista y no comunista, 176 especialmente en un joven escolar llamado Abimael Guzmán Reynoso, quien sería años más tarde dirigente máximo del PCP Sendero Luminoso. El panorama para las izquierdas en el continente latinoamericano de aquella primera mitad de la década de 1950 era, sin embargo, desolador. El terreno ganado por los partidos comunistas y las experiencias populistas de la década de 1940, al calor del fascismo y antifascismo predominante durante la segunda guerra mundial, se había congelado con el clima ideológico de la Guerra Fría. El ascenso de dictaduras militares pro oligárquicas contribuyó más a ese retroceso, la poca capacidad de adaptación de los partidos de izquierda al nuevo escenario y la conservación de señas de identidad anterior a este periodo las anulaba para fortalecer sus organizaciones dentro de alianzas interclasistas más amplias. Los partidos comunistas dominados por consignas estalinistas contaban con el prestigio y el respaldo de la Unión Soviética para mantenerse vegetando en la mayoría de las veces en la clandestinidad, en tanto los 174 Ibidem p. 128. 175 La población en Lima creció entre 1940 y 1960 de casi 563 mil a 1 millón 632 mil habitantes véase Klarén, Peter Op. Cit. p. 522. 176 Del Prado, Jorge 40 años de lucha: el Partido Comunista Peruano. 1928-1968. Lima. Ediciones Unidad. 1969. p. 52. 81 partidos de la IV Internacional, huérfanos de todo apoyo extra partidario, contaban solo con la intransigencia y el dogmatismo como señal de identidad ideológica. 177 Estos hechos configuraban un escenario donde aparecer como “progresistas” o de izquierda daba motivo de persecución a todo nivel. Incluso allí donde los partidos socialistas y nacionalistas antiimperialistas, aparecían como organizaciones competidoras del comunismo en sindicatos y organizaciones populares multiclasistas, eran identificados también, por los regímenes represivos, como parte del “complot comunista”. El ambiente de persecusión ahondaba los faccionalismos y las virulencias dentro de la izquierda: socialistas, populistas, antiimperialistas y comunistas buscaban diferenciarse entre sí solo para captar más audiencia y simpatías. En este escenario Haya profundizó personalmente su anticomunismo, al extremo que en 1954, meses después que el gobierno de Odría lo desterrara del refugio que había llevado durante cinco años en la embajada de Colombia en Lima, declaró en la revista Life en español que era un creyente convencido del capitalismo como expresión genuina de la libertad occidental, el único modo quizá de resolver las apremiantes necesidades del mundo moderno. 178 El viraje de Haya a la derecha dejó fuera de sitio a quienes se habían mantenido en el partido desde sus años de juventud con la esperanza de un golpe revolucionario. Entre ellos estaban sus más cercanos e incondicionales colaboradores. Manuel Seoane, el segundo en la jerarquía del partido, escribió desde su exilio en Chile a Haya una durísima carta por esta renuncia explícita a los ideales antiimperialistas del partido. A consideración de Seoane, podía ser lógico haber cedido a los principios primigenios apristas del antiimperialismo para defender al continente del fascismo europeo durante el régimen de “Buena Vecindad” de Roosevelt, pero era imposible sostenerla para avalar golpes de estado contra regímenes democráticos y populares La Democracia, que el Partido aspiraba a defender, nacional y continentalmente, no ha sido defendida, ni continental ni nacionalmente, sino pisoteada y 177 Angell, Alan “La izquierda desde c. 1920” en Bethell, Leslie, (Ed.). Historia de América Latina. Vol. 12. pp. 94-95. 178 Haya de la Torre, Víctor Raúl “Cinco años de exilio en mi patria” en Obras Completas Vol. 1 p. 255 Durante su exilio en México se produjo en Guatemala el golpe del general Castillo Armas contra el presidente constitucional Jacobo Arbenz, Haya declaró a The New York Times su jubilo por este ataque y expresó su deseo de que Guatemala no se convirtiera en una nueva Corea, citado por Chanduvi, Luis Op. Cit. p. 489. En otra ocasión ofreció 5 mil militantes apristas para participar en la cruzada de la guerra de Corea, citado en Villanueva, Víctor La sublevación aprista del ‟48. Anexo 4, p 211. También citado por Renique, José Luis “De la 'traición aprista' al 'gesto heroico'”Parte 1, p. 5. 