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Resumen Lapesa Historia del Español, Apuntes de Historia de la Lengua

Resumen de los 8 capítulos a entregar el día del examen y para estudiar con Alicia Puigvert Ocal en la asignatura de Historia del Español.

Tipo: Apuntes

2019/2020
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¡Descarga Resumen Lapesa Historia del Español y más Apuntes en PDF de Historia de la Lengua solo en Docsity! HISTORIA DE LA LENGUA ESPAÑOLA - RAFAEL LAPESA. CAPÍTULO 1. LAS LENGUAS PRERROMANAS. 1. Pueblos aborígenes, inmigraciones y colonias. Los investigadores han de construir teorías sobre la historia de la Península anterior a la conquista romana apoyándose en datos heterogéneos y ambiguos, tales como testimonios artísticos de tiempos remotos y mitos, a los que tanto se recurría en épocas pasadas. Estos poetizan lejanas realidades y sólo aumentan el deseo de conocer la historia que tras el velo queda. Así, combinando noticias y conjeturas, etnógrafos, arqueólogos y lingüistas se esfuerzan por arrancar espacio a la nebulosa, que sigue defendiendo su secreto. Al manifestarse la claridad, se descubre que pueblos con un idioma común que sobrevive en el vasco actual se hallaban establecidos a ambos lados del Pirineo, extendiéndose la cultura de los íberos por la costa de Levante desde su origen africano, otorgando entonces a la Península el nombre de Iberia. El Sur de la Península fue asiento de la civilización turdetana, que estuvo influida por navegantes venidos de Oriente y a los que se relaciona con los tirsenos de Asia Menor, de los que a su vez proceden los etruscos. Incluso los etruscos, según algunas teorías que aún están por confirmar, podrían haber colonizado las costas españolas levantinas dados los resquicios de topónimos que comparten con las zonas italianas. El florecimiento de la civilización tartesia fue largo. La Biblia defiende que Salomón enviaba sus naves a Tarsis, de donde volvían cargadas de oro y marfil; el profeta Isaías menciona que los fenicios sostenían relaciones comerciales con el sur de España, entre otras teorías. Estas noticias responden al hecho indudable de que fenicios y griegos se disputaron el predominio en la región tartesia. La pugna, que acabó con la desaparición de las factorías griegas, debió de acarrear la ruina de Tartessos. Los fenicios se establecieron en las costas meridionales, con colonias como Asido, Málaka o Gádir. Más tarde, los cartagineses reafirmaron la influencia que habían tenido sus antecesores, a través de sus conquistas, en el Sur. A ellos se les debe la fundación de Cartago y del nombre de Hispania, que en lengua fenicia significa ​tierra de conejos​. La colonización helénica, desterrada del sur, prosiguió en Levante con las colonias Lucentum o Emporion. Al contacto con las civilizaciones oriental y griega se desarrolló el arte ibérico, que alcanzó brillantísimo florecimiento. Respecto al centro y Oeste de la Península, las primeras noticias claras de los historiadores antiguos y los hallazgos de la moderna arqueología atestiguan inmigraciones indoeuropeas que se sucedieron durante varios siglos. En el siglo V pueblos célticos habían llegado hasta Portugal y el sur de España, siendo posible que hubiera otras oleadas célticas posteriores. En este marco hay que encuadrar las diversas afirmaciones e hipótesis sobre la presencia de ligures y de indoeuropeos ilirios y hasta germanos. Tratándose de una época en que las distintas etnias no estaban configuradas, es difícil precisar si los invasores centroeuropeos eran preceltas o proceltas, cuya lengua no se había diferenciado marcadamente aún. Hay también quienes suponen que en las primeras migraciones participaron otros pueblos afines. Las tres teorías -precéltica, protocéltica y paracéltica- tratan de explicar el hecho de que en las inscripciones peninsulares hay algunos rasgos lingüísticos ajenos al arquetipo celta. La hipótesis de una inmigración ligur fue renovada por Menéndez Pidal. Aunque no exclusivo, se ha dado como característicamente ligur el sufijo -​asco​, -​osco​ y -​usco​. Algunos de los nombres que forman, como Biosca o Orusco, se hallan de forma idéntica en la región francesa o en el norte de Italia. Los que ofrecen la raíz *​borm, *born​, como Bormujos, tienen analogías no sólo en el dominio ligur sino también de los ilirios. Lo mismo ocurre con el sufijo -​ona​ de Barcelona o Badalona, frecuente en el sur francés y norte de Italia. Algunos han admitido que la lengua de los ligures sufrió el influjo de vecinos indoeuropeos: ilirios y ambrones. Muchas ciudades fundadas por los celtas tienen nombres guerreros compuestos con briga​ o ​sego​, como Segovia o Conimbriga. Otros nombres célticos que contienen el sinónimo de briga, ​dunum​ se encuentran en el Pirineo central: Bisuldunum. 2. Las lenguas de la hispania prerromana. En la época de Augusto, el geógrafo griego Estrabón afirmó que entre los naturales de la Península había diversidad de lenguas, lo que ha sido corroborado por estudios del siglo XX sobre las inscripciones de lápidas y monedas antiguas. La escritura ibérica ofrece pocas dificultades para su lectura gracias a que el arqueólogo hispánico Manuel Gómez-Moreno descubrió en ella una combinación de signos silábicos con signos representativos de los fonemas; como los de los alfabetos fenicio y griego. La escritura ibérica no sólo desarrolla la propia lengua, sino también para hacer avanzar las lenguas precélticas o célticas. El análisis de los textos ha permitido reconocer como elementos gramaticales o derivativos ciertas secuencias de caracteres que se repiten en determinadas circunstancias. Su identificación es relativamente fácil en el caso de inscripciones precélticas por la comparación con otras lenguas. Cuando se trata de inscripciones ibéricas, la dificultad es mucho mayor. Aún con las limitaciones, sin embargo, las principales zonas lingüísticas de la Hispania prerromana pueden distinguirse con cierta claridad. Las migraciones indoeuropeas dieron por resultado el afianzamiento de lenguas, como el celtíbero, que era una lengua céltica pero arcaizante, con notables diferencias respecto al galo. En los últimos decenios se ha avanzado mucho en el conocimiento de las lenguas hispánicas prerromanas de origen indoeuropeo: se ha reconstruido la declinación celto-hispánica y se han identificado varios elementos léxicos y nombres propios de lugar. Independientemente, los tartesios tuvieron su propia lengua que contaba con algún cultivo en poemas y leyes versificadas. Parece que el tartesio era distinto del ibérico. A pesar de que cuenta con abundante documentación y pasan del millar sus palabras registradas, es muy poco lo que se sabe del ibérico. Nada hay seguro respecto a su procedencia, aunque ciertos indicios la suponen norteafricana. Coincide con el vasco en la carencia de /r/ y /f/ iniciales, el sufijo -tar en los gentilicios o en la abundancia de topónimos con elemento inicial ​ili-. Por último, en el centro y noroeste peninsulares y en otras zonas occidentales de Europa hay testimonios célticos de vocales inflexionadas por la acción de otra vocal siguiente. En este fenómeno se ha visto un anticipo de la metafonía que con diversa intensidad y alcance se da en la Romania occidental. 