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Resumen y valoración de El Hombre en busca del sentido, Ejercicios de Filosofía

Trabajo por capitulos del libro el hombre en busca de sentido, ademas de valoracion y analisis

Tipo: Ejercicios

2019/2020
En oferta
30 Puntos
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Subido el 08/11/2020

helena-villarroya-gonzalez
helena-villarroya-gonzalez 🇪🇸

4.1

(15)

14 documentos

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¡Descarga Resumen y valoración de El Hombre en busca del sentido y más Ejercicios en PDF de Filosofía solo en Docsity! EL HOMBRE EN BUSCA DE SENTIDO 1.Un psicólogo en un campo de concentración En este breve capítulo el autor nos hace una introducción a la historia que nos va a contar. Nos explica que no nos vamos a encontrar un libro de información de hechos y sucesos en campos de concentración, ni que nos va a contar historias de grandes héroes y mártires o prisioneros de renombre. El autor destaca que va a mostrarnos los sacrificios, el padecimiento y la muerte de muchas víctimas anónimas y olvidadas. Después de esta aclaración, el autor nos recuerda que los kapos eran los mejores amparados en los campos, ya que nunca pasaban hambre, maltrataban cruelmente a los prisioneros. La selección era de las cosas más aterradoras de los lagers, ya que los que eran enviados a una muerte segura muchas veces eran seleccionados aleatoriamente, ya que a los guardias solo les interesaba el número de personas que se llevaban. Hablando de números, los prisioneros no tenían nombre en los campos, sino que se les asignaba un número. Lo único que podían hacer estos presos era luchar por sobrevivir. 2. El informe del prisionero nº 119.104 El autor nos cuenta que él fue víctima de un campo de concentración.<<Mi intención es describir, en virtud de mi experiencia y desde mi perspectiva psiquiátrica, cómo vivía un prisionero normal en el campo y cómo esa vida influía en su psicología>>. Él se consideró un preso ordinario, que nunca ejerció de psiquiatra ni médico hasta semanas antes de su liberación. Permanecía la mayor parte de su tiempo cavando y tendiendo traviesas para el ferrocarril. A él le recompensaron con dos cupones regalo,que se podían canjear por cigarros que a su vez él cambiaba por raciones de sopa con las que podía alimentarse dos semanas. La empresa constructora pagaba a los guardias por los servicios de trabajo que realizaban los presos. De cierta manera los presos eran esclavos. Respecto al fumar en el campo, si un recluso fumaba se declaraba su renuncia a sobrevivir, pues esta acción juzgaba un mal presagio. Dejando de lado esta información, el autor nos recuerda que este ensayo describe las experiencias de un hombre y nos va a mostrar la psicología de sus vivencias. 3.Primera Fase Internamiento en el campo: El psicólogo nos cuenta que se distinguen tres fases psicológicas en la reacción de los reclusos a la vida del campo: la fase inmediata al internamiento, la fase de adaptación y la que sigue a la liberación. Aunque, ya conociendo la situación y la forma de pensar de este autor, dejó por escribir lo que estaba pensando: si el preso es lo suficientemente afortunado como para ser liberado. Dice que el síntoma más característico en la primera fase es el shock aunque él ya entró en shock mucho antes de entrar en el campo, junto a muchos más presos. La llegada de nuestro autor a la localización del centro fue terrible, pues durante varios días con sus noches viajó con mil quinientas personas en tren, compartiendo vagón con 80 personas que estaban tendidas sobre sus equipajes. Cuando el tren se detuvo al final en la estación fueron recibidos por reclusos. Estaban completamente rapados, vestían con trajes a rayas y pese al vestuario, parecían bien alimentados. Una cosa que sorprendió bastante al autor es que hablaban todas las lenguas europeas y tenían cierto humor. El autor nos cuenta que en psiquiatría hay un estado de ánimo que se llama ilusión de indulto, que es el proceso de consolación que desarrollan los condenados a muerte antes de su ejecución; conciben la esperanza de que van a ser indultados en el último minuto. Los presos que los recibieron eran remesas elegidas que acogían a los recién llegados, se ocupaban de los equipajes y los pocos objetos que portaban. Ellos metieron a unas mil quinientas personas en un barracón para un máximo de doscientas personas, además el hambre y el frío estaban muy presentes, y no disponían de espacio para tumbarse ni para estar de cuclillas. Lo único que comieron fue un trozo de pan. Un tiempo después les ordenaron dejar sus equipajes y objetos personales a los presos y formaron dos filas que debían pasar por delante de un oficial de las ss. Conforme el autor se iba acercando logró ver que el oficial examinaba a cada persona y su dedo se movía de izquierda a derecha aleatoriamente, más