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Orientación Universidad
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Obra Radionovela Otelo, Transcripciones de Lengua y Literatura

Radionovela adaptada de Otelo por William Shakespeare

Tipo: Transcripciones

2019/2020

Subido el 06/05/2020

hanedy-darghan
hanedy-darghan 🇻🇪

2 documentos

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¡Descarga Obra Radionovela Otelo y más Transcripciones en PDF de Lengua y Literatura solo en Docsity! Radionovela “OTELO” (Obra de William Shakespeare) 4to Año “A” Personajes: * Narrador Shantall * Otelo David * Cassio Luis Velásquez * Yago y Voces Pedro * Rodrigo y Voz Oscar * Brabancio Johnnyer * Desdémona Bianca * Emilia Sofia * Blanca Hanedy * Montano Grecia * Dux de Venecia Grecia * Oficial Hanedy * Bufón Yaana *Senador Yaana *Ludovico Johnnyer *Graciano Hanedy *Caballero Johnnyer *SONIDOS Paola 1 (SE ESCUCHA UNA MÚSICA CLÁSICA AL INICIO DEL NARRADOR, LUEGO MÚSICA DE SUSPENSO en la conversación de Rodrigo con Yago) Narrador. - Es de noche, la luna alumbra cada una de las calles de Venecia y se refleja en el mar de Chipre, una brisa agradable mueve las hojas de los árboles, un silencio envuelve la noche, solo dos personas se dejan ver a lo lejos, es Rodrigo, su rostro muestra lo furioso que se encuentra, Yago es quien lo acompaña. (MÚSICA DE SUSPENSO) Rodrigo. - (MOLESTO) ¡Basta! ¡No me hables más! Tú Yago, has dispuesto de mi bolsa como si te perteneciera. Yago. - ¡No queréis oírme! ¡Aborrecedme mejor! Rodrigo. - Me habías dicho que sentías odio por el moro. Yago. - ¡Es cierto! Tres grandes personajes de la ciudad le han pedido, que me hiciera teniente suyo, se lo que valgo, y no merezco menor puesto. Pero él, cegado por su orgullo eligió como oficial a un tal Miguel Cassio. Rodrigo. - ¡Por el cielo, antes yo hubiera sido su verdugo! Yago. - ¡Y qué remedio me queda! Rodrigo. - En ese caso, no seguiría yo a sus órdenes. Yago. - Estad tranquilo, señor. ¡Yo me desquitare! No todos podemos ser amos, ni todos los amos estar fielmente servidos. El cielo es testigo; no tengo al moro ni respeto ni obediencia; pero se lo aparento así para llegar a mis fines particulares. ¿Sabéis una cosa? ¡No soy lo que parezco! Rodrigo. - Si todo sale bien ¡Vaya suerte la del moro! Yago. - Vayamos a la casa del padre, de su amada. Rodrigo. - ¡Como queráis Yago! Narrador. - Yago lleno de odio, ha ideado un plan para dejar en mal a Otelo con Brabancio el padre de Desdémona, por ello salen de prisa, en medio de la oscuridad que envuelve la noche. (MÚSICA DE SUSPENSO) Yago. - (MOLESTO CON VOZ FUERTE) ¡Llamad a su padre! ¡Despertadle! Rodrigo. - (LLAMA A GRITOS) ¡Hola! ¡Señor Brabancio! ¡Señor Brabancio! Yago. - ¡Despertad! ¡Brabancio! ¡Ladrones! ¡Mirad por vuestra casa! Por vuestra hija. (MÚSICA DE SUSPENSO) Narrador. - De un sueño profundo despierta Brabancio, y da un salto de la cama al escuchar tales gritos, levantándose se dirige a una de las ventanas para saber de quien se trataba (SE ESCUCHAN PASOS) 2 Brabancio. - (CON TONO MOLESTO) - ¡Oh, tú, odioso ladrón! ¿Dónde has escondido a mi hija? has debido de hechizarla, has abusado de su delicada juventud por medio de drogas. Haré que se examine el caso. Te prendo