5. Huellas prerromanas en la morfología española. En lenguas célticas de Hispania, los nombres de tema en /-o/ tenían /-os/ como desinencia de nominativo plural. Ello pudo contribuir a que el nominativo plural latino en /-i/ desapareciera en Hispania y quedase una forma única para acusativo también. En español se conservan algunos sufijos derivativos nominales prerromanos. De ellos, los que tienen hoy mayor vitalidad son los despectivos -​arro​ y derivados de origen mediterráneo. Por los siglos XI y XII subsistían -​ieco ​y -​ueco​; ahora solo se encuentran en palabras sueltas, como ​muñeca​. Aparte de otros sufijos, hay que señalar la extraña afición del español a formar derivados mediante la añadidura de un incremento acentuado con vocal a (​relámpago, agalla o cáscara)​. Las consonantes del sufijo son indiferentes, según se ve en ​murciégano ​y murciégalo​ para ​murciélago​. A veces sólo se conoce la forma derivada derivada y no la primitiva, como con ráfaga​. 6. Vocabulario español de origen prerromano. Son muy numerosas las palabras españolas que no encuentran etimología adecuada en latín ni en otras lenguas conocidas. No pocas son tan viejas y características que invitan a superponerlas más antiguas que la romanización, como es el caso de ​barro​ o sima​; pero no se ha encontrado fundamento suficiente para señalarles procedencia concreta de alguna lengua prerromana conocida. A juzgar por la geografía de sus posibles parientes parecen ibéricas, mediterráneas o ilirio-ligures. El léxico de origen precelta o celta comprende sustantivos referentes al terreno: como nombres de árboles y plantas, zoónimos, ... Los autores latinos citan como hispanas o ibéricas hasta unas treinta palabras que en su mayoría no han llegado al romance. De las que han perdurado, algunas no son originarias de España, sino latinismos provinciales o voces extranjeras. Quedan, sin embargo, ciertos testimonios interesantes: Plinio recoge ​arrugia​ como antecedente de ​arroyo​, Quintiliano señala como originario de Hispania el adjetivo ​gurdus (necio, en español gordo con cambio de sentido), etc. La influencia de las lenguas prerromanas en el vocabulario romance de la Península se limita a términos de significación sumamente concreta, referentes en su mayoría a la naturaleza y a la vida material. 7. Celtismos del latín. No son prerromanos muchos celtismos que, tomados de los galos, adquirieron carta de naturaleza en latín y pasaron a todas o gran parte de las lenguas romances. Así ocurrió con un nombre característico del vestido celta, ​camisia​, o la bebida típica de los galos, cerevisia. Los romanos aprendieron de los galos nombres de árboles, plantas y animales, y de celtismos relacionados con vehículos. 8. Vasquismos. Después de la romanización el vascuence ha seguido proporcionando al español algunos vocablos. En la Alta Edad Media, el dominio de la lengua vasca era más extenso que en la actualidad, favoreciendo la adopción de vasquismos al crecer el reino navarro. De hecho, el riojano Berceo en el XIII empleaba humorísticamente ​bildur​ (miedo) como término conocido para sus oyentes. El vocabulario español de origen vasco incluye además términos alusivos a usos hogareños, como ​socarrar​, nombres de minerales, plantas y animales (​pizarra)​, prendas de ropa, agricultura, ganadería, metalurgia,... En ocasiones, la palabra vasca es a su vez de origen latino o románico: del latín augurium​ proviene la interjección vasca de saludo o despedida ​agur​, que se usó en español a partir del siglo XVII. A cambio de estos y otros escasos préstamos, la influencia léxica del español sobre el vasco ha sido, y sigue siendo, enorme. CAPÍTULO 2. LA LENGUA LATINA EN HISPANIA. 1. Romanización de Hispania. La segunda guerra púnica decidió los destinos de HIspania, dudosa hasta entonces entre las encontradas influencias oriental, helénica, celta y africana. En el año 218 a. C. empieza la incorporación definitiva de HIspania al mundo grecolatino. A principios del siglo II, les quedaban sometidos el nordeste del Ebro y el litoral mediterráneo. La contienda sostenida por lusitanos y celtíberos duró más aún. En siglo I repercuten las discordias civiles de Roma en nuestro suelo. Mientras tanto, el señorío romano se había ido extendiendo por todo el mundo entonces conocido. La primitiva Roma se había engrandecido gracias a virtudes supremas: ruda, en un principio, como pueblo de agricultores y soldados, poseía un sentido de energía de dominio que le abrió el camino para cumplir su excelsa misión histórica. La cultura romana traía el concepto de ley y ciudadanía, pero el Estado no representaba sólo garantías para el individuo, sino que era objeto del servicio más devoto y abnegado. Al conquistar nuevos países, Roma acababa con las luchas de tribus, las pugnas entre ciudades: imponía el orden que constituía su propia fuerza. El sentido práctico de los romanos los hizo maestros en la administración, el derecho y las obras públicas. Calzadas, puertos y acueductos fueron construidos. Y acertó a apropiarse la cultura helénica, bebiendo en ella lo que le faltaba. De este modo, la escuela romana llevaba a las provincias el pensamiento y las letras griegas, la creación más asombrosa del intelecto y arte europeos. Como consecuencia de la conquista romana hubo en Hispania una radical transformación en todos los órdenes de la vida. La religión de los conquistadores convivió en la Península con el culto a divinidades indígenas. La mitología clásica alzó templos consagrados a sus dioses y héroes y pobló de ninfas los bosques hispanos. Con la civilización romana se impuso la lengua latina, importada por legionarios, colonos y administrativos. Para su difusión no hicieron falta coacciones; bastó el peso de las circunstancias. La desaparición de las primitivas lenguas peninsulares no fue repentina; hubo un bilingüismo más o menos largo, según los lugares y estratos sociales. Los hispanos empezarían a servirse del latín en sus relaciones con los romanos poco a poco. Son interesantes a este respecto algunos nombres de lugar que mezclan elementos latinos con otros ibéricos o celtas, como en los casos de ​Caesarobriga​ o ​Augustobriga​. 2. El latín. Entre las lenguas indoeuropeas, la latina se distingue por su claridad y precisión. Carece de la musicalidad, riqueza y finura de matices propia del griego y su flexión es muy pobre. Es el idioma enérgico de un pueblo práctico y ordenado, el latín adquirió gracia y armonía al contacto de la literatura griega. Tras un aprendizaje iniciado en el siglo III a.C. el latín se hizo apto para la poesía, la elocuencia y la filosofía sin perder la concisión originaria. Es una lengua helenizada en cuanto a técnica y modelos, pero profundamente romana de espíritu. Hispania contribuyó notablemente al florecimiento de las letras latinas; primero con retóricos como Séneca y después con las enseñanzas de Quintiliano. En sus obras, españoles de tiempos modernos han creído reconocer alguno de los rasgos fundamentales de nuestro espíritu y literatura. 