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Redacciones de Descartes, Apuntes de Historia de la Filosofía

Apuntes de Descartes para preparación a las pruebas de acceso

Tipo: Apuntes

2018/2019

Subido el 10/04/2019

var12345
var12345 🇪🇸

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¡Descarga Redacciones de Descartes y más Apuntes en PDF de Historia de la Filosofía solo en Docsity! CAMPOS TEMÁTICOS: 1. El método cartesiano: ideal matemático de certeza, duda metódica y criterio de verdad. 2. Concepto de idea en Descartes y sus tipos. 3. Argumentos demostrativos de la existencia de Dios y del mundo. 4. Concepto de sustancia en Descartes y sus tipos. 5. Dualismo antropológico. Mecanicismo y libertad. 6. Moral provisional. Nº 1. EL MÉTODO CARTESIANO: IDEAL MATEMÁTICO DE CERTEZA, DUDA METÓDICA Y CRITERIO DE VERDAD. ARGUMENTOS DEMOSTRATIVOS DE LA EXISTENCIA Descartes es el iniciador de la filosofía Moderna. Su pensamiento es claramente un racionalismo y eso significa que el principio fundamental del que parte es dar total preponderancia a la razón frente a los sentidos. Como los sentidos nos engañan hay que apostar por la razón como fuente única del conocimiento verdadero. Descartes comienza observando que las ciencias, incluida la filosofía están mal construidas. Desde su punto de vista, ningún filósofo da con la auténtica verdad porque están mas pendientes de sus propias disputas que de buscar la verdad objetiva. Descartes, atribuye este hecho a la falta de un método apropiado y prefiere empezar de cero, prescindir de la filosofía construida hasta él y comenzar de nuevo, para lo cual debe establecer un nuevo método para buscar la verdad de las cosas. Descartes se fija en las matemáticas porque según él, es la única ciencia que da con una verdad indudable, con una certeza absoluta. Hay que hacer notar que Descartes admite que tener la verdad es poseer la certeza sobre ella aunque sería posible estar cierto de algo y albergar el error. Por eso, el punto de partida ha de ser una verdad evidente y por tanto, cierta. Para encontrar la verdad, las matemáticas utilizan la deducción a partir de una verdad evidente, y propone utilizar la deducción también en la filosofía, para encontrar otras verdades dependientes de la primera. Pero para ello deberá alcanzar esa primera verdad de la cual deducir el resto. Cuanto más nos alejemos de esa evidencia más posible será el error. La deducción consiste en partir de una idea simple, que sea clara y distinta, y de ahí obtener otras ideas más complejas que se desprendan de aquellas. Por lo que el primer problema de Descartes será intentar buscar esa idea simple y evidente, a partir de la cual poder deducir otras. Para resolver éste problema, Descartes comienza a dudar de todo, toma una postura aparentemente escéptica para alcanzar la primera idea simple y evidente. Descartes duda de los sentidos, ya que los sentidos te engañan, duda de todo, duda hasta de la vida misma y crea la hipótesis del sueño, por la que dice que la vida podría ser toda ella un sueño, ya que los sueños son tan reales cuando estás soñando. Entonces Descartes nos presenta esa primera verdad evidente, el cógito. Si dudo pienso; dudar -pensar es la misma cosa; aunque se quiera seguir dudando, no es posible dudar de la propia existencia, la existencia del ser "que duda". Descartes ha conocido la primera evidencia, la existencia del ser que piensa y que duda, pero si esa fuera la única verdad posible se caería en el solipsismo (solus ipse). Utilizando su método y deduciendo otras ideas se da cuenta de que hay en la mente más ideas, además del cogito. Estas ideas que busca son ideas verdaderas, y la verdad tiene que ser clara y distinta por eso empieza con ideas simples que tengan claridad y distinción, y a partir de estas, sacar las mas complejas mediante la razón y la inteligencia para que las ideas sigan siendo verdaderas. Ideas adventicias: son las ideas que provienen de los sentidos y como los sentidos me engañan y se equivocan, estas ideas no serán nunca fiables y no puedo conocerlas mediante mi conciencia. Ideas facticias: estas ideas proceden de la imaginación, por tanto, estas ideas serán derivadas de las adventicias, porque los elementos de la imaginación los construyo con elementos adventicios, por tanto, no podré conocerlas mediante mi conciencia y tampoco serán fiables. Ideas innatas: son ideas que están en la conciencia sin que ésta sea su causa. Son ideas que están en mi mente pero que no pueden proceder de mí, dado que me exceden, y así, hay que concluir que proceden de otro ser externo y proporcionado a ellas, es decir, Dios. Estas ideas innatas puedo conocerlas