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Filosofía de la Ética: Santo Tomás de Aquino vs. Immanuel Kant, Apuntes de Literatura Universal

Filosofía de la éticaSanto Tomás de AquinoÉticaImmanuel Kant

Una comparación filosófica entre la ética de Santo Tomás de Aquino y la ética de Immanuel Kant. Ambos filósofos abordan la cuestión de la moralidad y el papel de Dios en ella. Santo Tomás parte del deber y llega a Dios, mientras que Kant parte de la felicidad. La naturaleza espiritual del hombre y su relación con el Ser y el Infinito también son temas clave. El documento ofrece una discusión detallada de las diferencias y similitudes entre ambas filosofías.

Qué aprenderás

  • ¿Cómo parte Santo Tomás de Aquino para llegar a la moralidad?
  • ¿Cómo difiere la ética de Santo Tomás de Aquino de la ética de Immanuel Kant?
  • ¿Qué papel desempeña Dios en la moralidad según Santo Tomás de Aquino?

Tipo: Apuntes

2021/2022

Subido el 16/05/2022

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Duaxdxd 🇪🇸

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¡Descarga Filosofía de la Ética: Santo Tomás de Aquino vs. Immanuel Kant y más Apuntes en PDF de Literatura Universal solo en Docsity! Moral de la ley y moral del bien Kant y Santo To más l. LAS OBJECIONES DE KANT 1. Según Kant, no es Dios el fundamento de la moral, sino la moral el fundamento de (la existencia de) Dios. Sólo desde la moral podemos afirmar la existencia de Dios. El razonamiento que, partiendo de Dios, explica el deber (Dios existe, luego debo cumplir la ley) es ingenuo. Sólo es crítico el razonamiento opuesto que, partiendo del deber, llega hasta Dios (debo cumplir la ley, luego Dios existe).1 Además, la ley de Dios no puede ser el fundamento de la moral, porque, siendo exterior al hombre, le sería extrínseca y viniendo de Otro, le sería ajena. El hombre sólo tendría un motivo interesado para cumplir esa ley que no es la suya: el temor del castigo o la esperanza del premio. El deber se convertiría entonces en un impe­ rativo categórico. 2. Según Kant, el deber ser no puede fundarse en el ser. De un es no puede sacarse un debe ser. La ley manda lo que no es y, sin embar­ go, debe ser; señala un ideal a lo real. La ley es apriori, no depende de la experiencia (entonces sólo diría: es así), sino que se impone a la experiencia.2 «No se trata aquí de si sucede esto o aquello, sino de que la razón, por sí misma e independientemente de todo fenómeno, ordena lo que debe suceder ... Así por ejemplo, ser leal en las rela- 1. KANT parte del deber y, pasando por la felicidad (quien cumple la ley es virtuoso y, por tanto, digno de ser feliz), llega hasta Dios, que es postulado como única condición posible de la síntesis de la felicidad con la virtud. Será FICHTE quien deducirá, del absoluto del deber, la existencia del Absoluto, for­ mulando así el verdadero argumento deontológico. 2. Como toda ley, tanto si es teórico-científica (Crítica de la razón pura), como práctico-moral (Crítica de la razón práctica). ESPIRITU XXXIII (1984) 17-26. 18 JUAN PEGUEROLES ciones de amistad no podría dejar de ser exigible a todo hombre aunque hasta hoy no hubiese habido ningún amigo leal.» 3 Así pues, la moral no se funda ni en Dios ni en la naturaleza (en el ser): «no se apoya en nada ni pende de nada en el cielo ni en la tierra.»4 3. Según Kant, una moral del fin/bien es una moral interesada y, por tanto, la negación de la moral. Convierte la ley moral, el impe­ rativo moral, de categórico en hipotético, de absoluto en condicionado, de universal en particular: si quieres ser feliz, sé bueno. Establece entre la virtud y la felicidad una relación de medio a fin. La voluntad quiere como fin la felicidad; y la virtud, sólo como medio para alcanzar el fin. Según Kant, no depende la ley del bien, sino el bien de la ley. La moral de santo Tomás dice: es bueno (es la perfección de mi natu­ raleza), luego debo hacerlo. Kant dice: debo hacerlo, luego es bueno (me hará virtuoso y, por tanto, digno de ser feliz). El mismo Kant avisa que el orden de la Crítica de la razón p1·áctica es inverso al de la Crítica de la razón pura: ésta deduce primero los conceptos (cate­ gorías) y después los principios; aquella parte. de la ley moral y de­ termina después, desde la