Docsity
Docsity

Prepara i tuoi esami
Prepara i tuoi esami

Studia grazie alle numerose risorse presenti su Docsity


Ottieni i punti per scaricare
Ottieni i punti per scaricare

Guadagna punti aiutando altri studenti oppure acquistali con un piano Premium


Guide e consigli
Guide e consigli

Letteratura spagnola medievale (La Celestina), Dispense di Letteratura Spagnola

La Celestina per esame di letteratura spagnola ii

Tipologia: Dispense

2018/2019

Caricato il 09/05/2019

Carloalbe83
Carloalbe83 🇮🇹

5

(2)

17 documenti

Anteprima parziale del testo

Scarica Letteratura spagnola medievale (La Celestina) e più Dispense in PDF di Letteratura Spagnola solo su Docsity! La Celestina Fernando de Rojas CTAGICTA CASTELLAMOE TERNANDO DE ROTAS LA SIELESTIEA pRID EDIAZIZE LE «La CITI nni 2 Introducción Libro al parecer divi- si encubriera más lo huma-. CERVANTES. El año 1499 imprimiose en Burgos una obrita dramática en diez y seis autos, intitulada Comedia de Calisto y Melibea, que ha reimpreso Foulché-Delbosc: en 1902 del único ejemplar que, hasta poco ha, tampoco conocía nadie. Su presente dueño, el benemérito hispanista Huntington, acaba de reproducirla con el esmero que suele. Describió minuciosamente este preciosísimo ejemplar el sabio hispanófilo, Director de la Revue Hispanique, en el tomo IX (año 1902, Págs. 185-190), añadiendo unas advertencias críticas de subido valor, las cuales, con otras del tomo VII, ha de leer antes que nada el que quiera enterarse de La Celestina, porque edición y notas vuelcan de todo punto el problema o el [VIII] montón de problemas, que acerca de tan famoso drama se han despertado y todavía no han tenido cumplida solución. Hay que leer después el magnífico trabajo sobre La Celestina escrito por Menéndez y Pelayo, en el tomo III de los Orígenes de la Novela (1910), y el muy discreto y más ceñido del agudo y erudito Adolfo Bonilla, en sus Anales de la Literatura española (1904). Por ahora, la edición de Burgos de 1499 ha de tenerse por primera o princeps, aunque hubo de haber otra anterior, ya que en ella se lee: Con los argumentos nuevamente añadidos. En su primer estado, la obra no tenía otro título que el que sirvió de incipit a la edición de Sevilla de 1501 y se ha conservado en las posteriores: «Síguese la comedia de Calisto y Melibea, compuesta en reprehensión de los locos enamorados, que, vencidos en su desordenado apetito, a sus amigas llaman e dizen ser su dios. Assí mesmo fecha en aviso de los engaños de las alcahuetas e malos e lisongeros sirvientes.» Acaso al fin iba un explicit con la fecha y lugar de la impresión. No se conoce ejemplar alguno de esta edición, y aun hay quien supone no la hubo. Vengamos al segundo estado de la obra, que es el que presenta el ejemplar llamado Heber, [IX] por el nombre de quien antes lo poseyó, y es el reproducido por Foulché- Delbosc y Huntington, esto es, la edición de Burgos de 1499. Su título dice: «Comedia de Calisto y Melibea. Con sus argumentos nuevamente añadidos; la qual contiene demás de su agradable y dulce estilo muchas sentencias filosofales e avisos muy necessarios para mancebos, mostrandoles los engaños que están encerrados en sirvientes y alcahuetas.» En este segundo estado, la obra lleva, además del dicho título, el incipit, que reproduce el título del primer estado, el «argumento» general y un «argumento» delante de cada uno de los 16 autos. En su tercer estado la obra lleva el mismo título que en el segundo; pero, además, una Carta de El autor a un su amigo, unos versos acrósticos, el incipit, el argumento general y argumento de cada auto, y al fin lleva seis octavas del editor Alonso de Proaza. Tenemos un ejemplar completo de una edición que ofrece este tercer estado, hecha en Sevilla en 1501, naturalmente por dicho Alonso de Proaza, y reeditada por 5 La edición de Sevilla de 1502 fue preparada por el mismo Proaza, y en ella fue donde añadió octavas finales y retocó Carta y acrósticos. Ahora bien: en esta edición es donde por primera vez se ve mudado el título de Comedia en el de Tragicomedia y se añaden autos enteros, hasta llegar a 21 los primeros 16 y se ingieren trozos en los mismos 16 primitivos, y además aparece un Prólogo, que alude a ese alargamiento de la primitiva Comedia. ¿Quién no ve que el que todo esto hizo fue el mismo Proaza? ¿Enviole el autor de la Comedia todas esas añadiduras o son de Proaza mismo? Realmente el que hizo el Prólogo fue el que alargó la obra, pues en él se da razón del alargarla. El Prólogo es una mala acomodación del que puso el Petrarca al libro segundo de su obra De Remediis utriusque fortunae. La gran verdad filosófica, raíz de las mudanzas de la fortuna, de que el Petrarca trata en su obra, proviene de que «lucha es la vida del hombre sobre la tierra», como dijo Job, y que lucha es el vivir y el ser de toda la naturaleza. Por eso el Petrarca desenvuelve en su Prólogo maravillosamente esta raíz de la fortuna. El Prólogo añadido a La Celestina trae todo esto como grave [XVI] parto de los montes bramadores para parir el ridículo ratón, de que no es extraño haya habido diversidad de opiniones acerca de La Celestina. ¿Es esto propio del excelso ingenio que escribió la Comedia? Por su cargo y aficiones literarias conocía Proaza el Tratado de Petrarca, y, hallando citas de él en la Comedia, endilgó el Prólogo con otro del poeta italiano para disimular la superchería; pero el plagio es tan fiero, la acomodación tan desmañada, el estilo tan otro del de la Comedia, que mentira parece se le desmintiera a Menéndez y Pelayo, a quien siguen otros críticos españoles. Pero el sello de Proaza se halla indeleble en medio del Prólogo. Como veremos, al llegar a cierta especie, acuérdase de que la toca Juan de Mena, y dejando allí a Petrarca, nos planta la cita que halló en la Glosa que hizo Hernán Núñez a su poeta predilecto. ¿De quién son los autos añadidos juntamente con el Prólogo, en el cual alude a ellos y por ellos se escribió? Todos los críticos españoles, siguiendo a Menéndez y Pelayo, opinan que son del mismo autor que compuso la primitiva Comedia. Lo dicho creo que bastaba para sospechar que fuesen del mismo Proaza. Y, efectivamente, el estudio de los actos añadidos y su cotejo con los 16 primitivos lo confirman de [XVII] tal manera, que redondamente digo no ser lo añadido del primitivo autor y ser probablemente obra de Alonso de Proaza. «La forma en 16 actos es indiscutiblemente de mérito superior a la forma en 21. No se necesita mucho sentido crítico para comprenderlo. Pero este argumento no puede servir para probar que el autor de las adiciones no es el autor de la obra, sino todo lo más que las adiciones echaron a perder el texto Primitivo.» Así discurre, y muy bien el Sr. Bonilla (Anal., pág. 19); pero el caso es juzgar en qué medida lo echaron a perder. Porque bien añade que Tamayo y otros fueron menos felices al retocar sus obras de cuando por vez primera las escribieron. Pero ¿es este el caso? Es cuestión de pura estética y, además, de estilo y de erudición. Hasta dónde llegó a echarse a perder la Comedia con las adiciones, lo verá el lector, y básteme decir que no podrá el Sr. Bonilla traer ejemplo semejante al que hallamos en el auto 14, donde el despeño del drama y conversión súbita de una comedia en tragedia, que el autor puso por portentoso golpe de ingenio artístico y fue preparando con tanta destreza hasta aquel punto, desaparece en la segunda redacción con alargar la obra por varios actos inútiles, episódicos, que nada tienen que ver con la acción principal y [XVIII] sólo sirven para destruir el efecto más trágico del drama, quebrándolo en el punto más culminante. Eso no es añadir ni 6 corregir; es destruir, es partir por el eje toda la obra, es borrar y rechazar el mayor golpe de ingenio el mismo autor que lo creó y lo fue paso a paso preparando por todo el drama. Hay escritores que no saben divertirse nunca del propósito, y el buen dramaturgo ha de ser de esta laya. El autor de La Celestina lo es como el que más, hasta el punto de que Menéndez y Pelayo dice no darse en la primitiva redacción ni un solo trozo episódico, ni largo ni corto, sino que todo va siempre derecho al intento. Vienen las adiciones, y en cinco actos añadidos comprende lo episódico..., pues los cinco actos enteros. Todos forman un episodio, desatado de la acción, y no sólo desatado, sino que, por encajarse en medio de ella y en el mismo trance del nudo, destruye todo su efecto y la unidad de la obra. Alárgase por todo un mortal mes lo que había de soltarse en unas horas. ¿Qué cambio fue ese del autor en su manera de proceder? Si tal hubo, el autor enloqueció, perdió todo su ingenio y es verdaderamente digno de lástima, tan grande creador primero corno desatinado corrector después. Al autor le gustaba la erudición humanística; [XIX] pero era la corriente y tomada de Petrarca. El corrector no se contenta con seguir esta moda del Renacimiento, sino que busca erudiciones exquisitas y raras y las amontona donde peor pegan y enfrían el movimiento de la acción, que, sin duda, no sintió en lo hondo de su alma como lo había sentido el autor. Los pensamientos del autor siempre son propios de un pensador elevado, de un ingenio sutil, de un muy maduro juicio, y entallan tan al justo a la acción como el vestido más lindamente cortado; los del corrector se despegan de ella y no pocas veces son livianos y aun frisan en verdaderas patochadas. A la delicadeza y propiedad de caracteres y sentimientos del autor sobrepone el corrector pinceladas groseras y exageradas de pintor de brocha gorda, que avillanan los sentimientos y malean los caracteres de la primitiva Comedia. Trae puntualmente el autor los refranes y con comedida parsimonia; el corrector los ensarta juntos por medias docenas, sin ton ni son, y casi nunca los cita con puntualidad. Tan a mentido trae el autor hondas y galanas sentencias de Petrarca como citas de Mena trae el corrector. En el estilo, alguna vez le imita; pero las [XX] más veces es muy otro. Y gracias que ya no tiene que terciar Celestina, porque no hubiera podido hacerla decir el corrector ni una sola cláusula a derechas. Acerca de las fuentes de la obra ha tratado largamente Menéndez y Pelayo en el tomo III de los Orígenes de la Novela; pero creo sinceramente que su inmensa erudición bibliográfica le hace ver relaciones, que de hecho no hay entre muchas obras y La Celestina. Cuanto haya de cierto o probable se dirá en las notas. Las fuentes ciertas de la primitiva Comedia son el Libro de Buen Amor, de HITA, de quien tomó toda la traza y el principal personaje, esto es, la vieja Celestina, cambiando la viuda Doña Endrina, más a propósito para los amoríos clericales, en doncella, que a su intento venía mejor; ensanchando la acción con la secundaria de los criados y 7 mujeres de la vida, y convirtiéndola al fin en tragedia, con la imitación de la novela griega de Hero y Leandro. De HITA toma el autor otras varias cosas, y, sobre todo, tiene siempre los ojos en él para beberle el espíritu realista y popular y la manera sentenciosa. La segunda fuente es el Corvacho, que imita en varios pasajes de estilo enteramente vulgar y castizo. [XXI] La tercera es el PETRARCA, sobre todo en su libro De los Remedios contra próspera y adversa fortuna, que se tradujo y se leyó mucho en todo el siglo XV, y tornolo a traducir galanamente Francisco de Madrid, Arcediano de Alcor, y fue impreso el año de 1510 en Valladolid. El eruditísimo y benemérito hispanista italiano A. FARINELLI ha tratado Sulla fortuna del Petrarca in Ispagna en el Giornale storico della letteratura ital. (t. 44, pág. 297), recordando cómo el Prólogo de La Celestina comenzaba con la misma sentencia que el del segundo libro del De Remediis, y notando tres lugares de la Comedia que a esta obra parecen aludir, bien que sin citar los pasajes de la del Petrarca. Yo he hallado otras muchas referencias, que se verán en las notas con la traducción de Francisco de Madrid, edición de Sevilla de 1524, Juan Varela, de Salamanca, la cual he estudiado minuciosamente, así como el texto original De Remediis utriusque fortunae en la edición de Basilea, 1554 (Francisci Petrarchae Florentini, Philosophi, Oratoris et Poetae clarissimi... Opera quae extant omnia). El corrector conoció esta devoción del autor con las obras del Petrarca, y pudiera haberle imitado en no pocas de sus añadiduras; pero sólo le tomó lo que toca a las riquezas, en el auto IV, [XXII] y alguna otra cosa que puntualizaremos, y le plagió desmañadamente en el Prólogo. En cambio sacó cuanto pudo, erudición y frases enteras de Juan de Mena, de quien el autor apenas para nada se acuerda. Hay que señalar en la primitiva Comedia una referencia al Diálogo entre el Amor y un viejo, de Rodrigo de Cota; otra a la Cárcel de Amor, otra al Tostado. ¿Quién fue autor de la primitiva y verdadera Comedia de Calisto y Melibea? En Mena ni en Cota no hay que pensar. ¿Lo fue Francisco de Rojas? Si no hubiera más que el testimonio de Proaza y los acrósticos, sería para puesto en duda, porque un embuste o broma de más entre tantas otras, bien poco montaría. Las pruebas, si lo son, las ha aportado el eruditísimo Serrano y Sanz, uno de los trabajadores más sesudos, modestos, poco sonados y que más debieran serlo de nuestros eruditos. El meritísimo Catedrático de la Universidad de Zaragoza halló y estudió dos procesos de la Inquisición de Toledo que probaban vivía en 1518 y en 1525 un bachiller Fernando de Rojas, que parece ser el mismo puesto en los acrósticos (Rev. Arch., 1902). El primer proceso es de 1517 y 1518, contra uno que vivía en Talavera, y donde se presenta como testigo el dicho [XXIII] bachiller; el otro, de 1525 y 1526, contra Álvaro de Montalván, «vezino de la puebla de Montalván», acusado de judaísmo y de edad de setenta años. El 7 de junio de 1525 declara el acusado tener cuatro hijos, entre ellos «Leonor Alvares, muger del bachiller Rojas que conpuso a Melibea, veçino de Talavera», y añade: «aora XXXV años», y «que nombrava por su letrado al bachiller Fernando de Rojas, su yerno, veçino de Talavera, que es converso». El Inquisidor «le dixo que no ay lugar, e que nombre persona syn sospecha; e asy nombro al liçençiado del Bonillo, e por procurador a Antonio Lopez». Si el padre de Rojas era judío, lo probable es que lo fuera su madre, y tal lo cree hoy el mismo Serrano y Sanz, aunque en su estudio opinó lo contrario. El año 10 comparable, la vida de los hombres sobre la tierra. Y no es ello de tan menguado precio, que no haya permitido Dios, según la doctrina católica, hasta que el pecado entrase en el mundo y le señorease, y con él la muerte, y tras la muerte y el pecado, que la misma Divinidad encarnase y fuese blanco de estos dos tiranos del mundo. El amar es luchar, sufrir y morir, no menos, antes mucho más es vivir, de donde nace que vivir es morir, sufrir y luchar. El demonio del amor es el demonio de la muerte, pero eso por ser el demonio de la vida. Esta es la no sé si llamarla tragedia o comedia del mundo y del vivir de los hombres. Sabíalo, por lo menos, muy bien sabido el que compuso la Tragicomedia de Calisto y Melibea, cuando cifró toda esta filosofía del amor, de la vida y del mundo en el último auto, donde exclama el viejo Pleberio, que de viejos es exprimir todo el sustancioso jugo de la vida: «¡O vida de congoxas llena, de miserias acompañada! ¡O mundo, mundo! Muchos de ti dixeron, muchos en tus qualidades metieron la mano. A diversas cosas por oydas te compararon; yo [XXX] por triste esperiencia lo contaré, como a quien las ventas y compras de tu engañosa feria no prósperamente sucedieron... ¡O amor, amor!, que no pensé que tenías fuerça ni poder de matar a tu subjetos!... ¿Quien te dio tanto poder? ¿Quién te puso nombre que no te conviene? Si amor fuesses, amarías a tus sirvientes; si los amases, no les darías pena; si alegres viviesen, no se matarían, como agora mi amada hija... Alegra tu sonido, entristece tu trato. ¡Bienaventurados los que no conociste o de los que no te curaste!» He aquí la conclusión de la Tragicomedia, y he aquí la raíz de la filosofía schopenhaueriana, del pesimismo de la vida y del amor. El cual en La Celestina es lo que el Ananke o fatalidad en la tragedia griega, lo que levanta el drama, o, mejor diré, lo hunde en la sima del espanto y terror con que atrae a los lectores o espectadores, les hiela el corazón y juntamente les encadena halagüeñamente el gusto, les enhechiza y ciega y, quieras que no, los arrastra y despeña consigo en sus honduras lóbregas e inapeables. Y venturoso de aquel, que por este poder del arte trágico, hundido y ensimismado en las lobregueces de sí mismo, llegue a comprender lo que es el amor, el mundo y la vida en sus más soterradas y filosóficas raíces, amargas, sí; pero, [XXXI] por lo mismo, empapadas en el sustancioso jugo de la más alta sabiduría. Ahora vendrán y se nos echarán encima todos los moralistas, pasados y presentes, y también los que aún no son nacidos, y condenarán La Celestina como libro que «es afrenta hasta el nombrarlo, y que debería mandarse por justicia que no se imprimiese ni menos se vendiese, porque su doctrina incita la sensualidad a pecar y relaja el espíritu a bienvivir.» ¡Sapientísimo señor Obispo de Mondoñedo, Fr. Antonio de Guevara, discretísimo maestro Luis Vives y cuantos les hacéis coro y se lo hicisteis desde que La Celestina se leyó! Guardaos esos vuestros discretísimos consejos para quienes no se compuso La Celestina, quiero decir para monjitas y colegialas; que los que quieran conocer el mundo, el hombre, el vivir y su amarga y agridulce raíz, el amor, en que consiste toda la sabiduría, y por cuyo conocimiento fuisteis vosotros mismos sapientísimos varones y maestros de la filosofía española, leerán la Tragicomedia y aprenderán y... no se escandalizarán... 