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ARI AREAS
Capítulo 1
TRAYECTORIAS IMPERIALES
Vivimos en un mundo que comprende alrededor de doscientos es-
tados. Cada uno de ellos ostenta símibolos de soberanía —Su bandera,
su delegación en la ONU—, y cada uno de ellos reivindica que repre-
senta a un pueblo. Estos estados, grandes y pequeños, son en principio
miembros iguales de una comunidad global que permanece unida por
el derecho internacional. No obstante, el mundo de naciones-estado
que hoy conocemos apenas tiene sesenta años de edad.
A lo largo de la historia, la mayor parte de los individuos hari vi-
vido formando unidades políticas que no pretendían representar a un
único pueblo. Hacer de un Estado una nación es un fenómeno reciens
te. que nunca se ha realizado de manera completa ni ha sido deseado
unánimemente, En la década de los noventa del pasado siglo, el mundo
fue testigo de los intentos por parte de los líderes políticos de conver-
tir el Estado en una expresión de «sú» nacionalidad: en Yugoslavia
—país creado tras la primera guerra muridial en un territorio arranca-
do a los imperios de los otomanos y los Habsburgo—, así como en
Ruanda, la antigua colonia belga. Estos esfuerzos por-crear naciones
homogéneas desencadenaron la matanza de cientos de miles de perso-
has que hasta entonces habían convivido juntas, En Oriente Medio,
tras la desaparición del imperio otomano, sunitas, chiitas, kurdos, pa-
lestinos, judíos y otros muchos grupos han mantenido claros enfrenta-
mientos por' hacerse con la autoridad del Estado y por cuestiones fron-
terizas durante más de ochenta años. Aunque la gente luchara por la
destrucción de algunos imperios, celebrando su caída, el mundo per-
manecía sumido en conflictos derivados de ló que debe ser una nación
y quién perlenece a ella.
En los años sesenta, Francia, Gran Bretaña y Otras viejas potencias
RERIOS A LO LARGO DE La HISTORIA
iraperios habían abarcado otrora casi un' terció de
se hicieron más nacionalistas tras verse priva-
$us territorios de ultramar, cediendo sólo algunas
para la creación de la Comunidad Económica
; de la Unión Europea. El desmoronamiento de
su imperio comunista dio lugar a cambios de so-
tados nuevos se -autoproclamaron plurinacionales
¡—, mientras que otros —Uzbekistán, Turkmenis-
odadamentc crear naciones homogéneas con sus
1 Europa central, los líderes de varios estados post-
blica Checa, Hungría o Polonia, entre otros— to-
«distinto para unirse a la Unión Europea, cediendo
id que habían recuperado a cambio de las ventajas
éeer a una unidad política más grande.
ambigiiedades relacionados con la soberanía que
“todo el mundo parecen indicar que las trayectorias
1élio-más complejas que el simple cambio a estados-
ios, conscientes de mantener la diversidad de los
os e incorporados, han desempeñado durante. mu-
papel crucial en la historia del hombre. A lo largo
delos dos últimos milenios, los imperios y sus rivalida-
3 sola región o por todo elmundo, crearon una serie
'éxque los individuos establecieron diversos vínculos,
's Émicas o religiosas, en forma de redes de emigran-
levesclavos'o de agentes comerciales. A pesar de los
tO-2on las palabras como con las guerras, para situar la
hall ales el centra de la imaginación política, la política de
[esiprácticas imperiales y las culturas imperiales han mo-
dis y sus afiliaciones humanas a lo largo den ún amplio
desde la antigua Roma y China hasta la actualidad.
¡ción al repertorio de poderes imperiales, a las diver-
por las que optaron los imperios a medida que iban in-
tintos pueblos a su Estado sin por ello dejar de mantener
diferencias existentes entre ellos.
s, por supuesto, raras veces. representaron una unión
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* TRAYECTORIAS IMPERIALES 15
espontánea dentro de la diversidad. La violencia yl
nuada fueron elementos fundamentales de “sú con: y de su
modo de operar. Pero cuando su éxito les permitió convertir las con-
quistas en beneficios, se vieron obligados a hacer frente a la diversidad
de sus súbditos, produciendo en este proceso un sinfín de modos de
obtener grandes provechos y de formas de gobierno. Los imperios no
movilizaron ni controlaron sus recursos húmanos todos por igual, Pues
recompensar y otros > explotar. unos prefiricron compartir el poder y
otros concentrarlo, Los imperios hicieron posible el establecimiento de
Una serie de conexiones y contactos, que también intentaron controlar
par todos los medios. En determinadas circunstancias, algunos pue-
blos consideraron que su incorporación a un Estado grande y poderoso
podía tepercutirles de manera positiva. Pero.en general, el imperio fue
la realidad política que les tocó vivir. Hombres y mujeres trabajaron en
empresas concebidas para sostener economías imperiales, participaron
en redes que se nutrían de los contactos del imperio y buscaron el po-
der,'su propia realización o simplemente su supervivencia en unos es-
cenarios con gurádos por el gobierno imperial y por las rivalidades de
los imperios. En algunas situaciones, encontraron el modo de escapar
del control imperial, o la manera de socavarlo e incluso de destruirlo;
en otras, trataron de crear sus propios imperios o de ocupar el lugar de
las autoridades imperiales a las que se veían sometidos. Los imperios
dieron lugar a controversias políticas, a innovaciones, a conflictos y a
aspiraciones hasta bien entrado el siglo xx. Incluso actualmente, el
imperio como fotma de Estado,.por no decir como denominación, si-
gue invocándose como una posibilidad política. : .
El imperio ha sido una forma de Estado claramente duradera. El de
los otomanos resistió seiscientos años; a lo-largo de más de dos mile-
nios, una sucesión de dinastías chinas reivindicaron el trono de sus
predecesores imperiales. El imperio romano ejerció su poder durante
seiscientos años en el Mediterráneo occidental, y su sector oriental, el
“imperio bizantino, mil más. Roma fue recordada como modelo de es-
Pplendor y orden hasta bien entrado el siglo xx. Durante siglos, Rusia
ha mantenido formas imperiales de gobierno sobre poblaciones muy
diversas. En comparación, la nación-estado parece una anécdota en el
horizonte histórico, una forma de Estado que ha aparecido reciente-
. ménte por uno de los extremos de un cielo plenamente imperial y que
es probable que arraigue en la imaginación política del mundo de ma-
nera parcial o transitoria.
