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Resumen Etica fariña- año 2022 hasta el primer parcial, Resúmenes de Ética

Resumen etica farina hasta el primer parcial

Tipo: Resúmenes

2021/2022

Subido el 20/09/2022

usuario desconocido
usuario desconocido 🇦🇷

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¡Descarga Resumen Etica fariña- año 2022 hasta el primer parcial y más Resúmenes en PDF de Ética solo en Docsity! RESUMEN ÉTICA 1 PARCIAL MÓDULO 1: EL DOBLE MOVIMIENTO DE LA ÉTICA -Ariel: “Distinción entre (ética-moral / estilo-estética)” • Moral: pertinente a la conducta social de un sujeto entre otros. Los deberes del sujeto frente al estado, frente a la ley. Esta es temática y es temporal, es decir, que se sitúa en una época. Ademas, es subsistencial, permite algún ordenamiento de la existencia de ese sujeto en lo social. Se trata del sentimiento de deber, por lo tanto, siempre es culpable frente al estado. • Etica: se trata de la posición de un sujeto frente a su soledad: no la posición en lo social por su relación con los otros. Por lo tanto, es atemporal, atemática y existencial. Sin embargo, la ética no se contrapone a la moral. La ética, la existencia del sujeto desorganiza la moral, no pretende suplantarla. • Estética: son las condiciones de posibilidad de la experiencia de la belleza en el orden social. También, al igual que la moral, es histórica, esta determinada por la época y es un crimen contra el uno, pues propone el para todos. • Estilo: es la posición del sujeto frente a su soledad, frente a lo que esta dispuesto a crear mas allá de la belleza. Este nivel (el de la ética y el estilo) lo propone como suplementario ya que no es opuesto, sino que se trata de exceder y desorganizar el orden social, no reemplazarlo. Orden suplementario Orden social (para todos) ÉTICA MORAL (dada por la logia universal del todo- no todo) ESTILO ESTÉTICA 1 -Fariña: “Doble movimiento de la ética” La transmisión de la ética se asienta hoy en un doble movimiento, doble movimiento que se expresa en la dialéctica de lo particular y lo singular. Un primer movimiento supone el tránsito de los juicios morales al universo de conocimientos disponibles en materia de ética profesional. Se trata de una transformación reflexiva del cuerpo, ya que supone poner entre paréntesis las concepciones sobre el bien y el mal, para situar el problema en una suerte de estado del Arte que da cuenta de los avances alcanzados por la disciplina. Este “estado del Arte” permite deducir el accionar deseable del profesional ante situaciones dilemáticas de su práctica. Da cuenta del "qué debería hacer y por qué". El conocimiento necesario para resolver el dilema existe, antecede a la situación misma, disponga o no de él el profesional que debe resolverlo. Su forma sintética se expresa en las normativas profesionales, entendidas éstas no en su carácter expeditivo sino cómo la manifestación más depurada de los conocimientos disponibles en la materia. Es el estado del conocimiento sobre un tema, a los acuerdos que una comunidad científica ha establecido sobre una cuestión en particular. Se trata de la dimensión deontológica. El término “deontología” viene del griego “Deonto” qué quiere decir “deber”, con lo cual la deontología es la rama de la ética que se ocupa del tratado de los deberes para un cierto segmento profesional. Da cuenta del “deber hacer” para una disciplina en un espacio y un tiempo determinados. Así, existe una deontología médica, o una deontología jurídica, etc. La expresión más depurada de esta lógica se encuentra en los llamados “códigos de ética”, que como veremos presentan de manera sintética, destilada, una multiplicidad de cuestiones que abarcan los distintos campos de nuestra vasta práctica profesional. El método que subyace es siempre el de los tres tiempos que hemos introducido antes para toda legislación: vistos, considerando, resolución. Pero la ética se limitara a este primer movimiento, las cosas serían relativamente sencillas, pero también poco interesantes. Bastaría con tener a mano las normativas, mantenernos actualizados en ellas, y aplicarlas convenientemente en cada situación dilemática que se nos presente. Pero las cosas son más complejas, y por ello hemos anunciado este módulo como del “doble movimiento de la ética contemporánea”. Doble movimiento, que como dijimos da cuenta de la dialéctica entre lo particular y lo universal-singular. Hay un segundo movimiento. Suplementario del anterior, en el sentido que lo expresa Alejandro Ariel con Alfred Jarry, éste da cuenta: de las singularidades en situación. 2 Una situación es, en principio, un universo –restringido como todos– que es ciego a la restricción que lo funda. Como el lenguaje que lo ordena simbólicamente es un lenguaje, bajo ninguna circunstancia podría armar un todo coherente sin exclusiones. Su coherencia depende de las exclusiones. Pero esas exclusiones no son discernibles de antemano, no derivan de un gesto explícito de apartar deliberadamente tales o cuales términos indeseables para luego asegurar la consistencia de los términos admitidos. Estas exclusiones se instauran implícita y ciegamente con el acto mismo de instituir un universo, una situación, una ley o un lenguaje. Una singularidad es entonces, irremediablemente, un proceso situacional. No son las éticas las únicas singularidades. Se las podrá producir en diversos tipos de situaciones. Difieren en su especificación según la específica situación en que operan; pero coinciden en la relación formal que guardan con ese universo: exceso sobre el conjunto de lo socialmente existente en una singularidad histórico-social; exceso sobre lo teóricamente transmisible en las singularidades clínicas psicoanalíticas; exceso sobre el régimen de las regularidades y los interesas en las singularidades políticas; exceso sobre las codificaciones disponibles en géneros y estilos en las singularidades estéticas. La singularidad no es una función monótona. Por eso requiere de una intervención subjetiva que la produzca. De ahí se sigue que una singularidad sólo lo es para la situación en la que irrumpe y sólo si existe el trabajo subjetivo de lectura, producción y nominación -imposible desde la distancia mortal trascendente que establece la supuesta «relación de conocimiento». La posibilidad de la intervención condiciona absolutamente la posibilidad de una singularidad situacional. Ese punto de impasse es el campo de intervención sobre el que ha de constituir se una singularidad. Es necesaria una intervención que nomine, que traiga al ser de la situación eso que había estado excluido a prori. El universal previo se revela cómo meramente parcial. El punto de singularidad vehiculiza la exigencia de una nueva ley, ésta sí universal, que deje atrás el limitado horizonte restrictivo de la legalidad previa. El universo se ha ensanchado, se ha suplementado a partir de una singularidad. Esa singularidad era el único lugar en que se estaba poniendo en juego un universal que fuera mas allá del restringido universo situacional. Esa singularidad, por eso mismo, era universal. No existe entonces lo universal sino a través de lo singular y recíprocamente, el efecto singular no es sino una de las infinitas formas posibles de realización de lo universal. 