11 Esto cuanto al intento y espíritu de la obra; los medios de ejecución atañen al literato. Pero de ellos, que pueden reducirse a los caracteres, la invención y composición de la fábula y, finalmente, al estilo y lenguaje, se ha dicho tanto y [XXXII] con tanto acierto, que duelo da el escoger, habiendo de dejar lo más, y aun lo mejor escogido no cabría en esta Introducción. Menéndez y Pelayo llenará las medidas del curioso que desee enterarse (Orígenes de la Novela, t. III). Libro en mi entender divi- Si encubriera más lo huma-. dijo Cervantes cuan breve y galanamente pudiera decirse. No volveré a lo del encubrir lo humano, que el propio Cervantes se sabía muy bien no fuera hacedero sin deshacer lo divino, que el libro encierra: que fuera hacer una sortija de oro sin oro. «¿Quales personas os parecen que están mejor exprimidas?», pregunta Martio en el Diálogo de las lenguas. Y responde su autor, Juan de Valdés: «La Celestina está, a mi ver, perfetísima en todo quanto pertenece a una fina alcahueta.» Tan es así, que el pueblo español, con certera crítica, hizo de Celestina un nombre apelativo, no a modo de sustantivo, como de otros famosos personajes, por manera que decimos: Fulano es un Quijote, es un Sancho Panza, es un Tenorio; sino que celestina llamamos a toda trotaconventos, tercerona o alcahueta, sin más cortapisas y como adjetivo corriente. Y que no tiene semejante. Porque no es la alcahueta común, [XXXIII] sino la de diabólico poder y satánica grandeza. «Porque Celestina -dice Menéndez y Pelayo- es el genio del mal encarnado en una criatura baja y plebeya, pero inteligentísima y astuta, que muestra en una intriga vulgar tan redomada y sutil filatería, tanto caudal de experiencia moderna, tan perversa y ejecutiva y dominante voluntad, que parece nacida para corromper el mundo y arrastrarle encadenado y sumiso por la senda lúbrica y tortuosa del placer.» «A las duras peñas promoverá e provocará a luxuria, si quiere», dice Sempronio. Hay en Celestina un positivo satanismo, es una hechicera y no una embaucadora. Es el sublime de mala voluntad, que su creador supo pintar como mujer odiosa, sin que llegase a ser nunca repugnante; es un abismo de perversidad, pero algo humano queda en el fondo, y en esto lleva gran ventaja al Yago de Shakespeare, no menos que en otras cosas. Elicia y Areusa son figuras perfectamente dibujadas, discípulas de Celestina, no prostitutas de mancebía o mozas del partido, sino «mujeres enamoradas», como las llamaban, que viven en sus casas, sin el sentimentalismo de las de Terencio ni el ansia y sed de ganancia de las de Plauto, más verisímiles que las primeras y menos abyectas que las segundas. Los criados [XXXIV] de Calisto son todavía menos romanos y más españoles; no esclavos, sino consejeros y confidentes, que le ayudan y acompañan, aunque avariciosos y cobardes. Calisto y Melibea han sido siempre comparados con Romeo y Julieta en lo infantiles, apasionados y candorosos. «Mucho de Romeo y Julieta se halla en esta obra -dice Gervinus (Histor. de la poes. alem.)-, y el espíritu según el cual está concebida y expresada la pasión es el mismo.» Y Menéndez y Pelayo, a quien seguimos: «Nunca antes de la época romántica fueron adivinadas de un modo tan hondo las crisis de la pasión impetuosa y aguda, los súbitos encendimientos y desmayos, la lucha del pudor 12 con el deseo, la misteriosa llama que prende en el pecho de la incauta virgen, el lánguido abandono de las caricias matadoras, la brava arrogancia con que el alma enamorada se pone sola en medio del tumulto de la vida y reduce a su amor el universo y sucumbe gozosa, herida por las flechas del omnipotente Eros. Toda la psicología del más universal de los sentimientos humanos puede extraerse de la tragicomedia. Por mucho que apreciemos el idealismo cortesano y caballeresco de D. Pedro Alarcón, ¡qué fríos y qué artificiosos y amanerados parecen los galanes y damas de sus comedias al lado [XXXV] del sencillo Calisto y de la ingenua Melibea, que tienen el vicio de la pedantería escolar, pero que nunca falsifican el sentimiento!» Cuanto al arte de la composición dramática, la traza es sencillísima, clara y elegante, y más de maravillar por la época en que se compuso, antes de nacer el teatro moderno, puesto que es la primera madre de él La Celestina. Calisto, de noble linaje, entra, siguiendo a un halcón, en la huerta donde halla a Melibea. Enamorado de ella y desdeñado, acude a Celestina, que con sus arterías y hechizos prende el mismo fuego en el pecho de la virginal doncella, y con sus mañas y mujeres se atrae la voluntad de los criados de Calisto. Pero la codicia la hace a ella no querer partir con ellos el collar que le había regalado el galán tan bien servido, y a ellos que maten a la vieja, quedando medio descalabrados al saltar por la ventana, huyendo de la justicia, y ahorcados por ésta en la plaza. Sólo al través de la puerta se habían hablado los amantes, y, según lo concertado, va de noche Calisto a la huerta de Melibea; pero después de lograr tan apetecida dicha, al salir y saltar de la tapia, cae muerto el amante. Ella, al saberlo, como heroína del amor, hace que su padre la oiga al pie de la torre, en cuya azotea ella sola le cuenta su desgracia y luego se deja caer muerta a sus [XXXVI] pies. El triste anciano endecha tan horrible desventura y las miserias del mundo, de la vida y del amor. «El genio gusta de la sencillez, el ingenio gusta de las complicaciones -dice Lessing en su Dramaturgia... -El genio no puede interesarse más que por aventuras, que tienen su fundamento unas en otras, que se encadenan como causas y efectos.» Hasta la muerte de Celestina todo era comedia, la comedia del amor y de la vida; desde aquel punto se convierte la acción en tragedia. Mueren ambos criados. Torna lo agradable con la escena de la huerta. Pero cuanto más agradable, más triste y terrible siéntese la desgracia inesperada de Calisto y la trágica muerte de Melibea. Este cambio repentino es de efecto maravilloso. El despeño de la acción así preparado y ejecutado es lo más admirable de la obra. Del estilo y lenguaje de La Celestina la mayor alabanza que le cabe es haber casado en ella su autor el período y sintaxis, que venía fraguándose por influjo humanista del Renacimiento y en que sobresalieron el Arcipreste de Talavera, Hernando de Pulgar, Fernán Pérez de Guzmán, Diego de San Pedro y Mosén Diego de Valera, con la frase y modismos, [XXXVII] refranes y voces del uso popular, que nadie hasta él había empleado. El autor de La Celestina llevó el habla popular a la prosa, como el Arcipreste de Hita la llevó al verso. De aquí las dos corrientes de estilo y lenguaje, que cualquiera echa de ver en La Celestina. El habla ampulosa del Renacimiento erudito la pone en los personajes aristocráticos, y a veces en los mismos criados, que remedan a su señor; el habla popular campea en la gente baja, sobre todo en Celestina; a veces, y siempre más o menos, se mezclan y hacen un todo rimbombante, prosopopeico y abultado para nosotros, pero muy propio de la época aquella. «El Renacimiento -dice Menéndez y 15 El autor a vn su amigo (1) Suelen los que de sus tierras absentes(2) se hallan considerar de qué cosa aquel lugar donde(3) [4] parten mayor inopia(4) o falta padezca, para con la tal seruir a los conterráneos, de quien en algún tiempo beneficio recebido tienen e, viendo que legítima obligación a inuestigar lo semejante me compelia para pagar las muchas mercedes de vuestra libre liberalidad recebidas, assaz vezes retraydo en mi cámara, acostado sobre mi propia mano, echando mis sentidos por ventores(5) e mi juyzio a bolar, me venia a la memoria, no sólo la necessidad que nuestra común patria tiene de la presente obra, por la muchedumbre de galanes e enamorados mancebos que possee, pero aun en particular vuestra misma persona, cuya juventud de amor ser presa(6) se me representa auer visto y dél cruelmente lastimada, a causa de le faltar defensivas armas para resistir sus fuegos, las quales hallé esculpidas(7) en estos papeles; no fabricadas en las grandes herrerías de Milán(8), mas en los claros ingenios de doctos varones(9) castellanos formadas. [5] E como mirasse su primor, sotil artificio, su fuerte e claro metal, su modo e manera de lauor, su estilo elegante, jamás en nuestra castellana lengua visto ni oydo, leylo tres o quatro vezes. E tantas quantas más lo leya, tanta más necessidad me ponía de releerlo, e tanto más me agradaua, y en su processo nueuas sentencias(10) sentía. Vi, no sólo ser dulce en su principal hystoria(11), o fición toda junta; pero avn de algunas sus particularidades salían deleytables fontezicas de filosofía, de otros agradables donayres, de otros auisos e consejos contra lisonjeros(12) e malos siruientes, e falsas mugeres hechiceras. Vi que no tenía su firma del auctor, el qual, según algunos dizen, fue Juan de Mena(13), e según otros, [6] Rodrigo Cota; pero quien quier que fuesse, es digno de recordable memoria por la sotil inuención, por la gran copia de sentencias entrexeridas, que so color de donayres tiene. ¡Gran filósofo era! E pues él con temor de detractores e nocibles(14) lenguas, más aparejadas a reprehender que a saber inuentar, quiso celar e encubrir su nombre, no me culpeys, si en el fin baxo que lo pongo(15), no espressare el mío. Mayormente que, siendo jurista yo, avnque obra discreta(16), es agena de mi facultad e quien lo supiesse diría que no por recreación de mi principal estudio, del qual [7] yo más me precio, como es la verdad, lo hiziesse, antes distraydo de los derechos(17), en esta nueua labor me entremetiesse. Pero avnque no acierten, sería pago de mi osadía. Assimesmo pensarían que no quinze días(18) de vnas vacaciones, mientra mis socios(19) en sus tierras, en acabarlo me detuuiesse, como es lo cierto; pero avn más tiempo e menos acepto(20). Para desculpa de lo qual todo, no solo a vos, pero a quantos lo leyeren, offrezco los siguientes metros. E porque conozcays dónde comiençan mis maldoladas(21) razones, acordé que todo lo del antiguo auctor fuesse sin diuisión en vn aucto o cena(22) incluso, [8] hasta el segundo aucto, donde dize: «Hermanos míos, etc.». Uale. [9] 16 El autor Escusándose de su yerro en esta obra que escrivió, contra sí arguye e compara(23) El silencio escuda e suele encubrir La falta de ingenio e torpeza de lenguas; Blasón que es contrario, publica sus menguas A quien mucho habla sin mucho sentir. Como hormiga que dexa de yr, Holgando por tierra, con la prouisión: Jactose con alas de su perdición: Lleuáronla en alto, no sabe dónde yr. Prosigue. El ayre gozando ageno y estraño, Rapina es ya hecha de aues que buelan Fuertes más que ella, por ceuo la llieuan: En las nueuas alas estaua su daño. [10] Razón es que aplique a mi pluma este engaño, No despreciando a los que me arguyen Assí, que a mí mismo mis alas destruyen, Nublosas e flacas, nascidas de ogaño. Prosigue. Donde esta gozar pensaua bolando O yo de screuir cobrar mas honor Del vno y del otro nasció disfauor: Ella es comida e a mí están cortando Reproches, reuistas e tachas. Callando Obstara, e los daños de inuidia e murmuros Insisto remando, e los puertos seguros(24) Atrás quedan todos ya quanto más ando. Prosigue. Si bien quereys ver mi limpio motiuo, A quál se endereça de aquestos estremos, Con quál participa, quién rige sus remos, Apollo, Diana o Cupido altiuo, Buscad bien el fin de aquesto que escriuo, O del principio leed su argumento: Leeldo, vereys que(25), avnque dulce cuento, Amantes, que os muestra salir de catiuo(26). [11] 17 Comparación. Como el doliente que píldora amarga O la recela, o no puede tragar(27), Métela dentro del dulce manjar; Engáñase el gusto, la salud se alarga: Desta manera mi pluma se embarga(28), Imponiendo dichos lasciuos, rientes, Atrae los oydos de penadas gentes(29): De grado escarmientan e arrojan su carga. Buelve a su propósito. Estando cercado de dubdas e antojos, Compuse tal fin que el principio desata; Acordé dorar con oro de lata(30) Lo más fino tibar(31) que vi con mis ojos Y encima de rosas sembrar mill abrojos. Suplico, pues, suplan discretos mi falta. Teman grosseros y en obra tan alta O vean e callen o no den enojos. [12] Prosigue dando razones por que se mouio a acabar esta obra. Yo vi en Salamanca(32) la obra presente: Mouime acabarla por estas razones: Es la primera, que estó en vacaciones, La otra imitar la persona prudente(33); Y es la final, ver la más gente Buelta e mezclada en vicios de amor. Estos amantes les pornán temor A fiar de alcahueta, ni falso siruiente. E assí que esta obra en el proceder Fue tanto breue, quanto muy sotil, Vi que portaua sentencias dos mill(34) En forro de gracias, labor de plazer. No hizo Dédalo cierto a mi ver Alguna más prima entretalladura(35), Si fin diera en esta su propia escriptura Cota o Mena(36) con su gran saber. [13] Jamás yo no vide en lengua romana, Después que me acuerdo(37), ni nadie la vido, Obra de estilo tan alto e sobido En tusca, ni griega, ni en castellana. No trae sentencia, de donde no mana Loable a su auctor y eterna memoria, Al qual Jesucristo resciba en su gloria 20 Pues no menos dissensiones naturales creemos auer en los pescados; pues es cosa cierta gozar la mar de tantas formas de pesces, quantas la tierra y el ayre cría de aues e animalias e muchas más. Aristótiles e Plinio cuentan marauillas de un pequeño pece llamado Echeneis(45), quanto sea apta su propriedad para diuersos géneros de lides. Especialmente tiene vna, que si [21] llega a vna nao o carraca, la detiene, que no se puede menear, avnque vaya muy rezio por las aguas; de lo qual haze Lucano mención, diziendo: Non puppim retinens, Euro tendente rudentes, In mediis Echeneis aquis. «No falta allí el pece dicho Echeneis, que detiene las fustas, quando el viento Euro estiende las cuerdas en medio de la mar». ¡O natural contienda, digna de admiración; poder más vn pequeño pece que vn gran nauío con toda su fuerça de los vientos! Pues si discurrimos por las aues e por sus menudas enemistades, bien affirmaremos ser todas las cosas criadas a manera de contienda. Las mas biuen de rapina, como halcones e águilas e gauilanes. Hasta los grosseros milanos insultan dentro en nuestras moradas los domésticos [22] pollos e debaxo las alas de sus madres los vienen a caçar(46). De vna aue llamada rocho, que nace en el índico mar de Oriente, se dize ser de grandeza jamás oyda e que lleva sobre su pico fasta las nuues, no solo vn hombre o diez, pero vn nauío cargado de todas sus xarcias e gente. E como los míseros navegantes estén assí suspensos en el ayre, con el meneo de su buelo caen e reciben crueles muertes. ¿Pues qué diremos entre los hombres a quien todo lo sobredicho es subjeto? ¿Quién explanará sus guerras, sus enemistades, sus embidias, sus aceleramientos e mouimientos e descontentamientos? ¿Aquel mudar de trajes, aquel derribar e renouar edificios, e otros muchos affectos diuersos e variedades que desta nuestra flaca humanidad nos prouienen? E pues es antigua querella e uisitada de largos [23] tiempos(47), no quiero marauillarme si esta presente obra ha seydo instrumento de lid o contienda a sus lectores para ponerlos en differencias(48), dando cada vno sentencia sobre ella a sabor de su voluntad. Unos dezían que era prolixa, otros breue, otros agradable, otros escura; de manera que cortarla a medida de tantas e tan differentes condiciones a solo Dios pertenesce. Mayormente pues ella con todas las otras cosas que al mundo son, van debaxo de la vandera desta notable sentencia: «que avn la mesma vida de los hombres(49), si bien lo miramos, desde la primera edad hasta que blanquean las canas, es batalla.» Los niños con los juegos, los moços con las letras, los mancebos con los deleytes, los viejos con mill especies de enfermedades pelean y estos papeles con todas las edades. La primera los borra e rompe, la segunda no los sabe bien leer, la tercera, que es la alegre juventud y mancebía, [24] discorda. Vnos les roen los huessos(50) que no tienen virtud, que es la hystoria toda junta, no aprouechándose de las particularidades, haziéndola cuenta(51) de camino; otros pican(52) los donayres y refranes comunes, loándolos con toda atención, dexando passar por alto lo que haze más al caso e vtilidad suya. Pero aquellos para cuyo verdadero plazer es todo, desechan el cuento de la hystoria para contar, coligen la suma para su prouecho, ríen lo donoso, las sentencias e dichos de philosophos guardan en su memoria para trasponer(53) en lugares conuenibles a sus autos(54) e propósitos. Assí que quando diez 21 personas(55) se juntaren a oyr esta comedia, en quien quepa esta differencia de condiciones, como [25] suele acaescer, ¿quién negará que aya contienda en cosa que de tantas maneras se entienda? Que avn los impressores han dado sus punturas, poniendo rúbricas o sumarios(56) al principio de cada aucto, narrando en breue lo que dentro contenía: vna cosa bien escusada según lo que los antiguos scriptores vsaron. Otros han litigado sobre el nombre, diziendo que no se auía de llamar comedia, pues acabaua en tristeza, sino que se llamase tragedia. El primer auctor(57) quiso darle denominación del principio, que fue plazer, e llamóla comedia. Yo viendo estas discordias, entre estos extremos partí agora por medio la porfía, e llaméla tragicomedia(58). Assí [26] que viendo estas contiendas, estos dissonos(59) e varios juyzios, miré a donde la mayor parte acostaua(60), e hallé que querían que se alargasse en el processo de su deleyte destos amantes, sobre lo qual fuy muy importunado; de manera que acordé, avnque contra mi voluntad, meter(61) segunda vez la pluma en tan estraña lauor e tan agena de mi facultad, hurtando algunos ratos a mi principal estudio, con otras horas destinadas para recreación, puesto que no han de faltar nueuos detractores a la nueua adición. [27] SÍGUESE La comedia o tragicomedia(62) de Calisto y Melibea, compuesta en reprehensión de los locos enamorados, que, vencidos en su desordenado apetito, a sus amigas llaman e dizen ser su Dios. Assí mesmo fecha en auiso de los engaños de las alcahuetas e malos e lisonjeros siruientes. 22 Argumento de toda la obra Calisto fue de noble linaje, de claro ingenio, de gentil disposición, de linda criança, dotado de muchas gracias, [28] de estado mediano. Fue preso en el amor de Melibea, muger moça, muy generosa, de alta y sereníssima sangre, sublimada en próspero estado, vna sola heredera a su padre Pleberio, y de su madre Alisa muy amada. Por solicitud del pungido Calisto, vencido el casto propósito della (entreueniendo Celestina, mala y astuta muger, con dos seruientes del vencido Calisto, engañados e por esta tornados desleales, presa su fidelidad con anzuelo de codicia y de deleyte), vinieron los amantes e los que les ministraron, en amargo y desastrado fin. Para comienço de lo cual dispuso el aduersa fortuna lugar oportuno, donde a la presencia de Calisto se presentó la desseada Melibea. [29] Introdúcense en esta tragi-comedia las personas siguientes(63) CALISTO Mancebo enamorado. MELIBEA Hija de Pleberio. PLEBERIO Padre de Melibea. ALISA Madre de Melibea. CELESTINA Alcahueta. PÁRMENO Criado de Calisto. SEMPRONIO Criado de Calisto. TRISTÁN Criado de Calisto. SOSIA Criado de Calisto. CRITO Putañero. LUCRECIA Criada de Pleberio. ELICIA Ramera. AREUSA Ramera. CENTURIO Rofián. 25 SEMPRONIO.- No creo, según pienso, yr comigo(91) el que contigo queda. ¡O desuentura! ¡O súbito mal! ¿Quál fue tan contrario acontescimiento, que assí tan presto robó el alegría deste hombre e, lo que peor es, junto con ella el seso? ¿Dexarle he solo o entraré alla? Si le dexo, matarse ha; si entro alla, matarme ha. Quédese; no me curo. Más vale que muera aquel, a quien es enojosa la vida, que no yo, que huelgo con ella. Avnque por al(92) no desseasse viuir, sino por ver mi Elicia, me deuría guardar de peligros. Pero, si se mata sin otro testigo, yo quedo obligado [38] a dar cuenta de su vida. Quiero entrar. Mas, puesto que entre, no quiere consolación ni consejo. Asaz es señal mortal no querer sanar(93). Con todo, quiérole dexar vn poco desbraue(94), madure: que oydo he dezir que es peligro abrir o apremiar(95) las postemas duras, porque mas se enconan. Esté vn poco. Dexemos llorar al que dolor tiene. Que las lágrimas e sospiros mucho desenconan el coraçón dolorido(96). E avn, si delante me tiene, más comigo se encenderá. Que el sol más arde donde puede reuerberar. La vista, a quien objeto no se antepone, cansa. E quando aquel es cerca, agúzase. Por esso quiérome sofrir vn poco. Si entretanto se matare, muera. Quiçá con algo me quedaré que otro no lo sabe, con que mude el pelo malo(97). Avnque [39] malo es esperar salud en muerte agena(98). E quiçá me engaña el diablo. E si muere, matarme han e yrán allá la soga e el calderón(99). Por otra parte dizen los sabios que es grande descanso a los affligidos tener con quien puedan sus cuytas llorar e que la llaga interior más empece. Pues en estos estremos, en que estoy perplexo, lo más sano es entrar e sofrirle e consolarle. Porque, si possible es sanar sin arte ni aparejo, mas ligero es guarescer por arte e por cura(100). CALISTO.