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Secuela Orgullo y Prejuicio - Jo Darcy, Transcripciones de Literatura Universal

Lectura Secuela Orgullo y Prejuicio - Jo Darcy

Tipo: Transcripciones

2019/2020

Subido el 03/06/2020

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4.7

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1 documento

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¡Descarga Secuela Orgullo y Prejuicio - Jo Darcy y más Transcripciones en PDF de Literatura Universal solo en Docsity! Me gustaría ser Jo March.Por eso el seudónimo.Como cualquier mujer que leyó Orgullo y Prejuicio, me enamoré de Mr Darcy. Me he tomado el atrevimiento de inventar una secuela, sin otro fin que el entretener. Jo Darcy 2 VtÑ•àâÄÉ D “And when you say you love me, That's all you have to say. I'll always feel this way.” Josh Groban El cuarto estaba decorado en claros tonos de beige y azul. Elizabeth se miraba en el antiguo espejo del tocador mientras su doncella le desarmaba el peinado. Una de las numerosas sirvientas de Pemberley acomodaba los leños del hogar, mientras que otra apagaba algunas velas. -Eso es todo- dijo Elizabeth a las criadas. -Buenas noches Sra. Darcy- respondieron con una reverencia. “Sra. Darcy”, las palabras hicieron eco en su cabeza y le provocaron una leve sonrisa. Se miró al espejo, llevaba puesto el vestido de dormir y su cabello suelto. Comenzó a cepillar su largo pelo y a tratar de asimilar que, ahora, era la Sra. Darcy, ama de Pemberley. Súbitamente, una ola de miedo la invadió, aún se sentía como Elizabeth Bennet, la Sra. Darcy era un título con tantas responsabilidades que temía no poder cumplir con ellas. Pero su mayor temor era defraudar a su esposo. Sus pensamientos fueron de inmediato a la imagen de él y sus miedos se desvanecieron. Lo amaba como nunca lo creyó posible. Esa mañana, al verlo en la iglesia parado en el altar, tan alto, tan serio, con esos ojos profundamente azules en los que creía poder perderse, Lizzie supo que era el día más feliz de su vida. Después de tantas idas y vueltas en su relación, ahora serían marido y mujer. “Marido y mujer”, pensó y miles de mariposas invadieron su estómago al tomar conciencia que, en cualquier momento, su esposo vendría a visitarla a su dormitorio. Corrió a la cama, rodeó sus piernas con los brazos y apoyó su cabeza en las rodillas. Miró hacia la ventana y se asombró al ver que comenzaba a nevar, pero su mente no podía ponerse a disfrutar de ese espectáculo. Su madre, les había dado una charla a su hermana Jane y a ella, sobre sus “obligaciones maritales” y algo más sabía, por charlas con sus amigas casadas, especialmente, Charlotte. Elizabeth no sabía qué pensar al respecto. Lo habían hecho ver como algo obligatorio, un deber que, como esposa, debía cumplir; pero ella había sentido cosas muy diferentes, en las pocas ocasiones en las que se había besado con Darcy. El sólo pensar en eso, hizo que el rubor subiera a sus mejillas y su corazón latiera con más prisa de la habitual. Un golpe en la puerta que comunicaba su recámara con la de su marido la hizo sobresaltarse, obligándola a abandonar sus pensamientos. -Adelante- alcanzó a decir, mientras su corazón parecía que se saldría de su pecho. La figura de su esposo, iluminado con la suave luz de una vela, vestido en bata azul y mirándola con cierta incomodidad hizo que su mente se desviara a pensar en lo atractivo que se veía. “Realmente el azul le sienta bien”, se dijo a sí misma y lo miró con una sonrisa. -Buenas noches- dijo Fitzwilliam- espero que haya encontrado su habitación confortable. -Mucho, es bellísima. Nunca he visto algo así antes, menos imaginarme que podría tenerla para mí. -Creo que debería haber enviado a una sirvienta a preguntar si ya estaba usted lista. -Está bien, hace rato que las despedí y estaba sola, pensando. -Una actividad peligrosa viniendo de usted- comentó en tono burlón y sonriendo.- Elizabeth reprimió el deseo súbito de besarlo. En lugar de ello dijo: -Debería hacerlo más seguido Sr. Darcy. -¿Qué?- preguntó interesado. -Sonreír- respondió pícaramente Elizabeth. -¿Y puedo saber qué ocupaba sus pensamientos?- preguntó él, incómodo ante la situación. -Por supuesto que puede, pero puedo elegir no responder- mientras daba la respuesta un rubor intenso subió a sus mejillas, como sí creyera posible que su esposo adivinara cuáles habían sido sus pensamientos. Fitzwilliam se acercó a la cama donde Lizzie estaba sentada. Tomó sus manos y las besó. La miró a los ojos, esos oscuros ojos que lo habían embrujado aquel día en Netherfield, cuando llegó con su cabello despeinado, sus mejillas encendidas y su vestido cubierto de barro, y dijo: -Sra. Darcy, realmente espero que en nuestro matrimonio no haya secretos- mientras sus ojos revelaban un sentido del humor que Lizzie no conocía hasta entonces, y se sentaba junto a ella. La proximidad de su cuerpo hizo que dejara de respirar por unos segundos. “Elizabeth, respira”, se recordó. Sofocó una risa y, mientras jugaba con su cabello, trató de responderle en tono solemne. 5 VtÑ•àâÄÉ E Elizabeth no podía dejar de sonreír, su cabeza apoyada en el pecho de su esposo le permitía oír los latidos de su corazón. Sus brazos la rodeaban fuertemente, haciéndola sentir pequeña y protegida. -Lizzie, ¿te sientes bien?- preguntó Fitzwilliam con su profunda voz. -Estoy muy bien, mejor que nunca- respondió alzando su cabeza para verlo a los ojos- Gracias por preguntarme…nuevamente. Debo decir que me alegra mucho que ya no me trates de usted. Su esposo le sonrió, acarició su rostro con el dorso de su mano y beso su frente. De pronto, por primera vez en mucho tiempo, Lizzie no sabía que decir. Un silencio un poco incómodo se produjo y volvió a refugiarse en su pecho. -Lizzie, mi vida, ¿ocurre algo? -No, no es nada. Fitzwilliam levantó el rostro de Elizabeth para poder verla a los ojos y volvió a preguntar: -Por favor Lizzie, dime si te ocurre algo, tal vez... ¿hice algo que te haya molestado? Si es eso, perdóname, lo último que intentaría hacer…-La frase quedó interrumpida por un beso de su esposa. -Estoy bien, no haz hecho nada para ofenderme, solamente que…por primera vez, no se cómo decirte algo y eso me hace sentir incómoda. -La Elizabeth Bennet que conozco puede decirme todo, incluso cosas que preferiría no oír. -Pero ahora no soy más Elizabeth Bennet…soy Elizabeth Darcy, y esta es menos insolente- contestó irónicamente. Por primera vez lo escuchó reír, una risa verdadera y sintió que un calor invadía su interior. Quiso besarlo, abrazarlo con todas sus fuerzas y no soltarlo nunca. En lugar de eso, las palabras que no había sabido decir antes, escaparon de su boca. -Te amo, quiero que lo sepas. No te lo había dicho y no quiero que tengas dudas de lo que siento por ti- mientras daba este discurso no podía verlo a los ojos, una timidez no conocida la tomaba por sorpresa y hacía que bajara los ojos. -Lo se, yo también te amo, con todo mi corazón, más que a mi propia vida y no quiero pasar ni un sólo momento de ella sin ti- aunque la declaración de su esposa le produjo una alegría difícil de definir, intentó permanecer tranquilo. Desde su breve compromiso, ella le había demostrado que lo amaba, pero nunca se lo había dicho. Lizzie levantó la vista y unió su mirada a la de él. Sintió las manos de su esposo en su nuca y suavemente la acercó a sus labios. Sintió su respiración cerca de su piel, el cálido contacto de sus mejillas y, finalmente, su boca. “Los besos mejoran cada vez más”, pensó, comparándolos con los inocentes besos que se dieron mientras su marido la cortejaba. Hubo una breve separación en la que volvieron a mirarse en la habitación iluminada por el fuego de la chimenea. Elizabeth intentó decir algo, pero sus labios fueron requeridos nuevamente por los de su esposo. Sólo pudo emitir un gemido. -Lo siento mucho- dijo Fitzwilliam al separarse, con voz entrecortada. Su mujer lo miró seriamente antes de decir en tono grave: -William, ¡por Dios!, deja de pedir disculpas por todo. -Lo intentaré, pero no es fácil para mi en estos momentos, separar lo que es decoroso y lo que no- todavía conmovido por el nombre que había utilizado su esposa. -Pues tendrás que hacer lo que sientes y seguir lo que tu corazón te pide. Ya lo hiciste una vez, cuando me pediste que sea tu mujer. -Y ha sido la mejor decisión que he tomado en mi vida. -Sin duda- respondió Lizzie levantando su ceja- aunque el primer intento no haya salido bien. -Me alegra mucho que la segunda haya tenido éxito, no puedo imaginar mi vida sin tu presencia. -Pensar que podría haberme casado con otro y nunca conocer lo que sentías por mí. -¡¿Casarte con otro?!- preguntó entre confuso y sorprendido- ¿quieres decir que tuviste una oferta antes que la mía? -Sí, luego del baile de Netherfield, pero no debí mencionarlo. El Sr. Darcy sintió un pinchazo en su interior, ¿tan cerca de perderla había estado?, ¿con quién? Cerró los ojos y rogó a Dios que no fuera Wickham. -¿Puedo saber quién fue la persona? -Puedo decirte que si me hubiera casado con él, igualmente me hubieras encontrado en Rosings. -¡Collins!- exclamó un poco aliviado- ¿ese pequeño hombre se atrevió a semejante empresa? Un motivo más para que me desagrade terriblemente. ¿Por qué no me enteré de esto? 6 -Porque casi nadie lo sabe, aunque sea un hombre exasperante, merece mi respeto, como tampoco nadie, excepto Jane, sabe de tu primera propuesta. -No sé que hubiese hecho si te casabas con ese hombrecillo. -Jamás podría haber aceptado, me prometí que me casaría por amor y cumplí mi promesa- dijo Lizzie, mientras acomodaba su cabeza en el hombro de su esposo. Se tomaron de las manos, los dedos entrecruzados y en silencio, sólo interrumpido por el crepitar de los leños. -No se que haré sola en esta habitación tan grande- comentó Elizabeth rompiendo el silencio- siempre compartí mi dormitorio con Jane. -¿Y quién dijo que estarías sola?- respondió Fitzwilliam mientras acariciaba sus ondulados cabellos- Si me lo permites, estaré encantado de compartirla contigo. -¡William!, ¿qué pensarán los sirvientes al ver que no utilizas la tuya? -Nada que no sea cierto, que su Señor está profundamente enamorado de su joven, bella, inteligente y…vivaz esposa. 7 VtÑ•àâÄÉ F “Te quiero en el vivir más cotidiano, con el sol y a la luz de una candela”. Elizabeth Barret Browning La luz se filtraba de manera tenue entre las cortinas. Elizabeth abrió lentamente los ojos y, por un momento, no supo en dónde se encontraba. Uno de los brazos de su reciente esposo la aferraba de su cintura, mientras que ella reposaba su cabeza sobre el otro. Lizzie sonrió. Últimamente lo hacía muy seguido sin tener un motivo concreto. Miró por un largo rato la habitación que había pertenecido a la madre de Fitzwilliam y que ahora era suya. Los cortinados y color de las paredes eran nuevos. Su marido había ordenado su redecoración después de comprometerse con ella. Se veía diferente a la luz del día, los tonos beige resultaban cálidos y acogedores, algunos detalles en azul le daban el toque de color. Los bellos muebles eran de madera de cerezo, un tocador con espejo, un escritorio, unos cómodos sillones frente a la chimenea. A Elizabeth le gustaban las cosas sencillas y ordenadas. Se preguntó qué hora sería y recordando que había un reloj en la mesa de noche cercana a su marido, giró muy despacio para no despertarlo, hasta quedar frente a él. Estaba profundamente dormido, su respiración era lenta, pesada, y el pelo le caía sobre la frente, tapando parcialmente sus ojos. Lo miró dormir, parecía tan tranquilo y pacífico, era difícil darse cuenta que no era un sueño, que realmente era él. Sacó su mano de debajo de las cobijas y corrió el cabello de su frente. Luego, se acercó y la besó, para bajar suavemente hasta sus labios. Su esposo sonrió, y sin abrir aún los ojos, dijo: -No creo que exista una mejor forma de despertar- mientras la acercaba más a él. -Buenos días señor Darcy. -Buenos días señora Darcy- respondió besándola- ¿Siempre tiene la costumbre de despertar tan temprano? Si es así, puede que me retracte con respecto a compartir su dormitorio. -Me gusta ver como despierta el día y, además, sus ronquidos no me dejaban dormir- contestó con su picardía habitual. -¡No es cierto!- exclamó en tono indignado. -¿En nuestro primer día de matrimonio me acusa de mentirosa? Le aseguro que lo escuchó hasta Georgiana desde Londres. Los dos rieron. Darcy se preguntaba si todas las mañanas que despertaría junto a ella se sentiría tan dichoso. Elizabeth se sentó en la cama y sintió un leve dolor que intentó disimular ante su esposo. Se colocó la bata y fue hacia el vestidor, lavó su cara y cambió el camisón que había utilizado en su noche de bodas, manchado por la consumación de su matrimonio, y tocó la campana para llamar a su doncella. Unos minutos más tarde, hizo su entrada. -Buenos días Señora Darcy, ¿desea que le prepare un baño?- preguntó Susan. -Sí, muchas gracias, estaré esperando en mi habitación, por favor golpeé mi puerta cuando esté listo. Dada la orden, volvió al cuarto donde su esposo descansaba. “Es atractivo hasta cuando recién se despierta”, pensó. -Fitzwilliam Darcy, ¿piensa usted remolonear toda la mañana? -Mmm… tal vez- respondió con voz ronca y sin abrir del todo sus ojos. -Bueno, desconozco sus planes para hoy, pero yo espero darme un baño y bajar a desayunar. Creo que usted debería hacer lo mismo…- comentó mientras cepillaba su cabello y lo miraba a través del espejo. 10 -No me parece bien que una joven esposa abandone el lecho que comparte con su marido a hurtadillas. -Sin duda es censurable esa acción, pero la pobre estaba desfalleciendo de hambre. Imagino que su adorado esposo no querrá tener en su conciencia el remordimiento de provocar su muerte- respondió mientras se acercaba a la silla donde estaba sentando Fitzwilliam, que la miraba entre maravillado y divertido. -Sin duda no quiero ser causante de tal atrocidad- repuso, tomándole la mano y guiándola hasta su regazo. Lizzie se sentó en sus piernas y rodeó sus hombros con los brazos, la posición no era exactamente decorosa, pero había quedado bastante claro que, cuando estaban solos, las normas de propiedad quedaban de lado. Quedaron cara a cara, y no pasó mucho tiempo para que sus bocas se unieran. Elizabeth enredó sus dedos en la nuca de su amado y comenzó a jugar con su pelo. Lentamente, fue deslizando una de sus manos hasta su cravat, metiéndola en el pequeño espacio entre la camisa y el chaleco. Desprendió un botón y apoyó la mano sobre la piel, acariciando su pecho. Fitzwilliam emitió un gemido sin apartar sus labios de los de ella, sus brazos la tomaron más fuerte de su cintura. “Vaya, parece que mi venganza no se hizo esperar”- pensó Lizzie, levantándose de repente y alejándose de su esposo, que la miraba suplicante mientras intentaba recuperar el aliento. -Creo que necesito aire fresco- dijo Elizabeth mientras abría el ventanal y salía al balcón. -Amor, creo que mejor deberías entrar y retomar lo que comenzaste.- No hubo respuesta, Fitzwilliam se levantó, caminó hacia la ventana abierta y, al asomarse, recibió una bola de nieve que impactó en su rostro. Trató de mantener la compostura, lo que era difícil con la cara llena de nieve y las carcajadas de su esposa como fondo. Seriamente se quitó la nieve de los ojos y mirando a su mujer, declaró: -Usted se lo buscó- mientras se agachaba a juntar una bola de nieve- y debo advertirle, Sra. Darcy, que he sido campeón en torneos de bola de nieve… -William…Will, mi amor, tesoro mío, no serías capaz de arrojarme nieve, ¿verdad?- Elizabeth retrocedía. Una fuerte bola de nieve golpeó su pecho. -¡Ahhh!- gritó y al ver que su marido se preparaba a juntar más, intentó huir, pero la alcanzó, colocándole una bola de nieve en su cabeza, que comenzó a caer hacia sus ojos. Se tapó la cara con las manos y su esposo quedó petrificado cuando observó que comenzaba a sollozar. -Lizzie, lo siento…no quise…fui un bruto…- intentó balbucear una disculpa. La abrazó contra su pecho, ella alzó su rostro para mirarlo, sus ojos llenos de lágrimas, cuando Fitzwilliam sintió la frialdad de la nieve en su cara. Su esposa lloraba…pero de risa, mientras le refregaba la nieve. ¡Había sido engañado! Eso le pasaba por casarse con una joven increíblemente inteligente. Se unió a la risa de ella, cautivado por su frescura y el brillo divertido de sus ojos negros. 11 VtÑ•àâÄÉ H Después de bañarse y ponerse ropas secas, la joven pareja bajó a una de los salones, desde ahí se podía avistar si se acercaba algún carruaje sin dificultades. Darcy buscó un libro y se sentó cerca del fuego, Lizzy estaba en duda si tomar su labor o sentarse al piano. Desde su compromiso, Elizabeth practicaba sus lecciones de piano con mucha disciplina, deseaba no avergonzar a su esposo si le solicitaban que interpretara alguna canción. Decidió practicar un poco, se acercó al piano y comenzó a tocar "Sonta a la luz de la luna", de Beethoven. Fitzwilliam abandonó el libro para dedicarle toda su atención. A medida que la pieza avanzaba, la admiración de su esposo crecía, ¡cuánto había mejorado desde aquella noche en Rosings! Se paró y caminó hacia ella, se quedó escuchándola atentamente y cuando finalizó la felicitó efusivamente. -Elizabeth déjame decirte que has tocado muy bien. -¿Muy bien o bastante bien?- respondió graciosamente, recordando la conversación que tuvieron en esa misma sala, el día que lo visitó con sus tíos y le fue presentada Georgiana. -Realmente muy bien- contestó con una sonrisa, besando su frente. Unos cascos de caballo se escucharon y los dos giraron al mismo tiempo para la gran ventana. Un carruaje se acercaba, era uno de los de su propiedad. -¡Georgiana!- exclamó Lizzie entusiasmada, saliendo prácticamente disparada en dirección a la puerta. -Elizabeth- la voz profunda de su esposo la detuvo haciéndola girar, Darcy se acercaba a ella ofreciendo su brazo para escoltarla. Tomó su mano, la colocó en su brazo y se encaminaron hacia la puerta principal. Primero descendió del carruaje el Coronel Fitzwilliam quien ayudó a bajar a la Srta. Annesley y luego a Georgiana. -¡Qué gusto tenerte de nuevo en casa!- dijo Darcy a su hermana y besó su frente. Georgiana se acercó a Elizabeth saludándola con una reverencia. -Bienvenida Georgiana, espero que hayas tenido un buen viaje- saludó Lizzie y, antes que contestara le dio un abrazo afectuoso. La joven se sonrojó ante la muestra de afecto y comentó que habían tenido que esperar que la tormenta pasara. -Aquí tienes a tu pequeño tesoro, Darcy, sana y salva, como lo prometí- dijo el Coronel mientras caminaba hacia el grupo y, dirigiéndose a Elizabeth, dijo: -Sra. Darcy, siempre es un placer volver a verla- haciendo una leve reverencia. -Nos alegra mucho que haya decidido venir Coronel- contestó Lizzie. -Nunca podría decirle que no a una dama tan interesante y, por favor, dígame Richard. -Si quieres coquetear con una esposa, búscate la propia- dijo Darcy, mientras tomaba del brazo a su mujer y caminaba hacia dentro de la casa. Todos se reunieron en el gran salón donde el fuego estaba encendido y el té listo para ser servido. Elizabeth preparó el servicio. Darcy y su primo conversaban junto a la chimenea sobre el estado de los caminos y la nieve. Georgiana, su institutriz y Lizzie en un sillón, tomaban el té. -Cuéntame noticias sobre Londres- dijo Elizabeth, para romper el silencio. Georgiana comenzó a hablar tímidamente y Lizzie la animaba para que continuara. Al poco tiempo había perdido ya un poco de su vergüenza natural. -Deben estar exhaustos, ¿les gustaría darse un baño antes de bajar a la cena?- preguntó preocupada Elizabeth. -Realmente sería reconfortable- respondió Georgiana. Así, los recién arribados, se retiraron a sus aposentos para bañarse y cambiar las ropas del viaje. La pareja volvió a quedar sola en la gran habitación. 12 -¿Te gustaría sentarte junto a mí?- inquirió Fitzwilliam mientras señalaba el lugar vacío en el sillón- Podría leerte en voz alta. -Me haría muy feliz, siempre creí que tienes una voz encantadora y, después de tus ojos, debe ser lo que más me gusta de ti. Darcy no pudo evitar sonrojarse un poco. Elizabeth se sentó junto a él y se acurrucó a su lado, la cabeza en su pecho. La rodeó con su brazo y comenzó a leer: “Oh, amor mío, amor mío, cuando pienso que existías ya entonces, hace un año, cuando yo estaba sola aquí en la nieve y no vi tus pisadas ni escuché tu voz en el silencio... Mi cadena, eslabón a eslabón, iba midiendo como si no pudiese verme libre por tu posible mano... ¡Hasta beber la prodigiosa copa de la vida! ¡Qué extraño no sentirte en el temblor del día o de la noche, voz, presencia, ni adivinarte en esas flores blancas! Yo era ciega lo mismo que el ateo que no descubre a Dios al que no ve”* Un silencio le siguió a la lectura, hasta que Elizabeth alzó su cabeza para poder mirarlo directo a los ojos. -Es hermosa…me hizo sentir… -¿Identificada?- interrumpió su esposo. -Sí, parece haber sido escrita para mí. -Entonces debo agradecer que no sigas ciega- y la besó cariñosamente en los labios. Esa noche cenaron por primera vez en familia, Darcy en la cabecera y las dos mujeres más importantes de su vida sentadas junto a él. Se sintió completo, seguro, y un sentimiento de felicidad absoluta lo envolvió. __________________________ *La poesía pertenece a Elizabeth Barret Browning (1806-1861), por lo que es un anacronismo. La escritora al momento de este relato tenía 7 años. Habrá que aclarar que mi imagen mental del Coronel Fitzwilliam difiere bastante al elegido en la película del 2005. En el libro se lo describe más atractivo, así que imaginen a un Gerard Butler o un Clive Owen. 15 Lizzie destapó su cara y asintió con la cabeza mordiéndose el labio por revelar su secreto. Darcy la acercó a él, tomándola de la cintura. -¿Sabes algo? Esta noche, también pude cumplir algo que soñaba desde que te conocí- le contó, acariciándole el brazo. -¿Y qué fue eso?- le preguntó sonriendo. -Que estés desnuda en mis brazos. Un golpe en la puerta la despertó sobresaltándola. Se sentó en la cama y preguntó quién era. El valet de su esposo le informaba la hora. Darcy le dio las gracias. Se había olvidado que era domingo, debían levantarse para ir a misa. Su esposo la miraba pícaramente, fue entonces que se dio cuenta, tenía su espalda desnuda. Se acostó de inmediato, tapándose hasta el cuello, mientras su cara se volvía carmesí. -Buenos días, cariño- dijo su esposo dándole un beso en la mejilla- Es mejor que te levantes, tendrás que confesar muchas cosas hoy en misa. El tono malicioso en la voz de su esposo la obligó a sofocar una risa. -Sin duda usted también señor- fue su única respuesta. Los recuerdos de la noche anterior aún la avergonzaban, cuando Darcy se sentó en la cama y se levantó a buscar su bata. Sus mejillas volvieron a ruborizarse, ¡su esposo estaba desnudo!, intentó frenar una exclamación, pero su esposo la había escuchado y se volvió para verla. Lizzie lanzó una especie de gritito mezclado con risa y se tapó la cabeza con las frazadas. Nunca más saldría de allí abajo. No, nunca, lo tenía decidido. Unas manos destaparon su cara, ella mantenía los ojos cerrados. -Lizzie…Lizzie- la voz de su marido revelaba que estaba haciendo un esfuerzo para mantenerse serio. -¿Qué?