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Resumen completo del libro Macbeth, Resúmenes de Lengua y Literatura

Resumen completo del libro Macbeth consta con descripcion de los personajes, resumen general, resumen por parrafo, hechos importantes.

Tipo: Resúmenes

2013/2014

Subido el 28/09/2021

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¡Descarga Resumen completo del libro Macbeth y más Resúmenes en PDF de Lengua y Literatura solo en Docsity! Macbeth Resumen general Acto primero La obra tiene lugar en Escocia. Duncan, el rey de Escocia, está en guerra con el rey de Noruega. Cuando comienza la obra, se entera de la valentía de Macbeth en una batalla victoriosa contra Macdonmnell, un escocés que se puso del lado de los noruegos. Al mismo tiempo, llegan noticias sobre el arresto del traicionero señor de Cawdor. Duncan decide darle el título de Cawdor a Macbeth. Cuando Macbeth y Banquo regresan a casa después de la batalla, se encuentran con tres brujas. Estas predicen que Macbeth será señor de Cawdor y rey de Escocia, y que Banquo será padre de reyes. Después de que las brujas desaparecen, Macbeth y Banquo se encuentran con dos nobles, Ross y Anguss, que le anuncian a Macbeth su nuevo título como señor de Cawdor. Al escuchar esto, Macbeth comienza a contemplar el asesinato de Duncan para cumplir la segunda profecía de las brujas. Macbeth y Banquo se encuentran con Duncan, que les anuncia que visitará a Macbeth en su castillo. Macbeth se adelanta para preparar el recibimiento. Mientras tanto, Lady Macbeth recibe una carta de su esposo informándole sobre la profecía de las brujas y su posterior realización. Un criado se acerca para informarle la pronta llegada de Duncan. Excitada por las noticias, Lady Macbeth invoca poderes sobrenaturales para despojarla de la suavidad femenina y así prepararla para el asesinato de Duncan. Cuando llega Macbeth, Lady Macbeth le dice que tramará el asesinato de Duncan. Cuando Duncan llega al castillo, Lady Macbeth lo saluda sola. Macbeth no aparece y Lady Macbeth lo encuentra en su habitación, contemplando la oscura decisión de matar a Duncan. Lady Macbeth se burla, diciéndole que solo será un hombre si mata a Duncan. Luego le cuenta su plan para el asesinato, que Macbeth acepta: lo matarán mientras sus guardaespaldas, borrachos, duermen, y luego plantarán pruebas incriminatorias en los guardaespaldas. Acto segundo Macbeth tiene la visión de una daga ensangrentada que flota delante de él y lo lleva a la habitación de Duncan. Cuando oye que Lady Macbeth tiñe una campana para indicar la finalización de sus preparativos, Macbeth se propone llevar a cabo su parte en el plan asesino. Lady Macbeth espera a que Macbeth termine con el acto de regicidio. Entra Macbeth, todavía cargando las dagas sangrientas. Lady Macbeth lo vuelve a reprender por su debilidad mental y planta las dagas en los guardaespaldas. Mientras lo hace, Macbeth imagina que oye una voz inquietante que le dice que ya no volverá a dormir. Lady Macbeth regresa y le dice que se laven las manos para "evitar toda sospecha" (Il, ii, 49). Cuando llegan los señores Macduff y Lennox, los recibe el portero, quien se queja: "Ni que fuera uno portero del infierno" (Il, iii, 49). Inmediatamente después, Macduff descubre el cadáver de Duncan. Macbeth mata a los dos guardaespaldas, alegando que fue vencido por un ataque de dolor y rabia cuando los vio con las sangrientas dagas. Los hijos de Duncan, Malcolm y Donalbain, temiendo que sus vidas estén en peligro, huyen a Inglaterra e Irlanda. Su huida los pone bajo sospecha de conspirar contra Duncan. Macbeth es coronado rey de Escocia. Acto tercero En un intento de frustrar la profecía de las brujas de que Banquo engendrará reyes, Macbeth contrata a dos sicarios para matarlo a él y a su hijo, Fleancio. Lady Macbeth no está informada de estos planes. Un tercer asesino se une a los otros dos en el bosque y los tres hombres matan a Banquo. Fleancio, sin embargo, logra escapar. El fantasma de Banquo se le aparece a Macbeth cuando se sienta a un banquete, trasladándolo a un frenesí de terror. Lady Macbeth intenta encubrir su extraño comportamiento, pero el banquete llega a un final prematuro cuando los señores comienzan a cuestionar la cordura de Macbeth. Este decide que debe volver a visitar a las brujas para predecir el futuro una vez más. Mientras tanto, los señores de Macbeth comienzan a volverse contra él. Macduff se encuentra con Malcolm en Inglaterra para preparar un ejército y marchar sobre Escocia. Acto cuarto Las brujas le muestran a Macbeth tres sombras. La primera le advierte de Macduff, la segunda le dice que no tiene que temer a ningún hombre nacido de mujer, y la tercera profetiza que solo caerá cuando la selva de Birnam llegue al castillo de Dunsinania. Macbeth toma esto como una profecía de que es infalible. Cuando le pregunta a las brujas si su profecía sobre Banquo se hará realidad, le muestran una procesión de ocho reyes, todos con un fuerte parecido a Banquo. Mientras tanto, en Inglaterra, Malcolm prueba la lealtad de Macduff pretendiendo confesar múltiples pecados y maliciosas ambiciones. Cuando Macduff demuestra su lealtad a Escocia, los dos hacen una estrategia para su ofensiva contra Macbeth. De vuelta en Escocia, Macbeth asesina a la esposa y los hijos de Macduff. Acto quinto Lady Macbeth sufre episodios de sonambulismo. Según la opinión de un médico que observa sus síntomas, ella revela, sin querer, una culpa al afirmar que no puede sacarse las manchas de sangre de las manos. Macbeth está demasiado preocupado con los preparativos de la batalla para prestar mucha atención a los sueños de su esposa, y se enfada cuando el médico dice que no puede curarla. Justo cuando el ejército inglés, comandado por Malcolm, Macduff y Suardo se acerca, se escucha en el castillo el grito de muerte de Lady Macbeth. Cuando Macbeth se entera de su muerte, comenta que no debería haber muerto todavía, y reflexiona sobre la falta de sentido de la vida. Creyendo en las segundas profecías de las brujas, Macbeth todavía se cree inexpugnable para el ejército que se acerca. Pero Malcolm ha ordenado a cada hombre del ejército inglés que corte una rama del bosque de Birnam y la sostenga, para ocultar la cantidad de combatientes. Como resultado, el sirviente de Macbeth le informa que ha visto algo aparentemente imposible: el La ambigúedad, junto al equívoco que de ella puede desprenderse, constituye uno de los temas más importantes de la obra. A partir de las primeras palabras de las