3. Helenismos. El influjo cultural de la Hélade se dejó sentir sobre Roma en todos los momentos de su historia. El contacto con las ciudades griegas del Sur de Italia fue decisivo para la evolución espiritual de los romanos. La conquista del mundo helénico familiarizó a los romanos con una civilización muy superior. Gracia les proporcionó nombres de conceptos generales y actividades del espíritu: idea, philosophia, mathematica​; tecnicismos literarios: ​comoedia​; palabras relativas a danza y deportes: ​paedagogus​. La lengua popular se llenó también de grecismos más concretos y seguramente más antiguos que los de introducción culta: ​sepia, apotheca​. Durante el Imperio, nuevos helenismos penetraron en el latín vulgar. La preposición ​katá​ tenía valor distributivo en frases como ​kata duo ​(dos a dos); es el origen de ​cada​. Las distintas épocas en que se introdujeron en latín los helenismos enumerados se revelan en las adaptaciones fonéticas que sufrieron. Los primeros y más populares fueron tomados al oído. Como el griego poseía fonemas extraños al latín, fueron reemplazados por los sonidos latinos más parecidos: las aspiradas ф, θ y se transformaron en p, t, c. Aunque es frecuente que en el latín arcaico y después en el vulgar, en lugar de c, se convierta en g. Cuando se intensificó la helenización de la sociedad elevada, los hombres cultos intentaron reproducir con más fidelidad la pronunciación griega. Esta costumbre se generalizó durante el periodo clásico, extendiéndose al latín vulgar. 3. Morfología y sintaxis. Un cambio paralelo alteró esencialmente la estructura morfológica. En latín cada palabra llevaba en su terminación los signos correspondientes a las categorías gramaticales: la desinencia, las notas de genitivo y plural. No obstante, las desinencias casuales no bastaban para expresar con precisión las distintas relaciones encomendadas a cada una, y ya desde el latín más arcaico se auxiliaban con preposiciones especificadoras. Incluso en el lenguaje literario contendían el genitivo y el ablativo con d para indicar relaciones partitivas, de materia, de origen; así alternaban ​pauci militum ​y ​pauci de nostris​, por ejemplo. Igual ocurría en muchos contextos con el dativo (​accidere animo)​ y con el acusativo con ad. Por otra parte, la evolución fonética suprimía la /-m/ final, eliminaba la distinción entre vocales largas y breves e igualaba la /ŭ/ con la /ō/. Formas romances como ​hombre, luz​ o ​verdad​ son resultado común de los acusativos ​homine(m), luce(m) ​y ​veritate(m).​ En el plural, el sistema latino clásico diferenciaba nominativo y acusativo en las dos primeras declinaciones, pero en las tres últimas, había una ambivalencia contagiable a los temas en /-a/ y en /-o/. La distinción entre desinencias casuales de un mismo número podía desaparecer sin gran daño para la comprensión gracias sobre todo a las preposiciones. A consecuencia de todos estos cambios, y algunos más, la flexión del nombre en el latín vulgar fue limitándose progresivamente hasta oponer una forma única de singular a otra forma única de plural. También se simplificó la clasificación genérica: los sustantivos neutros pasaron a ser masculinos o femeninos (​tempus > tiempo​). Muchos plurales neutros se hicieron femeninos singulares a causa de su -a final (​folia > hoja​). De ahí el valor colectivo que conservan a veces. La influencia del lenguaje coloquial, que daba amplio margen al elemento deíctico o señalador, originó un profuso empleo de los demostrativos. Aumentó, sobre todo, el número de lo que acompañaban al sustantivo, en especial haciendo referencia a un ser u objeto nombrado antes. El numeral ​unus​, empleado con el valor indefinido de “alguno” o “cualquiera”, extendió sus usos acompañando al sustantivo que designaba entes no mencionados antes, cuya entrada en el discurso suponía novedad o conllevaba carga expresiva. En la conjugación muchas formas desinenciales fueron sustituidas por perífrasis. Todas las formas simples de la voz pasiva fueron eliminadas. El verbo ​habere​ con el participio de otro verbo servía para indicar la acción efectuada, pero mantenida en sí o en sus consecuencias, como el español ​tener​ (“tengo estudiado el asunto”); más tarde adquirió el valor de perfecto. 4. Cambios fonéticos. En la fonética hay que señalar en primer término los cambios referentes al sistema acentual y al vocalismo. El latín clásico tenía un ritmo cuantitativo-musical basado en la duración de las vocales y sílabas. Desde el siglo III empieza a prevalecer el acento de intensidad, esencial en las lenguas romances. Combinada con la transformación del acento, hubo también radical transformación en las vocales. En un principio, las diferencias de duración estaban ligadas a diferencias de timbre: las vocales largas eran cerradas y las breves eran abiertas. De este modo, el timbre de una /u/ breve (abierta) se aproxima al de la /o/ larga (cerrada), y lo mismo con la /i/ y la /e/. En Hispania, las diez vocales clásicas quedaron reducidas a siete, según el siguiente esquema: Por último, se pronunciaron largas las vocales acentuadas que terminaban sílaba y breves las que estaban en sílabas acabadas por consonante. En Hispania, estas diferencias de duración debieron de ser menores que en otras zonas de la Romania, pues la misma suerte han corrido /ĕ/, /ŏ/, que han dado /ié/, /ué/. En cambio, en otros romances ha habido evolución distinta según fuera libre o trabada la sílaba. El problema de la diptongación es uno de los más controvertidos en el devenir de las vocales latinas; las más afectadas fueron la /éę/ y la /óǫ/. Desde los tiempos más remotos del latín, hay casos de vocal postónica perdida. En el latín vulgar, bajo el Imperio, el nuevo acento de intensidad renovó la tendencia a omitir la vocal: ​triblum​. La separación silábica tuvo un cambio de gran importancia: algunas palabras como vi-ne-a​ agruparon en una sílaba todas las vocales en contacto, con lo que la escansión fue vi-nea​. En casos como ​mu-li-e-re​, la sinéresis acarreó el tránsito del acento a la vocal más abierta. Esas /e/, /i/ átonas, convertidas en semiconsonantes, originaron multitud de alteraciones fonéticas; son el elemento revolucionario que en lo sucesivo se llamará ​yod​. Gracias a la yod, nacen los fonemas palatales /l/ y /n/, desconocidos por el latín clásico y característicos de las lenguas románicas. El grupo /t + yod/ se asibiló en /ŝ + yod/. Evolución parecida siguió el grupo /c + yod/, con resultado, no idéntico al de /t + yod/. En latín clásico, /ce/, /ci/ sonaban /ke/, /ki/, y el valor de /ge/, /gi/ era el que se da actualmente a ​gue​, ​gui​. Durante la época imperial las oclusivas /c/, /g/ situadas ante el /e/, /i/ sufrieron un desplazamiento de su punto de articulación: las vocales palatales las atrajeron hacia la parte delantera de la boca. La [ć] lelgó a pronunciarse de modo semejante a la /ĉ/ (​ch​), grado que ofrecía el romance de la España visigoda; y avanzando más aún se hizo /ŝ/ (​ts​). Las consonantes sordas intervocálicas empezaron a contagiarse de la sonoridad de las vocales inmediatas. La sonorización no fue general en la Romania, y en España tardó muchos siglos en eliminar por completo la resistencia culta. Otros fenómenos de asimilación y absorción: el grupo /ns/ solía pronunciarse como simple /s/: ​mensa, ansa​; /rs/ pasaba a /ss/ y a /s/: ​dorsum​; /pt/ da /tt/ y luego /t/: ​aptare​; y la /v/ seguida de /u/ despareció frecuentemente: ​rivus​. 