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Orientación Universidad
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Resumen de la Odisea, Apuntes de Literatura Latina

Esta es la versión más cómoda del apunte de la Odisea. Perfecto para subrayar y entender los cantos.

Tipo: Apuntes

2020/2021
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Subido el 24/05/2021

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¡Descarga Resumen de la Odisea y más Apuntes en PDF de Literatura Latina solo en Docsity! Resumen de la “Odisea”- Cantos XIII al XXIV Canto XIII El canto XIII comienza con la finalización del relato de Odiseo sobre sus vivencias apesadumbradas. Dicho esto, Alcínoo se dispuso a tomar la palabra diciendo que lo llevarían muy pronto y le aumentarían el número de regalos, dándole cada uno de los presentes un trípode y un caldero. Al otro día, llevaron el bronce y Alcínoo colocó los presentes en la embarcación. Acto continuo, fueron a su palacio para preparar el convite: el rey sacrificó un buey a Zeus, celebraron suntuoso festín y se alegraron con el canto de Demódoco. Entre toda esa felicidad, estaba Odiseo que lo único que deseaba era ya irse a su patria. Cuando ya el manto de la noche empezaba a cubrirlo todo, Odiseo pidió que se lo llevasen a su patria y bendijo a los feacios. Entonces, Alcínoo ordenó realizar las libaciones a los dioses, para que, enseguida, se embarquen hacia Ítaca. Mientras, el héroe agradeció a Arete. Hechas las libaciones, fueron hacia la barca. Los conductores tomaron los regalos de la reina (túnicas, mantos) junto a las bebidas y viandas y las colocaron en el negro bajel. Además, pusieron una colcha para que Odiseo tenga el profundo sueño. Y eso hizo, cayendo el hermano de la muerte sobre los párpados del héroe, suave y hermoso, naciendo el nuevo Odiseo, liberandolo de sus pesares anteriores. Al mismo tiempo, los otros azotaron el mar con sus remos cuales caballos. De esta manera, la mañana siguiente ya habían llegado a la tierra patria, Ítaca. Allí, desembarcaron a Odiseo, aún dormido y a todos sus bienes, poniéndolos al pie del olivo de la costa itacense. Hecho esto, volvieron los feacios a su país mientras Poseidón le reprochaba a Zeus como habían permitido que Odiseo volviera a su patria con tantas riquezas y además, conducido por los feacios de su propio linaje. Entonces, Zeus le responde que no es despreciable ni deshonroso y le permite tomar venganza sobre los feacios. Poseidón, por último, le dice que temía su cólera pero que ahora va a producir que la nave feacia naufrague y que luego cubrirá con una montaña el país de manera que no condujeran más a los huéspedes a sus tierras. Tal como se lo aconsejo Zeus, Poseidón tornó en un peñasco a la nave cerca de Esqueria. Eso contemplaron los feacios estupefactos, por lo que el rey Alcínoo los iluminó diciéndoles que sucedió tal como la profecía de su padre que dictaba que ellos, hijos de Poseidón serían cubiertos por una montaña ni bien la nave en donde llevaban a alguien fuese naufragada por este mismo dios. Todo esto por conducir a los mortales a sus hogares indemnes. Dicho esto, Alcínoo decidió que los feacios se abstendrían de llevar a sus huéspedes y le sacrificarían doce toros a Poseidón de modo que se apiade de ellos. Así, en Ítaca, Odiseo despertaba sin poder reconocer su tierra patria ya que Palas Atenea lo había cubierto con una nube, volviéndolo invisible. Afligido, el héroe gemía y suspiraba preguntandose sobre los hombres de ese lugar, sobre sus riquezas, sobre su propia perdición y maldiciendo a los feacios. Mientras contaba sus bienes y viendo que ninguno faltaba, se le acercó Atenea en forma de un bello y joven pastor. Odiseo salió a su encuentro y le preguntó dónde se ubicaban. Entonces, Atenea le respondió con la verdad, diciéndole que era la tierra que produce trigo, vino, la que es húmeda, la que cría cabras, bueyes y bosques diversos y la que es impropia para la equitación. Odiseo esto oía y se regocijaba, poniéndose alegre. Así, el héroe trató de engañarla contándole una historia falsa: Se precia de ser el asesino del hijo de Idomeneo, Orsíloco, a quien mató cuando este quiso privarlo del botín de Troya porque no quiso complacer a Idomeneo. Durante la noche le dió funesta muerte después de haberlo acechado junto a un amigo. Hecho esto, fue a una nave de unos fenicios, donde les suplicó que lo llevasen a Pilos o a Élide. Entonces, estos se extraviaron y llegaron a Ítaca mal de su grado. Así, desembarcaron y al verlo dormido, lo dejaron en la costa con sus riquezas y los fenicios se fueron a Sidón, abandonandolo con tristeza. Al escuchar esto, la diosa se transfiguró en una hermosa mujer y lo acarició con sus palabras al llamarlo astuto, falaz e incansable en el engaño. Se presentó como Atenea, la más prudente peron y astuta de las deidades, confesandole que lo asistió durante todos sus viajes. Entonces, comienza a vaticinarle su futuro: tendrá que soportar males de los pretendientes, ser fuerte y duro para sufrir silenciosamente la violencia y no contarle a nadie quién es realmente. Le respondió Odiseo alagandola y preguntándole dónde estaba realmente durante su desgraciado viaje ya que nunca pudo reconocerla y si está engañándolo, pues duda de que sea su patria. Oyendo esto, Atenea le contestó diciendole que era afable y sensato, con gran cordura; que no podrá conocer primero a su hijo y a su esposa, a quien la deidad describe como leal. Así, le muestra el puerto de Forcis, el olivo, la gruta de las ninfas náyades, la cueva y el Nérito y disipa la nube, de manera que reconociera su patria. Hecho esto, Odiseo ora a las ninfas y junto a la diosa llevaron las riquezas al fondo de una cueva que fue tapada con una roca. Tiempo después, deliberaron juntos sobre el exterminio de los pretendientes, diciendo la diosa que lo ayudará a combatir contra esos insolentes. Dicho esto, Atenea lo convirtió en viejo mendigo, con