- Sempronio. SEMPRONIO.- Señor. CALISTO.- Dame acá el laúd. SEMPRONIO.- Señor, vesle aquí. CALISTO.- ¿Qual dolor puede ser tal que se yguale con mi mal?(101) SEMPRONIO.- Destemplado está esse laúd. CALISTO.- ¿Cómo templará el destemplado? ¿Cómo sentirá el armonía aquel, que consigo está tan discorde? ¿Aquel en quien la voluntad [40] a la razón no obedece? ¿Quien tiene dentro del pecho aguijones, paz, guerra, tregua, amor, enemistad, injurias, pecados, sospechas, todo a vna causa(102)? Pero tañe e canta la más triste canción, que sepas. SEMPRONIO.- Mira Nero de Tarpeya a Roma cómo se ardía: gritos dan niños e viejos e el de nada se dolía(103). CALISTO.- Mayor es mi fuego e menor la piedad de quien agora digo. SEMPRONIO.- No me engaño yo, que loco está este mi amo. 26 CALISTO.- ¿Qué estás murmurando, Sempronio? SEMPRONIO.- No digo nada. CALISTO.- Di lo que dizes, no temas. SEMPRONIO.- Digo que ¿cómo puede ser mayor el fuego, que atormenta vn viuo, que el que quemó tal cibdad e tanta multitud de gente? CALISTO.- ¿Cómo? Yo te lo diré. Mayor es la llama que dura ochenta años, que la que en vn día passa, y mayor la que mata vn ánima, que la que quema cient mill cuerpos. Como de la aparencia [41] a la existencia, como de lo viuo a lo pintado(104), como de la sombra a lo real, tanta diferencia ay del fuego, que dizes, al que me quema. Por cierto, si el del purgatorio es tal, mas querría que mi spíritu fuesse con los de los brutos animales, que por medio de aquel yr a la gloria de los sanctos. SEMPRONIO.- ¡Algo es lo que digo! ¡A más ha de yr este hecho! No basta loco, sino ereje(105). CALISTO.- ¿No te digo que fables alto, quando fablares? ¿Qué dizes? SEMPRONIO.- Digo que nunca Dios quiera tal; que es especie de heregía lo que agora dixiste. CALISTO.- ¿Por qué? SEMPRONIO.- Porque lo que dizes contradize la cristiana religión. CALISTO.- ¿Qué a mí?(106) SEMPRONIO.- ¿Tú no eres cristiano? CALISTO.- ¿Yo? Melibeo so e a Melibea adoro e en Melibea creo e a Melibea amo(107). SEMPRONIO.- Tú te lo dirás. Como Melibea es grande, no cabe en el coraçón de mi amo, que por la boca le sale a borbollones. No es más [42] menester. Bien sé de qué pie coxqueas(108). Yo te sanaré. CALISTO.- Increyble cosa prometes. SEMPRONIO.- Antes fácil. Que el comienço de la salud es conoscer hombre la dolencia del enfermo. CALISTO.- ¿Quál consejo puede regir lo que en sí no tiene orden ni consejo? SEMPRONIO.- ¡Ha!, ¡ha!, ¡ha! ¿Esto es el fuego de Calisto? ¿Estas son sus congoxas? ¡Como si solamente el amor contra él asestara(109) sus tiros! ¡O soberano Dios, quán altos son tus misterios! ¡Quánta premia(110) pusiste en el amor, que es necessaria turbación en el amante! Su límite posiste por marauilla. Paresce al amante 27 que atrás queda. Todos passan, todos rompen, pungidos e esgarrochados(111) como ligeros toros. Sin freno saltan por las barreras. Mandaste al hombre por la muger dexar el padre e la madre(112); [43] agora no solo aquello, mas a ti e a tu ley desamparan, como agora Calisto. Del qual no me marauillo, pues los sabios, los santos, los profetas por él(113) te oluidaron. CALISTO.- Sempronio. SEMPRONIO.- Señor. CALISTO.- No me dexes. SEMPRONIO.- De otro temple está esta gayta(114). CALISTO.- ¿Qué te paresce de mi mal? SEMPRONIO.- Que amas a Melibea. CALISTO.- ¿E no otra cosa? SEMPRONIO.- Harto mal es tener la voluntad en vn solo lugar catiua. CALISTO.- Poco sabes de firmeza. SEMPRONIO.- La perseuerancia en el mal no es constancia; mas dureza o pertinacia la llaman en mi tierra. Vosotros los filósofos de Cupido(115) llamalda como quisiérdes. CALISTO.- Torpe cosa es mentir el que enseña a otro, pues que tú te precias de loar a tu amiga Elicia. SEMPRONIO.- Haz tú lo que bien digo e no lo que mal hago. [44] CALISTO.- ¿Qué me reprobas(116)? SEMPRONIO.- Que sometes la dignidad del hombre a la imperfección de la flaca muger. CALISTO.- ¿Muger? ¡O grossero! ¡Dios, Dios!(117) SEMPRONIO.- ¿E assí lo crees? ¿O burlas? CALISTO.- ¿Que burlo(118)? Por Dios la creo, por Dios la confiesso e no creo que ay otro soberano en el cielo; avnque entre nosotros mora(119). SEMPRONIO.- ¡Ha!, ¡ah!, ¡ah! ¿Oystes qué blasfemia? ¿Vistes qué ceguedad? CALISTO.- ¿De qué te ríes? SEMPRONIO.- Ríome, que no pensaua que hauía peor inuención de pecado que en Sodoma(120). 30 SEMPRONIO.- ¡Qué mentiras e qué locuras dirá agora este cautiuo(148) de mi amo! CALISTO.- ¿Cómo es eso? SEMPRONIO.- Dixe que digas, que muy gran plazer hauré de lo oyr. ¡Assí te medre Dios, como me será agradable esse sermón! CALISTO.- ¿Qué? [54] SEMPRONIO.- Que ¡assí me medre Dios, como me será gracioso de oyr! CALISTO.- Pues porque ayas plazer, yo lo figuraré por partes mucho por estenso(149). SEMPRONIO.- ¡Duelos tenemos! Esto es tras lo que yo andaua. De passarse haurá ya esta importunidad. CALISTO.- Comienço por los cabellos. ¿Vees tú las madexas del oro delgado, que hilan en Arabia(150)? Más lindos son e no resplandescen menos. Su longura hasta el postrero assiento de sus pies; después crinados(151) e atados con la delgada cuerda, como ella se los pone, no ha más menester para conuertir los hombres en piedras(152). SEMPRONIO.- ¡Mas en asnos! CALISTO.- ¿Qué dizes? SEMPRONIO.- Dixe que essos tales no serían cerdas de asno. [55] CALISTO.- ¡Veed qué torpe e qué comparación! SEMPRONIO.- ¿Tú cuerdo? CALISTO.- Los ojos verdes, rasgados(153); las pestañas luengas; las cejas delgadas e alçadas; la nariz mediana; la boca pequeña; los dientes menudos e blancos; los labrios(154) colorados e grosezuelos; el torno(155) del rostro poco más luengo que redondo; el pecho alto; la redondez e forma de las pequeñas tetas, ¿quién te la podría figurar? ¡Que se despereza el hombre quando las mira! La tez lisa, lustrosa; el cuero suyo escurece la nieue; la color mezclada, qual ella la escogió para sí. SEMPRONIO.- ¡En sus treze está este necio!(156) [56] CALISTO.- Las manos pequeñas en mediana manera, de dulce carne acompañadas; los dedos luengos; las vñas en ellos largas e coloradas, que parescen rubíes entre perlas(157). Aquella proporción, que veer yo no pude, no sin duda por el bulto de fuera juzgo incomparablemente ser mejor, que la que Paris(158) juzgó entre las tres Deesas(159). SEMPRONIO.- ¿Has dicho?(160) CALISTO.- Quan breuemente pude. 31 SEMPRONIO.- Puesto que sea todo esso verdad, por ser tú hombre eres más digno. CALISTO.- ¿En qué? SEMPRONIO.- En que ella es imperfecta(161), por el qual [57] defeto desea e apetece a ti e a otro menor que tú. ¿No as leydo el filósofo, do dize: Assí como la materia apetece a la forma, así la muger al varón? CALISTO.- ¡O triste, e quando veré yo esso entre mí e Melibea! SEMPRONIO.- Possible es. E avnque la aborrezcas, cuanto agora la amas, podrá ser alcançándola e viéndola con otros ojos, libres del engaño en que agora estás. CALISTO.- ¿Con qué ojos? SEMPRONIO. Con ojos claros. CALISTO.- E agora, ¿con qué la veo? SEMPRONIO.- Con ojos de alinde(162), con que lo poco parece mucho e lo pequeño grande. E porque no te desesperes, yo quiero tomar esta empresa de complir tu desseo. CALISTO.- ¡O! ¡Dios te dé lo que desseas! ¡Qué [58] glorioso me es oyrte; avnque no espero que lo has de hazer! SEMPRONIO.- Antes lo haré cierto. CALISTO.- Dios te consuele. El jubón de brocado, que ayer vestí, Sempronio, vistétele tú. SEMPRONIO.- Prospérete Dios por este e por muchos más, que me darás. De la burla yo me lleuo lo mejor. Con todo, si destos aguijones me da, traérgela(163) he hasta la cama. ¡Bueno ando! Házelo esto, que me dio mi amo; que, sin merced, impossible es obrarse bien ninguna cosa. CALISTO.- No seas agora negligente. SEMPRONIO.- No lo seas tú, que impossible es fazer sieruo diligente el amo perezoso. CALISTO.- ¿Cómo has pensado de fazer esta piedad? SEMPRONIO.- Yo te lo diré. Días ha grandes que conosco en fin desta vezindad vna vieja barbuda, que se dize Celestina(164), hechicera, astuta, sagaz [59] en quantas maldades ay. Entiendo que passan de cinco mill virgos(165) los que se han hecho e deshecho por su autoridad en esta cibdad. A las duras peñas promouerá e prouocará a luxuria, si quiere. CALISTO.- ¿Podríala yo fablar? 32 SEMPRONIO.- Yo te la traeré hasta acá. Por esso, aparéjate, seyle gracioso, seyle franco. Estudia, mientra vo yo, de le dezir tu pena tan bien como ella te dará el remedio. CALISTO.- ¿Y tardas? SEMPRONIO.- Ya voy. Quede Dios contigo. CALISTO.- E contigo vaya. ¡O todopoderoso, perdurable Dios! Tú, que guías los perdidos e los reyes orientales por el estrella precedente a Belén truxiste e en su patria los reduxiste, humilmente te ruego que guíes a mi Sempronio, en manera que conuierta mi pena e tristeza en gozo e yo indigno merezca venir(166) en el deseado fin. [60] CELESTINA.- ¡Albricias!, ¡albricias!(167) Elicia. ¡Sempronio! ¡Sempronio! ELICIA.- ¡Ce!, ¡ce!, ¡ce!(168) CELESTINA.- ¿Por qué? ELICIA.- Porque está aquí Crito(169). CELESTINA.- ¡Mételo en la camarilla de las escobas! ¡Presto! Dile que viene tu primo e mi familiar. ELICIA.- Crito, retráete ay. Mi primo viene. ¡Perdida soy! CRITO.- Plázeme. No te congoxes. SEMPRONIO.- ¡Madre bendita! ¡Qué desseo traygo! ¡Gracias a Dios, que te me dexó ver! CELESTINA.- ¡Fijo mío!, ¡rey mío!, turbado me has(170). [61] No te puedo fablar. Torna e dame otro abraço. ¿E tres días podiste estar sin vernos? ¡Elicia! ¡Elicia! ¡Cátale aquí! ELICIA.- ¿A quién, madre? CELESTINA.- A Sempronio. ELICIA.- ¡Ay triste! ¡Qué saltos me da el coraçón! ¿Es qué es dél? CELESTINA.- Vesle aquí, vesle. Yo me le abraçaré(171); que no tú. ELICIA.- ¡Ay! ¡Maldito seas, traydor! Postema e landre te mate e a manos de tus enemigos mueras e por crímines dignos de cruel muerte en poder de rigurosa justicia te veas. ¡Ay, ay! SEMPRONIO.- ¡Hy!, ¡hy!, ¡hy!(172) ¿Qué has, mi Elicia? ¿De qué te congoxas? ELICIA.- Tres días ha que no me ves. ¡Nunca Dios te vea, nunca Dios te consuele ni visite! ¡Guay(173) de la triste, que en ti tiene su esperança e el fin de todo su bien! 35 SEMPRONIO.- Abre a mí e a esta dueña. PÁRMENO.- Señor, Sempronio e vna puta vieja alcoholada(194) dauan aquellas porradas. CALISTO.- Calla, calla, maluado, que es mi tía. Corre, corre, abre. Siempre lo vi, que por huyr hombre de vn peligro, cae en otro mayor. Por encubrir yo este fecho de Pármeno, a quien amor o fidelidad o temor pusieran freno, cay en indignación desta, que no tiene menor poderío en mi vida que Dios. PÁRMENO.- ¿Por qué, señor, te matas? ¿Por qué, señor, te congoxas? ¿E tú piensas que es vituperio en las orejas desta el nombre que la llamé? No lo creas; que assí se glorifica en le oyr, como tú, quando dizen: ¡diestro cauallero [68] es Calisto! E demás desto, es nombrada e por tal título conocida. Si entre cient mugeres va e alguno dize: ¡puta vieja!, sin ningún empacho luego buelue la cabeça e responde con alegre cara. En los conbites, en las fiestas, en las bodas, en las cofadrías(195), en los mortuorios(196), en todos los ayuntamientos de gentes, con ella passan tiempo. Si passa por los perros, aquello suena su ladrido; si está cerca las aues(197), otra cosa no cantan; si cerca los ganados, balando lo pregonan; si cerca las bestias, rebuznando dizen: ¡puta vieja! Las ranas de los charcos otra cosa no suelen mentar. Si va entre los herreros, aquello dizen sus martillos. Carpinteros e armeros, herradores, caldereros, arcadores(198), todo oficio de instrumento forma en el ayre su nombre. Cántanla los carpinteros, péynanla los peynadores, texedores. Labradores en las huertas, [69] en las aradas(199), en las viñas, en las segadas(200) con ella passan el afán(201) cotidiano. Al perder en los tableros(202), luego suenan sus loores. Todas cosas, que son hazen, a do quiera que ella está, el tal nombre representan. ¡O qué comedor de hueuos asados era su marido! ¿Qué quieres más, sino, si vna piedra toca con otra, luego suena ¡puta vieja!? CALISTO.- E tú ¿cómo lo sabes y la conosces? PÁRMENO.- Saberlo has. Días grandes son passados que mi madre, muger pobre, moraua en su vezindad, la qual rogada por esta Celestina, me dio a ella por siruiente; avnque ella no me conoçe, por lo poco que la seruí e por la mudança, que la edad ha hecho. CALISTO.- ¿De qué la seruías? PÁRMENO.- Señor, yua a la plaça e trayale de comer e acompañáuala; suplía en aquellos menesteres, que mi tierna fuerça bastaua. Pero de [70] aquel poco tiempo que la seruí, recogía la nueua memoria lo que la vejez(203) no ha podido quitar. Tiene esta buena dueña al cabo de la ciudad, allá cerca de las tenerías(204), en la cuesta del río, vna casa apartada, medio cayda, poco compuesta e menos abastada. Ella tenía seys oficios, conuiene saber: labrandera(205), perfumera, maestra de fazer afeytes e de fazer virgos(206), alcahueta e vn poquito hechizera. Era el primer oficio cobertura de los otros, so color del qual muchas moças destas siruientes entrauan en su casa a labrarse e a labrar camisas e gorgueras e otras muchas cosas. Ninguna venía sin torrezno, trigo, harina o jarro de vino e de las otras prouisiones, que podían a sus amas furtar. E avn otros furtillos de más qualidad allí se encubrían. [71] Asaz era amiga de estudiantes e despenseros e moços de abades(207). A estos vendía ella aquella sangre innocente de las cuytadillas, la qual ligeramente auenturauan en esfuerço de la restitucion, que ella les 36 prometía. Subió su fecho a más: que por medio de aquellas comunicaua con las más encerradas, hasta traer a execución su propósito. E aquestas en tiempo onesto, como estaciones, processiones de noche, missas del gallo, missas del alua e otras secretas deuociones. Muchas encubiertas vi entrar en su casa. Tras ellas hombres descalços, contritos e reboçados, desatacados(208), que entrauan allí a llorar sus pecados. ¡Qué tráfagos, si piensas, traya! Hazíase física(209) de niños, tomaua estambre de vnas casas, dáualo a filar en otras, por achaque de entrar en todas. Las vnas: ¡madre acá!; las otras: ¡madre acullá!; ¡cata la vieja!; ¡ya viene el ama!: de todos muy conocida(210). Con todos esos afanes, nunca passaua sin missa ni bísperas ni dexaua monesterios de frayles ni de monjas. Esto porque allí fazía ella sus aleluyas(211) e conciertos. [72] E en su casa fazía perfumes(212), falsaua estoraques, menjuy, animes, ámbar, algalia, [73] poluillos, almizcles, mosquetes(213). Tenía vna cámara llena de alambiques, de redomillas, de barrilejos [74] de barro, de vidrio, de arambre(214), de estaño, hechos de mill faziones. Hazía solimán(215), [75] afeyte cozido, argentadas(216), bujelladas, cerillas, llanillas, vnturillas, lustres, luzentores, clarimientes(217), alualinos(218) e otras aguas de rostro, de rasuras de gamones(219), de cortezas de spantalobos(220), de taraguntia(221), de hieles, de agraz(222), de mosto, [76] destiladas e açucaradas. Adelgazaua los cueros con çumos de limones, con turuino(223), con tuétano de corço(224) e de garça, e otras confaciones(225). Sacaua agua para oler, de rosas, de azahar, de jasmín, de trébol, de madreselua e clauellinas, mosquetas e almizcladas(226), poluorizadas(227), con vino. Hazía lexías para enrubiar(228), de sarmientos, de carrasca, de centeno, de marrubios, con salitre, con alumbre e millifolia(229) e otras diuersas cosas. E los vntos [77] e mantecas, que tenía, es hastío de dezir(230): de vaca, de osso, de cauallos(231) e de camellos, de culebra(232) e de conejo, de vallena(233), de garça e de alcarauán e de gamo e de gato montés(234) e de texón(235), [78] de harda, de herizo(236), de nutria. Aparejos para baños, esto es vna marauilla, de las yeruas e rayzes, que tenía en el techo de su casa colgadas: mançanilla(237) e romero, maluauiscos, culantrillo, coronillas(238), flor de sauco e de mostaza(239), espliego e laurel blanco, tortarosa e gramonilla, flor saluaje(240) e higueruela(241), pico de oro e hoja tinta. Los [79] azeytes que sacaua para el rostro no es cosa de creer: de estoraque e de jazmín(242), de limón, de pepitas, de violetas, de menjuy, de alfócigos, de piñones, de granillo, de açofeyfas, de neguilla(243), de altramuzes, de aruejas e de carillas e de yerua paxarera(244). E vn poquillo de bálsamo tenía ella en vna redomilla, que guardaua para aquel rascuño, que tiene por las narizes. Esto de los virgos, vnos facía de bexiga e otros curaua de punto(245). Tenía en vn tabladillo, en vna caxuela pintada, vnas agujas delgadas de pellejeros e hilos de seda encerados e colgadas allí rayzes de hojaplasma(246) e fuste sanguino, cebolla albarrana e cepacauallo(247). [80] Hazía con esto marauillas: que, quando vino por aquí el embaxador francés(248), tres vezes vendió por virgen vna criada, que tenía. CALISTO.- ¡Así pudiera ciento! PÁRMENO.- ¡Sí, santo Dios! E remediaua por caridad muchas huérfanas e cerradas, que se encomendauan a ella. E en otro apartado tenía para remediar amores e para se querer bien. Tenía huessos de coraçón(249) de cieruo, [81] lengua de bíuora(250), cabeças de codornizes, sesos de asno, tela de cauallo(251), mantillo de niño(252), haua morisca(253), guija marina(254), soga de ahorcado, [82] flor de yedra(255), espina de erizo(256), pie de texó(257), [83] granos de helecho(258), la piedra del nido del águila(259) [84] e otras mill cosas. Venían a ella muchos hombres [85] e mugeres e a vnos demandaua el pan do mordían; [86] a otros, de su ropa; a otros, de sus cabellos; a otros, pintaua en la palma letras con açafrán; a otros, con bermellón; a otros, daua vnos coraçones de cera(260), 37 llenos de agujas quebradas e otras cosas en barro e en plomo hechas, muy espantables al ver. Pintaua figuras, dezía palabras en tierra(261). ¿Quién te podrá dezir lo que esta vieja fazía? E todo era burla e mentira(262). CALISTO.- Bien está, Pármeno. Déxalo para más oportunidad. Asaz soy de ti auisado. Téngotelo [87] en gracia(263). No nos detengamos, que la necessidad desecha la tardança. Oye. Aquella viene rogada. Espera más que deue. Vamos, no se indigne. Yo temo e el temor reduze la memoria e a la prouidencia despierta. ¡Sus! Vamos, proueamos. Pero ruégote, Pármeno, la embidia de Sempronio, que en esto me sirue e complaze no ponga impedimiento en el remedio de mi vida. Que, si para él houo jubón, para ti no faltará sayo. Ni pienses que tengo en menos tu consejo e auiso, que su trabajo e obra: como lo espiritual sepa yo que precede a lo corporal e que, puesto que las bestias corporalmente trabajen más que los hombres, por esso son pensadas(264) e curadas; pero no amigas dellos. En la tal diferencia serás comigo, en respeto de Sempronio. E so secreto sello, pospuesto el dominio, por tal amigo a ti me concedo. PÁRMENO.