20 LOS IMPERIOS A LO LARGO DE T.A HISTORIA
El imperio, tanto en Europa como en cualquier otra región del mun-
do, era algo más que una simple cuestión de explotación económica.
Ya en el siglo XVI unos cúáhtos juristas y misioneros del Viejo Conti-
nente establecían diferencias entre formas legítimas e ilegítimas de
poder imperial, condenando las agresiones de los europeos a las socie-
dades indígenas y poniendo en tela de juicio el derecho de los imperios
a apoderarse de las tierras de los pueblos conquistados y a utilizar a
éstos comú mano de obra forzada.
Fue sólo en el siglo xIx cuando algunos estados europeos, gracias
al poder qué les proporcionaban sus conquistas imperiales, alcanzaron
claramente un nivel tecnológico y material superior al de sus vecinos
y al de otras zonas del mundo. Este «momento» de dominación impe-
rial nunca llegó a ser pleno ni estable. La oposición a la esclavitud ya
los excesos y las brutalidades de gobernantes y colonos puso ante una
opinión pública comprometida la cuestión-de si las colonias eran luga-
res en los que tenía perfectamente cabida la explotación de seres hu-
manos sin más o si, por el contrario, eran regiones que formaban parte
de un Estado inclusivo, aunque poco equitativo. Por otro lado, impe-
rios. como el de China, el de Rusid, el de los otomanos y el de los Habs-
burgo no eran viejas glorias imperiales, como cueñtan los relatos con-
vencionales, pues tomaron iniciativas con el fin de contrarrestar los.
desafíos económicos y culturales que fueron surgiendo, y desempeña-
ron un papel crucial en los cónflictos y en las relaciones que daban
vida a la política mundial. Los capítulos que presentamos abordan la
trayectoria de estos.imperios, con sus trádiciones, con.sus tensiones y
con sus rivalidades. :
Asimismo, examinamos las maneras sorprendentemente dispares
en las que-la expansión imperial por tierra, no sólo:por mar, produjo
distintas configuraciones de la política y la sociedad. En los siglos
XVI y XIX, lofsado Unidos y Rusia expandieron su.dominio a lo
largo y anchoale los tontinéntes, El repertorio de dominación de Rusia
—tieredado dé una combinación de predecesores y. rivales imperia-
les— se basó en poner al máyor número de individuos posible bajo el
manto protector del emperador —sin, por supuesto, dejar de explotar- .
los—, manteniendo a la vez las diferencias. existentes entre los grupos
incorporados. Los americanos revolucionarios invocaron una política.
imperial distinta, volviendo las idcas de soberanía popular en contra de
sus amos británicos, para luego construir un «imperio de la libertad»,
en palabras de Thomas Jefferson. Los Estados Unidos, que fueron ex-
pandiéndose a medida que los americanos conquistaban pueblos indí-
TRAYECTORIAS IMPERIALES 21
genas o adquirían partes de otros imperios, crearon una plantilla para
la conversión de nuevos territorios en estados, excluyeron a los indios
y a los esclavos del gobierno y lograron mantener su unión tras una
durísima guerra civil que se desencadenó por la cuestión de gobernar
distintos territorios de manera diferente. A finales del siglo x1x, este
joven imperio extendió su poder a tierras de ultramar, sin desarrollar la
ideá, generalmente aceptada, de los Estados Unidos como metrópoli
de colonias. . :
Gran Bretaña, Francia, Alemania y otros países europeos fueron
menos reticentes a la dominación, colonial, aplicándola con vigor acfi-
nales del siglo XIX a sus nuevos territorios en África y Asia. Estas po-
tencias, sin embargo, comenzaron a descubrir a comienzos del siglo xx
que gobernar sus colonias africanas y asiáticas era mucho más difí-
cil que la conquista militar. La mismísima pretensión de que estaban
llevando «la civilización» y «el progreso» económico a unos territo-
rios supuestamente atrasados llevó a que los poderes coloniales se
plantearan una cuestión, a saber, qué forma de colonialismo, si-había
Una, cra política y moralmente defendible ante ellos mismos, ante los
* imperios rivalés y ante las elites indígenas.
Los imperios, tanto en los siglos xIX y xx como en el XVI, existie-
ron unos respecto de otros. De maneras distintas, combinaron.diferen-
tes organizaciones de poder: colonias, protectorados, dominios, terri-
torios incluidos por la fuerza en' una cultura dominante, regiones
nacionales semiautónomas. Se basaroh en unos recursos humános y
materiales que quedaban lejos del alcance de cualquier gobierno na-
cional, intentando controlar territorios y pueblos tanto contigúos como
muy alejados. .
En el siglo xx fi rivalidad entre imperios ——mucho más acusa-
da debido'a la aparición en escena de Japón y a la desaparición tempo-
ral de China— la que arrastró a los poderes imperiales y a sus súbditos
de-tado el mundo a dos guerras mundiales. Las consecuencias devas-
tadoras de estos conflictos entre imperios, así como los volátiles con-
ceptos de soberanía que nutrieron en su seno y entre ellos mismos,
“prepararon el escenario para la disolución de los imperios coloniales
durante las décadas de los cuarenta, los cincuenta y los sesenta. Pero el
desmantelamiento de este tipo de imperios dejó sin resolver una cues-
tión: ¿cómo iban a adaptar los Estados Unidos, la URSS y China sus
repertorios de dominación a las nuevas circunstancias?
