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Significado de la Resurrección de Jesús para el Hombre Actual por J.I. González Faus, Apuntes de Historia

En este documento, el profesor José Ignacio González Faus aborda el significado de la Resurrección de Jesús para el hombre de hoy. El autor explica que la Resurrección no significa que Jesús volvió a esta vida, sino que pasó de esta vida a la vida misma de Dios. El texto también aborda la importancia de la fe en la Resurrección y cómo Dios no abandona el mundo, a pesar de su brutalidad y injusticia. Además, se discute la relación entre la Resurrección y la justicia de Dios.

Tipo: Apuntes

2021/2022

Subido el 10/10/2022

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¡Descarga Significado de la Resurrección de Jesús para el Hombre Actual por J.I. González Faus y más Apuntes en PDF de Historia solo en Docsity! SIGNIFICADO DE LA RESURRECCIÓN DE JESÚS PARA EL HOMBRE DE HOY Prof. José Ignacio González Faus Aula de Teología 23 de marzo de 2010 1. ¿QUÉ ENTENDEMOS POR RESURRECCIÓN DE JESÚS? Si tuviera que volver a poner título a esta conferencia, lo cambiaría y pondría la famosa pregunta de Kant sobre los interrogantes que se hace el hombre: ¿Qué podemos esperar?1 Yo creo que la resurrección de Jesús es la respuesta a esa pregunta que toda persona se hace y que está inscrita, de algún modo, en la existencia humana.  Vivir la vida de Dios. La dificultad a la hora de hablar de la resurrección de Jesús viene dada por el hecho de que, al anunciar esto, el cristiano anuncia algo que nunca más se ha vuelto a decir de ninguna otra persona. La historia de la humanidad testificará algunas reviviscencias, es decir, hablará de alguien que volvió a esta vida de nuevo, pero, lógicamente, no es lo mismo. Por tanto, es enormemente difícil hablar de la resurrección de Jesús porque, para hablar de cosas de las cuales no tenemos experiencia, siempre lo hacemos en comparación con otras, y así nos las vamos imaginando y concibiendo. Por ejemplo, quien no haya visto a Messi puede decir que es igual que Maradona, Canales… que es a quienes conoce; así cada uno expresará su punto de vista según su experiencia. En la resurrección de Jesús no tenemos esa posibilidad de comparación puesto que la fe cristiana no dice que volvió a esta vida, como lo hizo Lázaro, por ejemplo, si es que lo hizo… No vamos a entrar ahora en la historia de cada pasaje evangélico, porque el tema que hoy voy a tratar, no es sobre el hecho de “volver a esta vida”, sino de “pasar de esta vida a la vida misma de Dios”. No podemos decir cómo es y cómo puede ser eso de que un hombre esté viviendo la misma vida de Dios, porque nos desborda; podríamos imaginar cosas, como ya les pasó a los primeros cristianos, pero seguramente las imaginaríamos mal y tendrían que corregirnos.  Resurrección y vida de Jesús. El cristiano no afirma que “alguien” resucitó de entre los muertos, sino que esta persona concreta, Jesús de Nazaret, es el que Dios resucitó. 1 Kant se refiere a aquello que nos está permitido esperar cuando hemos cumplido con nuestro deber. SIGNIFICADO DE LA RESURRECCIÓN DE JESÚS PARA EL HOMBRE DE HOY Prof. José Ignacio González Faus Página 2 de 16 La moderna teología ha recuperado algo muy bueno, al decir que “Jesús murió por vivir como había vivido” y nada más que por eso; no fue, como se decía en explicaciones anteriores, porque Dios necesitara una víctima inocente para aplacarse, que es un enfoque muy bárbaro de otras explicaciones. Jesús murió por vivir como había vivido y resucitó precisamente porque había vivido y había muerto de aquella manera. Es muy importante tener esto en cuenta a la hora de ver algunas cosas que diremos en la segunda parte, sobre el significado de la resurrección como indicación contra toda la injusticia humana, etc.  