ropas andrajosas, ojos sarnosos y cuerpo arrugado y le dijo que vaya al encuentro del porquerizo Eumeo, fiel aún, a interrogarlo en la fuente de Aretusa, mientras ella iba a Lacedemonia para llamar a su hijo Telémaco. Entonces, Odiseo le pregunta porqué no le contó a su hijo que estaba vivo, a lo que la deidad responde que fue para que sea digno del linaje de Odiseo, para que crezca a pesar de no tener la compañía de su padre ya que se reencuentran/conocen cuando son hombres formados. Así finaliza este canto, con Atenea confesandole que lo quieren matar a su hijo pero que saldrá vivo. Canto XIV Pronto Odiseo se encontró envuelto en un bosque muy espeso pero gracias a su sabiduría divina logró llegar donde el porquerizo. Se encontraba en un corral excelso, construido en un lugar descubierto y con un corral. Puso fuera una serie de estacas gruesas. Había allí 12 pocilgas, con 50 hembras que estaban adentro con sus hijos (en total eran 360 cerdos). Junto a ellos, estaban 4 canes que los resguardaban. De súbito, éstos reconocieron a su amo y fueron ladrando a saludarlo, pero Odiseo inteligentemente tiró su bastón y se echó al piso haciéndolo parecer como un ataque por parte de los perros. Eumeo, el porquerizo, escuchó los ladridos y salió a ver y se encontró al anciano. Dispersó a los perros y lo invitó a su cabaña, dándole los dones de la hospitalidad. El héroe disfrazado de mendigo le agradeció, a lo que el porquerizo le respondió que no le era lícito despreciar al huésped, pues son de Zeus los forasteros y pobres. Entonces Eumeo comenzó a hablar sobre su amo, como éste era un hombre justo y benevolente que lo amaba mucho al porquero. Esto demuestra lo leal que es Eumeo y también el afecto que se tenían mutuamente. Mientras comían, le contó sobre sus riquezas (12 ganados, 11 rebaños de cabras, rebaños de ovejas y piaras), y cómo los pretendientes las consumían descaradamente, sin pensar en la venganza de las deidades ni en Odiseo. Al preguntarle quién era su amo, Eumeo le respondió dejando ver que estaba muy seguro que su amo no volvería, pero el héroe le aseguraba que sí, en el corriente mes. En esta situación, el porquerizo cambió de tema y le comentó sobre la emboscada que le tenderían a Telémaco los pretendientes para cuando retorne a Ítaca. Entonces le preguntó al anciano quién era y cuál era su procedencia: Odiseo contestó que él era hijo de Cástor Hilácida, rey de Creta, pero que mientras sus hermanos fueron hijos de la esposa legítima del rey, él tenía como madre a una concubina. De modo que cuando su padre murió, no fueron repartidas equitativamente sus riquezas, quedándose con solo una casa. Aún así, contrajo matrimonio con una mujer con una familia muy rica y logró ser poderoso y respetado entre los cretenses, pues era un guerrero destacado, con gran audacia y valor dados por Ares y Atenea. Al descollar entre todos, para combatir en la guerra de Troya, y capitanear naves, fueron elegidos él e Idomeneo. Y así lucharon por 9 años, hasta que partieron en el 10mo una vez que la ciudad fue asolada. A pesar de poder volver a Creta, su tierra patria, allí sólo estuvo un mes. Entonces, su ánimo le incitó a navegar hacia Egipto, equipando nueve barcos y varios hombres. Durante 6 días realizaron banquetes peron copas y al pequeño Eumeo. Embarcaron y navegaron por el ponto hasta que en el séptimo día, la mujer murió por causas naturales. Los vientos y las olas los transportaron a Ítaca, donde Laertes lo compró. Odiseo respondió que lo había conmovido y así, entre charlas, el sueño cayó sobre sus párpados. Mientras tanto, Telémaco y sus compañeros llegaron a Ítaca, y les dijo a sus compañeros que dirigieran el barco a la ciudad y a Teoclímeno que provisoriamente vaya con Pireo, que luego le conseguiría asilo en la casa de Eurímaco, a Pileo que se lleve los tesoros y él se dirigió a la casa del porquerizo. Antes de esto, un presagio aconteció: un gavilán, mensajero de APOLO, que desplumaba una paloma que tenía entre sus garras, voló en lo alto hacia la derecha. Al ver esto, el adivino de Apolo profetizó que linaje de Telémaco ha de reinar eternamente sobre los itacenses. Canto XVI El Canto XVI comienza con Telémaco llegando finalmente a la majada de Eumeo. Allí, lo recibieron afectuosamente los perros y el fiel porquerizo, que fue a su encuentro, lo abrazó y le besó las manos y los ojos, mientras lloraba, teniendo realizados sus deseos de verlo con vida y sin daño alguno. Se compara esta situación con otra en la cual un padre, ya en la senectud, se encuentra con su hijo después de que han pasado 10 años, similar a lo que le pasó a Odiseo con Telémaco. Al terminar de saludarse, Telémaco le pregunta indirectamente a Eumeo si su madre ya ha contraído matrimonio y éste se entera con gran satisfacción que la augusta Penélope, aún no ha sido forzada a elegir nuevo esposo. Dicho esto, accede a entrar en la casa de Eumeo, donde ve a Odiseo que le quiere ceder el asiento, aunque desconoce por completo su verdadera identidad. Se disponen los tres a comer, dándoles Eumeo platos de carne asada, pan y dulce vino. Luego de satisfacer los deseos de alimentarse, Telémaco pregunta acerca del huésped del porquerizo y éste le cuenta brevemente la historia que le fue relatada a él por el visitante misterioso. La decisión de Telémaco es darle una túnica, un manto, una espada de doble filo y sandalias y llevarlo a donde el huésped deseara; pero elige no hospedarlo por temor a que los pretendientes puedan llegar a lastimarlo o humillarlo. Entonces, Odiseo le pregunta sobre los pretendientes, quienes son y por qué están allí, a lo que Telémaco le responde que no se hizo odioso para su pueblo ni para sus hermanos (es unigénito), sino que es porque su padre se ha ido del palacio, pretendiendo a su madre y arruinando su casa. Dicho esto, le ordenó a Eumeo que vaya a decirle a su madre que estaba a salvo y que había llegado de Pilos, y al cuestionarlo Eumeo, mandó a que a