¿Qué fue lo que hizo que se produjeran esas grandes translorma-
ciones en la política mundial? Solía decirse que los imperios habían
22 LOS IMPERIOS A LO LARGO DE LA HISTORIA
dado lugar a la aparición de naciones-estado después de que comenza-
ran a surgir en Occidente ideas relativas a los derechos, las naciones y
la soberanía popular. Pero esta tesis plantea varios problemas. En pri-
ner lugar, los imperios sobrevivieron al.siglo XvIn, cuando las ideas
relacionadas con la soberanía popular y Tos derechos naturales cautiva-
rotrel pensamiento político en diversos lugares del mundo. Además, si
damos por hecho que los orígenes de esos conceptos tuvieron un ca-
rácter «nacional», pasamos por alto una dinámica fundamental de los
cambios políticos, En la Norteamérica británica, en el Caribe francés,
en la Sudamérica española, y en todo el mundo, las lu luchas por tener
voz en la política, por los derechos y por la ciud: lanía estallaron den-
. rios antes de convertirse en. ¡ciones coñtr
1 sul señas cóntiendas no fueron pie de carácter na-
cional. Las relaciones existentes entre democracia, ñación e imperio
seguían siendo objeto de debate a mediados del siglo XX.
Algunos estudios de historia universal atribuyen-una serie de cam-
bios importantes a la «aparición del Estado» a «comienzos de la Edad
Moderna», dos expresiones vinculadas a la idea de un único camino
hacia un tipo normal y universal de soberanía, la «occidental». Los
académicos han ofrecido distintas fechas para el nacimiento de este
sistema de Estado «moderno»: 1648 y el Tratado de Westfalia, el siglo
xvIIr con sus innovaciones en las teorías políticas occidentales,-la
guerra de Independencia de los Estados Unidos y la Revolución Fran-
. césa, Pero cuando ampliamos nuestra perspectiva, fijándonos cn otros
territorios y remontándonos en el tiempo, y ponemos nuestra atención
en los imperios, [Vemos que en distintas partes del mundo 1: los tados
han institucionaliZado el poder durante más de dos mil años; La éxpo-
sición de un estudio sobre el desarrollo del (Estado europeo y las «res-
puestas» dy otros pueblos supondría una ter: rgivers ón de las dinámi-
cas a Largo plago del poder del Estado tañto-€n Europa como en el
resto del'inundo. :
En la misma medida que los estados acabaron siendo más podero-
sos en la Inglaterra y la Francia de los siglos xv11 y XV1t1, esas transfor-
maciones fueron consecuencia del imperio, y no al revés. Como pode-
rés que intentan controlar una gran extensión de territorio, los imperios
dirigieron una serie de abundantes recursos hacia instituciones estata-
les en las que se concentraban los ingresos económicos y la fuerza
militar. Las guerras entre distintos imperios que se desataron en los
siglos XVII, XIX y XX fueron el caldo de cultivo de movimientos revo-
lucionarios que desafiaron a los imperios-estado de Europa.
TRAYECTORIAS IMPERIALES 23
En otras palabras, el presente estudio de los imperios rompe cn
concreto con las teorías sobre 2 y para
explicar el.curso de la h: - Éste libro es un ensayo interp: tivo,
basado en el análisis de unos cuantos escenarios históricos que hemos
seleccionado. Cuenta cómo el poder imperial —y las contiendas surgi-
das en su seno, al igual que las luchas por hacerse con él— ha venido
configurando sociedades y estados durante miles de años, ha inspirado
la ambición y la imaginación y ha abierto y cerrado infinidad de posi-
bilidades políticas.
ÉL IMPERIO COMO TIPO DEÍESTADO
¿Qué es, pues, un imperio, y cómo distinguirlo de otras entidades
políticas? Los imperios son grandes unidades políticas, son expansio-":
_nistas o tienen nostalgia de expansión territorial, son gobiernos estata- |
les que mantienen las diferencias y las jerarquías a medida que van i
incorporando otros pueblos. La nación-estado, en cambio, se basa en
ca unidad política. Proclama la igualdad de su gente —aunque la rea-
lidad sea mucho más compleja—, mientras que el imperio-estado de-
clara la desigualdad de un sinfín de pueblos, Uno y otro tipo de Estado
son inchusivos —hacen hincapié en que la gente sea gobernada por sus
instituciones, pero la nación-estada tiende a la homogeneización de
la población que abarcan sus fronteras, excluyendo a las demás, mien-
tras que el imperio va más allá e impone, normalmente con métodos
coercitivos, su poder sobre pueblos claramente distintos entre sí. El
concepto de imperio presupone que los diferentes pueblos que forman
el Estado serán gobernados también de manera diferente.
El hecho de establecer todás estas distinciones no es para llevar a
cabo una catalogación estricta y precisa de las cosas, sino todo lo con-
trario, esto es, para observar la variedad de posibilidades políticas que
ofrecían y las tensiones y conflictos que se daban en ellas. Con fre-
cuencia, los hombres han tratado de cambiar la estructura del Estado
en el que vivían, bien para conseguir autonomía de un emperador que
actuaba como un déspota en nombre de un pueblo, bien para imponer el
poder de un pueblo sobre otros con el fin de ercar un imperio, Aunque
hubo «naciones» que se convirtieron en unidades de poder realmente
significativas, se vieron obligadas, no obstante, a compartir territorios
con los imperios y a afrontar los desafíos que éstos suponían. ¿Podía
24 LOS IMPERIOS A LO LARGO DE LA HISTORIA
ur(Estado dependiente de los recursos materiales y humanos de un te-
tritorio y de un pueblo sobrevivir frente a unos poderes cuyas fronteras
eran mucho más expansivas? Incluso en la actualidad, los pueblos de
las islas del Pacífico (Nueva Caledonia, respecto a Francia) o del Cari-
be (Puerto Rico, respecto a los Estados Unidos), así como de otros
rincones del mundo, calculan las ventajas y las desventajas que supon-
dría su separación de-unas unidades mucho más grandes. Mientras si-
gan existiendo la diversidad y la ambición política, será siempre muy
tentadora la idea de crear un imperio, y como los imperios perpetúan
diferencia e inclusión conjuntamente, habrá siempre la posibilidad de
que se desmoronen. Por todas estas razones, el concepto de imperio
resulta sumamente útil para entender la historia del mundo.