- respondió sin abrir los ojos. -Mírame. -No puedo, creo que moriré de vergüenza- fue su respuesta. -No seas tonta, nadie muere por eso. Ahora, mírame. Elizabeth abrió los ojos, él estaba inclinado sobre ella, el cabello despeinado le caía sobre la frente. Su mirada azul tenía ese brillo encantador que le impedía pensar con claridad. -No sientas vergüenza mi amor, porque después de anoche, no creo que te permita volver a usar nada en nuestra cama- y dicho esto la besó en la boca- Esta ha sido la semana más feliz de mi vida- agregó antes de retirarse a su vestidor. Exactamente siete días antes se habían convertido en marido y mujer. 16 VtÑ•àâÄÉ J Se sentía descompuesta, los nervios invadían su estómago haciéndole imposible probar bocado. Aunque ya había sido presentada a las personas que trabajaban en Pemberley, hoy tomaría el lugar como su Señora y, para agregar tensión, irían a misa, donde sería la comidilla de todos los presentes. -Elizabeth, ¿te sientes bien? No haz probado el desayuno- preguntó Darcy con cara de preocupación. -Estoy bien- contestó tratando de disimular- Sólo no tengo apetito esta mañana. Cuando el desayuno finalizó, los sirvientes trajeron sus abrigos, el carruaje fue llamado y, lentamente, subieron a él. La parroquia estaba en terrenos de Darcy, cuyo beneficio eclesiástico había sido adjudicado dos años atrás al Sr. Neil, un hombre de unos 40 años, de firmes ideas tradicionalistas, quien vivía con su esposa y sus cinco hijos. Apenas bajaron del coche, la gente comenzó a mirar de reojo y a comentar por lo bajo. Los chismes se habían disparado por la zona desde el momento en que el se conoció el compromiso del Sr. Darcy, con una campesina pobre. Se sentaron en el lugar que les correspondía, frente al púlpito, donde el señor Neil daba su sermón, Lizzy trató de enfocar su atención en el discurso del vicario, pero era difícil lograr concentración con tantas caras mirándola fijamente. Al finalizar el servicio, los Neil, se acercaron a presentar sus respetos a los Darcy. La breve conversación derivó en una invitación de cortesía para cenar en Pemberley. Los Neil estaban muy alegres, en los años que llevaban allí, no habían sido invitados a la casa más de tres veces. -Primo, tu repentina sociabilidad no me deja de sorprender- comentó el Coronel, haciendo una clara alusión a la invitación que acababa de realizar. -Creo que es mi obligación, después de todo, Elizabeth debe ir conociendo las personas con las que tenemos trato. A Lizzie no le agradaba la idea de pasar toda una velada con ese matrimonio. Aunque, por experiencia previa, sabía que no era bueno emitir juicios sobre alguien al que no se conoce bien, el señor Neil le parecía una persona con ideas anticuadas. Pero se guardó su opinión, después de todo, uno de los deberes de su nueva posición, eran las obras de caridad, por lo que a menudo estaría en contacto con el sacerdote. Una vez en la casa, Richard y Fitzwilliam, salieron a cabalgar, Georgiana fue a practicar al piano y Elizabeth fue con el ama de llaves, la Sra. Reynolds, a la cocina, para dar las instrucciones del día. Luego, fueron a un pequeño estudio, cercano a la biblioteca, donde Lizzie conversó con la Sra. Reynolds sobre la manera de trabajar en la casa. No se sentía cómoda, más bien se veía como una intrusa tratando de conquistar tierras extrañas. La Sra. Reynolds no recordaba cuándo su amo había sido tan feliz, debía remontarse a su infancia, antes de la muerte de su madre. Por ello, amó a Elizabeth desde el momento que ingresó a la casa, decidiendo que la ayudaría y defendería contra todos. Programaron para la noche siguiente, el menú para recibir a los Neil, y también la cena de Nochebuena, que era dos noches después. Este año, no se realizaría el tradicional baile de Navidad, los Darcy deseaban privacidad. Esa tarde, poco después del almuerzo, la Sra. Reynolds, entregó la correspondencia. Elizabeth no pudo contener su alegría al ver que había cuatro cartas para ella. Se excusó y se retiró a su habitación para leer tranquila las noticias de su familia. La primera, era de su padre, una carta que expresaba lo mucho que sentía su ausencia y donde le contaba el estado de los “nervios” de su madre. La segunda, era de Jane, “Oh, Jane, cuanto te extraño”, pensó mientras leía la carta de su querida hermana. La tercera era de los Collins, de Charlotte, principalmente, donde le comunicaba que esperaba a su primer hijo. Dejó para el final la lectura de la cuarta, antes de abrirla, cerró lo ojos y realizó una profunda inhalación. Era de Lydia, y decía lo siguiente: «Mi querida Lizzy: Te deseo la mayor felicidad. Si quieres al señor Darcy la mitad de lo que yo quiero a mi adorado Wickham, serás muy dichosa. Es un gran consuelo pensar que eres tan rica; y cuando no tengas nada más que hacer, acuérdate de nosotros. Estoy segura de que a Wickham le gustaría muchísimo un destino de la corte, y nunca tendremos bastante dinero para vivir allí sin alguna ayuda. Me refiero a una plaza de 17 trescientas o cuatrocientas libras anuales aproximadamente; pero, de todos modos, no le hables a Darcy de eso si no lo crees conveniente.» Elizabeth estaba indignada, no podía creer lo desvergonzada que era su hermana, “Después de todo lo que hizo Fitzwilliam por ellos”, pensó tristemente. Sintió vergüenza por haber conectado a su esposo con semejantes familiares. Los ojos se le llenaron de lágrimas, tal vez Lady Catherine tuviera razón y su amor sólo traería miseria. En ese momento, golpearon la puerta que comunicaba su habitación con la de su esposo, se secó rápidamente las lágrimas y escondió la carta. -Adelante- ordenó. Al momento ingresó Fitzwilliam, quien notó su cara de preocupación disimulada detrás de una sonrisa. -Mi amor, ¿malas noticias de Longbourn?- preguntó preocupado, aunque en la carta que él había recibido de su amigo Bingley no decía nada sobre ello. -No, nada de eso, sólo un poco de nostalgia- contestó mintiéndole. No quería hacerlo, pero tampoco deseaba sumarle otra preocupación culpa suya. -Si ese es el motivo, traigo una solución- dijo Darcy- Charles nos invita a pasar el Año Nuevo con ellos en Netherfield, pasaríamos unos días con tu familia, antes de ir a Londres. -¡Eso me hará muy feliz!- respondió, corriendo hasta él y dándole un fuerte abrazo. Lizzie se apoyó contra su pecho y él apoyo su mentón sobre su cabeza. Aspiró el olor a lavanda del cabello de su esposa y la besó en la frente. Sabía que ella estaba mintiendo desde el momento en que la miró y notó que, sus ojos vivaces, estaban apagados. Pero no era el momento de presionarla para conocer el motivo, cuando ella estuviera lista se lo diría. 20 VtÑ•àâÄÉ L Fitzwilliam estaba haciendo un terrible esfuerzo por no devorarla en ese mismo instante. Mientras intentaba regañarla, Elizabeth lo miraba entre inocente y culpable, jugueteando con su cravat. -Elizabeth, concéntrate por favor en lo que te estoy diciendo. -Sí, mi señor, soy toda oídos. -Estuvo mal, muy mal la discusión con el Señor Neil. Yo…yo comparto tus ideas sobre la libertad de decisión que deben tener las mujeres, ¡pero discutir con el párroco sobre el derecho femenino sobre la planificación familiar, fue muy impropio! Lizzie no pudo evitar una mueca de satisfacción al recordar la cara del clérigo cuando ella le dio su opinión. -¡Elizabeth Victoria Darcy!, borra esa sonrisa de tu rostro- la retó su esposo, pero lo cierto era que a él también le resultaba cómica la expresión que había puesto el Sr. Neil cuando su esposa comenzó a hablar de lo que eran capaces las mujeres. -Lo siento, continua- dijo ella, mientras comenzaba a desatar el cravat de su esposo. “Estoy perdido”, pensaba Darcy, “así será de ahora en adelante, estaré a su merced para siempre, un aleteo de sus pestañas, un contacto con su piel, y ya no puedo pensar claramente”. Lizzie había desatado el cravat y comenzaba a desprender los botones del chaleco. -¿William…?- dijo al ver que su esposo la miraba fijamente sin poder articular palabra. -¿Sí? -Me decías… -Oh, sí, te decía…- no podía elaborar la frase con ella sacándole la chaqueta, sintiendo su fragancia, el contacto de sus manos- Olvídalo- terminó por decir, rindiéndose ante su esposa. -Está bien, lo que tú digas amor- respondió en tono inocente- Tendrás que desabrocharme el vestido, ya envié a descansar a mi doncella. “Mujer maléfica”, se dijo a sí mismo, mientras desabrochaba torpemente los numerosos botones, “sabe exactamente como manejarme”, y mientras pensaba en ello, una sonrisa se dibujó en su cara. Cada vez la admiraba más, por su inteligencia, su humor, su pasión. -Gracias- dijo Lizzie, al ver que el vestido se deslizaba- Ahora, ayúdame con el corsét. Fitzwilliam se estaba poniendo ansioso, nunca se había dado cuenta de la cantidad de ropa que llevaban las mujeres, parecía esas muñecas rusas que caben una dentro de la otra. Cuando al fin terminó, besó el hombro de su mujer y luego su cuello. Lizzie se dio vuelta para tenerlo de frente y le preguntó: -¿Necesitas ayuda con su camisa?- mientras la tomaba del borde y la levantaba por arriba de la cabeza de su esposo. -¿Y con sus botas?- conduciéndolo para que se sentara en la cama. Su marido, la miraba divertido y asentía con la cabeza. Fitzwilliam, la tomó del brazo, la acercó y la besó. Elizabeth, parada frente a él, un poco inclinada, vestida solamente con su transparente enagua, correspondía felizmente a los labios de su marido. Por último, le preguntó susurrante al oído, si necesitaba ayuda con sus pantalones. -¡No me digas! Déjame decirte que te envidio mucho- le dijo Richard mientras sofocaba una carcajada. -¡Shhh!, no digas nada, ningún comentario al respecto- le suplicaba Fitzwilliam a su primo. Los dos estaban solos en la mesa del desayuno, las mujeres aún no habían bajado. -¿Así que la señora Darcy es la causante de ese labio cortado?- volvió a reírse- ¡Alégrate, hombre!, yo en tu lugar, estaría gritándolo a los cuatro vientos! -Lo estás haciendo, baja la voz- le pidió Darcy. Fitzwilliam aclaró su garganta y le hizo señas al escuchar que las mujeres se acercaban. Luego de los saludos de cortesía, cuando ya todos se habían sentado, Georgiana preguntó preocupada: -Fitzwilliam, ¿qué te ha pasado en el labio? La frase flotaba todavía en el aire, cuando Elizabeth alzó los ojos hacia su marido y un intenso rubor subió a su cara. Richard miró a su primo, y con un tono mordaz, preguntó: -Sí primo, cuéntanos qué te ha sucedido. Lizzie miró a Richard, comprendiendo que éste ya lo sabía, lo que incrementó su color, y envió una mirada de reproche a su esposo. -Nada…me… me corté cuando me afeitaba- fue lo único que se le ocurrió decir para salir de la situación. -Debes tener más cuidado- le respondió Georgiana. 21 Elizabeth escondió su rostro detrás de su taza, “Menos mal que se va hoy” pensando en las posibles bromas del Coronel. Junto a ella, Georgiana tenía los mismos pensamientos, pero no por los mismos motivos. “Tal vez, estar alejados por un tiempo, sea lo mejor”, se decía a sí misma. Estaba muy confundida, necesitaba aclarar lo que sentía. Richard se iría a casa de sus padres, en Matlock, para pasar las fiestas. “Sí, es lo mejor”, volvió a decirse, y sus ojos se unieron por un segundo con los de su primo. Terminado el desayuno, el Coronel se aprestó a retirarse, los tres habitantes de la casa, salieron para despedirse. Darcy envió sus buenos deseos para sus tíos y se despidió de Richard. Luego, se despidió de Lizzie, hizo alguna que otra broma y coqueteó como normalmente lo hacía. Por último, se despidió muy cortésmente de Georgiana. Un espectador común no habría notado nada extraño, pero la agudeza de Elizabeth, percibió, que, detrás de su saludo cortés, se escondía un profundo dolor. El carruaje partió, la mañana era fría, el cielo estaba despejado. Fitzwilliam condujo a su esposa adentro, antes de ingresar, se dio vuelta y dijo: -Georgie, ¿entras? Georgiana respondió que sí a su querido hermano, mientras sus ojos azules, estaban fijos en el camino. 22 VtÑ•àâÄÉ DC Toda la noche había nevado, una gran tormenta cubrió la región el día de Navidad. Lizzie despertó temprano, se sentía como cuando niña, Jane y ella, eran las primeras en despertar para ver los regalos. Su esposo dormía mirando hacia ella. Le gustaba mirarlo dormir, a menudo lo hacía, memorizaba cada línea de su rostro. Estaba ensimismada en sus pensamientos, cuando escuchó la voz grave y entre dormida de Darcy: -Es un hábito muy molesto, deja de hacerlo. -No sé de qué estás hablando. -Sí, lo sabes- respondió Fitzwilliam, abriendo los ojos- Deja de observarme cuando duermo. -¿Acaso no puedo apreciar lo apuesto que es mi esposo? -Es algo que puedes hacer cuando estoy despierto- bromeó Darcy, al tiempo que cerraba los ojos e intentaba dormir. Evidentemente, su mujer tenía otros planes, porque después de unos minutos, habló. -¿No piensas saludarme? Es Navidad. -Mmm…- se quejó e hizo el esfuerzo de despertarse- Feliz Navidad, Sra. Darcy- dijo y la besó en los labios. -¡Feliz Navidad para ti también!- le deseó Elizabeth, antes de saltar de la cama para buscar en un escondite un presente envuelto en papel y con un moño de seda. -Lo tengo guardado desde que estuve en Londres- anunció, dándole el obsequio. -Lizzie, cariño, pensaba darte los regalos más tarde, cuando bajemos con Georgiana. -Lo sé, pero este quiero compartirlo contigo y nadie más. Darcy, se sentó en la cama, tenía el pecho desnudo. Lizzie se acomodó detrás de él, abrazándolo por la cintura, apoyando el mentón en su hombro para poder ver. Fitzwilliam desenvolvió el pequeño regalo con forma rectangular. Era un pequeño retrato de Elizabeth enmarcado en plata. Se quedó mirándolo sin que las palabras salieran de su boca. Tomó una de las manos que lo asían y la llevó a su boca. -Recuerdo que cuando me cortejabas y tenías que viajar, te quejabas de no tener un retrato mío, así que, mis tíos consiguieron que me retrataran en Londres. -Gracias, es el mejor regalo que podrías darme- fueron las palabras de su esposo y, girando el cuerpo, la tomó por la cintura y la sentó sobre él. Lo que comenzó con un beso tierno, pronto derivó en un apasionado encuentro en su cama. Demoraron mucho en levantarse esa mañana, no podrían asistir a la misa porque la tormenta continuaba, lo que fue un alivio para Elizabeth después de la cena con los Neil. Cuando bajaron a desayunar, Georgiana llevaba un buen rato esperándolos. La Srta. Annesley había viajado para reunirse con su familia y, de paso, presentarse a una entrevista, ya que cuando llegara la primavera, dejaría de ser la institutriz de la Srta. Darcy. -Perdón por la demora, Georgie- dijo su hermano y luego, le deseo una feliz Navidad. Lo mismo hizo Elizabeth, dándole un pequeño abrazo a su cuñada. Desayunaron tranquilamente en familia, conversando sobre la tormenta que estaba azotando la zona y en el estado en que estarían los caminos. Todos, manifestaron preocupación por la gente menos favorecida de la comarca, decidiendo, que cuando mejorara el tiempo, Elizabeth y Georgiana, tratarían de ayudar a las familias afectadas. Luego, se dirigieron al salón decorado para la ocasión, la chimenea estaba encendida, Darcy se acercó al fuego para calentarse las manos, cuando Lizzie se paró junto a él y le señaló el muérdago que decoraba la estufa. -Supongo, William, que no desconoces su significado. -Estoy al tanto de ello- respondió con una sonrisa- pero te recuerdo que está mi hermana. -Ella no nos mirará, ¿verdad Georgie?- preguntó guiñándole un ojo a la jovencita. -No, no lo haré- contestó ruborizada. -La tradición es la tradición- le dijo a su esposo, mientras se paraba en puntillas. Antes de besarla, se aseguró que nadie estuviera mirándolos. Después, se inclinó un poco, para darle un suave beso. -¿Ves? No fue doloroso y ahora tenemos asegurada la suerte y el amor eterno- dijo sonriendo. Se sentaron cerca de las llamas, afuera seguía nevando, les trajeron té caliente, y compartieron sus regalos. -Gracias Lizzie, es muy bello- agradeció Georgiana un diario íntimo forrado en piel. 25 -¿Y qué ha dicho Charles? -No me he atrevido a comentárselo. Me da mucha vergüenza. He sacado algo de mi dinero, del que tengo para mis gastos personales y pensaba en enviárselo. ¿Tú que harás Lizzie, se lo haz dicho a Darcy? -Sí, lo sabe. Yo pensaba en no hacer nada, pero Fitzwilliam intentará ayudarlos, tal vez, con alguna promoción para Wickham. ¡Pero estoy furiosa! Estaban tan distraídas, que la entrada de sus esposos las sorprendió, haciendo que ambas se sonrojaran. -Te dije que estarían por acá- dijo Charles. -Y yo te dije que con tanta conversación, no se darían cuenta de la hora- comentó Darcy. Las dos mujeres se espantaron de la hora que era, e inmediatamente, partieron del brazo de sus maridos, para alistarse y bajar a cenar. El matrimonio Darcy compartiría el dormitorio que había utilizado Jane cuando se enfermó en Netherfield. Se despidieron de los Bingley hasta la cena. Los sirvientes habían preparado un baño para Elizabeth y Darcy. Después de relajarse y cambiarse, se encontraron en la habitación. Conversaron un rato sentados frente a la chimenea encendida. Era temprano para bajar, y cuando lo hicieran ya no tendrían la oportunidad de estar solos. -Es hora de buscar a Georgiana y bajar- dijo Fitzwilliam, después de pasado un buen tiempo. Con un poco de lentitud, Lizzie se levantó, no quería estar en el mismo salón con Caroline y sus burlas hacia los miembros de su familia. -Elizabeth… -Sí, sí, ya te oí- dijo protestando, mientras lo tomaba del brazo. -Espera, antes de salir, creo que necesito algún incentivo, algo que me de fuerzas para soportar a tu “amiga” Caroline. ¿Se te ocurre algo?- preguntó Elizabeth sugestivamente. -Tengo una idea- contestó Darcy, tomándola por la cintura y atrayéndola hacia él. Lizzie se colgó de su cuello y le sonrió. Su esposo la miró, sin decir nada, acarició su cara, tocó suavemente sus labios y luego la besó, despacio y profundamente. -¿Suficiente?- preguntó con sus labios casi tocándola. -Mmm…sí, creo- dijo con un hilo de voz, tratando que sus rodillas se mantuvieran firmes. Salieron al corredor y buscaron a Georgiana en la habitación continua. Descendieron las escaleras y fueron al salón. Estaban todos reunidos, Georgiana se sentó junto a Kitty, la animosa hermanita Bennet era la oposición de la Señorita Darcy, pero parecían congeniar. La Señora Bennet, hablaba continuamente con todos, menos con Darcy. La mezcla de respeto y temor que le producía su yerno era más fuerte que sus ganas de hablar. Y éste intentaba que continuara así. La cena transcurrió serena, la conversación estuvo animada, Lizzie y Fitzwilliam estaban sentados enfrentados, Caroline había logrado sentarse junto a Darcy e intentó acaparar su conversación, pero él se pasó la velada dedicándole miradas cómplices a su esposa, y esta retribuyéndoselas con sonrisas. Después de la cena, todos se fueron a la sala, algunos jugaron cartas, Caroline se turnó con Georgiana al piano, pero Elizabeth prefirió la charla con su padre. Se fueron a acostar entrada la medianoche, al día siguiente, se esperaban más visitas. Su esposo la estaba esperando despierto en su cama. Cuando ella se metió en la cama, Darcy se subió encima de ella y la besó. -¡Señor Darcy!, no estamos en nuestra casa- le dijo riendo. -Lo sé. ¿Pero sabes que Caroline está en la habitación de al lado? Creí que tal vez querrías darle un poco de celos… -Fitzwilliam James Darcy, es usted un hombre muy malo- y diciendo esto lo acercó a sus labios. 26 VtÑ•àâÄÉ DE Entró silenciosamente al cuarto. Su esposo aún dormía boca abajo. Se acercó a la cama, agachándose junto al rostro de él y besó su frente. Fitzwilliam abrió un poco los ojos, mientras se acostumbraba a la claridad. -Hola- murmuró- ¿Qué hora es? -Tarde- respondió su Elizabeth- Prometí a Jane que la ayudaría con los preparativos, así que yo ya estoy lista. Pero no quería bajar sin saludarte- diciendo esto, se levantó para retirarse. -¿Eso es todo?- preguntó Darcy. -Imagino, ¿deseas que envíe a tu valet? -Sí, mándalo, pero antes de que te vayas te diré que creo merecer un saludo más expresivo. -¿Más expresivo? Me parece que usted está exagerando, un beso en la frente es más que justo. Creo que se da demasiada importancia- le dijo mientras se dirigía a la puerta. -Ahora no soy importante, si no recuerdo mal, en algunos momentos de anoche era Dios- le respondió sarcásticamente. Elizabeth no se dio vuelta, no quería que viera la risa contenida. Cerró la puerta y se rió. Justo cuando Caroline pasaba junto a ella. -Buenos días, Sra. Darcy, ¿qué le ha resultado tan gracioso? -Nada en particular, sólo un comentario de mi esposo- le respondió -¿Han compartido habitación?, habiendo tantas disponibles no entiendo el motivo- comentó con tono fastidioso. -Claro que no lo entiende “querida” Caroline. Verá, si usted tiene la suerte de casarse enamorada de su esposo, como lo hice yo, tal vez lo pueda entender- fue la contestación irónica de Lizzie. Siguieron el camino hacia la sala de desayuno sin hablar. Era bastante obvia la ofuscación de la Srta. Bingley. Charles, Jane y Georgiana, estaban ya sentados en la mesa. Después de los saludos, Bingley preguntó por su amigo. -Ya está por bajar, recién envié a Andrew. -Espero que esté todo bien- dijo Charles. -Sí, perfectamente, sólo que se durmió un poco tarde- fue la contestación de Elizabeth, que se sonrojó un poco al ver la mirada de su hermana. Cuando estaban terminando de desayunar, llegó Darcy. Las mujeres se levantaron para realizar los quehaceres del día y los dos hombres se quedaron conversando mientras disfrutaban del café. Cerca del mediodía, Elizabeth, invitó a Georgiana a caminar un poco. Era un día bastante fresco, pero soleado. Iban por el camino conversando, cuando fueron interceptadas por Fitzwilliam, quien paseaba con uno de los perros de caza de Charles. -¿Puedo acompañarlas?- preguntó ofreciendo su brazo. -Claro- contestaron las dos jóvenes. -Hoy llegan mis tíos desde Londres- comentó Lizzie- Primero pasarán por Longbourn y, después, vendrán todos hacia acá. -¡Qué buena noticia!- exclamó Georgiana- Tus tíos me caen realmente bien. Sobre todo, porque fueron partícipes de que ustedes estén juntos. Si no te hubieran llevado ese día a Pemberley, no te habrías encontrado con mi hermano. -Sí, es verdad- dijo Elizabeth, acariciando el brazo de su marido y mirándolo a lo ojos. -Gracias a que ellos aceptaron la invitación a cenar, yo pude conocerte. Ese mismo día me di cuenta que ustedes se querían. ¿Te lo dije hermano, verdad?- Darcy se estaba poniendo un poco incómodo. -Sí, me lo dijiste. -Aunque él no estaba muy convencido que hubieras cambiado de opinión, yo sí lo estaba. Una mujer se da cuenta de ciertas cosas. Supe que estaba enamorado antes que te pudiera conocer, por la forma en que me hablaba de ti. La mirada que puso cuando entraste en Pemberley, me confirmó lo que ya sabía. Lástima que tuvieron que irse tan pronto, estoy segura, que de quedarte unos días más, se te hubiera propuesto. Darcy aclaró su garganta. Definitivamente la conversación lo estaba poniendo cada vez más incómodo. -Cambiemos de tema, querida Georgie, antes que tu hermano muera de vergüenza- le dijo Elizabeth riendo. Los Gardiner y los Bennet, llegaron para el té de la tarde. Y con ellos, las risas, la charla animada y los juegos de los niños. 