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La sociedad australopitecina: un paso hacia el comportamiento humano - Prof. González Urqu, Ejercicios de Prehistoria

Una perspectiva interesante sobre la evolución social de los australopitecinos, una especie de homínidos prehistóricos que vivieron en áfrica antes de que emergieran los seres humanos. El autor propone que el comportamiento social de estos seres, especialmente su ausencia de conflictos graves y su cohesión social, fue un factor clave en su evolución hacia el género homo. Se discute la hipótesis de que las sociedades australopitecinas eran pacíficas y cohesionadas, con un papel importante para las hembras y una ausencia de comportamientos violentos entre machos. Además, se sugiere que el uso de herramientas por parte de australopitecinos como australopithecus garhi pudo haber desencadenado la conciencia de 'poder' y la agresividad masculina desviada hacia otros animales.

Tipo: Ejercicios

2013/2014

Subido el 04/08/2014

whitewolf1993
whitewolf1993 🇪🇸

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¡Descarga La sociedad australopitecina: un paso hacia el comportamiento humano - Prof. González Urqu y más Ejercicios en PDF de Prehistoria solo en Docsity! Lara Sevares Canalejo 2%Grado en Historia (Prehistoria) Un modelo explicativo de la aparición humana a través de los procesos socio-cognitivos Lara Sevares Canalejo 2ºGrado en Historia (Prehistoria) ÍNDICE: 1. Introducción………………………………………pág. 1 2. El origen humano a partir de las condiciones climáticas y la vegetación……………………………………………pág. 1 3. El fenómeno socio-cognitivo: tolerancia y pacifismo…………………...………………………...pág. 2 4. La evolución de las sociedades homínidas: el ejemplo de Australopithecus garhi……………………………….pág. 6 5. Bibliografía y material de apoyo…………………..pág. 7 Lara Sevares Canalejo 2ºGrado en Historia (Prehistoria) Si pensamos en calidad alimentaria, ésta debería reflejarse incluso anatómicamente dando lugar a machos más robustos, corpulentos o altos, pero sin exceder los rangos normales, es decir, sin concebir que hubiera machos que midieran atípicamente un metro y medio. Paradójicamente, hubiésemos de pensar que entonces el tamaño superior de la dentición masculina imperaba frente a la más disminuida, cuando esto significaría que el último caso, el de un macho con dentadura menor, debería ser el dominante y aquellos individuos que reunieran dicha condición, serían los mejor calificados. Generalmente, de haber ocurrido algo semejante, habría sido muy inusual, ya que en la mayoría de las especies animales se seleccionan los atributos masculinos más destacados y sobresalientes, y no los que menos. No obstante, quizás no fuera este rasgo directamente sino su repercusión en la disposición de los individuos. Cualidades como la altura o la musculatura podrían ser perfectamente los cánones de belleza que impulsaran a las hembras a decidirse sexualmente por un miembro u otro. Un macho con una dentadura muy ligeramente más grácil atraería a la mayoría de hembras de su grupo o de otros por el hecho de que rebosaría salud y bienestar físico, por lo que su aspecto físico pocas veces sería reprobable. Aun cuando se infiriera que esto derivaría en luchas internas por el poder como en los simios actuales, resultaría una hipótesis poco efectiva. La condición de salud por la calidad de la alimentación se trataría de una característica imposible de modificar, es decir, imposible de eludir y el veredicto ya dictado automáticamente. Una razón para postularse a favor de esto es que incluso los humanos actuales –nosotros- seleccionamos las características del sexo contrario que mejor nos parecen, que más nos apeteciese que heredase nuestra progenie, y ello es casi una característica universal. Por lo que parece, la sociedad de los Australopithecus es definible por su ausencia de comportamientos violentos, pues, por todo lo mencionado en el párrafo anterior, las disputas serían innecesarias. Un macho delgado y subalimentado no tendría ninguna oportunidad frente a otro sano y fuerte porque carece de potestad para cambiar la mirada “estereotipada” de las hembras. También es aceptable relacionarlo con la presión demográfica de la especie. El pacifismo sería una actitud bastante habitual ya que en muy raras ocasiones colisionarían dos –y más infrecuentemente tres- grupos familiares. Entre los simios actuales es relativamente fácil observar que los clanes adversarios mantienen relaciones de enemistad perpetua, lo que se atribuye a la territorialidad de los machos. A diferencia, entre los Australopithecus sucedería lo contrario: los clanes familiares se desplazaban frecuentemente pero el número de integrantes grupales no superaría los veinte o la docena en los casos más excepcionales, con lo que la presión demográfica a causa de poblaciones masivas de una misma especie resultaría ínfima y prácticamente inexistente, por lo que las confrontaciones serían muy inusuales. En adición a esto, el supuesto de un volumen poblacional escaso estaría muy en consonancia con la depredación. 