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Poética de Amalia Bautista, Resúmenes de Literatura Española

No hay impostura en sus acciones. Los lectores de María Martínez Bautista tienen dos libros con su firma porque la autora no ha escrito más —apenas nada más—: “No me tomo la escritura como algo que alguien esté esperando, la poesía no la espera casi nadie, por lo que no hay prisa por producir nada que tenga contentos a los lectores”, reconoce la madrileña al micrófono del teléfono.

Tipo: Resúmenes

2022/2023

Subido el 11/12/2023

jose-david-simon-martinez
jose-david-simon-martinez 🇪🇸

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¡Descarga Poética de Amalia Bautista y más Resúmenes en PDF de Literatura Española solo en Docsity! ¡NINE POESÍA AMALIA BAUTISTA IIA 00 Amalia Bautista Fundación Juan March Madrid MMVIII p Py Madrileña nacida en 1962, Licenciada en Ciencias de la Información por la Complutense, Amalia Bautis- ta es redactora del gabinete de prensa del Consejo Su- perior de Investigaciones Científicas. Además y sobre todo, de vez en cuando, sólo cuando siente verdadera necesidad, escribe poesía; y luego, para fortuna de sus fieles lectores, la publica. Lo hizo por primera vez en 1988 en un libro titulado –y el título ya está haciendo referencia a uno muy famoso de nuestra historia litera- ria, así como a su contenido– Cárcel de amor. Aunque ella misma y alguno de sus críticos suelen afirmar que su segundo poemario hubo de esperar once años (Cuéntamelo otra vez, 1999), lo cierto es que este libro acoge el ramillete publicado en La mujer de Lot y otros poemas (1995). Lo mismo ocurre con Hilos de seda, el poema de 2003 en doce pequeñas partes, luego inclui- do como segunda sección de las tres que componen Es- toy ausente (2004). A lo que hemos de añadir los ocho poemas de Pecados (2005), publicado en edición con- junta con Alberto Porlan, los diez inéditos con los que concluye su poesía reunida, Tres deseos (2006), algunos incorporados a los de Roto Madrid (2008) con fotogra- fías de José del Río Mons. Veinte años de publicacio- nes, alguno más de práctica poética, y unos 140 poemas publicados son números que hablan por sí so- los. «Continencia editorial», ha afirmado ante ellos otro 7 y poeta, Jesús Beades. Sí, es cierto, pero personalmente prefiero fijarme en la reiteración, sobre todo en los años que llevamos de siglo, y así espero que suceda en los ve- nideros: como predican los endocrinos respecto a las comidas, «poca pero a menudo». Sucede que esos po- cos, en Amalia Bautista, son verdaderos festines. Los múltiples comentarios que esta poesía ha suscita- do pueden resumirse así: Claridad meridiana. sencillez de expresión, casi coloquialismo, pero encajado todo ello a la perfección en el endecasílabo, el metro culto y clási- co por excelencia. Si bien a partir de Estoy ausente apare- cen alejandrinos, heptasílabos y algunos versos, pocos, de nueve, cinco y hasta cuatro sílabas, la preferencia formal está clara: Amalia Bautista escribe poemas no muy largos en versos bien medidos, muy rítmicos. Jorge Valdés Díaz-Vélez, el prologuista de su poesía reunida en Tres deseos (2006), insiste además en su musicalidad: Son suyos los diapasones de una métrica bien tempe- rada; (…) de ahí que la realidad presentada en estos poemas haga evocar recorridos íntimos, o nos coloque ante un lienzo de Edward Hopper y traiga por el aire percusiones lluviosas de algún piano que permanecen veladas en el recuerdo (…); cuya diversidad de sonori- dades, registros y representaciones no se agota en lo es- trictamente literario. (…) Parecería que los poemas han permanecido intactos en su misteriosa e intrínse- ca armonía … Son frases que he sacado a propósito de contexto, 8 En el poema «Insomnio», del mismo libro, el yo poético no puede dormir porque su habitación da a una ruidosa autopista con tráfico noche y día. Un buen amigo le dice que piense que era el mar: Empecé a convencerme que el ruido no era más que el murmullo de las olas acariciando arenas imposibles. No resultaba fácil. Muchas veces estuve a punto de rendirme porque la imagen del asfalto y los motores sin piedad ni descanso me asaltaba. Debo reconocer que me ayudaron los accidentes, que se multiplican durante muchas horas. Era entonces cuando escuchaba cantos de sirenas que, como a los marinos, me arrullaban. Tras recordar que este asunto de las sirenas de las ambulancias convertidas en las sirenas que nos vienen tentando desde Ulises aparece también en el poema «Desolación de la sirena» de Aurora Luque, tan im- pregnada por los clásicos, me pregunto ahora por los mitos que fecundan los poemas de Amalia Bautista. Sin salir de la Odisea, ¿cómo no recordar al cíclope del Par- que del Oeste, tan tierno y lacrimógeno, que aparece y desaparece en «Galatea» sin que Acis le dé crédito? (Cárcel de amor). Son muchos y variados los personajes míticos o los mitos literarios glosados en estos poemas, 11 y especialmente los que proceden de la Biblia: «La mu- jer de Lot», «Judit»… Nuestra autora está un poco ob- sesionada