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Plenilunio análisis de la obra., Apuntes de Lengua y Literatura

Plenilunio, de Antonio Muñoz Molina, inscrita dentro del género policíaco, es una obra que ha alcanzado valores estéticos importantes, que van más allá de la historia del crimen y de la investigación policiaca y hablan de la literatura y de la sociedad en la que se crearon. No se puede reducir a una novela policiaca; aun si el objetivo final es encontrar a un asesino y castigarlo, la narración del escritor español va mucho más allá.

Tipo: Apuntes

2017/2018

Subido el 06/11/2021

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¡Descarga Plenilunio análisis de la obra. y más Apuntes en PDF de Lengua y Literatura solo en Docsity! PLENILUNIO (1997). ANTONIO MUÑOZ MOLINA INTRODUCCIÓN Plenilunio, de Antonio Muñoz Molina, inscrita dentro del género policíaco, es una obra que ha alcanzado valores estéticos importantes, que van más allá de la historia del crimen y de la investigación policiaca y hablan de la literatura y de la sociedad en la que se crearon. No se puede reducir a una novela policiaca; aun si el objetivo final es encontrar a un asesino y castigarlo, la narración del escritor español va mucho más allá. La intriga del crimen es el punto de partida para que el lector se acerque a la historia de España, a los vicios de la sociedad y las obsesiones de los hombres. Es una ventana a las vidas de los personajes, a sus mentes. 1.- LOS TEMAS En la novela se entrecruzan tres temas: el social, el intimista y la investigación policial. 1.1. La temática social. El tema principal es el crimen, la violencia, ejercida: > A título individual por un lunático que descarga sus frustraciones atacando a las víctimas más débiles: las mujeres (dos niñas y dos prostitutas) La trama principal de la novela se centra en el rapto y la violación de dos niñas (la 1* en octubre y la segunda un mes después). Las dos acciones resultan paralelas en casi todos los aspectos: el criminal, las características de las niñas (Fátima y Paula), el lugar (los Jardines de la Cava), el tiempo (dos noches otoñales de luna llena), el procedimiento (asalto a las niñas en el portal a punta de navaja, recorrido hacia los jardines, agresión sexual, intento frustrado de penetración, asfixia y abandono). La única diferencia se encuentra en el desenlace: asesinato de la primera y asesinato frustrado de la segunda ya que consigue salvarse y ayudará con su testimonio a descubrir al criminal. Las agresiones a las dos prostitutas también se caracterizan por el paralelismo y se diferencian en el desenlace. El criminal acude a un prostíbulo de las afueras, la primera vez, unos días antes del crimen y la segunda, poco después del ataque a la segunda niña. Establece contacto con la prostituta, intenta excitarse profiriendo una letanía de obscenidades. Finalmente, frustrado por su impotencia, la maltrata y la amenaza. La primera mujer, una indigente drogadicta, termina huyendo, aterrorizada por el criminal. La segunda prostituta hace lo mismo que Paula: se sobrepone y lo denuncia. > De forma colectiva por la banda terrorista ETA. Ésta es una trama secundaria protagonizada por un terrorista cuya víctima es el inspector. A diferencia del pederasta, éste es un asesino cerebral que sigue, metódicamente, un plan establecido, pues persigue, estudia y realiza informes sobre los movimientos de su víctima, durante siete meses, antes de dispararle en el último capítulo de la novela. El terrorismo de ETA marca a la sociedad española desde los años 70 hasta hoy. Cuando el inspector evoca años de servicio en el País Vasco, repasa los métodos intimidatorios de los terroristas (amenazas telefónicas, cartas-bomba, bombas-lapa colocadas en los coches) y reflexiona sobre las secuelas que dejan en los supervivientes, como él mismo (recientemente recuperado de su adicción al alcohol) y su mujer (hospitalizada en un psiquiátrico, incapaz de superar el trauma creado tras largos años de miedo, soledad y silencio en Bilbao). > Otros problemas que afectan a dos personajes de la novela (el Inspector y el padre Orduña), y a la sociedad española en general, son las consecuencias derivadas de la Guerra Civil y la dictadura franquista. El padre del inspector, una víctima de la represión franquista, considera una traición que su hijo forme parte de las fuerzas de seguridad. El padre Orduña, por su parte, a pesar de haber fundado el colegio que dio acogida