Las experiencias pascuales ¿qué pudieron ser? Hemos de saber que, a la resurrección nunca llegaremos, ni por nuestras fuerzas ni por alguna deducción especial que hagamos nosotros. A la resurrección solamente se puede llegar si el resucitado se manifiesta. El NT lo deja muy claro; en él, la expresión que encontramos muchas veces es vieron… vieron… Tal como está en griego, aoristo significa más bien se manifestó, se dejó ver, dicho con lenguaje más coloquial. Por tanto, hay que intentar llegar a lo que fue la experiencia de los testigos, para entender un poco lo que significa la resurrección de Jesús. En este sentido, lo más indiscutible y lo más seguro históricamente es que tuvieron esa experiencia, pero no tenemos descrito como nos gustaría, ni muchísimo menos, el contenido de la misma. El testimonio de que el resucitado se les manifestó, está descrito de muchas formas en el NT; en el capítulo 15 de la Primera Carta a los Corintios -una especie de credo que ya existe en los años 40 de la Iglesia primera- hay cantidad de frases resucitó el Señor y se ha dejado ver, o se ha aparecido a… por eso no me voy a detener en esta parte primera. En cambio, hay que decir sin miedo y tranquilamente, que los evangelios concluyen con narraciones de apariciones cuya historicidad es mucho más cuestionable. No porque los apóstoles no fueran personas históricas, verídicas, honradas y honestas, sino porque la noción de historia que tenían en aquellos tiempos no era la misma que tenemos nosotros. Cualquiera que haya leído a Tito Livio u otros historiadores de la época, entenderá que la historia se escribía muchas veces, más para transmitir una idea que para transmitir un hecho. Las narraciones de las apariciones que tenemos en los evangelios quieren, ante todo, transmitir una enseñanza; y la única manera de hacerlo en un mundo casi mayoritariamente analfabeto, no muy dado a pensar y razonar, que no tenía universidad, catedráticos, etc. como tenemos nosotros, era contarla de una determinada manera. Por ejemplo, Lucas quiere convencer a los griegos de que, a pesar de la idea que tenían de que la materia era mala, y que por tanto el resucitado no podía tener cuerpo, porque era algo malo, como eso no es verdad, el resucitado -de la manera que luego diremos- tiene un cuerpo que es de la misma entidad que el nuestro, aunque esté transformado. Ahora bien, si esto se lo hubiera explicado con ideas, no lo habrían entendido bien. SIGNIFICADO DE LA RESURRECCIÓN DE JESÚS PARA EL HOMBRE DE HOY Prof. José Ignacio González Faus Página 5 de 16 Cuando los injustos hacen sus negocios, explotan al pobre… parece que Dios no lo ve, siguen adelante, triunfan… El salmista entonces grita desesperado, Señor, ¿no lo ves…? Señor, ¿hasta cuándo…? En el libro de Jeremías, al comienzo del capítulo 12, vemos cómo el profeta se encara al Señor diciendo: Aunque tú, Señor, llevas la razón cuando discuto contigo, quiero proponerte un caso: ¿Por qué prosperan los impíos y viven en paz los traidores? Esa experiencia ha sido la que ha fortificado y fortalecido la fe del judío – aunque también la ha amenazado infinidad de veces- porque la experiencia de que Dios es justo es una experiencia válida. En el AT, la sedaqá -la justicia- es prácticamente la palabra que mejor define a Dios por lo que este mundo, al ser injusto, es contrario a Dios. Por eso, cuando esta amiga de la que os hablaba antes me decía también que si alguna vez rezaba el Padre Nuestro sería para decir “hágase tu voluntad en el cielo, pero no en la tierra, yo le explicaba que, cuando rezamos el Padre Nuestro lo que hacemos es reconocer, precisamente, que en esta tierra no se cumple la voluntad de Dios; de ahí nuestra petición de que se cumpla… Nos han acostumbrado a rezar de tal manera que, cuando alguien nos hace una injusticia, nos da un pisotón, nos despide, nos paga menos de lo que nos corresponde… decimos resignadamente “hágase tu voluntad” como si aquello fuera voluntad de Dios; y probablemente es el mismo Dios el que está protestando