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Orientación Universidad
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Textos tema 1, Apuntes de Filología hispánica

Asignatura: Literatura española del siglo XVIII, Profesor: bautista perez, Carrera: Filología Hispánica, Universidad: USAL

Tipo: Apuntes

2016/2017

Subido el 26/05/2017

nestorsg7
nestorsg7 🇪🇸

3.2

(47)

25 documentos

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¡Descarga Textos tema 1 y más Apuntes en PDF de Filología hispánica solo en Docsity! 1 BIBLIOGRAFÍA ABELLÁN, J.L., Historia crítica del pensamiento español, III, Madrid: Espasa-Calpe, 1981. AGUILAR PIÑAL, Francisco, Introducción al siglo XVIII, Historia de la Literatura Española, nº 25, ed. R. de la Fuente, Madrid: Júcar, 1991. CAÑAS MURILLO, Jesús y ROSO DÍAZ, José, ed., Aufklärung. Estudios sobre la ilustración española dedicados a Hans-Joachim, Cáceres: Universidad de Extremadura, 2007. Carlos III y la Ilustración, Insula 504. (dic., 1988). CARNERO, Guillermo, La cara oscura del Siglo de las Luces, Madrid: Fundación Juan March-Cátedra, 1983. CARO BAROJA, Julio, Ensayo sobre la literatura de cordel, Madrid: Revista de Occidente. 1969. CASO GONZÁLEZ, José Miguel, el alii, Los conceptos de Rococó, Neoclasicismo y Prerromanticismo en la literatura española del siglo XVIll, Oviedo: Universidad, 1971. DEFOURNEAUX, Marcelin, Inquisición y censura de libros en la España del siglo XVIII, Madrid: Taurus, 1973. HERR, Richard, España y la Revolución del siglo XVIII, Madrid: Aguilar, 1964. HERRERO, Javier, Los orígenes del pensamiento reaccionario español, Madrid: Cuadernos para el Diálogo, 1971; Madrid: Alianza Editorial (Col. “Alianza Universidad”), 1988; 1ª reimp. ibidem, 1994. LEVEY, Michael, Del Rococó a la Revolución (trad. esp. de Rococo to Revolution. Major trends in Eighteenth-Century Painting, 1966), Barcelona: Destino, 1998. LOPEZ, FRANÇOIS, Juan Pablo Forner et la crise de la conscience espagnole au XVIIIè siecle. Bordeaux: Institut d´Études Ibériques, 1976 (hay traducción española, 1999). MARAVALL, José Antonio, Estudios de historia del pensamiento español, s. XVIII, Madrid: Mondadori, 1978. MARCO, Joaquín, Literatura popular en España en los siglos XVIII Y XIX, Madrid: Taurus, 1977, 2 vols . MARTÍN GAITE, Carmen, Usos amorosos del dieciocho en España, Madrid: Siglo XXI, 1972. MESTRE, Antonio, Despotismo e Ilustración en España, Sevilla: Espuela de Plata, 2012 (1ª ed, 1978). SARRAILH, Jean, La España Ilustrada de la segunda mitad del siglo XVIII, trad. de Antonio Alatorre, México: Fondo de Cultura Económica, 1957 (título original, L 'Espagne éclairée de la seconde moitié du XVIIIè siècle, 1954). SEBOLD, Russell P., El rapto de la mente. Poética y poesía dieciochescas, Barcelona: Anthropos, 1989. SUBIRATS, Eduardo, La ilustración insuficiente, Madrid: Taurus (Col. "Ensayistas", 182), 1981. TODOROV, Tzvetan, El espíritu de la Ilustración, Barcelona: Galaxia Gutenberg, TEMA 1. Introducción a la literatura del siglo XVIII. Rasgos definidores de la Ilustración; pervivencia del Barroco. Las raíces de la modernidad: pensamiento y ciencia ilustrados; ideología, política y literatura. Instituciones culturales y literarias. Revisión de conceptos: “postbarroco”, "rococó", "neoclasicismo", "prerromanticismo"... Los fundamentos de la Filología, los orígenes de la Historia de la Literatura Española. 2 Círculo de Lectores, 2014. Preilustración ÁLVAREZ DE MIRANDA, Pedro, Palabras e ideas: el léxico de la Ilustración temprana en España (1680-1760), Madrid: Real Academia Española, 1992. LÓPEZ PIÑERO, J.M., La introducción de la ciencia moderna en España, Barcelona: Ariel, 1969. PÉREZ MAGALLÓN, Jesús, Construyendo la modernidad: la cultura española en el “tiempo de los novatores” (1675-1725), Madrid: Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 2002. QUIROZ MARTÍNEZ, O., La introducción de la filosofía moderna en España, México, 1949. SÁNCHEZ-BLANCO, Francisco, La mentalidad ilustrada, Madrid: Taurus, 1999. STIFFONI, G., “La cultura española entre el Barroco y la Ilustración”, en Historia de España de R. Menéndez Pidal, XIX, vol. 2, Madrid: Espasa-Calpe, 1985. ZAVALA, IRIS M., Clandestinidad y libertinaje erudito en los albores del siglo XVIII. Barcelona: Ariel, 1978. Encyclopédie Versión