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Ovidio y medea en la literatura latina, Tesis de Literatura Latina

Documento sobre Ovidio y Medea de Lengua latina. Trata sobre su experiencia literaria

Tipo: Tesis

2019/2020

Subido el 19/05/2023

laura-popion
laura-popion 🇪🇸

2 documentos

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¡Descarga Ovidio y medea en la literatura latina y más Tesis en PDF de Literatura Latina solo en Docsity! 197 Medea a Jasón Al menos, siendo yo princesa de los colcos –lo recuer- do–, tuve tiempo para ti, cuando solicitabas que mi arte te prestara ayuda. Entonces las hermanas que reparten el destino de los mortales tendrían que haber dejado correr mis husos262. En aquel momento bien pude yo, Medea, morir honrosamente. Todo lo que he prolongado mi vida desde aquel día ha sido un tormento. ¡Ay de mí! ¿Por qué un árbol del Pelio263, empujado por brazos ju- veniles, buscó alguna vez el carnero de Frixo?264. ¿Por qué llegó la hora en que los colcos tuvimos que ver la Argo de Magnesia265, y tuvisteis que beber el agua del 262. Perífrasis para referirse a las Parcas. 263. Metonimia con que se alude a la nave Argo, construida con ma- dera de pinos del Pelio, monte de Tesalia. 264. Éste era, como se sabe, el objetivo de la expedición argonáutica: la captura del vellocino de oro de este carnero que transportó por los aires a Frixo. 265. Localidad tesalia. De la costa de Tesalia partió la nave en cuestión. Traducción de Vicente Cristóbal, Madrid, Alianza, 1994. 198 Cartas de las heroínas 20 Fasis266 la tropa griega? ¿Por qué me gustaron más de lo debido tus rubios cabellos y tu prestancia y la gracia fin- gida de tu lengua? O, puesto que la recién construida nave había llegado ya a nuestras playas y traído consigo a varones audaces, ¡que hubiese marchado el Esónida267 a los fuegos que exhalaban las narices y a las fauces reque- madas de los toros, sin haberse ungido antes y sin acor- darse de mí!268. ¡Que hubiese lanzado las semillas y sem- brado otros tantos enemigos para que el propio labrador fuera víctima de su labranza!269. ¡Cuánta perfidia, crimi- nal, habría perecido contigo! ¡De cuántas desgracias se hubiera librado mi persona! Hay un cierto placer en echar en cara a un ingrato los favores que se le han hecho. Disfrutaré de él; ésta será la única alegría que me llevaré de ti. Tras haber recibido la orden de dirigir hacia Colcos tu popa sin experiencia, desembarcaste en los felices reinos de mi patria. Allí era yo, Medea, lo que tu nueva prometida es aquí270. Mi padre era tan rico como lo es el padre de ella. Éste posee Éfira271, la de los dos mares, aquél lo posee todo cuanto se extiende desde la región situada a la izquierda del Ponto hasta la nevada Esci- 266. Río de la Cólquide, patria de Medea, adonde arribaron los Argo- nautas. 267. Jasón, hijo de Esón. 268. Jasón acudió a Medea para pedirle que lo ayudara a superar las pruebas impuestas por Eetes, a saber: uncir al yugo unos toros salvajes de aliento de fuego y pezuñas de bronce y sembrar los dientes del dragón de Cadmo, de los que nacerían guerreros. 269. Cf. nota anterior. 270. Es decir, princesa. 271. Éste es el viejo nombre de Corinto. 201 80 XII. Medea a Jasón res al mismo tiempo que de mí? Allí acudimos. Tú co- menzaste a hablar en estos términos con tu boca traido- ra: «La fortuna te ha entregado la potestad y el arbitrio sobre nuestra salvación y en tus manos está nuestra vida y nuestra muerte. Si alguien disfruta con el poder mis- mo, bastante es poder perder a alguien; pero si me sal- vas, seré para ti mayor motivo de gloria. Por nuestras desgracias –de las que puedes ser alivio–, por tu linaje y por la deidad de tu abuelo que todo lo ve280, por el triple rostro y los sagrados ritos de Diana281, y por los dioses, si es que acaso esta nación tiene algunos, ¡oh doncella, apiádate de mí, apiádate de los míos, hazme con tus be- neficios tuyo para siempre! Y si acaso no desdeñas a un marido pelasgo –mas, ¿de dónde obtendré yo unos dio- ses tan benévolos y tan míos?