82 escarnecida con las armas de los Pactos Militares y los dólares de los préstamos del Tesoro Americano. 179 Aunque el debate había empezado antes del destierro de Haya, en dos congresos postales de desterrados por iniciativa de Seoane, este se mantuvo fiel al Jefe en prisión. Ahora libre podían encararlo entre los diversos comités de exiliados de Santiago de Chile, Buenos Aires, Ciudad de Guatemala y Ciudad de México. 180 El primer congreso se hizo en 1950 y abordó específicamente conservar antes que nada la disciplina y la jerarquía del partido, mientras tanto se abrirían los espacios para debatir la democratización interna y la no elección arbitraria de los cargos, repudiaba, asimismo, los actos de violencia y los atentados individuales contra miembros disidentes del partido, al tiempo que se abandonaba el cooperacionismo que el APRA había dado a la doctrina de Roosevelt durante la guerra mundial. Los delegados de México se mostraron críticos a la trayectoria aprista en la década de 1940, mientras que el grupo de Chile planteó un retorno al programa de 1931, el comité de Buenos Aires se acercó más al marxismo. 181 El segundo congreso se hizo en 1952 y profundizó más estos aspectos con varios documentos. Manuel Seoane que comandaba al partido en el exilio desde Chile planteó una retoma del programa de 1931 para impulsar la lucha antifeudal y la industrialización del país, debiendo, para ello, comprometer al partido en una alianza más sostenida con los grupos empresariales industriales aunque sin involucrar una participación directa del Estado, actitud que la CEPAL tomaría luego en sus planteamientos a través de su fundador Raúl Prebisch. 182 El grupo de Buenos Aires, constituido por dos bandos, uno compuesto por los más viejos: Armando Villanueva, Luis Heysen y Luis Alberto Sánchez, y otro, liderado intelectualmente por Héctor Cordero Guevara, ex secretario de organización y miembro de la Juventud Aprista, 179 Se refirió explícitamente a la política norteamericana de postguerra contra Guatemala y Argentina “Carta del comité coordinador al jefe del partido del pueblo” Santiago, 11 de junio de 1954 citado por Villanueva, Víctor Op. Cit. p. 210. 180 Es en este periodo de crisis ideológica del PAP y su giro a la derecha ocasionaría la deserción de una importante militancia intelectual hacia las canteras de una izquierda que fuera del PCP era inorgánica. Los poetas Alberto Hidalgo, Gustavo Valcárcel y Magda Portal, esta ultima fundadora del PAP, se fueron al PCP, los novelistas neoindigenistas Ciro Alegría retiraría su militancia pública y Manuel Scorza se refugiaría en el trotskismo internacional. Era una respuesta al hecho de que si no podían cambiar al mundo cambiarían su actitud con respecto a un partido que abandonaba sus ideales revolucionarios en un afán por persistir en la transformación radical de la sociedad. Gutiérrez, Miguel La generación del „50: un mundo dividido. Historia y balance. Lima. Editorial Labrusa 1988. p. 192. 181 Valderrama, Mariano Op. Cit. p. 59; Renique, José Luis “De la 'traición aprista' al 'gesto heroico'”Parte 1 p. 5. 182 Valderrama, Mariano Op. Cit. pp. 59-60. 85 era solo una forma de enfrentar esas carencias. La alternativa del PCP, discursivamente radical, pero políticamente poco “revolucionario”, no era atractiva por el marcado anticomunismo aprista, y su incapacidad para formar coaliciones más amplias. El POR trotskista se presentaba como una incipiente alternativa de recepción, pero como el reducido Partido Socialista que se circunscribía en el norte peruano, no calaba en redes sociales más amplias al obrerismo. Desafortunadamente para los inmigrantes apristas su belicosidad retórica e ideológica, poco realista en muchos aspectos para atraer y movilizar a las masas en una línea radical antiimperialista y socialista, eran aspectos que no atraían demasiado a la gente ansiosa por tener una representación política, cosa que el PAP si podía hacer desde el llamado reformismo. 