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Trabajo sobre la película Él de Buñuel - optativo, Guías, Proyectos, Investigaciones de Comunicación Audiovisual

Asignatura: Historia del Cine Español, Profesor: , Carrera: Comunicación Audiovisual, Universidad: UCM

Tipo: Guías, Proyectos, Investigaciones

2015/2016

Subido el 02/01/2016

pavie
pavie 🇪🇸

4

(55)

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¡Descarga Trabajo sobre la película Él de Buñuel - optativo y más Guías, Proyectos, Investigaciones en PDF de Comunicación Audiovisual solo en Docsity! Buñuel, la película mexicana “Él” y un psicoanálisis de la película. Al visualizar esta película tan extraña decidí buscarle el análisis más profundo y charlé con un psicólogo especializado en Freud y leerle un libro al respecto, la conclusión la adjunto aquí junto con una primera crítica de la película. Él (1953). Francisco Galván de Montemayor es un hombre adinerado que durante una ceremonia religiosa en la iglesia, conoce a una joven de la que queda enamorado. Al seguirla, descubre que se trata de la prometida de un viejo amigo suyo. Tras invitar a ambos a una fiesta que celebra en su mansión, acabará enamorándola y casándose con ella, dando comienzo así a una relación matrimonial complicada en la que se centran los celos. Esta película genial mexicana del genio de Calanda supone el más lúcido y absorbente tratado que sobre el demonio de los celos ha legado el cine y, probablemente se trate de uno de sus mejores trabajos. Nunca superados por Viridiana (1961) o Nazarín (1959) Es una adaptación de la novela homónima de la escritora mexicana Mercedes Pinto. Hitchcock profesaba una gran admiración hacia esta película, de ahí que no dudase en homenajearla en su excepcional Vértigo (1958) El relato ahonda en las consecuencias destructivas que se derivan de los celos patológicos provocados por la obsesión amorosa y sexual. El enfermo (personaje principal) se autodestruye y destruye, descendiendo y arrastrando consigo a su pareja a un infierno terrenal habitado por la desconfianza, la exaltación y la paranoia. La obra se inicia con un magistral secuencia en la que se fusionan dos de las obsesiones más habituales del director: religión y sexualidad. Es Jueves Santo y en la iglesia se conmemora la ceremonia del Lavatorio. El sacerdote lava los pies de unos niños, acción que realiza con cierta expresión placentera (obviamente jugando con la pedofilia), sobre todo al culminarla con un beso. El protagonista, haciendo honor a su condición de ricachón del municipio, es el encargado de llenar de agua el cuenco con el que se efectúa el acto. Mientras contempla atentamente lo que acontece, Francisco desvía su mirada hacia un banco contiguo, observando los pies de los fieles allí sentados, hasta que fija su atención en los de una mujer. Sus ojos que se muestran como la cámara la recorren de abajo a arriba, deteniéndose en su angelical rostro. Ella se percata de lo que sucede. Tres primeros planos de Francisco son suficientes para indicarnos que la desea. La obsesión ha comenzado. Además de la citada secuencia, a lo largo del filme encontramos otras muy destacadas: la que transcurre en lo alto de un campanario y que sin duda debió inspirar a Hitchcock para su película Vértigo, la esquizofrénica escena que se desarrolla en el interior de la iglesia casi al final, la cual pone de manifiesto el estado de locura en el que ha entrado Francisco y, por su puesto, la desoladora imagen que cierra la película. Todas ellas constituyen algunos de los momentos más logrados del cine de Buñuel. La conseguida puesta en escena, el ritmo y la tensión que Buñuel imprime a la narración, la gran fotografía en blanco y negro y las soberbias composiciones del dúo protagonista, son otros de los elementos que hacen de esta película, un filme absolutamente imprescindible. Análisis psicológico. “Lo he diseccionado como a un insecto”. “La intención del film más que anticlerical es humorística, me conmovió ese hombre tan celoso, tan solo, con tanta angustia y violencia interior”. Con estas frases resumió Luis Buñuel la película “Él”, que realizó en México en 1953 y en la que, con su peculiar mirada, nos narra la trágica historia de amor de un paranoico llamado Francisco en su desesperado y fallido intento de conseguir una relación objetal. Peculiar mirada en la medida en la que tal como Buñuel nos anunció, al mismo tiempo que lo disecciona con un rigor y una coherencia interna realmente extraordinarios, su mirada distanciada