En ocasiones, los constructores de estados nuevos crearon cons-
cientemente sus propios imperios, como hicieron los hombres que se
rebelaron contra Gran Bretaña en la Norteamérica del siglo XvIT1. Otras
veces, los estados que acababan de adquirir su independencia siguie-
ron un camino nacional, como en el África descolonizada de finales
del siglo xx, y no tardaron on comprobar su vulnerabilidad en sus re-
laciones con otros estados de mayor envergadura. En algunos casos,
han sido los propios imperios los que han intentado crear naciones,
preferiblemente en el territorio de otro imperio, como en el siglo XIX
hicieron los líderes británicos, franceses; rusos y austrohúngaros en
tierras de los otomanos. No ha habido ni hay in único camino para que
se dé el paso de imperio a nación, o viceversa. Las dos maneras de
organizar el poder del Estado comportan desafíos y oportunidades para
los políticamente ambiciosos, y un imperio podía transformarse en
algo parecido a una nación-estado, y viceversa.
¿Qué otras formas políticas se diferencian de los imperios? Los
grupos pequeños, más o menos homogéneos desde el punto de vista
cultural, gfganizados a menudo eri torno a divisiones de tareas por
sexo, edád, estatus O parentesco, son considerados con frecuencia la
antítesis de un imperio, Algunos especialistas rehúyen del término
«tribu» por considerarló peyorativo, pero otros lo emplean para indicar
un grupo social que puede ser flexible, interactivó y políticamente
creativo. En este sentido, una tribu puede experimentar un desarrollo
cuando sus miembros extienden su poder sobre otros individuos y se
otorgan un nombre y a veces una misión. En la estepa curoasiática, las
tribus se unieron formando grandes confederaciones, que en algunos
casos crearon verdaderos imperios. Los imperios mongoles del si-
glo xIn surgieron de la política de una formación y confederación tribal.
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TRAYECTORIAS IMPERIALES 25
El hecho de que tribus, pueblos y naciones hayan creado imperios
indica una dinámica política fundamental, que nos ayuda a explicar
por qué .los imperios no pueden confinarse a un lugar o a un tiempo
determinados, sino que surgieron y resurgieron a lo largo de miles de
años en todos los continentes. En unas condiciones caracterizadas por
un notable acceso a importantes recursos y a una tecnología sencilla,
las pequeñas ventajas —léase, el mayor tamaño de una familia, más
facilidad para el regadío, mejores accesos a las rutas comerciales, bue-
na suerte o líderes ambiciosos y hábiles— pueden desembocar en la
dominación de un grupo sobre otro, poniendo en movimiento la crea-
ción de dinastías y monarquías tribales. Para un futuro rey o líder tri-
bal, la única manera de hacerse más poderoso es mediante la expan-
sión. esto es, mediante la obtención de animales, dinero, esclavos,
tierras y otras formas de riqueza fuera de los límites de su reino, dejan-
do'en paz a los que habitan en él, cuyo apoyo necesita. Una vez inicia-
da esta asociación de recursos y exterior, los elementos de otros ámbi-
tos pueden ver determinadas ventajas en su sumisión a un conquistador
poderoso y eficaz. A continuación, decididos y animados ante esta
perspectiva, los reyes o los líderes tribales pueden servirse de sus nue-
vos subordinados para obtener los recursos de manera regular —sin:
recurrir a métodos como las incursiones de sagueo— y para facilitar la
incorporación de otros pueblos, otros territorios y vtras rutas comer-
ciales, sin necesidad de imponer una uniformidad cultural o adminis-
trativa, Así pues, tribus y reinos proporcionaron materiales e incenti-
vos para la creación de imperios.
A las tribus y los reinos —entidades distintas de los imperios.
pero con potencial para convertirse en uno de ellos—, cabe añadir las
ciudades-estado. La ciudad-estado de la antigua Grecia legó a algu-
nas sociedades posteriores una serie de modelos y términos políticos
—la ciudad entendida como «polis», esto es, unidad de inclusión y
participación política—, así como la idea de la virtud civil, según la
cual la pertenencia implica determinados derechos y deberes. Pero al
igual que la tribu, la ciudad-estado no constituía una entidad unifor-
me, estática o aislada. La democracia griega era sólo para los hom-
bres libres, y excluía a mujeres y esclavos, Las ciudades-estado tenían
su hinterland, participaban del comercio por tierra y por mar y com-
petían con otras entidades políticas y entre ellas. Las que prosperaban
como centros estratégicos de redes comerciales o controlaban rutas
de conexión, como, por ejemplo, Venecia y Génova, podían conver-
tirse en objetivos muy apetecibles de los imperios, podían tratar de
30 LOS IMPERIOS A 10 LARGO DE LA HISTORIA
ral o religiosa básica, sino que se cimentaban en un individuo conside-
rado superior, el gran kan. Los líderes de lós extensísimos imperios
mongoles del siglo x11 aprendieron el arte d
euroasiáticas y chinas. Los imperios mongo)
on el budismo,
eTcónfucianismo, el cristianismo, el taoísmo y el islam; sus gobernan- *
tes se sirvieron de musulmanes para la administración de su imperio
euroasiático y favorecieron las artes y las ciencias de las civilizaciones
árabe, persa y china. El imperio de estilo mongol, en el que la diversi-
dad era considerada algo natural y útil a la vez, moduló repertorios de
poder a lo largo y ancho de Eurasia y en sus fronteras.