27 Elizabeth se llevaba de maravilla con los niños, jugaba con ellos como si fuera uno más. Fitzwilliam conversaba con Edward, el tío Gardiner, mientras miraba a su mujer corretear con los más pequeños. Después de cenar, se reunieron todos en el salón. Como todas las noches, algunos jugaron cartas, otros disfrutaron de la música y los demás, de una charla entretenida. La niñera de los Gardiner solicitó la presencia de Elizabeth en el cuarto de los niños. Se negaban a dormir sin antes escuchar un cuento de su tía. Luego de relatarles varias historias, regresó al salón. Georgiana estaba terminando una interpretación. Cuando se estaba por sentar, su padre dijo: -Lizzie, hace mucho que no te escuchamos cantar. Haznos el honor. De inmediato, sintió los ojos de su esposo desde la mesa de cartas. “¿No era que no cantabas?”, parecía decirle. -Padre, habiendo tantas buenas intérpretes, no creo nadie quiera escucharme, excepto usted, que le parece que canto bien solo porque soy su hija- dijo tratando de excusarse. -A mi me interesa escucharla- dijo burlonamente Caroline. -Sí, Elizabeth, complácenos- pidió Georgiana. -Sin duda todos queremos escucharte- fue el comentario irónico de Fitzwilliam, que abandonando la mesa, se aproximó más al piano. -Está bien, pero que conste que no soy una soprano tan excelente como la Srta. Bingley- dijo, mientras se acercaba a Georgiana y le pedía que la acompañara con el piano. Decidió cantar The last rose of summer, era la melodía favorita de su padre. “'Tis the last rose of summer Left blooming alone; All her lovely companions Are faded and gone; No flower of her kindred, No rosebud is nigh, To reflect back her blushes, To give sigh for sigh. I'll not leave thee, thou lone one! To pine on the stem; Since the lovely are sleeping, Go, sleep thou with them. Thus kindly I scatter, Thy leaves o'er the bed, Where thy mates of the garden Lie scentless and dead. So soon may I follow, When friendships decay, From Love's shining circle The gems drop away. When true hearts lie withered And fond ones are flown, Oh! who would inhabit, This bleak world alone?” La última nota sonaba en el aire. Darcy la miraba totalmente enamorado, era la primera vez que la escuchaba cantar y estaba maravillado. No era una soprano perfecta, pero la fuerza y dulzura de su voz le había dado a la interpretación calidez y sentimiento. Todos la aplaudieron efusivamente, Fitzwilliam el más entusiasta. Elizabeth estaba sonrojada. Nunca había cantando delante de tanta gente, generalmente, su público era su familia. Era la primera vez que lo hacía delante de su marido. Él estaba acostumbrado a galas musicales y ella no tenía preparación alguna. Darcy se acercó donde estaba parada ella y besó su mano. Un gesto que la conmovió. -¿No era que usted no sabía cantar?- le dijo en cuanto estuvieron solos. -Es verdad, no sé cantar, comparándome con mujeres tan perfectas, como Caroline Bingley- respondió evasivamente. -A pesar que, Caroline, ha tenido una formación académica, debo informarte que tienes una voz mucho más bella y una interpretación cargada de sentimiento. -Muchas gracias- dijo, sonrojándose ante el cumplido de Darcy. -Ahora dime, ¿por qué me mentiste? 30 Dos días después de llegado el año 1813, los Darcy, se despidieron de familiares y amigos, para dirigirse a Londres. Se quedarían cerca de dos meses, Fitzwilliam aprovecharía para manejar unos nuevos negocios y, las mujeres, podrían aprovechar la vida social de la ciudad. Los Bingley, irían a la ciudad, en unos 15 días, un poco por negocios y, un poco, para descansar de la señora Bennet. Los Gardiner aprovecharon para salir con ellos. El viaje fue bastante tranquilo, llegando pasado el mediodía a Londres. La casa estaba lista para recibirlos, el personal los esperaba con ansias. Apenas llegaron, le fueron presentados todos los empleados a la nueva Señora. La residencia estaba muy bien ubicada, era bastante amplia y cómoda, decorada exquisitamente. Pero no se comparaba con la belleza natural de Pemberley. El dormitorio tenía grandes muebles de madera oscura. Las paredes estaban también recubiertas en madera y, los largos cortinados oscuros, le daban un aspecto sombrío. Sin duda, tendría que hacerle algunos cambios. Lizzie no se sentía muy bien, ese día había llegado su período, lo que, sumado al viaje, la había puesto de muy mal humor. Envió a su doncella a informar que no bajaría a cenar debido a que no se sentía bien. La Sra. Parker, el ama de llaves, le envió un té especial y lo tomó en su cama, en compañía de un libro. Un rato después, su esposo golpeó la puerta antes de entrar. -Hola, ¿cómo te sientes?- preguntó preocupado- ¿Necesitas que llame al doctor? -No, no es nada, ya se me pasará- fue la respuesta, le daba vergüenza tener que explicarle los motivos de su indisposición. -¿Estás segura? El doctor Murray vive cerca, podría mandarlo a llamar enseguida- insistía Darcy. -¡Por favor, no! Lo que tengo, es algo normal…en las mujeres- dijo Elizabeth mientras su cara se cubría de color. -¡Ohhh!, entiendo- fue el comentario de Darcy, que también se sonrojó- Bueno, en ese caso, te dejaré tranquila y me retiraré a mi habitación. Se acercó para besar a su esposa y ella le retiró la cara, claramente enojada. -¿Lizzie, pasa algo? -No, nada- mientras que sus palabras expresaban algo totalmente distinto a lo que decía. -Cariño, no entiendo…- balbuceó Darcy, antes de ser interrumpida por las furiosas palabras de su mujer. -¡Yo sí, entiendo perfectamente!- dijo en tono disgustado. Golpearon la puerta, Darcy todavía perplejo, abrió la puerta. Mr. Parker, el mayordomo, le comunicó que abajo estaba su primo, el Coronel Fitzwilliam. Le dio la orden de avisar que ya bajaba. -Elizabeth, debo bajar, pero quisiera hablar contigo, realmente estoy confundido. -No hay nada que explicar, tendrías que darte cuenta sólo- y, diciendo esto, giró en la cama, dándole la espalda. Fitzwilliam se retiró, cada vez más perdido, a reunirse con la visita imprevista de su primo. -¡Hola Darcy, feliz año!, ¿dónde se encuentran tu bella esposa y Georgiana? -Hola, Georgiana se retiró hace un rato y Elizabeth…y Elizabeth, no se siente bien. -Espero que no sea nada grave- comentó el coronel. Fitzwilliam le contó brevemente lo sucedido, más que nada, porque necesitaba la opinión de alguien sobre el altercado. -Bueno, ¿qué opinas?- preguntó al finalizar el relato. -No tengo esposa, pero tengo experiencia con las mujeres- comenzó a decir Richard, adquiriendo un tono de gran conocedor-, pero sabrás que, cuando están en “esos días”, suelen ponerse sensibles y de mal humor. -Georgie nunca se comportó así. -Porque es una santa- dijo el Coronel y sus ojos se iluminaron- Pero debes reflexionar un poco sobre lo que tú esposa interpretó de tus palabras. -Ilumíname. -Justo el día en que ella no está disponible para saciar tus “apetitos salvajes”- le dijo burlándose de él-, le dices que te irás a dormir sólo. -¡Pero porque quiero que se sienta cómoda! Lo haces ver como que no me interesa estar con ella si no es para…Oh, ahora entiendo. -Creo que deberías ir con ella- dijo Richard- Yo me quedaré para saborear un poco de tu brandy. Tu mayordomo me ha preparado mi habitación. -¿No tienes un hermano en la ciudad?- le dijo Darcy irónicamente. -Sí, pero él no es tan entretenido como tú. Fitzwilliam golpeó la puerta, pero no recibió contestación. Abrió y se metió en la cama. -Elizabeth, amor, necesito hablar contigo. - No hubo respuesta. -Se que no estás dormida, por favor, tenemos que aclarar lo que pasó. - Sin respuesta. -Elizabeth, por favor. 31 Ella se dio vuelta para mirarlo, el mentón elevado, lista para dar pelea. Darcy se contuvo para no besarla, estaba terriblemente hermosa. -Lizzie, me gustaría explicarme, porque creo que malinterpretaste lo que dije. -Lo escucho, señor- contestó todavía ofendida. -Mi intención al irme a mi dormitorio, era para que estuvieras más cómoda. Sabes que te amo, después de todos los meses de interminable dolor por no tenerte, aún no puedo creer mi suerte al despertar y tenerte junto a mí. No quiero separarme nunca de ti. Este inesperado discurso hizo que a Elizabeth se le llenaran los ojos de lágrimas. Darcy la abrazó. -¡Lo siento tanto!- llorisqueaba Lizzie- ¡Odio los cambios de humor que tengo! No puedo hacer nada, te juro que lo intento. -Shhh- la consoló su marido-No te preocupes, me acostumbraré. Por esas casualidades, al proponerme en Kent, ¿estabas…como hoy? -No, simplemente te odiaba- contestó pícaramente. -Rompiste mi última esperanza- le respondió y ambos rieron. ________________________ (1) El vestido es como el de Scarlet en Lo que el viento se llevó. 32 VtÑ•àâÄÉ DG Por primera vez, desde que estaban casados, su esposo se había levantado primero. Después de cambiarse, bajó a desayunar. Encontró a Darcy en una acalorada discusión con su primo sobre política. Georgiana se alegró de verla entrar, ya que no creía aguantar mucho más esa conversación. -Buen día- saludó haciendo una breve reverencia- ¡Qué grata sorpresa Coronel! ¿Nos acompañará mucho tiempo?- le preguntó, mientras observaba la expresión de su cuñada. -Tal vez, en realidad, depende de lo que dispongan mis superiores. Pero espero poder quedarme al menos un mes- respondió, echándole una breve mirada a Georgiana. La joven se sonrojó un poco y desvió su mirada al notar que su cuñada la miraba. Los sirvientes, volvieron a servir más café. Lizzie pidió té. -¿Cuáles son tus planes para hoy?- preguntó Darcy a su mujer. -Salir con Georgiana a pasear. Después la acompañaré hasta la casa de la señorita Annesley y yo aprovecharé para visitar a mis tíos. -¿Saldrán apenas terminado el desayuno? -Sí, apenas estemos listas. -En ese caso, me gustaría tener unas palabras a solas contigo- diciendo esto, se paró y esperó que su esposa lo acompañara hasta su estudio. -¿Pasa algo malo?- preguntó inquieta mientras caminaban. -No, nada malo. Pero ha surgido un asunto negocios, por el cual tengo que ir a Portsmouth. Volveré rápido, tal vez mañana. -¿Tienes que irte? ¿Cuándo?- preguntó angustiada. -Lo antes posible, dentro de un rato, Richard se quedará haciéndoles compañía. Lo siento mucho, por más que prefiera quedarme contigo, tengo que ir. -Está bien, entiendo. Pero prométeme algo. -Lo que quieras. -Vuelve pronto. -Lo prometo- dijo y la besó. Cuando iban a salir, Darcy las acompañó hasta el carruaje para despedirse. Primero abrazó a su hermanita y le dio un beso en la frente. Luego, abrazó a su esposa. Lizzie no quería soltarlo. -Elizabeth, el carruaje espera- y susurrándole al oído, agregó- Te amo. Te extrañaré. -Yo también, vuelve mañana, ¿sí? -Nos vemos mañana- dijo, dándole la mano para subir al carruaje- Saludos a tus tíos, diles que vengan a cenar con nosotros. Elizabeth asintió y, mientras avanzaban por la calle, miró a su esposo que se despedía desde la puerta. La tía Mary, la estaba esperando con el almuerzo. Los niños estaban con su institutriz y Edward, trabajando. Pudieron sentarse tranquilas a conversar. -Elizabeth, apenas llegamos, nos enteramos de algo que creo debes saber- dijo su tía. -¿Qué?- preguntó Lizzie. -Wickham está en la ciudad. Edward lo encontró, estaba borracho. -No me extrañaría nada en él. -Eso no es todo. Aparentemente, Lydia espera un bebé. El muy descarado se lo dijo, mientras estaba en compañía de… otra mujer. -¡Oh, no! Pobre Lydia, es una chiquilla tonta, pero estoy segura que lo ama. La noticia la impactó. Quería llegar a la casa para contarle a su marido, pero recordó que él no estaba. Georgiana regresó para la hora del té, las dos conversaron sobre sus salidas, pero Lizzie no hizo referencia a lo de Wickham. Poco después se les unió el Coronel. -Georgie, ¿tocarías para nosotros?- pidió Elizabeth. -Por supuesto- contestó, dirigiéndose al pianoforte. Cuando la música comenzó a sonar en la sala, Elizabeth sorprendió al Coronel con una pregunta. -¿Desde cuándo está enamorado de ella? Y por favor, Richard, no insulte mi inteligencia queriendo hacerme creer que no sabe a quién me refiero. -Jamás haría eso- respondió sinceramente- Sólo unos meses, en la época en que Darcy la cortejaba a usted, comencé a pasar mucho tiempo con ella, aquí en Londres. Me di cuenta que, la linda niña bajo mi tutela, se había convertido en una hermosa y sensible joven. -¿Ella le corresponde? 35 VtÑ•àâÄÉ DH Darcy no la dejó bajar, ni para la hora del té, la obligó a quedarse en la cama como si estuviera enferma. Elizabeth prefirió no discutir, hay batallas que es mejor dejarlas ganar. Si él se sentía mejor cuidándola, lo dejaría, pero sólo por hoy. Recibió varias visitas en su habitación, a las de los habitantes de la casa, se les sumaron la de sus tíos, que apenas avisados de lo sucedido, se dirigieron inmediatamente para ver a su sobrina. Se tranquilizaron bastante al observar que, fuera de las magulladuras, Lizzie estaba bien. Su tío se reunió con los hombres, querían decidir el futuro de Wickham. Elizabeth les pidió que tuvieran en cuenta la situación de Lydia y que no comunicaran lo ocurrido a su padre. En el estudio de Darcy, los tres hombres, daban su opinión sobre lo que debía hacerse. Fitzwilliam quería que lo enviaran al frente de alguna batalla, en lo posible en el continente; Edward y Richard, creían que un tiempo en la cárcel no le vendría nada mal. El Coronel habló con sus conexiones dentro del ejército para que, en reprimenda por su comportamiento, cumpliera unos meses detenido. -Si fuera por mí, lo mandaría a fusilar- fue el comentario iracundo de Darcy. Sus tíos se quedaron a cenar, pero Elizabeth tuvo que recurrir a todos sus encantos, para que su esposo le permitiera bajar a cenar. Una vez en la mesa, Lizzie pidió que no se hablara más del incidente. Por respeto a ella, se acordó no tratar el desagradable tema. Entonces, Georgiana, recordó algo que habían visto en el paseo de la mañana. -Hermano, con Richard hemos visto que se presenta una nueva ópera. ¡Debes llevar a Elizabeth! Ella nunca ha ido y estoy segura que la disfrutará enormemente. -Veremos- fue la respuesta de Darcy. -¿Me llevarás? Di que sí, por favor- le dijo su esposa, mientras lo tomaba del brazo y lo miraba como una niña a la que se le niega un caramelo. -Está bien- le dijo, mientras se daba cuenta que no podía negarse a su mujer- Ya que parece que iremos a la ópera, por lo menos debería saber de quién es. -Es de Gioachino Rossini, se llama L’inganno felice- fue la respuesta de su primo. -Tendré que desempolvar mi italiano- dijo Darcy. -Más vale, porque tendrás que ser mi traductor- comentó Elizabeth. Apenas terminó su postre, fue enviada a la cama como si tuviera 5 años. Protestando, obedeció. Esperó despierta la llegada de su marido, intentó distraerse con un libro, pero sus pensamientos iban a la ópera. Siempre había querido ir, pero jamás se le había presentado la ocasión. Su mente volaba imaginando qué ropa debería usar, cómo se tendría que comportar, si le gustaría tanto como las arias que solía escuchar. Su esposo entró al dormitorio ya cambiado y se acostó junto a ella. -Muéstrame los brazos- pidió Darcy. Se arremangó obedientemente. Fitzwilliam tomó sus brazos y besó las marcas oscuras. -Ahora me siento mejor. Aunque también me duele aquí- dijo señalando su frente. Darcy la besó. -Y también aquí- y señaló su mejilla. Su esposo sonriendo, la volvió a besar. -¿Algo más?- preguntó en forma cómplice. -Sí, me duele mucho, mucho, aquí- indicándole sus labios. Su esposo la besó tiernamente. -Te extrañé mucho- dijo Lizzie. -Me ausenté sólo un día. -¿Eso significa que no me extrañaste? -No, no es lo que dije. Por supuesto que te extrañé. - Elizabeth se acomodó en su pecho. -Anoche no pude dormir, terminé usando tu camisa. -Eso explica la fragancia a lavanda- dijo. -Me hacía falta tu compañía. -A mí también, necesitaba abrazarte, una almohada no pudo reemplazarte. -Creo que, desde ahora te acompañaré a todos los viajes. -¿En serio harías eso? -Sin lugar a dudas. Además me aseguraré que no consigas una amante, como Wickhman. -No me compares con él. Aunque, en su defensa, debo decir que es normal que un caballero busque amante cuando su esposa está esperando un hijo. Elizabeth palideció. Darcy, que comenzaba a conocer los cambios de humor y a leer lo que pasaba por su cabeza, agregó rápidamente. -No es lo que yo haría, jamás buscaría una amante. Pero puedo entender los motivos. 36 -Bien contestado, señor.- Se produjo un silencio, que interrumpió Lizzie diciendo: -William, ¿estás dormido? -Mmm…casi- fue la respuesta de Fitzwilliam. -Lo siento, estás muy cansado, duerme. Yo no creo poder. -¿Te sientes mal? -No, es por la expectativa de ir a la ópera. Darcy rió. No podía ser tan tierna. Despertó con la entrada de su doncella y la Sra. Parker. Mientras una abría las cortinas, la otra le servía el desayuno en la cama. -Buenos días, Señora. -Buenos días, ¿qué hora es? -Las 10. El Sr. Darcy nos indicó que la dejáramos dormir hasta esta hora. -Gracias- dijo, mientras comenzaba a desayunar- Susan, prepárame el vestido rosa, el de flores. -Sí señora, ¿le preparo el baño? -No, gracias- contestó, aunque realmente deseaba sumergirse en agua caliente, aún no podía. Después de alistarse, bajó a la planta baja, para enterarse que su esposo había salido temprano. Georgiana le hizo compañía. Las mujeres conversaron animadamente sobre la próxima salida al teatro. Elizabeth le hizo millones de preguntas, que Georgiana estaba ansiosa por responder. -Lizzie, deberíamos salir a comprar un vestido. -No lo sé, creo que ya tengo demasiados- fue el comentario de ésta. -¡Nunca hay suficientes vestidos!- dijo la jovencita. -Bueno, tal vez. Elizabeth no quería desilusionar a Georgie, pero había enviado su dinero a Lydia y no quería pedir más a su esposo. Un vestido nuevo no era necesario. Accedió a acompañarla a escoger uno para la jovencita, pero le advirtió que ella no deseaba nada. Al llegar a la tienda, Georgiana insistió en que se probara un vestido de seda, verde esmeralda. -Pruébatelo, por mí. Estoy segura que quedará bellísimo con tu tono de piel. Ya lo puedo ver con el juego de esmeraldas que te regaló mi hermano. A regañadientes, se lo probó y debió reconocer que le quedaba muy bien. -¡Debes llevarlo!- exclamó su cuñada. -Es muy bonito, pero no lo necesito. Me pondré el que usé para Año Nuevo.- A pesar que la jovencita siguió insistiendo, solamente compraron uno celeste de muselina para ella. Al llegar a la casa, Darcy las estaba esperando. -Bueno, ¿encontraron algo bonito para el teatro? -¡Sí, lo hicimos! Pero Lizzie no quiso comprar el suyo, por más que le dije lo bonito que le quedaba ese color. -Querida Georgie, si fuera por ti, me hubiera tenido que comprar todos los de la tienda- dijo Elizabeth, intentado esquivar el tema. Esa tarde, recibieron la visita de la Sra. Hurst. Las damas de la casa, la recibieron para tomar el té y se disculparon por la ausencia del Sr. Darcy, quien había salido de improvisto para atender negocios. Luego de mucha conversación trivial y aburrida, la Sra. Hurst se despidió, dejando sus saludos para el resto de los miembros de la familia. La cena transcurrió muy tranquila, la ausencia del Coronel –quien había ido a cenar a casa de su hermano-, se hizo notar, ya que siempre le aportaba simpatía a las conversaciones. Georgiana se retiró temprano, la joven pareja, se reunió en su dormitorio a conversar tranquilos frente al calor del fuego. -Elizabeth, ¿ya decidiste lo que usarás en la ópera? -Sí, el rojo que usé en la fiesta de Charles. -Ah- fue lo único que dijo Darcy. -¿No te gusta? ¿Es inadecuado? -No, no es eso. Estabas tan entusiasmada anoche, que creí que te comprarías uno nuevo. Ese verde que dijo Georgiana, sonaba encantador. -Sí, en verdad lo era, pero no necesito más vestidos. -Entonces, ¿me harás devolverlo?- preguntó, señalando una caja sobre la cama. Elizabeth se paró dubitativa, caminó hacia la cama, mientras se daba vuelta para ver a su marido. Abrió la caja y, allí estaba el vestido esmeralda. Fitzwilliam la observaba con una sonrisa de satisfacción. -¡No debiste! Es un gesto maravilloso de tu parte. Gracias- y corrió hacia su encuentro, lo abrazó y se besaron. Cuando se sentaron, Darcy habló: 37 -No te compraste el vestido porque le enviaste tu dinero a Lydia, ¿no? -Sí, ¿cómo lo sabes? -No lo sabía, pero lo sospechaba. Eres una mujer bondadosa, siempre buscas lo mejor para tu familia. El ver cómo atendías a Jane, cuando se enfermó en Netherfield, fue algo de lo que me hizo enamorar de usted, mi señora. -Lo siento. A pesar de todo, es mi hermanita y está esperando un niño. -Está bien, lo entiendo. De pensar que Georgiana podría estar sufriendo lo que está pasando tu hermana, siento un profundo pesar. -Usted también es un hombre bondadoso- dijo Elizabeth, sentándose junto a él, para besarlo en los labios. Amaba besarlo, nunca quería detenerse cuando empezaba. Los brazos de su esposo la tomaban fuertemente de la cintura. Cuando se separaron un poco, para recobrar el aliento, Lizzie le susurró: -Sólo falta un día más. Su esposo asintió, no necesitaba que le aclarase nada. 40 VtÑ•àâÄÉ DJ A menudo, la timidez de Georgiana, era confundida con orgullo. Nada más lejos de la verdad, si bien, se podía decir que estaba orgullosa de su familia y linaje, jamás había hecho alarde del mismo. Siempre supo que le sería difícil enamorarse de alguien al que no conociera. Le costaba mostrarse como era frente a personas desconocidas. Necesitaba sentirse cómoda y eso rara vez le ocurría con alguien nuevo. Tal vez con Lizzie, pero porque después de escuchar a su hermano hablar de ella, sentía que la conocía de toda la vida. A lo mejor esa era la razón por la que se había enamorado de George Wickham y, ahora, creía estarlo de su primo. Después de lo sucedido, hacía casi dos años, con el hijo del administrador, su hermano y el Coronel, la sobreprotegían. Estaba tan confundida, ¿era amor lo que sentía por Richard? No lo podía asegurar, pero sí se daba cuenta que le producía una profunda alegría el tenerlo cerca, que cuando no estaba, lo extrañaba profundamente, especialmente por las charlas. Él la trataba como a una joven mujer, no como a una niña. Además, la hacía reír, siempre tenía algún comentario cómico que hacer. No sabía exactamente cuándo su primo había dejado de ser sólo su “viejo primo” y se había transformado solamente en Richard. Estaba tan distraída en sus pensamientos que no se dio cuenta que su cuñada le estaba hablando. -Perdóname Lizzie, no estaba prestando atención, ¿decías? -Georgiana…¿te preocupa algo?- preguntó Elizabeth, sospechando lo que podría inquietar a la muchacha. -No, nada- se apresuró para responder, pero un fuerte rubor le subió al rostro. -Quiero que sepas, que si necesitas hablar con alguien…una mujer, puedes contar conmigo, prometo guardar el secreto. -Gracias Elizabeth, se que puedo hacerlo. -Bueno, volviendo a lo que te decía, en el baile, varias señoras, ofrecieron presentarte en sociedad. Darcy no estaba muy feliz, sabes que todavía cree que eres su niñita.-dijo Lizzie sonriendo. -Sí, si fuera por él, todavía usaría trenzas. Las dos mujeres se rieron. -Pero creo que se dio cuenta, por más que no le guste, que este año tendrás que hacer tu presentación en sociedad. -No es algo que me preocupe, me da terror ser el centro de atención, tener que asistir a muchas fiestas y bailar con jóvenes que no conozco. Elizabeth no pudo evitar el reírse, sus hermanas hubieran muerto de escuchar la declaración de Georgiana. -Querida, no creo que puedas evitarlo por siempre. Las dos siguieron con sus labores en silencio, hasta que fueron interrumpidos por la Sra. Parker que traía unas cartas. Una, era la respuesta afirmativa de Jane para ir a cenar esa noche y la otra, fue entregada a la Srta. Darcy. Georgiana se puso pálida. -¿Pasa algo malo? -Es, es…es de mi tía, Lady Catherine- balbuceó. -Oh, bueno, te daré privacidad para que la leas. Yo iré a dar las órdenes para la cena. Elizabeth salió de la habitación preguntándose si también su esposo habría recibido una. No tuvo la oportunidad de estar con Darcy hasta que bajó ya cambiada para la cena, él se encontraba en el salón, mirando el fuego con una copa de brandy en la mano. -Aún no son las 6 y tú con una copa- le dijo en tono de censura. 