contra aquella injusticia o salvajada que nos han hecho. Por tanto, si Dios es la justicia, el mundo tendría que ser de otra manera. En un principio, el creyente judío cree en Dios en esta vida, y no necesita más; sin embargo, a la vista de la realidad, poco a poco va apareciendo en el AT la sospecha de que, puesto que Dios es esa justicia en la que no quiere dejar de creer el creyente judío, las injusticias de aquí tendrán su triunfo y su compensación en un más allá. Así tenemos dos figuras señeras en el AT, una histórica y otra imaginada: Recordaréis aquella narración del capítulo 7 del Segundo Libro de los Macabeos, en la que se relata la muerte de los siete hermanos y su madre; es allí precisamente donde, ante la tortura y el triunfo del mal, se atisba la idea de que aquello no quedará así porque Dios es el reivindicador de los maltratados y, por primera vez se intuye la posibilidad de una resurrección en un más allá. En el AT tenemos también la figura del siervo sufriente de Yahvé. Hay varios cantos en Isaías que llevan este título, pero el más central es el de Isaías II, 52,13-53, donde se habla de alguien a quien se ensalza mucho al comienzo y al final, pero que, en todo el decurso del poema, está muy humillado, maltratado, como un leproso del que se aparta la vista cuando uno pasa delante de él… La clave de ese contraste se nos da cuando dice que cargó con el peso de nuestros pecados, y precisamente porque es víctima de nuestros pecados, el poema termina con una nueva exaltación del siervo de Yahvé. El mundo judío nunca supo quién era, e Israel se lo aplicó a sí mismo. SIGNIFICADO DE LA RESURRECCIÓN DE JESÚS PARA EL HOMBRE DE HOY Prof. José Ignacio González Faus Página 6 de 16 Más tarde, después de la resurrección de Jesús, se ve que encajan todas las piezas y, por eso, el NT está repleto de alusiones tácitas2 a la figura del siervo de Yahvé. En nuestro mundo hay muchos hombres y mujeres que, aunque quizá no merecerán el título de siervo de Yahvé, también llevan encima el peso del pecado de todo este mundo, el peso de nuestro pecado... son todos aquellos ninguneados y despreciados por nuestra sociedad… Pensad en lo que ocurre ahora con la crisis económica y, si recordáis, hace unos diez años pasó lo mismo con ocasión de la crisis de los países asiáticos –los tigres de Asia- Birmania, Corea y demás. Como efecto de aquella crisis, provocada por las multinacionales occidentales, aumentó en un 30% el número de chicas que se prostituían por alimentar a la familia; lo más irritante es que se prostituían para beneficio de turistas del Primer mundo – precisamente el que había provocado su situación- que iban allá a aprovecharse de ellas. Por eso, en primer lugar la resurrección es una reivindicación de las víctimas. En nuestro mundo, que desde la modernidad y probablemente gracias a la matriz cristiana, se ha descubierto un poco la causa del hombre, los derechos del hombre, pero quizás no tanto la causa de las víctimas, porque seguimos creando muchas víctimas. La gente más consciente, más rica humanamente, se ha planteado muchas veces lo siguiente: “por más que hagamos un mundo mejor, si es que algún día lo hacemos, lo habremos hecho a costa de todos aquellos que lucharon por él y no lo verán; y esto es pura injusticia”. Ciertamente, si un día se crease un mundo mejor, estaría cimentado sobre la sangre de todos aquellos que dieron su vida por ello, y terminaríamos diciendo que no es justo… Hay textos preciosos en este sentido, de filósofos de la Escuela de Frankfurt, etc. que dicen que “un hombre no puede pensar sensatamente si no piensa en una reivindicación hasta para las víctimas que ya no pueden ser reivindicadas”. En este sentido, el anuncio de la resurrección tiene una fuerza enorme, porque significa una reivindicación de todas las víctimas; podríamos añadir que, incluso de sus verdugos, pero aquí nos referimos concretamente a las víctimas. Esto es algo que está sólo en el cristianismo; yo, que trato bastante con gente no creyente, oigo esto frecuentemente.  