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Historia de la Antigua Grecia: El Desarrollo Unique de la Civilización Griega, Apuntes de Historia del Arte

Historia de CretaHistoria de CireneHistoria de la colonización griegaHistoria de la Antigua GreciaHistoria del Estado espartano

Una visión histórica de la antigua grecia a través de la interpretación materialista de struve. Se abordan los antecedentes de la civilización griega, el desarrollo de creta y su influencia en la grecia continental, el surgimiento y florecimiento del arte cretense, y la escasa información sobre el origen del estado espartano. Se mencionan las fuentes primarias utilizadas, como obras de struve y otras referencias históricas.

Qué aprenderás

  • ¿Cómo se originó el Estado espartano y qué condiciones geográficas lo caracterizaron?
  • ¿Cómo se desarrolló la colonización griega en la Italia meridional y cuándo se fundó Cirene?
  • ¿Qué relaciones tenían Creta con el reino de Ugarit?
  • ¿Cómo se desarrolló la sociedad cretense en el iii milenio a. C.?

Tipo: Apuntes

2015/2016

Subido el 23/12/2016

cristinabonilla1996
cristinabonilla1996 🇪🇸

3.8

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¡Descarga Historia de la Antigua Grecia: El Desarrollo Unique de la Civilización Griega y más Apuntes en PDF de Historia del Arte solo en Docsity! V. V. Struve Historia de la antigua Grecia (I) Biblioteca de la Historia V. V. Struve - 1 de 147 - sarpe Historia de la antigua Grecia I - 2 de 147 - La antigua Grecia Los Antecedentes La peripecia vital desarrollada por la antigua Grecia presenta unas características no igualadas por ninguna otra civilización a lo largo de la Historia. Todos los elementos que actúan en este proceso parecen haber sido dispuestos para ofrecer un panorama armónico y completo del nacimiento, evolución, auge, decadencia y muerte de la organización de una sociedad dotada de muy específicas señas de identidad. A partir del asentamiento de pueblos procedentes de centroeuropa y del Medio Oriente, el espacio griego habría de adquirir progresivamente rasgos muy singulares en medio de un ámbito definido, ante todo por la confusión y mezcla de poderes, poblaciones e intereses. La cuenca del Egeo servirá como indispensable plataforma para la aparición, desarrollo y, finalmente, decadencia de esta civilización a lo largo de los diferentes y consecutivos períodos que la conforman. Este mar sirve como espacio central de asentamiento de los pueblos que de forma sucesiva contribuyen a formar los estratos necesarios para la obtención del resultado final básico: la civilización griega. Este ámbito es ante todo un centro de intercambio de influencias y corrientes de pensamiento, así como correa de transmisión de conocimientos y experiencias adquiridas por civilizaciones precedentes, sobre todo la egipcia y la mesopotámica. Egipto, Babilonia y Fenicia, sobre todo, aportarán a la naciente civilización griega algunos de sus elementos fundamentales, desde aplicaciones prácticas en materia económica hasta referencias de orden sobrenatural o conocimientos científicos. Está fuera de toda duda la determinante influencia que en la organización primitiva de las poblaciones situadas sobre el territorio de la Grecia clásica tuvo la vecindad egipcia. El país del Nilo, situado en medio de un marco de decadencia que conocía periódicas recuperaciones temporales, actuaría sobre las islas y el espacio continental que se situaban frente a sus costas. Así, Grecia partiría inicialmente de unas bases dotadas de un alto valor, que el Egipto faraónico le prestaba por medio de una expansión poco interesada en la colonización, según la actual idea que tenemos de este concepto. La Grecia arcaica se vería de esta forma determinada por sus ámbitos geográficos más meridionales, situados en las islas y sobre todo en Creta, que habría de desarrollar una perfeccionada civilización y serviría como punto de partida de la posterior evolución conjunta del territorio griego. En aquellos primeros momentos, es característica la falta de unidad entre las diversas entidades políticas de carácter marcadamente rudimentario que se reparten el suelo del país. A esta primera presión ejercida sobre el espacio griego a partir del sur seguirá la oleada de penetraciones procedentes del noroeste, que conseguirán estabilizar la presencia de nuevas poblaciones y ordenar los fundamentos que harán posible la aparición de unidades políticas que ya configuran el aspecto general de la Grecia propiamente clásica. Los Hechos A partir de la acción de estas dos corrientes centrípetas, que tendrían en Atenas su mejor plasmación práctica, debe efectuarse toda observación de la evolución histórica de la Grecia clásica. La Atenas de Pericles centra con toda justicia este prolongado período, y lo hace debido a una serie de motivaciones específicas de las que carecían los demás ordenamientos socioeconómicos existentes hasta entonces. Todos los historiadores están de acuerdo en que la existencia de una Atenas ordenada en función de principios que entonces se manifestaban como verdaderamente revolucionarios sería capaz de transformar a fondo la historia del mundo occidental. El clasicismo griego en todas sus manifestaciones, sociales y políticas, literarias y plásticas, vendría determinado por un interés enfocado hacia la sencillez. Grecia ofrecería al mundo muestras de las posibilidades de aplicación de este practicismo sobre todos los ámbitos de la vida, tanto los de carácter personal como aquellos que trascendían de éste para convertirse en directo reflejo de necesidades de índole comunitaria. La mentalidad burguesa que constituía V. V. Struve - 5 de 147 - la base ideológica de Atenas en sus etapas de esplendor determinaría la implantación del pragmatismo en todas sus manifestaciones posibles. Al lado de esta realidad —que tampoco debe ser elevada a los niveles de mitificación que de forma tradicional han sido utilizados para su consideración—la Grecia antigua ofrece toda una amplia gama de presencias en el orden de la organización social y política. Así, del modélico ejemplo de Estado policial que presentaba Esparta puede pasarse hasta el propuesto por una Macedonia en trance de pasar de ser un reducido espacio marginal hasta convertirse en la primera potencia mundial del momento. Mejor que cualquier manual actual de comportamientos públicos, una aproximación a la gran aventura colectiva que fue el desarrollo y decadencia de la Grecia clásica aporta al lector de hoy informaciones dotadas de una validez y vigencia que incluso pueden alcanzar niveles sorpresivos. El practicismo que centra toda consideración de la Atenas clásica es la obligada clave de referencia del prolongado período tratado en un estudio de la cuestión. Los aspectos intelectuales de la vida eran para los atenienses posibilidades concretas de realización de actos encaminados a la consecución de finalidades de orden práctico. La filosofía y la poesía, la retórica y el teatro eran de esta forma instrumentos de utilización directa, y no meros elementos de distracción ofrecidos a la población. Existen muestras de la escasa tolerancia que en la Atenas de Pericles existía hacia cualquier clase de enseñanza filosófica que no se encontrase encaminada a la aplicación práctica. El florecimiento de los estudios físicos y matemáticos, de forma paralela con los ya citados de creación puramente intelectual, definiría ya por sí misma el ambiente reinante en el Ática durante su siglo de oro. Con todo, también deben efectuarse las necesarias salvedades ante toda posible mitificación del mismo, que contó con sus ámbitos oscuros y negativos del que el proceso y muerte de Sócrates puede servir, como ejemplo, más ilustrativo. Sin embargo, el contraste ofrecido por la Atenas de Pericles y el resto de las organizaciones estatales del momento no puede resultar más llamativo. Pero el equilibrio establecido entre este sistema y el de los que lo rodeaban por completo carecía de posibilidades de mantenimiento efectivo. Así, resulta posible acercarse el declive material —demostrado mediante los sucesivos fracasos bélicos—de una Atenas incapaz de enfrentarse con la fuerza de sus oponentes, organizados en primer término hacia un fortalecimiento de tipo material. En primer lugar serian los persas, más tarde Esparta, luego Macedonia y finalmente Roma quienes decidirían el marco vital del espacio griego. Persia y Roma constituían poderes exteriores a esta realidad, pero Macedonia y Esparta formaban parte de aquella Grecia varia en sus expresiones y absolutamente opuesta al espíritu que emanaba de Atenas en multitud de conceptos esenciales. Las Consecuencias Si la actuación del fortalecido Imperio romano convirtió a la totalidad del territorio griego en un conjunto de provincias de segundo orden dentro del entramado común mediterráneo, el prestigio de Atenas seguiría manteniéndose a pesar de las adversas circunstancias dominantes. De ello provendría la atención aplicada —en forma muy moderada, es cierto—por algunos gobernantes del Imperio sobre el espacio del que provenían sus principios inspiradores más valiosos. Pero Grecia ya se había convertido de hecho en un espacio deprimido e incapaz de competir con las demás zonas integrantes del conglomerado mundial. La implantación del cristianismo como religión oficial del Imperio por Constantino en el año 313, o la prohibición de la celebración de los juegos olímpicos por Teodosio en el 394, serían algunos de los hechos más relevantes en el desarrollo histórico de Grecia tras su sumisión a los poderes situados al otro lado del mar Adriático. La partición del Imperio en dos fracciones tampoco habría de aportar a Grecia consecuencias de interés práctico, ya que el traslado de todos los centros de decisión a Bizancio la privaría de toda posibilidad de actuación en defensa y cuidado de los mismos. La presencia bizantina en Grecia constituiría el elemento determinante de su posterior evolución, ya que la Iglesia griega habría de constituirse en depositaría de los valores y esencias que la fragmentación del cristianismo otorgaría a su mitad oriental de actuación. El año 1054 Historia de la antigua Grecia I - 6 de 147 - significaría la fecha clave para la escisión definitiva de estas dos posiciones, y la denominada Iglesia ortodoxa griega se erige como intérprete exclusivo de las creencias oficiales en el Imperio bizantino, que se encuentra sometido a la creciente presión ejercida desde el este por los turcos. Grecia conocería posteriormente episodios definidos por la fundamental movilidad de los hechos acaecidos durante los mismos; de entre éstos resulta preciso mencionar siquiera someramente la prolongada presencia catalana en su territorio, período durante el cual Atenas volvió a alcanzar la consideración —siquiera en el plano teórico—que merecía debido a su esplendoroso pasado. En el año 1456 los turcos ocupan la que fuera centro de civilización universal durante siglos; a partir de entonces una Grecia convertida, de igual forma que bajo la dominación romana, en provincia de segundo orden vegeta bajo el dominio de sus tradicionales enemigos. La rebelión en contra del ocupante, iniciada en el año 1821, supondría el comienzo de la liberación del país y la recuperación de su soberanía nacional, que es alcanzada ocho años más tarde. La Grecia de nuevo independiente se vería afectada a partir de entonces en todos sus niveles de desarrollo, tanto en el plano exterior como en el interno. Situada en una zona permanentemente conflictiva dentro del continente europeo, la Grecia moderna no dejaría en ningún momento de erigirse como disminuida sucesora de los fastos intelectuales que habían definido a su edad dorada. Precaria descendiente de una grandeza pasada, Grecia tendría que admitir que los valores que habían informado a sus sociedades en los momentos de esplendor habían trascendido ampliamente su propio espacio físico, para convertirse en elementos de imprescindible referencia para toda consideración civilizada del hombre y de todo el mundo occidental a partir del momento en que fueron expresados. V. V. Struve - 7 de 147 - 470 Prosiguen los triunfos griegos sobre los persas en Micala y Platea. 478 Fundación de la Confederación de Delos, liga militar contra los persas. 471 Nacimiento de Tucídides, seguido en 470 por el de Demócrito y en 469 por el del filósofo Sócrates. 460 Perícles se alza hasta el poder supremo en Atenas; con ello inicia la era que llevará su nombre y que significará la etapa más brillante en la historia de Grecia. La capital del Ática se convierte en centro de la más avanzada civilización hasta entonces conocida. 447 Inicio de las tareas de construcción del Partenón, templo de Palas Atenea, sobre la colina ateniense de la Acrópolis. En el exterior, los hechos de armas producidos no se manifiestan favorables a los atenienses, que, sin embargo, continúan su política colonizadora. 434 Nacimiento del general, historiador y filósofo griego Jenofonte. 431 Episodios iniciales de la guerra del Peloponeso, que habrá de extenderse a lo largo del siguiente decenio. Un año más tarde se declara la peste en Atenas mientras Herodoto se encuentra elaborando su obra básica. 429 Nacimiento del filósofo Platón, continuador de la obra de Sócrates. Un año más tarde muere Péneles. 415 Continúan los fracasos atenienses en el exterior a lo largo de los siguientes años. 404 Finalización de la guerra del Peloponeso e instauración en Atenas del gobierno de los Treinta Tiranos; la época de la democracia ha concluido. Un año más tarde, los tiranos son expulsados y los usos democráticos son reinstaurados. 399 Proceso y muerte del filósofo Sócrates. Acusado por Melite, fue condenado a beber cicuta. 394 Inicios de la recuperación de Atenas con el hundimiento del poderío de la rival Esparta. 387 Platón crea la institución pedagógica denominada Academia. Tres años más tarde nacen el futuro filósofo Aristóteles y el político Demóstenes. 382 Nace Filipo de Macedonia, padre del gran Alejandro. Tres décadas más tarde comenzará a ejecutar sus acciones de ocupación sobre la península griega. 356 Nacimiento de Alejandro el Grande, que habrá de continuar la política expansiva de su padre, Filipo. Su educación corrió a cargo de Aristóteles. 351 Primera Filípica de Demóstenes, a la que seguirán las emitidas en los años 344 y 341. Historia de la antigua Grecia I - 10 de 147 - 336 Asesinato de Filipo y ascenso al trono de Alejandro, que al año siguiente destruye la ciudad de Tebas. 335 Aristóteles funda su institución pedagógica llamada Liceo, por encontrarse cerca de este edificio. 334 Alejandro Magno penetra en Persia y dos años más tarde se extiende su poder sobre Egipto. Fundación en 331 de Alejandría. 323 Alejandro muere tras haber conquistado un inmenso imperio que alcanza hasta la India por el Oriente y en el que se mezcla la cultura helenística y las autóctonas. 322 Muertes de Aristóteles y de Demóstenes el más famoso de los oradores griegos. 310 Zenón comienza su actividad pedagógica en Atenas, seguido cuatro años más tarde en la misma línea por Epicuro, que fundó una escuela filosófica propia. 287 Nacimiento del físico Arquímedes. Entre sus inventos se citan la rueda dentada y el tornillo sin fin. 286 Comienzan 1as expediciones de Pirro, rey de Epiro, sobre Italia. 270 Grecia es invadida por los galos celtas. Atenas conoce una nueva etapa de decadencia en todos los órdenes. 249 Creación del reino de Partia, mientras el de Esparta conoce un período de estabilidad, base de futuras reformas. 217 Se establece la paz de Neupactos entre los diferentes reinos de Grecia. 216 Con la victoria de Cannas, el cartaginés Aníbal se presenta como el más peligroso enemigo para el poder que ejercía Roma sobre las colonias del Imperio. 210 Roma conquista la totalidad de las colonias griegas establecidas en Sicilia. 207 La monarquía espartana desaparece a manos de Nabis, que accede al poder absoluto. 197 Macedonia es derrotada por Roma; el cónsul Flaminio concede la libertad a las ciudades de Grecia. 170 Perseo sube al trono de Macedonia. Dos años más tarde será derrotado por los romanos en la batalla de Pidna. Ello significa la desaparición del reino de Macedonia, cuyo territorio se convierte en colonia romana. 168 El Poder de Roma actúa sobre Rodas, que ve hundirse su organización económica. 148 El territorio del antiguo reino de Macedonia es convertido en provincia dentro del Imperio romano. V. V. Struve - 11 de 147 - 146 Roma consigue destruir el poderío de Cartago. Sobre el espacio griego, disuelve la liga Aquea y procede a saquear y a destruir la ciudad de Corinto. 87 Mitríades es derrotado en el campo de batalla por Sila. Como consecuencia de este hecho, la ciudad de Atenas es sometida al saqueo. 44 Julio César es asesinado en Roma por sus oponentes políticos. Comienza la era de triunfos para Marco Antonio, hasta que en el año 31 es derrotado por Octavio, que a continuación se proclama emperador. 27 Grecia es convertida en una de tantas provincias del Imperio romano. Historia de la antigua Grecia I - 12 de 147 - capítulo i EL MEDIO GRIEGO La antigua Grecia se extendía ocupando diversos territorios del Mediterráneo oriental, que marcharon juntos en un proceso histórico unidos por una serie de vínculos comunes, pese a la diversidad geográfica y características propias que poseía. Este conjunto de territorios constituyó la llamada Hélade, donde se desarrolló la civilización griega. Dos grandes regiones, la una continental y la otra insular, fueron la base geográfica de la aludida diversidad, si bien ésta se veía también matizada por la necesaria división de la región continental en otras dos: la europea y la asiática. Estos tres territorios, distintos en su localización y particularismos, tuvieron entre sí, sin embargo, una continuidad de relaciones y dependencias, que obligan a estudiar su trayectoria histórica en una visión común a todos ellos, si bien cabría señalar la importancia que presentaron las regiones central y meridional frente al norte, denominado bárbaro y que, sin embargo, sería en definitiva el territorio que pudo aglutinar de manera clara todo el contexto helénico, pese a los intentos ineficaces, que partiendo de las zonas menos «bárbaras» no pudieron unir en un sistema político común a toda Grecia. En su misma historia desarrollaron hacia otros territorios, ya cercanos o incluso alejados, como el Mediterráneo occidental, sus influencias de maneras distintas y motivado por causas también diversas, para así extender sus formas de vida y facilitarlas al mismo tiempo. La primera de las tres regiones, la denominada Grecia continental europea, plantea por sí misma una serie de características fundamentalmente orográficas, que obliga a subdividirla en tres partes, las cuales poseen unos elementos geográficos unitarios. La Grecia septentrional constituye el territorio más cercano al continente y, por lo tanto, el que mayores contactos tuvo con la Europa oriental. El relieve tabular junto a las llanuras esteparias son sus grandes características, así como su clima continental, que unidos configuran sus aspectos geográficos más significativos. En esta región estuvieron comprendidas las antiguas Tesalia, Etolia, Acarnania y Epiro. La Grecia central, separada de la anterior por los estrechos pasos, cuyo ejemplo más significativo es el de Termópilas, constituyó uno de los puntos en la ruta terrestre entre estas dos regiones de Grecia. Tiene un relieve de macizos y plataformas interrumpidos por llanuras que junto a su clima mediterráneo la caracterizan, si bien las tres regiones que la componen: Fócida, Beocia y Ática, difieren en clima y otras particularidades que más adelante señalaremos. La Grecia meridional o Península del Peloponeso queda unida a la central por el estrecho istmo de Corinto, presentando un relieve de macizos calizos separados por fosas orientadas de norte a sur. Comprende las regiones denominadas Acaya, Arcadia, Argólida, Elida, Laconia y Mesenia. Grecia insular constituye una región básica en la historia de la Hélade. Estas unidades insulares, pertenecientes en su mayoría a restos de plegamientos continentales (separadas entre ellas por cuencas y mesetas marinas), representan los puntos de contacto entre todo el mundo griego y facilitan de manera explícita las comunicaciones y el comercio. Pueden dividirse en cinco unidades menores por presentar sus características una homogeneidad: Cícladas, Dodecaneso, Eubea y Las Esporadas, Egeo oriental y Creta. La denominada Grecia asiática sólo ocupó una estrecha faja litoral, sin extenderse nunca sus territorios hacia el interior. Surgió como producto del desarrollo colonizador que imprimieron distintos núcleos urbanos de la Grecia europea desde la época arcaica. Desde el estrecho del Bósforo hasta el sur del macizo de Caria estuvieron ubicados la mayoría de los asentamientos griegos, que constituyeron, a grandes rasgos, tres grandes zonas homogéneas, si bien dos de ellas, Eólida y Dórida, fueron perdiendo su autonomía en el desarrollo asimilador que llevó Jonia con respecto a ellas. La antigua Eólida ocupó el conjunto de los estrechos, limitando por él norte con las costas del mar Negro, formadas por cadenas de antiguos macizos paralelos, y por el sur llegaría a la desembocadura del río Hermos. Es una zona de transición entre el mar Negro y el Egeo, en la que se intercambian corrientes de agua dulce y salada, surcando los estrechos constituidos sobre antiguos valles fluviales. Las alineaciones de montañas atravesadas por depresiones configuran V. V. Struve - 15 de 147 - una costa abrupta y con escasos abrigos, si exceptuamos la gran hendidura en tierra firme que forma el golfo frente a la isla de Lesbos. Los vientos cargados de humedad que vienen del norte, en contacto con los bordes montañosos, descargan gran cantidad de lluvia, fundamentalmente en otoño e invierno, transcurriendo así unos veranos secos típicamente mediterráneos. Sin embargo, esta mayor cantidad pluviométrica y la misma constitución del suelo, rico y fértil, posibilitan una gran riqueza forestal en pinos y cedros, básica para la construcción naval, al mismo tiempo que cultivos de cereales y viñedos, fácilmente exportables debido a las necesidades cerealísticas del Ática. El territorio más meridional, que ocupaba en toda su extensión el litoral egeo, fue poblado desde sus comienzos por los jonios, constituyendo por sus más favorecidas condiciones la región más próspera y hegemónica entre los griegos del Asia Menor. Llegando a aglutinar en la denominación de Jonia otras dos regiones anteriormente autónomas. Presentaba su relieve un conjunto de valles excavados en los pliegues del macizo del Tauro, dispuestos perpendicularmente a la costa mediterránea, lo que condicionó la formación de cabos y golfos alternativamente, configurando un litoral accidentado, más acentuado si cabe por sus cercanas islas, último exponente de los plegamientos elevados. El conjunto de depresiones venía favorecido por el circular de ríos, que se encontraban bien provistos de agua, recogida en las altiplanicies de Asia, rica en pluviosidad. Los ríos con sus arrastres aluviales llegaron a colmar algunos golfos, tal es el caso de las ciudades de Mileto y Efeso, que a causa de los ríos Meandro y Caistro fueron separándose del litoral, desapareciendo posteriormente. Las condiciones orográficas, la influencia del clima benigno y los cauces de agua favorecieron los cultivos agrícolas, no ya sólo de cereal, sino olivo, vid y hortalizas, que encontraron un suelo y una climatología idóneos para su producción intensiva y de renombrada calidad. Pero no sólo constituyó la región un lugar de nuevos asentamientos, sino que aprovechando los valles se establecieron contactos comerciales con los reinos interiores, que necesitaban su salida al mar, intercambiando materias primas para su transformación y cereal para la exportación al continente griego. Estas rutas vinieron a significar el contacto directo con los antiguos Estados orientales, de gran desarrollo comercial, del que Jonia incluso llegó a aprender el uso de moneda y sus propios sistemas de pesas y medidas. La más meridional de las regiones greco-asiáticas estuvo constituida por la Dórida, cuyo núcleo urbano más importante fue Halicarnaso. Ocupó la faja costera de un macizo de difícil acceso, donde estaba situada Caria, presentando, por tanto, la región una costa abrupta y un suelo pobre, con clima caluroso y seco, que dificultaba enormemente la producción agrícola, si bien su posición geográfica fue de escala en las comunicaciones con Oriente; de ahí su desarrollo comercial, aunque no agrícola. Macedonia, Calcídica y Tracía Sus límites occidentales están señalados por la cadena del Pindo, que la separa del Epiro; por el sur, el macizo de Olimpo sirve como frontera con Tesalia; por el este, en unos límites inciertos, se une a Tracia, y el norte, constituido por altas montañas, queda separado de las grandes influencias europeas. La baja Macedonia, regada por los ríos Axio y Haliacmón, se extiende desde las montañas hasta el golfo Termaico (actualmente Salónico), formando una rica llanura, dedicada fundamentalmente a la agricultura junto a una fuerte ganadería caballar, que tiene abundantes pastos beneficiados por las lluvias y el curso de los ríos. A la productiva llanura se oponen las montañas, divididas en tres regiones: la Lincestida, al norte; la Orestida, que ocupa el centro, y la Elimiotida, en los límites con Tesalia, donde la vegetación crece abundante, formando extensos bosques ricos en caza y madera, dejando los valles abiertos por los ríos posibilidades para la ganadería y las rutas de comunicación. Historia de la antigua Grecia I - 16 de 147 - La costa macedónica era baja y pantanosa, motivado fundamentalmente por los arrastres aluviales de los ríos, que rellenaron gran parte de sus desembocaduras haciéndolas casi inutilizables para la navegación, poco desarrollada por estas causas. La Calcídica es un conjunto montañoso que bordea la parte oriental del golfo de Salónica y que proyecta tres grandes apéndices separados en el mar Egeo. El situado más al este es el denominado Athos. Territorio junto a Macedonia, poseía unas características distintas, siendo colonizado por eubeos y corintios, que desarrollaron unos cultivos similares a los griegos por las condiciones climáticas que en ella se dan. También la Calcídica fue centro importante en la extracción del mineral de cobre para su posterior transformación en centros griegos. Por último, Tracia, país montañoso que se extendía por el norte hasta el Danubio y al este limitaba con el mar Negro, no formó parte del contexto helénico, pero estuvo en íntima relación con las colonizaciones griegas, estableciendo un intenso tráfico comercial de esclavos, metales, cereales y madera, necesarios para Grecia. Las minas del Pangeos, ricas en oro, fueron uno de los motivos de dicho intercambio, llegando incluso a desarrollarse enfrentamientos bélicos para conseguir su posesión. Thasos, isla cercana a la costa de Tracia, rica en explotaciones mineras de oro y plata, contrasta con el resto de las islas del Egeo por la abundancia de aguas corrientes y su densa vegetación, que motivaron la colonización de los habitantes de Paros en el siglo vii a. C. Su contacto con Tracia le permitió proveerse de esclavos e incluso ser centro comercial en la venta de esclavos hacia otros lugares, así como exportadora de su producción vinícola y su riqueza en madera. Tesalia Constituye otro de los territorios enmarcados en el contexto griego, pese a sus diferencias geográficas, que la hacen estar en estrecho contacto con el continente europeo, y sus particulares características, que la mantienen un tanto al margen de dicho mundo griego. Presenta en conjunto una gran llanura recorrida por el río Pinios, que descendiendo desde los montes Pindos sirve de limitación occidental con Epiro, hasta desembocar por el Oriente después de atravesar el valle del Tempe. Al norte, un conjunto de cadenas montañosas, donde sobresale el sagrado Olimpo, sirve de separación con Macedonia. El este está separado del mar y sus influencias templadas por las cadenas del Pelión y Ossa, si bien sus laderas orientales permiten cultivos templados típicamente mediterráneos, excepcionales en el conjunto tesaliota estepario, y cerealístico, condicionado por el clima continental que imponen las barreras orográficas. El límite meridional con Fócida está constituido por el macizo Othris y al sudeste se abre al golfo Pagasético, única salida al mar para la exportación del cereal excedente. Esta región presenta en su geografía dos grandes características: grandes posibilidades agropecuarias y zona de tránsito entre el mundo griego y macedónico. La primera permite el cultivo intensivo de cereales en ricos suelos calizos ayudado por las corrientes de agua que surcan el paisaje tabular, aunque el extremado clima continental obligue al monocultivo, no permitiendo la ovicultura y otros que sólo se centran en pequeños núcleos. Este sistema agrario permite al mismo tiempo en las laderas montañosas una intensa actividad ganadera fundamentalmente caballar, que pasta en las llanuras después de la cosecha y constituye una de las bases fundamentales en la economía de la región. Los bosques y las exportaciones son en conjunto el resto de las líneas económicas tesaliotas. Por su aislacionismo orográfico y su desarrollo histórico significó una de las zonas de contacto y freno a los pueblos limítrofes de Grecia, así como ser una región de gran autonomía dentro del contexto general helénico por su independencia y características propias de desarrollo. Epiro V. V. Struve - 17 de 147 - El país de Tebas constituye en el centro la gran llanura por excelencia, donde ganadería y agricultura se desarrollan al unísono, sobresaliendo los