por reflexión. Descartes, como se ha dicho antes, toma el método de las matemáticas porque es la ciencia que alcanza en mayor medida la verdad. Para él, las matemáticas alcanzan siempre la certeza siempre que no haya errores en las operaciones. De este modo, las matemáticas son el modelo de la certeza y el filósofo francés pretende dotar a la filosofía de esa misma seguridad. Por eso el método cartesiano sigue dos pasos fundamentales: el primero de análisis-intuición y el segundo de síntesis-deducción. Des esta manera Descartes crea los cuatro pasos del método que se exponen a continuación: Primero, partir de la evidencia, que curiosamente se alcanza a través de la duda metódica. Dudando de "todo" metódicamente, llegaré a una gran certeza resistente a toda duda. Y será, por tanto "evidente". No se trata de una duda escéptica sino metódica, es decir, una duda provisional y pasajera que me hará concluir con la gran certeza que se necesita para construir todo el sistema de las ciencias y la filosofía. El segundo, descomponer cada problema en sus partes más simples. El tercero, proceder desde lo mas simple, hasta lo mas compuesto. Y el último, hacer un repaso para asegurarse del procedimiento correcto. El criterio de verdad para Descartes es la claridad y la distinción. Claridad y distinción que una mente atenta ha de obtener mediante la intuición; una intuición intelectual que significa una relación inmediata sujeto - objeto a través de la inteligencia. No es una claridad y distinción a los sentidos porque entonces estaríamos ante un empirismo Nº 3. ARGUMENTOS DEMOSTRATIVOS DE LA EXISTENCIA DE DIOS Y DEL MUNDO. Los diferentes argumentos que utiliza Descartes para demostrar la existencia de cada una de las sustancias y, por tanto, demostrar la existencia del alma, del mundo y de Dios son las siguientes: Descartes primero demuestra la existencia del alma mediante la primera evidencia, el cógito. Descartes duda de todo, y se da cuenta de que al dudar piensa, luego si piensa, existe. Esa es la existencia del yo pensante, del alma del ser humano y de su mente y su conciencia. Después Descartes demuestra la existencia de Dios a través de tres argumentos distintos: § El primer argumento que utiliza es el argumento de la infinitud. Comienza diciendo que no puede haber mas en un efecto que en su causa. Dice también que en la conciencia del ser humano existe la idea de infinito y esta idea no puede haber sido causada por mi puesto que no soy infinito, solo puede haberla puesto en mi un ser infinito y ese ser infinito es Dios. § El segundo argumento que utiliza descartes es el argumento de la perfección. Comienza diciendo que en él existen perfecciones y como no puede haber mas en un efecto que en su causa, tampoco puedo crear una idea de perfección porque no soy perfecto. Tampoco puedo ser la causa de mis perfecciones puesto que habría puesto en mi todas las perfecciones, por tanto, la causa de mis perfecciones debe ser un ser que posea todas las perfecciones en estado máximo, porque la idea de perfección la tiene que crear un ser perfecto. Y ese ser es Dios. § El último argumento que utiliza Descartes para demostrar la existencia de Dios es el argumento ontológico. Dios se define como ser perfecto y un ser perfecto incluye todas las perfecciones en su grado máximo y como la existencia es una perfección, para que Dios sea perfecto, tiene que existir como mínimo, por lo que el ser perfecto tendrá que existir. Por ultimo Descartes demuestra la existencia del mundo porque parte de la existencia de Dios. Al ser Dios un ser perfecto, Dios tiene que ser bondadoso porque Dios es bueno y bondadoso. Si Dios es bueno, no me engaña y no permite que me equivoque, por tanto, el mundo existe. Aunque queda demostrado el mundo, sigue siendo necesario el método para ver un mundo limitado a las cualidades primarias de las cosas, es decir, un mundo medido y mecanizado. El único mundo posible. Como se advirtió ya en el campo temático anterior se ha perdido definitivamente el mundo de las cualidades. Nº 4. CONCEPTO DE SUSTANCIA Y SUS TIPOS. El concepto de sustancia en Descartes es algo complicado. Descartes define sustancia como un término que se utiliza para designar o referirnos a las cosas o naturalezas que sólo necesitan a Dios para existir y así diferenciarlas de las cosas que necesitan a otra naturaleza que no sea Dios para existir, como las cualidades o atributos de las sustancias. Descartes distingue entre tres tipos de sustancias: La sustancia divina que es caso aparte, y las otras dos, las cuales necesitan a Dios para existir. § El primer tipo de sustancia es la sustancia infinita; con esta sustancia, Descartes