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TEMA 6PESAMIENTO ECONÓMICO SIGLOS XVII Y XVIII, Apuntes de Historia Económica

Asignatura: Historia Economica, Profesor: , Carrera: Administración y Dirección de Empresas On-line, Universidad: URJC

Tipo: Apuntes

2015/2016

Subido el 02/01/2016

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¡Descarga TEMA 6PESAMIENTO ECONÓMICO SIGLOS XVII Y XVIII y más Apuntes en PDF de Historia Económica solo en Docsity! TEMA 6 PESAMIENTO ECONÓMICO SIGLOS XVII Y XVIII PRINCIPALES IDEAS DE MERCANTILISMO El término mercantilismo se utiliza para denominar la política económica de los Estados nacionales en un periodo de tiempo que abarca aproximadamente desde el siglo XV al siglo XVIII. Acabada la guerra de los Treinta Años (1618-1648), que mantuvo enfrentada a toda Europa por motivos religiosos y políticos, comenzó a tomar forma una nueva institución, el Estado secular y centralizado, que consiguió reemplazar las instituciones feudales que hasta el momento habían sido utilizadas como instrumento de poder e influencia mundial. Sin embargo, a mediados del siglo XVII, las distintas regiones de Europa emergieron como naciones poderosas y centralizadas, temerosas del poder de la nación vecina, que de entre todos sus objetivos, bélicos, políticos, sociales, descollaba la idea de que el engrandecimiento nacional se debía de llevar a cabo sin tener en cuenta los intereses del Estado vecino. En otras palabras, se trataba de arruinar económicamente al vecino. Aquellos individuos que en esta época reflexionaban sobre asuntos económicos, los llamados mercantilistas, arbitristas, colbertistas y cameralistas, capaces de ser oídos e incluso medrar persuadiendo a los monarcas, utilizaban una idea muy contundente que podríamos resumir diciendo que consideraban que la economía se comportaba como un juego de suma cero, esto es, que lo que ganaba un país representa la pérdida de otro. Tomando como base esta idea, una idea que las proposiciones más elementales de la teoría del comercio internacional demostraron errónea, se diseñaban políticas intervencionistas cuyo fin último era la acumulación de metales preciosos. Para conseguir el acaparamiento de oro y plata se actuaba sobre las partidas de la balanza comercial con el objetivo de conseguir que el volumen de las exportaciones fuera superior al de las importaciones. En general estos autores consideraban los metales preciosos –oro y plata– como sinónimo de riqueza. Se refería Adam Smith en sus Lecciones de Jurisprudencia 1762, a esta política en los siguientes términos: “La riqueza de un reino se ha considerado por casi todos los autores después de Mun, consistente en oro y plata. En su libro –se está refiriendo a Thomas Mun– llamado England’s Treasure by Forraign Trade, trata de mostrar que la balanza comercial es la única cosa que puede mantener a Inglaterra, ya que, mediante ella, el oro y la plata se traen al reino y en ellos consiste su riqueza, pues sólo ellos no son perecederos. Esta doctrina, aunque absurda, ha sido asumida por todos los sucesivos autores, y en ella se fundan estas leyes de felonía” A las características anteriores hay que añadir otras que también forman parte de las políticas mercantilistas. Estos autores proponían fomentar la industria mediante la subvención a la importación de materias primas baratas prohibiendo su exportación, la instauración de aranceles proteccionistas que gravasen las importaciones de productos manufacturados y la subvención a la exportación de bienes con elevado valor añadido. Por último hay que destacar el énfasis por el crecimiento de la población. El fin de las políticas Página 12 de 12 poblacionistas era hacer disminuir los salarios para de esta forma permitir que las industrias nacionales compitieran ventajosamente en el exterior. En este sentido los mercantilistas proponían medidas favorables a los matrimonios precoces y a las familias numerosas. Criticaba Thomas Robert Malthus el poblacionismo mercantilista en su Ensayo sobre la población 1798, de la siguiente manera: “Nada es hoy día tan común como oír que hay que estimular el aumento de la población […] La verdadera razón es que este estímulo a incrementar la población se desarrolla sin preparar los fondos necesarios para sostenerlo […] Es posible que forzar un aumento de la población sea aparentemente ventajoso para los gobernantes y los ricos de un Estado, ya que esto permite reducir el precio del trabajo […] pero todo intento de este género debe ser observado con la máxima atención”. Por último cabe destacar las ideas que estos autores tenían acerca del comercio colonial. Sugerían explotar las colonias en beneficio de la metrópoli. En este sentido, las colonias debían de ofrecer a la metrópoli materias primas a cambio