está llena de ironía, de ternura y de los interrogantes necesarios para mantener abierto un discurso que es susceptible de múltiples lecturas, como sucede en la mayor parte de sus películas. “La ciencia es el primer enemigo del hombre”, dijo Buñuel, “estimula en nosotros la instancia prepotencia que conduce a nuestra destrucción. Ignora el sueño, el sentimiento y la contradicción, todas las cosas que me son preciosas. Las leyes, las costumbres, las contradicciones sociales no inconsciente de la parte de Buñuel pero sea como fuere me parece que es muy significativa del problema con el padre. Por otra parte, esta escena nos permite entender la doble posición en la que se encuentra el paranoico: si por una parte hay una herencia que no ha recibido o que más precisamente, está desvalorizada, por otra sí existe una inscripción paterna, sí existe tal herencia, ya que no debemos olvidar que la “extraña casa” en la que vive Francisco ha sido construida por su abuelo o su padre. Pero esta desvalorización deja el camino abierto a una un padre idealizado, fuente de homosexualidad, que a su vez contribuye aún más a la desvalorización del padre real. En la película se observa claramente en la posición de autoridad incuestionable que ocupa el padre Velasco, la religión como “modelo de creencia”, como nos diría Rosolato, y si en condiciones normales esa creencia se encarga de que no exista un hiato entre esa autoridad y el padre real, reforzando su autoridad, no ocurre lo mismo en el paranoico, donde como vemos la posición de autoridad del padre real está altamente comprometida. Un fundido en negro señala que a partir de esta escena interviene un cambio en el relato: a partir de ahora es Gloria la que relata a Raúl lo que ha ocurrido en su matrimonio y empieza por la noche de bodas. Freud (1915) nos llamó la atención sobre la importancia que las fantasías sobre la escena primaria tienen en el desarrollo psicológico de las personas y más aún en el caso de las patologías. Pues bien aquí podemos ver su importancia crucial en la paranoia. En la escena de la noche de bodas vemos como Francisco, presa de un ataque tanto de celos como de pánico, intenta recrear una escena primaria, contada por Gloria a la que poder sujetarse en su sexualidad. Por una parte, su “cuéntamelo todo como si fuera tu confesor” lleva toda la connotación voyeurista, no exenta de una buena dosis de masoquismo, de quien no puede alcanzar otro tipo de excitación sexual. Pero fundamentalmente se trata de un intento de identificación narcisística a Gloria, de colocarse en el sitio de Gloria en la relación sexual para quizás entonces, como Schreber, poder musitar para sus adentros que “sería hermosísimo ser una mujer sometida al acoplamiento”. Como les decía anteriormente, en esta maniobra identificatoria a Gloria queda un sitio vacío que es el que corresponde al propio Francisco que se pierde en la identificación y en consecuencia el sitio que debería ocupar, que es el del que mira, está vacío. Y justamente después de esta escena Buñuel nos muestra quien va a ocupar este sitio vacío: el perseguidor. Las siguientes escenas nos muestran como el amigo de Gloria va estructurándose como perseguidor, en tanto en cuanto es el individuo que acecha a la pareja en su intimidad, el que espía, el que mira. De nuevo aparece aquí la excitación sexual en la escena en la que Francisco arregla los zapatos de Gloria y poco después es cuando el amigo de Gloria se vuelve abiertamente el perseguidor, el que espía la intimidad de la pareja. ¿Quién persigue al paranoico?. El amigo de Gloria nos permite trazar un perfil del perseguidor de Francisco: un voyeurista, un malvado sin escrúpulos que no se detiene ante nada ni ante nadie y cuya única ley es su propio interés, su propio deseo. Es decir, el paranoico proyecta en el perseguidor a un perverso. Creo que algo que les señalaba anteriormente encuentra su sentido en esta situación. Me refiero al hecho de que Francisco es un personaje sin historia. Porque la escena primaria no es sólo una fantasía sexual sino que fundamentalmente es una fantasía sobre el propio origen, y como tal es el punto de partida de la propia historia. Así, como nos dice Piera Aulagnier (1988) sólo con una fantasía de “filiación particular” podrá intentar paliar los efectos desastrosos de la fantasía de autoengendramiento, sólo a través del delirio de filiación podrá escapar de dicha fantasía de autoengendramiento que le haría caer en la desestructuración psicótica. No hay una historia que