Todos los imperios confiaron en cierta medida en la incorporación
y en la diferenciación, Podían mezclar, equiparar y transformar sus
formas de gobierno. La centralización y la homogeneización propias
del imperio romano —las misiones para civilizar y explotar pueblos.
atrasados— resultaban sumamente atractivas a algunos modernizado-
res rusos y otomanos del siglo XIX, cuando los imperios europeos de
Occidente parecían adelantarse a los orientales. Pero las transforma-
ciones —deseadas o adoptadas incónscientemente— acabarían siendo
más parciales, pudiendo ir en ambas direcciones. En Rusia, los refor-
mistas se dieron cuenta de que cualquier intento de imponer. la unifor-
midad tropezaba con los concurrentes intereses creados de unos'inter-
mediarios locales que apostaban por la obra imperial. Y los oficiales
del siglo x1x —que a duras penas podían reconocer la uúli-
“zación de técnicas propias de los mongoles— actuaban a veces comu
el otro tipo de "imperio, concentrando la potencia de fuego y aterrori-
zando a las poblaciones, para luego seguir avanzando, dejando una
pequeña administración que llegaba a acuerdos con líderes locales, ob-
tenía ganancias y era muy precavida —y tacaña— a la hora de difundir
la educación y la cultura británica.
E
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Los intermediarios imperiales
Los gobernantes de los imperios enviaban a los territorios que iban
incorporando a agentes ——gobernadores,' generales, recaudadores de
impuestos— que se encargaran de su administración. ¿Pero podían en-
viar un número suficiente de esos individuos —a un coste convenien-
temente bajo— para gobernar todas las localidades o departamentos de
un reino vasto y disperso? Raras veces. Por lo general, tenían que re-
| currir al talento, los conocimientos y la antotidad de individuos de una
bernar de fuentes_
TRAYECTORTAS IMPERIALES : 31
: sociedad conquistada, a unas elites que podían obtener beneficios de
2ma cooperación o a un grupo de personas que hasta entonces se habían
visto marginadas y que podían ver una serie de ventajas en el servicio
a los victoriosos, Ofro tipo de intermediario es el que constituía un
individuo de la tierra patria. Lo que los romanos llamaban «colonias»
y los. ingleses del siglo. xvI1 «plantaciones» llevó a individuos de un
núcleo del imperio a nuevos territorios. Se suponía que los grupos tras-
ladados, que dependían de vínculos con la patria, iban a actuar en inte-
rés del imperio.
La asimilación de elites indígenas y el envío de colonos eran estra-
tegias basadas en los contactos sociales de los propios intermediarios
con el fin de garantizar su colaboración. Otra táctica era precisamente
la opuesta: la colocación de esclavos u otros individuos apartados de
sus comunidades de origen —£uyo iencstar y supervivencia depen-
dían exclusivamente de sus amos imperiales—- en puestos de autori-
dad. Esta estrategia fue empleada con eficacia por los otomanos, cuyos
principales administradores y comandantes fueron arrancados a sus fa-
milias siendo niños y se criaron junto al sultán. En este caso, depen-
dencia y diferencia se entremezclaban: se trató en general de niños
cristianos que fueron. convertidos en funcionarios del sultán.
Los agentes imperiales, independientemente de sus orígenes, re-
querían incentivos, así como disciplina. Sin pretenderlo ni quererlo,
los imperios creaban posibilidades de subversión de los intermedia-
rios, que podían apartarse de los objetivos imperiales mediante el esta-
blecimiento de redes o fidclidades alternativas, optando' por. su adhe-
sión a otros imperios o por la rebelión, como hicieron algunos colonos
europeos de las Américas en los siglos xvIn y X1x. Como los imperios
preservaban la distinción; provocaban el aumento de una serie de posi-
bilidades centrífugas: los intermediarios descontentos podían encon-
trar apoyos institucionales o culturales para sus acciones. Lo que pro-
dujeron los imperios que alcanzaron un gran éxito no fue, por lo
general, ni una fidelidad sólida ni una resistencia constante, sino una
acomodación eventual.
Lo que pretendemos con el análisis de la figúra del intermediario es
hacer hincapié en un tipo de relación política a menudo infravalorada
0 ignorada en la actualidad, en uria serie de conexiones verticales ex
tentes los goberna: os. Solemos pen:
sar en : zontales: “todos los ciudadanos son
iguales. O describimos suciedades como organizaciones estratificadas,
con términos como nobles, elites, el pueblo, las masas, subalternos,
¿
i
;
wi
|
32 LOS IMPERIOS A LO LARGO DE LA HISTORIA
, trabajadores, campesinos, colonizadores, colonizados. El estudio de
[ los imperios trasciende la categoría de los individuos iguales o la de los
grupos por estratos y nos lleva a poner nuestra atención en los indivi-
dios que impulsaron y llevaron a remolque una serie de relacionés con
los que se encontraban por.cncima y por debajo de ellos, transforman-
do, pero sólo en algunos casos rompiendo, las directrices marcadas por
la autoridad y el poder.
Las intersecciones imperiales: imitación, conflicio.
y transformación
Los imperios no actuaron solos. Las relaciones entre imperios fue-.
ron un aspecto fundamental de sus políticás y de las posibilidades que
se abrieron a sus súbditos. En ocasiones, las elites de Roma y de China
pensaron que no tenían rival; había problemas en sus fronteras, pero, a
su juicio, estaban provocados por individuos inferiores no civilizados,
y no por un poder comparable a ellas. Sin embargo, algunos de esos
extranjeros, como, por ejemplo, los godos del oeste de Eurasia y los
nómadas xioiígnu del este, aumentaron su autoridad por medio de in-
cursiones, negociaciones o servicios a sus poderosos vecinos bien
asentados. Las fronteras imperiales —+terrestres o: marítimas— ofre-
- cían tina serie de-oportunidades al enemigo. Las intersecciones entre
las poblaciones nómadas y las sedentariás fueron formátivas para lós
imperios, pues cada tna de ellas se basaba en los conocimientos tecno-
lógicos y administrativos de la otra. La lejanía del centro del imperio
podía permitir el-despegue de unos imperios en ciernes. En Arabia,
región atravesada por rutas comerciales pero lejos del control imperial,
los líderes musulmanes del siglo VII tuvieron una oportunidad para
consoligár el número de sus seguidores y expandirse, principalmente
por eligrritodio otrora romano.
La intersección de imperios dio hugar a la competición, la imita-
ción y la innovación, así como a épocas de guerra y épocas de paz.
