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Orientación Universidad
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Poemario Agustina Stormi, Monografías, Ensayos de Lengua y Literatura Gallega

Poemas de la Argentina Agustina storni

Tipo: Monografías, Ensayos

2018/2019

Subido el 28/05/2019

Cogitoergomaria
Cogitoergomaria 🇻🇪

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¡Descarga Poemario Agustina Stormi y más Monografías, Ensayos en PDF de Lengua y Literatura Gallega solo en Docsity! Poemas varios Alfonsina Storni V I D A MIS NERVIOS están locos, en las venas la sangre hierve, líquido de fuego salta a mis labios donde finge luego la alegría de todas las verbenas. Tengo deseos de reír; las penas que de donar a voluntad no alego, hoy conmigo no juegan y yo juego con la tristeza azul de que están llenas. El mundo late; toda su armonía la siento tan vibrante que hago mía cuando escancio en su trova de hechicera. Es que abrí la ventana hace un momento y en las alas finísimas del viento me ha traído su sol la primavera. ASI Hice el libro así: Gimiendo, llorando, soñando, ay de mí. Mariposa triste, leona cruel, Di luces y sombra todo en una vez. Cuando fui leona nunca recordé Cómo pude un día mariposa ser. Cuando mariposa jamás me pensé Que pudieras un día zarpar o morder. Encogida a ratos y a saltos después Sangraron mi vida y a sangre maté. Sé que, ya paloma, pesado ciprés. O mata florida, lloré y más lloré. Ya probando sales, ya probando miel, Los ojos lloraron a más no poder. Da entonces lo mismo, que lo he visto bien, Ser rosa o espina, ser néctar o hiel. Así voy a curvas con mi mala sed Podando jardines de todo jaez. TU ME QUIERES BLANCA Tu me quieres alba, Me quieres de espumas, Me quieres de nácar. Que sea azucena Sobre todas, casta. De perfume tenue. Corola cerrada Ni un rayo de luna Filtrado me haya. Ni una margarita Se diga mi hermana. Tú me quieres nívea, Tú me quieres blanca, Tú me quieres alba. Tú que hubiste todas Las copas a mano, De frutos y mieles Los labios morados. Tú que en el banquete Cubierto de pámpanos Dejaste las carnes Festejando a Baco. Tú que en los jardines Negros del Engaño Vestido de rojo Corriste al Estrago. Tú que el esqueleto Conservas intacto No sé todavía Por cuáles milagros, Me pretendes blanca (Dios te lo perdone), Me pretendes casta (Dios te lo perdone), ¡Me pretendes alba! Huye hacia los bosques, Vete a la montaña; Límpiate la boca; Vive en las cabañas; Toca con las manos La tierra mojada; Alimenta el cuerpo Con raíz amarga; Bebe de las rocas; Duerme sobre escarcha; Renueva tejidos Con salitre y agua; Habla con los pájaros Y lévate al alba. Y cuando las carnes Te sean tornadas, Y cuando hayas puesto En ellas el alma Que por las alcobas Se quedó enredada, Entonces, buen hombre, Preténdeme blanca, Preténdeme nívea, Preténdeme casta. PRESENTIMIENTO TENGO el presentimiento que he de vivir muy poco. Esta cabeza mía se parece al crisol, Purifica y consume. Pero sin una queja, sin asomo de horror, Para acabarme quiero que una tarde sin nubes, Bajo el límpido sol, Nazca de un gran jazmín una víbora blanca Que dulce, dulcemente, me pique el corazón. ASPECTO VIVO dentro de cuatro paredes matemáticas Alineadas a metro. Me rodean apáticas Almillas que no saben ni un ápice siquiera De esta fiebre azulada que nutre mi quimera. Uso una piel postiza que me la rayo en gris. Cuervo que bajo el ala guarda una flor de lis. Me causa cierta risa mi pico fiero y torvo Que yo misma me creo pura farsa y estorbo. PARASITOS JAMAS pensé que Dios tuviera alguna forma. Absoluta su vida; y absoluta su norma. Ojos no tuvo nunca: mira con las estrellas. Manos no tuvo nunca: golpea con los mares. Lengua no tuvo nunca: habla con las centellas. Te diré, no te asombres; Sé que tiene parásitos: las cosas y los hombres. ¿SABEIS ALGO?... SUBI, subí, subí. Ya estaba bien arriba Cuando sentí un murmullo. ¿Era reto, diatriba? Escuché: carcajadas, ironías, insultos. ¿Que os parezco una simia? Oh mis buenos estultos: ¿Sabéis de cosas bellas? Yo hace siglos que vivo trenza que trenza estrellas. Alma que nada sabe y todo niega Y negando lo bueno el bien propicia Porque es negando como más