a hijos de presos republicanos (como el inspector) y de haberse convertido en un cura obrero, no deja de sentir remordimientos por la vinculación de su familia con el franquismo y por no “haber hecho más” 1.2. El tema intimista por excelencia es el amor. La historia amorosa está protagonizada por el inspector y la maestra. Se trata de dos personas maduras, con sendos matrimonios fracasados que se sienten solas en su vida personal, y estancadas en su vida profesional. Pese a estas similitudes, su carácter y su forma de actuar no pueden ser más diferente. Susana es sincera y directa. Lleva la iniciativa y le confiesa al inspector toda su vida y sus frustraciones en su primera cita (su divorcio, el abandono de su hijo adolescente). Se compromete hasta tal punto en sus relaciones amorosas que lo dejó todo por seguir a su exmarido (su ciudad, su familia, sus opiniones) y estaría dispuesta a aceptar, con el inspector, el papel de amante en la sombra. Al inspector el amor lo transforma desde la primera noche que pasa con Susana (como nota Ferreras). Pero, aunque se vuelve más abierto (llega a confesarle al Padre Orduña su amor por la maestra), seis meses después de iniciar la relación, es incapaz de sincerarse con Susana (le oculta que su mujer va a abandonar el hospital) Decepcionada por el engaño, Susana rompe la relación y decide retomar su propia vida, la que había abandonado quince años antes por seguir a su exmarido. Cuando está haciendo la mudanza para volver a Madrid, recibe la visita del inspector que será tiroteado al salir del portal. 1.3. La investigación policial. Esta investigación combina los métodos habituales en el relato policial (la autopsia, la búsqueda de pistas en el lugar del crimen, los interrogatorios a los testigos) con otros poco habituales e incluso escasamente verosímiles, dado que, el inspector confía más en la intuición o la experiencia que en los métodos científicos defendidos por Ferreras, el forense. Así pues, se van obteniendo los siguientes datos: Detrás del hombre aparentemente frío que tiene que atrapar al asesino hay otro que es capaz de amar y de afrontar las consecuencias de sus actos. Los otros personajes van desfilando junto con sus vidas a través de la novela: los padres de la víctima que sufren su ausencia y se culpan por ella; la maestra que desea salir de esa ciudad en la que sólo ha encontrado penas; el médico forense que entiende mejor a los muertos que a los vivos; y también, de repente, nos encontramos muy cerca de la mente del asesino, de su odio contra el mundo, de su impotencia y su ira incontenibles. Pero a diferencia de la novelística del XIX, con la que la Plenilunio parece entroncar en algunos aspectos, el autor nos transmite aquello que hacen, sienten o piensan sus personajes sin emitir juicios de valor. No juzga a sus personajes. A pesar de la tentación que supondría la crítica, por lo escabroso del tema que se está abordando, el narrador no moraliza de manera directa sino que deja que sean los lectores, los que se formen una opinión sobre las acciones terribles y sus trágicas consecuencias En ese sentido es una obra poco arriesgada y novedosa. Casi todo está narrado en tercera persona, con escasos adjetivos y escaso diálogo, dando una extraña sensación de objetividad. Aunque contrasta con este aparente estilo objetivo, por ejemplo, la crudeza de la descripción forense de la niña asesinada, por ejemplo, cuando describe cómo el asesino introduce las bragas de ella tan adentro en la boca que una punta sale por la nariz, y la posición en que se encuentra el cuerpo de Fátima. Es cierto que el trabajo forense es de gran importancia en la investigación de un crimen, por lo que puede justificarse una escena semejante. Sin embargo, la justificación de la escena no proviene de que sea indispensable dramáticamente, pues no lo es, sino del hecho de que contribuye a caracterizar la frialdad con que es tratado el tema, una frialdad que no impide el ejercicio profesional apasionado de quienes quieren dilucidar el crimen, como es el caso de Ferreras y del inspector. 