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Trabajo sobre la norma del gusto de Hume, Guías, Proyectos, Investigaciones de Estética

Asignatura: Estética, Profesor: Jaime Aspiunza, Carrera: Filosofía, Universidad: UPV-EHU

Tipo: Guías, Proyectos, Investigaciones

2014/2015
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Subido el 18/06/2015

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¡Descarga Trabajo sobre la norma del gusto de Hume y más Guías, Proyectos, Investigaciones en PDF de Estética solo en Docsity! Visión escéptica y argumentos en contra Hume parte de la constatación de la gran diversidad de gustos diferentes aun cuando celebramos y rechazamos las mismas características en los objetos. A todos nos gustan las cosas bellas, elegantes, buenas, honestas, virtuosas, agradables y rechazamos las contrarias. Lo que no queda tan claro es lo que significa esto para cada persona. Los humanos, en nuestro afán para por encontrar respuestas y comunicarnos efectivamente, buscamos naturalmente un canon mediante el cual poder reconciliar y entender los sentimientos discordantes; la norma del gusto. Durante el siglo XVII el racionalismo había implantado la idea de que todo sentimiento es correcto. Esto se debía a la creencia en que el sentimiento no tiene referente en las cosas mismas; existe solo en la mente que lo siente. Dado que el gusto se basa en el sentimiento, cada mente gusta de manera distinta. De este modo, La búsqueda de lo auténticamente bello sería inevitablemente improductivo, parece inútil discutir sobre gustos porque todos tendrían que ser igualmente válidos. Hume, contra aquellos que se muestran escépticos a la posibilidad de cierta objetividad en el gusto, responde que es de sentido común que no todos los gustos son igual de válidos y que existen gustos mejores que otros. Esto para Hume queda patente al hacer comparaciones con gustos desproporcionados. Pudiéramos no ponernos de acuerdo sobre que belleza es más espectacular comparando dos supermodelos o cual de las maravillosas canciones de un cedé es más hermosa; No obstante, si alguien defendiera que un monstruo es más bello que las supermodelos o un estridente e irritante sonido es más hermoso que una maravillosa canción “Pensaríamos que ese individuo defiende una extravagancia no menor que si sostuviese que la madriguera de un topo es tan alta como el pico del Tenerife, (…) nadie presta atención a tales gustos, y sin ningún escrúpulo mantenemos que esos presuntos críticos son absurdos y ridículos. El principio de igualdad natural de gustos se olvida entonces.”1 Por tanto, parece necesario pensar que debido a la estructura natural de nuestros órganos y facultades de nuestra mente, algunas cualidades particulares parecen más bellas que otras universalmente. El sentido común nos dicta que el gusto es un sentimiento subjetivo y, al mismo tiempo, nos impone la certeza de que ciertas bellezas son superiores. Página4 Página4 D. HUME: SOBRE LA NORMA DEL GUSTO Jose Antonio Eguilegor Santana Jueves, 18 de julio de 2015 1 DAVID HUME: La norma del gusto y otros ensayos. Ediciones península, pág. 28. ¿Qué es la “norma”? La posición de nuestro filósofo oscila entre la exaltación de la naturalidad y la universalidad de esta capacidad, y la dificultad para encontrar un gusto realmente sutil y preciso. Todas las reglas generales del arte se observan en la naturaleza y se derivan de ciertas cualidades de los objetos que tienen la capacidad de agradar o desagradar. Analizando los sentimientos comunes que nos provocan distintos objetos o distintitas cualidades de estos objetos que nos gustan o disgustan, podremos crear una norma sobre el gusto “su fundamento es el mismo que el de todas las ciencias practicas: La experiencia; y no son más que observaciones generales respecto a lo que universalmente se ha visto que complace en todos los países y en todas las épocas.”2 Esta norma establecerá los criterios sobre lo que naturalmente debiera gustarnos a todos los hombres. Ahora bien, si los principios del gusto son universales ¿Cómo podemos explicar la diferencia entre juicios de gusto? ¿En qué podemos basarnos para decir que el juicio de un hombre es mejor que el de otro si los principios de la belleza y de lo artístico son universales? Aunque en un principio los principios del gusto sean universales estos pueden verse afectados. De esta manera, una persona puede estar más o menos capacitada que otra para juzgar correctamente. Para averiguar la norma del gusto no podemos basarnos en el gusto de la mayoría, ya que esta podría estar perturbada. Hume partiendo de la constatación de esas reglas generales que pueden obtenerse de la experiencia, la observación