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Orientación Universidad
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resumen del infierno artificial., Resúmenes de Lengua y Literatura

resumen sobre el libro de Horacio Quiroga publicado en 1917 y su genero es ficcion.

Tipo: Resúmenes

2020/2021
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Subido el 26/01/2021

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¡Descarga resumen del infierno artificial. y más Resúmenes en PDF de Lengua y Literatura solo en Docsity! EL INFIERNO ARTIFICIAL. Las noches en que hay luna, el sepulturero avanza por entre las tumbas con paso singularmente rígido. No tiene esto nada de extraño, porque el sepulturero abusa del cloroformo. Incidencias del oficio lo han llevado a probar el anestésico, y cuando el cloroformo muerde en un hombre, difícilmente suelta. Es así como la fantasía de su paso ha llevado al sepulturero hasta una tumba abierta en que esa tarde ha habido remoción de huesos -inconclusa por falta de tiempo. Un ataúd ha quedado abierto tras la verja, y a su lado, sobre la arena, el esqueleto del hombre que estuvo encerrado en él. Allí, en el fondo, un poco más arriba de la base del cráneo, sostenido como en un pretil en una rugosidad del occipital, está acurrucado un hombrecillo tiritante, amarillo, el rostro cruzado de arrugas. Tiene la boca amoratada, los ojos profundamente hundidos, y la mirada enloquecida de ansia. El sepulturero, sereno, sabe bien que él mismo llegaría a disolver con la saliva el vidrio de su frasco, para alcanzar el cloroformo prohibido. Y el sepulturero, de rodillas, inyecta en las fisuras el contenido entero de la jeringuilla, que filtra y desaparece entre las grietas. Pero seguramente algo ha llegado hasta la fisura a que el hombrecillo se adhiere desesperadamente. El sepulturero fijó sus ojos a la órbita de la calavera, y no reconoció al hombrecillo moribundo. -Sí -repuso el sepulturero avergonzado de la mezquindad de su paraíso artificial. Apreciará entonces lo que va de su droga a la cocaína. El sepulturero volvió, y echándose de pecho en el suelo, apoyado en los codos y el frasco bajo las narices, esperó. Con fortuna, una mujer adorable y tres criaturas sanas, era perfectamente feliz. Todo nuestro palacio vivía así en silencio su estéril y fúnebre lujo. Un día, en menos de diez y ocho horas, nuestro hijo mayor nos dejó por seguir tras la difteria. A pesar de la orden del médico, la madre dio de mamar a la criatura, y al rato la pequeña se retorcía convulsa, para morir ocho horas después, envenenada por la leche de la madre. En 51 horas, poco más de dos días, nuestra casa quedó perfectamente silenciosa, pues no había nada que hacer. Mi mujer estaba en su cuarto, y yo me paseaba al lado. Mi mujer pasó cuatro días arañando la sábana, con un ataque cerebral, y yo acudí a la morfina. Y señalé el fúnebre lujo de mi casa que continuaba encendiendo lentamente catástrofes, como rubíes. El hombre se compadeció. Durante dos años gasté en cocaína muchísimo más de lo que usted puede imaginarse. En mí, la verdad de las cosas lúgubres, contenida, emborrachada día tras día, comenzó a vengarse, y ya no tuve más nervios retorcidos que echar por delante a las horribles alucinaciones que me asediaban. Por tres veces resistí un mes a la cocaína, un mes entero. El sepulturero, que escuchaba con la babeante sonrisa fija siempre en su cara, acercó su ojo y creyó notar un velo ligeramente opaco y vidrioso en los de su interlocutor. La primera vez que, habiéndome yo olvidado de darme una nueva inyección antes
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