coloque a los personajes y a él mismo en un orden, y en su lugar, aparece un delirio. De ahí esa ausencia de historia que transmite el personaje y que se vuelve evidente si la contraponen a Gloria, que a pesar de no tener tampoco datos históricos de ella, sí que tiene una historia detrás. Y es esta historia de Gloria la que será uno de los blancos favoritos de los ataques de Francisco. Como el puñetazo propinado al amigo de Gloria, que no deja de ser una parte de la historia de ella. Todo el desarrollo de la secuencia del viaje de bodas está salpicado de anécdotas de lo más sabrosas sobre el tipo de relación objetal que establece Francisco. Cualquier indicio de lo que Racamier (1966) llamaba “la irreductible autonomía del otro” obtendrá la respuesta desesperada de Francisco. En las siguientes escenas podemos ver los intentos de Francisco por abordar la situación de otra manera. Francisco va a intentar el control maníaco de la situación. Por una parte y frente al hecho real de que su nuevo abogado le dice que su pleito es muy difícil de ganar, Francisco responde con una renegación de la realidad y le dice a Gloria que su pleito está ganado. Se muestra optimista, acepta que la madre de Gloria venga a la fiesta, reniega de su problema de celos hasta el punto de invitar a Gloria a seducir a su abogado, y en fin, está alegre justamente cuando debería estar triste ya que las noticias que le acaban de dar no son precisamente buenas. Pero como tal mecanismo maníaco está abocado al fracaso y de nuevo una crisis de celos signa el callejón sin salida en el que se encuentra. Hay algo realmente sorprendente en la película en el perfecto orden evolutivo que se mantiene a lo largo de ella. Porque las escenas posteriores, es decir las escenas perversas, no podrían darse sin el elemento renegatorio anterior. Y así, siguiendo la línea renegatoria ya iniciada, Francisco intenta la salida perversa. Primero con el fetichismo de los zapatos y luego abiertamente con el sadomasoquismo. El fetichismo es de nuevo el motor de la excitación sexual, al ver los zapatos de Gloria por debajo de la mesa, pero se trata de una excitación sexual que no puede terminar en una relación sexual más o menos genitalizada, sino que desemboca en una descarga sadomasoquista extremadamente violenta. Y ahí es donde encontramos el encadenamiento lógico a la paradoja que impone el fetichismo: si por una parte es el encargado de desmentir la castración y por ello es objeto de veneración, como lo son los zapatos de Gloria, por otra no deja de ser el representante de dicha castración y como tal objeto de hostilidad cuya denigración se produce no sólo por la categoría de su objeto sustituto, unos simples zapatos, sino que alcanza a lo que reemplaza, en este caso Gloria, a quien, al igual que el “cortador de coletas” del que Freud (1927) nos hablaba en su trabajo sobre el fetichismo, Francisco le aplica un castigo por sus coqueteos, logrando así una identificación con el temido padre castrador que introduce una precaria triangulación. Triangulación precaria en la medida en la que, a pesar de las constantes idas y venidas del paranoico entre la perversión y la psicosis, hay una diferencia sustancial entre ambas estructuras. La brillante fórmula que propone Rosolato para la perversión ("la castración no sólo no existe sino que además produce placer") encuentra un terreno de aplicación bastante limitado en la paranoia, el del fetichismo, ya que como les decía anteriormente, hace aguas con absoluta facilidad: la bi- escisión que se opera en el perverso y que le hace sostener un anclaje a la realidad, desmintiéndola, pero para desmentir hay que afirmar previamente, le mantiene más al abrigo tanto de los sentimientos de culpa conscientes como de la angustia disociativa de lo que puede estar el paranoico, que constituyen para él los dos peligros que están permanentemente en el horizonte. En el paranoico, si hay regresión, será masiva y sin andamiaje de sostén, como veremos más adelante. En realidad, más que de relación perversa habría que hablar de perversificación de la relación, de erotización de una agresividad en la relación con fines más que placenteros, defensivos. Eso del lado de Francisco. Del lado de Gloria, quizás lo que más le fascina es creer que posee aquello capaz de fascinar a Francisco, que los zapatos son algo más que zapatos, y ahí reside su verdadera complicidad. Así Francisco sigue intentando la relación perversa con Gloria en los disparos de salva que a modo de castigo lanza sobre