187 El intento por recuperar las tradiciones germinales ideológicas radicales apristas y socialistas desde un periódico era una tarea más sencilla que crecer y andar solo con la organización de un partido propio, más aún cuando se tenía que competir con a un APRA o un Partido Comunista que jugaban a la real politik en un escenario bastante restringido. 188 El desafío que se imponía para esta tercera generación radical, desencantada, fue cuestionar, precisamente, a las viejas dirigencias desde una retoma de reflexiones teóricas y políticas fundamentales, ligadas a la emergencia de amplios movimientos de masas capaces de llamarse revolucionarios y capaces de extender el reducido escenario de partidos políticos de izquierdas existentes en el Perú a nuevos sectores sociales emergentes. 189 Varios factores propiciaron la frustración de la maduración política de estos militantes exiliados para la construcción de partidos y frentes amplios de izquierda. Entre ellos habían tres aspectos que se impusieron: primero, los viejos estilos y desencantos impregnados de dudas e incertidumbres los inscapacitó en la formación de nuevos liderazgos y esquemas radicales e incluyentes entre las militancias desencantadas. Un segundo factor fue la incapacidad para superar o reemplazar la autoridad ideológica coercitiva y personal de un caudillo como Haya. Sin experiencias en la conducción de masas y de partidos, este desencanto los llevó a salir y explorar nuevos caminos sin cubrir los vacíos teóricos que los líderes históricos apristas habían manejado con base al liderazgo personal del líder entre las jóvenes generaciones. Estos salían a la luz en un 187 Véase por ejemplo B. Valencia “El itinerario del trotskismo y la lucha por el partido” en La bancarrota de la izquierda en el Perú. Lima. Fondo de Cultura Popular. 1973. 188 Renique, José Luis “De la „traición aprista‟ al „gesto heroíco‟” Parte 1, pp. 5-6. 189 Gutiérrez, Miguel Op. Cit. pp. 190-192. 86 escenario político reprimido por la dictadura de Odría y con escasas proyecciones doctrinales sobre el tipo de identidad política que debían adoptar. Y, finalmente, este último hecho, la dictadura de Odría, fue un factor que profundizó más la ruptura entre generaciones, ensanchando el vacío en la transmisión de experiencias políticas sobre las cuales los jóvenes militantes desencantados pudieran trabajar nuevos esquemas de organización partidaria. No serían estos jovenes desencantados de sus partidos madres los que crearían las respuestas a la falta de alternativas populares radicales, estas vendrían desde fuera de ellos, al final del gobierno de Odría. Vendrían, específicamente, de canteras ideológicas izquierdistas no marxistas. Nuevos partidos como Acción Popular (AP), inspirado en un nacionalismo de raigambre juvenil citadino; la Democracia Cristiana (DC) de raigambres católicas radicales en la ciudad de Arequipa y el Movimiento Social Progresista (MSP), de raíces citadinas e intelectuales radicales anarquistas, serían los que dieron respuesta a las disconformidades de esta generación desencantada. AP rivalizaría en las siguientes tres décadas con Haya en el terreno de la empatía con las masas y la DC y el MSP renovaron el escenario intelectual ideológico nacional. Desde ese contexto la palabra revolución adquiriría una seña de identidad amplia y ambiguamente polisémica, capaz de recorrer el espacio de la izquierda hasta la derecha, llevando el desafío por construir un proyecto de sociedad más justa. El efecto inmediato de las conferencias postales del PAP no produjo la ruptura del partido, pero produjo, en cambio, la recuperación del mismo por Haya, mediante una negociación con el sector radical de Seoane y la retractación de este en Montevideo. Este hecho y la expulsión de algunos militantes como Guillermo Carnero Hocke en 1956, el mismo que pretendió organizar un golpe contra Odría y rescatar al líder aprista de la embajada colombiana con ayuda financiera y armada de Perón, de dirigentes del MNR boliviano y de algunos funcionarios consulares latinoamericanos, aplazaron, nuevamente, el debate interno en el partido hasta 1958. 