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Límites morales del mercado: Reflexiones según Sandel y Tirole, Guías, Proyectos, Investigaciones de Tecnologías de Inspección de Soldadura

En este artículo, se reflexiona sobre la discusión entre Michael Sandel y Jean Tirole acerca de los límites morales del mercado. Sandel desconfía de la tesis de Sandel y su objetivo de responsabilizar al mercado por los problemas morales que atentan contra los valores humanos. En contraste, Tirole cree que Sandel desconoce gran parte de los estudios económicos recientes y su conclusión no es desacertada, pero exagerada al ubicar al dinero y todas las transacciones económicas como causantes de la inmoralidad. Se discuten las fallas de mercado, como la información, las externalidades y internalidades, y los incentivos, y se propone que la economía es un instrumento, no un fin en sí misma. Se busca saber qué debemos hacer cuando la promesa de crecimiento económico pone precio a bienes que consideramos no tienen precio.

Tipo: Guías, Proyectos, Investigaciones

2016/2017

Subido el 07/04/2022

diego-diaz-de-teran-1
diego-diaz-de-teran-1 🇪🇸

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¡Descarga Límites morales del mercado: Reflexiones según Sandel y Tirole y más Guías, Proyectos, Investigaciones en PDF de Tecnologías de Inspección de Soldadura solo en Docsity! Sandel vs Tirole: ¿El mundo no es una mercancía?   Entonces, la justicia y la libertad, son valores morales objetivos porque remiten a sí mismos y no porque se necesita de una demanda creciente de interés para que adquieran ese valor. El objetivo de este artículo es iniciar una reflexión sobre los fundamentos de nuestra moralidad según las observaciones de Michael Sandel y Jean Tirole.  A pesar de que en su razonamiento los dos atribuyen unas respuestas posibles al problema de la moral en el mercado, en ningún caso se explican unos lineamientos o marcos generales para resolver el problema, por lo que el análisis descrito en este documento es solo aproximativo a las obras señaladas de los autores y no una respuesta concreta al problema.   Jean Tirole: ¿Límites morales del mercado o fallas de mercado?   El autor ve con desconfianza la tesis de Sandel y su objetivo de responsabilizar al mercado como uno de los causantes de los problemas que atentan contra los valores morales de los seres humanos. En contraposición, Tirole entiende que Sandel desconoce gran parte de los estudios económicos de los últimos años y por eso su conclusión no es propiamente desacertada, pero sí exagerada cuando se trata de ubicar al dinero y toda transacción económica como causante de la inmoralidad en la que viven las personas actualmente, pues no se trata de un problema que se resuelva de manera filosófica, sino de un análisis más riguroso sobre el funcionamiento interno de la economía. En primera medida, existen unas fallas de mercado que tienen relación con la perdida de moralidad como lo son: la información, las externalidades e internalidades y los incentivos.   Los mercados son imperfectos y la competencia entre ellos puede ser estimulante para crear incentivos, bajar los costes de producción y promover la innovación, no obstante, en el terreno económico, las correcciones a las fallas de mercado se pueden minimizar por medio de la ejecución de políticas públicas que explicaría que la economía es un instrumento al igual que el mercado, pero no un fin en sí mismo.  La discusión entre Sandel y Tirole se plantea en ese caso. Para Sandel lo que está sucediendo con las personas es que minimizan los valores humanos para responder solo a incentivos que son estimulantes y utilitarios según sus necesidades individuales. Sandel quiere elevar el mercado a un absoluto donde se explica un ideal de bienestar social que, a cuenta del neoliberalismo y el aislamiento, ha perdido sus cualidades éticas para centrarse en unos objetivos puramente económicos. Por su parte, Tirole no escapa a esa discusión, pero entiende que si bien el ‘mundo no es una mercancía’ las transacciones económicas son una necesidad para que exista este mundo.   La indignación con características morales no son un buen indicador para explicar las fallas de mercado. Se puede decir que si existen tales fallas de mercado (monopolio, oligopolio, asimetría de información, externalidades, etc.) no es por una cuestión de una extraña perdida de esa investidura moral que los filósofos han creado cuando se trata de hablar de los valores humanos en relación con los valores económicos, sino a la falta de precisión académica en la ejecución de políticas públicas que ya no tienen en cuenta un análisis correctivo, tan solo uno de constante satisfacción con los grupos de interés. Si bien a ese fenómeno se le puede denominar corrupción o clientelismo, el aporte de la academia debe ser fundamental y buscar ese espacio para que adquiera esa representación en el diseño y evaluación de políticas que corrijan las fallas de mercado, más no entrar en la discusión punitiva de aquellos que tienen la culpa porque su ambición es superior a su interés por lo colectivo; se trata es de ampliar los marcos de análisis de las fallas de mercado, antes que elevarlos a unos niveles sagrados y absolutos de irresoluble explicación.   