Las consecuencias derivadas de la fragmentación de algunos imperios
se perpetuarían en el futuro. Durante siglos, tras la caída de Roma, *
varios gobernantes ambiciosos aspiraron a volver a crear un imperio -
similar al romano; entre estos aspirantes cabe destacar a Carlomagno,
Carlos I de España y Y de Alemania, Solimán el Magnífico, Napoleón
y Adolf Hitler. En Europa ubo ningún aspirante a emperador que
lograra coronar con éxito su empresa de crear otro imperio romano. -El
TRAYECTORIAS IMPERIALES : : 33
principal obstáculo para el establecimiento-de un múcvo poder unipo-
lar To pusieron otros imperios: el imperio británico y el i imperio ruso.
fueron determinantes a la hora de frustrar, con una diferencia de algo
más de un siglo, los planes imperiales primero de Napoleón y luego
de Hitler.
La rivalidad existente entre un reducido número de imperios, cada
uno de ellos con más recursos que cualquier nación, marcó las pautas
de-la historia del siglo xx, dando lugar a las dos guerras mundiales que
aumentaron y transformaron, una vez más, la pugna entre grandes po-
tencias. Las conquistas “imperiales de Japón en el Sureste asiático
* abrieron brecha en los imperios coloniales de Europa, permitiendo a
los antiguos intermediarios imperiales apostar por sus propios estados
o declarar la guerra, pero la competición de los imperias apareció de
nuevo en forma de guerras frías, calientes y económicas que todavía
no han concluido. Desde los tiempos de la-Roma y la China imperial
hasta la actualidad, las intersecciones de los imperios y los esfúerzos
de éstos por ejercer el poder desde la distancia sobre pueblos distintos
y sobre otros estados han tenido consecuencias transformadoras en la
política, los conocimientos y las vidas humanas.
Los imaginarios imperiales
Los líderes imperiales de cualquier época y lugar del mundo sólo .
pudieron imaginar múltiples maneras de llevar las riendas de un Estado. -
Para muchos gobernantés y aspirantes a gobernantes, el contexto impe-
rial y la experiencia tuvieron carácter formativo, En determinados im-
perios, las ideas religiosas supusieron una base moral para el estableci-
miento del poder, pero también fueron fuente de conflictos. Tanto los
bizantinos como los califatos islámicos tuvieron que hacer frente al
desafío de grupos cuyos preceptos derivaban de unos principios mora:
les religiosos que ellos mismos compartían, El catolicismo fue tan leg
timador como irritante para el imperio español; la denuncia de Bartolo-
«mé de las Casás, que puso cn evidencia la violencia utilizada por los
españoles cohtra las poblaciones indígenas de las Américas en el si-
glo'xv1, supuso un claro llamamiento a los cristianos a Vivir y a actuar
según los principios a los que se debían. Las «misiones civilizadoras»
proclamadas por los imperios europeos en el siglo x1x se desarrollaron
en tensión con las teorías raciales. Los misioneros y los dueños de las
minas no entendían el imperio en los mismos términos precisamente.
!
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34 . LOS IMPERIOS A LO LARGO DE 1.A "HISTORIA
Así pues, la cuestión de la imaginación política adquiere una im-
portancia primordial en nuestro estudio. La atención en el contexto
imperial nos ayuda a comprender los tipos de relaciones Sociales y de
instituciones que resultaron .concebibles o plausibles en situaciones
específicas. Por ejemplo, cuando en 1789 una revolución hizo posible
el lenguaje de «los ciudadanos» y «la nación» en Francia, se abrió un
debate en París; y en el Caribe se desató una revolución, pues había
desacuerdo sobre si esos conceptos eran aplicables o no en las islas,
donde habían reinado la esclavitud y la opresión racial. La experiencia
imperial podía inspirar la creatividad política, como cuando un grupo
de individuos que se habían criado-en el imperio ruso concibió el pri-
mer Estado comunista del mundo como una federación de repúblicas
nacionales. La variedad y la dinámica de las idéas políticas del pasado
—uando los imperios desarrollaron, al igual que limitaron, la imagi-
nación política— nos invitan a no considerar tan obvias las estructuras
políticas actuales de manera que nos impida ver un conjunta. más com- *
picto de alternativas.
Los repertorios de poder :
El emperador era 2 la figura que culminaba una pirámide de autóri-
dad, y “én ocasiones intentaba justificar las pretensiones de sus súbditos
a Ón torritorio o a un grúpo de individuos, en lugar de ponerles fin.
. Dentro de un mismo imperio, unas zonas podían ser administradas di- - E
rectamente desde el poder central, mientras que én otras recaía una.
soberanía parcial en las elites locales. En este sentido, los emperadores
y otros. dirigentes imperiales y sus subordinados podían tratar de esta-
blecer las medidás que resultáran más pertinentes. El hecho de que los
imperiosapudieran redefinir la distribución de poder y los privilegios
los congertía en un tipo ambiguo de Estado; capaz de adaptarse a las
nuevas Tircunstancias. La flexibilidad política podía conceder-una lar-
ga vida alos imperios.
Hacemos hincapié en los repertorios de poder imperial, no en tipo-
logías. El imperio era una forma política variable, y nosotros ponemos
el acento en la multiplicidad de maneras én las quese conjugaban in-
corporación y diferencia. La durabilidad de los imperios dependía en
gran medida de su capacidad de combiñar y cambiar estrategias, desde
la consolidación de territorios hasta la implantación de enclaves, desde
una supervisión somera de los intermediários hasta el rígido control
:
E
pz
TRAYECTORIAS IMPERIALES 35
vertical, desde la clara y evidente manifestación de la autoridad impe-
rial hasta la negación de un comportamiento imperialista. Los reinos
unitarios, las ciudades-estado, las tribus y los estados-nación no tenían
la capacidad de responder con tanta flexibilidad a ún mundo en conti-
nua transformación.