5. Vocabulario. El léxico del latín vulgar olvidó muchos términos del clásico, con lo cual se borraron diferencias de matiz que la lengua culta expresaba con palabras distintas: ​grandis​ indicaba principalmente el tamaño y ​magnus​ aludía a cualidades morales, pero en el latín vulgar sólo se conservó la primera. Muchas voces clásicas fueron sustituidas por otras que al principio no eran sinónimas de ellas: ​jocus ​reemplazó a ​ludus​. Además, son frecuentes las metáforas humorísticas, por ejemplo: ​perna (jamón) ​se aplicó a miembros humanos en lugar de ​crus​. A veces, los términos vulgares eran extranjeros: ​gladius​ sucumbió ante el grecismo spatha​. El latín vulgar fue muy aficionado a la derivación. La expresividad afectiva prefería usar diminutivos como ​auricula​ en vez de ​auris​. Muchos vocablos con sufijo átono lo cambiaron por otro acentuado. La formación verbal fue muy fecunda también, se crearon verbos derivados de adjetivos y de otros verbos. Estos últimos, en especial los frecuentativos formados sobre participios, tomaron tal incremento que en muchos casos reemplazaron total o parcialmente a los verbos de los que procedían: ​ausare​ sustituyó a ​audere​. 6. El latín vulgar de Hispania en relación con el del resto de la Romania. El latín vulgar se mantuvo indivisible, y en cierto grado uniforme, durante la época imperial; pero esta fundamental unidad no implicaba falta de diferencias regionales. Indudablemente las había, aunque frenadas mientras se mantuvieron la cohesión política del Imperio, la comunicación entre las diversas provincias y el influjo unificador de administración y servicio militar. Deshecho el Imperio en el siglo V, unas provincias quedaron aisladas de otras; la decadencia de las escuelas dejó al latín vulgar sin la contención que antes suponía el ejemplo de la lengua clásica. En cada región se abrieron camino innovaciones fonéticas y gramaticales, nuevas construcciones de frases. Llegó un momento en que la unidad lingüística latina se quebró y las diferencias locales constituyeron dialectos e idiomas distintos. Cabe distinguir en Romania dos grupos lingüísticos bien caracterizados: el oriental, que comprende la antigua Dacia, Dalmacia y los dialectos de la península itálica; y el occidental, ql que pertenece Hispania. En los romances occidentales el ritmo del lenguaje tiende a concentrar la fuerza espiratoria en la vocal acentuada, detrás de la cual no suelen tolerar más de una sílaba. En consecuencia, ha desaparecido, o se ha reducido, la acentuación dactílica. En cambio, los romances orientales conservan un gran número de esdrújulas. En Occidente, las oclusivas /p/, /t/, /c/ situadas entre vocales se sonorizaron por la acción del substrato céltico propicio, sufrieron ulteriores relajaciones y han desaparecido en ciertos casos: ​lactuca, amica​. En Oriente, las oclusivas sordas se mantienen inalteradas. En los plurales de nombres y adjetivos hay divergencias muy características. En español, los de tema en -o adoptan como desinencia única la del acusativo -os, apoyada en Hispania por el nominativo celtibérico -o. En cambio, otras lenguas como el rumano prefirieron el nominativo -i, cuya /i/ final coincidió con el resultado fonético de los plurales en -es. La división administrativa romana no era arbitraria. Los conventos jurídicos que integraban las provincias parecen haberse detenido a núcleos previos de pueblos indígenas. A esta diversidad étnica se añadió la concentración de actividades de cada convento en torno a su capital. La Iglesia estableció sus sedes episcopales con arreglo a la distribución de conventos y provincias romanas, continuándolas después del Imperio y profundizando la disociación. La romanización se efectuó en distintas épocas y condiciones para cada región. 11. Palabras populares, cultas y semicultas. La civilización occidental ha heredado el latín en dos formas distintas: como lengua hablada, madre de los idiomas románicos y como vehículo universal y permanente de cultura. Consagrado por la Iglesia, se conserva en sus usos oficiales y en la liturgia católica, si bien con creciente retroceso frente a las lenguas de los respectivos países; la administración, leyes y cancillerías lo emplearon hasta la baja Edad Media; fue instrumento general de la exposición científica y las literaturas modernas no han perdido de vista el modelo de los poetas, historiadores y didácticos latinos. A consecuencia de este doble legado, el vocabulario latino ha pasado a las lenguas romances siguiendo diversos caminos. Tan antiguas como las voces populares y pertenecientes como ellas a la lengua hablada, hay otras que no han tenido un proceso fonético desembarazado de reminiscencias cultas. Los cultismos puros se atienen con fidelidad a la forma latina escrita, que guardan sin más alteraciones que las precisas para acomodarla a la estructura fonética o gramatical romance. Algunos se han transmitido por el habla y la escritura combinadas; pero en su mayor parte han sido tomados directamente del latín literario, aunque este fuera el latín bajo medieval. Una palabra latina puede originar dos romances, una culta y otra popular. En ocasiones, los resultados tienen acepciones comunes (​frígido, frío)​, pero aún en ellas hay distinto matiz afectivo o conceptual; por lo general son palabras completamente independientes sin más nexo que el de la etimología. Otras veces, la duplicidad se da entre un derivado culto y un semicultismo (​secular, seglar)​ o un semicultismo y una voz popular ​(regla, reja)​. Desde que los idiomas románicos alcanzaron florecimiento literario, su léxico se ha enriquecido con incesante adopción de cultismos. Si las palabras populares son las que mejor reflejan la tradición oral del latín vulgar y ofrecen los rasgos fonéticos peculiares de cada romance, los cultismos revelan la perenne tradición del espíritu latino en la civilización europea. Su menor interés fonético se compensa crecidamente con el histórico-social. CAPÍTULO CUATRO. TRANSICIÓN DEL LATÍN AL ROMANCE. ÉPOCA VISIGODA. 1. Los germanos. En el año 409 un conglomerado de pueblos germánicos atravesaba el Pirineo y caía sobre España. La penetración germánica en Roma no fue solamente guerrera. Desde el siglo I los germanos comenzaron a alistarse en las legiones; otros se establecían en territorio imperial como tributarios o colonos. 2. Voces romances de procedencia germánica. Las relaciones sostenidas por los dos pueblos durante los siglos I al IV dieron lugar a un nutrido de intercambio de palabras. Los germanos tomaron del latín nomenclatura del comercio, agricultura, vivienda, derecho, etc; pero también comunicaron a los romanos términos suyos. Se traían de Germania pieles y plumas, importó el jabón, entre otras cosas. En la época de las invasiones fueron muchas las palabras germánicas que entraron en el latín vulgar. Los dos mundos estaban en contacto directo, ya fuera belicoso, ya pacífico. Los germanos conservaban con plena vitalidad sus lenguas y los latinos aprendían de ellos denominaciones de cosas y costumbres extrañas. El vocabulario militar adoptó muchas, primero a causa de la convivencia en las legiones; después porque la nobleza germánica, dedicada principalmente a las armas, impuso su propia terminología. El latín ​bellum​ fue sustituido por ​werra​. Al constituirse los estados bárbaros hubo en todos los aspectos de la vida un cambio esencial, debido en gran parte a la implantación de instituciones germánicas. Ese cambio se refleja en el vocabulario romance: el derecho germánico perpetuó voces como ​ban (prohibición). Los bienes patrimoniales recibieron la denominación de ​alod​ y la diplomacia empleó otra serie de términos, como la agricultura, las vestimentas,... Otros germanismos se refieren al mundo afectivo y son palabras relativas al concepto de sí mismos, ofensas y valentía, como ​orgoli, hardjan​. Para indicar el decaimiento de ánimo, se formaron ​marrjan ​(triste); el desfallecimiento físico se expresó también con un híbrido germano-latino, ​exmagare​. La historia detallada de los germanismos en las lenguas romances es sumamente compleja. Unos pertenecen al fondo común germánico; otros son exclusivos de un dialecto, algunos entraron independientemente en cada país, tomados del habla de los respectivos invasores. Los hay propagados a través del latín vulgar y por intermedio del bajo latín. Muchos han pasado de unos romances a otros. 