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Orientación Universidad
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Novela "Malón de amor y muerte" 2, Transcripciones de Lengua y Literatura

Es la segunda parte con una muy interesante historia

Tipo: Transcripciones

2023/2024

Subido el 06/05/2024

joaquin-cerutti
joaquin-cerutti 🇦🇷

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¡Descarga Novela "Malón de amor y muerte" 2 y más Transcripciones en PDF de Lengua y Literatura solo en Docsity! GRACIELA RAMOS Una vez organizada la estancia partirían hacia Córdoba, allí estarían más tranquilas, A pesar de lo sucedido, en Córdoba se encontrarían más con- tenidas que en el medio del campo, solas. Ahora eran cuatro mujeres solas. Únicamente debían elegir el momento de cruzar el camino hasta la ciudad. En la zona, los indios habían arrasado con algunas estancias más y todo era una barbarie. Esa noche Rosalía estaba recostada en su cama cuando Blanca entró en la habitación e interrumpió sus pensamientos. —¡Mi niña, mi niña! —repetía la mulata tomando la mano de Rosa- lía—. Diosito me la devolvió, yo le pedía a doña Ana y don Julio... —Ay, Blanquita, fue una pesadilla, es una pesadilla... No puedo creer que papá y mamá no estén aquí con nosotros. —Ni me diga, niña, son desgraciao, si yo lo sabré... Usté va a tener que estar tranquila. Se va a acomodá todo. —¿Por qué nos cambió así? —Tiene que aceptá, mi niña, si no se hace más duro. Mientras Blanca acariciaba la cabeza de Rosalía soltó: —Mi niña, cuando usté salió pal campo, al día nomá llegó un siñior a buscarla, un tal Alfonso... —¿Alfonso? —preguntó Rosalía y de un salto quedó sentada en la cama. Sí, se fue priocupao cuando le contamos lo que pasó. —+4¿Qué más, qué más?! —Si fue, y no lo vimos más, habló con la niña Teresa. —¡Era Alfonso! —exclamó Rosalía—. Era Alfonso, ¿y me fue a buscar? ¿Estás segura? —Sí, pregúntele a la niña Teresa. Ella fue la que lo conversó. ¿Quién es, mi niñita? ¿No será el mocito que me la confundió en el campo? Sí, es él. Es él, Blanca... bueno, después me enteré de que era cura, justo el día que mataron a papá y a mamá, me enteré de que era cura. Me quise morir, Blanca. —¿Cura? No tenía pinta ecura, mi niña. —Pero Lorenza me dijo que creía que era cura, pero... bueno ¡Llamá 130 Scanned with CamScanner MALÓN DE AMOR Y MUERTE a Teresa que venga ahora mismo! Quiero que me cuente todo. Estaban mateando en la cocina, mientras Blanca organizaba la comida, Ro- salía y Teresa limpiaban las joyas de doña Ana, y Arusi, que otra vez había estado consultando sus caracoles, contaba lo que había visto. Y cuando dijo que otra vez la desgracia caería sobre la familia Ramírez, todas levantaron la vista al mismo tiempo, dejando los quehaceres a un costado. —Salí, negra! Siempre train la muerte tus caracoles enbrujaos. ¡Fuera! —gritaba Blanca enfurecida. —¡Son mi caracole, no mienten va vé —¡Salí, negra! —3Í, como si vo juera blanca —le contestó Arusi, ofendida. Las chicas se pusierón un poco inquietas, pero no dijeron nada... Los caracoles de Arusi siempre se aproximaban a la verdad. Rosalía trataba de poner un poco de alegría a la discusión entre las criadas. Blanca enseguida averiguó sobre Alfonso con sus contactos y le trajo las no- ticias a su querida Rosalía que esperaba ansiosa. Una pequeña luz se había prendido en su horizonte. —-Contá, contá, contá... —le pedía a Blanca. —Mi niña, es que el español se jué pa'las España. —¿Qué? —preguntó Rosalía sin entender lo que quería decir Blanca. Sí, se volvió pa'su país, que su mamá estaba muy mal, que no va vo/vé. —Se fue... —dijo Rosalía. —Sí, mi niña. Mejor se lo olvida nomá. Es que el destino se había encaprichado con ella. ¿Por qué lo había traí- do a sus pensamientos? Todo se había vuelto tan cercano, tan real. El recuer- do de su sonrisa, otra vez la estremecía... pero. No, no era posible. Era un amor imposible, y ella debía aceptarlo. Ese día estuvo en su cuarto con un dolor en el pecho que ya era habi- tual, le dolía el corazón. Todos estos detalles no habían pasado desapercibidos para Mailén. Es- taba muy atenta a su hijita de la vida, e intuía que algo pasaba con ella y al- 131 Scanned with CamScanner GRACIELA RAMOS guida la pusieron en contacto con un conocido de don Julio que comenzó a trabajar al otro día con el fin de reunir toda la información. Ya se había corrido el chisme de que Rosalía había regresado de un cau- tiverio con los indios; esa noticia no era buena ya que excluía a las hermanas de los eventos sociales. De todas maneras, a las Ramírez solo les interesaba sobrevivir la adversidad, lejos de asistir a tertulias. Trataban de no salir mucho, las compras las resolvía Blanca con Eliseo y ellas solo salían para ir a la iglesia y con invitación especial de amistades o parientes. Algunas veces las visitaba el padre Pedro que estaba pendiente de la fa- milia Ramírez y les daba recomendaciones a las muchachas. Era mediodía y Teresa no llegaba para almorzar. Rosalía estaba muy sensible así que enseguida se preocupaba. No le gustaba que saliera sola sin decir adónde estaba. —Esta mujercita siempre nos tiene sobresaltadas —decía Rosalía im- paciente. —Quiso ir a la misa de la mañana. Me dijo que había hecho una pro- mesa a la virgen —la tranquilizó Mailén. Rosalía sintió un escalofrío en su cuerpo. Caminó unos pasos y otra vez. Una brisa le acarició la cara. En ese momento sonaron golpes desde la puerta principal. Blanca fue a atender y regresó apenas unos minutos después con la cara pálida y sin palabras. Rosalía corrió enseguida a ver de qué se trata- ba. Había un caballero esperando al costado de un coche tirado por ca- ballos. —Buenas tardes, ¿señorita Ramírez? —le dijo inclinando suavemente su cabeza. —Buenas tardes... —Jacob Bennington, señorita —dijo inclinándose en una reverencia. —¿S? —preguntó Rosalía. —Me temo que traigo malas noticias —dijo el joven. —¿De qué se trata? 134 Scanned with CamScanner MALÓN LE AMUK 1 MUEKIE Hace una hora aproximadamente encontré en la calle el cuerpo sin vida de una mujer que, según me informan, vivía aquí. A Rosalía se le aflojaron las rodillas de solo pensar quién podría ser. “Tranquila, si alguien pudiera ayudarme”, pensó. Eliseo se acercó apresuradamente con Blanca por detrás y enseguida apareció Mailén sosteniendo los hombros de Rosalía, % Cuando se asomaron al coche del caballero, pudieron ver el cuerpo exá- nime de Teresa, con el pecho atravesado por una lanza envuelta en un pañue- lo rojo. Rosalía sintió que su cuerpo se desvanecía. Sus piernas ya no podían sostenerla. Ver allí a su hermana Teresa era una fea broma de la vida. No, no Podía aceptarlo. Llevaron el cuerpo de la muchacha a la casa e invitaron al mensajero a Pasar. Se lo veía un hombre de clase, su acento inglés hacía especial su forma de hablar. —Malditos! ¡Malditos! ¿Qué les pasa?, mi hermana no está en la polí- tica. A mi padre lo mataron por unitario y jamás estuvo involucrado, a mi hermana la matan por nada... —gritaba Rosalía llorando de impotencia en los brazos de Mailén. — Tranquila, querida —decía la mujer, al tiempo que la llevaba tomada de los hombros hasta la cocina, buscando un buen té con brandy que calma- ra el dolor renacido en el corazón de la niña. Eliseo, sin poder creer lo sucedido, le pidió detalles al caballero que ha- bía traído el cuerpo de Teresa hasta la casa. Jacob se puso a disposición de esa familia tan maltratada por la muerte. —En realidad vengo poco a Córdoba, nosotros somos de una familia de comerciantes ingleses en Buenos Aires y yo viajo mucho al interior. Hoy, cuando salía de recorrida, ya organizando mi regreso, me encontré en la mi- tad del camino, a la vuelta de la plaza, un cuerpo tirado en la calle, era ella. ¿Teresa, me dijo, verdad? —Sí, Teresa —Eliseo pronunció su nombre con un nudo en la gargan- ta. Al borde de las lágrimas, agradeció al caballero y lo acompañó hasta la puerta. 