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Orientación Universidad
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Se regalan dudas PDF, Esquemas y mapas conceptuales de Derecho

Se regalan dudas pdf akkwkskajskkaks

Tipo: Esquemas y mapas conceptuales

2019/2020

Subido el 19/09/2023

shantal-maldonado
shantal-maldonado 🇻🇪

4.5

(2)

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¡Descarga Se regalan dudas PDF y más Esquemas y mapas conceptuales en PDF de Derecho solo en Docsity! > LETY SAHAGÚN ASHLEY FRANGIE > REGALAN > . DUDAS HE C a ne » EL PODCAST . n— MÁS SEGUIDO DE me MÉXICO Y DE LOS E MÁS ESCUCHADOS O DE HABLA HISPANA e 225 > a — o Grijalbo LETY SAHAGÚN ASHLEY FRANGIE o, Ob a IS => SE Ls REGALAN 27 DUDAS CA "ale 7 E y Grijalbo a) o ES Prólogo ¿Qué es lo que hace que Se Regalan Dudas tenga hoy una comunidad de millones de escuchas alrededor de todo el mundo? Yo conocí a Lety y a Ashley el 17 de octubre de 2019, el día en que grabamos juntos un episodio. Jamás me imaginé, y supongo que ellas tampoco, que la conversación tan íntima que tuvimos los tres ese día, donde hablamos de nuestra vergüenza, de nuestro camino para encontrar el amor propio, de partes de nosotros que juzgábamos incorrectas, de nuestro perfeccionismo y de los estándares que perseguíamos en nuestra vida para ser aceptados, iba a ser la primera de muchas más conversaciones que existirían en el futuro. Casi un mes después de aquel encuentro, me convertí en su coach y tuve la oportunidad, por dos meses enteros, de conocer las partes más sagradas, íntimas y profundas de su historia. Y así fue como pude encontrar la respuesta a esta duda. Desde el día uno que empezamos a trabajar pude ver la seriedad con la que ambas se toman su trabajo interno. Pude ver lo comprometidas que estaban en querer expandir su conciencia y en sanar su historia con la vergüenza que habían experimentado en su vida. No quedaba duda de que tenía frente a mí a dos mujeres con una misión muy especial en esta vida, y que estaban siendo congruentes y consecuentes con la misma. Vi a dos mejores amigas que estaban siempre dispuestas a escucharse con humildad y con compasión, ya que entre ambas abrieron espacios de vulnerabilidad que necesitaron de mucho coraje por parte de cada una. El mundo interno de Ashley es un misterio, así como el mar lo es para ella. Jamás hay que apresurarla. Nunca te va a dar una respuesta hasta que no se haya sentado un rato con la pregunta. El de Lety contiene un espíritu rebelde y romántico que jamás se ha conformado con las normas establecidas. Aunque le duela, jamás la vas a ver quedarse en un lugar que le corte las alas y no le permita volar. Es verdad que Ash y Lety tienen una «infinita necesidad de cuestionarse todo, todo lo que está a su alrededor». Son sus auténticas dudas, y su deseo por encontrar las respuestas más certeras, las que han hecho que tantos corazones resuenen con ellas y con su hermoso proyecto. No me sorprende entonces que el libro que estás sosteniendo en tus manos en este momento esté construido con las 18 preguntas que, para ellas, todos deberíamos hacernos. Lety y Ash personalmente leyeron más de 160,000 respuestas en los meses pasados, y eligieron aquellas que nos muestran la diversidad que existe en todos nosotros para explicarnos la vida. Se Regalan Dudas ha dejado al descubierto que sin importar nuestra historia, nuestra identidad de género, religión, edad u orientación sexual, al final del día todos estamos hechos de las mismas dudas. Nos ha dado las claves para entender que no existe una sola respuesta, sino existen múltiples. Está en nuestras manos elegir la que esté más alineada con quien realmente somos. Gabo Carrillo Head coach El Método Watson ¿Cómo empieza nuestra historia? Nos conocimos casi desde que nacimos. Lety llegó unos meses antes a la Tierra y Ashley al principio del siguiente año. Dicen por ahí que existen grupos de almas que viajan por el universo sin separarse tanto, para así poder reencontrarse cuando es momento de bajar a una nueva vida. Estamos seguras de que nuestra historia es algo parecido. Durante nuestra niñez nos cruzábamos. Nuestros abuelos fueron mejores amigos y nuestras abuelas jugaron canasta juntas hasta que no estuvieron más por aquí. Crecimos viendo el mismo mar, ese desde el que hoy escribimos. Pero no nos reencontramos hasta que éramos unas adolescentes confundidas, y luego jamás nos volvimos a soltar. Quienes nos conocen saben que, a estas alturas, podemos leernos la mente y la mirada. Somos nuestra mejor guía. Hemos ido y venido juntas por la vida. Siempre compartiendo todo: familia, dinero, amigos, espacios, calcetines, risas, comida, llantos, corazones rotos, las ganas de no poder estar quietas y nuestro amor incomprensible por el reguetón. No sabríamos cómo explicarlo, pero es como si nos hubieran repartido habilidades sabiendo que íbamos a estar juntas y entonces una dicta, mientras que la otra escribe; una tiene dislexia y la otra ganó un concurso de ortografía; una llora cuando la otra abraza; una corre, la otra sostiene; una duerme, la otra amanece ¿Qué mata al amor? • ¿Has mendigado amor? • ¿Dejaste que las expectativas mataran al amor? • ¿Qué dejaste de decir? • ¿Qué aprendiste del amor que no funcionó? • ¿Qué silencios te costaron caros? • ¿Te has perdido en alguien más? • ¿Basaste tu valor en lo que otra persona era capaz de darte? • ¿Qué pediste que no podías dar? • ¿Dejaste que el miedo ganara la batalla? • ¿Te quedaste cuando sabías que era momento de irte? • ¿Insististe sabiendo que ya no había nada por rescatar? • ¿Permitiste que alguien cruzará tus límites? • ¿Te convertiste en una versión diferente de ti? • ¿Callaste? • ¿Hablaste desde el corazón? • ¿Amaste a alguien más de lo que te amas a ti mismo? • ¿Fuiste por todo o te protegiste? • ¿Qué aprendiste de la relación que no funcionó? • ¿Lograste Se va desvaneciendo cuando elegimos el silencio y el orgullo por encima de lo que se atora en la garganta. Se pierde cuando queremos vivirlo desde la cabeza y nos contamos todas las razones por las que sí y por las que no. El corazón ya sabe quién o qué lo hace vibrar, somos nosotros los que hacemos caso omiso. Los que olvidamos que cada vez que dejamos de escucharnos un pedacito de nuestra alma se va apagando. El amor muere cuando en su nombre nos perdemos a nosotros mismos. Cuando permitimos que alguien nos pase por encima y nos hacemos chiquitos de a poco para encajar en el espacio que queda. El amor se muere cuando queremos definirlo o entenderlo. Por el contrario, el amor respira cuando lo dejamos crecer libremente. Cuando hay suficiente oxígeno para que las dos partes decidan libremente irse a otro lado y aun así se elijan. Cuando somos capaces de soltar esos cuentos de película. Cuando dejamos que el amor sea lo que tenga que ser ese día y abrimos los brazos a la posibilidad de que mañana podría ser algo distinto. Pero sabes qué es lo más bonito del amor, que quizás no muere por completo. Cambia y se siente diferente, pero no empieza ni termina, no llega ni se busca, ni se va. Otras personas vienen a reflejarlo, pero el amor vive en ti.