digital en “Gallica”, plataforma web de la Biblioteca Nacional de Francia. Ediciones facsímiles Encyclopédie de Diderot et d'Alembert, ed. facs. (de la de Paris: Briasson, 1751-1777), Stuttgart- Bad Cannstatt : Friedrich Fromann, 1966-1967, 35 vols. --Parma: Franco Maria Ricci, 1970-1979, 18 vols. Antologías La Enciclopedia. Selección, ed. y pról. de J. Lough, Madrid: Guadarrama, 1970. La enciclopedia: (selección de artículos políticos), estudio y trad. de Ramón Soriano y Antonio Porras, Madrid: Tecnos, D.L. 1986. Estudios Blom, Philip, Encyclopédie. El triunfo de la razón en tiempos irracionales, Barcelona: Anagrama, 2007. La Enciclopedia, Madrid: Información y Revistas, 1985 Lough, John, The Encyclopédie, Ginebra: Slatkine, 1989. Proust, Jacques, Diderot et l'Encyclopédie, Ginebra: Slatkine, 1982. ;. TEXTOS El siglo XVIII es el resultado y la culminación de la cultura de Occidente. Es un siglo vivo, complejo y rico en su diversidad y sus contradicciones, y plantea por ello graves problemas de delimitación y de definición, y la necesidad de no simplificarlo, evitando los esquematismos de una historiografía mecanicista y rutinaria, según la cual el concepto cronológico de «siglo» habría de servir para periodizar la Historia de la Cultura, y los periodos seculares serían internamente homogéneos y distinguibles unos de otros por alternancia pendular de rasgos 5 concepto filosófico de ilustración, sino también por su determinación de otros temas, como el de la cultura y la formación («Bildung»). Posteriormente, es decir, unos meses más tarde, en la misma revista apareció el célebre artículo de Kant «Was ist Aufklärung?». Pese a la importancia del ensayo de Mendelssohn, me limitaré aquí a comentar una sola frase del mismo: «El hombre —escribe Mendelssohn— en tanto que hombre necesita ilustración». [...] Al decir que el hombre necesita ilustración entendemos que el individuo humano debe de adquirir una educación, una formación del conjunto de su persona. La ilustración se identifica con la instrucción y quizás también con la adquisición de saberes. Un hombre ilustrado es aquel que ha desarrollado su inteligencia y su sensibilidad, posee un cierto acopio de conocimientos y no está exento de un gusto refinado, ni de un don o un trato de gentes. Incluso el concepto de ingenio cabría en el de hombre ilustrado. No obstante, cuando Mendelssohn escribe la frase: «Der Mensch als Mensch ... bedarf Aufklärung» está pensando en una realidad distinta. El concepto de «Aufklärung» no cubre el mismo campo semántico que el de «Ilustración». Más bien habría que hablar de la enorme distancia que existe entre uno y otro. Esta circunstancia fuerza, por así decirlo, a duplicar la pregunta por la ilustración de la que había partido. Esto es, ya no puedo formular cabalmente la cuestión: ¿Qué es la ilustración? ¿En qué consiste, cuál es el significado de la palabra? La conciencia de esta diferencia me obliga a reformular la cuestión con otros términos: ¿Qué es la «Aufklärung» que no es la «Ilustración»? [...] La Aufklärung es, en primer lugar, para la filosofía alemana de finales de siglo, idéntica con la razón, con el poder del sujeto humano en la medida en que se concibe a sí mismo como portador de razón, y con el poder histórico objetivo ligado al desarrollo social, científico y técnico de esta razón. En segundo lugar, es acción, proceso indefinido de aquella razón, progreso de la conciencia, del conocimiento, progreso de la perfección técnico-social. Y Aufklärung coincide, en fin, con revolución. Tres componentes esenciales que no están presentes en modo alguno en la palabra «Ilustración». [...] Entre nosotros —se dice— la razón nunca pudo celebrar victorias, pues tenía frente a ella una poderosa Inquisición. El desarrollo del pensamiento científico fue, si se quiere, importante, pero limitado, y nunca supo de la ingenuidad que le hubiera permitido preguntarse por las primeras y últimas cuestiones. No hubo en España un escepticismo radical, como el de Descartes y de Hume, y si lo hubo tuvo también que elegir el exilio; no existió una moderna filosofía del derecho como en Hobbes; tampoco tuvo lugar una teoría de la historia como la de Lessing o Herder; el pensamiento nunca llegó a una labor de sistematización y de rigor crítico como en Kant. La