y te acuso como corruptor de personas. ¡Apoderaos de él! Otelo. - ¡Detened todos vuestras manos, ¿Dónde queréis que vaya a responder a vuestro cargo? Brabancio. - (CON TONO MOLESTO) - A la cárcel, hasta que el plazo establecido por la ley y la justicia te llame a responder. Otelo. - ¿Qué sucederá si obedezco? ¿Cómo podría entonces satisfacer al Dux, cuyos mensajeros están aquí para conducirme ante él? Oficial. - Es cierto, muy digno señor. El Dux se halla en consejo y estoy seguro de que ha enviado a buscar a vuestra noble persona. Brabancio. - (FURIOSO) ¡Cómo! ¡El Dux en consejo! ¿Y a esta hora de la noche? Llevadle. El Dux mismo o cualquiera de mis hermanos de estado no pueden sino sentir mi ultraje. (SE DEJA ESCUCHAR DE FONDO UNA MUSICA CLÁSICA). Narrador. - Brabancio se adelanta a hablar con el Dux quien está esperando al moro, en su rostro se refleja una expresión de enojo al enterarse de que este se llevó a su amada hija Desdémona. (SUENA MUSICA CLASICA) Senador. - Respetable Dux, he aquí venir a Brabancio y al valiente Moro. (SE ESCUCHAN PASOS) Dux: - Brabancio no os veía, sed bienvenido, noble señor; necesitamos de vuestro consejo y de vuestra ayuda esta noche. Brabancio. - Y yo de los vuestros. Lo que me ha levantado del lecho, mi dolor particular es de una naturaleza tan desbordante, tan impetuosa y sumerge las demás penas. Dux. - (ASOMBRADO) Pues ¿qué ocurre? Brabancio. - ¡Mi hija! ¡Oh, mi hija! Dux y Senador. - ¿Muerta? Brabancio. - (MOLESTO) - ¡Sí, para mí! Ha sido seducida, me la han robado y pervertido con sortilegios y medicinas, no podría haberse engañado tan descabelladamente sin el auxilio de la brujería. Dux. - Sea quien fuere, sufrirá la aplicación del sangriento libro de la ley interpretado por vos mismo. Brabancio. - Lo agradezco humildemente. He aquí el hombre, este moro, a quien ahora, por mandato especial, habéis traído aquí, parece, para asuntos de Estado. 5 Dux. - Otelo ¿Qué podéis responder a esto en defensa propia? Otelo. - (SEGURO DE SÍ) - Muy poderosos, reverendos señores, muy nobles y amados dueños; es cierto que me he llevado la hija de este anciano; es cierto que me casé con ella. Soy rudo en mis palabras, y poco bendecido con el dulce lenguaje de la paz. Os haré el relato de la historia entera de mi amor; qué drogas, encantos y conjuros, de tales procedimientos se me acusa, he empleado para seducir a su hija. Senador. - Pero hablad, Otelo. ¿Habéis conquistado y emponzoñado por medios indirectos y violentos las afecciones de esta joven doncella? ¿O ha sucedido ello por plegarias y esas bellas instancias que el corazón dirige al corazón? Otelo. - Os lo suplico, enviad a buscar la dama y que se explique respecto de mí delante de su padre. Si en el relato me halláis culpable, retirarme la confianza y el cargo que os debo, y que vuestra sentencia caiga sobre mi propia vida. Dux. - Traed a Desdémona. Otelo. - Alférez, guiadles; vos conocéis mejor el sitio. Y mientras llega, explicaré, con la misma franqueza, cómo conquisté el amor de esta bella dama, y ella el mío. (INSPIRADO) Su padre me quería; me invitaba a menudo, interrogábame siempre sobre la historia de mi vida. Desdémona parecía singularmente interesada por estas historias, y frecuentemente le robé