su vez ella envíe un mensajero a Laertes. Luego de que Eumeo abandonó aquel lugar, Atenea se transfiguró en una hermosa mujer y se hizo visible solamente para Odiseo. Entonces, le hizo una seña con las cejas, llamándolo y lo convenció de revelar toda la verdad a su hijo, para poder preparar juntos la lucha contra los pretendientes. Dicho esto, Atenea lo toco con una vara, y consecuentemente, Odiseo recuperó su aspecto, su piel morena, el color de la barba y el vigor juvenil. También, fue cubierto con una túnica y un manto espléndidos. Con la vuelta de la juventud, Odiseo volvió a la cabaña y fue visto por su hijo. Entonces, Telémaco lo confunde con una deidad que logra cambiar su aspecto pero Odiseo le dice que es su padre, liberando todas sus lágrimas contenidas. Lo besó, llorando pero Telémaco aún no lograba creerlo y lo acusa de ser un dios engañoso, que desea que se aflija y se lamente aún más. Al escucharlo, Odiseo respondió que fue obra de diosa Atenea, que posee el poder de cambiar la apariencia de las personas a su gusto. Entonces, el hijo del héroe, fecundo en ardides, lo reconoció y ambos se abrazaron, entre sollozos y lágrimas. Lloraron fuertemente por el reencuentro, por los años perdidos, como dos águilas a quienes les han robado los hijuelos que aún no vuelan. Pararon de llorar sólo cuando Telémaco le preguntó a su padre quienes lo había traído, a lo que Odiseo respondió diciendo que fueron los feacios, entregandole gran cantidad de presentes que se encontraban en una cueva. Le dice, además, que todo esto sucedió por el designio divino de Atenea para peron que se produzca, como profiere el destino, la matanza de los pretendientes, por lo que le pregunta sobre estos. Telémaco comienza a informar a su padre acerca de la cantidad y procedencia de los pretendientes: ● 52 de Duliquio, más 6 criados. ● 24 de Same ● 20 de Zacinto ● 12 de Ítaca El rey de Ítaca comprende que, con la ayuda de Atenea y Zeus, la tarea de acabar con ellos no representará ningún problema, a pesar de estos números preocupantes. Odiseo ordena a su hijo que vuelva al palacio y se mezcle con los insolentes pretendientes, asegurándole que él mismo iría luego. Lo exhorta para que, a una señal suya, luego, deberá esconder todas las armas con la excusa para los pretendientes de que ya están marchitas o de que con ellas, al perturbarse con el vino, podrían terminar realizando una lucha con graves consecuencias; y para que guarde solo dos espadas, dos lanzas y dos escudos que serían usadas por el padre y el hijo contra los indeseados visitantes. Por último le pide a Telémaco no revelar el secreto de la vuelta de su padre a nadie y comenzar a poner a prueba a los esclavos, ya sean leales o desleales, que le hacen honra o no. En la ciudad de la áspera Ítaca, llegaban las naves de los compañeros de Telémaco. Allí, desembarcaron y luego transportaron los presentes a la morada de Clitio y mandaron un heraldo al palacio para que avisara a Penélope que Telémaco se encontraba sano y salvo en el campo con Eumeo. Se encontraron Eumeo y el heraldo y éste último le avisó a la esposa leal que ya había llegado su amado hijo. Al ver realizado su trabajo, el porquerizo vuelve a su majada. Los pretendientes se encontraban afligidos y confundidos. Eurímaco los arengó diciendo que deberían enviar una nave para avisarle a los otros, pero justo después vieron llegar el barco con el que habían mandado a los pretendientes que querían matarlo y comprenden así que un dios protege a Telémaco, conclusión brindada por el prudente Anfínomo. Dicho esto, se fueron a la ribera del mar a recibir a sus compañeros-pretendientes y Antínoo, al ver que su plan ha fracasado, intenta planear nuevos males contra el joven (darle muerte en el campo o en el camino, antes de que vaya al ágora) pero el grato Anfínomo propone que la muerte de Telémaco se llevase a cabo solo si Zeus manifestaba su conformidad, ya que es grave falta destruir el linaje de los reyes. Esto fue aceptado por todos los pretendientes. Penélope decide ir a confrontar a los pretendientes por tramar la muerte del príncipe, situación que se entera por el heraldo Medonte. Allí, los critica duramente por maquinar males contra Telémaco y le recuerda a Antínoo que Odiseo había salvado la vida de su padre cuando estaba escapando junto a los piratas tafios de los tesprotos, a quienes habían dañado. A esto Eurímaco le asegura que ninguno de ellos tiene la intención de atacar a su hijo, aunque el narrador nos revela que él también deseaba la muerte del hijo del héroe. Al caer la tarde, Eumeo vuelve a su casa mientras padre e hijo preparaban la cena. Odiseo se transforma nuevamente en un mendigo con la ayuda de Atenea. Hecho esto, Eumeo les cuenta a sus dos huéspedes las novedades, luego de lo cual disfrutan de un humilde banquete y un sueño reparador. Canto XVII Ni bien llegada la mañana, Telémaco se dispuso a salir para la ciudad, avisandole primero al porquerizo a dónde se dirigía y para que (ver a su madre). Por último, le ordenó que lleve al huésped, Odiseo, a la población para mendigue allí por un pedazo de pan. Dicho esto, Odiseo tomó la palabra y afirmó las palabras de su hijo, diciendo que prefería mendigar ya que no estaba en la edad para hacer las cosas propias del campo. Así habló y Telémaco salió para el palacio. Al llegar, lo vieron su nodriza Euriclea y las esclavas de Odiseo y todas juntas lo abrazaron mientras lloraban. Salió su madre Penélope y también lo besó y lo abrazó, mientras peron sollozaba y le preguntaba que vivió en su secreto viaje. Entonces, Telémaco le dijo que acababa de salvarse de la muerte por lo que la mandó a su habitación y a hacerle votos a los dioses mientras él se dirigía al ágora para llamar a su huésped Teoclímeno. Dicho esto, eso hicieron los dos, saliendo Telémaco con suma belleza y con dos canes de su lado. Llegó al ágora y se situó donde estaban Mentor, Antifo y Haliterses, escapando de los pretendientes