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Riassunto "La Gaviota" di Fernan Caballero, Sintesi del corso di Letteratura Spagnola

riassunto completo in lingua spagnola, capitolo per capitolo

Tipologia: Sintesi del corso

2019/2020

In vendita dal 09/11/2020

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Scarica Riassunto "La Gaviota" di Fernan Caballero e più Sintesi del corso in PDF di Letteratura Spagnola solo su Docsity! LA GAVIOTA - FERNÁN CABALLERO CAPÍTULO 1 En noviembre del año de 1836, el paquebote (transatlántico) de vapor Royal Sovereign se alejaba de las costas nebulosas de Falmouth. En el interior del buque (nave) , los pasajeros (mujeres, hombres, niños, criados) amontonados luchaban con las fatigas del mareo. Entre todos los pasajeros se distinguía un joven como de veinticuatro años, viajaba por gusto, y era esencialmente bueno, su fisonomía, su gracia, su insensibilidad al frío y a la desazón general, estaban diciendo que era español. Paseábase observando, mucho excitó su interés la familia de un oficial inglés (su mujer y cuatro hijos), estaban sufriendo por el frío, un alemán les ayuda. El español y el alemán hablan, el alemán dice que es pobre y está viajando por necesidad, se dirige a Navarra como cirujano (chirurgo) (Guerra civil de Navarra), era el sexto hijo de un profesor de una ciudad pequeña de Sajonia y su manutención era una carga para su familia. Fritz Stein es el nombre del alemán. Hay dos franceses (un comisionista y un artista) que hablan del español y del alemán, uno cree que el español es un torero (quizás Montes). Los dos van a hablar con el criado del español y le hacen algunas preguntas. El español se llama Don Carlos de la Cerda y su criado Pedro de Guzmán. Los dos franceses sospechan que el criado no haya dicho la verdad. El español llegando a Cádiz se despidió de su amigo Stein, pero le dejo una recomendación y a su criado para acompañarlo a Sevilla, entonces le entregó una tarjeta suya para que Stein le escribiera unas letras, en la tarjeta Stein leyó : “El duque de Almansa”. El criado añadió que era también Marqués de Gualdamonte, de Val-de-Flores y de Roca-Fiel; conde de Santa Clara, de Encinasola y de Lara; caballero del Toisón de Oro, y Gran Cruz de Carlos III; gentilhombre de cámara de Su Majestad, grande de España de primera clase.... CAPÍTULO 2 En una mañana de octubre de 1838 un hombre bajaba a pie de uno de los pueblos del condado de Niebla, y se dirigía hacia la playa seguido por su perro. En realidad, fue de un hombre que fue fusilado y desde aquel momento el perro iba con él. El hombre que está hablando (el narrador) afirma haber sido echado por el ejército por haber curado a un hombre del partido contrario. El hombre es Fritz Stein (a quien sin duda han reconocido ya nuestros lectores). Stein se encontró frente a frente, y a pocos pasos de distancia, con un toro, pero su amigo Perro mordió al toro y permitió a Stein la fuga. Así llegó a la cima de otra altura, desde donde se desenvolvió a su vista un magnífico paisaje. Stein descubrió un convento, abandonado, vacío, pobre, desmantelado, puesto en venta. Las fuerzas de Stein le abandonaron, y cayó al suelo desmayado. Se abrió la puerta y aparecieron en ella dos mujeres y llamaron al Hermano Gabriel para socorrer al hombre. Llegó Manuel con su hijo, Momo. Dolores se reunió en la cocina con su marido y con su madre. Momo dijo a su padre del hombre enfermo que estaba en su casa y hubo una discusión entre Manuel y su madre. La abuela reprochó a Momo y su madre le dio una bofetada por su insolencia con la abuela. CAPÍTULO 3 La tía María y el hermano Gabriel se esmeraban a cual más en cuidar al enfermo; pero discordaban en cuanto al método que debía emplearse en su curación. Los dos se preguntaban si el hombre fuera militar, contrabandista, judío o qué buscando en sus cosas. Pues Stein se despertó y se presentó a los dos, pero cuando les dijo que servía a la reina, tía Maria y Gabriel pensaron que no era de los buenos, o sea partidarios de Don Carlos. El convento que ya no es convento, cuando no quedó nada que sacar, unos señores que se llaman crédito público buscaron un hombre de bien para guardar el convento