¶ ASHLEY: Creo que si supiéramos la respuesta a esto estaríamos todavía con aquel primer amor de nuestras vidas. Creo que no hemos podido entender que el amor a veces se acaba, así sin más. Aunque a lo mejor no muere, sino que sale por la ventana sin intención alguna de volver. Estoy convencida de que uno de los sufrimientos humanos más grandes es causado por la idea de que termine algo que nos trajo tanta vida. No logramos comprender sin que se nos salga el corazón del cuerpo que el amor como llega, a veces se va. Sin mucho aviso, sin mucho que podamos hacer. Creo que existen amores de todo tipo. Existen amores que no se destruyen, no se mueven, no se van. Esos que pasan el tiempo, la distancia, las corrientes de la vida y son tan sólidos como el primer día. Estos son los amores que viven dentro de nosotros, que completan nuestra existencia y dan sentido a nuestra vida misma. Pero también existen amores un poco más intensos y más cortos. Amores que vinieron a sacarnos de algún lado, a mostrarnos algo, y ya. Ésa fue su misión. Amores que confundimos con alguien más, amores de fin de semana. Amores que duelen tanto que no podemos tener cerca. Amores que nos curan de otros amores, amores que vinieron por unos besos. Amores que olvidamos aunque antes no pudiéramos vivir sin ellos. Amores ausentes, amores que tenemos enfrente toda la vida y no reconocemos. Amores que preferimos dejar ir, y vivir con la nostalgia de que en algún universo paralelo estamos juntos. Amores de todo tipo, en todos lados y casi siempre a toda hora. Cuando el amor se va nos deja con la idea de que murió. Para que se vaya basta con creer que éste lo puede todo y que es para siempre. Basta con pensar que el amor es algo que se da por añadidura, sin entender todas las partículas, átomos, tiempos y constelaciones que tuvieron que ponerse de acuerdo para que tú y alguien más, en algún determinado momento, se amaran. Poder amar y amar bien requiere de tantos factores y a la vez de ninguno que sea importante. Porque cuando uno ama, todo cobra sentido. La distancia siempre es corta, y el tiempo puede doblarse. Darlo por sentado, creer que siempre está: lo mata, lo reduce a un sentimiento y no a un sentido de vida. Pero a lo que quiero llegar es que no creo que el amor muera. Creo que el amor tiene temporalidad, tiene misiones, tareas que cumplir y luego… tiene que irse. Tiene que irse a andar a otros corazones, a otras camas. Entonces en sí el amor no muere, el amor anda libre por la vida corriendo de un lugar a otro aunque quisiéramos amarrarlo a la pata de la cama. En temporadas viene a visitarnos, en otras lo tenemos que buscar adentro. Pero el amor siempre está, y siempre vuelve.¶ • • • Isabel Allende | 76 años | escritora | «Supongo que el amor muere por diferentes razones, según la persona. Para mí, que he vivido tan largo y tengo tres matrimonios, el amor muere por descuido, como las plantas. ¿Cómo nos descuidamos? Con las rutinas, el tedio de cada día, las épocas grises por las que todos pasamos, el trabajo al cual le damos prioridad y tantas otras preocupaciones y distracciones. También descuidamos el amor por impaciencia y deslealtad. Mi primer matrimonio duró 29 años y el segundo 28. En ambos casos cuidé mucho la relación por 20 años y los otros fueron de esfuerzo para remendar lo que ya estaba roto. No me cuesta nada enamorarme y casarme, pero me cuesta mucho separarme y divorciarme. Cada matrimonio fue una tremenda inversión de amor y me tomó años aceptar que había terminado y no podía salvarlo. Me casé hace poco (a los 76 años) y seguramente no alcanzaré a vivir esos 20 años mágicos de amor fresco; no tendré tiempo de matar el amor ni de dejarlo morir por inanición». ejemplo». Valeria Monge | 28 años | técnico en Telemática «El silencio en exceso». Aimée Olvera | 25 años | arquitecta «Otro amor... No necesariamente tiene que ser una persona, puede ser un sueño, una nueva ciudad o uno mismo». Mariana Gaxiola | 26 años | redactora «No creo que algo puntual sea lo que mate al amor, creo que siempre voy a amar a todos los que me acompañaron en mi vida de manera romántica; me enseñaron tantas cosas y me hicieron ver valor en mí donde antes no lo veía. Quizás haya fórmulas de parejas que duran más tiempo que otras; como una buena serie, algunas tienen sólo una temporada y son increíbles, mientras que otras pueden durar diez temporadas y siguen funcionando. Ambas están bien. En un momento la fórmula simplemente no sigue generando lo mismo y ya está». Lara Pombo «La falta de confianza y vulnerabilidad. Para vivir el amor con todas las de la ley tienes que confiar en que va a funcionar, tienes que confiar en la otra persona y, sobre todo, perder el miedo a mostrarnos tal y como somos. Lo que mata al amor es la cantidad de fachadas que tratamos de poner para ser merecedores de amor. Quienes somos ya es suficiente». Daniela Rondón | 30 años | Ventas «La expectativa en el otro, dar con la consigna de recibir. No sanar tus heridas». María José Cortés | 27 años | maestra «Las relaciones, al igual que nosotros, crecen y maduran, y con ello comienzan a desarrollarse nuevas fases y, a su vez, con cada fase una forma distinta de expresar el amor. Antes podía ser una cita a un restaurante bonito y ahora un abrazo en momentos difíciles». Verenisse Flores | 25 años | emprendedora «Cuando no es alimentado o no se cuida. El amor está vivo, como un órgano, una planta, un cuerpo de energía. Si no lo alimentas ni lo cuidas dejará de existir». Anónimo «En estos momentos estoy enamorada de una persona con quien no puedo estar. En mi caso, nada mata al amor que siento por Victoria, ni la distancia, ni el tiempo que tenemos de no hablarnos, tal vez eso hace que la ame aún más». Anónimo «El amor no existe por sí solo. El amor no aparece de la noche a la mañana, ni empaca sus maletas y se va de repente. Cuando estamos “enamorados”, lo que en realidad está pasando es que nuestro cerebro está emitiendo señales que nos hacen sentir bien. Imaginando que los humanos hubiéramos evolucionado como especies monógamas, la solución para no dejar de sentir amor por una pareja sería no dejar de sembrarlo; compartiendo ideas, experiencias, siendo transparentes con nuestras formas de pensar y desarrollándonos individualmente para poder contribuir al crecimiento de la relación. La realidad es que somos un pelín más complicados que eso; tenemos miedos, seguimos reglas sociales y somos generalmente más egoístas de lo que creemos. Si partimos de la idea de que constantemente estamos aprendiendo y transformándonos, ¡es absurdo pensar que vamos a ser los mismos en 15 o 30 años! Yo creo que sentir amor por alguien más es el resultado de la participación en uno o varios aspectos de la vida con ese alguien. Sin participación, no pasa nada, ¿no?». Mauricio de la O | 34 años | Berlín «La falta de congruencia entre lo que se dice, se siente y se hace». Pamela Aviney Alva | 21 años | estudiante de Medicina «El no saber reconocer cuando te equivocas, el no saber pedir una disculpa cuando sabes que lastimaste con tus palabras. Aunque no creo que lo mate, porque el amor siempre está, únicamente aprendes que no puedes estar en donde duele y tomas la decisión de irte». Gabriela Lemus | 30 años | maestra «La codependencia, olvidarte de tu esencia por querer entregarle todo al otro por esta errónea idea del amor romántico. El abandono de uno mismo». Anónimo | 54 años «Tratar de ser la mamá/papá de tu pareja». Tyler Phillips | 27 años | editora de fotografía «Llevo 10 años casada y otros 4 más juntos. Y contrario a lo que siempre hemos escuchado, la verdad es que la rutina no mata al amor; a veces, incluso lo fortalece. Y si la hacemos “a la medida”, con lo que realmente nos gusta a los dos, es delicioso disfrutar la cotidianidad más simple con tu pareja». ¿Qué mata al amor? Este libro no está completo sin tu respuesta. ¿Dónde encuentras a Dios? ASHLEY: Mi historia con Dios es complicada. No sé si pueda definirla tan rápido. Si algo he hecho ha sido buscarlo, en donde me dijeron que siempre estaba, en donde me contaron que lo encontraban, pero yo nunca lo encontré ahí. De chica creía que era, entre el salón entero de niñas en una escuela católica, la única que no podía escucharlo. Crecí rodeada de las diosas hindúes de mi madre y los santos árabes de mi padre, y seguí sin encontrarlo, creyendo que había hecho algo antes de nacer que hacía que él no quisiera hablarme. Si hace unos años me hubieras preguntado dónde encuentro a Dios mi respuesta hubiera sido que en ningún lado. Que él había desaparecido de la faz de la tierra para no volver. En mis veintes me dediqué a buscarlo, desesperadamente. Fui a la India y lo busqué en los áshrams por allá, y tampoco estaba. Fui a Asia a ver a los monjes, y absolutamente nada. Luego fui con los chamanes con los que crecí y sólo encontré silencio. No entendía nada. Llegué a creer que Dios era sólo una cosa de la imaginación, una excusa para no sentirnos tan chiquitos en un universo que al parecer se expande a diario, y sentí enojo de pensar que, en caso de existir, Dios me había creado y me había dejado aquí. Aquí sola, sintiéndome completamente abandonada por él. No se me había ocurrido, sino hasta que crecí un poco y anduve vagando sola y dejé de buscar, que Dios estaba por todos lados, en todo. Que Dios es mi silencio, es mi libertad. Dios no es un arquitecto que diseña mi vida, es un verano caluroso en Nueva York. Dios es sentirme en casa sola y confiar en que habrá muchos martes en la tina. Son mis mañanas y mi ahijado. Dios es el Big Bang, y esas veces que se nos eriza la piel. Él está en las iglesias, pero también en mi jardín. Es mi pasado y mi futuro. Pero entre todo Dios es mi presente. Es todo lo que soy y lo que quiero ser. Dios no se fue a ningún lado. Dios es lo absoluto y es la nada. Dios está en el tiempo, en el espacio. Dios, finalmente, está en el mar.