La muerte no tiene la última palabra: ni la muerte propia ni la ajena. Por lo que he ido viendo, sobre todo al tratar un poco más íntimamente a las personas, nuestra sociedad tiene mucho miedo a la muerte. Ahora bien, como la muerte plantea muchos interrogantes, entre otros la pregunta por Dios, preferimos decir que no tenemos miedo a la muerte, y vivimos tan tranquilos hasta el día que se nos presenta una amenaza de cualquier tipo, por ejemplo, una enfermedad; precisamente vivimos en una sociedad bastante hipocondríaca, estamos siempre obsesionados por la salud, consumimos muchas más medicinas de las que necesitamos… y eso es, quizás, el reflejo de un cierto temor. 2 Que no se expresan clara y abiertamente, pero se suponen o se sobrentienden. SIGNIFICADO DE LA RESURRECCIÓN DE JESÚS PARA EL HOMBRE DE HOY Prof. José Ignacio González Faus Página 7 de 16 Apoyando este argumento que he intentado exponer, y al que trataré de responder, se dice que la muerte es un hecho natural y que, por tanto, no hay que tenerle miedo. Esto es verdad, en parte. La muerte es un hecho natural porque la materia, si Dios no la sostiene, no da más de sí y tiende a degradarse; hay una de esas leyes intocables, la ley de la entropía, la segunda ley de la termodinámica, y hasta ahora no conocemos ningún ser vivo que haya vivido eternamente. El animal no sabe que está condenado a muerte, que le toca morir; es el instinto el que le lleva a defenderse, pero nada más; sin embargo, el hombre sí sabe que muere y eso vuelve nuestra muerte un poco más antinatural. San Pablo dice que por el pecado entró la muerte en el mundo, como si fuese un castigo que viene exclusivamente por el pecado. En este sentido, actualmente muchos especialistas en el NT dicen que, cuando Pablo dice esto, no se está refiriendo a la muerte que nosotros mismos llamamos “natural”, sino que se está refiriendo a las muertes violentas, terrorismos, asesinatos, accidentes…, de las que nuestro mundo, lo mismo que el antiguo, está lleno. Lo que quiere decir San Pablo, y esto es importante tenerlo en cuenta, es que por el pecado entró en el mundo la muerte “violenta”. Nos encontramos entonces con que la muerte es un hecho natural, porque sabemos que nos vamos a morir, pero no tan natural porque hay muchas muertes que –como nuestro lenguaje mismo dice- no son naturales… asesinatos, accidentes, etc. Además, creo que nuestro mundo tiene otra experiencia, la del envejecimiento, que también es una forma de morir. ¿Por qué, si no, todas esas obsesiones por la juventud eterna, por las liposucciones, por los lifting…? La persona se da cuenta de que ya no es la que era y que, aunque pueda afirmar que sigue siendo ella, ya no es la misma. En este sentido es cierto que “vivir es ir muriendo un poco cada día”. El clásico argumento que viene desde Epicuro y que habréis oído muchas veces: la muerte no importa nada, porque mientras yo viva no hay muerte, y cuando venga la muerte, yo ya no estaré, no sirve ya. En primer lugar porque, cuando yo estoy, ya hay pequeñas muertes, como la experiencia del envejecimiento, a la que acabo de referirme, y que a veces es bastante dura. Yo digo a veces que es como arrancarte una muela, poco a poco y además, sin anestesia. Quevedo escribió cuando tenía sólo 52 años: Hoy cuento 52 años, y en ellos cuento otros tantos entierros míos. Mi infancia murió irrevocablemente, murió mi niñez y murió mi juventud; murió mi mocedad y también murió mi edad varonil. Y ¿cómo llamo vida a una vejez que es sepulcro donde yo propio soy entierro de cinco difuntos que he vivido? ¿Por qué, pues, desearé vivir, sepultura de mi propia muerte? Ninguna cosa me da más horror que el espejo en que me miro. Por tanto, la muerte no es una cosa que, cuando esté ya no estaré, sino que, cuando yo estoy, ella se va