- Quéxome, señor, de la dubda de mi fidelidad e seruicio, por los prometimientos e amonestaciones tuyas. ¿Quándo me viste, señor, embidiar o por ningún interesse(265) ni resabio tu prouecho estorcer(266)? [88] CALISTO.- No te escandalizes. Que sin dubda tus costumbres e gentil criança en mis ojos ante todos los que me siruen están. Mas como en caso tan árduo, do todo mi bien e vida pende, es necessario proueer, proueo a los contescimientos. Como quiera que creo que tus buenas costumbres sobre buen natural florescen, como el buen natural sea principio del artificio. E no más; sino vamos a ver la salud. CELESTINA.- Pasos oygo. Acá descienden. Haz, Sempronio, que no lo oyes. Escucha e déxame hablar lo que a ti e a mí me conuiene. SEMPRONIO.- Habla. CELESTINA.- No me congoxes ni me importunes, que sobrecargar el cuydado es aguijar al animal congoxoso. Assí sientes la pena de tu amo Calisto, que parece que tú eres él e él tú e que los tormentos son en vn mismo subjecto. Pues cree que yo no vine acá por dexar este pleyto indeciso o morir en la demanda. CALISTO.- Pármeno, detente. ¡Ce! Escucha qué hablan estos. Veamos en qué viuimos. ¡O notable muger! ¡O bienes mundanos, indignos de ser poseydos de tan alto coraçón! ¡O fiel e verdadero Sempronio! ¿Has visto, mi Pármeno? [89] ¿Oyste? ¿Tengo razón? ¿Qué me dizes, rincón de mi secreto e consejo e alma mía? PÁRMENO.- Protestando mi innocencia en la primera sospecha e cumpliendo con la fidelidad, porque te me concediste, hablaré. Oyeme e el afecto no te ensorde(267) ni la esperança del deleyte te ciegue. Tiémplate e no te apresures: que muchos con codicia de dar en el fiel, yerran el blanco. Avnque soy moço, cosas he visto asaz e el seso e la vista de las muchas cosas demuestran la experiencia. De verte o de oyrte descender por la escalera, parlan lo que estos fingidamente han dicho, en cuyas falsas palabras pones el fin de tu deseo. SEMPRONIO.- Celestina, ruynmente suena lo que Pármeno dize. 40 CELESTINA.- ¡O maluado! ¡Cómo, que no se te entiende! ¿Tú no sientes su enfermedad? ¿Qué has dicho hasta agora? ¿De qué te quexas? Pues burla(294) o di por verdad lo falso e cree lo [98] que quisieres: que él es enfermo por acto e el poder ser sano es en mano desta flaca vieja(295) . PÁRMENO.- ¡Mas(296), desta flaca puta vieja! CELESTINA.- ¡Putos días biuas, vellaquillo!, e ¡cómo te atreues...!(297) PÁRMENO.- ¡Como te conozco...! CELESTINA.- ¿Quién eres tú? PÁRMENO.- ¿Quién? Pármeno, hijo de Alberto tu compadre, que estuue contigo vn mes(298), que te me dio mi madre, quando morauas a la cuesta del río, cerca de las tenerías. CELESTINA.- ¡Jesú, Jesú, Jesú! ¿E tú eres Pármeno, hijo de la Claudina? PÁRMENO.- ¡Alahé, yo! CELESTINA.- ¡Pues fuego(299) malo te queme, que tan puta vieja era tu madre como yo! ¿Por qué me persigues, Pármeno? ¡Él es, él es, por los sanctos de Dios! Allégate a mí, ven acá, que mill açotes e puñadas te di en este mundo e otros tantos besos. Acuérdaste, quando dormías a mis pies, loquito? [99] PÁRMENO.- Sí, en buena fe. E algunas vezes, avnque era niño, me subías a la cabeçera e me apretauas contigo e, porque olías a vieja, me fuya de ti. CELESTINA.- ¡Mala landre te mate! ¡E cómo lo dize el desuergonçado! Dexadas burlas e pasatiempos, oye agora, mi fijo, e escucha. Que, avnque a vn fin soy llamada, a otro so venida e maguera(300) que contigo me aya fecho de nueuas, tú eres la causa. Hijo, bien sabes cómo tu madre, que Dios aya, te me dio viuiendo tu padre. El qual, como(301) de mí te fueste, con otra ansia no murió, sino con la incertedumbre de tu vida e persona. Por la qual absencia algunos años de su vejez sufrió angustiosa e cuydosa(302) vida. E al tiempo que della passó, embió por mí e en su secreto te me encargó e me dixo sin otro testigo, sino aquel, que es testigo de todas las obras e pensamientos e los coraçones e entrañas escudriña, al qual puso(303) entre él e mí, que te buscasse e allegasse e abrigasse e, quando de complida edad fueses, tal que en tu viuir [100] supieses tener manera e forma, te descubriesse adonde dexó encerrada tal copia de oro e plata, que basta(304) más que la renta de tu amo Calisto. E porque gelo prometí e con mi promessa lleuó descanso e la fe es de guardar, más que a los viuos, a los muertos, que no pueden hazer por sí, en pesquisa e seguimiento tuyo yo he gastado asaz tiempo e quantías(305), hasta agora, que ha plazido aquel, que todos los cuydados tiene e remedia las justas peticiones e las piadosas obras endereça, que te hallase aquí, donde solos ha tres días que sé que moras. Sin duda dolor he sentido, porque has por tantas partes vagado, e peregrinado, que ni has hauido prouecho ni ganado debdo ni amistad. Que, como Séneca nos dize(306), los peregrinos tienen muchas posadas e pocas amistades, porque en breue [101] tiempo con 41 ninguno no pueden firmar amistad. E el que está en muchos cabos, está en ninguno. Ni puede aprouechar el manjar a los cuerpos, que en comiendo se lança, ni ay cosa que más la sanidad impida, que la diuersidad e mudança e variación de los manjares. E nunca la llaga viene a cicatrizar, en la qual muchas melezinas se tientan. Ni conualesce la planta, que muchas veces es traspuesta. Ni ay cosa tan prouechosa, que en llegando aproueche. Por tanto, mi hijo, dexa los ímpetus de la juuentud e tórnate con la doctrina de tus mayores a la razón. Reposa en alguna parte. ¿E dónde mejor, que en mi voluntad, en mi ánimo, en mi consejo, a quien tus padres te remetieron? E yo, assí como verdadera madre tuya, te digo, so las malediciones, que tus padres te pusieron, si me fuesses inobediente, que por el presente sufras e siruas a este tu amo, que procuraste, hasta en ello hauer otro consejo mio. Pero no con necia lealtad, proponiendo firmeza sobre lo mouible, como son estos señores deste tiempo. E tú gana amigos, que es cosa durable. Ten con ellos constancia. No viuas en flores(307). Dexa los vanos prometimientos de los [102] señores, los cuales deshechan la substancia de sus siruientes con huecos e vanos prometimientos. Como la sanguijuela saca la sangre, desagradescen, injurian, oluidan seruicios, niegan galardón. ¡Guay de quien en palacio enuejece!(308) Como se escriue de la probática piscina, que de ciento que entrauan, sanaua vno. Estos señores deste tiempo más aman a sí, que a los suyos. E no yerran. Los suyos ygualmente lo deuen hazer. Perdidas son las mercedes, las magnificencias, los actos nobles. Cada vno destos catiua(309) e mezquinamente procuran su interesse con los suyos. Pues aquellos no deuen menos hazer, como sean(310) en facultades menores, sino viuir a su ley(311). Dígolo, fijo Pármeno, porque este tu amo, como dizen, me parece rompenecios(312): de todos se quiere seruir sin merced. Mira bien, créeme. En su casa cobra amigos(313), que es el mayor [103] precio mundano. Que con él no pienses tener amistad, como por la diferencia de los estados o condiciones pocas vezes contezca. Caso es ofrecido, como sabes, en que todos medremos e tú por el presente te remedies. Que lo al, que te he dicho, guardado te está a su tiempo. E mucho te aprouecharás siendo amigo de Sempronio. PÁRMENO.- Celestina, todo tremo en oyrte. No sé qué haga, perplexo estó. Por vna parte téngote por madre; por otra a Calisto por amo. Riqueza desseo; pero quien torpemente sube a lo alto, más ayna cae que subió(314). No quería bienes malganados. CELESTINA.- Yo sí. A tuerto o a derecho, nuestra casa hasta el techo(315). PÁRMENO.- Pues yo con ellos no viuiría contento e tengo por onesta cosa la pobreza alegre. E avn mas te digo, que no los que poco tienen son pobres; mas los que mucho dessean(316). E por esto, avnque más digas, no te creo en esta parte. Querría passar la vida sin embidia, los yermos [104] e aspereza sin temor, el sueño, sin sobresalto, las injurias con respuesta, las fuerças sin denuesto, las premias(317) con resistencia. CELESTINA.- ¡O hijo!, bien dizen que la prudencia s no puede ser sino en los viejos e tú mucho eres moço. PÁRMENO.- Mucho segura es la mansa pobreza(318). CELESTINA.- Mas di, como mayor, que la fortuna ayuda a los osados(319). E demás desto, ¿quién es, que tenga bienes en la república, que escoja viuir sin amigos? Pues, 42 loado Dios, bienes tienes. ¿E no sabes que has menester amigos para los conseruar? E no pienses que tu priuança con este señor te haze seguro; que quanto mayor es la fortuna, tanto es menos segura(320). E [105] por tanto, en los infortunios el remedio es a los amigos. ¿E a donde puedes ganar mejor este debdo, que donde las tres maneras de amistad concurren, conuiene a saber, por bien e prouecho e deleyte? Por bien: mira la voluntad de Sempronio conforme a la tuya e la gran similitud, que tú y él en la virtud teneys. Por prouecho: en la mano está(321), si soys concordes. Por deleyte: semejable(322) es, como seays en edad dispuestos para todo linaje de plazer, en que más los moços que los viejos se juntan, assí como para jugar, para vestir, para burlar, para comer e beuer, para negociar amores, juntos de compañía. ¡O si quisiesses, Pármeno, qué vida gozaríamos! Sempronio ama a Elicia, prima de Areusa. PÁRMENO.- ¿De Areusa? CELESTINA.- De Areusa. PÁRMENO.- ¿De Areusa, hija de Eliso? CELESTINA.- De Areusa, hija de Eliso. PÁRMENO.- ¿Cierto? CELESTINA.- Cierto. PÁRMENO.- Marauíllosa cosa es. CELESTINA.- ¿Pero bien te paresce? PÁRMENO.- No cosa mejor. [106] CELESTINA.- Pues tu buena dicha quiere, aquí está quién te la dará. PÁRMENO.- Mi fe, madre, no creo a nadie. CELESTINA.- Estremo es creer a todos e yerro no creer a niguno(323). PÁRMENO.- Digo que te creo; pero no me atreuo: déxame. CELESTINA.- ¡O mezquino! De enfermo coraçón es no poder sufrir el bien. Da Dios hauas a quien no tiene quixadas(324). ¡O simple! Dirás que a donde ay mayor entendimiento ay menor fortuna e donde más discreción allí es menor la fortuna! Dichos son(325). PÁRMENO.- ¡O Celestina! Oydo he a mis mayores que vn exemplo de luxuría o auaricia mucho malhaze e que con aquellos deue hombre conuersar, que le fagan mejor e aquellos dexar, a quien él mejores piensa hazer. E Sempronio, en su enxemplo, no me hará mejor ni yo a él sanaré su vicio. E puesto que yo a lo que dizes me incline, solo yo querría saberlo: porque a lo menos por el exemplo fuese oculto el pecado. E, [107] si hombre vencido del deleyte va contra la virtud, no se atreua a la honestad(326). 45 [113] El segundo aucto ARGUMENTO DEL SEGUNDO AUTO Partida Celestina de Calisto para su casa, queda Calisto hablando con Sempronio, criado suyo; al qual, como quien en alguna esperança puesto está, todo aguijar le parece tardança. Embía de sí a Sempronio a solicitar a Celestina para el concebido negocio. Quedan entretanto Calisto e Pármeno juntos razonando. CALISTO, PÁRMENO, SEMPRONIO. CALISTO.- Hermanos míos, cient monedas di a la madre. ¿Fize bien? SEMPRONIO.- ¡Hay!, ¡si fiziste bien! Allende de remediar tu vida, ganaste muy gran honrra. ¿E para qué es la fortuna fauorable e prospera, sino para seruir a la honrra, que es el mayor de los mundanos bienes? Que esto es premio e galardón de la virtud. E por esso la damos a Dios, porque no tenemos mayor cosa que le dar. La mayor parte de la qual(340) consiste en la liberalidad [114] e franqueza. A esta(341) los duros tesoros comunicables la escurecen e pierden e la magnificencia e liberalidad la ganan e subliman. ¿Qué aprouecha tener lo que se niega aprouechar? Sin dubda te digo que mejor es el vso de las riquezas, que la possesión dellas. ¡O qué glorioso es el dar! ¡O qué miserable es el recebir! Quanto es mejor el acto que la posessión, tanto es mas noble el dante qu' el recibiente. Entre los elementos, el fuego, por ser mas actiuo, es mas noble e en las esperas(342) puesto en mas noble lugar. E dizen algunos que la nobleza es vna alabanza, que prouiene de los merecimientos e antigüedad de los padres; yo digo que la agena luz nunca te hará claro, si la propia no tienes. E por tanto, no te estimes en la claridad de tu padre, que tan magnifico fue; sino en la tuya. E assí se gana la honrra, que es el mayor bien de los que son fuera de hombre(343). De lo qual no el malo, mas el bueno, como tú, es digno que tenga perfeta virtud. E avn te digo que la virtud perfeta no pone que sea fecha con digno honor. Por ende goza de hauer seydo assí magnifico e liberal. E de mi consejo, tórnate a la cámara e reposa, pues que tu negocio en tales manos está [115] depositado. De donde ten por cierto, pues el comienço lleuó bueno, el fin será muy mejor. E vamos luego, porque sobre este negocio quiero hablar contigo mas largo. CALISTO.- Sempronio, no me parece buen consejo quedar yo acompañado e que vaya sola aquella, que busca el remedio de mi mal; mejor será que vayas con ella e la aquexes(344), pues sabes que de su diligencia pende mi salud, de su tardança mi pena, de su oluido mi desesperança. Sabido eres, fiel te siento, por buen criado te tengo. Faz de manera, que en solo verte ella a ti, juzgue la pena, que a mí queda e fuego, que me 46 atormenta. Cuyo ardor me causó no poder mostrarle la tercia parte desta mi secreta enfermedad, según tiene(345) mi lengua e sentido ocupados e consumidos. Tú, como hombre libre de tal passión(346), hablarla has a rienda suelta. SEMPRONIO.- Señor, querría yr por complir tu mandado; querría quedar por aliuiar tu cuydado. Tu temor me aquexa; tu soledad me detiene. Quiero tomar consejo con la obediencia, que es yr e dar priessa a la vieja. ¿Mas como [116] yré? Que, en viéndote solo, dizes desuaríos de hombre sin seso, sospirando, gimiendo, maltrobando(347), holgando con lo escuro, deseando soledad, buscando nueuos modos de pensatiuo tormento. Donde, si perseueras, o de muerto o loco no podrás escapar, si siempre no te acompaña quien te allegue plazeres, diga donayres, tanga cançiones alegres, cante romances, cuente ystorias, pinte motes, finja cuentos, juegue a naypes, arme mates(348), finalmente que sepa buscar todo género de dulce passatiempo para no dexar trasponer tu pensamiento(349) en aquellos crueles desuíos, que rescebiste de aquella señora en el primer trance de tus amores. CALISTO.- ¿Como?, simple(350). ¿No sabes que aliuia la pena llorar la causa? ¿Quanto es dulce a los tristes quexar su passión? ¿Quanto descanso traen consigo los quebrantados sospiros? ¿Quanto relieuan(351) e disminuyen los lagrimosos [117] gemidos el dolor? Quantos escriuieron consuelos no dizen otra cosa. SEMPRONIO.- Lee mas adelante, buelue la hoja: fallarás que dizen que fiar en lo temporal e buscar materia de tristeza, que(352) es ygual género de locura. E aquel Macías(353), ydolo de los amantes, [118] del oluido porque le oluidaua, se quexava. En el contemplar está la pena de amor, en el oluidar el descanso. Huye de tirar cozes al aguijón. Finge alegría e consuelo e serlo ha. Que muchas vezes la opinión trae las cosas donde quiere, no para que mude la verdad; pero [119] para moderar nuestro sentido e regir nuestro juyzio. CALISTO.- Sempronio amigo, pues tanto sientes mi soledad, llama a Pármeno e quedará comigo e de aquí adelante sey, como sueles, leal, que en el seruicio del criado está el galardón del señor. PÁRMENO.- Aquí estoy señor. CALISTO.- Yo no, pues no te veya. No te partas della, Sempronio, ni me oluides a mí e ve con Dios. CALISTO.- Tú, Pármeno, ¿qué te parece de lo que oy ha pasado? Mi pena es grande, Melibea alta, Celestina sabia e buena maestra destos negocios. No podemos errar. Tú me la has aprouado con toda tu enemistad. Yo te creo. Que tanta es la fuerça de la verdad, que las lenguas de los enemigos trae a sí(354). Assí que, pues ella es tal, mas quiero dar a ésta cient monedas, que a otra cinco. [120] PÁRMENO.- ¿Ya lloras? ¡Duelos tenemos! ¡En ella se haurán de ayunar(355) estas franquezas! CALISTO.- Pues pido tu parecer, seyme agradable, Pármeno. No abaxes la cabeça al responder. Mas como la embidia es triste, la tristeza sin lengua, puede más contigo su voluntad, que mi temor. ¿Qué dixiste, enojoso? 47 PÁRMENO.- Digo, señor, que yrían mejor empleadas tus franquezas en presentes e seruicios a Melibea, que no dar dineros aquella, que yo me conozco e, lo que peor es, fazerte su catiuo. CALISTO.- ¿Cómo, loco, su catiuo? PÁRMENO.- Porque a quien dizes el secreto, das tu libertad(356). CALISTO.- Algo dize el necio; pero quiero que sepas que, quando ay mucha distancia del que ruega al rogado o por grauedad de obediencia o por señorío de estado o esquiuidad de género, como entre ésta mi señora e mí, es necessario intercessor o medianero, que suba de mano en mano mi mensaje hasta los oydos de aquella a quien yo segunda vez hablar tengo por impossible. E pues que así es, dime si lo fecho aprueuas. [121] PÁRMENO.- ¡Apruéuelo el diablo! CALISTO.- ¿Qué dizes? PÁRMENO.- Digo, señor, que nunca yerro vino desacompañado e que vn inconueniente es causa e puerta de muchos. CALISTO.- El dicho yo le aprueuo; el propósito no entiendo. PÁRMENO.- Señor, porque perderse el otro día el neblí(357) fue causa de tu entrada en la huerta de Melibea a le buscar, la entrada causa de la ver e hablar, la habla engendró amor, el amor parió tu pena, la pena causará perder tu cuerpo e alma e hazienda. E lo que más dello siento es venir a manos de aquella trotaconuentos(358), después de tres vezes emplumada(359). CALISTO.- ¡Assí, Pármeno, di más deso, que me agrada! Pues mejor me parece, quanto más la desalabas. Cumpla comigo e emplúmenla la quarta(360). Desentido eres(361), sin pena hablas: no te duele donde a mí, Pármeno. [122] PÁRMENO.- Señor, más quiero que ayrado me reprehendas, porque te dó enojo, que arrepentido me condenes, porque no te di consejo, pues perdiste el nombre de libre, quando cautiuaste tu voluntad. CALISTO.- ¡Palos querrá este vellaco! Di, malcriado, ¿por qué dizes mal de lo que yo adoro? E tú ¿qué sabes de honrra? Dime ¿qué es amor? ¿En qué consiste buena criança, qué te me vendes por discreto? ¿No sabes que el primer escalón de locura es creerse ser sciente(362)? Si tú sintiesses mi dolor, con otra agua rociarías aquella ardiente llaga, que la cruel frecha(363) de Cupido me ha causado. Quanto remedio Sempronio acarrea con sus pies, tanto apartas tú con tu lengua, con tus vanas palabras. Fingiéndote fiel, eres un terrón de lisonja, bote de malicias, el mismo mesón e aposentamiento de la embidia. Que por disfamar la vieja, a tuerto o a derecho, pones en mis amores desconfiança. Pues sabe que esta mi pena e flutuoso(364) dolor no se rige por razón, no quiere auisos, carece de consejo e, si alguno se le diere, tal que no aparte ni [123] desgozne(365) lo que sin las entrañas no podrá despegarse. Sempronio temió su yda e tu 50 Assí como: elado está el río, el ciego vee ya, [130] muerto es tu padre, vn rayo cayó, ganada es Granada(395), el Rey entra oy, el turco es vencido, eclipse ay mañana, la puente es lleuada, aquél [131] es ya obispo, a Pedro robaron, Ynés se ahorcó. ¿Qué me dirás, sino que a tres días passados o a la segunda vista, no ay quien dello se marauille? [132] Todo es assí, todo passa desta manera, todo se oluida, todo queda atrás. Pues assí será este amor de mi amo: quanto más fuere andando, tanto más disminuyendo. Que la costumbre luenga amansa los dolores, afloxa e deshaze los deleytes, desmengua las marauillas. Procuremos prouecho, mientra pendiere(396) la contienda. E si a pie enxuto(397) le pudiéremos remediar, lo mejor, mejor es; e sino, poco a poco le soldaremos el reproche o menosprecio de Melibea contra él. Donde no(398), más vale que pene el amo, que no que peligre el moço. CELESTINA.