y ellos se establecieron allí, de todos los frailes, Fray Gabriel fue el único que quedó (eso lo explica tía María a Stein). CAPÍTULO 4 Stein, cuya convalecencia adelantaba rápidamente, pudo en breve, con ayuda del hermano Gabriel, salir de su cuarto y examinar menudamente aquella noble estructura. Rodeaba el convento por delante el patio grande, de que ya hemos hablado, y en él, a izquierda y derecha de la puerta de entrada, había cuartos pequeños de un solo piso, para alojar a los jornaleros, cuando los religiosos cultivaban sus tierras: allí habitaba en la época en que pasa nuestra historia, el guarda Manuel Alerza con su familia. En la iglesia, vacía y desnuda, todavía quedaban bastantes restos de magnificencia para poder graduar toda la que se había perdido. Stein cayó en una profunda melancolía por el estado de decadencia de todo. En este momento, un vivo rayo de sol penetró por una de las ventanas, haciendo resaltar en la oscuridad con su esplendor, como si sirviera de respuesta a las quejas de Stein, un grupo de tres figuras abrazadas. Eran la Fe, la Esperanza y la Caridad. CAPÍTULO 5 Stein se paseaba un día por delante del convento, desde donde se descubría una perspectiva inmensa y uniforme. Stein vio que Momo salía de la hacienda en dirección al pueblo. Al ver a Stein, le propuso que le acompañase; este aceptó, y los dos se pusieron en camino en dirección al lugar. Se acercaron al cementerio, donde había una capilla. Las dos paredes laterales estaban cubiertas de exvotos de arriba abajo. Los exvotos son testimonios públicos y auténticos de beneficios recibidos. Entre los exvotos había uno que por su singularidad causó mucha extrañeza a Stein, o sea un trabuco (un’arma tipo fucile). Momo explica el porqué del trabuco como ofrenda: hubo un ladrón en aquella tierra que robaba y mataba. un día encontró dos buenos cristianos, al verlo los hombres pidieron socorro al Cristo y cuando el ladrón disparó, se disparó a él mismo. Stein, muy cansado, no continuó el camino con Momo y cuando el muchacho volvió estaba en compañía de Modesto Guerrero, el comandante del Fuerte de San Cristóbal. El comandante iba a ver a la hija del tío Pedro Santaló, que Momo llama la Gaviota, su abuela la llama Marisalada. CAPÍTULO 6 enseña la doctrina cristiana y la costura, mientras que en las academias en las ciudades aprenden a leer, escribir, el bordado y el dibujo. Marisalada había logrado formar una especie de conspiración en las filas del batallón que Rosa capitaneaba y durante las clases las chicas se burlaban de la maestra. Fue el caso que el hijo del barbero, Ramón Pérez, gran tocador de guitarra, venía todas las noches a tocar y cantar coplas amorosas bajo las ventanas severamente cerradas de la beata, o a lo mejor ella creía que era para ella misma (Rosa). En realidad, él tocaba por Marisalada y cuando Rosa lo descubrió, la despidió de la escuela. CAPÍTULO 11 Tres años había que Stein permanecía en aquel tranquilo rincón. En estos tres años había estado el joven médico en correspondencia con su familia. Sus padres habían muerto, su hermana Carlota había casado con un arrendatario bien acomodado. Habíase dedicado a la educación de la niña enferma, Marisalada y al final se enamoró de ella, lo que más le sedujo fue la voz pura, dulce, expresiva y elocuente de María. También María, por su parte, se había aficionado a Stein. Por este tranquilo estado de cosas habían pasado tres veranos y tres inviernos, como tres noches y tres días, cuando acaeció lo que vamos a referir. Forjábase en el tranquilo Villamar una intriga entre la tia Maria y Don Modesto: la tía se había dado cuenta de que los dos estaban enamorados y quería que Don Modesto diera algunos consejos a Stein porque el casamiento entre los dos sería una fortuna para toda la familia. Por otra parte, Don Modesto no quería meterse en el asunto por el hijo del barbero Ramón Pérez que también quería casarse con Maria. Cuando quedaron solas la tía Maria y Marisalada, la anciana le habló del casamiento con Stein, pero ella contestó que no quería casarse ni hacerse moja. Entonces, Marisalada se fue y empezó a reflexionar sobre el casamiento y a sus ventajas. CAPÍTULO 12 La tía María confiaba