–, mi espíritu se desvanez- ca en las tenues brisas antes que en mi tálamo haya otra esposa que no seas tú. Testigo sea Juno, que preside los ritos matrimoniales, y la diosa en cuyo templo de már- mol nos encontramos». Estas palabras doblegaron el ánimo de una muchacha ingenua –¿y qué parte era ca- paz de resistirse?–, y tu diestra se juntó con mi diestra. Vi incluso lágrimas –¿o es que había algo de engaño en ellas?282–. De modo que rápidamente quedé cautiva de 280. El Sol, padre de Eetes. 281. Se le atribuye triple rostro, porque era vista en el cielo como Luna, en la tierra como Diana y en el infierno como Hécate (cf. Serv. ad Aen. IV 511). De estas tres manifestaciones de la diosa, Hécate, diosa de la magia, es la más vinculada a Medea y seguramente se alude aquí a sus rituales. 282. Sobre las lágrimas fingidas como artificio amoroso habla el mismo Ovidio en Arte de amar I 659 ss.: «También son útiles las lá- grimas: con lágrimas convencerás al diamante; procura, si puedes, 202 Cartas de las heroínas 100 tus palabras yo, una muchacha. Y puedes uncir, sin quemarte el cuerpo, los toros de broncíneas pezuñas, y hendir con el arado, según se te había ordenado, la tierra compacta. En lugar de con semillas, dejas los campos llenos de dientes emponzoñados; nace el sol- dado y empuña la espada y el escudo. Yo misma, que te había dado el antídoto, me puse pálida y tuve que sen- tarme cuando vi que estos hombres imprevistos em- puñaban las armas, hasta que ellos mismos, hermanos nacidos de la tierra –¡impiedad admirable!–, trabaron entre sí sus manos desnudas. He aquí que entonces el insomne guardián lanza su horrendo silbido, crepitán- dole las escamas, y barre el suelo con su pecho enros- cado283. ¿Dónde estaban las riquezas de la dote? ¿Dónde esta- ba tu regia esposa, y el istmo que separa las aguas de los dos mares? Fui yo, la que ahora me he convertido para ti en extranjera, la que ahora te he parecido pobre, la que ahora te he parecido criminal, quien entonces sometí los llameantes ojos, sumiéndolos en un sueño que provoqué con mis drogas, y quien te abrió el camino para que ro- baras sin riesgo el vellocino. Traicioné a mi padre, aban- doné mi realeza y mi patria, soporté ser una desterrada como si de un regalo cualquiera se tratase. Mi virginidad se convirtió en botín de un pirata extranjero. Dejé a mi hermana, que par no tiene, junto con mi madre querida. que ella te vea las mejillas húmedas. Y si no te salen las lágrimas (pues no siempre vienen a su debido tiempo), restriégate los ojos con mano mojada». 283. Cf. nota 275. 203 120 XII. Medea a Jasón Pero al escapar, hermano mío284, no te dejé privado de mi compañía. Al llegar a este punto, sólo aquí, fla- quea mi escritura: lo que mi diestra se atrevió a hacer no se atreve a escribirlo. ¡Así yo, pero contigo, merecí ser despedazada! Y sin embargo no tuve miedo –pues, ¿qué iba a temer yo después de aquello?– de confiarme al mar, mujer como era y ya criminal. ¿Dónde está el poder divi- no? ¿Dónde los dioses? ¡Hubiéramos hecho frente en alta mar al castigo merecido, tú el de tu traición, yo el de mi credulidad! ¡Ojalá que las Simplégades285 nos hubie- ran triturado, cogiéndonos entre ellas, y que mis huesos quedaran pegados a tus huesos! ¡O que la voraz Escila nos hubiera arrojado a sus perros para que nos devora- sen!286. ¡Debió Escila arremeter contra unos hombres in- gratos! ¡Y que la que vomita tantas olas como absorbe nos hubiera sumergido, también a nosotros, en las aguas de Trinacria!287. Superviviente y victorioso llegas de nuevo a las ciuda- des hemonias; ofreces la lana de oro a los dioses de tu pa- tria. ¿Para qué recordar a las hijas de Pelias, criminales 284. Apsirto, hijo de Eetes, al que Medea despedazó y fue esparcien- do en su huida, para que Eetes, al recoger los trozos, perdiera tiempo en la persecución. 