brujas, que abren la obra, el público determina rápidamente que las cosas no son lo que parecen. La ambigúedad que se pone en el centro de la escena en esta obra no solo es aquella que puede desprenderse de los múltiples sentidos que el lenguaje puede, por su propia naturaleza, provocar. En Macbeth es central el uso de expresiones con doble sentido con el expreso objetivo de confundir o engañar. En este sentido, podríamos decir que el uso de este tipo de ambigúedad es similar al acto de mentir. La ambigúedad intencional es evidente en las profecías de las tres brujas. Su discurso es confuso y está lleno de paradojas, comenzando por su primera afirmación de que "el mal es bien, y el bien es mal" (1, i, 33). Las profecías de las brujas son intencionalmente ambiguas. Para muchos lectores, se requiere de hecho más de una lectura para comprender el significado de sus afirmaciones. No es sorprendente, por lo tanto, que estas "hablantes imperfectas" puedan encantar y confundir fácilmente a Macbeth a lo largo de la obra. Así como son confusas sus palabras, no queda claro si las brujas simplemente predicen o realmente afectan el futuro. Banquo teme, por ejemplo, que las palabras de las brujas hagan a Macbeth "ambicionar el solio" (1, ii, 38). Sus temores parecen estar bien fundados: tan pronto como las brujas mencionan la corona, los pensamientos de Macbeth se vuelven asesinos. El poder de las brujas es, por lo tanto, el de la profecía, pero la profecía a través de la sugestión. Para Macbeth, las brujas pueden ser interpretadas como el último empujón que lo lleva a su predestinado final. La profecía es, en este sentido, autocumplida. De hecho, en la versión original de la obra, las brujas (the Weird Sisters en inglés) están conectadas etimológicamente con las Moiras de la mitología griega. La palabra "weird" (en español, "extraño/a") se deriva de la antigua palabra inglesa "wyrd", que significa "destino". Y no todo destino es autocumplido. En el caso de Banquo, en contraste con el de Macbeth, las brujas solo parecen predecir el futuro. Porque, a diferencia de lo que sucede con Macbeth, aunque Banquo no actúa según la predicción de las brujas, que aseguran que él engendrará reyes, la profecía se hace realidad. El papel de las brujas en la historia es, por lo tanto, difícil de determinar. ¿Son agentes del destino o una fuerza motivadora? ¿Y por qué desaparecen repentinamente de la obra en el tercer acto? La ambigúedad de las brujas refleja un tema más amplio asociado a la duplicación, los espejos y la división entre los mundos internos y externos que impregna la obra en su conjunto. A lo largo de la misma, los personajes, las escenas y las ideas se duplican. Por ejemplo, mientras Duncan reflexiona sobre la traición del señor de Cawdor al comienzo de la obra, entra Macbeth en escena. Estas son sus palabras inmediatamente anteriores a la entrada del protagonista: "¿Quién adivina el alma por el semblante? ¿Quién me hubiera dicho que ese caballero no era el más fiel de todos los míos?” (l, iv, 39). La ironía dramática de la confianza de Duncan solo será descubierta más adelante en la obra. Como en todas las obras de Shakespeare, el reflejo entre personajes sirve para destacar sus diferencias. Así, Macbeth, el rey joven, valiente, cruel y traidor, tiene su contracara en Duncan, el rey viejo, venerable, pacífico y confiable. Lady Macbeth, que rechaza su feminidad y afirma que no tendría reparos en matar a sus propios hijos si tuviera que hacerlo, se duplica en Lady Macduff, modelo de buena madre y esposa. El rechazo de Banquo de actuar según la profecía de las brujas se refleja en el impulso de Macbeth para hacer realidad todo lo que las brujas prevén. Del mismo modo, gran parte de la obra tiene que ver también con el contraste entre mundos internos y externos. Comenzando por las equívocas profecías de las brujas, las apariencias rara vez se alinean con la realidad. Lady Macbeth, por ejemplo, le sugiere a su esposo: "oculte tu semblante lo que tu alma medita" (l, v, 42). Macbeth parece ser un señor leal, pero planea secretamente el regicidio. Lady Macbeth parece ser una mujer gentil, pero se compromete a despojarse de su sexo y jura cometer actos sangrientos. Macbeth también es una obra de teatro sobre el mundo interno de la psicología humana, como se ilustrará en actos posteriores, a través de pesadillas y alucinaciones llenas de culpa. Tal contraste entre "ser" y "parecer" constituye otro ejemplo de ambigiedad. Los Macbeth y la corrupción de la naturaleza Uno de los aspectos más ambiguos de la obra es el personaje del propio Macbeth. A diferencia de otros villanos de Shakespeare, como Yago o Ricardo III, Macbeth no está comprometido del todo con sus malvadas acciones. Para decidirse a cometer el regicidio, Macbeth debe superar una enorme resistencia de su conciencia. Al mismo tiempo, considera que su mayor defecto no es la falta de valores morales, sino la falta de motivación para llevar a cabo sus conspiraciones diabólicas. En esto se parece a Hamlet, quien reflexiona en numerosos soliloquios sobre su inacción. Pero, a diferencia de Hamlet, Macbeth no tiene una buena razón para matar: ni el hombre al que mata es malvado, ni mucho menos. Finalmente, mientras Macbeth se inclina cada vez más hacia acciones asesinas, sus soliloquios están tan llenos de elocuencia y pathos que no es difícil simpatizar con él. Así, hay en el centro mismo de la obra una gran incertidumbre. Si Macbeth es indeciso, Lady Macbeth es todo lo contrario: un personaje con una visión tan unívoca y tal impulso para avanzar que provoca su propia muerte. Y, sin embargo, su misma crueldad provoca otra forma de ambigúedad, ya que al jurar ayudar a Macbeth a cumplir la profecía de las brujas, ella debe abandonar su feminidad. En un discurso al comienzo de la escena V, Lady Macbeth convoca a los espíritus para que la despojen de su lado femenino: "¡Espíritus agitadores del pensamiento, despojadme de mi sexo, haced más espesa mi sangre, henchidme de crueldad de pies a cabeza, ahogad los remordimientos, y ni la compasión ni el escrúpulo sean parte a detenerme ni a colocarse entre el propósito y el golpe!” (1, v, 41) Lady Macbeth ve el remordimiento como un aspecto de la compasión femenina, de la que debe deshacerse. Por lo tanto, ella debe ser despojada de su sexo. Sin embargo, esto no significa que al rechazar su feminidad se vuelva masculina. En cambio, se convierte en una mujer desprovista de las características sexuales y el sentimentalismo que la harían una mujer. Se vuelve