Docsity
Docsity

Prepara tus exámenes
Prepara tus exámenes

Prepara tus exámenes y mejora tus resultados gracias a la gran cantidad de recursos disponibles en Docsity


Consigue puntos base para descargar
Consigue puntos base para descargar

Gana puntos ayudando a otros estudiantes o consíguelos activando un Plan Premium


Orientación Universidad
Orientación Universidad

La pragmática del lenguaje: tipos de actos de habla y cortesía, Apuntes de Lingüística Española

Una introducción a la pragmática del lenguaje, una rama de la lingüística que estudia el uso práctico de la lengua. Se abordan conceptos como el tipo lingüístico y social de la comunicación, el interés de j.l. Austin por los aspectos pragmáticos del lenguaje, y la distinción entre actos locutivos, proposicionales y ilocutivos. Además, se introduce la cortesía estratégica y sus relaciones con el poder relativo, la distancia social y la grado de imposición de un determinado acto.

Tipo: Apuntes

2015/2016

Subido el 17/05/2016

luis_fern_ndez_imaz
luis_fern_ndez_imaz 🇪🇸

4.2

(25)

7 documentos

1 / 36

Toggle sidebar

Documentos relacionados


Vista previa parcial del texto

¡Descarga La pragmática del lenguaje: tipos de actos de habla y cortesía y más Apuntes en PDF de Lingüística Española solo en Docsity! Tema 1: La perspectiva Pragmática 1. Tres problemas de Pragmática 1.1. El significado no convencional 1.2. Sintaxis y contexto 1.3. Referencia y deixis 2. ¿Qué es comunicarse? Las inadecuaciones del esquema clásico 3. Un modelo para la explicación pragmática 3.1. Elementos materiales 3.2. Representaciones 3.3. Procesos 1. TRES PROBLEMAS DE PRAGMÁTICA 1.1. El problema del significado no convencional Solemos pensar que las lenguas naturales funcionan como códigos que establecen una relación convencional y arbitraria entre significantes y significados; y que, cuando nos comunicamos, lo que hacemos es codificar y descodificar información. La realidad no es tan sencilla, porque las palabras pueden tener un valor diferente al que les asigna el sistema; no hay una correspondencia biunívoca constante entre representaciones fonológicas e interpretaciones. Pero esto no constituye un obstáculo para la comunicación, contamos siempre con que haya separación entre lo que se dice y lo que se quiere decir, así que hemos desarrollado mecanismos de inferencia para recuperar lo que nuestros interlocutores quisieron decir a partir de lo que realmente dijeron. Estamos usando constantemente estrategias que nos conducen a contextualizarlo todo para que encaje y tenga sentido. 1.2. Sintaxis y contexto Hay lenguas que tienen un orden de palabras en la frase más libre que otras. Este fenómeno se funda en el tipo y el grado de caracterización formal de las relaciones de dependencia estructural entre los constituyentes. Las lenguas tienen dos maneras de marcar estas relaciones: el orden de palabras y la morfología (por afijación o adposiciones), pero cuanto mejor caracterizadas morfológicamente estén las relaciones sintácticas, menor será la necesidad de marcarlas con el orden de palabras. Estas afirmaciones presentan sólo una faceta de la realidad. Pues las lenguas de orden de palabras relativamente libre muestran que no todas las frases que comparten las mismas condiciones resultan adecuadas en los mismos contextos, y que cada orden de palabras trata cada constituyente oracional de forma diferente desde el punto de vista comunicativo. De este modo, algunas lenguas deben contentarse con procedimientos fonológicos (prominencia prosódica) o gramaticales (cambio de construcción) como medios para expresar diferencias en la estructura informativa de las frases, otras pueden servirse también del orden de palabras para establecer esas diferencias. En resumen, resulta evidente que algunos aspectos gramaticales, como el orden de palabras, están determinados por factores de tipo contextual o situacional. 1.3. Referencia y Deixis Desde el punto de vista de la comunicación, comprender una frase no consiste simplemente en recuperar significados, sino también en identificar referentes. No basta con entender las palabras; hay que saber a qué objetos, hechos o situaciones se refieren. La asignación de referencia constituye, pues, un paso previo e imprescindible para la adecuada comprensión de las frases. Todas las lenguas tienen formas especiales para hacer referencia a los elementos de la situación: son los deícticos. Entre ellos se encuentran los pronombres personales, los demostrativos, los posesivos, muchos adverbios de lugar y de tiempo; los morfemas de tiempo de la flexión verbal, las fórmulas de tratamiento, las formas anafóricas y catafóricas. Así, no es de extrañar que más del 90 % de las oraciones de una lengua contengan unidades de este tipo. Una vez más nos encontramos con que una parte importante de la interpretación de un gran número de enunciados depende de factores extralingüísticos que configuran el acto comunicativo: conocer la identidad del emisor o del destinatario y conocer las circunstancias de lugar y tiempo de emisión son requisitos para conseguir una interpretación plena. Y vuelve a ser evidente que sólo desde una perspectiva pragmática se podrá tener acceso al tipo de información necesaria para lograr este objetivo. 2. ¿QUE ES COMUNICARSE? LAS INADECUACIONES DEL ESQUEMA CLÁSICO Para estudiar cómo funciona la comunicación, hay que plantear primero ciertas cuestiones básicas: como qué es comunicarse, qué se comunica y de qué modo se hace. Una respuesta superficial nos dará al menos dos ideas: 1) la transmisión de información por medio de un código lingüístico y 2) la interacción con otros. La comunicación tiene así dos facetas: una de tipo lingüístico y otra de tipo social. En los libros básicos es habitual encontrar esquemas que recogen los elementos fundamentales de la comunicación y sus relaciones, tal era el interés en los inicios de la Lingüística, primando el lenguaje como instrumento sobre la comunicación como proceso. Karl Bühler desarrolló un modelo de las funciones del lenguaje, en el que se esquematizan sus elementos constitutivos. Aparece el signo lingüístico conectado con tres factores externos: emisor, receptor y estados de cosas. Cada una de estas conexiones caracteriza al signo de un modo diferente: el signo lingüístico es un símbolo en su relación con los objetos y los estados de cosas; es un síntoma por su relación con el emisor y una señal en relación con el destinatario. Estas conexiones definen tres relaciones semánticas diferentes, que corresponden a las tres funciones básicas del lenguaje: representación, expresión y apelación, pero no queda reflejada la dinámica del proceso comunicativo. Shannon y Weaver concibieron un modelo matemático de base logarítmica y estadística sobre el modo en que se transmite información entre dispositivos mecánicos: el transmisor, utilizando un código, lo convierte en una señal. Esta señal se envía al receptor a través de un canal. El proceso de transmisión puede verse afectado por elementos extraños y no deseados: ruido. El receptor, a su vez, utilizando el mismo código, convierte de nuevo la señal en un mensaje y lo entrega a su destino. En este caso, el modelo no solo identifica componentes y relaciones, sino que trata de reproducir también un proceso. Algunos años después, Jakobson postuló el esquema en el que identifica los elementos de cualquier acto de comunicación verbal: el emisor envía un mensaje al destinatario en un contexto al que hace referencia mediante un código común a través de un canal físico y una conexión psicológica entre emisor y destinatario, que les permita iniciar y mantener la comunicación. Cada uno de estos elementos determina una función del lenguaje:  La función referencial se orienta hacia el contexto, y es preponderante en la mayor parte de los intercambios comunicativos.  La función emotiva o expresiva se orienta hacia el emisor y la expresión de sus actitudes.  La función conativa o apelativa se orienta hacia el destinatario, y tiene manifestaciones lingüísticas específicas como los vocativos, los imperativos.  La función fática se orienta a establecer el contacto o comprobar si canal funciona  La función metalingüística se orienta hacía el código lingüístico.  La función poética se enfoca sobre sí mismo. Las diferentes funciones no son incompatibles, de manera que se pueden dar simultáneamente y en diferentes grados en un mismo acto de comunicación. 2.1. Las inadecuaciones de los esquemas clásicos Estos esquemas desprenden la visión común y clásica, pero errónea de la comunicación, por rígida, simplista y hacer predicciones incorrectas sobre el papel de los elementos que la integran: así el papel asignado al código es excesivo, mientras que las relaciones entre los hablantes, el contexto extralingüístico y la situación comunicativa son reducidos siendo los que determinan muchos aspectos de la actividad comunicativa humana. Los humanos nos comunicamos por medio del lenguaje; codificando y descodificando mensajes. Un código es un sistema convencional que establece emparejamientos constantes entre señales y mensajes: así, a cada señal le corresponde un mensaje y viceversa. Pero la existencia de un código no es la única condición para que se dé la comunicación, pues si esta fuera una simple tarea de codificar y descodificar mensajes, el conocimiento del código bastaría para explicar por completo su funcionamiento. Sin embargo, hay muchas facetas que requieren tener en cuenta otros elementos y factores extralingüísticos. Además, si la comunicación consistiera solo en el intercambio de información codificada, no se podría concebir la existencia de comunicación en ausencia de un código. Sin embargo, la realidad muestra lo contrario. El código de la lengua española establece la existencia de un único significante con varios significados. Pues bien, aunque se conozcan todos los significados de un significante, no basta para poder decidir cuál de ellos transmite un interlocutor fuera de contexto. Esto nos muestra que esnecesario tener acceso al conocimiento de la situación extralingüística. La necesidad de apelar a factores extralingüísticos para explicar aspectos de la comunicación no se limita a la desambiguación léxica, sino también para decidir a qué objeto se refieren los pronombres, para identificar inequívocamente el referente de las expresiones, completarlas, la intención del emisor (enseñar, advertir, amenazar...), lo que se insinúa, etc. representación interna, una imagen mental, personal y privada, de un individuo, un objeto o un estado de cosas, ya sean de naturaleza externa o de naturaleza interna. El considerar que lo determinante son las representaciones internas permite resolver el problema de la heterogeneidad de los factores que intervienen en la comunicación y se evitan las inadecuaciones del uso de la noción de referente, más ligada a realidades exteriores de tipo físico. Por ejemplo, al imaginar objetos se forma en la mente una representación interior de tipo visual, pero cuando nos representamos internamente relaciones más abstractas, formamos estructuras abstractas y complejas formadas por unidades mínimas perfectamente aislables que se organizan de acuerdo con un sistema de reglas de combinación estable y lógica. Así pues, varios elementos del esquema clásico pueden conceptualizarse como conjuntos de representaciones internas. Es el caso del referente, un conjunto flexible de representaciones que incluye la idea que cada individuo se ha formado con respecto al entorno y el conocimiento del mundo que es capaz de manejar. Dentro de los factores contextúales, hay cuatro dimensiones que merecen un lugar especial: situación, medio, distancia social y objetivo comunicativo. Estas dimensiones agrupan conjuntos de representaciones básicas que condicionan el uso de la lengua. Cada individuo se forma sus propias representaciones, pero la adecuación de su comportamiento comunicativo viene definida por su coincidencia con las expectativas sociales que rigen en su cultura: el pleno dominio de la lengua implica el conocimiento de las convenciones asociadas a cada uno de estos parámetros.  La situación abarca los rasgos que definen el grado de institucionalización de cada tipo de intercambio. Algunos están altamente institucionalizados, con papeles establecidos, duración limitada y repertorio fijo de intervenciones, como las ceremonias. En el extremo opuesto se hallan las situaciones informales, aunque buena parte de las situaciones más habituales se hallan en una zona intermedia.  El medio (oral o escrito) crea también expectativas que restringen la actividad comunicativa. Cada cultura establece su propio conjunto de representaciones sociales acerca de qué es lo adecuado en cada situación en función de cuál sea el medio: por ejemplo, aun siendo orales, hay diferencias entre una conversación cara a cara y una conversación telefónica.  