190 El retorno a la democracia en 190 En 1954 la llamada “última insurrección” inspirada por Seoane y coordinada por Armando Villanueva con Carnero Hocke y Luis de la Puente Uceda, un militante aprista y pariente lejano de Haya, fue desautorizada a última hora por el jefe máximo que se hallaba en tratativas con Odría por medio de Ramiro Prialé (que diría “conversar no es pactar”). Al respecto Villanueva, Armando y Guillermo Thorndike Op. Cit. pp. 462- 470; Cristóbal, Juan Op. Cit. 138- 143. Carnero Hocke y De la Puente fueron arrestados por la delación de un compañero aprista en 1955. De la Puente recordaría este episodio hasta el fin de sus días en las selvas de La Convención como una traición del partido. Caretas nº 313, 6/07/1965 87 1956 bajo la segunda presidencia de Manuel Prado, a quien el PAP apoyó a cambio de la legalidad y la “convivencia política”, preparó el terreno para el segundo quiebre dentro del partido. 191 p. 10. Carnero fundó el Partido Nacionalista Revolucionario Peruano en 1957, con el fin de ocupar el espacio que dejaba abierto el APRA. 191 Valderrama, Mariano Op.Cit. pp. 181-183. Por aquella época Juan Domingo Perón, cual Hugo Chávez de la época, llegó a formar una especie de tercera posición internacional teniendo como eje la Argentina peronista, la Bolivia de MNR, al que se esperaba integrar a Perú con Haya en el gobierno como parte del bloque antiimperialista, Haya no llegó al poder y se convirtió en el principal crítico del peronismo. 90 cuestionaban, por ejemplo, la condena del PCUS al modelo autoritario del extinto jerarca soviético porque este les servía para legitimar su propio régimen, instaurado desde 1949, más aún cuando decían que era el único modelo posible para dar el salto del feudalismo al socialismo. En este contexto el estalinismo no era solo expresión de una revolución socialista real triunfante, sino que era una inspiración legitimadora del poder dentro y fuera del mundo comunista. 195 En este sentido la propia revolución por la vía armada para acceder al poder podía verse implicada por los cuestionamientos de un estilo de gobierno sospechoso de revisionismo. Los comunistas chinos consideraban que los efectos de la deslegitimación del estalinismo por el PCUS, podían provocar, no solo rupturas y divisiones en el campo socialista, sino que debilitaba y exponía a cualquiera de los países miembros del campo socialista a una agresión del adversario capitalista. 196 El cuestionamiento al estalinismo afectaba profundamente la estabilidad interna de los regímenes comunistas, especialmente para quienes estaban dando el “gran salto adelante”, con una industrialización basada en altos costos sociales. La crítica del PCUS, tomada como un “maltrato injusto” de los camaradas rusos a todos los lideres comunistas que apenas empezaban su tarea de construir el socialismo, tenía, además, el efecto indeseado de fortalecer la oposición interna en los países comunistas. La oposición de Mao a la desestalinización y su deseo por evitar la división de los partidos comunistas del mundo llevaba estas consideraciones de política interna y externa. 197 Desvirtuaba por otro lado una formula que consideraba inválida para su gobierno y a las demandas de apertura en las relaciones exteriores que se reclamaban en ese momento en los países comunistas de Europa Oriental. 