busca hacer referencia a la naturaleza de Dios, a la sustancia que lo forma. Al ser la sustancia de Dios, de esta sustancia dependerán las otras dos sustancias restantes. § El segundo tipo de sustancia es la sustancia pensante (res cogitans). Con esta sustancia Descartes se refiere a las sustancias que forman las mentes, como es el caso del ser humano, el alma. § El tercer tipo de sustancia es la sustancia material (res extensa). Con este tipo de sustancia Descartes busca hacer referencia a las cosas materiales, las cosas que se perciben por los sentidos. En el caso del ser humano, el cuerpo. Así pues, en el ser humano, ambas sustancias, la pensante y la material están juntas y se comunican, según Descartes, mediante la glándula pineal. Esta es una respuesta deficiente al problema de cómo se pueden comunicar dos elementos tan diferentes como son el cuerpo material y el alma espiritual. Es deficiente la respuesta porque sigue vigente la cuestión de en qué parte de dicha glándula pueden unirse. Nº 5. DUALISMO ANTROPOLÓGICO. MECANICISMO Y LIBERTAD. Descartes elabora una teoría antropológica dualista, esto es, una concepción del ser humano como un compuesto de dos sustancias: el pensamiento y la materia extensa, como sustancias independientes e irreductibles entre sí. Afirma rotundamente que el alma y el cuerpo están estrechamente unidos. Además, insiste en afirmar el alma como un ser pensante, una sustancia completamente diferente e independiente del cuerpo, materia extensa, y que, pese a su estrecha unión, puede existir sin él. Incluso llega a decir, fiel a su racionalismo, que la existencia del alma es mucho más evidente que la del cuerpo. El alma queda clara en el cogito y en cambio, el cuerpo extenso habrá que demostrar su existencia como el resto de las cosas materiales. En esta insistencia de separar las dos realidades cuerpo - alma está en juego la libertad. Si insiste en afirmar la distinta naturaleza del cuerpo y del alma, y su total independencia, es para sustraer al alma del cumplimiento de las leyes necesarias del universo mecanicista. Al dejar a salvo la libertad, Descartes quiere además salvar el resto de valores espirituales en los que cree y a los que defiende, como la inmortalidad del alma. Nuestro cuerpo, como una cosa material más, está sujeto por tanto, a las mismas leyes de la materia, por lo que carece de libertad. Si queremos salvar la libertad humana, entonces debe residir en algo que por naturaleza esté al margen de las leyes necesarias, y ese algo sólo puede ser el alma, la res cogitans, el yo como pensamiento. La relación entre ambas sustancias es un problema. Primero, porque la separación que establece es radical al concebirlas como dos sustancias diferentes que poseen atributos distintos: el pensamiento y la extensión. En segundo lugar, porque es plenamente consciente de la estrechísima relación entre ambas. Descartes nos dice que el alma y el cuerpo están más unidos que el piloto y el barco; están tan unidos que es como si formaran unja misma cosa. El entendimiento concibe inicialmente mi cuerpo como un cuerpo más; son los sentimientos de dolor, de sed, de hambre, etc. Los que posibilitan que yo comprenda que este cuerpo es mi cuerpo. ¿Cómo explicar esta estrecha relación? Descartes nos explica que en el centro, en la parte más baja del cerebro se encuentra una glándula, llamada pineal, que es donde tendría lugar la interacción cuerpo-alma. Esta explicación es claramente insatisfactoria y está considerada como uno de los puntos más débiles de la filosofía cartesiana. Las pasiones son percepciones, sentimientos o emociones que se dan en nosotros y que afectan al alma, pero cuyo origen es el cuerpo y son causadas por las tendencias del cuerpo. Las pasiones se caracterizan por ser: a) Involuntarias, pues no dependen del alma racional, sino que se le imponen a ella. b) Irracionales, pues no son acorde con los dictados de la razón, obligando a la voluntad a establecer una lucha para someterlas a su control. La fuerza del alma consistirá en tratar de controlar y dirigir las pasiones. Para Descartes las pasiones no son siempre malas, pero exige que sean satisfechas de forma inmediata. En realidad, las pasiones no son en sí ni buenas ni malas, lo bueno o malo es el uso que se haga de ellas, por lo que se ha de aprender a gobernarlas. La razón es la encargada de proporcionar el conocimiento y los juicios para que la voluntad pueda conducir adecuadamente las acciones de la vida. En esto Descartes sigue las enseñanzas de los estoicos, según los cuales había que estar por encima de la violencia de las pasiones para alcanzar el equilibrio interior y la paz del