caballos y los trigos blandos de gran productividad. Representaba la ruta de contacto entre Atenas y Calcis, así como las comunicaciones hacia la Grecia septentrional. Por último, la hoya de Tanagra, abierta al contacto con Eubea, es la única región de Beocia que posee facilidad en su salida al mar. Por estas razones constituye la vía natural para el contacto marítimo y los intercambios comerciales, imprescindibles para la civilización helénica. Los suelos ricos potencian el desarrollo agrícola, acrecentado por la fertilidad que proporciona el río Asopus al atravesarla, y en conjunto la importancia económica de la hoya es debida a encontrarse en ella el puerto de Oropos, centralizador de exportaciones e importaciones, motivo por el que fue continuamente disputado entre áticos y beocios. El control sobre la ruta costera a la Grecia septentrional, que le proporciona su posición geográfica, llevó consigo el ser camino usual de ejércitos en el afán de frenar posibles invasiones por el estrecho paso de las Termópilas, que servía de puerta a la mencionada ruta. También sus llanuras fueron pasos obligados de migraciones o invasiones que incidieron en el Ática o en el Peloponeso, utilizando los pasos abiertos en el monte Citerón; de ahí la defensa continua que de ellos hizo el Ática y, por tanto, el influjo en los núcleos urbanos beocios cercanos, que tuvieron en momentos distintos mayores vínculos hacia Ática que con Beocia; ejemplo: Platea. No podemos olvidar la costa sudeste, abrupta y de escasas posibilidades para la navegación, pero que fue usada como salida al golfo de Corinto, y con ello se abría para sus habitantes la posibilidad de unirse a las rutas occidentales de las colonizaciones. El clima continental y la excesiva humedad influyeron decididamente en la vegetación, que en las altas laderas de sus montañas cubiertas de nieves fue de especies forestales resistentes a las inclemencias, dejando las zonas más bajas cubrirse de olivos y matorrales, estos últimos necesarios para el desarrollo ganadero, que tuvo también su importancia. Ática Limita al noroeste con Beocia, de la que la separa el Citerón y el Parnés, aunque este último, con las anexiones de la llanura de Drymos y sus pretensiones sobre Oropos, pasaría a estar dentro de Ática, extendiéndose ésta en su parte septentrional. Al oeste con el canal de Eubea y al sudeste con el golfo Sarónico. Ocupa la zona meridional de la denominada Grecia central, en una orientación de noroeste a sudeste, estando ocupada en más de la tercera parte de su superficie total por un relieve montañoso, continuación de los plegamientos septentrionales, presentando de este modo una serie de llanuras aisladas por conjuntos calizos que la rodean. Las cuatro llanuras quedan abiertas a las costas bajas y arenosas favorables para la antigua navegación, de manera que constituyen los centros agrícolas y comerciales por excelencia, así como las zonas de hábitat más pobladas. La denominada llanura aluvial triásica, con su núcleo más importante en Eleusis, es la más occidental, encontrándose recorrida por el río Cefiso, típicamente mediterráneo, de intensa sequía estival y escaso cauce invernal. Está rodeada por el monte Citerón, que sirve de límite con Beocia, y en su extensión hacia el sur hace de frontera en el istmo con el Peloponeso, y por el Aigialeos, que junto al Parnés, Pentélico e Himeto sirven como delimitación de la llanura ateniense recorrida por el río Cefiso ático y abierta al golfo Sarónico, que es ocupado por las islas de Salamina y Egina. Las dos restantes llanuras ocupan terrenos arcillosos y aluviales respectivamente, siendo la Mesogea la más meridional, encuadrada entre el Pentélico e Himeto por el norte y el Laurión en el sur; la última, rodeada por el Parnés y el Pentélico, ocupa la menor extensión de todas, pero también constituye una de las bases agrícolas áticas. Sin embargo, tres grandes unidades geográficas tuvieron los antiguos áticos para distinguir actividades características en cada una de ellas. La Diacria o zona montañosa, donde son aprovechados los bosques por su madera y el matorral para la ganadería o la apicultura en el Historia de la antigua Grecia I - 20 de 147 - monte Himeto. La extracción de mármol en el Pentélico provee la demanda de los grandes artistas griegos y la construcción, así como otros materiales más pobres, pero no menos necesarios, entre los que sobresalen las arcillas finísimas del cabo Kolías para la producción ceramística. Pero la fuente de riqueza del subsuelo ático será la explotación minera fundamental de plomo argentífero y calamina en el Laurión, que tan importante fue para la economía ateniense. La Paralia o costa no posee una unidad, pero, sin embargo, pese a algunas zonas abruptas, la generalidad baja y arenosa es favorable a la navegación comercial y la pesca, presentando sus bahías y ensenadas lugares idóneos para refugio marino. Constituye la base geográfica imprescindible en el desarrollo ateniense, por su extensión y su situación favorable al contacto con las islas. La extracción salinera en las costas áticas fue otra de las actividades necesarias y satisfechas por los antiguos griegos. Por último, la Pediea o llanura, llamada por excelencia la Ateniense, constituye la base de la actividad ática: la agricultura. El clima mediterráneo característico de esta región y su falta de lluvias, así como de ríos con caudal suficiente, obligó al desarrollo de una agricultura cerealística con introducción del olivo y vid, pero pobre en productividad, aunque también de manera menos intensa se cultivaron hortalizas en pequeños huertos cercanos a los núcleos urbanos. Megara, Corinto y Sición Por la importancia que tuvieron en su desarrollo histórico, así como por las características particulares de autonomía e independencia que condicionaron sus relaciones con el resto helénico, debemos delimitar el territorio, por separado de cada una de ellas y sus fuentes básicas de riqueza. Megara comenzará a adquirir importancia a partir del siglo viii a. C. Habiendo ocupado hasta entonces una situación atrasada respecto al resto de Grecia, su situación geográfica, dominando la entrada al istmo que comunica la Grecia central con la península del Peloponeso, le permitió participar activamente en el desarrollo comercial y mercantil, que tanta incidencia tuvo en la etapa arcaica griega. Su territorio quedaba abierto al golfo Sarónico, aunque su cercanía al de Corinto también sirvió para constituirse los dos en salidas naturales de los megarienses para sus actividades comerciales. La cercana isla de Salamina constituyó un punto de litigio entre Megara y Atenas, aunque el desarrollo ático obligó a Megara a prescindir de sus argumentos en pro de su dominio sobre ella quedando dependiente de Atenas. También el límite septentrional de su territorio con el Ática, y especialmente con la ciudad de Eleusis, fue motivo de enfrentamientos y luchas durante la historia de estas regiones. Por su escaso territorio, el sistema básico de vida entre sus habitantes estuvo condicionado a sus salidas hacia el exterior; de ahí que fuese uno de los núcleos colonizadores más importantes de Grecia. Jugó un papel fundamental en este proceso, no sólo fundó colonias en el Mediterráneo occidental (Selinonte, Megara), sino que llegó incluso hasta el mar Negro (Bizancio, Astaco, Calcedonia), participando de esta forma en el desarrollo colonizador griego de una manera intensa y hacia todas direcciones. Otra de las ciudades situadas en el istmo fue Corinto, que ocupó la región más cercana al Peloponeso. Aunque estrecho y de escasa extensión, el territorio de la ciudad estuvo constituido por una fértil llanura donde el olivo y la vid tuvieron un fuerte desarrollo. Pese a estas fuentes de riqueza, el desarrollo de Corinto, fundamentalmente a partir de la época arcaica, estuvo condicionado a su actividad comercial. Situada la ciudad en una colina que domina su salida marítima al golfo de Corinto, ocupó también una de las etapas obligadas en la ruta que unía el Peloponeso y la Grecia central. Su situación privilegiada, así corno la posibilidad de abrir otra salida al mar Egeo por la estrechez del istmo, le permitieron participar en el desarrollo helénico, constituyéndose en potente núcleo comercial y centro importador de primera importancia, especializándose en cerámica, llegando a monopolizar en algunos momentos este sector productivo. V. V. Struve - 21 de 147 - Estas condiciones favorecieron también su participación directísima en las colonizaciones griegas. Hacia occidente fundó Siracusa y Apolonia, y hacia el Helesponto, Potidea, entre los núcleos que más desarrollo posterior tuvieron, manteniéndose todos ellos unidos a la metrópoli por distintos vínculos. Por último, Sición, aunque situada dentro de la península del Peloponeso, mantuvo un territorio anejo en condiciones de independencia y autonomía con el resto de Grecia, lo que motiva su estudio por separado. Situada en la costa norte del Peloponeso, ocupa una pequeña pero fértil llanura donde se encuentra su puerto abierto al golfo de Corinto, como pieza clave en el control comercial y con una participación intensa en las actividades que se desarrollaron en él, teniendo importancia decisiva la potente flota, que en el golfo tuvo una actividad intensa en todas las rutas existentes. Sición, por otra parte, fue punto de partida para la ruta terrestre que, pasando por la meseta de Arcadia, unía Laconia y el golfo de Corinto, participando decisivamente en el control de dicha ruta, como lo atestiguan los hallazgos de monedas en ciudades interiores del Peloponeso por donde atravesaba; por ejemplo, Mantinea y Tegea. La etapa tiránica como forma política en Sición fue uno de los momentos de mayor auge y desarrollo, fundamentalmente con Clístenes a principios del siglo vi a. C. Posteriormente mantendría su independencia, pero llegarían los momentos en que la hegemonía espartana incidiera en esta ciudad, que pasó a ocupar un lugar secundario y dependiente de Laconia. Acaya Ocupa el territorio septentrional del Peloponeso, limitando al oeste con la Elida, al sur con los macizos que elevan a la Arcadia, al este con el territorio de la ciudad de Sición y al norte queda bañada por el golfo de Corinto. Pertenece al grupo denominado países de colinas. Sin gran desarrollo agrícola, fue un región de escasa importancia en el contexto general, recibiendo su nombre por las migraciones aqueas y su emplazamiento en ella. Se mantuvo siempre como región poco importante y con una civilización escasamente desarrollada. En la antigüedad, su posición privilegiada en un ámbito climático suave y con lluvias suficientes le posibilitó un desarrollo económico fuerte, sin embargo dominada por la importancia de Sición y Corinto, que controlaron la ruta del golfo de Corinto monopolizando las condiciones de la región. En la actualidad, Patras, antigua ciudad de Acaya, situada en la zona en que el golfo de Corinto se abre completamente al mar, es lugar privilegiado para las rutas hacia Occidente. Arcadia Alta llanura rodeada de montañas que encierra en esta región una extensa meseta donde la circulación hidrográfica es deficiente para las necesidades agrícolas, si bien poseía algunos lagos y regiones pantanosas. El clima continental que la caracteriza obligó a un sistema de subsistencia basado esencialmente en la pobre agricultura de cereal duro y una ganadería extensiva no muy desarrollada. Pese a esta situación de aislamiento, el territorio arcadio tuvo en su suelo ubicadas las grandes rutas de contacto entre las diversas poblaciones peloponesíacas. Los núcleos urbanos más significativos de su historia: Orcomeno en el norte, Tegea por el sur, Mantinea al este, o los intentos de urbanización en Megalópolis, tuvieron siempre como localización clásicas rutas con las regiones limítrofes y zonas de características más propicias para la agricultura. Por su posición geográfica, fue lugar idóneo como refugio en las sucesivas invasiones al Peloponeso por pueblos exteriores, así como centro de conflictos bélicos entre potencias enemigas, atestiguado por el desarrollo de importantes conflictos bélicos. En Mantinea, escala de la ruta interior Argos-Esparta, se desarrollaron importantes batallas: en el 418 a. C. los espartanos vencen a atenienses y argivos, en el 362 a. C. el tebano Epaminondas vence a Esparta entre otras menos importantes. Historia de la antigua Grecia I - 22 de 147 - En la antigüedad las laderas de los sistemas montañosos estaban cubiertas de bosques coníferos y alternando los pastizales y el monte bajo, que eran aprovechados, fundamentalmente en verano, para el pastoreo, existiendo también gran abundancia de animales salvajes que poblaban estos lugares. El clima, aislado a las fuertes influencias marítimas de Occidente, era típicamente mediterráneo, seco con unos veranos largos y calurosos e inviernos suaves y sin excesiva humedad. El escaso aprovechamiento que permitieron las costas de Laconia, excepción hecha de la pesca por pequeñas comunidades aisladas, se basó fundamentalmente en la extracción de púrpuras, de la que Grecia tuvo su centro más importante de abastecimientos en estas costas. Las rutas de comunicación, teniendo como centro a Esparta, en las orillas del Eurotas, utilizaban fundamentalmente el valle del río hacia el norte; recorriendo su curso alto se ponía en contacto con Megalópolis y con ellos toda la Arcadia. Hacia el sur, siguiendo también el valle del río, se comunica con el núcleo urbano de Gythiun, único puerto lacedemonio fundamentalmente dedicado a arsenal militar. El resto de la costa no permitió más establecimientos. Otro camino, partiendo de Esparta y atravesando los pasos del Parnón, pondría en comunicación con la Argólida, aunque las rutas que permitieron tener contacto con Laconia no eran numerosas, fundamentalmente el exterior vivió aislado del resto del Peloponeso. El sistema orográfico de Laconia, que tenía su fin continental en el cabo Malea, continuaba en la isla de Citera, cercana a la costa, en forma de plegamientos que a través de Creta y Rodas prolongaba las cadenas montañosas hasta Asia. La explotación de mineral de hierro en los yacimientos del Taigeto y Parnón no fue muy utilizada en la época clásica, así como tampoco el mármol y el pórfido, que sólo tuvieron importancia por su extracción después de la conquista romana. Eubea y Las Esporadas Constituye la primera una de las mayores islas griegas y de las que participaron en el proceso histórico general con más intensidad. Está situada paralelamente a las costas orientales de Beocia y Ática, separada por un estrecho canal marino, que permite una comunicación segura y rápida con el continente. Morfológicamente forma parte de la prolongación de la Grecia central, sobre todo el macizo de Othris, al sur de Tesalia, configurando este relieve una primera unidad orográfica en el septentrión de la isla. Esta zona estrecha está formada por colinas onduladas de fértil suelo, que permiten los cultivos agrícolas en las partes más bajas y una vegetación arbustiva en las más elevadas. De ahí que las dos zonas de vegetación formen, ayudadas por el clima benigno mediterráneo, de gran influencia marítima, un paisaje basado en la agricultura y en la ganadería principalmente. En el centro, los macizos calizos que la forman hacen aumentar su anchura y distinguen dos tipos de regiones. La montañosa y la rica llanura aluvial, que permitirá una agricultura intensiva de olivos y viñedos, sirviendo también como centro de consolidación de los núcleos urbanos más extensos, por ejemplo, Calcis, que cohesiona el hábitat de la llanura y es el centro político fundamental de la isla, si bien cercana a ella se desarrollaría Eretria, de fuerte actividad y poder comercial en la generalidad helénica. Esta llanura tuvo también un fuerte desarrollo por el trabajo metalúrgico del cobre, cuyo centro fundamental fue Calcis, siendo la isla uno de los centros más importantes de extracción, resaltando también el de los minerales de hierro. Por último, el apéndice que se va estrechando en la zona meridional está compuesto de un macizo calizo de mayor antigüedad, que condiciona el paisaje montañoso, de vegetación arbustiva, sólo dedicado a una ganadería extensiva con hábitat muy disperso. Por su orografía, las costas son abruptas y con escasas posibilidades para la navegación u otras tareas típicamente marítimas, como la pesca. Las Esporadas del norte son un conjunto de pequeñas islas donde sobresale Skiros, fértil y de posibilidades marítimas junto a otras menores más pobres y con relieve accidentado, que V. V. Struve - 25 de 147 - forman al este de Eubea la prolongación del Pelión tesaliota, en un arco desde el sudoeste en dirección noreste. Las Cícladas Las prolongaciones de Eubea y Ática forman en el mar Egeo un conjunto de características plenamente griegas, que con su centro en la pequeña Delos, pero de importancia fundamental por ser centro religioso, forman un círculo alrededor. Difieren en sus formas de relieve; mientras unas son volcánicas, otras son suelos fértiles que permiten ricos cultivos de cítricos y vid, e incluso algunas fueron básicas para la explotación de su subsuelo en materiales para la construcción, como los mármoles de Paros. En conjunto, la gran meseta en que se apoyan las Cicladas es un punto más del camino seguido por los griegos en sus contactos con el mundo oriental, al mismo tiempo que constituye parte compacta con el continente por estar basado el sistema de intercambio fundamentalmente en las rutas navales. Entre las restantes islas podríamos destacar Sifnos, importante centro de producción de plata en la época arcaica. La de Naxos, rica en agricultura, y otras mayores, como: Andros, Tenos, Siros, etc. Dodecaneso Forma el conjunto de islas situadas en la costa sudoeste de Anatolia. Samos, Icaria, Patmos, Leros y Calymnos son el grupo más septentrional, que como fragmentos del continente surgen frente a él con un relieve de plegamientos calcáreos. Samos presenta altas montañas orientada de Este a Oeste que dejan pequeñas depresiones entre ellas, pobladas y cultivadas por sus habitantes. Separada por un estrecho de doce kilómetros de Asia Menor, frente al cabo Micala, posee un paisaje de vegetación rica por sus abundantes lluvias y una agricultura mediterránea donde el olivo y la vid crecen en las laderas y el cereal es abundante en las pequeñas llanuras. Icaria está situada como prolongación de Samos y posee unas características similares a ésta aunque de menor extensión. Patmos y Leros constituyen la continuación del relieve en dirección sudeste, que en la isla de Calymnos modifica su constitución por macizos calcáreos. Al sur, las islas de Cos y Rodas, como apéndices del Tauro, forman el comienzo de las rutas a Egipto y Oriente, pasando por Creta hacia el Peloponeso. Cos fue significativa, pese a su escasa extensión, debido al santuario de Asclepios y su importancia durante el siglo iv a. C. Rodas está formada por bloques montañosos que, sin embargo, permiten la instalación de los grandes puertos comerciales, el de Lindos y el de Rodas, perfectamente defendidos del mar y escala obligada de rutas comerciales. Sería fundamentalmente su posición la que le dio importancia comercial, al margen de su riqueza natural que también poseía. El clima húmedo posibilitó en todas las islas una riqueza intensa, más abundante que en las Cicladas, y donde la ganadería y la agricultura fueron fuentes de riqueza importantes. Islas del Egeo oriental La más meridional de todas, Chios, está situada frente a la costa recortada de Anatolia, siendo una continuidad de su relieve, por lo que queda recorrida de norte a sur por una alta cadena de montañas alternadas por ricas depresiones donde se desarrolló la agricultura y una ganadería favorecida por la abundante vegetación que crece en las laderas regadas por una pluviosidad abundante. Su dependencia continuada de Atenas hizo de esta isla y de sus núcleos urbanos anejo del desarrollo general ateniense. Lesbos fue una de las islas más extensas y más fértiles del Egeo. Frente a las costas del noroeste asiático constituyó uno de los centros de población eolia que se establecieron desde la antigua edad de hierro en esta zona. Presenta un relieve accidentado con tres alturas importantes Historia de la antigua Grecia I - 26 de 147 - en los vértices, que señalan sus puntos más distantes, recorrido por depresiones y estrechas llanuras donde se desarrollaron la agricultura y la ganadería. Por último, Lemnos, situada en la desembocadura del Helesponto, es la más pequeña, junto a la de Imbros, de las islas de esta región. Su carácter volcánico da una riqueza en toda su extensión oriental para los cultivos y como centro del culto a Hefaistos, dios del fuego. Se encuentra casi partida en dos por los profundos golfos de Pardisos, al norte, y Madros, al sur. Creta Por su superficie (260 kilómetros de largo por 60 de ancho), constituye la mayor isla griega, que sirve de límite sur al mar Egeo, formando una barrera con el Mediterráneo; su orografía, formada por el arco que une el Peloponeso con Asia Menor, es accidentada y de formación similar a la de la Grecia meridional. Está recorrida en dirección Oeste-Este por varios sistemas montañosos que hacen su costa meridional abrupta y escarpada, dejando la zona de la isla que mira al Egeo con llanuras propicias a la producción agropecuaria. Tres grandes regiones podemos distinguir, las llanuras que ocupan toda la zona norte de la isla, donde el clima suave y las lluvias invernales favorecen el desarrollo de la agricultura en sus cultivos más típicos del Mediterráneo: olivo, vid y cereales. La costa, con abundantes bahías, posibilita lugares idóneos para la navegación y un intenso comercio con el resto de Grecia, así como el empleo en la pesca de gran parte de los habitantes que la pueblan, constituyendo otra de las fuentes básicas de su subsistencia. Más al sur, las montañas se elevan y forman con su clima menos suave otra unidad rica en vegetación y bosque, estos últimos utilizados para la fabricación naval y los matorrales y montes bajos, fuente importante para el desarrollo de una ganadería extensiva, así como una abundante caza, que fue base económica de las civilizaciones neolíticas. La costa meridional escarpada permite, en algunas regiones, la existencia de centros urbanos, como Faistos y Hagia-Triada, verdaderos núcleos comerciales mirando hacia Oriente y Egipto, y que mantienen la hegemonía durante sus momentos de esplendor. No obstante, esta parte de la isla, con un clima subdesértico y por la pobreza de su suelo, tuvo un menor desarrollo que el resto de la superficie insular. En conjunto, Creta representó, por su localización, el centro monopolizador del comercio helénico durante los denominados tiempos minoicos, fundamentalmente apoyadas en el desarrollo del núcleo urbano de Cnosos, situado cerca de la costa septentrional y donde la civilización cretense tuvo uno de los mejores exponentes. Del mismo modo, Malia, situada también en esta costa. V. V. Struve - 27 de 147 - En la distribución de los artículos de cobre se encuentra una secuencia conocida. Al principio surge en la parte sur de Grecia, es decir, en el Peloponeso, y sólo paulatinamente penetra en las regiones septentrionales del país. Por lo visto, el conocimiento de estos metales llegó a la población de la Grecia continental de los habitantes de las islas de las costas del Asia Menor. En la época antigua del bronce surgió gran número de poblaciones en las regiones antes despobladas del Peloponeso y la Grecia central. Precisamente en ese tiempo aparece la población de puntos que posteriormente fueron tan conocidos como Tirinto, Micenas, Orcómenos y Delfos. A la vez surge una serie de poblaciones más pequeñas, como Cinuria, Asina, etc. El rasgo característico de estas poblaciones muy antiguas era su distribución en colinas, que garantizaban su capacidad defensiva. La arquitectura de sus viviendas era diversa. Por ejemplo, en Orcómenos (Beocia) fueron descubiertas casas de forma circular, con cimientos de piedra y paredes de adobe. Pero también se conocen otros tipos de casas, de forma oval o rectangular con un lado redondeado. La casa tenía dos cuartos unidos por puertas; en el centro del más grande había un fogón, y en las paredes, muchas vasijas de arcilla en las cuales se guardaban diferentes provisiones domésticas. A la segunda mitad del iii milenio a. C. pertenece la aparición de edificios más grandes, que se diferenciaban netamente de las viviendas de las comunidades, más sencillas. Tales construcciones redondeadas, con un diámetro de alrededor de 28 metros, fueron descubiertas en la acrópolis de Tirinto. Sus paredes de adobe descansaban sobre cimientos de piedra y están cubiertos por un techo de tejas. Protegidos por dos fuertes murallas circulares, estos edificios constituían poderosas ciudadelas. Por supuesto, eran las viviendas de los antiguos amos de Tirinto. En otra población, Lerna (Argólida), fue erigido en ese período un edificio con aspecto y características de palacio, que ha sido descubierto en 1945. Una parte del mismo era de forma rectangular, de más de 25 metros de largo. Sus fuertes paredes de adobe (de aproximadamente 90 cm. de espesor) descansaban sobre cimientos de piedra y estaban cubiertas con dos capas de estucado de arcilla. Algunas escaleras comunicaban el primer piso con el segundo. En el piso bajo fueron descubiertos más de diez locales destinados a diferentes usos: grandes cuartos y pequeñas despensas. Los habitantes de la Hélade, en el iii milenio a. C., se ocupaban de manera principal de la ganadería y la agricultura. Los habitantes de Cinuria, por ejemplo, tenían mucho ganado: vacunos, lanares, caprinos y porcinos. La alfarería no había salido todavía del estado de producción doméstica: las vasijas se hacían a mano. Sus formas eran muy barrocas. El difícil juzgar acerca del significado de las vajillas encontradas. Aunque se preparaban sin contar con la rueda del alfarero, la calidad del trabajo de éste era relativamente elevada. Es de destacar que ya en ese tiempo se hacían en Grecia las tejas que cubrían no sólo las casas de los nobles (en Tirinto y Lerna), sino también las viviendas de las casas medias de la población. Después del siglo xx a. C., el arte de la preparación de tejas se perdió, para renacer sólo en el siglo vii a, C. La metalurgia hasta finales del iii milenio se desarrolló débilmente. El cobre se utilizaba sólo para producir algunos objetos, como puñales, alfileres, etc. Aparecieron ya en esa época sellos e inscripciones en las vajillas. Los dibujos de esos sellos recuerdan un poco las imágenes de los de la misma época en la isla de Creta. Las tribus de la Hélade, en el iii milenio a. C., se encontraban en constante relación con los habitantes de los países vecinos, es decir, Macedonia, Tracia y Asia Menor. Estas relaciones no se limitaban a los simples cambios de artículos y llevaron a influencias culturales mutuas, que se hicieron sentir particularmente en la producción de cerámica. Más estrechas eran las relaciones con las poblaciones de las islas del mar Egeo, ante todo con las Cícladas. De allí los habitantes de la Hélade importaban obsidiana, vajillas de cerámica, figuras de mármol. Las colonias del Peloponeso tenían fuertes vínculos con Creta, separada del continente sólo por 150-160 kilómetros. De allí procedían los sellos de piedra y las vajillas, amuletos de esteatita y cerámica. Sin duda, el contacto entre la Hélade y Egipto se hacía entonces por intermedio de los cretenses. El problema de la historia social en el período que analizamos es muy complicado. Su principio se remonta al período de predominio de las relaciones matriarcales en el interior de la comunidad tribal, que luego dejan lugar a las relaciones patriarcales. El régimen de la Historia de la antigua Grecia I - 30 de 147 - comunidad primitiva en la Hélade de finales del iii milenio a. C. se caracterizaba por la aparición de desigualdades económicas en el seno de la comunidad. Se observa ya el crecimiento de la riqueza de algunos, por ejemplo, de la aristocracia en las tribus de Tirinto y Lerna, lo que atestigua el surgimiento de las condiciones para una futura división en clases de la sociedad. Alrededor del año 2000 a. C. tuvieron lugar grandes acontecimientos en la Hélade. Hasta Tucídides llega a recordar los grandes desplazamientos de poblaciones en la antigua Hélade. Estos datos de la historiografía antigua se ven confirmados por las recientes excavaciones. Por lo visto, en los límites del iii y ii milenios a. C., las tribus que habitaban en el norte se pusieron en movimiento hacia el sur, hacia Beocia y el Peloponeso. Según la tradición griega, estas nuevas tribus eran aqueas. Algunos científicos burgueses, por ejemplo, Glotz y Blieguer, consideran que con la llegada de los aqueos a la Hélade se rompió con el pasado, y que la razonable y fuerte asimilación de razas trajo el florecimiento de la cultura de la península. Blieger llama a los aqueos «nuevos elementos raciales». Ninguna de estas características determina el cuadro real de los cambios étnicos que tienen lugar en la Hélade al final del iii milenio a. C. Los aqueos que emigraron a la Grecia septentrional y meridional probablemente eran parientes de las tribus que poblaban en aquel entonces la Hélade. Es conocido que en la cultura de las tribus de la península balcánica, en la segunda mitad del iii milenio a. C., se siguen las huellas de los rasgos comunes, lo que explica no sólo la uniformidad del nivel de su desarrollo económico y social, sino también la cercanía étnica de estas tribus. El movimiento de las mismas entre el iii y el ii a. C. se puede explicar por las transformaciones que se produjeron en la sociedad primitiva, vinculadas al crecimiento demográfico y a la baja productividad general del trabajo, que dieron lugar al desplazamiento de unas tribus por otras como resultado de guerras intertribales. La llegada de las tribus de Tesalia y Macedonia (cuya residencia primitiva todavía no se ha definido con exactitud) a la Hélade fue uno de los episodios de esta lucha intertribal. La invasión de dichas tribus despertó la resistencia enconada de las tribus locales. El país sufrió fuertemente las consecuencias de las largas luchas. Una serie de colonias y ciudades: Cinuria, Tirinto, Asina y otras fueron destruidas; algunas de ellas, como Cinuria, quedaron abandonadas por completo, mientras otras se reconstruyeron, aunque con dimensiones más reducidas. Los aqueos se asimilaron paulatinamente a las tribus locales. Sin embargo, la cultura de la Hélade en los siguientes siglos (del xx al xvii a. C.) no es uniforme. En las ramas de la arquitectura, por ejemplo, se mantiene y alcanza difusión la planeación absidal de las casas, pero muy a menudo se encuentra la forma rectangular del tipo megarense, con locales centrales y patios interiores. En este último tiempo surgen las fortalezas en los alrededores de algunos puntos poblados, como, por ejemplo, Tirinto, Malfi (Mesenia) y otros lugares. La producción se hace considerablemente más complicada. Al lado de la ganadería se desarrolla la agricultura: los habitantes de la Grecia continental cultivan ya trigo, cebada, guisantes y habas. Se desarrolla la producción artesanal. Un gran logro de la metalurgia es el arte de elaborar el bronce aleando el cobre con otros metales más duros y que se fundían más fácilmente que él. La técnica de la producción del bronce se difunde rápidamente; muchos de los artículos hallados datan de los siglos xviii y xvii a. C. La alfarería, gracias a la introducción de la rueda de alfarero, se transforma en oficio independiente. Las relaciones sociales en esta época sufrieron cambios considerables. El desarrollo de la agricultura y de la ganadería llevó a la concentración de riquezas en manos de algunas familias, a la ulterior separación y fortalecimiento de la propiedad privada como contrapeso en la propiedad comunal. Es de suponer que la diferencia patrimonial dentro de la comunidad primitiva complicó aún mucho más la desigualdad entre las tribus y poblaciones locales y sus conquistadores aqueos, como mostró Marx: «El régimen tribal, por sí mismo, llevó a la división entre clanes de elevada y baja producción. Estas diferencias se desarrollan todavía más con la fusión de los vencedores con las tribus subyugadas». Entre las tribus aisladas se produjeron choques bélicos, lo que también posibilitó el crecimiento de las desigualdades entre las tribus y en el interior de las V. V. Struve - 31 de 147 - mismas, la separación de los jefes militares y sus guerreros en grupos aislados de la aristocracia tribal. En el primer tercio del ii milenio, los lazos externos de las tribus que poblaban la Hélade continuaron ensanchándose. Lo prueban claramente las relaciones directas de la Grecia balcánica con Troya. Los contactos con Creta se desarrollaron de forma irregular. Inmediatamente después de la invasión de los aqueos, estas relaciones, por lo visto, disminuyeron mucho y se restablecieron sólo después de uno o dos siglos. Testimonio de esto son, por ejemplo, las vajillas de la producción de Tirinto, hechas según la manera de la cerámica cretense de los siglos xviii a xvi a. C. Por ejemplo, los toros en relieve de Micenas son imitación de los relieves cretenses de ese tiempo, y lo mismo ocurre con otros objetos. Se reforzaron los contactos con las islas Cícladas, con la cultura de su población, y las Cícladas, a su vez, experimentaron al mismo tiempo la influencia continental y de la isla de Creta. El problema de las relaciones con las regiones septentrionales de la península balcánica está todavía insuficientemente investigado. Se ha encontrado en Macedonia la llamada cerámica minoica, la cual estaba distribuida por toda Grecia, y permite suponer un contacto continuo de la población de ambos lados. El desarrollo de la sociedad aquea alcanzó su apogeo en el período comprendido entre el siglo xvi y el xii a. C., y se caracteriza por el avance de Micenas, Pilos y otros centros del Peloponeso. 