engañosos. Llegó Pireo quien trajo a Teoclímeno y le dijo que tenía los regalos de Menelao en su hogar. Entonces, el hijo del héroe le respondió que se queden allí por el momento de modo que los pretendientes no se los repartan si llegase a morir. Dicho esto, el huésped fue al palacio con Telémaco y tuvieron un banquete juntos. Al terminar de alimentarse, Penélope interrogó a su hijo si había escuchado sobre su padre en el viaje; a lo que Telémaco le contestó relatando su viaje, comenzando por su llegada a Pilos, donde conoció a Néstor. Le dice que fue muy solícito pero que no escuchó sobre el héroe por lo que fue a Esparta, al palacio de Menelao y Helena. Allí, le refiere lo que le habló el rey, diciendo que Odiseo le dará muerte a los pretendientes como hizo con el Filomelida en Lesbos y que como se lo relató el anciano del mar, se encuentra ‘secuestrado’ en la isla Ogigia de Calipso, queriendo volver. Así, le deja claro a Penélope que su amado esposo está vivo y termina su relato. Dicho eso, Teoclímeno, oráculo, intérprete y vidente entre los hombres les dice que Odiseo ya se encuentra en la tierra patria, maquinando males contra los pretendientes. Penélope le agradeció y juntos conversaban mientras los insensatos se divertían. Llegada la noche, se fueron para el palacio y Medonte, otro necio, los invitó a recrearse en el alimento y en la bebida, sacrificando ovejas, cabras, puercos y una vaca. En esto, se dirigían Odiseo, su rey transformado en un viejo y miserable mendigo, y el porquero (contra la voluntad del último) hacia la ciudad. Entonces, se encontraron con Melantio, hijo de Dolio, quien los increpó diciéndoles que eran miserables y a su rey que era una peste, un mendigo inoportuno, un holgazán que nunca tendrá la virtud de un trabajador y le dió una patada en la cadera. Odiseo no se perturbó, sino que sufrió el ultraje y guardó su enojo en el corazón, cólera que sería liberada muy pronto y no tendría piedad. Indignado, Eumeo lo maldijo y lo mismo hizo Melantio, que dijo que deseaba venderlo como esclavo y que Telémaco muriese a mano de los pretendientes. Al oír esto, siguieron su camino y llegaron al palacio, después de Melantio quien se ubicó con Eurímaco. Escucharon el cantar de Femio, la cítara y las risas corruptas. Entonces, Odiseo habló sobre su palacio y Eumeo le dijo que pasase y se mezcle con los pretendientes pero el héroe prefirió quedarse afuera. En ese momento, el can Argo de Odiseo lo reconoció. Argo era feliz hasta que su dueño partió hacia Troya. Desde ese día, Argo yacía, lleno de garrapatas, en el estiércol muy triste, esperando por Odiseo. Al advertirlo, le movió la cola y Odiseo derramó una lágrima. Así, le preguntó a Eumeo si era un corredor o un perro faldero a lo que el porquero contestó que era muy hábil hasta que su dueño se fue, llegandole todos los males. Dicho esto, entró Eumeo al palacio y murió el perro, cumpliendo su sueño de volver a ver a Odiseo. Allí, Telémaco lo vió primeramente y lo llamó a su lado; pronto entró Odiseo como un mendigo y se paró en la puerta. Entonces, Telémaco le dió un pedazo de pan y carne y le ordenó que le pida alimento a los pretendientes también. Atenea también lo infundió a realizar tales acciones, para conocer a los justos y a los injustos. Eso hizo y algunos les daban pequeñas limosnas. Antínoo al conocer que lo trajo el porquero, increpó a Eumeo y este le respondió debidamente, respetuoso con los pobres. Telémaco también habló sobre lo irritante de ese pretendiente ordenandole a Antínoo que le de algo al mendigo pues es una buena acción. El insolente siguió profiriendo estúpidas palabras y así, los demás le dieron comida. Iba a salir Odiseo a comer cuando prefirió pedirle a Antínoo una vez más, contándole su vida: Le dice que fue dichoso como él en otra época, viviendo en la abundancia, con esclavos y fama y aún así asistía al pobre, dando limosna. Hasta que Zeus lo arruinó, llevándolo a Egipto con piratas. Se detuvieron en el Nilo, mandó a los compañeros a que custodiarán los bajeles y peron le indica que como excusa diga que las desea proteger del humo que las ensucia y les quita brillo, y además que quiere evitar que los pretendientes, por exceso del perturbador vino, se traben en un pernicioso combate armado. Entonces, Telémaco manda a encerrar a todas las mujeres en sus habitaciones y es ayudado a esconder las lanzas, los escudos y los cascos por su padre Odiseo y por Palas Atenea, que sostenía las antorchas. Hecho esto, Telémaco va a acostarse mientras Odiseo se queda en la sala para probar a las esclavas, para saber si son leales o desleales. Entonces, la esclava Melanto increpa por segunda vez a Odiseo, preguntándole si también por la noche se quedaría a espiar. Odiseo trata de defenderse, diciendo que no se debe tratar mal al mendigo porque sí, además de que en cualquier momento los dioses podrían deparar para ella un hado similar. La deiforme Penélope, que había bajado a la sala para conversar con el mendigo forastero, le recrimina, con sabios insultos, que ella sabía que el mendigo se quedaría para informarle sobre su marido. Dicho esto, le pidió a la esclava Eurínome que traiga una silla y Odiseo disfrazado de mendigo se sentó allí. Con el escenario ya ordenado, Penélope inquirió a Odiseo sobre quién se preciaba de ser y de donde. El fecundo en ardides trata de esquivar estas preguntas al admirar la belleza de su esposa y al decirle que recordar su procedencia lo llenaría de aflicciones. Al escuchar esto, Penélope le agradece pero le dice que su hermosura fue demacrada cuando su esposo salió a luchar hacia Troya y llegaron los insolentes pretendientes. Así le cuenta a Odiseo cómo durante un largo tiempo los mantuvo engañados esperando por las nupcias mientras tejía una mortaja para el día en que Laertes, padre del rey, exhalara el último aliento. Penélope había prometido contraer matrimonio al terminar el lienzo, por lo que lo tejía durante el día en