general de lo que universalmente complace a los hombres, constata que para juzgar correctamente hay tantos puntos de vista a tener en cuenta que ningún hombre que no posea un juicio solido podrá hacer una crítica aceptable. Por desgracia, la mayor parte de los hombres tienen algún defecto o no han desarrollado lo suficientemente su juicio crítico. Por tanto, son pocos los capaces de formar un buen juicio sobre la obra de arte. Características del crítico Página4 Página4 D. HUME: SOBRE LA NORMA DEL GUSTO Jose Antonio Eguilegor Santana Jueves, 18 de julio de 2015 2 DAVID HUME: La norma del gusto y otros ensayos. Ediciones península, pág. 29. gusto y de la belleza”3 Esto muestra que la facultad del gusto puede ir desarrollándose y perfeccionándose poco a poco a través sobre todo de la práctica y la comparación para hacernos más delicados. Papel del crítico y relatividad de la norma Si bien, todos estamos sometidos a las mismas reacciones frente a unos determinados estímulos, no todos reaccionamos del mismo modo ni con la misma intensidad frente a los estímulos externos, por la sencilla razón de que no todos hemos perfeccionado de igual forma nuestros respectivos gustos. Podemos afirmar que la persona que posea las facultades consideradas anteriormente, es el verdadero juez en bellas artes, de suerte que su veredicto unánime instituye la verdadera norma del gusto y de la belleza que es el objeto del escrito que estamos analizando. Cuando al mal crítico le mostramos y acepta un principio artístico generalmente admitido y demostramos que la obra que debemos juzgar tiene tal principio. El mal crítico, tendrá que reconocer que carece de la sensibilidad necesaria para un buen criterio. Por ende, han de buscarse los modelos y principios que se han establecido a través de la experiencia común de las naciones y han conseguido perdurar y complacer a lo largo del tiempo, independientemente, de los cambios que ha ido sufriendo la humanidad. “Constatando la duradera admiración que rodea a aquellas obras que han sobrevivido a todos los caprichos de la moda y que han sorteado todos los errores de la ignorancia y de la envidia.”4 El buen juez podrá, a través de la comparación, valorar y otorgar a cada obra de arte su posición entre las producciones geniales de la historia y reconciliar las distintas valoraciones una vez descubierto aquello que naturalmente y si gozáramos de un juicio recto y delicado debiera gustarnos; la norma del gusto. Pero precisamente lo que hace excepcional al buen crítico, su capacidad para poder analizar correctamente una obra. No dejándose embaucar por las opiniones pasajeras que puedan ser mayoritarias en una sociedad, una edad o un tiempo concreto, no es del todo posible. La norma del gusto queda limitada por las fuentes de la diversidad de gustos; por las diferencias inocentes pero inevitables de las personas entre si y la diversidad contextual; las diferentes costumbres de cada época o territorio, la religión o la moral. Por esto, podría ser que en distintas culturas dos personas fueras consideradas sabias muy Página4 Página4 D. HUME: SOBRE LA NORMA DEL GUSTO Jose Antonio Eguilegor Santana Jueves, 18 de julio de 2015 3 DAVID HUME: La norma del gusto y otros ensayos. Ediciones península, pág. 43. 4 DAVID HUME: La norma del gusto y otros ensayos. Ediciones península, pág. 31. competentes pero que no estuvieran de acuerdo en todos sus juicios. Las variables mencionadas seguirán siendo fuente de la diversidad de gustos y continuarán creando discordancia entre las personas. Critica personal Más allá del indudable aporte filosófico de Hume a lo largo de sus obras y de su incuestionable avance hacia una renovada visión sobre la belleza y su estudio; visión que le hace integrar en su pensamiento un enfoque donde la estética tiene un gran valor, que aun siendo, a mi parecer, algo simple, marca el camino que más tarde muchos otros podrán y deberán recorrer; y que muchos han de recorrer hoy, aun, en la actualidad. Puede que, sobre todo en la actualidad, donde el relativismo y la cultura popular que despliega ante sí frases como “para gustos los colores” o “es mi opinión y debes respetarla”, hace parecer que todas las opiniones y gustos son igual de válidos. Y que pretender convencer a alguien de que una idea, creencia o percepción es mejor que otra, puede resultar casi un insulto. Coincido en que hay cosas que “naturalmente” deberían gustarnos a todos, o al menos que hay cosas que naturalmente nos gustan más que otras. Es más, ahora, tenemos teorías neo-darwinianas sobre la evolución de aquello que consideramos bello o bueno, que explica en gran medida porque nos gustan las cosas que nos gustan. Por ejemplo, cuando