de productos manufacturados procedentes de la metrópoli. En otro orden de cosas, y aunque pudiera parecer anacrónico, cabe destacar la defensa que del mercantilismo realiza John Maynard Keynes en el capítulo veintitrés de su Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero 1936: “Sin embargo, como una contribución al arte de gobernar que se ocupa del sistema económico en conjunto y de lograr la ocupación óptima de todos los recursos del sistema; los métodos de los primeros precursores del pensamiento económico en los siglos XVI y XVII pueden haber captado fragmentos de la sabiduría práctica que las irreales abstracciones de Ricardo olvidaron primero y extinguieron después. Había sabiduría en su intensa preocupación por conservar reducida la tasa de interés por medio de leyes de usura, sosteniendo las existencias nacionales de dinero y desanimando las alzas en la unidad de salarios, así como en su predisposición a restaurar, como último recurso, las existencias de dinero por medio de la devaluación, cuando se habían vuelto francamente deficientes, debido a una sangría exterior inevitable, a un alza en la unidad de salarios o a cualquier otra causa”. El argumento de Keynes en favor del mercantilismo no sólo pasa por ser una búsqueda afanosa por encontrar en el pasado precursores de su doctrina, sino que esconde una correspondencia sorprendente, aunque forzada, por encontrar una relación entre, por un lado, el hecho de conseguir un saldo de balanza comercial favorable y, por otro, la posibilidad de manipular la demanda agregada por medio de la inversión gracias a la abundancia de metales preciosos y los tipos de interés bajos. En definitiva, la idea de proponer una balanza comercial favorable que permitiese la entrada de metales preciosos permitiría disminuir los tipos de interés y por consiguiente estimular la inversión y el empleo. El problema de la interpretación keynesiana, como señala Blaug en su Teoría Económica en retrospección, es que no existen pruebas en la literatura mercantilista que permitan deducir que la preocupación por una balanza comercial favorable tuviese relación con el reconocimiento de que el desempleo se debiera a la escasez de demanda efectiva. Pues bien, a continuación realizaremos un breve repaso de los autores más destacados de la literatura mercantil en Inglaterra, Francia, Alemania y España. Cabe señalar que estos autores no forman una escuela de pensamiento, son reflexiones aisladas, monotemáticas e interesadas que Página 12 de 12 aspecto que con el tiempo se convertirá en vital para el desarrollo de la ciencia económica, la cuantificación. En concreto se detuvo en medir las partidas de la balanza comercial. Preocupación que manifestó en su Political Arithmetic, donde señaló que la medición de dichas partidas contribuiría a conocer mejor el crecimiento económico de un país. Su método lo describe de la siguiente manera: “El método que pretendo seguir es todavía desacostumbrado: en vez de usar solamente comparativos y superlativos, y argumentos intelectuales, he decidido expresarme en términos de número, peso y medida (como ejemplo de la aritmética política que tanto he perseguido); de usar sólo argumentos basados en la sensación y de tomar en consideración únicamente aquellas causas que tienen fundamentos visibles en la Naturaleza; dejando aquellas que dependen de las volubles mentes, opiniones, apetitos y pasiones de cada hombre a la consideración de los demás”. Con relación a la controversia sobre los tipos de interés, Petty fue otro de los autores contemporáneos a Locke que también se opuso a la limitación por ley del tipo de interés. Coincide con Locke en relacionar el tipo de interés con la renta de la tierra, cuando afirmaba que la cuantía del interés debiera ser como mínimo equivalente a la renta de la tierra capaz de ser comprada por el montante de dinero prestado. EL MERCANTILISMO FRANCÉS Dejando a los mercantilistas ingleses, destacan en Francia las reflexiones de aquellos autores preocupados por lograr la autosuficiencia económica de su país. En este sentido se encuentra la obra de Jean Bodin Résponse aux paradoxes de monsieur Malestroit touchant l’enchérissement de toutes les choses (1568). En este trabajo destaca la exposición, aunque doce años más tarde de que lo hiciera Martín de Azpilcueta, de la teoría cuantitativa del dinero. Defiende una política fuertemente intervencionista en el comercio internacional impidiendo la exportación de materias primas y la importación de productos manufacturados. Con tales medidas se conseguiría, gracias a los aranceles, ingresos para la Hacienda Pública, se fomentaría la producción nacional y se generarían puestos de trabajos. Es importante también el trabajo de Antoine de Montchrétien, Traité de l’Economie politique (1615). En este libro, que es donde por primera vez aparece el concepto de economía política, se analiza los efectos económicos de las manufacturas, el comercio, la navegación y los deberes del príncipe. Este autor no sólo señala los perjuicios que ocasionan los comerciantes extranjeros, sino que además confía en la autosuficiencia de Francia y el fomento de sus manufacturas como solución a los problemas económicos. Por último cabe hacer mención a las reflexiones de Jean-Baptiste Colbert, el influyente ministro de Luis XIV. La gran aportación de Colbert al conjunto de reflexiones mercantilistas fue su apoyo decidido a la industrialización francesa. Una industrialización basada en una fuerte intervención estatal. Con ese fin propone llevar a cabo una política comercial fuertemente proteccionista, es decir, alta protección arancelaria, subsidios, reducción o exención de impuestos, y la proliferación de fábricas reales y empresas públicas. EL MERCANTILISMO ALEMÁN Página 12 de 12 De la misma forma que los autores ingleses y franceses, los mercantilistas alemanes –también llamados cameralistas debido a su afán por estudiar los problemas de la Cámara o Hacienda Pública– consideraban que el Estado debía intervenir decididamente en la actividad económica con la intención de acumular metales preciosos y aumentar la población. Sin embargo difieren de los mercantilistas en el hecho de que si bien éstos se preocupan principalmente por temas relacionados con el comercio, los cameralistas enfocan su atención sobre temas relacionados con la Hacienda Pública. Entre otros autores destaca la obra de Johann Joachim Becher, Politischer Discurs (1668), en dónde repite el típico eslogan político de la razón de Estado de que el “dinero es el alma y el nervio del país”, por lo que se debe prohibir su exportación. Además recomienda llevar a cabo políticas de aumento de la población. También hay que señalar la obra de Phillip Wilhelm von Hörnigk, Oesterreich über alles, wann es nur will (Austria sobre todos, solamente con que quiera, 1684). En este trabajo Hörnigk defiende la independencia económica de Austria proponiendo un progra-ma de política económica autárquica con el fin de acabar con la competencia de otros países. Su doctrina consiste esencialmente en fomentar el desarrollo de las manufacturas domésticas a través de una política de sustitución de importaciones apoyada con aranceles altos. Aconseja a las autoridades prohibir la exportación de oro y plata en la medida en que esto fuera posible, y persuade a los ciudadanos de que deben consumir productos nacionales. ARBITRISMO Y DECADENCIA ECONÓMICA CASTELLANA EN EL SIGLO XVII El término arbitrista fue empleado en sentido peyorativo en la literatura del siglo XVII para designar a la persona que inventa planes o proyectos disparatados con el fin de aliviar la hacienda pública o remediar males políticos. Dejan a un lado los problemas morales planteados por los escolásticos y los temas que tratan son muy variados. Escriben sobre la decadencia económica de Castilla; la asistencia a los pobres; la alteración del valor de la moneda; la tasa de trigo, la deuda pública; la política comercial y el desempeño de la Hacienda. Los arbitristas destacaron tres consecuencias económicas tras el descubrimiento de América que afectaron negativamente a España: el alza de los precios; la “saca” de metales a los centros financieros e industriales europeos y el abandono de los sectores productivos que se derivaba del desprecio por el trabajo y a vivir de rentas no fruto del trabajo. Además estos autores percibían las ventajas y riquezas que obtenían los extranjeros transformando materias primas, procedentes de España o de sus colonias americanas. De esta forma resolvían la paradoja de que los “países estériles” (sin recursos naturales como Holanda) e “industriosos” fueran ricos, mientras que España, con abundancia de materias primas y metales preciosos, pero “poco industriosa”, se empobrecía. Partiendo de las ventajas de una población abundante y de la no identificación de la riqueza con los metales preciosos, los arbitristas proponían el fomento de las actividades productivas. Entre los autores más representativos del arbitrismo castellano destaca Luis de Ortiz, y su Memorial de 1558. En este trabajo defiende la idea de acumular metales preciosos con el objetivo de invertirlos en actividades productivas. Ortiz hace hincapié en el desarrollo de las manufacturas porque Página 12 de 12 considera que la transformación de las materias primas, abundantes en España, daría lugar a un mayor valor añadido. Por consiguiente prohíbe la importación de productos manufacturados. También es importante dentro del arbitrismo castellano Martín González de Cellorigo y su Memorial de la política necesaria