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se questo è un uomo recensione critica, Guide, Progetti e Ricerche di Storia

recensione critica opera primo levi se questo è un uomo

Tipologia: Guide, Progetti e Ricerche

2017/2018

Caricato il 23/06/2018

carlottafe
carlottafe 🇮🇹

3 documenti

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Scarica se questo è un uomo recensione critica e più Guide, Progetti e Ricerche in PDF di Storia solo su Docsity! PRIMO LEVI “SI ESTO ES UN HOMBRE” Carlotta Ferraiuolo Trabajo escrito Historia contemporánea II, Prof. Adrián Magaldi Curso 2017\2018 1. Biografía - PRIMO LEVI 1919-1987 Primo Levi nació en Turín en 1919 de una familia judía piamontesa de sólidas tradiciones intelectuales. Graduado en química y química por profesión, se convirtió en escritor después de la experiencia traumática de la deportación a Auschwitz. Y 'este es el evento central de su vida, que desencadena en él la primavera de la escritura, se sintió como una necesidad imperativa de confesión, análisis y como un deber moral y civil ineludible. La memoria nunca extinguida de Auschwitz también es probablemente la base del suicidio inesperado y enigmático con el que el escritor termina su existencia en 1987.En 1937 entra en la facultad de química de Turín. Por esas fechas se agrava la discriminación contra los judíos por parte del régimen fascista de Mussolini con la promulgación de las leyes raciales italianas de 1938. Pierden sus derechos civiles, se les expulsa de la función pública y se les prohíbe el acceso a la universidad, aunque a los que ya están, como Levi, se les permite acabar sus estudios. En junio de 1940, Italia declara la guerra a los Aliados, el padre enferma de cáncer y comienzan los bombardeos sobre Turín. Levi se gradúa en 1941, pero las leyes raciales le impedirán encontrar un trabajo fijo como químico. En diciembre de 1941 el recién licenciado es contratado bajo un nombre falso para trabajar como químico en una mina de extracción de níquel, en un pueblo a las afueras de Turín, San Vittore. En julio de 1943 el rey Vittorio Emanuele III depone a Mussolini y nombra un nuevo gobierno bajo el mando del mariscal Badoglio, con la misión de firmar la paz con los Aliados. Tras la firma del armisticio el 8 de septiembre de 1943, Alemania invade el norte y centro de Italia, libera a Mussolini y lo pone al frente de la República títere de Saló (República Social Italiana). Comienza entonces la persecución de los judíos y la madre y hermana de Levi se refugian en pueblos de la zona. Primo Levi se une a ellas en el Valle d’Aosta. Poco después, y junto con otros compañeros, forma un grupo de partisanos en las estribaciones de los Alpes en octubre de 1943. Mal equipados y peor entrenados, caen en manos de la Milicia fascista en diciembre de ese año. Levi es arrestado la noche del 13 de diciembre en Valle d’Aosta. Ante la amenaza de ser fusilado por partisano, se declara judío y es enviado al campo de Fossoli, cerca de Modena, en enero de 1944. Tras pasar a manos alemanas, comienzan las deportaciones desde Fossoli y Levi es enviado a Auschwitz el 21 de febrero de 1944, donde estará internado once meses en el campo de Buna-Monowitz (Auschwitz III), hasta la liberación por los rusos el 27 de enero de 1945. De los 650 deportados italianos con los que viajó el escritor, sólo sobrevivirían 24. En Lager, donde permanece cerca de un año, Primo Levi logra sobrevivir gracias a circunstancias afortunadas, en las que regresa para toda la vida para poner el acento: "Tuve suerte: haber sido químico, haber conocido a un albañil que me estaba alimentando, haber superado las dificultades del lenguaje ... al final me enfermé, y esto también fue una fortuna, porque evité la evacuación del campo de concentración: los otros, los sanos, todos murieron, porque fueron deportados a Buchenwald y Mauthausen, en pleno invierno ". Como prueba de esta trágica experiencia, Primo Levi escribe en 1946 y publica en 1947 “Si esto es un hombre”, el libro que solo diez años más tarde será reconocido como la obra maestra de la literatura de concentración, en la que se han llevado a cabo varios estudios en profundidad. Desde el momento en que las tropas rusas entraron en el campo de concentración de Auschwitz, abandonada por los alemanes en retirada, comienza “La tregua”, el segundo libro de