¶ LETY: Durante muchos años creí que Dios se veía de una forma y vivía dentro de las cuatro paredes que me llevaban a visitar cada domingo. Seguí todas las reglas que me enseñaron al pie de la letra. Repetí incontables veces las mismas oraciones, intentando sentir algo. Quería hablar con él, escucharlo, pedirle perdón por todo lo que creía que estaba «mal» conmigo. Tenía tantas preguntas, nadie parecía tener las respuestas y pasa que yo nunca he sido buena para callar. Las preguntas salen de mi garganta y una vez que viven en mi cabeza no puedo dejar de verlas, me acompañan desde el desayuno hasta la cena. Creo que en ese entonces no podía separar la idea de Dios de las creencias y la institución que me habían bautizado. Me creí todas esas. Me culpaba y juzgaba como si fuera el pan de cada día, en este ir y venir entre «el bien y el mal». Me fui apagando durante años y no lo sabía; desconectada de mí, de mi intuición y de mi cuerpo. Seguí buscando desesperadamente en libros, a través de sacerdotes, en templos y escuelas. Pensé que Dios era algo separado a mí y no sabía cómo sentirme conectada. Mi despertar espiritual empezó el día que dejé de escuchar a otros y empecé a escucharme a mí. Encontré respuestas que no me enseñó nadie, pero que por fin me hicieron sentido. Alejarme de iglesias y conceptos de alguien más, me acercó mucho más a Dios. Estudié todas las religiones y empecé a entender las enseñanzas de los grandes maestros de la humanidad, para darme cuenta de que todos ellos vinieron a enseñar amor. El tipo de amor incondicional que no castiga, no amenaza, no culpa, no juzga, no condena, no mata, no señala y no instaura miedo en otro ser humano. A Dios lo encontré el día que entendí que bien podía ser ella o él, tú o yo. Mientras más intentaba definirlo o explicarlo, más me separaba de todo eso que es, que no se puede poner en palabras. Entendí, sobre todo, que la única manera de encontrarlo era dentro de mí. Dios empieza y termina en cada uno de nosotros y es esa fuerza de unidad de la que todos venimos y a la que todos vamos a regresar. Quizá si lo entendemos así, dejaríamos de encontrar cosas que nos dividen y empezaríamos a encontrar todo eso que nos une, ahí está Dios.¶ • • • «Mirando al cielo». Emilia García | 16 años | estudiante «Últimamente me he decidido a leer la Biblia y siento que puedo viajar al pasado y que Dios se comunica conmigo y ahí todo cobra sentido. preguntas!». Andrea Carrera | 28 años | abogada «No creo necesariamente en un Dios, pero creo en el universo. Creo que la forma en que interactuamos con el universo tendrá una reacción sobre nosotros y que nuestras vidas están predestinadas a enseñarnos ciertas lecciones que nuestras almas deben aprender. Si no aprendes la lección (por así decirlo), luego vuelves a reencarnar en otro cuerpo o forma hasta que hayas realizado el punto de ser». Tanika Roy | 36 años | técnico de Integración «En todos lados. Las iglesias o los centros de culto únicamente son un lugar en donde puedes compartir tu religión con otras personas. Pero Dios está en cualquier lugar». Priscila Aguilar | 25 años | analista de Recursos Humanos «He aprendido que Dios está en donde tú decidas que quieres que esté. En lo que amas y profesas, en lo que creas, en lo que sientes, en lo que disfrutas, en quienes amas e incluso en quienes no conoces. Está en ti, en todos». Mariana Castañeda | 24 años | licenciada en Turismo «Llámalo y tendrás la respuesta». Raúl Álvarez | 31 años | editor de moda «Justo hoy fue tema de discusión en mi casa porque practicamos diferentes religiones o ideas acerca de la espiritualidad, pero llegamos a la conclusión de que Dios es energía, está entre todos a cada momento, aunque ¿cómo es eso posible? Yo lo entendí así: porque todo y todos conformamos a Dios, y al final todas las religiones tienen un mismo fin que es ser buenas personas en la práctica del amor, por lo que a Dios lo podemos encontrar en donde haya amor». Giselle Green | 26 años | arquitecta «A mi hijo le pregunto: ¿En dónde está Dios? Y él se señala el corazón. Ahí está». Froylán Zaragoza | 31 años | empleado «En los colores del atardecer, en el cielo estrellado, en la luna gigantesca, en un buen beso, en las mariposas en el estómago cuando veo al amor de mi vida, cuando siento los latidos de mi bebé en mi vientre y cuando bailo y canto con todas mis fuerzas». Susana Olvera | maquilladora «Dios es el multi-universo del que surgió nuestro cosmos y que finalmente llevó a nuestra creación. Todos somos parte de Dios. Cualquier separación entre Dios y la humanidad es algo creado por los humanos». Kristhine Hoflack | 29 años | empresaria «Jesús dijo: “permanezcan en mí, y yo permaneceré en ustedes”; es decir, “sean intencionales en buscarme y me encontrarán”. Cuando queremos mantener una relación con alguien, lo buscamos, lo llamamos, le escribimos… De la misma manera, debemos ser intencionales en buscar, orar, meditar y encontrar a Dios en nuestras vidas. Pero hablando desde la experiencia propia, es así como yo le encuentro: siendo intencional en buscarlo». Daniel Suárez González | 28 años | pastor «Lo encuentro en la naturaleza, en el orden de las cosas. Creo que el mundo no puede estar tan lleno de matices sin alguien orquestando el equilibrio de la naturaleza y los hechos». Andrea Jiménez | 21 años | actriz «En mis rituales frente a la luna». Rubí Ruiz | 29 años | emprendedora «En todas las piezas que encajan». Valeria Beckmann | 22 años | estudiante «En los ojos de mi papá cuando se le quiebra la voz al decir: “estoy orgulloso de ti”, ese apoyo y amor incondicional es un regalo de Dios que restaura mi fe». Michelle Rendón | 24 años | arquitecta «¿Acaso se nos perdió? No lo buscas, él vive dentro de nosotros; tiene que ver con una determinación. Es un deseo profundo que tenemos y determinamos, que va a regir nuestras vidas a través de su palabra». Mayra Sandoval | 30 años | estudiante «En las personas: trato de siempre recordar que él está presente en los demás, en cada persona que conozco. En mis papás cuando me están apoyando y confían en mí; en mis amigos, quienes siempre me escuchan y están cuando los necesito; en mi pareja cuando perdona el haberme equivocado; en mis hermanos cuando se alegran de mis éxitos, y en todas aquellas personas que llegan a mi vida a enseñarme algo, él está ahí». Valeria Anduaga | 22 años | consultora «En la vida misma». Diana Lizbeth Pérez | 28 años | profesional de la salud «En el mismo lugar en el que busco amigos imaginarios y unicornios. Yo busco bondad y belleza cada vez que puedo tener un momento de hombre gay en una comunidad cristiana fue emocionalmente agotador. Me sentí tan deprimido, alienado e incomprendido. Se dice que, a través de nuestro dolor y sufrimiento, llegamos a ver el plan de Dios