tratamos la selección sexual y tomamos como ejemplo el pavo real. Es obvio que la cola del pavo real no evoluciono para mejorar su supervivencia, si no para que resultara más “bello” a las pavas reales del lugar y “surgiera el amor”. La selección natural también explica el placer sexual o nuestro gusto por lo dulce. Algo es dulce porque nos gusta y no al revés. No hay nada intrínsecamente dulce en un pastel. Lo dulce nació para indicarle a nuestro cuerpo que algo es bueno para nosotros. En este sentido, la belleza también es un efecto adaptativo, que podemos extender e intensificar en la creación y disfrute de obras de arte. Ahora bien, si esto fuera así y lo biológico, lo natural, adquiriera semejante importancia, no tendría mucho sentido encumbrar a una minoría como críticos del arte. Si está escrito en el ADN lo que debe gustarnos, será la mayoría quien pueda atribuirse el derecho a decir lo que es bello y lo que no lo es. No obstante, a mi Página4 Página4 D. HUME: SOBRE LA NORMA DEL GUSTO Jose Antonio Eguilegor Santana Jueves, 18 de julio de 2015 parecer, las bellas artes son algo más complicadas que nuestro gusto por el chocolate. Porque, al igual que el ser humano, están cargadas de componentes simbólicos que escapan de lo biológico, del instinto. Creando una vorágine de componentes culturales, simbólicos y naturales donde cuesta distinguir qué es qué. Aquellos que otorgan semejante importancia a lo biológico pueden explicarnos que naturalmente nos guste lo duce por su aporte proteínico, o incluso que nos guste un paisaje idílico porque saca nuestro lado más primitivo y pensamos que en un sitio así estaríamos seguros. Sin embargo, las bellas artes están imbuidas de cultura y una gran abstracción. De otra manera sería difícil explicar porque nos gustan las obras sombrías de Munch o Goya, el porqué de diferentes corrientes y maneras de entender el arte, o que hay de bello en el retrete de Duchamp o el “esto no es una pipa” de Magritte. Está claro que lo biológico nos condiciona pero ¿Cuánto poder tiene la cultura? Precisamente los prejuicios están ligados a nuestro bagaje cultural y nadie puede librarse de su pensamiento y ser un lector neutro ante una obra literaria o un cuadro. Laura Bohanan en su texto Shakespeare en la selva nos muestra como uno de los mayores literatos del mundo, no es entendido por una tribu de África que no le ve sentido a Hamlet. La sociedad, los valores o el arte pasan por continuos cambios. Los distintos episodios de desarrollo y prácticas artísticas en los diferentes tiempos y lugares tienen características propias. Actualmente es cierto que el arte está en gran medida universalizado; que se estudian, en mayor o menor medida, los mismos pintores o compositores en las distintas ciudades del mundo. Sin embargo, esta mundialización no es más que la victoria de un cierto tipo de arte: El occidental; que se ha conseguido a través de la razón del más fuerte. Aunque podamos hablar de distintos formas de arte se sigan dando como el origami, o los haikus. Lo cierto es que el desarrollo de una potente tecnología ha colocado en una posición dominante tanto a las sociedades occidentales en general como a su ciencia, arte, valores o cultura que se van, poco a poco, imponiendo a otras, absorbiéndolas y disolviéndolas en una cultura global de corte occidental. Página4 Página4 D. HUME: SOBRE LA NORMA DEL GUSTO Jose Antonio Eguilegor Santana Jueves, 18 de julio de 2015 fragmentos que componen una obra. No obstante, nada hay que nos señale, que la visión del todo en su conjunto, tal cual, no analizada sea menos válida para emitir el juicio, salvo nuestra herencia cultural positivista. La necesidad de comprender el porqué de que algo nos parezca bello. En vez de aceptar la irracionalidad que muchas veces gobiernan nuestros gustos. Hume afirma que es necesario atender a los fines y propósitos para los que ha sido creada la obra de arte. Que cada tipo de obra tiene un fin y que es necesario tener en cuenta si la obra se adapta y cumple ese fin para poder juzgarla correctamente. No obstante, es muy difícil saber el verdadero fin que el autor deseaba para su obra y si damos importancia a esto al valorar una obra hasta Hume se vería obligado a aceptar que el Corán es un libro extraordinario por cumplir su fin de forma implacable, sin embargo, en las primeras páginas de su obra define el Corán como una obra “absurda y disparatada.”7. Esto dependerá de la importancia que le demos a los distintos elementos que componen una obra pero ¿Quién puede decir que es importante y que no en una obra de arte? Y ¿Cómo saber si esta persona está en lo cierto o si no se le otorga un marco contextual que podamos comprender? En