41 -Oh, sí…lo siento, no fue una tarde fácil. -¿Malas noticias desde Kent? -¿Cómo…lo sabes?- preguntó intrigado. -He sobornado a todos los sirvientes para que me digan qué cartas recibes- le dijo bromeando- No, tonto, Georgiana recibió también una. -¿Y bien?- preguntó cuando vio que Darcy no respondía. -No quiero hablar del tema. -¿Por qué? ¿Sigue enojada? -No es eso, actúa como si tú no existieras. Me invita a pasar la Pascua en su casa, pero habla de Georgiana, del Coronel y de mí. Elizabeth rió fuerte. -¿Eso arruinó tu día?- preguntó condescendiente. -Estoy enojado con ella, pensé que, después de casados y de ver que el resto de la familia te acogía, cambiaría de opinión. -Ven aquí- le dijo, llamándolo con su dedo índice. Su esposo se acercó y ella lo abrazo, escondiendo su cabeza en el pecho de él. Luego, sin soltarlo, levantó su cabeza apoyando su mentón y lo miró a los ojos. -No quiero que estés enojado con tu tía, es tu familia y se preocupa por ti. -Y yo no quiero hablar más del tema- le dijo, besando su frente. -La ofensa fue conmigo y ya la he perdonado. -No quiero que te enojes, pero esto es asunto mío y debo resolverlo yo. Elizabeth se separó de él, se sentía culpable, la causante de la disputa familiar. Una lágrima se asomó e intentó ocultarla mirando el fuego. -Lizzie…-la llamó arrepentido. -¿Sí?- respondió, intentando que el dolor no se filtrara en su voz. -Mírame- le ordenó. Se secó los ojos antes de girar. -Elizabeth…no quería…lo siento. -El problema con tu tía es culpa mía, no tuya, si yo la hubiera tratado con más respeto… -¡No!, no es tu culpa. Es mía, por haberme enamorado perdidamente de ti. Mi tía se hubiera enojado con cualquier elección de esposa que no fuera mi prima Anne. Por favor Lizzie, no te culpes. Diciendo esto, se acercó a ella y besó sus ojos húmedos. Un rato después, llegaron los Bingley, incluyendo a Caroline, quien se la pasó hablando de un caballero que había conocido en el baile de los Crawford, tal vez buscando producir celos, pero no parecía importarle a nadie. En la mesa, Elizabeth se sentó a la derecha de la cabecera que ocupaba su esposo, tal cual lo hacía todos los días. -Como señora de la casa, le corresponde la otra cabecera- comentó maliciosamente Caroline. -Lo se querida, pero siempre elijo el lugar junto a mi marido, me sería imposible tomarle la mano desde el otro extremo- respondió Lizzie. Jane contuvo una risa al ver la expresión de fastidio de su cuñada. La noche siguió su rumbo y terminó con un improvisado baile en el salón. Con Georgiana al piano, al pobre Richard le tocó bailar con Caroline la primera pieza. Para la segunda, cambiaron las parejas y a Elizabeth le tocó con su cuñado, a Jane con el Coronel y Darcy con Caroline. Al finalizar, Caroline pidió a Elizabeth que siguiera al piano, para que Georgiana pudiera bailar, aunque en realidad, era para seguir bailando con la actual pareja. Lizzie fue al piano y Georgiana bailó con su primo. Richard estaba embobado, la miraba como un niño. Cuando terminó la canción, fue el turno de Caroline para el piano y, Elizabeth, bailó con el Coronel. Las bromas constantes de éste, provocaban la risa de Lizzie y al finalizar el baile, mientras todos se reunieron en la mesa de juegos, Richard se quedó a conversar con Elizabeth. Era la única que conocía su secreto, por lo que podía hablar francamente. Desde la mesa, Darcy los miraba, perdiendo rápidamente el partido, algo que rara vez ocurría, ya que estaba distraído. Después que despidieron las visitas, volviendo para la sala, Darcy se excusó y se marchó al dormitorio. A Elizabeth le pareció notarlo molesto, por lo que se retiró momentos después. Al entrar al cuarto, lo encontró leyendo en uno de los sillones frente al fuego. -¿Sigues molesto por tu tía? -No, no es eso. -Entonces, ¿qué es? -Estoy celoso y no me gusta. -¡¿Celoso?!- exclamó Elizabeth- ¿De quién? -De mi primo y tú. 42 Lizzie soltó una carcajada. Su marido la miró ofendido con los ojos entrecerrados. -Lo siento, no debí reírme, pero realmente es una tontería. -No me gusta que te haga reír tanto. Tampoco me gusta ser celoso, pero lo soy. -Sí, pero eso no es nuevo, recuerdo haberte visto muy celoso de Wickham. Darcy emitió un sonido similar a un gruñido. Elizabeth se acercó a él y se sentó en sus rodillas. -Sabes que eres el único hombre que amo- y lo besó, los labios de su esposo la esperaban ansiosos. 45 VtÑ•àâÄÉ DL Pemberley estaba cambiando. La primavera se acercaba cuando los propietarios volvieron a residir en ella. La nieva había desaparecido y los árboles comenzaban a exhibir sus brotes nuevos. Lizzie, podía disfrutar de largos paseos por los alrededores, algunos, apenas salido el sol. Aprovechaba esos momentos para pensar, hábito que no dejaba de cultivar. Sus pensamientos iban dirigidos, principalmente, a la salud de su hermana Jane, al cómo ayudar a Georgiana y el Coronel y, a limar las asperezas con Lady Catherine. Pocos días después de su llegada a Pemberley, Darcy, entró a la sala donde Lizzie bordaba una pequeña manta para su futuro sobrino. -¿Te molesta si te acompaño?- preguntó, con su rostro delatando cierta turbación. -Para nada, sabes que me gustan tus visitas inesperadas- respondió su esposa. -¿Dónde está Georgiana?- volvió a preguntar, como si quisiera demorar el verdadero motivo de la visita. -A esta hora suele estar practicando en su pianoforte- y, notando la expresión de culpabilidad en el rostro de su marido, agregó: -¿Estás por marcharte en viaje de negocios? -No, no…¿por? -Por tu cara de preocupación, pero si no es eso, tendrás que informármelo tú- diciendo esto, dejó de lado su labor, alisó su falda, se sentó muy derecha, con sus manos sobre su regazo y lo miró atentamente a los ojos. Darcy, se sentó frente a ella y, un poco dubitativo, comenzó a hablar. -Hoy he recibido carta de Rosings, mi tía ha contestado la que le envié- frenó para aclarar su voz- En ella le dije que pensaba pasar la Pascua donde estuviera mi esposa, entonces ella… ella se ha invitado a Pemberley- dijo terminando la frase, quedándose en silencio, mirando a Lizzie y, esperando su reacción. -¡Ah!- fue la respuesta de Elizabeth, tratando de disimular el miedo que le producía la visita- ¿Y cuándo llegará? -Dentro de… dos días. -¡Dos días!¡Eso es demasiado pronto!- exclamó preocupada, al tiempo que salía como disparada del sillón- Tengo que llamar urgente a la Sra. Reynolds, hay tanto que preparar… -Lizzie...- la llamó su marido, pero ella no lo escuchó. -Hay que alistar las habitaciones, hacer pedidos, preparar las comidas… Fitzwilliam la tomó de los hombros para que se quedara quieta y lo mirara. -Lizzie, detente. Le escribiría a mi tía si creyera que eso la detendría, pero no serviría de nada. Además, que ella se decida a venir, es una señal de acercamiento, ¿no crees? La inocente expresión que mostró su esposo al hacerle esa pregunta, enterneció a Elizabeth, que prefirió guardar su opinión al respecto. -Sí, tienes razón, es un gran paso- respondió sonriéndole, mientras le corría el pelo de la frente- Ahora, iré a reunirme con la Sra. Reynolds. Camino de la cocina, su cabeza iba siendo invadida por muchos pensamientos. ¿Realmente, Lady Catherine, tendría intenciones de reconciliarse? ¿O sólo venía a comprobar que ella no era apta para ser una Darcy, la Señora de Pemberley? Dos días más tarde, el ostentoso carruaje arribó a los terrenos y, en él llegaron Lady Catherine, su hija Anne y el Coronel Fitzwilliam. Darcy, Elizabeth y Georgiana, esperaban en el ingreso. Lizzie no había vuelto a estar con Lady Catherine desde la inesperada visita de ésta a Longbourn. A pesar de los nervios que sentía por su encuentro, intentó no demostrarlo. Darcy saludó cortésmente a los llegados, seguido por las damas de la casa e ingresaron al salón donde estaba preparado el servicio. -Debo decir que se te ve muy bien, sobrino- dijo Lady Catherine. -Gracias. Usted también parece gozar de buena salud. -¡Mentiras! Estoy vieja y me duelen los huesos- respondió agriamente y, mirando a Elizabeth, dijo: -Espero, Srta. Bennet, que haya ordenado una habitación soleada, mis huesos no soportan la humedad. -Se me informó cuál era su habitación favorita y está lista, aunque debo recordarle que, ahora soy la Sra. Darcy- contestó en un tono tranquilo y cambiando de tema, se dirigió a su primo político: -Coronel, no esperábamos su visita, ¿ordeno preparar su habitación, o se marcha a Matlock? -Siento no haber informado mi llegada, pero me encontré al llegar a Rosings que el viaje estaba listo y, me encontré en el deber de acompañarlas. 46 -No se preocupe, usted siempre es bienvenido- le dijo Elizabeth. -Y usted siempre tan amable conmigo- respondió con una sonrisa. Darcy, con visible cara de fastidio, preguntó: - ¿Tus padres siguen en Irlanda? -Sí, están en casa de los Brown, se quedarán hasta que finalice la primavera. -Nosotros iremos dentro de unas semanas. Quería llevar a Elizabeth y Georgiana al continente, pero no es seguro, por lo que iremos a Irlanda y Escocia. -No, no está seguro. Bonaparte no se rendirá tan fácil de su derrota en Rusia. Dicen que está preparando un contraataque, el ejército espera órdenes de prepararse para ir al continente. Georgiana lo miró y palideció. Podía soportar la idea de no estar con él, pero no que su vida corriera peligro. -No se hable más del tema- interrumpió Lady Catherine- Algo tan desagradable como la guerra, no es conversación adecuada de llevar delante de jovencitas. Ya han perturbado mi sobrina. -Tiene razón, tía- dijo el Coronel, observando y comprendiendo la turbación de Georgiana. -Tengo que felicitarla, Sra. Darcy, me he enterado por el Sr. Collins que va a ser tía- dijo Lady Catherine, cambiando de tema. -Sí, mi hermana menor espera un hijo para dentro de unas pocas semanas- respondió un tanto incómoda. -No, no me refiero a esa hermana suya, de la que sería mejor que estuviera soltera, sino a la Sra. Bingley. Todos se quedaron mirando a Elizabeth un poco sorprendidos, menos su esposo, que solo sonrió. -¡Oh, sí! Jane también. -Es una buena noticia saber que en su familia no son estériles. Darcy le envió una mirada de reprobación a su tía, quien decidió que era un buen momento para retirarse a la habitación y cambiarse para la cena. Uno poco después, Darcy entró a la habitación donde Elizabeth estaba siendo peinada por su doncella. -Susan, déjanos a solas- ordenó Elizabeth a su joven sirvienta. Cuando ésta salió, su esposo se acercó a ella y la besó en la frente. -Ya conozco el secreto. -Hubiera preferido que te enteraras por mí o Charles. -Lo siento- dijo Darcy y la abrazó. -No tienes por qué. -Sí, tengo…los comentarios de mi tía. -No debes preocuparte por ello. Puedo soportarlos, trato de imitarte a ti cuando te encuentras con mi madre- le dijo burlonamente. Darcy no pudo más que reír. 47 VtÑ•àâÄÉ EC Elizabeth deseaba que llegara abril lo más pronto posible, no sólo por la maravillosa idea de conocer Irlanda y Escocia, sino también para deshacerse de Lady Catherine. Había llegado a compadecer a la pobre Anne, tan enfermiza, tan sumisa a los deseos de su madre. Todas las noches, en la tranquilidad de su habitación, su esposo la felicitaba por su comportamiento tan civilizado. Él sabía el esfuerzo que ella hacia para frenar su mordaz lengua y no responder a las provocaciones de su tía. Elizabeth, realmente quería que Darcy restaurara la relación con Lady Catherine, a pesar que nunca se llevaría bien con su señoría, no podía negar que amaba a su sobrino. Los días estaban cada vez más lindos, Georgiana, Elizabeth y el Coronel, trataban de salir de la casa lo máximo posible para dar largos paseos y huir discretamente de Lady Catherine. Una tarde, en la que Darcy trabajaba en su despacho, recibió la visita de su tía. -Buenas tardes sobrino, espero no molestarte, pero necesito decirte algunas cosas antes de marcharme. Darcy se levantó de la silla y la invitó a sentarse. Tenía miedo de escuchar las palabras de su tía. -La escucho- respondió, preparándose para defender a su esposa. -He notado que Georgiana a perdido gran parte de su habitual timidez, se está convirtiendo en una mujer bonita. Creo que tu mujer la ha ayudado a superar su incomodidad. Pero espero que no le inculque su impertinencia. -Tía, por favor… No dejó que termine de hablar. -No te preocupes, no hablaré mal de tu mujer. A pesar que sigo teniendo mis reservas en cuanto a ella, no puedo negar que te ama, está haciendo un gran sacrificio para no responder a mis provocaciones. Darcy la miró sorprendido de que lo hubiera notado. -¡Oh sí!, soy vieja pero mi inteligencia sigue siendo aguda. Lo he notado. Tal vez cambie mi opinión sobre ella si te da pronto un heredero. -Tía, la amaré igual, me dé un heredero o no. -Lo sé, lo sé. Si algo he podido ver es que te tiene completamente embrujado. Pero no te ha hecho mal, se te nota más relajado y no te veía tan feliz desde que eras un niño. -Ella me hace feliz, como nunca creí que podría serlo- respondió con una leve sonrisa. -Bueno, me alegro, es lo menos que puede hacer. No le comentes esta conversación, no soportaría que me mire pensando que soy una ancianita de buen corazón. Que quede claro, aún no llego a apreciarla como lo hacen los demás, pero soy una persona justa y sólo he dicho lo que observé. -No diré una palabra. Fueron interrumpidos por una criada que avisaba que el té estaba listo en salón donde ya se encontraban el resto de los habitantes. Unos días después Lady Catherine, Anne y el Coronel partieron y Elizabeth respiró aliviada. Esa noche, Darcy, la encontró leyendo en la recámara, frente al fuego. Se acostó en la cama, desde ahí le preguntó: -¿Vas a leer mucho tiempo más? -¿Mmm…? No lo sé. -La cama está muy fría. Elizabeth apartó la vista del libro, su esposo la miraba sin decir nada, pero sus ojos la reclamaban junto a él. -Pobrecito, ya iré a arroparte- le respondió con ironía, mientras apagaba las velas y se acercaba a la cama. Se metió debajo de los cobertores. -Brazo- dijo Lizzie, él ya sabía qué significaba. Darcy, abrió su brazo para que ella se acomodara sobre su pecho. -¿Ahora estás mejor?- le preguntó. -No demasiado- respondió en tono de broma. -¿No mejoró demasiado? – preguntó Lizzie, mientras levantaba un poco la cabeza para besarlo- ¿Y ahora? -Un poquito mejor.- Elizabeth sonrió y desprendió los botones de la camisa. Metió su mano y acarició su pecho. -¿Ahora?- Él respondió con un apasionado beso. Estaba feliz de recuperar a su Elizabeth. Los días posteriores fueron de mucho movimiento, las mujeres preparando sus baúles con lo que llevarían al viaje y Darcy, ordenando todos los negocios antes de marcharse. Una hermosa tarde primaveral, Darcy decidió que era momento de salir a estirar un poco las piernas, había estado todo él día reunido con uno de los capataces y necesitaba despejar su cabeza. 50 -Pensé que tenías calor- le dijo con cara de inocente, para luego besarla apasionadamente. Esa noche, Elizabeth se sentó cerca de la ventana abierta para sentir aire fresco. No se había sentido bien, el calor la había hecho sentir sofocada y adormilada. Los brazos de Darcy la rodearon por la espalda. -¿Sucede algo?- le preguntó. -No puedo dormir. -¿Alguna razón en particular que acose esa cabecita?- preguntó a la vez que besaba en su cabeza. -Ninguna- respondió haciéndose la ofendida. -Entonces ven a la cama, no puedo dormir sin ti. La tomó de la mano y la llevó con él. En la oscuridad de la habitación, sólo iluminada por la luz de la luna que entraba por la ventana, siguieron hablando. -Lizzie…tal vez quieras ir unos días a visitar a Jane, yo no puedo acompañarte, pero podrías ir con Georgie…yo me reuniría con ustedes luego. -No, no quiero ir sin ti. Esperaré a que puedas ir conmigo. -Entonces podrías invitar a una de tus hermanas a que pase el verano con nosotros, tal vez Kitty esté interesada. -Le escribiré, Kitty tiene la edad de Georgiana y tal vez pueda aprender algo bueno de ella. Veinte días después, Kitty llegó con cierto temor a Pemberley, la seriedad de su cuñado le producía cierto respeto y un poco de miedo. A medida que pasaban los días, Kitty se hacía cada vez más íntima con Georgiana, a la vez que descubría otra cara del señor Darcy, un lado cariñoso y preocupado de su familia. Una tarde, después de dar un paseo no tan largo como le hubiera gustado, Lizzie llegó cansada, pero feliz de tener noticias de Jane y su familia. El embarazo estaba avanzado, Charles la cuidaba con demasiado recelo y esperaba para fines de octubre. Le pedía que ya que ella no podía viajar, fuera a visitarla pronto. Elizabeth se dirigía al estudio a contarle a su esposo, cuando llegando a la puerta se topó con Georgiana, que salía con cara de disgusto. No tuvo tiempo de decirle nada, porque detrás de ella se asomó su esposo con cara de enojo y desilusión. -¿William, que ha sucedido? -Nada, nada que tengas que saber. -Fitzwilliam, soy tu esposa, estás claramente molesto, dime si ha sucedido algo- Elizabeth temía que Georgiana le hubiera confesado sus sentimientos sobre Richard. -Creo que fue mala idea traer a tu hermana- dijo cortante. -¿Mi hermana…ha hecho algo malo? -Sí, es una clara influencia negativa en Georgiana. Antes de que ella llegara, no se había tocado el tema de su presentación en sociedad…y ahora, de golpe, se le llenó la cabeza de bailes y pretendientes. -¡Fitzwilliam, no es justo lo que dices! Es una joven mujer, y lo quieras o no, es hora que sea presentada en sociedad…los bailes y pretendientes son algo normal. -Con ese criterio, mira que bien le fue a tu hermanita- respondió secamente, produciendo una herida en Elizabeth. -No tienes ningún derecho de decir eso…tu más que nadie sabes que cualquiera puede tomar malas decisiones- la voz comenzaba a quebrársele. -Sí, lo sé y por eso trato de evitar las malas compañías de mi hermana. -Está bien, si eso te parece, tendrías que haberlo pensado mejor antes de “contaminar” con mi presencia y la de mi familia tu hogar- fue la respuesta dolida de Elizabeth, que intentaba con todas su fuerzas no llorar. Darcy no respondió nada, su orgullo no le permitía ceder en la discusión, aunque sabía que después se sentiría atormentado por sus palabras. -No te daremos más problemas, apenas tenga todo arreglado, tanto mi hermana como yo, no iremos- y diciendo esto salió fuera de la sala destruida en su interior. Quería que la siguiera, que le pidiera disculpas por lo insensato de sus palabras, pero no ocurrió. Necesitaba respirar, sentía que el aire no ingresaba en su cuerpo, quería correr lejos y llorar tranquila…En el corredor se encontró con Georgiana, ella la hablaba pero no podía escucharla, su cabeza daba vueltas. Balbuceó unas disculpas y salió hacia uno de los jardines, comenzó a caminar. Caminó y caminó hasta que no supo dónde estaba. Allí se sentó en el suelo y comenzó a llorar, sentía un dolor físico, como si algo se hubiera roto dentro de ella. Se estaba haciendo tarde y no deseaba regresar. Sabía que era la hora de la cena y que probablemente estarían preocupados por ella, pero no se sentía lo suficientemente fuerte para enfrentarse de nuevo con Darcy. Así que se quedó inmóvil, allí sentada, hasta que oscureció. 51 En la gran casa, las dos jóvenes estaban sentadas solas en la mesa. Fitzwilliam había ido unos momentos antes y al ver que su mujer no se encontraba la había mandando a llamar. Su doncella le contestó que no veía a la señora desde la tarde. Darcy envió a varios sirvientes a buscarla por la casa y les preguntó a las muchachas si la habían visto. Georgiana le contó que la vio un poco extraña yendo a caminar y que no la vio regresar. La cara de Darcy se volvió preocupación, afuera estaba oscureciendo, Elizabeth no conocía tan bien los terrenos. Decidió salir a buscarla por los lugares que solía elegir para caminar, pero no estaba allí. Volvió a la casa, esperando que ya estuviera de regreso, pero no estaba ahí y las miradas de reprobación de su hermana y cuñada no ayudaban. Se encerró en su estudio a esperar que regresara. En la oscuridad del bosque, Elizabeth podía ver las luces encendidas de la casa. Sabía que al regresar, la esperaba otra disputa y se armó de coraje. Entró a escondidas, no podía ir a su dormitorio, así que optó por entrar al dormitorio de Georgiana. Se notaba luz de vela debajo de la puerta, por lo que supuso que estaba despierta y golpeó a la puerta. Georgiana se levantó y abrió despacio. -¡Lizzie! ¡Gracias a Dios que estás bien! -Shhh, no quiero que Darcy escuche. -Lo siento, Lizzie, pasa. Es todo culpa mía. -No. No lo es, tu hermano es irracional en todo esto y lo que me ha dicho…lo que me ha dicho…- no pudo terminar de hablar, los ojos se le llenaron de lágrimas. -¡Oh Elizabeth!, lo siento mucho. Pero sé que te ama, a veces se deja llevar por su orgullo y su obsesión por protegerme, pero debe estar arrepentido, te lo aseguro. Déjame que le avise que llegaste y estás bien, realmente estaba preocupado. ¿Quieres comer algo? -Sólo un té. Georgiana salió y volvió un rato después con una bandeja. -Come algo, estás pálida. Estaban comiendo cuando la puerta fue golpeada, segundos después su esposo se asomó por ella. -¿Estás bien? -Sí, lo estoy- respondió fríamente. -Los dejaré solos- dijo Georgiana. -Georgie, quédate- dijo Elizabeth- No creo que haya más que decir. -Sólo agregar que tus acciones de hoy fueron completamente infantiles- respondió Darcy. -¿Mi comportamiento infantil? -Desde luego que sí, dejar que toda tu familia se preocupe por ti de esta manera. -Sí se preocupara tanto, no diría las cosas que dijo. Georgiana estaba de lo más incómoda en medio de la tensión. -Seguramente en tu familia solucionan sus problemas así- contestó Darcy, que al momento de decirlo, supo que debería haber callado. Cuando iba a pedir disculpas, fue anticipado por las palabras de Elizabeth. -Veo que mis acciones y las de mi familia siguen siendo un problema para usted, pero no se preocupe, mañana mismo partiré junto a los que realmente me aman. -Lizzie…, sabes que no quise…- fue nuevamente interrumpido. -Por lo menos en mi familia, los sentimientos de los seres queridos son tomados en cuenta y siempre se ha buscado su felicidad. Las palabras de Elizabeth fueron como una bofetada y lo hirieron. Él siempre tomó sus decisiones pensando en lo mejor para su hermana, que su esposa no lo viera lo lastimó. -Seguramente es así, mañana debo viajar hacia Londres, si están listas, las escoltaré hasta Netherfield o Longbourn. Buenas noches.- diciendo esto, se retiró. Elizabeth quedó sentada en la cama de su cuñada con la mirada perdida. -Lizzie…Lizzie, ¿estás bien? -Sí, hazme un favor querida Georgie, dile a Susan que prepare mi ropa y la de mi hermana. -Está bien- dijo retirándose. Elizabeth rompió a llorar apenas salió ella del cuarto. No había marcha atrás. 