se entrega, Alma que suele haber como delicia Palpar las almas, despreciar la huella, Y sentir en la mano una caricia. Alma que siempre disconforme de ella, Como los vientos vaga, corre y gira; Alma que sangra y sin cesar delira Por ser el buque en marcha de la estrella. NOCHE DIVINA ESTE jardín nos cede su delicia, Nos cede el árbol de manzanas lleno. Fuente de dioses a la sed propicia, Pan del instinto, para el hambre, bueno. Mas blanco mármol sin igual pudicia Fija en nosotros su mirar sereno; Muslo desnudo, vigoroso el seno, Puro, como la luz que lo acaricia. Se hacen tus ojos demasiado azules Cubren tus manos impalpables tules Y algo divino te levanta en vuelo. No cortemos la fruta deleitosa Y mira el alma en una nube rosa, Cómo es de azul la beatitud del cielo. SOY ESA FLOR TU VIDA es un gran río, va caudalosamente, A su orilla, invisible, yo broto dulcemente. Soy esa flor perdida entre juncos y achiras Que piadoso alimentas, pero acaso ni miras. Cuando creces me arrastras y me muero en tu seno, Cuando secas me muero poco a poco en el cieno; Pero de nuevo vuelvo a brotar dulcemente Cuando en los días bellos vas caudalosamente. Soy esa flor perdida que brota en tus riberas Humilde y silenciosa todas las primaveras. MELANCOLIA OH MUERTE, Yo te amo, pero te adoro, vida... Cuando vaya en mi caja para siempre dormida, Haz que por vez postrera Penetre mis pupilas el sol de primavera. Déjame algún momento bajo el calor del cielo, Deja que el sol fecundo se estremezca en mi hielo... Era tan bueno el astro que en la aurora salía A decirme: buen día. No me asusta el descanso, hace bien el reposo, Pero antes que me bese el viajero piadoso Que todas las mañanas, Alegre como un niño, llegaba a mis ventanas. PAZ VAMOS hacia los árboles... El sueño Se hará en nosotros por virtud celeste. Vamos hacia los árboles; la noche Nos será blanda, la tristeza leve. Vamos hacia los árboles, el alma Adormecida de perfume agreste. Pero calla, no hables, sé piadoso; No despiertes los pájaros que duermen. PESO ANCESTRAL TU ME DIJISTE: no lloró mi padre; Tú me dijiste: no lloró mi abuelo; No han llorado los hombres de mi raza, Eran de acero. Así diciendo te brotó una lágrima Y me cayó en la boca... Más veneno Yo no he bebido nunca en otro vaso Así pequeño. Débil mujer, pobre mujer que entiende, Dolor de siglos conocí al beberlo; Oh, el alma mía soportar no puede Todo su peso. DATE A VOLAR ANDA, date a volar, hazte una abeja, En el jardín florecen amapolas, Y el néctar fino colma las corolas; Mañana el alma tuya estará vieja. UN SOL MI CORAZON es como un dios sin lengua, Mudo se está a la espera del milagro, He amado mucho, todo amor fue magro, Que todo amor lo conocí con mengua. He amado hasta llorar, hasta morirme. Amé hasta odiar, amé hasta la locura, Pero yo espero algún amor natura Capaz de renovarme y redimirme. Amor que fructifique mi desierto Y me haga brotar ramas sensitivas, Soy una selva de raíces vivas, Sólo el follaje suele estarse muerto. ¿En dónde está quien mi deseo alienta? ¿Me empobreció a sus ojos el ramaje? Vulgar estorbo, pálido follaje Distinto al tronco fiel que lo alimenta. ¿En dónde está el espíritu sombrío De cuya opacidad brote la llama? Ah, si mis mundos con su amor inflama Yo seré incontenible como un río. ¿En dónde está el que con su amor me envuelva? Ha de traer su gran verdad sabida... Hielo y más hielo recogí en la vida: Yo necesito un sol que me disuelva. ODIO OH, PRIMAVERA de las amapolas, Tú que floreces para bien mi casa, Luego que enjoyes las corolas, Pasa. Beso, la forma más voraz del fuego, Clava sin miedo tu endiablada espuela, Quema mi alma, pero luego, Vuela. Risa de oro que movible y loca Sueltas el alma, de las sombras, presa, En cuanto asomes a la boca, Cesa. Lástima blanda del error amante Que a cada paso el corazón diluye, Vuelca tus mieles y al instante, Huye. Odio tremendo, como nada fosco, Odio que truecas en puñal la seda, Odio que apenas te conozco, Queda. PIEDRA MISERABLE OH, PIEDRA dura, miserable piedra, Yo te golpeo, te golpeo en vano, Y es inútil la fuerza de mi mano, Oh piedra dura, miserable piedra. Pero haces bien, oh miserable piedra, Deja que tiente un golpe