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Resumen Orígenes de la Biología, Resúmenes de Biología

Desde hace muchísimos años, tantos que no podría precisarse el momento exacto, el hombre busca descubrir un orden para el Universo y ubicarse a sí mismo dentro de ese orden. Es la búsqueda de un lugar en esa vastedad la que originó fábulas, mitos y leyendas que asignaban a uno o varios dioses la creación y el mantenimiento de todo lo existente...

Tipo: Resúmenes

2019/2020

Subido el 03/07/2020

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¡Descarga Resumen Orígenes de la Biología y más Resúmenes en PDF de Biología solo en Docsity! Biología HISTORIA DE LA BIOLOGÍA Desde hace muchísimos años, tantos que no podría precisarse el momento exacto, el hombre busca descubrir un orden para el Universo y ubicarse a sí mismo dentro de ese orden. Es la búsqueda de un lugar en esa vastedad la que originó fábulas, mitos y leyendas que asignaban a uno o varios dioses la creación y el mantenimiento de todo lo existente. Es esa misma búsqueda, casi desesperada, la que animó a muchos hombres a cuestionar estas explicaciones y encontrar otras, que no delegaran el poder de la existencia - en definitiva, de la vida y la muerte - en fuerzas sobrenaturales o seres mitológicos. La Grecia antigua nos da cuenta de ese esfuerzo por encontrar, desde el quehacer filosófico, las respuestas a viejas y nuevas preguntas. Según lo que nos ha llegado a través de la tradición escrita, son los filósofos griegos los primeros que, cuestionando el contenido de los mitos y creencias, dedicaron sus esfuerzos a “descubrir” cierto orden y principios unificadores de todas las cosas, que explicaran tanto su origen como su permanencia. Esta tradición tuvo su continuidad, a lo largo de la historia posterior, en los trabajos de numerosos pensadores. Entre ellos se destacan los de los eruditos musulmanes, cuyo máximo esplendor se concretó en los siglos X y XI. Estos hombres no sólo contribuyeron a difundir la obra de los griegos que los precedieron, sino que hicieron aportes propios al saber médico - naturalista de su época. Sin embargo, es al influjo de las visiones mecanicistas que surgieron en la Europa del siglo XVII, cuando nacieron los principios de lo que conocemos como ciencia moderna. Es en ese momento cuando hombres de la talla del astrónomo italiano Galileo Galilei (1564- 1642), del filósofo francés René Descartes (1596- 1727) y muchos otros, proponen determinados métodos, tanto del pensamiento como de la acción, destinados a fundamentar experimental y racionalmente las ideas sobre el Universo. El surgimiento y consolidación de la ciencia experimental constituye, sin lugar a dudas, uno de los grandes logros de la humanidad. Fundamentalmente por dos razones: por lo que implica para el hombre sentirse capaz de explicar y predecir los fenómenos naturales y no atarse a los caprichos de algún “ente” sobrenatural y por lo que ese conocimiento y predicción implican para el mejoramiento de las condiciones de vida de la humanidad, al convertirse en poderosas herramientas para modificar la realidad natural. Estos hechos son reflejados en las siguientes palabras del científico y divulgador de las ciencias Bertrand Russell (1872-1970): “Ciento cincuenta años de ciencia han resultado más explosivos que cinco mil años de cultura precientífica.” La cultura científica retomó y desarrolló muchas de las ideas de los griegos que habían quedado en el olvido durante el dilatado período de la Edad Media, que afectó a toda la cultura de occidente durante casi mil años. Una de estas ideas es la existencia de ciertas unidades fundamentales - un principio común de estructura- cuyo conocimiento, nos permitiría acceder al Biología principio ordenador de todas las cosas. Para las ciencias de la naturaleza, la posibilidad de ubicar físicamente las unidades mínimas donde se manifestaran las propiedades de un determinado sistema, fue un poderoso acicate de cuya mano nació un sinnúmero de programas de investigación. Cualquier estructura material, por más compleja que fuera, podía, según esta visión, desmontarse en sus