TEMA 1 Y 2 DE GEOGRAFÍA, Resúmenes de Geografía

¡Descarga TEMA 1 Y 2 DE GEOGRAFÍA y más Resúmenes en PDF de Geografía solo en Docsity! IES PADRE POVEDA DEPARTAMENTO DE GEOGRAFÍA E HISTORIA CURSO 2022-2023 2ºBACH A / B GEOGRAFÍA DE ESPAÑA TEMA 1. ESPAÑA EN SU CONTEXTO Y DIVERSIDAD TERRITORIAL 1.- INTRODUCCIÓN El territorio del Estado español constituye un espacio geográfico político unitario. Sin embargo, presenta una gran diversidad desde distintos puntos de vista: relieve, clima, espacios naturales,… Además de la diversidad natural, y debido principalmente a razones históricas, encontramos también una gran diversidad en el territorio en relación con los aspectos humanos: población, economía, cultura y sociedad. En este caso, esa diversidad aparece como desequilibrio y desigualdad, situación que se afronta y se “corrige” mediante las políticas de cohesión nacionales, en las que las políticas comunitarias de ordenación, reequilibrio y garantía de derechos de la Unión Europea tienen un papel muy relevante. El Estado español se caracteriza de la siguiente manera: su nombre oficial es Reino de España; según la Jefatura del Estado es una monarquía parlamentaria; según su régimen político es un Estado de Derecho y democrático, cuya norma fundamental es la Constitución de 1978; según su organización territorial es un Estado descentralizado o autonómico; y según su relación con la religión es un Estado aconfesional. En su territorio físico podemos distinguir cuatro elementos: territorio peninsular, enclaves africanos, archipiélago balear y archipiélago canario. 2.- EL PROCESO DE ORGANIZACIÓN POLÍTICO-ADMINISTRATIVA DE ESPAÑA Este curso de GEOGRAFÍA se ocupa del estudio del territorio actual del Estado español tal y como, muy someramente, hemos caracterizado en el apartado anterior. Ese territorio es el resultado de un proceso histórico muy complejo, de los más complejos de los países del entorno, que solo se ha terminado de concretar en el último cuarto del siglo XX. El antecedente histórico directo de la actual configuración institucional del Reino de España está en la unión dinástica de los Reyes Católicos, que se produjo cuando su nieto Carlos I recibió la herencia de la Corona de Castilla y de la Corona de Aragón en 1516. A partir de ese momento podemos comenzar a hablar de Monarquía Hispánica, Corona española e incluso de España. Sin embargo, nunca debemos perder de vista que aquella realidad institucional y territorial solo tiene en común con la actual el hecho de que hay un monarca en la cúspide de la estructura política. Por todo lo demás, las diferencias son abismales: el modelo de Estado es extremadamente federal en el siglo XVI (y seguirá siéndolo hasta principios del siglo XVIII con el cambio de dinastía tras la Guerra de Sucesión) a diferencia del actual que es meramente autonómico; por otro lado los territorios de la Monarquía Hispánica llegaron a ser a partir del reinado de Isabel I y hasta el proceso de Independencia de América, extensísimos, con tierras en todos los continentes conocidos. Con anterioridad al siglo XVI solo podemos señalar dos momentos históricos en los que existió una realidad institucional con autoridad centralizada sobre un territorio que sería parecido al del actual Reino de España. El primer momento es el Reino Visigodo de Toledo (507-711) y el segundo es el Emirato Independiente de Córdoba (756-912) y el Califato de Córdoba (912-1035). Con anterioridad al siglo VI, y si nos queremos centrar exclusivamente en los territorios peninsulares, encontramos una gran diversidad de pueblos y de situaciones institucionales hasta la conquista romana a partir del año 218 a.C. Durante los miles de años anteriores al primer milenio a.C., en la Península van evolucionando distintas formaciones culturales organizadas de manera clánica o tribal en los tiempos más remotos y, a partir de la vida sedentaria y la economía productiva, vamos viendo la aparición de formaciones estatales territoriales muy atomizadas en el espacio geográfico bajo la forma dominante de ciudad-Estado. A partir del año 1000 a.C. se produce la entrada de poblaciones celtas que se van asentando en el noroeste y centro peninsular. Pocos siglos después, a partir del siglo VIII a.C. constatamos la presencia de enclaves comerciales y coloniales griegos y fenicios en las costas orientales y meridionales de la Península. El contacto durante los siglos posteriores entre las distintas poblaciones peninsulares y sus estructuras institucionales y las poblaciones griegas y fenicias dará lugar a la formación de espacios culturales diferenciados en el territorio: celtas en el noroeste y el norte, celtíberos en el centro y oeste, iberos en el este y el sureste y turdetanos en el sur. A partir del siglo VI a.C. el Imperio Cartaginés, Estado territorial con evidentes ambiciones de expansión, comienza a instalarse en el sureste de la Península. Su rivalidad con Roma dará lugar a las Guerras Púnicas. La Segunda Guerra Púnica tuvo como escenario principal la Península Ibérica y la derrota cartaginesa en 206 a.C. ocasionó el comienzo de la presencia del Estado romano y de la conquista de todo el territorio. Esa conquista culminó durante el reinado del emperador Augusto (27 a.C. - 14 d.C.) con la derrota de los pueblos astures y cántabros. La Península Ibérica fue llamada Hispania y organizada en provincias (primero, durante la época de la República, Hispania Vlterior e Hispania Citerior; después, durante el Alto Imperio, Tarraconense, Baetica y Lusitania). Si no fuera porque todo el territorio estaba bajo la autoridad de un Estado externo, podríamos hablar ya en estos momentos de realidad institucional unitaria. El colapso definitivo del Imperio Romano de Occidente en el 476 dio lugar a unas décadas de desgobierno que terminaron, como