sobrehumano, Deja golpear, deja golpear mi mano, Oh piedra dura, miserable piedra. No me des nada, miserable piedra, Guarda un silencio altivo y soberano, No te ablandes jamás entre mi mano; Oh piedra dura, miserable piedra. Con tu impiedad, oh miserable piedra, Recobro alientos y el deseo gano, No te dejes caer sobre mi mano, Mezquina, estulta, miserable piedra. Si un día torpe, miserable piedra, Te venciera la fuerza del verano Y cayeras a gotas en mi mano Yo te odiaría, miserable piedra... Dame tu sal, tu yodo, tu fiereza, ¡Aire de mar!... ¡Oh tempestad, oh enojo! Desdichada de mí, soy un abrojo, Y muero, mar, sucumbo en mi pobreza. Y el alma mía es como el mar, es eso, Ah, la ciudad la pudre y equivoca Pequeña vida que dolor provoca, ¡Que pueda libertarme de su peso! Vuele mi empeño, mi esperanza vuele... La vida mía debió ser horrible, Debió ser una arteria incontenible Y apenas es cicatriz que siempre duele. BIEN PUDIERA SER... PUDIERA ser que todo lo que en verso he sentido No fuera más que aquello que nunca pudo ser, No fuera más que algo vedado y reprimido De familia en familia, de mujer en mujer. Dicen que en los solares de mi gente, medido Estaba todo aquello que se debía hacer... Dicen que silenciosas las mujeres han sido De mi casa materna... Ah, bien pudiera ser... A veces en mi madre apuntaron antojos De liberarse, pero se le subió a los ojos Una honda amargura, y en la sombra lloró. Y todo eso mordiente, vencido, mutilado, Todo eso que se hallaba en su alma encerrado, Pienso que sin quererlo lo he libertado yo. EL SILENCIO ¿NUNCA habéis inquirido Por qué, mundo tras mundo, Por el cielo profundo Van pasando sin ruido? Ellos, los que traspiran Las cosas absolutas, Por sus azules rutas Siempre callados giran. Sólo el hombre, pequeño, Cuyo humano latido En la tierra, es un sueño, ¡Sólo el hombre hace ruido! MI HERMANA SON LAS DIEZ de la noche; en el cuarto en penumbra Mi hermana está dormida, las manos sobre el pecho; Es muy blanca su cara y es muy blanco su lecho, Como si comprendiera, la luz casi no alumbra. En el lecho se hunde a modo de los frutos Rosados, en el hondo colchón de suave pasto. Entra el aire a su pecho y levántalo casto Con su ritmo midiendo los fugaces minutos. La arropo dulcemente con las blancas cubiertas Y protejo del aire sus dos manos divinas; Caminando en puntillas cierro todas las puertas, Entorno los postigos y corro las cortinas. Hay mucho ruido afuera, ahoga tanto ruido. Los hombres se querellan, murmuran las mujeres, Suben palabras de odio, gritos de mercaderes: Oh, voces, deteneos. No entréis hasta su nido. Mi hermana está tejiendo como un hábil gusano Su capullo de seda: su capullo es un sueño. Ella con hilo de oro teje el copo sedeño: Primavera es su vida. Yo ya soy el verano. Cuenta sólo con quince octubres en los ojos, Y por eso los ojos son tan limpios y claros; Cree que las cigüeñas, desde países raros, Bajan con rubios niños de piececitos rojos. ¿Quién quiere entrar ahora? Oh ¿eres tú, buen viento? ¿Quieres mirarla? Pasa. Pero antes, en mi frente Entíbiate un instante; no vayas de repente A enfriar el manso sueño que en la suya presiento. UN DIA ANDAS por esos mundos como yo; no me digas Que no existes, existes, nos hemos de encontrar; No nos conoceremos, disfrazados y torpes, Por los anchos caminos echaremos a andar. No nos conoceremos, distantes uno de otro Sentirás mis suspiros y te oiré suspirar. ¿Dónde estará la boca, la boca que suspira? Diremos, el camino volviendo a desandar. Quizá nos encontremos frente a frente algún día, Quizá nuestros disfraces nos logremos quitar. Y ahora me pregunto... Cuando ocurra, si ocurre, ¿Sabré yo de suspiros, sabrás tú suspirar? CARTA LIRICA A OTRA MUJER VUESTRO nombre no sé, ni vuestro rostro Conozco yo, y os imagino blanca, Débil como los brotes iniciales, Pequeña, dulce... Ya ni sé... Divina. En vuestros ojos placidez de lago Que se abandona al sol y dulcemente Le absorbe su oro mientras todo calla. Y vuestras manos, finas, como aqueste Dolor, el mío, que se alarga, alarga, Y luego se me muere y se concluye Así, como lo veis; en algún verso. Ah, ¿sois así? Decidme si en la boca Tenéis un rumoroso colmenero. Si las