la memoria de Levi, publicado en 1963 y considerado por algunos como su más alta. “La tregua” relata el viaje atormentado a casa del autor con un grupo de camaradas a través de una Europa aún devastada por la guerra. A medida que la experiencia del Lager es el infierno asociable, por lo que la odisea del viaje de regreso, que tiene lugar en una resurrección lento y con problemas a la vida, se refieren al purgatorio, en una especie de ruta similar a la de Dante; sin embargo, la analogía se detiene aquí, ya que Levi, a diferencia de Dante, nunca puede alcanzar la liberación completa. Este segundo libro revela los conocimientos adquiridos de una vocación literaria: la escritura ya no es un hecho Levi ocasional o episódico, dolorosa para presenciar el campo, se une a un escritor de inspiración varía, experimentando formas literarias que no sean memorias. Las dos obras seran redactadas por Einaudi en 1958 “Si esto es un hombre”, que entonces sí, se convierte en un éxito y se traduce al inglés y al alemán y en 1963 se publicarà “La tregua”, su segundo libro después de 16 años. 1 En el capítulo «Kraus», dedicado a un joven prisionero del mismo nombre, Levi insiste en una de las conclusiones más desoladoras del libro, sobre la que se explayará más extensamente en “Los hundidos y los salvados”, su última obra: los buenos no sobreviven: «Qué buen muchacho debía ser Kraus de paisano: no vivirá mucho tiempo aquí dentro, esto se advierte a la primera mirada y se demuestra como un teorema». Pero el núcleo de la meditación de Levi, que responde a la duda planteada por el título, se centra en lo fácil que es acabar con la dignidad de un hombre, en cómo lo que entendemos por normalidad es tan sólo una quebradiza superficie bajo la que nos amenazan a todos la barbarie y la degradación. Y esta es una enseñanza universal y válida más allá de las alambradas de Auschwitz y de los límites temporales de la brutalidad nazi. En el penúltimo capítulo del libro, titulado «El último», Levi lanza una devastadora mirada sobre el estado de rebaño al que han quedado reducidos sus compañeros y él mismo. Un mínimo gesto de rebelión de un prisionero basta para poner de manifiesto la vileza y cobardía del resto. De hecho, lo que llama la atención incluso a día de hoy sobre el texto de Levi es la ausencia de un registro heroico en sus páginas, algo de lo que se podría haber aprovechado fácilmente en este contexto y que en realidad es parte de la lección que Levi nos quiere enseñar. Con una ironía característica, pero a su vez inquietante, la palabra suerte aparece en la primera frase de su relato ("tuve la suerte de no ser deportado a Auschwitz hasta 1944...") y marca el tono del resto del libro. En el campo de concentración no es la virtud lo que determina la suerte; es la suerte la que rige la virtud. El título original del libro de Levi es lo que realmente marca su principal preocupación, aunque se trata de algo que se suele malinterpretar. No se trata exactamente de una pregunta y mucho menos de una pregunta que requiera una respuesta. De hecho, ni tan siquiera se trata de una pregunta que se vea respondida en el texto y en ningùn momento pretende serlo. Como sabemos por el poema que abre el texto, se debe entender que su significado en realidad es un imperativo implícito: "Considerad si es un hombre..." es una orden, una instrucción; algo que, por otra parte, está relacionado con una maldición: Grabadlas en vuestros corazones Repetídselas a vuestros hijos, O que vuestra casa se derrumbe, La enfermedad os imposibilite, Vuestros descendientes os vuelvan el rostro. No deja de ser una advertencia para que no echemos la vista a un lado ("Los que vivís seguros / En vuestras casas caldeadas"). Sin embargo, teniendo en cuenta que Levi también se incluye a sí mismo en este grupo, el texto funciona como una autorreprensión. Y es que la descripción de lo que Levi llama la "vida ambigua en el campo de concentración" altera nuestra comprensión de la estructura de lo que estamos experimentando al leer el texto. Todo esto lo hace sacando a la luz la existencia de dos opuestos en la vida cotidiana que no son tan evidentes: los hundidos (i sommersi) y los salvados (i salvati). Fruto de las numerosas charlas impartidas en institutos y de los posteriores coloquios, Levi añadió en 1976 un importante apéndice a “Si esto es un