frente de los pretendientes pero destejía lo deshacía todo de noche. Este engaño duró 3 años hasta el momento en que fue descubierta por unas esclavas desleales. Por último, le pide a Odiseo que revele su identidad a fin que logre creerle. Éste se precia de ser Eton, hijo de Deucalión y nieto de Minos que reinaba en Cnosos, Creta. En su engañosa historia dijo haber albergado hospitalariamente al rey de Ítaca por 12 días en su viaje a Troya, cuando éste buscaba a su hermano mayor Idomeneo. Ante la duda de un fraude, Penélope le pide que describa las vestiduras del rey y su gente y así él lo hace con todo detalle (manto purpúreo y lanoso, con bordados de un perro que tenía entre sus patas un cervatillo y una túnica muy suave) y le refiere que todos le habían dado muchos regalos, como él que le había dado una espada y otro manto; dejando en la reina la convicción de su sinceridad. Para calmar la ansiedad de Penélope, Odiseo le dice que su amado esposo se encuentra en el país de los tesprotos, que se halla allí para conseguir varias fortunas en el continente, luego de primero perder a sus compañeros en el ponto de Trinacia y de después llegar a la tierra de los hospitalarios feacios (hechos referidos por Fidón). Dicho esto, le jura que no pasaría un mes antes de que su esposo regrese a Ítaca. Aún así, Penélope sigue siendo incrédula sobre esta situación y le ordena a la anciana Euriclea que higienice al huésped. Esta le dice que lo hará por consideración de Penélope y por compasión de sus desventuras y que se parece extraordinariamente mucho a Odiseo. Entonces comienza a encargarse de la tarea y mientras lavaba y tocaba sus piernas, descubre en el viejo mendigo una antigua cicatriz de una herida que un jabalí le había producido a Odiseo. Esta se produjo cuando fue al Parnaso a su grande casa materna a recibir partes de la riqueza de Autólico, su abuelo materno, que le fueron prometidas de bebé. Durante el primer día, celebraron festines pero en la mañana del segundo, salieron a cazar por el espeso valle. Allí, se encontraron un enorme jabalí. Al oír el ruido de los pasos, éste fue a su encuentro. Entonces, Odiseo lo acometió con la lanza, atravesando ésta su espalda y perdiendo el animal su vida. Pero antes, el diente del jabalí había desgarrado mucha carne de su pierna y le dejó una gran herida, que lo acusó en un momento inoportuno. Al verla, Euriclea descubre la verdadera identidad de aquel hombre y trata de decirsela a Penélope, pero Atenea la distrae. Entonces, Odiseo, ahorcandola la hace jurar de modo que mantenga el secreto hasta que él mismo lo revele. peron Ya limpio, Odiseo fue a sentarse nuevamente en la silla y allí Penélope, luego de contarle cuántas aflicciones sufre, le pide que le interprete un sueño: En él, 20 gansos propios del palacio de Odiseo comen trigo remojado en agua, a quienes Penélope gusta de contemplar. Pero, entonces, un águila bajó del monte y les rompió el cuello a cada uno de estos gansos, matandolos funestamente y quedando los cuerpos tendidos sobre el suelo. Mientras Penélope lloraba en su horrible sueño, el águila de corvo pico volvió, posándose en el techo, y le habló con voz humana diciendo que no es un sueño, sino una visión veraz en la que el ave rapaz es Odiseo y los gansos, los pretendientes, que han de ser asesinados en el mismísimo palacio. Dicho esto, Odiseo le dice que no hay otra forma de interpretar el sueño más que la que apareció en el mismo pero Penélope le explica los dos tipos de sueños: Hay dos tipos de sueños, los que salen de la puerta construida de marfil y los que salen de la puerta construida con cuerno. Los que pasan por la puerta de marfil, engañan, dicen palabras sin efecto mientras que los de la puerta de cuerno, anuncian a los mortales cosas que sí han de cumplirse. (JUEGO DE PALABRAS EN GRIEGO) Dicho esto, le comento a Odiseo que pensaba realizar un certamen para los pretendientes en el cual el que mejor maneje el arco y haga pasar las flechas por el ojo de las 12 hachas, a lo cual el héroe le responde que lo haga inmediatamente. Con esto, dieron finalizada la conversación y el sueño les cayó sobre los párpados. Canto XX El canto XX empieza con Odiseo tratando de dormir, encontrándose en vela por maquinar males contra los pretendientes. Es entonces cuando contempla y escucha cómo las esclavas salían por las noches en el palacio después de juntarse en amor con los pretendientes. Al héroe se le conmovía el ánimo en el pecho y sentía ofuscado e indignado por todas las faltas que no podías ser enjuiciadas. El corazón de Odiseo le ladraba por dentro, era como una perra que desea acometer al hombre que se encuentra cerca de sus cachorros, se contenía su ánima dejando que por última y postrera vez se unieran con los pretendientes. Dándose golpes en el pecho, le dijo a su corazón que lo soportara todo, como ya había hecho con el cíclope, ya que pronto sería liberado por su astucia, y así su corazón se mostraba sufrido y obediente. Mientras tanto, se revolvía en su humilde lecho pensando en cómo darle muerte a los pretendientes. Entonces, Atenea se le aparece y le infunde coraje diciéndole que si hubiera cincuenta compañías de hombres y ellos dos estarían peleando, lograrían llevarse sus ovejas y bueyes a pesar de la desventaja numérica. Dicho esto, le infundió el sueño, que quita de la mente las inquietudes y que relaja los miembros, sobre los párpados. Y mientras tanto, Penélope elevaba súplicas a la divina Artemis para que la matase, ya que no soportaba más el dolor constante y los sueños atormentadores, las funestas pesadillas: Esa noche había soñado que se acostaba junto a ella un fantasma muy similar al Odiseo joven que había partido hacia Troya. Al despertar Odiseo, escuchó los gritos y sollozos de su esposa y le suplicó a Zeus por una señal, para comprobar que los dioses lo trajeron allí de buen grado. Entonces, el Cronida le envió un trueno cuando en el cielo no había ni una nube (prodigio exterior). Esto fue visto por la esclava que se encontraba más debilitada de las 12 que trabajaban en la molienda, y rogó a Zeus para que ésta fuera la última cena de los pretendientes (presagio interior). Se contentó Odiseo, pues creía que así sería invencible contra los pretendientes. Entretanto, Telémaco se levantó y preguntó a Euriclea si trató de manera correcta al huésped, a lo que la hija de Ops asiente. Tras esto, manda a todas las esclavas a limpiar y ordenar la sala ya que era un día de fiesta para todos. En eso, llega el porquero Eumeo, con tres hermosos cerdos para el festín y le pregunta cómo lo estaban tratando los pretendientes, a lo que Odiseo responde que los ultrajes que se viven son inadmisibles. Luego llega Melantio, quien insulta a Odiseo diciéndole que debería ser un peron mejor mendigo, pero éste no le responde, pues maquinaba perversos propósitos. Más tarde llegó Filetio, mayoral de pastores, quien traía una vaca y algunas cabras. El hombre muy cordial primero preguntó quién era el mendigo forastero y luego lo saludó. Entonces, lo comparó con el rey de Ítaca, ya que probablemente éste se encontraba en la misma situación si aún no había muerto. Y le dijo que le era más fácil irse a otro país, pero prefería mantenerse fiel por si algún día volvía. Odiseo le prometió que iba a poder ver ante sus ojos cómo el peregrino Odiseo llegaba a su hogar y aniquilaba a los pretendientes. Fue entonces cuando el boyero pidió por la vuelta del héroe a Ítaca, junto a Eumeo. Mientras tanto, los pretendientes tramaban la muerte de Telémaco, cuando, de pronto, un águila altanera se apareció por la izquierda con una tímida paloma entre sus garras. Al ver esto, el hijo de la virtud, Anfínomo les dijo que su empresa no tendría éxito para ellos. Tras esto, se comenzó a preparar un lujurioso banquete. Los pretendientes sacrificaron ovejas, cabras, puercos y una vaca y se sentaron, tomando las viandas. Telémaco sentó a su padre junto a los pretendientes y les dijo que no se atrevieran a increparlo y que repriman su ánimo embustero; y los pretendientes no lo cuestionaron. Pero entonces, nuevamente interfirió Atenea para que los pretendientes no se abstuvieran de las injurias a Odiseo, para que éste tenga contenido todo ese odio pronto a liberar. Por eso, mientras disfrutaban de los alimentos, Ctesipo, el pretendiente más ingrato y con ánimo perverso, le arrojó una pata de buey a Odiseo, quien la logra evadir. Entonces, Telémaco reprendió a Ctesipo con amenazas y pidió respeto por su huésped. Tal discurso los dejó enmudecidos hasta que Agelao tomó la palabra y pidió a los pretendientes que no se maltrate al infeliz huésped y a Telémaco que elija esposo para su madre, rehusandose el hijo de Penélope. Tras esto, Atenea volvió dementes a los pretendientes, llevandoles a una risa inextinguible y estólida, perturbandoles la razón. Reían forzosamente, mientras sus ojos se llenaban de lágrimas y devoraban las carnes. Fue entonces cuando Teoclímeno obtuvo una visión y se las relató diciendo que la noche había llegado sobre su cabeza, que los muros se encontraban ensangrentados y los gemidos y salían hacia el Erebo las sombras que llenaban el vestíbulo y el patio. Entonces, le dijo Eurímaco que se vaya al ágora acompañado, pues ya era de noche. Y el adivino de Apolo le respondió que no lo necesitaba y que veía a las desgracias cayendo sobre las cabezas de cada uno de los pretendientes. Dicho esto, se dirigió a la casa de Pirio. En el entretanto, los pretendientes se mofaban de Telémaco y sus huéspedes, diciéndole que los venda en Sicilia por un razonable precio. En estas circunstancias, Penélope se sentaba en el sillón de la sala y escuchaba lo que los pretendientes decían, finalizando el canto con lo que fue su última cena. Canto XXI Le inspiró Atenea a Penélope sacar el arco y el hierro a fin de celebrar un certamen entre los insolentes pretendientes. Subió entonces a buscar el arco y la aljaba para las flechas que le habían sido regalados por Ifito a Odiseo. Se encontraron en Mesenia, en la llanura de Lacedemonia, en la casa de Orsíloco pues Odiseo había ido como embajador a cobrar 300 ovejas que se habían llevado de Ítaca. A su vez, Ifito iba a buscar 12 yeguas que le habían sido robadas y que en ese entonces pertenecían a Heracles. Cuando los dos se encontraron, Ifito le regaló el arco que le era de su padre, Eurito y Odiseo le dió una espada y una lanza. Lamentablemente, ninguno de los dos pudo ser hospitalarios el uno con el otro pues Ifito fue asesinado por el hijo de Zeus. Al ver el arco, Penélope lloró fuertemente, mas cuando se hartó, se fue hacia la sala donde estaban los pretendientes, apareciendo con el ornamentado arco y la aljaba para las flechas. Al lado, sus esclavas que traían una caja con hierro y bronce para los juegos del rey. Entonces, les propuso un certamen a los pretendientes: el que pudiera manejar el arco del rey con mayor facilidad, lo tienda y haga pasar una flecha por el ojo de las doce hachas, será con quien contraería matrimonio la divina entre las mujeres. Así dijo y mandó a Eumeo que les peron Danastórida y Telémaco hirió de muerte a Leócrito. Desde lo alto, Atenea observaba la masacre que su querido protegido estaba realizando y levantó ella la égida. Los pretendientes se llenaron de temor y asemejaban a las vacas de un rebaño cuando son incitadas por el boyero en su capacidad para huir; mientras que los 4 hombres eran buitres que acometen a la aves, persiguiendolas y matandolas. Fue entonces cuando Leodes, el arúspice de los pretendientes, suplicó por piedad y pidió perdón al rey, pero éste se la negó y, sin demora, lo atravesó con la espada que se le había caído a Agelao cuando murió. Luego de aquello, Femio, el aedo, se abraza a las rodillas de Odiseo y suplica piedad, ya que jamás había él estado con los pretendientes por gusto sino por obligación, pues ellos eran más y más fuertes. Telémaco detiene a