espíritu. En esta lucha por controlar y encauzar las pasiones es donde interviene la libertad. La libertad es la capacidad de elegir entre diversas opciones que se nos presentan. Ahora bien, la libertad no consiste en la indiferencia. La indiferencia se debe a la ignorancia del entendimiento. Sólo cuando el entendimiento tiene ideas claras y distintas sobre lo bueno, lo verdadero y lo falso, la voluntad puede elegir con plena libertad. Porque la libertad consiste precisamente en que la voluntad elija aquello que el entendimiento le presenta con claridad y distinción como lo bueno y lo verdadero. La libertad, pues, consiste en el sometimiento de la voluntad al entendimiento. Para Descartes la libertad sólo puede residir en el alma, porque al no ser sustancia extensa no está sometida al dictado de las leyes necesarias de la mecánica. voluntad tiene la obligación de decidirse sin esperar la evidencia; en el segundo, tiene la obligación de no decidirse hasta que haya alcanzado la evidencia. En el dominio de la con-templación, el hombre no puede contentarse más que con la verdad evidente; en el dominio de la acción el hombre puede contentarse con la probabilidad. Ha sido necesario elaborar la moral provisional antes de poner en práctica la duda metódica para tener seguridad en el obrar, algo que no puede permanecer en suspenso. En efecto, se puede vivir con la suspensión del juicio teórico, pero no es posible sin unas normas morales que dirijan nuestra acción con los otros hombres. En el plano teórico no es aceptable lo verosímil ni lo probable, pero en el plano moral sí, pues no existen opiniones evidentes. En el plano moral todas las opiniones son probables. De ahí que en la primera máxima moral recomendara moderación, pues al ser sólo probable, si cometiéramos un error, sería menos grave que si hubiéramos optado por una actuación extre-mada. Aceptado el valor de la moral como probable y teniendo una guía para la vida ya es posible dedicarse por entero a la demolición del edificio teórico. Recordemos que Descartes piensa regirse con arreglo a las opiniones más moderadas y más alejadas del exceso que fuesen comúnmente aprobadas en la práctica por los más sensatos de aquellos con quienes tendría que vivir. La práctica de los más sensatos no es garantía de la bondad de una norma moral, pero en la incertidumbre es lo más aconsejable porque son siem-pre las más cómodas para la práctica, y verosímilmente las mejores, ya que todo exceso suele ser malo. La segunda máxima era la de ser lo más firme y resuelto posible en el obrar, y la de seguir con constancia aun la opinión más dudosa, una vez que se la hubiera adoptado. Esta regla también está inspirada por las necesidades de la vida, que obligan muchas veces a actuar aun con la falta de elementos seguros y definitivos. Las razones las expone con claridad, las acciones de la vida no admiten dilaciones, por lo que nos ha de bastar con las razones que tengamos en ese momen-to para decidirnos y seguir con ellas como si fueran las más verdaderas, de hecho lo son para nosotros, pues nos inclinamos por aquellas sobre las que tenemos más sólidas razones para con-siderarlas verdaderas. Esta medida nos sustraerá de los arrepentimientos y remordimientos, que es como dar vueltas por el bosque sin decidirse por ninguna dirección determinada, sino corrigien-do a cada paso el camino, lo cual es lo propio de los espíritus débiles y vacilantes. Es una moral de la buena conciencia, hacemos aquello que la razón nos dice que es lo mejor, aunque sepamos que no poseemos todos los elementos o razones para llegar a ese juicio sin posibilidades de error, pero debemos actuar así porque en la vida práctica las decisiones no admiten ni suspensiones ni dilaciones. En suma, hemos hecho lo mejor que podíamos en las circunstancias en que nos en-contrábamos, los arrepentimientos y remordimientos sólo pueden contribuir a desorientarnos de nuevo. La paz de conciencia consiste en la certeza sobre la bondad de las propias acciones, y se consigue considerando que nuestras decisiones han sido tomadas basándonos en las mejores razones que teníamos en el momento, debiéndose, a partir de ahí, perseverar en ese obrar dicta-do por la razón, como si nuestras acciones fuesen absolutamente buenas aunque en un principio fuesen dudosas. De esta manera evitaremos el arrepentimiento y el remordimiento. La tercera regla era procurar vencerse más bien a sí mismo que a la fortuna y esforzarse en cam-biar los pensamientos propios más que el orden del mundo. Descartes sostuvo que nada está enteramente en nuestro poder, excepto nuestros pensamientos; y colocó el mérito y la dignidad del hombre en el uso