orejas vuestras son a modo De pétalos de rosas ahuecados... Decidme si lloráis, humildemente. Mirando las estrellas tan lejanas. Y si en las manos tibias se os aduermen Palomas blancas y canarios de oro. Porque todo eso y más, vos sois, sin duda: Vos, que tenéis el hombre que adoraba Entre las manos dulces, vos la bella Que habéis matado, sin saberlo acaso, Toda esperanza en mí... Vos, su criatura. Porque él es todo vuestro: cuerpo y alma Estáis gustando del amor secreto Que guardé silencioso... Dios lo sabe Por qué, que yo no alcanzo a penetrarlo. Os lo confieso que una vez estuvo Tan cerca de mi brazo, que a extenderlo Acaso mía aquélla dicha vuestra Me fuera ahora... ¡sí! acaso mía... Mas ved, estaba el alma tan gastada Que el brazo mío no alcanzó a extenderse: La sed divina, contenida entonces, Me pulió el alma... ¡Y él ha sido vuestro! ¿Comprendéis bien? Ahora, en vuestros brazos El se adormece y le decís palabras Pequeñas y menudas que semejan Pétalos volanderos y muy blancos. Acaso un niño rubio vendrá luego A copiar en los ojos inocentes Los ojos vuestros y los de él Unidos en un espejo azul y cristalino... ¡Oh, ceñidle la frente! ¡Era tan amplia! ¡Arrancaban tan firmes los cabellos A grandes ondas, que a tenerla cerca No hiciera yo otra cosa que ceñirla! Luego dejad que en vuestras manos vaguen Los labios suyos; él me dijo un día Que nada era tan dulce al alma suya Como besar las femeninas manos... Y acaso, alguna vez, yo, la que anduve Vagando por afuera de la vida, -Como aquellos filósofos mendigos Que van a las ventanas señoriales A mirar sin envidia toda fiesta- Me allegue humildemente a vuestro lado Y con palabras quedas, susurrantes, Os pida vuestras manos un momento, Para besarlas, yo, como él las besa... Y al recubrirlas, lenta, lentamente, Vaya pensando: aquí se aposentaron ¿Cuánto tiempo?, sus labios, ¿cuánto tiempo En las divinas manos que son suyas? ¡Oh, qué amargo deleite, este deleite De buscar huellas suyas y seguirlas Sobre las manos vuestras tan sedosas, Tan finas, con sus venas tan azules! Oh, que nada podría, ni ser suya, Ni dominarle el alma, ni tenerlo Rendido aquí a mis pies, recompensarme Este horrible deleite de hacer mío Un inefable, apasionado rastro. Y allí en vos misma, sí, pues sois barrera, Barrera ardiente, viva, que al tocarla Ya me remueve este cansancio amargo, LA MIRADA MAÑANA, bajo el peso de los años, Las buenas gentes me verán pasar, Mas bajo el pelo oscuro y la piel mate Algo del muerto fuego asomará. Y oiré decir: ¿quién es esa que ahora Pasa? Y alguna voz contestará: -Allá en sus buenos tiempos Hacía versos. Hace mucho ya. Y yo tendré mi cabellera blanca, Los ojos limpios, y en mi boca habrá Una gran placidez y mi sonrisa Oyendo aquello no se apagará. Seguiré mi camino lentamente, Mi mirada a los ojos mirará, Irá muy hondo la mirada mía, Y alguien, en el montón, comprenderá. EL CANAL EN LA DULCE fragancia De la dulce San Juan, Recuerdos de mi infancia Enredados están. Mi casa hacia los fondos Tendía su vergel; Allí canales hondos Entre abejas y miel. De enrojecidas ondas Y pequeño caudal Era el mío, entre frondas, Predilecto canal. Vagas melancolías Llevábanme a buscar En los oscuros días Aquel dulce lugar. Barquitos trabajaba En nevado papel Y en el agua soltaba Tan menudo bajel. Y navegaban hasta Que un recodo fugaz Se interponía: ¡basta! No los veía más. Y al perder mi barquito Solíanme embargar Ideas de infinito Y rompía a llorar. Niña: ya presentías Lo que ocurrir debió: Todo, por otras vías, Se ha ido y no volvió. Q U E J A SEÑOR, mi queja es ésta, Tú me comprenderás: De amor me estoy muriendo, Pero no puedo amar. Persigo lo perfecto En mí y en los demás, Persigo lo perfecto Para poder amar. Me consumo en mi fuego, ¡Señor, piedad, piedad! De amor me estoy muriendo, ¡Pero no puedo amar! LA QUE COMPRENDE CON LA CABEZA negra caída hacia adelante Está la mujer bella, la de mediana edad, Postrada de rodillas, y un Cristo agonizante Desde su duro leño la mira con piedad. En los ojos la carga de una enorme tristeza, En el seno la carga del hijo por nacer, Al pie del blanco Cristo que está sangrando reza: -¡Señor, el hijo mío que no nazca mujer! BUENOS AIRES