ella por haber osado desvelar sus secretos y lo sigue intentando cuando se adelanta a sus movimientos y habla antes con la madre de Gloria y con el padre Velasco, logrando engañarlos sobre la realidad de la pareja. Pero la baraja se rompe en el momento en el que se vislumbra el fracaso de su delirio de reivindicación y los Tribunales están a punto de fallar contra él, siendo en ese momento cuando la angustia psicótica y depresiva hacen su aparición y el frágil intento de relación perversa se derrumba como un castillo de naipes. Un nuevo fracaso viene a sellar el intento de otra relación objetal diferente a la establecida, fracaso que deja el campo de maniobra cada vez más limitado. Ante lo limitado del campo de acción objetal por una parte y ante la inminencia del fracaso de su delirio en su función de drenaje de libido homosexual por otra, sólo queda un último destino posible para dicha libido: su reflujo al Yo y la regresión al narcisismo primario de la escena del campanario que constituye uno de los pasos previos a la desestructuración psicótica en la medida en que la éxtasis libidinal forzará el proceso de restitución delirante. En este repliegue narcisista, Francisco se atribuye una omnipotencia absoluta con derecho sobre la vida y la muerte de los demás ( “me gustaría aplastarlos como gusanos”) y más concretamente sobre Gloria, de la que piensa que podría matarla en ese momento si quisiera. Es el momento de la máxima megalomanía. Pero aún veremos el esfuerzo de Francisco por evitar la desestructuración. Como hemos visto antes, el delirio de reivindicación es fundamental en el funcionamiento de Francisco ya que, como todos los delirios, tiene doble función: defensiva y estructurante; defensiva porque el contenido y el afecto de la representación se mantienen proyectados fuera; estructurante porque obedece a un triple imperativo: encontrar el objeto, reinvestir la realidad y dotarla de sentido. Pues bien, si dicho delirio es la ordalía a la que se aferra Francisco para mantener una filiación, para mantener una triangulación que evite la irrupción psicótica, está a punto de fracasar. Y ahí es donde aparece el otro intento de triangulación a través de los celos, que Gloria le sirve en bandeja haciéndose acompañar hasta le misma puerta de su casa por Raúl. Si la situación de Francisco era ya delicada, el corolario de su desesperación aparece con la amenaza de ruptura por parte de Gloria. Situación imposible de entender cuando, como en el caso de Francisco, se tiene la absoluta convicción de ser la víctima y algo o alguien insinúa que es el verdugo, cuando los esfuerzos por mantener un orden que separe a los ladrones de patrimonios de las víctimas, a los espías de los espiados y a las malvadas infieles de los inocentes engañados, se desvanece y deja paso a una confusión que testimonia sobre la imposibilidad de integración. Confusión a la que se añade la imposibilidad de cualquier separación, de cualquier duelo, cuando el sujeto y el objeto están fundidos y confundidos, y las proyecciones son tan masivas que no hay posible distinción entre uno y el otro. En esta situación no cabe ninguna otra posibilidad que la de una regresión en la que encontramos lo que decíamos antes, que no hay ninguna red de protección, y Francisco, ya en caída libre, implora como un bebé angustiado, que no se le abandone en un momento en el que ha aparecido la desinvestidura objetal y la desestructuración ("no sé lo que me pasa, no puedo concentrarme, las ideas se me van”). Aún le quedarán fuerzas par intentar una última revuelta contra Gloria en el momento en el que ésta, confiada por la situación, le sugiere la posibilidad de ver a un médico. Revuelta contra la pretensión de Gloria de introducir un tercero en la relación, pero sobre todo contra la pasividad a la que la regresión le ha conducido y que para el paranoico es intolerable en la medida en la que le deja a la merced de todos los poderes, más que castrantes, destructivos. Así, Francisco prepara una cuerda, una aguja, hilo, cuchilla de afeitar, una botella, tijeras y algodón que son los mismos útiles que usan los personajes de la "Filosofía en el tocador", de Sade, cuando Eugenie, Dolmance y Mme. Sainte Ange quieren coser el sexo de Mlle.Mistrival. Buñuel declaró que los había utilizado de forma inconsciente pero tanta coincidencia inconsciente resulta difícil de creer y más si conocemos lo reticente que era frente a las interpretaciones de sus películas.
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