2. Las islas del mar Egeo en el iii y comienzos del ii milenio a. C. El desarrollo histórico del grupo septentrional de las islas del mar Egeo: Lesbos, Lemnos, Imbros y Tasos, se diferencia un poco del desarrollo de las islas del sur, es decir, de las Cícladas. La cercanía de Lesbos, Lemnos y otras de las islas a las costas del Asia Menor, donde el la mitad del iii milenio se observa un potente ascenso de las culturas, condicionó su más temprano desarrollo. Sin embargo, en el estado actual de nuestros conocimientos no es posible todavía trazar un cuadro detallado del desarrollo de las islas del grupo septentrional. Están considerablemente mejor estudiadas las del sur: Andros, Tenos, Paros, Sifnos, Sérifos, Melos y otras, que constituían el grupo de las islas Cícladas, y la de Quíos. Predominaba en ese tiempo el régimen tribal, en el cual, por lo visto, se conservaban vestigios del matriarcado. Los habitantes de las Cícladas habían vivido en colonias tribales constituidas por chozas estrechamente unidas entre sí. La planificación de estas colonias demuestra que los medios básicos de producción eran propiedad de toda la comunidad tribal. La separación en familias aisladas dentro de la tribu corresponde a la aparición de la vivienda individual del tipo megarense. Tales poblaciones fueron descubiertas en muchas islas. La más antigua se encontraba en la de Melos y la hoy llamada Filacopi. Aquí han sido descubiertas algunas huellas de poblaciones que se fusionaron con otras. El hallazgo de las capas que pertenecen al iii milenio antes de nuestra era muestra que los habitantes de la isla de Filacopi conocían el plomo, pintaban sus vajillas con colores brillantes, las adornaban con dibujos espirales, etcétera. Sin duda, Filacopi fue en esta época un gran centro cultural que conservó su significación posteriormente. Hacia el fin del iii milenio, los habitantes de las Cícladas comenzaron a erigir fortalezas alrededor de sus poblaciones, necesarias debido a las guerras intertribales. Las condiciones naturales de las montañosas islas Cícladas no permitieron el desarrollo de la agricultura y la ganadería como, por ejemplo, en Tesalia. Pero hacia el comienzo del iii milenio en las Cícladas ya se conocía el cobre, con cuya utilización se alcanzó un extraordinario desarrollo en la elaboración de la piedra. En las islas fueron descubiertos muchos yacimientos de mármol, obsidiana y otras rocas duras. Los más antiguos habitantes de las Cícladas proveyeron de obsidiana a todos los países vecinos e hicieron figuras humanas de mármol y otras rocas, que penetraron en casi todos los rincones de la cuenca egea (se encontraron en Grecia, Macedonia, Creta y otros lugares). A pesar de la aún muy primitiva técnica de los maestros de las Cícladas, estas groseras estatuillas son bastante representativas. Por su calidad artística se diferencian absolutamente de las cabezas de mármol de la isla de Amorgos. El conjunto de los monumentos arqueológicos atestigua que la sociedad de las Cícladas, en los límites ente el iii y el ii milenios antes de nuestra era, alcanzó un desarrollo superior al de las poblaciones de la Grecia continental. Historia de la antigua Grecia I - 32 de 147 - población de Creta. En las placas de loza del siglo xviii a. C. se conservan las imágenes de las grandes casas de dos y tres pisos construidas con grandes bloques de piedra. Sobre la parte central de los techos planos se elevaban pequeñas torres. Todos los detalles de estas casas muestran las riquezas de sus moradores. Las viviendas de los pobres eran simples, pequeñas y estrechamente unidas entre sí, en contraposición a las de los ricos, que estaban perfectamente delimitadas unas de otras. El plano de la pequeña población de Gurnia muestra la densidad que imperaba en los barrios de los pobres. En los siglos xx a xviii a. C., Creta no era todavía un Estado unificado. En el territorio de la isla existían algunas regiones que se encontraban, por lo visto, bajo el poder de gobernantes independientes. La situación de esos señores, particularmente en los comienzos del período analizado, recordaba probablemente la situación de los basileus homéricos. Acerca de la riqueza de los gobernantes cretenses de esa época, ilustra la colección de lujosas armas de Malia adornadas con oro, marfil y cristales, espadas y puñales de bronce, que fueron probablemente propiedad del basileu, rey y jefe militar. Las guerras entre los gobiernos de las regiones señalaron la necesidad de construir fortalezas defensivas. Muchas de las poblaciones de Creta estaban rodeadas, en ese tiempo, por fuertes murallas. En los límites entre el iii y el ii milenios a. C., los poderosos gobiernos de Creta eran Cnosos y Festos. Menos significativos, en cambio, eran los gobiernos de Malia y otras ciudades. En el siglo xviii tuvieron lugar en Creta ciertos acontecimientos, a consecuencia de los cuales los palacios reales y una cantidad de poblaciones resultaron destruidos. Según la opinión de algunos científicos (D. Pendelberg y A. Evans), la causa radicaría en los terremotos, a los cuales Creta estaba muy expuesta. De acuerdo con la opinión de otros (E. Meyer), el abandono de la población fue determinado por circunstancias políticas exteriores: la incursión de los hicsos asiáticos establecidos en el delta del Nilo. La ausencia de huellas de incendio en las ruinas de construcciones de ese tiempo habla contra esta última suposición, a la que se opone también la circunstancia de que el palacio de Festos, que se encontraba en la costa meridional, resultó mucho menos destruido que el de Cnosos. En caso de invasión de los hicsos que venían de Egipto, hubiera sido víctima precisamente la costa meridional. Los grandes trabajos de reconstrucción, comenzados en Creta a mediados del siglo xviii, a. C. fueron hechos de acuerdo con la planificación anterior. Esto demuestra que la población de la isla conservaba sus rasgos culturales y sociales después de producida la catástrofe, y desmiente la teoría de la conquista por los hicsos, con las guerras intestinas y el reforzamiento paulatino del reino de Cnosos a expensas de otras regiones. Por lo visto, hacia el principio del siglo xvi a. C., la dinastía de Cnosos unificó a toda Creta bajo su poder. La completa reconstrucción de todas las poblaciones de Creta tuvo lugar aproximadamente en el siglo xvi, cuando comienza el segundo período del florecimiento de Creta, que continuó durante dos siglos. Ésta fue la época de mayor poderío de Creta, tanto interior como exterior. Se puede suponer que tanto las leyendas griegas como los poemas homéricos reflejaron precisamente este período. La sociedad cretense, ya en los comienzos del ii milenio a. C., alcanzó un nivel considerable de desarrollo económico y social. El desarrollo de las fuerzas productivas dio lugar a la existencia de oficios desligados de la actividad agraria, al desarrollo del cambio y a una gran ampliación del comercio marítimo. Los cambios en la producción se acompañaron de importantes mutaciones en la estructura social: separación de una aristocracia relativamente pequeña que explotaba amplias masas de la población agrícola y artesana libre. Se produjo la división de la sociedad en clases. Esta fue una antigua sociedad de clases, que conservaba todavía muchos rasgos del régimen de comunidad primitiva. Podemos suponer que el desarrollo de la desigualdad social fue más intensivo en la parte oriental de la isla, donde surgieron muchas ciudades y poblaciones de tipo urbano. El progresivo desarrollo de las diferencias sociales internas entre los libres corrió parejo a la aparición de la esclavitud. Sin duda, el trabajo de los esclavos, hacia mediados del ii milenio a. C., alcanzó una difusión considerablemente mayor que antes, aunque la escala en que se empleó no permite afirmar su predominio en la producción de aquellos tiempos. V. V. Struve - 35 de 147 - Por desgracia, la extraordinaria pobreza de las fuentes impide aclarar las particularidades concretas de las relaciones esclavistas en Creta. Por lo visto, entre los cretenses la inmensa mayoría de los esclavos estaba constituida por gentes tomadas en cautiverio o asignadas en calidad de tributos vivientes. Algunas referencias se conservan en las leyendas de los griegos que se refieren a la época del poder cretense. Las fuentes escritas que hoy se conocen de los cretenses muestran el empleo del trabajo de los esclavos en los palacios de los señores grandes y pequeños. Solamente en un palacio, el Cnosos, para el servicio de las vastas posesiones del rey se utilizaba multitud de esclavos. En los trabajos pesados, como por ejemplo el cuidado y recuento de gran cantidad de productos y artículos de la artesanía en los depósitos reales, se exigía un constante empleo de un elevado número de trabajadores. Sin duda, en estos trabajos se empleaba esclavos. Es posible que el trabajo de los esclavos se utilizara en algunas actividades junto con el trabajo de los libres, como, por ejemplo, en la erección de palacios, en la construcción de caminos, etc. Sería incorrecto considerar que el trabajo de los esclavos desplazó en Creta al de los productores libres. La perfección de los artículos cretenses de esta época muestra el predominio, en los oficios, del trabajo de artesanos libres. Las particularidades específicas de la economía agrícola en Creta, entre ellas la ausencia del sistema de riego, que hubiera requerido gran cantidad de esclavos, y las relativamente pequeñas dimensiones de las parcelas de tierra labrantía, condicionaron sin duda el predominio del trabajo del pequeño campesino libre. Por lo visto, el trabajo esclavo en la economía campesina se empleaba en pequeña escala, y probablemente no en todas las regiones de Creta. En las zonas más atrasadas de la isla las relaciones comunales conservaban todavía una fuerza considerable y la esclavitud tenía un carácter patriarcal. De este modo, aunque en la isla de Creta la esclavitud se desarrollaba hacia mediados del ii milenio antes de nuestra era, no perdió significación para la producción social el trabajo de los productores libres, artesanos y agricultores vinculados con la comunidad. Los cambios de la estructura social cretense condujeron al fortalecimiento del Estado, y entre los siglos xvi y xv a. C., la isla constituía una monarquía unida. Esta unidad fue alcanzada por los habitantes de Cnosos. En su relato, Herodoto (I, 173) se refiere a la lucha por el poder real en Creta entre los dos hijos de Zeus y Europa —es decir, entre Minos y Sarpedón—, la que se encuentra reflejada indirectamente en la larga lucha por la primacía entre los gobernantes de Cnosos y de Festos. La formación del Estado unificado con poder real hereditario colocó a Creta en la misma situación de los Estados clasistas más antiguos: los egipcios, hititas y babilonios. Se debe señalar que la definición de la sociedad cretense como sociedad clasista, que se acerca por su tipo a las sociedades esclavistas primitivas del Oriente, fue defendida por los historiadores soviéticos en lucha contra las teorías modernizadoras de los científicos burgueses, así como contra el erróneo punto de vista de V. L. Bogaievski. A. Evans traspasaba las normas de la sociedad capitalista a la sociedad cretense del segundo milenio antes de nuestra era y veía en el estado cretense una potente monarquía marítima que había sometido y colonizado toda la costa del mar Mediterráneo hasta España. V. L. Bogaisevski, que había luchado contra las teorías modernizadoras de la ciencia burguesa, no pudo, sin embargo, dar una explicación marxista correcta de la estructura social de la sociedad cretense. Atendiendo exclusivamente al régimen tribal gentilicio de Creta, Bogaievski definió a la sociedad cretense como una sociedad preclasista, primitiva. Este punto de vista fue rechazado decididamente por la mayoría de los historiadores soviéticos. Documentos cretenses de la mitad del siglo xv a. C., recientemente descifrados, confirman la justeza de la caracterización de Creta como Estado esclavista primitivo. Entre los siglos xvii y xv a. C., el Gobierno de Creta se fortaleció y desarrolló. Los cortesanos del rey estaban formados por los funcionarios estatales y por los servidores personales del rey. Los escribas reales llevaban anotaciones detalladas; en el palacio de Cnosos y en otros lugares se encontraron muchas inscripciones en tablas de arcilla con listas de objetos y nombres de personas. Si para las necesidades de la dirección estatal eran necesarias las anotaciones, hay que hacer constar que existían, a la par de ellas, leyes y costumbres no escritas. El rey de Creta, el legendario Minos, es presentado en el papel de sabio legislador en las Historia de la antigua Grecia I - 36 de 147 - antiguas leyendas griegas. En ellas, el rey Minos aparece en el reino subterráneo, con cetro de oro, juzgando a los muertos. El Estado cretense se desarrolló a expensas de territorios de ultramar. Sus reyes subyugaron a las islas Cícladas y trasladaron a ellas parte de los habitantes de Creta. Hicieron lo posible por subyugar el Ática, pero, según las leyendas, el ensayo de los cretenses de afirmarse en la Megárida no tuvo éxito. La tradición ática recuerda las malogradas guerras de los cretenses en Sicilia. La expansión del Estado cretense dejó considerables huellas en la tradición griega posterior, y Herodoto y Tucídides describen al rey Minos como soberano del mar que subyugaba las islas del Egeo. Sin duda, los griegos se basaban en ello para llamar al Estado cretense dominador del mar. El proceso de formación del Estado cretense se extendió por lo visto durante algunas centurias. Es difícil determinar el carácter de las relaciones del reino de Creta con pueblos nativos. La tradición griega se refiere a que el rey de Creta conducía la lucha contra los piratas. Por ese medio, evidentemente, tendía a garantizar vínculos sin obstáculos con las regiones que dominaba y libertad de navegación para sus barcos mercantes, y a asegurar la percepción de tributos. A esta circunstancia la considera Tucídides como la causa principal de las luchas contra los piratas. Las rentas reales estaban probablemente constituidas también por tributos pagados en especie. Los enormes depósitos de Cnosos guardaban los tesoros que se recibían en tal concepto. El tributo también se pagaba en seres humanos: algunas tribus suministraban al rey tripulación para sus barcos, y el Ática, que era muy pobre, pagaba tributos en gente (de acuerdo con la leyenda, jóvenes y doncellas), la cual, evidentemente, se transformaba en esclava del rey de Creta. Las huellas de la permanencia de los cretenses en las islas del mar Egeo son muchísimas; se han encontrado no solamente artículos de la producción de Creta, sino monumentos de las escrituras cretenses (por ejemplo, en las islas de Melos y Tera). Es difícil juzgar acerca de la organización interna de la potencia cretense a mediados del segundo milenio antes de nuestra era. El testimonio de Tucídides acerca de que Minos nombró a sus hijos gobernantes de las diferentes islas permite suponer que los miembros de la familia real desempeñaron un papel predominante en la administración del Estado, particularmente en las naciones conquistadas. Es posible que Androgeo, legendario hijo de Minos, fuera uno de los gobernantes de Creta que ejerció poder sobre el Ática a mediados del segundo milenio antes de nuestra era. La presencia de una fuerte flota permitió a Creta establecer su dominio en el mar. Hay que señalar que los cretenses fueron los primeros de todos los pueblos del Mediterráneo en crear una potente flota, constituida, como muestran los grabados en recipientes, sellos, etc., por barcos a vela y a remo. La principal fuerza militar en Creta era la infantería, armada con largas lanzas, arcos, puñales y espadas. Las armas de defensa eran yelmos y grandes escudos. Un importante papel en el ejército cretense lo desempeñaban los carros de guerra, en los cuales combatían los reyes y los guerreros nobles. En los depósitos del palacio de Cnosos se conservaron carros de guerra que, por lo visto, constituían una parte importante de los bienes del rey. Las fuerzas militares de Creta a veces incluían también inmigrantes de otros países: en uno de los frescos cretenses se representaba un destacamento de negros. La base de la economía cretense era la economía rural. Los labradores de la «Creta feraz», como se la llama en los poemas de Hornero, desde muy antiguo, ya a comienzos del ii milenio antes de nuestra era, empleaban el arado, lo cual elevó considerablemente la fertilidad del suelo. Cultivaban trigo, cebada, habas, garbanzos y lentejas; conocían además cultivos tales como lino, azafrán, etc., y estaban muy difundidos los cultivos de huerta: olivo, vid, higuera, palma datilera. Igualmente se dedicaban a la ganadería; los cretenses criaban vacunos, lanares, porcinos y variados tipos de aves, como patos, gansos, etc. Por lo visto, había propietarios individuales de grandes rebaños. En los dibujos de los vasos, a principios del ii milenio a. C., se encuentran representados rebaños. Sin duda, la mayor importancia se otorgaba a la cría del V. V. Struve - 37 de 147 - mediados del siglo xv a. C., es difícil suponerlo también, porque las fuentes arqueológicas no constituyen prueba alguna de la conquista del palacio en esa época. El período aqueo en la historia de Grecia comienza, como lo hemos señalado en forma reiterada, solamente a finales del siglo xv a. C., cuando fueron destruidos los palacios de Cnosos y Festos. No es posible considerar los vínculos comerciales intensivos entre los países en general, como prueba del dominio político y de la influencia de una cultura sobre la otra. Los vínculos de Creta con la Grecia continental no se limitan solamente a la exportación de artículos de lujo. Para los artesanos cretenses era importante recibir algunas variedades de materias primas desde Grecia; así, por ejemplo, importaban excelente basalto de Laconia, que era elaborado por los talladores de piedra de Cnosos. Los comerciantes de Creta comerciaban no solamente su mercancía, sino que actuaban como intermediarios. En sus barcos, posiblemente, llegaban a Grecia gran número de artículos de Egipto y Siria. Los cretenses desempeñaron un gran papel en el comercio de la península helénica con el sudeste del Mediterráneo, sólo hasta el siglo xv, cuando comenzaron a ser desplazados por los aqueos. El comercio de Creta con los países del oeste del Mediterráneo está testimoniado en tiempo relativamente más tardío, a mediados del ii milenio a. C. Probablemente los comerciantes cretenses llegaron a España, rica en plata y estaño. Las excavaciones llevadas a cabo en el Asia Menor y Siria muestran los lejanos vínculos de las poblaciones de estos países con la cuenca egea, con Creta, y más tarde con el Peloponeso. Las relaciones intensivas de Creta y Chipre están probadas por los hallazgos, en Chipre, de gran cantidad de artículos cretenses y micénicos. El comercio se hacía también con el Asia Menor, con Troya, con el imperio hitita y con las otras regiones. Las relaciones más intensas tuvieron lugar en la primera mitad del ii milenio a. C. Son muy interesantes los datos existentes sobre las relaciones de Creta con el reino de Ugarit, que existió al norte de Siria, desde finales del iii milenio a. C. hasta mediados del ii. En Ugarit fueron encontrados numerosos productos artesanales cretenses, y, por otra parte, la misma producción artesanal de Ugarit en el ii milenio a. C. pone de manifiesto la influencia de los motivos artísticos cretenses en las pinturas decorativas, en las formas de los recipientes, etc. Hasta en la arquitectura de las construcciones funerarias de los siglos xviii a xvii a. C. se puede encontrar las huellas de la influencia cretense. Tan profunda influencia de la cultura de Creta no es posible explicarla solamente por vínculos comerciales. Probablemente en Siria y, como se supone, también en Egipto existieron colonias de artesanos y maestros artesanos cretenses, surgidas en la época de mayor florecimiento del comercio con Creta. Los artículos cretenses penetraron en el interior de los países, alcanzando inclusive el curso medio del Eufrates, como muestran los motivos ornamentales en espiral en las pinturas del palacio en Mari. En la misma Creta fueron encontrados cilindros babilónicos de la época del rey Hamurabi (siglo xviii a. C.). Estos datos son, sin duda, el resultado de las extensas relaciones de Creta con los países del Asia Menor. Sin embargo, en el período de decadencia de la potencia de Creta, durante el siglo xvii y primera mitad del xvi, el comercio con Siria se interrumpe. Un lugar importante en la política exterior de Creta, en el ii milenio, debió ocuparlo su potente vecino meridional, Egipto. Los lazos económicos y culturales entre ambos están testimoniados por gran número de fuentes determinadas por el hallazgo de objetos egipcios en Creta y de artículos cretenses en Egipto. Particularmente durante la época de los faraones de la XII dinastía (alrededor del 2000 al 1740 a. C.). En los tiempos de estos faraones, los egipcios importaban gran cantidad de mercancías cretenses, tales como recipientes artísticos de estilo «camares», que fueron encontrados en capas de esa época en un oasis en el Egipto medio: en tiempos de Amenenhat III (1849-1801 a. C.), en el Egipto superior, no lejos de Luxor, fue inhumado un tesoro de objetos cretenses muy valiosos conteniendo recipientes: uno de oro, 150 de plata (tesoro de Todd). El fortalecimiento de Creta a mediados del ii milenio a. C., se reflejó también en sus relaciones con los egipcios. En los tiempos del faraón Tutmosis o Tutmés III (1503 a 1491 a. C.) los egipcios estaban particularmente orgullosos de sus relaciones pacíficas con los príncipes de Creta. La llegada de los embajadores desde Creta se registraba en los frescos que adornaban la tumba de Regmir, gran funcionario de Tutmosis III, y del mismo Tutmosis III. El himno de Historia de la antigua Grecia I - 40 de 147 - victoria en homenaje a su dios Amón expresa: «Creta y Chipre os temen». Por lo visto, los reyes de Creta no siempre se referían amistosamente a Egipto, y el establecimiento de las más pacíficas relaciones era mirado por los egipcios como un considerable triunfo diplomático. Se debe señalar que Tutmosis III no se decide a afirmar nada acerca del subyugamiento de Creta: él señala solamente que ellos «os temen». Algunos científicos burgueses, basados en estos textos y frescos en tumbas, hablan del subyugamiento político de Creta a Egipto en los comienzos del siglo xv a. C. Pero estos datos son absolutamente insuficientes para tal afirmación. La comparación de la fuerza militar de Egipto con la del Estado marítimo cretense hace esta suposición todavía más inverosímil: Egipto no tenía una considerable flota marítima. Los prolongados vínculos económicos y políticos de Creta y Egipto condicionaron su mutua influencia cultural. En el arte cretense aparece toda una serie de métodos copiados del arte egipcio. En el valle del Nilo la influencia cretense se manifiesta particularmente clara en algunos monumentos artísticos descubiertos en el lugar de la antigua residencia del faraón Ignatón (1424 a 1388 a. C.) excavados en el lugar de la contemporánea Tel-Amarni. Sin duda, todas estas relaciones fueron las que condicionaron el interés económico de Creta y Egipto en un activo intercambio. Los cretenses enviaban artículos artesanales y en cambio recibían de Egipto productos rurales y diferentes materias primas: oro, marfil, plumas de avestruz, huevos, etcétera. Los mercaderes cretenses transportaban de Siria a Egipto cedro del Líbano y probablemente otras mercancías. A finales del siglo xv a. C. el comercio de Creta con Egipto decayó considerablemente. Los artículos cretenses fueron reemplazados por una gran cantidad de mercancías importadas de la Grecia Continental. En Creta, que no estaba ya incluida en este área de relaciones comerciales, casi no se encuentra este tipo de mercancías. Tal es el cuadro general del desarrollo del comercio en Creta en la primera mitad del segundo milenio a. C. La amplia difusión de las relaciones exteriores de los cretenses y el importante volumen de su comercio condujeron a la creación de un sistema de pesas y medidas y a una ulterior unidad monetaria. La mayor unidad del sistema de pesas de Creta era, en medidas actuales, de 29 kilos, hecha con piedra y cobre, de forma plana y piramidal. Sobre la superficie de la pesa de piedra se esculpían a menudo figuras de pulpos, cuyos tentáculos la abarcaban totalmente. Cualquier variación y deterioro del patrón de pesas era en estas condiciones inmediatamente visible. La más pequeña unidad de peso era también de piedra, en forma de disco grueso, y sus bordes redondeados o en forma de tonel. Se han encontrado pesas de bronce en forma de cabeza de toro con plomo fundido en su interior. El peso de la medida muestra su parentesco con el sistema egipcio y mesopotámico. El talento liviano de los egipcios pesa también 29 kilos, y esto era aproximadamente el peso del talento babilónico. La pequeña unidad cretense pesa de 6 a 6,5 gramos y correspondía a la mitad de la unidad de oro egipcia, cuyo peso era de 13 gramos. Otras unidades de peso de 3,5 gramos correspondían plenamente a la unidad del sistema babilónico. La unidad del sistema de pesas de Creta, Egipto y Babilonia era consecuencia natural de los vínculos comerciales intensivos entre estos países. Las excavaciones en las ciudades cretenses proporcionan importantes informes para la investigación