completamente antinatural e inhumana. Al igual que las barbudas brujas, Lady Macbeth se convierte en algo que no encaja en el mundo natural. La corrupción de la naturaleza es un tema que surge y resurge en el mismo acto. Cuando Duncan saluda a Macbeth, por ejemplo, le dice: "Eres planta que arraiga en mi corazón. Yo la haré crecer" (1, iv, 39). Siguiendo la metáfora de que el futuro yace en las semillas de tiempo, se compara a Macbeth con una planta que Duncan cuidará. Al asesinar a Duncan, Macbeth pervierte la naturaleza separándose efectivamente de la raíz que lo alimenta. Quizás es por esta razón que, al pensar en asesinar a Duncan, dice Macbeth: "palpita mi corazón de un modo inusitado” (l, ¡¡i, 38) [en la versión en inglés, el corazón palpita against the use of nature, es decir, de un modo contrario a lo que sería natural]. Así como las brujas pervierten el curso natural de las cosas al enunciar su profecía, Macbeth altera el curso natural con su regicidio. Otro aspecto del tema de la corrupción de la naturaleza radica en la compresión del tiempo que tiene lugar a lo largo de este acto. Cuando Lady Macbeth lee la carta de Macbeth, dice: "Tu carta me ha hecho salir de lo presente, y columbrar lo futuro, y extasiarme con él" (1, v, 42). Al develarle el futuro a Macbeth y a Banquo, las brujas alteran el curso natural del tiempo y traen el futuro al presente. Por lo tanto, cuando Macbeth vacila sobre si matar o no a Duncan, quiere saltar al futuro: "Si bastara hacerlo..., pronto quedaba terminado!" (1, vii, 43). Quiere que el asesinato termine rápidamente, incluso antes de que la audiencia lo registre. Así como la ambigúedad tuerce el significado de las palabras, los deseos asesinos de Macbeth tuercen el sentido del tiempo. Comenzando entonces con las brujas, la ambigúedad en todas sus permutaciones se enhebra en todo el tejido del primer acto. En el transcurso de la obra, la brecha entre el mundo de la realidad y el de la ilusión, que es el núcleo de la ambigúedad y el equívoco, se amplía cada vez más. Acto segundo, Escena l:Banquo, que ha llegado a Inverness con Duncan, lucha contra la profecía de las brujas. Debe contener "la ira que viene a perturbarme en medio del reposo" (46). Cuando Banquo plantea el tema de la profecía, al Macbeth en escena, este finge haber pensado poco en el tema. Después de que Banquo y su hijo Fleancio dejan la escena, Macbeth imagina ver una daga ensangrentada. Asustado por la visión, reza para que la tierra no sienta el ruido de sus pies (47) mientras lleva a cabo su sangriento plan. Suena el tañido de una campana, que es la señal de lady Macbeth, y él se dirige a la habitación de Duncan. Acto segundo, Escena Il Lady Macbeth espera a que Macbeth regrese de matar a Duncan. Al escuchar un ruido adentro, le preocupa que los guardias se hayan despertado antes de que Macbeth haya tenido la oportunidad de plantarles la evidencia. Macbeth entra, cargando todavía las dagas ensangrentadas con las que mató a Duncan. Está profundamente conmocionado: cuando entró en la habitación de Duncan oyó rezar a los guardias y no pudo decir "Amén" cuando ellos terminaron sus oraciones. Lady Macbeth le advierte: "Si das en esas cavilaciones, perderás el juicio” (48). No obstante, Macbeth también le confiesa haber creído escuchar una voz que decía: "Macbeth, tú no puedes dormir, porque has asesinado al sueño"" (48), y "'Glamis, has matado al sueño: por eso no dormirá Cawdor, ni tampoco Macbeth'" (49). Lady Macbeth insiste con las advertencias: le sugiere que no lo domine "el torpe miedo" (49), y le dice que se quite las manchas de sangre de las manos. Al ver las dagas, lo reprende por tenerlas consigo y le dice que las coloque junto a los guardias, de acuerdo con el plan. Cuando Macbeth, todavía horrorizado por el crimen que acaba de cometer, se niega a volver a entrar en la habitación de Duncan, es Lady Macbeth quien lleva las dagas de vuelta adentro. En el Acto segundo, los personajes ven o hacen mención de pájaros en casi todas las escenas. Mientras Lady Macbeth espera que Macbeth asesine a Duncan, por ejemplo, oye "el chillido de un búho", al que se refiere como "severo centinela de la noche” (II, ii, 47). En este sentido, uno puede observar un reflejo entre Macbeth y las aves nocturnas: por un lado, ambos cazan de noche y, por el otro, se da la situación antinatural de que la lechuza caza un halcón, al igual que Macbeth mata a Duncan. En el transcurso de Macbeth, los sueños, los símbolos, la fantasía y las visiones inciden en el "mundo real". La fantástica profecía de las brujas se cumple. La daga imaginaria señala el camino a un asesinato que se comete con una daga real. Y en la escena del portero, el portero imaginando proteger las puertas del infierno crea irónicamente una puerta del infierno "real" a causa del regicidio. Acto tercero, Escena | Solo en el palacio de Macbeth, Banquo expresa sus sospechas de que Macbeth haya matado a Duncan para cumplir las profecías de las brujas. Reflexiona que tal vez la visión de las brujas para su propio futuro también se hará realidad, pero saca ese pensamiento de su mente. Entran Macbeth y Lady Macbeth junto con Lennox y Ross. Macbeth anuncia que celebrará un banquete por la noche y que Banquo será honrado como invitado principal. Banquo dice que debe viajar por la tarde, pero que regresará para el banquete. Macbeth le dice que Malcolm y Donalbain no confesarán haber matado a su padre. Después de confirmar que Fleancio acompañará a Banquo en su viaje, Macbeth le desea a este un viaje seguro. Ya solo, Macbeth convoca a los dos sicarios que ha contratado. Mientras los espera, expresa su mayor preocupación en ese momento: que la profecía de las brujas se haga también realidad para Banquo, convirtiendo a sus hijos en reyes. Es con el objetivo de poner fin a tales preocupaciones que Macbeth ha contratado a dos hombres para que asesinen a Banquo y a Fleancio. Los sicarios no son asesinos profesionales, sino hombres humildes que están dispuestos a trabajar como mercenarios. Macbeth ya ha culpado a Banquo por su pobreza y ahora les dice que, si bien Banquo es su propio enemigo tanto como el de ellos, amigos leales de Banquo le impiden matarlo él mismo. Macbeth procede a precisar los detalles del asesinato: deben atacarlo cuando regrese de su viaje, a cierta distancia del palacio, y matar también a Fleancio. Acto tercero, Escena II Sola en el escenario, Lady Macbeth expresa su infelicidad: su deseo de poder parece no tener fin y se siente insegura y ansiosa. Macbeth