presentando. Además, ese argumento tan aparente de Epicuro, olvida el que quizás es el factor más importante de la muerte: la muerte de los seres queridos. SIGNIFICADO DE LA RESURRECCIÓN DE JESÚS PARA EL HOMBRE DE HOY Prof. José Ignacio González Faus Página 10 de 16 Hoy en día nos llama esto la atención porque nos domina una cultura de la juventud; ya no se dice “tengo un cuerpo”, sino “soy un cuerpo”, y no se acepta la expresión de que el cuerpo es la cárcel del alma, como decían los platónicos, para los cuales el alma tenía que liberarse; aquellos griegos habrían aceptado una resurrección en el sentido de que el alma de Jesús se liberaba del cuerpo. Como suele pasar en casi todo pensamiento humano, hay verdad en ambas percepciones. Evidentemente, el progreso de la salud, de la técnica, de la prolongación de la juventud… nos ha dado unas experiencias preciosas del cuerpo, en la danza, en la gimnasia, en el amor… Pero no es ésta la única dimensión de nuestra corporalidad. Cuando ves a una persona con un taca taca, en una silla de ruedas, con Alzheimer… empiezas a darle un poco la razón a los griegos porque, efectivamente, para estas personas su cuerpo es una cárcel, aunque en otros momentos su cuerpo haya podido ser una explosión de vitalidad. Por tanto, las dos experiencias son válidas. El cristianismo combatió mucho las consecuencias que el mundo griego sacaba de su manera de entender la corporalidad, porque lo que estaba detrás, realmente, era la concepción de la materia como mala. Sin embargo, para el cristianismo, en parte por su raíz judía pero sobre todo por la encarnación, la materia no sólo no es mala, sino que, como llegaron a decir algunos Padres de la Iglesia, por la materia ha puesto Dios en marcha toda esta inmensa caravana de miles de millones de años, de luz… este universo tan grande; por la materia hizo Dios su obra, decía S. Ireneo. Para los antiguos “la carne” era una expresión negativa que designaba a lo material. La carne, decía Tertuliano, es el soporte de la salvación, algo que hoy en día suena bien y es bastante aceptado por muchos. Teilhard de Chardin tiene un precioso himno a la materia, y desde aquí hay que decir, sencilla y tranquilamente, que el cristianismo es un materialismo. Fijaos lo que esto puede significar respecto a la pregunta con la que he iniciado la conferencia: ¿Qué podemos esperar? Un agnóstico, Félix de Azúa –una buena firma- escribió un artículo titulado Carne, que se publicó en El País el 21 de Junio del año 2000: Hace unos días asistía al funeral de una excelente persona muy querida por cuantos la conocieron. La parroquia estaba más bien mohína… hasta que comenzó el sermón y nos pusimos todos tristísimos. El buen cura vino a decir que lo mejor que puede hacerse en esta vida es morirse, porque de inmediato nos disolvemos en la luz divina como chispas devoradas por un alegre y vertiginoso incendio. Lo cual está muy bien, pero lo planteaba como algo estrictamente espiritual. Sólo nuestra parte inmaterial pasaba a formar parte de tan colosal luminosidad. Ni una palabra dijo sobre la parte carnal. Ahora bien, sin la resurrección de la carne, la gloria eterna se queda en un cursillo de filosofía platónica, a todo tirar hegeliana, dos potentes pensamientos ateos. Sin la resurrección de la carne, la promesa católica de inmortalidad se reduce a tener portal en un Internet eterno. Católicos, no os dejéis arrebatar la Gloria de la carne, no os hagáis platónicos. Que, sobre todo, el cuerpo sea eterno es la mayor esperanza que se puede concebir y sólo cabe en una religión cuyo Dios se dejó matar para que también la muerte se salvara. SIGNIFICADO DE LA RESURRECCIÓN DE JESÚS PARA EL HOMBRE DE HOY Prof. José Ignacio González Faus Página 11 de 16 Quienes no tenemos la fortuna de creer, os envidiamos ese milagro, a saber, que para Dios, ya que no para los hombres, nuestra carne tenga la misma dignidad que nuestro espíritu, si no más, porque también sufre más dolor. Nosotros, los no creyentes, rezamos para que estéis en la verdad y nosotros en la más negra de las ignorancias, porque todos querríamos, tras la muerte, volver a ver los ojos de las buenas personas, e incluso los ojos de las malas personas; en fin, ver ojos, no solamente luz.  