lágrimas, cuando hablaba de alguno de los dolorosos golpes que habían herido mi juventud. Ésta es la única brujería que he empleado. ¡Aquí llega la dama; que sea testigo de ello! Narrador. Desdémona sin saber lo que está sucediendo llega acompañada del malvado Yago, el mismo causante del enojo de su padre por los celos que siente por Otelo. Dux. - Pienso que un relato así hubiera vencido también a mi hija. Mi buen Brabancio, tomad por el lado mejor este asunto. Brabancio. - Oídme, os ruego. Que ella confiese que recorrió la mitad del camino, y entonces que la destrucción caiga sobre mi cabeza. Desdémona. - ¡Mi noble padre, noto aquí un deber compartido! Mi vida y mi educación me enseñan qué respeto os debo. Sois el dueño de mi obediencia, ya que hasta aquí he sido vuestra hija. Mas he aquí mi esposo; y la misma obediencia que os mostró mi madre, prefiriéndoos a su padre, reconozco y declaro deberla al moro, mi marido. Brabancio. - ¡Dios sea con vos! He terminado. Si place ocupémonos de los asuntos del Estado. Más me hubiera valido adoptar un hijo. Dux. - Puede alojarse en casa de su padre, si accedéis. Brabancio. - No lo consiento. Otelo. - Ni yo. 6 Desdémona. - Me niego a residir allí. Dux. - ¿Qué deseáis, Desdémona? Desdémona. - Que he amado al moro lo suficiente para pasar con él mi vida. Dejadme partir con él. Otelo. - ¡Os lo suplico!, que tenga vía libre su voluntad. Dux. - Se quede o parta, decidlo vos particularmente; el asunto reclama urgencia y debe responderle la prontitud. Senador. - Es menester que partáis esta noche. Desdémona. - ¿Esta noche, señor? Dux. - Esta noche. Otelo. - Con todo mi corazón. Dux. - Nosotros volveremos a reunirnos aquí a las nueve de la mañana. Otelo, dejad tras vos alguno de vuestros oficiales. Otelo. - Si, dejaré aquí a mi alférez; es un hombre honrado y fiel. Dux. - Brabancio noble señor, si es verdad que a la virtud no le falta el encanto de la belleza, vuestro yerno es más bello que atezado. Senador. - ¡Adiós, bravo moro! Tratad bien a Desdémona. Brabancio. - Vela por ella, moro, si tienes ojos para ver. Ha engañado a su padre y puede engañarte a ti. Otelo. - ¡Mi vida en prenda de su fe! (SUENA MUSICA TRISTE). Narrador. - Otelo emocionado sale en viaje junto a su amada Desdémona con el fin de buscar otros rumbos. (SONIDO DE MAR) Cassio se encuentra acompañado de Montano y un caballero cerca del pueblo. Cassio. - Os doy las gracias, valeroso guerrero de esta isla belicosa, que habláis en esos términos del moro. Montano. - ¿Va bien equipado? Cassio. - Su barco está sólidamente construido, y su piloto es de una reputación muy experta y reconocida. Voz. - (GRITA) ¡Una vela, una vela, una vela! Cassio. - ¿Qué ruido es ése? Caballero. - La ciudad está vacía. Sobre el borde del mar se estacionan hileras de gentes, que gritan: «¡Una vela!» 7 Emilia. - Me encanta haber encontrado este pañuelo. Es el primer recuerdo que ella recibió del moro. Mi porfiado marido me ha acariciado cien veces para que lo robara; mas ella ama tanto la prenda que la lleva constantemente sobre sí para besarla. Se la daré a Yago. Lo que intenta con ello, sábelo el cielo, yo no sé nada, sino satisfacer su fantasía. Yago. - ¡Hola! ¿Qué hacéis ahí sola? Emilia. - No me riñáis; tengo