entra, aparentemente molesto, y le aconseja que deje de pensar en los crímenes que han cometido. Pero Macbeth también afirma que su trabajo no está terminado: todavía pasa cada día atravesado por el miedo, y cada noche envuelto en pesadillas. Envidia incluso a Duncan, que ahora duerme pacíficamente en su tumba. Lady Macbeth le advierte que simule estar alegre frente a sus invitados en la cena y trata de consolarlo recordándole que Banquo y Fleancio no son inmortales. Macbeth le responde diciéndole que esa noche "estará terminado todo" (59), pero no entra en detalles. Acto tercero, Escena lll Alos dos sicarios se une un tercero, que afirma que Macbeth también lo contrató. Se escuchan caballos acercándose y entran Banquo y Fleancio. Los asesinos atacan a Banquo pero Fleancio logra escapar. Los asesinos se van para reportarse con Macbeth. Acto tercero, Escena IV Ya en el banquete, llega un asesino y se reporta con Macbeth justo cuando comienzan a llegar los invitados a la cena. Le informa a Macbeth que Banquo está muerto, pero Fleancio ha escapado. Sobresaltado, Macbeth le agradece por lo que ha hecho y organiza otra reunión para el día siguiente. El asesino se va y Macbeth regresa a la fiesta. Mirando a los invitados, Macbeth declara que el banquete sería perfecto si Banquo estuviera presente. En este punto, aparece el fantasma de Banquo y toma el asiento de Macbeth. Los invitados instan a Macbeth a sentarse y comer con ellos, pero él dice que la mesa está llena. Cuando Lennox señala el asiento vacío de Macbeth, Macbeth se sorprende al ver el fantasma de Banquo. Se dirige a este, negando el crimen. Los invitados, confundidos por su comportamiento, piensan que está enfermo. Lady Macbeth los tranquiliza, contándoles que ha tenido ataques similares desde la juventud y que pronto estará bien. Aparta a Macbeth e intenta calmarlo, afirmando que lo que ve "son sombras que finge el miedo" (62), como la daga que vio antes. lIgnorándola, Macbeth le pide al fantasma que hable, pero este desaparece. Tras ser regañado por Lady Macbeth, Macbeth regresa con sus invitados y les dice que no tienen por qué preocuparse. Justo cuando se reanuda la fiesta y Macbeth ofrece un brindis por Banquo, el fantasma vuelve a aparecer. Mientras Macbeth vuelve a estallar en un discurso dirigido al fantasma, Lady Macbeth intenta suavizar las cosas con los invitados. Luego de que el espectro desaparece, Macbeth se pregunta cómo hacen sus invitados para "contemplar tales apariciones sin que vuestro rostro palidezca" (63). Ross le pregunta de qué apariciones habla. Antes de que pueda responder, Lady Macbeth les pide a los invitados que se vayan. A solas con su esposa, Macbeth expresa sus profundas ansiedades y anuncia que volverá a consultar a las tres brujas. Acto tercero, Escena V En el páramo, las brujas se encuentran con Hécate, la reina de las brujas, que las regaña por entrometerse en los asuntos de Macbeth sin haberla consultado. Les anuncia que Macbeth las visitará al día siguiente y les ordena que organicen un espectáculo más dramático para él. Acto tercero, Escena VI Lennox y otro señor discuten sobre política. Lennox comenta sarcásticamente las recientes muertes de Duncan y Banquo. Sugiere que parece inverosímil que Malcolm y Donalbain sean tan inhumanos como para haber matado a su padre. Además, el asesinato de los guardaespaldas por parte de Macbeth parece haber sido muy conveniente, ya que probablemente habrían negado el regicidio. Lennox propone que si Malcolm, Donalbain y Fleancio hubieran caído en manos de Macbeth, probablemente también estarían muertos. Además, revela que, como Macduff no asistió a la fiesta de Macbeth, ha sido denunciado. El señor con quien Lennox habla comenta que Macduff se ha unido a Malcolm en la corte inglesa. Aparentemente, los dos hombres le han pedido a Suardo que lidere un ejército contra Macbeth. Lennox y el señor envían sus oraciones a Macduff y Malcolm. Análisis El tema de "ser un hombre” se repite cuando Macbeth se dirige a los sicarios. Cuando Macbeth les pregunta si tienen el coraje de matar a Banquo, estos responden "¡Oh rey! Somos hombres” (111, i, 57). Pero su respuesta no satisface a Macbeth, que les exige no ser, entre los hombres, "de los últimos y más abyectos" (57). Macbeth, por lo tanto, utiliza las mismas tácticas de persuasión que su esposa usó para convencerlo de matar a Duncan. Pero, ¿qué significa, exactamente, "ser un hombre"? Tanto Macbeth como su esposa parecen tener una idea clara de qué constituyen acciones propiamente masculinas. En el Acto primero, Lady Macbeth sugiere que la masculinidad es en gran parte una cuestión de crueldad: uno debe estar dispuesto a estallar los sesos contra la tierra del propio hijo (45). Lady Macbeth no es el único personaje que valora la crueldad como un rasgo masculino. Duncan también evalúa la acción heroica en una escala bastante sangrienta. Cuando el escudero describe cómo Macbeth "le corta la cabeza [a Macdonald] y la clava en nuestras empalizadas” [I, ii, 34], Duncan responde con grandes elogios. Un "verdadero hombre" en Macbeth, entonces, es uno capaz de derramar abundante sangre sin remordimiento. El truco, por supuesto, es que el derramamiento de sangre debe estar justificado. Mientras que Macbeth no necesita ninguna razón para matar a Macdonald en la batalla, los dos sicarios requieren la justificación de que Banquo es un hombre malvado. En cuanto a los términos del asesinato, Macbeth les advierte a los asesinos: "No dejéis indicio alguno del crimen" (I1l, i, 58). Macbeth necesita claridad, es decir, despejar de sospechas, pero también limpiarse mental y físicamente. El tema de las manchas y la limpieza está presente a lo largo de la obra. Desde el lamento de Macbeth acerca de que "no bastaría todo el océano para lavar la sangre de mis dedos" (Il, ii, 49), pasando por sus indicaciones a los asesinos en este Acto, hasta el famoso discurso de "Lejos de mí esta horrible mancha! (V, i, 81) en el Acto quinto, los Macbeth están atormentados por la idea de que estar manchados para siempre. Incluso cuando Macbeth ha logrado que Banquo sea asesinado prudentemente lejos de su palacio, la sangre derramada aún regresa para perseguirlo. Cuando el asesino aparece para reportar que ha asesinado a Banquo con éxito, Macbeth observa: "Traes manchada la cara de sangre" (Il, iv, 61). La sangre en sí misma sirve de señal y recordatorio de la culpabilidad de los Macbeth, enloqueciendo en última instancia a Lady Macbeth. El asesinato de Banquo en sí hace uso de un tema común en las