su padre y confirma lo dicho por Femio y agrega un pedido de compasión para Medonte, el heraldo, quien al escuchar esto asoma su cabeza y ruega por su vida. Ambos son eximidos de la matanza y salen de la sala, hacia el altar de Zeus en el patio. Tras esto, se pinta con palabras el resultado de la matanza, con Odiseo en medio de los cadáveres de los pretendientes, contemplando su hazaña. Parecían peces tomados por los pescadores en la orilla ya estaban todos amontonados con el Sol pegandoles. Entonces, al culminar el exterminio de los pretendientes, Odiseo llama a la anciana Euriclea. Mientras ésta llegaba, Odiseo asemejaba a un león, con sus miembros teñidos de sangre luego de cometer la masacre. Euriclea, al ver los difuntos cuerpos de los pretendientes se regocijó en su ánimo y deseó iniciar un clamoreo, pero el prudente Odiseo la contuvo para que no profiera exclamaciones de alegría. Además, se lavó las manos diciendo que la muerte fue dada por las deidades, por la justicia divina. Por último, le ordena traer a todas las esclavas que habían deshonrado a la reina y a su hijo. La noble Euriclea vuelve con doce siervas envueltas en llanto, quienes son puestas a retirar los cadáveres y limpiar la sala, para luego son conducidas fuera del palacio y ahorcadas por traición. A Melantio, quien llevó armas a los enemigos del rey, lo castigaron por su imperdonable conducta. El cabrero es descuartizado como un cabrito, cortándole sus orejas, su nariz y sus partes pudendas, las cuales fueron arrojadas a los perros y luego le fueron amputados sus brazos y piernas. Hecho esto, Odiseo, antes de hacer llamar a Penélope, se dispuso a quemar azufre con el fuego para purificar la sala de todos los males, pues ésta era la medicina contras las iniquidades. Finalmente, este canto termina con el reencuentro de Odiseo con las mujeres leales de su palacio. Canto XXIII El canto XXIII comienza con Euriclea dirigiéndose encaminandose a la estancia de Penélope. Allí, le cuenta que su esposo Odiseo ya volvió y que mató a los funestos pretendientes. Al escuchar esto, Penélope le dice que se está burlando de ella y que los dioses la han trastornado. Entonces la esclava le responde diciendo que Odiseo era aquel mendigo forastero. Dicho esto, Penélope saltó de la cama y abrazó a la anciana, llorando por su marido pero aún así, sigue sin creerle y le pide que le cuente cómo es que logró hacer sucumbir a los pretendientes, a lo que Euriclea replica que no sabe cómo, pues estaba encerrada con las demas siervas pero que escucho el gemir doloroso de los pretendientes y halló a Odiseo entre los cadáveres, con sangre y polvo, con la muestra de haber cometido la matanza, como un león que ha liberado todo su odio. Entonces, Penélope le dice que probablemente fue una deidad la que dió muerte a los pretendientes y que Odiseo nunca volverá a su morada. Euriclea la reprende y le dice que vio la cicatriz en su pierna que probaba quien era y que quiso decirsela, pero fue detenida por Odiseo. Tras esta conversación, bajan hacia la sala, mientras Penélope meditaba cómo lo recibiría. Después de entrar en la sala, se sentó enfrente de su esposo. Odiseo se hallaba sentado de peron espaldas a una elevada columna, con la vista baja. Así, permaneció Penélope un largo rato, con el corazón y ánimo estupefacto ya que no podía digerir la vuelta de su marido tras 20 años. A veces, lo miraba a los ojos y lo reconocía y otras, no. En eso, Telémaco la increpa diciéndole que su corazón es de piedra, a lo que Penélope le responde que está pasmada por lo que no puede hablarle. Entonces, Odiseo le dice a su hijo que deje tranquila a su madre y le indica que disponga todo como si se estuvieran festejando las nupcias, de manera que nadie sospeche de la masacre y no desate la venganza de amigos y parientes de los muertos, antes de que pudieran escapar hacia el bosque y ser ayudados por alguna divinidad. Eso hicieron, disponiendo música y baile. Cuando esto escucharon los itacenses, la acusaron de infiel a la leal Penélope, recurso que el narrador utilizo para resaltar lo contrario, la lealtad de la casta reina. Mientras tanto, Odiseo era lavado y ungido en aceite por Eurínome para limpiarse del polvo y la sangre. Además, Atenea derramó la hermosura sobre su cabeza, haciéndolo más alto y guapo, dandole bellos cabellos enrulados con la gracia de los hombres. Tras esto, increpa a su esposa diciéndole que su ánimo era tenaz y duro. Entonces, Penélope le respondió diciendo que no tenía ni orgullo ni desprecio hacia él y, la muy astuta, le tendió una trampa, indicandole a Euriclea que mueva la cama que Odiseo había construido al umbral. Al oír esto, el héroe se enfadó y le dijo que no es posible mover esa cama sin la ayuda de algún dios. Entonces, comenzó a describir su construcción: Crecía en el patio un olivo robusto y floreciente. Al verlo apto, Odiseo labró en torno suyo las paredes de su cámara con piedras, la cubrió con un techo y la cerró con sólidas puertas. Tras esto, cortó el ramaje del olivo, pulió con bronce su tronco desde la raíz y lo enderezó para convertirlo en el pie de la cama. Y por este pie, construyó su cama matrimonial, adornando con oro, plata y marfil y la única forma de trasladarlo era cortando el pie del olivo, por lo que incólume y soberbia se mantenía. Al escuchar tal descripción, Penélope reconoció todas las señales y corrió a su encuentro, lo abrazó y lo besó, llorando desesperadamente. Así, le dijo que no gozaron de su juventud por culpa de una deidad y le pidió que no se enoje con ella, pues temía que otro hombre la engañase y mientras hablaba, aludió a Helena, el límite de lo moral, para demostrar las graves consecuencias de la falta de ésta, ya que fue, en fin, la raíz de todos sus males. Mientras esto decía, Odiseo lloraba y abrazaba aún más fuerte a su esposa. Tan importante era la ocasión de se reencuentro, que la naturaleza se atrasa ya que Atenea alarga la dulce noche. Entonces, Odiseo