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NIEBLA- MIGUEL DE UNAMUNO - PREPARAR EXAMEN, Resúmenes de Lengua y Literatura

NIEBLA- MIGUEL DE UNAMUNO - PREPARAR EXAMEN

Tipo: Resúmenes

2019/2020

Subido el 17/03/2023

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4.7

(10)

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¡Descarga NIEBLA- MIGUEL DE UNAMUNO - PREPARAR EXAMEN y más Resúmenes en PDF de Lengua y Literatura solo en Docsity! RESUMEN DE LA OBRA DE UNAMUNO: NIEBLA En el primer capítulo se nos habla de Don Augusto Pérez, un hombre singular y cotidiano, que un día de lluvia sale a la calle para pasear. A partir de ahí, se fija en una mujer que caminaba por enfrente y la sigue hasta llegar a un portal donde se encuentra la portera de su correspondiente edificio, Margarita. Augusto, había quedado fascinado al ver aquella hermosa mujer, y le preguntó todo lo que pudo a la portera sobre la vida de la otra mujer: ella se llamaba Eugenia Domingo del Arco, daba clases de piano, vivía con sus tíos, porque era huérfana y vivía en la avenida de la Alameda, nº 58. Ya en el segundo capítulo, Augusto vuelve a su casa donde es recibido por su criado Domingo, que le llama de señorito. Durante toda la mañana quédase en su gabinete donde fantaseó sobre la mujer en la que se había fijado: cómo se llamarían sus hijos de apellido, cómo harían la boda..., en fin, que ya había vendido veinte pieles de oso y todavía ni siquiera los había cazado. Se quedó un poquito dormido y luego despertó al tiempo que tomó su almuerzo. Regresó a su gabinete donde se puso a escribir una carta a la mujer que todavía no conocía. Al término, regresó a la Avenida donde vivía Eugenia y se cruzó con ella sin darse cuenta de ello, aunque ella sí se fijó en él. Ignorante, Augusto se dirigió al portal de Eugenia, donde se volvió a encontrar con Margarita, la portera, a la cual le siguió preguntando cosas acerca de la vida de Eugenia. Augusto se enteró de que ya tenía otro pretendiente, al cual decretó su lucha por conquistarla. En el tercer capítulo, Augusto marcha al casino donde se encuentra con su amigo Víctor y donde se disponen como todos los días a jugarse la tradicional partida de ajedrez. Pero hoy, no es un día normal, porque Augusto se distrae meditando sobre Eugenia y multitud de cosas más, mientras juegan al ajedrez ambos dos. Augusto, sin embargo, es un filósofo conspicuo, que le gusta mucho el ajedrez y el propio maestro de su amigo Víctor. Éste último le nota algo raro a su amigo, el cual le pregunta qué le pasa. Augusto le relata todo acerca de la mujer de la que se ha enamorado y que él ni siquiera conoce. Víctor dice conocerla, y al terminar la partida, con victoria de éste, éste dice en tono guasón el nombre de Eugenia con diminutivo. Adentrándonos en el cuarto capítulo, vemos cómo Augusto regresa a su casa meditando sobre los diminutivos y la niebla del amor, en el que llega a la conclusión de que la vida es una niebla y que no se conoce nada que no se haya querido antes. Llega a casa, se mete en su cuarto y empezó a pensar sobre el matrimonio entre Eugenia y él. Muchas noches, solían jugar Augusto y su criado Domingo una partida al tute. Una noche de aquellas, durante la mitad de la partida, Augusto, ante la atenta mirada de la mujer de su criado (la cocinera Liduvina), le preguntó cosas acerca de su matrimonio, llegando a la conclusión de que es más fácil casarse que ser casado. Augusto, mencionó a su madre, que le dijo antes de morir que debía traer a casa una mujer que viviera con él y supiera llevar bien los negocios de la casa. Y luego comenzó a hablar sobre su Eugenia, la cual era conocida también por su cocinera Liduvina. Más tarde acudió a su cama donde se acostó con la intención de soñar con Eugenia. El quinto capítulo comienza con el despertar de Don Augusto tras oir al chaval que traía La Correspondencia. Estuvo un poco pensando sobre su Eugenia y luego marchó a la calle. Se dirigió hacia el edificio donde vivía y se encontró con Margarita la portera, con la que estuvo charlando. Ésta le comunicó que ella ya tenía novio, pero muy valiente, prometió vencerle para conquistar a Eugenia. Tras la conversación entre ellos dos, Augusto marchó a la alameda, con la intención