y útil restauración a la República de España y estados de ella, y del desempeño de estos reinos. En este trabajo de 1600, subraya la importancia del valor añadido que generan las manufacturas. Considera a la agricultura como la actividad “más noble” y “lo mucho que importa seguir las artes” y el comercio siempre dentro de la moralidad propuesta por los teólogos. En el ámbito de la desarrollo de la agricultura es importante el trabajo de Lope de Deza y su Gobierno político de agricultura (1618). Para Deza la relevancia del sector primario reside en el hecho de que su desarrollo es fundamental para el resto de sectores económicos. También es significativa en el ámbito de la agricultura la obra de Pedro Fernández de Navarrete y su Conservación de Monarquías y discursos políticos de l626. La ganadería también se tuvo en cuenta en la obra de los arbitristas. En este sentido se encuentra el trabajo de Miguel Caxa de Leruela titulado Restauración de la abundancia de España (1631). Aunque no descarta la industria, considera que la ganadería es el verdadero motor del crecimiento económico. Por último hay que mencionar el trabajo de Sancho de Moncada, La Restauración política de España de 1619. Si bien es destacable su afán por la cuantificación, hay que decir que estaba más preocupado por restringir el comercio internacional y la saca de moneda. Defendía unos objetivos de política económica en donde los intereses del Estado estuviesen por encima de los intereses de los individuos. Su pensamiento hacendístico se caracteriza por buscar los medios más eficaces con los que poder financiar el déficit público, y con suficiente capacidad recaudatoria como para poder prescindir de las decisiones de las Cortes en este asunto. Es conocido que las Cortes utilizaban el Servicio de Millones como única arma disponible para obligar al Rey a aceptar las condiciones que éstas le imponían. Pues bien, el que las Cortes pudieran limitar el presupuesto de gasto del monarca, hacían que las decisiones tomadas por los representantes del pueblo tuvieran el poder de condicionar la política económica del rey. Un hecho, éste último, que Sancho de Moncada no admite y de ahí su afán por eliminar tal prerrogativa. Con relación a su pensamiento monetario, supo ver la relación que existe entre el dinero y los precios, aunque considerará que el aumento de los precios no se debe a la abundancia de dinero, sino al mayor gasto que realizan los ciudadanos por la menor estima que tienen por los metales preciosos debido a su abundancia. Por consiguiente, en el caso en el que los metales preciosos faltasen ocasionaría grandes endeudamientos que se podrían evitar mediante una política que promoviera la acumulación de plata y oro. También incide en la idea de prohibir el comercio exterior como remedio para evitar la despoblación, idea que hay que enmarcarla en la compatibilidad que realiza Moncada entre, por un lado, su política poblacionista, y, por otro, la pobreza. En este sentido cree el autor toledano que prohibiendo la importación de bienes extranjeros habría más trabajo ya que de esta manera se “negociarán, gastáranse los frutos, alquiláranse las casas, y cobrarán sus rentas los que hoy no las cobran”; en definitiva, que vendrían españoles residentes en otros países y aumentaría el número de matrimonios, y: Página 12 de 12 lo haría descender. La consiguiente pérdida de competitividad reequilibraría antes o después la balanza de pagos, interrumpiendo la afluencia de metales preciosos. De este modo, las políticas comerciales mercantilistas eran efímeras quimeras. De esta idea podemos deducir, a diferencia de los autores mercantilistas, que el comercio exterior no es un juego de suma cero en el que sólo se puede conseguir la expansión de las exportaciones de un país a costa de la disminución de las exportaciones de otro. En vez de considerar que la ganancia de un país lleva consigo necesariamente el empobrecimiento de sus vecinos, Hume sostiene el criterio exactamente contrario. Ni los individuos ni las naciones tienen por qué temer la prosperidad de sus vecinos, pues el mero hecho de pertenecer a una comunidad próspera no puede por menos de redundar en beneficio de todos. En definitiva, Hume se adhiere a la teoría cuantitativa del dinero, y la utiliza como pretexto para exponer sus ideas acerca de la importancia de las variaciones de las instituciones económicas: “La cantidad absoluta de metales preciosos –afirma–, es un asunto casi indiferente. Hay sólo dos circunstancias que tienen una cierta importancia y son su incremento gradual y su cabal difusión y circulación por todo el estado” Por consiguiente, es una falacia atribuir a los factores monetarios consecuencias que son realmente el resultado de «variaciones en las formas y costumbres de las