para nosotros. Con lo difícil que fue salir del clóset, veo que necesitaba experimentar eso para poder convertirme en el hombre que soy hoy. También me ayudó a ver qué tan rota está la humanidad, y que las personas operan por miedo casi siempre. A través de nuestros miedos, hemos proyectado nuestras propias agendas, y el verdadero significado detrás de la religión o la sexualidad, se pierde. Dicho esto, no me considero el tipo de creyente que normalmente encontrarías. En lugar de eso, sigo la guía interior que he sentido en mi corazón a lo largo de los años. Dios está en mí, Dios continúa desafiándome y guiándome hacia pastos más verdes». Eric Doolin | 28 años | fotógrafo «A las 3 de la mañana cuando estoy llorando y sólo puedo hablar las cosas con Él». Anónimo | 22 años | estudiante ¿Dónde encuentras a Dios? Este libro no está completo sin tu respuesta. realidad eres? • ¿Te has atrevido a cuestionar las creencias que no son tuyas? • ¿Si tuvieras tus propios hijo(a)s, qué harías diferente? • ¿Te has encontrado haciendo o diciendo cosas idénticas a lo que ellos hacían? • ¿A dónde vas es una consecuencia de dónde vienes? • ¿Has podido honrar y agradecer lo bueno y lo malo de quienes te dieron la vida? • LETY: Mi mamá me enseñó el amor sin condiciones. Nunca he entendido de dónde saca tanta fuerza para ver por los demás y hacer sentir a cualquier persona, que se cruza en su camino importante y especial. No conozco a alguien que no haya recibido una invitación abierta a nuestra casa, a nuestras vidas gracias a mi mamá. Es como si pudiera ver lo que muchos no vemos a simple vista y en su corazón cabemos todos. Además ella brilla, según me cuenta mi Tita, siempre ha brillado. Entonces no hay un lugar al que entre y pase desapercibida. Con ella aprendí a soñar, a crecer y a ir siempre para adelante. Tiene este superpoder de bailar con la vida y decir siempre que sí. Mi mamá ha sido mi más grande maestra, creo que al final somos tan parecidas que nos empujamos la una a la otra a crecer constantemente. De ella viene mi fuerza para ir por lo que quiero en la vida. Mi papá es la persona más auténtica y congruente que conozco. Creo que ha sido el mayor testigo de quien soy y nunca ha querido cambiar una sola cosa de mí. Me ve por quien soy, me acompaña de cerquita y se ha encargado de ser tierra firme para dejarme volar a donde he querido ir. Con su ejemplo he aprendido de amor propio, de libertad y sobre todo que no hay nada en la vida tan importante como para perder su paz. Mi mamá dice que si tuviera la oportunidad de reencarnar en alguien, quien sea, reencarnaría en mi papá y creo que yo también. Él supo descifrar lo que muchos buscamos toda una vida, ha sabido encontrar la felicidad en el día a día y en las cosas simples. Mi papá nunca ha esperado a nada y a nadie para ser feliz. Él es feliz en su libro, con su noticiero, viendo el golf, con su lonche para cenar, en su siesta, buscando jacuzzis por el mundo, cantando canciones siempre desentonadas y repitiendo una y otra vez palabras en inglés sin ningún motivo. Él es feliz en donde esté, con quien esté y haciendo lo que sea que esté haciendo. Pero de todo lo que mis papás me dejaron, lo mejor se llama: Jaime, Rodrigo y Renata. Con mis hermanos aprendí a amar y cada uno completa una parte de mí. Ellos tres son mi mejor plan. Jaime fue mi mejor amigo la mitad de mi vida. Compartíamos todo: cuarto, amigos, planes, sueños, hasta gustos. Después de años de forzarme a jugar nintendo, luchitas, tazos, canicas, y ver Supercampeones y Caballeros del Zodiaco me terminó por gustar lo mismo que a él. No sé si alguna vez admiré más a alguien como a mi hermano grande, quería ser como él. No había nada que Jaime hiciera que no me pareciera el hallazgo más grande de la vida. Rodrigo le trajo luz a mi familia. Nadie tiene un corazón tan grande, tan único y leal como el suyo. Tiene a los mismos amigos desde que tenía 5 años y es el más inteligente de los 6. Aunque Ro y yo tenemos formas de ver la vida totalmente opuestas, nadie me ha respetado tanto como él. La confianza que hemos creado conforme hemos crecido y las llamadas para chismear de nuestras vidas se han convertido en mis favoritas. Rena fue mi bebé. Si no me toca ser mamá en esta vida no importa porque siento que ya viví un amor así de grande. Compartimos cuarto y muchas cosas pero nunca nos hemos peleado. Somos el yin y el yang. Ella es todo lo que yo no soy y viceversa, por eso ella es mi mayor confidente y quien me centra. También fue la única que creyó en mí y en mis sueños cuando nadie más creía. Crecí también con mis cuatro abuelos hasta que fui adolescente. De mi abuela Mimi aprendí que la vida es mejor a colores, que lo que se De mi madre ¡qué no he aprendido! Ha sido mi mayor maestra, mi escuela favorita. Para empezar, aprendí de ella que el mundo tiene muchas dimensiones y que si aprendes y te concentras puedes moverte entre ellas. Me enseñó todos los ritos y rituales que existen. A ser respetuosa con la energía, con Dios y la naturaleza. A no tener miedo, porque mi madre es una leona. A sacar las uñas por ti y por los que amas. A escribir y a tener altares por todos lados. A buscar el sentido de pertenencia hasta que lo encuentres. Mi madre no sabe mucho de grises, de neutralidades, ella siente todo con pasión, entonces la pasión con la que vivo la aprendí de ella. Aprendí a confiar en el universo y a ser una digna hija de él, a saber que todo está al alcance de mi mente y de mi corazón. Aprendí que el agradecimiento se multiplica. Pero sobre todo de mi madre aprendí de luz. Su nombre ya lo decía por ella desde que nació. Aprendí de luz, a brillar por donde andes, a no tenerle miedo a quien eres, a ser siempre tú, sin miedo, sin máscaras. Que quien eres es suficiente. De Elena, mi abuela, aprendí del mundo. Que todos los rincones valen la pena ser visitados. También de fotografía y de lo delicioso que es ver televisión en la cama. Aprendí a ser norteamericana y a vivir en Estados Unidos. Aprendí a respetar la tierra y a los animales. Ella me enseñó que la familia es más a quien escoges que de quienes naces. Igual a través de ella aprendí a que el silencio pudre todo y que los límites son un acto de supervivencia. Aprendí de amor, amor incondicional y que desconoce el tiempo. Y de mi Ofita aprendí a ser mexicana. A comer de todo y con todo, a que la barriga llena y la comida hecha con amor es suficiente. Aprendí a que la vida a veces es injusta. Que los acomodos sociales son injustos y poco razonables, pero que el amor no entiende nada de esto. Aprendí que no hay cosa que no pueda aprender, que una buena cara y una buena risa abre todas las puertas del mundo. Aprendí de fuerza y a ver el mar con otros ojos. Ella pudo curar mi corazón lavándome el pelo; sus mimos y caricias arropan mi alma y la de mis hermanos hasta el día de hoy. Ahora puedo decir que no me habría gustado que algo fuera diferente, que quien me trajo a la Tierra y los que me cobijaron fueron la guía, el bosque que necesitaba para ser. Hubiera querido que sanaran algunas heridas antes de que nosotros tres bajáramos a la Tierra. A veces siento que interrumpí sus procesos, el camino hubiera sido el mismo, pero más frondoso.