3. Los primeros invasores y los visigodos. De la primera invasión germánica que penetró en Hispania, dos pueblos desaparecieron pronto: los alanos fueron exterminados a los pocos años y los vándalos atravesaron el estrecho y pasaron a África. Los vándalos embarcaron en Tarifa; se ha supuesto que este lugar tomó un nuevo nombre referente al pueblo emigrado. Su recuerdo estaba muy vivo entre los españoles de los siglos XVI y XVII. Los visigodos eran los más civilizados entre los germanos venidos a la Península. El siglo y medio que habían permanecido al sur del Danubio y los casi cien años que duró el reino de Tolosa, les habían hecho conocer la vida romana. No llegaron en gran número: se calcula en unos 200.000 los que pasaron a España al comenzar el siglo VI, cuando su reino tolosano fue destruido por los francos. Recientes hallazgos arqueológicos indican que la región donde preferentemente se asentaron fue la meseta castellana. La asimilación de los visigodos no progresó hasta mucho después de su instalación definitiva en el suelo español. Al principio evitaron la mezcla con los hispanorromanos; estaban prohibidos los matrimonios mixtos y los dos pueblos rehuían la convivencia hasta el punto de agruparse en núcleos diferentes. Pero desde la abjuración de Recaredo, la actitud de los visigodos empezó a cambiar. La teocracia toledana conquistó las capas superiores de la sociedad goda y constituyó el más firme apoyo del poder real. Y al fin se llegó a la unificación jurídica para los individuos de ambas procedencias. La romanización de los visigodos no significa que éstos, como pueblo, carecieran de vigor. Perdieron la postura intransigente de dominio y se debilitó en ellos el sentido particularista de raza. La fusión con los hispanorromanos tuvo resultados de valor nacional superior; gracias a los godos, Hispania se truncó en una conciencia de su unidad independiente. Transformaron las costumbres y el derecho y trajeron la simiente de la inspiración épica. Si durante el siglo VII es evidente la decadencia del reino toledano, la impronta visigótica está grabada en muchas instituciones medievales y en la epopeya castellana. 4. El elemento visigodo en español. La influencia lingüística de los visigodos en los romances hispánicos no fue muy grande. Romanizados pronto, abandonaron el uso de su lengua, que se hallaba en descomposición. No hubo en España un periodo bilingüe tan largo como en el caso francés. El elemento visigodo tampoco parece haber influido en la fonética española: las palabras góticas adaptaron sus sonidos a los más próximos al latín vulgar o al romance primitivo y, por lo general, sufrieron los mismos cambios que las hispano-latinas. Con excepciones. La mayoría de los vocablos peninsulares de origen gótico tienen correspondientes en italiano, provenzal o francés; así ocurre con ​bramar (<bramon)​, uno de los germanismos más extendidos por la Romania. De los goticismos hispanos, unos estaban incorporados al latín vulgar. Incluso los que no han dejado más rastro que en la Península pueden haber penetrado en España latinizados ya. Las etimologías góticas que se han propuesto para las voces españolas pasan del centenar, pero escasean las seguras. La mayoría son reconstrucciones basadas en las correspondencias habituales entre la fonología del gótico y la de otras lenguas germánicas. Entre los goticismos más probables, se encuentran representantes del derecho, como​ sacar (<sakan)​. La onomástica española cuenta con un buen número de nombres visigodos acomodados a la fonética y morfología latinas y romances. Muy característicos son los compuestos cuya significación alude a la guerra, al valor personal, la fama u otras cualidades: ​all (todo), wars (prevenido), ​formaron “Álvaro”; ​harjis​ dio ejército, y ​frithu​ paz. 3. Vocabulario español de origen árabe. El elemento árabe fue, después del latino, el más importante del vocabulario español hasta el siglo XVI. Sumando el léxico propiamente dicho y los topónimos, no parece exagerado calcular y un total superior a 4.000 formas. La guerra proporcionó muchos términos: los moros organizaban contra los reinos cristianos expediciones anuales, incesantes correrías; iban mandados por ​adalides​; los escuchas y centinelas se llamaban ​atalayas​ y la retaguardia del ejército ​zaga. ​Entre las armas figuraban la ​ardaga​ y el ​alfanje​; los saeteros guardaban las flechas en la ​aljaba​. Fronteras y ciudades estaban defendidas por ​alcazabas​, con almenas para que se resguardaran los que disparaban desde el ​adarve​. Los ​alféreces​ o caballeros montaban a la jineta​ con estribos cortos. Los moros eran hábiles agricultores: perfeccionaron el sistema romano de riegos que aprendieron de los mozárabes. De ahí, los nombres de ​acequia​ o ​alberca​. Como cultivos, destacaban las ​alcachofas, alubias, zanahorias o berenjenas.​ Los campos del Ándalus dieron productos desconocidos hasta entonces en Occidente, como el ​algodón. La laboriosidad de los moros dio al español el significativo préstamo de ​tarea​, conociendo de los telares tejidos como el ​barragán​, los verbos ​margomar (bordar) o recamarI. ​Entre los productos minerales que se obtenían está el ​azufre​. La actividad del tráfico hacía que los más saneados ingresos de erario fueran los procurados por ​aranceles​ y ​tarifas de aduana​. La moneda de los moros corrió durante mucho tiempo entre los cristianos; el primitivo ​maravedí​ era el dinar de oro acuñado en las cecas​ almorávides. Las casas se agrupaban en ​arrabales​ o pequeñas ​aldeas​. A la vivienda pertenecen zagúan​ y ​alcoba​; la luz penetraba por ventanas con ​alféizar​ y ​albañiles​ decoraban los techos con artesonados; levantaban ​tabiques​, ponían ​azulejos​. El ​ajuar​ de la casa comprendía ​lmohadas, alfombras​ y utensilios de cocina como ​alcuzas​. Entre los manjares figuraban las ​albóndigas​ y en la repostería entraban el ​almíbar​ y pastas como el ​alfeñique​. Los moros vestían ​jubones​, se entretenían con el ​ajedrez​ y los juegos de ​azar​. Los cristianos españoles adoptaron instituciones, costumbres jurídicas y prácticas fiscales de los moros con diversa terminología: ​alcaldes, alguaciles, almojarifes,... Las matemáticas deben a los árabes grandes progresos. Se dio lugar al nombre de algoritmo​, progagaron la numeración india y con ella el empleo de un signo para indicar la ausencia de cantidad (​sifr​ > cifra), indicaron el ​álgebra. ​En la ​alquimia ​fueron constantes investigadores y tienen palabras como: ​alcohol, elixir. ​En terminología médica: ​nuca, bazo, jarabe. No abundan los adjetivos y de verbos, aparte de los numerosos formados sobre adjetivos y sustantivos, hay algunos derivados directamente, como ​halagar​ o ​acicalar​. En el léxico español de procedencia arábiga escasean palabras referentes al sentimiento, emociones, deseos, vicios y virtudes. La religión cristiana apoyaba los términos latinos y el arabismo consistió en prestar alguna acepción nueva. Como en tantos aspectos de su civilización, también en el léxico fueron los árabes afortunados intermediarios. Transmitieron buen número de voces procedentes de diversas lenguas y las amoldaron a su fonética igual que el español hizo con los arabismos. Del persa, por ejemplo, vienen ​naranja​ o ​escarlata​; los helenismos son muchos, como ​acelga​ o alquimia​. Cuando a raíz de la invasión, los árabes entraron en contacto con los hispano-godos sometidos, tomaron de ellos la /ĉ/ con que articulaban lo que había sido la /ć/ latina ante /e/ o /i/. A esto se debe el predominio de la /ĉ/ en las transcripciones árabes de voces romances, así como la abundancia de ​ch​ por c en topónimos de las regiones que pertenecieron al Ándalus: ​Carabanchel, Turruchel. 