135 A — Scanned with CamScanner GRACIELA RAMOS Otra vez los caracoles de Arusi no se habían equivocado, otra vez la muerte había azotado a la familia sin razón. ¿Es que acaso estaban malditos? Cuando Juana se enteró de la muerte de Teresa, no pudo dar crédito a la noticia. La arrebató un fuerte ataque de furia. Blanca tuvo que encerrarla con tranca en un cuarto. Juana, a los gritos, había ido a buscar armas para salir a ajustar cuentas con los asesinos de su hermana... Lloró y gritó pegan- do patadas a la puerta durante horas. Ala tardecita, Teresa ya estaba cambiada en la cama, esperando su ve- latorio. Entonces Mailén reunió a las dos hermanas en la cocina y les dijo: —_La muerte de Teresa es tan absurda como las de vuestros padres y como mi cautiverio tantos años con los indios. Mis niñas, Teresa murió y el motivo se lo dejamos a Dios. La venganza no es buena, debemos aceptar el destino y seguir adelante. Mis niñas, se los dice una mujer que de sufrimien- to sabe mucho. Las muchachas quedaron calladas escuchando a esa madre que la vida les había regalado después de haberles cobrado tantas otras injustamente. Arusi contenía el llanto junto a las cacerolas y Blanca caminaba enojada por toda la casa. —Claro —fue la única palabra que emitió Rosalía llorando. Salió de la cocina y se fue a recostar al lado del cuerpo de Teresa. Las sirvientas la habían dejado hermosa, la muchacha dejó un ramille- te de flores en las manos de su hermana muerta mientras la miraba y acari- ciaba su rostro. —¿Qué hicimos, querida, para merecer tanta desgracia? ¿Acaso fuimos tan malas? ¿Por qué te enamoraste tanto? ¿Te mataron para hacerle daño a Francisco? Si él no sabía que lo amabas tanto, querían castigarlo... ¿Por qué te hicieron daño a ti? Hermanita... Dale un beso a mamá y a papá, y por fa- vor, ayudame a seguir adelante por Juana, por mí. Si tuviera que elegir vivir o morir, me iría con vos. Pero está Juanita y la tengo que cuidar. Te quiero, hermanita. Te voy a extrañar mucho. ¡Mal nacidos! ¡Salvajes de mierda! Derramó tantas lágrimas que, exhausta, se quedó dormida junto al cuer- po sin vida de Teresa. Mailén la miraba desde la puerta. Lloraba en silencio, 136 Scanned with CamScanner Mmmm, a ver, tiene menta. .. ¿Qué más? Mailén observó a su alrededor que no estuviese Arusi y se despachó con la receta. Con el solo fin de encontrar un tema de conversación que no fuera la desgracia o la muerte. —En agua hirviendo se pone un poco de ruda, menta, hierbabuena, ro- mero, poleo y cedrón. Se deja reposar un momento. Luego hay que tomar una brasa caliente y pasarla por el azúcar blanca, con eso, endulzar el té —contó Mailén. —Si Arusi se entera de que estás dando su receta más sagrada, se va a enojar mucho —le reprochó Rosalía. —Sí, sí —dijo Mailén, contenta de haber distendido un poco el clima. Al fin, tranquilos, bebieron el té y conversaron, Juana apareció recién al final de la tarde, y pasó directo a su cuarto. No quiso hablar con nadie a pesar de la insistencia de Rosalía, que presentía que su hermanita estaba por el sendero incorrecto. La casa se sentía rara sin Teresa, siempre estaba conversando y haciendo planes. Se sentía un manifiesto silencio de su voz, su ausencia entristecía a todos en la familia. Mailén trataba de inventar algo nuevo para sostener a Rosalía y evitar que cayera en la depresión. Le gustaba la compañía que le ofrecía Jacob. Ese joven alto, de cuerpo bien determinado, ojos azules y ca- bello oscuro, tenía su encanto. Durante los días siguientes, Jacob se hizo presente en la casa acompa- ñando a Rosalía en todo momento. Las charlas en la galería, con el mate y alguna exquisitez preparada por Arusi, se extendían cada vez hasta más tarde. Siempre traía de regalo chocolates para las “bellas damas de la casa”, decía. Juana nunca estaba, se escabullía bien temprano. Cuando Rosalía la buscaba, ya se había ido y regresaba bien entrada la noche. Era tan pequeña, era tan frágil, tan hermosa... Había heredado la blanca piel de su padre. Los bucles rubios y las pequitas en sus cachetes la hacían encantadora. ¿Dónde estaba? ¿Por qué no se dejaba ayudar? Mailén le pidió a Eliseo que la siguiera, que averiguara qué hacía Juana todo el día fuera de la casa. Mientras tanto Jacob estaba siempre pendiente de las necesidades de las 139 Scanned with CamScanner GRACIELA RAMOS mujeres, incluso le había ofrecido gentilmente a Rosalía ayudar en los nego- cios de la familia. Él tenía muy en claro las cuestiones comerciales. En fin, la joven apreciaba mucho la presencia del muchacho; sin su apoyo hubiera sido más difícil. El tiempo caminaba sin prisa pero sin pausa. Mailén había recibido la noticia de que su marido, Federico, había muerto hacía poco tiempo y sin perder nunca la esperanza de que ella regresara. .. Le había dejado en un testamento toda su fortuna, que estaba en Villa Concepción del Río Cuarto; de su fami- lia de origen, sus padres habían muerto y su hermano se había ido a estudiar a Francia, solo quedaban parientes más lejanos. Lo lógico sería trasladarse a Río Cuarto para resolver los temas legales, pero no viajaría a ningún lado, quería estar con las chicas hasta que todo se encaminara. Entonces, encargó al abogado que hiciera todos los arreglos de papeles y se los trajera a Córdoba para firmar. Ella no dejaría solas a Rosalía ni a Juana un solo minuto. Su corazón brilló al enterarse de que su esposo la había esperado siem- pre. Pobrecito, ¿qué habría pensado de ella y de su hijo? ¿Qué sería de su hi- jito?, tendría pocos años más que su querida Rosalía... ¿Estaría vivo? Recién después de tanto tiempo, se dio permiso para imaginarse algunas escenas de lo que hubiera sido su vida si los indios no hubiesen atacado Las Marías, la estancia que tenía la familia de su marido en el campo y a la que se habían mudado apenas se casaron. Cerró los ojos y se recordó: sentada en la galería, con las manos en su vientre, esperaba cada tarde ver aparecer a Federico en su potro negro, segui- do de la peonada y los perros... ¿Cómo sería su vida hoy?, tal vez hubieran tenido más hijos, tal vez tendría nietos... ¿Cómo sería Federico después de tantos años? ¿Cómo sería su hijo si estuviera vivo? Abrió los ojos lentamente, tenía que dejar que las lágrimas emergieran. Pero allí estaba con su nueva familia. No iba a desperdiciar la oportu- nidad que Dios le había puesto al frente, velaría por las Ramírez, que hoy eran sus seres más queridos. A pesar de todo, le gustó saber que su esposo la había amado hasta el día de su muerte. Sonrió. 140 Scanned with CamScanner CAPÍTULO 19 LAS APARIENCIAS ENGAÑAN L os días transcurrían muy tensos en Córdoba, el enojo de los Reinafé con la muerte de Teresa había causado algunos desmanes. Paz seguía cobrándose vidas y el verano empezaba teñido de sangre. Mailén trataba de mantener unida a la familia, o lo que quedaba de ella. Algunas noches Juana no regresaba a la casa, se había convertido en un feo hábito; esta situación preocupaba a Rosalía que pensaba todo el tiempo cómo ayudar a su hermana a quien casi no veía. Jacob preguntaba repetidamente por Juana, la hermana fantasma. Ro- salía inventaba cada vez una nueva respuesta, la excusaba siempre. Eliseo ha- bía averiguado que la muchacha no frecuentaba buenos lugares, y la mayor parte del tiempo estaba borracha, la situación familiar se había salido de con- trol. Mailén contenía a Rosalía todo lo que podía, pero no era suficiente. Jacob Bennington, hombre de temple inglés, se involucraba cada vez más en los negocios de los Ramírez. Con la anuencia de Rosalía, Eliseo le consultaba todo. Hablaba poco de él. Le comentó a Rosalía que había pos- tergado todos sus viajes para quedarse un tiempo con ella. No quería dejarla sola con tanta desgracia alrededor. En silencio, Rosalía estuvo de acuerdo. Se sentía muy a gusto y contenida con el joven. Había puesto en marcha los negocios familiares, y a pesar de la angustia, la vida continuaba. Luego de un corto tiempo, Jacob creyó oportuno el momento para de- clarar su amor a Rosalía y así pedirle matrimonio, estarían más tranquilas si él estaba con ellas en la casa. 141 Scanned with CamScanner GRACIELA RAMOS menzar con los preparativos del casamiento, a pesar del descontent lén. Era necesario que se casara. Necesitaba una mano fuerte mn ceMa, Juana. Una vez casados, la gente dejaría de verlos como los a : vez, su hermana podría retomar las tertulias con sus amigas. Eso la y, ? a sl mucho. Rosalía, con mucho dolor, aceptó la indiferencia de todos. . . cambiaría con el casamiento, estaba segura. ¿O el destino le tenía in, algo más? 144 el