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Robinson Crusoe: La trampa de la Isla - Prof. Castañares Burcio, Apuntes de Periodismo

Daniel defoe narraba en robinson crusoe, capítulo viii, cómo, después de once años de estancia en la isla, el protagonista se dedicó a engañar a las cabras para capturarlas vivas, especialmente una hembra con crías. Construyó redes y hoyos con cañizos y pesos, pero los hilos se roían y los cebos eran comidos por otros animales. Finalmente, logró capturar a un macho cabrío y a tres cabritos, utilizando una trampa mejorada.

Tipo: Apuntes

2013/2014

Subido el 07/01/2014

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¡Descarga Robinson Crusoe: La trampa de la Isla - Prof. Castañares Burcio y más Apuntes en PDF de Periodismo solo en Docsity! ROBINSONIANA Pero hallándome ahora en el undécimo año de mi estancia y, como he dicho, empezando a agotarse mis municiones, me puse a estudiar los medios de poner trampas o lazos a las cabras, para ver si me era posible cogerlas vivas y sobre todo lo que quería era una hembra con crías. Con este objeto construí lazos para que se enredaran las patas en ellos, y creo que más de una vez ocurrió así, pero los hilos no servían y yo no tenía alambres, y siempre los encontré rotos y el cebo comido. Por fin me decidí a probar una trampa; así es que cavé en la tierra varios hoyos grandes en lugares en que había observado que las cabras solían pacer, y cubrí estos hoyos con un cañizo, también obra mía, sobre el que puse un gran peso; y diversas veces dejé allí espigas de cebada y arroz seco, sin tender la trampa, y advertí fácilmente que las cabras habían acudido y se habían comido el grano, porque vi las huellas de sus patas. Por fin tendí tres trampas en una noche, y al salir al día siguiente por la mañana las encontré todas intactas, pero el cebo había sido comido y había desaparecido; esto era muy desalentador. Sin embargo, modifiqué mi trampa y, para no cansar al lector con detalles, al ir una mañana a ver mis trampas, encontré en una de ellas un macho cabrío fuerte y viejo, y en una de las otras, tres cabritos, un macho y dos hembras. ( Daniel DEFOE, Robinson Crusoe, cap. VIII).
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