de la historia de la sociedad clasista de Creta. El estudio de las poblaciones de la época minoica casi se limita a las excavaciones de ciudades medias y grandes. En cuanto a las aldeas, todavía hoy se conoce poco. Es interesante señalar que todas las grandes ciudades de Creta estaban situadas no en la orilla del mar, sino algo distantes de él. Tal distribución fue condicionada por la amplia difusión de la piratería en aquella época. La ciudad más importante de Creta, en el ii milenio a. C., fue Cnosos. Al principio, y hasta el siglo xxi a xx a. C., las casas particulares estaban unidas a las paredes del antiguo palacio. A mediados del siglo xvi, la capital de Minos fue construida de tal modo, que las viviendas de la población más pobre estaban desplazadas hacia los suburbios. V. V. Struve - 41 de 147 - En el centro de la ciudad, en las cercanías del palacio y también en parte de su anterior territorio fueron construidas las residencias de la aristocracia y de los funcionarios del palacio. Actualmente, en Cnosos se descubrieron muchos restos de casas construidas en la primera mitad del ii milenio. Su estudio muestra que la aristocracia de Cnosos construía sus casas de varios pisos, a veces con sótano. Algunos edificios tenían espacios libres entre sí. Las ventanas a menudo se distribuían en los pisos altos de la casa, y de vez en cuando en los inferiores. La casa se construía con grandes y pequeñas piedras con solución de arcilla. En el interior, las paredes estaban recubiertas de estuco coloreado. Fueron encontradas varias de color rojo. Las casas de los pobres eran pequeñas, de un solo piso y de trazado simple. Otras ciudades cretenses, como Tilisos, Gurnia, Festos, tenían rasgos comunes con Cnosos. También en ellas las casas privadas de los ricos estaban construidas en forma parecida: la entrada se hacía a través de los claros entre casa y casa, en los pisos bajos estaban las salas de recepción y el santuario familiar, en los pisos superiores las habitaciones privadas. Las calles de la ciudad estaban empedradas y sus diferentes niveles estaban a menudo salvados con peldaños. Como en Cnosos, en el centro de otras ciudades de Creta se elevaban edificios que eran probablemente residencia de las autoridades de la ciudad. Al costado se encontraba la plaza de espectáculos, de forma rectangular, con escaleras que llevaban hacia ella. Existían también poblaciones más pequeñas, especialmente en el siglo xv al xiv. A mediados del ii milenio, el estado sanitario de las ciudades cretenses era bastante bueno. El sistema de cloacas aseguraba en ellas la limpieza. Por tubos de cerámica, el agua de los depósitos, pozos y fuentes llegaba a las viviendas. Un admirable monumento de la cultura cretense era el palacio de Cnosos, al cual los griegos llamaron «Laberinto». El plan general de los palacios cretenses recuerda fuertemente a los palacios hititas de Hattusa (actual Bogazköy), que corresponde a la primera mitad del ii milenio a. C. Los palacios de los reyes hititas, a semejanza de los palacios cretenses, ocupaban también amplias superficies y desempeñaban el mismo papel: en ellos había locales para depósitos donde guardaban las provisiones y artículos de artesanía, los tesoros del rey y archivos de tabletas de arcilla. El palacio de Cnosos se desarrolló como resultado de muchos siglos de actividad arquitectónica de los cretenses. La construcción de los palacios corresponde a las cercanías del siglo xxi. En el transcurso de su larga historia, el de Cnosos más de una vez fue destruido y reconstruido. Después de la destrucción que tuvo lugar en los límites del siglo xv al xiv, ya no se volvió a reconstruir de verdad, y fueron habitados sólo algunos sectores. En la actualidad permanece intacto únicamente un piso bajo. Es necesario señalar lo relativo de la fidelidad de las reproducciones en la reconstrucción de los monumentos originales, reproducciones que no pueden ser miradas como exactas, por los convencionalismos de todo género, tanto en lo tocante a la arquitectura como a las pinturas del palacio. El palacio de Cnosos está constituido por estancias de recepción, habitaciones privadas, depósitos de productos domésticos y talleres. Su planificación, como la de otros palacios descubiertos en Creta, se distingue por su extraordinaria sencillez y, al mismo tiempo, por la abundancia de locales. Por ejemplo, en la parte occidental del palacio de Cnosos existen 18 depósitos situados a lo largo de un corredor, lo cual permitía conservar en un mismo lugar las grandes reservas de artículos de artesanía y productos rurales. El enorme cuerpo del palacio ocupaba un terreno de alrededor de 16.000 metros cuadrados. Su centro era el patio principal, de forma rectangular, que ocupaba la mitad del cuerpo arquitectónico a lo largo y un tercio a lo ancho. Estaba vinculado al conjunto de grandes y pequeñas habitaciones del palacio y servía para iluminarlas. El mismo papel lo representaban otros patios. En el palacio de Cnosos predominaban las habitaciones rectangulares, lo cual era, en general, la característica de las construcciones cretenses. En las salas de los palacios de Creta se utilizaban ampliamente pilares en forma de columna que se estrechaban hacia abajo y sostenían los cielos rasos y los descansos de las escaleras. El palacio de Cnosos tenía tres y, según la opinión de algunos científicos, hasta cuatro pisos. En el piso bajo se encontraban los talleres reales y los enormes depósitos con productos destinados al consumo y posiblemente para la Historia de la antigua Grecia I - 42 de 147 - cretenses guardaban siempre un orden en la distribución de los signos. Por ejemplo, la cifra 7 la representaban así: y no ; 5 solamente ; etc. También las decenas se representaban de acuerdo con un esquema definido; por ejemplo: 40, ; 70, ; etc. El arte cretense La época del surgimiento y florecimiento del Estado en Creta fue acompañada por un extraordinario ascenso del arte cretense, representado por gran cantidad de obras arquitectónicas y decorativas. El arte cretense era peculiar y se diferencia del arte contemporáneo de otros pueblos del mundo antiguo. Los cretenses no construyeron, como los egipcios, grandiosos templos y pirámides. Sus principales creaciones de arquitectura eran palacios y viviendas, que testimonian el carácter más gentil de toda la cultura cretense. No crearon colosales estatuas de muchos dioses y jefes divinizados. Su arte representativo sirvió predominantemente para adornar las viviendas y diferentes, y habitualmente suntuosos, objetos de uso doméstico. Esto no podía dejar de reflejarse del más favorable modo en el desarrollo de la cultura artística. El arte cretense dependió en mucha menor medida de los cánones religiosos, que ponían freno al arte egipcio, y su fantasía creadora podía expresarse con mayor libertad. Fácil y directamente reflejaba la naturaleza que lo rodeaba. En la cultura cretense en general no se nota tan acentuada influencia de la casta sacerdotal como en Egipto. Los artistas de la primera mitad del ii milenio crearon no solamente admirables ornamentaciones, sino que representaron escenas de la vida corriente y ceremonias del culto que se distinguen por su forma viva, su aguda observación y el virtuosismo técnico, extraordinario para aquel tiempo. En los siglos xvi-xv, es decir, en la última época de la potencia cretense (el posminoico del esquema cronológico de Evans), se pueden notar algunos rasgos determinados, por lo visto, por la diferenciación de las capas de la sociedad cretense. Tenemos en cuenta la aparición del, sui generis, «arte de palacio». Su rasgo característico era la estilización, la transición en los motivos ornamentales hacia la consideración de la naturaleza viva. En el tiempo del florecimiento de su arte, los cretenses prestaron mucha atención a los adornos murales. En los siglos xix y xviii las paredes de los palacios y de las casas de los cretenses ricos se adornaron con tablillas de loza con relieves representativos y con relieves coloreados en estuco. Como ejemplo de estos últimos puede servir el conocido relieve del «rey- sacerdote», de Cnosos. Representan un joven esbelto, de talle fino y musculatura bien desarrollada, vestido con un delantal ricamente adornado, que rodea su cadera, y con una toca de vivos colores en su cabeza, que cuelga hacia atrás. En el siglo xvii la pintura —frescos—desplaza al relieve. Los temas de los frescos tienen carácter ritual y mundano, extraordinariamente diferente. La maestría de los artistas cretenses aparece particularmente en la representación de la naturaleza viva. Sin embargo, con el transcurso del tiempo, la aguda observación del mundo circundante se debilita, aparecen representaciones artísticas estándar, más abstractas y de carácter decorativo. Esta salida de la realidad hacia lo convencional se siente con fuerza en Cnosos. Una muestra de fresco de la época del «arte de palacio» es el llamado «fresco de las sillas plegadizas», en las paredes del santuario de Cnosos. El fresco consiste en dos franjas de dibujos, en que se utilizan los tonos azules, amarillos y rojo ladrillo. Las figuras aquí representadas en iguales tipos estilísticos son parejas de jóvenes y doncellas sentadas en sillas y que se sirven mutuamente recipientes. Esto tenía probablemente significación ritual. Parte de esta composición es la muy conocida representación de la doncella («Parisina») con cabellos peinados magistralmente y vestido azul y granate, de cuello plegado. En los últimos siglos anteriores a la caída de Cnosos, en las paredes del palacio se hicieron muchas nuevas pinturas en las cuales muy a menudo se representaron juegos con toros. Los V. V. Struve - 45 de 147 - artistas cretenses grabaron diferentes momentos de este juego, que exigía gran destreza y audacia. El estilo palaciego del siglo xv aparece principalmente en Cnosos. En todas las ciudades de Creta se conservan viejas tradiciones en el arte representativo de la naturaleza viva. Es interesante observar que los dibujos de las paredes en los centros secundarios de Creta representan sólo animales; no se encuentra en ellos la figura humana. Pueden servir de ejemplo los conocidos frescos del palacio de Hagia-Tríada. La escultura monumental, al parecer, no jugó un gran papel en el arte cretense. Mayor significación tenía la pequeña escultura. A la época del florecimiento del Estado cretense pertenecen las estatuillas de loza de diosas, con serpientes en las manos, vestidas con suntuosas prendas, que dejan los pechos al desnudo. De loza se hacían también imágenes con relieves de un solo lado, que representaban escenas vivas; por ejemplo, representaciones de vacas y terneros, cabras y cabritos. Un lugar especial en el arte aplicado lo ocuparon los dibujos en cerámica. En el iii milenio a. C., las pinturas de recipientes se limitaban a dibujos geométricos; en el ii milenio los dibujos eran múltiples. Se representaban con líneas multicolores, espirales, pétalos y rosetas; habitualmente se hacían diferentes motivos vegetales y animales predominantemente marítimos (pulpos, moluscos, peces). Los dibujos en cerámica en el período de desarrollo del estilo palaciego presentan las huellas de una exquisita estilización. Alrededor del 1600 al 1400 a. C., alcanzó significativo desarrollo en Creta la talla artística en piedra, acerca de la cual testimonian muchos grabados, y también recipientes de piedra con representaciones en relieve de diferentes escenas de la vida campesina, en las casas, en el palacio y otras. Aunque la vida diaria de los nobles se diferencia marcadamente de la existencia del pueblo simple, se puede pensar que en todos sus trabajos los maestros cretenses siguieron las tradiciones populares del arte cretense. Esto llevó a un avance de los oficios artísticos de Creta. Después de la destrucción del Estado cretense y el aniquilamiento de una parte importante de su población, las formas artísticas, creadas en el siglo anterior, en parte cambiaron bruscamente, en parte degeneraron gradualmente y perdieron su contenido inicial. La religión cretense La visión religiosa cretense en el período analizado sufrió un cambio extraordinario. En el iii milenio la representación religiosa de los habitantes de Creta era muy primitiva. El totemismo (respecto a animales y plantas) y los cultos de la divinidad femenina y de los antepasados, del período anterior a la época del matriarcado, constituían la base de su religión. Y en el ii milenio el culto de la divinidad femenina era todavía el principal entre los cretenses. La gran diosa (cuyo nombre en la lectura de las inscripciones es aún desconocido) recibía culto de diferentes modos. Ante todo, era diosa de la naturaleza y así se la consagraba en muchos santuarios de cavernas montañosas (en los montes Iuctas, Ida y otros). En algunas cavernas (por ejemplo, en la de Pesixto) servía para el culto local de manera interrumpida en el iii, ii y i milenios. Los árboles sagrados o las ramas eran atributos de la diosa. Al parecer, en muchos templos campesinos había altares y grupos de árboles sagrados. Los monumentos del arte cretense conservan dibujos que representan plantaciones y riego de estos árboles. Con el culto de los dioses de la naturaleza estaban vinculados los pájaros, sobre todo las palomas. Se inclinaban a representarlas en danzas rituales que tenían carácter orgiástico. En los santuarios palaciegos y hogareños, a menudo se encuentran representaciones de la divinidad femenina, cuyo principal atributo era la serpiente. Cabe suponer que el culto de la diosa de la serpiente alcanzó particular difusión entre los nobles cretenses en el último siglo de la existencia de su Estado. Admirables figuras de esta divinidad, en loza y en marfil con adornos de oro, encontradas en los palacios, se diferencian agudamente de las toscas y acampanadas figuras de arcilla halladas en los santuarios de las casas de los pobres. A la gran diosa se la consideraba como la reina de las fieras. Habitualmente se la representaba con esbelta figura, bellas vestimentas y el pecho desnudo; a los pies, dos leones que miran a su soberana. En las gemas de Cnosos ella aparece como cazadora que derrota a los Historia de la antigua Grecia I - 46 de 147 - jabalíes, y equivale al arquetipo griego de Artemisa. Era la diosa de la naturaleza y de la tierra; y al parecer la diosa del mundo subterráneo. Junto a ella, en el panteón cretense, se encuentra un dios masculino, que también era considerado la personificación de la fuerza de la naturaleza. La representación de la doble hacha era el símbolo de este dios del cielo y del trueno, extraordinariamente frecuente en Creta. Ambos dioses eran dibujados en los vasos y grabados en las columnas de los palacios. Gran número de representaciones de metal y piedra fueron encontradas en casas y palacios de Creta. También se los colocaba en las tumbas. Según parece, hacia mediados del ii milenio a. C. adquirió significación en Creta la honra del dios en forma de hombre-toro. Posteriormente, los griegos le llamaron Minotauro. Probablemente en el tiempo de la aparición de la agricultura de arado, el antiguo culto totémico recibió nueva significación y se vinculó con el dios masculino. En el culto del dios-toro se introdujeron juegos con toros, cuya representación fue también muy frecuente en el arte de Creta. Los cretenses reverenciaban a dioses secundarios, menos significativos, como protectores de diferentes ramas de la producción artesanal. B. L. Bogaievski mostró cómo los puntos de vista religiosos de los alfareros cretenses estaban relacionados con las profesiones de los mismos; existían cultos a dioses particulares protectores del oficio del alfarero. Los dioses de los cretenses aparecen siempre como antropomórficos. En Creta casi no existían semidioses, semianimales, como en Egipto o en el Asia Menor. Zoomórficos eran sólo los demonios, de esencia inferior comparados con los dioses, y jugaban un papel menor en la religión cretense del ii milenio a. C. El mundo de ultratumba estaba relacionado para los cretenses con la idea de una existencia ultraterrena. A los difuntos se les proveía de armas y utensilios y se les levantaban construcciones fúnebres. En honor de los dioses se sacrificaban animales, toros y cabras; junto con el difunto se ponían figuras de toros. El ritual fúnebre se representaba muy cuidadosamente en los sarcófagos de arcilla de Hagia-Tríada, que pertenecen al siglo xiv o al siglo xiii a. C. Se exponían en ellos escenas de marchas fúnebres, sacrificios y libaciones dedicados a los dioses, conducción del muerto a la tumba. Esta pintura, así como la arquitectura de algunas cámaras fúnebres cretenses (tumba del rey-sacerdote en Camo, tumba del rey en Isopate), muestra algún parecido con el culto de los muertos de los egipcios. Las ceremonias religiosas de los cretenses, a juzgar por las representaciones que se conservan, se distinguían por su gran diversidad. Se puede suponer que consistían en danzas, canciones, procesiones solemnes semejantes a la marcha de los que recogen el olivo en la escena que aparece en un jarrón de esteatita de Hagia-Tríada, holocaustos en los santuarios públicos y privados. A juzgar por las inscripciones de Cnosos, en algunas fiestas se sacrificaban decenas de animales. En las ceremonias religiosas de los cretenses, el papel dominante característico lo desempeñaba la mujer, que se ocupaba de las actividades del culto. La representación de los hombres raramente aparece en las escenas del culto, por lo demás sólo en los más tardíos. Como se señaló antes, se nota en Creta la ausencia de templos monumentales. Solamente en Gurnia se descubrieron pequeños templos. A menudo los santuarios cretenses se encuentran en pequeños cuartos dedicados a un solo culto o dos. En Cnosos, al lado de depósitos, talleres y habitaciones, una serie de cuartos estaban destinados a los cultos rituales. En las casas de las capas medias de la población había, a juzgar por lo hallado en las excavaciones, santuarios domésticos que contenían imágenes divinas y mesas de sacrificio, vajilla sagrada, cuernos sagrados, dobles hachas, etc. La religión minoica muestra algunos rasgos parecidos con la religión de los hititas de la Mesopotamia y Egipto, lo que se explica por el desarrollo parecido de estos pueblos, así como por los vínculos culturales, desde hacía mucho existentes entre ellos. La cultura cretense y las representaciones religiosas ejercieron indudable influencia en la cultura de los que posteriormente habitaron Grecia. El recuerdo de la época del florecimiento de Creta encontró su reflejo en muchos mitos griegos, en la época homérica y en las tradiciones históricas. En la cultura de los griegos del i milenio a. C. se encuentra una serie de rasgos V. V. Struve - 47 de 147 - probablemente en el siglo xvii a. C. La necesidad de tales construcciones y de tan altos muros y torres fue debida, según parece, a ininterrumpidas guerras. Al construirse los muros, el área de la ciudad fue ampliada por medio de terrazas artificiales, distribuidas alrededor de la colina. Los admirables modos de colocación de los bloques en los muros de las fortalezas y las casas de piedras talladas y los muchos artículos de artesanía, de metal, de arcilla, etc., hablan del alto desarrollo de la economía de la sociedad troyana al mediar el ii milenio a. C. Los monumentos de la cultura material testimonian acerca de la considerable estratificación patrimonial de la población de la Troya de esta época. Responden plenamente al cuadro de la sociedad troyana reflejada en la Ilíada: el pueblo que vivía aún en comunidad gobernado por los basileis poseía numerosos rebaños. La esclavitud tenía un carácter patriarcal y era la fuente complementaria de la riqueza del basileus, constituida también por diferentes y ricos utensilios, armas, piedras preciosas, etcétera. La población de Troya del siglo xvii al xii a. C. mantenía activas relaciones con los pueblos del mundo egeo. En la capa llamada por los arqueólogos sexta Troya fueron encontrados objetos del Peloponeso y de las islas del mar Egeo. La vajilla utilizada por los troyanos, denominada minoica, fue a menudo hallada en las regiones de difusión de la cultura micénica. El vínculo de Troya con el norte de la península balcánica se extendió hasta muy lejos. Se ha encontrado en Moldavia el Tesoro de Borodín, conteniendo artículos troyanos de la época de la sexta ciudad. Cerca del mismo, en el sur de la URSS, fueron hallados otros artículos que provenían de la sexta Troya. Un terremoto, hacia mediados del siglo xiv a. C., destruyó esta ciudad. La población de la séptima ciudad, la denominada arqueológicamente Troya VII, tuvo que vérselas con la gran potencia de los hititas. Es posible que jefes militares troyanos reconocieran el poder del rey hitita (los troyanos participaron en la campaña de los hititas contra Egipto, que terminó con la derrota de los egipcios en Kadesch, en Siria, en 1288 a. C.). En el límite del siglo xiii al xii a. C., Troya ardió. El incendio y la destrucción de la ciudad se produjeron, por lo visto, a consecuencia de una invasión enemiga, de las cuales es tan rica su historia. Como ya hemos dicho, la tradición antigua considera culpables de esta destrucción a los aqueos. Dadas las fuentes con que contamos, es difícil afirmar si fueron o no los aqueos. Es posible suponer que las tradiciones griegas acerca de la guerra de los troyanos con los aqueos se basan en acontecimientos reales. La campaña de Peleo contra Laomedonte, rey de Troya, y la siguiente guerra de los hijos de ambos, Aquiles y Príamo, podían ser el recuerdo de las reiteradas expediciones de los aqueos contra el reino de Troya. En nuestro tiempo han aparecido nuevos datos que testimonian acerca de la penetración de los aqueos, en el siglo xv a. C., en las costas del Asia Menor. La población local de Anatolia, en el territorio de lo que luego sería Mileto, presenta vestigios de la cultura micénica. Los aqueos tendieron, probablemente, a poblar también otros lugares de la costa del Asia Menor. Los documentos hititas hablan acerca del ataque de los aqueos en Caria, de las devastaciones que los mismos llevaron a cabo en Chipre, en la segunda mitad del siglo xiii a. C. Es posible que Troya fuera destruida por los aqueos en los tiempos de dichas campañas, en el noroeste de la costa del Asia Menor. En el período del siglo xi al x a. C. llegó a la Tróade una nueva ola migratoria desde Tracia, testimoniada por los objetos de origen tracio hallados en el área de la Troya de aquel entonces. Acerca de las migraciones de los micenios de la península balcánica al Asia Menor hablan elocuentemente los nombres geográficos (Misia en el Asia Menor, y Mesia en los Balcanes). Estas migraciones de las tribus tracias las menciona también Herodoto (VII, 20), aunque, de acuerdo con su versión, los micenios y los teucros del Asia Menor se trasladaron a través del Bósforo y sometieron a Tracia. 5. Micenas Historia de la antigua Grecia I - 50 de 147 - Uno de los más grandes centros de elevada cultura que se extendió en el territorio de la Grecia continental del siglo xvii al xiii antes de nuestra era fue Micenas. Las tradiciones griegas hablan acerca de su riqueza y poder. Hornero la llamaba «abundante en oro». Micenas se encontraba en el Peloponeso, en la Argólida. Esta región no casualmente es llamada en la Ilíada «Argos la muy sedienta». Está rodeada por cadenas montañosas que se cruzan en algunos lugares con llanuras onduladas, las cuales se consideran las más secas y estériles de todo el Peloponeso. El río más importante de la región es el Inaco, que nace en las montañas y atraviesa la Argólida de oeste a sudeste; se nutre principalmente por la caída de las lluvias en las montañas, y en el verano se seca por completo. Otras corrientes fluviales son todavía más pobres en agua. En tales condiciones, en la Argólida, salvo puntos aislados que tienen tierras fértiles, sólo en una región es posible ocuparse con cierto éxito de la agricultura. Se trata de la planicie situada en la parte sudeste, que penetra hacia las orillas del golfo de Argólida. Aquí se encontraban las más antiguas ciudades de la Argólida: Argos, Tirinto y Micenas, distante esta última 18 kilómetros de la costa. Las ruinas de la ciudad de Micenas están situadas en una colina de 278 metros de altura sobre el nivel del mar, entre dos mesetas. La colina está rodeada por profundas barrancas rocosas. Estratégicamente, la ubicación de Micenas era extraordinariamente ventajosa, ya que la colina domina toda la comarca circundante. Al mismo tiempo estaba bien defendida de las invasiones de los enemigos por la misma naturaleza. La situación de Micenas era ventajosa en el sentido de que a través de estos lugares pasaban los antiguos caminos que unían la costa del sur de la Argólida con su parte septentrional y con el istmo. Antes de las excavaciones eran conocidas las ruinas de la ciudad que se conservaban en la superficie. Las ruinas de las murallas que rodeaban antiguamente la acrópolis micénica sorprendían ya en la antigüedad por su estructura ciclópea. Se encuentra en ese lugar la llamada «puerta de los leones»; dos pilastras colosales que tienen por dintel un grueso bloque sobre el cual hay esculpida una columna que se ensancha en la parte superior y a cuyos lados hay dos leones en postura heráldica. Aún antes de las excavaciones se conoció una construcción en forma de cúpula, denominada Tesoro (depósito de cosas preciosas) del rey Atreo. El primero en comenzar las excavaciones en Micenas, en 1874, fue Schliemann. Como resultado de estas excavaciones y de las investigaciones arqueológicas realizadas en años posteriores en la Grecia continental, se descubrió una serie de monumentos del mismo tipo que los micénicos, y a toda esta cultura, sólidamente establecida, se la denomina micénica. Las construcciones funerarias en Micenas La población de la colina de Micenas surgió, al parecer, a comienzos del ii milenio a. C. La cerámica del período más antiguo no fue hallada. Es difícil decir qué es lo que representaba en su principio esta población y si poseía muros de defensa en los primeros siglos de su existencia. La fortaleza, el llamado palacio y otros monumentos más antiguos de la construcción de Micenas se remontan a finales del siglo xv y al siglo xiv a. C. En la pendiente occidental de la colina, en los límites de las posteriores fortalezas micénicas, pero evidentemente en los extramuros, si es que, en general, existieron, fueron descubiertas por Schliemann seis tumbas que datan de finales del siglo xvii y la primera mitad del siglo xvi: las llamadas catacumbas. Ellas representan criptas funerarias talladas en la roca, fosas que tenían forma rectangular. Durante largo tiempo las tumbas fueron consideradas antiguas construcciones de la época micénica. Sin embargo, en 1951-53, en Micenas, en la meseta rodeada por muros ciclópeos (diámetro de los sillares, 28 metros), fueron cubiertas y excavadas otras 24 tumbas que datan igualmente del siglo xvii al xvi. Por su tipo, estas tumbas están muy cerca de las catacumbas descubiertas por Schliemann. Cada una de ellas representa un profundo hueco rectangular en la roca básica del terreno. En la parte superior de los sepulcros fueron descubiertos bloques de piedras, fijados sobre vigas y cubiertos de tierra. En cada nueva inhumación la tumba se abría desde arriba, se hacía descender el cadáver y los restos del anterior se ponían a un lado para dar lugar al nuevo, después de lo cual el sepulcro se cubría nuevamente. V. V. Struve - 51 de 147 - En el terraplén, sobre las tumbas, fueron descubiertas lápidas lisas y cubiertas de ornamentos en espiral y con relieves, cuyo número y situación coinciden con el número y situación de los inhumados. Algunas tumbas contienen un solo esqueleto, otras hasta cuatro. Hay lápidas sobre las tumbas masculinas, en medio de un espacio rodeado de ornamentos espirales en el que se contenía la representación de los mismos muertos con sus armas y sus carros. Por desgracia, la mayor parte de estas lápidas está muy deteriorada y se conservaron de ellas sólo fragmentos. En una lápida, conservada íntegramente, de las excavaciones de 1952, está la representación de la caza de toros salvajes; en otra, el desarrollo en diversos cuadros, enmarcados por espirales, de un combate de dos leones parados sobre sus patas traseras; es decir, motivos parecidos al relieve de la puerta de los Leones. En la mayoría de las catacumbas, el inventario fúnebre se distingue por su relativa sencillez. En cambio, otras, por la cantidad de valores que en ellas se descubrió, no pueden ser comparadas con ninguna de las tumbas descubiertas en el territorio de la antigua Grecia. En calidad de ejemplo se puede señalar, aunque se trate de una de las tumbas descubiertas por Schliemann, una donde se encontraron hasta 870 pequeños objetos hechos en gran parte con oro, entre ellos diademas y cadenitas, copas de plata y oro cubiertas con relieves, gruesas placas de baúles ornamentados, espadas y puñales admirablemente trabajados, sortijas, artículos de marfil, de vidrio, de loza, de cristal de roca, vasos de alabastro, muchos pendientes y placas de oro en forma de hojas de árboles, flores, mariposas, esfinges y animales marinos, piedras preciosas, etc. Entre los hallazgos hay gran cantidad de diferentes cerámicas, a menudo recipientes que contenían alimentos para los muertos, lo que testimonia el desarrollo del culto de los muertos. La gran mayoría de las cosas de metal encontradas son en estilo y técnica muy cercanas a las cretenses. La influencia de Creta en la cultura micénica no puede ofrecer en este caso ninguna duda. Acerca de los muchos recipientes metálicos y gemas, no es posible saber con exactitud si están hechos en la Argólida o importados desde Creta, hasta tal punto son parecidos