obras de Shakespeare: el contraste entre la luz y la oscuridad. Mientras los asesinos esperan a que Banquo y Fleancio se acerquen, uno de ellos observa que el sol se está poniendo. Esto no es una coincidencia: Banquo sirve como un luminoso contraste con la oscura noche que acompaña el ascenso al poder de Macbeth. Es un hombre que no permite que sus ambiciones eclipsen su conciencia. En el momento en que muere, por lo tanto, es apropiado que el último remanente de luz solar se desvanezca. Tal simbolismo se ve reforzado por el hecho de que Banquo y Fleancio se acercan a los asesinos llevando una antorcha. La luz de las antorchas es lo primero que ven los asesinos. Y En una nota histórica, generalmente se piensa que el octavo rey levanta un espejo para complacer a Jacobo l. Este último rey, descendiente de octava generación de Banquo, no es sino una representación del mismo Jacobo. Por lo tanto, podría llevar un espejo para señalar al verdadero Jacobo, sentado en primera fila. Un momento similar de indulgencia tiene lugar cuando Malcolm observa que el rey de Inglaterra tiene un poder especial para sanar personas enfermas. De varias formas sutiles, Shakespeare halagaba al rey Jacobo l, legendario descendiente de Banquo y autor de un libro sobre brujería (Daemonologie, 1597). Jacobo | no es el único personaje que se duplica en Macbeth. A lo largo de la obra, los personajes se equilibran y se complementan entre sí en una armonía cuidadosamente construida. Como hombre que recibe también una profecía pero se niega a actuar en función de ella, Banquo sirve como una especie de imagen inversa de Macbeth. Aunque ha tenido sueños perturbadores, al igual que Macbeth, estos se deben a la supresión de sus ambiciones, mientras que los de Macbeth surgen del cumplimiento de las mismas. Otros personajes importantes, como Malcolm, Macduff y Lady Macbeth, también pueden verse como reversos o dobles de Macbeth. Particularmente interesante es el caso de Lady Macbeth, quien en cierto sentido "cambia de roles" con Macbeth a medida que avanza la obra. Aunque primero le aconseja a Macbeth que deje de lado la culpa y el remordimiento, Lady Macbeth se preocupará cada vez más por su propia culpa, al mismo tiempo que Macbeth comienza a seguir el consejo de ella. Otra forma de duplicación o ambigiúedad se da en el tema de las apariencias, los disfraces y las máscaras. Mientras planea el asesinato de Duncan, Lady Macbeth le aconseja a Macbeth que oculte su semblante lo que su alma medita (1, v, 42), es decir, que oculte sus motivos detrás de una máscara de lealtad. Después del asesinato, Lady Macbeth mancha los rostros de los guardias con una máscara de sangre para implicarlos. Del mismo modo, mientras se prepara para matar a Banquo, Macbeth le comenta a Lady Macbeth: "es preciso (...) convertir nuestros semblantes en hipócrita máscara” (III, ¡i, 59). Cuando Malcolm pone a prueba la lealtad de Macduff, comienza diciendo, con propiedad, que "muchas veces el crimen toma la máscara de la virtud” (IV, iii, 74). Incluso los hombres más abyectos (quizás, como Macbeth y los sicarios), pueden disfrazarse. Así como la ambigúedad de las brujas oculta el verdadero daño detrás de palabras seductoras, los disfraces y las máscaras ocultan el mundo interior del exterior. Finalmente, durante la escena en la que tienen lugar los asesinatos, Lady Macduff refleja el simbolismo de las aves que comienza en el Acto primero. Cuando Lady Macduff se queja con Ross sobre la abrupta partida de Macduff, declara: "El ave más pequeña y débil de todas resiste a la lechuza cuando se trata de defender su prole” (IV, ii, 71). Su metáfora cobra vida cuando ella y su hijo son atacados por los hombres de Macbeth. Macbeth, como se estableció anteriormente, se identifica con la lechuza. Entonces Lady Macduff, tratando de proteger a su hijo, se convierte en el ave más pequeña y débil en la realización de su propia figura retórica. Es con particular patetismo que el público ve al niño de Macduff caer presa de las espadas de los despiadados asesinos de Macbeth. Acto quinto, Escena l En el castillo de Dunsinania, una dama ha llamado a un médico para que observe el sonambulismo de Lady Macbeth. El médico informa que la ha estado observando durante dos noches y aún no ha visto nada extraño. La dama describe cómo ha visto a Lady Macbeth levantarse, vestirse, salir de su habitación, escribir algo en un pedazo de papel, leerlo, sellarlo y regresar a la cama, todo sin despertarse. La mujer no se atreve a repetir lo que dice Lady Macbeth durante estos episodios. Ambos son interrumpidos por una sonámbula Lady Macbeth, que entra con una vela. La dama informa que Lady Macbeth pide tener una luz a su lado toda la noche. El doctor y la dama observan cómo Lady Macbeth se frota las manos, como si se las estuviera lavando, y dice "¡Lejos de mí esta horrible mancha!” (81). Mientras Lady Macbeth continúa lavándose imaginariamente las manos, sus palabras revelan su culpa ante los dos espectadores. Parece estar reviviendo los acontecimientos durante la noche del asesinato de Duncan. No puede quitarse las manchas ni el olor a sangre de sus manos: "Pero, ¿por qué no quedan limpias nunca mis manos? (...) Todavía siento el olor de la sangre. Todos los aromas de Oriente no bastarían a quitar de esta pequeña mano mía el olor de la sangre" (81). Mientras la sonámbula Lady Macbeth imagina que tocan la puerta y regresa a su habitación, el médico concluye que Lady Macbeth necesita la ayuda de un sacerdote y no de un médico. Se despide, afirmando que es mejor que ni él ni la dama revelen lo que han visto y escuchado. Acto quinto, Escena II Los señores Menteith, Caithness, Anguss y Lennox marchan con una compañía de soldados hacia el bosque de Birnam, donde se unirán a Malcolm y el ejército inglés. Afirman que ofrecerán “medicina” a la patria oprimida por Macbeth (83). Acto quinto, Escena lIl En Dunsinania, Macbeth se cansa de escuchar informes de nobles que han desertado para unirse a las fuerzas inglesas. Sin embargo, se siente consolado por la profecía de las brujas, que afirmaban que no tenía nada que temer hasta que la selva de Birnam se acercara a Dunsinania, o hasta enfrentarse con un hombre no nacido de una mujer. Dado que ambos eventos parecen imposibles, Macbeth se siente invencible. Un criado entra con la noticia de que el enemigo ha reunido mil hombres, pero Macbeth lo echa, regañándolo por su cobardía. Después de llamar a su sirviente Seton para que lo ayude a ponerse su armadura, Macbeth le pide al médico su