Docsity
Docsity

Prepara tus exámenes
Prepara tus exámenes

Prepara tus exámenes y mejora tus resultados gracias a la gran cantidad de recursos disponibles en Docsity


Consigue puntos base para descargar
Consigue puntos base para descargar

Gana puntos ayudando a otros estudiantes o consíguelos activando un Plan Premium


Orientación Universidad
Orientación Universidad

Noches Lúgubres, Apuntes de Literatura del Siglo XVIII

Asignatura: Literatura Española del Siglo XVIII, Profesor: Isabel Visedo Orden, Carrera: Español: Lengua y Literatura, Universidad: UCM

Tipo: Apuntes

2014/2015

Subido el 14/06/2015

mslui92
mslui92 🇪🇸

4

(165)

27 documentos

Vista previa parcial del texto

¡Descarga Noches Lúgubres y más Apuntes en PDF de Literatura del Siglo XVIII solo en Docsity! Una lectura romántica de las «Noches lúgubres» de Cadalso Juan Rodríguez (Universidad Complutense de Madrid) En una reseña de hace más de medio siglo, Jorge-Luis Borges, al hacer una reflexión acerca de la literatura como hecho histórico, advertía, en relación a una frase de Cervantes, de qué modo el tiempo había sabido «corregirle las pruebas» al mismísimo autor del Quijote1 . Pocos años después daría nombre y cuerpo a esa idea en la heroica tarea de un Pierre Menard empeñado en escribir aquella novela. Y es que, inevitablemente, todo texto literario está sometido al poder enriquecedor del tiempo, que acumula sobre él un aluvión de lecturas e interpretaciones suplementarias. Dicho en palabras más autorizadas que las mías: «La vida histórica de la obra literaria no puede concebirse sin la participación activa de aquellos a quienes va dirigida. Ya que únicamente por su mediación entra la obra en el cambiante horizonte de experiencias de una continuidad en la que se realiza la constante transformación de la simple recepción en comprensión crítica, de recepción pasiva en recepción activa, de normas estéticas reconocidas en una nueva producción que las supera».2 El caso de las Noches lúgubres de Cadalso parece especialmente ilustrativo de esa dimensión histórica del texto literario, no solamente por esas más de cuarenta y dos3 ediciones de la obra realizadas a lo largo del siglo pasado, que atestiguan con bastante claridad la recepción pasiva de ese texto, sino porque fue capaz de provocar una avalancha de textos paralelos y complementarios -prólogos, notas, continuaciones, imitaciones-, que subrayan hasta qué punto ese texto respondía al horizonte de expectativas del lector del siglo XIX: es decir, cuáles eran para ese lector los méritos y las carencias de la obra de Cadalso. Casi podría decirse que buena parte de las interpretaciones que de un Cadalso romántico se han hecho en los últimos años parecen depender más de esa recepción romántica de las Noches lúgubres que de un análisis en profundidad de la obra del ilustre coronel4. Sin embargo, una aproximación detenida a estos textos generados a partir de la lectura de las Noches cadalsianas ofrece, a mi juicio, los límites de esa identificación, las diferencias entre la visión racionalista y estoica de Cadalso y el interés fantástico que los lectores románticos añadieron a un texto que, no hay por qué negarlo, tocaba algunos aspectos gratos a aquellos lectores5. No es este el lugar de plantear un análisis exahustivo de esos textos paralelos, tarea que, en buena medida, ha sido realizada ya por la crítica especializada6. Intentaré un panorama general y un tanto superficial para dibujar el contexto en el que se sitúa la continuación de las Noches lúgubres que contiene la edición que José Torner realizó en Barcelona en el año 1828, de la que ningún crítico hasta el momento, que yo sepa, ha hablado7. De las diferentes ediciones que he podido contrastar, habría que destacar dos textos adicionales que, pasando de una edición a otra, siguen una línea coherente. Por un lado, hay que prestar atención a los sucesivos prólogos firmados casi siempre por «El Editor» y que, entre la captatio benevolentia y la propaganda, contienen a veces alguna consideración sobre el texto. No hay entre ellos demasiadas variaciones pues la mayoría de editores copian sin pudor los prólogos anteriores, aun cuando ello les lleve a claras incoherencias. Sin embargo, hay algunos aspectos interesantes que, creo, merece la pena comentar. Por el otro, naturalmente, habrá que atender a los finales y continuaciones apócrifos que intentan redondear un texto que es percibido como inconcluso. El prólogo que llevaba la primera edición independiente y en libro de las Noches lúgubres8 sentaba las bases de los siguientes. En él, «El Editor» ensalzaba la figura de Cadalso y consideraba sus Noches de una manera ambivalente: si, por un lado, afirma al principio que no son «más que un complemento de las obras del célebre Coronel Cadalso», más adelante añadirá que «aun cuando no nos hubiese dejado otro testimonio que el de las Noches lúgubres, bastara para acreditar su talento» y