en que Marisalada y Stein se habrían casado al final y un día ella misma habló de este asunto con Stein. Stein dijo a la anciana que Marisalada era demasiado joven para un hombre como él (ella 16 años y él casi 30) y que no creía que Marisalada pudiera quererle, pero la tía no estaba de acuerdo. La mañana siguiente Stein y Maria se encontraron y empezaron sus clases como siempre y hablando de filosofía Stein le pregunto en qué consistiría su felicidad. Ella después de algunos momentos contestó sinceramente que su felicidad consistía en escuchar Stein tocar la flauta. Momo empezó a burlarse de Marisalada como siempre y la chica se fue y Stein la siguió. Stein le preguntó si quería casarse con él aunque si él era mayor que ella y ella le contestó “por qué no?”, pues fueron a la playa. Stein empezó a hablarle de manera dulce y romántica, pero ella no sabía qué contestar. Al final Stein quería abrazarla pero ella rechazó. CAPÍTULO 13 Grande fue el regocijo (gioia) que causó la noticia del casamiento de Stein en todas las personas que le conocían y le amaban. El padre de Maria dejó a los dos la mayoría de su casa para que vivieran juntos. De puro gozo, la tía María no pudo dormir en tres noches seguidas. Don Modesto fue de opinión que la Gaviota había ganado el premio grande de la lotería y la gente del lugar el segundo. Rosa Mística lo tomó por otro estilo. María había aumentado el catálogo de sus agravios (torti) con uno de fecha reciente. Había llegado el mes de María, y en el culto que se le tributaba, algunas devotas se reunían a cantar coplas en honor de la Virgen y Rosa pensó en aprovecharse de la mediación de don Modesto, para que la hija del pescador tomase parte en aquel coro virginal, pero Marisalada rechazó con un simple “no”. Cuando Rosa supo el proyectado casamiento, pensó pobre Federico! Momo, con su acostumbrada mala intención, tuvo el gusto de dar la noticia del casamiento a Ramón Pérez que furiosamente se puso a sonar y cantar una canción sobre este asunto. CAPÍTULO 14 El casamiento de Stein y la Gaviota se celebró en la iglesia de Villamar. Don Modesto era uno de los testigos, todos se compusieron y engalanaron, excepto Momo que también en esta ocasión se peleó con Marisalada. Celebróse la boda en el pueblo, en la casa de la tía María, por ser demasiado pequeña la choza del pescador para contener tanta concurrencia. Stein, que había hecho algunos ahorros en el ejercicio de su profesión, quiso celebrar la fiesta en grande, y que hubiese diversión para todo el mundo; por consiguiente, se llegaron a reunir hasta tres guitarras, y hubo abundancia de vino, mistela, bizcochos y tortas. Los concurrentes cantaron, bailaron, bebieron, gritaron; y no faltaron los chistes y agudezas propias del país. Ramón cantó algunas coplas con celos y despecho. La tía Maria sugirió que terminara la fiesta, Manuel se había emborrachado y hizo caprichos porque muchos no quería regresar a su casa. CAPÍTULO 15 Tres años habían transcurrido. Stein, que era de los pocos hombres que no exigen mucho de la vida, se creía feliz. Amaba a su mujer con ternura; se había apegado cada día más a su suegro, y a la excelente familia que le había acogido moribundo. Un dia vino Momo a llamar a Stein porque su Esencia mientras estaba cazando se hizo daño muy gravemente. La tía María le llevó a donde estaba el desconocido. Stein se dio cuenta de que el enfermo era el duque de Almansa. El duque tenía el tobillo dislocado y la pierna rota, sin duda por haber cargado en ella todo el peso del caballo. Stein mandó llamar a Manuel, cuya fuerza y docilidad le eran conocidas y con su auxilio, empezó la cura, que fue ciertamente terrible. El paciente había exigido que le dejasen solo, bajo la tutela de su hábil doctor, su antiguo amigo, como le llamaba, y aun despidió a casi todos sus criados. Stein refirió al duque sus campañas, sus desventuras, su llegada al convento, sus amores y su casamiento. Cantando, llegó Marisalada y Stein la presentó al duque. El duque le dijo que nunca había escuchado tal voz ni en todos los teatros de Europa que había visitado y Marisalada fue muy contenta de estos elogios. El duque entró en seguida en una larga explicación de todas