pronóstico sobre el estado de Lady Macbeth. Este le responde que "no es grave su dolencia" (84), pero que sufre de extrañas visiones que, afirma, solo ella puede curar. Esta respuesta desagrada a Macbeth. Mientras los asistentes se ponen su armadura, este declara que aplaudiría al médico si pudiera descubrir el verdadero mal de su mujer y curarla. De repente, Macbeth abandona la habitación, profesando una vez más que no temerá la muerte "mientras no se mueve contra nosotros el bosque de Birnam" (84). Aparte, el médico confiesa que le gustaría estar lo más lejos posible de Dunsinania. Acto quinto, Escena IV Malcolm, Suardo, Macduff, Caithness y un soldado marchan hacia el bosque de Birnam. Cuando se acercan, Malcolm les ordena a los soldados que corten ramas y las sostengan para ocultar cuántos son. Suardo le informa a Malcolm que Macbeth está en Dunsinania, confiado, esperando su llegada. Malcolm comenta que casi todos los hombres de Macbeth lo han abandonado. El ejército sigue su marcha. Acto quinto, Escena V Macbeth ordena a sus hombres que cuelguen su enseña en los muros exteriores del castillo, alegando que resistirá hasta que los atacantes mueran de hambre. Si el otro bando no tuviera como refuerzos a los hombres que lo abandonaron, afirma, no lo pensaría dos veces antes de salir a enfrentar al ejército inglés. Al escuchar gritos de una mujer dentro, Macbeth comenta que casi ha olvidado el sabor del miedo. Seton regresa y anuncia la muerte de Lady Macbeth. Aparentemente imperturbable, Macbeth comenta que no debería haber muerto aún, sino en un momento más apropiado. Se detiene a reflexionar sobre el sentido de la vida: "¿Qué es la vida sino una sombra, un histrión que pasa por el teatro y a quien se olvida después, o la vana y ruidosa fábula de un necio?”. Entra un mensajero e informa que ha visto algo increíble: mientras miraba hacia el bosque de Birnam, parecía que este comenzara a moverse hacia el castillo. Macbeth se muestra sorprendido y comienza a temer que las palabras de las brujas se hagan realidad después de todo. Ordena a sus hombres a hacer sonar las trompetas. Acto quinto, Escena VI Malcolm le dice a sus soldados que ahora están lo suficientemente cerca del castillo como para tirar las ramas que llevan. Él anuncia que Siward y Young Siward liderarán la primera batalla. Él y Macduff lo seguirán. Los trompetistas hacen sonar una carga. Acto quinto, Escena VII Macbeth espera en el campo de batalla para defender su castillo. Se siente como un oso, dice. Entra el joven Suardo y le pregunta quién es. Macbeth le responde que tendrá miedo al oír su nombre. Macbeth mata al joven Suardo en el duelo que sigue, y comenta: "tú naciste de mujer, y ninguno de los nacidos de mujer puede conmigo” (88). Acto quinto, Escena VIII Macduff entra solo y lanza un desafío a Macbeth, jurando vengar la muerte de su esposa e hijos. Le pide a la Fortuna que lo ayude a encontrar a Macbeth. Acto quinto, Escena XIX Malcolm y Suardo entran y toman el castillo. Acto quinto, Escena X Entra Macbeth, afirmando que no va a morir "neciamente como el romano" (88), es decir, suicidándose. Se encuentra con Macduff y este lo desafía. Macbeth responde que hasta ahora lo ha evitado, pero que ya está listo para pelear. Mientras se enfrentan, Macbeth le dice, confiado: "Mi vida está hechizada; no puede matarme quien haya nacido de mujer" (88). Macduff le pregunta: "¿No te dijo el genio a quien has vendido tu alma que Macduff fue arrancado, antes de tiempo, de las entrañas de su madre muerta?" (88). Al escuchar esto, Macbeth se acobarda y se cambiarlos. Macbeth hace todo lo posible para lograr que el destino cumpla su voluntad, pero es en vano. Banquo se convierte igual en padre de reyes, y Macbeth cae en manos de un hombre no nacido de mujer. El hombre que triunfa al final es quien no ha hecho nada para torcer el destino prescrito para él. Es una profecía autocumplida. El río del tiempo fluye así, a pesar de las luchas del hombre. Tras el reinado de terror de Macbeth, al final de la obra se anuncian tiempos más prósperos para Escocia. La coronación antinatural de Macbeth ha quedado en el pasado, y Macduff comenta: "libres somos” (V, xi, 89). Y la vida de Macbeth demuestra ser, de hecho, "la vana y ruidosa fábula de un necio" (V, v, 86). El tiempo pasa sobre su sangrienta y vana historia: la familia de Banquo dará lugar a la dinastía de los Estuardo, y Malcolm recuperará el trono que dejó su padre, exactamente como si Macbeth nunca se hubiera atrevido a asesinar a Duncan. Macbeth Temas La profecía La trama de Macbeth se pone en marcha, aparentemente, por la profecía de las tres brujas. La profecía aviva las llamas de la ambición dentro de Macbeth y Lady Macbeth, sirviendo como el principal impulso para que la pareja planee la muerte de Duncan, y posteriormente la de Banquo. Pero uno también se pregunta: ¿Habría Macbeth cometido crímenes tan atroces si no hubiera sido por las profecías? ¿Y si hubiera ignorado las declaraciones de las brujas? Tal especulación, por interesante que sea, parece inútil, ya que se trata, en última instancia, de una profecía autocumplida. Las brujas conocen el trágico defecto de Macbeth: dada su irresistible tentación de convertirse en rey, elegirá cometer un asesinato a pesar de que podría, simplemente, ignorar sus palabras. Resulta ser que las profecías no solo están predestinadas sino que son, además, fatales, ya que la confianza de Macbeth en las brujas lo lleva a pelear una batalla precipitada en el acto final. La culpa y el remordimiento Algunas de las líneas más famosas y poéticas de Macbeth son expresiones de remordimiento. "No bastaría todo el océano para lavar la sangre de mis dedos" (Il, ii, 49) exclama Macbeth después de apuñalar a Duncan. Del mismo modo, a Lady Macbeth la persigue una "mancha" que no puede quitar de su mano: "¡Lejos de mí esta horrible mancha! (...) Pero ¿por qué no quedan limpias nunca mis manos?” (V, ¡, 81). Vestigio físico de un crimen lamentable al principio, la sangre real deja marcas permanentes en la psique de la pareja, manchándola para siempre de culpa y remordimiento. Las diferentes formas en las que los Macbeth hacen frente a sus crímenes muestran cómo se desarrollan sus personajes: mientras que Lady Macbeth carece inicialmente de escrúpulos, instando a Macbeth a tomar medidas, es un sentimiento abrumador de culpa y remordimiento lo que la lleva a su prematura muerte. Macbeth, a la inversa, parece superar la culpa que lo acosa al principio de la obra. Sombras y visiones Así como una