Scanned with CamScanner CAPÍTULO 20 LA BODA eacercaba el día de la boda. Se casarían e dre Pedro, tan amigo de la familia, El padre Pedro fue personalmente n Córdoba y le Pidieron al pa- que oficiara la Ceremonia, dirla de ese matrimonio. El vestido de novia con el luto se lo habían enc. Por supuesto, puso todo su amor en cada detalle. Juana participaba lo menos horas. Se mostraba desinteresada Los invitados eran solo fam argado a Celia, quien, Posible y seguía ausentándose por largas de todo lo Que sucedía en la casa. iliares y amigos muy cercanos, Rosalía observaba los arreglos y pensaba en Alfonso, sándose con su gran amor y con su padre esperando Para entregarla ante su futuro marido, ¡Qué hipocresía!, no estaba ninguno de los dos, uno muerto y el otro Dios sabía dónde. Tal vez Mailén tuviera razón y ese casamiento no era lo Correcto, Pero ella sentía seguridad en su decisión, debía proteger a Juana de alguna manera. Tal vez con esa unión se les abriría una ruta fuera del país adonde Pudiera llevar a su hermana a rehacer su vida, Allí, solo era Una borracha caída en desgracia. Y si ella no se casaba con Jacob, nadie le iva. Eso estaba claro. Así que estaba conven- debería estar ca- Matrimonio a Una caut; isión tomada, Se Uegó día. Casaría y empezaría una nueva vida, "VO su momento de | F 145 gloria al exponer todos sus encantos Scanned with CamScanner sx GRACIELA RAMOS con Blanca por detrás que le objetaba todo, Maig - Mailén lay había convocado tempranito y las había arreglado a las dos, lucían difi Ni elegantes. Cuando Eliseo las vio se despanzurró de la es mbién había estado detrás de Celia y Fines e Cada culinarios en la mesa, graciosas, ciendo el enojo de ambas. Ta detalle de esa mañana tan importante en la vida de su querida Rosal; a. A pesar de que los invitados eran pocos y muy allegados, no dejab; e la familia y de armar conjeturas sobre pe de ido en la vida de los Ramírez. > amente era una bendición de do, n chismosear sobre la suerte d la misteriosa mujer que había apareci La casa brillaba de luz ese día, segur: desde el cielo. Los arreglos con flores naturales, los manteles ría que doña Ana exhibía en fiestas especiales, estaban allí l de la casa estaba presente. Todas las venta- Julio y doña Ana blancos y la plate decorando las mesas. La elegancia nas abiertas dejando que el sol ing; Los comentarios de los invitados il TeSara. ban subiendo de tono a medida que po y la novia no aparecía: “¿Por qué se casa ahora?, esta familia “¿Y la muj ió? “Parece que es una india que ayudó ala pasaba el tiem, está sellada por la desgracia”. de dónde sal: ba en cautiverio”. er, esa desconocida que está con ellas?, ¿quién es?, ¿ Ramírez cuando esta! Rosalía estaba lista y cuando cruzó su mi! de hablar mientras rada con el espejo, ya no escu- chaba a Celia que no paraba le retocaba el vestido, alí estaba ella a punto de casarse con alguien a quien apenas conocía, y a quien seguramente tendría que aprender a amar. ¿Y Alfonso? ¿Dónde estaría? ¿Qué sería de él? Como un juego, pensó por un momento que él era quien la espe raba abajo y su Cara se iluminó por un segundo con la idea. acia donde se encontraban los invitados ego sobre Cuando se encontró con la mirada de todos A cho no se le veía. Jacob estaba esperind chó desu brazo Lentamente caminó hi Estaba sencillamente soberbia. ella, lanzó una sonrisa que hacía mu anonadado ante tanta elegancia. Cuando estuvo a su lado se enga cinentes! Luego de la ceremonia civil y las firmas de los papeles per pas , a ada la ceremonia religiosa que se realizó en el jardín central de no sop El resto de la gente CO in ¡ento ortaba la idea de ese cas ll a menzó 4 des termini el padre Pedro se fue enseguida, amor de la hija de su mejor amigo. los manjares y a beber. 146 Scanned with CamScanner Bu MALÓN DE AMOR Y MUERTE Los paúles con la ropa del flamante marido estaban allí, Esperando ins seda. > ciones: , NN truc qalliS Jacob ingresaron al dormitorio donde él cayó vestido a la ca. ma y se quedó dormido viendo cómo su mujer bregaba con el ropaje. Rosa- lía, aprovechando la situación, se acostó muy despacito a su lado sin hacer un solo ruido para no despertarlo. Entrada la noche sintió las manos de su marido en su cue; po. La pri- mera sensación fue salir corriendo pero se quedó allí quietita, debía respon- así que solo pidió en su mente que fuera rápido. Jacob se quedó dormido nuevamente a medio ca- mino. Con mucho aplomo sacó la mano de sus pechos, se dio vuelta hecha un bollito y cerró sus ojos. Ante el primer rayo de sol saltó de la cama y rápi- damente salió de la habitación. Por la noche, ya vería. dera su esposo, era una parte más del matrimonio, Jacob se levantó y saludó a la Peonada, tomó unos mates y se marchó enseguida a atender sus negocios. Avisó a Rosalía que pronto tendría que viajar a Buenos Aires a recibir un barco que traía mercadería suya; Juana también había salido tempranito. Rosalía, sentada en la galería, pidió la ban- deja con el mate, añorando estar en el campo. Mailén trajo pan casero y mer- melada de durazno hecha por Arusi. Esta niña debía alimentarse. “Se la veía muy debilucha”, pensaba. Charlaron animadamente, como siempre, se sentían bien juntas. —¿Qué tal la noche de bodas? —preguntó Mailén tímidamente. —Nada. —¿Nada qué? —Jacob se quedó dormido. —No te creo. Ay, esto está muy mal. Muy mal —dijo Mailén preocu- Pada, otro pésimo indicio de ese hombre. —No, a mí me parece que está muy bien. Querida, un casamiento sin amor es una desgracia casi parecida a la == » que vivimos nosotras. El comentario de Mailén le horadó el alma. Prefirió no contestar nada. Ella tenía razón: Pero alguien debía salvarlas, sobre todo a Juana que estaba yendo por el camino equivocado. 149 Scanned with CamScanner GRACIELA RAMOS —¿Dónde está Juana? —preguntó Rosalía. —No sé, —Hay que pedirle a Eliseo que la busque, que la en, cuentr y traiga. Hoy voy a arreglar las cosas con ella, ela A pesar de que Eliseo la buscó en todos los lugares Posibles, y, , Ola ep. contró. Así que regresó sin Juana a la casa dejando muy en ojadaa e a, Esa noche se hizo tarde, Rosalía se había entretenido ayudando a Mailén a los papeles que le había mandado el abogado para la firma. Cuando cermi. naron, se despidió de ella con un beso, cruzó a oscuras el Patio y entró al sala con el resplandor de la luna que le regalaba luz. Ya encaminada hacia su cuarto, sintió un ruido que provenía de la habitación de Juana. Una Sonrisa se dibujó en su rostro, al fin podría hablar con ella, no perdería un segundo, Pero cuando estaba por llegar, vio la puerta entreabierta, se acercó despacio porque se dio cuenta de que no estaba sola. “¿Con quién estará Juana?”, pensó. Se asomó sin hacer ruido y vioa Jacob, su flamante esposo, cabalgando a su hermana que estaba tirada en la cama con el vestido sobre la cabeza. Estupefacta, caminó hacia atrás pero re- gresó a mirar; quería corroborar lo que había visto, no podía ser real... Pero lo era, allí estaban ambos, él peleando con el vestido de Juana para llegara sus pechos y sumiéndola en golpeteos rápidos y firmes. Ella estaba inerte mi- rando el techo y él gozoso cabalgando sobre el cuerpo de la joven. Caminó nuevamente para atrás y cayó de espaldas en los brazos de Mailén que en si- lencio la llevó hasta la cocina, pidió una botella de brandy y echó a toda la servidumbre para quedar las dos solas. —No puedo creer lo que acabo de ver —dijo Rosalía con un hilo de voz. ] —Es verdad. Yo tampoco lo puedo creer... —afirmó Mailén. —Estoy maldecida. —Nada de eso. No es tu culpa. Esas palabras retumbaron dentro de la mente de Rosalía dl cansando de no vengar ninguno de sus dolores, bebió. sin a q a brandy y se sirvió la segunda, quedó con la mirada fija en € Scanned with CamScanner ese estaba la copade ¡entras MALÓN DE AMOR Y MUERTE Mailén la miraba preocupada. Esperó un par de horas a que su marido estuviera dormido y luego se recostó al lado sin hacer ruido. Se levantó a la madrugada, tomó mates sola, y enseguida salió sin decir adónde iba. Regresó al mediodía. Fue hacia la cocina y preparó un mate ella misma, luego se tendió en un sillón en la galería dejando sus pies libres al sol. El día sucedió tranquilo, sin sobresaltos. Como de costumbre, durante la ce- na, Juana estaba