La distancia social es la relación entre los interlocutores de acuerdo con los patrones sociales de cada cultura. En la conceptualización de la distancia social influyen factores como la edad, el sexo, el poder relativo o el grado de conocimiento previo. Desde el punto de vista del emisor, determina la elección de los medios en función de las características sociales del destinatario: no se habla igual a un adulto y a un niño, ni a un amigo o un desconocido...  El objetivo es el propósito que persigue el emisor con su enunciado. Puede entenderse como una relación dinámica, en la que el emisor, a partir de la representación que se ha formado de las circunstancias que lo rodean, intenta originar un determinado conjunto de representaciones en la mente del destinatario, para producir algún cambio o evitar que algún cambio tenga lugar: los cambios pueden afectar a la situación externa, o al destinatario, o a ambos. Una parte muy importante de la manera en que se concibe el mundo es individual; pero compartimos un gran número de las representaciones que manejamos con otros individuos de nuestro mismo grupo social, ideología o cultura. Este carácter común de muchas representaciones constituye una de las bases más sólidas para la comprensión mutua y, en general, para la vida en sociedad. Así se explican también las raíces de la adecuación comunicativa: cualquier aspecto del comportamiento resultará adecuado en el interior de un grupo social en la medida en que las representaciones que cada individuo se forma de los diferentes elementos y sus relaciones sean no solo “correctas”, sino sobre todo congruentes con las que imperan en dicho grupo. Ahora bien, es frecuente dar por sentado que las palabras sirven de vehículo y hacen posible que las ideas puedan “salir al exterior” y llegar a otros: uno tiene una idea en su mente y la “traduce” a una forma lingüística que tiene el mismo significado; al escucharla, su interlocutor la interpreta y de este modo se reproduce en su mente la idea que el emisor le ha transmitido. Pero este enfoque es equivocado, pues lo que se pretende comunicar no es simplemente el contenido que se ha codificado en el mensaje, sino que lo sobrepasa en diferentes sentidos. Las representaciones internas son personales y privadas. Las expresiones lingüísticas, en cambio, pertenecen a la categoría de las representaciones externas, convencionales, comunes y públicas. Al ser de uso común, las palabras no pueden reflejar todas las particularidades conceptuales imaginables para cada individuo. Así pues, como otras representaciones externas, las expresiones lingüísticas desdibujan los detalles y no son copias perfectas y milimétricas de los pensamientos, sino simplemente esbozos eficaces y útiles que permiten comunicar algo parecido. Por consiguiente, el paso de una representación externa a una representación interna y viceversa implica siempre una tarea de selección y de adaptación de la información seleccionada a las necesidades del interlocutor. 3.3. Procesos Un proceso es un conjunto de operaciones que intervienen en el tratamiento computacional de las representaciones. Parece claro que la comunicación humana no se reduce a una traducción mecánica de pensamientos a palabras y viceversa, sino que en el procesamiento de la actividad comunicativa se dan diferentes tipos de operaciones. 3.3.1. Codificación y descodificación Los procesos de codificación y descodificación suelen considerarse como la base de la comunicación. Se fundamentan en la existencia de una asociación simbólica, convencional y arbitraria, entre señales y mensajes. El proceso de codificación es el que permite pasar del mensaje a la señal que lo transmite en virtud de la existencia de una convención previa que los liga. El proceso de descodificación es el inverso. Hay dos tipos básicos de códigos: simples y complejos. Los códigos simples están formados por un conjunto limitado de señales fijas e invariables, que se asocian con un conjunto igualmente limitado, fijo e invariable de mensajes. Las lenguas naturales ofrecen a sus hablantes la capacidad sistemática de construir e interpretar un número infinito de nuevos mensajes a base de combinar un número limitado de elementos. Esto significa que las lenguas humanas son códigos complejos, también denominados sistemas combinatorios discretos. La extraordinaria productividad de los sistemas combinatorios discretos se fundamenta en la recursividad, que permite la iteración de un mismo proceso, de tal modo que una unidad puede contener instancias menores de esta misma unidad en su interior, produciéndose estructuras jerárquicas complejas en las que las relaciones de dominio y precedencia se convierten en principios definitorios. La interpretación de las fórmulas así creadas está también sometida a un principio preciso, el de composicionalidad, según el cual el significado de una expresión compleja se obtiene de manera algorítmica a partir de los significados de las unidades simples que la integran y del modo en que estas están combinadas entre sí. 3.3.2. Ostensión e inferencia Los códigos lingüísticos pueden verse como mecanismos computacionales que permiten formar conjuntos infinitos de representaciones externas, pero la producción e interpretación de enunciados no es solo una operación mecánica de traducción de ideas a expresiones lingüísticas, pues comporta operaciones de selección y abstracción de la información; y la recuperación de un mensaje a partir de una señal lingüística requiere una expansión de su contenido. En estos procesos intervienen el conocimiento lingüístico y el extralingüístico, que implica el modo en que los participantes han interiorizado la situación comunicativa, la relación con el interlocutor o el conocimiento del mundo. Así pues, las expresiones lingüísticas, representaciones públicas, no son duplicados perfectos de los pensamientos de sus emisores, sino que son como pistas convenientes (indicios) de su intención comunicativa. Un indicio (síntoma) es una realidad perceptible que se origina como consecuencia de otra realidad, permitiendo establecer una relación natural de causa-efecto entre dos fenómenos. Los humanos no solo somos capaces de interpretarlos, sino que podemos producirlos con intención comunicativa. El proceso por el que se reconstruyen estos vínculos causales se denomina inferencia. Está basada en el conocimiento previo de una conexión natural y permite obtener una nueva pieza de información a partir de la información ya disponible. Cuando se procesan expresiones lingüísticas, también se combina la información obtenida a partir de la descodificación de la señal lingüística con otra información contextual. Es el conocimiento factual el que hace posible establecer adecuadamente los vínculos causales entre el indicio y el hecho al que se asocia. De hecho, todos los procesos que conducen a especificar ulteriormente los contenidos codificados lingüísticamente son de tipo inferencial. La ostensión y la inferencia resultan ser, pues, procesos imprescindibles para la actividad comunicativa y, sin duda alguna, merecen un lugar primordial dentro de cualquier modelo de la comunicación humana. El comportamiento ostensivo explota la tendencia natural de los humanos a establecer conexiones entre eventos, una tendencia que nos lleva a conectar piezas de información y a extraer conclusiones, tanto si hay intención de comunicar como si no. Conviene recordar, sin embargo, que solo las señales ostensivas (intencionales), y no los indicios fortuitos, se interpretan desde el supuesto de que quien las produce respalda su contenido. Tema 2. Lenguaje y acción. Austin y Searle 1. Austin 1.1. La filosofía del lenguaje corriente 1.2. Enunciados realizativos 1.3. Condiciones de adecuación e infortunios 1.4. Locución, ilocución y perlocución 2. Searle 2.1. Los actos de habla 2.2. Fuerza elocutiva y forma lingüística 2.3. La hipótesis realizativa 2.4. El problema de los actos de habla indirectos 1. AUSTIN Sin duda, una de las líneas de investigación pragmática más importantes dentro del pensamiento contemporáneo es la iniciada por el filósofo del lenguaje J. L. Austin. Sus ideas sobre el interés de estudiar el lenguaje corriente se cuentan hoy entre las más influyentes del campo de la lingüística y de la filosofía del lenguaje. 1.1. La filosofía del lenguaje corriente Todo el interés que Austin siente por los aspectos del uso lingüístico que hoy consideramos pragmáticos tiene su raíz en la revalorización del lenguaje corriente frente a los lenguajes filosóficos y científicos. Una buena parte de la filosofía señala que las lenguas naturales son imperfectas, y no pueden servir como metalenguaje filosófico o científico. Frente a esta postura, Austin defiende que el lenguaje corriente es una herramienta que se ha ido puliendo, hasta conseguir un útil perfectamente adaptado a los fines a los que sirve. No obstante, siempre debe buscarse un lenguaje adaptado a la tarea que se deba realizar; pero la base de cualquier lenguaje filosófico o científico debe ser el lenguaje corriente. Una vía de acercamiento a cualquier problema pasará, por un examen de las distinciones que establece el lenguaje de cada día. Observando las distinciones dentro de la lengua cotidiana Austin notó algunas propiedades interesantes de ciertos tipos de enunciados, lo cual le llevó a formular su teoría de los predicados realizativos. Austin también se aleja de los filósofos con respecto a sus ideas sobre la verdad o la falsedad, nociones sobre las que está edificada buena parte de la lógica y de la filosofía del lenguaje, ya que, las lenguas tienen una variedad de estructuras mucho mayor, y oraciones como: ¿Cuándo has llegado? no pueden evaluarse de acuerdo con su correspondencia o no con la realidad, pues no está pretendiendo reflejar un estado de cosas existente. Sabemos que el patrón normal para decidir si un enunciado es verdadero es el de su correspondencia con los hechos. Pero esta correspondencia no puede entenderse como una caracterización bipolar, pues a la hora de evaluar tal correspondencia, el lenguaje corriente reconoce matices «intermedios» y hay diversos grados y dimensiones de éxito al hacer enunciados. Queda, así, perfilado uno de los conceptos que resultarán fundamentales en pragmática: la adecuación del enunciado. No es suficiente con caracterizar un enunciado diciendo si es verdadero o falso; hay que valorar su grado de adecuación a las circunstancias en que se emite. Además, ligada a estos planteamientos de veracidad y falsedad nace la idea de que el lenguaje no es exclusivamente descriptivo. La descripción de estados de cosas existentes en el mundo y la transmisión de información no son las únicas funciones del lenguaje. 1.2. Los enunciados realizativos. Además de no excluir toda la gama de oraciones que no son ni verdaderas ni falsas de los estudios del significado, Austin añade: ser verdaderas o falsas no es una propiedad intrínseca de las oraciones, sino de los enunciados estableciendo una distinción entre ambos conceptos. Una oración es un tipo de estructura gramatical, abstracta, no realizada. Un enunciado, en cambio, es la realización concreta de una oración emitida por un hablante concreto en unas circunstancias determinadas. Así, una oración sólo se puede evaluar en términos formales, y no en términos de verdad o falsedad, como sí puede hacerse al hablar de enunciados, porque la verdad se mide evaluando la correspondencia de una descripción con respecto a los hechos que trata de describir, es decir, depende de la situación extralingüística. Para Austin, los enunciados son tipos de acciones; las oraciones son tipos de estructuras gramaticales. Los enunciados están hechos de oraciones; pero cada una de las emisiones de una misma oración constituye un enunciado diferente. 2.1. Los actos de habla La base de toda la teoría de Searle es el supuesto de que hablar una lengua es tomar parte en una forma de conducta altamente compleja gobernada por reglas. Y afirma que toda la actividad lingüística —y no sólo ciertos tipos de actos ritualizados— es convencional, porque está controlada por reglas. Esta hipótesis evolucionará a que: hablar una lengua consiste en realizar actos de habla (afirmaciones, órdenes, preguntas, promesas, etc.); y que estos actos son posibles gracias a, y se realizan de acuerdo con, ciertas reglas para el uso de los elementos lingüísticos, y que los participantes deben mostrar determinadas actitudes en base a esas reglas. El acto de habla es la unidad mínima de la comunicación lingüística. Las oraciones no pueden ser las unidades básicas de la comunicación humana, porque carecen de la dimensión fundamental para ello: no han sido producidas. 