abrumadora conciencia de su culpa enloquece a Lady Macbeth, también la mente de Macbeth proyecta la visión de una daga antes de asesinar a Duncan (Il, i, 47). En lo que concierne a fantasmas y visiones, la relación de lo natural con lo sobrenatural en Macbeth no está clara. Las tres sombras que convocan las brujas, por ejemplo, generalmente se consideran "reales", aunque solo sea como ocurrencias sobrenaturales. Pero el asunto es menos claro cuando se trata del fantasma de Banquo. Macbeth es el único que ve al fantasma en una habitación llena de gente. ¿Es esta otra proyección de su mente febril? ¿O es realmente, por así decirlo, un hecho sobrenatural? Tales ambigúedades contribuyen al efecto misterioso y a la sensación de extrañeza que impregnan la obra, desde la escena inicial con las tres brujas barbudas. Lo natural / sobrenatural Si se entiende que la profecía de las brujas impone un orden sobrenatural en el orden natural de las cosas, también se puede entender que el orden natural responde con signos tempestuosos. Después de la muerte de Duncan, Lennox describe la "mala noche" con cierto detalle (Il, iv, 50). De manera similar, Ross señala: "¡Con qué cólera mira el cielo la trágica escena de los hombres!" (1, v, 53). En la misma escena, el viejo y Ross están de acuerdo en que vieron a los caballos del rey "vueltos al primitivo estado salvaje" (1, v, 53). Incluso los eventos que conducen a la conclusión de la obra pueden entenderse como una negociación de lo natural y lo sobrenatural. Mientras que Macbeth cree que está fuera de peligro porque la selva de Birnam no puede acercarse a Dunsinania, la selva es literalmente arrancada por el ejército inglés de acuerdo con la profecía. La dicotomía entre lo natural y lo sobrenatural forma un telón de fondo que sugiere las proporciones épicas de la lucha por la corona escocesa. La dicotomía y la ambigiiedad "El mal es bien, y el bien es mal: cortemos el aire y la niebla” (1, i, 33). La primera escena del primer acto termina con estas palabras de las brujas, de las que Macbeth hace eco en su primera línea: "¡Día de sangre, pero hermoso más que cuantos he visto!" (1, ¡¡i, 36). De manera similar, muchas escenas concluyen con líneas que presentan dicotomía o ambigúedad: "¡Duncan no oigas el tañido de esa campana, que me invita al crimen, y que te abre las puertas del cielo o del infierno!" (Il, i, 47); "Aquí las sonrisas son puñales, y derraman sangre los que por la sangre están unidos" (Il, iv, 52). Tales líneas evocan un aire de profunda incertidumbre: mientras se invierten las polaridades y se anulan los valores establecidos, no está del todo claro si la dicotómica claridad del cielo o el infierno triunfa sobre el nebuloso equívoco del "El mal es bien, y el bien es mal". Por lo tanto, para Macbeth, esto se traduce en una incertidumbre sobre si las profecías son creíbles. Parece que la selva de Birnam podrá llegar a Dunsinania (un evento sobrenatural) o no (un evento natural), pero lo real resulta no ser, de hecho, ni lo uno ni lo otro, ya que la selva de Birnam llega en sentido firurado a Dunsinania. La ambición y la tentación La ambición y la tentación juegan un rol clave en la decisión de Macbeth y Lady Macbeth de asesinar a Duncan. Macbeth posee suficiente autoconciencia como para darse cuenta de los peligros de la ambición excesiva: "La ambición me impele a escalar a la cima, ¿pero rodaré por la pendiente opuesta?" (l, vii, 44). Sin embargo, la tentación de llevar a cabo la profecía de las brujas es en última instancia demasiado fuerte como para que Macbeth pueda frenar su ambición. En el léxico de Lady Macbeth, por cierto, "esperanza" es también otra palabra para "ambición" y tal vez también para "tentación". Mientras Macbeth expresa sus dudas acerca de matar o no a Duncan, ella pregunta: "¿Por ventura ha caído [la esperanza que te alentaba] en embriaguez o sueño?” (l, vii, 44). En última instancia, la ambición y la tentación resultarán fatales para los Macbeth. La salvación y la condena Como su casi contemporáneo Doctor Fausto, de Christopher Marlowe, Macbeth puede leerse como una especie de historia moral. Al igual que el doctor Fausto, Macbeth reconoce las consecuencias condenatorias de su crimen: "Además, es tan buen rey, tan justo y clemente, que los ángeles de su guardia irán pregonando eterna maldición contra su asesino" (1, vii, 43-38). Aun así, Macbeth lleva a cabo el crimen, precipitando de esa manera su propio descenso al infierno. De hecho, la historia de Macbeth es la de un hombre que acepta su condena, en parte porque no puede pronunciar palabras que puedan atenuar su crimen. Mientras los guardias de Duncan rezan sobre su lecho de muerte, Macbeth no puede decir un "Amén" (11, ¡i). Su destino está sellado completamente por sus propias manos. Macbeth Lista de Personajes Duncan, rey de Escocia Un hombre mayor, amable y confiado. La naturaleza desprevenida de Duncan lo deja expuesto a la traición de Macbeth. Tanto antes como después del regicidio, es su naturaleza particularmente virtuosa lo que aumenta la sensación de culpa de Macbeth. El Duncan histórico, por cierto, era un hombre joven cuando fue traicionado por su general Macbeth. Malcolm y Donalbain, hijos de Duncan Aunque Malcolm y Donalbain parecen haber heredado el sentido de justicia de Duncan, ambos muestran una astucia que supera con creces la de su padre. Después de la muerte de Duncan, temen con razón por sus vidas y huyen de Escocia. Cuando está en el extranjero, Malcolm también pone a prueba la lealtad de Macduff sugiriendo ideas deshonrosas y corruptas. Tal astucia permite su regreso exitoso a la corona de Escocia. Macbeth, señor de Glamis Macbeth, originalmente, señor de Glamis y general en el ejército del rey. Como recompensa por su valiente lucha, descrita en la escena inicial, Macbeth es también nombrado señor de Cawdor. Apropiadamente, el anterior señor de Cawdor era un traidor a la corona que parecía leal. En el fondo, Macbeth no merece el adjetivo "malvado". Sin duda, comete regicidio y finalmente ordena Extras Tres mensajeros, tres sirvientes, un doctor inglés, un doctor escocés, un sargento, un viejo, una dama de lady Macbeth, nobles, guerreros, criados, varios fantasmas. Personajes incidentales. Macbeth Citas y Análisis "El mal es bien, y el bien es mal”. Las brujas (l, i, 33) Esta frase, que abre la obra, introduce y condensa el tema de la dicotomía y la ambigúedad, que tiñe toda la obra. Esta ambigúedad describe al mismo tiempo que provoca los acontecimientos centrales de Macbeth. Por