constituyentes más íntimos a fin de estudiarlos por separado. El estudio de cada uno de ellos y el conocimiento de la forma en que se producía el “montaje” de los mismos para dar como resultado el sistema completo, permitiría elucidar los misterios más profundos de la naturaleza. René Descartes fue uno de los primeros y máximos exponentes de esta visión que recibió el nombre de “mecanicismo”, debido a que en ella se asimilaban los sistemas vivos a las máquinas, cuyo conocimiento podía ser deducido del estudio de cada una de sus partes. Descartes fue también quien propuso una forma de pensamiento que, según él, daría los mejores resultados en el arte de conocer la naturaleza. Se denominó la duda metódica, ya que consistía en dudar permanentemente de las evidencias, sometiendo a la crítica recurrente todo conocimiento alcanzado. La duda cartesiana fue considerada la mejor forma de protegerse del dogmatismo. Aunque Descartes no recurrió con demasiada frecuencia a la contrastación experimental de sus afirmaciones, la forma mecanicista de pensar el mundo natural y el método crítico cartesianos se erigieron como las formas más aceptadas destinadas a conocer científicamente la realidad. Esta corriente de pensamiento se conoce como racionalista, ya que confiaba plenamente en los métodos del razonamiento, como herramientas reveladoras de las verdades en los más diversos campos del conocimiento. La búsqueda y caracterización de los elementos simples que formaban los sistemas más complejos, se constituyó en un sueño para la ciencia. Persiguiendo ese sueño nacieron los modelos de átomos y moléculas, constituyentes elementales de toda la materia. El conocimiento de las características tan particulares de los seres vivos, producto de la extrema complejidad de estos sistemas comparados con los sistemas inertes, no escapó del sueño mecanicista. Uno de los problemas principales del pensamiento biológico de todos los tiempos fue establecer la relación entre estructura y vida. Paralelamente con el despliegue de las propuestas racionalistas - que como dijimos confiaban en la razón como fuente principal del conocimiento -, crecía otra corriente dentro de los naturalistas. La misma se amparaba en los métodos experimentales que ya dominaban el campo de los conocimientos en física desde los trabajos pioneros de Galileo Galilei. El esfuerzo, por tanto, se fue volcando paulatinamente a fundamentar los conocimientos en la observación y la experimentación. Esta nueva corriente se conoce como empirista. De la asociación entre las corrientes racionalista y empirista - pese a los enfrentamientos que solían darse entre ambas- empezaron a tomar forma las primeras ideas sobre la constitución elemental de los seres vivos. DE FIBRAS Y GLÓBULOS A CÉLULAS Biología anecdótico en el establecimiento de la teoría celular casi dos siglos después de estas primeras observaciones. El destacado biólogo molecular francés François Jacob (nacido en 1920) da cuenta de este hecho en la siguiente frase: “para que un objeto científico sea accesible a la experiencia, no basta con descubrirlo, hace falta, además, una teoría dispuesta a aceptarlo”. Así es que, durante casi todo el siglo XVIII, hubo un gran estancamiento en la descripción de estructuras microscópicas, que apenas superaron las realizadas por microscopistas del siglo anterior. Coexistieron simultáneamente las ideas de células (Hooke), fibras (Haller) y vesículas o utrículos (Malpighi). Hacia finales del siglo XVIII y principios del XIX, se evidencia un renovado interés por resolver los enigmas de la naturaleza. Principalmente en Alemania, donde surge una corriente filosófica denominada “Naturphilosophie” (o filosofía de la naturaleza) que tuvo un gran impacto sobre toda la intelectualidad europea. Los defensores de la “Naturphilosophie” se proponían elaborar una filosofía basada en las enseñanzas de la naturaleza y por ello impulsaron con vigor las investigaciones en las distintas ramas de las ciencias naturales. Entre ellas la de los estudios microscópicos. Uno de los más destacados hombres de este movimiento filosófico fue Lorenz Oken (1779 -1851) que, en 