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ns algo random dejame publicar pls, Apuntes de Historia de la Filosofía

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Tipo: Apuntes

2023/2024

Subido el 07/05/2024

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¡Descarga ns algo random dejame publicar pls y más Apuntes en PDF de Historia de la Filosofía solo en Docsity! El uso teórico de la razón en Kant El pensamiento de Kant representa un intento vigoroso y original de superar, las dos corrientes filosófica fundamentales de la modernidad, el racionalismo y el empirismo.Para el racionalismo la metafísica era un sistema deductivo de verdades racionales que contenía los primeros principios del conocimiento humano; la especulación del ser de las cosas por puros conceptos, sin tener en cuenta cómo los objetos se presentan a la experiencia. Las verdades de hecho tenían que conformarse a las verdades de razón. Es decir, cualquier proposición sobre la experiencia era válida o no en la medida en que se fundamentara en lo racional. La experiencia debía supeditarse a la racionalidad. Dicha racionalidad era la expresión de una realidad en sí misma que la razón era capaz de hacer inteligible. Lo que las cosas son es equivalente a su inteligibilidad. Para el empirismo, por el contrario, todo nuestro conocimiento parte de la experiencia y esta es la que marca sus límites. El empirismo investigará cómo conoce el sujeto, lo que será equivalente a qué tipo percepciones tiene. Pero el empirismo confundía el origen o génesis del conocer con el fundamento o validación del mismo. Kant considerará que la confusión entre los dos contextos –el origen y la validación– lleva a una postura escéptica, en tanto que se pretende fundamentar el conocimiento únicamente en la experiencia , con lo que no podrá ser considerado válido de forma universal y necesaria. Aunque Kant considerará enormemente positiva la aportación de Hume al reducir la pretensiones de la razón y limitar el conocimiento en su uso especulativo lo fenoménico, considera que, si bien el conocimiento tiene su origen en la experiencia, su necesidad no le viene de su origen, no estará de acuerdo en que el fundamento de nuestro conocer sea el hábito y la creencia originada en él. Mientras el papel asignado a la razón en el racionalismo era amplísimo, hasta el punto de poder llegar a la verdad de las cosas tal y como son en si mismas, el papel de la razón en el empirismo era el de mera constatación de los hechos de experiencia que son los únicos que pueden decir qué es verdadero qué es falso. Kant critica al racionalismo el que no tenga en cuenta la experiencia sensible y considere posible conocer teóricamente la realidad en sí misma. Y al empirismo el que no considere posible, ni válido necesaria y universalmente, el conocimiento que parte de la experiencia. Sentido y necesidad de una crítica de la razón: el problema de la metafísica La cuestión más importante que las posturas encontradas del empirismo y del racionalismo van a proporcionar a Kant es la discusión acerca de la objetividad del conocimiento. Kant admite que la razón, en el ejercicio puro de su facultad, no puede rebasar los límites que le marca la experiencia, pero no por ello corta el camino hacia la posibilidad de alcanzar un conocimiento universal y necesario. Kant se plantea así la necesidad de hacer una crítica de la razón que fije sus límites frente a las pretensiones del racionalismo, pero que investigue también qué es lo que aporta en el conocimiento de la experiencia que ha hecho posible una ciencia natural como la newtoniana. Porque lo que es un hecho es la física matemática de Newton que, siendo una ciencia de la experiencia, está regida por principios matemáticos que garantizan su necesidad y universalidad. La ciencia de Newton había establecido leyes sobre la naturaleza cuya validez era necesaria y universal. La cuestión estaba en que, si se trataba de un conocimiento necesario y universal, difícilmente podría estar fundamentado, tal y como decía Hume, en el hábito –ni tampoco en la inducción, puesto que ésta sólo proporciona una universalidad restringida. Precisamente la pregunta kantiana será que tipo de actividades de la razón –el entendimiento–, antes de la experiencia, hacen posible ese conocimiento que, siendo universal y necesario