198 En este contexto Mao introdujo con más 195 Para una ampliación y profundización del estalinismo de Mao en el mundo comunista véase “Sobre el problema de Stalin. Comentario sobre la carta abierta del CC del PCUS (II)” del 13 de setiembre de 1963 Renmin Ribao y Hongqi en Polémica acerca de la línea general del Movimiento Comunista Internacional Pekin, Ediciones en Lenguas Extranjeras. 1965. 196 Toche, Eduardo “Mao en la otra ribera” Quehacer n°148; 2004. pp. 47-53. Sobre los terminos del debate chino-soviético puede revisarse el documento “El origen y el desarrollo de las divergencias entre la dirección del PCUS y nosotros comentario sobre la carta abierta del CC del PCUS (I)” del 6 de setiembre de 1963, Renmin Ribao y Hongqui en Polémica acerca de la línea general del Movimiento Comunista Internacional Pekin, Ediciones en Lenguas Extranjeras. 1965. 197 Chang, Jung y John Halliday Mao.La historia desconocida. México DF. Taurus. 2006. pp. 490-491, 494. 198 Las primaveras democratizadoras de Hungría (1956) y Checoslovaquia (1962) irían, sin embargo, al traste con el fin de la primitiva apertura soviética, los casos de Albania y Rumania, confirmarían en todo caso el temor de los partidos comunistas en el poder para relajar el dominio de sus países. Sobre la crítica de Mao a los modelos comunistas no estalinistas de desarrollo se puede ver “¿Es Yugoslavia un país socialista? Comentario sobre la carta abierta del CC del PCUS (III) del 26 de setiembre de 1963, Renmin Ribao y Hongqi en Polémica acerca de la línea general del Movimiento Comunista Internacional Pekin. Ediciones en Lenguas Extranjeras. 1965. 91 firmeza que nunca las tareas de un auténtico comunista comprometido con denunciar, combatir y, si esto no era suficiente para conservar la unidad del partido desde la línea “correcta” del marxismo leninismo, llamar a los auténticos militantes del proletariado a expulsar a los revisionistas y refundar (o reconstituir) al partido comunista en su auténtica pureza revolucionaria, sobretodo si eran estalinistas. 199 La ruptura incubada entre comunistas rusos y chinos desde 1956 se agudizó en 1962 con la crisis de los misiles en Cuba y el fracaso del “gran salto adelante” que puso a Mao fuera de la presidencia de su país. El enfrentamiento indio-chino que puso a la URSS del lado indio junto a EEUU y la crisis fronteriza entre China y Rusia, más el retiro final de la cooperación soviética durante el desastre chino del gran salto y la negativa de los rusos a proporcionarle tecnología, para que China terminara de construir su bomba “A”, precipitaron una ruptura que se hizo pública en julio de 1963 y que tendría implicancias relevantes en el mundo comunista internacional. Los partidos comunistas latinoamericanos no estuvieron exentos ni indiferentes de estas contradicciones y debates, sea por influencia del debate chino soviético o porque afectaron temas pendientes de resolución política e ideológica dentro de ellos. La mayoría de estas disensiones en el mundo no disminuyeron la lealtad de los partidos comunistas, pero si condujo, en cambio, a pequeñas escisiones que los llevó a formar nuevos partidos orientados a preservar la “pureza” del marxismo-leninismo. Solo en Perú, el debate y la ruptura adquirieron un carácter particularmente virulento por estar inmiscuidos factores coyunturales internos que agudizaron más los enfrentamientos. 200 El impacto de las disensiones entre comunistas y la afirmación de los que decían que la actitud beligerante del PC peruano debía basarse en la existencia de un campesinado predominante en los países colonizados y subdesarrollados, en alianza con un proletariado como guía político que debía dar sentido al modelo político revolucionario, tuvo un efecto decisivo en la ruptura del PCP. 201 A la larga esta postura entre los sectores urbanos provinciales y migrantes proletarizados idealizó a los campesinos como revolucionarios natos. Muchos de los ideólogos salidos de estas canteras, 199 Toche, Eduardo Op. Cit. También Sotomayor, José “Revolución cultural proletaria” en Refutación a las falacias de un revisionista. Lima. Ediciones Nueva Democracia. 