- Bien as dicho. Contigo estoy, agradado me has. No podemos errar. Pero todavía, hijo, es necessario que el buen procurador ponga de su casa algún trabajo, algunas fingidas razones, algunos sofísticos actos: yr e venir a juyzio, avnque reciba malas palabras del juez. Siquiera por los presentes, que lo vieren; no digan que se gana holgando el salario. E assí verná cada vno a él con su pleyto e a Celestina con sus amores. [133] SEMPRONIO.- Haz a tu voluntad, que no será éste el primer negocio, que has tomado a cargo. CELESTINA.- ¿El primero, hijo?, Pocas vírgines, a Dios gracias, has tú visto en esta cibdad, que hayan abierto tienda a vender, de quien yo no aya sido corredora de su primer hilado. En nasciendo la mochacha, la hago escriuir en mi registro, e esto para saber(399) quantas se me salen de la red. ¿Qué pensauas, Sempronio? ¿Auíame de mantener del viento? ¿Heredé otra herencia? ¿Tengo otra casa o viña? ¿Conócesme otra hazienda, más deste oficio? ¿De qué como e beuo? ¿De qué visto e calço? En esta cibdad nascida, en ella criada, manteniendo honrra, como todo el mundo sabe ¿conoscida pues, no soy? Quien no supíere mi nombre e mi casa tenle por estranjero. SEMPRONIO.- Dime, madre, ¿qué passaste con(400) mi compañero Pármeno, quando subí con Calisto por el dinero? CELESTINA.- Díxele el sueño e la soltura(401), e cómo [134] ganaría más con nuestra compañía, que con las lisonjas que dize a su amo; cómo viuiría siempre pobre e baldonado(402), sino mudaua el consejo; que no se hiziesse sancto a tal perra vieja(403) como yo; acordele quien era su madre, porque no menospreciase mi oficio; porque queriendo de mí dezir mal, tropeçasse primero en ella. SEMPRONIO.- ¿Tantos días ha que le conosces, madre? CELESTINA.- Aquí está Celestina, que le vido nascer e le ayudó a criar. Su madre e yo, vña e carne(404). Della aprendí todo lo mejor, que sé de mi oficio. Juntas comíamos, juntas dormíamos, juntas auíamos(405) nuestros solazes, nuestros plazeres, nuestros consejos e conciertos. En casa e fuera, como dos hermanas. Nunca blanca gané en que no touiesse su meytad(406). Pero no viuía yo [135] engañada, si mi fortuna quisiera que ella me durara. ¡O muerte, muerte! ¡A quantos priuas de agradable compañía! ¡A quantos desconsuela tu enojosa visitación! Por vno, que comes con tiempo, cortas mil en agraz. Que siendo ella viua, no fueran estos mis passos desacompañados. ¡Buen siglo 51 aya, que leal amiga e buena compañera me fue!(407) Que jamás me dexó hazer cosa en mi cabo(408), estando ella presente. Si yo traya el pan, ella la carne. Si yo ponía la mesa, ella los manteles. No loca, no fantástica ni presumptuosa, como las de agora. En mi ánima, descubierta se yua hasta el cabo de la ciudad con su jarro en la mano, que en todo el camino no oya peor de: Señora Claudina. E aosadas(409) que otra conoscía peor el vino e qualquier mercaduría. Quando, pensaua que no era llegada, era de buelta(410). Allá la combidauan, según el amor(411) todos le tenían. Que jamas boluía sin ocho o diez [136] gostaduras, vn açumbre en el jarro e otro en el cuerpo. Ansí le fiauan dos o tres arrobas en vezes(412), como sobre vna taça de plata. Su palabra era prenda de oro en quantos bodegones auía. Si yuamos por la calle, donde quiera que ouiessemos sed, entráuamos en la primera tauerna y luego mandaua echar medio açumbre para mojar la boca. Mas a mi cargo que(413) no te quitaron la toca por ello, sino quanto la rayauan en su taja, e andar adelante(414). Si tal fuesse agora su hijo, a mi cargo que tu amo quedasse sin pluma(415) e nosotros sin quexa. Pero yo lo haré de mi fierro, si viuo; yo le contaré en el número de los míos. SEMPRONIO.- ¿Cómo has pensado hazerlo, que es un traydor? CELESTINA.- A esse tal dos aleuosos(416). Harele auer a [137] Areusa. Será de los nuestros. Darnos ha lugar a tender las redes sin embaraço, por aquellas doblas de Calisto. SEMPRONIO.- ¿Pues crees que podrás alcançar algo de Melibea? ¿Ay algún buen ramo?(417) CELESTINA.- No ay çurujano, que a la primera cura juzgue la herida. Lo que yo al presente veo te diré. Melibea es hermosa, Calisto loco e franco. Ni a él penará gastar ni a mí andar. ¡Bulla moneda e dure el pleyto lo que durare! Todo lo puede el dinero(418): las peñas quebranta, los ríos passa en seco. No ay lugar tan alto, que vn asno cargado de oro no le suba(419). Su desatino e ardor basta para perder a sí e ganar a nosotros. Esto he sentido, esto he calado, esto sé dél e della, esto es lo que nos ha de aprouechar. A casa voy de Pleberio. Quédate adiós. Que, avnque esté braua Melibea, no es ésta, si a Dios ha plazido, la primera a quien yo he hecho perder [138] el cacarear. Coxquillosicas son todas; mas, después que vna vez consienten la silla en el enués del lomo, nunca querrían folgar. Por ellas queda el campo. Muertas sí; cansadas no. Si de noche caminan, nunca querrían que amaneciesse: maldizen los gallos porque anuncian el día e el relox porque da tan apriessa.(420) Requieren las cabrillas e el norte, haziéndose estrelleras. Ya quando veen salir el luzero del alua, quiéreseles salir el alma: su claridad les escuresce el coraçón. Camino es, hijo, que nunca me harté de andar. Nunca me vi cansada. E avn assí, vieja como soy, sabe Dios mi buen desseo(421). ¡Quanto más estas que hieruen sin fuego! Catiuanse del primer abraço, ruegan a quien rogó, penan por el penado, házense sieruas de quien eran señoras, dexan el mando e son mandadas, rompen paredes, abren ventanas, fingen enfermedades, a los cherriadores quicios de las puertas hazen con azeytes vsar su oficio sin ruydo. No te sabré dezir lo mucho que obra en ellas aquel dulçor, que les queda de los primeros besos de quien [139] aman. Son enemigas del medio; contino están posadas en los estremos. SEMPRONIO.- No te entiendo essos términos, madre. 52 CELESTINA.- Digo que la muger o ama mucho aquel de quien es requerida o le tiene grande odio. Assí que, si al querer, despiden, no pueden tener las riendas al desamor. E con esto, que sé cierto, voy más consolada a casa de Melibea, que si en la mano la touiesse. Porque sé que, avnque al presente la ruegue, al fin me ha de rogar; avnque al principio me amenaze, al cabo me ha de halagar. Aquí lleuo vn poco de hilado(422) en esta mi faltriquera, con otros aparejos, que comigo siempre traygo, para tener causa de entrar, donde mucho no soy conocida, la primera vez: assí como gorgueras, garuines(423), franjas, rodeos(424), tenazuelas, alcohol, aluayalde(425) e solimán, hasta agujas e alfileres. Que tal ay, que tal quiere. Porque donde me tomare la boz(426), me halle [140] apercebida para les echar ceuo o requerir de la primera vista. SEMPRONIO.- Madre, mira bien lo que hazes. Porque, cuando el principio se yerra, no puede seguirse buen fin. Piensa en su padre, que es noble e esforçado, su madre celosa e braua, tú la misma sospecha. Melibea es vnica a ellos: faltándoles ella, fáltales todo el bien. En pensallo tiemblo, no vayas por lana e vengas sin pluma(427). CELESTINA.- ¿Sin pluma, fijo? SEMPRONIO.- O emplumada, madre, que es peor. CELESTINA.- ¡Alahé, en malora(428) a ti he yo menester para compañero! ¡Avn si quisieses auisar a Celestina en su oficio! Pues quando tú naciste ya comía yo pan con corteza(429). ¡Para adalid eres tú bueno, cargado de agüeros e recelo! [141] SEMPRONIO.- No te marauilles, madre, de mi temor, pues es común condición humana que lo que mucho se dessea jamás se piensa ver concluydo. Mayormente que en este caso temo tu pena e mía. Desseo prouecho: querría que este negocio houiesse buen fin. No porque saliesse mi amo de pena, mas por salir yo de lazería(430). E assí miro más inconuenientes con mi poca esperiencia, que no tú como maestra vieja. ELICIA.- ¡Santiguarme(431) quiero, Sempronio! ¡Quiero hazer vna raya en el agua!(432) ¿Qué nouedad es esta, venir oy acá dos vezes? CELESTINA.- Calla, boua, déxale, que otro pensamiento traemos en que más nos va. Dime, ¿está [142] desocupada(433) la casa? ¿Fuese la moça, que esperaua al ministro? ELICIA.- E avn después vino otra e se fue. CELESTINA.- Sí, ¿que no embalde?(434) ELICIA.- No, en buena fe, ni Dios lo quiera. Que avnque vino tarde, más vale a quien Dios ayuda(435), etc. CELESTINA.- Pues sube presto al sobrado(436) alto de la solana e baxa acá el bote del azeyte serpentino, [143] que hallarás colgado del pedaço de la soga, que traxe del campo la otra noche, quando llovía e hazía escuro(437). E abre el arca de los lizos(438) e házia la mano derecha hallarás vn papel escrito con [144] sangre de morciégalo(439), debaxo de aquel ala de drago(440), a que sacamos ayer las vñas. [145] Mira, no derrames el agua de Mayo(441), que me traxeron a confecionar. 55 al esfuerço desayudó la fortuna(469). Ya veo su puerta. En mayores afrentas me he visto. ¡Esfuerça, esfuerça, Celestina! ¡No desmayes! Que nunca faltan rogadores para mitigar las penas(470). Todos los agüeros se adereçan fauorables o yo no sé nada desta arte. Quatro hombres, que he topado, a los tres llaman Juanes e los dos son cornudos(471). La primera palabra, [157] que oy por la calle, fue de achaque de amores. Nunca he tropeçado como otras vezes(472). Las [158] piedras parece que se apartan e me fazen lugar que passe. Ni me estoruan las haldas ni siento cansancio en andar. Todos me saludan. Ni perro me ha ladrado(473) ni aue negra he visto, tordo ni cueruo ni otras noturnas. E lo mejor de todo es que veo a Lucrecia(474) a la puerta de Melibea. Prima es de Elicia: no me será contraria. LUCRECIA.- ¿Quién es esta vieja, que viene haldeando(475)? CELESTINA.- Paz sea en esta casa. [159] LUCRECIA.- Celestina, madre, seas bienvenida. ¿Qual Dios te traxo por estos barrios no acostumbrados? CELESTINA.- Hija, mi amor, desseo de todos vosotros, traerte encomiendas de Elicia e avn ver a tus señoras, vieja e moça. Que después, que me mudé al otro barrio, no han sido de mi visitadas. LUCRECIA.- ¿A eso solo saliste de tu casa? Marauíllome de ti, que no es essa tu costumbre ni sueles dar passo sin prouecho. CELESTINA.- ¿Más prouecho quieres, boua, que complir hombre sus desseos? E también, como a las viejas nunca nos fallecen necessidades, mayormente a mí, que tengo de mantener hijas agenas, ando a vender vn poco de hilado. LUCRECIA.- ¡Algo es lo que yo digo! En mi seso estoy, que nunca metes aguja sin sacar reja(476). Pero mi señora la vieja vrdió vna tela: tiene necessidad dello e tu de venderlo. Entra e espera aquí, que no os desauenirés. ALISA(477).- ¿Con quien hablas, Lucrecia? [160] LUCRECIA.- Señora, con aquella vieja de la cuchillada(478), que solía viuir en las tenerías, a la cuesta del río. ALISA.- Agora la conozco menos. Si tú me das entender lo incógnito(479) por lo menos conocido, es coger agua en cesto(480). LUCRECIA.- ¡Jesú, señora!, más conoscida es esta vieja que la ruda. No sé como no tienes memoria de la que empicotaron(481) por hechizera, que vendía las moças a los abades e descasaua mill casados. ALISA.- ¿Qué oficio tiene?, quiça por aquí la conoceré mejor. LUCRECIA.- Señora, perfuma tocas, haze solimán e otros treynta officios. Conoce mucho en yeruas, cura niños e avn algunos la llaman la vieja lapidaria(482). [161] 56 ALISA.- Todo esso dicho no me la da a conocer; dime su nombre, si le sabes. LUCRECIA.- ¿Si le sé, señora? No ay niño ni viejo en toda la cibdad, que no le sepa: ¿hauíale yo de ignorar? ALISA.- ¿Pues por qué no le dizes? LUCRECIA.- ¡He vergüença! ALISA.- Anda, boua, dile. No me indignes con tu tardança. LUCRECIA.- Celestina, hablando con reuerencia(483), es su nombre. ALISA.- ¡Hy!, ¡hy!, ¡hy! ¡Mala landre te mate, si de risa puedo estar, viendo el desamor que deues de tener a essa vieja, que su nombre has vergüença nombrar! Ya me voy recordando della. ¡Vna buena pieça! No me digas más. Algo me verná a pedir. Di que suba. LUCRECIA.- Sube, tía(484). CELESTINA.- Señora buena, la gracia de Dios sea contigo e con la noble hija. Mis passiones e enfermedades han impedido mi visitar tu casa, como era razón; mas Dios conoce mis limpias [162] entrañas, mi verdadero amor, que la distancia de las moradas no despega el querer(485) de los coraçones. Assí que lo que mucho desseé, la necessidad me lo ha hecho complir. Con mis fortunas aduersas otras, me sobreuino mengua de dinero. No supe mejor remedio que vender vn poco de hilado, que para vnas toquillas tenía allegado. Supe de tu criada que tenías dello necessidad. Avnque pobre e no de la merced de Dios, veslo aquí, si dello e de mí te quieres seruir. ALISA.- Vezina honrrada, tu razón e ofrecimiento me mueuen a compassión e tanto, que quisiera cierto mas hallarme en tiempo de poder complir tu falta, que menguar tu tela. Lo dicho te agradezco. Si el hilado es tal, serte ha bien pagado. CELESTINA.- ¿Tal, señora? Tal sea mi vida e mi vejez e la de quien parte quisiere de mi jura(486). Delgado como el polo de la cabeça, ygual, rezio como cuerdas de vihuela, blanco como el copo de la nieue, hilado todo por estos pulgares, aspado e adreçado. Veslo aquí en madexitas. Tres monedas me dauan ayer por la onça, assí goze desta alma pecadora. [163] ALISA.- Hija Melibea, quédese esta muger honrrada contigo, que ya me parece que es tarde para yr a visitar a mi hermana, su muger de Cremes(487), que desde ayer no la he visto, e también que viene su paje a llamarme, que se le s arrezió desde vn rato acá el mal(488). CELESTINA. (Aparte).- Por aquí anda el diablo aparejando oportunidad, arreziando el mal a la otra. ¡Ea!, buen amigo, ¡tener rezio! Agora es mi tiempo o nunca. No la dexes, lléuamela de aquí a quien digo(489). ALISA.- ¿Qué dizes, amiga? 57 CELESTINA.- Señora, que maldito sea el diablo e mi pecado, porque en tal tiempo houo de crescer el mal de tu hermana, que no haurá para nuestro negocio oportunidad. ¿E qué mal es el suyo? ALISA.- Dolor de costado e tal que, según del moço supe que quedaua, temo no sea mortal. Ruega tú, vezina, por amor mío, en tus deuociones por su salud a Dios. [164] CELESTINA.- Yo te prometo, señora, en yendo de aquí, me vaya por essos monesterios, donde tengo frayles deuotos míos, e les dé el mismo cargo, que tú me das. E demás desto, ante que me desayune, dé quatro bueltas a mis cuentas. ALISA.- Pues, Melibea, contenta a la vezina en todo lo que razón fuere darle por el hilado. E tú, madre, perdóname, que otro día se verná en que más nos veamos. CELESTINA.- Señora, el perdón sobraría donde el yerro falta. De Dios seas perdonada, que buena compañía me queda. Dios la dexe gozar su noble juuentud e florida mocedad, que es el tiempo en que más plazeres e mayores deleytes se alcançarán. Que, a la mi fe, la vejez no es sino mesón de enfermedades(490), posada de pensamientos, amiga de renzillas, congoxa continua, llaga incurable, manzilla de lo passado, pena de lo presente, cuydado triste de lo por venir, vezina de la muerte, choça sin rama, que [165] se llueue por cada parte, cayado de mimbre, que con poca carga se doblega. MELIBEA.- ¿Por qué dizes, madre, tanto mal de lo que todo el mundo con tanta eficacia gozar e ver dessean(491)? CELESTINA.- Dessean harto mal para sí, dessean harto trabajo. Dessean llegar allá, porque llegando viuen e el viuir es dulce e viuiendo enuejescen(492). Assí que el niño dessea ser moço e el moço viejo e el viejo, más; avnque con dolor. Todo por viuir. Porque como dizen, biua la gallina con su pepita(493). Pero ¿quién te podría contar señora, sus daños, sus inconvenientes, sus fatigas, sus cuydados, sus enfermedades, su frío, su calor, su descontentamiento, su renzilla, [166] su pesadumbre, aquel arrugar de cara, aquel mudar de cabellos su primera e fresca color, aquel poco oyr, aquel debilitado ver, puestos los ojos a la sombra, aquel hundimiento de boca, aquel caer de dientes, aquel carecer de fuerça, aquel flaco andar, aquel espacioso comer(494)? Pues ¡ay, ay, señora!, si lo dicho viene acompañado de pobreza, allí verás callar todos los otros trabajos, quando sobra la gana e falta la prouisión; ¡que jamás sentí peor ahíto, que de hambre! MELIBEA.- Bien conozco que dize cada uno de la feria(495), segund le va en ella: assí que otra canción cantarán los ricos. CELESTINA.- Señora, hija, a cada cabo ay tres leguas de mal quebranto(496). A los ricos se les va [167] la bienaventurança, la gloria e descanso por otros alvañares de asechanças, que no se parescen, ladrillados por encima con lisonjas. Aquel(497) es rico que está bien con Dios. Más segura [168] cosa es ser menospreciado que temido. Mejor sueño duerme el pobre, que no el que tiene de guardar con solicitud lo que con trabajo ganó e con dolor ha de dexar. Mi amigo no será simulado e el del rico sí. Yo soy querida por mi persona; el rico por su hazienda. Nunca oye verdad, todos le hablan lisonjas a sabor de su paladar, todos le han embidia. Apenas hallarás vn rico, que no 60 CELESTINA.- El temor perdí mirando, señora, tu beldad. Que no puedo creer que en balde pintasse Dios vnos gestos más perfetos que otros, más dotados de gracias, más hermosas faciones; sino para fazerlos almazén de virtudes, de misericordia, de compassión, ministros de sus mercedes e dádiuas, como a ti. E pues como todos seamos humanos, nascidos para morir, sea cierto que no se puede dezir nacido el que [176] para sí solo nasció. Porque sería semejante a los brutos animales, en los quales avn ay algunos piadosos, como se dize del vnicornio(523), que se humilla a qualquiera donzella. El perro(524) con todo su ímpetu e braueza, quando viene a morder, si se echan en el suelo, no haze mal: esto de piedad. ¿Pues las aues? Ninguna cosa el gallo come, que no participe e llame las gallinas a comer dello. El pelicano(525) rompe el pecho por dar a sus hijos a comer de sus entrañas. Las cigüeñas mantienen otro tanto tiempo a [177] sus padres viejos en el nido, quanto ellos les dieron ceuo siendo pollitos(526). Pues tal conoscimiento dio la natura a los animales e aues, ¿por qué los hombres hauemos de ser mas crueles? ¿Por qué no daremos parte de nuestras gracias e personas a los próximos, mayormente, quando están embueltos en secretas enfermedades e tales que, donde está la melezina, salió la causa de la enfermedad? MELIBEA.- Por Dios, sin más dilatar, me digas quién es esse doliente, que de mal tan perplexo se siente, que su passión e remedio salen de vna misma fuente. CELESTINA.- Bien ternás, señora, noticia en esta cibdad de vn cauallero mancebo, gentilhombre de clara sangre, que llaman Calisto. MELIBEA.