BUENOS AIRES es un hombre Que tiene grandes las piernas, Grandes los pies y las manos Y pequeña la cabeza. (Gigante que está sentado Con un río a su derecha, Los pies monstruosos movibles Y la mirada en pereza.) En sus dos ojos, mosaicos De colores, se reflejan Las cúpulas y las luces De ciudades europeas. Bajo sus pies, todavía Están calientes las huellas De los viejos querandíes De boleadoras y flechas. Por eso cuando los nervios Se le ponen en tormenta Siente que los muertos indios Se le suben por las piernas. Choca este soplo que sube Por sus pies, desde la tierra, Con el mosaico europeo Que en los grandes ojos lleva. Entonces sus duras manos Se crispan, vacilan, tiemblan, ¡A igual distancia tendidas De los pies y la cabeza! Sorda esta lucha por dentro Le está restando sus fuerzas, Por eso sus ojos miran Todavía con pereza. Pero tras ellos, velados, Rasguña la inteligencia Y ya se le agranda el cráneo Pujando de adentro afuera. Como de mujer encinta No fíes en la indolencia De este hombre que está sentado Con el Plata a su derecha. Mira que tiene en la boca Una sonrisa traviesa, Y abarca en dos golpes de ojo Toda la costa de América. Ponle muy cerca el oído: Golpeando están sus arterias: ¡Ay, si algún día le crece Como los pies, la cabeza! UN CEMENTERIO QUE MlRA AL MAR DECID, oh muertos, ¿quién os puso un día Así acostados junto al mar sonoro? ¿Comprendía quien fuera que los muertos Se hastían ya del canto de las aves Y os han puesto muy cerca de las olas Porque sintáis del mar azul, el ronco Bramido que apavora? Os estáis junto al mar que no se calla Muy quietecitos, con el muerto oído Oyendo cómo crece la marea, Y aquel mar que se mueve a vuestro lado, Es la promesa no cumplida, de una Resurrección. En primavera, el viento, suavemente, Desde la barca que allá lejos pasa, Os trae risas de mujeres... Tibio Un beso viene con la risa, filtra La piedra fría, y se acurruca, sabio, En vuestra boca y os consuela un poco... Pero en noches tremendas, cuando aúlla El viento sobre el mar y allá a lo lejos Los hombres vivos que navegan tiemblan Sobre los cascos débiles, y el cielo Se vuelca sobre el mar en aluviones, Vosotros, los eternos contenidos, No podéis más, y con esfuerzo enorme Levantáis las cabezas de la tierra. Y en un lenguaje que ninguno entiende Gritáis: -Venid, olas del mar, rodando, Venid de golpe y envolvednos como Nos envolvieron, de pasión movidos, Brazos amantes. Estrujadnos, olas, Movednos de este lecho donde estamos Horizontales, viendo cómo pasan PALABRAS A MI MADRE NO LAS GRANDES verdades yo te pregunto, que No las contestarías; solamente investigo Si, cuando me gestaste, fue la luna testigo, Por los oscuros patios en flor, paseándose. Y si, cuando en tu seno de fervores latinos Yo escuchando dormía, un ronco mar sonoro Te adormeció las noches, y miraste, en el oro Del crepúsculo, hundirse los pájaros marinos. Porque mi alma es toda fantástica, viajera, Y la envuelve una nube de locura ligera Cuando la luna nueva sube al cielo azulino. Y gusta, si el mar abre sus fuertes pebeteros. Arrullada en un claro cantar de marineros Mirar las grandes aves que pasan sin destino. DUERME TRANQUILO Dijiste la palabra que enamora A mis oídos. Ya olvidaste. Bueno. Duerme tranquilo. Debe estar sereno Y hermoso el rostro tuyo a toda hora. Cuando encanta la boca seductora Debe ser fresca, su decir ameno; Para tu oficio de amador no es bueno El rostro ardido del que mucho llora. Te reclaman destinos más gloriosos Que el de llevar, entre los negros pozos De las ojeras, la mirada en duelo. ¡Cubre de bellas víctimas el suelo! Más daño al mundo hizo la espada fatua De algún bárbaro rey Y tiene estatua. LA VIA LACTEA BLANCO polen de mundos, dulce leche del cielo ¡Quién fuera una gigante mariposa divina Para hundir la cabeza en aquella tu harina Impalpable y libarte como a cosa del suelo! Ya de nuevo en los ojos quema la primavera, Mas mi pasión humana yace, roto el peciolo, Y agotada mi alma está el mundo tan solo Que camino y retumban mis pasos en la esfera. Y en las noches nevadas, cuando a pesar de quietos Siento moverse arriba los blancos esqueletos De las estrellas muertas, me acomete como un Deseo de