un lado, las brujas son explícitamente ambigúas al presagiar el futuro de Macbeth, provocando que el protagonista saque conclusiones equivocadas y actúe en función de ellas. Por el otro, las acciones de Macbeth dejan un reino corrompido y desordenado, dado que la natural autoridad es asesinada por un traidor. Esta corrupción de un orden natural tiene que ser comprendida en el contexto de la concepción isabelina del universo, que implicaba un orden cósmico establecido, jerárquicamente organizado y pretendidamente armónico. Cada cosa en el mundo tenía, para los isabelinos, su lugar, más cercano a la cima o la base: en la cima se encontraba Dios, como el gran creador, y en el último peldaño, las cosas inanimadas. En el centro, en una posición privilegiada pero también peligrosa, estaban las personas. Mientras se respetara la jerarquía intrínseca de las cosas, el orden del universo estaba asegurado, pero un desorden en una parte de la pirámide podía poner en peligro todo el resto. "¡Día de sangre, pero hermoso más que cuantos he visto!” Macbeth (1, iii, 36) Esta cita es otro buen ejemplo de la ambigúedad que atraviesa toda la obra, esta vez en boca de Macbeth. De alguna manera, este doble y contradictorio carácter del día que empieza a cambiar el destino de Macbeth presagia la forma en la que se seguirán sucediendo los hechos. "Pero mira que a veces el demonio nos engaña con la verdad, y nos trae la perdición envuelta en dones que parecen inocentes". Banquo (1, iii, 38) Esta nueva alusión a la ambigúedad, esta vez en palabras de Banquo, suma dos elementos interesantes: por un lado, introduce también el tema del engaño y del disfraz, de una realidad oculta tras falsas apariencias, que, muy relacionado con el tema de la ambigúedad, atraviesa asimismo la obra entera. Por otra parte, esta cita nos sirve para contrastar el personaje de Banquo con el protagonista de la obra: mientras Macbeth se ve inmediatamente tentado de obrar para que los presagios de las brujas se cumplan, Banquo no solo se abstiene de acción alguna, sino que además parece advertir la ambigúedad de las brujas y es consciente, en todo caso, de la posibilidad del engaño. "¡Espíritus agitadores del pensamiento, despojadme de mi sexo, haced más espesa mi sangre, henchidme de crueldad de pies a cabeza, ahogad los remordimientos, y ni la compasión ni el escrúpulo sean parte a deternerme ni a colocarse entre el propósito y el golpe!" Lady Macbeth (l, v, 41) Este célebre soliloquio de Lady Macbeth ejemplifica una relación que se establece a lo largo de la obra entre lo masculino y la crueldad, y que tiene su contraparte en una relación entre lo femenino y la compasión y el cuidado. Por otra parte, esta cita sirve para ilustrar a Lady Macbeth como un personaje de gran ambición, con una visión unívoca y determinante, a tal punto de estar dispuesta a abandonar su feminidad para lograr su cometido. "¿No eras hombre, cuando te atrevías, y buscabas tiempo y lugar oportunos? ¡Y ahora que ellos mismos se te presentan, tiemblas y desfalleces! Yo he dado de mamar a mis hijos, y sé cómo se los ama; pues bien, si yo faltara a un juramento como tú has faltado, arrancaría el pecho de las encías de mi hijo cuando más risueño me mirara, y le estrellaría los sesos contra la tierra". Lady Macbeth (l, vii, 44-45) Asociado a la cita anterior, este fragmento describe muy bien el alcance de la ambición de Lady Macbeth, así como su determinación a despojarse de su feminidad si las circunstancias así lo requirieran. Al mismo tiempo, Lady Macbeth insiste aquí con la asociación entre la hombría y el coraje. "No bastaría todo el océano para lavar la sangre de mis dedos. Ellos bastarían para enrojecerle y mancharle". Macbeth (Il, ii, 49) Este segmento introduce un motivo que se desarrollará con insistencia a lo largo de la obra tras el asesinato de Duncan. La culpa de los Macbeth se manifestará de diversas formas en uno y otro, pero la imposibilidad de lavar manchas imaginarias de sangre de sus manos atacará a ambos personajes por igual, y será particularmente insistente. Lady Macbeth morirá, de hecho, con esa compulsión en sus sueños. "No es natural nada de lo que sucede. El martes un generoso halcón cayó en las garras de una lechuza". Un viejo (Il, v, 53) Este fragmento, y el diálogo en el que se inserta, debe ser también interpretado en el contexto de la concepción isabelina de un orden armónico del universo que supone, a su vez, que el desorden en una parte del cosmos tiene consecuencias en la totalidad del sistema. Así, luego del asesinato del rey, es lógico que se observe una naturaleza alterada, desordenada; en última instancia, antinatural. "Ven, ciega noche, venda tú los ojos al clemente día. Rompa tu mano invisible y ensangrentada la atroz escritura que causa mis terrores..." Macbeth (III, ¡i, 59) Nuevamente, Macbeth apela en este fragmento a las apariencias, y en este caso también a la oscuridad, capaces de ocultar verdades que no pueden, o no deberían, mostrarse. "¿Qué es la vida sino una sombra, un histrión que pasa por el teatro y a quien se olvida después, o la vana y ruidosa fábula de un necio?" Macbeth (V, v, 86) Este es el fragmento más célebre del soliloquio de Macbeth en el que se inserta, y quizás de toda la obra. Tras enterarse de la muerte de su esposa, ante la que reacciona con sorprendente frialdad, Macbeth reflexiona con estas palabras sobre lo corta y posiblemente intrascendente que es la vida de cada uno. "¡Maldita sea tu lengua que así me arrebata mi sobrenatural poder! ¡Qué necio es quien se fía en la promesa de los demonios que nos engañan con equivocas y falaces palabras!" Macbeth (V, viii, 88) Estas palabras de Macbeth, con las que reacciona al enterarse de que Macduff ha sido arrancado del cuerpo de su madre ya muerta, y de que puede decirse de él, por tanto, que no ha nacido de mujer, marcan el momento en el que el protagonista se da cuenta de que ha malinterpretado las palabras de las brujas, y no es realmente invencible. Aún más, Macbeth reconoce la ambigúedad intencional de las profecías, de la que había sido advertido por Banquo al principio de la obra. Es interesante notar el carácter pragmático que Macbeth atribuye a las palabras de Macduff: su revelación no demuestra que Macbeth no tenía en verdad poderes sobrenaturales, sino que se los quita. Este detalle, que puede leerse como un mero adorno poético, puede también ser interpretado como una exaltación, quizás autorreferencial, del poder de la palabra.
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