tarde le chivaron que era para separar a los grupos en dos: unos iban a estar destinados a trabajar duramente, los otros iban a ir directos a una cámara de gas. Él pasó la prueba, aunque no tuvo la misma suerte el 90% de las personas que pasaron por la primera selección. En el grupo de la izquierda (los enfermos y débiles que iban a morir) se repartieron pastillas de jabón y después fueron víctimas de una ducha de gas. El amigo de Viktor (el autor) no tuvo suerte y fue destinado al grupo de la izquierda. El superar la primera fase fomentó la esperanza de sobrevivir de el grupo de la derecha. Viktor se dio cuenta de que los hombres de la ss eran muy amables, pues luego les arrebataron los pocos objetos de valor que tenían y más tarde les introdujeron a empujones en unas duchas, pero de agua. Mientras se duchaba Vicktor se dió cuenta de que solo poseían la existencia desnuda y que solo se quedó con sus gafas y el cinturón que tuvo que vender por un trozo de pan. Algunos intentaban colar objetos, pero los de la ss les pillaron y ahí fue cuando escucharon los latigazos por primera vez, y la mayoría sentía un humor macabro y la curiosidad de si saldrían con vida de allí. Los presos se reunían en un cuarto donde recibían un cucharón de sopa aguada, que les servía de alimento, algunos enchufados podían tener un poco de lo que había al fondo de la sopera, que en ocasiones era patata o guisantes. Viktor volvió a ser invitado al cuarto donde había ocurrido la sesión de espiritismo, pero esta vez era para asistir a un recital de arte literario que ofreció el kapo más temido. Viktor se tuvo que morder tanto los labios para no reír que hasta se hizo sangre y aplaudió con mucho entusiasmo fingido. Era sorprendente que el sentido del humor no desaparecía en el campo de concentración, aunque este humor era apagado y de escasa duración. Viktor intentó desarrollar el sentido del humor de un amigo y le propuso hacer cada día una historia que pudiera suceder tras su liberación. (Los intentos por desarrollar el sentido del humor y ver la realidad bajo una luz humorística es una especie de truco que aprendemos en el arte de vivir. El sufrimiento humano actúa como un gas en una cámara vacía, el gas se expande por completo y regularmente en el interior, con independencia de la capacidad de la cámara. El sufrimiento ocupa el alma y toda la conciencia del hombre, de ahí se deduce que el tamaño del sufrimiento es relativo) cita Viktor. Fue trasladado a Dachau con muchos de sus amigos, otro campo de concentración, donde no había ni crematorios ni cámaras de gas. Estaban en un campo sin chimeneas. Agradecían el alivio más insignificante, se conformaban con tener un rato para despiojarse antes de ir a la cama, pero no era ningún placer, ya que estaban desnudos en un barracón con carámbanos colgando del techo. Los escasos placeres de la vida que tenían solo producía una felicidad negativa (la ausencia de dolor, según Schopenhauer). Viktor fue admitido en el barracón de cocina y, aun siendo el único repartidor de sopa, repartía justamente la sopa a todos los presos sin hacer excepciones. Luego fue admitido en el barracón sanitario, donde se presentó voluntario para tareas médicas en el campo con enfermos de tifus. Según la ética de Viktor, prefería arriesgar su vida ayudando a sus compañeros enfermos que arriesgarse a perder la vida en un trabajo inútil como la construcción. El sentía que la supervivencia absorbía la personalidad y los reducía a pensar que eran carne de exterminio, y las personas acababan perdiendo sus principios modales, llegando a pensar que están al mismo nivel que un animal. Todos los prisioneros anhelaban estar a solas consigo mismos. Después del traslado de Viktor a los llamados campos de reposo, disponía de cinco minutos de soledad, que él agradeció. Dice Viktor que el prisionero a estas alturas ya estaba endurecido, pero adquiría aún más consciencia del desprecio por la vida cuando se organizaba un convoy de enfermos, pues tiraban los cuerpos demacrados en unas carretillas hasta llegar al siguiente campo. Lo único que importaba era la lista de prisioneros, y esos hombres eran reducidos a números. Viktor ya en Auchwitz se impuso una norma que luego otros adoptaron y consistía en responder con sinceridad cuando le preguntaban pero sin salirse de la pregunta. En la segunda vez que se hacía un transporte a un campo de reposo, Viktor y algunos amigos suyos se apuntaron como voluntarios, a sabiendas de que podían acabar en una cámara de gas o en un verdadero campo de reposo. Viktor había aprendido a dejar que el destino siguiera su curso y sabía que prefería irse con sus amigos enfermos. Un médico con el que tenía relación le advirtió de que seguramente moriría pero él no cambió de opinión. Le pidió que si no regresaba le dijera a su mujer que él no paraba de pensar y hablar de ella, que es lo que