2.3. LAS TÉCNICAS DEL DISCURSO La voz de los protagonistas se deja oír a través de los monólogos y el estilo indirecto libre. > El novelista recurre al monólogo tradicional para caracterizar a los personajes racionales y equilibrados, es decir, Susana (cap. 18) y el inspector (cap. 26). En este tipo de monólogo el personaje realiza un relato coherente y ordenado en 1* persona. Ambos se confiesan ante un interlocutor que los escucha sin interrumpirlos. Susana lo hace ante el propio inspector, después de su primera cena. Siguiendo un orden cronológico, va relatando los acontecimientos que marcan su vida (su matrimonio, la llegada a la ciudad, la separación, la crianza de su hijo en solitario) hasta llegar al presente: el vacío que siente ahora que su hijo de quince años ha optado por irse a vivir con su padre. El inspector lo hace en el confesionario. Ante el padre Orduña confiesa los “pecados” que lleva ocultando desde hace años (el alcoholismo, los embustes ante su mujer durante los años de Bilbao...) hasta los sentimientos que despertaron en él el asesinato de la niña primero y su relación con la maestra después. > En cambio, para caracterizar al as ino violento e irracional, recurre a una técnica más innovadora, característica de la novela del XX: monólogo interior. Éste pretende reproducir los pensamientos del personaje, tal como surgen en su mente, antes de que sean sometidos a la lógica. De ahí el desorden y las asociaciones ilógicas de palabras, propias de este monólogo. Por ejemplo, el monólogo interior del capítulo 20, pág. 251-252 se caracteriza por: a) La ausencia de signos de puntuación b) La sintaxis desordenada y confusa como la mente de un criminal c) los recursos estilísticos inciden en las obsesiones del personaje y su desorden mental, como: - las anáforas: la palabra “manos” se repite hasta veinte veces en estas dos páginas - las enumeraciones interminables, por ejemplo: “(..) manos (...) nerviosas, deformadas, envejecidas por tanto trabajo (...), mucho más viejas y cuarteadas que la cara (...) que no pueden ocultar el castigo diario del trabajo (....)” - el polisíndeton: la reiteración de la conjunción copulativa y : “(...) manos que frotan y usan el jabón y se extienden la espuma y son aclaradas y luego vuelven a restregarse de jabón y a someterse al chorro de agua (...)” - las animalizaciones se producen cuando el protagonista compara sus manos con los pescados que corta todas las mañanas en el mercado: “los calamares, los pulpos, las rayas, las potas, los rapes.” > Para introducir el diálogo las técnicas tradicionales son: el estilo directo (se interrumpe el hilo narrativo para reproducir de forma literal las palabras del personaje, en primera persona) y el estilo indirecto (habla el narrador en 3* persona). La novela del siglo XX incorpora una nueva técnica: el estilo indirecto libre, con el que se combinan los dos anteriores (habla el narrador en 3* persona pero con las peculiaridades lingúísticas propias del personaje; no lleva verbo introductorio, lo que lo separa del estilo directo y del estilo indirecto). Muñoz Molina recurre a esta técnica innovador para mostrar los conflictos íntimos del asesino (su introversión, su desprecio por su familia, sus complejos, ... Se comprueban las características del estilo indirecto libre en el capítulo 12 (pág. 141-141) o en el 15 (“El viejo lo esta diciendo siempre, que él se muere en su casa y en su cama, pues nada, que se muera como le dé la gana, pero que no dé más por el culo”. Pág. 175.). Habla un narrador en 3* persona, falta el verbo introductorio (pensar) y las expresiones coloquiales subrayadas son propias del criminal más que del narrador 2.4, EL ESPACIO Como resulta habitual en la novela del XX, la trama se sitúa en un espacio reducido, una pequeña ciudad cuyo nombre nunca se menciona. Pero todos los datos coinciden con Úbeda (Jaén), la ciudad natal del autor. Se trata de una localidad de las tierras altas del sur, con veranos secos y tórridos, rodeada de olivos, famosa por su casco histórico renacentista. Es más, el ahora decadente barrio del asesino, San Lorenzo, fue precisamente el barrio donde se crió Muñoz Molina. Otras ciudades aludidas son Bilbao y Madrid, asociadas al pasado del inspector y al futuro de Susana respectivamente. Las descripciones de ambientes, dispersas a lo largo de la novela, se caracterizan por la brevedad, su intención simbólica y su carácter impresionista. La técnica impresionista juega con las enumeraciones y las pinceladas sueltas de color, sonido u olfato. Pretende evocar sensaciones, más que trazar descripciones nítidas. Así se resalta el contraste entre el barrio histórico donde vive el criminal (“... antiguo (...), de casas caidas y de iglesias en ruinas” p. 199), con la parte nueva, simbolo para él del progreso y del bienestar (“donde están el ambiente y las