los de uno y otro lugar. Tales son, por ejemplo, las admirables copas en forma de cabeza de toro con astas doradas, hechas en el mejor estilo de los maestros cretenses en la época del florecimiento del arte de la isla. Parte de estos objetos son, sin duda, importados, en primer lugar los de materiales que no existían en la Argólida, como pueden ser piedras preciosas traídas del norte, un huevo de avestruz, etc., todos ellos con los nombres grabados de faraones egipcios del Nuevo Imperio. Entre los muchos objetos que según todos los indicios fueron hechos en las poblaciones micénicas, la mayor parte de la labor local puede reconocerse por el tema representado. A diferencia de Creta, predominan aquí los motivos guerreros y cinegéticos, utilizados incluso en los adornos femeninos. Tales, por ejemplo, los anillos de oro hallados en la cuarta tumba descubierta por Schliemann. En una de las representaciones, un guerrero se bate con dos enemigos que lo atacan; en otra hay una escena de caza: el cazador, en un carro de guerra, tiende el arco para cazar un ciervo. El modo de tratar las vestimentas y el ornamento en estas representaciones es absolutamente no cretense, aunque en el sentido técnico del grabado fueron utilizadas las mejores técnicas cretenses. Todavía más característica es en este sentido la escena del asalto a una fortaleza, representada en un recipiente de plata de la misma época. Creta no conocía en absoluto fortalezas del tipo que allí se muestra. Este tema corresponde a la campaña del rey de Micenas en las costas del Asia Menor, aunque la técnica del trabajo en vasos sea cretense. En otros casos la imitación de la técnica y del estilo es menos lograda; representa el alejamiento consciente de los modelos cretenses. De esto dan testimonio los pequeños adornos de oro con forma de figuras de animales, hechos a la manera cretense, y también los encuentros entre bestias grabados en placas de baúles. De este modo, la originalidad de los micenios no se agota bajo la fuerte presión de la cultura cretense. Esta originalidad se manifiesta no sólo en la predilección por los temas guerreros y cinegéticos, sino también en la total ausencia de las escenas del culto y de la vida palaciega, tan predilectas de las representaciones cretenses. Son muy originales las armas representadas en gran cantidad en algunos trabajos con ricos ornamentos. La técnica es en este caso también cercana a la cretense, pero las formas de las espadas y los puñales micénicos son otras y las medidas mayores. Historia de la antigua Grecia I - 52 de 147 - Tesalia y en otros lugares. El contenido de estas tumbas fue saqueado hace ya largo tiempo. Afortunada excepción la constituyen una tumba en cúpula en Bafia, en el territorio de Laconia, cerca de la antigua Amiclea, y otra en Midia, en la parte central de la Argólida. La de Bafia data de principios del siglo xv y representa la tumba de un guerrero de la aristocracia micénica. Allí se conserva un rico acervo fúnebre: considerable cantidad de diferentes clases de adornos, artículos de tocador, armas y recipientes ricamente ornamentados, destinados estos últimos sobre todo al vino. De todas estas cosas merece particular atención un anillo de hierro: se trata del primer hallazgo de hierro de la época creto-micénica. La presencia del anillo hallado en el dedo de un esqueleto, junto con otros dos anillos de oro y bronce, muestran que el hierro comenzaba a usarse, y por su valor se igualaba con los objetos de oro. Entre otros hallazgos se encuentran copas de oro con representaciones de toros, gargantilla de doble cadena adornada con 80 amatistas, brazaletes construidos con gemas. Casi todas estas cosas, particularmente los objetos de tocador y de adorno, son de puro estilo y técnica cretense. El peso específico de las armas en el conjunto de los otros objetos es relativamente pequeño, especialmente si se lo compara con el contenido de los sepulcros de las catacumbas. La tumba de Midia llegó a nosotros en condiciones considerablemente peores, ya que en la antigüedad fue saqueada. Con todo, en el piso se encontraron pequeños objetos, aunque escasos. La inspección de la sala fúnebre condujo a descubrir las huellas de dos fosos, en los cuales fueron descubiertas intactas tumbas de dos mujeres y de dos hombres. El contenido de estas tumbas resultó estar también construido por adornos y recipientes valiosos. En una copa de oro se representa el mar. En otra, de plata, la caza del ciervo y toros que corren. Las cabezas estilizadas de cinco toros adornan una copa de plata con revestimientos de oro, encontrada junto a un esqueleto femenino. Entre los adornos hay grandes gemas, cuatro anillos de hierro, cobre, plomo y plata, cadenas de oro con 36 rosetas, con gran cantidad de pequeños adornos de marfil, bronce, loza, vidrio, y también cáscaras de huevo de avestruz. Fueron descubiertas armas: cuatro espadas, cuchillos y puntas de lanza, las espadas de tamaño considerablemente menor y más livianas que en las catacumbas. Este nuevo tipo de arma se acerca más al modelo cretense que las armas del siglo xvi. Todos los objetos enumerados datan de la segunda mitad de finales del siglo xv. También se revela la gran influencia de la técnica y del estilo cretense. La influencia cultural de Creta encontró su reflejo en el arte representativo de aquel tiempo. Los temas guerreros y cinegéticos, tan característicos para la primera mitad del siglo xvi, fueron sustituidos por escenas del culto, juegos de toros, rondas y otras representaciones muy conocidas en los monumentos de Creta. A diferencia del período más antiguo, estas particularidades del arte pueden observarse ahora en toda la Grecia continental y en las islas, por cuanto así lo permite el material arqueológico de que se dispone. Se crea la impresión de una definida unidad estilista cultural, procedente de centros comunes para todo este territorio. La aparición de muchas imitaciones de los recipientes cretenses del estilo «palaciego» demuestra que la cerámica micénica no evitó la influencia de la cultura cretense, aunque ésta se percibe en mucho menor grado. En las formas de los recipientes locales y en el carácter de su fabricación y ornamentación se continúa conservando el tono local. Más aun; la aparición de vasos micénicos en Creta habla de la influencia del estilo micénico sobre la cerámica cretense. Este proceso se puede seguir no solamente en las cerámicas. Los frescos de Cnosos, que datan de la segunda mitad del siglo xv, tienen mayor semejanza con los frescos de Micenas y de Tirinto que Festos y Hagia-Tríada. Lo mismo se puede decir del palacio de Cnosos, que por las alas del trono, por su planificación y medida, adquiere cierta semejanza con los palacios de la Grecia continental. De lo referente a la escritura hablaremos más adelante. El local principal, que ocupó el lugar central del edificio micénico, y las cámaras fúnebres con el dromos y las tumbas en cúpula, no tenían analogía con Creta. Si tumbas de tal tipo aparecen del siglo xvi al xiii a. C., al compararlas con las tumbas de la Hélade, se descubre con claridad la imitación. De este modo, la segunda mitad del siglo xvi al xv a. C. indica el punto culminante de la influencia cultural de Creta. La influencia mutua entre ésta y la Grecia occidental conserva en cierta medida el carácter bilateral. Posteriormente, y en directa vinculación con la catástrofe que provocó hacia finales del siglo xv la definitiva destrucción de los palacios y la decadencia de la cultura cretense, el proceso se debilitó. Pero toda la cultura cretense continuó influenciando en el continente. Es interesante destacar que cuando el arte de Creta entra en el período de su decadencia, en el continente se V. V. Struve - 55 de 147 - conservan todavía largo tiempo sus formas jóvenes y sanas, hasta que, al final, el llamado estilo palaciego —la última creación de la cultura cretense (siglos xiv, xiii y xii)—no alcanza un completo predominio. Por otra parte, esto concierne tan sólo a los artículos de metal, marfil y loza, a las piedras talladas y parcialmente a la cerámica. El arte de la construcción continúa desarrollándose en la península balcánica por camino propio. Correspondiente al siglo xiv a. C., la llamada tumba o Tesoro de Atreo es de grandiosa construcción, de técnica extraordinariamente perfecta. Las paredes internas y del dromos están revestidas de loza de forma regular. Los dinteles de las puertas internas están recubiertos por relieves y adornos de bronce. Si se compara estas construcciones colmeniformes con sus semejantes del siglo xvi a. C., resulta claro qué considerables cambios sufrió en su desarrollo esta específica forma arquitectónica micénica. Arquitectura de fortalezas y palacios A los siglos xvi y xviii a. C. corresponden todos los monumentos arquitectónicos que conocemos de palacios y fortalezas. La más interesante de estas construcciones está representada por una fortaleza y un palacio micénicos. La fortaleza es contemporánea y vecina de la tumba en cúpula de Atreo. Puede ser que el mismo basileus micénico que construyó para sí aquel lujoso sepulcro fuese también el que construyó las grandiosas murallas y torres micénicas. El ancho de sus paredes alcanzaba a seis metros y estaban hechas con piedras de tamaño enorme. La altura inicial de estas murallas no se logró establecer, puesto que solamente se conservó la parte inferior, que cabe pensar que guardaba proporción con la parte que ha quedado. La puerta norte de la fortaleza es conocida como la Puerta de los Leones. Este es uno de los más admirables monumentos heráldicos de todos los tiempos, puramente minoico por su técnica, y completamente nada minoico por lo monumental. Las cabezas de ambos leones están rotas. Por lo visto, miraban amenazadoramente hacia abajo a los que entraban a la fortaleza. Debajo de los leones y del bloque transversal se encontraba la gran puerta de dos hojas. Las huellas que se han conservado fuerzan a suponer la existencia de por lo menos dos sistemas sucesivos de cerrojos. A través de la Puerta de los Leones, un camino conduce a una plataforma rodeada por ruinas de construcciones aisladas. Ahí está el palacio micénico con todos sus locales, viviendas y depósitos, y hacia el centro de este conjunto de construcciones una escalera mal conservada que daba a una terraza tallada en la roca. El ámbito principal es una sala con cuatro columnas y hogar en el medio. Con él lindan cuartos contiguos y el patio, bajo el cual se conserva el dispositivo sanitario. Se logró descubrir también un acueducto subterráneo que conducía desde la fuente de la fortaleza, situada en lo alto, hasta la cisterna secreta, que se encontraba al costado de los muros de la fortaleza. Desde la cisterna, un pasillo, también secreto, conducía hacia el interior de la fortaleza. Desde luego, semejantes medidas de precaución se habían tomado para el caso de sitio. En las partes internas de las paredes que se conservaban existen considerables fragmentos de frescos, cuya técnica se aproxima a la cretense, o bien, como ya se señaló, los frescos cretenses de este período recuerdan a los micénicos. En los temas de los frescos, lo mismo que en los de ciento cincuenta años antes, predominan los motivos locales. En los frescos se representa predominantemente escenas bélicas: el arma guerrera, la vida de campamento, el enganche de los caballos a los carros de guerra, el encuentro de dos veloces carros uno contra otro, el asalto a la ciudad, con figuras de atacantes y de guerreros que caen de los muros e imágenes de mujeres que observan desde un costado el desarrollo de la batalla, el palacio de varios pisos con mujeres que observan desde las ventanas. Hacia el norte de estas construcciones hay un grupo de locales con fuertes muros. Se los define como cuarteles, almacenes de abastecimientos y locales destinados a otros menesteres económicos. Cerca de los mismos pasa la muralla septentrional, con una segunda puerta. Su construcción recuerda a la primera, pero el tamaño es más reducido y sin ningún escudo o representación. A quince kilómetros de distancia de la fortaleza micénica y a muy poca distancia de la orilla del mar, en Tirinto, se encuentra el segundo monumento de este tipo de arquitectura. Esta población está cercada también por fuertes muros hechos con gruesos bloques de piedra sin labrar. Historia de la antigua Grecia I - 56 de 147 - En el centro se encuentra el palacio, cuya parte principal constituye la gran sala (megarón), cuyas paredes estaban estucadas y pintadas al fresco; el centro lo ocupa un fogón redondo alrededor del cual se elevan cuatro columnas, que se ensanchan hacia lo alto como las columnas cretenses. A los lados del fogón, en los pisos superiores e inferiores, se encuentran diferentes locales destinados a los guerreros del rey y a sus parientes, así como para las provisiones. En caso de peligro, semejante palacio era refugio seguro, donde podían protegerse sus habitantes y la población de los alrededores. Todo este conjunto de construcciones, dividido por patios, estaba orgánicamente vinculado con las murallas de defensa. El área ocupada por la fortaleza de Tirinto era algo menor que la de Micenas. En los muros internos de la sala central, de la misma manera que en Micenas, se encontraron fragmentos de los frescos. Están representados guerreros en excursiones con carros, escenas de caza de ciervos y jabalíes con jaurías de perros, mujeres con lujosas vestimentas en los carros. La gran mayoría de las construcciones de Tirinto y los objetos que se encontraron datan del siglo xiii. A este tiempo corresponde situar el extramuro, que consistía en casas aisladas, mal conservadas y hasta ahora poco investigadas. El tamaño de las monumentales construcciones de Micenas y de Tirinto obliga a suponer que para erigirlas fue necesario mucho tiempo y trabajo. Es poco probable que construcciones en tal escala, en las condiciones de aquella época, pudieran ser realizadas sin una amplia utilización del trabajo de los esclavos y de la población dependiente. En nuestros días, esta suposición encontró firme apoyo en la investigación de los documentos de la contabilidad y de la economía de Pilos. En una serie de estas inscripciones se mencionan mujeres, niños y hombres. El autor publicó recientemente un trabajo sobre este problema de investigación. Lenznan presentó una serie de convincentes argumentos en favor de la tesis que refiere estos hombres, mujeres y niños a la categoría de población no libre y dependiente. Según las cuentas de Lenznan, en sólo tres subgrupos de las instrucciones ya leídas y revisadas, se mencionan más de 500 de tales mujeres, que estaban junto con sus hijos en el registro de la servidumbre del palacio de Pilos. En las inscripciones de Pilos es frecuente encontrarse con el término doero, que, en opinión de Ventris, corresponde al término doulos, el cual en lengua griega del último período habitualmente designaba al esclavo. Si esto era así en Pilos, no hay ninguna base para pensar que el trabajo de los esclavos y pobladores dependientes era utilizado en menor escala en Micenas y en Tirinto. La existencia de dos fortalezas (en Micenas y Tirinto), la una al lado de la otra, naturalmente plantea la cuestión de sus relaciones mutuas. La idea de una existencia aislada entre una y otra no puede tener validez, pues es imposible imaginarse a Micenas sin acceso al mar. Queda por suponer que Tirinto dependía de Micenas, que en la Argólida antigua existió una unidad territorial con Micenas al frente. Esta suposición es reforzada por la existencia de una serie de caminos que atraviesan la Argólida en diferentes direcciones y convergen en la colina micénica. Los caminos estaban construidos a la manera ciclópea más que a la manera de fortaleza. Sus pendientes están fortificadas por enormes bloques de piedra y las cloacas estaban hechas con piedras grandes. En algunos lugares, al lado del camino se conservan las ruinas de atalayas ciclópeas. De este modo, se crea la impresión de que todo este territorio estaba unificado bajo el poder de los gobernantes micenios y colocado bajo el control militar de dos poderosas fortalezas. El carácter militar de toda la cultura micénica de los siglos xiv a xiii a. C. se confirma también por la aparición (después de una interrupción de ciento cincuenta años) de temas bélicos en los monumentos del arte representativo. Todas estas circunstancias, y especialmente la existencia de las fortalezas, aporta otro argumento en pro de que allí existía una unidad de carácter estatal, acaudillada por los reyes micenios. ¿Cómo se puede explicar de otro modo la concentración en manos de estos reyes de tan considerables valores materiales? ¿Cómo comprender la existencia en las poblaciones de poderosas fortalezas construidas por manos esclavas y población dependiente y lujosas salas palaciegas, rodeadas por locales y depósitos? Pilos Sobre la base de las últimas excavaciones y de las tradiciones antiguas es posible ratificar hoy que Micenas no fue en el período analizado el único centro político y cultural del sur del Peloponeso. En los antiguos mitos se cuenta que el hijo del dios Poseidón, Neleo, desterrado del V. V. Struve - 57 de 147 - habituales, «cultura micénica», «época micénica», hay que considerarlos como convencionales. Son exactos, pero en el sentido de que las excavaciones de la antigua Micenas abren por vez primera a la ciencia aquel período de la historia antigua que fue designada con su nombre. Escritura en la época micénica En el curso de casi medio siglo, después del descubrimiento de los monumentos de la cultura micénica, predominó en la ciencia la opinión de que la sociedad de aquella época había carecido de escritura. En muchos trabajos, inclusive especializados, este problema era por lo general pasado en silencio. Casi nadie tuvo noción de la manifiesta falta de correspondencia entre la ausencia aparente de escritura y el comparativamente alto nivel de desarrollo cultural de la sociedad esclavista primitiva de Micenas, que formó un Estado y que por lo mismo necesitaba una contabilidad, por elemental que ella fuera. En la medida en que en las excavaciones arqueológicas aparecieron poblaciones de la época micénica de la Grecia continental, pudieron descubrirse recipientes de arcilla y fragmentos breves con inscripciones dedicatorias con pinturas hechas con instrumentos agudos. Datan del siglo xv al xii a. C. y prueban que en aquella época el arte de la escritura era ya conocida. En 1939 y 1952 fueron descubiertos un archivo con más de 900 tabletas de arcilla en Pilos y 39 tabletas de arcilla en Micenas, con la «escritura lineal B», que representa un desarrollo posterior de la escritura lineal A» y que, sin duda, surgió de la misma, de lo cual da testimonio la coincidencia de muchos signos. Nuevos hallazgos, ya mencionados, de monumentos y escrituras en casas particulares de Micenas, en 1953, testimonian en forma bastante convincente la amplia difusión de la alfabetización. Los primeros modelos de esta escritura fueron conocidos por los hallazgos efectuados en Creta, todavía a comienzos del presente siglo, y predominantemente en Cnosos, donde se encontraron cerca de 3.000 tabletas. Esta circunstancia creó la convicción falsa de que la «escritura lineal B», a semejanza de la «A», era cretense. En el transcurso de un tiempo considerable, cerca de cuarenta años después del descubrimiento del archivo de Cnosos, no se logró descubrir en la península balcánica ninguna tableta con escritura lineal. Inmediatamente después de descubiertas las primeras tabletas de Pilos por el filólogo alemán Krechmer, se expuso la suposición, más tarde transmitida por el científico soviético S. I. Lurie, de que estaban escritas en griego, a lo cual, sin embargo, la mayoría de los científicos no prestó la debida atención. Esto contribuye a explicar por qué Georgiev, que consagró sus trabajos a descifrar la «escritura lineal B» y a proponer un método correcto de lectura de los textos que la emplearon, no pudo con todo lograr un éxito definitivo. Expuso que la «escritura lineal B» tenía letras que no pertenecían a la lengua griega, sino a alguna otra lengua afín o cercana a la misma. En 1953, como ya se señaló, los sabios ingleses Ventris y Chadwick, siguiendo el método de Georgiev, propusieron otro para descifrar los signos de la «escritura lineal B», que usaba la población de Pilos y Micenas, definiéndola precisamente como escritura que transmite palabras y sonidos de la lengua griega arcaica. Esta lengua la utilizaron los aqueos que estaban en Creta. De esta forma se aclara la presencia en el palacio de Cnosos del archivo de tabletas lineales cubiertas con la «escritura lineal B». Por supuesto, los trabajos de Ventris y Chadwick necesitaban una seria y esmerada verificación. Para esto es necesario, en primer término, investigar todos los textos, particularmente el sistema de escritura señalado, de modo que tenemos por delante todavía un gran trabajo, lo cual no impide que desde ya y ahora se reconozca y aprecie la importancia de los resultados alcanzados por Ventris y Chadwick en la tarea del desciframiento de la escritura micénica, resultados que ya recibieron el amplio reconocimiento de la ciencia. Aunque todavía es imposible determinar cuándo y dónde apareció la «escritura linea B», se cree que más bien surgió en la Grecia continental, donde la cretense «escritura lineal A» se adoptaba para la lengua griega en el período del florecimiento de la cultura minoica, es decir, cerca del siglo xvi a. C. Más tarde, con el fortalecimiento de Micenas y algunas otras ciudades del Peloponeso, la «escritura lineal B» fue llevada a Creta. Como ya se ha mencionado, precisamente en Creta, en Cnosos, fueron encontradas las muestras más antiguas de la «escritura Historia de la antigua Grecia I - 60 de 147 - lineal B», que pertenece al período del predominio de los aqueos, es decir, hacia mediados y finales del siglo xiii a. C. Lo que se logró establecer del contenido de las tabletas es bastante limitado. En lo fundamental son notas, listas, cuentas, etc., en una palabra, documentos de la contabilidad. En considerablemente menor cantidad hay textos rituales, sobre todo consagratorios, con enumeración de los sacrificios y presentes ofrendados a los dioses. Debido al descubrimiento de nuevas tabletas con «escritura lineal B» y al trabajo de desciframiento, adquirió más probabilidades de certeza la suposición enunciada por algunos científicos soviéticos de que Creta se hallaba bajo el poder de los aqueos y que desde finales del siglo xv al xiv a. C. la dinastía de los Minos era griega y no local. Los portadores de la cultura micénica El problema relativo a la ubicación étnica de los portadores de la cultura micénica, como problema de la antigüedad de la población de Creta, fue considerado durante largo tiempo uno de los más complicados, y por muchos uno de los no resueltos de la historia antigua, y provocaba entre los científicos divergencias esenciales. En nuestro tiempo, y en directa relación con el desciframiento de la «escritura lineal B», se ha afirmado la opinión de que los portadores de la cultura micénica fueron aqueos. La lectura de las inscripciones de Pilos fundamentan sólidamente esta opinión. Un lugar destacado en el estudio de este problema lo ocupó también la cuestión de las migraciones, alrededor del siglo xiv, de un considerable grupo de aqueos, de Creta y de las costas del Asia Menor. En tiempos relativamente no lejanos, en las excavaciones de Bogazköy, fueron encontradas tabletas de arcilla que datan del siglo xiv al xiii a. C., en las cuales aparece mencionado el reino de «Ahhiyawa». Algunos científicos confrontaron de inmediato este nombre con Acaya, el nombre del reino aqueo, y se estableció la suposición de que una considerable cantidad de aqueos había emigrado al Asia Menor y fundado allí su Estado. Esta formación estatal, que resultó de muy corta duración, se situó en la costa sur del Asia Menor, en la región que más tarde recibió el nombre de Panfilia. Si esta suposición es correcta, el reino aqueo, «reino de los Ahhiyawas», en el siglo xvi mantenía vínculos con el poderoso reino hitita. Desde ese punto de vista, es muy interesante la observación de los lingüistas que por vía del análisis de algunos nombres que se encuentran en los mitos griegos descubrieron en ellos raíces hititas. Después de la caída de los hititas, alrededor del 1200, los recuerdos sobre su potencia se borraron y los últimos autores griegos, por ejemplo, Herodoto, no la mencionan en absoluto, pero en los tiempos en que fueron compuestos los poemas épicos de los griegos, éstos, por lo visto, aún no habían olvidado a su potente vecino oriental. En la Odisea, por ejemplo, en la descripción de la hazaña de Neoptólemo, encontramos lo siguiente: «Así a Aurípilo, hijo de Télefo, con el cobre mortífero abatió y alrededor del joven jefe todos los heteos cayeron...». Homero recuerda de esta manera, en calidad de participantes de las actividades guerreras bajo los muros de Troya, a los heteos o hititas. A esto puede agregarse que el nombre del padre del glorificado jefe hitita mencionado por Homero, Télefo, según la convincente explicación del académico G. Kapansian, es equivalente al nombre del dios hitita Telefina. Este mismo nombre fue también adoptado por uno de los reyes hititas. Es cierto que la tradición épica atribuía a Télefo procedencia griega, pero en esto se puede ver el resultado de la reelaboración mítica posterior. Es posible, de esta manera, considerar que en la antigua tradición épica se encontraban reflejados los recuerdos que habían subsistido en algún tiempo de las relaciones entre aqueos e hititas. La identificación del «reino de los Ahhiyawas» con el reino aqueo no es del todo reconocida todavía, y todo lo antes mencionado sobre los vínculos de los aqueos y los hititas se mantiene en un terreno hipotético. En cambio, es poco probable que se pueda dudar acerca de que alrededor del 1400 a. C. los aqueos del Peloponeso conquistaron a Creta. Por ese entonces tuvo lugar la destrucción de los palacios cretenses. La catástrofe que se abatió sobre Creta trajo aparejado el traslado de algunas tribus cretenses a otros lugares. Así, por ejemplo, los licios, que al principio V. V. Struve - 61 de 147 - habitaron en Creta, atravesaron el mar hacia el Asia Menor y se radicaron en la región que recibió el nombre de Licia. Cabe pensar, acerca de Panfilia, que los aqueos penetraron y se radicaron también en la costa norte de la isla de Chipre, la cual, en relación con esto, fue llamada «el litoral aqueo». En este sentido, es muy demostrativo que los dialectos panfilios y chipriotas fueran afines al lenguaje de las poblaciones de la Arcadia, en el Peloponeso, es decir, la lengua aquea. Se entiende que mientras existió el reino hitita, a los aqueos les fue difícil establecerse sólidamente en la costa occidental del Asia Menor. Pero cuando dicho reino dejó de existir, grupos aislados de aqueos comenzaron a radicarse en ella. Un indicio, por lo menos, es el hecho de que en las excavaciones efectuadas en Mileto fueron encontradas cerámicas del período micénico tardío, del siglo xii. Esto proporciona algunas bases para suponer que en este lugar existía una población aquea. Todavía antes de la consolidación de los aqueos en la costa del Asia Menor, fueron ocupadas por ellos algunas grandes islas, como la de Lesbos. Los aqueos que habitaron en esta isla descendían, al parecer, de los aqueos del norte, de Tesalia. Afirmándose en la costa del Asia Menor, los aqueos emigrantes solamente en raros casos penetraron en el interior del país, que continuó siendo habitado por la población autóctona. La disgregación del Estado hitita abrió de esta manera camino hacia la costa occidental del Asia Menor, simultáneamente, a los aqueos del norte y del sur del Peloponeso. Tanto unos como otros tendían desde hacía mucho tiempo a cruzar el Helesponto y afirmarse en la Tróade. Existen motivos suficientes para pensar que los acontecimientos vinculados con las incursiones conquistadoras de las huestes aqueas en la Tróade fueron la base histórica para el tema de la Ilíada. En la epopeya griega se reflejan de este modo, en su forma específica, los acontecimientos reales que tuvieron lugar en el Asia Menor del siglo xiii al xii a. C. Esos acontecimientos que dejaron su huella en los poemas épicos, y a los cuales a menudo denominamos la guerra de Troya, fueron por lo visto los últimos grandes acontecimientos en la historia de los micenios. El reflujo de la población aquea, que se intensificó hacia el Oriente y el Asia Menor, y al mismo tiempo el aflujo desde el norte de la península balcánica de nuevas tribus guerreras, fueron según parece una de las importantes causas de la rápida decadencia de la cultura micénica. Como ya se señaló, la destrucción del palacio de Pilos, el cual no volvió a revivir, puede situarse con bastante exactitud en las últimas décadas del siglo xiii a. C. Es dudoso que pueda considerarse casual la coincidencia de este acontecimiento con la incursión de los dorios en el Peloponeso, ubicada, según la tradición antigua, aproximadamente a finales del siglo xiii y principios del xii. A la luz de las investigaciones arqueológicas ulteriores y no lejanas es difícil menospreciar la fuerza destructora de esta invasión. Tras ella desaparecieron los palacios ciclópeos y las tumbas de la época micénica. Por mucho tiempo, y casi por completo, se interrumpieron los vínculos entre la península balcánica y otros países, descendiendo en general el nivel de la cultura material. Esto es particularmente notable en las ramas de la producción de cerámica, donde se observa en este tiempo el paso del estilo micénico a los más primitivos protogeométrico y geométrico. Todo esto muestra que la sociedad micénica, que