es, al mismo tiempo, extensivo a los hechos. La respuesta a esa pregunta implica señalar tanto los principios que hace posible un conocimiento científico de la naturaleza, como los límites dentro de los cueles se mueve tal conocimiento. La doctrina kantiana del conocimiento se basa en la distinción fundamental entre dos facultades priori su objeto, haciendo omisión u abstracción de todos los demás objetos que no sean las reglas formales del propio pensamiento. También en las demás ciencias, en la medida en que interviene la razón, es posible conocer a priori algún aspecto de ese conocimiento, sin que se mezcle con los conocimientos que vengan de otras fuentes. También la matemática y la física determinan su objeto a priori, aunque la segunda no lo hace de forma pura. Así la matemática alcanzó la determinación de su objeto desde muy pronto, ya que en esta ciencia, no se debe dar por cierto nada que no fueran consecuencia inmediatas de los principios establecidos por la razón. La física llegó más tarde a ser científica y lo fue en el momento en que Galileo introdujo en su método la noción de hipótesis, que le sirvió para buscar en la naturaleza lo que la propia razón pone previamente: la razón pone los principios y proyecta experimentos que confirmen que se trata de leyes constantes de los fenómenos naturales. Pero así como la matemática y la física son conocimientos que han seguido el camino seguro de la ciencia, no podemos decir lo mismo de la metafísica. Kant descubre que el progreso de de las ciencias matemáticas y físicas se había producido precisamente porque se había cambiado la perspectiva en la que se realizaba el conocimiento: si en vez de determinar el conocimiento del sujeto por el objeto, se determina el conocimiento del objeto por la estructura del sujeto es posible incluir elementos a priori en el conocimiento del objeto; en caso contrario no. Si es el objeto a conocer el que determina la condiciones del conocimiento nada me será conocido hasta que éste me sea dado; y ningún conocimiento a priori será posible sobre el objeto. Pero si es el sujeto el que determina las condiciones del conocimiento del objeto podemos saber del mismo algunos datos antes de que el objeto nos sea presentado, es decir, a priori. Para llegar a considerar la posibilidad de conocer algo a priori habrá que considerar qué es lo que debe ser a priori un objeto, es decir, qué determinaciones ha de tener previas a lo que nos muestran los objetos empíricos. Esto significa que debo suponer en mi una "reglas a priori", antes de que me sean dados los objetos, que harán posible el conocimiento de los mismos y que la experiencia misma no será posible sin esas reglas que el entendimiento impone. Las reglas y los conceptos que las expresan serán condición de posibilidad de la experiencia y, por tanto, del conocimiento de objetos. Esta inversión del problema en el conocimiento es lo que Kant llama revolución copernicana. Una vez establecido el nuevo procedimiento, que consistirá en suponer que son los objetos los que están condicionados por nuestra manera de conocer y no al contrario, tal y como suponía la metafísica anterior, el objetivo de la filosofía sera investigar esas condiciones a priori del conocimiento. Se hace imprescindible el análisis de las forma de lo objetivo que nuestra razón impone, el análisis de la razón sin mezcla de elementos empíricos o, lo que es lo mismo, de la razón pura. Este nuevo planteamiento lleva aparejada la necesidad de distinguir entre conocimiento puro y conocimiento empírico. Si bien todos nuestros conocimientos comienzan por la experiencia, no se puede decir, en cambio, que todos procedan de la misma. El conocimiento que recibimos por los sentidos no es más que un componente de lo que llamamos conocimiento. Junto a él hay conocimiento puro, independiente del adquirido por la experiencia. Estos dos componentes, en cuanto que uno es independiente de la experiencia, es a priori, sólo depende de la facultad de conocer con independencia de cualesquiera objetos a los que se aplique, el otro, en cuanto que procede de la experiencia de los objetos, es a posteriori. Lo que caracterizaría a los conocimientos a priori sería su estricta necesidad y universalidad. Dado que no necesitan recurrir a la experiencia para ser establecidos como válidos, sólo necesitan del