una cosa para vos. Yago. - ¡Una cosa para mí! Es una cosa vulgar... Emilia. - ¿Que? Yago. - Tener una mujer boba. Emilia. - ¿Qué me daríais ahora por este pañuelo? Yago. - ¿Qué pañuelo? Emilia. - «¡Qué pañuelo!» El pañuelo que el moro dio como primer regalo a Desdémona, que tantas veces me aconsejaste hurtar. Yago. - ¿Y se lo has hurtado? Emilia. - No, a fe mía; lo dejó caer por descuido, y como estaba yo presente, me aproveché de esta ocasión favorable para cogerlo. Miradle, aquí está. Yago. - Eres una buena chica; dámelo. Emilia. - ¿Qué intentáis hacer con él? Yago. - ¡Dame acá! ¿Qué os importa? Emilia. - Si no es para algún asunto de importancia, devolvédmelo. ¡Pobre señora! Va a volverse loca cuando advierta que le falta. Yago. - Fingid no saber de ello. Idos, dejadme. Voy a extraviar este pañuelo en la habitación de Cassio y a dejarle que lo encuentre. Esto puede acarrear algo, el moro se altera ya bajo el influjo de mi veneno. ¡Aquí viene! Otelo. - (MOLESTO) ¡Ah! ¡Pérfida conmigo! Yago. - ¿Qué hay, general? Otelo. - ¡Atrás! ¡Vete! Juro que vale más ser engañado mucho que saber sólo un poco. Yago. - ¿Qué es esto, mi señor? Otelo. - ¿Qué sentimiento tenía yo de sus horas furtivas de lujuria? La noche última dormí bien, comí bien, estaba alegre y mi espíritu era libre; no hallaba en su boca los besos de Cassio. Yago. - Estoy asombrado de oíros esto. 10 Otelo. - ¡Villano, ten por seguro que me probarás que mi amada es una puta! Yago. - ¿A esto hemos llegado? Otelo. - Házmelo ver ¡dame la prueba palpable de que es desleal! Yago. - No me gusta el oficio; pero ya que tan adelante he ido en este asunto, seguiré más lejos aún. Estaba Cassio acostado hace poco tiempo, y le oí decir en sueños: «¡Encantadora Desdémona, seamos prudentes; ocultemos nuestros amores!» «¡Oh, dulce criatura!» bésame con fuerza, «¡Maldito sea el destino que te ha entregado al moro!» Otelo. - ¡Oh, monstruoso! ¡Monstruoso! Yago. - ¡Bah!, esto no es más que un sueño. Otelo. - Sí, pero es un indicio grave, aunque sólo sea un sueño. ¡La desgarraré toda en pedazos! Yago. - Bien, más sed prudente. Aún no vemos nada definitivo. ¿No habéis visto nunca en manos de vuestra mujer un pañuelo con un bordado moteado de fresas? Otelo. - Le di uno semejante; fue mi primer presente. Yago. - Lo ignoraba; pero he visto un pañuelo, en poder de Cassio, con el que se limpiaba hoy la barba. Otelo. - ¡Oh, sangre, sangre! Yago. - Paciencia, os digo. Otelo. - (MOLESTO) ¡Dentro de tres días que te oiga yo decir que Cassio no vive! Yago. - ¡Mi amigo está muerto! Pero que ella viva. Otelo. - ¡Oh, sea condenada! Vamos, ven conmigo a un lugar apartado. Quiero buscar algunos medios de muerte rápida para la linda diablesa. Desde ahora, eres mi teniente. Yago. - Soy siempre vuestro. Narrador. - Los dos salen a un lugar muy retirado, con el fin que no se den cuenta de la atrocidad que piensan hacer con estos inocentes. Muy a lo lejos vienen conversando Desdémona, Emilia y el Bufón. (MUSICA CLASICA) Desdémona. - Sabéis, pícara, ¿dónde se aloja Cassio? Bufón. - No sé dónde se aloja; inventarle un alojamiento y decir que se aloja aquí o allá sería mentir por mi propia garganta. Desdémona. - Buscadle y pedidle que venga acá. Decidle que he movido a mi esposo en favor suyo y que espero que todo irá bien. Bufón. - voy a intentar realizarlo. Con su permiso. 