ley, los conceptos morales de bien y mal. 4. En resumen, la ley moral, según Kant, no se apoya ni en el cielo ni en la tierra, es «un hecho de la razón» (ein Faktum der Ver­ nunft).5 Es una ley apriori, es una ley categórica o incondicionada, es una ley autónoma. La voluntad, para ser moral, no puede deter­ minarse por el objeto, por el fin, sino sólo por el principio, por la ley, o sea, por sí misma. Una voluntad es buena cuando se determina «objetivamente por la ley y subjetivamente por el sentimiento de res­ peto» a la ley.6 11. LA MORAL DE SANTO TOMAS l. La naturaleza y el bien l. La ética filosófica de santo Tomás se basa en las nociones de naturaleza y de fin/bien de la naturaleza. Estas nociones proceden de Aristóteles y de su teoría del acto y la potencia. Toda naturaleza está compuesta de acto y potencia. Toda natu­ raleza en parte es forma o acto (acto primero): es (imperfectamente) 3. Fundamentación de la metafísica de las costumbres, cap. 2. 4. Ibídem. 5. Crítica de la razón práctica, Analítica. 6. Fundamentación ... , cap. l. KANT Y SANTO TOMÁS 21 de obligación.14 Sólo si Dios manda, sólo si hay ley, habrá obligación. Este parece ser el pensamiento moral de santo Tomás: a los princi­ pios aristotélicos de naturaleza y de fin/bien, hay que añadir la ley de Dios, para que se dé verdadera obligación moral. Ahora bien, ¿ qué manda la ley de Dios? Precisamente, que la natu­ raleza alcance su fin/bien, que se realice plenamente, que el hombre llegue a ser hombre. Dios es el autor de la naturaleza humana, con su propio fin/bien, y quiere que esa naturaleza alcance su fin, que el hombre sea hombre. Para eso lo ha creado. En otras palabras, Dios crea al hombre; el fin del hombre es ser perfectamente hombre (conociendo la Verdad, amando el Bien); la ley de Dios le manda al hombre su fin: eres hombre, sé hombre. En esta concepción, la ley moral es intrínseca al hombre y, en cierto modo, autónoma. No es extrínseca ni arbitraria. Entre la ley de Dios y la voluntad del hombre, santo Tomás ha puesto la naturaleza humana. De este modo, el fundamento del deber es la ley, pero el fundamento de la ley es la naturaleza. Una acción no es buena porque Dios la manda, sino que Dios la manda porque es buena. Por tanto, una acción es buena antes de que Dios la mande. ¿Por qué es buena entonces? Porque pertenece al fin/bien de la natu­ raleza, porque perfecciona a esta naturaleza. Por esto la manda Dios, porque hace más hombre al hombre. Consiguientemente dirá santo Tomás que pecar contra la razón (la naturaleza racional) es pecar contra la ley eterna (la ley de Dios).15 En esta concepción, se salvaguarda una cierta autonomía de la ley moral. Quien se somete a la ley de Dios, en cierto modo se somete a su propia ley, a la ley de su naturaleza racional, que la ley de Dios no hace más que ratificar. 3. El bien y el valor Unos piensan que el bien (moral) se funda en la naturaleza: una acción es buena, porque perfecciona (realiza) al hombre. Otros piensan que el bien (moral) se funda en la ley: una acción es buena, porque está mandada. Estas tesis no son satisfactorias: en la primera, falta la obligación; en la segunda, la obligación parece arbitraria. 14. Es mi fin/bien, ¿luego debo hacerlo? No se sigue, ni en ARISTÓTELES, ni en SANTO TOMÁS. 15. Summa theol., 1-2, 71, 2 ad 4. La ley natural se identifica con la ley eterna. 22 JUAN PEGUEROLES La pregunta es: ¿cómo hallar la obligación antes de la ley? La ética de los valores nos brinda una respuesta.16 La moral del valor (el bien moral concebido, no como bien de la naturaleza, ni como ley, sino como valor) piensa que el bien (moral) no necesita fundamento, que no hay un porqué del bien moral. El bien o valor moral (la justicia, por ejemplo) es un hecho primigenio e irreductible. Es un hecho que la justicia se nos impone como un valor. Se trata, en el fondo, de una vuelta a Platón y a san Agustín, más que a Max Scheler. El hombre capta esencias o verdades (que son absolutamente) y capta valores (que deben. ser absolutamente). La captación del valor (de verdad teórica, o de bien práctico) no depende del conocimiento de Dios. Un ateo puede captar el valor de la justicia y, por tanto, la obligación de ser justo. Lo que depende de Dios es el ser del valor. Si no hay Dios, si