¶ • • • Tamara Trottner | escritora | «Junto a mi mamá aprendí que hay pasiones que no tienen remedio y que hay que luchar por ellas, pase lo que pase. Aprendí que una mordida a un chocolate mitiga casi todos los males y los que no se curan con chocolate, generalmente se acomodan con el tiempo. Aprendí a confiar en los precipicios porque son sus orillas las que nos permiten volar y, a veces, también nos enseñan a caer, y entendí que las dos cosas son igual de importantes. Mi mamá se casó con su alma gemela, resulta que esas sí existen, aunque la vida insista en hacernos creer lo contrario. Juntos me enseñaron a querer como el otro necesita ser amado y no como nosotros anhelamos. Él le consentía todos sus caprichos y al hacerlo su rostro se convertía en sonrisa. Ella lo admiraba y aplaudía todo lo que hacía, aunque fuera llegar tarde a su fiesta sorpresa porque estaba atendiendo a un paciente; aquel día, en vez de enojarse le pidió al trío que cantara “Ya llegó el que andaba ausente”. Me hubiera gustado que me enseñaran que no era necesario ser perfecta para ser querida. Mis padres aplaudían mis excelentes calificaciones, mis diplomas, presumían qué niña tan responsable y educada era, y con sus aplausos, que yo confundía con una clara, contundente e inequívoca muestra de amor, me esforzaba cada día más porque pensaba que de lo contrario dejarían de quererme. Después me fui equivocando por la vida, me permití despeinarme, rasparme las rodillas, cometí errores y dejé de ser tan responsable y ellos siguieron abrazándome con un profundo amor. Ojalá me lo hubieran dicho antes». • • • «Lo positivo es que han creído en mí incondicionalmente, me han apoyado en todos y cada uno de mis sueños. Y aunque a veces les ha costado, han respetado lo que quiero: ser independiente de ellos. Me habría gustado que no me hubieran dado tantas comodidades; es decir, creo que en algún punto me resolvieron tanto la vida que no me daban la oportunidad de crecer y hacer las cosas por mí misma». Magaly Nasser | 27 años | emprendedora «Amo que me hayan inculcado el respeto hacia todos sin importar a qué se dediquen, a ser responsable y puntual, a respetar la vida de todo ser vivo y el amor a Dios. Me habría encantado que mientras se divorciaban no me pusieran en medio de sus pleitos, que me dejaran vivir en paz como la niña de nueve años que era». Miriam Nolasco | 22 años | licenciada en Nutrición «Amo que todo se pueda discutir en la mesa, cualquier duda se podía hablar». Denisse Alejandra Flores Cuadros | 25 años | médico «Algo que me habría gustado cambiar es el hecho de querer tenerlo todo de alguna forma. Crecí en un hogar que batalló muchas veces económica y emocionalmente, así que me habría gustado escuchar «Me hubiera gustado que se sintieran menos responsables de mi felicidad y más responsables de la de ellos». Anónimo | 36 años | ingeniero industrial «Mi abuelo me enseñó que la educación no tiene nada que ver con el dinero. Y mi abuela me sigue enseñando que “cosechas lo que siembras”. No sé realmente si hubieran podido hacer algo diferente, hicieron lo que sus padres les enseñaron; la forma en la que te crían viene de generaciones en generaciones». Aileen Meléndez Salinas | 27 años | diseñadora «Positivo: siempre me dejaron ser libre con mis decisiones. Negativo: toda mi vida ha sido una crítica constructiva de parte de las personas que me rodean. Creo que hubiera sido increíble que mis papás supieran cuándo dejar de opinar». Greta Elizondo | 27 años | bailarina «Me dieron la vida, a mis hermanos, una familia, un sustento... Se encargaron de que siempre tuviera “todo”. Me habría gustado que se cuidaran más en lo individual, que se sanaran y enfrentaran sus ruidos internos, que acomodaran un poco sus historias personales». Natalie Alonso | 39 años | maestra «Mi madre me enseñó a mirar alto y a ser perseverante, sin importar las veces en que yo creyera que no era suficiente. Me hubiera gustado que me enseñaran que la dependencia amorosa te frena; ella depositaba todas sus energías (incluida su alegría de todos los días) en su mala relación con mi padre». Anónimo | 25 años | estudiante de Medicina «Mis papás me enseñaron el arte de hacer un hogar a donde sea que van, de reírse hasta en funerales, de bailar a cualquier hora del día, de gozar la vida. Me enseñaron a compartir, a ser yo misma sin pedir perdón y a seguir mi corazón». Simona García Fortes | 21 años | estudiante «Si nos ponemos a comparar seguramente veremos cosas que alguien más tuvo o no tuvo… pero si nos ponemos a agradecer, no nos falta nada, al contrario, tenemos todo. Como dice mi gran maestro de semiología Alfonso Ruiz Soto: “todo está bien siempre, lo demás son juicios del ego”». Rebeca de la O | 31 años | brand manager «Entre las feministas tenemos una frase muy popular que va así: “Toda feminista sale de un papá machista”. Y mi historia no es tan diferente. Tuve una infancia complicada, con un papá psicológica y emocionalmente violento, quien además estuvo ausente en nuestra infancia y se tomaba el rol de proveedor muy a pecho. En otras palabras, el prototipo de masculinidad tóxica. Mi mamá, aunque siempre fue muy trabajadora y ha logrado muchos éxitos profesionales, llevaba una relación codependiente con su pareja (mi padre), en la que constantemente había discusiones, gritos y sombrerazos que hacían de nuestra casa un lugar sin estabilidad emocional. Además de esto, mi papá era constantemente infiel; una costumbre que adoptó desde mucho antes de conocer a mi mamá. Habiendo dicho esto, yo crecí en todo el privilegio del mundo. Fui a las mejores escuelas gracias a que mi mamá y mi papá me apoyaron, empujaron y me proveyeron de una infraestructura que me permitió estar en la posición en la que me encuentro ahora. Ninguno de los dos venía de grandes privilegios, pero ambos lucharon y trabajaron para darnos lo mejor, al menos económicamente hablando. Y sin embargo, los amo y me siento afortunada de ser su hija, porque con el feminismo también viene la empatía. Ninguno de los dos la tuvo fácil. Mi papá es hijo de madre soltera y mi mamá creció con una madre alcohólica y tóxica. Mi abuela materna era una mujer sumamente fuerte; sin embargo, pasaba de ser una mujer brillante y de grandes virtudes, a ser una persona violenta y abusiva. Hoy en día puedo decir que estoy totalmente agradecida de todo lo que me dieron mi papá y mi mamá. Son sobrevivientes, y en un mundo que exige resiliencia no puedo negar que tuve a dos grandes maestrxs. Pero los aprendizajes no sólo vienen del amor, también vienen del desdén, del rencor, de la violencia, del maltrato y de la sanación de todo ese dolor por el cual he tenido que pasar. El feminismo me ha permitido sanar y encontrarme, encontrar el amor propio, encontrar mi vocación y luchar por aquellas personas que no tienen voz o que aún no la han encontrado». Carola Baez | 34 años | fundadora de Cold Press News | investigadora y activista feminista «Me dejaron amor, me hicieron sensible y humana. Hubiera cambiado el haber dejado que pusieran tantas expectativas en mí, que en realidad eran sus expectativas y no las mías». Ana Torres | mamá, esposa, hija, empleada y la más importante: mujer «Cambiaría que las mujeres que me criaron no lo hubieran hecho desde el miedo, la ira, la desconfianza y los traumas que tuvieron relacionados con los hombres». Vanessa Aristizábal | 31 años | comunicadora «El abuso, aunque suene ilógico decir que fue algo bueno. Fui abusada por papá muchos años y cuando decidí decir la verdad, mi ¿Qué quisieras olvidar? • ¿Qué haces para tratar de olvidar? • ¿Cuántas veces repites la misma historia en tu cabeza? • ¿A qué te aferras? • ¿Se puede borrar un recuerdo que se visita a diario? • ¿Puedes aceptar lo que pasó tal como fue? • ¿Lograste entender que no eres un momento, sino el cúmulo de historias? • ¿Dónde aprendiste a darle valor a esto que tanto quieres olvidar? • ¿El «hubiera» existe? • ¿Puedes elegir qué recordar y qué olvidar? • ¿Qué historias te marcaron? • ¿Por qué crees que olvidar algo cambiaría la historia? • ¿Si le quitaras la atención que le das todos los días a eso que tanto quieres olvidar, seguiría ahí? • ¿Serás tú eso que alguien más quiere olvidar? • ¿Puedes recordar sin dolor? • ¿Qué detona ese recuerdo? • ¿Si lo lleno de tormentas, que me quitó mucha vida. Olvidaría la vergüenza para haber andado siempre con la cabeza arriba, sabiendo que a donde iba tenía un lugar, sabiendo que no iba a desaparecer entre el viento sin que nadie lo notara. Me gustaría haber sabido que el dolor tenía un fin, y ya estaba cerca. Dejaría ir la idea de que Dios se había olvidado de mí; olvidarla sería un renacer, sería como un día nuevo y soleado, y lo mejor: el camino de regreso a mí no se hubiera sentido tan cansado.