La "carne espiritual". Naturalmente nuestra materia será transformada. San Pablo utiliza la expresión cuerpo espiritual, que no acabamos de entender porque nos parece una contradicción; tenemos cuerpo, nos vemos, nos tocamos… el cuerpo es la persona en cuanto que puede comunicarse. Y espiritual tampoco significa algo simplemente inmaterial; el espíritu en el NT es siempre el factor, la manera de expresar la universalidad: El espíritu ha sido derramado sobre todo y lo abarca todo. Por tanto, cuerpo espiritual quiere decir algo así como una persona, no particular, sino globalizada… seremos como una persona universal, algo que, se nos anuncia, pero no podemos ni imaginar. Lo que dificulta muchas veces nuestra paz, nuestra convivencia, es la limitación de nuestra personalidad: soy yo, y el otro no piensa como yo… En cualquier caso, las ciencias sí que pueden ayudar aquí mucho, porque ellas ya nos han enseñado que, en el fondo último de las últimas partículas, materia y energía son lo mismo… Y no hay algo que podamos ver o tocar, lo que hay es una realidad, que no sabemos qué es, que afecta a nuestros órganos y hace que veamos las cosas del color y la forma que son… La materia no tiene esta especie de densidad que nos parece tener a nosotros, inespiritualizable; en el fondo, todo lo que hay son partículas ínfimas, en definitiva, partículas de energía, plutones, neutrones, radiaciones… Al hablar de la reivindicación de la materia, queda el último punto: la reivindicación de la historia  La historia humana llamada a ser algo más que un pasatiempo. Hoy en día, el tema de la historia está muy de moda, y ha tenido muchos altibajos. El cristianismo es el que descubre la dimensión histórica de nuestras vidas y de toda la marcha de la humanidad. Fuera del cristianismo se ha pensado de mil maneras, bien o mal… La historia puede ser el eterno retorno, concepción del tiempo característica de la filosofía de Nietzsche: se repetirá lo mismo por los siglos de los siglos y volveremos a repetir nuestras vidas y nuestros regímenes y haremos lo mismo por los siglos de los siglos, como las esferas de los astros. O puede ser, como dicen en Oriente, pura imaginación que nos creemos que es realidad, como cuando soñamos. Hay muchas maneras de explicar el tiempo. El cristianismo le dio al tiempo una dimensión de progreso. Ya San Ireneo en el siglo II, dijo que Dios nos creó para que crezcamos y progresemos. Pero al entrar el cristianismo en el mundo griego, se perdió bastante esta dimensión de la historia. SIGNIFICADO DE LA RESURRECCIÓN DE JESÚS PARA EL HOMBRE DE HOY Prof. José Ignacio González Faus Página 12 de 16 Con la modernidad, Hegel, Dilthey y Marx, se recupera la historia y se piensa que, efectivamente, es posible que la historia camine hacia un paraíso, hacia una meta mejor. Y la historia se recupera fuera de la Iglesia, y muchas veces contra la Iglesia que, aunque aquello fuera suyo, no lo reconoce sino que lo frena y condena a muchos de los que lo dicen. Caemos así en otra concepción que tampoco es verdadera, la concepción del tiempo y de la historia como un progreso infalible; por ejemplo aquello que decía Marx –el materialismo dialéctico-: la dialéctica de la materia va llevando siempre hacia mejoras y mejoras, y el progreso es algo mecánicamente irrefutable e irreversible. Actualmente nos damos cuenta de que, aparte de que dio lugar a todas esas promesas del paraíso comunista o del paraíso capitalista, de las que hoy estamos tan desengañados, desde que abrieron los ojos aquellos “padres del progreso” hasta hoy, no parece que hayamos progresado mucho. Como