2.2. Forma ilocutiva y Forma lingüística Ya que para Searle la noción central es la de acto de habla, habrá que preguntarse cuál es la relación entre fuerza ilocutiva y forma lingüística. Su propuesta es que: ambos conceptos están unidos por una relación regular y constante, lo que implica, por ejemplo, que hay una relación sistemática entre la forma lingüística imperativo y el acto de habla mandato, o entre oración interrogativa y pregunta. Esta identificación extrema entre fuerza ilocutiva y forma lingüística tiene consecuencias para la estructura de la teoría del lenguaje, pues difumina la frontera entre semántica y pragmática. Esto no significa que Searle no distinga entre el contenido proposicional y la fuerza ilocutiva. De hecho, en la producción de un enunciado se puede individualizar tres tipos de actos diferentes:  acto de emisión: emitir palabras, morfemas, oraciones;  acto proposicional: referir y predicar; y  acto ilocutivo: enunciar, preguntar, mandar, prometer... De otro lado, el significado de cualquier oración podrá analizarse en dos partes:  un indicador proposicional, que es el contenido expresado por la proposición (en general, la unión de una referencia y una predicación); y  un indicador de fuerza ilocutiva, que muestra en qué sentido debe interpretarse la proposición, y cuál es el acto ilocutivo que está realizando el hablante. Entre los indicadores de fuerza ilocutiva pueden señalarse la curva de entonación, el énfasis prosódico, el orden de palabras, y los predicados realizativos. De acuerdo con esta bipartición, un acto ilocutivo se representa de manera genérica como una función entre una fuerza ilocutiva (F) y un contenido proposicional (p). La variable F puede tomar diferentes valores, según cuál sea el acto ilocutivo representado. A pesar de las dificultades que supone el intentar elaborar una clasificación de los actos ilocutivos, Searle propone cinco categorías principales: decimos a la gente cómo son las cosas (actos asertivos); tratamos de conseguir que hagan cosas (directivos); nos comprometemos a hacer cosas (compromisivos); expresamos nuestros sentimientos y actitudes (expresivos); y producimos cambios a través de nuestras emisiones (declaraciones). A menudo, hacemos más de una de estas cosas a la vez. En cuanto al contenido, cuando la proposición consta de sujeto y predicado, se realizan también los actos de referir y predicar. En cuanto a las condiciones que gobiernan la adecuación de los enunciados, Searle distingue las siguientes: 1. Condiciones de contenido proposicional: son las características significativas de la proposición empleada para llevar a cabo el acto de habla. Si se trata de advertir a alguien, el contenido proposicional debe basarse en un estado futuro; para dar las gracias, en cambio, el contenido proposicional debe referirse a un acto pasado hecho por el oyente. 2. Condiciones preparatorias: aquellas condiciones que deben darse para que tenga sentido el realizar el acto ilocutivo. Por ejemplo, al ordenar a alguien que preste atención es preciso tener sobre esa persona algún tipo de autoridad, y que no estuviera prestando atención antes. Su cumplimiento se presupone por el mero hecho de llevar a cabo ese acto. 3. Condiciones de sinceridad: se centran en el estado psicológico del hablante, y expresan lo que el hablante siente, o debe sentir, al realizar el acto ilocutivo. 4. Condiciones esenciales: las que caracterizan tipológicamente el acto realizado. Cuando estas condiciones no se cumplen en alguno de los aspectos, el resultado es también un cierto tipo de infortunio, que varía en su naturaleza y consecuencias de acuerdo con cuál sea la regla infringida. 2.3. La hipótesis realizativa La hipótesis realizativa no es una propuesta de Searle, sino una adaptación de sus teorías elaborada en los 70 dentro del marco teórico de la semántica generativa para intentar resolver algunas inadecuaciones de los análisis transformacionales La hipótesis realizativa lleva la hipótesis de la inmunidad de Katz y Postal a sus últimas consecuencias. Se conoce con este nombre porque identifica la parte no proposicional del significado de la oración con el acto que se realiza al emitirla, y propugna una representación sintáctica para la fuerza ilocutiva. Toda proposición aparece dominada en la estructura profunda por un predicado realizativo abstracto, organizado de la siguiente manera:  un sujeto en primera persona;  un verbo realizativo abstracto, con rasgos como [+V1, +realizativo], [+comunicativo], [+lingüístico], y un rasgo específico correspondiente al acto ilocutivo realizado, del tipo de [+asertivo], [+interrogativo], etc., que es la representación semántica de la fuerza ilocutiva de la oración;  un objeto directo, que es la oración analizada; y  un objeto indirecto referido a una segunda persona, es decir, al destinatario. Toda esta estructura puede ser elidida opcionalmente. Así, la oración ¿Bajan los precios? tendría, según esta hipótesis, una estructura como Te pregunto si bajan los precios. Las consecuencias de este tipo de análisis son que la fuerza ilocutiva se considera una parte del significado profundo de la oración, y que está asimilada a su estructura sintáctica. Los argumentos que se esgrimen para defender esta propuesta son de naturaleza gramatical y se basan en fenómenos de pronominalización y en ciertas restricciones de coaparición de algunas expresiones adverbiales. 2.4. El problema de los actos de habla indirectos Hay muchos usos en los que el hablante quiere decir algo ligeramente distinto de lo que expresa: estos usos reciben el nombre de actos de habla indirectos, y realizan un acto ilocutivo diferente del que su forma lingüística haría prever, constituyendo un problema para la teoría, ya que debilitan uno de sus presupuestos fundamentales: el de la existencia de una relación constante entre forma gramatical y acto ilocutivo. Por lo tanto, debe haber algún factor que modifique la interpretación «literal» en favor de la otra, sin que se produzcan infortunios. Searle sugería que los actos de habla indirectos se producían cuando las oraciones empleadas estaban satisfaciendo algunas de las condiciones necesarias para el acto indirecto realizado. Generalmente en ¿Tienes tiempo para ayudarme? se interroga sobre el cumplimiento de la condición preparatoria de «ser capaz de llevar a cabo la acción requerida» Los defensores de la hipótesis realizativa sugerían que lo que varía es el predicado realizativo abstracto del que depende la oración. Pero tal hipótesis resulta insostenible, ya que conduce a afirmar que una oración con tres posibles lecturas realizativas remitiría a tres estructuras profundas, y así sucesivamente hasta llegar a un número potencialmente ilimitado de interpretaciones diferentes y de estructuras diferentes. Por otro lado, Gordon y Lakoff (1971), desde una perspectiva semántico-generativista, toman como ejemplo los principios que rigen la sinceridad de las peticiones: si A pide sinceramente a B que éste haga R, entonces sucede que: 1. A quiere que B haga R; 2. A supone que B puede hacer R 3. A supone que B está dispuesto a hacer R y 4. A supone que B no hará R si no se le pide que lo haga. De acuerdo con esta propuesta, hacer una afirmación o una pregunta acerca de la condición de adecuación de un acto de habla cuenta como la ejecución de ese acto de habla, cuando la fuerza literal está bloqueada por el contexto. Más tarde, Searle modifica su teoría y rechaza los análisis realizativos y las propuestas de Gordon y Lakoff, sugiriendo que el hablante comunica al oyente más de lo que dice basándose en la información compartida y en los poderes generales de raciocinio e inferencia del oyente. Finalmente, otros autores, como Morgan (1978), sostienen que los actos indirectos actos convencionales que se usan para ciertos cometidos. Así, la lengua está gobernada por dos tipos de convenciones: las propias del sistema lingüístico, y las convenciones de uso de naturaleza cultural, y que se sitúan a mitad de camino entre lo radicalmente convencional (la gramática) y lo natural (la pragmática). Es cierto que, en el caso de ¿Puedes pasarme la sal?, podría decirse que la distancia entre el significado literal y el de petición se deriva por inferencia. Pero no hay un cálculo de inferencias propiamente dicho por parte del oyente. Hay que suponer, entonces, que los mecanismos de inferencia pueden sufrir procesos de instilucionalización. Para referirse a estos casos, Morgan utiliza el nombre de implicaturas corto-circuitadas. Tema 3 Lógica y Conversación. Grice 4. El principio de Cooperación y las máximas conversacionales 5. Las implicaturas 5.1. Tipos de implicaturas 5.2. Cumplimiento e incumplimiento de las máximas 5.3. Propiedades de las implicaturas Grice se centra en el estudio de los principios que regulan la interpretación de los enunciados. Sus ideas constituyen el punto de partida de la concepción de pragmática más extendida actualmente. 1. EL PRINCIPIO DE COOPERACIÓN Y LAS MÁXIMAS CONVERSACIONALES Grice propone un análisis del tipo de lógica que actúa y rige en la conversación, y propone una serie de principios no normativos, que se suponen aceptados por cuantos participan en una conversación. Todos ellos se incluyen en lo que Grice llama principio de cooperación: Haga que su contribución a la conversación sea, en cada momento, la requerida por el propósito o la dirección del intercambio comunicativo en el que está usted involucrado. A pesar de que parece un principio prescriptivo, es simplemente una condición de racionalidad que resulta básica para que el discurso sea inteligible y tenga sentido. Es un tipo de «condición preparatoria» que se espera que los participantes observen. Cuando los participantes no se ajustan a él, la conversación es inconexa y absurda. Ahora bien, que no sea prescriptivo no implica que su incumplimiento no pueda merecer algún tipo de sanción social. El principio de cooperación se desarrolla en otras normas de menor rango, denominadas categorías de cantidad, cualidad, relación y modalidad, en las que se desarrollan ciertas máximas:  Cantidad. Se relaciona con la cantidad de información que debe darse. Que su contribución sea todo lo informativa que requiera el propósito del diálogo; pero que su contribución no sea más informativa de lo necesario.  Cualidad. Se relaciona con la veracidad de la contribución. No diga algo que crea falso. No diga algo de lo que no tenga pruebas suficientes.  Relación. Se relaciona con la relevancia de la contribución. Que lo que se diga se relacione con lo que se está hablando.  Modalidad. Se relaciona con el modo de decir las cosas, más que con el tipo de cosas que hay que decir. Sea claro. Evite la oscuridad de expresión. Evite la ambigüedad. Sea breve. Sea ordenado. Puesto que los intercambios comunicativos constituyen sólo un caso especial de comportamiento racional, dirigido a un fin, es comprensible que estos principios no afecten exclusivamente a las conversaciones, sino que su vigencia pueda comprobarse también en la conducta humana en general. Así la actividad lingüística no se presenta como algo separado, distinto, del conjunto de las acciones que el hombre realiza. 2. LAS IMPLICATURAS Una distinción fundamental en la teoría de Grice es la que se da entre lo que se dice y lo que se comunica. Lo que se dice es el contenido proposicional del enunciado, y es evaluable en una lógica de tipo veritativo-condicional. Lo que se comunica es toda la información que se transmite con el enunciado, pero que es diferente de su contenido proposicional. Se trata de un contenido implícito, y recibe el nombre de implicatura. En el modelo de Grice, las implicaturas deben definirse y explicarse de acuerdo con los principios que organizan la conversación. Existen dos clases de implicaturas: convencionales y no convencionales 2.1. Tipos de implicaturas Las implicaturas convencionales son aquellas que derivan de los significados de las palabras, y no de factores contextúales o situacionales. En la frase: Era pobre, pero honrado, se genera una implicatura convencional, ligada al significado léxico de pero, de acuerdo con la cual el segundo predicado se presenta como un contraste con respecto al primero, y como algo inhabitual o inesperado. Las implicaturas no convencionales se generan por la intervención de otros principios, y forman, una clase bastante extensa, dependiendo de cuál sea la naturaleza de los principios involucrados. Tema 4. Comunicación e Inferencia. Sperber y Wilson 1. Comunicación y procesos cognitivos 2. Codificación e inferencia 3. La relevancia 4. Explicaturas e implicaturas 5. Codificación conceptual y codificación procedimental La teoría de la relevancia de Sperber y Wilson es uno de los modelos más influyentes del panorama general de la pragmática. Se alinea con las teorías que postulan que no hay una correspondencia biunívoca y constante entre las representaciones semánticas y las interpretaciones concretas de los enunciados. Este modelo pretende ofrecer un mecanismo deductivo para explicar los procesos que se dan desde el significado literal hasta la interpretación pragmática, siendo su idea básica que el uso del lenguaje es resultado de la manera en que interactúan el sistema lingüístico y otras capacidades generales cognitivas. 