veíamos, con la instalación del Reino Visigodo de Toledo que, por primera vez en la Península construyó una realidad institucional, religiosa, jurídica, etc., unitaria en la Península Ibérica. Apenas ciento cincuenta años después, con la invasión musulmana a partir del 711, comenzó la etapa histórica más larga y seguramente más compleja. El Reino Visigodo de Toledo desaparece y su territorio es rápidamente conquistado por musulmanes del Califato Omeya de Damasco, cuya autoridad es, en las primeras décadas, estrictamente militar y, en cierta medida, fiscal. El cambio de dinastía en el Imperio Islámico en el 750 termina dando lugar a la formación del Emirato Independiente de Córdoba, que se constituye como un territorio omeya independiente políticamente del Califato Abasida de Bagdad. Esta etapa, junto con la siguiente, la del Califato de Córdoba, es la época del mayor esplendor de Al-Andalus en todos los aspectos sociales, económicos, culturales, administrativos y militares. Sin embargo, ese poderío islámico no impedirá que paulatinamente se vayan formando núcleos de poder político y territorial en toda la franja septentrional de la Península. Los llamados “reinos cristianos” se irán formando en procesos históricos similares pero diferenciados. Los núcleos occidentales irán surgiendo a partir del primitivo y pequeño Reino Astur y después Astur-Leonés. Los núcleos orientales evolucionarán a partir de la Marca Hispánica, establecida por Carlomagno a finales del siglo VIII para defender el Imperio Franco de la amenaza islámica. A lo largo de los siglos siguientes ambas realidades políticas, religiosas y socio-económicas evolucionan en paralelo y a la inversa: mientras que Al-Andalus va perdiendo fuerza a partir del derrumbe del Califato, los reinos cristianos amplían su territorio y su poder, en una relación permanente en la que se van sucediendo etapas de colaboración, de hostilidad, de enfrentamiento y de dependencia. A partir de la crucial Batalla de las Navas de Tolosa (1212), en la que todos los reinos cristianos se han unido contra el Imperio de los almohades, Al-Andalus se repliega y queda reducido al territorio del Reino Nazarí de Granada. Se abre un periodo largo de paz entre andalusíes y cristianos que termina con la conquista de Granada por la reina de Castilla con la ayuda de su esposo, el rey de Aragón. Durante esos siglos los nazaríes mantienen su paz y su prosperidad económica y cultural a cambio del pago de “parias” a Castilla. Por su parte, los reinos cristianos aprovechan para ir culminando su estructura política y ampliando sus territorios: Castilla termina la construcción de la Corona Castellano-leonesa y se expande, ya en el siglo XV, por el Atlántico (Canarias) y el norte de África (enclaves de Ceuta, Melilla, Orán, Bujía, etc.) a lo que se unirá a partir del descubrimiento de América las tierras del nuevo continente y, a partir de la circunnavegación de la Tierra de Elcano, las tierras de Asia y enclaves en África; Aragón también estructura su sistema administrativo, según un modelo más federal, y se extiende por el Mediterráneo (Baleares, Córcega, Nápoles, Sicilia, etc.). Quedan Portugal, independiente hasta el reinado de Felipe II en que se incorporará a la Corona de España temporalmente, y Navarra, que fue anexionado definitivamente a Castilla por Fernando el Católico durante su regencia. Como decíamos más arriba, la unión dinástica entre las dos grandes Coronas de Castilla y Aragón se produce en 1516 cuando a la muerte de Fernando el Católico Carlos hereda de golpe todo lo que le correspondía por parte de madre. Poco después heredará también todo lo que correspondía por parte de padre, incluido el título de Emperador del Imperio Germánico, constituyéndose así la Monarquía más poderosa y extensa de la Historia, e inaugurándose la dinastía de los Austrias. Esa unidad, hay que insistir en ello, es estrictamente formal y se refiere a la herencia, puesto que cada territorio conserva su estructura administrativa, su realidad socioeconómica, sus propias leyes, moneda, lengua, etc. Es una unidad plenamente federal. Los dos siglos siguientes serán de permanente conflicto interno y externo y de lenta pero imparable decadencia en lo económico, durante los cuales, también hay que señalarlo, hubo intentos serios de llegar a una unificación administrativa, por ejemplo, durante el reinado de Felipe IV bajo el impulso de su valido el conde-duque de Olivares. La época de los Austrias termina en 1700, cuando el rey Carlos II muere sin heredero. Las dos grandes potencias europeas y sus aliados, Austria (e Inglaterra) y Francia se enfrentan en la Guerra de Sucesión por el trono español (1700-1713). Finalmente se impuso el candidato francés, Felipe de Borbón, Felipe V, que inauguró la dinastía de los Borbones, en el trono hasta el día de hoy. Felipe V acaba con el federalismo de la Corona Española e impone un sistema centralista basado en las instituciones castellanas, según el modelo francés, mediante los Decretos de Nueva Planta, quedando al margen los territorios de las Vascongadas y Navarra, que conservarán sus fueros. Además, hay que señalar la pérdida de algunos territorios, pequeños pero de importancia estratégica: Menorca (que se recuperó en 1802) y el enclave de Gibraltar, este todavía parte del territorio del Reino Unido. Desde entonces hasta la actualidad vemos dos procesos de gran importancia. El primero tiene que ver con la tendencia imparable, aunque con altibajos, a la centralización territorial y administrativa. El segundo es el de la reducción de la extensión del Imperio Español. El proceso de centralización no generó resistencia durante el siglo XVIII, ya que las élites aristocráticas y comerciales de la Corona de Aragón, la gran perjudicada por su Decreto de Nueva Planta, se vieron