no hay Absoluto, ¿cómo se explica que el hombre capte verdades y valores absolutos? Esta es la prueba agustiniana de la existencia de Dios: conozco lo absoluto, luego existe el Absoluto. Más concretamente: la verdad no se funda en el Entendimiento de Dios que la conoce, ni el valor en la Voluntad de Dios que lo quiere, sino que ambos se fundan en el Ser de Dios. La verdad no es verdad porque Dios la conoce, el valor no es valor porque Dios lo quiere, sino que hay verdad y valor (absolutos) porque hay Ser (absoluto). Este recurso al valor (al bien moral como valor) no anula las tesis de la moral de santo Tomás, las asume y perfecciona. Conservamos la naturaleza: es propio de la naturaleza racional captar verdades y valores absolutos. El bien de la naturaleza racional (volveremos sobre ello) es el Bien en sí. Conservamos la felicidad: la felicidad de la naturaleza racional consiste, no en el deseo de su bien, sino en el amor del Bien. Conservamos la ley autónoma: el valor debe ser, obliga por sí mismo, no por la ley de Dios. Conservamos a Dios: el Ser absoluto es el único fundamento po­ sible del valor absoluto. El pensamiento ético de santo Tomás permite fácilmente la inte­ gración de la moral del valor. Hemos visto que santo Tomás trans­ forma la noción de naturaleza: la naturaleza racional es una natura­ leza especial: abierta al ser en general y, por tanto, al Ser. Hemos 16. Corregida de su subjetivismo y antiintelectualismo, como por ejemplo en la Etica cristiana, de D. VoN Hn.oEBRAND. La ética de los valores pone el valor moral como un hecho primigenio. El valor es objetivo, es aprehendido, no constituido por el sujeto. El valor a la vez atrae y obliga, el valor debe ser. También DE FJNANCE parte del valor. KANT Y SANTO TOMÁS 23 visto que, correlativamente, el bien de la naturaleza racional es un bien especial: un bien indeterminado, el bien en general y, por tanto, el Bien absoluto. Pues bien, este Bien en sí, que es el bien del hombre es idéntico al valor moral. La justicia (Bien en sí o valor) es el bien del hombre: el hombre que ama la justicia, el hombre justo, es un hombre perfecto y es un hombre feliz. Repitámoslo: el bien del hombre es el Bien en sí. Por un lado, amar el Bien perfecciona al hombre. Por otro lado, el Bien debe ser amado incondicionalmente, no porque perfecciona mi naturaleza, sino por sí mismo, porque vale. Y precisamente entonces, cuando lo amo desinteresadamente, perfecciona mi naturaleza. A primera vista, la moral de santo Tomás es una síntesis de la moral del deber o de la ley (que viene del Decálogo y de los estoicos) y de la moral del deseo (racional), que viene de Aristóteles. Dios manda el bien de la naturaleza, el bien que deseo. Profundizando más descubrimos que la moral de santo Tomás es una moral del amor: el Bien del hombre no es un bien que se desea, es el Bien que se ama. El hombre justo (Sócrates) es un enamorado de la justicia. Por esto es un hombre cabal. III. LAS RESPUESTAS A KANT l. El deber ser no se funda en el ser. La naturaleza no funda la obligación. La objeción parece válida. Válida contra Aristóteles, no contra santo Tomás. La moral aristotélica muestra cómo el hombre será racional y feliz, pero no cómo será virtuoso y santo. Santo Tomás, para fundar el deber, añade a las nociones de naturaleza y fin/bien, la ley de Dios, autor de la naturaleza, que intima a la naturaleza su fin/bien. Añadiré, sin embargo, algunas observaciones. La filosofía teórica de Kant es ockhamista. En la experiencia (sin­ gular y contingente) no hay nada universal, nada necesario. La univer­ salidad y necesidad las impone el entendimiento a la experiencia. En cambio, la filosofía clásica, siguiendo a Aristóteles, pone lo inteligible en el fondo de lo sensible, el logos y la ley en el ente singular y con­ tingente. Que del ser no sale la ley es, en la filosofía teórica de Kant, un prejuicio racionalista/empirista. ¿No estará influida su filosofía prác­ tica y su tesis: del ser no sale el deber ser, por el mismo prejuicio? Por otro lado, en la moral de santo Tomás, quizá la ley no sea necesaria (al menos una ley explícita) para fundar la obligación. Quizá pueda hallarse la obligación antes de la ley. Santo Tomás repite mu-
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