hombre”, donde dirime las principales cuestiones que le planteaban. Su propósito es pedagógico, no literario, y por ello las respuestas proporcionadas resultan especialmente esclarecedoras es la de por qué los prisioneros casi nunca se rebelaban o resistían. Levi, que nunca tuvo empacho en criticar con la mayor dureza la degradación moral de las víctimas, en este caso se negó en rotundo a culpabilizarlas como hacen tantos otros. No se trataba de cobardía ni de resignación; el sistema de exterminio estaba proyectado de manera diabólica, hasta el último detalle, para prevenir y sofocar de raíz, antes de que surgiera, cualquier reacción: En los campos para prisioneros políticos, o donde éstos prevalecían, la experiencia conspiradora de éstos demostró ser preciosa, y a menudo se llegó, más que a rebeliones abiertas, a actividades de defensa bastante eficientes [...] En los campos en los que los judíos eran mayoría, como los de la zona de Auschwitz, una defensa activa o pasiva era particularmente difícil. Aquí los prisioneros, en general, carecían de casi toda experiencia organizativa o militar; provenían de todos los países de Europa, hablaban lenguas diferentes, y por ello no se entendían entre sí: sobre todo, tenían más hambre, estaban más débiles y cansados que los demás, porque sus condiciones de vida eran más duras y porque tenían frecuentemente tras de sí un largo historial de hambre, persecuciones y humillaciones en los ghettos. Por ende, la duración de su estancia en el Lager era trágicamente breve, constituían en definitiva una población fluctuante, continuamente disminuida por la muerte y renovada por las incesantes llegadas de nuevos cargamentos. Es comprensible que en un tejido humano tan deteriorado e inestable no prendiese fácilmente el germen de la rebelión. Podríamos preguntarnos por qué no se rebelaban los prisioneros no bien bajaban del tren, que esperaban horas (¡a veces días!) antes de entrar a las cámaras de gas. Además de todo lo que he dicho, debo agregar que los alemanes habían perfeccionado, en esta empresa de muerte colectiva, una estrategia diabólicamente astuta y versátil. En la mayor parte de los casos, los recién llegados no sabían qué se les tenía preparado: se los recibía con fría eficiencia pero sin brutalidad, se los invitaba a desnudarse «para la ducha», a veces se les entregaba una toalla y jabón, y se les prometía un café para después del baño. Las cámaras de gas, en efecto, estaban camufladas como salas de ducha, con tuberías, grifos, vestuarios, perchas, bancos, etcétera. Cuando por el contrario un prisionero daba la menor muestra de saber o sospechar su destino inminente, las SS y sus colaboradores actuaban por sorpresa, intervenían con extremada brutalidad, gritando, amenazando, pateando, disparando y azuzando ―contra esa gente perpleja y desesperada, marinada por cinco o diez días de viaje en vagones sellados― a sus perros adiestrados para despedazar hombres. Siendo así las cosas, parece absurda y ofensiva la afirmación a veces formulada según la cual los judíos no se rebelaron por cobardía. Nadie se rebelaba. Baste recordar que las cámaras de gas de Auschwitz fueron puestas a prueba con un grupo de trescientos prisioneros de guerra rusos, jóvenes, con entrenamiento militar, preparados políticamente y sin el freno que representan mujeres y niños; tampoco ellos se rebelaron (224-225). Otro de los importantes puntos que trata en el apéndice es el de la responsabilidad y el grado de complicidad de los alemanes corrientes o, en otras palabras, si el no querer enterarse no constituye el peor delito: ... pese a las varias posibilidades de informarse, la mayor parte de los alemanes no sabía porque no quería saber o, aun más: porque quería no saber. Es cierto que el terrorismo de Estado es un arma muy fuerte a la que es muy difícil resistir, pero también es cierto que el pueblo alemán, globalmente, ni siquiera intentó resistir. En la Alemania de Hitler se había difundido una singular forma de urbanidad: quien sabía no hablaba, quien no sabía no preguntaba, quien preguntaba no obtenía respuesta. De esta manera el ciudadano alemán típico conquistaba y defendía su ignorancia, que le parecía suficiente justificación de su adhesión al nazismo: cerrando el pico, los ojos y las orejas, se construía la ilusión de no estar al corriente de nada, y por consiguiente de no ser cómplice, de todo lo que ocurría ante su puerta. 