que sabe hacer de sus facultades. Esta regla expresa el espíritu del cartesianismo, el cual exige que el hombre se deje conducir únicamente por la propia razón y bos-queja el ideal mismo de la moral cartesiana, la nostalgia y el arrepentimiento; pero, si hacemos siempre todo lo que nos dicta nuestra razón, no tendremos jamás ningún motivo de arrepentir-nos, aunque los acontecimientos nos muestren, después, que nos hemos engañado sin culpa nuestra. La felicidad puede conseguirse conformándonos con las circunstancias, procurando cambiarnos nosotros, esto es, nuestros deseos, antes que intentar cambiar el mundo, lo cual resulta mucho más difícil o imposible. Esta tercera máxima está influenciada por el estoicismo y, en concreto, por Epicteto, para el cual lo único que está realmente en nuestro poder son nuestros pensamientos. Los bienes exteriores, como la fortuna, son volubles. Si ciframos nuestra felicidad en ellos, esta nunca de-penderá de nosotros. Por el contrario, si gobernamos nuestros pensamientos conseguiremos la felicidad, y el argumento que ha de convencernos es que todo aquello que no hemos conseguido después de obrar lo mejor que hemos podido, es imposible, y por tanto inútil el desearlo. La felicidad, en suma, depende del buen gobierno de nuestros pensamientos y consiste en conformarnos con nuestros bienes y no desear más que aquello que podemos alcanzar. La propuesta general que nos hace es el control de nuestros deseos por medio de nuestros pen-samientos, pues es lo único de lo que realmente podemos ser dueños. El control de nuestros deseos debe realizarse mediante la razón. Tras haber obrado lo mejor que hemos podido en lo tocante a las cosas exteriores, debemos entender que todo lo que no hemos podido conseguir es para nosotros absolutamente imposible y, por tanto, todo esfuerzo es baldío. Cifrar la felicidad en la satisfacción de todos los deseos es caer en una cadena sin fin, pues el deseo no tiene límites ni comprensión de la realidad, y el no saber determinar qué es lo posible y qué lo im-posible para nosotros es cargarnos de insatisfacciones y amarguras. El entendimiento es el encargado de enseñarnos esta distinción entre las cosas exteriores, y de ella se derivará la aceptación tranquila de la realidad. Primeramente, puede discutirse si las máximas son 3 ó 4. Tras enumerar estas tres, no aparece la expresión “mi cuarta máxima”, pero parece que la 4ª máxima tiene una posición especial, pues es como el fundamento de las otras tres. En cuanto a la discutida 4ª máxima, encontramos que la frase que más se asemeja a la formulación de una máxima es: “emplear toda mi vida en cultivar la razón”, porque el conocimiento es fuente de satisfacciones gratas e inocentes. Las 3 máximas anteriores están fundadas en ella pues con la razón examinaremos, cuando sea opor-tuno, las opiniones ajenas que seguimos. El propósito de examinarlas con la razón es lo que nos libra de remordimientos al seguirlas. Que nuestra razón juzgue buena o mala una cosa hace que nuestra voluntad la persiga o la rehúya y así se regulan nuestros deseos. Los ingredientes estoicos son abundantes en la moral cartesiana. De hecho, en el Renacimiento se había producido un “neoestoicismo” bastante generalizado. Destacaríamos: La máxima de la moderación. La constancia también es una virtud básica para Zenón, Séneca, etc. La idea de que el sabio, al conocer el orden del mundo, comprende y acepta que las cosas son necesarias, y por tanto no desea lo imposible. La 3ª máxima, derivada de lo anterior, la del dominio de los deseos es la más típicamente estoica. Finalmente, observamos que la ética de Descartes también persigue la felicidad (o el “contento” o la “satisfacción”, que son una “felicidad en tono menor”). Podemos, pues, considerar la ética cartesiana deudora del “eudemonismo” griego, una variedad del cual es el estoicismo, que buscaba la felicidad (o la serenidad, al menos) en la “ataraxia”, en la imperturbabilidad del espíritu, en superar las angustias y desánimos del vivir. Hay, no obstante, una diferencia importante entre Descartes y los estoicos. Descartes no comparte este ideal de “imperturbabilidad” o “insensibilidad” del estoico, consistente en suprimir las pasiones y alcanzar un estado de indiferencia frente a todo lo que acaezca. Sabe que las pasiones son insuprimibles, incluso que son buenas en su mayoría. Como conclusión y a modo de resumen, se puede afirmar que Descartes establece cuando trata materias especulativas, por una parte, y asuntos morales por otra. La filosofía práctica: Busca la felicidad: “vivir lo más felizmente que pudiese". Su objeto
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