los cielos, y no sé qué ofreciera Porque sobre mi frente miserable cayera Una gota tan sólo te la leche de Juno. F I E S T A JUNTO a la playa, núbiles criaturas, Dulces y bellas, danzan, las cinturas Abandonadas en el brazo amigo. Y las estrellas sirven de testigo. Visten de azul, de blanco, plata, verde... Y la mano pequeña, que se pierde Entre la grande, espera. Y la fingida, Vaga frase amorosa, ya es creída. Hay quien dice feliz: -La vida es bella. Hay quien tiende su mano hacia una estrella Y la espera con dulce arrobamiento. Yo me vuelvo de espaldas. Desde un quiosco Contemplo el mar lejano, negro y fosco, Irónica la boca. Ruge el viento. CARA COPIADA ES LA CARA de un niño transparente, azulosa, Como si entre los músculos y la piel de la cara Una napa de leche lentamente rodara. En ella solamente la boca es una rosa. Y detrás de ese cutis de lavada azucena Otra cara se esconde, fuertemente esculpida; Es aquella del hombre que le ha dado la vida Y se mueve en sus rasgos y los gestos le ordena: Mira con inocencia y es dura su mirada. Su sonrisa es tranquila y en el fondo es taimada: Hay huellas en la fresca ternura de su pulpa. Ya en la boca se pinta la blandura redonda Que dan los besos largos y en su nariz la honda Codicia de la especie. ¡Y carece de culpa! O L V I D O LIDIA ROSA: hoy es martes y hace frío. En tu casa, De piedra gris, tú duermes tu sueño en un costado De la ciudad. ¿Aún guardas tu pecho enamorado, Ya que de amor moriste? Te diré lo que pasa: El hombre que adorabas, de grises ojos crueles, En la tarde de otoño fuma su cigarrillo. Detrás de los cristales mira el cielo amarillo Y la calle en que vuelan desteñidos papeles. Toma un libro, se acerca a la apagada estufa, En el tomacorriente al sentarse la enchufa Y sólo se oye un ruido de papel desgarrado. Las cinco. Tú caías a esta hora en su pecho, Y acaso te recuerda... Pero su blando lecho Ya tiene el hueco tibio de otro cuerpo rosado. Una nota asustada, suelta mi pecho magro. ¿Siento mi voz acaso como por vez primera?... Ah, el corazón disuelto de tanta primavera Está fuera del tiempo y anticipa un milagro. Está fuera del tiempo, porque vuelvo la vista Al tupido boscaje de espinosas retamas Y presiento que acechan las pupilas en llamas De algún sátiro joven que el asalto se alista. Va la tierra a prensarse bajo el casco de uña, Y a su rito salvaje, veré alzarse las aves De sus nidos ocultos, y los céspedes suaves Encogerse al amago de la dura pezuña. Algo de otras edades, de una extraña grandeza, Sorprenderá a los cisnes blancos del siglo XX, Sonreirán las bocas de mármol de la fuente Al amor desusado de una fiera simpleza. Por mirar cómo escapan las mujeres rosadas, Las mujeres de piedra darán vuelta sus bustos, Y en la sombra discreta de los negros arbustos Habrá una fuga fina de blancas carcajadas. Pero es grave el contraste: bajo mis ojos cae Saliendo del boscaje, una cara pulida: Es de mi siglo: un joven; por la boca sin vida Pasa un cansancio lento que a lo real me trae. Hacia mí se encamina con un paso que ondula Su piel amarillenta le da una muerta gracia, Ojeras prematuras sellan su aristocracia; Pasa a mi lado, mira, me pesa y me calcula... Galantería fácil, frase de primavera, Irrumpe de su boca, tenue mancha lavada; Miro sus manos pulcras y su barba afeitada; Y se anima en sus ojos una llama ligera. ... Pero se aleja a paso reposado y tranquilo, Algún cisne lo mira sin sorpresa en el lago, sigue cantando el ave su canto fino y vago, La araña no ha cesado de tejer con su hilo. El sol, sobre su cuerpo, cobra la indiferencia De un filósofo triste que contemplara escombros; Cada vez más se alejan los rellenados hombros Y a su paso las cosas se cargan de paciencia. No han girado sus bustos las mujeres de piedra; Sigue el agua goteando con idéntico canto; En el bosque no hay risas ni carreras de espanto; Mana un negro silencio, y está quieta la hiedra... Allá lejos se pierde la figura del hombre; Recuerdo su mirada, turbia y domesticada. ¡Oh suspicaz, moderna y pequeña mirada, El corazón me llenas de una angustia sin nombre! DOLOR QUISIERA esta tarde divina de octubre Pasear por la orilla lejana del mar; Que la arena de oro, y