gentes». La teoría monetaria del interés mantenida por los mercantilistas, que afirma que el tipo de interés es inversamente proporcional a la oferta de dinero, es un ejemplo de dicho tipo de falacia. En lugar de ello, el tipo de interés reflejará primordialmente la oferta y la demanda de capital real, factores éstos, a su vez, que dependen de los «hábitos y formas de vida de la gente». Así, en una nación agrícola, el tipo de interés será alto debido a que la demanda –ociosa, y buscadora de placer– de préstamos de los señores, encontrará sólo una débil oferta. No hay una clase ahorradora o capitalista y no hay fondos acumulados para ser prestados, porque todo el dinero que entra «es disipado por los pródigos señores con tanta rapidez como lo reciben y la mísera clase campesina no tiene ni medios ni perspectivas ni ambición para obtener algo más que su simple manutención». El tipo de interés bajará conforme vaya avanzando el desarrollo económico, debido a que surgirá una nueva clase de comerciantes e industriales que adquirirá «pasión» por los beneficios y practicará la frugalidad, haciendo que “el amor por las ganancias prevalezca sobre el amor por el placer”. Al irse acumulando capital, su «abundancia hará disminuir el precio del mismo» y descenderán tanto los beneficios, como el interés. La relación entre el tipo de interés y el tanto por ciento de beneficio no es una relación causal en el sentido de que un bajo tipo de interés sea la causa de unos beneficios bajos o viceversa. Ambos reflejan el nivel de desarrollo económico y su relación es de mutua interdependencia, si bien ésta es más bien funcional que causal. En este sentido, también hay que señalar el trabajo de Joseph Harris, Ensayo sobre dinero y monedas (1757-1758), en donde hace gala de un buen entendimiento, por un lado, del funcionamiento del comercio internacional y, por otro, de los pagos internacionales. Se opuso enérgicamente a la idea del envilecimiento monetario y defendió de forma razonada la necesidad de un patrón monetario único. Pone de manifiesto los males de la inflación, que no duda en calificar como un robo Página 12 de 12 para los acreedores. Entendía y expuso correctamente la teoría cuantitativa del dinero, poniendo de manifiesto los efectos negativos, aunque transitorios, de los cambios en el nivel de precios sobre la actividad económica. FISIOCRACIA En la historia del pensamiento económico la fisiocracia constituye la primera “escuela económica”. El auge de esta escuela francesa se sitúa en la segunda mitad del siglo XVIII, siendo Quesnay su figura más representativa, y su obra el Tableau économique (1764) una de sus principales aportaciones a la historia del análisis económico. François Quesnay no sólo puede considerarse la figura más representativa de los fisiócratas, sino que además adquirió entre ellos el grado de maestro. Escribió en 1765 un tratado que tituló Droit naturel y que sirvió de fuente inspiradora de los futuros planteamientos de la escuela. Los discípulos más destacados de Quesnay fueron Victor Riqueti, marqués de Mirabeau, el famoso “amigo de los hombres” y autor de la Philosophie rurale (1763); Mercier de la Riviére, autor de L’ordre naturel et essentiel des sociétés politiques; Dupont de Nemours, Le Trosne, autor de L’intérét social (1777), y el abate Nicholas Baudeau. Se puede afirmar que los fisiócratas alcanzaron su mayor influencia política cuando Anne Robert Jacques Tourgot, uno de sus partidarios, fue nombrado ministro de Economía en 1774. Tal vez por el hecho de que Turgot concediera menos importancia a la agricultura que sus correligionarios, acercándose así más a los planteamientos de Adam Smith, le imposibilitó el ser aceptado dentro del círculo más íntimo de la escuela. Por último hay que decir que la Escuela poseía una publicación periódica titulada Efemérides. Fueron constructores de un sistema económico en el que la naturaleza se considera omnipotente y en donde existen unas leyes naturales por medio de la cuales, sin la intervención del Estado, se aseguraba el buen funcionamiento del sistema. La escuela, que se puede afirmar que es el resultado de la doctrina del derecho natural de Quesnay y de Mercier de la Riviére, se preguntaba si la naturaleza de las cosas tendía hacia una ciencia de la economía política. También se inspiraron en John Locke para justificar la propiedad privada que, como veremos a continuación, consideran fundamental para el buen funcionamiento de su modelo económico. Así, consideraba Mercier de la Riviére, que el orden esencial de las sociedades está fundado en el derecho de propiedad. Lo expresaba en los siguientes términos: “El hombre recibe de la misma naturaleza la propiedad exclusiva de su persona y la de las cosas adquiridas por sus esfuerzos y trabajos. Digo