ausente. Esa noche Jacob anunció su pronto viaje a Buenos Aires por unos asuntos de negocios pero nadie en la mesa prestó atención. Rosalía hizo caso omiso al tema y asintió con la cabeza. Era mejor si ese hom- bre desaparecía enseguida, al final todo había salido al revés. Y Juana... tenía sentimientos encontrados con respecto a su hermana. Rosalía había entrega- do su vida a Jacob para, en parte, salvar la reputación de las Ramírez que quedaban y Juana... No podía juzgar a su hermana, vivía borracha. Seguro Jacob se había aprovechado de ella. No le encontraba vuelta al asunto que le carcomía el corazón. ¿Por qué no le había hecho caso a Mailén? Ella tenía toda la razón. Hasta los caracoles de Arusi habían dicho que ese matrimonio no era bueno. Rosalía se había enterado escuchando detrás de la puerta, por- que nadie se había animado a decírselo a ella directamente. No podía borrar esas imágenes de su cabeza... no podía soportar la presencia de Jacob, pero debía fingir que no sabía nada. Hasta saber qué iba a hacer. La semana siguiente siguió todo igual. Jacob había tratado en varias oportu- nidades de intimar con Rosalía y ella siempre lo evadía. Esa noche Jacob estaba próximo a viajar, pero antes quería consumar el matrimonio con su esposa. Ya no era el hombre dulce y cariñoso que estaba pendiente de las necesidades de Rosalía; ahora solo bregaba en su beneficio. Ingresó al cuarto bien entrada la noche y con un fuerte olor a alcohol. Rosalía ya estaba dormida cuando sintió el cuerpo de Jacob encima de ella. Trató de correrlo a un costado, pero Jacob, falto de paciencia, le presionó el cuello con el antebrazo dejándola inmóvil debajo suyo. — Tranquila, Rosalía, ya vas a encontrar el amor por mí. Voy a esperar- 151 Scanned with CamScanner CAPÍTULO 21 MALAS ELECCIONES L os días caminaban con tristeza. Rosalía tenía toda su atención puesta en Juana. Era la única familia que le quedaba. Jacob no había regresado, ni siquiera había enviado una carta... Situación que no alertaba para nada a Rosalía, si no regresaba era mejor. Mailén conversaba con Rosalía sobre qué hacer con Juana, incluso ha- bían pensado en encerrarla en una habitación y hacerla revisar por un médi- co. Pero Rosalía desistió de la idea, Juana tenía que estar de acuerdo en que- rer dejar de vivir como lo hacía. Otra vez las Ramírez estaban en boca de todos. Era una tarde calurosa. Estaban tomando aguadulce en la galería cuan- do apareció Blanca. —Mi niña, un sinior la busca. Dice que es de parte del sinior Jacob. —Gracias, Blanca, que pase a la sala, enseguida estoy allí —contestó Rosalía. Ingresó altiva y lista a escuchar las noticias, ya nada la sorprendía. Un caballero de aspecto contable, con anteojos pequeños y de mucho aumento la esperaba. —-Disculpe las molestias, mi nombre es Álvaro Rodríguez y el señor Jacob Bennington dejó esta dirección para sus asuntos. —Sí, claro. Soy su esposa —contestó Rosalía pensando que se había acabado su tranquilidad y que su esposo anunciaba su regreso. —Señora, lo lamento mucho... no sé cómo decirle que... hace unos 154 Scanned with CamScanner MALÓN DE AMOR Y MUERTE días él falleció de viruela en Buenos Aires. —¿Qué? —preguntó confundida. Sí, la enfermedad lo atacó muy fuerte y no se pudo hacer nada. La- mentablemente tampoco se puede trasladar su cuerpo por temor al contagio. Rosalía, incrédula, se sentó al frente del caballero, su esposo se había ido y no había tenido nlás noticias de él hasta este momento y ahora estaba muerto... De todas maneras no le importó demasiado, la vida de las mujeres transcurría muy tranquila sin él dando vueltas por la casa. Tal vez esta era una buena noticia. —Tenemos algunos papeles que firmar y tengo algo más que comen- tarle... Sí, sí, claro —contestó con sus pensamientos muy lejos de la conver- sación. Pasaban las horas y Rosalía seguía encerrada con el desconocido, Mailén co- menzaba a inquietarse, Finalmente, el caballero se retiró. La muchacha se dirigió directamente a su cuarto sacando del medio a Blanca y a Mailén que la perseguían por todos lados. Las lágrimas comenzaron a descender sin permiso por sus mejillas, es- taba indignada, enojada. ¿Qué más....? —;¡Quiero estar sola! —lanzó el grito cuando sintió que estaban en- trando a su cuarto. Enseguida se hizo el silencio. Pasaron varias horas hasta que reapareció Rosalía. Tenía los ojos rojos de tanto llorar. Y se la veía enojada. Impotente. Indignada. —¿Qué pasó? —preguntó Mailén con miedo de escuchar la respuesta. Justo en ese momento se sumó Blanca y Arusi escondida detrás... —3Jacob falleció en Buenos Aires. —-¿Y eso te tiene tan triste? —preguntó Mailén que no entendía mu- cho lo que estaba pasando. —Claro que no, es que el muy desgraciado tenía esposa en Inglaterra, Y eso no es nada. Era un sinvergijenza que se casó conmigo solamente por los negocios y el dinero de papá. 155 Scanned with CamScanner GRACIELA RAMOS —Yo sabía que era un mal bicho —agregó Mailén. —Bueno, la mejor noticia es que ahora voy a poder pedir la nulidad del matrimonio. ¡Qué desgraciado! Yo le creí. —Es lo mejor que nos pudo pasar. Que este infeliz salga de nuestras vidas. Debemos agradecer. Ahora podemos reconstruirnos de nuevo. Ahora solo importa Juana —dijo Mailén acariciando la cabellera de Rosalía. La joven le regaló una sonrisa. Tenía razón, a pesar de la impotencia que sentía ante la situación de engaño, era lo mejor que les podía pasar. Se quedó allí disfrutando de las caricias de Mailén en su cabeza. Eso era lo úni- co que lograba relajarla un poco. Ahora tenía que concentrar todas sus ener- gías en su pequeña hermana. No iba a perder lo único que le quedaba... Juana. Juanita. soil - Scanned with CamScanner MALÓN DE AMOR Y MUERTE La joven la tuvo sobre su regazo como cuando eran pequeñas, acarició su cabello como lo hacía doña Ana. Mailén, que había estado siguiendo la situación desde un rincón, enjugó una lágrima con su mano y se retiró son- riendo, Cuando Blanca las vio: —Diosito miscuchaste, ahhh... Ya mesmo les traigo algo pal buche —sa- lió corriendo sin esperar comentarios. Mailén cruzó mirada y sonrisa con Rosalía. Las hermanas quedaron en silencio el resto de la tarde, con caricias, recuerdos y proyectos para el bebé que venía a bendecirlas. Esa noche en la cena hubo festejos, “la vida que trae Juana en su vientre se- gurito es para enfriar la desgracia”, pensaba Blanca, siempre pendiente. Eliseo había puesto carnes al fuego y Arusi acompañó con papas dulces, hojas verdes y frescas decoradas con finas rodajas de tomates, pimientos y verduras secas. Estaban todos juntos, peones y amos, en la mesa de la sala, con la vaji- lla especial de doña Ana. Arusi estaba tan nerviosa que hablaba y hablaba rápido y nadie le entendía. Eliseo y Blanca la retaban a cada rato. Las puertas abiertas daban lugar a una pequeña brisa que calmaba el calor. Otra vez la sonrisa fue la protagonista de la mesa. Hubo lágrimas, risas y abrazos. Al fin un rato de felicidad... Otra vez las Ramírez habían burlado la adversidad, allí estaban, juntas. Mailén tenía a Juana de un lado y del otro a Rosalía. Sus hijas del corazón. 159 Scanned with CamScanner CAPÍTULO 23 ESE MALDITO DÍA L ejos de todas las calumnias que se comentaban alrededor de la infausta vida de las Ramírez, ellas seguían adelante como podían. Ya no eran invitadas a las tertulias más importantes, ni codiciadas por los caballeros del lugar, pero a ellas poco les importaba. Estaban esperando que las cosas se acomodaran un poco para regresar al campo y allí estar felices con el nuevo bebé que ya tenía nombre, si era mujer se llamaría Ana y si era varón, Julio, en homenaje a sus abuelos maternos. Mailén se había convertido en la madraza de las hermanas, estaba pendien- te de cada suceso. Juana llevaba su embarazo con la mayor entereza. Rosalía se- guía pensando en su gran amor, Alfonso, aunque nunca se lo comentaba a nadie. El médico que siempre había atendido a la familia llevaba de muy buen gusto el embarazo de Juana, por supuesto muy mal visto entre las amistades y parientes, ya que se trataba de un hijo sin padre declarado, ni matrimonio por realizarse. Mailén seguía con su abogado tramitando su herencia. Cuando estaba próxima la fecha del parto, todos en la casa mimaban y cuidaban a la futura madre. Tejían ropita para el bebé o la bebé, buscaban colores blancos y neutros por las dudas. Hacían apuestas acerca de si sería mujer o varón. Estaban contentas, hasta ese día, ese maldito día... Rosalía la vio llegar y algo no estaba en su lugar. —¿Qué te pasa, Juana?, no te ves bien hoy —dijo. —Me siento un poco indispuesta, desde anoche, tal vez me haya caído pesado el locro, es que Arusi lo preparó tan rico que no pude parar de comer. 