5 Digámoslo de una vez: lo particular no puede comprenderse separado de lo universal- singular, y a su vez, eso que hemos llamado universal-singular no existiría sin lo particular. Ante todo, lo particular es un efecto de grupo. En otras palabras, un sistema de códigos compartidos. Si dijimos antes que lo universal-singular denotaba lo propio de la especie, lo particular será el soporte en que ese universal-singular se realiza. “Paradoja, infinito y negación de la negación” Estamos hablando de un horizonte constituido por la moral, por lo tanto, las categorías lógico- formales: universal, particular, singular nos sirven como conceptos lógicos para pensar la ética. Donde se quiebra el horizonte moral y adviene la Dimensión Ética. Entendida esta como una disciplina del pensamiento, no de conocimiento. El pensamiento aparece cuando la dimensión de saber flaquea. Se hace necesario pensar cuando el saber no asiste. Por lo tanto, la Ética como disciplina de pensamiento aparece cuando el saber deja de existir. En la dimensión moral estamos en la dimensión de saber, por tanto la Ética se abre como dimensión cuando el saber moral no lo asiste para poder tratar una situación. Sabe qué debe hacer pero es muy costoso. En la dimensión moral hay veces en que no es posible saber qué hacer. Los imperativos morales tienen que cubrir el grueso de las circunstancias, poder orientar a un sujeto en todas las circunstancias de la vida. La paradoja aparece cuando el pensamiento está mal formulado. Es un destino de cualquier pensamiento, no es un error del pensamiento sino el destino del pensamiento. El principio del tercero excluido es la matriz lógica del pensamiento binario, no hay una tercera posibilidad, la lógica aristotélica es: A o no A (A -A), en ella se sostiene la estructura del saber. Hay situaciones en que este principio no rige por tanto esto acarrea el desvanecimiento subjetivo. La paradoja moral deja a un sujeto “desnudo y a los gritos”. Está recién nacido, ningún recurso previo lo orienta desde este momento. No hay retorno, si lo hay es a un costo enorme. La ley sobre la que estaba sostenido el sujeto se cayó, lo abandonó, es una experiencia desgarradora para alguien sostenido en la ley. El retorno es a la miseria subjetiva. 6 Un acto ético es existencial, pero no poéticamente, sino brutalmente: Exsistencial. Retornar es querer negar el acto. O agrego algo o me desvanezco como sujeto. Parado frente a la pura paradoja me desintegro. Entonces hasta aquí tenemos: 1. En un primer momento el sujeto moral colapsa. 2. En un segundo momento un acto que instaura algo. No hay un alguien todavía, pero hay algo. 3. En un tercer momento un sujeto con el universo ampliado. Se instala un nuevo universo a partir de ese algo. En medio de la nada un acto, a partir del acto un sujeto posible. Un acto ético es un acto existencial, da existencia. La existencia crea el saber. En el momento en que colapsa el universo moral, colapsa el sujeto por tanto no hay nadie, un acto da existencia nuevamente. Un acto viene a introducir un plus en el mundo, de otro modo sería un hecho común. La noción de Infinito arruina la consistencia de la noción de Universo. Un universo como completo es requerimiento del discurso moral (A -A). Una ley moral rige para el universo de todas las situaciones, pero como esto no es posible la moral rige para algunas situaciones y en otras colapsa. Lo que hay que entender es que infinito es una categoría, un modo de pensar, un recurso del pensamiento y no una extensión de la materia. INIFINITO no es TODO. No es UNIVERSAL, hay Infinitos más grandes que otros por tanto NO ES TODO. Cualquier conjunto por desmesurado que sea es parcial por tanto ningún conjunto puede encarar nuestra noción de lo universal porque siempre será superado por otro. El infinito es un recurso de pensamiento y esto permite pensar que en los puntos de colapso moral es que puede advenir otra cosa, otro infinito. En todo conjunto hay más que lo que nombra el conjunto. El Infinito entonces debe ser entendido como recurso de pensamiento. La paradoja es la insuficiencia del lenguaje para saber todo lo que la situación tiene. Esta paradoja tacha el principio de razón suficiente, Gomez no es A ni no A. La ley moral era un universal, la ley del regimiento tenía hasta entonces valor de lo universal, pero universal siempre excedido por lo que contiene, dando lugar a una singularidad, término que para la 7 será entonces su correlato singular. ¿Pero es posible «aislar» algún singular en Antígona?. El entierro del cuerpo de Polinices es para Antígona condición sine qua non para que lo universal- singular pueda desplegarse. Pero ocurre que es justamente esa sepultura lo que Creonte ha prohibido. Por lo tanto, su deseo de sepultura no supone reivindicación alguna del que fue su hermano en vida. Es esa renuncia, por la vía de su deseo, a toda forma de ideal lo que da a su acto verdadera dimensión ética. Dimensión ética que debe buscarse en el carácter mismo de la sepultura. Pero el fundamento de Antígona despeja toda duda: muerto un marido, podrá encontrar otro; muerto incluso un hijo, uno nuevo podrá engendrar; pero muertos su padre y su madre, nunca volverá a tener un hermano. Obsérvese que tampoco se trata de una maniobra táctica. Ella no busca proteger a su hermana de la ira de Creonte, sino humillarla y restarle todo crédito. En otras palabras, con este gesto mezquino, Antígona no se muestra a la altura de su propio acto. Una sepultura es un acto simbólico por excelencia. A diferencia de los bienes concretos, un bien simbólico no puede ser monopolizado. No sin que tal pretensión de «apropiación» suponga efectos particularistas. Nadie es ético. Existen, o no, actos éticos en la vida de un ser humano, lo que no supone que su existencia misma pueda ser revestida de tal atributo. El segundo error reviste mayor gravedad. Consiste en creer que una decisión colegiada es per se menos autoritaria aquella que aquella que se adopta en soledad. Si Creonte hubiera promulgado su edicto luego de haber consultado sus términos con los ancianos de Cadmo, ello no lo haría menos autoritario. Tal como lo desarrollamos en nuestras primeras reuniones, una decisión mayoritaria, incluso unánime, no por ser general se aproxima a lo universal-singular. No deja de sorprender que los estudiantes caigan en este equívoco, sobre todo porque si hay un personaje en la tragedia que se «corta solo», ese es Antígona. Ocurre que nunca como aquí la ética se separa radicalmente del sentido común. Un acto ético se realiza siempre «en soledad», lo cual no significa que la persona carezca de compañía. Gutierrez afirma: En la medida en que le es negada esta posibilidad, Antígona hace su sacrificio, hace el sacrificio de su ser y se entrega, sin mediación posible, a aquello que es la âté familiar. No tiene posibilidades de simbolizar esta pérdida y queda prisionera de su terrible herencia. 