las ventajas a que podría conducir aquella admirable habilidad (fuera de aquella ciudad tan pequeña). El duque dijo a la tía Maria que era preciso que marido y mujer se vinieran con él, pero la tía se sintió aterrada por aquellas palabras. Cuando la tía María le notificó que el duque pensaba emprender la marcha dentro de dos días, don Modesto se retiró inmediatamente. Había formado un proyecto, y necesitaba tiempo para realizarlo. Llegó el día de la partida. El duque le hizo un regalo a Don Modesto, es decir un uniforme nuevo y completo. Así es que todos los habitantes del convento recibieron lo que más falta les hacía o lo que más podía agradarles. Al final, los tres se fueron de Villamar. CAPÍTULO 16 El mes de julio había sido sumamente caluroso en Sevilla. En una noche, hacia fines del mes, había gran concurrencia en casa de la joven, linda y elegante condesa de Algar que admitía a todos con gran cordialidad. Esto no era muy del gusto de su tío el general Santa María, militar de la época de Napoleón, hermano de su madre, la marquesa de Guadalcanal. La condesa, medio recostada en un sofá, se quejaba de una fuerte jaqueca (hemicránea) y aquella noche, había vuelto de paseo, cansada y algo indispuesta. Cerca de ella estaba sentado un coronel joven, recién llegado de Madrid, después de haberse distinguido en la guerra de Navarra. El general Santa María los miraba de cuando en cuando y hacía algunas reflexiones sobre el joven que a los 24 años ya era Coronel de Ejército. Llegaron el duque, Stein y Marisalada a casa y el duque contó toda la historia a la condesa, la marquesa y el general. El general no entiende el amor por la música y critica a los musicistas y cantantes. Llega Rafael, joven oficial, pariente del duque. El duque preguntó a Rafael si habían llegados extranjeros y él contestó que sí, dos: uno era el sobrino del duque de W y otro era barón de Maude. Hay una discusión entre Rafael y el general sobre ser liberales: Rafael confiesa ser liberal como el duque, mientras que el general afirma que siendo él militar tiene que ser partidario del trono. Pues, hay un tercer extranjero es sir John Burnwood. Pues se habla se sir John, hombre rico, que había pedido a Rita de casarse, y según el general cada hombre debería casarse en su país, pero la condesa tiene una idea distinta. Rita era sobrina de la marquesa y del general. Huérfana desde su niñez, había sido criada por un hermano suyo, que la amaba con ternura, y por su nodriza (nutrice). Había hecho voto a la Virgen de los Dolores de llevar hábito; y así vestía siempre de negro. Rita era la única mujer que su primo Rafael Arias había amado seriamente y él era el marido que la familia de Rita le deseaba. El objeto de su preferencia era un joven de ilustre cuna, Luis de Haro, arrogante mozo, pero jugador, por eso el hermano de Rita le había prohibido rigurosamente verle y hablarle. Rafael se peleó con Rita por este hombre, porque Rafael había entendido que los dos se veían. Entre tanto, la condesa preguntaba al duque por la Filomena de Villamar y el duque contestó que un día la había llevado junto a su marido a su casa. CAPÍTULO 17 El duque había proporcionado a Stein y a su mujer una casa de pupilos, a cargo de una familia pobre, pero honrada y decente, pues una suma de dinero. Mientras Stein y Maria hablaban de la riqueza del duque, el duque mismo entró y pidió a Maria de cantar por una amiga suya, pues les invita a ver una corrida de toros por la tarde. Cuando por la tarde Stein y María llegaron a la plaza, ya estaba llena de gente. Sólo con ver a estos pobres animales (los caballos que estaban allí), cuya suerte preveía, la especie de desazón (disagio) que ya sentía Stein se convirtió en compasión penosa. Los tres picadores saludaron al presidente de la Era ya Sevilla teatro demasiado estrecho para la sed de aplausos que devoraban el corazón de María. El duque, además, obligado a restituirse a la capital, deseaba presentar en ella aquel portento y Pepe Vera, por otra parte, ajustado para lidiar en la plaza de Madrid, exigió de María que hiciese el viaje. María no tuvo que hacer el menor esfuerzo para sentirse muy a sus anchas en medio de aquel gran círculo.El duque estaba