La capacidad de pragmatismo, de interacción y de adaptación de
los imperios hace que-sintamos no poco escepti sma respecto a las
teorías que dan por hecho que se produjo una red ción fundamental
de la soberánía; datándola normalmente en el siglo , cuando se
atribuye a los europeos la. creación de un nuevo sistema de estados
potencialmente independientes y nacionales. Independientemente de
lo que escribieran los teóricos políticos (y quisieran creer las elites y
los emperadores); lo cierto es que el poder político tanto en aquella
época como en otras posteriores : ambión más allá de los confi-
nes de Europa, siendo distribuido de manera cambiante y compleja. El
mundo no lo formábañ éñtónces -—y laimpoco lo forman ahora— unos
estados caracterizados por una soberanía impermeable que, como ba-
las de billar, chocaban y rebotaban unos contra ótros.
«La historia de los imperios nos permite en cambio concebir la 0-
beranía como un poder que se distribuye, se estratifica y se superpone.
Catalina la Grande de Rusia fue a la vez, y oficialmente, emperatriz,
autócrata, zarina, ama y señora, gran princesa, comandante y «dueña»
de sus diversos territorios y pueblos: En algunos de los países. que
conquistó, Napoleón dejó en cl trono a sus reyes y príncipes, pero
otros prefirió gobernarlos más directamente con sus famosos prefec-
(la Compañía Neerlandesa de las Indias Ori ientalos, la Compañía Bri-
tánica de Levante y la Compañía Británica de las Indias Orientales] **" dns?
hasta finales del siglo xrx (la Compañía Imperial Británica de África
Oriental). En los siglos XIX y xx Gran Bretaña, Francia y otras poten-
nam—-con el pretexto de que la autoridad local, que seguía la siendo
soberana, había cedido voluntariamente parte de sus poderes al impe-
rio protector.
El tipo de régimen de soberanía y las distintas estructuras de poder
podían marcar una diferencia en el modo en el que fueron surgiendo de
los imperios coloniales los diversos estados. El hecho de-que Marrue-
cós y Túnez dejaran de formar parte del imperio francés con menos
40 LOS IMPERIOS A LO LARGO DE 1.A HISTORIA
pensamiento político europeo, en el siglo x1x una «época» de imperios
no dio paso a un nuevo régimen de soberanía nacionalizada o a la acep-
tación generalizada del estado-nación.
El lenguaje de una comunidad de base nacional, fundamentada en
una historia, una lengua o unas costumbres compartidas, fue empleado
por algunos para defender la creación de nuevos i
ejemplo, el alemán, aunque implementar esa
lugares donde había una mezcla de población e imperios ya existentes
controlaban los principales recursos. Los otomanos, Austria-Hungría o
Rusia, con sus imperios multiétnicos y pluriconfesionales, se esforza-
ron por hallar maneras que lograran que la comunidad nacional funcio-
nara en su beneficio, sin dejar de competir entre eltos y con otros im-
perios. La cuestión nacional se combinó de modo explosivo con la
rivalidad de los imperios para generar una serie de sangrientos conflic-
tos, como, por ejemplo, la guerra de Crimea en la década de 1850, re-
petidos enfrentamientos armados en Jos la rebelión de los
bóxers en China y, én el siglo xx, otras € ones todavía más
sangrientas, cuando Alemania” y Japón apostaron violentamente por la
creación de sus propios imperios.
La inestable política propia de la rivalidad entre imperios a escala
global planteó la cuestión de si los imperios «coloniales» de los si-
imperios del pasado. Algunas voces cutopeis sostenían que sus impe-
rios eran de una naturaleza superior; otras, como Lenin, consideraban
que eran un producto —-singular también— del capitalismo. Varios és-
pecialistas actuales esgrimen la tesis de que la posibilidad de una sobe-
ranía popular en las respectivas naciones —y, en general, de ideas ilus-
tradas— llevó a los pensadores políticos y gobernantes de Europa a
trazar una línea divisoria más marcada que nunca entre los individuos
que se É Estado y lós que se hallaban fuerade él”
a los qíe consideraban no cual ados para participar en su propio
gobierno. Pero, como ya se ha indicado anteriormente, los europeos
siguieron teniendo laá'necesidad de buscar intermediarios para realizar
buena parte del trabajo que conllevaba la administración de un impe-
rio, sin dejar de ofrecer a los ciudadanos de sus respectivas naciones
una visión aceptable del Estado en el que vivían. Las nuevas tecnolo-
gías en el campo de la guerra y las comunicaciones no penetraron ne- *
cesariamente en la esfera de las aldeas o los colectivos. La pretensión
de llevar mejoras y progreso a Álrica y Asia levantó críticas t
ámibito doméstico como en el extranjero: ¿por qué los imperios ponían
TRAYECTORIAS IMPERIALES 41
tan poco empeño por cumplir su misión y por qué no se había acabado
con la apropiación de tierras, la mano de obra forzada y la violencia?
Independientemente de las novedádes introducidas y las costum-
bres conservadas por el colonialismo europeo decimonónico, lo cierto
es que todas ellas fueron, desde una perspectiva histórica, de breve
duración; para darnos cuenta de ello basta comparar los aproximada.
mente setenta años de gobierno colonial en África con los seiscientos
años de vida del imperio otomano. Lejos de consolidar un orden mun-
dial basado en la diferenciación entre nación europea y dependencia
no europea, el imperialismo dogmático de finales del siglo xIx y el
siglo xx plantearía una serie de cuestiones acérca de la legitimidad y la
viabilidad del colonialismo y generaría más conflictos entre los nuevos
imperios y los viejos.
Durante la segunda guerra mundial, el prolongado enfrentamiento
entre las. potenci les que querían controlar el de de Europa
se convirtió en una realidad evidente a escala global y gar a un
cambio más en el mundo de los imperios. La conquista de colonias
europeas del Sureste asiático por parte de Japón resultó especialmente
devastadora, tanto para los que al final se alzaron con la victoria en
esta guerra entre imperios, cómo para los perdedores. Alemania, de-
rrotada como imperio; floreció como estado-nación. Lo mismo ocurrió
con Japón. Francia, Gran Bretaña y otras potencias coloniales intenta-
ron insuflar nueva vida a sus imperios con innovadoras medidas eco-
nómicas y y políticas, poro sólo para verse obligadas a mediados de siglo
a afrontar diversas revueltas a un coste insostenible por lo exacerbado.