1. COMUNICACIÓN Y PROCESOS COGNITIVOS La comunicación humana pone en funcionamiento dos tipos de mecanismos: uno basado en la codificación y descodificación, y otro basado en la ostensión y la inferencia, es decir, producción e interpretación de evidencias o pruebas. Así, podemos comunicarnos por un medio convencional, mediante correspondencias constantes y previamente establecidas entre señales y mensajes; y por otro no convencional, basado en atraer la atención del interlocutor sobre algún hecho concreto para hacerle ver e inferir el contenido que se quiere comunicar. En este modelo un hecho es manifiesto si un individuo es capaz de representárselo mentalmente y si considera verdadera esa representación. A su vez, será ostensivo cualquier comportamiento que hace manifiesta la intención de hacer manifiesto algo. La inferencia es el proceso por el cual se da validez a un supuesto sobre la base de la validez de otro supuesto. La comunicación ostensiva consiste, por tanto, en crear evidencias que atraigan la atención sobre un hecho o conjunto de hechos para comunicar que algo es de una determinada manera, con la intención de que el otro infiera a qué realidad se está haciendo referencia y con qué objetivo. Proporciona dos niveles de información: por una parte, la información que ha sido directamente señalada; por otra, la información de que los hechos han sido intencionalmente señalados. Codificación/descodificación y ostensión/inferencia son mecanismos, en principio, independientes; pero habitualmente se combinan para favorecer la eficacia de la comunicación. Incluso hay casos en que el mensaje codificado funciona como un estímulo ostensivo, «señalando» otra realidad, para que sea el interlocutor quien construya la inferencia necesaria que le permita recuperar la intención comunicativa que hay tras el enunciado, como cuando decimos Esta habitación es un horno para que el oyente infiera que tenemos calor. Al caracterizar una lengua como un código, se subraya la existencia de correlaciones convencionales y sistemáticas; una expresión lingüística es el emparejamiento de una representación fónica y una representación semántica. Desde esta perspectiva, los procesos semánticos darían como resultado una representación de lo dicho literalmente, mientras que los procesos pragmáticos obtendrían contenidos implícitos. Pero la equiparación entre contenido (des)codificado y contenido explícito (o literal) no es adecuada. Pues el conocimiento de tipo lingüístico solo es capaz de ofrecer una representación incompleta y muy esquemática, en ausencia de otros datos situacionales. Esto es la infradeterminación semántica, un esquema semántico de relaciones que se completa ulteriormente usando datos contextúales, situacionales y de conocimiento del mundo. Los procesos por los que se asocian ciertas expresiones con ciertos datos contextúales y se combina la información lingüística obtenida con otras informaciones para obtener nuevas piezas de información pueden caracterizarse como procesos inferenciales. Denominamos pragmáticos a los procesos inferenciales que intervienen en la interpretación de los enunciados lingüísticos. Podemos denominar primarios a los procesos pragmáticos de expansión que permiten cubrir la distancia entre la representación esquemática obtenida por descodificación y una representación en la que se han concretado todos los aspectos que requerían una especificación ulterior que refleja lo que el emisor quiso comunicar, y que denominamos contenido explícito o explicatura. La explicatura constituye, pues, un nivel de representación híbrido, que se produce como resultado de la combinación de procesos de descodificación y de inferencia. Pero nuestros enunciados pueden llevar también contenidos implícitos. Se denomina contenidos implícitos, o implicaturas, a todas las representaciones que se han añadido al contenido explícito durante el proceso de interpretación. Son el conjunto de representaciones que el emisor ha hecho manifiestas sin expresarlas; el emisor las ha hecho manifiestas porque son imprescindibles para llegar a la conclusión pretendida. Denominaremos procesos pragmáticos secundarios a los procesos de recuperación e integración inferencial de la información que permiten identificar inferencialmente las implicaturas. Son muchos los autores que insisten en que las operaciones semánticas y pragmáticas no son operaciones seriales, sino que proceden en paralelo, en un proceso de ajuste mutuo entre los contenidos descodificados y los inferidos. Esta postura se conoce como la tesis del ajuste mutuo y postula, en esencia, un modo de procesamiento en el que la descodificación y las operaciones inferenciales se suceden en un movimiento en zig-zag. La investigación psicolingüística parece confirmar esta propuesta Los procesos inferenciales en los que la verdad de la premisa no asegura la verdad de la conclusión, constituyen casos de inferencia abductiva. Las inferencias abductivas son aquellas que tratan de establecer la mejor explicación disponible para un hecho observado: son intuitivas, rápidas y automáticas, y se realizan sobre información parcial e incompleta. Las conclusiones resultan altamente verosímiles, pero se pueden cancelar si se encuentra una explicación mejor. Son la base de los procesos de interpretación que se utilizan en el procesamiento de la comunicación. Tanto los procesos semánticos como los pragmáticos permiten conectar formas y significados, pero lo hacen de modo diferente, y presentan características propias que permiten distinguirlos con precisión. En el caso de los procesos semánticos, la conexión no es directa, sino que media siempre un sistema convencional y arbitrario (la gramática); en los procesos pragmáticos, en cambio, la asociación entre indicios e interpretaciones no es convencional ni específica de una lengua, y requiere la integración de informaciones extralingüísticas (individuales o compartidas). A partir de las consideraciones anteriores, podemos identificar las principales características de los procesos semánticos:  Son algorítmicos. El significado se construye de acuerdo con pautas fijas de composición.  Son locales. La construcción del significado se hace teniendo en cuenta solo la información contenida en la formulación lingüística, sin tomar en cuenta otros tipos de información extralingüística.  Son independientes del contexto. El significado lingüístico es una propiedad de las expresiones como unidades abstractas (tipos) y no de cada una de sus manifestaciones concretas (ejemplares).  Dan lugar a una representación esquemática del significado. La representación así obtenida ha de completarse inferencialmente para poder determinar cuál es la representación que el emisor quiso comunicar de manera explícita. Los procesos pragmáticos, sean primarios o secundarios, presentan las siguientes características:  Son interpretativos. Son operaciones heurísticas que tienen como objetivo construir una interpretación y para ello forman hipótesis razonables sobre las intenciones comunicativas del emisor; no siguen, pues, un procedimiento mecánico de derivación, sino que parten de los conocimientos, las experiencias y las expectativas del sujeto, y combinan la información lingüística con representaciones extralingüísticas para obtener una representación global coherente.  Son cancelables. Ninguna interpretación es infalible; la adición de nuevos datos puede invalidar la interpretación.  Son procesos globales (holísticos). No conocen límites al tipo y a la cantidad de representaciones que pueden manejar.  Son dependientes del contexto. La construcción del significado se hace teniendo en cuenta tanto la información lingüística como otros tipos de información no lingüística.  Dan como resultado la interpretación de los enunciados en cuanto muestras concretas, ligadas a unas condiciones de enunciación determinadas. 2. CODIFICACIÓN E INFERENCIA El objetivo de la teoría de la relevancia consiste en caracterizar las propiedades de los procesos inferenciales que intervienen en la interpretación de los enunciados. La inferencia es un proceso de tipo deductivo que nos hace aceptar como verdadero un supuesto sobre la base de la verdad de otro supuesto. Un supuesto es cada uno de los pensamientos que un individuo tiene como representaciones del mundo. Ahora bien, no todos los supuestos son igualmente verdaderos, unos lo son más que otros, pues: i) cuando hay contradicción entre dos supuestos, nos decantamos por el que nos parece más verosímil; y ii) cuando nos hallamos ante dos posibilidades, tendemos a elegir la que nos parece más segura. Esta veracidad depende de la manera en que se ha adquirido el supuesto: cuando es fruto de la experiencia directa, su peso es mayor que si ha sido transmitido por otras personas, cuya fuerza radicará en el mayor o menor crédito que le otorguemos a quien nos lo ha transmitido. Pero, además, la fuerza de los supuestos puede variar con el tiempo y con las circunstancias. La importancia relativa de los supuestos es decisiva a la hora de extraer inferencias. Un supuesto cuya veracidad es casi absoluta dará lugar a una inferencia más fuerte que la que pueda obtenerse de un supuesto dudoso. El modelo de Sperber y Wilson presenta un sistema formal de deducciones cuyas reglas deductivas son de dos tipos:  Las reglas analíticas toman como base un supuesto, cuyas implicaciones son intrínsecas, necesarias y suficientes para entender el supuesto, y la conclusión hereda el grado de certeza del supuesto.  Las reglas sintéticas toman como base dos supuestos diferentes, cuyas implicaciones no son intrínsecas a ninguno. La implicación obtenida es verdadera sólo cuando lo son los dos supuestos; si sólo uno es verdadero, la conclusión hereda el grado de certeza del supuesto más débil; y si ninguno de los dos supuestos es cierto, el valor de la implicación es menor que el más débil de los supuestos. Una de las funciones del mecanismo deductivo es la de derivar las implicaciones de cualquier información nueva en relación con los supuestos e informaciones que ya se poseen. A este tipo de inferencia se la conoce como implicación contextual, porque, en esta teoría, el contexto es el conjunto de premisas que se usan en la interpretación de un enunciado. El mecanismo deductivo deriva primero las implicaciones analíticas del nuevo supuesto, y elabora luego todas las implicaciones sintéticas que se pueden obtener por combinación del nuevo supuesto con otros supuestos ya existentes en su memoria. Los resultados reciben el nombre de efectos contextúales, y pueden ser de dos tipos: i) reforzamientos: la información nueva viene a reforzar un supuesto previo; y ii) contradicciones: la información nueva debilita o entra en contradicción con los supuestos previos. Toda nueva pieza de información que se nos ofrece es procesada por nuestro sistema deductivo en relación con los supuestos contenidos en nuestra mente. No basta, por tanto, con identificar el contenido del enunciado; es imprescindible ver si, cuando se combina con la información ya conocida, se producen efectos contextúales, de qué clase son dichos efectos (reforzamiento o contradicción), y qué consecuencias generales se derivan de ello. 3. LA RELEVANCIA Lo primero que hay que considerar es si se obtienen o no efectos contextúales. Y es que no toda la información que recibimos en un momento dado los produce. De la información que no da lugar a efectos contextúales se dice que es irrelevante. Hay tres casos típicos en los que una información no origina cambios en el contexto: i) La información es nueva, pero no permite ninguna clase de interacción con la información previa, de modo que no se derivan implicaciones interesantes de la síntesis de ambas, como la información contenida en un enunciado como El 5 de mayo de 1881 fue un día soleado en Kabul. ii) La información ya se conocía, y el nuevo supuesto no modifica la fuerza de los supuestos anteriores: En este momento está usted leyendo. iii) La información es claramente incoherente con respecto al contexto y, además, su fuerza es tan débil que no lo modifica: El libro que está leyendo en este momento trata