las aguas verdes, Y los cielos puros me vieran pasar. Ser alta, soberbia, perfecta, quisiera, Como una romana, para concordar Con las grandes olas, y las rocas muertas Y las anchas playas que ciñen el mar. Con el paso lento, y los ojos fríos Y la boca muda, dejarme llevar; Ver cómo se rompen las olas azules Contra los granitos y no parpadear Ver cómo las aves rapaces se comen Los peces pequeños y no despertar; Pensar que pudieran las frágiles barcas Hundirse en las aguas y no suspirar; Ver que se adelanta, la garganta al aire, El hombre más bello; no desear amar... Perder la mirada, distraídamente, Perderla, y que nunca la vuelva a encontrar; Y, figura erguida, entre cielo y playa, Sentirme el olvido perenne del mar. Y la montaña alzada sobre la línea ecuatorial de la cabeza: la nariz de batientes de cera por donde comienza a callarse el color de vida; las dos puertas por donde adelanta -flores, ramas y frutas- la serpentina olorosa de la primavera. Y el cráter de la boca de bordes ardidos y paredes calcinadas y resecas; el cráter que arroja el azufre de las palabras violentas, el humo denso que viene del corazón y su tormenta; la puerta en corales labrada suntuosos por donde engulle, la bestia, y el ángel canta y sonríe y el volcán humano desconcierta. Se balancea, arriba, sobre el cuello, el mundo de los siete pozos: la humana cabeza. Y se abren praderas rosadas en sus valles de seda: las mejillas musgosas, Y riela sobre la comba de la frente, desierto blanco, la luz lejana de una muerta... VOLUNTAD MARIPOSA ebria, la tarde, giraba sobre nuestras cabezas estrechando sus círculos de nubes blancas hacia el vértice áspero de tu boca que se abría frente al mar. Cielo y tierra morían en la música verde de las aguas que no conocían caminos. Retrocedía, ahuecada, la pared del horizonte e iban a echarse a danzar las rocas negras. Me desnivelaban ya los círculos de arriba empujándome hacia ti como hacia raíz lejana de la que brotara. Pero sólo la tarde bebió, lenta, la cicuta de tu boca. V O Z TE ATARE a los puños como una llama, dolor de servir a cosas estultas. Echaré a correr con los puños en alto por entre las casas de los hombres. Hemos dormido, todos, demasiado. Dormido a plena luz como las estrellas a pleno día. Dormido, con las lámparas a medio encender; enfriados en el ardimiento solar; contando el número de nuestros cabellos, viendo crecer nuestras veinte uñas. ¿Cuándo los jardines del cielo echarán raíces en la carne de los hombres, en la vida de los hombres, en la casa de los hombres? L L A M A MI QUEJA abre la pulpa del corazón divino y su estremecimiento aterciopela el musgo de la tierra. Un ámbar agridulce destilado de las flores cerúleas cae a mojar mi labios sedientos. Ríos de sangre bajan de mis manos a salpicar el rostro de los hombres. Sobre la cruz del tiempo clavada estoy. El rumor lejano del mundo, ráfaga cálida, evapora el sudor de mi frente. Mis ojos, faros de angustia, trazan señales misteriosas en los mares desiertos. Y eterna, la llama de mi corazón sube en espirales a iluminar el horizonte. REGRESO EN SUEÑOS BOCA perdida en el vaivén del tiempo; detrás de los paisajes escondida; boca hacia atrás huyente en el espacio; boca muerta que fuiste boca viva: Torbellinos de rostros te apagaron, tú, que eras rosa ya palidecida; bloques de casas, cielos circulantes, telones fueron a velarte esquiva. Alguna vez la punta de la llama pintó en el aire la ligera estría de tu boca atersada a finos verbos: seda en la seda, flor más florecida. O levanté la mano para asirte en la nube traslúcida que lucía acuchillada del cuchillo mismo que parte en dos la ya palidecida. Y a veces, en el fondo de otra boca, flor de agua pura aún mas verdecida, hube de hallarte. Mas se abrió tu boca como la sal al viento en las salinas... Pero anoche, ¿de dónde regresaste? ¿De tumbas de agua? ¿De raíz nutrida en anchos bosques? ¿De trasmundos malva? ¿Qué cadenas de seres te fue guía? Cortaste los paisajes y los rostros, los circulantes cielos en huidas, bloques de casas, hojarasca de horas, y me hallaste no muerta, que dormida. Pájaro de aire, reposó la boca sobre la boca mía anochecida. Mas no era boca. A musgo, macerado