1805, concibe a los organismos macroscópicos como constituidos por la fusión de seres primitivos similares a los “infusorios”. Estos, según Oken, han perdido su individualidad en favor de una organización superior. También supone que estos organismos microscópicos deben ser esféricos debido a consideraciones exclusivamente estéticas y en el convencimiento de que debía mantener cierta correspondencia con la forma del planeta. Es muy interesante el hecho de que estas consideraciones de Oken son sólo especulativas, sin pretensiones de ser corroboradas experimentalmente o por vía de la observación Pero sin duda prepararon el terreno para el surtimiento de la teoría celular, ya que proveyeron un marco teórico para interpretar las observaciones microscópicas. Es así como naturalistas franceses como el botánico Henri J. Dutrochet (1776-1847) o el zoólogo Felix Dujardin (1801-1860), prácticamente llegan a esbozar la teoría celular, asignando a las células (que todavía recibía diferentes nombres tales como utrículos, vesículas, glóbulos, etc.) un carácter de unidad estructural y fisiológica de los organismos. Dutrochet, denomina “sarcode” a la sustancia que conforma el interior de las células y este constituye el primer antecedente de la descripción del plasma celular denominado posteriormente protoplasma. Pero es en Alemania, donde los herederos directos de la “Naturphilosophie”, formalizan una verdadera teoría celular. Esta teoría supera en mucho, debido a su coherencia, a todas las propuestas anteriores y resuelve por el momento el tema de encontrar y caracterizar las unidades fundamentales de la vida. Biología LA TEORÍA CELULAR Hacia la década de 1830, ya se habían establecido los progresos fundamentales, en los planos de la observación y teórico, que preanunciaban la primera teoría celular. Se había descubierto la organización celular de vegetales y de ciertos tejidos animales (Dutrochet y Purkinje, 1801), se había identificado el núcleo en las células vegetales (Robert Brown 1831) y se había descubierto en el interior de las células una sustancia a las que se asignaba el carácter de “materia viva”: el protoplasma (Dujardin, 1835). ¿Qué más faltaba para considerar a estos descubrimientos una verdadera teoría celular? Restaban todavía dos cosas fundamentales que aún no estaban teóricamente resueltas, no habían sido avaladas por observaciones. En primer lugar la generalización de la existencia de las células para explicar la organización de todo el mundo vivo y, en segundo lugar, la determinación del origen de dichas células. Es en ese momento cuando aparecen en escena los nombres de Matías Schleiden (1804 -1881) y de Teodor Schwann (1810 -1882). Schleiden era un abogado nacido en Hamburgo que, tardíamente, dedicó sus esfuerzos a las ciencias naturales. Según se conoce, padecía de fuertes desequilibrios mentales y tuvo más de un intento de suicidio, lo que acabó con su promisoria carrera de leyes. En 1833 decide cambiar de vida y se anota como alumno en la carrera de medicina de la prestigiosa Universidad de Gotinga. Pero es en 1838, cuando Schleiden, tomando como referencia el descubrimiento del núcleo celular por parte de Robert Brown, se aboca a describir y proponer una función para el mismo. De tal grado es la perseverancia en sus observaciones y la precisión que logra que identifica dentro del núcleo al nucleolo. Los estudios de Schleiden se basaron siempre en vegetales y, dentro de estos, en la embriología vegetal o fitogénesis. Sus aportes a la teoría celular pueden resumirse en tres elementos fundamentales. El primero es el establecimiento de que todos los vegetales están formados por células o dicho de otra forma que la célula vegetal es la unidad elemental constitutiva de la estructura de la planta. El segundo que el crecimiento de los vegetales depende de la generación de nuevas células. El tercero y último es que la célula se origina por diferenciación de una masa gelatinosa de la cual se organiza primero un nucleolo alrededor del cual se organiza el núcleo celular (que él llamó citoblastos) y sobre este último se adapta “como un vidrio de reloj a la esfera” una