Nuestros sentimientos de repulsión son, pues, fuentes de inspiración ética poco fiables. Pueden mostrarnos un camino, indicarnos que hay algo que parece no funcionar en la organización de la sociedad o en nuestros comportamientos individuales. Pero ahí acaba su papel. A la hora de concebir las políticas públicas es necesario cuestionar esos sentimientos y optar por la reflexión. Y tenemos que comprender mejor los fundamentos de la moralidad y de nuestros temores ante la comercialización de determinados ámbitos. Algo a lo que se dedica la comunidad académica. (Tirole, 2017, pág. 60-61)   La asimetría de la información que hay entre cada persona lo obliga a que tome decisiones que usualmente pueden estar en contra de sus propios intereses, así, eso que Sandel llama un problema moral, según Tirole, se debe corregir explicando con claridad los incentivos que existen en cada una de las partes para que la información no se presente con asimetrías.  No es claro para el autor que las condenas del comportamiento inmoral solo se den de forma generalizada culpando a entes abstractos como el sistema financiero, o las grandes y pequeñas corporaciones que contaminan el aire y las aguas al mismo tiempo que concentran grandes sumas de capital que no se distribuye nuevamente en las finanzas de la nación, sino que profundizan la brecha social y generan externalidades como lo son la pobreza, el individualismo o la corrupción. (Piketty, 2014)   Cuando se usa la expresión ‘la vida no tiene precio’, se le puede atribuir una connotación metafísica. El ejemplo que Kant elabora para explicar que la dignidad humana no puede resumirse a la utilidad porque las personas tienen un fin en sí mismo y deben pensarse como un fin y no como un medio para lograr los objetivos de otros, expone una condición en la que un dilema moral del tipo utilitarista sería impensable para una sociedad y los organismos de control que la representan dado que no se podría pensar que sea viable matar Entonces, la justicia y la libertad, son valores morales objetivos porque remiten a sí mismos y no porque se necesita de una demanda creciente de interés para que adquieran ese valor. Adquieren valor solo en el momento en que explican la esencia de una sociedad porque tienen políticas cada vez más justas para sus habitantes o una persona individual que le permiten desarrollar habilidades y vivir en un contexto donde pueda experimentar la libertad. Siendo así, no puede reducirse necesariamente al cálculo de mercado en el que la justicia y la libertad se hacen de acuerdo a la cantidad de dinero que se ofrece y que deja en desventaja a quienes no cuentan con igualdad de oportunidades para que la sociedad de mercado les permita vivir de manera justa y libre.   El razonamiento mercantil es utilitario y por eso no puede explicarse a través de argumentos metafísicos o morales, que en el caso de maximizar la riqueza siempre ponen la balanza a favor de quienes tienes más capital. Para Tirole las personas responden a incentivos y si existe desigualdad o cualquier otro problema moral que sea producto de una falla de estado es porque los incentivos con los cuales se está pensando el mercado no han sido bien aplicados, pero no dice que aplicarlos de una u otra manera sea una razón para usar palabras como justo o injusto. No hay una reflexión sobre el bien o el mal. Los incentivos para Sandel pueden llevar a que se corrompan los valores humanos.   Corrompemos un bien, una actividad, o una práctica social siempre que los hacemos descender a un nivel inferior al que les es propio. Así, y para poner un ejemplo extremo, tener hijos para venderlos y obtener un beneficio es una corrupción de la paternidad, pues trata a los niños como cosas que pueden ser usadas en vez de seres que deben ser amados. (…) El sistema de pagar por estar sano puede fracasar porque cultiva los valores que sustentan la buena salud. Si eso es cierto, la pregunta del economista (¿Funcionan los incentivos económicos?) y la pregunta del moralista (¿Son objetables?) están más cerca una de la otra de lo que parece a primera vista. Que un incentivo funciona, depende de su objetivo. Y el objetivo propiamente dicho puede incluir valores y actitudes que los incentivos económicos socaban. (Sandel, 2013. Pp, 51,52,65)   Pero entonces, ¿por qué no seguir usando el dinero como un incentivo? La primera conclusión es que el razonamiento mercantil se queda incompleto sin el razonamiento moral. Y de hecho, en las bases sobre las cuales se construye una política económica debe existir un razonamiento moral. Así, no es que la economía deba pensar siempre en función filosófica a través de supuestos morales para realizar sus objetivos en el bienestar de la sociedad, sino que en los últimos años ha dejado de lado esta pregunta por cómo mejorar el nivel de vida de las personas para enfocarse en la producción, distribución y consumo de bienes materiales. El concepto de incentivo no puede ser el mecanismo por el cual se moviliza a las personas a tomar decisiones, sino el medio para que ese incentivo adquiera una justificación, además de económica, también moral.   Referencias Sandel Michael, Lo que el mercado no puede comprar. Los límites morales del mercado, Traducción de Joaquín Chamorro Mielke, Barcelona, Debate, 2013 Tirole Jean, La economía del bien común, Traducción de María Cordón Vergara, Barcelona, Penguin Random House, 2017. Piketty, Thomas, El capital en el siglo XXI. Fondo de cultura económica. 2014. Seijo Cristina, Los valores desde las principales teorías axiológicas: Cualidades apriorísticas e independientes de las cosas y los humanos. Universidad de Magdalena. 2009. Nº6. Pp 152-154. Cortina, Adela, El mundo de los valores. 1999. Ed. El Buho.
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