¶ LETY: Quisiera olvidar que tengo que probarle algo a alguien. Que hay una meta por alcanzar. Una forma de hacer las cosas. Todas esas reglas que me hacen creer que la vida o yo “debemos ser y vernos de cierta manera”. Quisiera olvidar las expectativas que me compré. Quisiera olvidar mi obsesión por hacer todo perfecto. Me juzgué muy duro durante muchos años con estándares muy altos, imposibles de alcanzar. Me he frenado, en muchos momentos de mi vida, de hacer cosas que en verdad quería hacer por creer que no estaba lista o que no era suficiente en ese momento. Hoy veo que pensar que no estamos listo(a)s para algo es una buena manera de no hacer nada. Que la única forma de combatir el perfeccionismo es empezando hoy con lo que somos y tenemos en este momento. Quisiera olvidar lo ruda que fui en la adolescencia con mi mamá y hermanos. Hoy veo que estaba muy confundida y buscando desesperadamente encontrar quién era, pero no había necesidad de ser ruda con nadie. Quisiera olvidar las veces que me hice chiquita para caber en la vida de alguien. Cada vez que callé mi voz, guardé mis alas y decidí apagarme poco a poquito. Las veces que no me defendí y dejé que alguien más pasara por encima de mí. Hoy elijo sólo estar en espacios en donde quien soy es celebrado, en donde no le tengan miedo a lo que me pueda convertir. Descubrí que hay personas que creen en ti y te impulsan incluso cuando tú no, pero sobre todo aprendí que de ahora en adelante me cuido a mi misma y a mis sueños como cuidaría lo más valioso que tengo en la vida. Quisiera olvidar las veces que amé desde mis carencias. Que estuve en juegos de poder en mis relaciones. Me duele mucho aceptar que no sabía amar de otra manera y que también le hice daño a personas que amaba. Hoy veo que confundí muchas cosas con amor y que en la vida sólo me toca acompañar y amar desde la libertad. Quisiera olvidar todas las veces que me dijeron que no. Que estaba perdiendo el tiempo con mis sueños. Que no me iban a dar una oportunidad. Cada vez que me cerraron la puerta en la cara y lo que me dolió aceptarlo. Hoy veo que cada no, me hizo asegurarme de estar en esto por las razones correctas. De trabajar duro, de enfrentar mis miedos, de encontrar la confianza, determinación y fuerza dentro de mí para seguir avanzando. Así que dejé de buscar a alguien que creyera en mí, entendí que por suerte mis sueños son míos y de nadie más y empecé a buscar la forma de hacer que las cosas sucedieran. Al final creo que los recuerdos, incluso los que consideramos buenos y malos, son un arma de doble filo. Esas cosas ya no se pueden olvidar, pero sí puedo elegir diferente en este momento. ¡Qué alivio poder reinventarnos y elegir cuantas veces sea necesario! ¶ • • • Rafael Sarmiento | 44 años | periodista, papá, esposo y amigo | «No quisiera olvidar nada. Aún los tragos más difíciles y amargos han dejado cosas. ¿Para qué sirve olvidar? No será más que una evasión. Prefiero perdonar(me), pues sin perdón no hay vida. Como todos, tengo cosas de las que me arrepiento, pero también el arrepentimiento es una pérdida de tiempo; la mejor forma de arrepentirse, y entonces de perdonarse, es asegurarse de que no vaya a suceder de nuevo aquella cosa que incomoda en tu memoria». • • • «Creo que es más importante sanar que olvidar». Valeria Beckmann | 22 años | estudiante «Quisiera olvidar cómo me han hecho sentir las palabras de personas muy cercanas a mí». Nataly Romero | 24 años | estudiante «El día que perdí a mi hijo». Madeleine Romero | 20 años | emprendedora «Nada, al contrario. Desearía recordar aún más cosas. Recordar es verte a ti mismo desde otra perspectiva y me ha dado la oportunidad de conocerme y aprender lecciones muy valiosas». Damaris Meza Ochoa | 25 años | psicóloga «Cada vez que sentí que suicidarme era mi única y mejor solución». Rafaella López | 19 años | estudiante de Moda «Quisiera olvidar que mi primo me tocó cuando era pequeña y que la vida siguió como si nada. Quisiera olvidar que sigue ocurriendo con más niñas de mi familia y nadie hace nada». Anónimo | 23 años | tutora «Mi primer impulso es contestar que quisiera olvidar la raíz de mis inseguridades y miedos. La fuente de la ansiedad que me hace sentir algunos pensamientos que tengo sobre el futuro, sobre mis planes y sobre el amor. Pero, ¿qué es en realidad esa raíz de inseguridades? Tal vez sean palabras. Cosas que me han dicho directamente, o que escuché acerca de mí y que decidí aceptar como verdaderas. Tal vez son los episodios de mi vida que me han disparado las emociones que no he sabido manejar. Tristezas, confusiones o enojos que se me atoraron en el corazón. ¿Qué es lo que tendría que hacer para olvidar? ¿Tendría que extirpar de mi mente momentos que forman parte de mi historia? ¿O podría borrar mágicamente las creencias que se acomodan en mi subconsciente? Una parte de mí siente que olvidar sería hacer trampa. Y también, creo que el efecto no duraría. Para mí, la vida es un río de encuentros y conexiones. La corriente no se detiene. Me presenta personas y situaciones que yo no controlo. Creo que, si borrara algo que me incomodó, pronto me alcanzaría la misma situación con otra cara, en otro sitio. La lección seguiría siendo mía para aprender. Así que, en lugar de olvidar, quiero recordar todo. Quiero procesar lo que pasa en mi vida para que se integre dentro de mí, y me ayude a estar mejor en el mundo. Sin rencores, sin desconfianza, aprendiendo y acercándome más a mi verdad. Aceptando mi pasado y viendo de frente al presente. En lugar de olvidar, lo que quiero es aprender a bailar con la vida entera. Con lo que me incomoda, y con lo que me atrae. Con el corazón abierto para encontrar la armonía en lo que parece caos. Creo que sólo así, aceptando y asimilando la vida tal cual es, podemos ser realmente libres». Cristina Barnard | 28 años | estudiante de doctorado en Economía «Que soy eterna, a veces creemos que nunca vamos a morir. Lo sabemos, sabemos que somos mortales, pero no vivimos como si realmente lo tuviéramos presente». Karina Zepeda | 21 años «Es muy personal, pero quisiera olvidar el asesinato de mi padre». Gabriel Villagrán | 21 años | estudiante «A veces quisiéramos olvidar tantas cosas del pasado sin percatarnos de todo lo que tenemos ahora. Uno no olvida, uno sólo vive con ello y aprende a verlo como un aprendizaje o un recuerdo». Ángelica Delgado | 26 años | coordinadora «Mi primer amor, cuánto dolió». Megan | 23 años | profesora «Quisiera olvidar que fui abusada sexualmente, todo esto me trajo depresión y ansiedad. Por lo tanto, no pude quererme ni aceptarme, siempre me rechazaban por mi aspecto acelerado. Así que me hacía heridas en mi abdomen, me arañaba, me gritaba; busqué mucho la perfección, crecí sola pensando que el sexo era amor y hasta ahí. A veces quisiera olvidar todo el dolor que yo me provoqué». Lorena Guízar | 22 años | docente «La culpa en general, pero sobre todo la que vino con serle infiel». Anónimo «Ver a mi madre morir. Ha sido el recuerdo que me persigue hasta el día de hoy». Verónica Graye | 37 años | estilista de vestuario «La depresión que sufrí por cinco años». Miriam Nolasco | 22 años | licenciada en Nutrición «Creo que más bien no quisiera olvidar, justo tengo un miedo muy grande a perder la memoria y por eso escribo diarios. Creo que todo lo que nos pasa nos está preparando para nuestra misión, entonces si olvidas algo, estarías perdiendo una lección que tal vez no suene a lección en ese momento, pero que después tendrá sentido. Tenemos que confiar en la vida». Katia Barrenechea | 17 años | estudiante «Que dejé ir a alguien que de verdad quería». Danniela García | 25 años | estudiante «Mucho tiempo deseé borrarlo a él de mi mente, pero en uno de sus podcast escuché algo que me encantó: no podemos borrar lo que es parte de nuestra historia. Borrarlo a él sería