vesícula que va creciendo paulatinamente. A su vez, considera que la reproducción celular se produce en forma de yuxtaposición donde una célula se genera “dentro” de otra. Como se deduce de lo dicho, sólo la primera es totalmente cierta mientras que la segunda y la tercera son erróneas. Sin embargo, lo que importa fundamentalmente para el establecimiento de la teoría es el hecho de que, según la opinión de Schleiden, toda explicación sobre la génesis y desarrollo de una planta debe ser “reducida a la teoría celular”. Dice: “puesto que las células orgánicas elementales presentan una marcada individualización, y puesto que son la expresión m<s general del concepto de planta, es necesario ante todo estudiar esta célula como el fundamento del mundo vegetal”. Schleiden rechaza además la idea Biología de una fuerza vital y considera que la explicación del mundo natural debe restringirse a una explicación del tipo mecanicista fundada en el experimento y la observación. Adelanta asimismo una posición de tipo evolutivo ya que, en 1842, sostiene que “dada la primera célula se abre el camino para la total proliferación del reino vegetal, que le permite ser edificado mediante la formación de variedades, subespecies, especies y así sucesivamente en un espacio de tiempo del que no tenemos noción alguna.” Además de sus contribuciones a la teoría celular, Schleiden se dedicó a la filosofía, disciplina en la que obtiene un doctorado. Publica también varias obras teológicas enmarcadas en la filosofía natural a la que adscribía y, dotado de un espíritu práctico muy particular, alienta a Carl Zeiss a montar un taller de óptica donde más tarde serán fabricados los mejores lentes de aumento de la época que, aún hoy, gozan de enorme prestigio. LOS ANIMALES El otro protagonista de esta historia es el zoólogo alemán Teodor Schwann, un alumno destacado de un famoso naturalista berlinés llamado Johannes Müller (1801 -1858) considerado un teórico genial y un hábil experimentador. Müller había, entre otras contribuciones, adelantado el hecho de que la fermentación se debía a la acción descomponedora de ciertos microorganismos. Esta idea recién se impuso con los aportes de Louis Pasteur (1822 -1895) a mediados del siglo XIX. Su contribución a la teoría celular parte de extender al campo de los animales los descubrimientos hechos por Mattias Schleiden en las plantas. El mismo se dio cuenta tempranamente de este hecho y según lo relata en el siguiente texto: “Un día en que cenaba con M. Schleiden, este ilustre botánico me señaló el papel importante que juega el núcleo en el desarrollo de las células vegetales. Me acordé de inmediato de haber visto un órgano similar en las células de la cuerda dorsal, y comprendí en el mismo instante la suma importancia que tendría un descubrimiento si llegaba a demostrar que en las células de la cuerda dorsal este núcleo juega el mismo papel que el núcleo de las plantas en el desarrollo de las células vegetales”. Como se desprende de la cita, Schwann aceptaba la idea errónea de Schleiden sobre la generación de las células a partir del núcleo. Todavía no se había descubierto la división celular, caracterizada por el proceso de división del núcleo (cariocinesis) seguido de la división del citoplasma (citocinesis). Pero uno de los objetivos declarados de Schwann es demostrar que cada célula y los tejidos que éstas forman tienen vida propia. Pretende probar que el organismo es, simplemente, el resultado de una asociación celular. El fin de estas investigaciones es negar el papel ampliamente aceptado de una “fuerza vital” y explicar la morfogénesis de los animales y vegetales por “principios mecánicos, sin la intervención de oscuras fuerzas inmateriales. Hasta ese momento, aunque esbozada, todavía no se había universalizado suficientemente la idea de que la célula es la unidad básica sobre la que se apoya cualquier manifestación de vida. Sin embargo, la nueva teoría sirvió como marco general para un extenso y fecundo programa de investigación en fisiología y anatomía que ganó a los círculos médicos de la época. De esta
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