ya conocía los procesos de diferenciación social y de fortuna y la influencia de los mismos, así como las contradicciones del régimen esclavista, no pudo detener la presión de los conquistadores dorios. Se puede estar de acuerdo con la opinión de John Thompson, un sabio progresista inglés que se atiene a posiciones marxistas, quien considera que la victoria de los dorios se explica por la unicidad de la organización tribal y de las gens. El hecho es que la cultura micénica, a juzgar por los datos arqueológicos, estaba difundida entre capas relativamente muy poco numerosas de la población de la Grecia continental, pues la mayor parte continuaba viviendo en condiciones incomparablemente más atrasadas del régimen de la comunidad primitiva. De lo mismo hablan los nuevos datos lingüísticos, en particular algunas observaciones del científico soviético Lurie, el cual señaló que, en las inscripciones micénicas descifradas, al final de las sílabas desaparecen las consonantes v, c, p, con las cuales volvemos a encontrarnos en la lengua griega del período posterior. En relación con esto, Lurie adopta una posición convincente, según la cual la lengua de las inscripciones micénicas era la lengua de un grupo dominante relativamente pequeño. Entre las capas amplias de la población se conservaba la lengua que sobrevivió a la invasión de los dorios y a partir de la cual se desarrollaron los dialectos griegos posteriores. La desaparición Historia de la antigua Grecia I - 62 de 147 - continental, pero no lo interrumpió. El período que siguió a la época micénica heredó mucho de ésta. Por ejemplo, instrumentos de trabajo, como el arado, la rueda de alfarero, veleros, algunos tipos de armas, etc. Pero lo principal es que el período que siguió al micénico, llamado período homérico, era ya de la Edad del Hierro. La religión micénica Hasta no hace mucho nuestros conceptos sobre la religión micénica se basaban casi enteramente en los materiales de las investigaciones arqueológicas y las excavaciones. Puesto que muchos de los monumentos arqueológicos en mayor o menor medida reflejan las concepciones religiosas micénicas del tiempo correspondiente al período de la mayor influencia de Creta sobre la Grecia continental, muchos científicos llegaron a la conclusión de que había afinidad entre la religión micénica y la cretense. Es dudoso que esta opinión pueda ser hoy admitida sin una revisión crítica, particularmente cuando en las tabletas halladas en Pilos se leen los nombres de los dioses, bien conocidos por nosotros, de la religión posterior de los griegos: Zeus, Hera, Poseidón, Ares, Dionisos. Si estos nombres han sido leídos correctamente, cabe llegar a la conclusión de que el panteón de los dioses del Olimpo comenzó a crearse ya en la época micénica entre la población aquea que sobrevivió a la invasión doria, y fue luego heredado por la sociedad homérica. Todo indica que al lado de estos exponentes religiosos del tiempo micénico subsistían muchas supervivencias del antiguo fetichismo. No cabe duda de que en la sociedad micénica alcanzaron amplia difusión la creencia en la vida de ultratumba y el culto de los muertos, de los cuales son testimonio las tumbas micénicas. A juzgar por algunos hallazgos casuales de restos de cadáveres en estas tumbas, es probable que los antiguos micenios conocieran algunos métodos de embalsamamiento según el sistema egipcio. V. V. Struve - 65 de 147 - capítulo iii LAS ANTIGUAS POBLACIONES GRIEGAS EN LA PENÍNSULA BALCÁNICA Y EN EL ASIA MENOR 1. Migraciones de las tribus en el último tercio del ii milenio a. C. Del siglo xiii al xii a. C., en la península balcánica y en el Asia Menor se produjeron grandes migraciones de tribus, en el curso de las cuales fueron sometidos a destrucción los reinos de Micenas y Creta, y destruida Troya, produciéndose grandes cambios económico-sociales y culturales en la cuenca del mar Egeo. El resultado de estas migraciones tribales se hizo sentir más allá de los límites del mundo creto-micénico. Aceleró la división del reino hitita, minó definitivamente el dominio de los faraones de la XX dinastía en Palestina y Fenicia y determinó, según la suposición de muchos científicos, la migración de los etruscos desde el Asia Menor a la península apenina, migración que tuvo tan importantes consecuencias para la antigua Italia. En la literatura histórica soviética, la significación de estos grandiosos procesos migratorios no era, hasta hace poco, estimada y a veces incluso se la ignoraba. Esto se debió a la influencia de las concepciones de N. I. Marr, quien rechazaba o minimizaba la significación histórica que tenían las migraciones. Debe dejarse constancia, sin embargo, de que N. I. Marr y sus continuadores no eran originales en estos problemas. Ya a finales del siglo XIX el historiador burgués alemán I. Beloch intentó negar las migraciones dorias y afirmó que las tribus griegas eran autóctonas de los sitios en que se las halla en el primer milenio anterior a nuestra era. El desplazamiento de las tribus en la cuenca del mar Egeo pasó a realizarse en gran escala en la segunda mitad del segundo milenio a. C. Por ello, se lo analiza como fenómeno regular, condicionado por el desarrollo económico desigual de las diferentes regiones. De impulso básico a esas migraciones sirvieron los movimientos de las tribus dorias que habitaron originariamente en la periferia septentrional del mundo aqueo y se dirigieron de allí hacia el sur desplazando a los aqueos y a los cretenses. La causa de estos movimientos migratorios fue el desarrollo de las fuerzas productivas, que provocó la primera gran división social del trabajo y, como resultado de ello, la división social, la aparición de la propiedad privada y la tendencia a la conquista de tierras, esclavos, ganado y otros bienes. De este modo, las migraciones masivas de las tribus dorias se operaron en medio de la descomposición interior del régimen de la comunidad gentilicia primitiva, cuando eran inevitables las guerras de conquista: «La guerra hecha en el pasado únicamente para vengar la usurpación o con el fin de extender un territorio que ha llegado a ser insuficiente, hácese ahora sin más propósito que el saqueo y se convierte en una industria permanente.» 2. La antigua tradición sobre las migraciones de las tribus en el último tercio del ii milenio a. C. De las migraciones dorias dan noticia los autores antiguos, que se valieron principalmente de mitos y leyendas acerca de los héroes y, en parte, de datos toponímicos. Es comprensible que debemos utilizar con precaución estas noticias y someterlas a una crítica cuidadosa. No obstante, la dirección general que siguió la migración y sus principales etapas no provocan dudas. En lo que respecta a la fecha de estas migraciones, los autores antiguos la hacen coincidir con el final de la guerra de Troya: «Hasta después de la guerra de Troya —señala Tucídides—, en la Hélade se operó el desplazamiento de los habitantes y de las nuevas poblaciones, de tal manera que ese país conoció el reposo y por ello no prosperaba.» La tradición antigua conservó un recuerdo nítido de las migraciones de los tesalios de Epiro a la región que recibió de ellos su nombre. Después de esto, los beocios por ellos desplazados invadieron a su vez la Cadmea, se apoderaron de ella y a su turno la denominaron Beocia. Historia de la antigua Grecia I - 66 de 147 - Todos estos acontecimientos, tan acordes con los cálculos de Tucídides, tuvieron lugar dentro de los sesenta años que siguieron a la caída de Ilion; esto es, si se toman en cuenta los datos de la tradición de la guerra de Troya (1194-1184 a. C.), ya a finales del siglo xii a. C. Es entonces cuando, de acuerdo con los datos de la tradición antigua, comienza el más grandioso movimiento migratorio de las tribus dorias. Tucídides sitúa la conquista del Peloponeso por los dorios ochenta años después de la caída de Ilión, es decir, en 1104. Sócrates y Eforo dan una fecha más tardía: 1069. En ambos casos, estos datos tradicionales se deben analizar solamente como jalones cronológicos aproximados. Existen, como ya hemos mencionado, sólidas bases para pensar que la migración doria tuvo lugar a finales del siglo xiii. Por lo visto, esto se vinculó con las migraciones anteriormente mencionadas de los tesalios y beocios. La tradición antigua explica estas migraciones masivas por las luchas de poderosos héroes, forjadores del derecho hereditario, como si anteriormente les hubiera pertenecido a ellos la tierra. En particular, la tradición acerca de las invasiones dorias en el Peloponeso estaba estrechamente entrelazada con las leyendas sobre la denominada «vuelta de los heráclidas», en las cuales se cuenta cómo Heracles (Hércules) luchó por la posesión del Peloponeso y cómo sus descendientes, los heráclidas, lo hicieron al frente de las tribus griegas y dorias que invadieron dicha región. El fondo social de estos relatos mitológicos es completamente claro. Los basileus de Argos, Esparta y Mesenia tendieron a elevar su autoridad y fundar su derecho en los territorios conquistados, haciendo referencia al derecho divino de sus antepasados. Y he aquí que fue creada una complicada y artificial genealogía que hace remontar la ascendencia real a Heracles, el héroe divinizado sobre cuyas hazañas se elaboraron tantos mitos. Es característica de la tradición antigua trazar una severa distinción entre los dorios y los heráclidas. Heracles se presenta como un héroe aqueo cuya estirpe se emparenta con Perseo; se alia con Egimios, hijo de Doros, fundador de las tribus dorias, y recibe de él la tercera parte del reino. El hijo de Heracles, Hilos, desterrado del Peloponeso, se aleja hacia el norte, hacia los dorios, y comparte del poder con los hijos de Egimios: Pánfilo y Dímano. Los descendientes de Hilos reciben el nombre de híleos, y las otras dos tribus dorias, dímanos y panfilios, son denominadas así en honor de sus ascendientes, los hijos de Egimios. Por medio de estas genealogías artificiales, los jefes dorios trataron de probar, costara lo que costase, su origen aqueo. Incluso muchos siglos después, cuando las migraciones dorias eran ya cosa de un lejano pasado, el rey de Esparta, Cleómenes I, declara con orgullo a una sacerdotisa de Atenas: «no soy dorio, sino aqueo». Por supuesto, es muy posible que los dorios admitieran en su seno algunas gens aqueas. Incluso el nombre de las tribus de los pánfilos es interpretado por ciertos investigadores como «gentes de todas las tribus», pero es sugestivo que precisamente los basileus tendieran a remontar su origen no hacia los conquistadores, sino hacia las tribus vencidas. En esto puede ser que se hiciera sentir el recuerdo de la más elevada cultura aquea del tiempo micénico. El mito de los heráclidas que pretendían la herencia de sus ascendientes Heracles y Perseo parecía muy convincente a la mayoría de los autores griegos como explicación de la invasión del Peloponeso por los dorios. Solamente Tucídides tendió a descubrir las causas más profundas y reales de este acontecimiento. Antes de la guerra de Troya y también largo tiempo después de su destrucción, escribe, en la Hélade no hubo sedentariedad. «Por lo visto, el país que hoy se denomina Hélade está poblado desde no hace mucho tiempo. Antiguamente tuvieron lugar en él migraciones y cada pueblo dejaba fácilmente su tierra, siendo desplazado por otros pueblos, cada vez en mayor número». Tucídides explica claramente estos choques entre las tribus, por causas puramente económicas: «la tendencia al lucro condujo a que los débiles llegaran a ser esclavos de los más fuertes, así como las ciudades más poderosas, apoyándose en su riqueza, subyugaban a las más pequeñas». Sin embargo, Tucídides hace notar otras veces cómo regiones más desarrolladas en el sentido económico fueron sometidas a los ataques de sus vecinos más retrasados. «Si gracias a la feracidad del suelo —escribe— el poder de algunas tribus estaba creciendo, entonces se engendraron desacuerdos internos que las llevaron a la perdición y, al mismo tiempo, provocaban atentados por parte de las tribus exteriores.» De esta manera, Tucídides subraya la desigualdad del desarrollo económico-social de las diferentes partes de Grecia y llama la atención acerca de cómo la lucha social (que él denomina discordias internas) facilitaba en las entrañas de la sociedad más desarrollada la invasión de las tribus más atrasadas. V. V. Struve - 67 de 147 - otras). En Creta y Rodas se instalaron desde muy temprano, pero su predominio en esas islas se consolidó solamente después de la colonización del Peloponeso. Las migraciones dorias determinaron, y en lo fundamental y por un largo tiempo, la ubicación de las tribus griegas. Los aqueos se conservaron como grupo étnico aislado tan sólo en la Arcadia, región montañosa que no tiene salida al mar y por lo mismo el más aislado en la Grecia meridional. Allí se continuó utilizando el dialecto aqueo. La masa fundamental de la población local del Peloponeso fue asimilada completamente por los dorios. Una parte de los aqueos emigra hacia el Ática, las islas de Creta y Chipre, pero solamente en esta última conservaron su dialecto. Durante la invasión doria se separó definitivamente de las tribus el grupo jonio, que más tarde desempeñaría papel tan importante en la historia de Grecia. Su más antigua residencia es fijada por la tradición en el Ática y en la Acaya. De esta última fueron desplazados por los aqueos, los cuales, a su vez, lo fueron por los dorios. La afluencia de las tribus del Peloponeso aceleró la posesión, por los jonios, de la parte sur del Ática, donde al principio habían existido en gran número los pelasgos. Más adelante, los jonios poblaron casi todas las islas del mar Egeo y parte de las costas del Asia Menor. El cuarto gran grupo de las tribus griegas, los eolios, todavía antes de la emigración de los dorios ocuparon Tesalia y Beocia, y más tarde colonizaron Lesbos y la Eólida. La agrupación de las tribus en el territorio noroeste no cambió esencialmente. Sólo de los lugares cercanos al mar, donde se fundaron las colonias dorias (corintias), fueron desplazados los habitantes locales. 5. Los griegos y los pueblos del Asia Menor Aún antes de la migración masiva descrita, las tribus aqueas consiguieron radicarse en el Asia Menor, donde al parecer ya entonces fundaron Mileto, que más tarde se convirtió en jónica. En el siglo xiv a. C. los aqueos son mencionados en sus documentos por los hititas como vecinos occidentales de su reino. En los comienzos del siglo xiii, el rey hitita Dudjali condujo una guerra victoriosa contra el aqueo Atarisias. Los mitos griegos, a su vez, también se refieren a las regiones pobladas por los griegos, a frecuentes migraciones desde Grecia al Asia Menor en una remota antigüedad. Así, el mítico héroe Belerofonce, que emigró de Corinto al Asia Menor, donde gobernó junto con el rey Iobates de Licia, permaneciendo allí hasta el fin de su vida, no obstante lo cual su nieto Glauco recuerda su origen aqueo. El héroe arcadio Télefo también emigró al Asia Menor y se estableció como rey de Misia. Su hijo Eurípilo es mencionado en la Odisea en calidad de rey ceteo, seguramente de los hititas. (Reiteramos que es probable que el nombre de Télefo, de acuerdo con la opinión de algunos investigadores, corresponda al nombre hitita Telefina.) Después de la desintegración de los hititas, las potencias griegas mantuvieron estrechos vínculos con Frigia y Lidia. Según parece, el acervo mitológico griego incluía temas de la epopeya de las tribus del Asia Menor. Existen elementos que permiten suponer que las tribus griegas, conjuntamente con las del Asia Menor, realizaron campañas en Palestina y Egipto. Es sabido, por ejemplo, que alrededor del 1250 a. C., en Egipto irrumpieron los aqueos y los etruscos (cuya patria era la Lidia, según la afirmación de Herodoto), así como los antepasados de los lidios y otros. Los ataques contra Egipto de los pueblos del Norte, marítimos, se repiten a comienzos del siglo xii a. C., en tiempos de Ramsés IV. Esta vez, junto a los aqueos encontramos a los pelasgos y carios. Así también estas tribus pangriegas de la cuenca del Egeo, bajo la presión de los dorios, se precipitaron sobre Egipto y Palestina. Una parte se asentó en la costa palestina, pero en el valle del Nilo no lograron éxito. Las inscripciones de Meneftah y Ramsés IV hablan de su completa derrota, de lo cual tenemos referencias indirectas por uno de los relatos de la Odisea, que habla de una desafortunada invasión de cretenses a Egipto y con toda franqueza describe el carácter rapaz de esa expedición: «De pronto se encendió en los cretenses el salvaje desenfreno y, enloquecidos, robaron los campos feraces de los habitantes pacíficos de Egipto; se abalanzaron a raptar a las mujeres y niños de corta edad, y a matar bestialmente a los varones. Historia de la antigua Grecia I - 70 de 147 - La alarma llegó hasta los habitantes de la ciudad. Por la mañana temprano, un fuerte ejército...», a cuyo frente estaba el faraón, derrotó a los cretenses. De esta forma, los documentos orientales están completamente de acuerdo con la tradición griega acerca de las migraciones masivas en la mitad oriental del Mediterráneo durante los siglos xiii y xii a. C. La guerra de Troya y la migración doria, la colonización del Asia Menor y la derrota de los «pueblos marítimos» en Egipto y Palestina fueron etapas separadas de estas migraciones masivas. La historia de Grecia en el período analizado no puede ser desprendida de la del Asia Menor. A la mitología griega se transmitieron muchos temas hititas, lidios y frigios. En el arte griego se advierten no pocos elementos orientales. En particular, la representación de la Esfinge en forma de león alado con rostro de mujer, que se remonta a un prototipo diferente del egipcio. El famoso gorro frigio era un típico tocado hitita. De esta manera, la influencia de la cultura oriental (del Asia Menor, Fenicia y Egipto) dejó ciertas huellas en el desarrollo posterior de la cultura griega. El momento culminante de las migraciones que describimos más arriba lo constituyeron las migraciones a Italia de los etruscos, los cuales, como fehacientemente lo prueba el investigador búlgaro B. Georgiev, descendían de los troyanos. V. V. Struve - 71 de 147 - capítulo iv LA GRECIA HOMÉRICA Con el período al que corresponden las grandes migraciones de las tribus griegas se halla vinculada también la aparición de notables epopeyas creadas por los antiguos griegos: la Ilíada y la Odisea. Los propios griegos, como es sabido, atribuían la aparición de estas dos obras poéticas a la creación de un anciano rapsoda ciego, Homero. La certidumbre en cuanto a la existencia histórica de Homero estaba entre ellos tan arraigada, que varias ciudades griegas, ya en épocas relativamente bien conocidas por nosotros, se disputaban el honor de haber sido su lugar natal. En la ciencia actual, lo concerniente al origen de ambos poemas y a sus particularidades temáticas, históricas y de elaboración, ha engendrado una enorme bibliografía, calculada en millares de volúmenes y otros textos de investigación e información. Pese a su variedad y a su carácter polifacético, todas las opiniones exteriorizadas acerca de la llamada «cuestión homérica» convergen en que ambos poemas fueron componiéndose gradualmente y a lo largo de un lapso bastante prolongado. Probablemente, algunos cantos griegos anidaban aisladamente entre la población de la Grecia europea, incluso durante el período micénico. Aun así, los poemas épicos compuestos sobre la base de tales cantos, a juzgar por su lenguaje —básicamente jonio, pero con el aditamento de algunas formas eólicas y aqueas—, estaban vinculados por su procedencia con el litoral occidental del Asia Menor. Ambos poemas, compuestos a lo largo de un extenso período, se transmitieron oralmente de generación en generación, y una vez adoptado el alfabeto fueron recopilados por escrito. Como resultado de ello, el contenido de ambos poemas refleja diversas épocas históricas. Episodios separados, de carácter semilegendario, que se exponen en los mismos, estamparon las relaciones y el género de vida característicos de la época micénica, mientras en la mayor parte de otros episodios encontró su reflejo el denominado período homérico, al que por lo general se lo ubica aproximadamente entre los siglos xii y ix a. C. Finalmente, en los poemas halló también cierto reflejo un período bastante posterior, el de los siglos viii al vi a. C., que precediera inmediatamente e incluso coincidiera con la época de las primeras anotaciones escritas de los mismos. Los descubrimientos arqueológicos han venido a esclarecer el contenido de los poemas. Los hombres de ciencia que se ocupan de esta cuestión han prestado atención, desde hace mucho ya, al hecho de que los monumentos de la época micénica se encuentran infaliblemente en los lugares mencionados en la epopeya, no hallándoselos jamás, en cambio, en los lugares desconocidos para la misma. En otros casos, objetos que figuran en los poemas, tales como, por ejemplo, la copa de Néstor mencionada en la Ilíada o el yelmo con colmillos de jabalí, son confirmados directamente por los hallazgos en las excavaciones de los monumentos de la época micénica. Ciertamente, no todas las descripciones homéricas, ni mucho menos, se ven confirmadas arqueológicamente, y algunos de esos objetos pertenecen manifiestamente a una época considerablemente posterior, a los siglos viii al vi a. C., como, por ejemplo, las hebillas, la descripción de los peinados y tocas femeninas, etc., mencionadas en la Ilíada y en la Odisea. A este respecto, Lorimer, autor de una obra publicada en Londres en 1950, dedicada especialmente a la confrontación del epos homérico con el material arqueológico, previene, no sin fundamento, contra el excesivo entusiasmo puesto en la búsqueda de rasgos de la edad del bronce en la epopeya, considerando que de tales rasgos había mucho menos de lo que antes habíase supuesto. Se puede abrigar la seguridad absoluta de que el desciframiento de la escritura micénica aportará una mayor claridad al conocimiento no sólo de la época micénica, sino también al llamado período homérico. Sin embargo, en tanto el estudio de la «escritura lineal B» siga aún muy distante de la perfección y no todas las dificultades en el camino de su total desciframiento se hallen superadas, hay que observar al respecto mucho cuidado. Gran parte de las muchas deducciones planteadas se presenta por el momento como algo prematura. Aun cuando toda una serie de denominaciones toponímicas y nombres de dioses que aparecen en la epopeya ha coincidido con las inscripciones, las descripciones homéricas de las economías de Alcinoo y de Ulises, en las que muchos ven reminiscencias típicas de la época micénica, apenas si pueden ser Historia de la antigua Grecia I - 72 de 147 - aldea, una vez satisfecho el pago, y el otro apacigua su alma y su soberbio corazón con la indemnización recibida.» Una disputa en torno del rescate es descrita en una de las escenas grabadas en el escudo de Aquiles. Las menciones, tanto del rescate como de la venganza familiar, permiten suponer la coexistencia de ambas instituciones, lo cual pone al descubierto uno de los rasgos típicos del período homérico: su carácter de período de transición. Desde luego, en muchos casos las descripciones de relaciones sociales muy primitivas, junto a otras más complejas y desarrolladas, deben considerarse como consecuencia de la estratificación de ambos poemas, debida, como ya señalamos, a su prolongada formación; mas en otros casos estamos indudablemente frente a los reflejos de la realidad histórica de las épocas que se describen. Diferenciación económico-social. Aparición de la aristocracia Aunque en la época homérica los lazos de parentesco de la gens constituían los cimientos de la estructura social, y en la vida de la sociedad continuaban en vigor y uso muchas antiguas instituciones, el período homérico en su integridad constituía ya, sin lugar a dudas, una época de intensa descomposición de las primitivas relaciones comunales. Al comparar la gens iroquesa con la griega, Engels anota que entre ambas «... se extiende cerca de dos períodos de desarrollo que los griegos de la época heroica llevan de delantera respecto a los iroqueses». La igualdad social y la libertad de los miembros de la primitiva sociedad gentilicia se habían transformado considerablemente. Se había destacado y separado la aristocracia gentilicia, poseedora «de honroso lugar y cebadas ovejas y ánforas llenas de vino dulce y selecto...». Engels define ese proceso de la siguiente manera: «La cifra de la población aumentó con la extensión de la ganadería, de la agricultura y hasta de los oficios manuales; al mismo tiempo crecieron las diferencias sociales, y con éstas el elemento aristocrático en el seno de la antigua democracia primitiva.» El poema trata de subrayar a cada paso la diferencia entre la nobleza gentilicia y el resto de la población. En las batallas que describe, los guerreros nobles, en carros tirados «por corceles de espesas crines», o bien a pie, combaten contra los enemigos al frente de sus hombres. Tienen el cuerpo protegido por coraza de cobre «adornada con oro», la cabeza con un yelmo con crin de caballo y blancos colmillos de jabalí. Las vainas de sus espadas son de plata pura. Y también en tiempo de paz un hombre noble difiere notablemente de los demás por su modo de vivir: lleva túnica de un tejido tan fino como la seca envoltura de la cebolla y sobre la misma una capa de alto costo hecha de lana púrpura, con una hebilla de oro exquisitamente trabajado. El poeta no escatima colores al describir las mansiones de los nobles: «Paredes de bronce la rodeaban, coronadas por una brillante cornisa de acero azulado. Cerraban la entrada al soberbio palacio puertas de oro cuyas jambas, que arrancaban del broncíneo umbral, eran de plata, como de plata también era el dintel que en ellas se apoyaba, y de oro macizo una aldaba. A ambos lados, perros, áureo uno, argénteo el otro, fabricados sabiamente por Hefaistos... Detrás de la casa se hallaba el jardín «rodeado de tupido seto», y en él «crecían magníficos árboles frutales: perales, granados, manzanos de espléndidas formas, dulces higueras y verdes olivos...». Le seguían el viñedo y la huerta, en la cual «hortalizas y verduras de todas clases se cosechaban en abundancia todo el año» (ibíd., 128). Desde luego, la época homérica no conocía mansiones tan lujosas. En el caso dado, al igual que en la descripción de las armas, con el deseo de subrayar el lujo, fabuloso desde el punto de vista de sus contemporáneos, que caracterizaba la vida de sus héroes, el poeta había aprovechado, al parecer, los ejemplos de la época pretérita conservados en la memoria popular. Es lógico que el rapsoda subraye las diferentes situaciones sociales de los personajes y las peculiares relaciones entre ellos. Acerca de Ulises, por ejemplo, se narra en la Ilíada: «Cuando encontraba a un hombre del pueblo gritando, golpeábale con el cetro y le increpaba con palabras severas: —¡Detente, desdichado, y no alborotes, escucha a los que te aventajan en valor; tú, débil y cobarde, jamás tuviste importancia en el combate, ni en el Consejo!» (Ilíada, II, 198 y sig.). Pero, al encontrarse con nobles guerreros, Ulises se acerca a cada uno de ellos y les dice: «—Ilustre varón: ¿eres acaso presa del temor cual un cobarde? Detente, tranquilízate y tranquiliza a los otros». V. V. Struve - 75 de 147 - Podríamos traer a colación muchas otras citas análogas, dispersas en el texto de ambos poemas, y que dan testimonio de la tendencia, propia del epos homérico, a idealizar la aristocracia de abolengo y promoverla al primer plano a todo lo largo del relato. Tal tendencia tiene su explicación en la vida económica de ese período. La ganadería y la agricultura La economía de la sociedad homérica se basaba fundamentalmente en la agricultura y en la ganadería. En los poemas se encuentran frecuentes menciones de «gruesas» ovejas y cabras, de bueyes «de altos cuernos», de cerdas «brillosas de grasa», de potros y «gruesas yegüitas jóvenes orgullosas de sus potrillos juguetones». Son mencionados también los asnos y mulas que se usaban para tirar de los arados. Del importante papel de la ganadería en la economía de esta época da testimonio también el hecho de que el ganado era utilizado como medida de valor, sustituyendo el aún inexistente dinero. Así, una enorme caldera de cobre, junto con su trébode, valía doce bueyes; una «doncella prisionera» era apreciada en cuatro bueyes, una armadura de oro se valuaba en cien terneros y una de bronce en nueve. No menor era la importancia de la agricultura. Como cultivos gramíneos básicos aparecen el trigo, la cebada y el mijo. Los trabajos de labranza en el campo se llevaban a cabo mediante la ayuda de bueyes y mulos. El arado, como siguió siéndolo en tiempos muy posteriores, era de madera, sumamente primitivo; levantaba apenas una delgada capa del suelo, en virtud de lo cual debía efectuarse una labranza triple. Se practicaba el abono con estiércol. La cosecha, en la escena estampada en el escudo de Aquiles, es descrita en la Ilíada de la siguiente manera: «Un campo de altas espigas iban cortando los segadores, relucientes en sus manos las afiladas hoces; a lo largo del surco quedaban los manojos, y con ellos iban formando gavillas tres hombres, que los recibían de manos de niños que se los alcanzaban sin cesar...» La trilla se hacía en una era, usando bueyes para esta tarea. Luego se aventaba el grano y se molía en molinillos manuales. Además del cultivo de cereales, estaban desarrolladas la vitivinicultura, la horticultura y la fruticultura. De la existencia de varias clases de uva hablan las denominaciones «blanco» y «tinto», aplicadas a la caracterización