por los orígenes, con la historia de Adán y Eva. Es objeto de uno de los escasos soliloquios de su yo poético en masculino: «La confesión de Adán» (Cuéntamelo…), cuando, ya expulsados del paraíso, nuestro primer padre descubre lo apetecible que es aho- ra Eva vestida, y le ruega que no se desabroche todavía; en «La tentación» (Estoy ausente) nos cuenta la historia de otra manera, antes de o sin serpiente ni manzana; en «Ira» (Pecados) vuelve a la manzana y muestra su sor- presa ante la injusta y desproporcionada ira de Dios: sólo querían ser «osados, libres, buenos.» Pero la recre- ación que más expectativas me provocó fue la de las es- trofas o episodios 6º y 7º de Hilos de seda, un poema que comienza con una rememoración de Penélope te- jiendo y destejiendo (Odisea de nuevo), e incluye una comparación con Sísifo, el mítico fundador de Corin- to –padre de Ulises, según algunas ramificaciones de la leyenda– condenado a subir eterna e inútilmente un peñasco sobre sus hombros. A la maldita araña, que esa es la Penélope del poema en realidad, se le había ocu- rrido construir tu tela geométrica nada menos que entre las ramas de un frondoso árbol que se alzaba en el centro de un jardín. Estaba lleno de dorados frutos y por su tronco andaba una serpiente. 12 ¡Una araña en el paraíso terrenal! Sin embargo, mi gozo en un pozo: en territorio tan minado de mitos, no hay ni rastro del mito de Aracne, cuyo veneno tiene co- mo único antídoto el de la música, y si no, que se lo pregunten a Ovidio, o al Velázquez de La fábula de Aragne, es decir, de Las hilanderas. Aquí en el poema no hay picadura, no hay veneno, no tiene que haber salva- ción, no hay, pues, música, una palabra que parece proscrita en esta poesía. Hay en ella verbenas, «juegos, fiestas, copas y viajes», pájaros, vientos, mares y olas «sin lenguaje, sin lágrimas, sin ruido». Esa estética mi- nimalista a la que ha ido reconduciendo sus pensa- mientos nuestra autora es una estética silenciosa, como ensordecida: sabe que existen los sonidos, los utiliza a veces, pero las más los ignora conscientemente. Un par de ejemplos bastarán. La amante está soñando con el amado, o ¿es ella la que en su sueño sueña que él tam- bién sueña con ella? No importa, estamos, están ellos en «El baile» (Estoy ausente): Tú me sueñas y yo sueño contigo. Ambos en un salón muy elegante, abrazados, bailando, emocionados. Con los ojos brillantes y la piel erizada, las miradas cargadas de deseo. Mis tacones de vértigo consiguiendo el milagro de aproximar mis labios a tu oído. No escuchamos la música, no vemos a la gente, no importa nada más que ese reencuentro. 13 Placidez tensa en la quietud lunar, tensión bronca en el desgarro del mar contra la orilla. El territorio menos explorado cuando se estudian las relaciones entre música y poesía es sin duda el formal: no el de la forma como arquitectura, que eso es muy evidente, sino el de los procesos de composición. Al- fonso Canales, hablando de su poema Gran fuga, «con- cebido a cuatro voces, con sus correspondientes desarrollos y variaciones, bajo la impresión directa de la Gran fuga beethoveniana», afirma: Me parece que los poetas tenemos mucho que aprender de los músicos. No me refiero a los efectos au- ditivos, sino a los procedimientos de composición: dis- canto, contrapunto, desenvolvimiento de los temas esenciales, alternancia de movimientos, etc. En el caso que nos ocupa no he detectado grandes preocupaciones en este sentido, pero sí he observado al- gunos escarceos, probablemente inconscientes: una cierta semejanza al esquema tripartito del aria da capo en «Tradición» (Cárcel de amor) y en «El infierno» (Cuéntamelo…); el esquema del rondó, además de en la glosa antes mencionada, es también visible en el titula- do «Ahora» (Estoy ausente); y en «Alta mar», el verso «arrojaré mi vida por la borda» –además de recordar que los ejemplos anteriores respecto a la erre no eran únicos, ni rebuscados– nos recuerda también el estribi- llo del villancico o, mejor aún, el del virelay. 16 Una cosa más, que atañe a lo que en tiempos pasa- dos se llamó «letras para cantar», es decir, poemas con- cebidos ya desde su creación para ser cantados. Habían de ser breves, pero de mucho contenido, con muchas vocales claras y pocas consonantes conflictivas, etc. Los compositores, ante la falta de poetas que les facilitaran esas letras escritas ex profeso, espigaron aquí y allá las ya publicadas, y las pusieron en música. Si yo fuese compositor, hace ya tres o cuatro años que habría pues- to música a uno de los poemas breves más perfectos que conozco en lo que llevamos de siglo. Se titula «Pi- de tres deseos», de Estoy ausente, el que presta su título y su contenido a la poesía reunida de Amalia Bautista, y dice así en sus cuatro hermosos heptasílabos: Ver el alba contigo, ver contigo la noche y ver de nuevo el alba en la luz de tus ojos. Desde el Cancionero de Upsala no había leído nada semejante. Y también pondría música a este otro, de Roto Madrid, titulado «El mausoleo»: De tarde en tarde las risas de los niños matan silencios. Sí: el silencio es otro de los componentes funda- mentales para entender la poética de Amalia Bautista. 