- ¡Ya, ya, ya! Buena vieja, no me digas más, no pases adelante. ¿Esse es el doliente por quien has fecho tantas premissas en tu demanda? ¿Por quien has venido a buscar la muerte para ti? ¿Por quien has dado tan dañosos passos, desuergonçada barvuda? ¿Qué siente esse perdido, que con tanta passión vienes? De locura será su mal. ¿Qué te parece? ¡Si me fallaras(527) [178] sin sospecha desse loco, con qué palabras me entrauas! No se dize en vano que el más empezible miembro del mal hombre o muger es la lengua. ¡Quemada seas, alcahueta falsa, hechizera, enemiga de onestad, causadora de secretos yerros! ¡Jesú, Jesú! ¡Quítamela, Lucrecia, de delante, que me fino(528), que no me ha dexado gota de sangre en el cuerpo! Bien se lo mereçe esto e más, quien a estas tales da oydos. Por cierto, si no mirasse a mi honestidad e por no publicar su osadía desse atreuido, yo te fiziera, maluada, que tu razón e vida acabaran en vn tiempo. CELESTINA. (Aparte).- ¡En hora mala acá vine, si me falta mi conjuro! ¡Ea pues!: bien sé a quien digo. ¡Ce, hermano, que se va todo a perder!(529) MELIBEA.- ¿Avn hablas entre dientes delante mí(530), para acrecentar mi enojo e doblar tu pena? ¿Querrías condenar mi onestidad por dar vida a vn loco? ¿Dexar a mí triste por alegrar a él e lleuar tú el prouecho de mi perdición, el [179] galardón de mí yerro? ¿Perderé destruyr la casa e la honrra de mi padre por ganar la de vna vieja maldita como tú? ¿Piensas que no tengo sentidas tus pisadas e entendido tu dañado mensaje? Pues yo te certifico que las albricias, que de aquí saques, no sean sino estoruarte de más ofender a Dios, dando fin a tus días. Respóndeme, traydora, ¿cómo osaste tanto fazer? CELESTINA.- Tu temor, señora, tiene ocupada mi desculpa. Mi inocencia me da osadía, tu presencia me turba en verla yrada e lo que más siento e me pena es recibir enojo sin razón ninguna. Por Dios, señora, que me dexes concluyr mi dicho, que ni él 61 quedará culpado ni yo condenada. E verás cómo es todo más seruicio de Dios, que passos deshonestos; más para dar salud al enfermo, que para dañar la fama al médico. Si pensara, señora, que tan de ligero hauías de conjecturar de lo passado nocibles sospechas, no bastara tu licencia para me dar osadía a hablar en cosa, que a Calisto ni a otro hombre tocasse. MELIBEA.- ¡Jesú! No oyga yo mentar más esse loco, saltaparedes(531), fantasma de noche, luengo [180] como cigüeña, figura de paramento(532) malpintado; si no, aquí me caeré muerta. ¡Este es el que el otro día me vido, e començó a desuariar comigo en razones, haziendo mucho del galán! Dirasle, buena vieja, que, si pensó que ya era todo suyo e quedaua por él el campo, porque holgué más de consentir sus necedades, que castigar su yerro, quise más dexarle por loco, que publicar su grande atreuimiento. Pues auísale que se aparte deste propósito e serle ha sano(533); sino, podrá ser que no aya comprado tan cara, habla en su vida. Pues sabe que no es vencido, sino el que se cree serlo, e yo quedé bien segura e él vfano. De los locos es estimar a todos los otros de su calidad(534). E tú tórnate con su mesma razón; que respuesta de mí otra no haurás ni la esperes. Que por demás es ruego a quien no puede hauer misericordia(535). E da gracias a Dios, pues tan libre vas desta feria. Bien me hauían dicho quien tu eras e auisado de tus propriedades, avnque agora no te conocía. [181] CELESTINA. (Aparte).- ¡Más fuerte estaua Troya e avn otras más brauas he yo amansado! Ninguna tempestad mucho dura. MELIBEA.- ¿Qué dizes, enemiga? Fabla, que te pueda oyr. ¿Tienes desculpa alguna para satisfazer mi enojo e escusar tu yerro e osadía? CELESTINA.- Mientras viuiere tu yra, más dañará mi descargo. Que estás muy rigurosa e no me marauillo: que la sangre nueua poca calor ha menester para heruir. MELIBEA.- ¿Poca calor? ¿Poco lo puedes llamar, pues quedaste tú viua e yo quexosa sobre tan gran atreuimiento? ¿Qué palabra podías tú querer para esse tal hombre, que a mí bien me estuuiesse? Responde, pues dizes que no has concluydo: ¡quiça pagarás lo passado! CELESTINA.- Vna oración, señora, que le dixeron que sabías de sancta Polonia para el dolor de las muelas(536). Assí mismo tu cordón, que es fama que ha tocado todas las reliquias, que ay en Roma e Jerusalem. Aquel cauallero, que dixe, pena e muere dellas. Esta fue mi venida. Pero, pues en mi dicha estaua tu ayrada respuesta, padézcase él su dolor, en pago de buscar tan desdichada mensajera. Que, pues en tu mucha [182] virtud me faltó piedad, también me faltará agua, si a la mar me embiara. Pero ya sabes que el deleyte de la vengança dura vn momento y el de la misericordia para siempre.(537) MELIBEA.- Si esso querías, ¿por qué luego no me lo espresaste? ¿Por qué me lo dixiste en tan pocas(538) palabras? CELESTINA.- Señora, porque mi limpio motiuo me hizo creer que, avnque en menos(539) lo propusiera, no se hauía de sospechar mal. Que, si faltó el deuido preámbulo, fue porque la verdad no es necessario abundar(540) de muchas colores. Compassión de su dolor, confiança de tu magnificencia ahogaron en mi boca al principio la espresión de la causa. E pues conosces, señora, que el dolor turba, la 62 turbación desmanda e altera la lengua, la qual hauía de estar siempre atada con el seso, ¡por Dios!, que no me culpes. E si el otro yerro ha fecho, no redunde en mi daño, pues no tengo otra culpa, sino ser mensajera [183] del culpado(541). No quiebre la soga por lo más delgado(542). No seas la telaraña(543), que no muestra su fuerça sino contra los flacos animales. No paguen justos por peccadores(544). Imita la diuina justicia, que dixo: El ánima que pecare, aquella misma muera(545); a la humana, que jamás condena al padre por el delicto del hijo ni al hijo por el del padre. Ni es, señora, razón que su atreuimiento acarree mi perdición. Avnque, según su merecimiento, no ternía en mucho que fuese él el delinquente e yo la condemnada. Que no es otro mi oficio, sino seruir a los semejantes: desto biuo e desto me arreo(546). Nunca fue mi voluntad enojar a vnos por agradar a otros, avnque ayan dicho a tu merced en mí absencia otra cosa. Al fin, señora, a la firme verdad el viento del vulgo, no la empece. Vna sola(547) soy en este limpio trato. En toda la ciudad [184] pocos tengo descontentos. Con todos cumplo, los que algo me mandan, como si touiesse veynte pies e otras tantas manos. MELIBEA.- No me marauillo, que vn solo maestro de vicios dizen que basta para corromper vn gran pueblo. Por cierto, tantos e tales loores me han dicho de tus falsas mañas, que no sé si crea que pedías oración. CELESTINA.- Nunca yo la reze e si la rezare no sea oyda, si otra cosa de mí se saque, avnque mill tormentos me diessen. MELIBEA.- Mi passada alteración me impide a reyr de tu desculpa. Que bien sé que ni juramento ni tormento te torcerá a dezir verdad, que no es en tu mano(548). CELESTINA.- Eres mi señora. Téngote de callar, hete yo de seruir, hasme tú de mandar. Tu mala palabra será víspera de vna saya. MELIBEA.- Bien la has merescido. CELESTINA.- Si no la he ganado con la lengua, no la he perdido con la intención. MELIBEA.- Tanto afirmas tu ignorancia, que me hazes creer lo que puede ser. Quiero pues en tu dubdosa desculpa tener la sentencia en [185] peso(549) e no disponer de tu demanda al sabor de ligera interpretación. No tengas en mucho ni te marauilles de mi passado sentimiento, porque concurrieron dos cosas en tu habla, que qualquiera dellas era bastante para me sacar de seso: nombrarme esse tu cauallero, que comigo se atreuió a hablar, e también pedirme palabra sin más causa, que no se podía sospechar sino daño para mi honrra. Pero pues todo viene de buena parte, de lo passado aya perdón. Que en alguna manera es aliuiado mi coraçón, viendo que es obra pía e santa sanar los passionados(550) e enfermos. CELESTINA.- ¡E tal enfermo, señora! Por Dios, si bien le conosciesses(551), no le juzgasses por el que has dicho e mostrado con tu yra. En Dios e en mi alma, no tiene hiel; gracias, dos mill: en franqueza, Alexandre; en esfuerço, Etor(552); gesto, de vn rey; gracioso, alegre; jamás reyna en él tristeza. De noble sangre, como sabes. [186] Gran justador, pues verlo armado, vn sant George. Fuerça e esfuerço, no tuuo Ercules tanta. La presencia e faciones, dispusición, desemboltura, otra lengua hauía menester para las contar. Todo junto semeja ángel del cielo. Por fe tengo que no era tan hermoso aquel 65 MELIBEA.- Mientra más ayna la houieras pedido, más de grado la houieras recabdado. Ve con Dios, que ni tu mensaje me ha traydo prouecho ni de tu yda me puede venir daño. 66 [193] El aucto quinto ARGUMENTO DEL QUINTO AUTO Despedida Celestina de Melibea, va por la calle hablando consigo misma entre dientes. Llegada a su casa, halló a Sempronio, que la aguardaua. Ambos van hablando hasta llegar a su casa de Calisto e, vistos por Pármeno, cuéntalo a Calisto su amo, el qual le mandó abrir la puerta. CALISTO, PÁRMENO, SEMPRONIO, CELESTINA. CELESTINA.- ¡O rigurosos trances! ¡O cruda osadía! ¡O gran sofrimiento! ¡E qué tan cercana estuue de la muerte, si mi mucha astucia no rigera con el tiempo las velas de la petición! ¡O amenazas de donzella braua! ¡O ayrada donzella! ¡O diablo a quien yo conjuré! ¿Cómo compliste tu palabra en todo lo que te pedí? En cargo te soy. Assí amansaste la cruel hembra con tu poder e diste tan oportuno lugar a mi habla quanto quise, con la absencia de su madre. ¡O vieja Celestina! ¿Vas alegre? Sábete [194] que la meytad(564) está hecha, quando tienen buen principio las cosas. ¡O serpentino azeyte! ¡O blanco filado! ¡Cómo os aparejastes todos en mi fauor! ¡O!, ¡yo rompiera todos mis atamientos(565) hechos e por fazer ni creyera en yeruas ni piedras ni en palabras! Pues alégrate, vieja, que más sacarás deste pleyto(566), que de quinze virgos, que renouaras, ¡O malditas haldas, prolixas e largas, cómo me estoruays de llegar adonde han de reposar mis nueuas! ¡O buena fortuna, cómo ayudas a los osados(567), e a los tímidos eres contraria! Nunca huyendo huye la muerte al couarde(568). ¡O quantas erraran en lo que yo he acertado! ¿Qué fizieran en tan fuerte estrecho(569) estas nueuas maestras de mi oficio, sino responder algo a Melibea, por donde se perdiera quanto yo con buen callar he ganado? Por esto dizen quien las sabe las tañe(570) e que es más cierto [195] médico el esperimentado que el letrado e la esperiencia e escarmiento haze los hombres arteros e la vieja, como yo, que alce sus haldas al passar del vado(571), como maestra. ¡Ay cordón, cordón! Yo te faré traer por fuerça, si viuo, a la que no quiso darme su buena habla de grado. SEMPRONIO.- O yo no veo bien o aquella es Celestina. ¡Válala el diablo, haldear que trae! Parlando viene entre dientes. CELESTINA.- ¿De qué te santiguas(572), Sempronio? Creo que en verme. 67 SEMPRONIO.- Yo te lo diré. La raleza(573) de las cosas es madre de la admiración; la admiración concebida en los ojos deciende al ánimo por ellos; el ánimo es forjado descubrillo por estas esteriores señales. ¿Quién jamás te vido por la calle, abaxada la cabeça, puestos los ojos en el suelo, e no mirar a ninguno como agora? ¿Quién te vido hablar entre dientes por las calles e venir aguijando, como quien va a ganar beneficio? [196] Cata que todo esto nouedad es para se marauillar quien te conoce. Pero esto dexado, dime, por Dios, con qué vienes. Dime si tenemos hijo o hija(574). Que desde que dio la vna te espero aquí e no he sentido mejor señal que tu tardança. CELESTINA.- Hijo, essa regla de bouos no es siempre cierta, que otra hora me pudiera más tardar e dexar allá las narizes; e otras dos narizes e lengua: e assí que, mientra(575) más tardasse, más caro me costasse. SEMPRONIO.- Por amor mío, madre, no passes de aquí sin me lo contar. CELESTINA.- Sempronio amigo, ni yo me podría parar ni el lugar es aparejado. Vente comigo. Delante Calisto oyrás marauillas. Que será desflorar(576) mi embaxada comunicándola con muchos. De mi boca quiero que sepa lo que se ha hecho. Que, avnque ayas de hauer alguna partizilla del prouecho, quiero yo todas las gracias del trabajo. SEMPRONIO.- ¿Partezilla, Celestina? Mal me parece eso que dizes. [197] CELESTINA.- Calla, loquillo, que parte o partezilla, quanto tú quisieres te daré. Todo lo mío es tuyo. Gozémonos e aprouechémonos, que sobre el partir nunca reñiremos. E también sabes tú quanta más necessidad tienen los viejos que los moços, mayormente tú que vas a mesa puesta(577). SEMPRONIO.- Otras cosas he menester más de comer. CELESTINA.- ¿Qué, hijo? ¡Una dozena de agujetas e vn torce para el bonete(578) e vn arco para andarte de casa en casa tirando a páxaros e aojando(579) páxaras(580) a las ventanas! Mochachas digo, bouo, de las que no saben bolar, que bien me entiendes. Que no ay mejor alcahuete para ellas que vn arco, que se puede entrar cada vno hecho moxtrenco(581), como dizen: en achaque de trama [198] etc.(582) ¡Mas ay, Sempronio, de quien tiene de mantener honrra e se va haziendo vieja como yo! SEMPRONIO. (Aparte).- ¡O lisonjera vieja! ¡O vieja llena de mal! ¡O cobdiciosa e auarienta garganta! También quiere a mí engañar como a mi amo, por ser rica. ¡Pues mala medra tiene! ¡No le arriendo la ganancia!(583) Que quien con modo torpe sube en lo alto, más presto cae, que sube. ¡O que mala cosa es de conocer el hombre! Bien dizen que ninguna mercaduría ni animal es tan difícil! ¡Mala vieja, falsa, es ésta! ¡El diablo me metió con ella! Más seguro me fuera huyr desta venenosa bíuora, que tomalla. Mía fue la culpa. Pero gane harto, que por bien o mal no negará la promessa. CELESTINA.- ¿Qué dizes, Sempronio? ¿Con quien hablas? ¿Viénesme royendo las haldas? ¿Por qué no aguijas? SEMPRONIO.- Lo que vengo diziendo, madre mía(584), es que no me marauillo que seas mudable, que [199] sigues el camino de las muchas(585). Dicho me auías que 70 [203] El aucto sesto ARGUMENTO DEL SESTO AUTO Entrada Celestina en casa de Calisto, con grande afición e desseo Calisto le pregunta de lo que le ha acontescido con Melibea. Mientra ellos están hablando, Pármeno, oyendo fablar a Celestina, de su parte contra Sempronio a cada razón le pone vn mote, reprehendiéndolo Sempronio. En fin, la vieja Celestina le descubre todo lo negociado e vn cordón de Melibea. E, despedida de Calisto, vase para su casa e con ella Pármeno. CALISTO, CELESTINA, PÁRMENO, SEMPRONIO. CALISTO.- ¿Qué dizes, señora e madre mía? CELESTINA.- ¡O mi señor Calisto! ¿E aquí estás? ¡O mi nueuo amador de la muy hermosa Melibea e con mucha razón! ¿Con qué pagarás a la vieja, que oy ha puesto su vida al tablero por tu seruicio? ¿Qual muger jamás se vido en tan estrecha afrenta como yo, que en tornallo a pensar se me menguan e vazían todas las venas de mi cuerpo, de sangre? Mi vida diera [204] por menor precio, que agora daría este manto raydo e viejo. PÁRMENO.- Tú dirás lo tuyo: entre col e col lechuga(594). Sobido has vn escalón; más adelante te espero a la saya. Todo para ti e no nada de que puedas dar parte. Pelechar(595) quiere la vieja. Tú me sacarás a mí verdadero e a mi amo loco. No le pierdas palabra, Sempronio, e verás cómo no quiere pedir dinero, porque es diuisible. SEMPRONIO.- Calla, hombre desesperado, que te matará Calisto si te oye. CALISTO.- Madre mía, abreuia tu razón o toma esta espada e mátame. PÁRMENO.- Temblando está el diablo como azogado: no se puede tener en sus pies, su lengua le querría prestar para que fablasse presto, no es mucha su vida, luto hauremos de medrar destos amores. CELESTINA.- ¿Espada, señor, o qué? ¡Espada mala mate a tus enemigos e a quien mal te quiere!, que yo la vida te quiero dar con buena esperança, que traygo de aquella, que tú mas amas. [205] CALISTO.- ¿Buena esperança, señora? 71 CELESTINA.- Buena se puede dezir, pues queda abierta puerta para mi tornada e antes me recibirá a mí con esta saya rota, que a otro con seda e brocado. PÁRMENO.- Sempronio, cóseme esta boca, que no lo puedo sofrir. ¡Encaxado ha la saya! SEMPRONIO.- ¿Callarás, por Dios, o te echaré dende(596) con el diablo? Que si anda rodeando su vestido, haze bien, pues tiene dello necessidad. Que el abad de dó canta de allí viste.(597) PÁRMENO.- E avn viste como canta. E esta puta vieja querría en vn día por tres pasos desechar todo el pelo malo(598), quanto en cincuenta años no ha podido medrar. SEMPRONIO.- ¿Todo esso es lo que te castigó(599) e el conoscimiento que os teníades e lo que te crió? [206] PÁRMENO.- Bien sofriré mas que pida e pele(600); pero no todo para su prouecho. SEMPRONIO.- No tiene otra tacha sino ser cobdiciosa; pero déxala, varde(601) sus paredes, que después vardará las nuestras o en mal punto nos conoció. CALISTO.- Dime, por Dios, señora, ¿qué fazía? ¿Cómo entraste? ¿Qué tenía vestido? ¿A qué parte de casa estaua? ¿Qué cara te mostró al principio? CELESTINA.- Aquella cara, señor, que suelen los brauos toros mostrar contra los que lançan las agudas frechas(602) en el coso, la que los monteses puercos contra los sabuesos, que mucho los aquexan. CALISTO.- ¿E a essas llamas señales de salud? Pues ¿quáles serán mortales? No por cierto la misma muerte: que aquella aliuio sería en tal caso deste mi tormento, que es mayor e duele más. SEMPRONIO.- ¿Estos son los fuegos pasados de mi [207] amo? ¿Qué es esto? ¿No ternía este hombre sofrimiento para oyr lo que siempre ha deseado? PÁRMENO.- ¡E que calle yo, Sempronio! Pues, si nuestro amo te oye, tan bien te castigará a ti como a mí. SEMPRONIO.- ¡O mal fuego te abrase! Que tú fablas en daño de todos e yo a ninguno ofendo. ¡O! ¡Intolerable pestilencia e mortal te consuma, rixoso(603), embidioso, maldito! ¿Toda esta es la amistad, que con Celestina e comigo hauías concertado? ¡Vete de aquí a la mala ventura! CALISTO.- Si no quieres, reyna e señora mía, que desespere e vaya mi ánima condenada a perpetua pena, oyendo essas cosas, certifícame breuemente si houo buen fin tu demanda gloriosa e la cruda e rigurosa muestra de aquel gesto angélico e matador; pues todo esso más es señal de odio, que de amor. CELESTINA.- La mayor gloria, que al secreto oficio de la abeja se da, a la qual los discretos deuen imitar, es que todas las cosas por ella tocadas conuierte en mejor de lo 72 que son. Desta manera me he hauido con las çahareñas razones e esquiuas de Melibea. Todo su rigor traygo conuertido en miel, su yra en mansedumbre, su aceleramiento [208] en sosiego. ¿Pues, a qué piensas que yua allá la vieja Celestina, a quien tú, demás de su merecimiento, magníficamente galardonaste, sino ablandar(604) su saña, sofrir su acidente, a ser escudo de tu absencia, a recebir en mi manto los golpes, los desuíos, los menosprecios, desdenes, que muestran aquellas en los principios de sus requerimientos de amor, para que sea después en mas tenida su dádiua? Que a quien más quieren, peor hablan. E si assí no fuesse, ninguna diferencia hauría entre las públicas, que aman, a las escondidas donzellas, si todas dixesen sí a la entrada de su primer requerimiento, en viendo que de alguno eran amadas. Las quales, avnque están abrasadas e encendidas de viuos fuegos de amor, por su honestidad muestran vn frío esterior, vn sosegado vulto, vn aplazible(605) desuío, vn constante ánimo e casto propósito, vnas palabras agras(606), que la propia lengua se marauilla del gran sofrimiento suyo, que la fazen forçosamente confessar el contrario de lo que sienten. Assí que para [209] que tú descanses e tengas reposo, mientra te contare por estenso el processo de mi habla e la causa que tuue para entrar, sabe que el fin de su razón e habla fue muy bueno CALISTO.