ejercicio de la propia razón; mientras que los conocimientos a posteriori, por depender de la experiencia y poder ser dicha experiencia contradictoria con otra futura, no tienen estricta universalidad y, por tanto, son contingentes. Pero los conocimientos a priori no constituyen exactamente un sector de conocimientos distintos y diferentes de los conocimientos a posteriori, sino que son la forma de todo conocimiento empírico, dado que constituyen las condiciones de posibilidad de toda experiencia. Se puede decir que, mientras el conocimiento a priori es la forma de todo conocimiento objetivo, el empírico o a posteriori es el contenido de todo conocimiento posible. En tanto que hacen posible la experiencia y el conocimiento, estas condiciones a priori son denominadas por Kant trascendentales: son la formas o moldes en los que se reciben las afecciones procedentes del mundo de los objetos en el conocimiento. Estas formas son comunes a todos los contenidos de conocimiento que procedan de la experiencia; pero no dependen de ella, sino de la propia estructura del conocimiento; todo lo que se conoce, proviniendo de la experiencia, se conoce bajo esas formas. De ahí su universalidad y necesidad. Una consecuencia sale al paso con este planteamiento. Si el conocimiento de las cosas está constituido por los elementos a verdaderos universalmente y son necesarios, los juicios sintéticos, para ver si son verdaderos, hemos de verificarlos en la experiencia uno a uno.Pero, si sólo lo juicios analíticos constituyen un conocimiento a priori – por consiguiente universal y necesario–, o bien concluiremos que no hay progreso en absoluto del conocimiento científico, o bien que la ciencia no constituye de modo alguno un cuerpo de conocimientos universales y necesarios. La razón de ello está en que los juicios analíticos, por tener la noción de predicado contenida en la de sujeto, no aumentan en absoluto nuestro conocimiento sobre las cosas. Por otro lado, los juicios sintéticos, por añadir la noción de predicado algo a la noción de sujeto, que no estaba contenido previamente en él, dependen de la experiencia, y la experiencia nos proporciona siempre conocimientos particulares. Por tanto, si sólo pudiéramos formular juicios sintéticos no podríamos construir ninguna ciencia, puesto que la ciencia lo es de lo universal y necesario, y no de lo particular y contingente. De modo tal que con sólo los juicios analíticos (a priori) o con sólo los sintéticos (a posteriori) no podríamos construir ninguna clase de ciencia. Si hay ciencia, y la hay puesto que ahí están la matemática y la física (a diferencia de la lógica que es puramente analítica), es porque existe una tercera clase de juicios, los juicios sintéticos a priori que, por ser a priori, son universales y necesarios, pero que, por ser sintéticos, permiten progresar en el conocimiento de objetos. Por tanto, la pregunta por las condiciones que hacen posibles los juicios de las ciencia equivale a ésta: ¿cuáles son las condiciones (trascendentales) que hacen posibles los juicios sintéticos a priori? Es un hecho que existen tales juicios en la física y en las matemáticas, puesto que ambas son ciencias constituidas, lo que hay que investigar es ¿cómo son posibles?, y esta es la tarea de la razón pura. La Crítica de la razón pura, al investigar la posibilidad misma de estos juicios, tiene que conducir necesariamente al establecimiento de los principios racionales que hacen posibles todas las ciencias. La Crítica, por lo demás, tiene tres partes que se corresponden a las tres facultades que Kant distingue en el ser humano: sensibilidad, entendimiento y razón. Aunque propiamente sólo existen dos facultades cognoscitivas, la sensibilidad y el entendimiento, dentro del segundo podemos distinguir dos tipos de actividad intelectual: la formulación de juicios, realizada por el entendimiento propiamente dicho, y la facultad de razonar, de enlazar juicios formando razonamientos, a la que denomina razón. Esta tres partes se corresponden también con lo tres tipos de conocimiento cuyo estudio interesa a Kant: el matemático, el físico y el metafísico. El plan de la Crítica es, pues, el siguiente: 1. En la Estética trascendental, Kant estudia la sensibilidad y muestra las condiciones que hacen posible que en las matemáticas existan juicios sintéticos a priori. 