4. Toponimia peninsular de origen árabe. Es nutridísima, no sólo en las zonas que estuvieron más tiempo bajo el dominio musulmán, sino también en la meseta septentrional y el noroeste: la ​Mancha​, los numerosos ​Alcalá​ y ​Alcolea​, entre otros. Abundan los que tienen por segundo elemento un nombre personal, como ​Medinaceli (​ciudad de Sélim)​, Catalayud ​(castillo de Ayub) o Benicásim ​(hijos de Cásim). 5. Fonética de los arabismos. Los arabismos, tomados al oído, fueron acomodados a las exigencias de la fonología romance. Muchos fonemas árabes eran extraños al español, que los reemplazó por fonemas propios más o menos cercanos. El romance peninsular no tenía entonces más sibilantes fricativas que la /s/ sorda y la /z/ sonora; así pues, las sibilantes fricativas dentales árabes fueron sustituidas por las africadas romances escritas como c o ç y z. Había en árabe gran variedad de fricativas o constrictivas cuyo punto de articulación era el velo del paladar o la laringe; los romances peninsulares, en cambio, no contaban entonces más que con la [h] aspirada, alófono castellano de la /f/, pues lo que hoy se escribe con g ante e, i (​gente, giro​) o con j (​jamón​) eran hasta el siglo XVI fonemas palatales. En consecuencia, estas aspiradas árabes se representaron unas veces con la [h] familiar a los castellanos y otras fueron reemplazadas por /f/. Otro caso de adaptación fue el de los masculinos que terminaban en consonantes y grupos que desde el siglo XIV nuestra lengua no tolera en final de palabra: la dificultad se resolvió unas veces añadiendo una vocal de apoyo (​zoco)​ y otras la consonante árabe fue sustituida por otra tolerable en castellano (​alacrán)​, o simplemente se omitió. Los nombres árabes que terminaban en vocal acentuada o habían perdido la consonante que la seguía ofrecían un final entonces insólito en polisílabos nominales castellanos; por eso tomaron frecuentemente una consonante paragógica mediante la cual se asemejaron a tipos de sustantivo o adjetivo habituales en la lengua castellana. Una vez admitidos, los arabismos experimentaron los cambios fonéticos propios del romance. La palatalización y ulterior asibilación de /k/ ante /e/ , /i/ estaban ya consumadas cuando se introdujeron los más antiguos, y no les alcanzaron. También participaron los arabismos en la palatalización de /ll/ y /nn/ geminadas. El grupo /st/ fue interpretado en castellano como /ŝt/ y reducido a /ŝ/, con grafía ç, c. Los diptongos /ai/, /au/ han dado /e/, /o/ en castellano y catalán, /ei/, /ou/ en gallego. El español no ha incorporado ningún fonema árabe. Nebrija, creyó que las antiguas /ŝ/, /š/ y [h] procedían del árabe. Pero no es así: la evolución autóctona de ciertas consonantes y grupos latinos en español había producido los tres sonidos con absoluta independencia respecto del árabe, aunque éste los poseyera también. Se ha apuntado la posibilidad de que la introducción de arabismos alterase la proporción de vocablos agudos, llanos y esdrújulos en el léxico español y favoreciera tipos especiales de palabra. Parece que el porcentaje de polisílabos agudos no verbales es mayor en las voces españolas de origen árabe que en las procedentes del latín. En cambio, es evidente la especial abundancia de arabismos polisílabos graves terminados en /-ar/, como ​almíbar​ o ​azúcar​, y el gran número de agudos que terminan en -z, como ​almirez ​o nariz. 6. Aspectos morfológicos y sintácticos del arabismo. En árabe el artículo ​al​ presenta al sustantivo, cualquiera que sea su género y número, tanto con referencia a entes determinados como entendido conceptualmente. Los sustantivos españoles de origen árabe, en su gran mayoría, han incorporado a sus respectivos lexemas el elemento al- sin valor de artículo (​el alboroto)​. Los arabismos españoles reflejan de ordinario la asimilación árabe del ​lam​ del artículo a las llamadas ​letras solares​ (/l/, /r/ y /n/). Por contaio de los arabismos, palabras españolas de otra procedencia han tomado al-, a- (​almena)​; otras han introducido /l/ epentética en su sílaba final (​almendra​) o han trocado por /l/ otra consonante implosiva (​almuerzo). La terminación /-i/ ha pasado al español como parte integrante de adjetivos, sustantivados o no, de origen árabe, y sobre todo como sufijo de gentilicios y otros derivados de nombres propios árabes (​marroquí, yemení)​. Con este valor sigue siendo activo en español para nuevas formaciones. En el ​Calila e Dimna​, en otras versiones castellanas de textos árabes y en la literatura aljamiada, se dan profusamente fenómenos que, si bien están atestiguados casi todos en la sintaxis románica, no llegan a ser norma en ella y sí el la arábiga: se emplean prep + pronombre personal tónico, en lugar de átono (“ya encontré a ellos” - “ya los encontré”), y de + pronombre personal en lugar de posesivo (“las pisadas dellos”). La frase relativa se introduce mediante un ​que​ cuya dependencia respecto al verbo introducido se aclara después con una prep + pronombre personal/posesivo (“la estrella que tú quieres saber su lugar” - “cuyo lugar quieres saber”). El sujeto impersonal se indica valiéndose de formas verbales de tercera persona, ya del plugar, ya de singular o utilizando la segunda persona del singular. Es muy abundante la coordinación copulativa y a veces precede a la principal o al verbo de esta. La conjunción subordinada ​que​ se repite tras inciso. Casi todos estos ejemplos tienen paralelo en otras lenguas románicas y bastantes cuentan con precedente latino. Junto al factor árabe también es necesario tener en cuenta el hebreo, ya que no pocos de estos rasgos son comunes a las dos lenguas y abundan en versiones castellanas de la Biblia; además, los traductores del árabe al romance solían ser judíos. fueron una invención repentina, ya que todas surgieron en la época primitiva y se impusieron a las demás. El español primitivo carece de fijeza. En León contendían palabras latinas como altariu​, ​carraria​, las prerrománicas como ​autario o ​carraira​, las posteriores ​auterio o ​carreira y las modernas ​otero y ​carrera sin que faltaran combinaciones. Las elecciones entre unas y otras dependían de la mayor o menor atención y de la cantidad de prejuicios cultos o arcaizantes. Comenzaron a alternar la conservación de la ​e final y luchaban las consonantes sordas intervocálicas con las sonoras. Del mismo modo en el espacio de pocas