finalmente considerará que dicha obra «excede a las demás» del autor. Pero, quizás, más interesante que eso sea la consideración que del destinatario de la obra, dentro de una tópica captatio benevolentia, hace el editor: «la sublimidad del concepto, lo patético de las expresiones, lo enérgico de su estilo, interesarán a los menos aficionados»; el fragmento ha sido citado con frecuencia por la crítica, pero me interesa destacarlo porque marca ya una intuición de cuáles características de ese texto serán apreciadas por un público mayoritario, no sólo por «los amantes del buen gusto», sino incluso por un público poco aficionado a la literatura. La «Nota del Editor» que encabeza la edición incluida en las Obras de 18039es, sin duda, resumen de la de 179810, aunque presenta una variante significativa: ahora «la sublimidad de la invención, lo patético de las expresiones, y lo enérgico de su estilo, interesa a todos», y no únicamente a los menos aficionados, señal inequívoca de la paulatina generalización de un gusto por lo sentimental. Contiene, además, dicha edición la primera mención al carácter inconcluso de la obra, pues el editor indica que presenta las Noches «en el estado que las dejó [su autor], persuadido de que concluidas hubieran excedido a las demás obras que produjo su claro ingenio». Y, como para evitar cualquier duda, añadirá una nota al final de la «Noche tercera» en la que advierte : «Desde luego habrá conocido el Lector que estos Diálogos no concluyen como deben. Y en efecto su Autor los dejó imperfectos, y sin darles la última mano, como consta del borrador original, en que según su plan, se proponía el reconocimiento de Tediato, detestando su furiosa pasión, sirviendo de escarmiento a los jóvenes incautos, para que se precaviesen, no dejándose arrebatar de una amor desordenado». (p. 192) casa e inmolarse con él, intención que Tediato ya había manifestado al final de la «Noche primera». Un desenlace, sin duda, mucho más romántico que el de cualquiera de las versiones anteriores en las que, en ningún momento, se llegaba a consumar el suicidio. Una vez definido este contexto, se puede apreciar con mayor claridad la anomalía que representa la edición realizada en Barcelona, en la imprenta de José Torner y fechada en 182824. Lo primero que llama la atención de ella es la presencia de un prólogo que no deriva de los tres modelos que he ido señalando hasta el momento, esto es, el de 1798, el de 1815 -con la adición del final de la «Noche tercera»- y el de 1822 - con la «Carta de un amigo»-, aunque con toda seguridad ha leído los tres pues comparte con ellos algunos rasgos25. Pero quizá lo más sorprendente es que se presenta como un prólogo escrito claramente en contra de las versiones apócrifas: «Persuadido el vulgo que el Coronel D. José Cadalso había consumado el proyecto criminal de robar el cadáver de su amada, con otras mil necedades que tan poco favorecen a aquel sabio e ilustrado militar, he creído hacer un bien a mis conciudadanos y a la buena memoria de dicho coronel, presentando un resumen verídico de su historia y publicando al propio tiempo en esta nueva edición de sus celebradas noches, su continuación hasta la muerte de Lorenzo, y Tediato». (p. iii-iv) Frente a las necedades del vulgo, el editor de 1828 se muestra dispuesto a ofrecer la verdadera historia de los amores de Cadalso. Y lo hará volviendo a destacar la finalidad didáctica que tuvieron las Noches: «Su gusto por la literatura fue muy marcado y en todas sus obras no perdió jamás de vista el noble objeto de corregir unas veces deleitando, otras atemorizando. Al paso que en los Eruditos a la violeta, en las Cartas marruecas y en algunas otras obras de ingenio se valió Cadalso de las armas de una sabia y elegante sátira, en las Noches lúgubres siguió un estilo diametralmente opuesto. En estas echó mano de lo que hace temblar al hombre más fuerte. Los sepulcros, las tinieblas y los muertos son los resortes que pone en movimiento para batir al vicio. El hombre abandonado a una desmesurada pasión se espanta al leer los extremos a que arrastró a Tediato su estravagante delirio y procura a enfrenarla si no quiere verse expuesto a cometer los mismos desvaríos que aquel insensato». (pp. iv-v) También se muestra la presente edición contraria a la identificación biográfica entre Tediato y Cadalso. El resumen que de los amores del autor nos presenta a un Cadalso bastante más desapasionado -o, por lo menos, más comedido en su comportamiento- que la «Carta de un amigo»: «Esta muerte prematura y repentina exaltó la fantasía de Cadalso y en aquellos momentos acalorados proyectó el robar el cadáver de su amada: proyecto que no pasó de su imaginación a pesar de lo mucho que se ha querido hablar sobre esto. Para desahogar el sentimiento que le causó aquella pérdida, escribió las tres noches que constituyen la primera parte (...)». (p. vii) Con esos antecedentes, no es de extrañar que el editor