17 Y los músicos sabemos muy bien que sin silencio, la música no puede respirar. A.G. 18 Cuando la Fundación Juan March me invitó a parti- cipar en su ciclo «Poética y poesía», mis primeros senti- mientos fueron, naturalmente, de alegría y gratitud. Pero muy pronto, casi de inmediato, fueron sustituidos por un pánico feroz y justificado, no tanto por la parte de la poe- sía como por la de la poética. Nunca he tenido mucho que decir de nada, nunca he sido capaz de escribir más de un par de párrafos sobre cuestiones sobre las que otros han producido libros enteros, nunca me ha llevado más de cinco minutos expresar mis opiniones, mis ideas o mi percepción sobre algún tema, incluso de mi interés. Todo esto se agrava cuando el objeto de mis palabras soy, debo ser, yo misma y lo que hago. Las dos o tres veces que me he visto obligada a redactar una poética para una antolo- gía, mi texto siempre ha sido el más breve, con bastante diferencia, de todos los de los poetas antologados. Creo que eso es una prueba. Yo, que, al menos mentalmente, me escudaba en la contundencia de que el movimiento se demuestra an- dando, pensaba que si alguien estaba mínimamente inte- resado en saber algo de mi poesía, bastaba con que la leyera, porque ahí está todo lo que haya sido capaz de de- cir hasta el momento y de la mejor forma que he sabido hacerlo. Pero me veo a estas alturas, veinte años después de la publicación de mi primer libro, pero con poco más de un centenar de poemas en todo este tiempo, tratando de explicar lo que hago. Y me resulta muy difícil. 21 y Además, las poéticas me dan mucho miedo. Me pa- rece que el poeta da cuenta del objetivo que quiere al- canzar, y las pretensiones siempre son muy elevadas. Pero, cuando las contrastamos con su creación, nos pa- rece evidente que el propósito ha superado con mucho a la capacidad, las aspiraciones le venían muy grandes y su torpeza, aunque no sea excesiva, se nos agiganta en com- paración con sus elucubraciones teóricas sobre lo que de- be ser la poseía y sobre lo que cree ingenuamente que su poesía es. Se aúnan con frecuencia en la misma persona el mal poeta, o el que no lo es, con el lector excelente y exigen- te de la poesía ajena. Y resulta curioso que les ataque una ceguera absoluta que les impide descubrir en sus propias producciones los mismos defectos que critican en las de otros o, todavía peor, que les anula el entendimiento y no echan de menos en sus versos lo que piden, con razón, en los de los demás. Muchas veces me han preguntado cómo y por qué empecé a escribir poesía y, aunque todavía no estoy se- gura de tener la respuesta correcta, siempre contesto por aproximación lógica. Empecé a escribir poemas en la adolescencia, lo que no implica ninguna originalidad, casi todo el mundo escribe algo en ciertas edades de frontera, ya sean poemas, canciones, diarios, cartas o, úl- timamente, entradas de blogs o comentarios a las entra- 22 das de los blogs de otros. Quizá lo curioso sería averiguar no cuándo se empieza, sino por qué se continúa. Pero in- cluso antes de eso, antes de escribir, tengo la certeza de que ya mantenía una estrecha relación, inexplicable e in- contestable, con la poesía. Todavía conservo alguna ami- ga que me recuerda contando con los dedos las sílabas de las cancioncillas con las que saltábamos a la comba o ju- gábamos a la pelota. La sonoridad de las palabras, la ca- dencia de las frases, el ritmo más literario que musical, ya me habían invitado y atrapado. Lo que acabo de decir es un primer acercamiento, o ya una defensa evidente, de la importancia que le con- cedo al aspecto formal de la poesía. No se hace un poe- ma simplemente por no rellenar los renglones hasta el margen derecho del papel, y ni siquiera un número de sílabas por línea hacen un verso de ese número de síla- bas. Están las sinalefas, incluso las que no se hacen, y están, sobre todo, los acentos. No todo vale, no todo se puede llamar licencia. Y me atrevo a decir que pocos conocen y dominan tan bien los secretos de la métrica como los autores de los mejores poemas en el llamado verso libre. Si la poesía nace para ser dicha y recordada, si la transmisión oral es su forma natural de viajar de unos a otros, es lógico que en su factura cuente con ciertos elementos que ayudan a la memoria. Claro que tampoco podemos afirmar que ha conseguido contener poesía una simple carcasa vacía, de estructura perfecta- 23 en la elaboración de los poemas, hay cuestiones más gra- ves. El mundo está lleno de versificadores, con especial re- presentación del grupo de los sonetistas, que no pasan de entregar precisamente eso, artificios perfectamente es- tructurados, que además suelen ser autobiográficos, que están muy lejos de la verdadera poesía precisamente por- que están fabricados de acuerdo a «lo poético», un con- cepto del que se debe huir como de la peste. Otro riesgo es la originalidad, o más bien la búsqueda insensata de la misma. La