líneas, las Glosas emilianenses ofrecen tres grados distintos de pretérito: el latino, el intermedio y el romance. En medio de esta mezcla de normas, la evolución lingüística iba lenta pero firme y poco a poco se eliminan arcaísmos. Sin embargo, las oscilaciones con las que se desarrollan los procesos fonéticos permitieron que una reacción culta los entorpeciera deteniéndolos, por ejemplo, desde hacía tiempo la /l/ seguida de consonaste había comenzado a vocalizarse, pero no llegó a ser fonéticamente general. A consecuencia de querer hablar bien y de la inseguridad del lenguaje, se daban muchos errores ya que no se sabía nunca cuál era la forma correcta para emplear. Durante los primeros años de la Reconquista los fonemas /^c/ y /^g/ tomaron la articulación dental /^s/ y /^z/, pero los árabes continuaron usando /^c/ en el léxico común y en los topónimos que habían recibido de sus dominados. Las consonantes dobles latinas /ll/ y /nn/ se transformaron en los fonemas palatales /l(con una v debajo)/ y /n (con una v debajo)/, a excepción del dominio gallego y portugués, donde se simplificaron en /l/ y /n/. En tierras cristianas hay desde el siglo X grafías indicadoras de palatalización. El cambio alcanzó muchos arabismos. 4. ​El siglo XI. Influencia francesa. Primeros galicismos y occitanismos. Con el siglo XI se abre un nuevo periodo de Reconquista. Tras la pesadilla de Almanzor, los moros dejan de ser enemigos y los cristianos les superan en vitalidad. En el norte aparecen síntomas de renovación y comienzan las libertades municipales. La dinastía leonesa decae y las de castilla y Navarra se hacen más fuertes, siendo precisamente el rey vascón Sancho el Mayor quien abre orientaciones transformadoras de las relaciones exteriores hispánicas. La iglesia española gozaba de relativa autonomía y tenía caracteres propios entre los cuales sobresalía la conservación de la liturgia visigótico-mozárabe. España sale de su aislamiento pero no de sus tradiciones y el rito visigodo es sustituido por el romano, por lo que desaparece la escritura visigoda y se emplea la carolingia. En el lenguaje entran muchos términos franceses y provenzales, y esto favoreció el apócope de la ​e final en casos como ​port​, ​mont​, ​allend o ​cort y a mediados del XII ya habían adquirido extraordinaria difusión. A finales del XII se introduce la grafía ​ch ​para el fonema palatal africado sordo que hoy representamos así. CAPÍTULO 7. PRIMITIVOS DIALECTOS PENINSULARES Y LA EXPANSIÓN CASTELLANA​. 1. ​Reinos y dialectos. Los reinos medievales eran entidades más definidas y recordaban a la división provenzal romana y las tendencias que produjeron sus fronteras, hicieron que el lenguaje prevaleciera de forma individual y propia sobre cada territorio. Así, las divergencias que asomaban en el romance de la época visigoda se agrandaron hasta formar dialectos distintos. Cada uno tenía sus características propias: Lingüísticamente el reino leonés carecía de unidad ya que la franja occidental estaba ocupada por el gallego y se prolongó hacia el sur más adelante. El astur-leonés estuvo sujeto a la influencia gallega y a la mozárabe, no obstante no permaneció estacionario si no que compartió o admitió poco a poco algunas de las innovaciones de la franja oriental donde surgía el romance más revolucionario. La antigua Cantabria fue la cuna de Castilla y su nombre parece provenir de los primeros tiempos de la reconquista y a finales del IX comienza a extenderse su dialecto. Castilla fue la región más innovadora y vitalista en el lenguaje y su dialecto se expandió por toda la comunidad hispana. En el Pirineo, el afán reconquistador es más remiso que en León y castilla. El reino de Navarra comienza a dar señales de vida en el siglo X reconquistando la Rioja y cien años después su rey Sancho consigue ser un monarca muy poderosos. En esa zona de la Rioja, Soria, Molina y Cuenca, ofreció en su lenguaje durante la edad media ciertas coincidencias con el dialecto navarro-aragonés. Este dialecto se asemeja mucho al de León pero es más tosco y más enérgico. El dialecto norteño no se impuso en Huesca y Zaragoza sin renunciar a los localismos pirenaicos. Así como el astur-leonés representa la transición entre el gallego-portugués y el castellano, el navarro-aragonés ofrece etapas intermedias entre el castellano y el catalán. En la primitiva Cataluña pesó durante varios siglos el influjo provenzal. 2. ​Semejanzas entre los primitivos dialectos. Los dialectos eran, al Norte, el gallego-portugués, el leonés, el castellano, el navarro-leonés y el catalán; al sur, los mozárabes que tuvieron una evolución lenta por lo que a veces son una preciosa reliquia del romance. Aunque cada región tenía sus dialectos, coincidían en una serie de rasgos: Conservaban ante ​e e ​i ​átonas la palatal ​procedente de g o j latinas iniciales. Mantenían la ​f al principio de las palabras como en ​filio o ​farina​. En el grupo ​ct ​las alteraciones se limitaban al primer elemento sin modificar la articulación de ​t. Menos extendida estaba la palatalización de /l-/ inicial en /y/, pero los astur-leoneses no se separaban de algunas palabras de los catalanes. Se anticipó la palatalización a Toledo, Madrid y Andalucía desde el siglo XIV. Tampoco estaban separadas las áreas hispánicas donde el plural femenino -as pasa a -es y hoy ocurre esto en una zona del asturiano central. Los botánicos andalusíes recogen los plurales mozárabes como en ​paumes​ (palmas) o ​magranes​ (granadas). 3. ​Repartición geográfica de otros fenómenos. La diptongación de ​e y ​o acentuadas, iniciada en el latín imperial, se continua en el periodo visigodo y prosigue en regiones centrales con la misma inseguridad entre ​amariello y ​amarillo​. Diptongaban, fuera de Castilla, las formas verbales /​es​/ y las ​e y ​o tónicas seguidas de yod. Entre los mozárabes había grandes vacilaciones y Toledo y Levante conocían la diptongación. En Andalucía en el siglo X, una reacción restauró las vocales latinas, únicas en las frases romances. En Málaga y Almería, el diptongo no debió de prosperar. En el gallego-portugués se mantuvieron las vocales /e/ y /o/ y el catalán solo diptongó ante una yod. En los dialectos del sur conservaban los diptongos /ai/ y /au/. En el gallego-portugués los diptongos /ei/ y /ou/ los cuales se mantiene actualmente. En Cataluña, Aragón y Burgos generalizaron las reducciones /e/ y /o/. El leonés se mantenían entre medias del gallego y el castellano. La novedad del noroeste peninsular fue la evolución de los grupos iniciales /pl-/, /kl-/ y /fl/. La fase primera de la palatalización de la /l/ en /l_/ llegó hasta Castilla. Luego en todo el terreno gallego-portugues y en el leonés, las sordas /P/, /K/, /F/ fundidas con la /L/ produjeron los resultados de /^C/ o /^s/ . El aragonés y el catalán no alteraron los grupos latinos. 