1967 pp. 27-54. 200 Ángel, Allan “La izquierda en América Latina desde c. 1920” en Historia de América Latina Vol. 12 Política y sociedad desde 1930. pp. 103, 121-122. 201 Bandera Roja. Órgano Central del PC peruano Lima; 2º quincena de mayo 1966 p. 2; nº 22, Julio 1966 pp. 1, 3 y 5; nº 24, Septiembre 1966. p. 8. 92 ubicados luego en el magisterio de la educación pública, llevarían hasta las últimas consecuencias sus postulados entre los nuevos partidos comunistas maoístas por diferentes momentos, tales como Bandera Roja, Patria Roja y finalmente Sendero Luminoso. En el contexto del debate trunco en el interior del PCP desde 1948 y de la reemergencia de los partidos de izquierda entre las décadas de 1950 y 1960, la cuestión de si era revolucionario o no el apoyo a los regímenes democrático burgueses, volvió a ser más vigente que nunca. La influencia de un nuevo acontecimiento no muy lejano como fue la revolución cubana, aumentó la densidad del significado de la oportunidad revolucionaria armada de la China de Mao e hizo más tirante este aspecto que el PCP no había calibrado en su justo valor. El descontento generacional frente a los viejos líderes “claudicantes” de la oligarquía semifeudal que no daban espacio a nuevas representaciones –muchas de ellas provincianas y de raigambre rural–, y la sorpresiva movilización campesina por la toma de tierras, acentuaron la sensación del vaciamiento revolucionario o derechización del partido desde la segunda mitad de la década de 1950. La movilización campesina desatada a mediados de esa década alcanzaría su apogeo entre 1959 a 1963, pero el PCP, que había privilegiado su trabajo militante en el sector urbano trabajador y que crecía también al ritmo de la incipiente industrialización de esos años, estaba dejando un espacio para que los jóvenes disidentes del PCP aprovecharan para moverse en un campo inexplorado hasta por los propios comunistas. El modelo chino se presentaba para ellos como una vía propia, original y exitante de desarrollo social. La colectivización y las comunas privilegiaban la imagen de un mundo rural comunitario y campesinista insurreccional que traía una oportunidad revolucionaria no explotada en el Perú. Este hecho y la invitación a los militantes comunistas peruanos a la visita del país del ex celeste imperio desde 1960, reforzaron el impacto que tuvo luego la Revolución Cubana en el ambiente comunista peruano. La introducción de los primeros escritos de Mao (El Libro Rojo tuvo una primera edición en español en 1966 y sus obras completas saldrían desde 1968 a través de su edición de lenguas extranjeras) remataría así la propaganda comunista china a favor de un camino insurreccional para la revolución. La ruptura del PC durante su IV Congreso Nacional en 1964, casi un año después de la ruptura chino-soviética, confirmaba actitudes 95 escenario De La Puente y un pequeño núcleo de seguidores en el norte peruano se hallarían disconformes con la dirección dada por el partido en el III Congreso del PAP. Por ejemplo, la elección interna del partido era manipulada por sus dirigentes y la militancia era inducida a aceptar la alianza con el régimen de Manuel Prado. Los apristas de izquierda formaron entonces un sector opositor muy minoritario dentro del partido, no obstante, no podían influir sobre las bases sindicales obreras, campesinas y populares del partido que estaban muy controladas por la dirección. 209 En octubre de 1959 el PAP realizó el IV Congreso Nacional. El trabajo ideológico de penetración hecho por el pequeño sector izquierdista liderado por De La Puente había avanzado, especialmente, desde la presencia de Cordero. Ambos, Cordero y De La Puente, elaboraron una moción que se titulaba La realidad nacional y la línea política de la Convivencia, firmado, además, por varios jóvenes militantes presentes en este congreso, algunos se harían luego célebres como destacados militantes políticos y guerrilleros de la nueva izquierda radical en las décadas venideras. 