160 Scanned with CamScanner MALÓN DE AMOR Y MUERTE Roslía se acercó y tomó sus manos. —4Juana, estás hirviendo!, tenés fiebre, ¡Blanca, pronto, mandá a bus- car al doctor! Enseguida la llevaron hasta la cama, y Mailén, con trapos húmedos bien fríos, trataba de bajar la temperatura. Rosalía se fue a buscar a Arusi casi corriendo... —¡Tirá los caracoles! ¿Qué dicen? ¡Dale! ¡Ahora! —Mi niña, no están, los tiré a la basura... —¡Mentís! ¡Dale, negra! —le imploraba, llorando. —_Los tiré a la basura, ¿s que no mi gustó lo que dijeron, los tiré, los ti- ré... —decía la criada conteniendo las lágrimas y tomándose la cabeza con ambas manos. Rosalía, tomada por el pánico, salió de la casa tan apurada que casi la atropella un grupo de militares que cruzaba por la calle en ese momento. Corrió hasta la iglesia adonde solía rezar y fue derecho hasta la imagen de la virgen María. Se arrodilló a sus pies y comenzó a decirle: —¿Qué pasa conmigo, virgencita? ¿Por qué me sacás a todos los seres que amo?, ¿qué estoy haciendo mal? Te pido por mi hermana y mi sobrino, es lo único que queda de mi familia, no te metas con ellos, estoy aquí en paz, si todo esto es porque estuve inapropiadamente con un cura, yo no lo sabía y te pedí perdón muchas veces y también creo que ya sufrí lo suficiente como para pagar la pena. Dios te salve María, llena eres de gracia... por favor, con mi hermana y mi sobrino no... Quedó parada al frente de la virgen como tomada por la locura, con el dedo la señaló y sentenció: —Si algo le pasa a lo único que dejaste de mi familia, jamás volveré a entrar aquí. Acomodó su vestido, dio la vuelta y bajo la mirada triste del padre Pe- dro, salió de vuelta a su casa. Cuando Rosalía ingresó, ya estaba el doctor con Juana. Había pedido quedarse a solas con ella para revisarla. Rosalía se quedó a la espera y Mailén le dio la bienvenida al padre Pedro que había seguido a la muchacha y que llegaba justo unos minutos detrás de ella. 161 Scanned with CamScanner GRACIELA RAMOS Mailén la acompañaba y contenía permanentemente. No la dejaba sola ni un solo minuto. Y Julito era la luz de sus días. Había que empezar de nuevo. ¿Tendría las fuerzas necesarias? 164 ceci tc Scanned with CamScanner CAPÍTULO 24 UN LUGAR EN EL MUNDO osalía y Mailén conversaron mucho acerca de cómo organizarían sus idas a partir del nacimiento del bebé y la muerte de Juana. Ambas mujeres coincidieron en que criarlo en el campo, con libertad, era lo mejor. Mailén terminó de organizar todos los papeles con el abogado de la fami- lia y se pusieron en marcha para viajar antes de que llegaran los fríos intensos. No podían dejar de sacar las cuentas de que la desgracia siempre los encontraba en Córdoba, así que luego de que el médico autorizara a viajar a Julito, partieron hacia Villa de Tulumba. A Mailén y a Rosalía los viajes las ponían nerviosas, pero ambas muje- res callaban, solo cruzaban miradas. Esta expedición había estado muy orga- nizada, no solamente se trasladaban otras familias, sino que también había jinetes contratados para resguardar la seguridad. Julito estuvo muy tranquilo durante el viaje, y apenas llegados al cam- po festejaron y se relajaron. Miguel y Lucía, junto al resto de los peones; los esperaban conmovidos, habían acondicionado todo para recibir al bebé. Cuando Eliseo vio el trabajo que habían hecho en el campo y la forma en que habían cuidado los animales, se emocionó mucho y recordó a su que- rido patrón. “Si lo viera”, pensó, “a esta gente me la mandaron del cielo”. —Madre santa, si mi amo viera esto, se doblaría emocionao... Anque en el cielo don Julio debe estar riendo —agregó Blanca. El campo estaba sembrado y los corrales llenos de animales, era el me- jor augurio de felicidad. 165 Scanned with CamScanner GRACIELA RAMOS Lucía también se destacó... Había estado en cada detalle cuando orga- nizó el cuarto de Juana para el bebé. La paz debía llegar a esta familia, así que se organizaron para prevenirse de posibles ataques de malones, inclusive Lorenza había colaborado con ello, sumando guardias. Los días comenzaron a transcurrir con tranquilidad, Rosalía había to- mado el mando del campo junto a Eliseo, y Mailén de la casa, haciendo bue- nas migas con el resto de las criadas. Una tarde, Mailén estaba mateando en la galería y se acercó Blanca con cara de misterio, ese rostro que enseguida preocupaba a cualquiera porque era portador de alguna mala noticia. —Y ahora qué... —No, no... nada. Es que la Lucía me contó que antes mesmo, su her- mana mayor encontró un niño de una cautiva y lo llevó pa! pueblo. —¿Qué? Justo en ese momento irrumpió Rosalía que alcanzó a escuchar la últi- ma parte. —Sí, querida. Es que esta bocona no sabe guardar un secreto —agregó Rosalía dirigiéndose a Blanca. —Justito ya miba. —Sí... mudá esas caderas gordas ahora mismo. Blanca salió echando humo y protestando por lo bajo por haber metido la pata. —Yo quería contarte esto, pero no es para que te ilusiones, es solo algo que aconteció hace mucho tiempo... nada más. —¿Qué pasó? —preguntó Mailén. —Cuando Lucía se enteró de tu historia, le contó a Blanca que hace tantos años como los que vos dijiste, su hermana mayor había recogido el bebé de una cautiva. —No entiendo —dijo Mailén completamente pálida. —_La hermana de Lucía encontró un niño tirado por una india o cau- tiva y ella recogió al niño. —Y la hermana de Lucía... 166 Scanned with CamScanner US MALÓN DE AMOR Y MUERTE Llegó el día de partir, previamente Augusto le había preguntado a Al- fonso si prefería quedarse a descansar en Buenos Aires unos días más. Pero el joven le dijo a su amigo que solo quería estar en su casa... en el campo. Eso animó mucho al cura, saber que había consagrado su casa como propia. El viaje transcurrió casi en silencio, solo se conversaba lo necesario. Ambos estaban inmersos en sus pensamientos. Alfonso había pensado mucho en su futuro. Había decidido volver pa- ra poder encontrar a su madre o a su familia. Pero también había decidido quedarse y servir a esta patria que tanto lo necesitaba. Llegados e instalados en Tulumba, cada uno retomó sus tareas. Alos pocos días de llegar, Augusto supo que las Ramírez habían regresado y se enteró de toda la tragedia familiar. Le contaron que Rosalía había regresado sana y salva de su cautiverio, la muerte de las hermanas, el nacimiento del niño. No sabían de quién era el niño... Tenía que decírselo a Alfonso. Esa tarde estaba bien fría, Augusto ingresó a la cocina y se arrimó al fuego, poniendo las manos cerca para calentarlas. —Ramona, traeme mate y tortas fritas. —Enseguida, mi curita. Mientras Ramona preparaba la merienda, Alfonso ingresó también en- garrotado del frío. —Para mí tu chocolate caliente, nadie lo hace más rico... — Alfonso, tenemos que conversar. —¿Qué pasa? —preguntó el joven, preocupado, Augusto había ensayado en su mente varias frases para decírselo despa- cio, Pero fue en vano: —Rosalía está viva —le dijo. Alfonso quedó parado delante de la mesa con los puños apretados. —¿Qué estás diciendo, amigo? —le dijo. —Sí, Ramona me contó apenas llegamos, esperaba el momento para decírtelo, pero bueno, es ahora. Igual te tengo que decir algo más... —Que sea ahora, ya! 169 Scanned with CamScanner GRACIELA RAMOS —Rosalía estuvo cautiva y logró escapar, cuando regresó se casó con un inglés y de ese matrimonio hay un hijo. Alfonso se sentó nuevamente. No entendía muy bien, Luego de lo que había pasado, había regresado y así sin más se había casado. Él, a pesar de lo poco que había visto a Rosalía, creía conocerla bien. Algo había pasado allí. Y él lo averiguaría. —Cuentame, ¿qué más? ¿Cómo fue lo de las hermanas? Pobre gente, cuanta desgracia. Augusto y Ramona, sentados frente a él le contaron todo lo que sabían. Alfonso escuchaba atentamente. Cada tanto pegaba un puñetazo sobre la mesa. Estaba tan enojado con todo lo que le había pasado a la familia Ramí- rez, pero al mismo tiempo tan feliz de saber que Rosalía estaba viva... Alfonso salió a la galería y se reclinó en un sillón observando el paisaje, definitivamente ese sitio era su lugar en el mundo. Por su cabeza rondaban mil preguntas: ¿Qué había pasado? ¿Por qué no había esperado que él regre- sara? Lo había engañado brutalmente, pero, ¿por qué? De todas maneras, era fabuloso que estuviera viva, ¡era grandioso! Se la imaginaba cabalgando y la sonrisa se posaba en su rostro. No podía evitarlo. La noticia del casamiento de Rosalía lo indignaba, pero cuando la re- cordaba viva, sonreía. Estaba muy celoso. Eso era. Debía aceptar que lo en- furecía pensar que otro hombre podía poner las manos sobre Rosalía, ¿Y habían tenido un hijo? Pero estaba viva, allí. Un estremecimiento recorría su espalda cada vez que se repetía: “¡Está viva! ¡Está viva!”