de refrescar sus pensamientos. Estuvo recordando la juventud y la forma de ser de su madre y muchas de las cosas que ella le decía antes de morirse. Augusto mencionaba la gran cantidad de cosas que aprendió con su difunta madre. Tras estos pensamientos melancólicos, vio un arbusto moverse misteriosamente, acudió a él y vio un pobre cachorrito que recogió para llevárselo, porque le daba mucha lástima. Lo llamó Orfeo. En el sexto capítulo, Augusto se dirige a la casa nº 58 donde vivía Eugenia, estuvo un poco meditando cuando de pronto, se asomó una mujer por el balcón que, intentando colgar la jaula de su pajarito, desafortunadamente, se le cayó. Augusto la recogió y entró en casa de dicha mujer invitada por ella misma a tal fin. Esta mujer, llamada Ermelinda, era la tía de Eugenia casada con Don Fermín, hombre anarquista y de personalidad contradictoria, que defendía la mayoría de cosas que en aquellos tiempos eran una barbaridad. Augusto se presentó a ambos, y se quedaron hablando sobre Eugenia y la buena pareja que formarían Augusto y ella. Don Fermín y Ermelinda, su mujer, querían que su sobrina se casara con él porque Augusto era un hombre de gran capital. El capítulo séptimo, según mi opinión, es algo melancólico, porque en él Augusto trata de descifrar el misterio de la vida y la eternidad después de la muerte aludiendo a la vez al amor que tiene con Eugenia. Piensa que ya es un hombre que tiene un fin concreto en la vida, conquistar a su amada, algo que antes no tenía. Cree que el amor que tiene desembocado con Eugenia es como una lluvia bienhechora, suave, que sirve para regar la cosecha que no ha podido ser regada durante semanas. Todo esto lo piensa teniendo en manos a su cachorrito Orfeo, con el que conversa. En el octavo capítulo, Augusto marcha a casa de los tíos de Eugenia e invitado por ellos para conocer a su amada. Estuvieron un rato charlando sobre la formación de las parejas amorosas, cuando de pronto sonó el timbre y entró Eugenia. Augusto no paró de contemplar aquellos majestuosos y brillantes ojos. Conversaron sobre cada uno (si a Eugenia le gustaba la música, que no era así, donde trabajaba...) hasta que empezaron a hablar sobre la hipoteca, lo cual hizo enfadar a Eugenia que se metió en su cuarto, porque era muy baja. A pesar de todo, Augusto estaba más feliz que antes al haber conocido tan enorme hermosura, y declaró ante los tíos de Eugenia que haría lo posible por conquistarla. Se fue a casa donde fue recibido por su cachorrito. Entró y se quedó hablando con Liduvina, su criada, la cual le notó una buena cara. Un día después, en el noveno capítulo, Eugenia se dirigió a un cuchitril donde se encontraba su novio Mauricio, al cual le dio conocimiento de la existencia de Augusto, el cual iba detrás de ella. Eugenia decía que no le soportaba. Además, estuvieron charlando sobre lo económicamente mal que iban ambos dos, porque estaban pensando en casarse, pero, al no tener trabajo Mauricio y Eugenia tener algo que no le gustaba (clases de piano), creían que esto no podía seguir así. Se dieron un beso y, después de decirle Eugenia que buscara lo antes posible un trabajo, se despidieron. En el décimo capítulo, sigue Augusto meditando sobre su Eugenia querida, a la misma hora que tuvo lugar el capítulo anterior y dirigiéndose a la vez al casino para reunirse con su amigo Víctor, y pensaba de distinta forma a como lo había hecho antes de la anterior visita a casa de los tíos de Eugenia. Pensaba que tenía los ojos más abiertos que antes y que era distinto. Algo que no le pasaba antes, ahora sí le pasaba: cada mujer que veía le parecía una hermosura. Vio cuatro mujeres que siguió y que les pareció verdaderas bellezas. Luego se encontró con Víctor, y Augusto le explicó lo enamorado que estaba de ella, pero Víctor le bajó los “humos” porque le invitó a que meditara si de verdad estaba él enamorado de Eugenia, si estaba “chalado” físicamente por ella. Él recapacitó y pensó que estaba enamorado nada más que de conciencia. Se quedó entonces con la pregunta de que si estaba de verdad enamorado de verdad de Eugenia. Regresó a su casa y charló con su cocinera Liduvina, la cual le dio un argumento similar. Comenzamos el undécimo capítulo cuando Augusto se dirige de