de física cuántica. Una información resulta relevante en un contexto si da lugar a efectos contextúales. Pero siendo la noción de relevancia uno de los conceptos básicos del modelo de Sperber y Wilson, esta caracterización de lo que es ser relevante es insuficiente por dos razones: i) la relevancia es una cuestión de grado, pero hay que precisar cómo se determina este grado; y ii) la relevancia deriva de la relación entre un supuesto que nos viene dado y un contexto; pero hay que especificar la forma en que se determina dicho contexto. Para resolver el primer problema, Sperber y Wilson sugieren evaluar la relevancia de un supuesto relacionando el efecto con el esfuerzo para lograr dicho efecto. De modo que un supuesto es relevante en un contexto en la medida en que sus efectos contextúales son amplios; y en la medida en que el esfuerzo requerido para obtenerlos es pequeño. Para delimitar el contexto, teniendo en cuenta que este solo es un subconjunto del total de los supuestos de un individuo, la solución que plantean Sperber y Wilson es que el destinatario lo elige en cada momento; para encontrar la relevancia, busca entre su conjunto total de supuestos aquellos que le conduzcan a la interpretación más relevante posible. Lo dado, por tanto, no es el contexto, sino la presunción de que lo que se ha dicho es relevante. Nuestros mecanismos cognitivos tienden a favorecer este tipo de interpretación. De todos los estímulos que recibimos, procesamos sólo una mínima parte: precisamente aquella que, en principio, nos parece más relevante. Por ello, también en este punto es necesario relativizar la noción de relevancia. Ser relevante es una propiedad que surge de la relación entre enunciado y contexto, por eso lo que puede ser relevante para alguien en un momento dado, puede no serlo para otra persona, o puede no serlo para él mismo en otras circunstancias. En este sentido la relevancia se rige por dos principios básicos: Primer Principio de Relevancia: La cognición humana está orientada hacia la maximización de la relevancia. Segundo Principio de Relevancia: Todo estímulo ostensivo transmite la presunción de su propia relevancia óptima. Lo que lleva a proponer el siguiente procedimiento: Tema 5. Situaciones comunicativas y relaciones sociales 1. La situación comunicativa: marcos y guiones 2. La representación de la distancia social 2.1. Jerarquía 2.2. Familiaridad 1. LA SITUACIÓN COMUNICATIVA: MARCOS Y GUIONES La situación y el medio constituyen la vertiente más “externa” de los factores extralingüísticos. La búsqueda de regularidades en la situación y el medio se dirige a identificar las nociones universales que caracterizan las diferentes situaciones comunicativas en función de sus propiedades, y las estructuras de conocimiento compartidas que pueden dar lugar a representaciones ampliamente distribuidas en un grupo social. Cuando las representaciones se comparten, tienden a estabilizarse y a funcionar como pautas de conducta, que crean expectativas sobre el comportamiento y su interpretación. La situación en la que se desenvuelve la comunicación determina muchos de sus rasgos, tanto de forma como de contenido, pero da lugar a conjuntos de coordenadas muy diferentes (espacio-temporales, identidad de individuos, conocimientos y acontecimientos previos, etc.), que forman marcos únicos e irrepetibles. Aun así, es posible encontrar recurrencias que permiten tener expectativas acerca de la estructura y desarrollo de la interacción, su papel y el tipo de temas que suelen abordarse. Organizamos la realidad en estructuras de conocimiento abstractas que jerarquizan la información. Para hacer referencia a estas estructuras los investigadores en IA han propuesto los conceptos de esquema, marco o guion.  Un esquema recoge los rasgos comunes a un conjunto de situaciones y los organiza en una estructura relativamente homogénea.  Un marco (frame) es una estructura de datos que representa una situación estereotipada.  Un guion (script) es una estructura que describe una secuencia apropiada de eventos en contextos particulares, [...] una secuencia de acciones estereotipada y predeterminada que define una situación bien conocida. Cada guion lleva asociado un número determinado de roles. Cada una de estas estructuras, constituye un elemento del procesamiento humano, desempeña un papel en la organización de la información que vamos recibiendo; describe conjuntos de circunstancias que suelen ocurrir de forma conectada y consecutiva; e incluye información sobre las condiciones iniciales y finales, los participantes y sus funciones, los objetos, el lugar en el que se desarrollan y las secuencias de sucesos. Estos conceptos explican nuestra capacidad para participar en situaciones comunes de manera eficaz, completarlas inferencialmente y predecir el curso de los eventos, pero no es una cualidad individual, pues los hablantes no comparten solo representaciones aisladas, sino conjuntos estructurados y organizados de representaciones. Esto significa que la interacción social no es una actividad aleatoria, sino que está condicionada por las expectativas asociadas a cada tipo de intercambio. Estas expectativas dirigen el comportamiento y proporcionan las claves para predecir e interpretar las acciones de los demás. Los miembros de cada cultura aprenden cuáles son las normas que rigen el comportamiento, y estas normas organizan los eventos y ponen orden en la actividad humana. Cuando se habla de normas, hay que tener en cuenta que se hace referencia a: una convención que regula un comportamiento y que determina que este sea socialmente aceptado; y a una costumbre, una práctica común y habitual, que define lo que se considera normal en una situación dada. Haya o no una convención previa, los comportamientos que se salen de lo “normal” tienden a ser rechazados, de modo que la necesidad de cada individuo de sentirse miembro del grupo refuerza el comportamiento que sigue la costumbre. El comportamiento que se ajusta a la norma pasa inadvertido. Esta concepción permite dar cuenta de que las diferentes situaciones, tal como se conceptualizan en cada cultura bajo la forma de esquemas, marcos o guiones, incluyen especificaciones sobre el tipo de conductas sociales esperadas. Así podemos agrupar los guiones en función de que compartan ciertos rasgos y de que tengan repercusiones semejantes en lo que a las elecciones lingüísticas se refiere según: Su grado de institucionalización. A más grado de institucionalización de un intercambio, más regulada estará su forma y su contenido; mientras que cuantas menos restricciones sociales haya, menos restricciones lingüísticas habrá. La institucionalización máxima se encuentra en los actos ritualizados (tomas de posesión, bodas, juicios,...). El carácter público o privado del encuentro constituye también una nota determinante en esta gradación. Uno de los aspectos sobre los que la situación tiene una incidencia marcada es el de los registros o variedades diafásicas. La correlación entre registros y situaciones permite establecer un paralelismo entre ambos parámetros. Se diferencia, así, entre un registro altamente formal, que suele denominarse ritualizado o solemne, propio de las situaciones con un grado mayor de fijación protocolaria, y, en el otro extremo, un registro altamente informal o íntimo, con muy pocas imposiciones lingüísticas. En el espacio intermedio se sitúan el registro elevado, propio de actos públicos y académicos (conferencias, presentaciones de libros...); el registro casual, para interacciones en ámbitos administrativos o comerciales (en la ventanilla de expedición del DNI, en una tienda...), o el registro informal, para situaciones de tipo privado (una cena con conocidos). Las diferencias de registro se reflejan en todos los aspectos relacionados con la elección de la forma lingüística y responden básicamente a un criterio: el del grado de control del emisor sobre la forma del enunciado. El grado de control puede analizarse, a su vez, en dos parámetros diferentes: • Control previo: forma una escala en la que se refleja el grado de preparación previa del enunciado, tanto en lo referido a su contenido como en lo relativo a su forma y su estructura. Sus extremos están representados por la alta planificación y la improvisación. • Control durante la producción: da lugar a una escala en la que se recoge el grado de atención y de monitorización con que se controla la producción del enunciado. Sus extremos son el control estricto y la atención relajada. Normalmente, tiende a producirse una coincidencia entre los dos parámetros: la improvisación suele ir acompañada de un bajo grado de control y la planificación previa se asocia con gran frecuencia al control en la producción. Sin embargo, estos dos parámetros no pueden equipararse. De un lado, existen situaciones comunicativas en las que la falta de planificación no corresponde a una atención relajada. Por otra parte, hay muchas situaciones íntimas en las que la planificación puede ir precedida de meses de preparación. Las manifestaciones de estas dos propiedades pueden observarse en las diferentes vertientes que configuran un enunciado: • La atención a la estructura del enunciado: los registros menos formales admiten enunciados con menor estructuración, vacilaciones, cortes, retrocesos, reformulaciones, construcciones truncadas y elípticas...; ninguna de estas posibilidades se admite en las variantes formales. • La elección del léxico: constituye uno de los aspectos en los que resulta más evidente la relación entre situación y conjunto de elecciones lingüísticas. La diferencia entre términos atañe al tipo de registro que se relaciona con cada uno de ellos y al tipo de interacción comunicativa que cada uno evoca. Por otro lado, cuanto mayor sea la formalidad de la situación, más preciso y específico tenderá a ser el léxico. • La atención a la forma: en los registros menos formales la presentación del enunciado tiende a ser más espontánea y menos cuidada. En la lengua hablada, esto se traduce, por ejemplo, en una pronunciación relajada. Cuanto más elevado sea el registro, mayor será la tendencia a controlar los detalles fonéticos y a cuidar la dicción. En las variantes escritas, la atención a la forma atañe a la presentación y a la organización. Por otro lado, tenemos que atender al concepto de medio o canal: la diferencia entre oralidad y escritura no está simplemente ligada al canal, sino también, y muy especialmente, a los diferentes tipos de situación en los que se usan ambas modalidades. El medio empleado lleva asociadas representaciones sociales precisas. Sin embargo, la caracterización de estos rasgos es, con frecuencia, excesivamente esquemática y simplista. Efectivamente, es habitual caracterizar las diferencias entre oralidad y escritura en los siguientes términos: la lengua oral es la forma natural de la comunicación, implica la co-presencia de los interlocutores, es improvisada e informal; la lengua escrita, por su parte, es una modalidad aprendida culturalmente, se da sin co-presencia, y es planificada y formal. Sin embargo, si se exceptúa el primero de los rasgos, no es difícil encontrar muchos ejemplos de situaciones que invalidan esta caracterización. Pues, no hay una correlación estable y necesaria entre grado de improvisación y lengua hablada, o entre planificación y lengua escrita. 2. LA REPRESENTACION DE LA DISTANCIA SOCIAL Uno de los principales factores que determinan la producción y la interpretación de la actividad comunicativa es la representación que cada hablante tiene sobre su interlocutor y sobre la relación entre ambos. Esta relación se suele medir de manera informal en términos metafóricos de distancia: muy cercana o accesible; o distante o inaccesible... En los años 20, la sociología estadounidense desarrolló el concepto de distancia social, que surgió para calcular el grado de aceptación entre grupos sociales, en particular, en lo que a la integración de las poblaciones inmigrantes de etnia diferente se refiere. Tal como se propuso, la noción resulta demasiado amplia e inespecífica, así que, Poole (1927) distinguió entre distancia personal y distancia social propiamente dicha. • La distancia personal es la relación entre dos individuos; tiene una vertiente subjetiva (la visión de cada individuo de su relación con otro) y una vertiente objetiva (el lugar relativo que ambos ocupan en la sociedad). • La distancia grupal es la relación entre dos colectivos sociales; tiene también una vertiente subjetiva (la concepción que un grupo tiene de su relación con otro grupo) y una vertiente objetiva (las diferencias culturales existentes entre los dos grupos). Pues bien, una versión adaptada de estas distinciones puede constituir también una herramienta muy útil en un modelo de la comunicación, pues los hablantes se forman una representación mental de su interlocutor; entre sus componentes fundamentales está precisamente el tipo de relación (personal y grupal) entre ambos. Aunque cada individuo hace su propia estimación del tipo de relación que tiene con su interlocutor, esta representación está ampliamente basada en las pautas que ha ido estableciendo su cultura. Las manifestaciones de la distancia social se reflejan muy claramente en muchos aspectos de las elecciones lingüísticas que hace el emisor al construir su enunciado y de las interpretaciones que construye el destinatario. En lo que a la comunicación se refiere, la distancia social puede analizarse en dos dimensiones distintas: • Jerarquía: expresa la distancia relativa que resulta de la posición de cada uno de los hablantes dentro de la escala social vigente en su grupo o su cultura. • Familiaridad: mide la distancia personal y el grado de conocimiento previo entre los hablantes. 