. Se levantó del sillón y se fue a su cuarto. Buscó entre sus cosas y allí la encontró, la medallita. Le dio un beso a la imagen, y luego la guardó en su bolsillo. Era temprano cuando el sol apareció, se podía observar la fuerza de la helada que había caído la noche anterior. El frío no lo detuvo, Alfonso salió en su caballo directo a la estancia de los Ramírez. Cuando estaba llegando, pudo ver la cantidad de guardias que había, así que se quedó a un costado, observando... Esperó verla, pero ese no era su día de suerte. No quiso ingresar. No estaba preparado para el encuen- tro. 170 Scanned with CamScanner MALÓN DE AMOR Y MUERTE Ramona mimaba a Alfonso con las comidas que más le gustaban. Las empa- nadas eran sus preferidas. Mientras las saboreaba, la mujer lo miraba fijo. Hasta que no aguantó más y soltó: —Tiene que entenderla, Alfonsito, ella perdió a toda su familia, tal vez el casamiento era una solución, usted sabe como tratan a las cautivas aquí... —Cállate, Ramona. —Dele, ¿por qué no habla con la doñita y aclara todo? Mis santitos es- tán al revés y si me descubre Augusto me va a retar de lo lindo... —Cállate, Ramona. —¿Español tenía que ser! ¡Terco como una mula! —¿Qué dices? —Nada mhijito, nada... —Ramona no insistió más y se fue refunfu- ñando, era duro el muchacho. Era orgulloso, no podía pensar que Rosalía estuviera casada con otro hombre y menos aún que tuviera un hijo de él. No podía... cuando este pen- samiento invadía su mente, la sangre bramaba en sus venas y su rostro se po- nía rígido. Rosalía trabajaba en el campo al lado de Eliseo a pesar de que Mailén le había pedido que no lo hiciera ya que no había necesidad, pero ella insistía, de esa manera se sentía despejada, viva, Después del almuerzo, llegó Eliseo y le preguntó a Mailén dónde esta- ba Rosalía, había un joven que preguntaba por ella en la entrada. —¿Lo conocés? —preguntó Mailén. —Creo que es un vecino. Me parece cara conocida —contestó el capataz. —Bueno, que pase a la sala, que la espere allí, yo la busco a Rosalía. ¿Cómo se llama? — Alfonso Cornejo. —Bueno, yo le aviso —dijo Mailén. Eliseo acompañó a Alfonso hasta la estancia, y lo hizo ingresar a la sala cumpliendo las instrucciones dadas por Mailén. —Espere aquí, amigo. Enseguida lo atienden —le dijo. 171 Scanned with CamScanner GRACIELA RAMOS Rosalía lo escuchaba y lo observaba, no se animaba a recibir tanta feli- cidad toda junta, sabía, aunque no reaccionaba que estaba allí, en su sala, conversando con el gran amor de su vida, que había regresado de España y que moría de amor por ella, ¿Sería todo verdad? ¿O era otra burla del desti- no? —¿Me escuchas? —preguntó Alfonso al ver a su amada con la mirada perdida—, ¿Me voy? —¡No! Por Dios, es que no puedo creer que estés aquí conmigo. Cuan- do terminó de decir esas palabras, comenzaron a rodar lágrimas en su rostro y Alfonso, compungido, la abrazó, apoyando la cabeza de Rosalía en su pe- cho, acariciando sus rulos, descansando su amor. Rosalía desahogaba su co- razón. Tenía tantas lágrimas para derramar. ... Mailén no aguantaba más la curiosidad, así que se asomó por la ventana a es- piar. Los vio sentados uno al lado del otro. Alfonso la tenía abrazada sobre su pecho. Mientras la acariciaba, besaba su cabeza. Sonrió y se retiró tranquila. Pasadas varias horas, salieron ambos amantes tomados de la mano... Sonriendo. Ambos tenían los ojos rojos por haber llorado. —Mailén, te quiero presentar a alguien —dijo Rosalía, feliz. —Sí, ya lo conocí, me apena que nunca me hayas hablado de tu gran amor. Es muy buen mozo —dijo mientras lo saludaba cálidamente. — Una larga historia que luego te contaré —dijo Rosalía. —Mucho gusto, señora —dijo Alfonso respondiendo al saludo de Mailén. —Mailén es mi mamá del corazón, mi amiga, mi hermana —agregó Rosalía. —Bueno, bueno —dijo Mailén que ya estaba al borde de las lágrimas, escurriéndose hacia la cocina y conmocionada por el parecido de Alfonso con su amado Federico. Alfonso y Rosalía salieron caminando juntos cruzando la galería, hacia el jardín, había tanto para conversar. Hacían una hermosa pareja. Rosalía le contó, con detalles, todo lo acontecido a Alfonso, quien no podía 174 dl Scanned with CamScanner MALÓN DE AMOR Y MUERTE creer que toda esa desgracia había caído junta sobre una misma familia. Se desesperaba por contenerla sobre hechos que ya habían sucedido, se malde- cía por no haber estado con ella. ¡Qué diferente hubiera sido todo! —Nos casamos, así le podemos ofrecer una familia a Julito —dijo to- talmente decidido. —Sí, mi amor... —Augusto nos puede casar mañana mismo en la capilla. — Alfonso, ya me casé una vez, esta quiero que sea especial, como el amor que siento por vos. Podríamos hablar con tu amigo Augusto para hacer traer a mi familia al cementerio detrás de la capilla, es algo que tengo pen- diente y luego nos casamos. —Sí... hoy mismo hablo con él y hacemos los arreglos —dijo Alfonso, pensativo. —¿Qué pasa? —preguntó Rosalía, preocupada. —Nada, nada... Estaba imaginando que luego nos vamos todos a Es- paña hasta que esto aclare. —¿España? —dijo la muchacha brillando como un diamante. —¿No querías viajar? —¡Sfl, es que... —No empecemos con el claro... claro... —rieron con ganas. Siguieron conversando, el tiempo se había convertido en eterno para ambos. No había día que no estuvieran juntos, esa tardecita, mientras la pareja de enamo- rados gozaba de una hermosa cabalgata por el campo, Mailén, ayudada por sus fieles cómplices Blanca, Arusi y la última agregada al clan, Lucía, acondicionaron la habitación matrimonial que había pertenecido a don Julio y doña Ana, con sá- banas del ajuar bordadas por la propia doña Ana, flores frescas y perfumadas. La tina rebosaba de agua perfumada con lavanda y rosas. Las mujeres salieron de la habitación con la frente alta y el corazón con- tento, Arusi había enterrado sus caracoles, sin decirle a nadie adónde. Pero sí aclaró que los había enterrado con la muerte, para que ahora solo vida y ale- gría llegaran a esta castigada familia. 175 Scanned with CamScanner GRACIELA RAMOS Esa noche hubo fiesta en la casa de las Ramírez, un lechón y un buen costillar trinando a las llamas, las papas dulces de Arusi y las populares em- panadas de Ramona, la peonada mezclada con la familia, Julio que rodaba de brazo en brazo. Las sonrisas habían regresado a casa, Augusto y su gente como invitados de Alfonso. Eran veinte personas festejando la vida, el amor, el encuentro. Juntaron mesas en la galería. La vistieron con la mayor elegancia. Siem- pre en esos detalles seguía estando la impronta de doña Ana con Mailén su- pervisando todo. Tarde, con un poco de alcohol y mucha felicidad, Alfonso le dijo a Rosalía: —Mi amor, esta noche quiero que seas mía, solo mía... para siempre. Ella le contestó con una sonrisa. Luego se levantó sin soltar su mano, obligándolo a seguirla. Caminó derecho a su cuarto. Sin mirar a nadie. Cuando estaban por llegar, se les cruzó Arusi: —Se van pal otro lao, se van pal otro lao —repetía Arusi al ver que los enamorados no se dirigían al nido de amor que les habían preparado. Mailén salió corriendo al encuentro y la tomó de un brazo a Rosalía... —Querida, la habitación principal los está esperando —le dijo al oído y siguió su camino. Rosalía sin entender mucho, se volvió sobre sus pasos y lo guió rumbo a