52 VtÑ•àâÄÉ EE Elizabeth se durmió en la cama con Georgiana, lloró hasta que no tuvo más lágrimas y se durmió cuando el cansancio la venció. A la mañana temprano, se levantó y terminó de preparar sus cosas. Desayunó en la soledad de su cuarto y cuando estaba todo listo, bajó las escaleras. Su esposo la saludó fríamente y salió a corroborar si todo estaba listo para partir. Kitty y Georgiana se despidieron prometiéndose escribir, Lizzie lamentaba dejarla sola, pero no estaba en su poder el llevarla consigo. -Georgiana, cuídate mucho. Estarás sola por un tiempo, sé que estás acostumbrada, pero escríbeme todos los días. No sé cuándo regresaré…- no pudo terminar de hablar, un nudo en su garganta no le permitía seguir. -¡Oh, Lizzie, no digas eso! Estarás de vuelta en un par de semanas, mi hermano no puede vivir sin ti, estoy segura de ello. -Pudo vivir sin mí 28 años, supongo que puede seguir su vida sin mí. Georgiana se sentía terriblemente culpable. La discusión se había producido por ella. -Sino hubiera dicho nada sobre mi presentación, no habría ocurrido nada. -No tienes la culpa de nada, tienes edad para ser presentada y para ser cortejada. Tu hermano cree que manteniéndote en el campo, fuera de la sociedad, evitará que te enamores. Elige pensar que mi hermana es culpable en tu repentino interés, porque es ciego ante la realidad… -¿La realidad?- preguntó Georgiana. -Sí, que tenerte encerrada no ha evitado que te enamores y quieras vivir tu vida.- Un fuerte rubor subió a las mejillas de la jovencita, que no sabía cómo responder al comentario de su cuñada. -No tienes que decirme nada, hace rato que me he dado cuenta que tu y Richard están enamorados. -Lizzie…yo, no me he atrevido a decírselo a nadie… -Lo sé, espero que las cosas entre ustedes puedan terminar bien. Mientras tanto, seguiré guardando el secreto. -Gracias, querida Elizabeth, te extrañaré- le dijo Georgiana abrazándola. Lizzie salió fuera y subió al carruaje, sentándose junto a su hermana. Frente a ellas, se ubicó Darcy. Sin duda, iba a ser un largo viaje. Como el calor era intenso, la capota del coche iba baja. Elizabeth no se sentía bien, la discusión con su esposo la había dejado agotada, sin poder dormir bien. El calor, el movimiento del carruaje y el incómodo silencio, no colaboraron para que se sintiera mejor. -Detén el coche…por favor- dijo Elizabeth al sentir una fuerte náusea. -Sr. Martin, deténgase- ordenó Darcy. El coche frenó lo más rápido que pudo y Elizabeth se bajó de él de un salto. No pudo dar más que unos pasos antes de lanzar su desayuno al costado del camino. Fitzwilliam había bajado detrás de ella e intentó tomarla del brazo. Lizzie no lo dejó. -¿Quieres un poco de agua?- le preguntó. Elizabeth asintió con la cabeza. Darcy buscó el agua en el coche y se lo alcanzó. Bebió un poco, sentía que su cabeza estaba a punto de estallar. Su esposo mojó un pañuelo y se lo puso en la frente. -Debe ser un golpe de calor- le dijo- Mantén el pañuelo fresco en tu cabeza. 55 VtÑ•àâÄÉ EF Ya hacía un mes que Elizabeth estaba en Netherfield y la tristeza por no tener noticias de su esposo la había puesto melancólica. La felicidad de su embarazo se veía empañada por no poder compartirla con él. Lo que su padre le había dicho a su arribo, comenzaba a tener sentido. El tiempo transcurrido la había hecho reflexionar sobre lo sucedido. Él era un tonto por lo que le había dicho, pero ella también había dicho cosas de las cuales estaba arrepentida. Hacerlo sentir como un egoísta por su reacción con Georgiana, había sido cruel. No podía poner en duda el amor por ella y sabía que lo había lastimado. Ver la dicha matrimonial de su hermana y su cuñado, no colaboraba a mejorar su ánimo, le producía nostalgia. Sus habituales caminatas eran breves, siempre en compañía de Jane o su tía. El médico le había pedido que tomara precauciones y ella no haría nada para poner en riesgo a su bebé, pero tampoco sería de esas mujeres que toman el embarazo como si fuera una enfermedad. Sus náuseas matutinas continuaban y por el momento, no había vuelto a desmayarse. En una de las caminatas diarias, fueron sorprendidos por la llegada de Charles, quien traía cara de preocupación en el siempre ameno rostro. Tía Mary iba llevando del brazo a Jane y Elizabeth había quedado un poco detrás. Charles comenzó a caminar junto a su cuñada extrañamente silencioso. Después de dejar que se adelantarán un poco más su esposa y la tía, se decidió a hablar. -Recibí carta de Darcy- dijo ante la mirada de Elizabeth, mezcla de expectativa y desilusión. -¿Sí?- preguntó después de una pausa- ¿Dice si vendrá pronto? -No…sólo son unas líneas, preguntando por la salud de todos. Lo siento, no sé que pasó entre ustedes, pero quería saber si me dabas el permiso de contarle que no te haz sentido bien. -¡No, por favor Charles!, no digas nada- le suplicó Lizzie. -Elizabeth, eres mi hermana ahora, pero él es mi mejor amigo, no quiero tener que mentirle. -No le mientas, sólo ocúltale lo mío, por favor…no deseo que se sienta en la obligación de venir. Además, he estado pensando en regresar a Pemberley, extraño a Georgiana. -Darcy me mataría si te dejo volver sola. -No iría sola, le pediré a mi padre que venga conmigo. Será lindo tenerlo allá, sólo fue una vez, cuando estábamos comprometidos. Y prometo regresar para cuando Jane dé a luz. -Sí ya tienes todo arreglado, no pondré objeciones. Espero que sepas que puedes quedarte todo el tiempo que desees. -Gracias, Charles, lo sé- y después de unos momentos, le preguntó- ¿Darcy pregunta por mi? La cara de Charles no necesitaba respuesta. La miró con tristeza y negó con la cabeza. -Está bien – fue lo único que pudo decir antes que sus ojos se llenaran de lágrimas y desviara la vista de su cuñado. -¿Te encuentras bien?- le preguntó momentos después al ver su palidez. -Creo que necesito sentarme… Cuando Charles la tomó del brazo para conducirla a un banco, Elizabeth se desvaneció. Unos minutos más tarde despertó. Su hermana y su tía estaban junto a ella abanicándola. -¿Qué sucedió?- preguntó mientras se sentaba. -Volviste a desmayarte. Charles fue hasta la casa a buscar ayuda. -Por favor no llamen al médico, no dirá nada nuevo. -Elizabeth Darcy, ¿desde cuándo lo sabes?- preguntó enojada su tía. -¿Saber qué?- dijo haciéndose la que ignoraba sobre lo que hablaba su tía. -Bien sabes de qué hablo, señorita. Jane las miraba perpleja, sin saber de lo que hablaban. -Es horrible lo que estás haciendo, preocupándonos a todos, cuando conoces el motivo de tus síntomas- le reprochó tía Mary. Elizabeth no decía nada, estaba haciendo un esfuerzo para no llorar. -¿Qué sabe tía?… ¿qué es lo que sabes Lizzie?- preguntó Jane confundida. -¡Qué espera un niño!- fue la respuesta de su tía. Jane miró sorprendida a su hermana esperando una respuesta por parte de ella. -No se enojen conmigo…por favor, no podría soportarlo- dijo estallando en llanto. -¡Oh, Lizzie!- exclamó Jane abrazándola como podía con su vientre abultado- No puedo enojarme contigo, no sabiendo lo que estás pasando. -No quería decir nada…no antes que lo sepa mi esposo- dijo sollozando. 56 -Está bien, Elizabeth, tranquilízate, no ayuda a tu bebé que te pongas así- le dijo la tía, tratando de calmarla. Al ver que se aproximaba Charles con unos criados, Lizzie intentó disimular. -¿Ya está mejor?- preguntó mirando a su esposa. -Sí, sí…tal vez caminamos demasiado hoy- respondió con una sonrisa dirigida a su hermana. -Llevémosla dentro. Por más que Elizabeth insistió que podía caminar sola, Charles no la dejó. La obligó a aceptar la ayuda y la enviaron a descansar. Esa misma tarde, Charles decidió escribir a su amigo, por más que quería contentar a su cuñada, consideraba que Darcy merecía saber la verdad. Se puso en su lugar y, sin lugar a dudas, él querría estar informado si su esposa no estuviera bien de salud. Decidió escribir una nota y la enviaría al día siguiente. Mientras tanto, en la habitación, Lizzie le pidió a su doncella que preparara sus cosas. Estaba decidida a partir al día siguiente, lo único que necesitaba era que su padre lo confirmara. La respuesta del Sr. Bennet no se hizo esperar, esa noche, cuando fueron a cenar, su padre subió a verla a la habitación. -¿Cómo te sientes Lizzie? -Bien papá, gracias. ¿Pensaste en lo que te pedí? Quiero irme a casa, pero Charles no me dejará si no vas conmigo. -Sí, lo pensé y haré lo que te haga feliz. Mañana saldremos temprano si es que te sientes bien. -¡Gracias! – dijo y lo abrazó fuertemente. A pesar de la oposición de toda la familia, a la mañana siguiente, Elizabeth partió con su padre a Pemberley. No fue un viaje sencillo, el movimiento del carruaje hizo que en varias ocasiones se sintiera enferma. Pero intentó sobreponerse pensando que pronto llegaría a su hogar. Llegaron para la hora de la cena y fue toda una revolución en la gran casa. Georgiana estaba muy contenta por el regreso de su cuñada, pero también sentía inquietud por el aspecto cansado y demacrado de su cara. El Sr. Bennet obligó a Lizzie que probara bocado antes de irse a descansar. Lo hizo a regañadientes, pero no se atrevió a negarse. Luego de ver acomodado a su padre, se retiró a su habitación. No podía creer que hacía más de un mes que no estaba ahí. Miró todo como si fuera la primera vez y se recostó en su cama. La misma que compartía con su esposo, al que cada día extrañaba más. Olió la almohada donde el dormía y unas lágrimas se derramaron en ella. A la mañana se sintió mejor, el estar en casa con su padre y Georgiana, la confortaba. Estuvo distraída haciendo de guía para su padre y olvido por unos momentos la ausencia de Darcy. Pero al llegar a la galería de las esculturas, quedó paralizada frente al busto de su marido. Quedó mirándola fijamente, sintiendo lo mucho que quería volver a verlo. Su padre la tomó de la mano y la condujo a un asiento. -Bueno, creo que es hora que le escribas diciéndole la verdad- fueron las palabras del Sr. Bennet- He pasado por esto 6 veces y reconozco los síntomas de una mujer embarazada sin problemas. -¡Oh, papá! ¡No sé qué hacer!- dijo apoyándose en él. Su padre la abrazó fuerte y trató de consolarla. -Todo saldrá bien, ustedes tienen la fortuna de estar enamorados, podrán solucionar cualquier desacuerdo. En Londres, en su casa de Governor’s Square, una carta estaba sobre el escritorio del Sr. Darcy. Recién terminaba una reunión con sus asociados de un nuevo emprendimiento donde invertiría dinero, cuando vio la carta escrita por su amigo. Se sentó a leerla cerca de la ventana, las breves palabras que estaban escritas le produjeron alarma. “Estimado amigo: No quería revelarte estas noticias, pero creo que es mi deber como amigo tuyo y hermano de Elizabeth. Contrario a los deseos de tu esposa, me decidí ha informarte que ella no se está sintiendo bien. El doctor ha venido a verla en reiteradas ocasiones, pero no ha mejorado. Realmente estoy preocupado, hoy mismo ha vuelto a desmayarse. Espero haber hecho bien en avisarte. Charles Bingley” Darcy se levantó e, inmediatamente, mandó a preparar su caballo. Era más rápido que viajar en carruaje. Con suerte, llegaría a Netherfield al anochecer. 57 VtÑ•àâÄÉ EG Darcy viajó sin parar, en su mente se mezclaban la preocupación por su esposa y la culpabilidad por dejarla sola. Las últimas millas le parecieron eternas. Al anochecer, divisó al fin, Netherfield. Se bajó en la entrada, dándole su caballo a un sirviente para que lo hiciera descansar y alimentar, el pobre animal estaba agotado. No alcanzó a poner un pie en la casa, que su amigo fue a recibirlo. -¡Darcy, qué sorpresa! -Hola Charles, ¿dónde está Elizabeth? -Creo que recibiste mi primer carta…pero no la segunda. Darcy lo miró con cara de preocupación. -Siento decirte que no está acá, se marchó a Pemberley, a pesar de sugerirle que no lo haga. -¿Se marchó…sola? -No, con Thomas, jamás le hubiéramos permitido que viajara sola. Aunque no nos pidió permiso. -Sí, puedo imaginarlo- comentó Darcy con una leve sonrisa, recordando lo terca que podía ser. Luego, preguntó con impaciencia: -¿Cómo está ella? ¿La ha visto un médico? ¿Qué ha dicho? -Calma. Ven al estudio y conversemos ahí, mientras comes algo. El nerviosismo de Darcy era notorio, apenas entró al salón, volvió a preguntarle lo mismo a su amigo. -Debo ir desde el principio. Apenas te marchaste, comenzó a sentirse mal. Pero imaginamos que era por lo que había sucedido entres ustedes…No quiero ser entrometido, pero era algo obvio que las cosas no estaban bien. Darcy se limitó a mirar a Bingley y asentir con la cabeza. -Pero me preocupé mucho cuando se desmayó en el corredor y luego en el jardín. -¡Se desmayó! ¿Cuándo? ¿Vino el doctor a verla? -Sí, sí…me aseguré de ello. La revisó dos veces y dijo que no era nada grave. -Tengo que verla…inmediatamente. Charles, necesito un caballo- dijo de repente. -¿Un caballo, ahora? Es casi de noche, mejor te quedas y sales en la mañana. -No, quiero irme ahora. No puedo esperar a mañana. -Creo que eres tan obstinado como tu esposa- dijo Charles antes de pedir que ensillaran un caballo- Jane se enojará conmigo por no convencerte para que te quedes, y tu suegra…no parará de criticar tu conducta. -Pídeles disculpas por mi, pero ahora necesito estar con ella. Un rato después, Darcy cabalgaba bajo la luz de la luna llena. Sería una larga noche, pero no podía esperar, deseaba tanto verla que no sentía el cansancio. En Pemberley, Georgiana, deleitaba al Sr. Bennet con su música. Habían intentado convencer a Lizzie que también interpretara algo, pero ella no tenía ánimo. Tomó un libro y trató de leer. Pero su concentración estaba dispersa, su mente no dejaba de pensar en su esposo. Intentó disfrutar de la velada lo máximo posible, no quería tener que ir a la cama. A pesar de sentir un continuo cansancio, no podía conciliar el sueño. Cerca de la medianoche, Georgiana se retiró a descansar y su padre, la obligó a que haga lo mismo. A regañadientes, fue a su habitación, Susan la ayudó a desvestirse y a acostarse. Intentó leer para que le diera sueño. Estaba cansada, quería dormir, pero sentía que no descansaría hasta estar con Darcy…De pronto, tomó la decisión de abandonar su orgullo y escribirle, para decirle que lo necesitaba junto a ella. Mañana mismo lo haría, y rezó para que él viniera. Se durmió de a ratos, pero se sentía ansiosa, finalmente se levantó a su escritorio, tomó su pluma, una hoja y comenzó a escribir. Lo hizo desde el corazón, lo único que le importaba era que él volviera a ella, lo demás, la discusión y la distancia, estaba olvidado. Miró el reloj, no eran todavía las cinco y hacía calor. Se puso una bata sobre el camisón, se calzó y se miró al espejo, mirando su apenas perceptible vientre. “Nacerá en el invierno”, pensó y comenzó a inquietarse por cómo se lo diría a Darcy. No dudaba que se pondría feliz, pero también sabía que esto traería cambios en su relación y no le gustaba la idea. Había podido ver la manera en que Charles trataba a Jane, cuidándola como si fuera un objeto de cristal a punto de romperse frente al mínimo roce. Tendría que ser clara con Darcy, explicarle que no necesitaba protección ni cuidados extremos, seguía siendo la misma Lizzie. 60 -Usted sabrá cuando sea el momento. Felicidades por el bebé y gracias. -Gracias...¿por qué? -Por hacer tan dichoso a mi Señor- dijo mientras dejaba sola a Elizabeth. Lizzie se recostó en la bañera sabiendo que tenía que decírselo esa misma noche. 61 VtÑ•àâÄÉ EH "La sonrisa de tu cara me dice que me necesitas La sinceridad tus ojos, dice que nunca me dejarás La fuerza de tu mano me dice que me agarrarás siempre que me caiga. Dices lo mejor, cuando no dices nada." Ronan Keating - When you say nothing at all Él entró en la habitación que compartía con su esposa y la encontró sentada en un sillón, concentrada en sus pensamientos. Darcy caminó en su dirección, no lo vio hasta que estuvo junto a ella. Estaba resuelto a pedirle que se sincerara con él y le contara sobre su estado de salud. Realmente temía que fuera algo malo y que ella se lo estuviera ocultando. Se paró frente a ella y tomó sus manos para que se levantara. Elizabeth le dedicó una sonrisa pero había pesadumbre en su mirada. Sin soltar sus manos, Darcy le preguntó: -Lizzie…necesito que seas honesta conmigo. De lo que sea que trate el secreto que guardas, puedes decírmelo. Sabes que puedes contar conmigo. A Elizabeth se llenaron los ojos de lágrimas y apoyó la cabeza contra el pecho de su marido. Esta reacción alarmó más a Darcy. -Por favor, dímelo, o creo que me volveré loco… -Perdóname, sé que debería habértelo dicho antes, pero estaba tan ofendida contigo y ahora temo…temo que vuelvas a enojarte - le dijo sollozando. -¡No…no me enojaré, te lo juro!- prometió sinceramente- Pero, por favor…por favor, dime lo que sucede… Su esposa lo interrumpió abruptamente. -Estoy…estoy esperando un bebé- dijo mirándolo a los ojos para ver su respuesta ante el anuncio. Darcy la abrazó fuerte, casi levantándola en el aire. Se sentía tan aliviado y feliz. La soltó para poder verla a los ojos, acarició su cara y besó su frente, aspirando el suave olor a lavanda de sus cabellos. -¡Esas…esas son maravillosas noticias!- exclamó riendo. -Sí…sí, lo son- le respondió devolviéndole la sonrisa. -¿Hace cuánto que lo sabes?... ¿qué te ha dicho el doctor?... ¿Cuándo nacerá?- Las preguntas ansiosas de su esposo no le permitían dar respuesta a Lizzie. -Shhh…por favor. Déjame que te responda de a una- le dijo divertida por la situación- Primero, me enteré poco después que te fueras a Londres. Segundo, el médico me ha dicho que está todo bien y, tercero, nacerá en febrero. Darcy le tomó el rostro con las dos manos y no pudo evitar el besarla con dulzura. Elizabeth, más atrevida, lo agarró del chaleco devolviéndole el beso con pasión hasta quedarse sin aliento. -Elizabeth…-dijo al recobrarse- Hoy…yo no sabía…deberías haberme advertido. -¿Advertirte qué? ¿Qué hiciste hoy que no hicieras antes?- le preguntó en clara actitud de estar disfrutando de la incomodidad de él. -Tú sabes…de saberlo me hubiera contenido…- Lizzie lo miró con la picardía que la caracterizaba, riéndose antes de responderle. -Yo lo sabía y no se me ocurrió detenerte- y tomándolo del cuello, volvió a besarlo- Además, no pretendo que te contengas. Darcy se rió de su comentario. Se abrazaron por unos momentos, Elizabeth llevó la mano de su esposo para que toque su vientre. No podía borrar la sonrisa de su cara. -Creo que es hora de bajar. Aún no he visto a Georgiana ni a tu padre – sugirió Darcy, al notar que era tarde. -Estarán felices de verte, pero no tanto como yo. Se besaron brevemente antes de bajar. Cuando se dirigían hacia el comedor, Darcy le preguntó: -¿Georgie y Thomas lo saben? -Mi padre lo dedujo, supongo que tener tantas hijas lo hace conocedor del tema. Georgiana no sabe nada. -¿Te parece oportuno que se lo digamos esta noche? 62 Elizabeth estaba tan contenta que sentía que no podía decirle que no a nada. -Te dejaré el privilegio de contárselo.- Darcy la miró y besó su mano. -Tendremos que anunciarlo a los sirvientes- le dijo él. -¿Deseas tener espías por toda la casa para que me vigilen?- le preguntó divertida. -Adivinaste mi intención- le respondió en el mismo tono. En el comedor, los esperaban desde hacía quince minutos, era la primera vez en un mucho tiempo que el señor llegaba tarde. Las caras de felicidad del matrimonio eran notorias. Luego de los saludos, se sentaron a la mesa. Darcy tenía un apetito voraz y Elizabeth intentó comer algo. Pero el bebé no le permitía tolerar demasiado. La cena estuvo animada, el Sr. Bennet conversó con yerno sobre los negocios en la ciudad y las mujeres sólo escuchaban. De vez en cuando, Darcy le tomaba la mano por debajo de la mesa y la miraba con esa mirada tierna que habían logrado enamorarla. Al terminar, en lugar de tomar un brandy con su suegro, mientras las mujeres se iban a la sala de juegos, tomó el brazo de Lizzie para ir con ella. Una vez en la sala, Darcy les pidió que se sentaran para hacer un anuncio. Antes de hablar, le preguntó al oído: -¿Estás bien? Elizabeth asintió con la cabeza. Su padre la miró con una sonrisa, estaba muy orgulloso de la mujer en que se había transformado su pequeña Lizzie. Darcy eligió no sentarse pero, en una manifestación pública de afecto rara en él, tomó la mano de Elizabeth. -Queremos que sepan que… Elizabeth está esperando un hijo. Georgina lanzó un grito de alegría y corrió a abrazarlos. -¡Es grandioso! ¡Seré tía!- exclamó contenta. El Sr. Bennet se paró y felicitó a Darcy de manera cortés, para luego abrazar a su hija. -¿Cuándo nacerá, Lizzie?- le preguntó Georgiana. -Creo que a mediados de febrero. -¡Oh, estoy tan feliz por ustedes! -Gracias, Georgie- respondió su hermano. Durante el resto de la noche no hubo otro tema de conversación entre las dos damas. Hasta que Darcy, pensó que ya era hora que Elizabeth fuera a descansar. Como no quería discutir con él, se fue a la habitación y su doncella la ayudó a prepararse para la cama. Se quedó dormida sentada en el sillón, esperando que viniera su esposo. Despertó en sus brazos, cuando la levantó para acostarla. -Hola- dijo Lizzie con voz dormida. -Hola- respondió Darcy mientras caminaba hacia la cama- ¿Por qué no te acostaste? -Te estaba esperando. -Necesitas descansar. Me quedé conversando con Thomas. -Creo que intentabas evitarme. -¿Evitarte? Nunca haría eso- contestó al tiempo que la tapaba. Besó su frente y le dijo: --Ahora duerme. -Te libraste de mi…por ahora- dijo durmiéndose nuevamente. Darcy se acostó poco después, no podía dormir tratando de procesar lo sucedido en ese día. El ser padre no lo asustaba tanto como el que le sucediera algo a Lizzie. La miró dormir, estaba tan bella y tranquila. Recordó la muerte de su madre, ocurrida durante el parto de Georgiana, y no quiso pensar en la posibilidad de perderla. No, no debía pensar en ello. Elizabeth lo necesitaba, tenía que apoyarla, consentirla, amarla con todas sus fuerzas. Acarició su rostro y la abrazó antes de cerrar los ojos para intentar dormir. Darcy despertó al sentir cosquillas en su cuello. Su mujer lo besaba y jugaba con su oreja. -Mmm...Elizabeth, ¿qué haces? -Nada- dijo y siguió besándolo hasta llegar a su boca. -Elizabeth…no creo que deberíamos…-no pudo seguir hablando, Lizzie había llegado a sus labios. Tomó el rostro de su esposa y lo alejó un poco. -Lizzie…creo que deberías hablar con el Sr. Gibson antes de seguir con esto…-alcanzó a decir antes que volviera a besarlo. -¿Por qué…te preocupa que quede embarazada?- fue la traviesa pregunta que le hizo Elizabeth y, después agregó – Si es porque te sientes mal, ve a ver al doctor, yo me siento mejor que nunca- dijo insolentemente y siguió besándolo, bajando a su pecho. Darcy terminó rindiéndose a los requerimientos de su esposa. Pero sin abandonar el pensamiento que debería consultarlo con el médico…más tarde. En el desayuno, Elizabeth, se veía radiante, fue la observación de su cuñada y su padre. 65 La cara de Darcy siguió revelando inquietud. -¿Te preocupa algo más…tal vez quieres preguntarme algo?