El precio que tenían que pagar por incluir en sus imperios a población
africana y asiática que se suponía que iban a rendir un buen servicio a
sus ciudadanías resultaba demasiado elevado, Tras desprenderse de la
mayoría de sus colonias, los estados europeos emprendieron el camino
de la confederación, iniciando un ciclo de complejas negociaciones en
materia de soberanía que todavía no ha concluido.
La recon figuración del mapa mundial que se produjo tras la guerra
Puso en primer plano a dos potencias con historias de expansión impe-
rialista: la Unión Soviética y los Estados Unidos de Norteamérica..La
primera combiñaba la” estrategia consistente en el reconocimiento de
sus diversas «nacionalidades» con un Estado monopartidista con el fin
de extender la teláral raba del comunismo a sus numerosos grupos nacio-
nales y de desafiar al imperio capitalista en el resto del mundo. La se-
gunda se dedicaba con un entusiasmo propio del protestantismo a di-
fundir su idea de democracia de una manera que recordaba al imperio
42 LOS IMPERIOS A LO LARGO DE LA INSTORIA
romano y a practicar un imperi io, combinando
el poder de los mercados con el po: americanos espe-
raban que.el mundo hablara con su mismo lenguaje, deseara su sistema
palítico y venerara su cultura, pero precisamente cuando parecía que lo
habían logrado, comenzaron a'surgir los problemas, especialmente en
regiones en las que otrora habían gobernado los romanos, los bizanti-
nos y los otomanos. Por su parte, China, cuyas fronteras abarcan prác-
ticamente la misma extensión dé territorio del imperio de la dinastía
Qing y cuyo rígido sistema burocrático sigue prácticamente intacto, es
capaz de movilizar a su numerosísima población, de controlar a sus
elites manteniéndolas a raya, de enfrentarse a los numerosos proble-
mas que plantea la población tibetana y musulmana, de enviar —sin
hacer proselitismo— a sus empresarios, a sus especialistas y 4-su mano
de obra al extranjero y de controlar recursos vitales por todo el mundo.
China, Rusia y los Estados Unidos no se consideran i imperios, pero no
¿ cabe duda de que fue a través de sendas imperalistas come han llega-
£ do a ser lo que son en la actualidad.
Así pues, un análisis de los imperios, de sus repertorios de gobier-
no y de sus trayectorias cruzadas no sólo sirve para revisar las crono-
logías y las calegorías convencionales, sino que también nos ayuda a
comprender cómo, cuándo y dónde la historia del mundo emprendió
nuevos caminos. Los líderes ambiciosos, los agentes mediocres y los
débiles tuvieron que tomar posiciones en relación con las potencias
que controlaban los recursos supranacionales. Las redes desarrolladas
por los imperios llevaron a un sinfín de personas esclavizadas a través
de:los océanos, dieron lugar a huevas relaciones entre colonos e indi-
vidúos ambulantes, fomentaron diásporas, ofrecieron fuentes intelec-
tuales en materia de derecho internacional y provocaron mi nuevos desa-
fíos al poder.
Quedán por_resolver diversas cuestiones relacionadas c con nuestra
época. ¿Ha llegado a su fin la normalidad del imperio? ¿Es el estado-
nación la única alternativa, con su capacidad para ejercer la violencia
en la causa de las comunidades homogéneas? ¿O acaso existen otras
alternativas que puedan reconocer tipos diversos de asociación política
sin hacer hincapié en lá uniformidad o en la jerarquía? Uria lectura
atenta de la historia de los imperios nos pone, cara a cara, ante la vio-
lencia extrema y el orgullo desmesurado, pero también viene a recor-
darnos que la soberanía puede ser compartida y es susceptible de éxpe-
rimentar estratificaciones y transformaciones. El pasado no constituye
un camino singular que conduzca a un futuro predeterminado.
Capítulo 2
EL DOMINIO IMPERIAL EN ROMA
Y EN CHINA :
En el siglo HI a, e. v., fueron tomando forma dos imperios en los
dos extremos de Eurasia. Roma y China. acabaron extendiéndose a lo
largo de unos territorios enormes, incorporaron variadísimas poblacio-
nes, crearon formas-eficaces de dominación y desarrollaron ideas acer-
ca del gobierno que han sobrevivido hasta nuestros días. Los imperios
no fueron inventados por los romanos ni por los chinos. Á orillas del
Nilo, -los.egipcios llevaban viviendo en imperios desde el tercer mile-
nio a. e: v. Durante cientos y cientos de años habían ido apareciendo y
desapareciendo imperios en Mesopotamia, en la India, en África y en
Asia. Precisamente cuando los romanos estaban dando a su pequeña
ciudad un orden republicano y los-belicosos estados de China luchaban
«entre -sí, Alejandro Magno sometía pueblos y reinos diversos desde el
Mediterráneo oriental hasta Asia central y la India. Pero el imperio de
Alejandro dependía de la presencia de su ejército y desapareció con. él
tras doce años de gloria, miéntras que Roma y China lograron mante-
ner durante siglos su control sobre unos territorios enormes. .¿Qué fue
lo que hizo que estos dos imperios perduraran tanto tiempo y tuvieran
tanta influencia en la historia política del mundo?
La respuesta es, en parte, que Roma y China produjeron soluciones
eficaces al problema fundamental de cómo gobernar y explotar a unas
poblaciones heterogéneas. Algunas de sus estrategias se parecen, mien-
tras que otras definen distintos repertorios de' dominación. Los construc”
tores de los imperios de Roma y de China se enfrentaron a posibilida-
des y contingencias económicas distintas, trabajaron con antecedentes
políticos distintos, y transformáron los espacios que reclamaron y con-
quistaron de maneras también distintas. En el presente capítulo, hare-