dice, con muchísima gracia, un escritor: todo nuestro progreso ha consistido, no en que dejemos de comernos los unos a los otros, sino en que nos comamos unos a otros con cuchillo, tenedor y servilleta… Es real y muy gráfico, porque en lo humano hemos progresado muy poco. Es cierto que hay una declaración de los DDHH, pero luego se cumplen como se cumplen… En la tecnología sí hemos progresado, pero si ésta no va acompañada de un progreso humano, se expone a todas las amenazas que están presentes: la de una guerra atómica, una catástrofe ecológica, etc. El momento actual, que se suele denominar como postmodernidad, viene a decir que no hay nada que esperar, que lo mejor es desentenderse de progresos históricos y de tareas históricas; en resumen, como la vida no conduce a ninguna parte, se trata de vivir y pasarlo lo mejor que se pueda, y reducir la vida a un pasatiempo. Con lo cual, la gran promesa del progreso, después de haber vivido fuera del cristianismo, se ha degollado a sí misma. Frente a esto, la visión cristiana de la historia sería que es un progreso ofrecido y posibilitado; podemos progresar pero es responsabilidad nuestra saber hacerlo. Una de las cosas que más llama la atención a los que leen el NT, es que hay dos visiones totalmente contrarias del fin de la historia. Y, por contrarias que parezcan, las dos son posibles: Hay una visión preciosa y optimista, al final del capítulo 15 de la primera carta a los Corintios, que dice que han de ser destruidas todas las esclavitudes que pesan sobre el hombre 3 y que, cuando todas hayan sido destruidas, se destruirá la última esclavitud que es la muerte y entonces Cristo entregará el reino al Padre y Dios será todo en todas las cosas. Es una visión lineal, preciosa, del progreso; no quiere decir que sea así, pero sí que podría serlo porque éste era el plan de Dios. Al lado de esta visión hay otras, en los mismos evangelios, en los capítulos anteriores a la Pasión de Jesús, que se suelen leer en adviento, en los que se describen grandes calamidades: el sol se oscurecerá, la luna no alumbrará… 3 “Destruir esclavitudes es lo que Jesús llama el “reinado de Dios”, porque, cuando Dios reina, no reina ninguno de los poderes que esclavizan. SIGNIFICADO DE LA RESURRECCIÓN DE JESÚS PARA EL HOMBRE DE HOY Prof. José Ignacio González Faus Página 15 de 16 DIALOGO P. Gracias por la exposición. Yo creo que resucitamos, pero cuándo morimos ¿qué pasa con el alma? R. Es una pregunta que no corresponde a la teología sino más bien a la filosofía porque depende mucho de qué concepción tenemos del hombre en cuanto a alma y cuerpo. Naturalmente en la visión griega a la que he aludido, alma y cuerpo son bastante separables porque el cuerpo no es más que la cárcel del alma. De pequeños aprendimos que el alma no moría porque el ser espiritual es inmortal, sino que se iba y está esperando la resurrección. Hoy día se piensa que el alma no es otra especie de sustancia que está unida a la del cuerpo y forma un uno indivisible con él material-espiritual, sino que el alma brota, por así decir, del mismo cuerpo, de la configuración que va haciéndose al hacerse cada vez más complejo hasta que se da el salto a otro tipo de existencia. Y que por consiguiente, al morir nosotros, muere también el alma, morimos totalmente. Entre los que tratan estas cosas, a mí me parece que ésta es, actualmente, la opinión más aceptada. Yo en estos casos no suelo decantarme porque, por debajo hay una base filosófica, y las respuestas filosóficas no son unánimes. Los que dicen que morimos totalmente, dicen que resucitamos inmediatamente; no hay que esperar esta especie de tiempo fuera del tiempo -porque al morir salimos de la temporalidad- esperando que se acabe la historia y que venga la resurrección de los muertos y que entonces nuestra alma estará gozando de Dios; aunque, como decía Santo Tomás con un gozo imperfecto porque añora el cuerpo… Lo único