- dijo el señor Gibson leyendo su expresión. -No puedo dormir pensando en que le puede pasar algo- respondió sombríamente. -Fitzwilliam, nadie, excepto Dios, puede asegurarte que estará todo bien cuando llegue el momento- le dijo apoyándole su mano sobre el hombro. Darcy asintió con la cabeza, sabía que tenía razón y el temor que sentía no se iría hasta que el bebé y Lizzie estuvieran bien. -Lo que sucedió con tu madre, fue algo terrible, pero no siempre ocurre. No debes atormentarte con eso e intenta mantener a tu esposa tranquila y feliz. -Lo intentaré…aunque me tiene un poco intranquilo otra cosa. -¿Qué es? -Elizabeth es muy…vivaz…ella quiere seguir…usted sabe- respondió titubeante. -Entiendo, ¿y cuál es el problema? -¡Qué es impropio! Se supone que no deberíamos- dijo incómodo. -Significa que tú no quieres… -No, no es eso. -Debo pensar que es por temor. Te hablaré desde mi experiencia de 30 años de médico y como padre de 12 hijos, si los dos están de acuerdo y ella no lo siente raro, no le hará nada malo. Además, el embarazo, suele ser estimulante para algunas mujeres. En esos momentos entró Lizzie. Darcy se levantó y la acompañó hasta un asiento. -¿Hablaban sobre mí?- preguntó Elizabeth ante el silencio incómodo que siguió a su entrada. -Sólo en términos estrictamente médicos- contestó el doctor Gibson- Le explicaba a Fitzwilliam que es natural que las mujeres deseen a sus esposos durante el embarazo. Los dos se miraron, y el rubor se intensificó en la cara de Darcy. Elizabeth contuvo una risa ante el notorio fastidio de su marido. -¿Eso preguntó mi esposo?- le dijo al doctor mirando a Darcy que negaba desesperado con la cabeza. -Es obvio que tiene ciertos miedos. Pero creo que ya le he aclarado bastante. -Gracias, doctor- interrumpió Darcy, elevando un poco la voz. -Creo que he avergonzado a la pareja. Es que a mi edad, uno ya no se guarda las opiniones. Es hora que me marche, aún debo pasar por los de los Watson, antes de la hora de la cena. Se despidió de todos, dejando saludos para Georgiana y un criado lo acompañó hasta el carruaje. No estuvieron demasiado tiempo solos, el Sr. Bennet llegó pocos minutos después y se reunió con ellos, ya cambiado para la cena. Darcy se alegró al verlo, así evitaría las bromas seguras de su mujer. Acabada la comida, fueron a la sala. Thomas y su yerno, se llevaban bien y la invitación para quedarse en Pemberley se había extendido. Al escribirle a la Sra. Bennet para transmitirle la noticia del bebé, aprovechó para comunicarle que se quedaría un tiempo más. Por supuesto, semejantes novedades, afectaron los pobres nervios de la señora, quien se sintió ofendida por no recibir invitación. Jugaron algunas partidas de cartas y luego, las mujeres, se retiraron. Elizabeth optó por no dormirse hasta que llegara Darcy y, para ello, se puso a leer. Escuchó cuando él entró a cambiarse al cuarto contiguo. Cuando ingresó al dormitorio, la vio sentada en la cama. -Creí que ya estarías dormida. -Decidí esperarte leyendo y no me di cuenta de la hora, realmente me resultó muy agradable el libro.- Darcy se metió en la cama. -¿Te molesta si sigo leyendo? -No me molesta- respondió al tiempo que la besaba en el cuello y detrás de su oreja. -Lo que estás haciendo me distrae demasiado para poder continuar con mi lectura. -¿Te parece?- preguntó inocentemente, besando su boca y arrojando el libro al piso. -Creo que las palabras del médico han borrado tus temores- le murmuró Elizabeth al oído. Darcy despertó agitado en medio de la noche. Se sentó en la cama y miró a Elizabeth que dormía a su lado. Había soñado con la muerte de su madre y temía que a su esposa le pasara lo mismo. Limpió la transpiración de su frente, necesitaba aire fresco. Se levantó de la cama y se puso su bata azul para cubrir su desnudez. Volcó agua en el recipiente y lavó su cara. Luego fue hasta la ventana abierta y respiró el aire nocturno. Estaba distraído en sus pensamientos cuando sintió el cuerpo de Lizzie contra su espalda y con sus brazos rodeándolo. -¿Qué haces levantado?- le preguntó. -Hace calor y necesitaba aire. Elizabeth se movió para quedar de frente a él. -¿Pasa algo? 66 -Nada- contestó Darcy sin poder verla a los ojos, sin saber que su mujer ya conocía su incapacidad para mentirle mirándola. -Ven a la cama conmigo- le pidió tomándolo de la mano y tirando de ella. Mañana, de alguna manera, tendría que averiguar lo que le sucedía a Darcy. Él la siguió obediente y volvió a acostarse. Ella se acomodó en su pecho y él acarició su pelo, sin dejar de pensar que no podría seguir viviendo si a ella le sucedía algo malo. 67 VtÑ•àâÄÉ EJ "Asi mantenme despierto para memorizarte Dame más tiempo para sentir de este modo No podemos quedarnos así por siempre Pero puedo tenerte hoy a mi lado Si pudiera hacer estos momentos interminables Si pudiera detener los vientos de cambio Si sólo mantenemos nuestros ojos de par en par Entonces todo quedaría igual" Awake, Josh Groban Al despertar, buscó el cuerpo de su esposo junto a ella, pero el espacio estaba vacío. Se levantó a desayunar pensando que lo encontraría ahí, pero tampoco estaba. Su padre ya estaba en el comedor cuando ella entró. -Buenos días, papá- saludó Elizabeth. -Buenos días, Lizzie- contestó el Sr. Bennet. -¿Haz visto a mi esposo? -Lo vi salir temprano. Pero no sabría decirte dónde.- Nadie parecía saber el paradero del Sr. Darcy. Elizabeth quedó intranquila. A medía mañana, Darcy regresó y entró a su estudio. Un criado le avisó a Elizabeth, quien había estado practicando en el piano para mantener su mente ocupada. Se excusó con su padre para dirigirse al despacho de su marido. Lo encontró escribiendo en su escritorio. Lizzie había olvidado golpear. -Buenos días- saludó Elizabeth al notar que no se había dado cuenta de su presencia. Darcy se levantó de su lugar para saludarla con un beso. -¿Dónde estuviste toda la mañana? -Me desperté temprano y salí a cabalgar. -Sabes que prefiero verte al despertar. Me alegra el día- le dijo Elizabeth regañándolo. Su esposo le sonrió y tocándole el vientre apenas visible, le preguntó: -¿Cómo amaneció mi hijo esta mañana? -¿Hijo?...¿estás tan seguro que es un niño?- preguntó Lizzie sosteniendo la mano de Darcy sobre su vientre. -Hoy siento que es un varón…pero cambio de opinión casi todos los días- respondió agachándose para volver a besarla. -¿Y cómo te sientes tú?- preguntó Elizabeth. -¿Yo?- dijo sorprendido. -Sí, tú. Anoche no descansaste bien, noto expresión de cansancio en tu rostro. -Es todo culpa tuya- respondió bromeando para evadir el tema- Recibí carta de Richard. -¿Alguna novedad? -Sí, piensa venir a visitarnos, hasta que el verano termine. Trae noticias sobre la reacción de mi tía al enterarse de tu embarazo. -Mmm…espero que la ponga feliz el saber que tendrás un heredero. -O heredera- la corrigió Darcy. Ella le sonrió. -Te dejaré solo para que sigas con tu trabajo- dijo Lizzie. -No, no te vayas. No es importante la carta que estoy escribiendo, puede esperar. La expresión en los ojos claros de su esposo la enterneció. Algo le estaba pasando y creía que no era correcto decírselo. Lizzie se quedó con él el resto de la mañana. Esa noche, Elizabeth despertó con los movimientos de Darcy. Estaba dormido, murmuraba palabras que ella no entendía. Sólo pudo comprender “Lizzie” antes que él despertara y se sentara asustado y agitado en la cama. -Shhh…estoy aquí- le dijo Elizabeth abrazándolo desde detrás en la oscuridad de la habitación sólo iluminada por la luz de la luna que se filtraba entre las cortinas. -William...¿estás bien? Darcy no respondió, acarició los brazos de Elizabeth, girando su cabeza para mirarla a los ojos y asintió con la cabeza. 70 VtÑ•àâÄÉ EK "Si estuvieras en mi corazón por un día Podrías tener una idea De qué es lo que siento Cuando me abrazas fuerte a vos Y pecho a pecho, nosotros Respiramos juntos." Cinema Paradiso, Josh Groban. Terminada la cena, las mujeres se reunieron en la sala. Hablaban, al mismo tiempo que bordaban el ajuar del bebé. Georgiana tenía una tranquila expresión feliz en su cara, la proximidad del Coronel la hacía sentirse de esta manera. Elizabeth, en cambio, esta ansiosa por conocer las noticias que traía desde Rosings y que, seguramente, estaba compartiendo con Darcy. -Georgie, ¿cómo te sentiste al volverlo a ver después de tanto tiempo?- le preguntó Lizzie. -¡Oh, Elizabeth!, creí que no podía respirar. Ha sido una bendición, que al ser primos, pudiéramos escribirnos todo este tiempo sin provocar sospechas en mi hermano. -¿Te ha confirmado sus sentimientos? -¡No! Es un caballero honorable, nunca me diría algo que me comprometiera hasta que no esté presentada en sociedad. Nuestras conversaciones son sobre distintas cosas, pero aunque nunca me lo haya dicho, yo sé que me ama. Es difícil de explicar. La jovencita pudo ver que la cara de su cuñada se transformaba en dolor. -Lo siento mucho, Georgie, es mi culpa que aún no hayas sido presentada en sociedad. Con el embarazo, todo el asunto quedó de lado. Me siento terrible- dijo Elizabeth acongojada. -Lizzie, no te aflijas, no es culpa tuya. Es una gran alegría saber que seré tía y eso es más importante- intentó consolarla al ver que estaba al borde de las lágrimas. En esos momentos, los caballeros, ingresaron al salón y se encontraron con esta situación. -¿Pasa algo malo?- preguntó Darcy asustado. -No, nada, sólo estoy un poco emotiva- respondió Elizabeth. -Prepárese para sufrir un laaargo embarazo- fue el comentario que le hizo en voz baja su suegro. -Papá…puede que esté embarazada, pero no estoy sorda- dijo Lizzie. El Coronel quería poder estar unos minutos a solas con su prima, así que sugirió que tocara algo en pianoforte, ofreciéndose a pasarle las hojas de la partitura. Georgiana accedió gustosa a la invitación y ambos se dirigieron para el sector de música. El Sr. Bennet, tomó un libro que estaba leyendo y se sentó apartado de su hija y yerno. -¿Alguna noticia de tu tía?- inquirió Elizabeth al notar que su esposo no pensaba hablar del tema. -Sí, nos felicita por el embarazo y desea que sea un heredero varón. En su particular modo de expresarse. -Imagino…”Esperemos que esa muchacha de inferior cuna pueda hacer lo que su madre no pudo”- dijo imitando la manera de hablar de Lady Catherine. Darcy no pudo contener una carcajada. Desde el piano levantaron la vista para mirarlo, y su suegro, hizo lo mismo por unos segundos. -¿Qué más dice?- le preguntó un poco después. -El resto, te lo contaré cuando estemos solos- fue la repuesta de su esposo. -Ya veo- dijo en un tono poco amable- Seguramente no son buenas y quieres evitar que, tu poco racional esposa haga un escándalo. -Yo no sugerí nada de eso- trató de defenderse, pero fue interrumpido por su mujer, que se levantó enfurecida y se marchó a su dormitorio sin saludar a ninguno de los presentes. Darcy se quedó anonadado, sin saber exactamente qué había dicho de malo. El Sr. Bennet, se acercó donde estaba sentado y lo habló: -Mujeres, de por sí ya son complicadas de entender, pero cuando esperan un hijo, se vuelven totalmente impredecibles. -No estoy seguro de entender el por qué de su enojo- dijo un Darcy aturdido. -Fitzwilliam, no creo que deba tomárselo tan seriamente, o serán unos cinco meses eternos. Lo puedo decir por experiencia. Los cambios de humor van a ser constantes y cada vez más seguidos. Le recomiendo armarse de paciencia y soportarlo como un caballero- le aconsejó su suegro con una sonrisa. -¿Cree que debería ir hablar con ella?- le preguntó confundido. -Creo que lo mejor es que le de un tiempo para tranquilizarse. Después del furor inicial, se dará cuenta que reaccionó de manera exagerada. 71 Cuando todos se fueron a dormir, Darcy se dirigió a su habitación. Elizabeth estaba apenada por su reacción. Su hermana le había contando en cartas, que pasaba de un estado de ánimo a otro por cualquier motivo. Pero no pensó que también le pasaría a ella. Estaba esperando que su esposo entrara al dormitorio para poder pedirle disculpas. Al escucharlo entrar a su dormitorio, esperó un poco, y cuando escuchó que su valet se retiraba, entró de improvisto. -Lo siento, debí tocar- dijo al encontrarlo a medio vestir- Avísame cuando termines. Elizabeth se volvía a la habitación de al lado, pero la mano de su esposo la tomó del brazo. -Espera- le dijo- Puedes decirme lo que sea ahora. Me haz visto con menos ropa. Lizzie sintió que se quedaba sin palabras. Comenzó a balbucear una disculpa, pero los brazos de su marido la habían atraído más cerca, pudiendo sentir su respiración sobre el rostro. Darcy la besó para acallarla, y sin esperar su reacción la llevó hasta la cama. La sentó sobre él y sus caras quedaron frente a frente. Era una nueva variante que valía la pena explorar. Después de ocho meses juntos, era la primera noche que pasaban en la recámara de Darcy. En la mañana despertó fresca y renovada. Mejoró más cuando notó que su marido aún estaba a su lado. -Buenos días, mi amor- la saludó al verla despierta. Elizabeth se desperezó antes de besarlo a modo de saludo. -¿Dormiste bien?- le preguntó Darcy. -Muy bien, ni siquiera me di cuenta que no estaba en mi dormitorio. ¿Y tú? -Dormí muy bien. Gracias. ¿Llamo a tu doncella? -No todavía- dijo bostezando mientras acomodaba la cabeza sobre el pecho de él y cerraba los ojos. -Lizzie. Tenemos que hablar. ¿Prefieres que lo hagamos luego? -Habla, yo te escucho- respondió sin abrir los ojos. -Mi tía tiene arreglada la presentación de Georgie en Londres. Dice que desea aliviarte la tarea por tu estado. Organizó todo para realizarla con el baile de Otoño. -¿Ya le diste tu consentimiento?- preguntó disgustada. -No, no. Quiero conocer tu opinión. Si no estás de acuerdo, lo pospondremos hasta después que nazca el bebé. -No, por favor. No deseo que Georgiana siga privándose de las ventajas de estar presentada culpa mía. Ya tiene 18 años, merece disfrutar de su juventud. Pero para esa fecha no podré estar presente. -Lo sé, no te expondría a realizar un viaje tan largo con cinco meses de embarazo. -No es por eso que no estaré ahí. Es porque Jane espera para octubre y prometí estar acompañándola. -No recuerdo haber sido consultado en esa decisión- dijo Darcy. -¿Desde cuándo tengo que pedirte permiso?- preguntó ofendida. -¡Desde que llevas a mi hijo en tu vientre!- exclamó irritado. -¡Eres el hombre más terco que he conocido!- gritó Lizzie buscando su ropa – Le prometí a mi hermana que estaría junto a ella en el día más importante de su vida y no la abandonaré. Si llegara a pasarle algo…y no estuviera…no podría perdonármelo- dijo en medio de lágrimas y se marchó a su habitación. Darcy cerró los ojos y se pasó la mano por el cabello. Serían unos meses muy largos. Georgiana arreglaba su pelo con ayuda de Daisy. No veía la hora de poder hacerse peinados recogidos. Richard le había contando sobre los planes de su tía y, aunque no quería provocarle un disgusto a su cuñada, estaba contenta porque su presentación en sociedad sería más pronto de lo pensado. Cuando bajaba, se encontró con su primo, quien se ofreció a escoltarla hasta el comedor. Ahí, encontraron al señor Bennet y a Darcy, que comentaban las noticias del diario. Al sentarse, el Coronel preguntó: -¿Elizabeth está bien? -Sí…desayunará en su habitación- fue la incómoda respuesta de Darcy. -¿Qué planes tiene para hoy Coronel?- preguntó el Sr. Bennet. -Si no fuera que está lloviendo, iría a cabalgar. Creo que me quedaré dentro, disfrutando de un buen libro y de la música, si es que alguna de las damas se dedica a practicar. ¿Usted? -Según mi hija, he pasado demasiado tiempo en la biblioteca, así que hoy, disfrutaré de las obras de arte de la casa. -Hermano, ¿y tú? Darcy no contestó, tenía los ojos fijos en el periódico y no estaba siguiendo la conversación que se daba en la mesa. -¿Hermano…? -¿Qué…?- dijo sin darse cuenta que ya le habían hecho una pregunta. -Fitzwilliam, como se nota que Elizabeth no está en la mesa. Ella no lo deja leer el diario mientras desayunamos- comentó Georgiana. Darcy la miró y cerró el diario. -¿Decías?- preguntó luego. 72 -¿Qué harás hoy?- reiteró la pregunta. -Responderé correspondencia en mi estudio. -Darcy…siempre tan divertido- dijo en tono de burla su primo. -Es que alguien tiene que trabajar para pagar el brandy- respondió ácidamente. Terminado el desayuno, cada uno se dirigió donde habían dicho. Georgiana, practicó brevemente al piano y luego fue a la biblioteca donde estaría Richard. Entró distraídamente, como si no supiera que se encontraría con él allí. -Georgie- dijo el Coronel levantándose para saludarla. Ella lo saludó y se puso de frente a uno de los estantes para elegir un libro. Richard se paró a su lado. -¿Quieres que te recomiende algún título? -No, gracias, prefiero buscar- respondió subiendo a la escalerita corrediza para llegar a los estantes más altos. -¡Aquí lo encontré!- exclamó y, al descender, resbaló. Richard la atajó en sus brazos, quedando sus cuerpos juntos. Se miraron sin decir nada y el Coronel no pudo evitar el impulso de besar esos labios rosados. En ese momento, Elizabeth entró en la biblioteca. -¡Georgiana…Richard!- exclamó sorprendida con la escena. Se separaron rápidamente, muy avergonzados. -Georgiana, ve a practicar, debo hablar con el Coronel a solas- le ordenó Elizabeth enojada. La jovencita sonrojada salió inmediatamente de la habitación. Lizzie miró con cara de reprobación a Richard. -Sé lo que me dirá, y tiene toda la razón- comenzó ha disculparse. -Déjeme hablar- le dijo Lizzie- Confié en que se comportaría como un caballero, veo que hice mal en hacerlo. Tal vez debería haberle dicho mis sospechas a Darcy. -No deje de creer en mí. Asumo mi culpa, Georgiana no tuvo nada que ver, fue un impulso mío. No volverá a ocurrir. -Eso espero, ¿puede imaginar lo que hubiera ocurrido si entraba mi esposo en lugar mío? -Lo sé, fui totalmente imprudente. Lo siento. -Espero que respete a Georgiana y al dueño de la casa donde está viviendo. Ella no está presentada en sociedad, cuando lo esté, puede pedir su mano y cortejarla como un caballero. No puedo estar vigilándolos todo el tiempo, así que necesito me dé su palabra. -La tiene, lo juro. -Muy bien. Ahora tendré que hablar con Georgiana- dijo saliendo de la habitación en búsqueda de su cuñada. La encontró perturbada en la sala de música. -Yo…yo, lo siento mucho Lizzie- dijo asustada, temiendo que su hermano se enterara del incidente. -Tranquila. No soy nadie para sermonearte. Te hablaré con el cariño de hermana que te tengo. Conozco tus sentimientos y también los de Richard, pero no justifica lo que hicieron. No está cortejándote oficialmente, ni ha pedido tu mano, ni siquiera te ha expresado lo que siente por ti. -Lo sé. No volverá a pasar. -Sé que no volverá a pasar porque confío en ti y sólo por eso, no se lo diré a tu hermano. -Gracias, Elizabeth. -Ahora, cuéntame lo que sentiste- le dijo cómplice. -¡Oh, Lizzie! No duró mucho…pero se sintió tan bien. Elizabeth sonrió, recordando la felicidad que sintió en su primer beso con Darcy y que aún sentía cada vez que la besaba. 75 Su padre se había dormido y Elizabeth se atrevió a tomar la mano de Darcy para colocarla sobre su estómago. -Me gustaría que Jane viviera más cerca de Pemberley- le susurró a su esposo. -No te vería nunca- le respondió besando su cabeza. Lizzie se rió. -A decir verdad, Charles me ha pedido que le busque una buena propiedad en el condado. -¿En verdad? ¿Le buscarás una cerca?- le preguntó girando para poder mirarlo a los ojos. -Sí, he visto una a 30 millas que está en venta. Pero tendrá que esperar al nacimiento. Elizabeth estaba muy contenta con esa noticia, tener a su hermana preferida cerca, haría que su vida fuera completamente feliz. Unas millas antes de llegar a Netherfield, los coches se separaron. Georgiana y Richard saludaron a lo lejos para seguir hacia Londres. Poco después, llegaron a casa de los Bingley. La familia los esperaba impacientes y hubo calurosos saludos. La Sra. Bennet no paró de hablar desde el momento en que llegaron y, Darcy, intentó soportarla con su mejor cara. Las mujeres se reunieron a tomar el té y conversar, tenían mucho que compartir, sobre todo experiencias relacionadas con sus embarazos. -Jane, ¿cómo te sientes?- le preguntó al quedar solas. -Bien, aunque me siento pesada e incómoda. -¿Y con Charles?- interrogó indiscreta. -¡Lizzie!, esas cosas son privadas. -Lo siento, sé que te incomodan estas cosas. Pero es que yo…no puedo quitarle las manos de encima. Jane se ruborizó y soltó una risita. -No te preocupes, Lizzie, es una etapa. Ya pasará y llegarás a la mía, donde el mínimo esfuerzo te costará tanto, que no querrás ni levantarte de la cama. La conversación fue interrumpida por la llegada de su madre, quien acaparó la charla, para ser ella el centro de atención. A la hora de la cena, a Darcy le tocó junto al dueño de casa y su suegra. Elizabeth lo lamentaba mucho, e intentó toda la velada, que su madre dejara de echarle en cara la falta de cortesía por no invitarla a Pemberley. Darcy hizo oídos sordos al parloteo constante de su suegra, respondiéndole cuando fue necesario y con monosílabos. En lugar de ir con todos al salón, se disculpó, pero como tenía que viajar a la mañana siguiente, se retiró con Lizzie a la habitación. Al quedar solos, Elizabeth le dijo: -¡Qué bien se ha comportado con los pobres nervios de mi madre! -No seas cruel conmigo, a pesar de tus provocaciones, no tengo nada para decir de tu madre- le contestó. -¿A pesar que sostiene que Charles es muy buen yerno…no como otra gente? -Me alegra que quiera tanto a Charles…eso la mantiene lejos de mí. Elizabeth soltó una carcajada. -Me hiciste hablar, no volverá a pasar- dijo Darcy y la besó profundamente. Sería la última noche juntos por un tiempo y los dos estaban deseosos de sentirse. No podían dejar de tocarse y besarse. Elizabeth se sentía cómoda con los cambios en su cuerpo y su esposo los disfrutaba. Cuando terminaron de amarse, Lizzie apoyó su mentón sobre el pecho de él, para poder mirarlo al hablar. -Estarás mucho tiempo en Londres…- comentó. -Cerca de un mes- la interrumpió. -Cuando estés allá, lejos de mí, tal vez te veas tentado de estar en compañía de otra mujer. -Lizzie, por favor, no hablemos de ello. -Quiero hablar de ello. Sé que es algo “común”, pero para mí no sería tolerable. Espero que lo tengas en cuenta. -¡Elizabeth!, me ofendes que me creas capaz. Ni siquiera lo pensaría. Tú eres la única mujer con la que deseo estar. -Quiero confiar en ti, pero estarás lejos y lleno de las influencias de tus conocidos que opinan que fui una mala elección. -Basta, sólo iré por negocios y para la presentación de Georgie. Te prometo que mis pensamientos estarán dirigidos a ti. -¿Lo prometes? -Lo prometo. Elizabeth se durmió en los brazos de su marido, sabiendo que los próximos días serían difíciles. 76 Al amanecer, Darcy se alistó para partir, por más que insistió para que siguiera durmiendo, Elizabeth se levantó para despedirlo. Lo acompañó hasta el carruaje, Charles le deseó un buen viaje y los dejó para que se despidieran en soledad. -Charles y tu padre te cuidarán- le dijo Darcy- No te portes mal con ellos. -¿Alguna otra recomendación?- preguntó sarcásticamente. -Dale mucho cariño a mi bebé- le ordenó tocándole el vientre. -Lo haré- respondió colgándose de su cuello. Él se agachó para besarla y luego subió al carruaje. Cerró la puerta y se asomó por la ventana. Elizabeth tomó su mano y le dijo: - William…recuerda tu promesa. Darcy asintió, besándola en la mano antes que el carruaje partiera. Lizzie se quedó con la sensación de una opresión en el pecho, como cada vez que lo veía partir. 