¡Descarga Resúmenes Don Quijote de la Mancha y más Esquemas y mapas conceptuales en PDF de Lengua y Literatura solo en Docsity! DON QUIJOTE DE LA MANCHA (1º parte) PRÓLOGO (1º parte) DATO AUTOBIOGRÁFICO (pág. 59): aquí aparece otro dato autobiográfico de Cervantes. Hacia 1569 se alistó en el ejército y fue destinado a Italia. Participó en la batalla naval de Lepanto, donde recibió tres tiros y, a causa de ello, perdió el uso de la mano izquierda. Así que fue conocido por el mote “el manco de Lepanto”. INTENCIÓN DE CERVANTES (pág. 62): sátira hacia los libros de caballería. De hecho, en el siglo XVII y XVIII, la lectura del Quijote se llevaba a cabo como un libro de burlas que provocaba la risa. PROSA (pág. 63): la prosa de Cervantes en el Quijote pertenecería a una prosa del Renacimiento tardío, sencilla, armoniosa y eficaz. TÉCNICA NARRATIVA (pág. 71): de nuevo se hace referencia a los escrito en los Anales de la Mancha. CAPÍTULO VIII (1º parte) LOCURA DE DON QUIJOTE (pág. 83): en su segunda salida, don Quijote adecua sistemáticamente la realidad a su mundo ilusorio. Un ejemplo de ello serían los molinos, que él los ve como gigantes. 1ª HAZAÑA (pág. 90): se la dedica a su dama Dulcinea tras salvar a la dama vizcaína de los peligros del camino. 1ª HAZAÑA (pág. 90): se la dedica a su dama Dulcinea tras salvar a la dama vizcaína de los peligros del camino. “AMOR DE OÍDAS” (pág. 90): el amor entre don Quijote y Dulcinea es un “amor de oídas”, una convención literaria característica de la literatura caballeresca. Se caracteriza: - porque el caballero realiza hazañas en nombre de la justicia caballeresca dedicándoselas y haciéndoselas saber a la dama, para así ganarse su amor y su aprecio (I, cap. VIII y XXII). - porque se defiende el honor de la dama, teniendo por ello enfrentamientos cuando se atreven a mancillar su nombre (I, cap. IV). Capítulo IV
(que no entra en Selectividad)
camino de su caballeriza. Y habiendo andado como dos millas, descubrió don Quijote un gran tropel
de gente, que, como después se supo, eran unos mercaderes toledanos que iban a comprar seda a
Murcia. Eran seis, y venían con sus quitasoles, con otros cuatro criados a caballo y tres mozos de
mulas a pie. Apenas los divisó don Quijote, cuando se imaginó ser cosa de nueva aventura; y por
imitar, en todo cuanto a él le parecía posible, los pasos que había leído en sus libros, le pareció venir
allí de molde uno que pensaba hacer; y así, con gentil continente y denuedo, se ARES bien en los
estribos, apretó la lanza, llegó la adarga al pecho, y, puesto en la mitad del camino, estuvo esperando
que aquellos caballeros andantes llegasen (que ya él por tales los tenía y juzgaba); y cuando llegaron a
trecho que se pudieron ver y oír, levantó don Quijote la voz, y con ademán arrogante dijo:
-Todo el mundo se tenga, si todo el mundo no confiesa que no hay en el mundo todo doncella más
hermosa que la emperatriz de la Mancha, la sin par Dulcinea del Toboso.
Paráronse los mercaderes al son destas razones y a ver la extraña tigura del que las decía, y por la
figura y por ellas, luego echaron de ver la locura de su dueño; mas quisieron ver despacio en qué
paraba aquella confesión que se les pedía; y uno dellos, que era un poco burlón y muy mucho
discreto, le dijo:
-Señor caballero, nosotros no conocemos quién sea esa buena señora que decís; mostrádnosla: que
si ella fuere de tanta hermosura como significáis, de buena gana y sin apremio alguno confesaremos
la verdad que por parte vuestra nos es pedida.
-Si os la mostrara -replicó don Quijote-, ¿qué hiciérades vosotros en confesar una verdad tan
notoria? La importancia está en que sin verla lo habéis de creer, confesar, afirmar, ¡jurar y defender;
donde no, conmigo sois en batalla, gente descomunal y soberbia; que ahora vengáis uno a uno, como
pide la orden de caballería, ora todos juntos, como es costumbre y mala usanza de los de vuestra
ralea, aquí os aguarde y espero, confiado en la razón que de mi parte tengo.
TÉCNICA NARRATIVA (pág. 93): en un momento culminante del capítulo VIII (en plena pelea con un vizcaíno) se corta la narración y dice que aquí se acaba el documento que le servía de base (Anales de la Mancha). Anales de la Mancha Cervantes CAPÍTULO IX (1º parte) Capítulo IX
Estando yo un día en el Alcaná de Toledo, llegó un muchacho a vender unos cartapacios y papeles
viejos a un sedero; y como soy aficionado a leer, aunque sean los papeles rotos de las calles, llevado
desta mi natural inclinación, tomé un cartapacio de los que el muchacho vendía, y vile con caracteres
que conocí ser arábigos; y puesto que aunque los conocía no los sabía leer, anduve mirando si parecía
por allí algún morisco aljamiado que los leyese; y no fue muy dificultoso hallar intérprete semejante,
pues aunque le buscara de otra mejor y más antigua lengua, le hallara. En fin, la suerte me deparó
uno, que, diciéndole mi deseo y poniéndole el libro en las manos, le abrió por medio, y leyendo un
poco en él, se comenzó a reir.
Preguntéle que de qué se reía, y respondióme que de una cosa que tenía aquel libro escrita en el
margen por anotación. Díjele que me la dijese, y él, sin dejar la risa, dijo:
-Está, como he dicho, aquí al margen escrito esto: «Esta Dulcinea del Toboso, tantas veces en esta
historia referida, dicen que tuvo la mejor mano para salar puercos que otra mujer de toda la Mancha.»
Cuando yo oí decir Dulcinea del Toboso, quedé atónito y suspenso, porque luego se me representó
que aquellos cartapacios contenían la historia de don Quijote. Con esta imaginación, le di priesa que
leyese el principio, y, haciéndolo ansí, volviendo de improviso el arábigo en castellano, dijo que decía:
Historia de, don Quijote de la Mancha, escrita por Cide Hamete Benengeli, historiador arábigo. Mucha
discreción fue menester para disimular el contento que recebí cuando llegó a mis oídos el título del
libro; y, salteándosele al sedero, compré al muchacho todos los papeles y cartapacios por medio real;
que si él tuviera discreción, y supiera lo que yo los deseaba, bien se pudiera prometer y llevar más de
seis reales de la compra. Apartéme luego con el morisco por el claustro de la iglesia mayor, y roguéle
me volviese aquellos cartapacios, todos los que trataban de don Quijote, en lengua castellana, sin
quitarles ni añadirles nada, ofreciéndole la paga que él quisiese. Contentóse con dos arrobas de pasas
y dos fanegas de trigo, y prometió de traducirlos bien y fielmente y con mucha brevedad; pero yo, por
facilitar más el negocio y por no dejar de la mano tan buen hallazgo, le traje a mi casa, donde, en poco
más de mes y medio, la tradujo toda del mesmo modo que aquí se refiere.