- Agora, señora, que me has dado seguro, para que ose esperar todos los rigores de la respuesta, di quanto mandares e como quisieres; que yo estaré atento. Ya me reposa el coraçón, ya descansa mi pensamiento, ya reciben las venas e recobran su perdida sangre, ya he perdido temor, ya tengo alegría. Subamos, si mandas, arriba. En mi cámara me dirás por estenso lo que aquí he sabido en suma. CELESTINA.- Subamos, señor. PÁRMENO.- ¡O sancta María! ¡Y qué rodeos busca este loco por huyr de nosotros, para poder llorar a su plazer con Celestina de gozo y por descubrirle mill secretos de su liuiano e desuariado apetito, por preguntar y responder seys vezes cada cosa, sin que esté presente quien le pueda dezir que es prolixo! Pues mándote(607) yo, desatinado, que tras ti vamos. CALISTO.- Mirá, señora, qué fablar trae Pármeno, cómo se viene santiguando de oyr lo que has hecho con tu gran diligencia. Espantado está, por mi fe, señora Celestina. Otra vez se santigua. [210] Sube, sube, sube y asiéntate, señora, que de rodillas quiero escuchar tu suaue respuesta. Dime luego la causa de tu entrada, qué fue. CELESTINA.- Vender vn poco de hilado, con que tengo caçadas más de treynta de su estado, si a Dios ha plazido, en este mundo e algunas mayores. CALISTO.- Esso será de cuerpo, madre; pero no de gentileza, no de estado, no de gracia e discreción, no de linaje, no de presunción con merecimiento, no en virtud, no en habla. PÁRMENO.- Ya escurre eslauones(608) el perdido. Ya se desconciertan sus badajadas. Nunca da menos de doze; siempre está hecho relox de mediodía. Cuenta, cuenta, Sempronio, que estás desbauando(609) oyéndole a él locuras e a ella mentiras. SEMPRONIO.- ¡Maldeziente venenoso! ¿Por qué cierras las orejas a lo que todos los del mundo las aguzan, hecho serpiente, que huye la boz del encantador? Que solo 75 CELESTINA.- Vn cordón, que ella trae contino ceñido, diziendo que era prouechoso para tu mal, porque hauía tocado muchas reliquias. CALISTO.- ¿Pues qué dixo? CELESTINA.- ¡Dame albricias! Decírtelo he. CALISTO.- ¡O!, por Dios, toma toda esta casa e quanto en ella ay e dímelo o pide lo que querrás. CELESTINA.- Por vn manto, que tu des a la vieja, te dará en tus manos el mesmo, que en su cuerpo ella traya. CALISTO.- ¿Qué dizes de manto? E saya e quanto yo tengo. CELESTINA.- Manto he menester e éste terné yo en harto. No te alargues más. No pongas sospechosa [218] duda en mi pedir. Que dizen que ofrescer mucho al que poco pide es especie de negar. CALISTO.-¡Corre! Pármeno, llama a mi sastre e corte luego vn manto e vna saya de aquel contray(617), que se sacó para frisado. PÁRMENO.- ¡Assí, assí! A la vieja todo, porque venga cargada de mentiras como abeja e a mí que me arrastren. Tras esto anda ella oy todo el día con sus rodeos. CALISTO.- ¡De qué gana va el diablo! No ay cierto tan malseruido hombre como yo, manteniendo moços adeuinos, reçongadores, enemigos de mi bien. ¿Qué vas, vellaco, rezando? Embidioso, ¿qué dizes, que no te entiendo? Ve donde te mando presto e no me enojes, que harto basta mi pena para acabar: que también haurá para ti sayo en aquella pieça. PÁRMENO.- No digo, señor, otra cosa, sino que es tarde para que venga el sastre. CALISTO.- ¿No digo yo que adeuinas?(618) Pues quédese para mañana. E tu, señora, por amor mío te sufras, que no se pierde lo que se dilata. E [219] mándame mostrar aquel sancto cordón, que tales miembros fue digno de ceñir. ¡Gozarán mis ojos con todos los otros sentidos, pues juntos han sido apassionados! ¡Gozará mi lastimado coraçón, aquel que nunca recibió momento de plazer, después que aquella señora conoció! Todos los sentidos le llegaron, todos acorrieron a él con sus esportillas de trabajo. Cada vno le lastimó quanto más pudo: los ojos en vella, los oydos en oylla, las manos en tocalla. CELESTINA.- ¿Que la has tocado dizes? Mucho me espantas. CALISTO.- Entre sueños, digo. CELESTINA.- ¿En sueños? CALISTO.- En sueños la veo tantas noches, que temo me acontezca como a Alcibíades(619) o a Sócrates, [220] que el uno soñó que se veya embuelto en el manto de 76 su amiga e otro día matáronle, e no houo quien le alçasse de la calle ni cubriesse, sino ella con su manto; el otro via(620) que le llamavan por nombre e murió dende a tres días; pero en vida o en muerte, alegre me sería vestir su vestidura. CELESTINA.- Asaz tienes pena, pues, quando los otros reposan en sus camas, preparas tú el trabajo para sofrir otro día. Esfuerçate, señor, que no hizo Dios a quien desamparasse. Da espacio a tu desseo. Toma este cordón, que, si yo no me muero, yo te daré a su ama. CALISTO.- ¡O nueuo huésped! ¡O bienauenturado cordón, que tanto poder e merescimiento touiste de ceñir aquel cuerpo, que yo no soy digno de seruir! ¡O ñudos de mi pasión, vosotros enlazastes mis desseos! ¡Dezime si os hallastes presentes en la desconsolada respuesta de aquella a quien vosotros seruís e yo adoro e, por más que trabajo noches e días, no me vale ni aprouecha! CELESTINA.- Refrán viejo es: quien menos procura, [221] alcança más bien(621). Pero yo te haré procurando conseguir lo que siendo negligente no haurías. Consuélate, señor, que en vna hora no se ganó Çamora(622); pero no por esso desconfiaron los combatientes. CALISTO.- ¡O desdichado! Que las cibdades están con piedras cercadas e a piedras, piedras las vencen; pero esta mi señora tiene el coraçón de azero. No ay metal, que con él pueda; no ay tiro, que le melle. Pues poned escalas en su muro: vnos ojos tiene con que echa saetas, vna lengua de reproches e desuíos, el asiento tiene en parte, que media legua no le pueden poner cerco. CELESTINA.- ¡Callá(623), señor!, que el buen atreuimiento de vn solo hombre ganó a Troya(624). No desconfíes, que vna muger puede ganar otra. Poco has tratado mi casa: no sabes bien lo que yo puedo. [222] CALISTO.- Quanto, dixeres, señora, te quiero creer, pues tal joya como esta me truxiste. ¡O mi gloria e ceñidero de aquella angélica cintura! Yo te veo e no lo creo. ¡O cordón, cordón! ¿Fuisteme tú enemigo? Dilo cierto. Si lo fuiste, yo te perdono, que de los buenos es propio las culpas perdonar. No lo creo: que, si fueras contrario, no vinieras tan presto a mi poder, saluo si vienes a desculparte. Conjúrote me respondas, por la virtud del gran poder, que aquella señora sobre mí tiene. CELESTINA.- Cessa ya, señor, esse deuanear, que a mí tienes cansada de escucharte e al cordón, roto de tratarlo. CALISTO.- ¡O mezquino de mí! Que asaz bien me fuera del cielo otorgado, que de mis braços fueras fecho e texido, no de seda como eres, porque ellos gozaran cada día de rodear e ceñir con deuida reuerencia aquellos miembros, que tú, sin sentir ni gozar de la gloria, siempre tienes abraçados. ¡O qué secretos haurás visto de aquella excelente ymagen! CELESTINA.- Más verás tú e con más sentido, si no lo pierdes fablando lo que fablas. 77 CALISTO.- Calla y señora, que él e yo nos entendemos. ¡O mis ojos! Acordaos cómo fuistes causa e puerta, por donde fue mi coraçón llagado, e que aquel es visto fazer daño, que da la causa. Acordaos que soys debdores de la [223] salud. Remirá la medezina, que os viene hasta casa. SEMPRONIO.- Señor, por holgar con el cordón, no querrás gozar de Melibea. CALISTO.- ¡Qué loco, desuariado, atajasolazes(625)! ¿Cómo es esso? SEMPRONIO.- Que mucho fablando matas a ti e a los que te oyen. E assí que perderás la vida o el seso. Qualquiera que falte, basta para quedarte ascuras(626). Abreuia tus razones: darás lugar a las de Celestina. CALISTO.- ¿Enójote, madre, con mi luenga razón o está borracho este moço? CELESTINA.- Avnque no lo esté, deues, señor, cessar tu razón, dar fin a tus luengas querellas, tratar al cordón como cordón, porque sepas fazer diferencia de fabla, quando con Melibea te veas: no haga tu lengua yguales la persona e el vestido. CALISTO.- ¡O mi señora, mi madre, mi consoladora! Déjame gozar con este mensajero de mi gloria. ¡O lengua mía!, ¿por qué te impides en otras razones, dexando de adorar presente la excellencia de quien por ventura jamás verás en tu poder? ¡O mis manos!, con qué atreuimiento, con quán poco acatamiento teneys y [224] tratays la triaca(627) de mi llaga! Ya no podrán empecer las yeruas, que aquel crudo caxquillo(628) traya embueltas en su aguda punta. Seguro soy, pues quien dio la herida la cura. ¡O tú, señora, alegría de las viejas mugeres, gozo de las moças, descanso de los fatigados como yo! No me fagas más penado con tu temor, que faze mi vergüença. Suelta la rienda a mi contemplación, déxame salir por las calles con esta joya, porque los que me vieren, sepan que no ay más bienandante(629) hombre que yo. SEMPRONIO.- No afistoles tu llaga cargándola de más desseo. No es, señor, el solo cordón del que pende tu remedio. CALISTO.- Bien lo conozco; pero no tengo sofrimiento para me abstener de adorar tan alta empresa(630). [225] CELESTINA.- ¿Empresa? Aquella es empresa, que de grado es dada; pero ya sabes que lo hizo por amor de Dios, para guarecer(631) tus muelas, no por el tuyo, para cerrar tus llagas. Pero si yo viuo, ella boluerá la hoja(632). CALISTO.- ¿E la oración? CELESTINA.- No se me dio por agora. CALISTO.- ¿Qué fue la causa? CELESTINA.- La breuedad del tiempo; pero quedó, que si tu pena no afloxase, que tornasse mañana por ella. CALISTO.- ¿Afloxar? Entonce afloxará mi pena, quando su crueldad. 80 [231] El sétimo aucto ARGUMENTO DEL SÉTIMO AUTO Celestina habla con Pármeno, induziéndole a concordia e amistad de Sempronio. Tráele Pármeno a memoria la promessa, que le hiziera, de le fazer auer a Areusa, qu' él mucho amaua. Vanse a casa de Areusa. Queda ay la noche Pármeno. Celestina va para su casa. Llama a la puerta. Elicia le viene a abrir, increpándole su tardança. PÁRMENO, CELESTINA, AREUSA, ELICIA. CELESTINA.- Pármeno hijo, después de las passadas razones, no he hauido oportuno tiempo para te dezir e mostrar el mucho amor, que te tengo e asimismo cómo de mi hoca todo el mundo ha oydo hasta agora en absencia bien de ti. La razón no es menester repetirla, porque yo te tenía por hijo, a lo menos quasi adotiuo, e assí que imitavas a natural; e tú dasme el pago en mi presencia, paresciéndote mal quanto digo, susurrando e murmurando contra mí en presencia de Calisto. Bien pensaua yo que, después [232] que concediste en mi buen consejo, que no hauías de tornarte atrás. Todavía me parece que te quedan reliquias vanas, hablando por antojo, más que por razón. Desechas el prouecho por contentar la lengua. Óyeme, si no me has oydo, e mira que soy vieja e el buen consejo mora en los viejos e de los mancebos es propio el deleyte. Bien creo que de tu yerro sola la edad tiene culpa. Espero en Dios(637) que serás mejor para mí de aquí adelante, e mudarás el ruyn propósito con la tierna edad. Que, como disen, múdanse costumbres con la mudança del cabello e variación; digo, hijo, cresciendo e viendo cosas nueuas cada día. Porque la mocedad en solo lo presente se impide e ocupa a mirar; mas la madura edad no dexa presente ni passado ni por venir. Si tú touieras memoria, hijo Pármeno, del pasado amor, que te tuue, la primera posada, que tomaste venido nueuamente en esta cibdad, auía de ser la mía. Pero los moços curays poco de los viejos. Regísvos a sabor de paladar. Nunca pensays que teneys ni haueys de tener necessidad dellos. Nunca pensays en enfermedades. Nunca pensays que os puede faltar esta florezilla de juuentud. Pues mira, amigo, que para tales necessidades, como [233] estas, buen acorro(638) es vna vieja conoscida, amiga, madre e más que madre, buen mesón para descansar sano, buen hospital para sanar enfermo, buena bolsa para necessidad, buena arca para guardar dinero en prosperidad, buen fuego de inuierno rodeado de asadores, buena sombra de verano, buena tauerna para comer e beuer. ¿Qué dirás, loquillo, a todo esto? Bien sé que estás confuso por lo que oy has hablado. Pues no quiero más de ti. Que Dios no pide más del pecador, de arrepentirse e emendarse. Mira a Sempronio. Yo le fize hombre, de Dios en ayuso(639). Querría que fuesedes como hermanos, porque, estando bien con él, con tu amo e con todo el mundo lo estarías. Mira que es bienquisto, diligente, palanciano(640), buen seruidor, gracioso. Quiere tu 81 amistad. Crecería vuestro prouecho, dandoos el vno al otro la mano(641) ni aun havría más privados con vuestro amo, que vosotros. E pues sabe que es menester que ames, si quieres ser amado, que no se tornan truchas(642), [234] etc., ni te lo deue Sempronio de fuero, simpleza es no querer amar e esperar de ser amado, locura es pagar el amistad con odio. PÁRMENO.- Madre(643), para contigo digo que mi segundo yerro te confiesso e, con perdón de lo passado, quiero que ordenes lo por venir. Pero con Sempronio me paresce que es impossible sostenerse mi amistad. El es desuariado, yo malsufrido: conciértame essos amigos(644). CELESTINA.- Pues no era essa tu condición. PÁRMENO.- A la mi fe, mientra más fue creciendo, mas la primera paciencia me oluidaua. No soy el que solía e assímismo Sempronio no ay ni tiene en que me aproueche. CELESTINA.- El cierto amigo en la cosa incierta se [235] conosce, en las aduersidades se prueua(645). Entonces se allega e con más desseo visita la casa, que la fortuna próspera desamparó. ¿Qué te diré, fijo, de las virtudes del buen amigo(646)? No ay cosa más amada ni más rara. Ninguna carga rehusa. Vosotros soys yguales. La paridad de las costumbres e la semejança de los coraçones es la que más la sostiene. Cata, hijo, que, si algo tienes, guardado se te está. Sabe tú ganar más, que aquello ganado lo fallaste. Buen siglo aya aquel padre, que lo trabajó. No se te puede dar hasta que viuas más reposado e vengas en edad complida. PÁRMENO.- ¿A qué llamas reposado, tía? CELESTINA.- Hijo, a viuir por ti, a no andar por casas agenas, lo qual siempre andarás, mientra no te supieres aprouechar de tu seruicio. Que de lástima, que houe de verte roto, pedí oy manto, como viste, a Calisto. No por mi manto; pero porque, estando el sastre en casa e tú delante sin sayo, te le diesse. Assí que, no por mi prouecho, como yo sentí que dixiste; más por el tuyo. Que si esperas al ordinario galardón destos galanes, es tal, que lo que en diez años sacarás atarás en la manga(647). Goza tu [236] mocedad, el buen día, la buena noche, el buen comer o beuer. Quando pudieres hauerlo, no lo dexes. Piérdase lo que se perdiere. No llores tú la fazienda, que tu amo heredó, que esto te lleuarás deste mundo, pues no le tenemos más de por nuestra vida. ¡O hijo mío Pármeno! Que bien te puedo dezir fijo, pues tanto tiempo te crié. Toma mi consejo, pues sale con limpio deseo de verte en alguna honrra. ¡O quan dichosa me hallaría en que tú e Sempronio estuuiesedes muy conformes, muy amigos, hermanos en todo, viéndoos venir a mi pobre casa a holgar, a verme e avn a desenojaros con sendas mochachas! PÁRMENO.- ¿Mochachas, madre mía? CELESTINA.- ¡Alahé! Mochachas digo; que viejas, harto me soy yo. Qual se la tiene Sempronio e avn sin hauer tanta razón ni tenerle tanta afición como a ti. Que de las entrañas me sale quanto te digo. PÁRMENO.- Señora, ¿no viues engañada? 82 CELESTINA.- E avnque lo viua(648), no me pena mucho, que también lo hago por amor de Dios e por verte solo en tierra agena e más por aquellos huessos de quien te me encomendó. Que tú serás [237] hombre e vernás en buen conocimiento e verdadero e dirás: la vieja Celestina bien me consejaua. PÁRMENO.- E avn agora lo siento(649); avnque soy moço. Que, avnque oy veyas que aquello dezía, no era porque me paresciesse mal lo que tú fazías; pero porque veya que le consejaua yo lo cierto e me daua malas gracias. Pero de aquí adelante demos tras él. Faz de las tuyas, que yo callaré. Que ya tropecé en no te creer cerca deste negocio con él. CELESTINA.- Cerca deste e de otros tropeçarás e caerás, mientra no tomares mis consejos, que son de amiga verdadera. PÁRMENO.- Agora doy por bienempleado el tiempo, que siendo niño te seruí, pues tanto fruto trae para la mayor edad. E rogaré a Dios por el anima de mi padre, que tal tutriz(650) me dexó e de mi madre, que a tal muger me encomendó. CELESTINA.- No me la nombres, fijo, por Dios, que se me hinchen los ojos de agua. ¿E tuue yo en este mundo otra tal amiga? ¿Otra tal compañera? ¿Tal aliuiadora de mis trabajos e fatigas? ¿Quién suplía mis faltas? ¿Quién sabía [238] mis secretos? ¿A quién descubría mi coraçón? ¿Quién era todo mi bien e descanso, sino tu madre, más que mi hermana e comadre? ¡O qué graciosa era! ¡O qué desembuelta, limpia, varonil! Tan sin pena ni temor se andaua a media noche de cimenterio en cimenterio(651), buscando aparejos para nuestro oficio, como de día. Ni dexava christianos ni moros ni judíos, cuyos enterramientos no visitaua. De día los acechaua, de noche los desterraua. Assí se holgaua cola la noche escura, como tú con el día claro; dezía que aquella era capa de pecadores(652). ¿Pues [239] maña no tenía con todas las otras gracias? Una cosa te diré, porque veas qué madre perdiste; avnque era para callar. Pero contigo todo passa. Siete dientes quitó a vn ahorcado(653) con vnas tenazicas de pelacejas(654), mientra yo le descalcé los çapatos. Pues entrava en vn cerco(655) mejor que [240] yo e con más esfuerço; avnque yo tenía farto buena fama, más que agora, que por mis pecados todo se oluidó con su muerte. ¿Qué más quieres, sino que los mesmos diablos la hauían miedo? Atemorizados e espantados los tenía con las crudas bozes, que les daua(656). Assí era ella dellos conoscida, como tú en tu casa. Tumbando(657) venían vnos sobre otros a su llamado. No le osauan dezir mentira(658), según la fuerça con que los apremiaua. Después que la perdí, jamás les oy verdad. PÁRMENO.- No la medre Dios más a esta vieja, que ella me da plazer con estos loores de sus palabras. CELESTINA.- ¿Qué dizes, mi honrrado Pármeno mi hijo e más que hijo? PÁRMENO.- Digo que ¿cómo tenía esa ventaja mi madre, pues las palabras que ella e tú dezíades eran todas vnas? CELESTINA.- ¿Cómo? ¿E deso te marauillas? ¿No sabes que dize el refrán que mucho va de Pedro [241] a Pedro(659)? Aquella gracia de mi comadre no la alcançáuamos todas. ¿No as visto en los oficios vnos buenos e otros mejores? Assí era tu madre, que Dios aya, la prima(660) de nuestro oficio e por tal era de todo el mundo 85 AREUSA.- Assí goze de mí, pues que lo he bien menester, que me siento mala oy todo el día. Assí que necessidad, más que vicio, me fizo tomar con tiempo las sáuanas por faldetas(682). CELESTINA.- Pues no estés asentada; acuéstate e métete debaxo de la ropa, que paresces serena(683). AREUSA.