más amaba en el mundo y que el tiempo de felicidad durante su matrimonio compensaba todo. El médico se echó a llorar y le dió la mano despidiéndose de él. A la mañana siguiente salieron con el transporte, y menos mal, ya que Viktor más tarde se encontró con un vigilante y le contó que había visto canibalismo en el campo que ahora dejaba atrás. En esa vida era necesario tomar decisiones rápidas ya que eso podía significar la vida o la muerte.Viktor intentó escapar con su amigo pero las dificultades técnicas hicieron que tuvieran que volver al Lager. Pero lo intentaron una segunda vez, entraron en un barracón vacío de la sección de mujeres y se hicieron con algunas pertenencias como un cepillo de dientes y una mochila unos mitones pero, en el último momento, Viktor comprendió que no podía irse, que su lugar estaba con sus amigos enfermos. Un día informaron de que el campo iba a ser evacuado e incinerado, y los prisioneros transportados a otro campo, aunque cerraron las puertas y todo parecía indicar que iban a condenar a los enfermos a perecer en el fuego así que Viktor y un amigo suyo volvieron a intentar fugarse. En el momento en el que él y su amigo se encontraron entró un camión de Cruz Roja Internacional de Ginebra para empezar a evacuar a los prisioneros. Ellos decidieron correr hacia el camión y ser trasladados, pero no les dejaron a ninguno de los dos y se quedaron durmiendo sobre unos colchones esperando a otros camiones para poder ser trasladados. Les despertó el sonido de los rifles y cañones y él médico jefe les ordenó que se echaran a tierra. Luego cayeron en cuenta de que el frente estaba allí, se detuvo el tiroteo y amaneció. Unas pocas semanas más tarde supieron que todos los no evacuados murieron calcinados. La apatía era producida por el hambre y la falta de sueño y también produce irritabilidad, otra característica de la psicología del prisionero del campo. Como los prisioneros estaban habituados a ver escenas de brutalidad, su agresividad había aumentado notablemente. Cuando Viktor trabajaba como médico tenía que ejercer como el jefe del bloque, era responsable de la limpieza del bloque y que los inspectores revisaran que todo estaba en orden. Lo único que les preocupaba a los inspectores era no ver ni polvo ni una brizna de paja en el pasillo y que las mantas estuvieran dobladas y en su sitio. Con unas horas antes de la inspección comenzaba la tortura mental, pues Viktor tenía que gritar a todos lo que tenían que hacer y en algunos casos aguantarse para no acabar golpeándolos. La experiencia de la vida en el campo de concentración demuestra que el hombre mantiene su capacidad de elección, puede superar la apatía y la irritabilidad,conservar un reducto de libertad espiritual. El tipo de persona en que se convertía cada prisionero era más el resultado de una decisión personal que el producto de la tiranía del Lager. Como dice Viktor: Precisamente esa libertad interior, que nadie puede arrebatar, confiere a la vida intención y sentido. El hombre puede conservar su valor, su dignidad, generosidad o ser arrastrado en la amarga lucha por la supervivencia y actuar como un animal. Y esto determina si será digno o no de sus sufrimientos. Un renombrado investigador en psicología ha manifestado que la reclusión en un campo de concentración podía denominarse vida provisional de duración desconocida, pues resultaba imposible predecir cuánto y cómo terminaría esa vida. Además una pequeña porción de tiempo para los presos no parecía nunca terminable por el tormento y agotamiento. Cualquier tentativa de combatir mediante la psicoterapia la presión psicopatológica que la vida en el campo ejerce sobre el prisionero, debía tener como objetivo darle la fuerza interior señalándole una meta que pueda alcanzar en el futuro. Le deprimía sentirse afectado y se obligó a pensar en otras cosas. Viktor se imaginó en un salón de conferencias sobre la psicología de los campos de concentración, pues distanciarse de la situación y superar el sufrimiento era necesario. Sus problemas se transformaban en el objeto de un estudio psicocientífico que él mismo estaba realizando. El prisionero que perdía la fe en el futuro estaba condenado, se abandonaba y decaía y se convertía en un sujeto aniquilado física y mentalmente. La mayoría de presos habían alimentado la esperanza de volver a estar en sus casas en Navidades, pero al no recibir noticias alentadoras perdían la entereza y se dejaban vencer por el desaliento. Morían al debilitarse su capacidad de resistencia. Definitivamente, lo que se necesitaba en tal situación es un cambio radical ante la actitud frente a la vida. No importa lo que esperaban de la vida, sino que importa lo que la vida espera de nosotros, el tener que dejar de preguntarse por el sentido de la vida, asumiendo el sufrimiento como tarea.
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