importante es salvar la fe en la resurrección. Luego ya, cómo te lo expliques depende de distintos elementos. La revelación nos hace promesas más que enseñarnos cosas, y naturalmente siempre tendemos a explicárnosla. La manera como nosotros imaginemos la promesa, es relativa. Yo me inclino más bien a la segunda de las respuestas que he dado, pero no haría fuente de ella, ni muchísimo menos… Siento no saber más pero creo que el buen teólogo es aquel que “sabe lo que no sabe, pero que no puede saber…” P. ¿Vieron los Apostóles a Jesús resucitado? R. El resucitado en sí mismo ya no es experimentable para nosotros, no pertenece a nuestra dimensión. Él toma una iniciativa y se deja ver, por lo tanto lo vieron. Otra cosa es la tumba vacía, algo a lo que se le ha dado siempre mucha importancia como prueba de la resurrección, pero que no lo es. De acuerdo con la pregunta anterior y con lo que he dicho de la materia y demás, es perfectamente posible que Jesús resucitara y que su “cuerpo viejo” se quedara en el sepulcro. SIGNIFICADO DE LA RESURRECCIÓN DE JESÚS PARA EL HOMBRE DE HOY Prof. José Ignacio González Faus Página 16 de 16 Por consiguiente, la tumba vacía no es una prueba de la resurrección de Jesús, ni muchísimo menos. Y creo que los evangelios son fieles cuando nos dicen que la tumba vacía no convence a nadie de la resurrección; los apóstoles y las mujeres piensan, entre otras cosas, que lo habrán robado. Esto nos permite separar el juicio histórico sobre si se encontró o no una tumba vacía de la verdad de fe de que la resurrección de Jesús también fue corporal, con un cuerpo transfigurado. A mí me parece –es un juicio histórico y por tanto le doy ese grado de probabilidad nada más- que la lectura y el análisis de los textos lleva más bien a pensar que es más probable que se encontrase una tumba vacía, pero, repito, no significa, sin más, que hubiera resucitado. Cuando se encuentran con los apóstoles que regresan de Galilea y les dicen hemos visto al Señor, entonces se entiende aquel gesto de la tumba vacía. Me parece más probable que, si los evangelistas, hubieran escrito las narraciones de la tumba vacía para dar una prueba de que Jesús había resucitado, no habrían puesto como testigos de la misma a las mujeres, porque en aquellos tiempos una mujer no tenía capacidad de testificar; tenía que ser muy tonto el que me cuenta una historia para que me la crea y me pone como testigo de su historia a un testigo que no es válido. Yo creo que argumentos de este tipo abogan por el hecho de que se encontró una tumba vacía, que produjo desconcierto y que luego se aclaró cuando los apóstoles dijeron Hemos visto al Señor. Esto es más complicado de explicar. P. Sobre la fe en la resurrección de los muertos en el pueblo de Israel y en Pablo de Tarso. R. La escena de S. Pablo en el Areópago en Atenas pone de relieve hasta qué punto la resurrección material era increíble para los griegos. Y por eso he dicho al principio que Lucas habla de un resucitado que come pan… Yo en cambio no diría que en el AT la resurrección de los muertos está muy extendida; solamente a partir del siglo II antes de Cristo, cuando los Macabeos. Porque más bien, la idea del creyente del AT era que esta vida era el lugar donde se alaba a Dios porque esta vida es lo más bonito que tenemos y además, si somos buenos nos irá bien y no necesitamos más. P. Quiero recordar las palabras de San Pablo: "Si Cristo no ha resucitado, vana es nuestra fe". R. Vana es nuestra fe porque nos diluiríamos en la nada; yo creo que la frase tiene un sentido colectivo y político. Si Jesús no ha resucitado, la marcha de esta historia y las esperanzas en esta historia, como he intentado demostrar, son vanas. Lo que dice S. Pablo, comamos y bebamos que mañana moriremos, es lo mismo que he dicho yo de la postmodernidad, la vida es un pasatiempo hasta que nos llegue la hora.
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