Ilustración española.., ella tuvo cierta vida, pero su paso por la historia no está jalonado por la aparición de Meditationes profanas, de Críticas sistemáticas, de Tratados científicos y filosóficos, o de utopías republicanas. Ella dejó el rastro más débil de Cartas eruditas que, en gran parte, eran el fruto de una labor receptiva y divulgadora, de Sermones sobre los avances de la ciencia y sus aplicaciones que carecían del mínimo rigor metodológico, y de escritos políticos y sociales, como los de Cabarrús o de Cadalso, que, en gran parte, se limitaban a la tarea epigónica de difundir el pensamiento de otros. Contra esta clase de enunciados apenas podría presentarse algún argumento sólido. La Ilustración española, considerada como movimiento filosófico, fue una época pobre, tímida en sus posiciones, poco decidida en sus críticas y respuestas, diletante en su actividad investigadora y que nunca supo definir con el suficiente vigor la misma idea de la modernidad por ella inaugurada. Sin embargo, este juicio negativo tiene el inconveniente de pasar muy por encima de aquello sobre lo que pretendidamente trata. Quizás sea cierta la tesis de una Ilustración española titubeante y prácticamente inexistente. Pero aceptar la insuficiencia de la 6 Ilustración en España no nos exime del examen de sus limitaciones y deficiencias. Decir simplemente que la Ilustración ha sido poca cosa no me saca de ningún apuro, pues lo que quiero es más bien saber qué fue lo que hizo de ella tan poco y dónde me encuentro con relación a su pensamiento y a su tradición. Es un juicio demasiado abstracto el de que la Ilustración española carece de consistencia [....] Hasta ahora, ya en la historiografía, ya en la filosofía, semejante tipo de posiciones intelectuales no ha tenido otra consecuencia relevante que la de obstaculizar la recepción crítica de esta época o incluso su simple investigación histórica. La tesis de la inexistencia de una Ilustración española o de su insignificancia desde el punto de vista cultural, filosófico o científico ha legitimado su simple olvido. De esta suerte, la teoría que sostiene de un modo u otro la inexistencia de la Ilustración se ha convertido en una coartada metodológica de una ilustración reprimida: puesto que no ha habido ilustración, pogamos punto final y pasemos a otra cosa. [Eduardo Subirats, La ilustración insuficiente, Madrid: Taurus (Col. “Ensayistas”, 182), 1981, pág. 13 y ss.] * * * Lo que sí puede decirse en exclusividad del siglo XVIII es que en él cristaliza con máxima pujanza lo que podríamos llamar la conciencia del siglo, la autoconvicción de que se vive en un momento histórico peculiar, renovador y distinto; y, en segundo lugar, que para adjudicar a ese momento histórico una designación propia, los hombres del XVIII acuden precisamente a la metáfora lumínica. El siglo XVIII fue así el primero que eligió para sí propio el nombre con que había de ser recordado: Siglo de las Luces, Siglo Ilustrado (Álvarez de Miranda, Palabras e ideas, p. 201). * * * Los que me sucedieren tendrán mucho menos que vencer que yo; ya porque lidiarán con menos caterva de ignorantes, que tanto como este fruto ya me lo prometo de mis fatigas (fuera de que también por otros caminos van ya radiando hacia España nuevas luces); ya porque hallarán la malignidad y la envidia algo fatigadas de lo mucho que han trabajado contra mí (Feijoo, Cartas eruditas). * * * A raíz de la Revolución Francesa cambiaron muchos planteamientos en España; el golpe francés frenó empresas y proyectos ilustrados y ofreció al siempre activo ultramontanismo una excelente ocasión, precisamente cuando las Luces parecían haber salvado suficientes obstáculos y se podía pensar seriamente en la reforma de los Colegios Mayores y de la universidad y cuando la tolerancia y la Razón, apoyadas por gobiernos más fuertes y convencidos, podían iniciar el camino a un asentamiento más firme de la modernidad. Para los reaccionarios la Revolución confirmaba la certeza de sus miedos y la razón que les asistía oponiéndose a las ideas ilustradas. La regresión de libertades aumentó. Se creó un "cinturón sanitario" para controlar los escritos que entraban en la nación y se vigiló a los fugitivos que buscaban refugio, por si aportaban ideas disolventes; se estrechó el cerco sobre los