210 Malpica rompería el silencio mantenido en este congreso bajo la férrea disciplina de los lideres el 10 de octubre, exponiendo, fundamentalmente, el peligro del abandono de los postulados primigenios del partido por la negociación táctica, sin basamento ni sustento doctrinario sólido. Malpica enfiló sus principales críticas a la crisis organizativa del partido que, según decía, menoscababa la unidad partidaria, de pensamiento y de acción como el partido de masas más popular del continente. Las principales críticas de Malpica apuntaban a señalar las limitaciones de la cúpula que se había autoimpuesto límites para afrontar el latifundismo, la pobreza campesina y el desarrollo del mercado interno. Criticaba la complicidad de los líderes para establecer acuerdos con el imperialismo norteamericano. Para ellos el partido aprista se había sumergido en la “convivencia” con el antiguo régimen. 211 En este contexto todos los disidentes mencionaban que el APRA dejaría de ser el partido revolucionario que siempre dijo ser y que ese papel lo 209 Testimonios de Héctor Cordero, Eduardo Mallqui y Guillermo Carnero en Cristóbal, Juan Op. Cit. pp. 127, 147, 150-152. Aunque Mariano Valderrama sostiene que el PAP estaba perdiendo influencia entre los sectores medios y algunas federaciones sindicales en provincias este aún era fuerte en varios sindicatos. Valderrama, Mariano Op. Cit. pp. 88-89. 210 Luis de la Puente Uceda, Carlos Malpica, Gonzalo Fernández Gasco, Luis Iberico Más, Manuel Pita Diaz, Máximo Velezmoro, Edilberto Reynoso, Luis Piza, Walter Palacios, Eduardo Cruz, Gonzalo Núñez, Walter Vásquez, Alberto Pizarro, Alberto Ruiz, Víctor Peredo, Enrique Amaya. Publicado en Voz Aprista nº 2; 12/11/1959 en Del APRA al APRA Rebelde. Documentos para la historia de la revolución peruana. p. 56. 211 Ibidem pp. 56-69. 96 desempeñarían los nuevos partidos reformistas. Citaban, incluso, el celebre texto de Haya El Antiimperialismo y el APRA (1936) donde decía que la democracia debía ser antes que nada un medio para hacer cambios fundamentales. Reiteraban la intención original del APRA que planteaba como meta fundamental la captura del poder, la organización del Estado Antiimperialista y la ruptura de las trabas del subdesarrollo: “la etapa que vivimos, el gobierno democrático bajo un gobierno de oligarquía, solo puede ser un medio, y que el FIN (sic) no puede ser otro que la captura del poder (…)”. 212 Los apristas disidentes exponían, de este modo, los fundamentos políticos que los revolucionarios cubanos habían planteado para la isla once meses antes: llegar al poder para cambiarlo todo. El 12 de noviembre de 1959 Malpica, De La Puente y seis militantes más formaron un Comité de Defensa de los Principios Primigenios y la Democracia Interna del APRA situándose en los límites de la expulsión. En mayo de 1960 Haya aprobó la expulsión o la puesta en disciplina de estos y de 200 dirigentes y militantes apristas más. Los expectorados formaron entonces una nueva organización autónoma del viejo partido, llamada APRA Rebelde. Esta versión radicalizada del APRA, nació con el propósito explícito de restaurar los significados originales del aprismo revolucionario. Con el tiempo avanzaría a posiciones marcadamente marxistas y radicales, trasluciendo una dinámica progresiva que tendía a enlazar las tradiciones primitivamente revolucionarias e insurreccionales del viejo partido con las nuevas experiencias de la triunfante revolución cubana. 213 2.2. Los faros de la revolución: Cuba y China, desbloqueos y enseñanzas del voluntarismo y la acción moral. El 1 de enero de 1959 el dictador Fulgencio Bastista abandonó la isla de Cuba dejando el espacio abierto para que Fidel Castro, antiguo parlamentario del Partido Popular Cubano (Partido Ortodoxo), tomara el poder en nombre de una revolución que se levantaba como una promesa frustrada desde los albores mismos de su nacimiento como 212 Ibid. p. 105. 