le pide ir a regalarse al sueño, pero antes menciona los trabajos posteriores. Penélope es curiosa y Odiseo cuenta la profecía de Tiresias: Tiresias le ordenó a Odiseo, cuando descendió al Hades, que recorrerá muchas ciudades llevando en su mano un manejable remo hasta que encuentre a los hombres que no conocen el mar ni la navegación, hasta encontrar a los pueblos bárbaros del continentes. Y cuando uno de sus habitantes que vaya caminando se lo encuentre y le diga que lleva un bieldo en el hombro, allí será dada la señal para clavar el manejable remo en la tierra y hacer a Poseidón los sacrificios de un toro, un carnero y un verraco. Tras esto, debería volver al palacio y ofrecerle sagradas hecatombes a todos los dioses. Con esto, la muerte le vendría en la vejez y lejos del mar. Así conversaban mientras su cama era ordenada. Cuando ya se encontraba apta, subieron a su lecho y se entregaron al placentero amor. Tras esto, cesó la “fiesta” mientras Penélope le contaba todos los males que tuvo que pasar con la invasión de los pretendientes y sus llantos eternos; y Odiseo, los males que infirió a otros hombres y los pesares había arrastrado en sus infortunios. Entonces, el gran narrador, Odiseo pasa a contar sus aventuras con los cicones, su llegada al país de los lotófagos, lo sucedido con el cíclope, cómo fue su paso por la isla de Eolo, cómo una tempestad lo arrebató y lo llevó por el ponto, su paso por Telépilo de Lamos, la ciudad de los lestrigones. Relató también los engaños de Circe (no sus amoríos), el viaje al Hades peron donde vio a sus difuntos compañeros y a su madre, cómo oyó el canto las sirenas, el paso por las horrendas Escila y Caribdis, cómo lograron escapar y cómo llegaron a la isla de Helios, donde sus compañeros comieron las vacas del Sol, pereciendo todos en el mar y cómo llegó a la isla de Calipso y, por último, su arribo al país de los feacios, Esqueria que tanto lo honraron con diversos presentes. Esa fue el relato postrero cuando los venció el sueño, liberandolos a los dos de sus inquietudes. Cuando Atenea decidió que el Sol salga, eso sucedió. Entonces, ambos despertaron y Odiseo le avisó a Penélope que iría a ver a su padre. También le ordenó que se recluya en lo alto del palacio cuando los hombres lleguen y pregunten por sus hijos. Canto XXIV El último canto de Odisea comienza con Hermes conduciendo las almas de los pretendientes ya muertos. Las llamaba y utilizaba su áurea vara para guiarlas y moverlas y éstas le seguían. Las almas chillaban y junto con Hermes, traspusieron en primer lugar las corrientes del Océano y la roca de Léucade, después las puestas del sol y el país de los sueños, y pronto llegaron a la pradera de asfódelos donde residen las almas. Allí se encontraron las almas de Aquiles, Patroclo, Antíloco y Áyax a quienes se les acercó el alma de Agamenón, preocupado por las almas de los pretendientes a su alrededor. Entonces Aquiles le habló diciendo que hubiese sido mejor que tuviese una muerte gloriosa mientras peleando en Troya que lo que le sucedió, su asesinato funesto realizado por su propia esposa. Al escuchar esto, el Atrida replicó que Aquiles debería sentirse dichoso de haber muerto junto con sus compañeros y pasa a explicar lo que ocurrió cuando Aquiles murió: Primero cuenta que, luego de haber desistido a causa de una tormenta, trasladaron su cuerpo del campo de batalla a las naves, lo lavaron con agua tibia y lo ungieron mientras los dánaos lloraban y cortaban sus cabellos. Luego, relata que su madre también fue, saliendo del mar con las diosas marinas y haciendo un enorme clamor en el mar que asustó a los aqueos, pero Néstor los calmó avisando que era la madre del preclaro Aquiles. Allí, las nueve Musas entonaron el canto fúnebre, mientras todos los argivos lloraban. Durante 17 días y noches lo lloraron a Aquiles y en el decimoctavo entregaron su cuerpo al fuego, degollando ovejas y bueyes. Ardió el cadáver con bellas vestiduras y gran cantidad de aceites y miel y se agitaron con sus armas los héroes aqueos. Cuando la llama se consumió, los huesos fueron entregados al vino puro y al aceite. También cuenta que estos se encuentran, junto con los del difunto Patroclo, en un ánfora de oro que su madre les dió. Según ella había dicho, se la había dado Dionisio y era obra de Hefesto. Y por último, relata que en torno a los restos los argivos erigieron un gran túmulo para su memoria en un lugar prominente de las orillas del Helesponto y que la madre de Aquiles y la diosa Tetis dispuso unos juegos fúnebres, tales como los que se hacen para los difuntos reyes. Terminando le dice que ha alcanzado el kleos, a diferencia de él, que ha tenido una muerte repugnante producto de Clitemnestra y Egisto. Mientras conversaban, se encuentran con las almas de los pretendientes. Sale a su encuentro un hijo adoptivo de Menelao, Anfimedonte y, al reconocerlo, Agamenón le pregunta la causa de su muerte, dándole variables más “naturales”. Entonces, con sumo respeto, Anfimedonte le responde contándole el engaño de Penélope (el tejido de una tela que si era acabada, se celebrarían las segundas nupcias, pero Penélope deshacía la tela todas las noches de manera que fuese interminable y nunca se casase; este engaño duró 3 años) y cómo la descubrieron. Le relata, también, que al finalizarlo, llegó Odiseo al palacio, disfrazado de un mendigo y profiriendo males para los pretendientes. que antes había llegado Telémaco, que fue acompañado por Eumeo y que lo maltrataban sin saber que se trataba del dueño del propio palacio que ellos ocupaban impíamente. Por último, le cuenta que Telémaco y Odiseo escondieron las armas, como ninguno de los hombres pudo tender la cuerda del arco en el certamen incitado por Penélope y como Odiseo, vestido de mendigo, sí pudo, yéndose al umbral y comenzando la matanza de los pretendientes. Narra como primero mató a Antínoo, peron
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