en los soles de Dios, se parecía. F R A S E FUERA de ley, mi corazón A saltos va en su desazón. Ya muerde acá, sucumbe allí, Cazando allá, cazando aquí. Donde lo intento yo dejar Mi corazón no se ha de estar. Donde lo deba yo poner Mi corazón no ha de querer. Cuando le diga yo que sí, Dirá que no, contrario a mí. Bravo león, mi corazón Tiene apetitos, no razón. MAÑANA GRIS SE ABREN bocas grises en la plancha redonda del mar. Tragan nubes grises las bocas silenciosas del mar. Dormidos los peces, en el fondo, están. Colocados en nichos, el cuerpo frío horizontal duermen todos los peces del mar. E L H O M B R E NO SABE cómo: un día se aparece en el orbe, hecho ser; nace ciego; en la sombra revuelve los acerados ojos. Una mano lo envuelve. Llora. Lo engaña un pecho. Prende los labios. Sorbe. Más tarde su pupila la tiniebla deslíe y alcanza a ver dos ojos, una boca, una frente. Mira jugar los músculos de la cara a su frente y aunque quién es no sabe, copia, imita y sonríe. Da una larga corrida sobre la tierra luego. Instinto, sueño y alma trenza en lazos de fuego, los suelta a sus espaldas, a los vientos. Y canta. Kilómetros en alto la mirada le crece y ve el astro, se turba, se exalta, lo apetece: una Mano le corta la mano que levanta. P A S I O N UNOS besan las sienes, otros besan las manos, otros besan los ojos, otros besan la boca. Pero de aquél a éste la diferencia es poca. No son dioses, ¿qué quieres?, son apenas humanos. Pero, encontrar un día el espíritu sumo, la condición divina en el pecho de un fuerte, el hombre en cuya llama quisieras deshacerte ¡como al golpe de viento las columnas de humo! La mano que al posarse, grave, sobre tu espalda, haga noble tu pecho, generosa tu falda, y más hondos los surcos creadores de tus sesos. ¡Y la mirada grande, que mientras te ilumine te encienda al rojoblanco, y te arda, y te calcine hasta el seco ramaje de los pálidos huesos! U N A M I R A D A LA PERDI de mi vida; en vano en los plurales rostros, el fulgor busco de su fluído divino; no hay copias de sus ojos; tan sólo un hombre vino con ellas a la tierra; no hay pupilas iguales: Redondo el globo blanco, mundo que anda despacio; y la pupila aguda, cazadora y ceñida; y la cuenca de sombras por rayos recorrida. (Pretextos de que nazca la llama y logre espacio.) No más bellas que tantas otras bellas pupilas. Tantas. Si las prendieran en desusadas filas, como collar del mundo, serían su atavío. Pero lo que adoraba no es lo mejor: yo busco un modo de asomarse; el luminoso y fusco resplandor de dos únicos orbes: lo que era mío. A E R O S HE AQUI que te cacé por el pescuezo a la orilla del mar, mientras movías las flechas de tu aljaba para herirme y vi en el suelo tu floreal corona. Como a un muñeco destripé tu vientre y examiné sus ruedas engañosas y muy envuelta en sus poleas de oro hallé una trampa que decía: sexo. Sobre la playa, ya un guiñapo triste, te mostré al sol, buscón de tus hazañas, ante un corro asustado de sirenas. Iba subiendo por la cuesta albina tu madrina de engaños, Doña Luna, y te arrojé a la boca de las olas. RUEGO A PROMETEO AGRANDAME tu roca, Prometeo; entrégala al dentado de la muela que tritura los astros de la noche y hazme rodar en ella, encadenada. Vuelve a encender las furias vengadoras de Zeus y dame látigo de rayos contra la boca rota, mas guardando su ramo de verdad entre los dientes. Cubre el rostro de Zeus con las gorgonas; a sus perros azuza y los hocicos eriza en sus sombríos hipogeos: He aquí a mi cuerpo como un joven potro piafante y con la espuma reventada salpicando las barbas del Olimpo. E L H I J O SE INICIA y abre en tí, pero estás ciega para ampararlo y si camina ignoras por flores de mujer o espada de hombre, ni qué alma prende en él, ni cómo mira. Lo acunas balanceando, rama de aire, y se deshace en pétalos tu boca porque tu carne ya no es carne, es tibio plumón de llanto que sonríe y alza. Sombra en tu vientre apenas te estremece y sientes ya que morirás un día por aquél sin piedad que te deforma. Una frase brutal te corta el paso y aún rezas y no sabes si el que empuja te arrolla sierpe o ángel se despliega.
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