2. En la Analítica trascendental, se estudia el entendimiento y las condiciones que hacen posible que haya juicios sintéticos a priori en la física. 3. En la Dialéctica trascendental, Kant estudia la razón y se ocupa del problema de la posibilidad o imposibilidad de la metafísica, es decir, si la metafísica satisface las condiciones que hacen posible la formulación de juicios sintéticos a priori. Estética Trascendental Kant llama intuición a la relación inmediata del sujeto con el objeto y sensibilidad a la capacidad de recibir representaciones o afecciones de los objetos; los objetos nos son dados por la sensibilidad y sólo ella ofrece las intuiciones. El objeto de una intuición empírica es lo que denominamos fenómeno. En el fenómeno hay que distinguir entre materia y forma; materia de un fenómeno es el contenido proveniente de la sensación; forma de un fenómeno es la ordenación de los contenidos materiales; mientras que la forma es puesta por la facultad de conocer, la materia la pone el objeto conocido; por lo tanto, es posible considerar la forma (intuición pura) aisladamente de sus contenidos (intuición empírica). Para Kant, los juicios sintéticos a priori serán posibles en matemáticas si los principios de las mismas proceden, en su necesidad y universalidad, de esa misma forma, considerara aisladamente de sus contenidos. La parte de la Crítica encargada de estudiar las formas a priori de la sensibilidad es la Estética trascendental y tiene dos partes, pues Kant distingue entre sensibilidad externa y sensibilidad interna; mientras la primera está apoyada en la intuición del espacio, la segunda está apoyada en la intuición del tiempo, ambas como formas a priori de la sensibilidad. La representación de objetos como externos a nosotros mismos se hace por medio del sentido externo y los objetos dados en él se determinan en cuanto a su figura, magnitud y relación como dados en el espacio (es condición de posibilidad del sentido externo). Asimismo el tiempo es una intuición pura que hace posible la aprehensión de un estado interno de la mente (es condición de posibilidad tanto del sentido interno como del externo) La novedad de Kant, consecuencia de su giro copernicano, está en considerar que espacio y tiempo, imprescindibles para que se nos den los fenómenos, no provienen del priori son lo que permite que sus propiedades puedan establecerse en la Geometría de manera sintética y, sin embargo, a priori, antes de toda experiencia, garantizando la necesidad y universalidad de esta ciencia. En consecuencia: a) El espacio y el tiempo no son una propiedad de las cosas, no son algo capaz de subsistir por sí mismo independientemente de las condiciones subjetivas de la intuición. Son la condición subjetiva bajo la cual tienen lugar en nosotros las intuiciones; pero que no significan nada independientemente de ellas. b) El espacio es la forma de todos los fenómenos del sentido externo y portador, por tanto, de los principios que regulan las relaciones de sus objetos, ya que es una condición subjetiva de la sensibilidad. El tiempo es la forma del sentido interno, lo que significa que las relaciones de nuestras representaciones están determinadas temporalmente. c) Pero, además, el tiempo es la condición formal a priori de todos los fenómenos, tanto internos como externos, porque toda representación se da en nuestra mente. Analítica Trascendental Al principio de la Crítica, Kant distingue rigurosamente las dos fuentes de conocimiento humano: la sensibilidad y el entendimiento; la sensibilidad es la capacidad que tiene el espíritu de recibir representaciones; el entendimiento es la capacidad que tenemos de producir en nosotros mismos representaciones o, lo que es lo mismo, la espontaneidad del conocimiento. Sin la sensibilidad ningún objeto podría ser representado, y sin el entendimiento ninguna representación podría ser pensada; los pensamientos sin intuición son vacíos, las intuiciones sin conceptos son ciegas. La sensibilidad nos sitúa frente a una multiplicidad de fenómenos, frente a una variedad de impresiones en el espacio y el tiempo. Ahora bien, percibir esos fenómenos no es, sin más, comprenderlos. Si percibir es la función propia de la sensibilidad, el comprender es la función propia del entendimiento. De esta función del entendimiento se ocupa Kant en la Analítica