2.1. Jerarquía La jerarquía refleja la posición relativa de los interlocutores dentro de la escala social en el eje vertical. Aunque algunas sociedades son más rígidas que otras, todas muestran una organización estratificada. Así pues, es fácil concebir la relación entre personas mediante la distancia entre ellas en esta escala. Por supuesto, la distancia puede ser cero, cuando las dos personas ocupan el mismo lugar, y puede ser muy alta, cuando ocupan posiciones sociales muy alejadas. Cuanto menor es la distancia, más simétrica es la relación y, al contrario, cuanto mayor es la distancia, más asimetría hay entre los interlocutores. La jerarquía se evalúa en función de varios parámetros distintos, cuyo peso relativo varía igualmente de cultura a cultura. No en todas las culturas están activas todas las distinciones. En general, los parámetros pueden agruparse en dos categorías:  Características inherentes: corresponden a las propiedades físicas e intrínsecas de los individuos.  Características sociales: agrupan atributos de origen colectivo, que deben ser reconocidos y aceptados por el resto de los miembros del grupo. Las características inherentes (o físicas) son propiedades objetiva y directamente perceptibles, como la edad, el sexo o la raza, que algunas culturas utilizan como criterios de estratificación social. Junto a estas propiedades, hay también rasgos de naturaleza social que determinan la estratificación de los individuos. En muchas sociedades, la pertenencia de un individuo a un clan, por ejemplo, determina el lugar que ocupa en la escala. Este no es ya un atributo individual, físico y directamente perceptible, sino una propiedad que el resto de los miembros de la comunidad deben conocer y reconocer. Mientras que los atributos físicos y la pertenencia a un clan constituyen criterios relativamente permanentes, los roles sociales dan lugar a jerarquías sociales transitorias. Un rol social reúne el conjunto de propiedades extrínsecas que un individuo adquiere en virtud de su participación en un evento, como el ser jefe o empleado. Al no constituir rasgos inherentes de cada persona, los roles sociales tampoco se corresponden con propiedades intrínsecas, de modo que su valoración ha de ser aprendida expresamente; de nuevo, hay accesorios externos que hacen visibles los roles sociales (uniformes, togas, insignias...). Su propia naturaleza explica que los roles varíen de una situación a otra: por ejemplo, quien en una situación es jefe, puede ser paciente con respecto a un médico, o ciudadano común con respecto a un representante de la ley. Los roles sociales pertenecen, por tanto, al nivel de representación que clasifica al interlocutor en situaciones de intercambio estereotípicas e institucionalizadas, tales como las que definen los guiones, pues crean expectativas precisas con respecto a los derechos y obligaciones de los participantes dentro de las diferentes situaciones. Tanto si se trata de diferencias inherentes como de distinciones sociales, interesa subrayar que todas ellas tienen validez e importancia solo en la medida en que cada cultura les atribuye un papel en su modelo de organización social. 2.2. Familiaridad La familiaridad ocupa el eje horizontal y mide la distancia personal (Poole 1927) entre dos interlocutores, basada en dos parámetros independientes de la jerarquía: Los objetivos comunicativos establecen diferentes tipos de relaciones con los otros parámetros que configuran la comunicación, como la situación y el medio. Una de las interacciones más interesantes es la que se produce entre los objetivos y la distancia social, que determina la manera en que se interpreta una misma expresión. Esta relación no solo muestra la distancia entre interlocutores, sino que puede alterarla. De esta manera, siguiendo el criterio de Leech basado en la relación coste/beneficio para los interlocutores en igualdad de condiciones, cuanto más beneficio represente una determinada acción para el destinatario, más se favorecen las buenas relaciones: la relación se mantiene o se hace más cercana; esto supone, habitualmente, un cierto coste para el emisor. Paralelamente, cuanto menor sea el beneficio para el destinatario, más se propicia el distanciamiento. Se pueden clasificar cuatro categorías de ilocuciones:  Cordiales: que apoyan (o mejoran) la relación social, como las de agradecer, felicitar, saludar, ofrecer, invitar...  Colaborativas: que resultan indiferentes para la relación social, como afirmar, informar, anunciar...  Competitivas: que pueden poner en peligro la relación social, como preguntar, pedir, ordenar...  Conflictivas: que pretenden acrecentar la distancia o destruir las relaciones existentes, como amenazar, acusar, maldecir... En todas las relaciones interviene la imagen pública, que es la visión de sí mismo que cada individuo tiene y que quiere proyectar hacia los demás; está configurada tanto por su posición en la sociedad como por sus rasgos individuales, y en ella pueden identificarse dos facetas distintas: el deseo de independencia; y el deseo de afiliación a un grupo. Respectivamente, faceta negativa y positiva de la imagen. En las acciones que se ven comprometidas estas facetas, la elección adecuada de los medios que se empleen para llevar a cabo el acto de habla resulta decisiva, ya que pueden contribuir a reducir el impacto negativo en el destinatario y a salvaguardar la imagen del emisor. Así, por ejemplo, cuanto más impositiva se perciba una petición, más probabilidades hay de que se use un mayor número de recursos lingüísticos para mitigarla. Como se ha señalado antes, los actos de habla son unidades comunicativas, y no unidades gramaticales. Un acto de habla puede ser complejo y presentar una estructura interna que contenga diferentes elementos, entre los que se produce una relación jerárquica. Las peticiones constituyen, seguramente, la categoría de acto ilocutivo mejor estudiado, en parte debido a los problemas que pueden acarrear a la relación social. Dentro de las peticiones pueden identificarse tres tipos de componentes básicos:  Apelativos: son elementos de apertura que sirven para atraer la atención del destinatario.  Núcleo: es la unidad mínima que puede realizar el tipo de acto deseado.  Apoyos: son secuencias externas al núcleo que modifican el impacto (+ o -) del acto de habla. 2. LA CORTESÍA La cortesía puede entenderse de dos maneras diferentes. Puede concebirse como un conjunto de normas sociales, establecidas por cada sociedad, que regulan el comportamiento adecuado de sus miembros, prohibiendo algunas formas de conducta y favoreciendo otras. Uno de los aspectos en que resulta más patente la interrelación entre cortesía y formas lingüísticas es el que se refiere a las formas de tratamiento o deícticos sociales. Las sociedades organizan a sus miembros en estamentos más o menos cerrados de acuerdo con cada cultura. La clasificación que recibe un miembro depende de dos tipos de rasgos:  Propiedades macrosociales: características: edad, sexo, posición familiar...; y propiedades adquiridas: rango, título, posición social...  Actuación individual. Cada cual debe tratar al otro de acuerdo con las posiciones que ambos ocupen en la escala social; además, esta situación no puede cambiarse mientras no se den las condiciones necesarias para hacerlo. El uso de las fórmulas de tratamiento es la expresión lingüística de la estructuración que reconoce una sociedad, y la necesidad de su empleo en una lengua dada depende de la forma de organización social. Si convenimos en que la comunicación verbal es una actitud intencional dirigida a lograr un determinado objetivo en relación con otras personas, resulta lógico pensar que el uso adecuado del lenguaje puede constituir un elemento determinante para el éxito del objetivo perseguido; en este sentido, la cortesía puede entenderse como un conjunto de estrategias conversacionales destinadas a evitar o mitigar los conflictos en determinadas relaciones. 2.1. Enfoques basados en máximas y principios En muchas ocasiones, se prefiere recurrir a circunloquios cuando la información que se transmite es una mala noticia para el destinatario. En este sentido, es fácil ver cómo el enunciado entra en conflicto con casi todas las máximas: de cantidad, de calidad, de manera... En este caso, la cortesía se considera como un principio superior, que explica y hace legítima la transgresión de las máximas. Hay, sin embargo, otras ocasiones en que la situación parece invertirse. Cuando lo importante es transmitir eficazmente una información, y especialmente cuando esa información interesa en particular al destinatario, la necesidad de concisión y claridad hacen prevalecer los principios conversacionales por encima de la cortesía. Un caso extremo es el que ofrecen las peticiones de auxilio. Puesto que lo importante es la rapidez de la intervención, la claridad y la eficacia, se emplean siempre formas directas y explícitas. Estos contrastes sugieren que hay una diferencia clara motivada por el tipo de discurso y sus objetivos prioritarios. Se dice que el intercambio es interaccional, cuando lo que importa es el mantenimiento de las relaciones sociales, y vence la cortesía; y es transaccional, cuando lo importante es la transmisión eficaz de información, y tienen prioridad los principios conversacionales. Estas caracterizaciones representan los puntos extremos de una escala. Cada enunciado se coloca en un punto intermedio, de acuerdo con las circunstancias. Por tanto, la explicación del funcionamiento de la cortesía estratégica presupone, de un lado, una clasificación de los tipos de discurso y de los actos que pueden realizarse; de otro, una descripción de los tipos de relación social que resultan relevantes; y, finalmente, una caracterización detallada de las diferentes estrategias y de las condiciones que gobiernan su adecuación al contexto y la situación. Esta tarea se ha abordado desde perspectivas algo diferentes, pero todas tienen en común el considerar que el papel fundamental de la cortesía es el de servir a las relaciones sociales. El enfoque de la cortesía propuesto por R. Lakoff (1973) es el primer intento de extender la idea de regla de la gramática para dar cuenta de la adecuación pragmática. Dos son las reglas básicas propuestas por esta autora:  Sea claro  Sea cortés La primera quiere expresar el mismo contenido que las máximas del principio de cooperación de Grice, y va dirigida a asegurar una transmisión eficaz de la información; la segunda recoge la faceta de la relación interpersonal. La regla general Sea cortés presenta tres posibilidades o modalidades diferentes. Cada una de estas reglas tiene un ámbito de aplicación determinado, de acuerdo con cuál sea el grado de relación existente entre los interlocutores: La regla No se imponga se aplica especialmente en aquellas situaciones caracterizadas por una clara diferencia social entre los interlocutores, o simplemente por falta de familiaridad. Ninguno de los participantes debe obligar al otro de forma directa a hacer algo. En estos casos, las estrategias consisten en evitar o mitigar toda posible imposición sobre el otro, pidiendo permiso, utilizando formas indirectas... La regla Ofrezca opciones se aplica cuando hay equilibrio social entre los interlocutores, pero falta familiaridad y confianza. Se presentan las cosas de manera que el rechazo de la propia opinión o de la propia oferta no se sienta como algo polémico. La regla Refuerce los lazos de camaradería se aplica a las situaciones en que la relación entre interlocutores es muy estrecha o muy cercana. Uno de sus objetivos es colocar al otro en una posición agradable, mostrar interés por sus cosas... Se utilizan las formas personales, es frecuente que el emisor se implique a sí mismo en las cuestiones del otro, y se expresan las propias ideas y sentimientos. El enfoque propuesto por Leech (1983) ya no establece reglas, sino que propone un principio de cortesía, desarrollado en una serie de máximas, al estilo de los de Grice, y como complemento de sus principios conversacionales. Para Leech, los objetivos de la comunicación pueden manifestarse en dos direcciones: mantener el equilibrio; o modificarlo (para mejorar la relación o para aumentar la distancia). La cortesía es el principio regulador de la distancia social y su equilibrio. Debe interpretarse y valorarse como el punto de referencia que nos permite medir la adecuación entre el enunciado y el grado de distancia social entre los interlocutores. Este tipo de cortesía recibe el nombre de cortesía relativa. Además, existe una cortesía absoluta, que es una característica propia de algunos actos. Algunas ilocuciones (las órdenes) son inherentemente descorteses; y otras (los ofrecimientos) son inherentemente corteses. Esta cortesía, entendida en sentido absoluto, se evalúa en una escala en términos del coste o del beneficio que suponga el cumplimiento de la acción para el destinatario o el emisor. Así, la acción es intrínsecamente más «descortés» cuanto mayor es el coste para el destinatario y menor su beneficio; y es más «cortés» en el caso contrario. De acuerdo con ello, Leech establece una clasificación general de intenciones en cuatro categorías principales:  Acciones que apoyan la cortesía, que suponen un beneficio para el destinatario y un coste para el emisor, y, por tanto, mantienen o mejoran la relación social existente entre ellos. Se trata de acciones como ‘agradecer’, 'felicitar, 'saludar', ‘ofrecer’, ‘invitar...  