borrarme a mí. Entonces, no quisiera olvidar nada». Carolina Ossa | 26 años | arquitecta SA ¿Con qué ideas creciste acerca de la sexualidad y cómo la vives ahora? • ¿Se hablaba de sexo en tu casa? • ¿Era considerado algo «bueno» o «malo»? • ¿Cómo te educaste en este tema? • ¿Qué ideas escuchaste alrededor de la virginidad? • ¿Cómo creíste que iba a ser tu primera vez? • ¿Sientes culpa, pena o placer? • ¿Con quién hablas de estos temas? • ¿Qué expectativas alrededor del sexo te hicieron daño? • ¿Tener relaciones sexuales se ve de una forma específica? • ¿Por qué crecimos viendo sólo sexo entre un hombre y una mujer? • ¿El tamaño importa? • ¿Has fingido tener un orgasmo? • ¿Por qué se juzga moralmente la sexualidad? • ¿Qué te prende? • ¿La única manera de disfrutar es teniendo un orgasmo? • ¿Qué te impide explorar tu sexualidad? • ¿Te has masturbado? • ¿Sabes pedir lo que quieres en la cama? • Unidos y ahí mi idea acerca de la sexualidad cambió por completo. Las niñas de la casa hablaban de sexo con sus papás mientras nos servíamos puré de papá para sentarnos a cenar. Nadie lo escondía, no era un secreto a voces, se hablaba entre amigas, papás e hijas, era una parte más de sus vidas. Mis amigas norteamericanas tenían la información y con eso tomaban sus decisiones. Hablaban de explorar su propio cuerpo, su sexualidad y sobre todo no conocían la «culpa moral». Estas ideas de pecado y vergüenza no las acompañaban mientras conocían su cuerpo. Entonces caí en cuenta: el pecado, el miedo, la culpa, la desconexión con mi propio cuerpo, lo que está bien y mal moralmente, todo eso lo había aprendido y más importante aún: lo podía desaprender. Mi primer beso fue a los 18, estaba muy asustada. Sentía ese miedo que sientes cuando entras a un cuarto completamente oscuro y no sabes qué hacer, pero al mismo tiempo era lo más rico que había sentido hasta ese día. Así fue mi relación con la sexualidad durante años. Ir aprendiendo de mi cuerpo y del de mi novio como nos daba a entender nuestra imaginación e instinto. Ahora pienso, entre risas y coraje, que hubiera sido lindo hacer este recorrido con más información, pero tanta ignorancia me enseñó a ir confiando en mi cuerpo y en sus sensaciones. En escuchar su ritmo y dejarme guiar por lo que se iba despertando dentro de mí. Tantos años repitiendo «por mi culpa, por mi culpa, por mi grande culpa», y ésta no se apareció por ningún lugar el día que tuve sexo por primera vez. Lo que sí creía era que en ese momento iba a perder algo enorme, pues muchos años «me guardé» porque al parecer eso es lo que una mujer «debía» hacer, y había escuchado una y otra vez que el día en que «pierdes tu virginidad» marca un antes y un después. Y lo pongo entre comillas porque no perdí mi virginidad, gané mi sexualidad. Los dos no teníamos idea de lo que hacíamos, pero nos divertimos averiguándolo ese día y muchos años después. Así aprendí de la sexualidad, literalmente conectando y escuchando a mi cuerpo y a sus impulsos. Me ha costado y me sigue costando quitarme todas las creencias y conceptos alrededor de este tema que aprendí de niña, miedos que me impiden conectar con mi propio placer. Pero sigo trabajando en eso y sobre todo en amar mi cuerpo y escucharlo. La energía del cuerpo y el quinto punto energético está justo en el «chakra sexual», que es el encargado de nuestra creatividad, el centro del poder personal, la abundancia y también el que guarda nuestros miedos. Durante la primera parte de mi vida tenía completamente bloqueada toda esta parte de mí y con ella todo lo que les acabo de contar. Entender la libertad en mi sexualidad y los impulsos que nacen de mi cuerpo, han sido uno de los descubrimientos más enriquecedores en los últimos años. Es como si la hija pródiga estuviera de regreso y sólo tú sabes cuánta falta te hizo porque siempre hubo una parte de ti anhelando que estuviera ahí.¶ ASHLEY: Mi primera vez fue a los 22 años y el pelo me llegaba a la cadera. Había vuelto de la playa y traía un traje de baño azul con rayas que todavía tengo. Había tomado la decisión después de enamorarme perdidamente de él en ese invierno. Porque, ¡ah… cómo lo amaba en aquel entonces! Cuando llegamos de pasar el día en el mar, la casa que compartía con Augusta y Demi estaba vacía, y el sillón en donde vimos juntas la tele esos años fue el testigo de lo sucedido. Con la lengua temblorosa le dije que quería que ese día pasara. Todavía me acuerdo de su cara. Para alguien que creció en Nueva York en los 90, la virginidad era algo que pasaba casi desapercibido y conmigo había tenido que aprender otros andares que le eran incomprensibles. Pero como él siempre ha sido paciente y de pocas palabras, sólo se rio y me dio un beso. Entonces cuando me quitó aquel traje de baño, juré que mi vida entera estaba por cambiar. No sé cómo, no sabía qué iba a pasar, pero me imagine transformándome casi de manera radical. Había hablado miles de veces de eso, había visto pornografia, leído sobre el tema, pero nada me preparó para un momento así. Yo sentía que al día siguiente no sería la misma. Fue divino y marcó el principio de casi un tercio de mi vida con él, pero en realidad nada pasó. Gui hizo que fuera todo menos incómodo, y nos reímos muchísimo, pero al terminar lo único que pensé fue: ¿para esto hacen tanta cosa? Sabría después que nadie debería tomar en cuenta su primera vez como referencia de nada. Que pasarían algunos meses para que él y yo pudiéramos entendernos, y que me aprendería de memoria cada rincón de su cuerpo y del mío. Pero que aquel día no significó realmente mucho, creí que iba a ser diferente a partir de eso, que no iba a reconocerme, pero realmente no fue así. No le regalé nada a él, él a mí no me quitó nada y mucho menos sentí que yo había cambiado. Durante esos meses, me pareció una injusticia todo lo que me dijeron acerca de la sexualidad. En la escuela me dijeron que: «Dios me veía», como si acomodar el cosmos no fuera ya suficiente labor. Por ahí les creí que tenía que confesar cada que hiciera algo «sucio», entonces cada lunes estaba sentada contándole a un padre que a mí y a Rodrigo se nos habían pasado las manos. Mi mamá se reía cuando le contaba esto porque si de algo habló mi mamá toda la vida era de sexo y de la calentura que se me iba a venir con la pubertad. Me dibujaba los órganos reproductores en una servilleta en el comedor de la casa y yo horrorizada corría para el otro lado. En mi «Madre supercatólica, padre superliberal. Crecí en un entorno con una dualidad enorme. Soy una persona extremadamente sexual, y siento muchísimo toda esa represión en mi cuerpo y en mis relaciones. Nunca he tratado esto en terapia porque hasta eso me da vergüenza. Le he mentido a casi todas mis amigas de este tema y me atormenta un montón». Grace | 23 años | mercadóloga «Crecí pensando que era responsabilidad de alguien más, que el placer era trabajo de la persona con quien estuviera. Ahora sé que yo tengo que hacerme responsable de mi placer». Valeria Beckmann | 22 años | estudiante «Después de que un hombre se masturbó con mi mano a los cinco años, y otro hombre intentó violarme a los quince y me acosó hasta los 18, crecí creyendo que los hombres a mí no me amaban, que yo no merecía que alguien me tratara bien y me quisiera, que sólo era un juguete para los hombres y no merecía amor. Hasta que conocí a alguien a mis 22 años que me mostró que sí merezco ser amada y amar con toda el alma, que sí merezco que me traten bonito y que el sexo con amor y con respeto sí existe». Perla Esmeralda Pulido | 27 años | financiera «Mi mamá de pequeña me decía: “cuida el tesorito”, como si ese fuera mi único valor. Hasta que cumplí veinte años entendí que la virginidad no era mi valor como persona». Shantel Mora | 24 años | maestra de ballet «Que la sexualidad es propia del matrimonio. Y pues a mis 31 años, soy virgen. No sé nada, jajaja». Alejandra Reyes | 31 años | médico «Fue un camino no precisamente