originalidad no se alcanza por el simple hecho de pretenderla y, una vez conseguida, no garantiza la calidad. Me atrevería incluso a decir que el que busca la originalidad como única meta es porque no puede ofrecer nada más, y que quien se ha esforzado has- ta dejarse la piel en esa vía ha logrado textos inauditos o desconcertantes, pero muertos de antemano para la eter- nidad literaria. Es muy difícil ser original en poesía, hay que tener siempre presente que todo ha sido ya dicho y que todo puede seguir diciéndose. Son muy pocas las cosas que verdaderamente nos importan, nos mueven, nos provo- can, nos hunden o nos elevan, se reducen a la vida, el amor y la muerte, y sus flecos o elementos colaterales. To- dos nos parecemos mucho, los poetas también, somos bastante primarios y limitados, así que debemos saber que antes del poema en el que estamos trabajando ya ha 26 habido miles de poemas que decían lo mismo. Y, sin em- bargo, todo sigue siendo posible, la puerta al milagro si- gue abierta, y la supuesta originalidad, el estilo o la voz propia le acaban llegando a quien los merece sin darse cuenta, sin aspavientos y sin haberlos buscado en un ejer- cicio de egolatría. Lo malo es que escribir poemas es una actividad muy asequible, no se necesitan equipos caros, materiales difíci- les de conseguir, condiciones climáticas excepcionales, herramientas costosas o espacios especialmente diseñados para una práctica concreta. ¿Quién no tiene a mano un lápiz y un papel, una ocurrencia y una pena, por ejemplo amorosa? Seguramente por eso todos los presentes están repletos de poetas, en cada momento actual los hay a mi- les, pero a la vuelta de unos años, con todos calvos y me- jor con todos muertos, esa nómina ilimitada se queda reducida a un puñado de nombres representativos de una época, un lugar y una lengua. Ya que los poetas no aca- ban de dominar la disciplina de la criba, está bien que el tiempo y los demás terminen ejerciéndola. También por esto me parece admirable la figura del lector de poesía que no es poeta, público o secreto, individuo de una es- pecie con escasos ejemplares que ha resistido el paso de los siglos contra todas las reglas de la selección natural y el contagio virulento, y ante quien hay que descubrirse. También están los poetas humorísticos, los que hacen 27 chistes y los llaman poemas, los que siempre están rebo- santes de ocurrencias, hallazgos, chispazos de ingenio y simpatía más o menos natural. Pero no todo lo que hacen tiene gracia y casi nada tiene poesía. Para las ironías, las paradojas y los divertimentos el listón de exigencia debe mantener la misma altura que para las elegías. Ignoro todavía cómo se hace un buen poema, pero re- conozco tantos buenos poemas a lo largo de la historia que sé, al menos, cuáles no lo son. Además, no siempre un buen poema es un gran poema y, admitiendo que el lector lo completa y le da la totalidad de su sentido o al- guno de sus muchos sentidos parciales, debo decir que mi gusto, mis preferencias o mi sensibilidad han cambiado con el tiempo y las circunstancias. Sin embargo, el desor- den de las categorías nunca es absoluto y arbitrario: los buenos poemas siempre me parecerán buenos poemas, pero algunos pasan al apartado de grandes poemas por condicionantes personales. La creación poética siempre ha sido para mí un mis- terio. Sé que la factura de los poemas tiene algo de ar- tesanía y bastante de oficio y dedicación. Pero esas cosas entran en juego cuando ya se está fabricando el producto. La elección de un adjetivo, un tiempo verbal o un metro no explica las cuestiones fundamentales que nos han llevado hasta ese punto en el que ya nos podemos dedicar a elegir: de dónde viene, por qué, des- 28 citaríamos sin problemas si nos piden la nómina de los mejores poetas actuales en español. Los muertos tampo- co han corrido mejor suerte, son demasiado pocas las fi- guras americanas de primera línea que tenemos en la mente, mientras conocemos bastante bien a poetas de quinta fila cuyo mayor o único mérito es haber nacido aquí. Es un canon injusto y pobre, pero nunca es tarde para cambiarlo. Después de mi primer libro estuve siete años sin escri- bir un solo verso. Y tras ese tiempo sólo publiqué un cua- dernillo con diez poemas. Cuatro años más, es decir, once desde el primer libro, tuvieron que pasar para que saliera el segundo. Y debo decir que, durante todo ese tiempo de sequía absoluta, en ningún momento sentí angustia, preocupación, ansiedad por escribir o miedo por si jamás volvía a hacerlo. No pasaba nada, no importaba, no lo te- mía. A la poesía no se la convoca ni se la obliga, ni la dis- ciplina ni el empeño, ni las horas dedicadas o las variadas e inexistentes musas pueden nada contra su ausencia. Lle- ga cuando quiere, cuando puede, cuando es necesario, cuando no hay otro remedio. Mi poesía ha evolucionado, si es que lo ha hecho, de una manera muy parecida y sospechosamente paralela a mi propia vida. Es muy difícil ser una persona cuando es- cribes y otra cuando vives y, además, en poesía no es tan fácil