77 VtÑ•àâÄÉ FC "Cuando estoy deprimido y ay! mi alma tan cansada, Cuando los problemas llegan y mi corazón está repleto, Entonces, me quedo quieto y espero aquí en el silencio, Hasta que tú llegas y te sientas un rato conmigo." You raise me up, Josh Groban. La sociedad londinense se alistaba para la temporada alta. Con la llegada de los días frescos, las familias regresaban a las residencias de la ciudad. Los Darcy, estaban cómodamente asentados en su casa, pero pasaban la mayoría del tiempo en la mansión de Lady Catherine, donde se hospedaba, a pedido de su tía, el Coronel Fitzwilliam. El baile de presentación estaba preparado para el comienzo del otoño, lo que le permitiría a Georgiana disfrutar de variadas invitaciones a bailes. Para Darcy, los preparativos, las conversaciones sobre telas y vestidos, toda la anticipación, les resultaban fastidiosos. Los bailes nunca habían sido de su particular agrado y, la ausencia de su esposa, no colaboraba en nada. Lo único en lo que pensaba, era terminar con esto, para volver con Lizzie. En Netherfield, la situación era bastante diferente. Elizabeth estaba pasando unos días maravillosos en compañía de Jane y su cuñado, con las continuas visitas de sus viejas amistades y con la libertad de poder hacer lo que quisiera. Por supuesto que también extrañaba a su marido y, para acortar distancias, se escribía con él casi todos los días. Las cartas de ella eran mucho más largas y detalladas que las de él. Elizabeth, con su particular estilo irónico, le describía todas las actividades con tal claridad que, a Darcy, le parecía estar escuchándola. Así fue que se enteró, con gran emoción, que su hijo había dado su primera patada ante el parloteo de la Sra. Bennet; en palabras de su querida esposa “me sorprendió muchísimo sentir un golpe que provenía de mi estómago, supongo que como buen hijo tuyo, ya estaba agotado de escuchar sobre los pobres nervios de mi madre” No podía creer que se lo había perdido, realmente quería volver a verla. Por fin llegó el día de la esperada presentación. Georgiana estaba feliz y terriblemente nerviosa. No era buena hablando con personas que no conocía y, sin duda, esa noche tendría que hacerlo. Su doncella le trajo el hermoso vestido de seda blanco, su tía había insistido en que fuera más “lujoso”, por lo que fue bordado con hilos en plata. Por primera vez se le permitió usar el cabello recogido, que fue adornado con unos pequeños broches que habían pertenecido a su madre. Cuando Darcy la vio, se quedó sin palabras, no podía creer que, su pequeña hermanita, ya fuera una mujer. En la fiesta, fue muy solicitada, tenía todos los bailes reservados desde muy temprano. Pero sólo deseaba bailar con uno sólo, aquel con el cuál había bailado tantas veces de pequeña y al que estaba determinada a entregarle su corazón. A Richard fue al único que le concedió dos bailes y no le otorgó más porque estaría mal visto. Su hermano pasó la mayoría de la noche en compañía de su tía y su prima, la cual no tenía permitido bailar, por su delicado estado de salud. En cierto momento, se vio rodeado de hombres de la sociedad, algunos viejos amigos de su padre. -Sr. Darcy, qué raro que no haya venido su joven esposa- comentó el Sr. Parker. -No pudo venir, su estado no le permite hacer un viaje tan agotador- dijo Darcy. -Entonces debo felicitarlo. ¿Piensa quedarse durante lo que dure ese estado?- dijo el Sr. Parker y todos rieron en forma cómplice. A Darcy ese comentario no le causó gracia alguna y contestó secamente: -De ninguna manera, apenas termine algunos asuntos pendientes, viajo para estar con ella. -No es para ofenderse, Sr. Darcy, todos hemos pasado por lo mismo. Es de buen caballero buscar alejarse de su mujer para evitarle problemas y, de buenas damas, el apreciar que sus maridos prefieran buscar otras distracciones- comentó el Sr. Stevenson, remarcando las últimas palabras. -No me ofende para nada. Pero no comparto sus ideas, prefiero disfrutar de la compañía de mi esposa. Permiso- dijo retirándose del círculo para unirse a su tía. El resto de la noche, se dedicó a observar como disfrutaba su querida hermana y a pensar en que esperaba que quien la cortejara fuera un verdadero caballero, por cuna y educación. Elizabeth despertó temprano y dio una vuelta antes del desayuno. Esperaba con nerviosismo las noticias sobre la presentación de Georgiana. Tal vez, llegarían con el correo de la tarde, pero nunca se sabía. 80 Todos se alegraron y felicitaron a Charles, quien respiró aliviado. En medio de la algarabía, Elizabeth entró con un bebé envuelto, al que sólo se le veían unos cabellos rojizos. -Te felicito Charles, tienes una bella niña- le dijo, entregándole la pequeña en brazos. Darcy la miraba desde el otro extremo del salón, orgulloso y asustado. 81 VtÑ•àâÄÉ FD "Alejate, no puedo mas ya no hay manera de volver el tiempo atras". Alejate, Josh Groban. Después de la larga jornada, Elizabeth, estaba exhausta. Darcy, solicitó le llevaran algo para comer a la habitación. Una vez en ella, se recostó vestida en la cama, sus piernas le dolían y sentía sus pies hinchados. Todo el nerviosismo e incertidumbre aún la acompañaban y no le permitían relajarse para descansar. Su esposo se acercó a ella con una bandeja. -Necesitas comer algo, estuviste todo el día junto a Jane y apenas comiste algo.- Elizabeth tomó algunos bocados sin demasiado apetito. -¿Llamo a tu doncella para ayudarte con la ropa?-preguntó Darcy. -No, está bien, puedo sola. Sólo ayúdame con la parte de atrás- pidió Lizzie, quejándose un poco al hacer el esfuerzo de levantarse de la cama. -¿Te sientes bien?- enseguida preguntó al escucharla. -Sí, estoy bien, me duelen las piernas y la espalda, eso es todo- le respondió con una sonrisa. -¿Quieres que le pida al doctor que venga? Pasará la noche aquí, no le molestará venir a verte. -No. Estoy bien, que los pies se me hinchen es normal. Eso me dijo Jane. La ayudó a cambiarse y se acostaron. Se escuchó uno de los relojes del corredor marcar la medianoche. Lizzie no podía dormir, toda la experiencia del día la tenía alterada y preocupada. -William, ¿estás despierto?- susurró en la oscuridad. -Sí, lo estoy-contestó moviéndose hacia ella. Elizabeth se acurrucó contra él y lo abrazó. -No puedo dormir- dijo Lizzie. -¿Qué te sucede? -Creo…creo que estoy asustada- confesó dejando de lado su orgullo. -¿Por Jane? -No. Jane estará bien. Es por mí, por lo que me espera. Hoy pude presenciar la experiencia más atemorizante y reconfortante de mi vida y no sé si seré tan fuerte como mi hermana. Darcy la abrazó fuerte antes de hablar. Sabía que tenía que darle confianza y seguridad, sin demostrarle sus propios temores. -Lizzie, mi amor, eres la mujer más encantadoramente terca, fuerte y llena de energía que conozco. Confío en que no tendrás inconvenientes en traer a nuestro bebé. En la mañana, Jane, pidió verlos a los dos. Entraron a la habitación y la encontraron recostada en la cama con la niña. Después de felicitarla y preguntar por su estado de salud, Elizabeth tomó a su sobrina en brazos. -Es hermosa, Charles- dijo Lizzie. -Lo es, se parece mucho a Jane, pero con mi cabello- contestó Charles sonriendo.- Jane lo miró y le hizo una seña con la cara. Bingley comenzó a hablar. -Hemos elegido el nombre para ella, queremos que se llame Elizabeth. Lizzie se quedó sorprendida por un momento, pensaba que se llamaría Margareth, como la difunta Sra. Bingley. -No sé qué decir…excepto que es un gran honor- dijo emocionada. -Bueno, pero eso no es todo, hay algo más que queremos pedirles, a los dos. -Lo que sea- dijo Darcy. -Nos gustaría que aceptaran ser los padrinos de Beth. -Por supuesto que lo seremos, como dijo Lizzie, es un gran honor- respondió Darcy. -¿La llamaran Beth?- preguntó Elizabeth. -Sí, no queremos confundirlas- contestó Jane. -¿Están seguros de querer castigar a la niña con semejante nombre?- preguntó Darcy. -Es que con un nombre tan hermoso como Fitzwilliam, se puede opinar sobre los demás- Lizzie repuso irónicamente. Todos intentaron disimular que el comentario les había causado gracia. Incluso el mismo Darcy. -Charles, Jane, espero que su niña no herede de su tía la lengua mordaz- respondió en su defensa. Elizabeth lo miró simulando haberse ofendido y, acercándose a su marido, le dijo: -Veo que se cree gracioso. Tome a su futura ahijada en brazos- le ordenó, llevándole la niña. 82 Darcy la tomó torpemente, dejó de moverse y estaba terriblemente asustado. -¿No me va a decir que le tiene miedo a un bebé?- preguntó Elizabeth burlándose de su esposo. -Tengo miedo de lastimarla…es muy pequeña- le respondió casi en un susurro. -Es hora que practique, no falta mucho para que tenga el suyo propio. La pequeña comenzó a llorisquear y Darcy estaba petrificado. Jane se compadeció de su cuñado y le pidió a Elizabeth que le trajera la niña. -Creo que tiene hambre- dijo. El matrimonio Darcy, se excusó y bajaron a desayunar. Estaban llegando al comedor del desayuno, cuando escucharon a Caroline conversando con su hermana. -…te lo dije, pobre Charles, con la maldición de las Bennet, nunca tendrá un heredero varón que perpetúe nuestro apellido y el próximo será…el Sr. Darcy. Elizabeth enfureció, las mejillas se le enrojecieron y estaba a punto de estallar, cuando su esposo la tomó del brazo y movió su cabeza negativamente. -Creo que debemos dar un paseo breve- le propuso sin alzar la voz. La tomó del brazo y salieron a caminar. -No reacciones, compórtate como una Darcy- le dijo su esposo a Lizzie. -No puedo creer que no nos deje en paz ni siquiera en un día de alegría como este. -Quiero que respires profundamente y te relajes, no volveremos a entrar hasta que no vea que estás calmada. Elizabeth cerró los ojos e inspiró profundamente, en ese momento, sintió que el bebé se movía y emitió una exclamación tomándose el abdomen. -¡¿Qué?!- preguntó Darcy. Ella tomó la mano y la puso sobre su vientre. -No siento nada- dijo él. -Shhh…espera y verás. Se está moviendo. La cara de Darcy cambió en un momento, era increíble poder percibir el movimiento de su hijo. Sus ojos azules se iluminaron intensamente y una gran sonrisa se dibujó en su cara. Apoyó su frente contra la de su mujer, rozando sus caras y, por un tiempo, todos los temores se desvanecieron. Después del bautismo de Beth, los Darcy volvieron a Pemberley. Si el viaje de ida fue cuidadoso, en el de regreso se tomaron más precauciones. Apenas arribaron a la casa, el doctor Gibson fue llamado para revisar a la paciente y calmar los nervios de su esposo. Todo continuaba en buenas condiciones y prometió volver en quince días. El mes de octubre pasó tranquilo, Georgiana regresó unos días antes del cumpleaños de Darcy. Elizabeth lamentó no poder organizarle una fiesta y su esposo estuvo feliz de pasarlo sólo con las personas que más quería en el mundo. Sólo recibieron la visita de Charles, quien tenía que firmar los papeles de compra de una hermosa finca cercana. Finalizando noviembre, los Bingley, comenzaron su mudanza a Green Park, a sólo 30 millas de Pemberley. Después de casi un año viviendo apartadas, las hermanas estaban muy felices con la idea de criar a sus hijos juntas. Se veían lo más seguido que podían, dependiendo de la pequeña Beth y del estado del tiempo. El clima ya comenzaba a sentirse frío y se esperaban las primeras nevadas para cualquier momento. Elizabeth amaba el paisaje de Pemberley nevado, simplemente era hermoso, pero limitaba las actividades que se podían hacer. Se pasaba los días terminando el ajuar y preparando la habitación del bebé. Por suerte, Georgiana, le era de gran ayuda con los preparativos. En una de las asiduas visitas de los Bingley, Charles anunció que haría un gran baile de Navidad. El siempre sociable esposo de Jane, deseaba entablar amistad con la gente respetable de la zona y, aprovechando las fiestas, decidió la organización del baile. Darcy, no demasiado propenso a este tipo de actividad, buscó la forma de esquivar la invitación poniendo como escusa el avanzado estado de Elizabeth. -Por favor, Sr. Darcy, nos gustaría mucho que estuvieran ahí. Piense en la posibilidad que tendrá Georgiana de disfrutar la compañía de personas jóvenes- intervino Jane. -Fitzwilliam, estaré bien, siempre que pueda estar sentada- dijo Lizzie, que contrario al carácter su esposo, era sociable y le gustaba observar el comportamiento de las personas en estas reuniones sociales. -Está bien, iremos y nos quedaremos por unos días- proclamó, presionado ante la mirada persistente de las hermanas. La visita de la costurera de la Sra. y la Srta. Darcy, era señal que los preparativos de la fiesta habían comenzado. El estado de ánimo de Lizzie, hacía que cambiara de opinión casi todos los días sobre el vestido. Sentía que nada le quedaba bien y que parecía un elefante, como esos que había visto ilustrados en los libros de su padre. Darcy la encontró llorando en la sala, poco después de una de las visitas de la modista. -Lizzie…¿qué sucede? 85 VtÑ•àâÄÉ FE Se separaron jadeantes, necesitaban recuperar el aire. Cuando Darcy la soltó, Elizabeth creyó que sus piernas no podrían sostenerla y se aferró a él. Aún tenía la cara enrojecida y la marca de las lágrimas que caían sobre sus mejillas. Se miraron por un momento sin hablar, hasta que Darcy, tomándola por la cintura, la condujo hasta la cama. Ella se dejó llevar sin decir nada, el beso había borrado el enojo inicial, pero no significaba que se olvidaría tan fácil de lo sucedido. Él le sacó los zapatos y la ayudó a recostarse sobre la cama. Luego, llamó a su doncella para que la desvistiera. Aprovechó para salir a tomar aire. El controlarse después de ese beso había requerido un gran esfuerzo. Bajó las escaleras en dirección al baile en búsqueda de su hermana. Vio que estaba bailando y se acercó donde estaba Jane. -Sra. Bingley, le pido que nos disculpe a Elizabeth y a mí, pero nos retiraremos prematuramente. Déle mis disculpas a mi hermana. Jane lo disculpó, su esposo ya le había comunicado brevemente lo sucedido con Caroline y estaba preocupada por Elizabeth. Darcy volvió a subir y entró en la habitación. La doncella se había retirado y Lizzie se encontraba acostada. Cambió su ropa sin ayuda de nadie y, antes de meterse en la cama, le preguntó si necesitaba algo. Ella le pidió agua y la bebió rápidamente. Cuando se acostó, ambos se quedaron mirando el techo fijamente sin hablar, la música de la fiesta era lo único que se escuchaba. La oscuridad de la habitación era iluminada por el fuego de la chimenea. Darcy giró hacia ella, extendiendo su brazo para abrazarla, pero Elizabeth se dio vuelta, dándole la espalda. Ninguno de los dos podía dormir, la sóla idea que, los labios que ella tanto deseaba habían estado en contacto con los de Caroline, le produjo náuseas. Se sentó en la cama, el bebé no se quedaba quieto y sentía que su panza se endurecía. Poco después, decidió levantarse y caminar un poco por la habitación. Su esposo la miraba preocupado, ella lo podía sentir. -¿Te sientes mal?- terminó por preguntar. -Sí, así es. Darcy se levantó y se acercó a ella. -¿Puedo hacer algo? -Ya hiciste suficiente- fue la respuesta hiriente que le dedicó. Pasó otro rato, en que ninguno los dos habló, hasta que, Lizzie dijo: -Creo que necesitaré un médico. Las palabras fueron un puñal en el pecho de Darcy, que inmediatamente llamó a un sirviente para pedirle que buscaran al doctor Gibson, quien se encontraba en la fiesta. El médico no tardó en subir y, con él, también lo hizo Jane. Los dos entraron en la habitación y le pidieron que saliera de la misma. Pasaron poco más de diez minutos, cuando Jane salió de la habitación y le dijo que entrara. Elizabeth estaba acostada en la cama, sus ojos oscuros mostraban cierto temor. -Fitzwilliam…Elizabeth- dijo el doctor mirándolos- Espero que no se ofendan con lo que les diré. Los dos lo miraron con gran respeto y temor. -Quiero que sepan que, si no dejan las tonterías de lado y comienzan a comportarse como verdaderos adultos, este embarazo no llegará a término. Tomen lo ocurrido esta noche como una advertencia. Hoy no llegaste a tener contracciones, el próximo disgusto, ¡quién sabe!- dijo enojado el doctor. Darcy iba a empezar a hablar, pero el médico lo interrumpió, dejándolo con la boca abierta. -¡Y tú, jovencito!, no quiero ni pensar qué hiciste esta noche para provocar esta reacción, ni quiero saberlo. Pero tiene que quedarle claro algo a los dos, desde ahora, hasta la fecha del parto, tranquilidad absoluta y mucho reposo. ¿Se ha entendido? -Sí, perfectamente- dijo Darcy. Lizzie asintió con la cabeza ante la mirada de reproche del médico. Al retirarse, Darcy volvió a meterse en la cama. Ninguno de los dos se atrevía a hablar, volvieron a mirar el techo, hasta que, Elizabeth, buscó la mano de su esposo y la puso sobre su vientre. Él se movió hacia ella y la abrazó. -Lizzie, ¿alguna vez te dije cuando supe realmente que estaba enamorado de ti? Ella lo miró y sonrió un poco. 86 -Llegaste a Netherfield con un aspecto salvaje y absolutamente hermosa. En esos días, me di cuenta que eras diferente a todas las mujeres que conozco. Me embrujaste, y bien sabes que luché contra el hechizo. Elizabeth se rió recordando la declaración fallida bajo la lluvia. -…me haz hechizado en cuerpo y alma y eso, no ha cambiado ni cambiará nunca- dijo Darcy. A la mañana siguiente, cuando los invitados en la casa todavía dormían agotados por el baile, Caroline Bingley, era despedida fríamente por su hermano, quien la enviaba a vivir con los Hurst indefinidamente. Por más que en Green Park se la atendió como si estuviera en su casa, Elizabeth deseaba volver a Pemberley. En un año se había convertido en su hogar. En la pareja Darcy hubo una tregua, nada de peleas ni discusiones, por lo menos hasta que naciera el bebé. Los próximos meses tenían que ser de tranquilidad y expectación. Volvieron a la casa el mismo día que arribó el Coronel, dispuesto a pasar el año nuevo con ellos antes de volver al regimiento. Elizabeth tenía temor que su esposo se diera cuenta de las intenciones de su primo para con Georgiana, pero era evidente que él no consideraba esa posibilidad. El Año Nuevo llegó con una fuerte nevada que los mantuvo incomunicados por varios días. A Lizzie le preocupaban varias familias poco favorecidas de la zona y organizó todo para prestarles ayuda. Por supuesto que Darcy no permitió que fuera en persona y, de ello, se encargaron Georgiana y Richard Una tarde atípica de enero, donde el sol estaba radiante y el cielo despejado, Elizabeth se aventuró a caminar por el jardín en compañía de Richard. -Coronel, no quiero inmiscuirme, pero… ¿no cree que es tiempo de hablar? -¿Hablar…sobre qué?- preguntó en tono inocente. -Sobre Georgiana, con mi esposo. Creo que ya es hora que lo sepa. El Coronel siguió caminando pensativo y en silencio. -Hablaré con él cuando tenga algo más que proponerle que sólo mi amor por ella. Cuando finalizaba la primera quincena de enero, el Coronel se despidió de todos, especialmente de su querida prima. En cualquier momento tendría que marchar al continente, esperaba poder verla antes que esas órdenes llegaran. Para cuando llegó el mes de febrero, todo estaba listo, la futura niñera ya residía en Pemberley, el cuarto estaba listo y la familia Bennet llegó para quedarse. Darcy controlaba estrictamente las actividades que ejercía Lizzie y las horas en las que recibía visitas. Era un trabajo difícil de realizar, a menudo exigía ponerse firme ante su terca esposa, pero debía hacerlo por ella y por el bebé. No es que ella fuera imprudente, sólo que deseaba seguir con sus actividades normales y terminaba agotada. Cuando Elizabeth estaba muy cansada, comía en su habitación en compañía únicamente de su esposo. -Creo que tanta atención es para vigilar que coma todo- le dijo Lizzie. -Como siempre, tu inteligencia descubre mis intenciones- le respondió acercándole otro plato. -¿Puedes hacerme un favor?- le preguntó a su esposo. -Lo que me pidas. -Acércate y convence a tu hijo que deje de golpear a su madre- le pidió. Habían descubierto que la voz de Darcy, solía tranquilizar al bebé. Él corrió la bandeja y se acercó para hablarle cerca. Susurró algo y el niño dejó de patear. -¿Qué le haz dicho?- preguntó intrigada. -Es un secreto- le respondió al tiempo que traía otra vez la bandeja. -¿Secreto…como los nombres que elegiste para él o ella?- le dijo provocativamente. Darcy levantó su ceja, como siempre lo hacía cuando pensaba una respuesta interesante. -No es un secreto, espero revelártelo pronto, según el doctor Gibson no falta más de quince días- le respondió bromeando. Lizzie le sacó la lengua burlonamente y se rió. Unas horas más tarde, estaba bordando con Jane en su habitación, cuando sintió un fuerte dolor en su cintura que llamó su atención. Como pasó rápidamente, no dijo nada, pero cuando el dolor volvió, se preocupó y se lo comunicó a Jane. Jane pegó un salto de la silla y gritó: -¡Lizzie, son contracciones! Elizabeth intentó estar tranquila, respiró profundamente y acarició su vientre. -Jane, quiero que llames a la Sra. Reynolds y a Darcy. Intenta parecer tranquila…borra esa expresión de tu cara- le pidió Lizzie. Su hermana mayor, bajó corriendo por la escalera de una manera muy poco decorosa, en busca del ama de llaves. Le pidió al primer sirviente que cruzó que enviara a la Sra. Reynolds a la habitación de la Sra. Darcy, y salió en búsqueda de su cuñado. Lo encontró en compañía de su padre, en la biblioteca principal. 87 -Sr. Darcy- interrumpió, aún le costaba decirle por su nombre- Elizabeth lo necesita…en forma urgente- la forma en que remarcó la última palabra provocó que Darcy se levantara rápidamente. Arriba, Lizzie intentaba mantenerse calma, sabía que estas cosas tardaban muchas horas y era innecesario ponerse nerviosa desde temprano. Cuando llegó el ama de llaves, le pidió que enviara por el doctor y luego esperó a su esposo, que entró poco después. Darcy creía que se trataba de otro de sus antojos extraños, como cuando lo hizo despertar a las 3 de las mañana a la cocinera para que le hiciera una tarta de fresas. -¿Debo pedirle algo raro a la Sra. Benedict?- le preguntó con una sonrisa. -Llegó el momento- le dijo Lizzie de golpe. Su esposo, que no estaba preparado para escuchar eso, preguntó tontamente: -¿El momento de qué? Elizabeth lo miró y fue todo lo que necesito para darse cuenta. En un segundo estaba sentado junto a ella. -¿Estás bien? ¿Mando por el médico?- preguntó lleno de nervios. -Estoy bien, esto llevara un tiempo…lo sabes, ¿no? -Sí. Sí, lo sé. -La Sra. Reynolds ya envió a alguien por el doctor, mientras tanto, quiero que me hagas compañía. ¿Está bien?- le preguntó. -Sí, está bien, me quedaré contigo. ¿Llamo a tu madre o a tu hermana? -No, sólo quédate tú conmigo. Eres todo lo que necesito. Darcy le tomó la mano y se la besó. Las contracciones eran espaciadas y Lizzie las soportaba bien. Esperaba ser fuerte cuando se intensificaran. Ya era la hora del té y todo el resto de la familia estaba abajo disfrutando del mismo. Menos un cada vez más nervioso Darcy, que miraba el reloj a cada momento y que no entendía por qué el médico se tardaba tanto. -William, ayúdame- le pidió Lizzie para poder levantarse de la cama- Alcánzame mi bata. Él la ayudó a colocársela, sin saber bien lo que se proponía. -Vamos- le ordenó tomándolo por el brazo y llevándolo hacia la puerta. -¿Dónde?