Acciones prácticamente indiferentes a la cortesía, en las que no hay un desequilibrio claro entre coste y beneficio para los interlocutores. El empleo de formas de cortesía relativas apoya la relación social. Es el caso de ‘afirmar’, ‘informar’, ‘anunciar’...  Acciones que entran en conflicto con la cortesía, que implican algún tipo de coste para el destinatario. Como ejemplos de estas acciones podemos citar 'preguntar', 'pedir', ordenar’...  Acciones dirigidas frontalmente contra el mantenimiento de la relación entre los interlocutores. En ellas, la cortesía relativa está fuera de lugar, porque pretenden acrecentar la distancia o destruir las relaciones existentes: ‘amenazar’, ‘acusar’, ‘maldecir’... Por supuesto, estas cuatro categorías no constituyen grupos cerrados, sino que son más bien los puntos-clave de un continuum. Sobre esta clasificación general funcionan dos tipos diferentes de cortesía: positiva y negativa. La cortesía negativa consiste en minimizar la descortesía de las ilocuciones descorteses, y la positiva, en maximizar la cortesía de las corteses. Mientras que la cortesía negativa suele resultar imprescindible para mantener las buenas relaciones, la cortesía positiva es secundaria. La cortesía se convierte en el principio que justifica el empleo de formas indirectas. Estas resultan más corteses porque no imponen una obligación, sino que «fingen» abrir al oyente la posibilidad de realizar o no el acto solicitado. Ello explica que su uso se restrinja casi exclusivamente a los actos inherentemente descorteses, y que resulte extraña cuando el acto ya es cortés por sí mismo. El principio de cortesía de Leech se desglosa también en una serie de máximas:  Máxima de tacto: suponga que usted es el autorizado, y su interlocutor es quien debe autorizar.  Máxima de generosidad: minimice su propio beneficio; maximice el beneficio de su interlocutor.  Máxima de aprobación: minimice el desprecio hacia el otro; maximice el aprecio hacia el otro.  Máxima de modestia: minimice el aprecio hacia sí mismo; maximice el aprecio hacia el otro.  Máxima de acuerdo: minimice el desacuerdo con el otro; maximice el acuerdo.  Máxima de simpatía: minimice la antipatía; maximice la simpatía. El enfoque propuesto por Leech ha recibido algunas criticas, porque la proliferación de máximas resulta excesiva y no está justificada en virtud de principios independientes. Ademas, la cortesía está determinada culturalmente, de modo que quizá las máximas sirvan para una sociedad, pero no para otras. Pero la objeción más seria es la que pone en tela de juicio la consideración del principio de cortesía como un auténtico principio 2.2. El modelo de Brown y Levinson. La teoría expuesta por Brown y Levinson (1987) es la más elaborada. Pretende completar el modelo de Grice, añadiéndole la faceta interpersonal de la que carecía. Parten del supuesto de que toda sociedad tiene que controlar la agresividad de sus miembros, a la vez que intenta canalizarla como instrumento de control interno y como fuerza en las relaciones competitivas con otros grupos sociales. La cortesía presupone, por tanto, la existencia de ese potencial agresivo, y trata de contrarrestarlo para hacer posibles las buenas relaciones sociales. Otro de sus puntos de partida es el de que la comunicación es un tipo de conducta racional, que busca la máxima eficacia. Se supone que uno sólo se aparta de él cuando tiene una buena razón para hacerlo; y la cortesía puede ser una razón. Los individuos, en lo que atañe a la comunicación, presentan dos propiedades básicas, que sirven para explicar su comportamiento comunicativo: Racionalidad. Un modo de razonamiento que le conduce de los fines que persigue a los medios necesarios para intentar conseguir dichos fines. Está ligada al principio de cooperación. Imagen pública. Cada individuo tiene y reclama para sí una cierta imagen pública (un cierto prestigio) que quiere conservar. Está ligada a la cortesía. Esta imagen pública tiene, a su vez, dos vertientes:  negativa: deseo de tener libertad de acción, de no sufrir imposiciones, de dominar el propio territorio.  positiva: deseo de ser apreciado por los demás, y de que otros compartan los mismos deseos.  La Sociopragmática, por su parte, se ocupa de estudiar cómo las conceptualizaciones de tipo social o cultural determinan el uso lingüístico. En consecuencia, constituirá una interferencia pragmalingüística la transferencia de estrategias de actos de habla de una lengua a otra; o la transferencia de enunciados sintáctica o semánticamente equivalentes, que, por diferente sesgo interpretativo, tienden o transmitir una fuerza ilocutiva diferente en la otra lengua. La interferencia pragmalingüística afecta a aspectos convencionalizados y ritualizados. Pueden ser fáciles de detectar, si se conocen las rutinas comunicativas de la cultura de la que procede la interferencia. Pero no cuando lo que varía no es sólo la fórmula, sino el significado asociado a ella. Además, pueden producirse interferencias pragmalingüísticas debido a la frecuencia de uso de las diferentes estrategias (como en las peticiones: el imperativo, las fórmulas convencionales [¿Puedes pasarme la sal?] y las insinuaciones) que pueden utilizarse para realizar un mismo tipo de acción. Las interferencias sociopragmáticas se asocian a la manera en que los miembros de cada cultura conceptualizan la conducta adecuada y las relaciones sociales entre los participantes en la interacción. Consisten en el traslado a otra lengua de las percepciones sociales y las expectativas de comportamiento propias de otra cultura, por lo que resultan más difíciles de detectar. Y es que las diferentes culturas presentan variaciones en los factores que organizan la comunicación. Varía, por ejemplo, la distancia a la que se habla. Varía también la posibilidad o no de que haya contacto físico y la manera en que éste se conceptualiza. Varía también el contacto visual y su papel en la comunicación. Varían los gestos, la velocidad a la que se habla, las "pistas" que se dan para marcar los turnos de palabra, las condiciones que determinan el silencio. También encontramos diferencias interculturales en las formas empleadas para cada acto ilocutivo, en su valoración social, en el significado que le da cada cultura, en su uso, en las preferencias por determinados tipos de estrategia, en la estructura interna de un mismo acto de habla, en las condiciones y circunstancias que hacen esperable su realización, en las expectativas culturales sobre el comportamiento lingüístico… Todas estas variaciones tienen repercusiones en las teorías que defienden que la cortesía responde a principios y mecanismos universales. Recordemos que la cortesía entendida como estrategia conversacional gira alrededor de la noción de «acto indirecto» y del carácter inferencial de su interpretación. Pero no todas las ilocuciones indirectas lo son de la misma manera. Algunas reciben la interpretación «indirecta» de modo inmediato, sin necesidad de que se dé una situación extralingüística especial: éste es el caso precisamente de ¿Puedes pasarme la sal?, otras, en cambio, requieren una situación muy específica y un proceso de interpretación bastante más laborioso, como ocurriría, por ejemplo, con un enunciado como A ti te gusta la comida con poca sal, ¿verdad? emitido para conseguir el mismo objetivo. Del mismo modo, la existencia de diferencias culturales sugiere que los principios que determinan el uso y la interpretación de algunas expresiones indirectas no son de naturaleza general, sino específicos de cada cultura. Así pues, parece necesario recuperar la distinción entre dos tipos de actos indirectos:  convencionales: aquellos cuya realización responde a requisitos formales y de uso establecidos por cada sociedad; su interpretación está fijada por convención.  no convencionales: aquellos que sólo dependen de leyes inferenciales generales; su interpretación no puede predecirse de antemano, sino que depende decisivamente de la situación que rodee cada enunciado concreto. La distinción entre actos indirectos convencionales y no convencionales obliga a modificar las relaciones entre «indirecto» e «inferido», ya que una buena parte de los llamados actos indirectos no se interpretan como fruto de una implicatura, sino como resultado del conocimiento de una convención cultural. También obliga a replantearse la relación entre indirecto y cortés: pues no todo lo que resulta cortés es indirecto. Todas ello afecta a la concepción moderna de la cortesía estratégica. Si las formas más frecuentes son convencionales, la cortesía deja de ser individual y creativa para presentar una vertiente social y formulaica. Tanto es así, que los estudios más recientes tienden a unir los dos conceptos de cortesía, y proponen distinguir la cortesía social, basada en la necesidad de mantener una interacción fluida con los otros miembros del grupo, y del tacto, basado en la conservación de la propia imagen y en no dañar la de los demás. Asoma una teoria de la cortesia que debe aceptar su caracter a la vez individual y social, y a partir de ahi volver a establecer que es cultural y que universal en el comportamiento cortes; cuales son los principios basicos y cuales admiten variacion. Pero este camino aun esta por recorrer. 