de tal modo fascinado por aquella mujer y le pidió que diese lecciones de música a su hija. Digamos ahora algunas palabras de la duquesa: Leonor y Carlos se habían querido casi desde su infancia, se habían casado muy jóvenes y Leonor dio una niña a su marido. La familia de la duquesa era sumamente devota; y en este espíritu había sido educada Leonor. Su reserva y su austeridad la alejaban de los placeres y ruidos del mundo. Leía poco y jamás tomó en sus manos una novela. Después llegó a sus oídos que aquella cantatriz que alborotaba (agitava) a todo Madrid, era protegida de su marido; que este pasaba la vida en casa de aquella mujer. La duquesa lloró; pero dudando todavía. Después el duque llevó a Stein a su casa, para dar lecciones a su hijo, y luego quiso, como hemos dicho, que María las diese a su hija, preciosa criatura de once años de edad. Leonor se opuso con vigor a esto último, alegando no poder permitir que una mujer de teatro tuviese el menor punto de contacto con aquella inocente, pero al final cedió. Un día en que entraba en casa de la duquesa, se encontró allí con el padre de esta, el marqués de Elda, él quiso escuchar a la niña. Pues, llegó otra mujer fea de 50 años que era una hermana de la caridad. Al día siguiente declaró resueltamente al duque que no continuaría dando lecciones a su hija. Tuvo buen cuidado de ocultarle el verdadero motivo, pero el duque se mostró aún más frío con su mujer porque había entendido que algo pasó por su culpa. CAPÍTULO 24 La llegada a Madrid del célebre cantor Tonino Tenorini, alias el Magno, puso cima a la gloria de María, Tonino en su carrera había viajado por todo el mundo. Pedro Santaló yacía postrado en su lecho, estaba enfermo. Desde la separación de su hija todo allí permanecía en el mismo estado en que su hija lo había dejado. La tía Maria se cuidaba de él y quería que se trasladara al convento pero Pedro no quería. La tia no se fiaba de los correos, por lo tanto quería que Momo mismo fuera a Madrid a avisar a Maria y a Stein de la enfermedad de Pedro. Entonces Momo empezó su viaje a Madrid. Cuando Momo regresó, explicó lo que había pasado: había llegado a Madrid, la gente allí creía que Maria era hija de un general. Pues, un criado llevó a Momo al teatro donde cantaba Maria. “La Gaviota”. Pues Momo cuenta que Maria fue apuñalada. CAPÍTULO 25 No tardó en esparcirse por todo el lugar la voz de que la hija del pescador había sido asesinada. Así Momo creyó realidad lo que vio en el teatro, no sólo había hecho un viaje inútil, por no haber cumplido su comisión, sino que indujo en el terror a todas aquellas buenas gentes. El médico halló al tío Pedro tan grave, que declaró ser necesario prepararlo. El cura y algunos católicos piadosos, iban a llevar a un cristiano moribundo, con los últimos Sacramentos, los últimos consuelos del cristiano. CAPÍTULO 26 Mientras el pobre pescador ofrecía a sus humildes y piadosos amigos el grande y augusto espectáculo de la santa muerte del cristiano, su hija daba al público de Madrid el de una prima donna sin una gota de sangre italiana en las venas, y que eclipsaba ya en el ejercicio de su arte al mismo gran Tenorini. María estaba preparada para salir a escena. Un hombre embozado, que no era otro que Pepe Vera se aproximó a ella y sin que nadie lo oyese, le dijo al oído que no quería que cantara, pero ella no le dio importancia hasta que Pepe le cogió el brazo tan fuerte que le hizo daño y se puso a llorar. Pepe Vera se llevaba a María, bajo el pretexto de necesitar asistencia, agarrándola. Hubo un discusión entre Maria y Pepe Vera, él amenazaba de ir a casa de Lucia, una bailarina y Maria de enamorarse del duque. Cuando María regresó a su casa, Stein la visitó y pues tuvo que irse dejándola con el duque. El duque le leyó unas poesía que había escrito y las dio a Maria junto a un anillo, pero Maria se puso el anillo y dejó caer la poesía. CAPÍTULO 27 Apenas cerró el duque la puerta, cuando Pepe Vera salió por la de la alcoba, riéndose a carcajadas. Los dos salieron a cenar, aunque si Maria no quería ir porque no se sentía muy bien. Muy entrada la noche, al volver Stein a su casa el criado le entregó una carta de Lucia que le avisaba que