de diferentes vinos. Estos se conservaban en enormes toneles de barro y transportaba en botas o ánforas. En los jardines se cultivaba manzanos, perales, granados, higueras y olivos. La población estaba también familiarizada con la caza y la pesca. El conocimiento y la utilización, en cierta medida, por parte de la sociedad homérica, del hierro facultaba el posterior desarrollo de las fuerzas productivas. Como ya señalamos, el poeta era fiel a la modalidad de «arcaizar» la realidad que estaba describiendo y, al parecer, evitaba muy conscientemente mencionar ese metal, prefiriendo nombrar en su lugar el bronce. Así y todo, en el texto de la Ilíada se encuentran hasta veintitrés y en el de la Odisea veinticinco menciones del hierro, y, como hemos mencionado antes, en forma de imágenes («alma férrea», «paciencia de hierro», «cielo férreo».) La presencia permanente de tales imágenes testimonia, indudablemente, una difusión ya bastante amplia de ese metal. Esto se ha visto confirmado en la actualidad por las investigaciones arqueológicas que permitieron hallar armas y varios instrumentos de trabajo de hierro en las sepulturas del período que estamos considerando. El más antiguo de los hallazgos era, según todos los indicios arqueológicos, un sable de hierro del siglo xi a. C., pero en la actualidad ya se han producido muchos otros hallazgos de objetos de hierro del siglo x, y más aún del ix, todos, sin lugar a dudas, obra de la artesanía local. Así, pues, la economía del período homérico distaba mucho de mantenerse en el nivel característico del régimen del comunismo primitivo. El desarrollo de las fuerzas productivas había alcanzado un nivel que posibilitaba ya la acumulación de considerables riquezas en manos de unos pocos. Las denominaciones «noble» y «rico» aparecen en los poemas por lo general una junto a la otra. La dimensión de las riquezas es medida principalmente por las cantidades de cabezas de ganado, por las amplias despensas colmadas de toda clase de vituallas y de otros bienes, por el arreglo y mobiliario de las viviendas, por el número de sirvientes, por la calidad de las armas y de los vestidos, etc.; es interesante observar que en los poemas sólo rara vez se Historia de la antigua Grecia I - 76 de 147 - menciona la concentración de tierras en manos de una persona acaudalada. Así, por ejemplo, el porquero Eumeo, que habla a Ulises, tras su regreso, acerca de los ricos de Itaca, no hace referencia ninguna a los bienes raíces, limitándose a enumerar los rebaños que les pertenecen. Aunque en los poemas homéricos se menciona repetidas veces la tendencia de tierras y se presentan escenas de la vida agrícola, su carácter no resulta completamente aclarado. Por una parte, las tierras que pertenecían a los basileus homéricos eran conocidas como temenos, es decir, el mismo término con que nos encontramos en las inscripciones de Pilos, en las que, como se recordará, se da esa denominación a las tierras recibidas de manos del pueblo por el rey (wanax) y por el jefe del ejército (lawgetas). Cabe pensar que también los basileus homéricos gozaban, respecto a la propiedad de la tierra, de derechos mucho mayores que los hombres del común. Las tierras labradas por estos últimos se designaban con la palabra cleros, cuya traducción literal es «suerte»; el cleros era una parcela que, como lo señala el propio término, se otorgaba por sorteo. En el texto de la Odisea, por ejemplo, se presenta un caso de tal división de la tierra: el jefe de los feacios, Nausítoo, «repartió los campos subdividiéndolos en parcelas». En la Ilíada se mencionan casos en que diferentes personas obtienen campos de labranza y viñedos, es decir, tierras que habían sido puestas con anterioridad en cultivo. Todos estos datos nos permiten suponer la existencia de comunidades rurales en las que se llevaba a cabo sistemáticamente nuevos repartos de la tierra. Mas, por otro lado, tal tipo de comunidad comienza ya a poner de manifiesto síntomas de descomposición. Al parecer, las parcelas van tornándose desiguales, lo cual provoca altercados y riñas. En la Ilíada, por ejemplo, se lee: «... Como dos hombres altercan, con la medida en la mano, sobre las lindes de campos contiguos, y por un pequeño espacio luchan, cada uno por su derecho...». Aparecen, por una parte, hombres que se han apropiado de varias parcelas y, por otra, hombres que no tienen ninguna (acleros). Al mismo tiempo, al tornarse hereditario el poder de los reyes, los basileus reciben los terrenos que les corresponden como propiedad privada y disponen, en consecuencia, libremente de los mismos. Esto permite llegar a la conclusión de que, si bien en la sociedad homérica aún no se había afianzado en forma definitiva la institución de la propiedad privada sobre la tierra, sí se hallaban ya presentes las distintas posiciones a su respecto y la desigualdad de su distribución, y al llegar a finales de este período es posible hablar ya de la propiedad privada sobre la tierra. En este sentido interesa la descripción de la escena representada en el escudo de Aquiles, en la que la tierra labrantía comunal contrasta con el temenos. En el primer caso «... los labradores yendo y viniendo guían las yuntas de bueyes, y siempre al llegar a un extremo del campo, les sale al encuentro un hombre que les ofrece a cada uno una copa de dulce vino...». En el segundo caso, se describe la cosecha: los trabajadores siegan el cereal bajo la mirada del propio «amo» (basileus), quien está «en silencio parado entre los surcos, con el cetro en la mano y alegre el corazón». Los hombres libres que por diversas circunstancias se veían privados de sus parcelas y, en consecuencia, obligados a abandonar las mismas, son conocidos en los poemas como eritos y tetes. Este último término abarca en su significado, no sólo al trabajador libre, sino, en general, a todo el que ha sido desposeído de su parcela. Las condiciones de paga por el trabajo de tales mercenarios aparecen claras en el trecho de La Odisea, en que Ulises, quien había regresado a su casa disfrazado de mendigo, dialoga con uno de los pretendientes de Penélope: «¿No te agradaría acaso, peregrino, entrar a mi servicio? Te enviaría a trabajar, con gusto, al último rincón de mis campos enderezando setos y plantando árboles. A cambio recibirías de mí alimento abundante, la vestimenta necesaria y calzado para los pies». Se ve así que en las grandes propiedades rurales era aplicado ya el trabajo asalariado. La paga por el trabajo se hacía con efectos naturales y se componía, en primer lugar, de la alimentación y de la provisión de vestido y calzado. Habiendo abandonado su patria en busca de trabajo, el asalariado se encontraba totalmente indefenso, lo cual era aprovechado con amplitud por quien lo tomaba a su servicio. En la Ilíada, en la disputa entre Poseidón y Apolo, se describe la arbitrariedad del amo que se ha apropiado del salario del trabajador, al que ha arrojado de su casa: «... A las órdenes del altanero Laomedonte, por el salario estipulado, todo un año trabajamos, y nos trataba muy duramente... ... Más, cuando las deseadas Horas trajeron el día señalado para recibir la paga convenida, Laomedonte, por la fuerza, se apropió de ella y nos V. V. Struve - 77 de 147 - confianza ilimitada de su amo; a su cuidado están confiados los rebaños y los bienes, de los cuales dispone hasta cierto punto con independencia. Así, por ejemplo, «sin preguntar ni a la reina ni al anciano Laertes», Eumeo edifica una casa y, también sin la anuencia de sus amos, adquiere un esclavo. Y cuando se le acerca un peregrino —disfraz bajo el cual se oculta Ulises — no tiene reparos en sacrificar para su visitante el mejor cerdo de la piara de su amo y comerlo deleitosamente en su compañía. Al reconocer a Ulises, Eumeo lo besa en la frente. De la misma manera proceden los otros esclavos al encontrar al amo junto al portón de la casa. El papel del intercambio La producción de mercancía está escasamente desarrollada en la época homérica. Aunque en los poemas se mencionan casos aislados de intercambio, por ejemplo, de esclavos por bueyes, armas o vino, el Oikos se proveía de objetos que necesitaba primordialmente a través del botín de guerra. En tales circunstancias, el intercambio es episódico. Es significativa en este sentido la inexistencia del dinero en la sociedad homérica como medida universal de valor de cambio. Era igualmente muy débil el desarrollo del comercio exterior. Esto se ha visto confirmado por los datos obtenidos en las investigaciones arqueológicas, que hacen constar la ausencia casi total en el territorio de Grecia de objetos importados, hasta el mismo siglo viii a. C. Y si algunos objetos provenían del exterior, los mismos eran preferentemente de lujo, destinados a la satisfacción de las necesidades de un estrecho círculo de la nobleza. En un trecho de la Odisea se describe la llegada de unos mercaderes de allende el mar: «Un día llegaron astutos visitantes del mar, unos varones fenicios, que traían en sus naves infinidad de cosas curiosas y raras». Entre esas cosas figuraban, por ejemplo, objetos tales como «un collar de oro engastado en ámbar». En la Ilíada se indican como objetos de importación «vestimentas de lujosos dibujos, trabajo de las mujeres de Sidón», «una bella ánfora de plata... obra espléndida de los hábiles sidonios», los que, «navegando por el brumoso mar, la trajeron a Lemnos para la venta desde Fenicia». Dado que Creta ya no desempeñaba en aquel tiempo el papel de vínculo comercial, la importación se efectuaba principalmente a través de los negociantes fenicios. Estos no fundaban factorías comerciales permanentes y se limitaban a descargar las mercancías en la misma costa, o bien a su venta directa a borde de las naves. Los mercaderes fenicios no se detenían durante mucho tiempo en un lugar. En el caso mencionado en la Odisea, su estado se prolongó cerca de un año, durante el cual «cargaban diligentemente su nave y comerciaban con sus productos». No eran raros los casos en que, al abandonar puerto, los mercaderes fenicios saqueaban a la población local llevándose consigo, para venderlos como esclavos, a mujeres y niños. En general, el comercio de aquellos tiempos se hallaba aún estrechamente vinculado con el bandidaje y la guerra, y los mercaderes fenicios no gozaban de las simpatías de las poblaciones. He aquí una cita de la Odisea que puede servir de ejemplo: «... presentóse [en Egipto] un fenicio muy trapacero y falaz, perverso intrigante que ya había causado muchos males a otros hombres, y persuadiéndome con su ingenio, llevóme a Fenicia, donde tenía casa y bienes. Un año estuve con él, y terminado que fue, urdiendo nuevo engaño me llevó a Libia en su nave, con el pretexto de que le ayudase a conducir sus mercancías, pero en realidad venderme allí por una crecida suma». Víctima de la pérfida intención del fenicio resultó en ese caso un griego que había recibido como herencia una pequeña parcela, en virtud de lo cual había resuelto tentar fortuna en el comercio. Ocuparse en el comercio era, en general, cosa poco desarrollada entre los griegos de los tiempos homéricos, y algo que no gozaba de popularidad. Así, uno de los representantes de la nobleza feacia, Euríalo, se dirige a Ulises, con el deseo de ofenderlo, con la siguiente «burla hiriente», «punzante»: «Peregrino, veo que no eres hábil en ningún juego atlético de éstos en los que descuellan los hombres. En verdad, a mí me has parecido desde el primer momento un patrón de navío, un traficante que recorre los mares en nave de muchos remos, pensando sólo en vender sus mercancías y volver a cargar para obtener más lucro; pero en nada te pareces a los atletas o guerreros». Los oficios Historia de la antigua Grecia I - 80 de 147 - El predominio de la economía natural y el escaso desarrollo del intercambio en las relaciones económicas de la sociedad homérica están estrechamente relacionados con la situación de los oficios artesanales. En efecto, siendo una de las caracterizaciones propias del Oikos la autarquía, la actividad artesanal no podía encontrar condiciones favorables para su desarrollo. La Grecia homérica, a diferencia de la época micénica, apenas conocía contados oficios de artesanía. En los poemas se mencionan los caldereros, los carpinteros de obra, los curtidores y los herreros a la vez que armeros. La división del trabajo en el seno de cada oficio está ausente casi por completo. Así, los herreros se ocupaban al mismo tiempo de la preparación de objetos de oro y plata, y los carpinteros de obra efectuaban todos los trabajos, comenzando por la preparación de la madera y terminando por la erección de la casa, incluso la confección de muebles y otros objetos de madera. La falta de una especialización detallada se veía también en la labor de los curtidores. Referencias a la existencia de talleres aparecen en la epopeya sólo por excepción. Por ejemplo, se habla de las fraguas del dios Hefaisto, protector de los herreros, el que había forjado las armas para Aquiles. Como regla general, los artesanos iban de casa en casa y efectuaban los trabajos utilizando el material de los propios clientes. En este aspecto aparecen alineados con los adivinos, médicos y aedos: «... ¿Cómo se te puede ocurrir que nadie vaya a llamar a su casa sin necesidad? Sólo se busca a los artistas cuando se los necesita, a los adivinos, a los médicos, a los hábiles carpinteros o a los divinos aedos que nos hacen felices con sus cantos» (Odisea, XVII, 382 y sig.). Al confeccionar los objetos, lo normal es que el cliente aporte la materia prima y el artesano los instrumentos propios de su profesión. Por lo menos, en el relato de la Odisea acerca de la llegada de un orfebre a la casa de Néstor, se menciona que había traído consigo todas las herramientas de su oficio. Algunos artesanos muy hábiles gozaban de gran notoriedad en la Grecia homérica. En la Ilíada, por ejemplo, se habla de un artesano beocio de nombre Tiquio. Cuando el gobernante de Salamina, Ayax, tuvo necesidad de un escudo lo encargó especialmente a ese célebre artesano. En general, el trabajo de los artesanos en la Grecia homérica estaba valorizado por debajo del de los agricultores, y los artesanos mismos, que, en su mayoría, procedían del número de los tetes y de los metanastes, estaban ubicados en las gradas inferiores de la escala social. 2. El Régimen Político de la Sociedad Homérica Los reyes basileus La sociedad homérica, surgida sobre las ruinas de la sociedad micénica, no había evolucionado económica y socialmente lo necesario para alcanzar el estadio de la organización política estatal. Incluso así, en cada una de las muchas comunidades de las que se habla en los poemas, se encontraban ya elementos de organización social que se remontan a la antigüedad más remota y representan al mismo tiempo embriones de órganos estatales. En cada comunidad hay un rey (basileus), un consejo de ancianos (gerentes) y una asamblea popular. En el período homérico, los reyes eran los jefes de sus tribus, a las que conducían en las guerras y, en tanto durasen las operaciones bélicas, gozaban de máximo poder. La organización de los asuntos de guerra había alcanzado en aquel tiempo cierta elevación. Los guerreros nobles iban armados de sables y lanzas, y se protegían de los golpes del enemigo con yelmos, corazas, rodilleras y escudos. Salían al combate en carros a los que enganchaban corceles de raza. Los soldados de la milicia del pueblo, en cambio, estaban pobre e insuficientemente armados: sólo con armas arrojadizas (venablos) y hondas. En el primer combate junto a las murallas de Troya, cuya descripción figura en la Ilíada, los dos ejércitos enemigos se precipitan uno al encuentro del otro: los troyanos gritando y los aqueos en silencio, guardando el orden en sus filas. Ulteriormente, los aqueos instalan su campamento en la llanura, entre el mar y la ciudad sitiada, rodeándolo de fosas, vallas y torres, con portones que permitían las salidas de los ejércitos y de los carros de combate. Para todo ello se imponía la necesidad de cierta organización, lo cual justificaba la concentración del poder en las manos de los conductores de las milicias, que representaban a la nobleza rica y de abolengo. Dichos jefes podían exigir de los simples V. V. Struve - 81 de 147 - guerreros una obediencia incondicional bajo la amenaza de severos castigos por las faltas de disciplina. También la táctica de combate de aquellos tiempos propiciaba el aumento del poder y de la autoridad de los reyes. Por lo general, las batallas comenzaban con un duelo entre los basileus, que salían al campo en sus carros de combate. Tras ellos entraban en batalla sus amigos, seguidos por los guerreros de infantería. Se entablaba un combate cuerpo a cuerpo, con empleo de lanzas, sables y pesadas piedras. A los enemigos muertos se les despojaba inmediatamente de las armaduras, en calidad de trofeos. A menudo se entablaban luchas a causa de los cuerpos de los caídos. Cada una de las partes trataba de apoderarse del cadáver: una para darle sepultura, y la otra para profanarlo o pedir por él un rescate. Los reyes, con demostraciones de su valor personal, tenían que dar el ejemplo a su séquito y a los guerreros de filas. Se sobrentiende, empero, que la posesión de armas de alto precio y, especialmente, de corceles de combate, inaccesible para los guerreros de filas, estaba al alcance no sólo de los basileus, sino también de otros miembros de la nobleza, quienes desempeñaban un papel relevante en los combates. Los reyes homéricos se hallaban estrechamente vinculados con esa nobleza, en cuyo seno eran tan sólo primeros entre iguales. En este sentido es elocuente el hecho de que dentro de los límites de los territorios mencionados en los poemas existieran en una serie de casos varios reyes. Así, en la isla Esqueria, se mencionan, además de Alcinoo, a doce basileus más; en Argos había tres; en la Elida cuatro. Incluso durante las operaciones bélicas, algunas tribus salían bajo el mando de varios reyes. De esta manera, el vocablo basileus tenía amplia aplicación. En algunos casos disponían efectivamente del poder de jefes de la tribu; en otros representaban, al parecer, sólo a consejeros del rey o miembros de su séquito en el campo de batalla. Esto, de por sí, hace ver que hasta el poder guerrero del rey distaba mucho de ser incondicional. En tal sentido es muy característica una reunión militar descrita en la Ilíada. En ella, cierto Tersistes («Desvergonzado»), según todas las señas un guerrero del común, injuria «con gritos desaforados» al rey Agamenón, reprochándole haber arrastrado a los aqueos a innumerables calamidades. Ciertamente, la mayoría de los basileus secundarios interceden en favor de Agamenón, «pastor de hombres»; en particular es Ulises quien refrena a Tersites, increpándole, amenazándole y golpeándole. Empero, el solo hecho de registrarse una tal intervención de un simple guerrero de filas evidencia que los reyes homéricos no gozaban, ni con mucho, de una autoridad incondicional. Dadas tales condiciones, las palabras de Ulises a propósito del daño ocasionado por la división del poder entre muchos, y de la necesidad de concentrarlo en las manos de un solo cetro, suenan solamente como un anhelo que está lejos de la realidad de ese momento o, quizá, como una reminiscencia de la época micénica: «Que uno solo nos dirija, tengamos un solo rey: aquel a quien el sagaz Zeus concedió el cetro y las leyes, para que él reine sobre los demás.» Es natural que la plenipotencia del rey en tiempos de paz fuera más modesta aún. Su función principal se reducía a la participación en los juicios. En la época homérica se atribuía gran importancia a la Justicia. Si un «soberano poderoso... hace florecer la justicia, bajo su cetro nace en sus campos abundancia de centeno, cebada y mijo, los árboles se cargan de frutos, se multiplican los rebaños y pululan los peces en las aguas». Se sobrentiende que en los tiempos que nos ocupan el derecho estaba escasamente desarrollado. Crímenes tales como, por ejemplo, un asesinato, eran considerados sólo en el plano del perjuicio inferido por el autor del mismo a un individuo o al conjunto de sus parientes. En tales condiciones, el juicio tenía las características de un arbitraje entre los litigantes. En el escudo de Aquiles se da la imagen de tal litigio: «... querellan dos hombres acerca de una multa que debe pagarse como indemnización por un asesinato...» «Gritan los ciudadanos en torno a ellos, favorece cada uno al que le es más cercano; los heraldos refrenan su griterío y los ancianos de la ciudad, sentados en silencio sobre piedras pulidas en medio del sagrado círculo, reciben a su turno uno de los cetros de manos de los heraldos, se levantan empuñándolo y, uno tras otro, emiten su juicio». Como se desprende de esta descripción, los juicios en la época homérica se realizaban en presencia del pueblo y los veredictos eran pronunciados por los ancianos. Al lado de éstos, en el mencionado ejemplo, hay colocados dos talentos de oro, que eran la caución que depositaban Historia de la antigua Grecia I - 82 de 147 - dentro de la sociedad homérica por otras nuevas. El triunfo definitivo, empero, y el afianzamiento de esas relaciones nuevas ya están ligados con el período subsiguiente en la vida histórica de la Grecia antigua. V. V. Struve - 85 de 147 - capítulo v ESPARTA, CRETA, TESALIA Y BEOCIA EN EL SIGLO IX Y COMIENZOS DEL V A. C. 1. Esparta Las fuentes para conocer el origen del Estado espartano son muy escasas y extraordinariamente inseguras. La historia de Esparta aparece expuesta tendenciosamente ya por los escritores de la antigua Grecia, por los ideólogos de la oligarquía que veían en Esparta la encarnación de sus ideales político-sociales. En las obras de esos escritores el régimen espartano era manifiestamente idealizado. En la literatura social y filosófica de la antigua Grecia se había creado toda una corriente que ya antiguamente cobró la denominación de «laconófila». Esta orientación laconófila había encontrado su expresión en las obras de Jenofonte, de Platón y en algunas de Aristóteles. Las obras de sus demás representantes no han llegado hasta nuestros tiempos, salvo pequeños fragmentos, generalmente de escaso contenido. No obstante, disponemos de datos más objetivos sobre la antigua Esparta que se encuentran en las obras de Herodoto y Tucídides. Estos historiadores, los más grandes de la Grecia antigua, no eran laconófilos, por lo cual las nociones que nos suministran acerca de Esparta merecen mucha confianza. También resultan valiosas las expresiones de los poetas líricos de los siglos vii y vi a. C., que en sus versos, llegados parcialmente hasta nuestros tiempos, reflejaban la actualidad político-social de su época. Tales son los fragmentos de las obras de Tirteo y Alcman. Datos muy importantes, esenciales, encontramos también en la obra de Pausanias Descripción de la Hélade (siglo ii de nuestra era). Finalmente, se hallan en estado de conservación unas cuantas inscripciones espartanas, sumamente antiguas. Las condiciones geográficas de Esparta El territorio sobre el cual había surgido el Estado espartano era el valle del río Eurotas, que había recibido el nombre de Laconia o Lacedemonia. En la parte occidental se eleva sobre ese valle, en terrazas abruptas, la cordillera del Taigeto, que alcanza una altura de 3.000 metros; en el lado oriental se extiende una cadena montañosa más baja y de más suave declive, el Parnón. Estas dos cordilleras terminan en dos largas penínsulas, no muy anchas, que limitan el golfo Lacónico; el Taigeto queda cortado por el mar en el promontorio Tenaro, y el Parnón en el cabo Maleo. Por el lado septentrional, el valle de la Laconia queda cerrado por las alturas del Peloponeso central. La cordillera del Parnón desciende suavemente, mediante sus estribaciones orientales, hacia el mar, formando en algunos sitios cómodas bahías y dejando una franja costanera apta para ser poblada. Los declives occidentales del Taigeto bajan abruptamente hacia una depresión amplia y feraz, la de Mesenia, la que, hacia el oeste, se transforma en una altura litoral de poca elevación, bañada al sur por el golfo Mesénico. Al noreste, la Mesenia está cerrada por las alturas de Arcadia. Así, pues, el Estado espartano, dentro de sus fronteras, delimitadas de forma definitiva en la segunda mitad del siglo vii a. C., ocupa la parte meridional del Peloponeso, en el litoral del golfo, y sólo la frontera norte, que separaba a Laconia de Elide al noroeste y de Arcadia al noreste, era terrestre. Las fronteras terrestres del territorio espartano pasaban por lugares montañosos de difícil acceso. El litoral tampoco favorecía las relaciones marítimas. Sólo en el sudeste y en el sur había puntos adecuados para servir de amarraderos. El aislamiento geográfico de la Laconia fue en parte causa de demora y hasta de estancamiento en el desarrollo político-social, tan característico de la historia de Esparta. El valle lacónico, igual que el mesénico, está regado por una serie de corrientes de agua y es sumamente fértil. Mas en la Laconia, el área de las tierras fértiles es limitada, consistiendo en una franja bastante angosta a lo largo del curso medio del Eurotas, y cuya anchura máxima alcanza a unos diez kilómetros. Precisamente en este lugar fue donde surgió el centro político- militar del Estado espartano: la ciudad de Esparta. Historia de la antigua Grecia I - 86 de 147 - Laconia y Mesenia en las épocas micénica y homérica Las investigaciones arqueológicas realizadas en el valle de Laconia han permitido descubrir restos de edificios antiquísimos. Entre ellos merece citarse el denominado Menelaión (siglos xiv-xi a. C.), que representa los restos de una maciza construcción de piedras talladas, compuesto de cuatro o cinco locales, con un pasillo, siendo el área general de la excavación de unos 300 metros cuadrados. El Menelaión se hallaba no lejos del que luego habría de ser territorio de Esparta, en los declives hacia el valle, y no estaba fortificado. A ese mismo período pertenece también otro centro de la Laconia predórica, descubierto en el sitio sobre el cual posteriormente estuvo la población espartana de Amiclea. El poblado anterior, del período micénico, fue, al parecer, un centro de culto. Las otras poblaciones del período micénico en el valle de Laconia casi no se han conservado. Mesenia, el territorio de la antigua Pilos, en la época micénica, a juzgar por los datos arqueológicos, estaba poblada más densamente que la Laconia. A finales del siglo xiii y en el xii, Pilos, Micenas y otras poblaciones micénicas en Laconia y Mesenia quedaron destruidas y fueron abandonadas. Termina la época micénica. Sobreviene una época nueva, la homérica, vinculada ya en forma directa e inmediata con la ulterior historia general de la Hélade. El comienzo de esta época coincide con la última gran migración de las agrupaciones tribales en la península balcánica. La memoria de tales migraciones se ha conservado en la literatura griega posterior en forma de tradición sobre la lucha del héroe Heracles por la posesión del Peloponeso y de la ocupación violenta de la península por los descendientes de Heracles, los heráclidas, y éstos, como ya ha sido mencionado, se pusieron a la cabeza de las agrupaciones de tribus griegas que habían invadido el Peloponeso y que llevaban el nombre de dorios. En esa tradición aparece mencionada por vez primera la división del pueblo griego antiguo en agrupaciones lingüísticas y tribales, de dorios, jonios, eolios y otros, subdivisión que subsistió en tiempos posteriores. Pero esta subdivisión posterior de las tribus helénicas casi no es mencionada en los poemas de Homero, lo mismo que la invasión de los dorios en el Peloponeso. Los mismos nombres de Esparta y de Lacedemonia, si bien aparecen tanto en la Ilíada como en la Odisea, lo hacen como denominaciones no de la ciudad ni de la región, sino solamente del legendario palacio del rey Menelao, cuya descripción se encuentra en el canto IV de la Odisea. No hay en ella noción alguna acerca de poblaciones que circundaran tal palacio, aun cuando, por lo general, en los relatos referentes a otras residencias de basileis (por ejemplo de Pilos, de Itaca, del palacio de Alcinoo en Esqueria), las mismas son representadas como centros de tal o cual región. Resulta así que las menciones sobre Esparta que se hacen en la Odisea son irreales. Esta impresión cobra más vigor si se presta atención al viaje de Telémaco de Pilos a Esparta; tampoco su descripción acusa realidad: un camino llano y recto conduce a los viajeros hasta Esparta, sin la menor mención de los macizos montañosos del Taigeto y sus estribaciones, que la separaban de la «arenosa» Pilos; a la vez, no se advierte que el camino de Telémaco dé un rodeo por los pasos montañosos, a lo largo de la costa marítima; más incluso, en este último caso es harto difícil suponer que los grandiosos paisajes montañosos no atrajeran la atención del poeta. De esta manera, la Esparta de los poemas de Homero carece por completo de realidad y no tiene ninguna semejanza con la Esparta posterior, la históricamente conocida, acerca de la cual nos transmiten tradiciones Herodoto y otros historiadores de la antigua Grecia. ¿Querrá decir esto que en la época homérica no existió una Esparta? Las excavaciones realizadas en el sitio de la Esparta posterior han hecho ver que las poblaciones habían surgido allí en el siglo ix a. C.; los objetos de cerámica encontrados durante las excavaciones (principalmente en fragmentos) y los adornos (especialmente las figurillas de marfil) son característicos de la época homérica también en otras regiones de la Hélade. Es de particular interés la gran afinidad de la llamada cerámica geométrica de Esparta con la vajilla hallada durante las excavaciones de Delfos, el más