10 MÓDULO 2: PARTICULAR/ UNIVERSAL- SINGULAR / ÉTICA PROFESIONAL -Salomone- Dominguez: “La singularidad en los códigos de ética” Se proponen situar el lugar de la singularidad en los códigos de ética. Para ello plantean primero qué entienden por ética y deontología. Entidades diferenciadas, pero a su vez ligadas, en tanto, en la praxis, la ética se encuentra soportada en el universo normativo deontológico si bien lo excede. Etica: En el griego clásico, en su acepción más antigua significaba “residencia”, “morada”, “lugar donde se habita”. Sin embargo, en su acepción más usual el êthos significa “modo de ser” o “carácter”, en relación a lo más distintivo de un sujeto: su modo de ser, de actuar; a su vez, la otra versión del éthos significa “hábito” o “costumbre”. En términos generales el lenguaje filosófico utiliza el vocablo ethos en la actualidad para definir al “conjunto de actitudes, convicciones, creencias morales y formas de conducta, [propias] de una persona individual o de un grupo social o étnico”. La ética concebida clásicamente como la ciencia que estudia los comportamientos morales de los sujetos humanos, será, en este sentido, la disciplina confinada a recopilar las acciones adquiridas como hábitos, supuestamente universales, para extraer de allí reglas generales que tendrán valor de éticas. Siendo así “la teoría o ciencia del comportamiento moral de los hombres en sociedad”, dedicada al estudio de ciertas mediaciones agenciadas para convivir. La Deontología profesional: será aquella sección de la ética encargada de estudiar y compilar las reglas, normas y deberes que rigen la “buena” conducta en el ejercicio de las profesiones. El fundamento supremo ordenador de dichas conductas. Pareciera ser, entonces, que ética y deontología coexisten en sintonía al ocuparse ambas de las acciones de un grupo determinado pero, señalemos que, la distonía radica en que la deontología legisla aquello que se debe hacer, lo esperable en el marco de las relaciones humanas que regula, mientras que la ética reflexiona sobre el obrar humano, sobre los actos de los sujetos que no pueden ser anticipados por la norma. Esta concepción de la ética se aleja del deber hacer en el quehacer clínico regulado desde el consenso grupal; por el contrario, se sostiene en el saber-hacer en acto. Saber-hacer que se 11 contrapone al saber absoluto, soportado en algún ideal moral. La ética no será pues, en este contexto, un asunto pertinente a la ciencia como acumulación de saber sino al deseo en tanto que indomesticable agrieta esa dimensión, allí donde el saber moral no asiste al analista en su hacer. En este sentido, los ideales terapéuticos del deber-hacer pertinentes en el marco deontológico serán suplementados por la emergencia de una singularidad. La ética se presentaría, de este modo, al igual que lo hace respecto de su contraparte la moral, como suplementaria de la deontología al producir un exceso respecto de las totalizaciones dadas, mientras que la deontología sería producto y reflejo de la moral social. Analicemos, ahora, la siguiente definición: llamaremos éticas a “las singularidades en que se ponen en juego los universales que exceden cualquier ley particular”. Primeramente será preciso que definamos que entendemos por Particular: situaremos allí aquellos usos, costumbres y valores que comparte un grupo determinado en un lapso histórico dado. El universo de discurso compartido y consensuado, el código que haga de común medida para regular las relaciones referidas al ejercicio de la práctica. Llamaremos éticas a aquellas singularidades que produzcan un quiebre respecto de ese universo de discurso del cual emergen, siendo advertidas como “«algo» incalificable para el lenguaje de la situación”.Recortando así algo que queda por fuera del universo matemático, algo que no puede ser atrapado por él. Entonces, la deontología podrá soportarse en la teoría intuitiva al ser homóloga su forma de presentar al conjunto, de hacer existir ese universo normativo. Los códigos de ética serán un conjunto cuyos elementos estarán agrupados bajo la siguiente propiedad: reglas y normas de conducta que enuncian los deberes de los psicólogos que constituyen el fundamento mismo del actuar ético. De este modo, al igual que la teoría intuitiva, recorta la existencia de algo que queda por fuera de ese conjunto: la singularidad a quien no regula ni nomina pero que prontamente engulle en un nuevo universo que ha engordado su predicado. La ética por su parte, análoga a la teoría axiomática, supera la paradoja, incluyendo en su horizonte el universal y su imposibilidad de enunciación previamente a su irrupción en el 12 interviniendo a partir de una laguna en la codificación, opera no sólo sobre esa laguna sino sobre el continente mismo que ha producido esa laguna como laguna. -“Salomone: Consideraciones sobre la Ética profesional: Dimensión clínica y campo deontológico-jurídico” El abordaje que proponemos de esta temática parte fundamentalmente de la problematización de una idea muy frecuente, según la cual Ética Profesional es tomada como sinónimo de Deontología. Una ética profesional asociada exclusivamente a la deontología genera un desdoblamiento de la función profesional que toma entonces dos caras, si no opuestas, por lo menos indialectizables. Por otra parte, pensar a la ética profesional en términos de pautas deontológicas genera la fantasía de que es allí donde se configura la dimensión ética de la práctica. El reparo respecto de esta idea es que, en este sentido, se pretende a las regulaciones deontológicas como la referencia última que toma el lugar de garantía de las propias decisiones. Si las prácticas en salud mental revisten gran complejidad en lo referente a la llamada Ética Profesional, esto se debe al hecho de que esta última involucra, por una parte, el campo normativo (los códigos de ética, los deberes profesionales), pero también habrá que considerar las exigencias que la dimensión clínica nos presenta. Cabe aclarar que la dimensión clínica no se refiere exclusivamente al trabajo clínico, sino que con este término nos interesa señalar una perspectiva que toma en cuenta la dimensión del sujeto, la singularidad en situación. Claramente, el campo normativo configurado sobre una lógica de lo general recorta los problemas desde una perspectiva particular. En cambio, la dimensión clínica constituye un modo de lectura y abordaje sustentado en la categoría de lo singular. Desde esta perspectiva, debemos estar advertidos de que una práctica sostenida en la deontología hace desvanecer la dimensión del sujeto, velando la lógica no-todo que le es constitutiva. Nos referimos aquí a la categoría de lo particular: “Ante todo, lo particular es un efecto de grupo (...) un sistema de códigos compartidos”, que se diferencia de la categoría de lo singular. 