la propiedad exclusiva, ya que, si no fuera exclusiva, no sería derecho de propiedad”. Su método se fundamentaba en la observación, y tenía por objetivo buscar relaciones de causalidad entre variables con la intención de encontrar en ellas aquellas leyes generales que rigen el comportamiento de los fenómenos económicos. Todo culminaba en el denominado Tableau Economique –cuadro económico– que no pasaba de ser una situación ideal pero útil para fundamentar la doctrina. El Tableau Economique concebía la economía como un flujo circular de renta y gasto donde interaccionan distintas variables económicas durante un periodo de tiempo. Para llevar a cabo esta labor, Quesnay dividió la economía en tres clases o sectores: Una clase productiva integrada enteramente por agricultores; una clase estéril compuesta por Página 12 de 12 comerciantes, fabricantes, criados y profesionales, y una clase de propietarios terratenientes. En definitiva el Tableau es un esquema que tenía por objetivo imaginar cómo circular la riqueza entre las tres clases y conocer los elementos que subyacen al proceso productivo y, lo que es más importante, la reproducción del mismo, esto es, una situación en la que cada sector proporciona a los demás sectores una determinada cantidad de inputs requerida por ellos mismos. El modelo, aunque simplifica la realidad, entre otras cosas porque describe una economía que no tiene relaciones con el exterior, concibe la existencia de propiedad privada de los recursos naturales. La tierra, que era propiedad de los terratenientes, proporcionaba una renta procedente de los agricultores, generaba capital y contrataba mano de obra. El modelo destacaba la importancia del sector agrícola por ser el único capaz de generar, a juicio de los fisiócratas, producto neto, esto es, un excedente económico. Así, y para evitar distorsiones, proponían en el ámbito impositivo, establecer un impuesto único que gravase ese producto neto generado por la agricultura, porque se consideraba la única fuente posible de generar riqueza para la sociedad. Además, el crecimiento económico no sólo estaba regulado por la productividad de la agricultura, sino también por la manera en cómo el producto neto generado por ella se distribuía por el sistema económico por medio de una red de intercambios. Para comprender los intercambios, o canjes entre las tres diferentes clases, los fisiócratas utilizaron tres tipos de “adelantos” con la intención de explicar la dinámica del proceso de producción-reproducción económica. En este sentido aparecían los denominados “adelantos raíces”, que incluían el trabajo y los gastos necesarios para preparar el suelo para el cultivo; los “adelantos primitivos”, que vendrían a ser los gastos de inversión en bienes de capital, y los “adelantos anuales” que son los gastos necesarios para la reproducción (semillas y sustento de los trabajadores). Como el objetivo es reproducir el producto neto, los adelantos siempre tienen que tener la capacidad de estar disponibles, por lo que el modelo requería necesariamente que las tres clases retuvieran, o descontasen parte de los ingresos para asegurar la existencia de los adelantos. De esta manera el modelo aseguraba una feliz conjunción entre, por un lado, los intercambios de los adelantos y, por otro, la producción-reproducción del producto neto. Por último, el Tableau no sólo expresaba las condiciones “ideales” que debía cumplir el modelo, sino que, además, permitía justificar lo que con posterioridad se convirtió en el frontispicio de los liberales: el laissez-faire. La no intervención del Estado en la economía se justificaba porque, según los fisiócratas, permitiría que, de forma natural, floreciera una sociedad próspera y virtuosa, en dónde la agricultura se encargaría de proporcionar los excedentes. El comercio y la industria tendrían la labor de distribuirlos. A pesar de la trascendencia de esta idea, y para el progreso de las ideas económicas significó un cambio importante frente a la visión que tenían los mercantilistas. Los fisiócratas al proponer la noción de producción, desterraron por un lado la vieja idea mercantil de “adquisición”, y, por otro, se proscribió la consideración de que la economía se comportaba como un juego de suma cero. En definitiva, los fisiócratas se dedicaron a estudiar las leyes que rigen la producción de la riqueza y a descubrir cuáles son las reglas que determinan la distribución de la misma. Sus ideas colisionaron de lleno contra las políticas mercantilistas que consideraban que la riqueza de una nación dependía de la adquisición de metales preciosos, adquisición que permitía justificar la plena intervención del Estado con el fin de conseguir dicho objetivo. Página 12 de 12
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