antiguo centro de culto panhelénico, que desempeñó gran papel en la vida religiosa y política de Grecia. Llama la atención el hecho de que Delfos estuviera más tarde muy vinculada con la Esparta posterior, la conocida históricamente. Así y todo, las excavaciones no han descubierto ningún rastro más o menos grande de edificios de características palaciegas, de manera que los datos arqueológicos, muy incompletos aún, no dan base para suponer que el V. V. Struve - 87 de 147 - Estado tenía derechos sobre la vida y la muerte de los ilotas. Esto tenía su expresión en la existencia de una costumbre del Estado, la de las criptias (ver más adelante), y también en el hecho de que los éforos, al asumir su cargo, ejecutaban el rito de «la declaración de guerra» a los ilotas. Tampoco se puede llamar a los ilotas esclavos del Estado en la acepción completa de la palabra, puesto que la venta de ilotas por el Estado era, de hecho, absolutamente imposible. Al mismo tiempo que los ilotas, existían en Esparta también esclavos en el sentido literal del término. Un escritor de la Grecia tardía, Pólux (Julio), autor de una especie de diccionario, define a los ilotas de la siguiente manera: «Una posición intermedia entre esclavos y ciudadanos libres ocupaban los ilotas lacedemonios, los penestas tesaliotas y los clarotes y miontes cretenses.» El tercer elemento que completaba la estructura social espartana lo constituían las comunidades autónomas de los periecos, que habitaban en grandes poblados, de carácter artesanal y comercial primordialmente, en el litoral marítimo, en las estribaciones occidentales del Parnón y en la región de la Escirítida, en la parte septentrional del valle lacónico. Las tierras de los periecos estaban marcadamente separadas de las ocupadas por los espartanos y pobladas por los ilotas. Eforo escribe que originariamente los periecos tenían igualdad de derechos con los espartanos y que el rey Agis les había convertido en tributarios de Esparta y los había privado de los derechos políticos. Cuenta más adelante Eforo que no eran los aqueos — desiguales en cuanto a derechos a los espartanos—los que se habían convertido en periecos, sino los forasteros que se habían instalado en los sitios abandonados por los aqueos. En base a tales datos, es lícito creer que los periecos no fueron incluidos de golpe en el Estado espartano, sino que, al comienzo, sus comunidades, especialmente las costeras, tenían la condición de aliadas de la comunidad militar espartana, la que más tarde las subyugó. Geógrafos e historiadores griegos posteriores comunican que en Esparta existían cien poblados de periecos, muchos de los cuales eran muy antiguos. Resulta así que la región ocupada por los periecos estaba densamente poblada y tuvo significado importante en el desarrollo ulterior del Estado espartano. El Estado espartano de los siglos ix-viii a. C. representaba en primer lugar, como ya hemos dicho, una organización militar. La misma era encabezada por dos reyes, basileis de las dinastías de los Agíadas y los Euripóntidas. Estos dos basileis se hallaban a la cabeza de la comunidad espartana en calidad de jefes militares supremos. Su poder, empero, era real sólo durante las campañas bélicas contra un enemigo exterior. En la vida interna del Estado, el papel que desempeñaban era de muy poca importancia. Los dos formaban parte de la gerusía, o sea, del consejo de los ancianos (gerontes). A la vez, eran sacerdotes de los diferentes cultos rendidos a Zeus. Entraba también en las obligaciones del basileus la inspección de la justa distribución y utilización de las parcelas dentro de la colectividad espartana. Esta función fluía naturalmente de la situación de los basileis, que encabezaban esa colectividad organizada militarmente. En tiempos algo posteriores, como lo informa Herodoto, los basileis espartanos ordenaban también los matrimonios de las doncellas herederas de los cleros familiares. Como ya hemos anotado, el poder de los basileis estaba estrechamente ligado a la gerusía, compuesta de 28 ancianos no menores de sesenta años y que, en los tiempos históricamente conocidos, eran elegibles. En conjunto con los basileis que formaban parte de ella, la gerusía entendía en los asuntos de la comunidad espartana. Constituía el juzgado supremo y el consejo militar. En este último papel, la gerusía era sólo un órgano de consulta. Según el concepto de los historiadores griegos posteriores, la gerusía era una parte integrante e inseparable del régimen espartano creado por el legendario Licurgo, lo cual indica la antigüedad de su procedencia. El órgano supremo del Estado espartano era la asamblea popular, apela, que se componía de todos los espartanos que gozaban de plenos derechos y eran mayores de edad. El papel efectivo de la apela en la vida política de Esparta no era grande, puesto que la misma no gozaba del derecho de iniciativa para legislar. Intervenían en sus sesiones tan sólo los basileis y los funcionarios más altos. La reunión reaccionaba frente a esas intervenciones con gritos, y la mayoría se reconocía para la parte cuyos gritos eran más altos y más fuertes. Inclusive Aristóteles, gran simpatizante del régimen estatal de Esparta, calificaba de «pueril» esta manera de conducir las reuniones. Hay que considerar que la apela en los siglos ix-viii a. C. apenas era Historia de la antigua Grecia I - 90 de 147 - un órgano más perfecto y desarrollado que en los tiempos de Aristóteles. Es muy probable, empero, que durante el período en que iba formándose en Estado espartano, la apela desempeñara un papel mucho más significativo que en tiempos posteriores. Una de las particularidades del régimen estatal espartano consistía en la existencia del colegio de los cinco éforos. Los historiadores griegos titubearon muchísimo en la apreciación de dicho órgano y en la determinación de su origen. Algunos lo consideraban como pilar del régimen espartano; otros, por el contrario, consideraban la introducción del colegio de los éforos como un agregado posterior a la organización estatal formada inicialmente. Dentro de esta posición, en opinión de algunos autores, dicho colegio era un órgano salvador del Estado, mientras otros lo consideraron como una institución dañina e inadecuada para los principios fundamentales del régimen. Esta polémica entablada en la antigua literatura histórica y política estuvo muy lejos de acusar índole académica; fue originada por la encarnizada lucha entre los partidarios de la oligarquía y los de la democracia en la Grecia de los siglos iv-iii a. C. De por sí, esta misma postura respecto al eforado permite pensar que el mismo desempeñaba un papel esencial en la vida política de Esparta. Sin embargo, al parecer, fue progresivamente cuando esta institución adquirió influencia en el Estado espartano. En las más antiguas tradiciones históricas espartanas, figuran en el primer plano no los éforos, sino los basileis. Evidentemente, el eforado había surgido en calidad de órgano de representantes de las cinco aldeas en las cuales se hallaba dividida Esparta. Ulteriormente, el colegio de los éforos fue independiente, tanto de la gerusía como de los basileis. Más aún: los éforos estaban incluso contrapuestos a esos poderes; al asumir el cargo, firmaban una especie de tratado con los basileis garantizándoles el poder, siempre que los nombrados observasen las leyes. Ya Aristóteles había llamado la atención sobre la particularidad de la organización estatal espartana, que se caracterizaba, según él, por una cierta dualidad. En su Política, dice Aristóteles: «... el poder de los reyes estaba allí repartido entre dos personas... Teopompo, a su vez, había reducido las prerrogativas del poder real recurriendo a diferentes medidas, entre ellas, la instalación del eforado». El colegio de los éforos constituía así uno de los fundamentales órganos del Estado espartano. Al lado de las funciones de control, el problema principal del eforado residía en mantener en obediencia para con la comunidad espartana a la masa sujeta a ella y a los periecos que no gozaban de plenos derechos. Con este fin, se practicaban en Esparta medidas tales como la proclamación regular de criptias, durante las cuales los guerreros espartanos se dispersaban por las regiones rurales para atacar por la noche los villorrios de los ilotas. En los mismos, según un autor antiguo, «mataban a los más fuertes entre los últimos». Con estos métodos bestiales el Estado espartano trataba de prevenir las sublevaciones de los ilotas. A pesar de todo, las sublevaciones no dejaban de estallar, adquiriendo a veces dimensiones tales que la comunidad espartana no estaba en condiciones de aplastarlas sin la ayuda de otras ciudades peloponesíacas, aliadas suyas. La reducida comunidad de espartanos resolvía el problema de la dominación sobre la aplastante mayoría de la población laconia (sobre los ilotas privados de derechos y sobre los periecos que no gozaban de la plenitud de los mismos), al precio de una constante tensión bélica, de un permanente estado de preparación militar y disposición para el combate. Esta circunstancia había impuesto su cuño y sello sobre todo el modo de vida de la comunidad espartana, completamente apartada de la actividad económica y transformada, también por completo, en una dominante clase militar. De esta manera, en el siglo viii a. C. se había formado el Estado esclavista espartano sobre la base de formas muy primitivas de explotación de la sojuzgada población agrícola. El régimen político, como vemos, era en muchos sentidos bastante primitivo. En su base se hallaba el aprovechamiento, con fines de dominio clasista, de toda una serie de instituciones surgidas todavía en la época de la descomposición del regimen comunal. Los órganos aparecidos más tarde, por ejemplo el eforado, habían constituido ya un engendro de condiciones nuevas que no se hallaban ligadas al régimen de gens. Para su tiempo, el régimen estatal espartano constituyó un definido paso hacia adelante en el nacimiento del Estado en la antigua Grecia como aparato de opresión de la clase dominante. El lugar principal en tal organización lo ocupaba la educación político-militar de los ciudadanos. V. V. Struve - 91 de 147 - Tal rasgo del régimen espartano atraía la atención de los ideólogos de la nobleza esclavista. La vida de todo espartano, desde el momento mismo en que nacía, se hallaba bajo la constante e incansable observación del Estado. Hasta la edad de los ocho años, los varones vivían con sus familias. Luego, eran reunidos en grupos —agelas (literalmente rebaños)—que estaban a cargo de altos funcionarios del Estado —paidónomos, o sea, educadores fiscales—, los que, mediante un rigurosísimo adiestramiento, trataban de hacer de los niños buenos guerreros. Además del entrenamiento gimnástico-militar, los niños eran sometidos a privaciones e inclemencias (hambre, frío), estimulando que intentaran proveerse de alimentos recurriendo a cualquier medio, sin que con ello se violara la disciplina formal. A partir de los doce años, el rigor en la educación era reforzado: se desarrollaba la habilidad de expresar los pensamientos de la forma más breve posible (se iba creando así la oración «lacónica», término que se ha convertido en adjetivo genérico); se sometía a los niños a diferentes clases de torturas para acostumbrarlos a soportar fácilmente los sufrimientos físicos. A los dieciocho años, la educación de los espartanos se daba por terminada. A los veintiuno, el adolescente era nombrado guerrero espartano, a partir de lo cual ya él mismo debía participar en el entrenamiento de las generaciones más jóvenes. En este sistema educacional, la instrucción común ocupaba un lugar insignificante; los espartanos no sólo ignoraban las conquistas de la antigua cultura griega, sino que, en general, eran semianalfabetos. En este punto coinciden todos los escritores de la antigua Grecia. Sin embargo, según los laconófilos, la preparación militar de los espartanos y de su ejército era preferible a todos estos logros de la civilización. El descrito régimen del Estado espartano fue creado, de acuerdo con tradiciones bastante contradictorias, por un gran legislador, el sabio Licurgo. El habría sido quien apaciguara a una Esparta desgarrada por luchas intestinas, introduciendo un régimen «ideal» para el Estado que se conservó posteriormente durante toda la existencia de Esparta. ¿Hasta qué punto es verídica tal tradición referente a Licurgo? Plutarco, que ha escrito una biografía muy amplia de Licurgo, reconoce empero, no obstante su poquísima inclinación a la crítica histórica, que la tradición de Licurgo es sumamente enrevesada y oscura. Para la ciencia historiográfica actual, queda fuera de duda que la efigie de Licurgo es algo legendaria, carente de realidad histórica. Así y todo, no está excluido que medidas tales como la repartición en cleros del territorio conquistado por los espartanos, la reorganización del antiguo Consejo de Ancianos, transformándolo en gerusía, la institución del eforado, fueron introducidos simultáneamente. Todas estas leyes fundamentales del Estado espartano pueden haber sido el resultado de la actividad de un gran organizador, posteriormente deificado: existía en Esparta un culto especial de Licurgo, como deidad de la luz. En la vida cotidiana de los espartanos se conservaban muchos hábitos que databan de la más remota antigüedad, por ejemplo, las agrupaciones según las edades que, probablemente, representaban un tipo de destacamentos sui géneris. Estas agrupaciones tenían lugares para reunirse (lesquias), en los que se realizaban ágapes comunes y se organizaban diversiones, y donde la juventud y los guerreros adultos pasaban la mayor parte de su tiempo, no sólo de día, sino también de noche. Las mujeres no eran admitidas en esas organizaciones, pero, al mismo tiempo, eran ellas dueñas absolutas en la vida de familia, la que, en contraposición a la forma de vida de los varones, organizada sobre principios comunales, era sumamente cerrada. De las supervivencias preclasistas hablan también muchas costumbres de la vida familiar de los espartanos: el rito con que se celebraba el matrimonio consistía en el rapto de la doncella novia; la familia era monógama, pero al mismo tiempo era admitida la libertad de la relación sexual extramatrimonial, tanto para el marido como para la mujer. Como ya hemos señalado, fue el período de tensa lucha por el dominio del territorio ocupado, cuando se formó el régimen militar espartano. Todos los espartanos, en la edad comprendida entre los veinte y los sesenta años, eran guerreros. El ejército estaba subdividido en cinco agrupaciones combativas —lochas—, una por cada una de las cinco aldeas en que se hallaba dividido el centro del Estado espartano. Cada locha se componía de "destacamentos unidos por un juramento", los llamados enomotias, cuyos participantes llevaban, incluso en tiempos de paz, un modo de vida en común, formando una especie de «fraternidad» llamada sisitias. Este régimen militar distaba mucho aún de esa esbeltez y perfección de la cual escribe Tucídides a finales del siglo v. Las supervivencias de las relaciones tribales y de gens, que hemos anotado, repercutieron sobre el carácter de la organización militar espartana. Las enomotias podía manifestar una excesiva independencia dentro de las circunstancias de Historia de la antigua Grecia I - 92 de 147 - de que entre las organizaciones estatales de Esparta y de Creta se observan muchos rasgos similares. Dichos rasgos se explican históricamente por el hecho de que, tanto en Esparta como en Creta, en el primer milenio anterior a nuestra era, la población dominante fue la doria, que sometió a los pobladores de la isla; entre ellos a los aqueos, eteocretes (cretenses autóctonos) y otros. Sin embargo, la similitud entre Esparta y Creta se observa más bien en sus instituciones sociales que en las estatales. Para conocer a unas y otras es especialmente importante, aparte de una reducida cantidad de fuentes literarias, una gran inscripción encontrada en una ciudad de la costa meridional de Creta: Gortis, la que, junto a Cnosos, desempeñó gran papel en la historia de esa isla. Aun cuando esta inscripción, a la que a veces se denomina «la verdad gortinense», fue grabada en la pared de un edificio público ya a mediados del siglo v a. C., ella representa la codificación de la legislación cretense perteneciente a una época muy anterior. Las fuentes mencionadas permiten formarse cierta idea acerca del régimen social de la sociedad cretense. La población de esta isla estaba formada por dos grupos fundamentales: libres y dependientes. Los tributos eran los ciudadanos, pertenecientes a las tribus dorias, que gozaban de plenos derechos; los llamados «súbditos», equivalentes a los periecos espartanos, que conservaban la libertad personal, pero carecían de la plenitud de los derechos civiles; los manumitidos, a los que de acuerdo con las leyes nadie podía privar de la libertad; y los extranjeros que moraban en la isla. Los ciudadanos era reunidos en hetairías (sociedades). Además de esto, junto a las tres filai en que se dividía la población doria, en algunas ciudades cretenses en las que la población estaba mezclada, había otras filai más (por ejemplo, la de los aitaleos). Cada una de ellas no era más que una gens o una familia ampliada. Semejantes filai existían también en el seno de la sociedad de los "súbditos". Las hetairías estaban formadas por compañías de jóvenes amigos (agelas) pertenecientes a la clase dominante (en consecuencia, no podían ingresar a las mismas los «súbditos», los manumitidos y los extranjeros, todos los cuales se consideraban como «fuera de las hetairías»). A la cabeza de cada hetairía había un arconte. Para la vista de las causas o procesos que surgían entre los que se hallaban «fuera de las hetairías» (athetairíos) y los miembros de las mismas, se nombraban jueces especiales. Y dado que los miembros de las familias nobles, al ser distribuidos según las hetairías, trataban de conservar los vínculos con su gens, las hetairías coincidían mayormente con las filai. Una subdivisión de la filai era el claros. Del seno de la file emanaba el claros militar que soportaba obligaciones especiales; entre sus miembros se elegía los cosmos (estrategas), que tenían en sus manos el supremo poder militar del Estado. Los "súbditos", agrupados en comunidades rurales, también estaban divididos en filai. Junto con la agricultura estaban desarrollados los oficios y el comercio. Para los manumitidos, o libertos, se destinaban en las ciudades cretenses barrios especiales. Finalmente, para la administración y para la vigilancia de los extranjeros que moraban en la isla existía un funcionario ad hoc. A semejanza de las comidas en común de Esparta ("Syssitia"), en Creta se efectuaban también banquetes públicos, conocidos como "comidas de varones" (andreiai). Según algunas fuentes, estas comidas eran organizadas por los aportes efectuados por los miembros del claros. Según otras fuentes, era el propio Estado quien destinaba a las mismas una parte de los ingresos del fisco. Cada una de estas andreias estaba bajo la vigilancia de un llamado paidónomo. En las andreias se hallan presentes los niños varones, que recibían la mitad de la ración. Al cumplir los diecisiete años, el joven era registrado y anotado en una agela, teniendo que frecuentar los gimnasios, en los que se prestaba principal atención al entrenamiento físico y una atención mucho menor a la instrucción intelectual; un lugar esencial era destinado al aprendizaje de memoria de las leyes, redactadas en verso. Al terminar la agela, en la que probablemente permanecían unos diez años, los jóvenes ingresaban en la hetairías. Los miembros de cada promoción estaban obligados a contraer simultáneamente matrimonio, pero la esposa entraba en la casa del marido sólo cuando estaba en condiciones de manejar la economía de la misma. El matrimonio era considerado sagrado, y toda violación del mismo era severamente castigada. La población no libre, o dependiente, de Creta se componía de mnoitas y de esclavos. Los mnoitas eran agricultores, cargados de gravosas obligaciones, que habitaban las tierras del Estado. Quizás en éstos ha de verse a los descendientes de la antigua población de la Creta minoica. En cuanto a los esclavos, pertenecientes a particulares, se los puede subdividir en dos categorías. Unos, cuya situación correspondía a la de los ilotas espartanos, labraban las parcelas V. V. Struve - 95 de 147 - (cleros) de sus amos, a los que debían entregar una parte de los productos que obtenían; estaban fijados inseparablemente a los cleros, y recibían la denominación de afamiotas o clerotes. Podían formar familias e inclusive contraer matrimonio con mujeres libres; tenían su hacienda doméstica y podían adquirir bienes domésticos también. Otros, utilizados para los trabajos y quehaceres de las casas, eran esclavos comprados. Las particularidades de la sociedad en Creta habían condicionado la singularidad del régimen estatal de las cuarenta y seis polis cretenses. Las constituciones de las mismas tenían un rasgo común: cada una de ellas era regida por los ya mencionados cosmos. Aristóteles desaprueba este orden estatal considerándolo la peor clase de oligarquía: el caso es que dichos cosmos estaban investidos entre los cretenses del supremo poder tan sólo formalmente, pues en la realidad se encontraban supeditados a la tiranía de los representantes de las familias nobles, que tenían el derecho de reemplazarlos durante el ejercicio del poder. Escribe Aristóteles: "Tal preponderancia de la nobleza y, en general, de los hombres del poder que no desean someterse a un veredicto de los cosmos, lleva a la anarquía, a constantes disensiones y a una lucha intestina, de manera que el régimen cretense tiene tan sólo alguna que otra similitud con un régimen estatal". Al colegio o senado de los cosmos estaban adscriptos un secretario y otros funcionarios, entre ellos los que entendían de las finanzas. El poder judicial también se hallaba bajo la jurisdicción de los cosmos, a los cuales estaban sometidos los jueces. Debajo de los cosmos se encontraba el Consejo de ancianos; eran sus miembros los mismos cosmos una vez que habían cumplido el término reglamentario de su función; eran integrantes vitalicios de este Consejo, que representaba la suprema instancia gubernamental y judicial, poseía plenipotencias casi ilimitadas y gobernaba el demos a su albedrío (al decir de Aristóteles, "arbitrariamente, y no sobre la base de las leyes escritas"). El número de miembros de este Consejo llegaba a veintiocho o treinta. La asamblea popular ocupaba un lugar secundario, puesto que sólo poseía el derecho formal de confirmar las resoluciones tomadas por el Consejo o por el Cosmos. Hacia mediados del siglo iii a. C., la Asamblea popular adquirió gran significado y valor. Dada la democratización del régimen estatal realizada entonces en Creta, al lado del Consejo de ancianos se formó incluso un consejo de «jóvenes», investidos de poderes especiales, y que también cumplía funciones judiciales. Las sesiones de la Asamblea popular tenían lugar en la plaza pública (ágora), donde había una piedra especial desde la cual los oradores pronunciaban sus discursos y arengas. La Asamblea popular estaba autorizada para tomar resoluciones sólo con la presencia de no menos de quinientos miembros. La «verdad gortinense» contiene también una serie de artículos vinculados con asuntos de herencia, deudas, violaciones de reglas sociales, etc. Los procesos en Creta eran orales, en presencia de testigos, los que hacían sus declaraciones bajo juramento. En cuanto a la historia de Creta durante el período prehelénico, de la misma se han conservado tan sólo hechos aislados carentes de valor para la historia griega general. Así, se sabe que durante las guerras greco-persas, los ciudadanos cretenses despacharon una embajada a Delfos, pero no tomaron parte alguna en dichas guerras. Tampoco tomaron parte alguna las ciudades cretenses en la primera Liga marítima ateniense, aparecida en el siglo v a. C. 3. Tesalia Las relaciones sociales y el régimen estatal de Tesalia ofrecen un interés particular debido a que allí se conservó sin mayores variantes un régimen social que hace recordar, hasta cierto grado, a la Grecia homérica. Tesalia representa una llanura baja, la más grande de toda la Hélade, limitada por todos los lados por colinas y cordilleras: al norte, por el Olimpo; al oeste, por la cordillera de Pindo; al este, por las de Osa y Pelión, y al sur, por la cordillera de Acaya y, tras ésta, el monte Eta, paralelo a la anterior. La llanura tesalia es regada por el río más grande de la Hélade, el Peneo. Dicha llanura es muy feraz, apta tanto para la agricultura como para la ganadería (hasta el mismo período helénico, Tesalia poseía la mejor caballería de Grecia). Historia de la antigua Grecia I - 96 de 147 - Desde Tesalia se exportaban en gran cantidad carnes y cereales. Una parte de la llanura tesalia estaba cubierta, en tiempos más remotos, de espesos bosques; es característico que, aún en el siglo v, los antiguos funcionarios, que ya habían perdido el poder y se habían convertido en epónimos (los años se denominaban con los apelativos de dichos funcionarios), eran apodados «inspectores silvestres». Entre la cordillera de Acaya y el monte Eta se extendía otra llanura, no muy grande ni tan feraz, regada por el río Esperquio. En el sur del país, en el golfo de Pagaso, estaban, bien ubicados y protegidos contra los vientos, los puertos de Iolcos y de Pagaso. La lengua de los tesalios, al igual que la de los beocios, era, en la época clásica, una mezcla de dos elementos dialectales: el dórico y el eólico. La naturaleza mixta del idioma confirma la tradición histórica según la cual Tesalia, durante la época micénica, se hallaba poblada de tribus eolias. Era, en aquel entonces, uno de los países cultos, guías de la Grecia europea, como lo hacen ver tanto los datos obtenidos en las excavaciones, como el papel que desempeña el héroe tesalio Aquiles en la Ilíada. En la época de las invasiones dorias, los emigrados se apoderaron, como en todas partes, de las llanuras más fértiles. La anterior población eolia —"los penestai"—, aun cuando conservaron parcialmente sus territorios y sus regímenes tribales, se vieron privados de la libertad, pasando a depender del vencedor, proveyendo a éste de guerreros y pagando un tributo. Los pobladores de Tesalia propiamente dichos se dividían en cuatro grupos. El primero lo componían los dinastas, miembros de las pocas gens nobles, poseedores de grandes latifundios, los cuales, de hecho, habían concentrado en sus manos todo el poder. Al segundo grupo pertenecían los medianos y pequeños agricultores libres, algo así como arrendatarios de los dinastas, a los cuales también prestaban servicio en el ejército en función de escuderos y guerreros, ecuestres e infantes. Este grupo no debía ocuparse en oficios artesanales y de comercio, bajo la amenaza de ser despojado de sus derechos civiles. Inclusive, para asistir a la Asamblea popular, no se reunían en la plaza del mercado, como en las otras polis griegas, reservada en este caso a los nobles tesaliotas, sino en una plaza especial, el ágora «libre», en la que estaba prohibido toda clase de comercio. El tercer grupo lo componían los artesanos y los mercaderes, personalmente libres pero carentes de derechos políticos. La situación de la masa fundamental de los productores, "los penestai", que formaban el cuarto grupo, difería poco de la de los ilotas espartanos en los siglos vii-vi a. C. Los "penestai", al igual que los ilotas, estaban vinculados a la parcela que se les había adjudicado y entregado, y poseían casas y bienes muebles; no podían abandonar su parcela y estaban obligados a entregar una parte determinada de la cosecha a su dinasta terrateniente y a obedecer sus órdenes, pero el dinasta no podía matar a los "penestai". Las rebeliones de los "penestai", al igual que las de los ilotas, eran un fenómeno ordinario. Todas estas particularidades de la estructura social de Tesalia recuerdan a la estructura social de la Grecia homérica. La tierra estaba subdividida en parcelas (cleros). Sin embargo, estos cleros no tenían nada de común con las pequeñas parcelas de los campesinos que recibían la misma denominación en el Ática y en Beocia. En caso de guerra, todo clero debía proveer cuarenta guerreros ecuestres y ochenta hoplitas. Para suministrar semejante milicia, un clero tenía que ocupar un área de más o menos unas 1.600 a 1.800 hectáreas; es lógico suponer que tales cleros pertenecían sólo a los grandes terratenientes, de los cuales en toda la Tesalia podría haber cerca de doscientos. Con respecto a los terratenientes, todo el resto de la población libre se encontraba en situación de dependencia, recibiendo de aquéllos parcelas para ser labradas. En los tiempos de paz, cada familia noble (las más poderosas eran la de los Aléuadas en Larisa y la de los Escópadas en Farsalia), junto con sus «arrendatarios», constituía una aislada unidad política. La nobleza tesaliota erigía fortificaciones para defender sus posesiones. Sin embargo, el peligro de rebeliones de las tribus sojuzgadas, y también el de invasiones enemigas, habían forzado a los dinastas tesaliotas a crear, ya en tiempos muy tempranos, una organización militar pantesalia. Así como los basileus griegos durante la campaña contra Troya habían formado un ejército común bajo el mando del basileus micenio Agamenón, así también los tagos (equivalentes al basileus en el lenguaje de los tesaliotas) elegían, en caso de guerra, un tago pantesalio. En tales oportunidades entraba en funciones (tanto para la elección de un tago, como V. V. Struve - 97 de 147 -
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