nuevo a casa de Doña Ermelinda y Don Fermín, los tíos de Eugenia. Entró y, después de quedarse un ratito solo, vino Eugenia, avisada por la criada. Augusto se puso histérico por momentos e hizo actos de locura: no paraba de piropear a Eugenia, gritaba su nombre, le pedía perdón a ella sin saber por qué... y estuvieron conversando sobre su novio y si de verdad la quería. Unos instantes después vinieron los tíos de Eugenia y se encontraron con la sorpresa de Augusto, que estaba allí. Eugenia se metió en su cuarto y quedaron sus tíos y Augusto charlando sobre la ya mencionada Eugenia. Augusto, pensando hacer un acto de heroicidad, les comunicó que iba a pagar la hipoteca de la casa que entonces, ellos no tenían dinero para tal fin. En el duodécimo capítulo, Augusto se encuentra en casa cuando Liduvina le avisa que había venido la mujer del planchado. Ésta entra a su habitación y Augusto se le queda mirando. Le dice a ella, que no se había dado cuenta antes de lo guapa que era. Se llama Rosario. Augusto le explicó el problema que padecía, que no sabía lo que le pasaba, porque esa mujer (Eugenia) que no le quería le abrió los ojos. Rosario lloró por momentos, hasta que los dos se juntaron y quedaron abrazados. Fue un momento muy especial para los dos. Cuando ésta se fue, Augusto salió de la habitación y se quedó hablando con Liduvina, que los había visto, la cual le hizo comprender que él estaba verdaderamente enamorado de Eugenia. A la mañana siguiente, cuando comenzaba el decimotercer capítulo, estaba Augusto en la cama cuando de pronto le llamó Liduvina informándole de que había llegado una mujer que quería hablar con él. Se vistió rápido y se arregló deprisa. Eugenia había venido para pedir explicaciones sobre el pago de la hipoteca por parte de Augusto. Ella llegó a la conclusión de que él había realizado tal acto con el fin de conseguirla. Ella se enfadó y marchó a casa. Augusto necesitaba despejarse y se fue a la Iglesia de San Martín. Se sentó en un banco y tras pensar con su madre, se encontró con un viejo amigo, Don Avito Carrascal, y estuvieron charlando sobre la vida de cada uno: Avito era un hombre casado que no conoció madre y que descubrió lo que es tenerla cuando se casó con su mujer, su único hijo se suicidó y le dijo a Augusto que lo que de verdad debía hacer era casarse para conseguir a su “madre” de nuevo. En el decimocuarto capítulo, encontramos a Augusto, que después de haber charlado con Don Avito, se dirige al casino para jugar al ajedrez con Víctor. Éste estaba desorbitado, y muy desconcertado. Augusto le preguntó qué le pasaba y Víctor le empezó a contar una historia muy larga diciéndole a la vez que estaba en una situación grave: se casó muy joven y él y su mujer estuvieron intentando obtener durante mucho tiempo un hijo, pero no lo conseguían, y como consecuencia de ello, venían las peleas y discusiones. Viendo que no podían, decidieron adoptar un perrito, pero un inesperado día, tragó un hueso que le encasquilló en la garganta y lo mató. A partir de ahí, decidieron vivir como unos solterones “arrimados”, pero justo cuando lo estaban pasando en su momento óptimo, su mujer queda embarazada. Para ellos esto suponía un problema grave, e incluso Víctor se barajó la idea de darle el niño a Augusto. Después de la extensa charla entre ellos dos, marcharon, y Augusto se fue a casa. El decimoquinto capítulo comienza cuando Doña Ermelinda le preguntó a su sobrina qué era lo que había hecho. Ésta, segura completamente de lo que había hecho, le dijo que Augusto era un hombre que se quería aprovechar de ella. Doña Ermelinda insistía en que ella tenía que casarse con Don Augusto porque era lo mejor para sí misma. Pero Eugenia estaba tan enfadada con él que no quería oír ni siquiera mencionado su nombre. Ella no podía consentir que un hombre que apenas tenía que ver en su vida le pagase la hipoteca que ella y sus tíos no podían terminar de pagar. Al final de la discusión, justo después de irse Eugenia a la calle, llegó Don Augusto con la intención de decirle que se arrepentía de todo lo que había hecho, porque lo que hizo lo había realizado con la intención de hacer feliz a Eugenia, olvidando su posible relación o
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