trascendental. Su objetivo es explicar cómo el entendimiento construye conceptos puros y principios que son válidos a priori y de qué manera esos conceptos y principios puedan aplicarse a las intuiciones para poder formar un conocimiento universal y necesario (a priori) sobre los objetos dados en la intuición sensible. El entendimiento es la facultad de conocer, juzgar o pensar mediante conceptos. Comprender los fenómenos es poder referirlos a un concepto. Esta actividad de referir los fenómenos a conceptos se realiza siempre a través de un juicio. El entendimiento puede ser considerado, pues, como la facultad capaz de reunir diversas representaciones bajo una común a todas ellas a través del juicios. Ahora bien, es necesario distinguir dos tipos de conceptos: los empíricos y los conceptos puros o categorías. Los conceptos empíricos proceden de la experiencia y el entendimiento los forma abstrayéndolos a partir de los datos de los sentidos. Pero, además de éstos, el entendimiento posee, según Kant, conceptos a priori, es decir, que no proceden de la experiencia. El entendimiento produce espontáneamente cientos conceptos sin derivarlos de los datos sensibles. Estos conceptos serán los que constituirán las condiciones necesarias para poder formular los juicios sintéticos a priori en la física. Para llegar a descubrir cuales son esos conceptos puros del entendimiento (deducción metafísica), que Kant llama categorías, recurre a un procedimiento que considera infalible. La función fundamental del entendimiento es formular juicios y así unificar y coordinar los datos de la experiencia sensible; pues bien, habrá tantas maneras de unificar la experiencia sensible, tantos conceptos puros, como formas posibles de juicio; tantas cuantas formas haya de formular juicios, tantas serán las formas de usar conceptos. Así surgen tantos conceptos puros a priori como funciones lógicas de los juicios. Este descubrimiento de los conceptos puros –cuántos y cuáles son– a partir de la clasificación de los juicios es denominado por Kant: "deducción metafísica de las categorías". Esa división ha sido deducida de un principio común, la facultad de juzgar, y contiene todos los conceptos formales del juicio y, por tanto, todos los conceptos originariamente puros de la síntesis, del enlace, por el que se puede comprender algo en la diversidad de la intuición reuniéndolo en un concepto y pensar así un objeto. Los conceptos puros son, pues, condiciones trascendentales, necesarias de nuestro conocimiento de los fenómenos. Esto significa que el entendimiento no puede pensar los fenómenos si no es aplicándoles estas categorías y viceversa, que los fenómenos no pueden ser pensados sino de acuerdo con ellas. Ahora bien, se plantea la cuestión de cuál es la garantía última de las categorías, garantía que tendrá que buscarse a priori y no en la experiencia. Según el planteamiento trascendental, esa legitimidad y fundamento de las categorías como condiciones a priori de nuestro conocimiento de objetos habrá que buscarlo en la propia subjetividad. Kant demuestra que todo el uso del entendimiento, o sea toda síntesis de lo múltiple, presupone siempre una operación unificadora por parte del sujeto. Así surge lo que Kant llama yo puro o unidad trascendental de apercepción. La intuiciones nada significan través de las formas puras de la intuición, espacio y tiempo, o lo que es lo mismo, a los fenómenos. Dado que carecemos de intuición intelectual y sólo poseemos intuición sensible, las categorías no tienen aplicación a lo que las cosas son en sí mismas independientemente de nuestra forma de intuirlas, de nuestra forma de conocerlas, en cuanto que fenómenos. Negativamente, eso significa que no hay conocimiento de las cosas en sí mismas. Las categorías son sólo aplicables a los fenómenos, es decir a las cosas que se manifiestan a la percepción tal y como se manifiestan –a través de las formas puras de la intuición sensible, espacio y tiempo. Hacer afirmaciones sobre la existencia de objetos trascendentes, más allá de las condiciones de la experiencia no es lícito, porque no sabemos cómo son las cosas cuando no las percibimos, o con independencia de que las percibamos. Dialéctica Trascendental La Dialéctica Trascendental trata del uso ilegítimo de las categorías al aplicarlas a lo que no es dado por medio de