15 Existe la idea de que tomar las normativas deontológicas como referencia para la acción conlleva la interrupción del trabajo clínico y un desplazamiento de la función profesional. Se supone una relación de exclusión entre el campo normativo y la dimensión clínica de la práctica. Nos interesa especialmente subrayar la importancia de sostener la complejidad de la ética profesional, ya que la confluencia de ambas dimensiones –deontología y clínica– dan cuenta de diferentes aspectos de la responsabilidad ligada a la práctica de la profesión. Sin embargo, debemos tener en cuenta que, organizados sobre lógicas distintas, campo normativo y dimensión clínica configuran formas de lectura muy disímiles entre sí, y convocan al sujeto desde diferentes posiciones. La posición ética se constituirá en esa intersección entre el marco normativo y la dimensión clínica, lo cual excluye la obediencia automática a la norma, pero también su rechazo. La deontología refiere a los deberes relativos a una práctica determinada, los cuales, en su forma de enunciados normativos se plasman en los llamados "códigos de ética”: 1. Establecen una serie de pautas que regulan nuestra práctica, funcionando como una referencia anticipada a situaciones posibles y por venir. El campo normativo tiende a configurarse y a funcionar en tanto universo. Los códigos (como las leyes y las normativas institucionales) deben expedirse con respecto a todos los casos posibles, en todas las circunstancias posibles, para todos los sujetos posibles. La formulación de la norma y el criterio que sustenta deben permitir que una variedad de casos sean contemplados en ella. La norma ordena, pero la condición es que ordene más allá del uno a uno, haciendo homogéneos a los “cada uno” en un “todos” Evidentemente, lo singular que un sujeto comporta –siempre diverso y heterogéneo– no estará contemplado en la norma; este hecho introduce el problema de la articulación entre el campo normativo y la clínica. 2. Resumen el conocimiento alcanzado en el campo profesional hasta cierto momento histórico (Estado del arte), el cual funciona como fundamento de las normativas. 3. Las normativas de los códigos encuentran una referencia jerárquicamente superior en las normas jurídicas. 16 Es decir que los códigos de ética, al ser producidos en el seno de una comunidad que participa de la comunidad mundial, resumen los valores consensuados y sostenidos por la comunidad en su conjunto, no sólo la comunidad profesional. En este sentido, los códigos condensan los valores morales de un tiempo histórico determinado. Práctica Profesional ↑ Normativa Deontológica ↑ Ley Social ↑ Constitución Nacional ↑ Normativa Internacional ↑ Declaración Universal de los Derechos Humanos La aplicación de la norma se verá condicionada por diversas variables propias de cada situación que se analiza. Por lo tanto, la aplicación de la norma no puede ser automática. Frente al caso a analizar, deberemos interpretarla y, además, ponderarla en relación a otras normas y a otros elementos de juicio. La aplicación de la norma entonces supone un momento lógico anterior en que la mirada sobre el caso tienda a identificar aquellos elementos que hagan de ese caso un caso único en su especie. No deja de compartir la propiedad común de los elementos del conjunto (razón por la cual este tipo de análisis corresponde al primer movimiento de la ética), pero a la vez, reviste cualidades propias que obligan a interpretar las normas. El análisis desde el primer movimiento de la ética no prescinde del caso, aunque no trate lo singular de un caso. En tercer lugar, el campo normativo organizado sobre una lógica de universo (cerrado, consistente), excluye lo singular –en tanto diverso y heterogéneo-, dificultando su articulación con la lógica del sujeto. Tanto las normativas deontológicas como la ley social –también las normas institucionales– convocan a la interpretación. El modo en que se responda a la interpelación, a ese llamado que surge del punto de inconsistencia del campo normativo, da lugar a una cierta posición subjetiva que podrá configurarse o bien en una posición moral o bien en una posición ética. 17 Pero todo esto ha desaparecido ahora; la paciente aparece absorbida por su enamoramiento, y esta transformación se ha producido precisamente en un momento en el que suponíamos que la sujeto iba a comunicar o a recordar un fragmento especialmente penoso e intensamente reprimido de la historia de su vida. Por tanto, el enamoramiento venía existiendo desde mucho antes; pero ahora comienza a servirse de él la resistencia para coartar la continuación de la cura, apartar de la labor analítica el interés de la paciente y colocar al médico en una posición embarazosa. Invitar a la paciente a yugular sus instintos, a la renuncia y a la sublimación, en cuanto nos ha confesado su transferencia amorosa, sería un solemne desatino. Equivaldría a conjurar a un espíritu del Averno, haciéndole surgir ante nosotros, y despedirle luego sin interrogarle. Supondría no haber atraído lo reprimido a la consciencia más que para reprimirlo de nuevo, atemorizados. Tampoco podemos hacernos ilusiones sobre el resultado de un tal procedimiento. Contra las pasiones, nada se consigue con razonamientos, por elocuentes que sean. La paciente no verá más que el desprecio, y no dejará de tomar venganza de él. Por último, la tentativa de fingir cariño a la paciente no deja de tener sus peligros. Nuestro dominio sobre nosotros mismos no es tan grande que descarte la posibilidad de encontrarnos de pronto con que hemos ido más allá de lo que nos habíamos propuesto. Queremos más bien sentar el principio de que debemos dejar subsistir en los enfermos la necesidad y el deseo como fuerzas que han de impulsarle hacia la labor analítica y hacia la modificación de su estado, y guardarnos muy bien de querer amansar con subrogados las exigencias de tales fuerzas. El hecho de que la paciente viera correspondidas sus pretensiones amorosas constituiría una victoria para ella y una total derrota para la cura. La enferma habría conseguido, en efecto, aquello a lo que aspiran todos los pacientes en el curso del análisis: habría conseguido repetir, realmente, en la vida, algo que sólo debía recordar, reproduciéndolo como material psíquico y manteniéndolo en los dominios anímicos. Conservamos la transferencia amorosa, pero la tratamos corno algo irreal, como una situación por la que se ha de atravesar fatalmente en la cura, que ha de ser referida a sus orígenes 20 inconscientes y que ha de ayudarnos a llevar a la consciencia de la paciente los elementos más ocultos de su vida erótica, sometiéndolos así a su dominio consciente. Consiste, sobre todo, en hacer resaltar la innegable participación de la resistencia en aquel «amor». Un enamoramiento verdadero haría más dócil a la paciente, e intensificaría su buena voluntad en resolver los problemas de su caso, sólo porque el hombre amado lo pedía. Una mujer realmente enamorada anhelaría obtener la curación completa para alcanzar un mayor valor a los ojos del médico y preparar la realidad en la que poder desarrollar ya libremente su inclinación amorosa. Pero, en lugar de todo esto, la paciente se muestra caprichosa y desobediente; ha dejado de interesarse por el análisis y seguramente de creer en Ias afirmaciones del médico. Así, pues, lo que hace no es sino manifestar una resistencia bajo la forma de enamoramiento. El mismo no presenta ni un solo rasgo nuevo nacido de la situación actual, sino que se compone, en su totalidad, de repeticiones y ecos de reacciones anteriores e incluso infantiles, y nos comprometemos a demostrárselo así a la paciente con el análisis detallado de su conducta amorosa. Si a estos argumentos agregamos cierta paciencia, conseguiremos, casi siempre, dominar la difícil situación y continuar la labor analítica, cuyo fin más inmediato será el descubrimiento de la elección infantil de objeto y de las fantasías a ella enlazadas. Resumiendo: no tenemos derecho alguno a negar al enamoramiento que surge en el tratamiento analítico el carácter del auténtico. Si nos parece tan poco normal, ello se debe principalmente a que también el enamoramiento corriente, ajeno a la cura analítica, recuerda más bien los fenómenos anímicos anormales que los normales. De todos modos, aparece caracterizado por algunos rasgos que le aseguran una posición especial: 1o. Es provocado por la situación analítica. 