resumen, todo lo dicho no pretende negar lo universal. Basado en la genética encontramos lo que comúnmente debe gustarnos. No obstante; lo simbólico, la abstracción, la imaginación, la originalidad adquieren semejante carga en la vida humana que ese espacio simbólico-cultural en muchos aspectos es capaz de subyugar nuestra naturaleza primaria. Ahora, obviamente, lo que original e instintivamente debe gustarnos sigue existiendo, pero se muestra relacionado y confundido con toda una serie de atributos culturales. Algo que, efectivamente, requiere de grandes dosis de pensamiento abstracto e imaginación, como son las bellas artes, puede, en muchos casos, ser un claro ejemplo de esto. Tendríamos problemas sencillamente siguiendo el ejemplo de Kandinsky y observando el efecto psicológico de los distintos colores y formas simples, ya que los distintos colores simbolizan cosas distintas según la cultura. Aunque haya cosas que naturalmente debieran gustarnos, en un mundo cada vez más globalizado, será más difícil saber si es una cuestión es cultural o instintiva. Si Página4 Página4 D. HUME: SOBRE LA NORMA DEL GUSTO Jose Antonio Eguilegor Santana Jueves, 18 de julio de 2015 7 DAVID HUME: La norma del gusto y otros ensayos. Ediciones península, pág. 46-47. bien, sin duda alguna, se ira avanzando en distintos campos de la ciencia como la psicología o la antropología evolucionista que irán dando respuestas sobre que es lo que naturalmente no gusta y porque. Creo, sin embargo, que es muy difícil llegar a saber si naturalmente Ogilby es peor que Milton. Esto no nos lleva a un relativismo absoluto, ni mucho menos. La afirmación de que Ogilby es mejor que Milton seguirá siendo igual de absurda en nuestra cultura. Puede que no haya más propiedades bellas en una obra que en otra. Pero una vez fijados los criterios de lo que consideramos bello, una vez fijada una simbología, y marcadas las preferencias de unas formas de expresión y de pensamiento con respecto a otras; una vez que la red entretejida entre cultura, biología y psicología nos han otorgado los axiomas sobre los que erigir nuestro saber artístico, religioso, filosófico o científico. Sobre esos mismos axiomas, podemos defender que algo que tiene las características que convencionalmente hemos tomado como bellas, es más bello que aquello que no las tiene. Resumiendo y para concluir, temiendo que no se me entienda, repito, que lo natural seguirá teniendo su importancia. Afirmo, sin dudar, que es natural en nosotros que el ser humano prefiera las mandarinas al pis de gato, la imagen de un arcoíris a la de un borrón, el tacto de la seda al de una lija, o el sonido de un piano al surgido cuando se pasan las uñas sobre una pizarra. Naturalmente habrá a su vez muchas obras de las bellas artes que instintivamente nos gustan más que otras. Sin embargo, lo cultural y el contexto llegan a adquirir semejante importancia en las bellas artes que lo que naturalmente debiera gustarnos queda rendido a todo un conjunto de hechos no naturales. La importancia fundamental del componente cultural la encontramos en la estética de lo feo, las obras destinadas a generar la catarsis, aquellas destinadas a fines morales o educativos o el arte vanguardista en general. La importancia fundamental del contexto la encontramos al enfrentarnos a obras que adquieren mayor valor por su antigüedad como las pirámides o la Iliada; o en obras donde las circunstancias del autor adquieren relevancia como pudiera ser en las Nanas de la cebolla de Miguel Hernández. ¿Significa esto que estas últimas obras no pueden juzgarse o compararse por sus características específicas y únicas? No. La humanidad ha creado todo un sistema de valores, todo un sistema metafísico, todo un sistema de tradiciones, mitos y leyendas, todo un sistema ideológico… Todo un sistema de sistemas donde queda establecido lo que es bello y lo que no lo es. Es precisamente en base a ese sistema cultural que los componentes de esa sociedad pueden sostener que determinadas opiniones e ideas son Página4 Página4 D. HUME: SOBRE LA NORMA DEL GUSTO Jose Antonio Eguilegor Santana Jueves, 18 de julio de 2015 disparatadas, porque aunque no sean necesariamente naturales esas preferencias, si son las consensuadas; las efectivas en el mundo que nosotros mismos nos hemos construido, serán las verdaderas. Como dijo Protágoras “El hombre es la medida de todas las cosas”. Relativizar no debe entenderse como un rechazo a la verdad, sino la forma de aclarar las condiciones en las que esa verdad se nos muestra. Página4 Página4 D. HUME: SOBRE LA NORMA DEL GUSTO Jose Antonio Eguilegor Santana Jueves, 18 de julio de 2015
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