inventar como en otros géneros literarios. Creo que 31 hay, del primer poema al último, una mezcla de fidelidad y transformación y una combinación permanente de he- rencia y cambio. Quizá más que de evolución debería ha- blar de abandonos y adquisiciones, de agotamiento de unas vías y perplejidad ante otras. En mi primer libro ha- bía más juego, más literatura, más teatralidad; después los personajes dieron paso a la persona, cada vez más desnu- da, la existencia no necesitaba más puesta en escena que la propia y no hacía falta cargar las tintas en la truculen- cia de los juegos y las pasiones. La vida arrasaba. Después de tantos años manteniendo esta estrecha y extraña relación con la poesía, me sigo acercando a ella con el mismo respeto y el mismo temor de la primera vez, en esto todas las veces son primeras. En el camino me siguen acompañando todas las dudas y muy pocas certezas, hasta tal punto que muchas veces dudo de es- tar en el camino o de que el camino exista, por más que sepa que hay una meta, inalcanzable como todo hori- zonte que se precie. La poesía, como las mejores cosas de la vida, no es obligatoria y no sirve para nada. No hace falta leer, y mu- cho menos escribir, poesía para estar en el mundo. Cuan- do alguna vez me han preguntado qué haría yo para fomentar el hábito de la lectura, y concretamente el gus- to por la poesía, siempre he respondido lo mismo: nada. No todos servimos para todo y, de igual manera que yo 32 no sirvo para correr la maratón, hay gente que no sirve para disfrutar de la literatura. Yo sé que ahí están las calles y las zapatillas deportivas por si quiero lanzarme, ellos sa- ben que ahí están los libros. Nada más. La libertad, la ca- pacidad y la voluntad de cada uno hacen el resto. En poesía importa lo que se dice y cómo se dice, pero también, y quizá por encima de esto, lo que se calla y lo que se sugiere. El silencio y la sugerencia son dos ingre- dientes fundamentales del poema, gracias a ellos respira, avanza y llega a la otra orilla. Me parecen igualmente im- portantes conceptos como la fuerza, la tensión, la concre- ción, la eternidad, la novedad y el asombro permanente. Aunque lo deseable y lo más complicado es ponerles al- ma a los poemas, que no es exactamente lo mismo que poner el alma en el poema. Escribir poesía no es una tarea grata. Siempre hay un trecho, muchas veces un abismo, entre el poema que que- rríamos hacer y el que finalmente hacemos. Hay que lu- char contra la dificultad y contra la facilidad, y es mucho más complicado hacer un poema al que no le sobre nada que un poema al que nada le falte. El escritor y el poeta son seres muy diferentes entre sí. El primero sólo lo es si escribe; el segundo, sigue siéndo- lo aunque no lo haga. Mientras que la tarea a la que se de- dica le da nombre y oficio al primero, el poeta acaba 33 bles y prácticamente necesarias. Hay que ir más allá: el poema y el lenguaje utilizado tienen que llegar a pare- cer inevitables. Y esto tiene una relación directa con la dificultad de lo sencillo. Me cuesta creer esa afirmación de quien asegura que escribe para sí mismo y que, por lo tanto, no quiere, nunca ha querido, que sus versos sean leídos o escu- chados por nadie. Creo, sinceramente, que entonces no escribiría, no se molestaría en pasar al papel ni una pa- labra. La íntima, secreta, individualista satisfacción de comprobar lo bien que lo ha hecho no lo justifica. Ca- da uno ya sabe de lo que es capaz, pero a veces necesi- ta que alguien más lo sepa. Claro que también es difícil pensar en el lector como ente anónimo, y aún más complicado en los lectores co- mo número indeterminado y a veces bastante elevado de entes anónimos. Me sorprendo muchísimo cuando al- guien, que no es del grupo de mi familia o mis amigos, viene con un libro, que por tanto no le he regalado yo, para que se lo firme. Me sigue pareciendo un misterio que una persona, que no tiene ninguna relación personal conmigo, decida comprar y hasta leer un libro mío. Porque yo no contaba con esa persona cuando escribía los poemas, ni sabía que estaba en el mundo ni me la ima- ginaba, mucho menos aún me podía imaginar que aca- 36 baría leyendo en letra impresa lo que yo había estado es- cribiendo meses o años antes, en soledad pero no para mí sola. El destinatario de nuestros poemas suele ser una so- la persona, o un grupo muy reducido de ellas, que con- forman nuestro círculo de afectos más estrecho y de cuyo criterio nos fiamos. Porque escribimos para que nos quie- ran, o para que nos quieran más, y buscamos el amor de quienes amamos, así como su alegría, su orgullo, su satis- facción porque les estamos dando lo que nadie más pue- de darles. Quizá no sepa explicarlo muy bien, y mucho menos demostrarlo, pero sospecho que la poesía tiene hilo direc- to con una visión moral del mundo y una postura moral ante la vida. No se trata de la moral de los poetas o de la particular de un poeta concreto, tampoco me refiero a si unos poemas llevan más carga moral que otros, ni siquie- ra a cuánto peso han tenido nuestras lecturas