2o. Queda intensificado por la resistencia dominante en tal situación; y 3o. Es menos prudente, más diferente a sus consecuencias y más ciego en la estimación de la persona amada que otro cualquier enamoramiento normal. Pero no debemos tampoco olvidar que precisamente estos caracteres divergentes de lo normal constituyen el nódulo esencial de todo enamoramiento. Para la conducta del médico resulta decisivo el primero de los tres caracteres indicados. Sabiendo que el enamoramiento de la paciente ha sido provocado por la iniciación del tratamiento analítico de la neurosis, tiene que considerarlo como el resultado inevitable de una situación médica, 21 análogo a la desnudez del enfermo durante un reconocimiento o a su confesión de un secreto importante. En consecuencia, le estará totalmente vedado extraer de él provecho personal alguno. Así, pues, los motivos éticos y los técnicos coinciden aquí para apartar al médico de corresponder al amor de la paciente. No cabe perder de vista que su fin es devolver a la enferma la libre disposición de su facultad de amar, coartada ahora por fijaciones infantiles, pero devolvérsela no para que la emplee en la cura, sino para que haga uso de ella más tarde, en la vida real, una vez terminado el tratamiento. La enferma debe aprender de él a dominar el principio del placer y a renunciar a una satisfacción próxima, pero socialmente ilícita, en favor de otra más lejana e incluso incierta, pero irreprochable tanto desde el punto de vista psicológico como desde el social. -“Gutierrez: Notas al amor de transferencia de Freud” Su importancia no radica tanto en el desarrollo del tema de la transferencia sino en la posición del analista frente a la transferencia. De allí su importancia para presentar la dimensión ética de la práctica analítica. Solo hay análisis de lo singular. La táctica analítica tiene una elasticidad que se acomoda a lo que en un análisis emerge y se desacomoda respecto a cualquier aplicación de un saber. Se repite en transferencia y la transferencia es repetición. Por lo tanto, ese amor de transferencia que no siguió el camino de un análisis sino que fue rechazado por la vía de la interrupción deja al sujeto en la cadena incesante de repeticiones. Según Freud, lo único en el horizonte es la renuncia y no la satisfacción. Freud, sin eufemismos, califica de desatinado al forzamiento de la transferencia por parte del analista; a cualquier forma de inducción que altere el carácter espontáneo y peculiar del fenómeno transferencial. La posición del analista difiere radicalmente de las tres opciones iniciales que parecían agotar las combinaciones posibles. Esto es lo específico del tratamiento analítico, mantener la transferencia, no corresponderla y aguardar que los síntomas se organicen en su interior (lo que se denomina neurosis de transferencia) y a través de ella producir las interpretaciones que conduzcan a disolverla. Es decir, la transferencia no es un instrumento del análisis sino el terreno mismo en que se desenvuelve la cura. 22 ...Si su cortejo de amor fuera correspondido, sería un gran triunfo para la paciente y una total derrota para la cura...Ella habría conseguido...actuar, repetir en la vida algo que sólo deben recordar, re- producir como material psíquico y conservar en un ámbito psíquico... En este sentido, imponer la frustración a la satisfacción es la estrategia fundamental de la técnica analítica. Impedir las satisfacciones sustitutivas persigue el objetivo principal de hacer de la transferencia la vía regia de la elaboración, el motor de la cura, evitando que se convierta en el campo de la satisfacción. Es sólo en el terreno de la transferencia donde puede el analista tener noticia de esas mociones reprimidas, y operar sobre ellas. Pero la condición es evitar que la transferencia preste sus servicios a la resistencia. Y allí es donde la Regla de Abstinencia debe operar. Entonces, mientras que en razón de la Regla de Abstinencia el analista es compelido a impedir la satisfacción pulsional del paciente, es en la observación del Principio de Neutralidad en lo que quedará impedido de buscar las propias satisfacciones en los tratamientos que conduce. Es decir, el Principio de Neutralidad es una imposición de abstinencia para el analista. Una de las cuestiones vinculadas al Principio de Neutralidad es la diferencia fundamental entre prácticas de sugestión y psicoanálisis. ...El procedimiento psicoanalítico se distingue de todos los métodos sugestivos, persuasivos, etc., por el hecho de que no pretende sofocar mediante la autoridad ningún fenómeno anímico. Procura averiguar la causación del fenómeno y cancelarlo mediante una transformación permanente de sus condiciones generadoras... Otra cuestión a tener en cuenta en relación al Principio de Neutralidad es aquella referida a no tomar partido en relación a la moralidad social o en nombre de una supuesta libertad sexual de los pacientes. La atención flotante es una técnica que responde, y depende directamente, a la exigencia de neutralidad del analista. ...Por tanto, no se hace excepción a la regla de tomar siempre lo primero que al enfermo se le pase por la mente, aún a costa de interrumpir la interpretación de un sueño... 