la habitación de don Julio. Detrás, las tres chusmas se chocaban para espiar. Cuando abrieron la puerta, la primera emanación de aromas encanta- dos los envolvió. Rosalía volvió su rostro y las vio: estaban las tres husmean- do con Lucía saltando por detrás, les guiñó un ojo y cerró la puerta. Alfonso la miró. Era increíble que estuviera allí, justo delante de él. Tan hermosa... tan suave. Se acercó a ella y la abrazó. La besó en la boca durante un largo rato. Luego con movimientos muy cuidadosos comenzó a despojar- la de su ropa, con cada prenda que sacaba, inmediatamente la llenaba de be- sos. La tomó con sus brazos y la recostó en la cama sin dejar de mirarla a los ojos. Luego, con movimientos rápidos, se deshizo de su vestimenta. Alfonso solo quería complacerla, recompensarla por todo lo sufrido. Besó cada parte 176 Scanned with CamScanner MALÓN DE AMOR Y MUERTE Lospreparativos de la boda seguían su marcha. Todos estaban involucrados, codos querían ser parte importante en la organización. Por supuesto, y sin discusión, Mailén se puso al frente del gran evento. Julio seguía creciendo fuerte y sano, “mandón como el patrón”, decía Blanca, porque la tenía de un lado para el otro. Ella protestaba pero le daba todos los gustos. Eliseo ya le había construido un caballito de madera. Julito era la voz de la alegría. En el poblado todos hablaban de la boda del español y la Ramírez. Rosalía era feliz en el campo. Ese mediodía estaba sentada en la galería, sola hasta que el llanto de Julito la sacó de sus pensamientos. Venía llorando hacia ella. Lo abrazó. Sintió sus bracitos rodear su cuerpo y el latido de su corazón. Fue como abrazar a su hermana Juana. Lo alejó unos centímetros para poder ver su carita, las lágrimas habían humedecido la tierra de su: rostro, era un enchastre su cara perfecta, los ojos de Juana. Lo llenó de besos, lo consoló y se sintió agradecida por tenerlo. Se quedó jugando con él hasta que los vio ingresar. Alfonso y Augusto venían al galope en sus potros. Entregó al niño en los brazos de Blanca y se deleitó con la escena. Su mirada quedó prendada en Alfonso. Eran uno con su caballo. Sus codos se elevaban al cielo al tiempo que su cabello se destacaba rubio como el marco de rostro bronceado. Podía imaginar su boca carnosa y de ancha sonrisa, la podía ver. Sintió una cosqui- lla que subía en su estómago y disparó una sonrisa. Quería abrazarlo ya mis- mo. Llegaron, frenaron al frente de la galería. Ambos jóvenes saltaron de sus caballos y los ataron al palenque. Alfonso enseguida abrazó a Rosalía. —¿Puedo saludar a Rosalía... y luego siguen? —preguntó Augusto lue- go de esperar unos segundos con sus brazos cruzados viendo como se abra- zaban. Rieron los tres. Entrada la tarde Alfonso le dijo a Rosalía: —Querida, Augusto te está esperando en el escritorio, quiere conversar un momento contigo, no te entusiasmes con las misiones, ya le aclaré que tú no estás disponible para sus locuras. 179 Scanned with CamScanner GRACIELA RAMOS Rosalía ingresó al escritorio. Allí estaba Augusto y apenas la muchacha vio su cara, un mal presagio la asaltó. El cura se dio cuenta: claro, esta mujer solo había recibido malas noticias en el último tiempo de su vida así que se incorporó y le dijo: —Tranquila, Rosalía, todo está bien. El rostro de la joven retomó su color normal. —Tengo una inquietud importante, y antes de conversarla con nadie me pareció lo más atinado conversar con vos —le dijo a la joven invitándola a sentarse. —¿Qué pasa, Augusto? —preguntó Rosalía, pensando que había pasa- do algo con Alfonso. —Es que... quiero conversar de algo con vos. Es bas- tante delicado. Pero si es así como yo pienso... —¡Ya, hablá ya! —Es que es solo una suposición mía. ¿Y si estoy equivocado? —;¡Vamos, Augusto!, me estoy muriendo de ansiedad. Ya no sé qué pensar, por favor desembuchá, ¡ahora! ——Creo que Alfonso es el hijo de Mailén —dijo sin mucho preámbulo. Rosalía no se esperaba esa noticia. Quedó callada mirando fijo a Augusto. —No —fue la única palabra que pudo salir de su boca. —Sí. —¿Sí?, bueno, dale, contame todo... ¡dale! —dijo ansiosamente la muchacha. —-Mailén dejó su hijo y una mujer lo tomó en sus brazos, creemos que esa mujer es la hermana de Lucía quien lo llevó al poblado, y de allí no sabe- mos nada más. ¿Cómo llegó hasta la ensenada? Estamos averiguando por la familia que lo recibió luego. Rosalía, dejando de lado las costumbres, se levantó, lo abrazó y comen- z6 a llorar, —Por favor, Augusto, confirmá esto, necesito saber si es así para con- tarle a Mailén, mi mamá, mi suegra, mi hermana, mi amiga... Imaginate si esto fuera realidad... Sería justicia para la pobre Mailén. Averiguá por favor. —Bien, bien, no llores que no sé qué hacer —decía Augusto ponién- dose nervioso. 180 Scanned with CamScanner MALÓN DE AMOR Y MUERTE —Augusto, esta es la noticia más hermosa que he recibido en mucho tiempo. Ahh, un momento... cuando Mailén vio a Alfonso la primera vez casi se desmaya, porque se le apareció la imagen de su esposo, le contó a Blanca que es un vivo retrato de su esposo, dice que no lo puede mirar mu- cho porque piensa que es un fantasma que la persigue. ¡Sí! Rosalía comenzó a saltar abrazada a Augusto que no sabía qué hacer. El joven cura se sentía muy incómodo con Rosalía colgada de su cuello. —Por favor, por favor, necesito compartir esto con mis amados —re- petía Rosalía. — También son mis amados, y no quiero hacerles daño, dame unos días que termino de averiguar algunos detalles y vemos. No lo compartas con nadie, hasta que yo no te lo confirme. ¿Me lo prometés? —;Te lo prometo, curita! —le dijo cariñosamente. Rosalía le dio un beso en la frente y un fuerte abrazo. —Te quiero, curita —diciendo esto, salió a los saltos como una niña. Augusto la siguió con la mirada, feliz por su amigo. Era la mujer para él, no había dudas. Miró hacia arriba cruzó sus manos y en voz muy bajita dijo: —Gracias! 1 - AR ' Scanned with CamScanner GRACIELA RAMOS ble, el cabello recogido en un peinetón tomando una fina mantilla, despeja- ba sus rasgos finamente declarados, el corsé definía una mujer esbelta y de aspecto muy fino. —Estás hermosísima —le dijo Rosalía al verla. —Mi princesa, vos estás hermosa —tomando de las manos a su hija del corazón le dijo—: te deseo la mayor felicidad que Dios te pueda ofrecer, no dudo que al lado de Alfonso vas a ser muy dichosa, es un excelente hombre. —-Gracias, gracias. Te quiero mucho. —Yo también, hijita, siempre voy a estar a tu lado. —¿Hasta que la muerte nos separe? —preguntó Rosalía con los ojos empañados de emoción recordando los días en la toldería. Allí, las dos cau- tivas. —Hasta que la muerte nos separe —respondió Mailén tomando sus mejillas con ambas manos y sellando el pacto con un dulce beso en la frente. —Por favor, Mailén decile a Augusto que venga un minuto, tengo que hablar con él urgente. A los pocos minutos ingresó el cura con cara de preocupado... Pero cuando la vio exclamó: —Sos la novia más linda que he visto, estás muy hermosa Rosalía —le dijo, y sin perder un minuto, la bendijo. —Y vos el curita más atrevido que he conocido. Ambos se fundieron en un abrazo y luego cruzaron una mirada cóm- plice. —¿Antes de entrar? —preguntó Rosalía, feliz. —Sí, antes de entrar. Espero que todo salga bien. Me muero por ver la cara de ambos. Que Dios nos bendiga... —dijo Augusto. —_Listo, nos vemos en un momento —terminó Rosalía cómplice y misteriosa. Alfonso estaba muy nervioso, Augusto lo había ayudado con el traje, se sen- tía apretado con toda la ropa que llevaba puesta. Se veía elegante, el sol había bronceado su tez y aclarado sus ojos, el pelo tirante para atrás dejaba despe- jado el rostro y a pesar de que sus rasgos estaban un poco tensos, no pasó . 