3. LA MEDIACIÓN CULTURAL La mediación intercultural es la intervención de terceras partes sobre situaciones de multiculturalidad significativa, orientada hacia la consecución del reconocimiento del otro y el acercamiento, la comunicación y comprensión mutua, el aprendizaje y desarrollo de la convivencia, la regulación de los conflictos y la adecuación institucional, entre actores sociales o institucionales etnoculturalmente diferenciados. A continuación, comentaremos tres modelos de mediación desde la perspectiva de la mediación intercultural: I. El modelo de Harvard. Hay que tener en cuenta que es una escuela de negociación y resolución de conflictos, no un sistema de mediación. Nos basamos en el método Fisher-Ury, con cuatro puntos básicos: • Personas: los negociadores son personas que hay que separar del problema. Hay tres elementos claves en las relaciones entre personas: distintas percepciones en cada parte; emociones que hay que comprender; y tres problemas que pueden surgir de la comunicación: que los negociadores no se hablen, que no le oigan, y malas interpretaciones. • Intereses: hay que centrarse en los intereses, no en las posiciones. Detrás de las posturas opuestas residen intereses compartidos y compatibles, y otros que se hallan enfrentados o en conflicto. • Opciones: hay que inventar opciones en beneficio mutuo. Para inventar estas opciones, hay que separar el acto de inventar opciones del acto de juzgarlas; ensanchar las opciones que se encuentran sobre la mesa, en lugar de buscar una sola respuesta, buscar los beneficios mutuos. • Criterios: hay que intentar solucionar las diferencias de interés basándose en criterios objetivos. II El modelo transformativo En este modelo el acuerdo no aparece como objetivo inmediato, esencial y último, sino como consecuencia de la mejora de la relación. Parten de la conceptualización del conflicto como una oportunidad de crecimiento, sobre todo moral, en dos dimensiones: fortalecimiento del yo y superación de los límites para relacionamos con los otros. Se trabaja para conseguir: • Revalorización: potenciamiento del protagonismo, las personas potencian aquello que les permite ser protagonistas de su vida, al tiempo que se hacen cargo de ella. Remite a la autoestima de las personas y a sus capacidades para afrontar sus vidas. • Reconocimiento: entre los actores. Se alcanza el reconocimiento cuando las partes en disputa son capaces de reconocer y mostrarse mutuamente sensibles a las situaciones y cualidades humanas del otro. III. El modelo circular-narrativo. Este modelo se denomina circular porque parte de una concepción circular tanto de la comunicación como de la causalidad, y se denomina narrativo porque la categoría de narrativa es central tanto analítica como propositivamente. Nos centramos en dos aspectos: • Rasgos caracterizadores: el aumento de las diferencias en los intereses para conseguir alejar los enfoques y encontrar puntos no previstos; la legitimación a las personas, basada en la voluntariedad de las partes en acceder al proceso de mediación, y en el trabajo del mediador para que el reconocimiento del otro avance y se consolide; los cambios del significado de las historias de cada parte (a su manera, verdadera) para crear una historia alternativa que permita ver el problema desde otro ángulo; y la creación de contextos para ambas partes. • Fases del proceso de mediación: fase previa de pre-reunión, en la que se da a conocer a las partes las características del proceso de mediación; una reunión conjunta, donde se informa a las partes del proceso y las alternativas existentes, y se establecen las reglas del juego (confidencialidad y funciones del mediador); reunión individual con cada parte, desplegando el problema, fijando objetivos y necesidades, etcétera; reunión interna del equipo de mediación; y una última reunión conjunta, narrando la historia alternativa y el acuerdo. Tema 8. Las bases cognitivas de la comunicación y la estructura de la teoría lingüística 1. El sistema intencional 1.1. Los mecanismos inferenciales 1.2. La atribución de estados mentales 2. Las bases neuronales de la cognición social 3. Pragmática y teoría lingüística 1. EL SISTEMA INTENCIONAL La interpretación de enunciados consiste en tratar de identificar el conjunto de representaciones que el emisor tenía la intención de comunicar, los estados internos del individuo (contenido mental) al que los demás no tienen acceso. Sin embargo, tenemos la capacidad de atribuir a cualquier forma de conducta una intencionalidad subyacente para dar sentido al comportamiento voluntario de las personas. Esta capacidad forma parte de una adaptación evolutiva de las especies que viven en grupo. El comportamiento comunicativo, en cuanto forma de conducta intencional, activa también el mecanismo de identificación de intenciones. La comunicación humana es una forma de conducta intencional de un agente; y las intenciones que explican la producción de un enunciado abarcan tanto el propósito de hacer referencia a determinadas entidades y predicar de ellas ciertas propiedades y relaciones como el objetivo comunicativo global. Identificar las intenciones del emisor es fundamental para establecer los contenidos explícitos e implícitos. Las conexiones entre la forma lingüística de un enunciado y las intenciones comunicativas son más amplias, vagas e imprevisibles que las que sirven para explicar otras formas de conducta. La interpretación de enunciados requiere habilidades inferenciales complejas y da lugar a metarrepresentaciones que vinculan el comportamiento comunicativo con diferentes estados mentales. La interpretación de la actividad comunicativa requiere combinar información de diferentes fuentes. Sin embargo, la rapidez y la precisión con que interpretamos, sugieren que los cálculos inferenciales no deben de ser muchos y que tampoco será mucha la información a la que accedemos. Por lo que respecta a la inferencia, parece que el proceso más frecuente en el razonamiento espontáneo humano es el que se ejemplifica en: La luz está encendida (premisa); hay alguien en casa (conclusión). Los procesos inferenciales en los que la verdad de la premisa no asegura la verdad de la conclusión, constituyen casos de inferencia abductiva y tratan de establecer la mejor explicación disponible para un hecho observado: son intuitivas, rápidas y automáticas, y se realizan sobre información parcial e incompleta. Las conclusiones resultan altamente verosímiles, pero se pueden cancelar sin problemas si se encuentra una explicación mejor. Estas inferencias son la base de los procesos de interpretación que se utilizan en el procesamiento de la comunicación. La interpretación se lleva a cabo por medio de procesos de inferencia abductiva para tratar de identificar las intenciones comunicativas del emisor. La información extralingüística que se utiliza no está fijada de antemano, sino que se selecciona de manera dinámica sobre la marcha. Al computar los efectos cognitivos se sigue la ruta del mínimo esfuerzo. Las hipótesis interpretativas (desambiguación, resolución de referencia, reajustes léxicos, implicaturas, etc.) se comprueban en orden de accesibilidad y el procesamiento se detiene cuando las expectativas del destinatario se ven satisfechas. Solo la información inmediatamente accesible entra a formar parte del conjunto inicial de supuestos que se toman en consideración. La accesibilidad de los supuestos está determinada, a su vez, por su grado de activación en la memoria a corto plazo; y este grado de activación depende tanto de la situación comunicativa como de los conceptos codificados en la formulación lingüística. En este punto entra en juego la organización de la información: una situación o un concepto no solo activan su propio contenido, sino todo el esquema general al que pertenecen, lo cual trae también a primer plano el resto de las entidades que forman el esquema, además de las expectativas y las predicciones que lo acompañan. Las unidades procedimentales guían los procesos interpretativos y restringen también el espacio de búsqueda. El nivel de satisfacción viene definido por las expectativas de cada individuo y cambia de una situación comunicativa a otra. Este nivel determinará en cada caso si el conjunto de supuestos reunido según el procedimiento anterior da un resultado suficientemente satisfactorio o no: en caso afirmativo, el procesamiento se detiene; en caso negativo, el contexto debe ampliarse buscando extensiones de la información disponible hasta lograr que las expectativas iniciales se vean satisfechas. El procedimiento descrito representa una generalización explicativa sobre cómo funcionan los mecanismos inferenciales propios de la cognición humana y cuáles son los principios que los fundamentan. Abordemos ahora el problema del estatuto teórico de la pragmática. La pragmática toma como materiales enunciados, por tanto, entidades físicas y objetivas, definidas por coordenadas espaciotemporales propias. Además, en la caracterización de los fenómenos pragmáticos entran en juego factores individuales (la intención, el efecto perseguido...) y sociales (la relación entre los interlocutores, la cortesía...). Sin embargo, cada enunciado es único e irrepetible, y no se puede hacer ciencia a partir de lo que es singular e individual. La ciencia se hace a base de generalizaciones, no a partir de una serie imprevisible de actos distintos. Este problema teórico se soluciona cuando adoptamos una perspectiva que nos permita «ver» lo que tienen en común los enunciados individuales. Tenemos que operar con categorías más abstractas, que hagan posible la obtención de generalizaciones interesantes. Gracias a la abstracción se pueden revelar relaciones más profundas e invariantes. Y esto no es diferente de lo que ocurre en otras ciencias como la química o la física. Pues bien, aunque cada acto enunciativo es una realidad única, sus elementos constitutivos son siempre los mismos, a pesar de que puedan tomar valores diferentes en cada caso. El grado de abstracción con que debe operar una disciplina ha de venir determinado por los objetivos que persiga: el de la pragmática es mucho menor que el utilizado por la sintaxis, pero es semejante al empleado por las ciencias aplicadas o técnicas, y resulta ser una consecuencia lógica del tipo de objeto analizado y de los fines perseguidos. La pragmática tiene por objeto el análisis de todos los principios que subyacen al funcionamiento de los mecanismos cognitivos que intervienen en el uso del lenguaje, y de todos los conocimientos y estrategias que constituyen el saber comunicativo y determinan el uso efectivo del lenguaje. Dicho análisis se realiza en función de la existencia de una serie estable de factores integrantes del acto enunciativo, que toman valores diferentes en cada caso, pero que responden a una misma estructura. Dentro del ámbito de la pragmática, las generalizaciones que pueden encontrarse son de dos tipos: las que derivan de la existencia de un conocimiento compartido por una comunidad de hablantes y las que derivan del modo en que funcionan nuestras capacidades cognitivas generales, lo que da lugar a dos modos diferentes de concebir la pragmática:  La pragmática dedicada a aspectos «externos», como los condicionantes sociales y culturales que determinan la elección, el uso y la interpretación de las formas lingüísticas: y que se ocupa de cortesía, los géneros discursivos, los aspectos ideológicos, o los estilos conversacionales que caracterizan a cada cultura.  La pragmática de tipo «interno», que indaga cuáles son los condicionantes cognitivos de los que depende la puesta en funcionamiento de la lengua; con investigaciones que se ocupan de los procesos inferenciales, de la articulación de los diferentes sistemas cognitivos, o de la interfaz entre gramática y pragmática. La pragmática social concibe el lenguaje como una institución humana, y se ocupa de aquellos aspectos del uso y la interpretación de las formas lingüísticas que están determinados social y culturalmente, tratando de identificar cuáles son las normas que determinan el comportamiento lingüístico. La pragmática psicológica o cognitiva, por su parte, concibe el lenguaje como un órgano mental, y se ocupa de los condicionantes cognitivos de los que depende el uso de la lengua. Su objetivo es identificar los principios que regulan el funcionamiento de los sistemas que ponemos en marcha al procesar el lenguaje. Podemos caracterizar diferentes tipos de acercamientos al estudio de la lengua, en función de cuáles sean los elementos o los fenómenos a los que se dé prioridad: • Hay disciplinas lingüísticas que se ocupan fundamentalmente de caracterizar el lenguaje en el nivel de los componentes observables, y ponen el énfasis en los aspectos cuantitativos y físicos. Éste es el enfoque de la fonética, que analiza los aspectos directamente perceptibles de las señales; es también el del análisis de la conversación, que se centra, entre otras cosas, en la estructura y la distribución de tumos entre hablantes. • Hay disciplinas que se ocupan de las pautas generales que subyacen al comportamiento comunicativo de los hablantes de una determinada cultura. La tarea de hacer explícitos los principios que determinan las regularidades que tienen que ver con el código corresponde a la gramática descriptiva; la de caracterizar el conjunto de normas que tienen vigencia en una determinada cultura atañe a la pragmática social. • Hay disciplinas que tratan de descubrir cuáles son los principios que guían las operaciones internas que combinan los datos, tanto en la codificación y descodificación como en la inferencia. En su orientación más abstracta, tratan de descubrir cuáles son las capacidades cognitivas que dan lugar a los procesos. Su objetivo último es, pues, identificar lo que de universal y biológico hay en el lenguaje y en la manera en la que éste interactúa con otros sistemas, y establecer y formular principios universales. Los sistemas que constituyen la base general sobre la que se sustenta el conocimiento lingüístico son tarea de la gramática teórica; la pragmática psicológica o cognitiva, por su parte, debe tratar de descubrir cómo interactúa el sistema gramatical con el resto de los sistemas cognitivos. Estos dos enfoques constituyen un paso más en la reflexión teórica sobre el lenguaje y su funcionamiento.
Docsity logo



Copyright © 2024 Ladybird Srl - Via Leonardo da Vinci 16, 10126, Torino, Italy - VAT 10816460017 - All rights reserved