25 ...esa técnica es muy simple...consiste meramente en no querer fijarse (merken) en nada en particular y en prestar a todo cuanto uno escucha la misma "atención libremente flotante"... uno fija (fixie- ren) un fragmento con particular relieve, elimina en cambio otro, y en esa selección obedece a sus propias expectativas o inclinaciones. La experiencia mostró pronto que la conducta más adecuada para el médico...era que él mismo se entregase, con una atención parejamente flotante...evitase en lo posible la reflexión y la formación de expectativas concientes...Por cierto este trabajo de interpretación no podía encuadrarse en reglas rigurosas y dejaba un amplio campo al tacto y a la destreza del médico; no obstante cuando se con- jugaban neutralidad y ejercitación se obtenían resultados confiables... En conclusión, la Atención Flotante, correlato indispensable de la Regla Fundamental, sólo es posible de ser alcanzada desde la posición de neutralidad. Es decir, la posición de neutralidad supone que el analista sus- traiga de los tratamientos que conduce sus propias expectativas conscientes, su propia actividad espiritual, sus ideales, sus valores morales, su ambición pedagógica, así como sus pretensiones terapéuticas. En suma, la posición de neutralidad se funda básicamente en que el analista se sustraiga como persona para dar lugar así a su función. Y sitúa una verdad que compromete al sujeto del inconsciente. Implica abstenerse de la ambición terapéutica así como de la ambición pedagógica. Abstenerse de inculcarle al paciente los propios ideales o aquellos valores que corresponden a la moralidad de la época; abstenerse de dirigir la vida del paciente y abstenerse de proponer nuevas metas a las mociones pulsionales liberadas de los síntomas. Pero también, este lugar le impone no responder a la demanda de amor o a cualquier otro tipo de demanda del paciente, y excluir sus propios sentimientos contratransferenciales. En otros términos, el concepto de Neutralidad obliga al analista a abstenerse de satisfacer la propuesta, siempre presente, del paciente (y la propia tentación) de concretar un pacto narcisista que configuraría la relación analítica en la dimensión especular, imaginaria. Desde la posición de neutralidad, se abstiene de ofrecerse como un yo que forme parte de la serie de objetos especulares que, en tanto portadores de satisfacción sustitutiva, obturan la falta. 26 -“Badiou: etica y psiquiatria” ¿Cuál es la concepción de la ética hoy en día? Es una concepción negativa, dominada por el problema del mal y por la figura de la víctima. Auxiliar a las víctimas, asegurar los derechos del hombre contra el sufrimiento: tal es el contenido concreto de la ética. El imperativo ético se aplica teniendo como referencia el espectáculo del mal; su única función es impedir ese espectáculo. Quiso decir que la política nazi definía explícitamente lo humano a partir de lo inhumano y que, para ella, la realización racial de los arios se construía a partir de la subhumanidad judía. Los nazis sostenían que la vida digna y creadora del alemán normal era la negación de la vida obscura y vana del loco. Estaban convencidos de que lo humano solo se afirma por su negación, y de que era preciso eliminar de la humanidad todo lo que ella incluía de subhumanidad (los judíos) o de inhumanidad (los locos). Los nazis extrajeron las consecuencias mortíferas de una teoría ya presente en la razón clásica: si la vida del loco es inhumana, debe ser tratada como tratamos todo que es inhumano, por el dominio, el encarcelamiento o la eliminación. No basta con decir que los nazis definían lo inhumano de modo arbitrario. Sin duda, declarar inhumano al judío era una construcción irracional y criminosa. Pero detrás subsistía el esquema de la negación: afirmar lo humano contra lo inhumano, afirmar la razón normal contra la locura. Creo que es necesario terminar definitivamente con ese esquema. Es preciso determinar la meditación ética por una definición positiva de la humanidad del hombre, que no sea, sin embargo, una definición biológica. Para esto es necesario romper con la concepción victimista del hombre y de sus derechos, y dejar de pensar que la figura humana solo se perfila entre la víctima y la compasión por la víctima. En todos los casos la subjetivación es inmortal y hace al Hombre. Fuera de ella existe solamente una especie biológica sin singularidad.En consecuencia, la ética nos prohíbe considerar la enfermedad, la locura, como lo que colocaría el ser humano fuera del devenir-sujeto en el que lo humano se realiza. La ética nos lleva a pensar la locura como un proceso singular que impide o exalta excesivamente el devenir-sujeto. La locura será entonces un limite de la experiencia, y no su negación. A veces el límite inferior, por el bloqueo y estancamiento repetitivo, otras veces un límite superior, por el exceso y la fijación en el exceso. Lo que es imperativo conservar es la idea de una subjetivación siempre posible, de la cual la locura es una simple imposibilidad 27 Sujeto de Derecho es un conjunto de derechos, obligaciones, y eventualmente responsabilidades por el no cumplimiento de las obligaciones o el mal uso, el mal ejercicio de los derechos.” En estos términos, el sujeto de derecho es el sujeto considerado autónomo; aquél capaz de hacerse responsable, no sólo por sus acciones sino también por sus elecciones y decisiones. Es aquél capaz de responder por sus actos. De allí que la responsabilidad en el discurso jurídico se dirima en términos de imputabilidad-inimputabilidad (en el ámbito penal) o de la capacidad- incapacidad jurídica (ámbito civil). Causas de inimputabilidad: • Causas psiquiátricas de inimputabilidad • Causas psicológicas Es decir entonces que la imputabilidad estará vinculada al estado de conciencia que la persona tenga durante la comisión de un hecho ilícito. Causas de justificación: • Defensa propia • Estado de necesidad Por lo tanto, estos tres primeros requisitos, configuran una situación de determinación absoluta que justifica la acción cometida, restándole al actor la responsabilidad penal por considerarse que las posibilidades de autodeterminación estuvieron en extremo acotadas. Mientras que las causas de justificación se refieren a motivaciones de la acción externas al sujeto, las causas de inimputabilidad radican en el sujeto (diagnóstico de insanía, emoción violenta, etc.). Pero, curio- samente, la inimputabilidad también conlleva la idea de un “fuera de sí”, se asienta en motivos que exceden la égida de la conciencia. En ambos casos, –causas de inimputabilidad y causas de justificación– se supone una acción determinada por condiciones ajenas a la persona; motivo por el cual funcionan como eximentes de responsabilidad. Si bien por definición el sujeto de derecho es responsable, en tanto es aquél capaz de asumir debe- res y obligaciones, será considerado responsable en la medida que el orden jurídico le otorgue el derecho de ser considerado sujeto de derecho. Es decir, en términos jurídicos, la 30 responsabilidad no es inmanente al sujeto; por lo mismo, tampoco lo es la cualidad de ser sujeto de derecho. La paradoja es que el campo normativo sustenta la idea de un sujeto autónomo, dueño de su voluntad e intención; pero, al mismo tiempo, a ese sujeto considerado autónomo se le otorga el derecho de responsabilizarse o se le quita. El psicoanálisis plantea un determinismo inconsciente que hace al sujeto responsable por definición. Se abre aquí entonces el campo de la responsabilidad subjetiva. El campo de la responsabilidad subjetiva confronta al sujeto con aquello que perteneciéndole le es ajeno. Ajenidad que, en términos freudianos, no es causa de inimputabilidad. En este campo, el sujeto es siempre imputable; pero ya no en términos morales o jurídicos, sino éticos. En cambio, en el campo de la responsabilidad subjetiva, los motivos de la acción responsabilizan al sujeto. En este sentido, diremos entonces que la categoría de inimputable –al relevar de la obligación de responder– fomenta el desconocimiento