11 Desdémona. - ¿Dónde pude haber perdido ese pañuelo, Emilia? Emilia. - Lo ignoro, señora. Desdémona. - Créeme, hubiera preferido perder mi bolsa llena de cruzados. Emilia. - ¿Y el señor no es celoso? Desdémona. - ¿Quién, él? Pienso que el sol bajo el cual ha nacido secó en él semejantes humores. Emilia. - Miradle dónde viene. Desdémona. - ¡Hola! ¿Cómo estáis, mi señor? Otelo. - Bien, mi querida mujer ¡Qué difícil es disimular! ¿Cómo os encontráis, Desdémona? Desdémona. - Bien, esposo mío. Otelo. - Dadme vuestra mano. Esta mano está ¡Cálida y húmeda! Desdémona. - Pues esta mano fue la que os entregó mi corazón. Vengamos ahora a vuestra promesa. Otelo. - ¿Qué promesa, paloma? Desdémona. - He enviado a decir a Cassio que venga a hablar con vos. Otelo. - Tengo un catarro tenaz y pícaro que me molesta. Préstame tu pañuelo. Desdémona. - Aquí está, mi señor. Otelo. - El que yo os he dado. Desdémona. - No lo llevo encima. Otelo. - ¿No? (VOZ FUERTE) Es una lástima. Ese pañuelo se lo dio una egipcia a mi madre. Era una maga que casi podía leer los pensamientos de las gentes. Desdémona. - ¿Es posible? Otelo. - Es la verdad. Hay magia en su tejido. Desdémona. - ¡De veras! ¿Es cierto? Otelo. - Cierto; por consiguiente, cuidadlo bien. Narrador. - Jamás se había visto a Otelo tan lleno de rabia que le hablaba con voz muy fuerte a su amada, mientras ella no sabía lo que estaba sucediendo en ese momento. Otelo. - (VOZ RABIOSA) ¿Es que se ha extraviado? ¿Desapareció? Hablad. Desdémona. - ¡El cielo nos bendiga! Otelo. - (FURIOSO) ¿Qué decís? 12 Otelo. - Sí; vos habéis visto a ella y a Cassio juntos. Emilia. - Pero en esas ocasiones no vi nada malo entre ellos. Otelo. - ¿Qué, no secretearon nunca? Emilia. - Jamás, mi señor. Otelo. - ¿Ni ella os ha alejado para buscar su abanico, sus guantes, su antifaz, ni nada? Emilia. - Jamás, mi señor. Otelo. - Es extraño. Emilia. - Me atrevo a jurar que es honrada. Apostaría a ello mi alma a cara y cruz. Otelo. - Está bien, puedes retirarte. Es una alcahueta que no puede decir mucho. Es una ramera astuta. (SE OYEN RUIDOS DE PELEA) Voz. - ¡Muere! ¡Muere! Cassio. - ¡Auxilio! ¡Auxilio! ¡Al asesino! Otelo. - ¡Esa es la voz de Cassio! ¡Yago cumple su palabra! Narrador. - A lo lejos se ha estado escuchando un enfrentamiento, Otelo piensa que ha muerto Cassio. Desdémona ha estado durmiendo desde hace una hora, solo se ven las luces de unas velas. Otelo la observa con unos celos que han nacido en él, por causa del despiadado de Yago. Desdémona. - ¿Quién está ahí? ¿Otelo? Otelo. - Sí, Desdémona. Si recordáis de algún crimen solicitad pronto el perdón. Desdémona. - ¡Ay, mi señor! ¿Qué queréis decir con esas palabras? Otelo. - Bien, hacedlo, y sed breve. No quisiera matar tu espíritu sin hallarse preparado. Desdémona. - ¿Habláis de matar? Otelo. - Sí, de matar hablo. Desdémona. - ¡Entonces, el cielo tenga piedad de mí! Otelo. - ¡Amén, con todo mi corazón! ¡Piensa en tus pecados! Desdémona. - Son amores que os llevo. Otelo. - Sí, y por eso vas a morir. Desdémona. - Da una muerte contranatural el que mata porque se le ama. Otelo. - ¡Silencio, y estate quieta! 