de 1828 no incorporase la apócrifa «Noche cuarta» que, sin duda, conoció y que debió de parecerle excesivamente exaltada. En su lugar, Torner edita tres noches más que suponen una continuación inédita hasta el momento y que no he visto reproducida en ninguna otra edición ni mencionada por ningún crítico. En relación a la autoría de esa continuación, la «Advertencia» del editor juega con una ambigüedad muy cadalsiana. Si en un primer momento, al explicar la historia amorosa de Cadalso, se las atribuye al escritor: «Después de escritas éstas [tres primeras noches], el Conde de Aranda que estimaba sobremanera a Cadalso por sus bellas cualidades, se lo llevó una temporada fuera de Madrid con el doble objeto de distraerle de aquellos tristes recuerdos y de disfrutar de su grata compañía. Por este tiempo se suponen escritas las que ahora doy al público». (p. vii-viii); un poco más adelante, sin embargo, llevado quizá por la misma vanidad de escritor, reconocerá su propia autoría: «Sobre el mérito de las tres primeras noches, creo que la prueba mejor son las repetidas ediciones que en pocos años se han hecho de ellas y el interés con que se buscan: tocante a las otras tres que por primera vez se publican me abstendré bien de prevenir la opinión del público que es quien debe juzgarlo. Solo diré que al componer estas tres noches fruto de algunos momentos melancólicos no me propuse otra cosa que imitar en lo posible al célebre Cadalso, y aunque conozco que ha sido toscamente, me prometo que los inteligentes disimularán los defectos de mi primer ensayo en escritos de esta naturaleza». (pp. ix-x) Interesante declaración que no sólo desvela el carácter apócrifo de la continuación, sino que nos muestra a un escritor novato -quizá el mismo editor- que pretende aprovechar el éxito editorial de las Noches lúgubres para dar a la luz esos «pinitos» fruto de un momento de melancolía. Las tres noches que constituyen la continuación enlazan temáticamente con el final apócrifo de la «Noche tercera», tal y como aparece publicado desde 1815. Aun así, Torner añade unas líneas al parlamento final del Juez, en las que condena a Lorenzo, «hombre insensato ejecutor de este proyecto criminal», a pasar sus días en un presidio26. En la «Noche primera» de esa «segunda parte», Tediato, confinado en una ciudad marítima y todavía afectado por la muerte de su amada, se reencuentra con Lorenzo, quien se ha fugado del presidio en África27 para volver a ver a sus dos hijos. Tediato le comunica que sus hijos ya nada necesitan y le promete llevarle hasta donde están en la noche siguiente. A lo largo de la «Noche segunda», en medio de una impresionante tempestad, Tediato se dispone a llevar a Lorenzo donde moran sus hijos, cuando un barco se estrella contra los peñascos y ambos corren a salvar a los náufragos; Tediato se lanza al mar y rescata a uno de ellos, que muere cuando sabe que toda su familia ha fallecido en el naufragio. En la «Noche tercera», Tediato conduce, por fin, a Lorenzo hasta el cementerio donde están enterrados sus hijos y el sepulturero muere al ver sus esqueletos; inmediatamente muere también Tediato lamentando que sus restos no pueda reposar junto a los de su amada. Inspirado explícitamente en las Noches de Cadalso, el anónimo autor de esta continuación retomará muchos de los temas que ya aparecían en la primera parte. Su comparación nos permite marcar las diferencias entre el sentimiento que hacia 1771 nutrió a Cadalso y el que cincuenta y siete años después mueve a este desconocido escritor. Lo primero que llama la atención es el desarrollo que ha sufrido, en las noches de 1828, la escenografía terrorífica y sepulcral. Cadalso había echado mano de ese género de tradición filosófica en la Europa de su época, pero la descripción del entorno en sus Noches queda limitada a las consideraciones iniciales de Tediato. En realidad, a Cadalso, más que la presentación de un escenario horroroso, le interesa subrayar la percepción anómala que Tediato tiene de todo cuanto le rodea28. Por el contrario, en la continuación anónima los diferentes decorados y paisajes, de gusto mucho más claramente romántico, son reproducidos con un mayor detalle. En la primera noche los dos personajes se reencuentran junto a unas ruinas; en la segunda, el lugar de la cita será una «escarpada roca inmediata al mar» (p. 138), en medio de una «horrorosa tempestad» (p. 153), lo que da lugar a la presentación de una escenografía de gusto inconfundible: «¡Qué negros nublados!... El aire los impele y los va aglomerando... Aquellas ráfagas de luz que de cuando en cuando se dejan ver en el horizonte hacen más horrorosa la noche. El mar se embravece... Todo anuncia una próxima tempestad... (...) Qué furioso se pone el mar. Con qué ímpetu se estrellan las olas contra este peñasco...».
Docsity logo



Copyright © 2024 Ladybird Srl - Via Leonardo da Vinci 16, 10126, Torino, Italy - VAT 10816460017 - All rights reserved