del sujeto sobre las motivaciones inconscientes de la acción, propiciando su desresponsabilización sobre aquello que le pertenece. Los efectos de desimplicación en el acto son en general de alto costo subjetivo. Sin embargo, no imputa al sujeto en el campo moral por aquello que se juega en lo inconsciente. Este aspecto es crucial en lo atinente a distinguir los diferentes tipos de responsabilidad. No debemos confundir la responsabilidad moral, social o jurídica con la responsabilidad subjetiva.Pero no toda responsabilidad subjetiva es judiciable. Nuestra responsabilidad profesional, en este punto, se centrará en propiciar un más allá de la responsabilidad jurídica. Se trata de impedir que la sanción social, el castigo, le permita al sujeto parapetarse en el campo de la responsabilidad moral únicamente, y le sirva de refugio para sustraerse a la responsabilidad subjetiva, la cual lo confronta al campo de la verdad que lo determina. -“Salomone: Responsabilidad profesional:las perspectivas deontológica, jurídica y clínica” 31 La responsabilidad inherente al ejercicio de la profesión suele denominarse Responsabilidad Profesional, y recae sobre todas las actividades que constituyen el ejercicio de la Psicología. Los códigos deontológicos distinguen diversos aspectos de la responsabilidad del psicólogo. Se indica expresamente una responsabilidad hacia los destinatarios de la práctica, hacia el público en general, hacia la Psicología como profesión y hacia la Psicología como ciencia. Es decir, aun- que con algunas diferencias, la mayoría de los códigos contemplan una responsabilidad profesional y una responsabilidad científica, que redundan en una responsabilidad social.Su compromiso social se refiere a aportar conocimientos, técnicas y procedimientos para crear condiciones que contribuyan al bienestar de los individuos y al desarrollo de la comunidad.” Asimismo, es importante subrayar que los códigos también aluden a una responsabilidad individual que compromete al psicólogo respecto de su propio accionar. El psicólogo debe atender a las exigencias sociales y legales de la profesión, dirigiendo su práctica en función de un sujeto de derecho. Los códigos deontológicos resguardan los derechos de las personas. Los códigos fomentan el respeto y la protección del derecho a la privacidad, autodeterminación, libertad y justicia, promoviendo funda- mentalmente la protección de los Derechos Humanos. Si los códigos resguardan los derechos de los pacientes en tanto sujetos de derecho, y esto trasunta en los códigos en términos de obligaciones profesionales, entonces existirán modos correctos y modos incorrectos de sostener esa obligación jurídica. Los modos incorrectos redundarán en lo que se denomina “mala praxis”. La mala praxis constituye un concepto jurídico referido fundamentalmente a las conductas que ponen en riesgo o dañan directamente aquellos bienes jurídicos tutelados por las leyes y, en consecuencia, también por las normas deontológicas. Los bienes jurídicos no refieren necesariamente a bienes materiales; La mala praxis se configura en relación a la noción de responsabilidad civil que, como ciudadano, le compete al psicólogo en relación al contra- to de prestación de servicios (jurídicamente hablando) que establece con el paciente o, para decirlo de un modo más general, con el destinatario de su labor. la responsabilidad significa asumir las consecuencias de un daño, causado por acción u omisión. La responsabilidad civil, entonces, consiste en la obligación que recae sobre una persona de 32 algunas prácticas investigativas de las ciencias sociales ya que, en ocasiones, brindar información sobre la actividad a realizar tornaría inoperante la práctica misma. Sin embargo, en virtud del resguardo de los derechos de las personas, la deontología prescribe ciertas limitaciones con el objetivo de minimizar los efectos de esta técnica sobre el sujeto de experimentación. Las pautas éticas que rigen actualmente el uso del engaño en la investigación no harían posible la realización de la experiencia de Milgram, tal como éste la implementó 50 años atrás: el diseño no contempla los requisitos previstos en los acápites (b) y (c). La réplica de Jerry Burger y la “solución” de los 150 voltios Jerry Burger, profesor e investigador en la Santa Clara University, California, llevó adelante una versión del experimento, cuyos resultados se publicaron reciente- mente (Burger, 2009). Para poder realizar la experiencia, Burger tomó dos recaudos ético-metodológicos, que permitieran salvar las objeciones (b) y (c), y mantener –a su criterio– la fuerza investigativa del diseño. Por una parte, apenas unos segundos después de finalizado el procedimiento, le informaba al candidato la verdadera naturaleza del experimento, reuniéndolo con el supuesto alumno para que pudiera verificar que éste no había recibido descarga eléctrica alguna. Por otra, a los efectos de evitar el dolor físico o severo malestar emocional en los candidatos, interrumpía el experimento inmediatamente después de que el sujeto administrara la descarga de 150 voltios –recordemos que el rango de la consola llegaba hasta los 450 voltios. Esto último, debido a una hipótesis que presenta interés conceptual y metodológico: según los resultados del experimento original, los 150 voltios constituyen un punto de no retorno en materia de obediencia. Burger revisó cuidadosamente los datos de Milgram y concluyó que el 79% de las personas (26 de 33) que continuaban luego de los 150 voltios, llegaban a administrar las descargas más altas permitidas por el generador. En otras palabras, los 150 voltios constituyen en un punto de inflexión, una barrera que una vez franqueada indica la voluntad del sujeto de continuar hasta el final. Burger pudo así detener al sujeto ni bien éste aplicaba los 150 voltios, ahorrándole la sucesiva cuota de estrés y, al mismo tiempo, extraer conclusiones de su desempeño. Para realizar su versión del experimento, Burger debió adoptar algunos recaudos éticos complementarios, a saber: (1) estableció un doble proceso de selección de los candidatos para excluir aquellas personas que podrían reaccionar negativamente ante la experiencia, (2) los participantes fueron informados, por escrito, que podían retirarse en cualquier momento del 35 experimento y quedarse no obstante con los 50 dólares que les fueron asignados por su participación, (3) como en la experiencia original, se administró a los candidatos una leve descarga para que verificaran el efecto del generador, pero mientras que Milgram aplicó 45 voltios, Burger se limitó a 15, (4) el investigador a cargo de supervisar la prueba era además un psicólogo clínico experimentado, preparado para detectar cualquier signo de estrés y detener la prueba si era necesario. La versión de Derren Brown Respecto de este punto, contamos con un valioso indicador a través de la ya mencionada versión de Derren Brown. Al ser un programa para la televisión no hubo firma de consentimiento, pero sí garantía verbal de que podían retirarse del experimento y conservar el dinero. Más del 50% continuó aplicando descargas