poéticas en nuestra conformación como personas. Hablo de una mo- ral que no está reñida con la estética, sino que la incluye y hasta puede confundirse con ella, una moral que aúna los conceptos de poesía y verdad y acoge, por lo tanto, lo bello y lo siniestro. Es más bien una sensación, siento que la relación directa con la poesía nos va diseñando una mi- rada más aguda y crítica, y al mismo tiempo más calei- doscópica, abierta y predispuesta ante el mundo, sus maravillas y sus miserias. Se nos va ajustando al alma una coraza que es a la vez abrigo y piel desnuda, vamos de- 37 sarrollando sensores, células fotoeléctricas y sistemas de alarma y, por encima de todo, envolviéndonos, incluyén- donos y dándonos sustento, se va tejiendo una red de de- licadeza extremada y tensión permanente que nos ayuda a relacionar ideas, conocimientos, recuerdos, deslumbra- mientos, a relacionarnos nosotros mismos con todo ello y a ir adquiriendo y perfeccionando lo que podríamos lla- mar criterio o capacidad de juicio. Pero si he llegado hasta aquí, suponiendo que esto sea haber llegado a alguna parte, no ha sido sola. Agradezco de corazón cada sugerencia que me han hecho y cada lec- tura que me han recomendado; agradezco los autores, los libros y los poemas que otros han descubierto y han compartido conmigo, convidándome a descubrirlos, a abandonarme en ellos y a hacerlos compañeros insepara- bles de viaje; doy las gracias a todas las instituciones y personas que me han invitado a dar lecturas, que han va- lorado mi labor y me han dado la oportunidad de tomar contacto con lectores que siempre me han emocionado y, por supuesto, a los editores de mis libros, que me han brindado la posibilidad de publicarlos incluso antes de que estuvieran escritos, con una generosidad y una con- fianza poco comunes que me colocan en el apartado de los privilegiados. Me propuse redactar esta conferencia sin citar ni un solo nombre propio. Hasta ahora lo he cumplido, pero 38 SELECCIÓN DE POEMAS 43 LAS ANTIGUAS LLAMAS No pude confesarte dónde había estado tanto tiempo, ni explicarte mi vuelta inesperada. Sólo pude hacerte sospechar que en aquel año te había sido infiel impunemente. Y era mejor así. Volví a rendirme ante tus ojos y ante tu perdón. Me olvidé de que estuve en aquel centro para enfermos mentales. Volvió todo a ser como fue siempre antes de irme. Volvió el amor desgarrador y dulce, y la pasión nociva, y en mi pecho volvieron a encenderse sin clemencia aquel dolor y las antiguas llamas. (de Cárcel de amor, 1988) y 46 OFELIA Y PERCEVAL Deberían haberse conocido en algún punto muerto de la historia, en el país del sueño, navegando por la mente de Dios o en un poema. Ella, llena de flores y de agua, ella misma una flor extravagante cuyo aroma destierra la cordura. Él, contemplando absorto sobre el blanco perfecto de la nieve la caída de los pétalos rojos de otra flor. (de Cuéntamelo otra vez, 1999) 47 A DIETA Me acosté sin cenar, y aquella noche soñé que te comía el corazón. Supongo que sería por el hambre. Mientras yo devoraba aquella fruta, que era dulce y amarga al mismo tiempo, tú me besabas con los labios fríos, más fríos y más pálidos que nunca. Supongo que sería por la muerte. (de Cuéntamelo otra vez, 1999) 48 CUÉNTAMELO OTRA VEZ Cuéntamelo otra vez, es tan hermoso que no me canso nunca de escucharlo. Repíteme otra vez que la pareja del cuento fue feliz hasta la muerte, que ella no le fue infiel, que a él ni siquiera se le ocurrió engañarla. Y no te olvides de que, a pesar del tiempo y los problemas, se seguían besando cada noche. Cuéntamelo mil veces, por favor: es la historia más bella que conozco. (de Cuéntamelo otra vez, 1999) 51 CAPERUCITA ROJA I El camino se abría luminoso ante sus ojos y bajo sus pies. Ella canturreaba. No veía que, entre los árboles del bosque, el trueno y el relámpago se iban adentrando. Y el lobo acompañaba a la tormenta. Ella sólo pensaba en las palabras últimas de su madre: «Ten cuidado. No derrames la miel. No te entretengas». (de Cuéntamelo otra vez, 1999) 52 CAPERUCITA ROJA II Al otro lado de este bosque inmenso me espera el mundo. Todo lo que he visto sólo en mis sueños tiene que esperarme al otro lado de este bosque. Es hora de ponerme en camino, aunque el viaje se lleve varios años de mi vida. De pronto escucho aullar la voz de siempre, la que siempre ha logrado detenerme: «Al otro lado de este bosque, niña, sólo espera la casa en la que mueres». (de Cuéntamelo otra vez, 1999) 53 LAS ADELFAS Las he visto crecer en las cunetas y en las medianas de las autopistas, en jardines privados y lujosos y rodeando bloques de ladrillo en suburbios tan tristes como el hombre. Me sorprende que sean tan bonitas, que se adapten tan bien a cualquier medio, que precisen tan pocas atenciones. Me sorprende que sean venenosas. (de Cuéntamelo otra vez, 1999) 56 HILOS DE SEDA Pensaron que era la paciente esposa de un héroe. La que espera noche y día tejiendo y destejiendo. La que ignora que nunca vuelve el mismo que ha partido. Y sólo soy una maldita araña. * Dicen que soy terrible y