285. Las rocas entrechocantes por las que hubieron de pasar los Ar- gonautas, situadas a la entrada del Ponto Euxino. Como bien señala Palmer, el deseo de Medea era de imposible realización puesto que dichas rocas quedaron inmovilizadas con posterioridad al paso por ellas de la nave Argo. Seguimos la lectura Symplegades, no Symplega- das como Dörrie. 286. El monstruo marino con cabezas de perro sobresaliendo de las ingles. 287. Caribdis, el otro gran peligro marino, situado en las costas de Sicilia cercanas al estrecho de Mesina. 206 Cartas de las heroínas 200 ¡Que se ría y se recueste altiva sobre púrpura de Tiro! Llorará y, al abrasarse, arderá más aún que yo. Mientras tenga a mi alcance una espada y llamas y jugos veneno- sos, ningún enemigo de Medea quedará sin castigo. Y si acaso mis súplicas llegan a tus entrañas de hierro, escucha ahora unas palabras que están por debajo de mi cólera. Tan suplicante soy ahora para ti como tú para mí lo fuiste a menudo, y no pongo demora para tenderme a tus pies. Si soy para ti despreciable, mira por nuestros hi- jos comunes: una madrastra cruel se ensañará contra mis retoños. Son extraordinariamente parecidos a ti, y el pa- recido me conmueve; cada vez que los miro, se humede- cen mis ojos. ¡Por los dioses celestiales te ruego, por el resplandor de la llama de mi abuelo289, por mis servicios y por estos dos hijos, prendas nuestras, devuélveme el tálamo, por el que, loca de mí, tantas cosas abandoné! ¡Añade fidelidad a tus palabras y procúranos ayuda! No te imploro yo contra toros y hombres, ni para que una serpiente se duerma abatida por tu poder. Es a ti a quien reclamo, a ti, a quien tengo derecho, a ti, que por tu pro- pia voluntad te me entregaste y con quien, siendo tú pa- dre, he sido yo madre al mismo tiempo. ¿Dónde está mi dote, me preguntas? Te la pagué en aquel llano que, antes de llevarte el vellocino, tuviste que arar. Aquel carnero de oro, que por su vellón ascendido a lo alto merece ser contemplado290, aquél es mi dote. Y si te dijera: «¡Devuélvemelo!», me dirías que no. Mi dote es tu supervivencia, mi dote es aquella juventud griega. 289. El Sol, padre de Eetes. 290. Convertido en la constelación zodiacal de Aries. 207 XII. Medea a Jasón Ve ahora y compara con esto, malvado, las riquezas de Sísifo291. Tu vida, el tener una prometida y unos suegros poderosos, el hecho mismo de que puedas ser desagra- decido, a mí me lo debes. A éstos desde luego ahora mis- mo... pero, ¿qué interés tiene que anuncie el castigo?292. Mi cólera engendra amenazas desmesuradas. Iré donde me lleve la cólera. Quizá me arrepienta de mi acción. Tam- bién me arrepiento de haber protegido a un marido trai- dor. Ocúpese de ello el dios que ahora revuelve mi pe- cho. No sé con certeza qué más terribles maquinaciones planea mi mente. 291. A saber, las riquezas del reino de Corinto, que Jasón con su boda acaba de heredar, pues Sísifo fue el fundador y rey de Éfira o Corinto (cf. Apolodoro, Biblioteca I 9, 3). 292. Se trata de sus hijos, a los que acabará dando muerte. Hay en la expresión una probable derivación de la famosa aposiopesis virgiliana de Aen. I 135: Quos ego... sed motos praestat componere fluctus.
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