hasta los rangos más altos del generador sin apelar al derecho que los asistía. La contemporaneidad de la réplica del experimento de Milgram realizada por Jerry Burger y la emisión del programa de televisión de Derren Brown, ambos realizados en 2006, son una nueva muestra de la vigencia que mantiene el clásico estudio sobre obediencia a la autoridad. Sin duda los eventos de Guantánamo y Abu Ghraib y las discusiones sobre la participación de psicólogos en las torturas (Costanzo & Lykes, 2006) han contribuido a renovar este interés tanto dentro de la comunidad científica como en el público en general. No obstante, durante los 45 años en que no se replicó el experimento, la experiencia de Milgram continuó siendo enseñada en los ámbitos académicos. Esta enseñanza no siempre ha respetado el principio de “objetividad en la enseñanza” (APA, 2002) que, frente a temas controvertidos, exige presentar al estudiante más de un punto de vista sobre el problema en cuestión. La discusión de las conclusiones teóricas del experimento debe estar acompañada de un tratamiento de las cuestiones éticas involucradas, las cuales no son un mero requisito formal metodológico, sino que se revelan como inherentes al núcleo conceptual de la experiencia misma. En este sentido, la emisión del programa de Derren Brown, agrega un factor interesante a ser tenido en cuenta. Al presentarse como un programa periodístico, fue virtualmente eximido de protocolos éticos en nombre de la libertad de prensa y del derecho a informar –compárese los recaudos que debió tomar Burger con el pragma- tismo que emana del programa de Brown–, no 36 obstante este último filmó a los candidatos sin su autorización expresa y llevó el generador hasta los rangos más altos. En sus escritos pioneros, Milgram estableció que uno de los factores que con- tribuían a la obediencia ciega era la figura de la autoridad –policía, profesores, científicos, jueces. Los candidatos de Derren Brown fueron engañados y participaron creyendo que se trataba de una investigación científica; pero, una vez confrontados con la verdadera naturaleza de la experiencia e informados de que sus resultados iban a ser exhibidos en televisión, aceptaron la situación a cambio de una retribución económica. ¿No estamos en presencia de un nuevo factor de alienación del sujeto, expresado no en las figuras clásicas de la autoridad, sino en el magnetismo mediático- mercantil? 3 Objeciones éticas en los experimentos: A. No se puede realizar consignas engañosas exceptuando dos cosas: A) Que la investigación sea lo suficientemente relevante. B) Que no pueda llevarse a cabo de otra manera B. No puede causar daño psicológico ni físico. C. Los voluntarios deben saber la verdadera naturaleza del experimentos lo antes posible, apenas termine la misma a fin de evitar danos a posteriori del experimentos. 37 La madre, postrada en el lecho está en la etapa terminal de un cáncer y los hijos discuten con el médico acerca de cómo proceder ante el fin, que resulta inminente. Los dos varones se inclinan por una sedación terminal con el argumento de que lo que su madre está viviendo no es verdaderamente vida. La mujer, en cambio, se niega a tomar cualquier iniciativa en esa dirección, considerándola una crueldad.Estamos ante un dilema, es decir un problema que tiene dos soluciones posibles. Pero, si la discusión es a favor o en contra, no hay margen para el pensamiento ético. La eutanasia supone la decisión médica de provocar la muerte de una persona con el propósito de evitar el dolor y poner fin al sufrimiento. La expresión muerte digna se refiere al derecho a no prolongar la vida de un paciente que se encuentra en la fase final de una enfermedad terminal, limitando los esfuerzos médicos y terapéuticos que pudieran dilatar el inevitable desenlace. Diremos que en una primera intervención, aquella en la que responde que él no está allí para convencer a nadie, da lugar a que surja alguna pregunta, alguna grieta que ponga en jaque la completud del universo de posibilidades de Paula. Luego, durante la sesión, se produce otro movimiento, algo del relato infantil se le vuelve ominoso. De niña, Paula era el objeto vigilado y controlado por su madre; y ahora, devenida madre, es ella quien cuida celosamente de su propia madre como objeto. Inversión de lugares en donde lo que se juega es lo idéntico de la duplicidad. Tensión agresiva entre la imaginen especular y el cuerpo real, en donde lo especular aún no está dispuesto a ceder, pero comienza a traslucirse bajo los galas narcisistas de la venganza... Ya no se trata de lo que toda hija haría por una madre, sino de lo que ella pueda hacer con la muerte de su madre. -Candela: mutismo infantil. Nena de 4 años con mutismo aparente. Consulta con los padres la psicóloga da cuenta de dibujos con bocas con cruces y cierto no decir del padre que la convoca a interrogar acerca de ello. Descubre que el abuelo de la nena había sido secuestrado durante la dictadura y al volver nunca hablo con el hijo acerca de lo ocurrido. Para el padre de la nena este claramente había sido un hecho traumático que no pudo elaborar y de alguna manera fue transmitido hacia su hija este 40 “no decir nada”. Me resuena la frase de la psicóloga: “A ella no hace falta que la torturen para que hable” Como cierre del capitulo. -Alberto: pornografia infantil. Mientras en el primer movimiento se relevan los aspectos generales que permitan pensar el caso en serie con otros, el segundo movimiento releva las coordenadas singulares del caso que exigen un análisis suplementario al del primer movimiento. Ambos movimientos, referidos a dos niveles de análisis distintos desde la perspectiva ética, representan al mismo tiempo una operatoria de pasaje –de allí su nominación– desde un abordaje intuitivo y espontáneo hacia la confrontación con las referencias brindadas por el Estado del Arte, en el primer movimiento, y desde esas referencias generales ya establecidas, hacia una lectura que releve lo singular del caso, en el segundo movimiento. El caso, por una parte, plantea la fantasía pedófila como eje de la situación dilemática, al tiempo que propone una referencia para su estimación: establecer si esa fantasía constituye un delito o no. El estado sanciona acciones u omisiones humanas que incurran en una conducta tipificada como delito. De este modo, un delito supone la realización de una conducta (acción u omisión) prohibida por la ley, y la pena será fijada con relación a lo que el sujeto hace y no por lo que el sujeto es. El sujeto es jurídicamente responsable de sus acciones, pero no debe responder jurídicamente por su esfera íntima. Freud establece la diferencia entre lo soñado y lo realizado, y distingue así la realidad psíquica de la realidad material. No imputa al sujeto en el campo moral o jurídico por aquello que se juega en lo inconsciente, es decir, no considera judiciable o ajusticiable socialmente aquello que no tiene injerencia real en la moral pública. -Laura: transferencia amorosa con el analista. -Baldío: drogas e internación en relación a la LSD. 41
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