213 Malpica, Carlos “La primera vez que se quebró el APRA. 20 años después” en Marka nº 125, pp. 16- 28. “Acuerdos de la I Asamblea Nacional del APRA Rebelde” (publicado en Voz Aprista 11; 1/7/1960) en Del APRA al APRA Rebelde pp. 123-128. 97 nación. 214 La revolución cubana era en palabras del primer discurso del triunfo de Castro una reiteración de los viejos ideales independentistas de la isla Los hombres que cayeron en nuestras tres guerras de independencia juntan hoy su esfuerzo con los hombres que han caído en esta guerra, y a todos nuestros muertos en las luchas por la libertad podemos decirles que por fin ha llegado la hora en que sus sueños se cumplan; ha llegado la hora de que al fin ustedes, nuestro pueblo, nuestro pueblo bueno y noble, nuestro pueblo que es todo entusiasmo y fe, nuestro pueblo que quiere gratis, que confía gratis, que teme a los hombres con cariño más allá de sus ofrecimientos, tendrá lo que necesita […]. Y solo aquí me resta decirles, con modestia, con sinceridad, con profunda emoción, que en nosotros, en sus combatientes revolucionarios, tendrán siempre servidores leales, que solo tendrán por divisa servir […]215 El triunfo de Castro reafirmó dos aspectos fundamentales de una insurrección que se hizo presente desde su juicio por el asalto al cuartel Moncada en 1953: su fidelidad a José Martí, héroe de la independencia cubana a quien atribuía la autoría intelectual de su movimiento, y su creencia en las tradiciones populares de lucha de su país.216 Ambas 214 El Partido del Pueblo Cubano (PPC) era una escisión del Partido Revolucionario Cubano llamado también Auténtico (PRC A). Este PRC A se remite al partido fundado originalmente en 1895 por el héroe de la independencia cubana José Martí. El PPC era llamado por esto Partido Ortodoxo porque reivindicaba los ideales originales que animaron al PRC A que llegó al poder en 1933 con una coalición de partidos antidictatoriales siendo elegidos democráticamente dos veces en la década de 1940. Cuestiones ideológicas y sobretodo prácticas de los Ortodoxos provocaron la escisión del PRC A, acusados de corrupción y venta al poder norteamericano. Castro fue electo parlamentario por los Ortodoxos en 1952, no pertenecía a sus filas sin embargo su filiación ideológica elemental lo acercaba a los elementos nacionalistas y antiimperialistas que Martí había reivindicado en su lucha por la independencia, de allí su necesidad y de todos los militantes del PPC de definirse como auténticos u ortodoxos. Perez jr., Louis A. “Cuba 1930- 1959” en Bethell, Leslie, (Ed.) Historia de América Latina Vol. 13. pp. 160-182. Las raíces históricas del nacionalismo y antiimperialismo cubano acercaban ideológicamente al APRA de Haya de la Torre con los postulados del PRC A, precisamente en 1936 Haya publicaba El Antiimperialismo y el APRA haciendo referencia entre otros a los elementos antiimperialistas cubanos que agitaban a la región caribeña. Al respecto Jussi Pakkasvirta “Víctor Raúl Haya de la Torre en Centroamérica ¿La primera y última fase del aprismo internacional?” en V Congreso Centroamericano de Historia San Salvador los días 18, 19, 20 y 21 de julio de 2000. http://www.helsinki.fi/hum/ibero/xaman/articulos/2000_05/pakkasvirta.html. El golpe de Batista con el que instauró una nueva dictadura en 1952 reactivó la animadversión de la juventud del Partido Ortodoxo contra los EEUU, Castro aprovechó esto para reclutarlos en una aventura que lo llevaría finalmente al poder en 1959. 215 Discurso Pronunciado por el doctor Fidel Castro Ruz, en el parque Céspedes, de Santiago de Cuba, el 1º de enero de 1959. (Versiones taquigráficas- Consejo de Estado) http://www.cuba.cu/gobierno/discursos/1959/esp/f010159e.html 216 “¡Así luchan los pueblos cuando quieren conquistar su libertad: les tiran piedras a los aviones y viran los tanques boca arriba!” Discurso de Fidel Castro La historia me absolverá. http://www.granma.cubaweb.cu/marti-moncada/jm01.html
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