3 Lara Sevares Canalejo 2ºGrado en Historia (Prehistoria) El nivel de mortalidad resultaría severo ya que, pese al bipedismo, sus movimientos son inefectivos e imperfectos: caminaban balanceándose lateralmente a cada pisada por la disposición ósea de la columna vertebral, no plenamente erguida sino aún algo encorvada quizás, y por la posición de las caderas y los huesos femorales, de modo que lo hacían lentamente y podían ser presa asequible. El hecho de que prefirieran claros de pradera o sabana delimitados por arbolado respondería a una actitud defensiva estratégica que les ofertara protección contra las emboscadas, ya que la maleza circundante limitaría la acción predadora de, por ejemplo, felinos prehistóricos que prefirieran hábitats abiertos con presencia de matorral y hierbas elevadas para el acecho, pues, por otra parte, los depredadores prehistóricos solían ser de tamaño gigante. Pero ello no obsta para que en sus movilizaciones rutinarias no se expusieran a menudo a grandes riesgos. Las pérdidas podían ser considerables, y seguramente las más habituales aludían a individuos muy jóvenes, a infantes, e incluso a hembras preñadas, mucho más vulnerables. Esta teoría encaja si tenemos en cuenta los escasos hallazgos de especies australopitecinas: una vez que un miembro era apresado y asesinado, el predador lo consumía total o parcialmente dispersando las extremidades, en tanto otros animales, fueran carroñeros o no, acudían tras la matanza y acababan con los últimos restos cárnicos y óseos, que podían acabar a centenares de metros de la “escena del crimen”. La sociabilidad de los machos impera, pero no impide que la violencia no exista en determinadas formas. Si los machos de un mismo clan son tolerantes entre sí y no obedecen a preceptos de territorialidad, se debe igualmente a su nomadismo, ya que los recursos podían agotarse en una zona de asentamiento y obligaría a la familia a movilizarse en busca de más alimentos o agua. Puesto que no hay disputas por el liderazgo y éste es seguramente efímero, los machos no dedican tiempo en patrullar los alrededores intensivamente sino que les bastaría con permanecer alerta de vez en cuando ojeando –u olisqueando, si fuera posible- el entorno a fin de detectar presencia extraña. El resto del día lo pasarían alimentándose o descansando. El hecho de que carezcan del concepto de “territorio” hace que aumente su sentimiento de pertenencia y de cohesión social, permitiendo que confluyan sus intereses hacia la protección de su clan. Al contrario que los primates actuales, poseerían un sentimiento paternal hacia su descendencia, ya que los hijos no significaban una amenaza de liderazgo, con lo que no sería oportuno descartar su implicación en el aprendizaje de éstos, tarea que en la mayoría de especies animales atañe exclusivamente a la figura materna. Por tanto, se produce un desarrollo de las capacidades psico-afectivas del cerebro que ya difieren del resto de los simios. Empieza a atisbarse un comportamiento progresivamente más humano y que es característico del Homo sapiens sapiens. Se trataría de un “rol” parental y social próximo al de las sociedades de cazadores y cazadores-recolectores, aunque es evidentemente primitivo. 4 Lara Sevares Canalejo 2ºGrado en Historia (Prehistoria) A largo plazo, estos comportamientos más novedosos radicarán en el aumento del tamaño cerebral, dando lugar a que comiencen a proliferar muy tímidamente los conceptos abstractos y a un fenómeno de capacidad de abstracción aún superfluo pero que continuará desarrollándose con los individuos del género Homo y que es una característica que podríamos calificar de “típicamente humana”. Por el momento, dichas habilidades de abstracción pueden ser muy limitadas e inicialmente vinculadas al ámbito psico-afectivo. El sentimiento paternal y la cría por ambos progenitores son rasgos ausentes en gorilas y chimpancés. Los jóvenes aprenden mayoritariamente observando a sus madres o a otras hembras o machos de su edad, manteniendo una relación totalmente distante con el macho alpha. Aunque esto es imposible de demostrar, todo lo dicho podría inducirnos a pensar que desarrollaron a partir de los vínculos afectivos un sentimiento de “muerte” o “pérdida”, una comprensión muy primitiva acerca de lo que suponía perder a un miembro familiar, que hipotéticamente podía llegar a tener bastante arraigo entre progenitores que acababan de ver morir a su descendiente, acrecentado por el conocimiento de que muchos infantes morían en favor de los carnívoros y pocos sobrevivían al año de nacer, a la vez que por ello requerían de etapas de aprendizaje y dedicación parental más elevadas que en la mayoría de los mamíferos, y que –y esto es pura suposición al calor de las divulgaciones científicas- la frecuencia de concepción sexual, es decir, la preñez se dilataba en el tiempo y las hembras solo alumbraban a uno o dos hijos por año. Las pérdidas vitales de hembras o infantes influían en la capacidad del grupo para seguir subsistiendo, en la capacidad de reproducirse y expandir sus genes a la siguiente generación, asegurando la descendencia. No puede escatimarse que no hubiera grupos de no más de 4 o 5 componentes que se vieran en situación crítica, que incluso carecieran de hembras para reproducirse y se situaran al borde de la desaparición. De hecho, seguramente era un aspecto rutinario, por lo menos, frecuente. En este sentido el factor de sociabilidad y no violencia contribuía también a favor de los grupos dado que, si la endogamia hubiera sido el patrón dominante entre estas sociedades, su descendencia habría amenazado con extinguirse a medio o largo plazo. Por consiguiente, se deduce que, a fin de que un clan prosperara, la exogamia era fundamental. Una vez más, la sociabilidad y las capacidades cognitivas son lo que mejor define a los humanos. Entre los primates no humanos no se producen conductas de este tipo, sino que más bien son extraordinarias y aisladas y afectan por lo regular solo a las hembras por los intereses sexuales del macho líder, que no tolera jamás la competencia. En otro orden de cosas, el sentimiento de “espiritualidad”, de “fuerzas naturales superiores” o de “alma” deberían esperar como mínimo a la época de la expansión extra-africana, pero los rasgos particulares de “comprensión” y “compasión” por el prójimo germinaron ya con los Australopithecus bajo términos afectivos. La tolerancia grupal, la comprensión y la cohesión social garantizaron temporalmente la supervivencia de una cifra ascendente de infantes, lo que contribuyó a la selección natural y al aumento demográfico que propiciarían la expansión fuera de África. 5
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