luces, las tiendas prósperas de modas y de electrodomésticos con sus escaparates relucientes, los bloques de pisos con porteros automáticos y calefacción central, las calles anchas y bien asfaltadas, las cafeterías, los talleres de coches, los videoclubs, los bares de top-less, la vida de verdad” p. 203). (Se encuentran más descripciones en la 206 y en 256-257). Espacios abiertos importantes para la trama policial son: > Los jardines de la Cava, por ser al mismo tiempo el lugar del crimen, de la investigación y donde se captura al criminal. Las descripciones de este espacio son breves, pero recurrentes, se diseminan a lo largo de la novela (en el cap. 3, p. 40; cap. 7, p.71-72; cap. 22, p. 307; c. 25, p. 347-348; cap. 27, p. 414). Está situado “al final de la ciudad, al filo de los terraplenes” cerca del barrio del asesino, San Lorenzo. Ferreras evoca, melancólicamente, la inauguración del parque cuando él era niño: “Había una rosaleda y una fuente de taza y las parejas de novios venían a pasear los domingos por la mañana” (p. 351). En contraste, el parque, descuidado y abandonado en la actualidad se ha convertido en refugio de los marginales y en simbolo de la brutalidad: “un bosque arcaico de brutalidad y de terror, muy lejos del presente, de la luz del día, de la parte civilizada y habitada del mundo” (p. 348). Ahora, “ya solo acudian algunos viejos y algunos drogadictos (...) y las noches de los fines de semana acampaban cuadrillas de desangrándose, después de ser tiroteado por el terrorista, desvaneciéndose en los brazos de la maestra) > Si ordenamos estos anacronismos, los acontecimientos principales se suceden así: - 40 años antes: construcción del colegio de los Jesuitas - 15 años antes: llegada de la maestra a la ciudad - 14 años antes: llegada del inspector a Bilbao - Octubre: asesinato de Fátima, comienzo de la investigación - Noviembre: ataque a Paula, 1* noche de amor entre el inspector y la maestra - Diciembre: detención del criminal - Mayo: visita del inspector a Susana. Disparo del terrorista 3.- LA CONSTRUCCIÓN DE LOS PERSONAJES Aunque Muñoz Molina maneja los procedimientos habituales para la construcción de los personajes (la descripción, la actuación y la forma de hablar, a través de diálogos y monólogos), lo más llamativo de la novela es el recurso al simbolismo de los nombres para caracterizar a los protagonistas. Así pues, según el criterio de la onomástica, podemos clasificar a los personajes en dos grupos: L Personajes cuyo nombre propio no se menciona, que son, precisamente, los protagonistas de tres de las tramas: el inspector, el asesino y el terrorista. Esta peculiaridad, el anonimato, pone de relieve el rasgo que une a los tres: el afán de ocultarse, de no mostrar su verdadera cara ante los demás. > El inspector reconoce que “había pasado una gran parte de su vida escondiéndose, disimulando su origen y sus sentimientos, y había acabado por no saber él tampoco qué era lo que guardaba dentro de verdad. No le costaba nada entender a quienes tienen que ocultarse por algo, y tal vez gracias a eso había adquirido una notable destreza profesional para encontrarlos” (p. 322) También ha influido en la personalidad esquiva del inspector sus hábitos de trabajo como policía en Bilbao. Allí aprendió a estar siempre a la defensiva (se sienta en las cafeterías de cara a la puerta, vigilando las entradas. Intenta evitar a los fotógrafos y, sobre todo, jamás hace confidencias sobre su vida personal). No obstante, la tendencia a la introversión, acentuada por sus circunstancias profesionales, ya era una característica del niño que fue acogido por el padre Orduña en el colegio de los Jesuitas cuarenta años antes. Su incapacidad para comunicar sus sentimientos es la constante de su matrimonio y una de las causas de la depresión de la mujer. La influencia de Susana hace que, por primera vez, confiese abiertamente ante el padre Orduña: “No es digno seguir mintiendo y escondiéndose con más de cincuenta años que tengo” (cap. 26, p. 353). Aunque, 10 finalmente, es incapaz de sincerarse, precisamente con la propia Susana, porque “Habia pasado su vida adulta callando y postergando las cos: s, cubriendo de silencio o dejando para más tarde intimas decisiones y deseos” (cap. 31, p.437) > El terrorista da un nombre falso cuando se hospeda en el hotel y vigila en la sombra por motivos “profesionales”, para que no lo descubra la policía. > El asesino esconde su brutalidad y su resentimiento