Maria se veía con Pepe que era su novio y dándole una dirección invitaba Stein a verles con sus ojos. Entonces Stein se dirigió a la dirección, pero dudo algunos momentos porque no quería espiar. De repente se abrió la puerta y vio a Maria y Pepe Vera tocando y cantando, hablando mal del “marido” de Maria, él mismo, y por eso Stein se fue. CAPÍTULO 28 Al día siguiente Stein avisó al duque de su inmediata partida sin Maria, después de muchas preguntas del duque Stein empezó a llorar. Al final Stein explicó todo lo que había ocurrido al duque y él le aconsejó también de partir. Cuando el duque quedó solo empezó a reflexionar sobre el asunto y se llenó su corazón de desprecio por Maria, que él creía una mujer virtuosa, y que para ella se había alejado de su mujer, su primer y único amor. Mientras que iba a buscar a su mujer, encontró su tía, la marquesa de Gutibamba. Cuando ella se fue, el duque pidió perdón a Leonor. Llegó su hijo el marqués y el duque anunció que al día siguiente todos iban a las posesione en Andalucia. CAPÍTULO 29 María, indispuesta desde antes de ir a la cena, había empeorado y tenía calentura a la mañana siguiente. Maria todavía no se había dado cuenta de que Stein no estaba y tampoco el duque. Llegó Pepe Vera que otra vez amenazaba a Maria con la idea de ir a ver a Lucia porque según Pepe, Maria usaba la excusa de estar resfriada para no salir y dejar que el duque vaya libremente a verla. De hecho, le aviso que si no fuera a ver a los toros aquella noche, todo había terminado entre ellos. Al final, María, temblando con la fiebre y con la agitación, se colocó en el asiento que Pepe Vera le había reservado. Pepe Vera salió entonces armado a la lucha. Después de haber saludado a la autoridad, se plantó delante de María y la brindó el toro. María amaba a aquel hombre joven y hermoso, a quien veía tan sereno delante de la muerte. Se complacía en un amor que la subyugaba, que la hacía temblar, que le arrancaba lágrimas, porque ese amor brutal y tiránico, ese cambio de afectos profundos, apasionados y exclusivos, era el amor que ella necesitaba. Pepe Vera murió aquella noche contra el toro. Transcurrieron quince días después de aquella funesta corrida. Maria estaba en la cama enferma y una mujer que se cuidaba de ella le dijo que Marina se había ido después de haber robado, Stein no estaba y que el duque se había ido a Andalucía. Maria, dándose cuenta de que estaba sola y que Pepe también había muerto cayó sin sentido en la almohada. CAPÍTULO 30 Seis meses después de los sucesos referidos en el último capítulo. Estaban juntos en la sala la condesa con su hijo, la marquesa y el general. El general pensaba que el niño era demasiado mimado y que no tenía que tutear a su madre porque era una moda que venía de Francia y rompía las costumbres. Rafael regresó después de haber estado en La Habana. Rafael dijo que no era verdad la voz que decía que iba a casarse. Mientras hablaban de muchas personas, la condesa dijo a Rafael que Marisalada había perdido su voz a causa de una pulmonía. Rafael llevó una carta de Stein, que había muerto de fiebre. La condesa desplegó la carta y leyó: «María: tú a quien tanto he amado, y a quien amo aún; si mi perdón puede ahorrarte algunos remordimientos, si mi bendición puede contribuir a tu felicidad, recibe ambos desde mi lecho de muerte». CAPÍTULO 31 (Después de cuatro años, es decir, un día de verano de 1848) Vamos a dar cuenta de algunos graves sucesos públicos y privados que habían ocurrido allí durante aquel intervalo. Empecemos por la malaventurada inscripción que tantos afanes había costado al alcalde ilustrado: quiso patriotizar el nombre de calle Real, y publicó un bando para que aquel nombre malsonante se cambiase en el de calle de los Hijos de Padilla. Era el caso que había muerto uno de los habitantes de la misma calle, llamado Cristóbal Padilla, y los López, los Pérez y los Sánchez que estaban en la misma calle creían que era una injusticia. Pues, el alcalde imaginó dar al camino que iba desde el pueblo a la colina en que estaban el cementerio y la capilla del Señor del Socorro, el nombre patriótico de camino de Urdax, pero
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