ilustrados nacionales, sobre la prensa y cuanto se editaba y los cristianos críticos se vieron amenazados, a veces por partida doble: por sus convicciones religiosas y por su oposición a determinados ministros que, en el nuevo ambiente, desataron la vesania persecutoria con más contundencia. Si en 1793 Jovellanos aún podía alegrarse en su diario del "jansenismo" de los jóvenes salmantinos, faltaban pocos años para que la Inquisición se llenara de denuncias contra sedicentes "jansenistas", o acusados de "propagar doctrinas del concilio [sic] de Pistoia", que, de hecho, solían camuflar enemistades políticas y personales" 7 [María-Dolores Albiac Blanco, Historia de la literatura española. 4. Razón y sentimiento, Barcelona: Crítica, 2011, pp. 214-215] * * * He aquí la postura de la Universidad de Salamanca, en fecha tan tardía como 1796: «Ni el Consejo, ni ninguno que sepa algo, ignora que la Lógica, la Metafísica y la Filosofía moral han sido, son y serán siempre las mismas, porque los principios en que estriban y verdades que enseñan no sufren alteración, especialmente desde que participan del reverbero de la luz de la Religión y de la Fe». Después manifiesta «los perniciosos errores de Hobbes, de Cumberland, de Grocio, de Puffendorf, de Leibniz, de Locke, de Robinet, de Helvecio, de Rousseau, del Genuense, de Diderot, de D'Alambert y otros innumerables que, por creerse con fuerzas para abandonar el camino real y trillado y abrir nuevas sendas por donde llegar a la cumbre de estas ciencias..., han esparcido en el orbe moral y político las tinieblas y la confusión en vez de ilustrarle. Ni Dios permita, ni el Consejo consienta que los que en Salamanca se encarguen de esta enseñanza sigan los pasos de estos hombres arrojados». (F. Aguilar Piñal, Introducción al siglo XVIII, en Hª de la Lit. Esp., vol. 25, Madrid: Júcar) * * * Hubo un tiempo en que nuestros Oradores Sagrados no parecían tener otro asunto que las escofietas y los peinados de las Damas. Hubo otro en que las comedias llevaban toda su atencion. Ahora no se oye sino clamar contra el atheísmo y la incredulidad.[ ... ] Apenas, vuelvo a decirlo, oigo un sermón sin una invectiva contra las máximas del siglo ilustrado, contra la erudición de la moda, contra los Philósophos del tiempo; que es decir, contra el atheísmo, y los atheístas, la incredulidad, y los incrédulos. Mas no me acuerdo de haber oído jamás en el Púlpito una sola palabra contra la superstición. (El Censor, 1989, 195) * * * Estamos en un siglo de superficialidad. Oigo llamarle por todas partes siglo de la razón, siglo de luces, siglo ilustrado, siglo de la filosofía. Y yo le llamaría mejor siglo de ensayos, siglo de diccionarios, siglo de impiedad, siglo hablador, siglo charlatán, siglo ostentador, compuesto de gentes tinturadas de todo e incapaces, no sólo de imitar, pero ni de conocer el estudio y develos que costaron a nuestros mayores los adelantamientos en las ciencias. Un siglo tal como éste, no es mucho que sea pródigo en dar a cualquiera el honor y crédito de sabio. Un poemilla, un discursillo, un librete semibárbaro, basta para la reputación de la literatura de uno. El que se siente con genio algo más inventor, echa mano de lo que mejor sabe, y ordenándolo según su antojo, para una obra originalísima; y Dios nos libre de negarle la originalidad; el pecado de Adán no nos sería tan funesto como la furia original del autor. Perversos, charlatanes, jactanciosos, ostentadores, ¿queréis merecer el título de sabios? ¿Deseáis una reputación honrosa que os busque, sin que la busquéis? Trabajad, estudiad, quemaos las cejas, desvelaos, meditad, reflexionad, seguid el camino de los Vives, Montanos, Agustines, Canos, Pincianos, Brocenses, Núñezes y demás ejército de hombres sapientísimos. Estos humanistas deben ser vuestra guía, no algunos miserables librejos del otro lado de los montes, librejos que paladean el gusto y no llenan el entendimiento, reliquias lánguidas de una impertinente comezón de escribir. O si no tenéis ánimo para desasiros de la prevención que habéis contraido, seguid los pasos de sus Cartesios, Gasendos, Huetios, Bossuets, Menagios, y los restantes que son el verdadero honor y lustre de aquella nación. (Forner, Los gramáticas, 199 s.] * * *
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