1 Saber, y hacer saber, era un modo (quizás tampoco tan peligroso) de tomar distancia con respecto al nazismo; pienso que el pueblo alemán, globalmente, no ha hecho uso de ello, y de esta deliberada omisión lo considero plenamente culpable (221-222). Un tercer debate interminable es el de si es posible comprender la perversidad nazi. Levi se alinea con los que arguyen que no sólo no es posible, sino que ni siquiera es deseable. Pero al mismo tiempo distingue entre «comprender» al verdugo, que requiere una identificación con lo comprendido, y «conocer» las circunstancias que propician su aparición, con el objetivo de prevenirla: Quizá no se pueda comprender todo lo que sucedió, o no se deba comprender, porque comprender casi es justificar. Me explico: «comprender» una proposición o un comportamiento humano significa (incluso etimológicamente) contenerlo, contener al autor, ponerse en su lugar, identificarse con él. Pero ningún hombre normal podrá jamás identificarse con Hitler, Himmler, Goebbels, Eichmann e infinitos otros. Esto nos desconcierta y a la vez nos consuela: porque quizás sea deseable que sus palabras (y también, por desgracia, sus obras) no lleguen nunca a resultarnos comprensibles. Son palabras y actos no humanos, o peor: contrahumanos, sin precedentes históricos, difícilmente comparables con los hechos más crueles de la lucha biológica por la existencia. A esta lucha podemos asimilar la guerra: pero Auschwitz nada tiene que ver con la guerra, no es un episodio, no es una forma extremada. La guerra es un hecho terrible desde siempre: podemos execrarlo, pero está en nosotros, tiene su racionalidad, lo «comprendemos». Pero en el odio nazi no hay racionalidad: es un odio que no está en nosotros, está fuera del hombre, es un fruto venenoso nacido del tronco funesto del fascismo, pero está fuera y más allá del fascismo. No podemos comprenderlo; pero podemos y debemos comprender dónde nace, y estar en guardia. Si comprender es imposible, conocer es necesario, porque lo sucedido puede volver a suceder, las conciencias pueden ser seducidas y obnubiladas de nuevo: las nuestras también (241- 242). Tal vez sea este el punto más discutible de la reflexión de Levi. ¿Cómo no va a ser posible comprender a unos tipos corrientes, como admite Levi que eran los verdugos? En su mayoría eran hombres, no monstruos; su crueldad era humana y provenía de los mismos impulsos, miedos y prejuicios que albergamos todos en lo más profundo. Negarse a mirarlos a la cara supone dotarlos de un aura demoniaca y convertirlos inmerecidamente en ángeles caídos, con todo el prestigio del malditismo romántico. No, su perversión era como ellos: sádica, pero vulgar. PERSPECTIVA DE EL AUTOR Las reflexiones del autor permiten al lector identificarse con el protagonista e idealmente apoyarlo en su experiencia. Por esta razón, leer el libro es una experiencia intensa para el lector. También es una experiencia que conduce a la reflexión y que a menudo plantea preguntas, por lo que Levi publicó una parte tratando de responder. Por ejemplo, el lector a menudo se sorprenderá por el hecho de que al libro le resulta difícil encontrar un juicio moral negativo en contra de alguien. Luego buscaremos en vano alguna expresión de rencor contra el nazismo. La falta de tales sentimientos nos hizo hablar sobre una forma clásica de escribir, por lo tanto, esencial y compuesta, una escritura que coloca a Levi entre los mejores de la literatura. Levi explicó posteriormente a los lectores que su intención era mantener un enfoque racional, asumiendo el papel del testigo y dejando al lector la tarea de formarse una opinión sobre el incidente. Sin embargo, como se informa en el apéndice de la novela, le pidieron a Levi una explicación del origen del antisemitismo nazi. Esto, según el autor, se enmarcó en un fenómeno más amplio, el de la hostilidad desarrollada hacia los diferentes. El lector entiende entonces que la escritura del mundo de las lagers puede indicar, de alguna manera, algo más amplio que puede abarcar todo el mundo de la condición y la naturaleza humana, que fue mencionado por el propio Levi hablando de los campos de concentración como una fuente de conocimiento sobre los hombres y el mundo. 1
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