sencillo. De niño y durante toda la primera parte de mi adolescencia me llené de condenas y reproches para mí mismo en cuanto tuve nociones de ser gay. Resolví que jamás sería capaz de confrontar al mundo tal cual era. Por fortuna, el tiempo fue pasando y, con él, los miedos fueron siendo cada vez menos y cada vez más la emoción, la certeza y las ganas. Me fui descubriendo lo suficientemente entero y listo para abrazar mi deseo y para compartirlo con quienes estaban cerca. He logrado construir y permanecer en círculos de completa confianza, complicidad, respeto y cariño». Jorge Medina | 35 años | diseñador gráfico e ilustrador «Crecí creyendo que era un pecado. Y honestamente creo que siempre crecí creyendo que no me pertenecía, que sólo era para entregársela a un hombre, a mi futuro esposo. “Entregar tu virginidad a tu esposo… es un regalo que le estás guardando… el mejor regalo”, como si ya le perteneciera, ¿no? Es de él, pero la tienes tú. Se la estás guardando a él, para él. ¿Por qué nadie me dijo que era mía? Por eso cuando por fin “la entregas” sientes que esa parte tuya es de él, que “ahora me tengo que casar con él”. Vaya error en la narrativa. No es un regalo que tienes y se va, no se la estás guardando a nadie, tu sexualidad es tuya y tu sexualidad eres tú. Sí, tu sexualidad puedes compartirla, pero siempre va a ser tuya. Eso no significa que comparto mi sexualidad con cualquiera, al contrario me he dado cuenta de que soy mucho más cuidadosa sobre a quién le entrego mi sexualidad, porque es algo que además de ser muy íntimo, es un intercambio de energía muy fuerte». Sofía C. | 24 años «Creía que el número de personas con las que tenía relaciones sexuales definía quién era. Me hubiera gustado experimentar un poco más». Sofía Llamas Sánchez | 25 años «Antes: dos personas, generalmente hombre y mujer, que son una pareja estable que se ama, hacen el amor y siempre es romántico. No está bien masturbarse ni mirar pornografía. La educación sexual es aprender a ponerse una toallita femenina cuando estoy menstruando. Ahora: mi sexualidad no tiene nada que ver con una pareja, sino con mi relación personal, con mi propia identidad, mi cuerpo, mi placer y mi capacidad de dar y recibir afecto. La masturbación es maravillosa cuando una tiene ganas y el cuerpo lo pide. La “pornografía feminista” es interesante, pero ya estoy en proceso de cuestionar que tan ética es. La educación para una sexualidad responsable debería ser obligatoria». Bárbara Gómez Rainieri | 31 años | concierge de hotel «La sexualidad en mi familia siempre fue un tema tabú. Crecí rodeada de mujeres que me enseñaron sobre desamor, infidelidad, rechazo, ¿Con qué ideas creciste acerca de la sexualidad y cómo la vives ahora? Este libro no está completo sin tu respuesta. ¿Qué has aprendido de las rupturas del corazón y cómo se curan? ASHLEY: Entender al corazón y sus razones ha sido material de estudio del arte, de la poesía y de la música desde siempre. Se convirtió en eje central de quiénes somos y cómo vemos la vida. Al final del día somos a quienes amamos y de quienes nos aman. Pero amar la belleza significa también amar el otro lado; creo que entre todos podríamos acordar que el hecho de perder un amor es de las cosas que más duelen en la vida. Creo que cuando conocemos a alguien y decidimos abrirle nuestro corazón, esta persona planta pequeños ecosistemas en nosotros. Empieza poquito a poquito: una semilla, algunos árboles por los brazos. Cada beso, cada caricia, cada secreto compartido hace que este ecosistema crezca y se expanda. Le crecen raíces y ramas que se enredan por doquier. Estos ecosistemas van creciendo y ganando terreno. Crean partes en ti que antes no existían. Empiezan a vivir con tus memorias y tus formas, construyendo juntos lo que será un amor. Con unos construimos junglas y sierras que corren por todo nuestro cuerpo que empiezan en lo más adentro de nuestro ser y terminan en nuestras costas. Con otros formamos jardines con plantas exóticas que no conocíamos. Algunos nos llenan de ríos las venas y otros son sólo pequeñas jardineras a la orilla de nuestras calles. El tipo de amor dependerá de lo que dejemos construir y de si nuestra tierra es lo suficientemente fértil. Cuando esta persona se va, cuando el corazón se rompe, este ecosistema empieza a extinguirse. Muchas veces no por completo, pero lo que fue ya no es. Por eso nos duele tanto el pecho, porque dentro de nosotros algo muere. Algo que estaba tan vivo, que palpitaba al mismo ritmo que nuestro corazón, se modifica para nunca volver a ser el mismo. ¿Y qué he aprendido de las rupturas del corazón? Que duelen, y mucho. Que muchas veces el dolor del corazón es proporcional al amor que llegamos a sentir. Entonces no hay mucho que podamos hacer más que sentirlo. Y la mayoría de las veces yo sabía que esto estaba por pasar, que se acercaba en el horizonte un huracán, pero decidí no verlo, decidí creer que era una noche de lluvia y no un cambio entero de temporada. Que los pequeños susurros y señales que decidí ignorar eran en realidad un aviso del futuro cercano casi inevitable. He aprendido a transformarme casi completamente para poder superarlos. Sólo así he podido renacer. He aprendido que los ecosistemas cambian y que yo necesito hacerlo con ellos. Si no, el cambio de temporada arrasaría con todo. Que la vida que conocía con ellos ha terminado. Que cambiarte el pelo y mudarte de casa es realmente el principio de una nueva vida que tiene que ocurrir y que quien fui en aquel entonces ya no existe.¶ LETY: El corazón se rompe muy a pesar de nosotros. Me acuerdo cuando tenía 10 años y mi papá quería enseñarnos a Jaime y a mí a nadar en el mar. Pasábamos horas eternas brincando en las olas. A veces parecía alberca, a veces había olas medianas que nos arrastraban hasta la orilla. Otras veces estando desprevenidos, se dejaban venir las olas grandes. Y ahí pasaba algo parecido a lo que me pasó la primera vez que se rompió mi corazón. Sólo se siente adrenalina y miedo de no saber si puedo alcanzar la ola que viene, braceo desesperadamente para no hundirme. No importa cuánto quiera avanzar, después de algunos minutos una de esas olas grandes me jala por los pies y me sacude. Estoy perdida, no puedo respirar. Después de unos minutos, que se sienten eternos, por fin encuentro algo de oxígeno. Salgo a la luz, me limpio los ojos nada más para encontrarme con que viene otra ola y ésta es todavía más grande. Me vuelve a revolcar, no he podido siquiera pararme y ya estoy otra vez ahogándome. No sé dónde estoy. Me desespero, me duele el cuerpo, ya no quiero estar aquí. Me arrepiento de todo: de haberme metido, de haber dicho que sí, de no ver lo que venía. Tengo los oídos llenos de agua salada; el traje de baño, de arena. El pelo alborotado. Me quedo sin aliento. Soy puro miedo. Me juro a mí misma que esta es la última vez que me meto al mar. Así tal cual se siente una ruptura. Pierdo mi norte. Lloro. Nada es lineal. El dolor va y viene. Las cosas se rompieron irremediablemente. Hay una parte de mí que parece que se quedó en algún lugar y que no puedo recuperar. Asisto todos los días al entierro de algo que no quiero que se muera. No pasa una vez, tengo que dejar ir una y mil veces. Los recuerdos. Las ilusiones. Los sueños. Una y otra vez. La canción que ya no es de nadie. Nuestro restaurante. Las memorias y recuerdos que nadie más comparte. Lloro. Su olor. Su piel. Su calorcito. Sus besos. Lloro. Lo extraño. Extraño todo, hasta lo que no me gustaba. Su ausencia se siente en todas partes. Las promesas que no cumplimos. Los planes que ya nadie sostiene. Quiero soltar, pero no sé cómo. Las piezas de la historia no encajan en mi cabeza. No me acuerdo de bañarme. ¿Estoy aquí? Lloro. Galaxias enteras que se sacudían y hoy camino entre el polvo. Lo que nunca será. Lloro. Me duele el corazón, físicamente me duele. No encuentro un
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