184 Scanned with CamScanner desperibido para las mujeres del lugar que lo miraban embobadas. Era to- do un caballero y muy buen mozo. Alfonso no pudo dejar de pensar en sus madres, las dos. Una que lo puso en manos de la otra. Ninguna estaba allí, con él. Un dejo de emoción lo envolvió, seguro desde el cielo su madre del corazón estaba compartiendo este momento de felicidad con él. ¿Y su madre verdadera?, el origen de su viaje a Argentina, tal vez debería olvidarse de eso, tal vez él había llegado a esas tierras, no para encontrar a su madre, sino para conocer a Rosalía, la dueña de su corazón, tal vez luego de la boda tendría que irse a España y ol- vidar el resto. Al menos Rosalía estaba allí, esperándolo, solo para él. Le parecía un milagro estar a punto de casarse con la mujer de sus sueños. Llegó el momento, la capilla estaba repleta de gente, los novios habían acor- dado entrar juntos y sin cortejo. Alfonso estaba próximo a Mailén esperando a Rosalía en la puerta, sin poder evitar todas las miradas y comentarios que los invitados hacían sobre él. Rosalía se demoraba, no llegaba... estaban todos un poco impacientes, Mailén trataba de calmarlo mientras Augusto decidió ir en busca de la joven. El padre Pedro los esperaba del otro lado, detrás del altar, estaba impaciente. ¿Qué había pasado con Rosalía? ¿Por qué no llegaba? Luego de unos minutos, que parecieron horas, Alfonso levantó la vista y la vio venir cruzando el jardín tomada del brazo de Augusto, quedó sin aliento, estaba hermosa, bellísima. “¿Para mí?”, pensaba. Espontáneamente toda la gente comenzó a aplaudir, a aplaudir el amor, la belleza, la heroína, la felicidad, algunas lágrimas de los presentes escaparon de sus escondites. Rosalía lucía soberbia, su rostro era luz, caminaba lentamente hacia su amado Alfonso. Ya los cuatro en la entrada, Mailén se corrió para dejar paso a la pareja para que ingresaran ala iglesia, ella iría derás con Augusto. —Yo voy a entrar con Augusto, porque mi papá no está —dijo Rosalía obviando la mirada perdida de Alfonso. —Pero, mi amor, dijimos que entrabamos juntos, yo tampoco tengo... 185 Scanned with CamScanner GRACIELA RAMOS con quién entrar, digo... —Sí —dijo Augusto tomando la mano de Mailén y uniéndola con la de Alfonso, y continuó diciendo— Alfonso, Mailén es tu mamá... ella es tu mamá de sangre, la que tanto buscaste, la que cuando te vio casi se desmaya Porque sos un vivo retrato de tu papá. Luego miró a Mailén y le dijo; —Mailén, es tu hijo querido. El que dejaste para salvarle la vida, El que siempre sentiste que estaba vivo, es él, Alfonso. Mailén miró a Alfonso con el ceño fruncido y vencida ante la duda que le carcomía el corazón y que no se había animado a conversar con nadie, Ella supo, desde el momento que lo había visto, que Alfonso era su hijo... Se sin- vió vulnerable, bendecida, no pudo contener las lágrimas que enrojecían sus ojos. Besó la mano de Alfonso que la recorría con la mirada. Estaba estupe- facto y conmovido por la noticia. —Mi hijo... mi hijito, el que dejé tirado en el pasto apenas nacido — dijo extendiendo sus brazos alrededor de Alfonso. —Mi mamá, la que me mandó lejos para salvarme... ¿Eres tú, Mailén? El abrazo no se hizo esperar, fue largo, largo y mojado. Del otro lado, el padre Pedro no entendía por qué los novios no entraban, estaba ponién- dose un poco nervioso. La gente veía que todos se abrazaban y lloraban... y bueno con las tragedias que habían caído sobre la familia. “¿Qué estaba pa- sando ahora?”, se preguntaban todos. —Cuando te vi ese día que llegaste, cuando te conocí, casi me muero, porque sos igual a tu padre, mi amado marido, Federico, sos idéntico. .. y así vestido lo recuerdo cuando nos casamos nosotros. Es la imagen que tengo de él. Y ahora vos, aquí. —Sí, noté que estabas pálida, no sabía qué te había pasado —le con- restó Alfonso sin dejar de abrazarla. Cuantas cosas tenían para conversar, al fin todos eran familia. a Ingresaron a la capillita los cuatro juntos con los ojos abotargados di llanto y la sonrisa dispuesta. La ceremonia fue emotiva, y bien larga, el padre Pedro ala Altdo nado de ver que al menos alguien de la familia podía contar la historia ¿02 cio- 186 Scanned with CamScanner a CAPÍTULO 28 UNA NUEVA AVENTURA ja días siguientes fueron de pura conversación. Alfonso con su esposa y su madre trataban de elegir lo mejor para el futuro de todos. Luego de muchas mateadas con pastelitos, acuerdos y discusiones con- cluyeron en irse a vivir a España un tiempo. Alfonso les dijo: —Mientras este país se acomoda, las voy a llevar a conocer de dónde vengo. ¿No les gustaría viajar a España? Rosalía soñaba con conocer Europa, pero ahora que era una posibilidad real, la abrumaba la idea de irse y dejar a sus afectos. Lo conversó con el pa- dre Augusto quien la apoyó en la idea de realizar el viaje, era la oportunidad Que tenían de vivir tranquilos, se lo merecían. Finalmente, Rosalía aceptó irse, pero con una condición. Se llevaría a su familia completa. Los abogados y contadores de la familia se habían encargado de todo; Rosalía y Alfonso habían adoptado legalmente a Julito. Mailén vendió todo lo que su marido había dejado, Rosalía encomen- dó su estancia y el campo, como así también la casona de Córdoba, a la or- den del padre Augusto para que pudiera continuar con su misión, y la peo- nada quedaría en la estancia bajo la mirada de Augusto. Por supuesto que nunca se discutió el destino de Blanca, Arusi y Eliseo. Era la condición de Rosalía, “la familia completa”. Miguel y Lucía quedaban encargados del campo trabajando al lado de 189 Scanned with CamScanner GRACIELA RAMOS Augusto, ellos estaban felices. Lo que más había demorado eran los documentos de Blanca, Arusi y Eliseo, que en principio viajaban como criados de la familia. Luego de la triste despedida de Augusto y Ramona, y con una caravana im- portante de guardias, la familia partió. Alfonso y Eliseo iban a caballo al costado del coche, Rosalía miraba por la ventanilla pequeña cada espinillo que ya no vería más. Tenía sentimientos encontrados, se despedía de los viajes con su padre y sus hermanas como así también de las corridas arrastradas por un caballo... Cada lágrima caía con una emoción que ella quería dejar allí para empezar una nueva vida con sus amores. Cruzó su mirada con Mailén, quien también limpiaba su corazón con lágrimas espesas, lentas... Ambas mujeres se tomaron de la mano en co- munión. Ellas, solo ellas llevaban esos recuerdos en sus corazones. El trayecto fue largo y pesado, Julito había estado muy inquieto y ya estaban todos un poco cansados. Cada parada para pasar la noche era una sola queja entre los viajeros. Llegaron a Buenos Aires unos días antes de que el barco partiera. Apro- vecharon para descansar, recorrer y comprar algunos artículos para el viaje. Blanca, Arusi y Eliseo estaban muy entusiasmados preguntando todo. Hasta que llegó el gran día, el día de la partida. A pesar de que Alfonso, que era el único que tenía alguna experiencia en el embarque y el viaje, y se los había explicado muchas veces, la experien- cia fue un caos. Les tocó una carretilla de ruedas muy grandes y de tablones viejos con los agujeros agrandados por el desgaste. Estaban todos parados tomados delos barrotes cuando se escuchó el llamado y salieron hacia el barco. Arusi y pr ca no podía retener los gritos de espanto cada vez que el carro agarraba algún pozo y se hundía. Mailén y Rosalía se mantenían calladas, expectantes. pr observaba todo y Alfonso llevaba en sus brazos a Julito que estaba a dísimo con la aventura. aros jala ndo ese Buenos Aires Estaban ya dispuestos en el barco, despidie ció . liado el fu trecho por la mano de su propia gente y con ilusiones acerca d 190 á Scanned with CamScanner - Alfin eran un cuadro feliz, Alfonso con Julito sobre sus hombros, aun ¡ido Rosalía colgada de su brazo y al otro, Mailén. Al costado de Rosalía es- caba Blanca enganchada del brazo de Eliseo y éste de Arusi que tenía una importante cara de susto que provocaba la risa de los viajeros. Agradecidos de poder salir de allí, de las penas, de las muertes, de las injusticias, de los fusilamientos sin consideración. Rosalía tomó un pañuelito blanco, secó con disimulo la última lágrima que dejaba en su ambiguo y querido país y se lo dio a Julito, quien empezó a mencarlo, contestando a la gente que los saludaba. A ellos los despedían las sonrisas de doña Ana y don Julio junto a sus queridas hijas, Teresa y Juana, allí en el cielo... Se iban, se iban de su propia patria, de su país. Se iban para salvar sus vidas, sobrevivir. Se iban a ser felices... Sobre la familia Ramírez había pasado un malón de amor y muerte, MALÓN DE AMOR Y MUERTE Fin nh4Ñ L Scanned with CamScanner
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