15 Desdémona. - Así lo haré. Pero ¿qué ocurre? Otelo. - ¡Aquel pañuelo que tenía yo en tanta estima y que te regalé, lo disté a Cassio! Desdémona. - ¡No, por mi vida y por mi alma! Enviad a buscar a ese hombre y preguntadle. Otelo. - Sí, en seguida; por tanto, confiesa francamente tu crimen ¡Vas a morir! Desdémona. - ¡Entonces que el Señor tenga piedad de mí! Otelo. - ¡Amén! ¡He visto mi pañuelo en sus manos! ¡Cambias mi corazón en piedra, y vas a hacerme cometer un asesinato! Desdémona. - Lo habrá hallado entonces. Yo nunca se lo di. (MUSICA DE SUSPENSO) Narrador. - Desdémona llora desconsoladamente, pues es inocente de tal acusación. Otelo está decidido a terminar con la vida de su amada debido a sus celos enfermizos. Otelo. - ¡Fuera, puta! ¿Le lloras en mi cara? Desdémona. - ¡Oh, desterradme, mi señor, pero no me matéis! Otelo. - ¡Abajo! Desdémona. - ¡Matadme mañana! ¡Dejadme vivir esta noche! Otelo. - ¡No! Desdémona. - ¡Media hora tan sólo! ¡El tiempo de recitar una plegaria! Otelo. - ¡Es demasiado tarde! (MUSICA DE SUSPENSO) Desdémona. - ¡Oh, Dios! ¡Dios! ¡Piedad! Emilia. - (DESESPERADA) ¡Mi señor! ¡Mi señor! Otelo. - ¿Qué ruido es ése?... ¿No está muerta?¡Aunque cruel, soy, sin embargo, compasivo!... ¡No quiero prolongar su sufrimiento! Emilia. - ¡Hola! ¡Mi señor! Otelo. - ¿Quién está ahí? Emilia. - ¡Señor, quisiera deciros una palabra! Otelo. - Es Emilia ¡En seguida voy! ¡Quizá venga a hablarme de la muerte de Cassio! ¡Oh, entra, Emilia! ¿Qué te sucede? Emilia. - ¡Oh, mi buen señor! Acaba de cometerse ahí un infame asesinato. Otelo. - ¡Cómo! ¿Ahora? Emilia. - ¡Ahora mismo, señor! Cassio, señor, ha matado a un joven veneciano llamado Rodrigo. Otelo. - ¡Rodrigo muerto! ¡Y Cassio también! 16 Emilia. - No, Cassio no ha sido muerto. Otelo. - ¡Cassio no ha sido muerto! Emilia. - ¡Ay! ¿Qué grito es ése? Otelo. - «¡Ése!» ¿Cuál? Emilia. - ¡Horror! ¡Ay! ¡Si era la voz de mi señora! Desdémona. - (GRITANDO) ¡Auxilio! Emilia. - ¡Oh, señora! ¡Dulce Desdémona! Desdémona. - ¡Muero inocente! Emilia. - ¡Oh! ¿Quién ha cometido este crimen? Desdémona. - Nadie. Yo misma. Adiós. Encomendadme a mi bondadoso señor. ¡Oh, adiós! Otelo. - Pero ¿cómo puede haber sido asesinada? Emilia. - ¡Ay! ¿Quién sabe? Otelo. - Le habéis oído decir a ella misma que no fui yo. Emilia. - Así lo ha dicho. Debo atenerme a la verdad. Otelo. - ¡Bajó al infierno abrasador como embustera! ¡Yo fui quien la mató por que era una puta! Emilia. - ¡Calumnias, eres un diablo! Otelo. - ¡Cassio la había seducido! Tu marido sabía todo. Él fue quien me lo advirtió primero; es un hombre honrado. Emilia. - ¿Mi marido ha dicho que mi señora era desleal? Otelo. - El mismo, mujer. Tu marido, el honrado Yago. Emilia. - ¡Si ha dicho eso, púdrase su alma! ¡Miente desde el fondo de su corazón! Otelo. - ¡Ah! Emilia. - ¡Oh, imbécil! ¡Socorro! ¡El moro ha matado a mi señora! ¡Al asesino! ¡Al asesino! Narrador. - Montano y Yago entran corriendo al escuchar tales gritos de desesperación. Montano. - ¿Qué ocurre? Emilia ¿Qué ha pasado? Emilia. - ¡Yago malvado! Le has contado que su esposa era desleal. Yago. - Le he dicho lo que pensaba. Emilia. - ¿Pero le dijisteis alguna vez que ella era desleal? Yago. - Se lo he dicho. 17
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