4. ​Formación y caracteres del castellano. Por su posición geográfica, castilla era vértice de las diversas tendencias del habla peninsular. El lenguaje de castilla adoptó las principales innovaciones que venían de las regiones vecinas, dándoles notas propias. Con el Este practicó las asimilaciones ​/ai/>e o /mb/>m, ​con el noroeste palatalizó la /L/ de los grupos iniciales de /PL-/, (CL-/ y /FL-/. Durante la reconquista el habla castellana estuvo menos sujeta a las presiones retardarias que el habla de león y el facto mozárabe siguió muy presente en nombres personales. los juglares españoles en su comunicación con los franceses fue pasivo pero muchos asuntos carolingios pasaron a la epopeya castellana inspirando gestas como la del ​rey Rodrigo​ o ​Anseis de Cartage. Esta época fue vital para la introducción de numerosos galicismos y occitocismos. Esto nos dio a los españoles el gentilicio de “español”, proveniente de Francia, se dejó de aplicar como sinónimo de Andaluz y se aplicó a la totalidad de los estados cristianos peninsulares. El prestigio de los franceses en el ambiente señorial hizo que los extranjerismos se conservasen de forma frecuente en el español arcaico, además, añadió en voces españolas la apócope de /-e/ final tras consonantes. En los primero decenios del siglo XIII palabras como ​part o ​fuent se usaban tan frecuentemente que se creía que ya se quedarían asi pero la llegada de inmigrantes hizo que se volviera a añadir la ​e​ final. 4. ​Dialectismo. En los textos arcaicos destaca la vitalidad e las hablas locales, incluso en territorios del mismo dialecto. Dentro de castilla el Cantar de Mio Cid presenta variaciones especiales en Extremadura y en Burgos cambiando ciertas palabras del poema. Sin embargo, el castellano de iba generalizando como lengua y en ​Razón de amor​, un poema juglaresco de 1205, se notan los castellanismos a pesar de ser escrito en aragonés. Esto junto a otros poemas, hizo creer que posiblemente otros textos fueran traducidos a los dialectos de distintas zonas. 5. ​Pronunciación antigua. El español distinguió hasta el siglo XVI fonemas que después se han confundido y en algunos casos han sido sustituidos por otros nuevos. La x de ​ximio se pronunciaba como en el asturiano ​Xuan​, o el gallego ​peixe​, pues se representaba el fonema prepalatal fricativo sordo /s/, como en italiano sc. Con la c antes de e, i o con ç se representaba un fonema /s/ dental africado sordo. En cambio, la z del castellano se transcribía como un fonema dental africado sonoro. En las ss a principio de palabra tras consonante representa un fonema apico-alveolar mientras que la s es simple intervocálica. En resumen: el sistema consonántico medieval poseía cuatro fonemas (/s/, /g/ > /z/, /s/ y /z^/) desconocidos en el moderno; otros cuatro sonidos ([s] sorda y [z] sonora, [b] oclusiva y [b] fricativa) existen hoy, pero los componentes de cada pareja han perdido individualidad fonemática, convirtiéndose en meras variantes o alófonos de los respectivos fonemas /s/ y /b/. Ha desaparecido la /v/ y la [h] aspirada se ha relegado al uso dialectal. 6. ​Inseguridad poética. El español durante los siglos XII y XIII carece de estabilidad debido a las tendencias espontáneas de la comunicación oral. Es raro encontrar casos de la vocal protónica o postónica conservada pero aun esta reciente el recuerdo de la vocal perdida. Por una parte, se mantiene la /e/ latina en casos donde más tarde había de ser forzosa la pérdida tras /r/, /s/, /l/, /n/, /z/ y /d/, pero al mismo tiempo la caída de la vocal se propagó rápidamente y tras ella otras consonantes y grupos. La relajación de la silaba final no se limita solo a la vocal, solía ensordecer la consonante que la precedía o cambiar su articulación. La /v/ final se hacia /f/: ​nube > nuf, nueve > ​nuef​. La /z/ pasaba a /s/: ​homenaje > ​homenax​. La /g/ se transfroma en /k/: ​Rodrigo > ​Rodrigc​. Y la /d/ tomaba un sonido asibilado que se escribía con d (​verdad​,​sabed​), o con t (​verdat​, ​sabet​) y a veces con th (​abath​) o con z (​liz​ por ​lid​). El timbre de las atonales estaba sujeto a todas las vacilaciones producidas por otros sonidos y lo mismo ocurría con las consonantes. Las alteraciones fonéticas propias de la espontaneidad oral rebosaban el limite de los vocablos y ascendían a frases enteras. Los pronombres me, te, se, le y lo se apocopaban apoyados en participios, pronombres y sustantivos y los sonidos de distintas voces dentro de un mismo grupo se mezclaban. 7. ​ Irregularidad y concurrencia de formas: La evolución fonética impedía la regularización del sistema morfológico ya que la lengua conservaba otros contrastes producidos por el mantenimiento de abundantes pretéritos y participios. El latín aun convivía con las formas analógicas y además se le añadía a esto el gran número de duplicidades que daban lugar a la inseguridad fonética. Muchos rasgos eran característicos aun del latín y así teníamos una idea de lo caótico de la flexión arcaica. 8. ​Sintaxis Se dieron un tiempo de usos sintácticos contradictorios. El articulo estaba menos extendido y se omitía cuando el sustantivo estaba determinado por ​de, ​por una oración de relativo o por una preposición. También se ausentaba el articulo cuando el sustantivo según el sujeto se empleaba de forma genérica. Muchos verbos intransitivos se auxiliaban con ​ser y ocurría lo mismo con los verbos reflexivos. En los tiempos compuestos por ​aver​, el participio concuerda por lo general con el CD. El participio activo tiene mucho uso en algunos textos sobre todo en Berceo. La negación se fuerza con términos concretos, sobre todo en expresiones peyorativas con semejancias en el habla pero no en la literatura. El uso de la preposición a ante el objeto directo verbal era ya general con los pronombres tónicos y nombres propios referentes a persona. Esto originaba contradicciones como “recibir las dueñas” o “a cuatro mataba”. La construcción transitiva directa alternaba con la preposicional. No había separación actual entre incongruencias del habla y el rigor de la escritura. El español se contentaba con darse a entender ya el receptor se esforzaba por entender. Se encomendaba a la entonación obligándose así a usar recursos gramaticales y destacaba la supresión de nexos. A fuerza de emplearse sin partícula correctiva, ​tanto y ​tan llegaron a ser equivalentes de ​mucho y ​muy​. También se omitía el verbo decir antes una subordinada y no faltan alusiones a sustantivos inexpresos que se sobreentienden. 9. ​Imprecisa distribución de funciones. La correspondencia entre formas y funciones gramaticales era menos rigurosa que en español moderno. No había distinción entre ​cual y ​el cual​. ​El adjetivo confundia su función con la del adverbio modificando al verbo y el sujeto. Los verbos ​aver y ​tener eran transitivos para expresar posesión. ​Aver se usaba como objeto directo y como sinónimo de obtener o conseguir y tener se usaba con nombres concretos. Los limites entre los dos modos eran muy finos. Lo mismo ocurría con ​ser​ ​estar​. La pasiva refleja estaba en curso ya en el siglo X cuando el sujeto era cosa, Cuando el sujeto era un ser animado era muchas veces paciente ya que cooperaba con la acción y la consentía. Tampoco eran tajantes las fronteras entre la construcción reflexiva y la ser + participio. Los modos y los tiempos verbales tenían ya significados fundamentales que hoy subsisten. Al lado del imperativo podían usarse el presente o el imperfecto del subjuntivo y en oraciones subordinadas, el subjuntivo aparece a veces en futuro de indicativo. La acción perfecta se expresaba en pasado simple. Las conjunciones daban muchos ejemplos de plurivalencia. ​Cuando tenia un amplio sentido casual, ​como se usaba en finales y ​que podía tener muchos usos. El sistema preposicional era muy pobre pero completo, porque en el caso de ​que no había necesidad
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