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RESUMEN DEL CAPÍTULO VIII, HOBSBAWM El período histórico que comp, Apuntes de Historia Contemporánea

Asignatura: historia contemporanea, Profesor: , Carrera: Historia del Arte, Universidad: UCM

Tipo: Apuntes

2013/2014
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Subido el 02/06/2014

martahdalarte
martahdalarte 🇪🇸

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¡Descarga RESUMEN DEL CAPÍTULO VIII, HOBSBAWM El período histórico que comp y más Apuntes en PDF de Historia Contemporánea solo en Docsity! RESUMEN DEL CAPÍTULO VIII, HOBSBAWM El período histórico que comprende los años que van desde el final de la Segunda Guerra Mundial hasta la caída del bloque soviético y el fin de la Guerra Fría, no se caracteriza, precisamente, por una homogeneidad y una unidad inequívocas. Sin embargo, existirá un patrón único condicionado por la singular situación internacional que dominaba en el globo hasta el derrumbamiento de la URSS: el constante enfrentamiento entre las dos superpotencias surgidas de la Segunda Guerra Mundial, la denominada “guerra fría”. La singularidad de esta guerra fría consistía en que el peligro inminente de guerra mundial era prácticamente nulo. Pese a la retórica apocalíptica de los bandos, de y manera sobresaliente en el bando americano, los gobiernos de sendas potencias asumieron el reparto global de territorios, establecido al final de la segunda guerra mundial. Esta demarcación territorial se había trazado entre los años 1943-1945, tanto por los acuerdos alcanzados en las cumbres en que participaron Roosevelt, Churchill y Stalin, como por lo hecho irrefutable de que el ejército ruso era el único capaz de derrotar al poder nazi. Las únicas vacilaciones que se produjeron fueron con respecto a los territorios de Alemania y Austria. La primera quedó dividida de acuerdo con las fuerzas de ocupación del Este y del Oeste, y la segunda se convirtió en un país neutral. La situación fuera de Europa no estaba tan clara. Asia fue la zona donde las dos potencias compitieron durante toda la guerra fría en busca de apoyo, y, por lo tanto, también fue la de mayor fricción entre ambas. Los países del “tercer mundo”, pese a no mostrar un excesivo apego hacia el capitalismo americano, quedo patente que sus inclinaciones no se aproximaban tampoco al bando comunista. La situación mundial se mantuvo en una posición bastante estable hasta mediados de los años setenta, cuando acaeció un período de crisis política y económica. Así, durante los años anteriores, ambas potencias habían evitado por todos los medios un choque frontal de sus fuerzas. Por ejemplo, en la Guerra de Corea (1950-1953), los norteamericanos participaron de manera oficial, mientras que los rusos, pese a prestar ayuda militar a la potencia del norte, no; puesto que buscaba que los preparativos bélicos no se malinterpretaran como gestos hostiles al gobierno norteamericano. Este acuerdo tácito de tratar la guerra fría como una “paz fría” se mantuvo hasta los años setenta. La URSS comprendió que la retórica anticomunista americana era simple propaganda radiofónica, puesto que los Estados Unidos no se entrometieron en la esfera de control soviético, pese a que tuvieron motivos para hacerlo. Es probable que el período más explosivo, en el que la amenaza de la guerra estuviese más cerca, fuera el que medió entre la proclamación formal de la “doctrina Truman” en marzo de 1947 y abril de 1951. Durante esta época, el temor americano a que los soviéticos se hicieran con el control de países asiáticos se hizo, en parte, realidad: en 1949, los comunistas se hicieron con el poder en China. Ambas potencias se sirvieron de la amenaza nuclear en contadas ocasiones, casi con toda certeza sin tener intención de cumplirla. II La guerra fría se basada en la creencia occidental de que la era de las catástrofes no había concluido en modo alguno y que el futuro del sistema capitalista y de la sociedad liberal distaba mucho de estar garantizado. Si Washington esperaba estas serias alteraciones de posguerra era debido al recelo que tenían al respecto de las ruinosas y hambrientas potencias europeas tras la posguerra, campo de cultivo idóneo para ideologías comunistas. Y en parte, estaban en lo cierto. Muchos de los países europeos parecían contrarios a los regímenes moderados, y el elevado brote de partidos y formaciones políticas comunistas les hizo temer lo peor. Los Estados Unidos se esforzaban por presentar el escenario de pesadilla de una superpotencia moscovita lanzada a la inmediata conquista del planeta, al frente de una “conspiración comunista mundial” y atea, siempre dispuesta a derrocar los dominios de la libertad. La auténtica realidad, es que la URSS ni era expansionista – menos aún agresiva – ni contaba con extender el avance del comunismo más allá de lo que se supone se había acordados en las dos cumbres de 1943-1945. De hecho, en los países donde la URSS poseía regímenes comunistas satélites, éstos tenían el compromiso específico de construir economías mixtas con democracias parlamentarias pluripartidistas, alejadas del modelo de estado soviético. No cabe duda de que Stalin, en tanto que comunista, creía en la inevitable sustitución del capitalismo por el comunismo, y, en ese sentido, la convivencia de ambos sistemas no sería permanente. Aún así, su postura de fondo tras la guerra era más defensiva que agresiva. Sin embargo, esta política de enfrentamientos entre ambas potencias surgió de su propia situación. La URSS, consciente de la precariedad de su posición, se enfrentó a los Estados Unidos, conscientes de lo precario e inseguro de la situación de Europa central y occidental, y del incierto futuro de gran parte de Asia. Resulta probable que el enfrentamiento se hubiera producido de igual modo, aún sin la ideología de por medio. Por otra parte, para la URSS la única estrategia racional para defender y explotar su nueva posición de gran, aunque frágil, potencia internacional era la intransigencia. Mientras que a los Estados Unidos les preocupaba el hipotético peligro de una supremacía mundial soviética en el futuro, a Moscú le preocupaba la hegemonía real de los Estados Unidos en el presente. Pero esta política de mutua intransigencia e incluso de rivalidad permanente no implicaba un riesgo cotidiano de guerra. Y es que el gobierno soviético, aunque también demonizará a su antagonista global, no tenía que preocuparse por las ganar las elecciones presidenciales y legislativas o por lograr los votos de los congresistas, al contrario que el gobierno norteamericano. Para conseguir sendos objetivos, el anticomunismo apocalíptico resultaba un arma útil y, por consiguiente, tentadora. Por consiguiente, los Estados Unidos se vieron obligados a adoptar una actitud agresiva, con una flexibilidad táctico- militar mínima. Así, ambos bandos se vieron envueltos en una imprudente carrera de armamentos que desembocaba en la destrucción mutua. Si tuviéramos que buscar un culpable en esta guerra, no sería ni los Estados Unidos ni la URSS, sino el temor mutuo surgido del posible enfrentamiento. Los Estados Unidos temían por la aparente ola de comunismo europea, pero todos los partidos de Europa occidental, con o sin partidos comunistas importantes, fueron sin excepción plenamente anticomunistas decididos a protegerse contra un ataque militar soviético. III
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