sanguinaria. Muchos me temen, a otros les repugno. No saben el dolor que me producen, lo desahuciada y sola que me dejan, unas gotas de lluvia en el verano. * Siempre creí que sólo las palabras salían de mi boca, y que eran ellas las que lograban aplazar mi muerte. Hoy sé que de mi boca sale un hilo, transparente y tenaz como un insomnio, que te ha atado a mi vida para siempre. * Construyo mundos más o menos claros, más o menos perfectos, más o menos 57 geométricos. Construyo siempre mundos dignos de las peores pesadillas. * Llevo al aire las cosas que debiera esconder, lo más íntimo y oscuro. No sólo podéis verme el esqueleto, llevo al aire también el alma toda. * Aún no sé qué delito he cometido, qué es lo que estoy pagando en este exilio. Sólo recuerdo que tejí mi tela entre las ramas de un frondoso árbol que se alzaba en el centro del jardín. Estaba lleno de dorados frutos y por su tronco andaba una serpiente. * No sé si por maldad o por olvido no fui llamada al arca. El fin del mundo duró cuarenta días y cuarenta noches. Pero alguien hizo con sus manos la dulce balsa que evitó mi muerte. * 58 Puente de plata para los que huyen, puente de seda para nuestro encuentro. Pero nadie transita por ninguno, excepto la ansiedad y la tristeza, cogidas de la mano y murmurando, yendo y viniendo siempre, inagotables, por ambos puentes y por nuestras vidas. * Mientras fabrico laboriosamente esta estrella de luz en la penumbra, sé que no puedo detenerme, sé que debo terminar antes del alba. Antes de que el zarpazo de la vida nos destruya a las dos con su evidencia. * Una vez conocí a un tipo tan raro que todavía lo recuerdo. Dijo que estaba condenado de por vida a soportar el peso de una enorme piedra sobre sus hombros, y que nunca lograría llevarla a su destino. Me contuve las ganas de decirle «¿y qué crees que hago yo con estos hilos?» * 61 LA FOTO Hazme una de esas fotos que tú haces, empaña el objetivo, desenfoca lo justo y mide mal la luz. Ahora que está cayendo el día no es difícil salir favorecida. Que los rasgos se suavicen, que todas las arrugas del alma y del contorno de los ojos desaparezcan y que quien me mire piense que puedo merecer la pena. Y sobre todo, que lo que emocione de esa foto no sea yo, que salgo allí, sino tus ojos que la han hecho. (de Estoy ausente, 2004) 62 LA TENTACIÓN ¿Y si en aquel momento nos hubiera salido al paso una serpiente? ¿Qué habrías hecho tú frente a mi miedo? ¿Cómo habrías podido convencerme de que abriera los ojos y mirase la manzana en la boca del reptil? (de Estoy ausente, 2004) 63 ALGUNOS INFELICES Todos necesitamos que nos quieran. Algunos infelices, sin embargo, no sabemos vivir para otra cosa. (de Estoy ausente, 2004) 66 AVARICIA El avaro jamás será dichoso. El avaro malvive y no se gasta ni una de sus monedas apiladas, inservibles, mugrientas. Y eso es imperdonable. Porque el avaro, como todos, morirá cualquier día, pero sin haber visto el brillo de los ojos más amados al abrir un regalo. (de Pecados, 2005) 67 GULA El sabor de los higos, su textura limando y lubricando la lengua, el paladar, los labios, las encías. El líquido estallido de las uvas entre los dientes, inundando todo. El chocolate derretido. El café, el vino rojo, el pan caliente. Mi almíbar en tus labios. Tu sal sobre los míos. (de Pecados, 2005) 68 PEREZA Desde que era una niña y me dijeron la palabra mágica llevo esperando. Pero nunca llega. Por esta carretera que bordea mi alma, polvorienta y desierta como el centro, nunca ha pasado la diligencia. (de Pecados, 2005) 71 LA REINA MAB Tú, que no me preguntas dónde vivo, mereces la respuesta más que nadie: no hace falta buscarme en lo profundo del bosque, ni a la orilla de algún lago donde flotan cadáveres hinchados, ni en las húmedas grutas, ni en las cumbres donde hay flores de azúcar o de hielo. Estaré donde quieras contemplarme por detrás de tus párpados cerrados. Allá donde tus ojos me den alas. (de Roto Madrid, 2008) 72 ALTOS MUROS I Altos muros. Siempre esos altos muros, tan ásperos y duros como el odio, cortándome el camino al horizonte. No sé si al otro lado lo que espera es un jardín o un foso, si me cierran el paso hacia otra vida o a la muerte. II De poco vale que regrese a casa y busque una escalera o gruesas sogas: los muros crecen más que mis empeños y siempre son más altos que mis fuerzas. A veces, cuando creo estar tocando su cima con la punta de mis dedos, los muros se agigantan y me dejan colgando en el vacío. Caigo al suelo siempre del mismo lado, ante su burla y ante la indiferencia de su sombra. III Aún no he descubierto si me impiden salir o entrar, si lo que me han prohibido 73 es alcanzar la tierra prometida, o tan sólo escapar de esta miseria y arribar a la nada más terrible. IV Ninguna puerta existe en estos muros, ni una pequeña grieta para el ojo, ni un desnivel que invite a la escalada. No sé si me protegen o encarcelan, si son una advertencia o un castigo. Son sólidos y oscuros como el odio. (de Roto Madrid, 2008) 76 BRINDIS Alégrate conmigo, celebremos la suerte de compartir una ciudad