- preguntó un poco espantado. -A caminar un poco. Según la Sra. Reynolds ayuda a apurar el parto- le respondió muy segura. Darcy sólo obedeció, no se iba a poner a discutir sobre algo que sabía muy poco. -Está bien, pero nos quedaremos por aquí arriba- dijo. Al salir al pasillo, le pidió a una criada que si llegaba el doctor, fueran inmediatamente a avisarles. Caminaron por los corredores y entraron en una gran sala a la que Lizzie no recordaba haber entrado antes. Había muchos cuadros y grandes tapices, con un sillón redondo en el medio de la habitación. -Creo que necesito sentarme un momento- le dijo Lizzie en medio de una contracción. Darcy la ayudó a sentarse en el sillón carmesí. Ella cerró los ojos, era la primera que sentía, que le quitaba el aire. -Es hora de volver, seguro que el médico ya llegó- le dijo su esposo aterrorizado. -No. No…ya pasó. Quedémonos un poco más- Elizabeth sabía que una vez que el doctor Gibson llegara, no vería más a su marido hasta después del nacimiento. Quería pasar la mayor cantidad de tiempo con él. Había sido optimista durante su embarazo, pero la idea que pudieran ser sus últimos momentos con él, se le cruzó por la cabeza. Él la tenía tomada por la cintura y ella se recostó contra su pecho. Tomó su mano, entrelazando sus dedos. -¿Quién ese niño tan bello en el cuadro de allí arriba?- preguntó Elizabeth. -¿El que está con ese trajecito tan ridículo?- preguntó su esposo. -Ese. -Pues, soy yo- contestó Darcy con cara de desaprobación. -¿Y por qué ha cambiado tanto? Tan lindo y simpático que parecías- bromeó. -Muy graciosa, ahora párate- le dijo poniéndose de pie para ayudarla. Elizabeth se levantó, sabía que tenía que volver, pero al instante, otra fuerte contracción la obligó a sostenerse de su esposo, incapaz de caminar. Un momento después, rompió fuente. Sin decir nada, Darcy la tomó en sus brazos y empezó a caminar hacia la habitación. -William, creo poder caminar, bájame- le pidió. -No, te hice caso con la caminata y mira ahora- respondió atemorizado. La llevó apresurado hacia la habitación y, cuando la estaba recostando, el médico entró. -¡Gracias a Dios que usted está aquí, acaba de romper fuente!- exclamó lleno de angustia. -Tranquilo, Fitzwilliam. No significa que ya vaya a nacer, sólo que está más cerca de hacerlo- lo tranquilizó- Ahora fuera, necesito revisar a su mujer. Darcy salió al pasillo, los nervios no le permitían quedarse quieto. Envió un sirviente en busca de Jane. Ella tenía que estar junto a Lizzie. 90 -Creo que volvió a dormirse- le dijo para que lo lleve hasta la cuna. Él llevó a William y lo tapó, luego se acercó hasta ella para ayudarla a acostarse. -Quédate conmigo- Lizzie le pidió. -Por supuesto- respondió. -Digo aquí, recuéstate junto a mí, hasta que me duerma. Se acostó cuidadosamente y esperó que su durmiera. Estaba tan feliz, que sentía que el corazón se le saldría del pecho. De a poco, lo venció el sueño, despertó cuando la Sra. Reynolds vino a reemplazarlo. Afuera, ya era de día. -Sr. Darcy, lo espera su valet con un baño y ropa limpia- le dijo con voz apenas perceptible. -Gracias- respondió mientras se restregaba los ojos y notaba todo su cuerpo entumecido por la permanecer en la misma posición. Antes de bajar a desayunar, pasó a ver a Elizabeth, pero aún dormía. En el corredor se encontró con el doctor Gibson que también se dirigía al comedor. -Buenos días Fitzwilliam- le dijo. -Espero que haya descansado bien- respondió Darcy. -Muy bien. Ya he pasado a ver a su esposa y al bebé. William, ¿no? -Sí, William. -Los dos parecen estar muy bien. Extraordinaria mujer tiene usted- comentó antes de entrar en el comedor. Se sentaron en la mesa, los demás no habían bajado todavía. Darcy pidió café en lugar de té. El médico continuó la conversación abandonada poco antes. -Una mujer muy fuerte y admirable. Soportó el parto casi sin gritar, no quería preocupar a los que estaban afuera. Supongo que a usted, en particular. -¿En serio?... ¿hizo eso?- preguntó admirado. -Así es. Fuerte y obstinada. No hizo caso a los consejos que le dimos. Darcy no respondió, se quedó pensando en las palabras que acaba de oír. Su Lizzie, su querida esposa, lo había hecho por él. Después del desayuno, volvió a visitar a su esposa. Esta vez estaba despierta con el niño en brazos. -Buenos días- dijo besándola a ella y al niño en la frente- ¿Descansaste bien? -Si, me siento mucho mejor. Creo que podría levantarme- dijo Elizabeth. -Espero que sea una broma. -Sabía que no estarías de acuerdo con mi idea. ¿Quieres tenerlo en brazos? Dentro de un rato empezar las tías a venir y ya no lo veremos- bromeó. Él lo levantó. En sus brazos parecía más pequeño. Golpearon la puerta y entró la Sra. Bennet. -¡Elizabeth! , ¿qué hace el Sr. Darcy con el niño en brazos? Esa no es tarea de hombres- dijo acercándose a quitarle el niño. Su yerno la miró con el ceño fruncido, apartando al niño de su alcance. La Sra. Bennet, entendió la indirecta y se alejó. -Tengo entendido que no tienes nodriza. Una mujer de tu posición debe tenerla. -Mamá, nosotros decidiremos como criar mejor a William- respondió Elizabeth- Por ahora quiero cuidarlo yo, no digo que más adelante cambie de parecer, pero seguro que será una decisión tomada entre los dos. -Seguro, no es que yo quiera decirles lo que tienen que hacer. Jamás me metería a opinar, no me gustan las indiscreciones. Darcy miró de reojo a Elizabeth y tuvo que reprimir una sonrisa. La situación fue salvada por la puerta, por la que entraron Georgie, Kitty y Mary, las cuales prácticamente arrebataron al niño de los brazos de su padre. Éste se excusó y se marchó a escribir la noticia del nacimiento a su familia. La Sra. Reynolds no se cansaba de decirle lo parecido que era el niño a él y, Darcy, no podía evitar sentirse orgulloso de la comparación. A los pocos días, la terquedad de Lizzie pudo más que las recomendaciones, y se levantó de la cama para llevar vida normal. Quince días después del nacimiento, fue el bautismo en la capilla de Pemberley. Los orgullosos padrinos fueron los Bingley, quiénes poco después volvieron a Green Park y los Bennet se fueron con ellos. Lady Catherine se excusó por no estar presente en el bautismo, pero envió sus felicitaciones por el nacimiento del heredero. La salud de Anne había empeorado ese invierno, temiendo lo peor para ella. Lizzie estaba empecinada a darle el pecho sin ayuda de nodriza, lo que provocaba que el sueño de su esposo se viera interrumpido por los golpes de la niñera en medio de la noche. Una tarde, Elizabeth entró silenciosamente en la habitación del niño. Darcy lo paseaba cerca de la ventana y le hablaba señalando hacia fuera. 91 -…y por allá está la torre de caza, cuando seas mayor te llevaré. -Creo que es apresurado tantos planes, Sr. Darcy- interrumpió Lizzie conteniendo la risa. Su esposo se sonrojó un poco. -¿Hace cuánto que estabas parada ahí? -Lo suficiente para escuchar sobre las actividades que hará con su hijo de 20 días. ¿No tendría que estar en su estudio? -Sí, pero pasé y lo vi despierto…no había nadie en la habitación. -¿Sí?...que raro, porque me cruce con la Sra. Johnson y me dijo que la mandaste a descansar. -Bueno…sí. Me atrapaste- le dijo avergonzado. -Ahora, entrega a ese niño que es hora de su baño. Ya tiene todo listo en mi cuarto de baño. -¿Puedo ayudar? -Claro, unas manos grandes para sostenerlo vienen de maravilla. Fueron con el bebé a la habitación, la chimenea estaba encendida y la temperatura era de lo más agradable. -¿No debería hacerlo la niñera?- preguntó Darcy, mientras se quitaba la chaqueta y se arremangaba la camisa. -Sí, debería, pero me gusta hacerlo a mí- respondió Elizabeth. -¿Qué hago?- preguntó él. -Pásale el brazo por detrás y agárralo del cuello- le indicó ayudando a acomodar al niño- Así está bien. -La Sra. Reynolds me volvió a decir que cada día le recuerda más a mí. -Ahora entiendo el motivo por el que es tan serio. Es el niño más serio y tranquilo que he conocido- le respondió bromeando. Poco antes de la llegada del otoño, el coronel Fitzwilliam, llegó de improvisto a Pemberley. Elizabeth paseaba por el camino de entrada, cuando reconoció al Coronel que se acercaba a caballo. Al verla, frenó la velocidad y se bajó. -Buenas tardes, Sra. Darcy. La veo mucho más delgada, ¿ha bajado usted de peso?- le preguntó burlándose. -Buenas, Richard. Como podrá observar, he perdido algo desde la última vez que lo ví. -Mis felicitaciones. Aunque me dijeron que se parece a su padre, no sé si felicitarla por ello. Elizabeth rió y siguieron caminando hacia la casa. -¿Se quedará por mucho tiempo? -No, sólo paso a conocer al bebé y a verlos a todos ustedes- expresó tristemente. -¿Pasa algo, Richard? -No quiero preocuparla- dijo antes de entregar el caballo a un sirviente- Mejor muéstreme a William. Elizabeth subió las escaleras para buscar al niño, pero antes pasó por la habitación de Georgiana, a quién encontró leyendo. -¡Georgie, apúrate, el Coronel está aquí!- le anunció excitada- Ponte el vestido blanco, ese que él comentó que te parecías a un ángel. La jovencita comenzó a cambiarse apresurada con ayuda de Lizzie. -Estás hermosa. Espérame que busco a William y bajaremos juntas. Las dos mujeres entraron al salón, los primos conversaban seriamente y el servicio del té era preparado. Los ojos de Richard se detuvieron por un breve momento en los de Georgiana, la saludó caballerosamente y, luego se aproximó al pequeño. -Cuando Darcy nació, yo era un niño. No puedo recordarlo, pero sin duda es parecido. Lo siento mucho Elizabeth. -Cállate y toma tu té- le ordenó Darcy, que caminó hasta su esposa y se sentó junto a ella para poder tener cerca al niño. -Y bien Darcy, ¿ya te haz vuelto experto en pañales? -Una vez se acercó mientras Elizabeth lo cambiaba y casi se descompone- comentó Georgiana. Todos se rieron. -¿Quiere tenerlo?- le preguntó Lizzie al Coronel. -No lo sé, soy un poco torpe. -Un Coronel no debe temerle a un niño- fue el turno de burlarse de Darcy. Richard se levantó y tomó en brazos al bebé. Un poco incómodo por verse observado. A los pocos minutos, su cara cambió y dándole el bebé a Lizzie, dijo: -Creo que necesita que lo cambien. Darcy y Georgiana contuvieron la risa, pero sin duda el primero disfrutaba como nunca de la situación, Lizzie llevó al niño a la habitación. -¿Qué haces por Pemberley?- preguntó Darcy- No creo que hayas hecho tantas millas sólo para conocer a William. 92 -No, en realidad quería conocer al niño y despedirme. Me envían a Francia en forma urgente. Pasado mañana me embarco. Georgiana palideció, luchaba por contener las lágrimas que querían brotar de sus ojos, cuando Richard la miró, no soportó más la angustia, se levantó y corrió llorando hacia fuera. Elizabeth estaba cerca del salón cuando se cruzó con su cuñada en una crisis de nervios. La siguió para saber los motivos y tranquilizarla. -¡Oh, Lizzie!, se marcha…se marcha a la guerra- lloraba desconsolada. Mientras tanto, en el salón, Darcy estaba estupefacto por la reacción de su hermana. No era la primera vez que el Coronel tenía que ir al frente. -Discúlpala, Richard, no sé qué le sucede- le dijo. El Coronel no respondió nada, por unos momentos, se quedó pensando sobre lo que era correcto y finalmente, se levantó y habló: -Sé lo que le sucede. Siento tener que decírtelo de esta manera abrupta, pero no puedo irme sin hacerlo. Estoy enamorado de ella y creo que ella lo está de mí. No hablé antes porque no tengo fortuna que ofrecer. Me gustaría que aprobaras el deseo de casarnos. La cara de Darcy era de sorpresa e incredulidad. No podía creer lo que escuchaba. -¿Hace cuánto viene sucediendo…lo que sea que sucede entre ustedes?- preguntó indignado. -Nada sucede entre nosotros- trató de suavizar las cosas. -¡Algo pasa si me estás pidiendo su mano!- gritó Darcy. -Por mi parte, poco más de un año. -¡Un año! Un año ocultándome la verdad. -No era mi intención, no dije nada porque ella no estaba presentada y no tengo nada que ofrecer. Pero su reacción de recién, sólo me confirma que me quiere. -¡Olvídala! No apruebo esto- exclamó enojado. -De todos los hombres, pensé que tú entenderías más la situación- dijo Richard. -Entender, claro que la entiendo. Pero no por ello aprobaré esto. No hasta que hayas abandonado la milicia. Georgiana tiene 18 años, no quiero una hermana viuda tan joven. Creo que ahora es mejor que te marches. El Coronel tomó sus cosas y salió de la habitación. De arriba de la escalera, Georgiana lo miraba. Se miraron por un instante, como queriendo grabar esa imagen en sus memorias, Richard le sonrió y se marchó de Pemberley. Georgiana bajó las escaleras y entró al salón. Darcy miraba alejarse al Coronel por el camino. -¡¿Qué hiciste?!- gritó la joven- ¡Haz arruinado mi vida! -Georgiana, sólo pienso en tu bien- le respondió queriendo tranquilizarla. -¡No! ¡Eres un egoísta, tú tienes el derecho de casarte con la mujer que querías, pero yo no tengo el mismo derecho! -¡Ten cuidado con lo que dices!- le gritó Darcy, estaba alterado, era la primera vez que su hermana le alzaba la voz. Los ojos tranquilos de Georgiana mostraban un odio desconocido. -Quiero que sepas que, si Richard me lo pide, aceptaré ser su esposa. Con o sin tu aprobación- sentenció y sin dejar que su hermano respondiera, se marchó a su habitación. Darcy salió detrás de ella, no podía permitir que le contestara de la forma que lo había hecho. Golpeó la puerta sin respuesta, lo intentó varias veces más. Elizaberh se asomó por la puerta de la habitación de ella. El niño se acababa de dormir y no entendía por qué había tanto alboroto. Su esposo la vio y dejó de golpear la puerta. -¿Qué sucede?- preguntó preocupada. -Mi hermana…¡se ha vuelto loca! Lizzie le dio a la niñera el bebé para conversar y calmar a su marido. -William, siéntate por favor y dime qué sucede- le pidió. Él intentó quedarse quieto, pero enseguida se levantó y siguió caminando de un lado a otro. -Richard…¡quiere casarse con Georgie! ¡Y ella lo quiere!- gritó con cara de sorpresa. Elizabeth trató de parecer sorprendida, pero sus ojos la delataron. -Tú…lo sabías- dijo Darcy con voz temblorosa. No pudo decir nada y apartó la vista de él. El haber guardado ese secreto a su esposo, la avergonzaba. -Ahora entiendo…¡con razón Georgiana ha demostrado semejante rebeldía! ¡Tú la haz incitado! -William, yo no la he incitado a nada. Si está enamorada, es lógico que pelee por ello. ¡Es una mujer! -¡Lo sé!, pero jamás me había desafiado antes y en eso te culpo a ti. -Y tú…¿no tienes ninguna culpa en todo esto? Darcy la miró ofendido ante tan insolente pregunta. 95 Sin decir nada, él se agachó a prender un fuego en la chimenea. Se sacó la chaqueta y el chaleco mojados, entregándoselos a Elizabeth. La leña estaba un poco húmeda y le costó encender el fuego. Ella lo miraba, un deseo de besarlo la invadía y luchaba contra esos sentimientos. -Acércate al fuego, estás helada- le sugirió Darcy. Elizabeth dejó la ropa donde estaba sentada y tomó una de las viejas frazadas. Se paró detrás de él y lo cubrió. -Gracias- le dijo su esposo. Se quedaron mirándose a los ojos sin decir nada. Lizzie sabía que él seguía ofendido por el secreto escondido, pero no soportó más, se acercó a Darcy y lo besó. Él quedó un poco sorprendido, sin reaccionar como ella esperaba. Avergonzada, lo soltó, agachando su cabeza para ocultar su molestia. -Lo siento- dijo Elizabeth. Darcy la tomó por la barbilla para verla a los ojos, ella lo miró y, cuando menos lo esperaba, la besó apasionadamente. Él no sabía hasta donde seguir, desde antes que naciera el niño, que entre ellos no había intimidad. No estaba seguro si sus intenciones eran las mismas que las de Lizzie y la soltó a pesar suyo. Elizabeth no quería ser soltada, hacía semanas que sólo pensaba en volver a estar con él, a sentir su aliento cerca de su piel, sus besos recorriéndola. No, no lo dejaría. Apoyó los brazos en su cuello y lo volvió a traer hacia ella, para caer en la improvisada cama de heno. -Lizzie, ¿estás segura?- preguntó un poco inseguro. La respuesta de ella fue profundo beso. Afuera seguía lloviendo y se hacía tarde, la ropa desparramada por el suelo se secaba. Darcy se levantó de al lado de Elizabeth para avivar el fuego. -Vuelve acá- le ordenó Lizzie. Sin responder, volvió a acostarse. Ella colocó su cabeza en el pecho de él y lo abrazó. -William, lo siento- dijo de pronto. -¿Qué es lo que sientes?- preguntó. -Haber guardado el secreto. No era mi intención, pero prometí no hablar, siempre que no viera nada extraño. No quise traicionar a Georgiana. Espero que me perdones. -Está bien, lo entiendo y te perdono. Perdóname tú por haberte culpado por ello.- Después de un largo silencio, Lizzie habló nuevamente. -Sé que amas a Georgie y que aprecias al Coronel. ¿Puedo saber la razón por la que te niegas? Él se sentó y cerró los ojos. Elizabeth se sentó detrás de él y lo abrazó. -No quiero a mi única hermana, de sólo 18 años, casada con un militar al que nunca ve, rogando que no lo llamen al frente, sufriendo cada vez que no reciba noticias de él. Lizzie acarició sus cabellos, sospechaba que su negativa no tenía que ver con la situación monetaria de Richard. -Ahora siente todo ello, sin estar casada con él. Por lo menos, casada, podría disfrutar los momentos que tengan juntos. -Y enviudar joven- replicó. -Eso no lo puedes saber. Nadie sabe cuándo morirá. Por favor, considéralo, no te niegues totalmente a la idea, o terminarás perdiendo el afecto de tu hermana. -No me niego por completo. Si Richard quiere estar con ella, sabe lo que debe hacer. Elizabeth no quería reñir con él, podía entender su postura, pero comprendía también a Georgiana y Richard. -Se está haciendo tarde, tengo que darle de comer a William. Darcy se rió y le sacó heno del cabello. Hacía tiempo que no lo veía reír y lo besó. -Creo que es mejor que esperemos que deje de llover- le dijo él, acostándola nuevamente mientras se adueñaba de su boca y de su cuerpo. Volvieron a la casa al atardecer, la Sra. Reynolds salió a su encuentro. -¡Gracias a Dios están bien! Ya estaba por enviar a buscarlos. -Lamentamos haberla preocupado, pero la lluvia nos sorprendió y debimos refugiarnos- se excusó Darcy. -¿El niño ha llorado?- preguntó Elizabeth dirigiéndose en dirección a las escaleras. -Sí señora, lo tiene la niñera- Lizzie salió directamente hacia allí, para reencontrarse poco después con su hambriento niño. La puerta sonó, y entró Susan. -Señora, su baño está listo- ante la cara de extrañeza de Lizzie, agregó- El Sr. Darcy lo ordenó apenas llegaron. 96 -Gracias, iré cuando termine. Después de bañarse y colocarse ropas limpias y secas, pasó a ver a William nuevamente. Estando ahí, fue sorprendida por un abrazo de su esposo. -¿No es el niño más hermoso?- le preguntó Darcy. -Sí, si lo es. Es apuesto como su padre- respondió Elizabeth. Él la besó en el cuello y le susurró al oído: -Tenemos que bajar, temo morir de hambre. Bajaron a cenar, fue un momento tranquilo después de unas semanas incómodas. Al finalizar, una de las sirvientas entró a hablar con Elizabeth, diciéndole algo al oído. -Dígale a la Sra. Johnson que me lo traiga al salón- respondió Lizzie. -¿Pasa algo?- preguntó Darcy al levantarse de la mesa. -No, parece que tiene más apetito. Se reunieron en el salón y, poco después, les alcanzaron al niño, que apenas fue recibido, dejó de llorar. -Parece que sólo extrañabas a mamá- le dijo mirándolo a los ojos y dándole de amamantar. -No es justo. -¿Qué no es justo?- preguntó Elizabeth. -Siempre te va a extrañar más a ti. Eres su mamá y su comida. Yo puedo irme un mes a Londres que no se va a dar cuenta. Ella se rió y el bebé se asustó un poco. -No digas eso. Seguro que te extrañaría, yo lo haría y algo tiene que tener de su mamá. Él se acercó a donde estaban ellos y los besó a los dos, William pronto se durmió. -Cariño…- dijo Lizzie. -¿Si? -Aprovechemos para ir a la cama mientras esté dormido. Darcy lo tomó en brazos con cuidado para que no se despierte, había adquirido experiencia en las noches que se lo alcanzaba a la niñera, y subieron. -¿Cuánto está tardando en despertar?- le preguntó su esposo. -Depende, alrededor de cuatro horas, a veces menos. ¿Por qué ese repentino interés por conocer las horas de sueño de su bebé?- preguntó en tono burlón al llegar a la puerta de la habitación de William. La Sra. Johnson tomó al niño y lo llevó dentro. Apenas se cerró la puerta, Darcy la aprisionó con sus brazos contra la pared para apoderarse de su boca hasta dejarla sin aire. A Elizabeth le hubiera gustado poder decir algo ingenioso cuando la soltó, pero estaba concentrada en poder respirar y mantenerse de pie. Los brazos de él todavía la tenían tomada de la cintura y su mirada era terriblemente inquietante. Le tomó la mano para conducirla a la habitación y ella se dejó llevar. Estaba emocionada por volver a compartir la cama con su esposo. Darcy descansaba sobre su estómago con la cabeza volteada hacia ella. Lizzie no podía borrar la sonrisa tonta de su cara, pero tenía algo importante que decirle y, este era el mejor momento. -Will, tengo que hablarte sobre algo. -¡Oh, no! ¿De qué se trata?- preguntó temeroso. -La Sra. Reynolds me entregó una carta de Richard, cuando regresamos esta tarde. Darcy no dijo nada, sólo la miró con sus penetrantes ojos azules. -Espero que no estés tan enfadado como para no alegrarte de qué está bien y regresará dentro de un mes. -Son buenas noticias. ¿Desde cuándo te escribe a ti? -Desde que prácticamente lo echaste de Pemberley. Se produjo un silencio por un lapso de tiempo donde sólo se miraron y Elizabeth le acarició el pelo. -¿Por qué no me dijiste nada en el comedor o en la sala?- preguntó Darcy. -No quise correr el riesgo que decidieras dormir en tu alcoba de nuevo- respondió con picardía, acercándose a él para besarle la espalda. En Rosings, la salud de Anne empeoraba cada día. Georgiana era muy útil para acompañar a su tía en esos difíciles momentos. La esperanza que, el clima primaveral ayudara a recobrar las fuerzas de Anne, fue desapareciendo con el transcurso de los días. Para Georgiana, la agonía era doble. A la angustia de la enfermedad de Anne, se le sumaba la preocupación por no saber de Richard. Las noticias que llegaban del continente la alarmaban. La rendición de Napoleón era un acontecimiento de gran alegría, pero no saber si Richard había sobrevivido a los combates, hacía que sintiera un dolor agudo en su pecho. Una tarde de mediados de abril, una carta proveniente de Francia, hizo que su corazón se detuviera por un momento. Estaba fechada el 7 de abril, un día después de la abdicación de Napoleón. Tardó unos 97 minutos en poder abrirla, un miedo inmenso que albergara malas noticias la inmovilizaba por completo. Cerró los ojos e intentó inspirar profundamente. Con manos temblorosas abrió la carta y leyó: “Mi dulce Georgiana: Te escribo unas pocas líneas desde París para que sepas que estoy bien y no sigas preocupada por mí. Haz sido la fuerza y la razón para vivir en estos crueles días. A menudo, cuando estaba solo, me parecía escuchar tu hermosa voz y la música me transportaba al gran salón de Pemberley. He podido ver lo peor de los seres humanos y lo frágil que es la vida. Pero la experiencia me ha hecho reflexionar en lo fácil que todo puede acabar. Tengo poco para ofrecerte, sólo mi corazón, si es que vale de algo. Si me aceptas, me gustaría pasar el tiempo que me queda de vida como tu esposo. Piénsalo mi dulce Georgie. Richard.” Georgiana apoyó la carta contra su pecho y lloró de alegría. “¡Está bien! ¡Gracias a Dios!” pensó. Luego, cuando la emoción inicial se fue desvaneciendo, se puso a pensar en la propuesta. Su corazón le pertenecía totalmente, pero no podía olvidar que su hermano se oponía y aceptar en contra de él, era perder a su familia. Lo mejor sería esperar a Richard y tal vez, mantener un compromiso secreto hasta convencerlo, con ayuda de Lizzie, para que diera su consentimiento.
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