la intuición. Las categorías sólo son válidas aplicadas en el orden de los fenómenos; el orden de los nóumenos, de las cosas en sí, queda desconocido e incognoscible y, por tanto, aplicarle a ese orden las categorías es hacer uso ilegítimo de las mismas. Por tanto, la Dialéctica no trata de conocimientos verdaderos ni de verdaderos conocimientos, porque las categorías se aplican, en este caso, a objetos que están más allá de nuestras intuiciones posibles. Este paso de la aplicación de las categorías a lo que no es objeto de intuición o experiencia, aunque es explicable, no se puede justificar. La pregunta por la posibilidad de la metafísica, que preocupa tanto a Kant, es contestada, por tanto, negativamente en la Dialéctica Trascendental. La metafísica – entendida como un conjunto de proposiciones acerca de realidades que están más allá de la experiencia– es imposible, ya que las categorías sólo pueden aplicarse legítimamente a los fenómenos, a los datos de los sentidos. La aplicación de las categorías fuera de la experiencia es lógicamente ilegítima y da lugar a errores e ilusiones. La misión de la didáctica consiste en mostrar que tales errores –y muy especialmente, los de la metafísica especulativa– provienen de pasar por alto la distinción entre fenómeno y cosa en sí. Pero si esta aplicación de las categorías fuera de la experiencia es lógicamente ilegítima, es también una tendencia inevitable de acuerdo con la naturaleza misma de la razón. La razón tiende inevitablemente a la búsqueda de lo incondicionado, a extender su conocimiento más allá de la experiencia, a hacerse preguntas y formular respuestas acerca de Dios, del alma y del mundo como totalidad. Esta pretensión de la razón de poder llegar a conocer las síntesis últimas de la realidad se explica porque, en definitiva, esa es la esencia de la razón: realizar síntesis, y síntesis de síntesis, hasta totalizar toda la cadena de síntesis en una síntesis última. La razón es, pues, de tal naturaleza que tiende a encontrar juicios, leyes e hipótesis cada vez más generales, que abarquen y expliquen un mayor número de fenómenos. Así se construye de hecho la ciencia. Pero no basta con explicar por qué la razón pretende llegar hasta el final en ese afán sintetizador, sino que hay que preguntarse si esa actividad de la razón goza de la legitimidad necesaria. En la Dialéctica Trascendental se hace la pregunta, pues, de si este principio que nos lleva a buscar lo incondicionado es o no objetivamente correcto: si se debe a un mal entendido esa aparente necesidad de considerar la serie de las condiciones como algo dado y afirmar su existencia. Otro problema distinto es que ese afán sintetizador de la razón que nos conduce a la afirmación del mundo, del alma y de Dios como objetos reales sea evitable; pero el hecho de que sea inevitable tampoco aportará legitimidad a la metafísica. Para explicar la ilusión trascendental hemos de tener en cuenta la distinción entre razón y entendimiento. Pensar un objeto es formular un juicio sobre algo que está dado en el espacio y tiempo, de modo que al ser subsumido en los conceptos del entendimiento o categorías nos dé una validez objetiva. Y esto es una actividad el entendimiento. Por su parte, la razón tiene la función de sacar conclusiones, de pasar de unos juicios a otros que de algún modo estén contenidos en los primeros; su misión es realizar inferencias. Es esta exigencia lógica de búsqueda de la última condición del juicio la que lleva a la razón a buscar lo incondicionado de la serie de condiciones e incluso a considerarlo como dado. Pero la máxima lógica no indica que exista tal incondicionado, simplemente expresa su búsqueda La razón intenta conducir la unidad sintética pensada en la categoría hasta lo absolutamente incondicionado y extrae así conclusiones que van más allá de los límites de la experiencia. Pero esta función de la razón, cuando va más allá de lo estipulado en el entendimiento, las condiciones a priori de la experiencia posible, se ejerce en el vacío, porque lo que es posible de alcanzar está condicionado por las formas a priori de la sensibilidad y por los conceptos puros del entendimiento. Lo incondicionado, aquello bajo lo cual está contendida toda la experiencia, pero que no es objeto de experiencia,
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