y un siglo, la bendición del sol dorado de este invierno, la cerveza y su espuma en nuestros labios. Brindemos contra el tiempo de oscuras amenazas, toquémonos osados, riamos complacidos, conjuremos los monstruos del dolor y la culpa, callemos nuestra inmensa soledad. Que el don de la ebriedad nos bañe al mediodía. (de Roto Madrid, 2008) 77 DREAM A LITTLE DREAM OF ME Invítame a tu sueño, déjame compartir esa película donde el tiempo es deforme y el deseo se cumple. Sueña un poco conmigo y te prometo ser la mujer perfecta para ti, mientras vivas con los ojos cerrados. Te besaré con labios de cereza, mezclaré la pasión y ternura, y cuando llegue el alba me iré sin hacer ruido. (de Roto Madrid, 2008) 78 SFUMATO Tan áspero era el mundo, tan hiriente, que él lo difuminó para mis ojos. Tan profundo era el corte que me hacían las aristas de todo lo real, que él decidió limarlas. Tanto daño me hacía el movimiento de la vida voraz, que él lo detuvo en un instante. Un preciado regalo contra el mundo, contra la realidad, contra la vida, contra la lucidez y contra mi tristeza. (de Roto Madrid, 2008) 81 LA TORRE Hagamos una torre de minutos, apilemos los ratos que hemos podido vernos, hablarnos, sonreírnos, hacernos el amor, acariciarnos hasta el fondo del alma. Vamos a amontonar con cuidado infinito, para que no se caigan, esos segundos de alegría limpia que nos dieron la paz y las lágrimas dulces. Construyamos un frágil rascacielos que centellee al sol y resista las lluvias. La torre alcanzará las nubes. Pero nunca alzaremos a su lado otra torre con todos los minutos que no estuvimos juntos, con los días perdidos más allá de los mares y las noches pasadas abrazando otros cuerpos. Sería insoportable contemplar esa torre. Daría varias veces la vuelta al universo. (Inédito) 82 DUDA Pasado el tiempo, los amantes perfectos se preguntan si ellos hacían el amor o si el amor los hizo. Y los deshizo. (Inédito) 83 BIBLIOGRAFÍA DE AMALIA BAUTISTA LIBROS DE POESÍA Cárcel de amor, Sevilla, Renacimiento, 1988. La mujer de Lot y otros poemas, Málaga, Llama de amor viva, 1995. Cuéntamelo otra vez, Granada, La Veleta, 1999. La casa de la niebla. Antología (1985-2001), Baleares, Universitat de les Illes Balears, 2002. Hijos de la seda, Sevilla, Renacimiento, 2003. Estoy ausente, Valencia, Pre-Textos, 2004. Pecados (en colaboración con Alberto Porlan), Almería, El Gaviero, 2005. Tres deseos. Poesía reunida, Sevilla, Renacimiento, 2006. Luz del mediodía. Antología poética, Puebla (México), Universidad de las Américas, 2007. Roto Madrid (con fotografías de José del Río Mons), Sevilla, Renacimiento, 2008. 86 Avaricia ................................................................................ 66 Gula ..................................................................................... 67 Pereza ................................................................................... 68 Espiral .................................................................................. 69 He soñado la casa de mi infancia ......................................... 70 La reina Mab ....................................................................... 71 Altos muros ......................................................................... 72 Tres pies ............................................................................... 74 Ida y vuelta ......................................................................... 75 Brindis ................................................................................. 76 Dream a little dream of mi .................................................. 77 Sfumato ............................................................................... 78 Nada sabemos ...................................................................... 79 El puente ............................................................................. 80 La torre (inédito) ................................................................. 81 Duda (inédito) ..................................................................... 82 Bibliografía de Amalia Bautista ................................................ 83 Libros de poesía ................................................................... 83 Antologías ............................................................................. 84 Creada en 1955 por el financiero español Juan March Ordinas, la Fundación Juan March es una institución familiar, patrimonial y operativa, que desarrolla sus actividades en el campo de la cultura humanística y científica. Organiza exposiciones de arte, conciertos musicales y ciclos de conferencias y seminarios. En su sede en Madrid, tiene abierta una biblioteca de música y teatro. Es titular del Museo de Arte Abstracto Español, de Cuenca, y del Museu d´Art Espanyol Contemporani, de Palma de Mallorca. A través del Instituto Juan March de Estudios e Investigaciones, promueve la docencia y la investigación especializada y la cooperación entre científicos españoles y extranjeros. IE
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