- Bien me dizes, señora tía. CELESTINA.- ¡Ay como huele toda la ropa en bulléndote! ¡A osadas, que está todo a punto! Siempre me pagué de tus cosas e hechos, de tu limpieza e atauío. ¡Fresca que estás(684)! ¡Bendígate [249] Dios! ¡Qué sáuanas e colcha! ¡Qué almohadas! ¡E qué blancura! Tal sea mi vejez, quál todo me parece perla de oro(685). Verás si te quiere bien quien te visita a tales horas. Déxame mirarte toda, a mi voluntad, que me huelgo. AREUSA.- ¡Passo, madre, no llegues a mí, que me fazes coxquillas e prouócasme a reyr e la risa acreciéntame el dolor. CELESTINA.- ¿Qué dolor, mis amores? ¿Búrlaste, por mi vida, comigo? AREUSA.- Mal gozo vea de mí, si burlo; sino que ha quatro horas, que muero de la madre, que la tengo sobida en los pechos, que me quiere sacar deste mundo. Que no soy tan vieja como piensas. CELESTINA.- Pues dame lugar, tentaré. Que avn algo sé yo deste mal por mi pecado, que cada vna se tiene o ha tenido su madre e sus çoçobras della(686). AREUSA.- Más arriba la siento, sobre el estómago(687). CELESTINA.- ¡Bendígate Dios e señor Sant Miguel, ángel! ¡E qué gorda e fresca que estás! ¡Qué [250] pechos e qué gentileza! Por hermosa te tenía hasta agora, viendo lo que todos podían ver; pero agora te digo que no ay en la cibdad tres cuerpos tales como el tuyo, en quanto yo conozco. No paresce que hayas quinze años. ¡O quién fuera hombre e tanta parte alcançara de ti para gozar tal vista! Por Dios, pecado ganas en no dar parte destas gracias a todos los que bien te quieren(688). Que no te las dio Dios para que pasasen en balde por la frescor(689) de tu juuentud debaxo de seys dobles de paño e lienço. Cata que no seas auarienta de lo que poco te costó. No atesores tu gentileza. Pues es de su natura tan comunicable como el dinero. No seas el perro del ortolano(690). E pues tú no puedes de ti propia gozar, goze quien puede. Que no creas que en balde fueste criada. Que, cuando nasce [251] ella, nasce él e, quando él, ella. Ninguna cosa ay criada al mundo superflua ni que con acordada razón no proueyesse della natura. Mira que es pecado fatigar e dar pena a los hombres, podiéndolos remediar. AREUSA.- Alábame(691) agora, madre, e no me quiere ninguno. Dame algún remedio para mi mal e no estés burlando de mí. CELESTINA.- Deste tan común dolor todas somos, ¡mal pecado!, maestras. Lo que he visto a muchas fazer e lo que a mí siempre aprouecha, te diré. Porque como las calidades de las personas son diuersas, assí las melezinas hazen diuersas sus operaciones e diferentes. Todo olor fuerte es bueno(692), assí como poleo, ruda, axiensos, 86 humo de plumas de perdiz, de romero, de moxquete, de encienso(693). Recebido con mucha diligencia, aprouecha e afloxa el dolor e buelue peco a poco la madre a su lugar. Pero otra cosa hallaua yo siempre mejor que todas e ésta no te quiero dezir, pues tan santa te me hazes. [252] AREUSA.- ¿Qué, por mi vida, madre? Vesme penada ¿e encúbresme la salud? CELESTINA.- ¡Anda, que bien me entiendes, no te hagas boua! AREUSA.- ¡Ya!, ¡ya! Mala landre me mate, si te entendía. ¿Pero qué quieres que haga? Sabes que se partió ayer aquel mi amigo con su capitán a la guerra. ¿Hauía de fazerle ruyndad?(694) CELESTINA.- ¡Verás e qué daño e qué gran ruyndad! AREUSA.- Por cierto, sí sería. Que me da todo lo que he menester, tiéneme honrrada, fauoréceme e trátame como si fuesse su señora. CELESTINA.- Pero avnque todo esso sea, mientra no parieres, nunca te faltará este mal e dolor que(695) agora, de lo qual él deue ser causa. E si no crees en dolor, cree en color(696), e verás lo que viene de su sola compañía. AREUSA.- No es sino mi mala dicha. Maldición mala, que mis padres me echaron. ¿Qué, no está ya por prouar todo esso? Pero dexemos esso, que es tarde e dime a qué fue tu buena venida. CELESTINA.- Ya sabes lo que de Pármeno te oue dicho. [253] Quéxasseme que avn verle no le quieres. No sé porqué, sino porque sabes que le quiero yo bien e le tengo por hijo. Pues por cierto, de otra manera miro yo tus cosas, que hasta tus vezinas me parescen bien e se me alegra el coraçón cada vez que las veo, porque se que hablan contigo. AREUSA.- ¿No viues, tía señora, engañada? CELESTINA.- No lo sé. A las obras creo; que las palabras, de balde las venden dondequiera. Pero el amor nunca se paga sino con puro amor e a las obras con obras. Ya sabes el debdo, que ay entre ti e Elicia, la qual tiene Sempronio en mi casa. Pármeno e él son compañeros, siruen a este señor, que tú conoces e por quien tanto fauor podrás tener. No niegues lo que tan poco fazer te cuesta. Vosotras, parientas; ellos, compañeros: mira cómo viene mejor medido, que lo queremos. Aquí viene comigo. Verás si quieres que suba. AREUSA.- ¡Amarga de mí, si nos ha oydo! CELESTINA.- No, que abaxo queda. Quiérole hazer subir. Resciba tanta gracia, que le conozcas e hables e muestres buena cara. E si tal te paresciere, goze él de ti e tú dél. Que, avnque él gane mucho, tú no pierdes nada. AREUSA.- Bien tengo, señora, conoscimiento cómo todas tus razones, estas e las passadas, se endereçan en mi prouecho; pero, ¿cómo quieres [254] que haga tal cosa, 87 que tengo a quien dar cuenta, como has oydo e, si soy sentida, matarme ha? Tengo vezinas embidiosas. Luego lo dirán. Assí que, avnque no aya más mal de perderle, será más que ganaré en agradar al que me mandas. CELESTINA.- Esso, que temes, yo lo provey primero, que muy passo entramos. AREUSA.- No lo digo por esta noche, sino por otras muchas. CELESTINA.- ¿Cómo? ¿E dessas eres? ¿Dessa manera te tratas? Nunca tú harás casa con sobrado. Absente le has miedo; ¿qué harías, si estouiesse en la cibdad? En dicha me cabe, que jamás cesso de dar consejo a bouos e todavía ay quien yerre; pero no me marauillo, que es grande el mundo e pocos los esperimentados. ¡Ay!, ¡ay!, hija, si viesses el saber de tu prima e qué tanto le ha aprouechado mi criança e consejos e qué gran maestra está. E avn ¡que no se halla ella mal con mis castigos(697)! Que vno en la cama e otro en la puerta e otro, que sospira por ella en su casa, se precia de tener. E con todos cumple e a todos muestra buena cara e todos piensan [255] que son muy queridos e cada vno piensa que no ay otro e que él solo es priuado e él solo es el que le da lo que ha menester. ¿E tú piensas(698) que con dos, que tengas, que las tablas de la cama lo han de descobrir? ¿De vna sola gotera te mantienes? ¡No te sobrarán muchos manjares! ¡No quiero arrendar tus excamochos(699)! Nunca vno me agradó, nunca en vno puse toda mi afición(700). Más pueden dos e más quatro e más dan e más tienen e más ay en qué escoger. No ay cosa más perdida, hija, que el mur, que no sabe sino vn horado(701). Si aquel le tapan, no haurá donde se esconda del gato. Quien no tiene sino vn ojo, ¡mira a quanto peligro anda! Vna alma sola ni canta ni llora(702); vn [256] solo acto no haze hábito(703); vn frayle solo pocas vezes lo encontrarás por la calle; vna perdiz sola por marauilla buela mayormente en verano(704); vn manjar solo continuo presto pone hastío; vna golondrina no haze verano; vn testigo solo no es entera fe; quien sola vna ropa tiene, presto la enuegece. ¿Qué quieres, hija, deste número de vno? Más inconuenientes te diré dél, que años tengo acuestas. Ten siquiera dos, que es compañía loable e tal qual es éste(705): como tienes dos orejas, dos pies e dos manos, dos sáuanas en la cama; como dos camisas para remudar. E si más quisieres, mejor te yrá, que mientra más moros, más ganancia(706); que honrra sin prouecho, no es sino como anillo en el dedo(707). E pues entrambos no caben en vn saco(708), acoge la ganancia.- Sube, hijo Pármeno. [257] AREUSA.- ¡No suba! ¡Landre(709) me mate!, que me fino de empacho, que no le conozco. Siempre houe vergüença dél. CELESTINA.- Aquí estoy yo que te la quitaré e cobriré e hablaré por entramos: que otro tan empachado es él. PÁRMENO.- Señora, Dios salue tu graciosa presencia. AREUSA.- Gentilhombre, buena sea tu venida. CELESTINA.- Llégate acá, asno. ¿Adónde te vas allá assentar al rincón? No seas empachado, que al hombre vergonçoso el diablo le traxo a palacio(710). Oydme entrambos lo que digo. Ya sabes tú, Pármeno amigo, lo que te prometí, e tú, hija mía, lo que te tengo rogado. Dexada aparte la dificultad con que me lo has concedido, pocas razones son necessarias, porque el tiempo no lo padece. Él ha siempre viuido penado 90 ELICIA.- No me marauillo, que muchas vezes, como dizen, al maestro sobrepuja el buen discípulo. E no va esto, sino en la gana con que se aprende. Ninguna sciencia es bienempleada en el que no le tiene afición. Yo le tengo a este oficio odio; tú mueres tras ello. CELESTINA.- Tú te lo dirás todo. Pobre vejez quieres. ¿Piensas que nunca has de salir de mi lado? ELICIA.- Por Dios, dexemos enojo e al tiempo el consejo(718). Ayamos mucho plazer. Mientra oy touiéremos de comer, no pensemos en mañana. También se muere el que mucho allega como el que pobremente viue e el doctor como el pastor e el papa como el sacristán e el señor como el sieruo e el de alto linaje como el baxo e tú con oficio como yo sin ninguno. No hauemos de viuir para siempre. Gozemos e holguemos, que la vejez pocos la veen e de los que la veen ninguno murió de hambre. No quiero en este mundo, [263] sino día e victo e parte en parayso(719). Avnque los ricos tienen mejor aparejo para ganar la gloria, que quien poco tiene. No ay ninguno contento, no ay quien diga: harto tengo; no ay ninguno, que no trocasse mi plazer por sus dineros. Dexemos cuydados agenos e acostémonos, que es hora. Que más me engordará vn buen sueño sin temor, que quanto thesoro ay en Venecia(720). 91 [7] El octauo aucto ARGUMENTO DEL OCTAUO AUTO La mañana viene. Despierta Pármeno. Despedido de Areusa, va para casa de Calisto su señor. Falla a la puerta a Sempronio. Conciertan su amistad. Van juntos a la cámara de Calisto. Hállanle hablando consigo mismo. Leuantado, va a la yglesia. SEMPRONIO, PÁRMENO, AREUSA, CALISTO. PÁRMENO.- ¿Amanesce o qué es esto, que tanta claridad está en esta cámara? AREUSA.- ¿Qué amanecer? Duerme, señor, que avn agora nos acostamos. No he yo pegado bien los ojos, ¿ya hauía de ser de día? Abre, por Dios, essa ventana de tu cabecera e verlo has. PÁRMENO.- En mi seso estó yo, señora, que es de día claro, en ver entrar luz entre las puertas. ¡O traydor de mí! ¡En qué gran falta he caydo con mi amo! De mucha pena soy digno. ¡O qué tarde que es! AREUSA.- ¿Tarde? [8] PÁRMENO.- E muy tarde. AREUSA.- Pues así goze de mi alma, no se me ha quitado el mal de la madre. No sé cómo pueda ser. PÁRMENO.- ¿Pues qué quieres, mi vida? AREUSA.- Que hablemos en mi mal. PÁRMENO.- Señora mía, si lo hablado no basta, lo que más es necessario me perdona, porque es ya mediodía. Si voy más tarde, no seré bien recebido de mi amo. Yo verné mañana e quantas vezes después mandares. Que por esso hizo Dios vn día tras otro, porque lo que el vno no bastasse, se cumpliesse en otro. E avn porque más nos veamos, reciba de ti esta gracia, que te vayas oy a las doze del día a comer con nosotros a su casa de Celestina. 92 AREUSA.- Que me plaze(721), de buen grado. Ve con Dios, junta tras ti la puerta. PÁRMENO.- Adiós te quedes. PÁRMENO.- ¡O plazer singular! ¡O singular alegría! ¿Quál hombre es ni ha sido más bienauenturado que yo? ¿Quál más dichoso e bienandante? ¡Qué vn tan excelente don sea por mí posseído e quan presto pedido tan presto alcançado! Por cierto, si las trayciones desta vieja con mi [9] coraçón yo pudiesse sofrir, de rodillas hauía de andar a la complazer. ¿Con qué pagaré yo esto? ¡O alto Dios! ¿A quién contaría yo este gozo? ¿A quién descubriría tan gran secreto? ¿A quién daré parte de mi gloria? Bien me dezía la vieja que de ninguna prosperidad es buena la posesión sin compañía(722). El plazer no comunicado no es plazer. ¿Quién sentiría esta mi dicha, como yo la siento? A Sempronio veo a la puerta de casa. Mucho ha madrugado. Trabajo tengo con mi amo, si es salido fuera. No será, que no es acostumbrado; pero, como agora no anda en su seso, no me marauillo que aya peruertido su costumbre. SEMPRONIO.- Pármeno hermano, si yo supiesse aquella tierra, donde se gana el sueldo dormiendo, mucho haría por yr allá, que no daría ventaja(723) a ninguno: tanto ganaría como otro qualquiera. ¿E cómo, holgazán, descuydado, fueste para no tornar? No sé qué crea de tu tardança, sino que te quedaste a escallentar(724) [10] la vieja esta noche o a rascarle los pies(725), como quando chiquito. PÁRMENO.- ¡O Sempronio, amigo e más que hermano! Por Dios, no corrompas mi plazer, no mezcles tu yra con mi sofrimiento, no rebueluas tu descontentamiento con mi descanso, no agües con tan turbia agua el claro liquor del pensamiento, que traygo, no enturuies con tus embidiosos castigos e odiosas reprehensiones mi plazer. Recíbeme con alegría e contarte he marauillas(726) de mi buena andança passada. SEMPRONIO.- Dilo, dilo. ¿Es algo de Melibea? ¿Hasla visto? PÁRMENO.- ¿Qué de Melibea? Es de otra, que yo más quiero e avn tal que, si no estoy engañado, puede viuir con ella en gracia e hermosura. Sí, que(727) no se encerró el mundo e todas sus gracias en ella. SEMPRONIO.- ¿Qué es esto, desuariado? Reyrme quería, sino que no puedo. ¿Ya todos amamos? El mundo se va a perder. Calisto a Melibea, yo a Elicia, tú de embidia has buscado con quien perder esse poco de seso, que tienes. PÁRMENO.- ¿Luego locura es amar e yo soy loco [11] e sin seso? Pues si la locura fuesse dolores, en cada casa auría bozes(728). SEMPRONIO.- Según tu opinión, sí es. Que yo te he oydo dar consejos vanos a Calisto e contradezir a Celestina en quanto habla e, por impedir mi prouecho e el suyo, huelgas de no gozar tu parte. Pues a las manos me has venido, donde te podré dañar e lo haré. PÁRMENO.- No es, Sempronio, verdadera fuerça ni poderío dañar e empecer; mas aprouechar e guarecer e muy mayor, quererlo hazer. Yo siempre te tuue por hermano. No se cumpla, por Dios, en ti lo que se dize, que pequeña causa desparte conformes amigos. Muy mal me tratas. No sé donde(729) nazca este rencor. No me indignes, 95 pidiere, harele creer [18] que los ha comido. E las tórtolas, que mandó para oy guardar, diré que hedían. Tú serás testigo. Ternemos manera cómo a él no haga mal lo que dellas comiere e nuestra mesa esté como es razón. E allá hablaremos largamente en su daño e nuestro prouecho con la vieja cerca destos amores. SEMPRONIO.- ¡Más, dolores!(751) Que por fe tengo que de muerto o loco no escapa desta vez. Pues que assí es, despacha, subamos a ver qué faze. CALISTO.- En gran peligro me veo: En mi muerte no ay tardança, Pues que me pide el deseo Lo que me niega esperança. PÁRMENO.- Escucha, escucha, Sempronio. Trobando está nuestro amo. SEMPRONIO.- ¡O hideputa(752), el trobador! El gran Antipater Sidonio(753), el gran poeta Ouidio, los [19] quales de improuiso se les venían las razones metrificadas a la boca. ¡Sí, sí, desos es! ¡Trobará el diablo! Está deuaneando entre sueños. CALISTO.- Coraçón, bien se te emplea Que penes e viuas triste, Pues tan presto te venciste Del amor de Melibea. PÁRMENO.- ¿No digo yo que troba? CALISTO.- ¿Quién fabla en la sala? ¡Moços! PÁRMENO.- Señor. CALISTO.- ¿Es muy noche? ¿Es hora de acostar? PÁRMENO.- ¡Mas ya es, señor, tarde para leuantar! CALISTO.- ¿Qué dizes loco? ¿Toda la noche es passada? PÁRMENO.- E avn harta parte del día. CALISTO.- Di, Sempronio, ¿miente este desuariado, que me haze creer que es de día? SEMPRONIO.- Oluida, señor, vn poco a Melibea e verás la claridad. Que con la mucha, que en su gesto contemplas, no puedes ver de encandelado(754), como perdiz con la calderuela. CALISTO.- Agora lo creo, que tañen a missa. Daca(755) mis ropas, yré a la Madalena(756). Rogaré a [20] Dios aderece e Celestina e ponga en coraçón a Melibea mi remedio o dé fin en breue a mis tristes días. 96 SEMPRONIO.- No te fatigues tanto, no lo quieras todo en vna hora. Que no es de discretos desear con grande eficacia lo que se puede tristemente acabar. Si tú pides que se concluya en vn día lo que en vn año sería harto, no es mucha tu vida. CALISTO.- ¿Quieres dezir que soy como el moço del escudero gallego(757)? SEMPRONIO.- No mande Dios que tal cosa yo diga, que eres mi señor. E demás desto, sé que, como me galardonas el buen consejo, me castigarías(758) lo malhablado. Verdad es que nunca es ygual la alabança del seruicio o buena habla, que la reprehensión e pena de lo malhecho o hablado. CALISTO.- No sé quién te abezó(759) tanta filosofía, Sempronio. SEMPRONIO.- Señor, no es todo blanco aquello, que de negro no tiene semejança ni es todo oro(760) [21] quanto amarillo reluze. Tus acelerados deseos, no medidos por razón, hazen parecer claros mis consejos. Quisieras tú ayer que te traxeran a la primera habla amanojada(761) e embuelta en su cordón a Melibea, como si houieras embiado por otra qualquiera mercaduría a la plaça, en que no houiera más trabajo de llegar e pagalla. Da, señor, aliuio al coraçón, que en poco espacio de tiempo no cabe gran bienauenturança. Vn solo golpe no derriba vn roble(762). Apercíbete con sofrimiento, porque la providencia es cosa loable e el apercibimiento resiste el fuerte combate. CALISTO.- Bien has dicho, si la qualidad de mi mal lo consintiesse. SEMPRONIO.- ¿Para qué, señor, es el seso, si la voluntad priua a la razón? CALISTO.- ¡O loco, loco! Dize el sano al doliente(763): Dios te dé salud. No quiero consejo ni esperarte más razones, que más aviuas e enciendes las flamas(764), que me consumen. Yo me voy solo a missa e no tornaré a casa fasta que me llameys, pidiéndome las albricias de mi gozo con la buena venida de Celestina. Ni comeré hasta [22] entonce(765); avnque primero sean los cauallos de Febo(766) apacentados en aquellos verdes prados, que suelen, quando han dado fin a su jornada. SEMPRONIO.- Dexa, señor, essos rodeos, dexa essas poesías, que no es habla conueniente la que a todos no es común, la que todos no participan, la que pocos entienden. Di: avnque se ponga el sol, e sabrán todos lo que dizes. E come alguna conserua, con que tanto espacio de tiempo te sostengas. CALISTO.- Sempronio, mi fiel criado, mi buen consejero, mi leal seruidor, sea como a ti te paresce. Porque cierto tengo, según tu limpieça de seruicio, quieres tanto mi vida como la tuya. SEMPRONIO.- ¿Créeslo tú, Pármeno? Bien sé que no lo jurarías. Acuérdate, si fueres por conserua, apañes(767) vn bote para aquella gentezilla, [23] que nos va más e a buen entendedor(768)... En la bragueta cabrá. CALISTO.- ¿Qué dizes, Sempronio? SEMPRONIO.- Dixe, señor, a Pármeno que fuesse por vna tajada de diacitrón(769). 97 PÁRMENO.- Héla aquí, señor. CALISTO.- Daca. SEMPRONIO.- Verás qué engullir haze el diablo. Entero lo quería tragar por más apriesa hazer. CALISTO.- El alma me ha tornado. Quedaos con Dios, hijos. Esperad la vieja e yd por buenas albricias. PÁRMENO.- ¡Allá yrás con el diablo, tú e malos años!, ¡e en tal hora comiesses el diacitrón, como Apuleyo el veneno, que le conuertió en asno(770)!
Docsity logo


Copyright © 2024 Ladybird Srl - Via Leonardo da Vinci 16, 10126, Torino, Italy - VAT 10816460017 - All rights reserved