ante todo el mundo. Ni su familia, ni las vecinal, ni las clientas sospechan de ese joven, aparentemente “timido, trabajador y tan considerado”. Su verdadera personalidad solo sale a la luz a través de los monólogos o en los momentos en que consigue excitarse, mientras maltrata a sus víctimas. En los monólogos se manifiesta su obsesión por dos partes de su cuerpo: el pene (tan pequeño que provoca las burlas, tanto de las prostitutas, como de los soldados que hacían la mili con él) y las manos (oliendo a pescados permanentemente, con las uñ: siempre negras y cuarteadas). El pene y las manos simbolizan la doble frustración del criminal, sexual por un lado (envidia a los actores porno, pero él es impotente) y social por otro (trabaja como pescadero y vive con sus padres viejos e ignorantes en un barrio decadente cuando le gustaría se un abogado de manos cuidadas, con despacho propio y un apartamento moderno en el centro, tal como se presenta ante la prostituta). Coincide con el terrorista en la falta de escrúpulos, dado que no siente compasión ante sus víctimas ni remordimientos. En realidad, el único sentimiento que lo mueve es el rencor hacia “sus viejos” (culpables de que tenga que trabajar duramente en la pescadería), las mujeres y la sociedad en general. Desconoce lo que es la amistad y el amor. Comparte con el inspector sus problemas de comunicación. No dialoga con sus padres. Los diálogos con las vecinas o las clientas no tienen una función comunicativa, solo sirven como una careta. Quizá sea esa coincidencia la que lo impulsa a entrevistarse con él, meses después ya en la cárcel. 2. Personajes con nombre propio y/o apellido > Susana Grey, maestra de Fátima, es la coprotagonista, junto con inspector, de la trama amorosa. Es el único personaje de la trama del que se proporciona la filiación completa (nombre y apellido) porque, a diferencia de los del primer grupo, no oculta nada, se caracteriza por la sinceridad y por su capacidad de influir a su alrededor. Deja su huella sobre la casa que ocupa (repleta de libros, discos y cremas), sobre su alumna favorita (Fátima y su madre la consideran el modelo a imitar) y, por supuesto, sobre el inspector pues hace que se aficione a la música, que introduzca “algunas variaciones sutiles en el vestuario, incluso en la simple manera de mirar” de forma que Susana le dice: “Tú no te das cuenta, pero ya no miras como antes” (p. 435). Su apellido, Grey, tiene un valor simbólico, un aire extranjero (grey significa gris en inglés), porque así se siente Susana en esa pequeña ciudad de provincia: una extranjera, una extraña. La maestra, madrileña, había llegado, llena de ilusiones, quince años antes, siguiendo a su marido. Ahora, a sus treinta y muchos años, lleva una vida gris, marcada por el cansancio o “más bien un deterioro semejante al de los objetos que veía en la escuela” (p. 83). Sus motivaciones para permanecer allí ya no existen, puesto que su marido la abandonó después de dos o tres años de matrimonio y su hijo, un adolescente de quince años, acaba de hacer lo mismo para irse a vivir con el padre que nunca se ocupó de él. Su última atadura con la ciudad y la vida mediocre es el inspector, pero la cobardía de éste, la impulsa a volver a Madrid y buscar nuevas metas. > Personajes secundarios de la trama son el padre Orduña y el forense Ferreras. No conocemos sus nombres de pila. Sus apellidos castizos muestran su arraigo en la ciudad. Orduña desciende de una familia ilustre cuyo antepasado más reconocido tiene una estatua en el centro de la plaza. Tanto él como Ferreras han vivido allí siempre, pero, lejos de encerrarse y caer en la mediocridad, son dos intelectuales, emprendedores, abiertos al mundo y a las novedades. Orduña ahora un anciano, que desempeña el papel de confidente y consejero del inspector, fue durante el franquismo, el revolucionario ideológico de la ciudad al convertirse en el primer cura rojo. Ferreras, amigo de Susana y colaborador del inspector, cree en los avances técnicos con el mismo entusiasmo que el padre Orduña puso en el comunismo en sus años de juventud > Las dos niñas, víctimas del pederasta, se mencionan únicamente sus nombres de pila: Fátima y Paula. Las dos son hijas modelo: inocentes, cariñosas con sus familias, responsables. NOTA: las citas corresponden a la edición de Plenilunio de la editorial Santillana, colección Punto de lectura, 2* edición (abril 2009)
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